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Homilias de Monseñor Romero (página 2)

Enviado por juan gavidia


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Allí estamos ya nosotros en la esperanza de nuestro propia salvación. Y un día, todos los hombres, desde Adán hasta el último hombre de la historia, formaremos el cortejo de la redención de Cristo como lo vió el Apocalipsis en aquellas muchedumbres que no se podían contar y que cantaban: "Gloria y honor, poder y alabanza al Cordero que fue degollado y que murió para redimirnos". Esta alegría la viviremos, hermanos, si somos fieles a esa redención que Cristo nos trajo.

LA VIGILIA PASCUAL.

He aquí, pues, los grandes pensamientos del Viernes Santo por la noche y del Sábado Santo, hasta que llegue la hora en que la bendición del fuego nuevo nos esté anunciando que ya llega la hora de la resurrección del Señor. Vamos a celebrarla en nuestra Catedral el Sábado Santo a las 8 y media de la noche. Será la solemne Vigilia Pascual, que se iniciará con la bendición del fuego nuevo. Esperamos organizar una bonita fogata de donde sacaremos el fuego para encender el cirio e iniciar la procesión de Cristo resucitado, simbolizado en el cirio, que encenderá las velas de todos los que vamos a participar. Por eso les invitamos a que cada uno lleve su propia vela para que participemos en esta luminaria de Cristo, que en la mitad de la noche ilumina como un día las esperanzas de todos los que en El creemos.

Y seguirá las lecturas de episodios bíblicos que se referían a esta noche santa y a nuestro bautismo; porque vamos a renovar también nuestros compromisos bautismales, y celebraremos así, redimidos, bautizados, en gracia de Dios, en nuestra propia vida, la resurrección del Señor. Pasemos este Sábado Santo que ya se inicia, hasta la hora de la Vigilia Pascual, en esta preparación espiritual para participar íntimamente con la alegría de Cristo resucitado.

Puede ayudarnos también este otro pensamiento: Durante la Cuaresma, los catecúmenos, o sea los que se estaban preparando para el bautismo, recibían su preparación próxima y era precisamente el Sábado Santo por la noche cuando iban a ser bautizados. El Concilio Vaticano II, recordando esta historia de los catecúmenos y del bautismo del Sábado Santo en la noche, de la Cuaresma que los preparaba, nos invita a que la Cuaresma nos prepare para renovar nuestro bautismo. Gracias a Dios ya somos bautizados; pero, ¿cuántos bautizados necesitarán un buen catecumenado que les hiciera pensar en la grandeza, en la responsabilidad, en lo que significa, ese acto del bautismo? Los que se iban a bautizar el Sábado Santo por la noche comprendían, mejor que muchos de los católicos de hoy, el inmenso honor que significa morir y resucitar con Cristo. Esto es el bautismo.

Por eso los antiguos bautisterios eran como en forma de una tumba a donde bajaban, uno a uno, los que formaban la procesión de los catecúmenos, como para sepultarse; y allí el pontífice los bautizaba y los confirmaba, y salían como quien sale de un sepulcro, vestidos de blanco, representación preciosa de Cristo que sale resucitado de la tumba; y se iba formando aquella bella procesión de túnicas blancas con la vela del bautismo encendida en sus manos. Eran los neófitos, eran los bautizados que se encaminaban luego en procesión cantando las alegrías de la redención para celebrar la solemne Pascua, su primera comunión. Y vestidos de blanco pasaban toda la semana pascual afianzando sus compromisos bautismales mientras visitaban las tumbas de los mártires, de aquellos hombres y mujeres que supieron vivir hasta la muerte sus compromisos del bautismo.

¿Por qué no aprovechamos, queridos radioyentes, queridos católicos, el Sábado Santo para hacer una revisión sincera de cómo estamos viviendo nuestros compromisos del bautismo? ¿Cuáles son esos compromisos? Todavía se pronuncian frente a los niños que se bautizan, pero muchas veces sin darnos cuenta de lo serio que es decir:

¿Renuncias a Satanás, a sus pompas, a sus seducciones? Sí renuncio. ¿Crees en Dios Padre, en Cristo, en el Espíritu? Sí, creemos.

Ese renunciar a lo que se opone a Dios y ese consagrarse por el credo a Dios, eso es el bautismo.

Qué bueno fuera en la Vigilia Pascual del Sábado Santo en la noche, que todos lleváramos, en el arrepentimiento de no haber sido fieles a nuestro bautismo y en el propósito firme de vivir ese bautismo con más intensidad, la mejor participación a la fiesta de Cristo resucitado. No hay mejor felicitación para nuestro Divino Redentor que estampar muy hondo en nuestra alma su muerte y su resurrección. Eso es el bautismo, participar en la muerte de Cristo para morir a todo lo malo de la vida, para desterrar de nosotros todo egoísmo, toda injusticia, todo odio, toda violencia, todo lo malo, todo lo diabólico, toda la perversidad que lleva nuestra naturaleza; y por otra parte, resucitar a una vida nueva, vida de santidad, de sencillez, de humildad, de castidad, de todas esas virtudes que forman el cortejo de las almas santas. Todo bautizado tenía que ser un santo. Esta es la noche del sábado, la que nos invita nuevamente a un propósito de santidad para ser fieles, coherentes con nuestro bautismo.

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