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El regreso de Perón

Enviado por Lucero Fernández


Partes: 1, 2

    1. Introducción
    2. El aislamiento
    3. Perón vuelve al gobierno
    4. El regreso de Perón. Operación regreso
    5. El retorno
    6. La fórmula peronista
    7. Las organizaciones guerrilleras
    8. Montoneros en la clandestinidad
    9. La crisis del gobierno peronista
    10. El rodrigazo
    11. La caída de Isabel
    12. La disolución isabelina
    13. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    El 25 de mayo de 1973 asumió el gobierno el presidente Héctor J. Campora y el 20 de junio retorno al país Juan domingo Perón. Ese día, cuando se había congregado en Ezeiza una inmensa multitud, un enfrentamiento entre grupos armados de distintas tendencias del peronismo provoco una masacre. El 13 de julio Campora y el vicepresidente solano lima renunciaron; ausente el titular del cenado, asumió la presidencia el de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri, que era yerno de José López Rega, el secretario privado de Perón y a la vez ministro de Bienestar Social.

    En septiembre se realizaron las nuevas elecciones y la formula Perón-Perón, que el líder compartió con su esposa Isabel (Maria Estela Martínez) alcanzo el 62% de los votos. El primero de julio del año siguiente murió Perón e Isabel lo reemplazo, hasta que fue depuesta por los jefes militares el 24 de marzo de 1976. Los tres años de la segunda experiencia peronista, verdaderamente prodigiosos por la concentración por la concentración de acontecimientos y sentidos, clausuraron- de manera desdichada y tenebrosa toda una época de la historia argentina.

    Es difícil saber en que momento de su exilio Perón dejo de verse a sí mismo como el insobornable jefe de la resistencia, dispuesto a desbaratar las tentaciones provenientes del poder, y se considero el destinado a pilotear el vasto proyecto de reconstrucción que asumió como ultima misión de su vida. Puede  dudarse, incluso, de si se trato de una decisión deliberada o si resulto arrastrado por sus circunstancias incontrolables aun para su talento táctico.

    Lo cierto es que, puesto en el juego armo su proyecto- parecido pero distinto al de 1945- sobre tres bases: un acuerdo democrático con las fuerzas políticas, un pacto social con los grandes representantes corporativos en una conducción mas centralizada de su movimiento, hasta entonces desplegado en varios frente y dividido en estrategias heterogéneas. Para  que funcionara, Perón necesitaba que la economía tuviera un desempeño medianamente satisfactorio- las expectativas eran buenas- y que pudiera reforzarse el poder del Estado, tal como lo reclamaba la mayoría de la sociedad.

    Este era un punto débil:  los mecanismo e instrumentos estaban desgastados y resultaron eficaces , y el control que Perón podía tener no era pleno, pues las Fuerzas Armadas se mostraban reticentes, pese a la rehabilitación mutua que se concedieron con Perón; el gobierno, finalmente, resulto corroído por la formidable lucha desencadenada dentro del movimiento. Así, una de las premisas de su acción fallo de entrada.

    El pacto social funciono mal casi desde el principio y termino echo añicos, mientras que el pacto democrático, aunque funciono formalmente bien y se respetaron los acuerdos, finalmente resulto irrelevante pues no sirvió ni para constituir una oposición eficiente ni para suministrar de por si, cuando los otros mecanismos fallaron, el respaldo necesario para el mantenimiento del gobierno constitucional.

    El gobierno de Reconstrucción i Liberación Nacional, presentado en mayo de 1973, pese a la concesión al clima de época que había en su titulo, consistía en un intento de superar las limitaciones al crecimiento de una economía cuyos rasgos básicos no se pensaba modificar. No había en el nada que indicaba una orientación hacia el "socialismo nacional", y tampoco un intento de buscar nuevos rumbos al desarrollo del capitalismo.

    Como en 1946, Perón recurrió para pilotearlo a un empresario exitoso, en este caso ajeno al peronismo: José Ver Gelbard, jefe de la Confederación General Económica, donde se nucleaba la mayoría de las empresas de capital básicamente nacional. Sus objetivos, acordes con los cambios ya consolidados en la estructura económica del país, eran fuertemente intervencionistas y en menor medida, nacionalistas y distribucionistas, y no implicaban un ataque directo a ninguno de los intereses establecidos.

    Siguiendo las tendencias de la década anterior, se esperaba apoyar el crecimiento de la economía tanto en una expansión del mercado interno- según la tradición de los empresarios que apoyaban a ambos partidos mayoritarios- cuanto en el crecimiento de las exportaciones.

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