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La consideración de la dimensión axiológica en el ejercicio del liderazgo

Enviado por Eduardo A. Castro


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Algunas razones por las cuales a menudo no se llegan a establecer claramente los valores organizativos deseables
    3. ¿Cómo puede generarse un entorno ético en una organización?
    4. Referencias bibliográficas

    RESUMEN

    La nobleza de los ideales en el líder es condición esencial de su autenticidad y hasta de su eficacia. Los ideales se encuentran corporizados en el líder y en toda persona como una aspiración, un deseo, y, naturalmente, sólo se desea lo valioso. En consecuencia se puede afirmar que los ideales surgen de la actitud valorante del ser humano y esta especial actitud está dirigida hacia aquello a lo cual se ha dado en llamar "valores".

    Éstos se descubren en la percepción de la realidad objetiva en donde se encuentran plasmados en las cosas valiosas. La inserción de esta dimensión axiológica en el ejercicio del liderazgo es una condición esencial para que el quehacer organizativo resultante sea positivo. En este sentido, le cabe al líder la enorme responsabilidad de ser el actor central, aunque no exclusivo, en los tareas propias de la definición, plasmación, educación y monitoreo todos los quehaceres asociados a la existencia de los valores propios de cada organización.

    El propósito de este artículo es destacar la relevancia de la existencia de unos valores claramente definidos en una organización así como varias circunstancias por las cuáles ellos no siempre llegan a estar firmemente establecidos. Finalmente, se analizan algunas vías de acción para llegar a generar un entorno ético adecuado en el quehacer organizativo.

    INTRODUCCIÓN

    Resulta muy difícil imaginar que en la actualidad una organización pueda funcionar de manera efectiva sin que ella esté impregnada de un conjunto de valores institucionales bien articulados. La existencia y la actualización continua de estos valores hacen posible que se constituyan redes de colaboración efectivas que la organización necesita para operar a un buen nivel. Es obvio que la mera enunciación y declaración de esos valores no es suficiente.

    Los valores profesionales y colectivos a los niveles macro y micro deben impregnar todas las decisiones que se tomen en cada una de las esferas organizativas. Si bien los distintos grupos componentes de una dada organización poseen una cultura propia, es necesario llevar a cabo un esfuerzo concertado para construir principios y prácticas comunes que conformen los valores básicos de la organización, aunque cada uno de aquellos mantenga sus propias características particulares. Y así, valores tales como la confidencialidad, el cuidado, la equidad, la honestidad, la franqueza, la participación, la validación, la responsabilidad, la confianza y la comprensión son algunos ejemplos que deberían formar parte de la cultura de toda la organización (1).

    Aunque los líderes pueden ser definidos de muchas maneras válidas, los que hayan de destacarse en el futuro deberán poseer un sistema de valores propios que sea lo suficientemente expansivo y flexible para adaptarse a la dinámica socioeconómica y las grandes velocidades de cambio que imperan en la actualidad en todos los órdenes del quehacer humano.

    El verdadero líder debe ser capaz de abrazar el cambio y utilizarlo de maneras que sean socialmente beneficiosas. Las tareas sociales consecuentes y numerosas que caracterizan el desenvolvimiento de los conceptos afines al líder y a la función del liderazgo consisten en analizar, definir, describir y en última instancia, asignar valores sociales y aplicaciones fructíferas. Pero para que esto sea factible, el líder debe ser creíble y, a su vez, esto sólo puede plasmarse cuando hay suma claridad respecto de los valores personales y coherencia cierta entre lo que se dice y lo que se hace.

    La investigación ha mostrado que los mejores líderes de las organizaciones efectivas conforman sus quehaceres en torno a la identificación y la comunicación consecuente de los valores centrales de ellas, delineando, adaptando y aplicando esos valores para potenciar el desempeño, asegurando la bondad de la gente que trabaja en torno a ellos, escuchando una gran cantidad de tiempo, y hablando distintos lenguajes según lo impongan las circunstancias y los interlocutores circunstanciales. O sea, que ellos son reales creadores y sostenedores de una cultura orientada hacia el desempeño apropiado de la organización.

    Una de las características básicas del liderazgo contemporáneo es el redescubrimiento de la necesidad de definir, formular y aplicar los valores fundamentales sobre los cuales se asienta la organización. Y nótese que se dice "redescubrir". O sea que hay nada nuevo en este tema. En efecto, es algo que los fundadores de varias de las compañías líderes reconocieron de un modo intuitivo en su mismos orígenes. Es cierto que en la actualidad los valores no son definidos, formulados, comunicados y aplicados explícita y concretamente en la mayoría de las organizaciones, pero ellos siempre están presentes en aquellas que se destacan por su eficiencia, influencia e importancia.

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