"No quedan más que los guardias. A ellos todo esto les da lo mismo…"
La inclusión de los guardias es otra innovación muy interesante de Anouilh; estos personajes, como quedan evidenciados en el prólogo, con esposas, hijos e incluso olor, toman a diferencia de los secundarísimos personajes de Sófocles, tres dimensiones: son más humanos, tienen deseos, miedos, ironía, conflicto.
Acorde con el curso de la historia de los últimos siglos, aquellos personajes de clase social baja, siempre desplazados del centro de la historia, toman un importante protagonismo.
"Una mañana me desperté siendo rey de Tebas"
Persiguiendo la profundización de los personajes, Anouilh, muestra a Ismene como una hermosa mujer envidiada por su no tan agraciada hermana; la competencia de las dos hermanas por Hemón; las discusiones de Antígona con su prometido.
Pero una de las más interesantes variantes introducidas por el dramaturgo es el poderoso conflicto interno de Creonte y por tanto, el ofrecimiento del Rey a Antígona de salvar su vida, hecho impensable en los personajes más bien lineales de Sófocles.
Este hecho es utilizado por el autor para remarcar la profunda convicción de su heroína. Creonte, tendrá que utilizar sus más sucios argumentos y ni aún así, podrá evitar que Antígona dé su vida.
"Porque tu Polinice, esa sombra desconsolada y ese cuerpo que se descompone entre sus guardias, y todo ese patetismo que te inflama, no es más que un lío político"
Lejos ya en el tiempo, del paradigma mágico- religioso, Anouilh nos introduce en un conflicto político y ético, perfectamente transferible al mundo que nos rodea. Olvida ya el autor, las nubes de polvo, el sacrilegio a la patria y las leyes divinas.
Creonte mantiene el cuerpo descomponiéndose a la luz del sol como bandera ante sus enemigos políticos y ante su pueblo, como lección; es más, si fuera por él, lo enterraría "aunque más no fuera por higiene". Incluso, para él, lo mismo hubiera sido Polinices que Etéocles al que se le hubiera negado el entierro.
El reclamo de Antígona es humano, para con el cuerpo de un ser querido que ha sufrido una muerte indigna e injusta, por asuntos que no comprende ni desea comprender. Y así, su discusión termina tornando alrededor del papel que debe tomar el gobernante para con su pueblo cuando las leyes que organizan se contradicen con el cariño y la justa reivindicación humana y humanitaria.
Antígona, heroína eterna, está dispuesta a morir por esa reivindicación y lo hace; rechaza la hipocresía y la mediocre felicidad sabiendo que hizo lo incorrecto, Antígona dice que no. Y esta negación desencadena los hechos ya conocidos, el suicidio de su prometido, de la madre de su prometido. Al igual que en la obra de Sófocles, todos estos hechos patéticos suceden detrás de escena.
"Uno toma el timón, se yergue frente a la montaña de agua, grita una orden y dispara al montón, al primero que dé un paso"
"Estoy aquí para decirle que no y para morir"
Es sobre la estructura de Sófocles que Anouilh traza su obra. ¿Y cuál es la base en común que ambos comparten?
La hybris, tanto de Antígona como de Creonte. En ambos casos, la hybris de Antígona es de índole cívica: se rebela contra las leyes de su ciudad y contra su gobernante; la hybris de Creonte es entonces religiosa o, en el caso de la obra de Anouilh, moral, quien niega un derecho inherente al ser humano.
Tal vez a diferencia de la tragedia de Sófocles, en la tragedia de Anouilh, es más posible apreciar la hamartía de ambos personajes. Antígona, rechaza implacablemente (hasta se podría decir "caprichosamente") la posibilidad de seguir viviendo e insulta descaradamente al Rey, lo llama "cocinero", lo provoca, lo amenaza.
En el caso de Creonte, se evidencia más el costo psicológico de enviar a su sobrina y a la prometida de su hijo a la muerte, justamente por la resistencia a hacerlo. Este costo, hace que su hamartía resulte aún más trágica.
"Todos llevaremos esa llaga en el costado durante siglos"
Durante la segunda Guerra Mundial y desde diversos puntos de vista, surgieron numerosas versiones del mito de Antígona.
Hay características en esta obra que hacen que sea más atemporal que casi ninguna otra tragedia griega y por tanto más actual que nunca: la heroína que se enfrenta, ella sola, contra todo el poder establecido; la lucha de la moral religiosa (o tal vez, más exactamente y más atemporal: lo humano) contra el orden arbitrario y en este caso político o tiránico; a diferencia del caso de su padre signado por un destino ineludible, el ejercicio por parte de Antígona de su libertad individual; y por último, la importancia del cumplimiento de los ritos para con los restos de los muertos como bandera de lucha contra la injusticia de su muerte.
Todos estos temas, entre tanta guerra y dictadura, son claramente visibles para los hombres del siglo XX y resignifican aquella fábula que conmovió al pueblo griego, más de cuatrocientos años antes de Cristo.
Inés Gonzales
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