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La comunicación política, la democracia mediática y el derecho a la información

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    Este documento fue preparado para un debate organizado por la Fundación Carlos Pereyra, del Partido Democracia Social, en octubre de 1999.

    Aunque se contradicen con él, los medios de comunicación han llegado a ser –y así seguirán siendo— el nuevo espacio público. Quizá ningún otro ámbito de la sociedad se encuentra tan cerrado a la participación de la gente. Partidos, sindicatos, universidades, organizaciones ciudadanas, tienen membresías que constituyen un lazo permanente y estable (más allá de la representatividad o no que tengan) con la sociedad. De ello depende su viabilidad e incluso, su sobrevivencia. En cambio, y desde luego siempre hay excepciones, los medios de comunicación de masas suelen dirigirse a la sociedad pero no necesariamente desde ella.

       En el mundo contemporáneo, no existe mecanismo de mayor influencia sobre las sociedades que los medios de comunicación de masas. Hoy en día la política depende, indefectiblemente, de la propagación que pueda encontrar en los medios. Partidos y candidatos y junto con ellos cualquier institución o personaje que busque relevancia pública, tienen que ganar espacios y a menudo también aquiescencias en los medios de comunicación. Estos, no sólo determinan la cantidad, sino con frecuencia además la calidad de los mensajes. El discurso político, hoy en día, suele ajustarse a las exigencias mediáticas a tal grado que, más que programas, los candidatos y partidos suelen presentar frases sueltas, capaces de ajustarse a los formatos y e intervalos con que los medios dan noticia de los acontecimientos políticos.

       En todo el mundo, se ha extendido la preocupación ante el predominio de los medios en la conformación y en la definición de las agendas públicas. Si los medios fuesen espacios abiertos a la pluralidad de las sociedades y a la deliberación que requieren los asuntos públicos, esa inquietud sería menor. Sin embargo, lejos de formar parte de las tendencias democratizadoras que de una u otra manera se han propagado por los sistemas políticos de casi todo el planeta, los medios de comunicación tienden a incrementar su enorme influencia.se ascendiente, se alimenta de dos tendencias que forman parte de las características inherentes a los medios contemporáneos. Por un lado, las alianzas empresariales colocan bajo menos manos, el control de cada vez más medios de comunicación. Al mismo tiempo, las innovaciones tecnológicas permiten la propagación más lejos y para más gente, de los mismos mensajes mediáticos.

       De manera peculiar los medios electrónicos convencionales (la radio y la televisión abierta) suelen ejercer esa capacidad de difusión en extenso para reproducir mensajes de escasa originalidad creativa y, en el campo de la información, con exigua investigación periodística. Difundir lo mismo a más personas, abaratando exponencialmente los costos de producción en contraste con los destinatarios de la programación común, sigue siendo más negocio que hacer programas imaginativos y capaces no sólo de entretener sino además, de formar a los públicos.

       Sin desplazar a los medios electrónicos tradicionales, las nuevas tecnologías también han abierto posibilidades para diversificar los espacios de comunicación. Por una parte, el uso de la fibra óptica y de la transmisión satelital, permiten extender casi sin límites la cantidad de canales disponibles para transmisiones de audio y video. La oferta de contenidos cuenta con nuevos cauces para llegar a sus posibles públicos. Simultáneamente, la telefonía celular y la Internet están experimentando crecimientos exponenciales.

     

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