- La administración de uno mismo
- ¿Cuáles son mis fortalezas?
- ¿Cómo hago las cosas?
- ¿A qué lugar pertenezco?
- ¿Cuál debe ser mi contribución?
- La segunda mitad de su vida
- Bibliografía
La administración de uno mismo
La nueva era de la tecnología ha generado una serie de cambios ante los cuales debemos estar preparados y conocernos mejor tratando de administrar mejor nuestro trabajo docente. Uno de los primero puntos que trata Peter Drucker en su lectura es conocer:
¿Cuáles son mis fortalezas?
Muchas personas creen saber para qué son buenas. Pero, en general, se equivocan. Con frecuencia saben para qué no son buenas y, aun en ese caso, son más las equivocadas que las que están en lo cierto. A pesar de ello, sólo se puede construir a partir de las fortalezas (Drucker, 2007, p. 1).
Menciona Drucker (2007) que "la única forma de descubrirlas es mediante el análisis de los resultados" (p. 1).
El análisis del feedback no es una novedad, fue inventado alrededor del siglo XIV por un teólogo alemán, y retomado unos 150 años después por Juan Calvino e Ignacio de Loyola, quienes lo incorporaron a la práctica de sus seguidores (Drucker, 2007, p. 1).
En sus desafíos de la administración en el siglo XXI, Drucker (2007) señala que del feedback se derivan varias guías para la acción. Primero y principal, concéntrese en sus fortalezas. Colóquese en el lugar en el que generen resultados. Segundo, trabaje para mejorar sus fortalezas. El análisis le mostrará en qué puntos debe reforzar sus habilidades o adquirir nuevas. Tercero, descubra si su soberbia intelectual está provocando una ignorancia inhabilitante, y supérela. Muchas personas, y especialmente las que tienen vasta experiencia en un área, desdeñan el conocimiento de otros campos, o creen que ser brillantes es un sustituto del conocimiento (p. 1).
¿Cómo hago las cosas?
Drucker explica que aunque parezca sorprendente, muy poca gente sabe cómo consigue hacer las cosas. En realidad, la mayoría de nosotros ni siquiera sabe que las personas trabajan y ejecutan sus tareas en formas diferentes. Y muchos trabajan de una manera que no es la apropiada para ellos, lo cual garantiza, por lo general, un pobre desempeño. Para los trabajadores del conocimiento, la pregunta "¿cómo hago las cosas?" puede ser más importante que preguntarse "¿cuáles son mis fortalezas?" (2007, p. 2).
La manera de hacer las cosas depende de la personalidad de cada uno. Más allá de que la personalidad sea una cuestión de naturaleza o educación, sin duda se forma mucho antes de que una persona empieza a trabajar. Y el cómo hace las cosas una persona es un rasgo de su personalidad. Ese "cómo" puede modificarse ligeramente, pero no cambiarse por completo; y tampoco es tarea fácil hacerlo. Así como las personas logran resultados haciendo aquello para lo que son buenas, también obtienen resultados trabajando de la manera que mejor les cabe. Algunos rasgos de la personalidad determinan la manera en que una persona ejecuta su trabajo. ¿Soy apto para leer o para escuchar? Muy pocas personas saben que lo son para ambas cosas, y que eso es una rareza. Todavía menos individuos saben sin son "lectores" u "oyentes". Pero algunos ejemplos servirán para demostrar lo perjudicial que puede resultar esta ignorancia (Drucker, 2007, p. 1).
Menciona Drucker que las escuelas de todo el mundo están organizadas sobre la presunción de que hay una única manera correcta de aprender, y que es aplicable a todos. Pero sentirse obligado a aprender de la forma en que la escuela enseña es una suerte de infierno para estudiantes que aprenden de otro modo. De hecho, hay por lo menos seis maneras diferentes de hacerlo (2007, p. 3).
Para definir como se hace las cosas Drucker señala que "algunas personas aprenden escribiendo (…) algunas personas aprenden haciendo (…) otras aprenden escuchándose hablar" (2007, p. 3).
¿A qué lugar pertenezco?
Peter Drucker se refiere en su lectura que muy pocas personas saben, desde temprana edad, a que lugar pertenecen. Los matemáticos, los músicos y los cocineros, por ejemplo, ya son matemáticos, músicos y cocineros a los cuatro o cinco años. Los médicos suelen elegir su carrera durante la adolescencia, o incluso antes. Pero la mayor parte de la gente, y especialmente los menos dotados, ignoran a que lugar pertenecen hasta pasados los 25 años. Para ese entonces, sin embargo, deberían conocer las respuestas a tres preguntas: ¿cuáles son mis fortalezas?, ¿cómo hago las cosas? y ¿cuáles son mis valores? A partir de allí, pueden y deben decidir a dónde pertenecen. O, más bien, deberían poder decidir a qué lugar no pertenecen. La persona que sabe que no puede desempeñarse bien en una organización grande, debería saber decir "no" a un cargo en ese tipo de empresa. La persona que sabe que no puede tomar decisiones, debería saber decir "no" a un puesto que implique tomarlas. Al mismo tiempo, conocer la respuesta a esas preguntas le permite a una persona decir "sí" frente una oportunidad, una oferta o una misión. Y le permite, además, decir cómo hará las cosas, de qué manera deberían estructurarse las tareas, qué forma deberían adoptar las relaciones, qué resultados deberían esperarse de su labor y en qué tiempo (Drucker, 2007, p. 5).
¿Cuál debe ser mi contribución?
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