Desde hace varias décadas hasta el día de hoy, nosotros hemos sido testigos y participes de una "aparente" deshumanización y una pérdida de los valores fundamentales del ser del hombre. Y buscando los posibles culpables de esta deshumanización es cuando afanadamente le descargamos la culpa a la ciencia y a la tecnología.
Pero, ¿realmente la ciencia y la tecnología son las absolutas responsables de este caos? Justamente ni la ciencia ni la tecnología son las directas responsables de esto, pues ha sido el hombre quien las ha ido desarrollando para su propio bienestar, por ende, ellas no son en sí ni malas ni buenas. Ampliando entonces el horizonte de nuestra cuestión inicial sobre la deshumanización del hombre, encontramos que él está habitando un tipo de sociedad marcada por un nuevo sistema económico imperante en la cultura occidental que se llama "capitalismo".
Esta sociedad capitalista viene caracterizada como «[…] una sociedad cuyo único valor es el dinero […], donde los hombres objetos trabajan incansablemente para consumir más dentro de la falacia de la libertad(, donde la inteligencia del hombre, su razón, se encuentra al servicio de una ciencia de la objetivación […], donde la sensibilidad es muestra de debilidad»[1]. Desde lo anterior, podemos inferir que es este sistema capitalista el que ha llevado al hombre a una trans-ontologización(( de su ser, pues es este hombre (el que en la antigüedad se había preocupado por el Ser, por los primeros principios, y por la realidad, y siglos más tarde es este mismo hombre el que se había preguntado por la causa de las cosas, por el acto de ser, por Dios como esa causa incausada de lo existente) el que ahora se va a preocupar por la inmanencia de las cosas, la instrumentalización de las ciencia, es el que va a demostrar a su vez un interés exuberante por la materia y su anhelo de poseer y de tener más que de ser.
En pocas palabras, el capitalismo pretende reducir la realidad y el hombre a simples cosas fácticas; la trascendencia que la realidad y el hombre poseían como herencia de la metafísica trascendental se ha visto "restringida" por la inmediatez de las cosas materiales. Graficando un poco lo dicho anteriormente, estamos asistiendo al espectáculo de "una sociedad que se caracteriza por vivientes que no viven, por existentes que no existen"[2]. Así mismo nos podríamos preguntar qué es el hombre para la actual sociedad capitalista, y curiosamente la respuesta ya no sería que el hombre es la unión substancial o accidental de una alma con el cuerpo, ni es tampoco ya un ser posicionado como amo y señor, y mucho menos ya no es el ser pensante que armoniza y carga de sentido la realidad, sino que él viene convertido en una "cosa" más de aquellas que se encuentran en el mundo de la técnica y del poder[3]
Teniendo en cuanta lo anterior, y desde un análisis crítico al sistema capitalista y su monopolio, es notoria la aparente felicidad y dicha de un hombre moderno cuando consigue dinero, pues este representa su poder adquisitivo en la consecución de bienes y servicios materiales. Y en esta misma línea, la sociedad capitalista le presenta falsamente y con estratagemas bienestar, comodidad y una forma ilusoria de afrontar el dolor y el sufrimiento fácilmente. Y digo que esta postura es una argucia ya que sabemos que "el sufrimiento es inherente a la presencia del hombre en el mundo y el aparente placer que consigue, sólo logra traer consigo más dolor, obteniéndose como resultado un nihilismo que se afianza cada vez que se pretende obviar el dolor"[4].
Cuando afrontamos la realidad del dolor y del sufrimiento desde el sistema capitalista podemos caer en una postura hedonista, donde se nos presenta el "placer como contrario al sufrimiento, […] [ocasionando en la sociedad actual] nuevos sujetos que visten su existencia con el placer de la inmediatez, con el goce de un disfrute sin fin, y entonces, el hombre y su cuerpo se vuelven objetos"[5]. Este afán humano por evitar el dolor y alcanzar placer es la mayor patente de la posible trans-ontologización (en sentido despectivo y reduccionista) del ser humano sí este se deja llevar por los ideales del sistema capitalista. Es por eso que encontramos al hombre con un poder adquisitivo y productor impresionante, somos testigos directos de su inmensa soberanía transformadora de la naturaleza, pero también sabemos que el hombre logra todos estos avances a costa de su deshumanización y de la pérdida ontológica de su ser en el mundo.
El hombre comprende el mundo como un mundo "cosificado", como realidad "dada" a la que no tiene sino que someterse para realizarse […]. El mundo "reificado"( es, por definición, un mundo deshumanizado, que el hombre experimenta como un hecho extraño a él mismo, de tal manera que el hombre ya no se vivencia como productor del mundo, sino como producto del mundo, o sea como algo que es como es "por la naturaleza de las cosas. Ahora bien, a partir del momento en que el hombre se comprende y se vivencia así, el hombre comienza a ser necesariamente un ser alienado. Porque ya no es él quien construye la realidad, sino que la realidad lo construye a él[6]
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