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Municipio Autónomo Candelari Trujillo: Tres puntos en su Geografía: Chejendé – Torococo – Mogotón (Venezuela)


Partes: 1, 2

    1. Ramón-Mogotón
    2. Don Ramón

    A  MANERA DE PRÓLOGO

                Escribimos estas notas motivados por la nostalgia, canasta que recoge la alegría de nuestros tiempos, las alegrías de recuerdos felices que hacen posible que la canasta anide los nombres vivenciales que habitan nuestras vidas, dentro de esos nombres…dentro de tantos nombres. Tres tienen para nosotros significativa importancia: Chejendé, Torococo, Mogotón. Fácil decirlo para quienes no los conocen; para quienes no saben que en cada uno de ellos hay agua de tinaja parameña y amaneceres de auroras sin ocasos; son ellos los que nutren la intención de éste folleto.

    ¿Cómo olvidar la alegría que con su sola presencia nos dieron nuestros padres, nuestros abuelos, la humildad de su gente? ¿ Cómo olvidar los retozos infantiles, los amores juveniles?. Canta nostalgia a la alegría de la vida, canta tinaja con el agua de Sicoque que habitó tus entrañas y lo resume todo, ¡canta chicharra canta, que ningún silencio  quede mudo!

    RAMÓN-MOGOTÓN

               ¿Cómo estás Germán? Sin novedad Terecio. La novedad la traigo yo; se llevaron preso a Don Ramón. ¿Cómo? No lo sé. ¿Podemos hacer algo? No lo creo.

               Desde la claridad de las lágrimas, ¿qué podía hacerse? Nada, y la palabra nada, en los oídos, retumbaba más vacía que nunca, sólo la incompetencia preñada de frustración podía llenarla. Llanuras de vientos extendidas entre sueños, llanuras de sueños extendidas en el viento y, entre olvidos y recuerdos, la presencia quijotesca de Don Ramón.

               Como acordeones sin música, las arrugas en el rostro de Germán se entretenían en inventar posibilidades, y nada podía hacerse. Recordaba de Manuel sus palabras_ " Ocho años preso Germán, parece mentira, yo que siempre fui vaquiano de la huida; ocho años preso Germán, suficientes para el arrepentimiento" .

               Y recordaba la descripción que hacia de las barbaridades de la cárcel gomera y lloraba el llanto del amor que como todos los campesinos de esas tierras  profesaban a Don Ramón, y pensaba en las paredes harapientas depositarias de tantas tristezas, de tanto dolor humano, y pensaba en el postigo y en la hendija de la puerta por donde mes a mes, la luna llena dispensaba su visita de luz a Don Ramón, su visita de brisas de recuerdos, el postigo de dos tiempos: el de afuera y el de adentro, en el de afuera, el sol de su Mogotón, en el de adentro su tormento, y en ambos tiempos la alegría de la esperanza del regreso.

    La última vez que lo vi, vi a la distancia de los años, su hidalguía, con nombre y apellido;  Ramón Ruiz, Don Ramón, el de los bigotes de flor de pardillo. Ramón Ruiz – Mogotón. Mogotón luz de lluvia, abrevadero de recuerdos.

    Mogotón cicatriz en los recuerdos del viejo Don Ramón. Dos años antes falleció Doña Gertrudis, su amor de siempre, amor sin cortapisas, amor sin subterfugios; ambos formaron el pivote del tiovivo  que giraba alrededor de su bondad. Doña Gertrudis, la que tejió enredaderas de amor entre los cafetales, entre los cañaverales, entre los maizales, en su corazón universal, aposento de  amores y de afectos. Doña Gertrudis taraba para enredar recuerdos. Poco después muere Terecio. ¿Qué puedo decir de Terecio? Son tantas cosas que no tengo respuestas, tantas sus bondades, que no tengo respuestas, fueron ellos la última presencia viviente de su Mogotón. Ahora presidiario de nuevo en un rincón de  Chejendé, sin esperanza de regreso.

               Mogotón, templo para la misa de los pájaros sin dioses ni demonios, misa para la alegría  de sus gorjeos y la alegría de sus colores, tal vez por ello, los pájaros, burbujas de plumas, se hicieron con suspiros de arcoiris, tal vez los pájaros, burbujas de armonía, se hicieron con cantos celestiales. Mogotón, en donde los cabellos del totumo se hacen ubres cargadas de bondades. Mientras las mariposas ríen en los colores  de sus alas, y palpitan sus colores en el beso de la flor  que los bendicen.

               La sonrisa de la brisa cortaba el aire, un murmullo temblaba entre las nubes, porque el murmullo alborozado, esperaba el parto de la lluvia compartido con el canto del turpial, el canto del turpial que despertaba en la flor  de los bucares sembrando espinas  de alegría en el corazón del cafetal, después de oír la fiesta de la noche animada en idiomas orgullosos para celebrar el titilar de las estrellas, porque un nombre de miel había nacido; Rolando el hombre de miel que en el mar de clorofila de los bosques se hizo marinero para atracar su barco cargado de afectos y de besos en la Marina de amor que lo esperaba, en la historia de amor que se  iniciaba, en la espiga de luz de sus ternuras.

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