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Las aportaciones árabes al mundo de la traducción


Partes: 1, 2

    1. Metodologías y técnicas aplicadas por los árabes en sus traducciones
    2. La aparición de la escuela de Toledo
    3. Bibliografía

    Introducción general

    El interés árabe por la traducción se inició en tiempos remotos cuando todavía el saber humano estaba limitado geográficamente en zonas restringidas de la superficie terráquea.

    La sabiduría griega y persa de apostar por la ciencia como única solución posible para pasar del mundo de los mitos al mundo de la lógica y la realidad por una parte, y por otra la aparición del Imperio árabe de Bagdad con ambiciones de expansión territorial, lingüístico y científico, produjeron un efecto de llamada a muchos sabios de la época para entrar a formar parte en los proyectos científicos que los califas financiaron y apoyaron.

    Las primeras traducciones realizadas en el Islam se remontan a la época del príncipe omeya Jalid ben al Yazid (700-720) que mandó llamar a un grupo de filósofos griegos y coptos que residían en Egipto y dominaban el árabe para que le tradujeran los libros de alquimia a los que el príncipe estaba dado, noticia de la cual estamos seguros gracias al libro de al- Yahiz.

    El mismo autor nos informa en su libro que dicho príncipe estaba rodeado por un grupo de traductores para realizar traducciones de libros de medicina, astrología, química, arte militar, artesanías y técnicas; y que para hacer bien esta labor contó con el apoyo de un personaje llamado Esteban el Viejo.

    Al-Yahiz (Basora, 776 – 868) Escritor árabe, Aunque no abandonó su ciudad natal, frecuentó los círculos intelectuales de Bagdad, sin ocupar jamás un cargo oficial, ni entregarse a otra actividad al margen de la escritura. Dotado de una curiosidad notable, en su obra se evidencia una fecunda síntesis cultural entre lo árabe, lo persa y el pensamiento griego.

    Este pensador menciona la tarea imposible del traductor diciendo:

    "El traductor tiene que estar a la altura de lo que traduce, tener la misma ciencia del autor que traduce. Debe conocer perfectamente la lengua que traduce y aquella a la cual traduce para ser igual en las dos. Pero cuando lo encontremos veremos que las dos lenguas se atraen, se influyen y se contaminan mutuamente. ¿Cómo puede ser competente en las dos cuando sólo conoce una? Sólo existe una fuerza; si habla una sola lengua esa fuerza se agota. De idéntico modo cuantas más lenguas hable, más se resiente la traducción. Tanto cuanto más difícil es la ciencia, menos son los que la conocen y tanto más difícil será para el traductor y más fácilmente cometerá errores. Jamás encontraréis un traductor digno de estos sabios. Esto es lo que decimos en cuanto se refiere a los libros de geometría, astronomía, aritmética y música…"

    Y cuando se refiere a los traductores de la época el autor dice:

    ¡Que Dios apiade de ellos!_ pueden medirse con Aristóteles? Y ¿Cómo un Jalid con Platón?…

    Fue en los siglos VIII-IX y por iniciativa de los califas Abasidas en Bagdad y Damasco que se emprendió una segunda etapa de traducción de textos filosóficos y científicos griegos que representan la mayor aportación a la ciencia árabe, que también ha sido influenciada por la ciencia persa, babilónica o india. El califa al-Mansur (775) fue el primero en mandar traducir obras griegas de astronomía, además de ser quien solicitó del emperador de Bizancio que le enviara las obras de matemáticas y algunas obras de física. Gracias a él los musulmanes pudieron leer obras traducidas del pahleví o del sánscrito. El califa Harun al-Rasid (m. 808) se interesó en textos de medicina. Su sucesor al-Ma"mun (m. 833) gran aficionado de los griegos hasta el punto de que un cronista nos informó de que llego a ver en su sueño a Aristóteles, potenció el movimiento de búsqueda de libros para su traducción.

    Al –Ma´mun además de fundar Bayt al Hikma (??? ??????) Casa de Sabiduría, dedicada nada más que a traducir y cultivar libros, pues él para obtener manuscritos optó el sistema de obligar a entregarle manuscritos como indemnizaciones de guerra, y pasó en Chipre cuando al Ma´mun pidió a Bizancio que le paguen los gastos de guerra en libros, de modo parecido a que mil años después el sultán marroquí mawlay Isma"íl exigió del rey de España, Carlos II, la entrega de manuscritos árabes a cambio de cautivos. Así que la búsqueda de manuscritos y su traducción sobre todo los libros de ciencia llegaron a valorar su peso en oro.

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