El tema que nos ocupa en el presente trabajo es el de la identidad villera. Teniendo en cuenta los usos políticos de la identidad y la política del Estado, nuestras preguntas principales serían: ¿cómo constituye un sujeto, que vive en la villa, su identidad?, ¿este sujeto se encuentra alienado o es actor de su propia existencia?, ¿la identidad villera esta interiorizada o es algo que proviene desde afuera?, ¿cómo juegan los estereotipos sociales en la identificación de esta identidad villera?, ¿se podría hablar en este caso de una "camiseta" que el sujeto villero pueda usar o eludir?
Para responder a estas interrogantes nos basaremos en el material bibliográfico asignado para la cursada de la materia de Antropología, que se dicta en la Universidad Nacional de General Sarmiento, y, además, diferentes lecturas que hemos hecho sobre la temática.
Como punto de partida, acordamos en que la identidad no es algo fijo, sino que está en construcción permanente. Esto quiere decir que la identidad no está en su forma acabada, sino que hay cosas que están en potencia y que pueden llegar a ser desplegadas por el sujeto. Tal como lo plantea Patricia Monsalve (2007), citando a Andrés Piqueras Infante, "la identidad no es sólo lo que soy, o lo que creo ser, sino también lo que quiero ser (o llegar a ser)" (Monsalve,2007:11). Por lo tanto, se aboga en ese trabajo, tal como lo hace Michel Wieviorka, en la entrevista dada a la Revista Desacatos (2003), que las identidades al ser progresistas y cambiantes responden a una lógica más bien de producción que de reproducción. Las sociedades, desde las más ancestrales hasta las más recientes, producen, conciben, elaboran diferencias culturales, dice Wieviorka.
Dicha producción se encuentra a cargo de los propios sujetos, puesto que la producción, como afirma el sociólogo, sale de la iniciativa personal, por tanto "es a través de iniciativas, de decisiones personales eminentemente subjetivas, como las identidades colectivas se transforman" (Wiewiorka, 2003:119). En fin, cuando Wieviorka expresa que el sujeto debe ser actor de su propia existencia se está refiriendo a una actividad. Entendemos que la manera de hacer visible este modo de proceder arbitrario que impone identidades es discutiendo la cuestión del esencialismo. Esta postura afirma que las identidades son esencias inmodificables que hacen irreductible la diferencia entre los hombres. De este modo se piensa la identidad bajo un sentido fijo, dado, definitivo, como si su esencia fuera única y verdadera. Además, cuando el sujeto está alienado no puede pensarse a sí mismo como sujeto, y es en este momento donde surge la "violencia simbólica", concepto creado por Pierre Bourdieu, y que el sociólogo Wieviorka utiliza para dar cuenta del impedimento que tiene el ser humano para pensarse a sí mismo en esas condiciones de inconciencia frente al ser dominante.
En contra de ello, el poner este tema en una perspectiva lingüística le devolvería su carácter histórico, social y cultural, así quitando a la identidad la trabazón que se le intenta imponer. Podemos preguntarnos, a partir de esto, ¿acaso están los sujetos que viven en las villas alienados, o logran salirse de la virtualidad y se subjetivizan? Si bien es difícil salir de la virtualidad, mucho más lo es cuando el sujeto naturaliza los estereotipos sociales que relacionan su condición de villero a la de "chorro".
En un texto de Mariano Narodowski (2004), actual Ministro de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se toma a la cumbia villera como expresión de la naturalización. "Este sí que es un desplazamiento fatal: el estereotipo tradicional de la clase media que convertía a cualquier villero en un marginal de la ley y a cualquier villera en prostituta ahora se ha convertido en la expresión estética de los que dicen pertenecer a la villa y cantar lo que en ella acontece", afirma Narodowski (2004:136).
Esta naturalización impide en algunos casos la formación de un "otro antropológico", del que habla Reguillo (2002), que sea capaz de producir su propio relato etnográfico, y a su vez oponerse a las representaciones que le fueron asignadas. Son los medios de comunicación, como afirma la autora, los que ayudan a construir con sus "estrategias narrativas" el relato de la otredad. Así, "…los villeros son delincuentes a priori, amenaza constante para la gobernabilidad…" (Reguillo: 77). Por su parte, dice la antropóloga Cristina Cravino (2009) que la identidad villera es una construcción conflictiva de sentidos. En general, los habitantes de la villa intentan sostener una imagen positiva del barrio. Sin embargo, la imagen que prima es la que los acusa moralmente y los coloca como sujetos sospechables de cometer delitos. Esta imagen imperante en la opinión pública deslegitima cualquier acción del Estado que apunte a mejorar la condición de vida de los habitantes de estos barrios. Más todavía, la situación actual argentina, al estar atravesada por tanta inseguridad, lleva a pensar que se vive en un real "estado de naturaleza", esto provoca que la gente se atrinchere en sus casas y viva una constante guerra contra la inseguridad.
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