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Las campanas de la muerte


Partes: 1, 2, 3

  1. "Los arqueros del alba"
  2. "Los ballesteros de la tarde"
  3. "Los lanceros del ocaso"

Primera parte

"Los arqueros del alba"

Para María Dolores

Soneto I

El viento helado que rozó el cabello,

Llenándolo de escarcha y de blancura,

No osó matar su hechizo, su ternura,

Sus luces, sus bellezas, su destello:

Manchado de granizo fue más bello,

Más puro que la nieve cuando, pura,

Desciende de los cielos, de la altura,

Tan diáfano que el sol luce en su cuello.

Hiriéronla los años, la carrera,

El rápido correr hacia el vacío,

Más no perdió la luz de su alegría.

Sus risas, floración de primavera,

Fluyeron como, rápida en el río,

El agua en su correr, helada y fría.

Soneto II

Un ángel vi de niño en la mirada

De aquella anciana dulce y cariñosa,

Más bella que la aurora perezosa

Cuando apagó su voz de madrugada.

En su cabello blanco la nevada

Hirió el color luciente de la rosa,

Y el pardo de sus ojos hizo hermosa

De su mirar la luz, alma hechizada.

De niño vi en su rostro la dulzura

De aquella vieja a la que, agradecido,

Besaba con amor en la mejilla.

Su voz hablaba llena de ternura,

Amable siempre, en tono suspendido,

Mostrando, con amor, su alma sencilla.

Soneto III

La orilla alborotó un mar coralino

Y el cielo asaltó, puro y despejado,

Aquel caballo raudo que, embrujado,

Pincel se hizo del aire cristalino.

Y hallaste, al avanzar en el camino,

Crepúsculos sin voz, un mar dorado,

Y pudo descansar, ya fatigado,

Tu aliento, firme ayer, hoy peregrino.

La noche vino larga y duradera

Con el amanecer, robando el día,

Su luz, su brillo, toda la hermosura:

Mi pecho será luz, y, dondequiera,

Habrá de iluminarte cuando, fría,

Te aceche, sin pudor, la noche oscura.

Soneto IV

No oiréis correr de nuevo el arroyuelo

Que, alegre, se lanzaba a su caída,

Ni al dulce ruiseñor, cuya venida

La bóveda alumbró del alto cielo.

Dolores era hermosa como el vuelo

Que alcanza las antorchas de la vida,

Luciente como el alba que, encendida,

Cuajaba en sus cabellos el deshielo.

Mi espíritu poblaron las malezas

Dejándome en las sombras misteriosas

Que llenan hoy mis versos de tristezas.

Sus ojos son estrellas luminosas,

Sus luces, altas torres, fortalezas,

Alegres sus sonrisas perezosas

Soneto V

A cambio de tus besos silenciosos

Un reino he de entregar, tierra olvidada,

Aire sin voz, llegando a la morada

De todos los misterios y reposos.

Los guiños de tus ojos cariñosos

Allí me encontrarán, alma cansada,

Lleno de amor, de entrega fatigada

De anhelos y de esfuerzos dolorosos.

Habré llegado a ti desde la vida

Para volverte vida entre mis brazos,

Y habremos de emprender el largo viaje.

Del sueño volverás del que, dormida,

Pretenden despertarte mis abrazos,

Que abrieron a tu amor tanto coraje.

La aurora de la muerte

Los prados humedecidos

Que, besados por la helada,

Con la misma madrugada

Yacían adormecidos,

Escucharon los gemidos

Llegados del firmamento,

Que, rozados del aliento

De la aurora blanquecina,

Apartaron la neblina,

Densa en las alas del viento.

Y aquella mancha de plata

Que el sol trajo en su carruaje

Iluminaba el paisaje,

Mezclando al blanco escarlata,

Que, aunque tímida, sensata,

De agotarse temerosa,

Rasgó la caricia hermosa

Al rayar en la mañana,

Como caricia temprana,

Llena de luz, olorosa.

El arroyo, sin apuro,

Aún su cauce empobrecido,

Murmuraba su sonido

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