Descargar

Dramas cortos

Enviado por Oscar Daniell


    Las visitas – Monografias.com

    Las visitas

    Escena 1

    Habitación tenuemente iluminada. En una cama de una plaza una señora mayor (Florentina) está acostada, durmiendo. Revistas, remedios, etc. en el suelo. Un biombo oculta la puerta de entrada y parte de la cama. Se huele olor a eucalipto, como si se estuviera hirviendo. Observar: todo el texto de la obra podría estar grabado y la única protagonista podría participar solo gestualmente.

    Voz femenina -¡Florentina, querida!

    Florentina: (despertando) ¡Lucrecia! Tanto tiempo que no nos vemos….vos te habías ido….pero decime, estás igualita

    Voz de Lucrecia: no te vayas a creer, querida, una cambia hasta que deja de cambiar. Y vos ¿cómo estás?

    Florentina: Acá me ves, todos estos achaques, los años no vienen solos, pero para mí vinieron muy mal acompañados: me duelen todos los huesos, me siento muy débil, puedo ver cada vez menos. Y ahora este dolor en el estómago que me está matando. Acá ¿ves?

    Lucrecia: Mirá Flor, no te quejés que hay cosas peores.

    Florentina: Si, vos te acordás que yo siempre fui muy quejosa. Mamá…

    Lucrecia: Dejala a mamá tranquila. Terminó tan mal la pobre….Pero tu marido, tus hijos, Dorita y el menor ¿cómo se llamaba?

    Florentina: Robertito. Se casó, se recibió y ahora vive en Bruselas. Lástima que me salió medio rarito…Vos sabés, vivía con un novio negro. Y después se me fue, el sida, ¿viste?. Y Ernesto me dejó ya hace una punta de años. Pero no me pesa ¿eh? Era muy tarambana y le agarró el Alzeimer…. en fin, no lo aguantaba más. Ahora me está cuidando Clara, la mayor de Dorita, que aprovecha para estudiar acá y me hace compañía. Pero me hacés hablar a mí y vos tan callada. Contame de vos, dale.

    Lucrecia: Y que querés que te cuente. Con todos los problemas que tuve, de médico en médico, internación de aquí, lavajes por allá, vomitivos y laxantes y todo eso… Mirá, me cansé de todo y dije basta.

    Florentina: Hiciste bien, querida, a los médicos no podés aflojarles porque se te suben arriba de la cabeza y no te largan más. Son unos chupasangres. Decí que una depende de ellas… a cierta edad.

    Lucrecia: Pero si vos estás fenómena, querida. ¿Cuántos tenés?

    Florentina: sesenta y siete. Pero la que estás hecha una nena sos vos. No cambiás más. Estás como la última vez que te ví ¿adonde nos vimos?

    Lucrecia: Yo estaba internada ¿te acordás? En el San Petronilo… Pero mirá, no recordemos cosas feas. Ahora que nos volvimos a encontrar….

    Voz de Dorita: ¡Abuela! ¿Con quién estás hablando?

    Florentina: Con nadie querida, es el televisor, seguí estudiando.

    Lucrecia: Sigue meterete como siempre ¿no? Me acuerdo de cuando lo encontró a tu marido con la muchacha ¿te acordás?

    Florentina: ¡Si! Y era una nenita ¿te acordás? Tenía seis años y se puso a gritar: ¡Abu, qué le estás haciendo a la Pirula!

    Lucrecia: Era una bandida. ¿Y ahora?

    Florentina: Es igual, ¿no viste? Y ahora tiene un noviecito, capaz que se lo trae aquí y todo.

    Lucrecia: Es que los chicos son así. Hacen su vida. Ahora es tan distinto…

    Florentina: ¿Te acordás? Si íbamos al cine con los fulanos nos metían a Oscarcito en el medio.

    Lucrecia: Si, y había que darles una moneda para que se vayan a dar una vuelta y no contara nada…

    (Silencio)

    Florentina: Pobre mamá, me estaba acordando de ella…me dan ganas de llorar.

    Lucrecia: Mamá está en el mejor de los mundos, Florentina, quedate tranquila.

    Florentina: ¿A vos te parece, nena? Qué se yo, a veces se me ocurre cada cosa…

    Lucrecia: No te pongás pesada, querida. Mamá era una santa. Todo lo feo que tuvo que hacer se debió a que Papá no se aguantaba y estaba todo el día dale que te dale. Yo creo que Dios se dio cuenta y le perdonó todas esas cosas horribles, pobrecita…

    Florentina: Es que los hombres son de lo peor. Que Dios me perdone y espero que también lo haya perdonado a Papá.

    Lucrecia: ¡Pero claro, nena! Vos siempre haciéndote el bocho con esas cosas. Son cosas que pasan, nada más.

    Florentina: Si, tenés razón

    (silencio)

    Florentina: Lucrecia…

    Lucrecia: Si, mi amor

    Florentina: ¿No te enojás si te pido que me dejes descansar un poco? Me está agarrando una debilidad….

    Lucrecia: Pero claro, nena. ¿Necesitás que te alcance alguna cosa? Un tecito, algo…

    Florentina: No…no…dejame cerrar los ojos, un ratito, nomás

    Lucrecia: Te apago la luz, querida….

    (se apaga la luz. Sólo queda prendido el televisor, que no se escucha)

    Voz de Dorita: Abu ¿me dijiste algo?

    Lucrecia: No…querida…dejame….descansar

    Escena 2

    La misma habitación, iluminada tenuemente

    Voz de hombre: Hola, Lucrecia

    Se enciende la luz

    Lucrecia: Hola ¿quién sos?

    Voz de hombre: Miguel…. ¿te acordás, soy Mickey, Lucre.

    Lucrecia: Mickey, querido mío ….Cuánto hace que no te veo

    M – Uff, hace mucho, mucho tiempo

    L – Pero no cambiaste nada, mi amor

    M – ¡Cuánto hace que no me decís amor!

    L – Pero vos fuiste mi único amor

    M – A cuántos les dirás lo mismo. Pero ¿y tu marido?

    L – Ese no cuenta, era mi marido, no era mi amor. Vos fuiste mi único amor

    M – ¿Te parece? Éramos tan chicos…

    L – Si, pero vos fuiste mi primer amor…. y el único. Yo pasaba por la puerta de tu casa al salir del colegio y siempre te buscaba en el balcón para ver si estabas…

    M – Eso no me lo dijiste nunca

    L – No te lo dije para no parecer una buscona, pero es la verdad. Y la primera vez que fuimos al cine solos…

    M – Si ¿te acordás? No sabíamos besar todavía y vos tenías gusto a pastillas de orozuz en la boca

    L – Es que me había dicho la Coca que lo peor era tener mal aliento, para besar digo

    M – Vos tenías unas tetas chiquitas…

    L – Y estábamos recalientes ¿te acordás?

    Voz de Clarita: Abu.. ¿con quién estás hablando?

    L – Con nadie, querida, es el televisor. Es una hincha, esta nena

    M – ¿Quién es?

    L – Es mi nieta mayor…

    M – ¿Cuánto tiene?

    L – Diez y seis… Como nosotros, ¿te acordás?

    M – Bueno, yo tenía diez y ocho…

    M – ¿Te acordás cuando nos hacíamos la rata y nos íbamos atrás el cementerio?

    L – ¡Sí! Eras un calentón vos. Siempre con la botella de Nebiolo que le robabas a tu viejo

    M – Pero a vos te gustaba ¿eh?

    L – Me gustaba mucho, querido. Querido .. querido Miguel. Cómo me abrazabas sobre el pasto. Bajo el paraíso

    M – ¿Te acordás cuando nos escapamos a la laguna?

    L – Callate, esa fue la mejor de todas. Lástima…

    M – Si.. lástima que quedaste… interesante…

    L – ¿Te acordás cuando se lo contamos a tía Vicenta?

    M – Es que no podíamos contárselo a tus viejos.

    L – Qué bien se portó Tía Vicenta.

    M – Nos salvó. Lástima que…

    L – Si. ¿Vos pensás cuántos años tendría ahora…?

    M – No te hagás el bocho, Lucre. Lo que pasó, pasó.

    L – Si, pero no puedo olvidarlo. Me ronda y me ronda. A veces me parece que me llama, me llama.

    M – Olvidate, querida. Pero ¿qué hacés en la cama todo el día?

    L – ¿Viste? Cáncer de huesos. No voy a durar mucho. Por eso tengo tanto miedo de que manden al infierno.. Rezo y rezo para que la Virgen interceda por mí. ¿Vos creés, Mikey?

    M – Más bien que no. Siempre fui medio agnóstico. Bah, siempre no. Cuando era chico estaba en la Acción Católica. Rezaba y rezaba para que mis viejos no se peleen. De noche sentía como se peleaban en la cocina y yo rezaba en la cama como un loco. Terror, tenía. Me la pasaba prometiendo años y años de rosarios hasta llegué como a los veinticino años. Y ahí largué. No podía soportar mis promesas. Me acuerdo que lo vi a Edgardo, un amigo comunista, amigo de mi hermano ¿te acordás?

    L – Cómo no me iba a acordar de Edgardo. Así le fue, pobre, se lo llevaron en el 76. Nunca apareció ¿no?

    M – No, se hizo montonero. Pero ¿sabés lo que me dijo cuando lo fui a consultar sobre mis promesas?

    L – No…

    M – Que tenía que actuar una semana sin pensar que Dios me estaba mirando.

    L – ¿Y?

    M – Santo remedio. Me hice ateo y comunista. Bah, comunista no. Con mi hermano siempre decíamos que ojalá se juntaran lo mejor de los dos mundos: Lo social del comunismo y la libertad de Norteamérica. Y lo seguí pensando hasta el final…

    L – Mickey, ¿Me perdonás que te pida que me dejes descansar? Un ratito, nomás, ahora me duele la cabeza.

    M – Si queridita. Descansá.

    (se apaga la luz. Sólo queda el televisor prendido, sin sonido)

    L – Una cosita más, querido. . ¿Te fue bien? ¿La viste a la Virgen? ¿Y a Jesús?

    M – La verdad, no vi a nadie todavía. Pero ya los veré, espero. Y ahora dormite…

    Voz de Dorita: – Abu ¿con quién estás hablando?

    L – Con nadie, querida, es el televisor.

    Escena 3

    Voz de mujer – Lucrecia….

    (Se enciende la luz)

    Lucrecia – Mamita querida…me viniste a cuidar.. (Lucrecia llora)

    La madre . No llores, mi chiquita-

    Lucrecia – Ayudame, Mamita, Tengo mucho miedo

    La madre – No tengas miedo, mi pichoncita. Ahora Mamá te va a cuidar..

    Lucrecia – Ayudame, Mamita. Tengo miedo

    La madre – Calmate, mi cielo. Vas a ver que no es tan feo.

    Lucrecia – Cantame algo, Mamita. Como cuando era chiquita

    La madre canta – Duerme, pedacito de cielo, que los ángeles buenos te vendrán a buscar.

    (la luz se va apagando de a poco. La madre sigue cantando).

    FIN

     

     

     

    Autor:

    Oscar Daniell