- Mecanismo fisiológico de los mantras
- El ultrasonido
- El cuerpo físico energético
- El alfabeto dêvanágarí y su relación con el cuerpo físico energético
- Tipos de mantra
- La materia prima de los mantras
En un mantra no hay nada necesariamente santo ni impetratorio.El mantra es un poder (mantra shaktí) que se presta imparcialmente para cualquier uso.
El poder serpentino, Sir John Woodroffe
Los mantras son vocalizaciones de sonidos y ultrasonidos[1]que producen determinados efectos en quien los vocaliza y, en menor medida, en quien los escucha. La palabra mantra se compone de la raíz man, pensar y de la partícula tra, instrumento. Tal construcción es significativa, ya que los mantras son muy utilizados como herramientas para la supresión de la inestabilidad de la conciencia, o sea, entre otras cosas, parar de pensar, definición del Yôga según Pátañjali (sabio que codificó el Yôga clásico, aproximadamente en el siglo III a. C.). Se trata de sílabas o palabras que tienen un poder vibratorio específico; fueron creados desde la más remota antigüedad por los maestros de Yôga y enseñados a sus discípulos. En el contexto de esta filosofía se vocalizan predominantemente mantras en sánscrito[2]la lengua clásica de la India Antigua, hoy en día una lengua muerta.
Mecanismo fisiológico de los mantras
Al igual que cualquier sonido, los mantras son vibraciones físicas que se transmiten a los cuerpos ubicados a lo largo de su trayecto en el espacio. El poder de los mantras reside en la combinación específica de letras, melodías y ritmos, que nos fueron legados a través de milenios de transmisión oral.
Durante todo el día estamos sujetos consciente o inconscientemente a la influencia de ondas de las más variadas frecuencias: ondas emitidas por aparatos electrónicos, ondas lumínicas que nos proporcionan información visual (por ejemplo, el color de los objetos), ondas de radio, ondas electromagnéticas y tantas otras.
En ese universo ondulatorio, el rango de frecuencias correspondiente al sonido no siempre es audible para el ser humano, aunque eso no significa que no tenga un efecto sobre él. Al igual que los rayos X, que normalmente no detectamos, las frecuencias sonoras muy altas o muy bajas no son percibidas por nuestro oído ya que no pueden ser reproducidas por el tímpano, especie de membrana sensible a las vibraciones, que envía esa información al cerebro. Cuando las ondas sonoras alcanzan una velocidad mayor a los 20.000 ciclos por segundo (20 kilohertz) o menor a los 20 ciclos por segundo (20 hertz), el tímpano no consigue seguir el ritmo y el sonido simplemente no es percibido por el oído humano. No obstante, al igual que las demás ondas que no percibimos habitualmente, esa vibración tiene un efecto en los cuerpos con los que se cruza en su camino, ya que alcanza las moléculas que los componen, que comienzan a vibrar en sintonía con ese estímulo. El conjunto de frecuencias sonoras que el ser humano no llega a percibir con el oído hacia el extremo agudo del espectro se denomina ultrasonido.
El ultrasonido
Un ejemplo muy claro de utilización del ultrasonido lo constituyen los silbatos para domesticar perros. El tímpano de esos animales tiene la capacidad de acompañar una frecuencia de vibración más elevada; al hacer sonar esos silbatos, los seres humanos no escuchamos nada, pero queda muy claro que los perros lo hacen.
Es muy sencillo producir ultrasonidos: sin proponérnoslo, lo hacemos cada vez que emitimos sonidos, ya que la onda sonora que es nuestra voz está constituida de una onda fundamental y decenas de múltiplos llamados armónicos, que se extienden incluso más allá del espectro audible por el ser humano. Por lo tanto, todos los sonidos que emitimos vienen acompañados de esa estela invisible de ultrasonidos. Los antiguos maestros de Yôga investigaban y conocían el poder de esas microvibraciones que, por ser tan sutiles, tienen un efecto muy profundo. En Yôga suele ocurrir que las técnicas más sutiles son las más poderosas. De hecho, sólo la vibración extremadamente veloz de los ultrasonidos logra desobstruir los canales energéticos que componen el cuerpo físico energético[3]por donde circula la fuerza vital que anima todos nuestros procesos biológicos.
El cuerpo físico energético
En forma coincidente con el cuerpo físico denso, formado por materia, tenemos un cuerpo físico energético, construido de energía. Hay una correspondencia entre los elementos que componen a uno y a otro en los distintos planos, pero son totalmente diferentes. Por ejemplo: los plexos nerviosos del cuerpo físico denso se relacionan con los chakras del cuerpo físico energético, que son centros de captación, acumulación y distribución de la energía. Así como los plexos nerviosos concentran energía nerviosa, los chakras del cuerpo físico energético concentran prána, nombre genérico con el cual el Yôga designa cualquier tipo de energía, siempre que se manifieste biológicamente[4]Esta energía fluye a través de las nádís, término sánscrito que significa literalmente río, torrente o corriente. Las nádís son caudales de prána (bioenergía) en movimiento, que circulan por un espacio que abarca todo el cuerpo e incluso la periferia, conformando lo que llamamos espacio vital.
Página siguiente |