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Santuario Nacional de El Cobre, Santiago de Cuba

Enviado por Lazaro Numa Aguila


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    Y si vas al Cobre.

    Ir a Egipto y no visitar las pirámides sería algo poco probable, lo mismo pasaría con las de Teotihuacan en México o estar en Roma y no ir al Coliseo, a la Fuente de Trevi o a la Plaza de San Pedro en la ciudad estado del Vaticano, esos son recorridos casi obligados para cualquier turista.

    Me entristece recordar que jamás volví a estar frente a la catedral de San Basilio en la Plaza Roja de Moscú, a la que no entré porque lo iba a poder hacer en otro momento, había tiempo para eso. Recuerdo con pesar que encontrándome a unos pocos kilómetros del lago Issyk-Kul, en la cordillera del Tian Shan, en el actual Kirguistán, se nos prohibió poder visitarlo, nunca lo pude ver, aunque alcanzaba con facilidad – día a día – a sentir su olor en el viento en el transcurso de más de tres años. Tampoco subí – cuando pude haberlo hecho – a ver al Cristo Rey de Lubango, total, si en La Habana hay uno, pero que no es precisamente el de Lubango en Angola.

    Producto de esas cosas que me perdí por una u otra razón, un día decidí que no me sucederían más. En el momento que pude hacerlo subí – casi a rastras – hasta las puntas de las pirámides de la Luna y del Sol en Teotihuacan, vi con mis propios ojos las Cataratas del Niágara y leí a José María Heredia en inglés[1]– que fuerte fue eso -, supe lo que se puede sentir estando frente al Harbour Bridge y al Opera House en Sydney, también me maravillé en la catedral de San Patricio en Melbourne, asimismo no dejé de apreciar ni el más mínimo detalle del fabuloso Jardín Botánico de Adelaida, ciudad costera de Australia meridional, eso nadie me lo va a contar, yo lo viví.

    Nadie debe creer que solo estimo como interesantes a los lugares famosos que se encuentran en el exterior, mantengo la misma visión para los de Cuba, que son muchos, pero intentar hablar de todos haría muy extensas estas líneas, además, ese no es el objetivo hoy.

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    Cascada del centro turístico de Soroa.

    He practicado senderismo en Soroa y Viñales en la Sierra del Rosario en Pinar del Río y visité el Cabo de San Antonio, paraje extremo en nuestro país – por citar solo algunos ejemplos -.

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    Mural de la prehistoria en Viñales.

    El mismo impulso me llevó a un lugar especial en Santiago de Cuba, el santuario del poblado de El Cobre[2]donde se encuentra la imagen de la patrona de todos los cubanos – creyentes o no -, la Virgen de la Caridad del Cobre.

    Recuerdo que desde pequeño escuchaba a mi abuela hablar de su visita al sitio. Mis padres también vivieron la experiencia y conservaron con cariño una piedra del mineral junto a una estampa obtenida en ese memorable momento de sus vidas. Yo no había tenido la oportunidad de visitarlo, aunque estuve en Santiago en otras ocasiones. Al conocer la posibilidad de viajar a la oriental ciudad, planifiqué la visita, fundamentalmente por dos cuestiones, la primera sería para postrarme ante la imagen de la madre en señal de respeto, la segunda razón era cultural, como cubano que vive apasionado por su historia y por la de la iglesia católica nuestra, conocer el santuario y ver la bella imagen de nuestra reina, la misma que fue coronada por San Juan Pablo II, tributada en su año jubilar por el Papa Benedicto XVI y recientemente por el Sumo Pontífice Francisco, era una obligación.

    Desde que se comienza a ver – todavía distante – el santuario, uno nota que le brota un sentimiento especial. A todo lo largo del camino los vendedores de flores, piedras, velas e imágenes, te anuncian que estás llegando a un lugar de tributos, estas personas acuden a las formas de economía informal como medio de sostén para sus vidas.

    Ascender la escalinata que antecede al templo es placentero, en ese momento me vinieron a la mente muchos recuerdos de mis años de estudiante en la Universidad de La Habana, jamás entre al centro de altos estudios por su puerta lateral, disfrutaba subiendo de frente al Alma Mater, en este caso preferí hacerlo así también, de frente a la madre, como un buen peregrino.

    Atravesar el atrio entre un santo – San Juan Pablo II – y un Venerable – El Pbro. Félix Varela –, santo también para los cubanos, le aporta a la visita una riqueza indescriptible; el primero por múltiples razones de su pontificado, pero sobre todo por haber sido el primer Papa que pisó nuestra tierra y el Pbro. Félix Varela por ser luz indiscutible de nuestra nación.

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    Bustos de San Juan Pablo II y del Venerable Pbro. Félix Varela y Morales colocados a la entrada del recinto.

    Levantar la vista hacia lo más alto del presbiterio y ver a nuestra patrona, toda de amarillo, es verdaderamente un momento único, aunque se repita la oportunidad de hacerlo nuevamente, jamás será como la primera vez, todo – en su conjunto – conforma una fuerte cadena de simbolismos de la que no se puede escapar ningún visitante medianamente observador.

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    Retablo y altar mayor del Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba.

    Cuando uno sale de los asombros y cumple con sus ritos, es que se percata que la multitud de visitantes es sorprendente, todos quieren ser bendecidos, encender una vela, orar, pagar una promesa, dejar o llevarse un recuerdo. Yo oré, pero no pedí, fui a entregarme, a rendir tributo con amor a nuestra señora y por su intercepción al padre supremo.

    Recuerdo que sentí las mismas cosas en la catedral del Zócalo en México, haciendo el recorrido por su interior me sorprendió, casi a la salida, encontrar una imagen de Cachita – como la llamamos con amor los cubanos -, allí confirmé que "Los factores humanos de la cubanidad", como los llamara Fernando Ortíz son muchos, pero que a este – específicamente – no se puede sustraer nadie que viva y sienta por su patria, esté donde esté, sea profesante o no, porque la iglesia católica está, inobjetablemente, en el tronco principal de lo cubano.

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    Procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre en Centro Habana.

    Muestras de lo expresado fue lo visto en Cuba en el transcurso de la peregrinación de la virgen mambisa durante la celebración de su año jubilar y lo que se puede apreciar cada día ocho de septiembre en las procesiones de la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad en La Habana.

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    La virgen mambisa por la calzada de 10 de octubre en La Habana, durante su peregrinación en el año jubilar. Encabeza la procesión el entonces Arzobispo de La Habana, Cardenal Jaime Ortega Alamino.

    Sin duda alguna todo lo que se vive y se hace en esta vida es importante, aunque sea efímero, siempre hay momentos imperecederos – buenos y malos – que dejan marcas eternas. Visitar el Santuario Nacional de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, modesto templo, que no está en Egipto, ni en Roma, ni tiene la fastuosidad de la catedral de San Patricio en Melbourne, que solo se eleva distinguido en un pequeño pueblo en las proximidades de Santiago de Cuba donde se cobija, para orgullo nacional, a nuestra más preciada joya, será siempre un momento inolvidable, de gran placer y de profunda cubanía, que no cambiaría por nada en el transcurso de toda mi existencia, hoy nadie me podrá decir como la letra de aquella vieja canción: Y si vas al cobre…, porque ya fui, eso tampoco me lo tendrán que contar.

     

     

    Autor:

    Lázaro Numa Aguila

     

    [1] Heredia, Jos? Mar?a. (1824) ?Oda al Ni?gara?. Referencia a la tarja que se encuentra en el lugar donde aparece el poema escrito en idioma ingl?s.

    [2] Santuario Nacional de Nuestra Se?ora de la Caridad del Cobre: Es uno de los sitios religiosos m?s venerados por los cubanos, se ubica en el cerro de Maboa, a 27 kil?metros de la ciudad de Santiago de Cuba, la construcci?n actual data del 8 de septiembre de 1927 y en ?l se encuentra la imagen de la patrona de todos los cubanos, la Virgen de la Caridad del Cobre.

    Fotos: Todas las im?genes son del autor.