La especie impresa tiene dos causas: el sujeto cognoscente y la realidad conocida, porque la actividad de un ente manifiesta o expresa su naturaleza y propiedades; se trata de que las cosas se conocen por su operaciones. Cuando el cognoscente está afectado por una enfermedad o privación, recibe defectuosamente el influjo de la cosa conocida y su captación resulta deficiente.
El conocimiento debe contar con las buenas disposiciones del cognoscente, especialmente de salud tanto física como mental. El conocimiento de las realidades del mundo implica siempre dos principios o causas: el sujeto y el objeto. El conocimiento es tanto objetivo (por provenir de las cosas) como subjetivo (depende del sujeto), pero no subjetivista, y no hay contradicción por tratarse de dos aspectos diferentes aunque conjugados.
Aclaración necesaria. El acto cognoscitivo propiamente dicho consiste en la captación de la realidad misma. La especie impresa no es lo que se conoce sino aquello por lo que se conoce.
Inmaterialidad del conocimiento. Inmaterialidad significa negación de materialidad, al menos de algún tipo de materialidad, o el carácter de algunas realidades que son sin materia. Las realidades corpóreas o naturales son compuestas. O que hace que algo sea cuerpo, cualquier cuerpo, es la materia "prima" y aquello que hace que algo sea un cuerpo de tal especie es la forma. La materia prima es potencia o posibilidad radical susceptible de recibir múltiples formas porque de suyo no tiene ninguna. La inmaterialidad que se exige para el conocimiento no debe entenderse como absoluta incorporeidad o espiritual porque si así fuera, ningún ente corpóreo podría conocer.
La inmaterialidad es condición del conocimiento tanto para el objeto como para el sujeto. Para el objeto porque está constituido hilemórficamente, es decir, compuesto de materia y forma. Para el sujeto cognoscente su forma substancial o alma (inmaterial) lo hace cognoscente, lo faculta para que, además de su propia forma substancial pueda recibir otras muchas formas sin perder la suya.
El carácter inmaterial del conocimiento consiste básicamente en que el ente que conoce, sin perder su propia forma substancial, es capaz de conocer otras cosas de modo inmanente e intencional, recuérdese que el conocimiento no es una unión física sino una síntesis inmaterial. La forma del cognoscente no se agota en informar a la materia, sino que es capaz de "más": recibir otras formas.
Hay tantos grados de conocimiento como grados de inmaterialidad, tanto en el objeto como sobre todo en el sujeto. Un ente es tanto más cognoscible cuanto más inmaterial es. "La forma más noble para poseer una cosa es poseerla de un modo inmaterial, esto es poseer su forma sin materia. Esta es la definición del conocimiento."
Introducción.
El apetito constituye una dimensión muy amplia de la vida, y bajo ciertas consideraciones puede comprenderla por entero.
La voz castellana apetito corresponde a las expresiones latinas appetitus, appettitio, y la expresión griega órexis. En sentido general estas expresiones significan amor, tendencia hacia, ansia, impulso a la actividad, inclinación hacia algo bueno y provechoso. El apetito no admite definición esencial por tratarse de una noción primera. Apetecer no es otra cosa que pedir; no se puede entender el apetito sino por referencia al amor y al bien, en consecuencia, hay que tratar del bien en general.
Aclaraciones Metafísicas.
El estudio del bien en general compete a la Metafísica. El bien es una de las partes trascendentales del ente: aquellas pertenecen al ente en cuanto ente, a cualquier ente, si bien de modo analógico de acuerdo al grado de perfección. El bien siempre es alguna perfección, tanto de cada ente para sí mismo como de todos los entes entre sí.
La capacidad apetitiva existe en todos los entes aunque carezcan de conocimiento, lo cual se comprueba porque todo ente tiende ("ama") a su fin, que es un bien, en virtud del apetito natural, es decir, de una ordenación esencial por la naturaleza al fin. El principio aristotélico: bien es lo que todos apetecen, significa que todos los entes tienden naturalmente a algún fin.
Todo ente apetece (desea, ama) su propia perfección; fin y bien coinciden. El fin puede considerarse de dos modos: como deseado por los que aún no lo han conseguido, o como deleitable para los que lo poseen. Podemos definir descriptivamente el bien como aquello que todos apetecen.
Fundamento de bondad y fundamento de todo es el ser (esse); como sólo su Dios es su Ser (Esse), sólo Él es bueno por esencia; las creaturas son buenas por participación, la bondad en las creaturas no es pura ni simple. El bien posee la noble dignidad de ser principio porque tiene razón de fin, pero sólo hay un fin o bien último, porque de otro modo las operaciones serían indefinidas y se caería en una serie infinita. El Fin Último de todos los entes es imitar a Dios en la medida que su naturaleza se los permite.
Conocimiento y Apetito
La naturaleza humana no es completa sólo con el conocimiento, por eso hay en el sujeto el deseo de poseer al objeto y no solo de modo inmaterial cognoscitivo, sino en su misma realidad. El apetito es realmente distinto del conocimiento. El conocimiento es un proceso aferente (que atrae), por el que una cosa es asimilada por el sujeto sale al encuentro de una cosa como buena.
La ley del apetito es el amor, y el amor engendra la acción; así, por el conocimiento, el amor y la acción, queda completado el ciclo de la vida, y se consigue la meta: el goce pleno.
Santo Tomás reduce la diferencia entre conocimiento y apetición: la operación de una potencia cognoscitiva e perfecciona cuando la cosa conocida se halla en el sujeto cognoscente; mientras que la perfección de una potencia apetitiva se perfecciona sólo cuando el apetente es arrastrado hacia el objeto apetecido. El apetito, además es causa de un conocimiento especial llamado por connaturalidad.
Noción y División del apetito
El alma humana comprende cinco géneros de potencias: vegetativo, sensitivo, apetitivo, locomotriz e intelectivo; cuatro tipos de vida: vegetativo, sensitivo sin locomotriz, sensitivo con locomotriz, y el intelectivo; y tres clases de almas: vegetativa, sensitiva e intelectiva.
Es necesario que el operante esté vinculado al objeto de u operación.
Santo Tomás demuestra que en el hombre hay potencias de diversas clases entre las cuales se encuentran las apetitivas, plantea los caracteres fundamentales y la división general entre el apetito natural y el elícito.
El Apetito Natural es la inclinación que por naturaleza tienen todas las cosas hacia un bien, de ahí que toda potencia desee con apetito natural lo que le conviene. El apetito elícito, en cambio, sigue al conocimiento de una forma; por eso se requiere para este apetito una potencia especial del alma, porque no basta el conocimiento.
La forma más perfecta en los entes dotados de conocimiento, que poseen el conocimiento tienen una forma tal que está abierta para recibir las representaciones de otras cosas, también tienen un apetito más noble: una inclinación superior o apetito elícito. Las potencias apetitivas elícitas en el hombre son de do tipos: sensibles y racionales.
Explicación del Apetito
En la actividad apetitiva hay sujeto apetente y objeto apetecido, entre los cuales se establece una correlación en que naturaleza y características de ambos son determinantes necesarios del proceso de los actos tendenciales.
El apetito natural es una inclinación de las cosas a su bien o perfección. La fundamentación es doble: por el principio de causalidad y por el principio de finalidad. El principio de causalidad puede formularse de distintos modos, la operación sigue al ser, dime qué haces y te diré quién eres. El principio de finalidad se enuncia: todo agente ora por un fin.
Origen de los apetitos naturales. Dios es el origen último y radical de los apetitos naturales, el apetito es consecutivo a la forma.
Valor de los apetitos naturales. Las tendencias naturales se encuentran orientadas al bien. Los apetitos naturales son infalibles: no se equivocan ni resultan vanos o absurdos. La felicidad es un apetito natural, por tanto existe un bien capaz de colmarla, el Bien Sumo.
El Apetito Elícito es la tendencia que se deriva del conocimiento de algún bien , el apetito elícito se divide según las dos clases de conocimiento: sensitivo e intelectivo. Todo apetito resulta de la forma. El valor del apetito elícito se funda en el valor del conocimiento.
Los apetitos son la raíz de toda la vida afectiva.
El conocimiento es base y punto de partida de la actividad humana, es lo que mueve a la persona, sin dejar a lado su apetito natural. De ahí la radical importancia que tiene el conocimiento y los apetitos. Por otro lado, con este saber además se refuta lo que promulgaba el intelectualismo socrático de que con el sólo hecho de conocer el hombre actúa bien, hace falta que los dos entren en armonía y que los dos se orienten al bien, no basta con uno, son los dos en completa correlación.
Es fundamental el conocer los principios de operaciones de la actividad humana para posteriormente poder actuar sobre esta, sin un conocimiento base que fundamente este tipo de realidades el conocimiento y todo actuar se quedaría chato y no alcanzaría su completa dimensión.
Preguntas
¿La perfección natural de todas las cosas depende del tiempo?
Puesto que todos lo entes poseen apetito natural, ¿se puede decir que todas las cosas aman?
¿Cómo se explica el mal en los apetitos, si todos naturalmente tienden al bien?
ARISTÓTELES, "Ética Nicomaquea". , Editorial Porrúa. , México 1998. , Pp.320.
Enciclopedia Microsoft Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
Historia del pensamiento lecturas 1. , Universidad Panamericana. , México, D. F. Agosto 2000.
KRAMSKY Steinpreis Carlos, "Antropología Filosófica". ,Murcia 16-301, México DF. 1997. pp.310.
Información elaborada por:
Iván Escalona Moreno
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