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Antígona entre dos muros

Enviado por Betina Gnisci


Partes: 1, 2

    Hemos elegido como texto central la tragedia Antígona, de Sófocles, para abordar desde allí algunos ejes en relación al tema del postgrado, "El Padre y la mujer".

    Antígona aparece como un personaje heroico de la mitología griega que ha sido injustamente sacrificada al apelar a las leyes sagradas. La trasgresión fue cumplir con el deber, para ella sagrado, de enterrar a su hermano. La trasgresión fue no cumplir con las órdenes dadas por su tío Creonte, rey de Tebas, de dejar insepulto a Polínices. Por no acatar las leyes de la ciudad, ella es condenada.

    En la soledad de su acto y ante su firme decisión, camina hacia la muerte. En el drama de una pasión y en un grito desolador, en la oscuridad de su tumba, expresa a modo de súplica "Padre, ¿por qué me has abandonado?"

    "Muerte vivida de manera anticipada. Muerte insinuándose en el

    dominio de la vida. Vida insinuándose en la muerte." [1]

    La relación del ser con el ser no es la relación de armonía que desde siempre muestra una tradición en la que Aristóteles no ve en ella más que como el Goce Supremo, que confluye en el cristianismo para quien es beatitud. "El amor que aborda en ser, ¿no surge de ahí lo que hace del ser aquello que sólo se sostiene por errarse? Abordar al ser, ¿no estriba en esto lo extremo del amor, el más grande amor? ¿No es para sostener la nobleza, la nobleza de su familia que ella paga con su ser? Con su pasión de ser, no con su falta en ser, consagrándose de este modo como hija digna de un noble padre.

    Antígona afirma que no ofrecería semejante sacrificio por un esposo o por un hijo, porque estos son intercambiables, pero sí por un hermano, por un padre o por una madre.

    Antígona debe hacer el sacrificio de su ser para el mantenimiento de ese ser esencial que es la Ate familiar.

    ¿Qué pasaría si uno descubre que detrás de todo sufrimiento y sacrificio hay nada?

    Lacan, en el seminario La ética en psicoanálisis, define la Ate como la propia ley del sujeto. Esa ley que comienza a articularse antes de la propia existencia en las generaciones precedentes.

    Podríamos pensar que algo de esa Ate es lo que el sujeto conquista en un análisis, y nada tiene que ver con la felicidad, en tanto no siempre alcanza lo trágico de la Ate de Antígona.

    El coro advierte a Antígona: "Te vas hacia la muerte sin conocer tu propia ley".

    Su deseo apunta más allá de la Ate.

    Antígona se ve arrastrada por la realización de lo que se puede llamar deseo puro, deseo de muerte. Encarna ese deseo, deseo criminal que se conecta con el deseo de su madre. Así Antígona perpetúa esa Ate.

    En el seminario El acto psicoanalítico, Lacan establece una diferencia entre el personaje del héroe trágico con el del analizante: "( )…en lo que respecta al sujeto analizante, habiendo llegado a esa realización, que es la de la castración, es por una conclusión volviendo hacia el punto original ( ) que debería cumplir por su acto lo que finalmente fue realizado por él, a saber, lo que lo hace dividido como sujeto. Dicho de otro modo, que efectúa un acto sabiendo, en conocimiento de causa, de porqué él mismo jamás realizará ese acto plenamente como sujeto."

    Nietzsche piensa a Edipo como "la más trágica figura de la escena griega"…"El mito parece murmurar en nuestro oído que la sabiduría y, justamente, la dionisíaca es una abominación contra la naturaleza, que aquel que por su saber se precipita a la naturaleza en el abismo de la nada, debe atenerse también a experimentar por sí mismo los efectos de la disolución de la naturaleza, tales son las terribles palabras que nos grita el mito." [2]

    ¿Qué saber de la verdad? Partimos de la impotencia del saber que es la verdad.

    ¿Qué verdad saber? Nuestra vía se abre en una encrucijada, en tanto el signo de ella debe ser producido. En tanto nuestra vía, analistas, conduce a ello.

    Si la verdad tiene estructura de ficción, esto lleva al mito; esas verdades que tienen "existencia mítica" marcan la imposibilidad de un todo-decir. Mito que concluye con la verdad como saber que lleva hacia el enigma: sea dicho…se ha dicho. Esfinge que precede al drama. Edipo se hace complejo.

    ¿De verdad, se sabe de verdad? Saber que, como medio de goce, tiene un sentido oscuro. Es la verdad. Verdades que no se confiesan "porque son sobre lo real y lo real está completamente desprovisto de sentido… no hay sentido porque no es con palabras que escribimos lo real"[3]); "el significante no concierne al objeto sino al sentido" [4]

    Es lo imposible; tropiezo con lo real.

    Edipo quiere saber… ¡quiere saber!…saber…ver… y se cega. Sentido oscuro, tan oscuro quizás, como viva entre las piedras que conducen a su estirpe hacia la muerte. Esas verdades que ciertas no importan, pero cuya condena es también, como en el caso de Antígona ya sentenciada, entre la vida y la muerte, permanecer oscura.

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