Descargar

Una vez más sobre lo ideal (página 3)


Partes: 1, 2, 3

Notemos algo. El hombre podrá ser lo que se quiera. Podrá ser el bípedo implume de Platón, el ser moral de Kant, el animal racional de Aristóteles, el instrumento que habla de los esclavistas. Formalmente caven muchas definiciones del hombre. Pero hay que estar de acuerdo con Franklin cuando lo define como el animal que fabrica instrumentos ("a toolmaking animal"), pues fue en la fabricación de instrumentos y en la utilización de ellos en la actividad, es decir en el trabajo, donde se transformó de animal en hombre. Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión, por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida (1). El propio hombre se comienza a diferenciar del resto de los animales en la medida en que pasa a fabricar instrumentos y a utilizarlo de forma regular en su actividad (trabajo). Esta es, pues, la definición esencial. El trabajo creó al hombre (2).

La utilización de objetos de la naturaleza, a similitud del instrumento, con utilidad inmediata para la actividad vital es una característica propia de un círculo amplio de animales. Pero la actividad que se desarrolla con estos objetos en estos animales no rebasa el marco de lo contingencial. Ella toma la forma de necesidad sólo en aquellos animales que hacen del modo de vida instrumental su modo de vida. El tránsito de su forma contingencial a la forma de necesidad es un salto en la naturaleza, un rebasamiento de la medida, que marca la aparición del instrumento mismo. Desde este punto de vista, la producción del primer instrumento fue obra no del hombre sino de la propia naturaleza. La naturaleza lo produjo y, al producirlo, produjo al propio hombre y, con él, su conciencia. Veamos esto más afondo.

Tomemos un objeto producido por la naturaleza, por ejemplo una piedra. ¿Qué diferencia hay entre una piedra en la mano de un mono y una piedra en la mano de un hombre? Por sus propiedades químicas, físicas, etc., no hay ninguna. Por su composición material la piedra es la misma en la mano del mono que en la mano del hombre. Es, desde el punto de vista material, una y la misma piedra. Se puede tratar, incluso, de un cambio de manos. Pero sin duda que la piedra en la mano del hombre difiere de la piedra en la mano del mono.

La primera diferencia que vemos es que el animal la usa de forma contingencial, mientras que el hombre la usa como necesidad, como regularidad. El mono ve, por ejemplo, el palo, el mango, etc.; toma el palo, tumba el mango y se lo come. Pero a continuación abandona el palo. No lo retiene como necesidad en su mano, no lo guarda para una actividad futura. Esto significa que en la mano del hombre es instrumento mientras que en la mano del mono no. ¿Qué es un instrumento?, ¿qué hay en un caso que la hace ser instrumento mientras que en el otro no? Sin duda, lo que hay es la idea, la idea del instrumento.

Analicemos un instrumento cualquiera, por ejemplo una palanca. Una palanca puede ser de madera. Si tomamos un madero para mover una piedra, entonces este madero hace de palanca. Pero podemos tomar un bisturí para sacar un alfiler de una rendija. ¿Cómo se comporta en este caso el bisturí? Se comporta como palanca. Si palanqueamos con él para sacar el alfiler, se comporta como palanca. En esta relación el bisturí no es tal bisturí. Aquí el no actúa como cuchillo para cortar en cirugía. Si le llamamos bisturí es por una cuestión de costumbre o porque sabemos que su finalidad fundamental es otra. Pero en esta relación no es bisturí. Es palanca. Por tanto, lo que llamamos palanca no es una cosa material, sino una idea: la idea de la palanca. Y el que la palanca concreta sea de madera, de metal o de otra cosa concreta es una cosa que depende de la relación concreta en que nos encontremos.

Pero si el instrumento es tal en la medida en que es idea hecha cosa, entonces la primera idea será el primer instrumento. Al producir los primeros instrumentos, la naturaleza produjo las primeras ideas. El cúmulo inicial de los primeros instrumentos es el cúmulo inicial de las primeras ideas. Es de suponer que estos primeros instrumentos, y con ellos las primeras ideas, andaban no esencialmente el la cabeza de nuestros antepasados; sino en sus manos. Cargaban con sus instrumentos, y con ello con sus ideas, como el que carga con un fardo. La forma originaria de la conciencia es la forma originaria de los instrumentos, y tiene una forma esencialmente objetiva. Existe bajo la forma física del instrumento.

De este modo, el punto de partida de lo ideal es el estado O, que coincide con el estado de la idea bajo la forma física del instrumento. La acumulación de los primeros instrumentos es, a su vez, la acumulación de las primeras ideas. Este es el primer hecho histórico de lo ideal.

¿Cómo es que, entonces, pasamos de esta acumulación originaria al proceso de circulación espiritual? El paso de la forma objetiva a la forma subjetiva es el segundo hecho histórico en torno al surgimiento de lo ideal. Es de esperar que en un inicio nuestros antepasados cargaran con su conciencia como el que carga con sus instrumentos. La forma inicial de conciencia es la forma objetiva del instrumento. Pero pronto esta carga se tornó un tanto pesada. En la medida en que el instrumento se hacía más complejo y en la medida en que aumentaba su número (cantidad) nuestros antepasados se vieron en la necesidad de superar la dificultad. La necesidad, como siempre en la naturaleza, crea el órgano. Surge, entonces, el lenguaje articulado: la palabra.

La palabra, como vimos, sustituye como signo al objeto. La palabra "la piedra" sustituye en la psiquis la representación sensible de la piedra física. Al inventarse la palabra articulada, nuestros antepasados tuvieron la posibilidad de arrojar la piedra (como objeto físico) y conservar en su psiquis solamente la palabra "la piedra". Ya no era necesario retener la piedra física, con la palabra se retenía la idea de la piedra.

El lenguaje existe ya en la naturaleza anterior al hombre. En el parloteo de los monos hay todo un sistema de lenguaje. El lenguaje articulado del hombre es el fruto de la evolución natural del sistema de señales propio del reino animal. Lo que el lenguaje articulado aporta a este sistema de señales es, precisamente, el designar no sólo cosas; sino también, y esto es lo fundamental, ideas. Al designar una idea (por ejemplo, la idea de la piedra), nuestro antepasado pudo deshacerse del instrumento que la piedra física representaba y conservar la idea del instrumento bajo la forma sensible de la palabra.

Como vimos, la forma en que la idea existe en la subjetividad no es otra cosa que la representación sensible de la frase (signos del lenguaje) que tiene la significación de la cosa. Por ello, gracias a la formación del lenguaje articulado la conciencia deviene de su estado O a su estado S. La historia de la formación del lenguaje articulado no interesa aquí. Lo que nos interesa es su resultado. El hecho de que bajo la forma del lenguaje articulado la idea pasa de su estado O a su estado S.

Notemos algo. La formación del estado S tiene, en determinado sentido, ventajas con relación al estado O, en lo que se refiere a la actividad. La idea del instrumento bajo la forma de la palabra es superior, en relación a la actividad, a la idea del instrumento bajo la forma física de la cosa. Con el concepto (forma psíquica de la idea bajo la forma sensible de la palabra) el hombre puede unir el pasado, el presente y el futuro en una sola realidad. Mientras que no haya una conciencia individual, bajo la forma de la subjetividad, no puede haber una integración de la realidad en forma de conciencia de esta realidad. Mientras la idea del instrumento se lleve, sí y sólo sí, en la mano o en la bolsa de cuero no puede haber evocación. Sin el concepto subjetivo, ante una fruta presente (en su radio de acción sensoperceptual), como por ejemplo un mango, no se puede recordar el instrumento pasado, por ejemplo un palo, que sirvió para tumbar el fruto en cuestión (el mango) y unir estas dos realidades (el pasado y el presente) en una sola. Cuando la idea es concepto subjetivo (existe bajo la forma sensible del signo en calidad de representación), ante un mango presente se puede asociar la idea del palo y salir a buscar el palo en cuestión. Aquí ya hay evocación.

Tenemos, de este modo, dos hechos: la formación del estado O y el tránsito de este estado O al estado S. Resta descubrir cómo de este estado S se pasa a la forma O*, para completar la forma "O-S-O*". ¿Cómo es que, entonces, del estado S inicial surge la plus-idea, que da lugar por medio de otra metamorfosis a la forma O*? La simple forma inicial S no puede aportar la plus-idea. A lo sumo, el simple tránsito de S a O (circulación simple, pero no ampliada), pero no a O*. Veamos.

Si nuestros antepasados sólo pueden cosificar lo ideal bajo la forma del instrumento y descodificarlo y así sucesivamente, entonces es imposible pasar a la reproducción ampliada de la conciencia social. La producción de más y más instrumentos, aún bajo formas cada vez más complejas, no puede implicar este paso, pues el instrumento es siempre acumulación originaria. Evidentemente, se tuvo que dar un tercer hecho histórico.

De suerte que el hombre desarrolla sus fuerzas productivas no sólo con la fabricación de nuevos instrumentos, sino también bajo la forma de la división del trabajo (tanto la natural o social, como la técnica o no-técnica). Cada división del trabajo es una fuerza productiva más. Al especializarse en una tarea, el hombre potencializa sus capacidades físicas y mentales. No importa que al especializarse en una dirección se limite en otra y quede atrapado en la división del trabajo. El resultado es que la sociedad en su conjunto incrementa sus fuerzas productivas a costa de la especialización del individuo. El descubrimiento de una división del trabajo es, a la par, una idea más. Para dividir el trabajo hay que formar idea del trabajo en cuestión y formar idea de cómo hacerlo bajo la forma de la nueva división. Es aquí donde entra a jugar parte el tercer hecho histórico: el primitivo descubre la división del trabajo.

El descubrimiento de la división del trabajo es un hecho histórico. Mientras que se trataba de fabricar instrumentos, era la propia naturaleza la que intervenía. Pero ahora, al dividir el trabajo es el individuo, ya no en calidad de naturaleza sino en calidad de sujeto, el que interviene. Se trata aquí de la producción de una idea no por obra de la naturaleza, sino por obra del propio sujeto, por obra de la conciencia individual, o por obra de su acción mancomunada. Para descubrir cómo dividir el trabajo no se requiere de una facultad especial. Es como cualquier otro descubrimiento. El descubrimiento de la utilidad de un árbol caído para sentarse es, por ejemplo, un hecho histórico desde el punto de vista de la gnoseología, pero desde el punto de vista de la historia del instrumento no lo es. El árbol caído (el instrumento) lo fabrica la naturaleza. El hombre descubre su utilidad. Es así como se inicia la formación originaria de la conciencia social. El hombre, a lo sumo, descubre la utilidad de las cosas (por ejemplo, la del árbol caído). Pero el descubrimiento de la utilidad de la división del trabajo (de este o aquel trabajo), que es un descubrimiento como cualquier otro descubrimiento, es un descubrimiento de lo social. Es el descubrimiento de algo fabricado no por la naturaleza, sino por el hombre. Por tanto, hay aquí una plus-idea.

Si ahora cosificamos esta idea en la propia división de este o aquel trabajo, entonces hemos creado una nueva idea en la conciencia social (la idea de cómo dividir este o aquel trabajo). Esta cosa, que es la división así de este o aquel trabajo, es, a su vez, una idea cosificada más. Por tanto, tengo ya un estado O*. Con esto he completado el ciclo "O-S-O*".

Desde este punto de vista, las primeras ideas producidas por el hombre (las primeras plus-ideas) son las ideas acerca de la división del trabajo, de cómo dividir este a aquel trabajo. Es así como se inicia el ciclo ampliado de la reproducción de la conciencia social, como proceso de desarrollo de las fuerzas productivas, bajo la idea de la división del trabajo. Este es, pues, el tercer hecho histórico a considerar.

Este es un hecho significativo que acarrea varias consecuencias. En primer lugar, bajo la forma inicial de la producción de sus medios de vida, el hombre primitivo (que a lo sumo portaba una conciencia gregaria) era idéntico al grupo. Su conciencia individual coincidía con la conciencia social. Aquí la conciencia individual era no otra cosa que la suma de los instrumentos de que disponía el grupo. Por tanto, conciencia social y conciencia individual coinciden aquí. Pero al desarrollarse la división del trabajo, al punto y al grado en que ya no es posible hacer coincidir ni en principio la actividad del individuo con la actividad genérica del grupo, entonces la conciencia individual no coincide con la del grupo (conciencia social). La división del trabajo ha roto esta identidad. En segundo lugar, ahora el individuo debe pensar (tomar conciencia) no sólo de la actividad que ejecuta y del instrumento que esta actividad acarrea, sino que tiene que idealizar el entronque de su actividad con la actividad genérica del grupo. Su conciencia individual y su actividad específica, que ejecuta bajo la división del trabajo, no coinciden. No coinciden porque mientras su actividad es específica a la división del trabajo, su conciencia desborda el marco de su actividad y se interna en el sistema de las interconexiones, que esta división del trabajo acarrea.

Notemos algo. En el animal superior, la actividad psíquica y la actividad física coinciden. El mono ve el palo, ve el mango, toma el palo, tumba el mango y se lo come. Es evidente que antes de hacer esta actividad físicamente, tuvo que imaginar la actividad en cuestión (hacer la representación sensorial de la actividad que ulteriormente ejecutará). Pero su actividad psíquica y la actividad física, que después desarrollará, son coincidentes. La una sólo puede ser el paralelo de la otra. En el hombre, en cambio, la actividad psíquica y la actividad física discrepan sustancialmente.

Estas tantas divisiones del trabajo son, como el instrumento, de naturaleza ideal. Son ideas cosificadas de cómo producir más y mejor, de en qué forma producir, de cómo potencializar las fuerzas productivas. Son ideas que el hombre elabora al descubrir la utilidad de una forma de producir. De este modo, al producir y reproducir sus medios de vida el hombre produce y reproduce la división del trabajo, pero con ello no hace más que producir y reproducir lo ideal.

Ya aquí no interesa la forma en que se va dando la acumulación originaria de lo ideal, interesa que el hombre se ha transformado de sujeto pasivo en sujeto activo, en sujeto productor de lo ideal. Por tanto, el proceso productivo tiene un carácter ampliado. A nivel de la conciencia individual, y de su acción mancomunada, tiene lugar la producción, también, de lo ideal. Desde este punto de vista, el proceso de producción de lo ideal tiene la forma

O – S – O* – S – O** – S – O*** – . . .

Aquí el asterisco significa la forma ampliada que tiene el proceso productivo

Capítulo VI.- El acto de la producción espiritual propiamente dicha.

El hombre (o su conciencia individual) produce lo ideal porque al producir los bienes materiales crea nuevas necesidades (3).

Tomemos un objeto cualquiera, digamos la mesa. ¿Qué significa producir materialmente la mesa? Producir la mesa no significa producir materialmente esta o aquella mesa. Es en el proceso productivo material donde se crea el género de las mesas. Pero recordemos, en este proceso no se produce la idea de la mesa. La idea de la mesa sigue siendo una y la misma. En el proceso de producción de bienes materiales el hombre lo que hace es cosificar una y otra vez la idea de la mesa. ¿Qué significa consumir materialmente la mesa? Consumir materialmente la mesa no significa consumir esta o aquella mesa, consumir mi mesa o la de otro cualquiera. Al devaluarse con el uso esta o aquella mesa no consumo el género de las mesas. A la par que tiene lugar el consumo material de las mesas, tiene lugar el proceso de producción de las mesas, con lo que el género de las mesas sigue estando en pié. Consumir materialmente la mesa significa consumir todas y cada una del género de las mesas. Pero para que esto ocurra el hombre debe dejar de producir la mesa. Por otra parte, para dejar de producir la mesa el hombre tiene que abandonar la idea de la mesa, renunciar a la idea de cosificar la idea de la mesa.

¿Cuándo es que el hombre renuncia a una idea, es decir entrega al olvido una idea? Cuando ya en su lugar tiene una nueva idea que suple las funciones sociales que la idea anterior satisfacía. En este caso no podemos decir esto de la idea de la mesa, pues el hombre sigue produciendo materialmente la mesa. Pero podemos decirlo de todas las ideas que han pasado al olvido. ¿Cuáles son éstas?, no lo podemos decir, pues de decirlo ya no serían ideas olvidadas. Pero sabemos que muchas ideas han sido tiradas al olvido.

Por otra parte, consumir una idea no significa necesariamente entregar al olvido la idea en cuestión. Puede suceder que el hombre modifique el significado social de la idea. Puede pasar que lo que en un inicio era una idea que satisfacía determinadas necesidades materiales, pase con el tiempo al baúl de los recuerdos como un objeto museable. Esta es la forma más común de consumir una idea. Como norma, el hombre no olvida sus ideas, sino que las pasa a pasivo y las deja como componentes de la conciencia social en forma de recuerdo, como parte de su cultura. Pero, ¿cuándo es que el hombre pasa a pasivo una idea?, cuando en su lugar hay una nueva idea que suple las necesidades materiales que la idea anterior satisfacía.

Al producir y consumir los bienes materiales, el hombre produce (crea) nuevas necesidades, tanto materiales como espirituales. Si lo que se necesita es una idea, entonces la necesidad es espiritual. Si lo que se necesita es una cosa, entonces la necesidad es material. Pero para producir una cosa cualquiera es necesario idealizar esa cosa. Es decir, darle existencia ideal a la cosa antes de su existencia material. Por eso, la necesidad material va acompañada de la necesidad espiritual. Las mercancías no van solas al mercado. Necesitan de sus guardianes, los poseedores de mercancías (los hombres), para ponerse en movimiento. Son los hombres los que ponen en movimiento las cosas, por ejemplo las mercancías. El bien material surge (se mueve) porque los hombres lo ponen en movimiento. Pero para ello hay que tomar conciencia de esta necesidad.

El descubrimiento de estas nuevas necesidades es un hecho gnoseológico como otro cualquiera. El resultado indirecto del mismo es la producción de una nueva idea. Las necesidades en el hombre, por muy elementales y materiales que estas sean, siempre es un hecho espiritual. El hombre toma consciencia de sus necesidades, tanto materiales como espirituales, de forma ideal. La toma de conciencia de estas necesidades reviste la forma de la idea. Así acontece con una necesidad material cualquiera, como por ejemplo la de tomar agua. El hombre se hace idea de la necesidad de tomar agua y, entonces, es que puede pasar a satisfacer la necesidad. Al producir nuevas necesidades, el hombre, por ello, produce nuevas ideas. ¿Cómo es que el hombre satisface las nuevas necesidades?, con la producción de nuevas ideas. Al producir nuevas ideas y pasar a su cosificación el hombre satisface las nuevas necesidades.

Retomemos, una vez más, la producción espiritual, pero ahora en su relación con el consumo. Toda producción implica un consumo, al producir necesariamente consumimos. Esto es válido para la producción material y lo es, también, para la producción espiritual. Claro que aquí, en la producción espiritual, no se trata del consumo material, sino del espiritual. ¿Cómo es que en la producción de las ideas tiene lugar, a la par, el consumo de las propias ideas?

Supongamos que producimos una idea, por ejemplo la de la máquina computadora. A primera vista nos parece que la idea de la computadora no acarrea consumo de ideas. Evidentemente, al producir la idea de la computadora no "destruimos" físicamente otras ideas, como hacemos con el acto de producción material. Para producir un bien material, por ejemplo un par de zapatos, hay que consumir (destruir) cuero, pegamento, hilo, etc. Producir el bien material significa consumir de forma productiva. Pero con la idea no sucede así. Al producir una idea no consumimos otras ideas en calidad de materia prima. Pero sí consumimos. ¿Cómo es que, entonces, tiene lugar este consumo?

Al producir una idea depreciamos moralmente las ideas precedentes. ¿Cómo se deprecian moralmente las ideas precedentes?, como disminución de su significación social. Al aparecer la computadora, la máquina de escribir convencional, por ejemplo, se deprecia socialmente, pierde valía o utilidad práctica. Pero la idea nueva no deprecia moralmente esta o aquella idea en específico, sino todo el resto de las ideas anteriores. Ella, la idea nueva, se refiere a las demás ideas –las anteriores- como lo nuevo, y las demás aparecen ahora como lo viejo. Claro que deprecia en mayor o menor medida esta o aquella idea. Pero se refiere no a una idea en específico, sino al resto de todas las ideas. Es como si a cada una de estas ideas anteriores le correspondiera una cuota de depreciación moral. La proporción de esta cuota es específica a cada idea, pero se refiere a un conjunto y no a una idea en específico. La aparición de la computadora, por ejemplo, deprecia no sólo la máquina de escribir convencional, sino también el teléfono, etc. Cada nueva idea repercute sobre las demás, unas veces directamente otras indirectamente, de forma tal que le va restando valía al resto de las ideas.

De este modo, dosis a dosis una idea en concreto va siendo consumida espiritualmente en el proceso social de la producción de la conciencia social. El final de este proceso, es el consumo total de la idea en cuestión. Y coincide con el momento en que la idea pasa a pasivo o queda olvidada en la historia de la conciencia social.

Surge una cuestión a saber: ¿de dónde brota la nueva necesidad espiritual?, ¿cuál es el estímulo fundamental de la nueva idea? Es evidente que, en el ámbito de la producción material, al producir un bien material surge a la par la necesidad material de su producción a escala ampliada. Por ejemplo, la invención de la televisión crea la necesidad de la producción industrial del televisor. Los hombres, al descubrir el televisor quieren disponer del televisor de forma generalizada. Por eso pasan a su producción industrial. Lo que en un inicio era un televisor aislado (un único ejemplar) se convierte, con la producción a escala industrial, en todo un género de objetos. La necesidad material surge así de la producción material precedente. Pero surge pasando por el prisma de la conciencia, pasando por la fase de necesidad espiritual y de la invención de la idea. Es evidente que la producción material actual crea, a su vez, la necesidad ulterior, la necesidad de ampliar el proceso productivo en cuestión. Pero esto es factible cuando la idea en cuestión está producida. La necesidad material consiste básicamente en la necesidad de cosificar (producir materialmente) más y más una misma idea. Por eso, la producción material crea nuevas necesidades materiales, pasando por el prisma de la conciencia. Pero, ¿la necesidad espiritual de dónde brota?

Desde este punto de vista, la producción material y las necesidades materiales guardan una mutua dependencia. La producción crea nuevas necesidades y las necesidades crean un nuevo ciclo productivo. Si designamos a la producción por P y a las necesidades por N, se tiene, entonces, la cadena

. . . – P – N* – P* – N** – P** – N*** – . . .

Notemos que el asterisco representa el incremento de la producción y las necesidades que tiene lugar en el proceso productivo material. Nótese, además, que es la nueva necesidad la que crea un nuevo ciclo productivo y no a la inversa.

La fórmula anterior se refiere, esencialmente, al proceso material. Pero con relación al proceso espiritual no acontece del todo así. La producción de ideas no tiene su fuente intrínseca en las ideas precedentes. En el mundo de las ideas no hay inmanencia. Las ideas no brotan de las ideas anteriores como si de éstas "nacieran" ideas. No se trata de un proceso de auto gestación de lo ideal. Las ideas no tienen una historia auténtica. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo (4). La idea, por sí sola, es indiferente a la necesidad espiritual. Del proceso de producción espiritual, del acto de la producción de una idea, no puede brotar, entonces, la necesidad espiritual de una nueva idea. Las ideas no crean necesidades. La necesidad espiritual no nace de las ideas precedentes. Por tanto, no nace directamente del proceso de producción espiritual. Pero si la necesidad espiritual no nace directamente del proceso de producción espiritual, entonces la necesidad espiritual debe brotar de fuera del proceso espiritual.

Es evidente que la idea del televisor es la que crea la posibilidad de su producción material. No se puede producir lo que no se ha idealizado. El hombre antes de ejecutar la construcción de algo lo proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que tenía ya existencia ideal. El hombre no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que realiza en ella su fin, fin que sabe que rige como ley las modalidades de su actuación y al que tiene que supeditar su voluntad (5). Para producir el televisor, por ejemplo, tiene, por tanto, que producir previamente la idea del televisor. ¿De dónde nace, pues, la necesidad de la idea, digamos, del televisor?

De la reproducción simple del proceso de producción material no puede ser. La reproducción material simple precedente sólo crea la necesidad de la producción material del género de la cosa (es decir, de cosificar más y más la misma idea) en la misma proporción en que es consumida, pero no la necesidad de la producción de una nueva idea. La producción de una nueva idea, lo que crea a su vez como norma un nuevo ciclo productivo material, parece que surge del ciclo ampliado del proceso de reproducción material. Pero este ciclo ampliado presupone, a su vez, la idea nueva, que es la que amplia el ciclo en cuestión. Para ampliar el ciclo productivo material a nuevas formas de mercancías hay que crear previamente la idea de la cosa como tal. Entonces no puede nacer del ciclo ampliado de la producción material. Pero si no es del ciclo simple ni del ciclo ampliado, entonces debe nacer fuera del proceso productivo material. El ciclo de la producción o es simple o es ampliada. No hay otra opción. Notemos, además, que el ciclo de la producción material contiene como momento suyo al ciclo de la circulación. Por tanto, en el proceso ampliado de la producción material se contiene toda la vida material de la sociedad.

Hemos llegado a un resultado antinómico. La necesidad espiritual no nace directamente del proceso productivo material, debe nacer fuera de él. Pero tampoco nace directamente, como vimos, del proceso de producción espiritual. Nace fuera de él. Pero tiene que nacer en ellos. La actividad del sujeto o es material o es espiritual. No hay otra opción. Nace, por ello, dentro y fuera al mismo tiempo. Nace dentro y fuera del proceso de producción material, y nace dentro y fuera del proceso de producción espiritual. Nace en su unidad. La necesidad espiritual es un descubrimiento, un descubrimiento práctico (a escala de la conciencia individual y de la actividad del sujeto). Nace de la práctica del sujeto.

La práctica es un tipo de producción que tiene la peregrina cualidad de producir más necesidades que las que se satisfacen en el acto productivo en cuestión. La práctica, como actividad idealomaterial concreta del sujeto concreto (el hombre de carne u hueso), es, en una de sus determinaciones, pensamiento, conciencia en acción, y éste (el pensamiento concreto) tiene, al igual que la conciencia (el pensamiento es conciencia en acción), la peregrina cualidad de producir más ideal, más necesidades (en este caso espirituales) que las que se satisfacen en el acto productivo concreto, es decir en el acto de actividad idealomaterial en cuestión.

De la práctica brota el estímulo fundamental para el surgimiento de la nueva idea. El problema se plantea a la par que se resuelve. De la práctica brota el conocimiento y es en la práctica donde surge la necesidad de este conocimiento (idea). La práctica, en tanto que todo tipo de actividad humana, es la unidad de lo material y lo espiritual, es actividad material y es actividad espiritual. Según Descartes, en el hombre, más exactamente – decimos nosotros – en su actividad, se da la unidad de la extensión (lo material) y el pensamiento (lo ideal) (6). Por eso la necesidad espiritual de la idea en cuestión nace dentro y fuera al mismo tiempo de los dos procesos, nace en los dos procesos al mismo tiempo y fuera de cada uno de ellos por separado, al mismo tiempo. Nace en la práctica. Recordemos que la conciencia individual tiene la peregrina cualidad de producir más ideal del que se invirtió en su producción. Por ello, es en la actividad del sujeto (en su actividad consciente) la que crea la nueva necesidad, pero esta actividad del sujeto (la consciente) es esencialmente práctica.

El problema de la necesidad de la producción de una nueva idea, de este o aquel descubrimiento, es un problema práctico. Es en la práctica (de la cual la producción de bienes materiales es un núcleo fundamental), donde se crea las premisas para el surgimiento de esta necesidad. Normalmente, un descubrimiento prepara el terreno para otra nueva necesidad, que trae un nuevo descubrimiento y así sucesivamente. La toma de conciencia de la necesidad, tanto material como espiritual, es otro descubrimiento. No hay diferencias sustanciales entre la toma de consciencia de la necesidad material y la toma de consciencia de la necesidad espiritual. Y no hay diferencia de principio entre el descubrimiento de la necesidad espiritual y el descubrimiento de la idea.

Por otra parte, al ampliarse la práctica social, tanto en extensión como en profundidad, se prepara el terreno para la formación de las nuevas necesidades espirituales. Al incorporar la materia exterior, la naturaleza, a la práctica transformamos la cosa en objeto, es decir en ente para el acto gnoseológico. Mientras que la cosa yace fuera de la práctica, no es posible el descubrimiento de la necesidad de su conocimiento. Es menester incorporar la cosa a la práctica para poder conocer sus propiedades, y para que surja la necesidad de su conocimiento. Por ello, lo que crea la necesidad espiritual es la incorporación del objeto a la práctica.

La incorporación del objeto a la práctica es otra necesidad práctica. Es la práctica la que tiene sustantividad. Es la práctica la que tiene auto desarrollo. La fuente de este desarrollo hay que buscarlas en las contradicciones que yacen en la propia práctica, contradicciones que son internas a la práctica y que no marcan como si fuesen desde fuera la génesis de su desarrollo.

El proceso de transformación práctica del objeto es un proceso complejo. La práctica comprende todo tipo de actividad con el objeto, para el objeto y sobre el objeto. Pero esencialmente el proceso práctico es un proceso de análisis y síntesis, y de abstracción y concreción. En la práctica desintegramos al objeto en sus partes y lo integramos en una totalidad. Tiene así lugar el proceso de análisis y síntesis. El análisis y la síntesis del objeto son precedidos o acompañados de los procesos de abstracción y concreción. Al arrancar del objeto una o varias de sus partes, hacemos abstracción. Al incorporar las partes al todo, hacemos concreción. Estos procesos permiten separar lo esencial de lo contingencial, lo necesario de lo casual, etc. Los procesos de análisis, síntesis, abstracción y concreción arrojan el conocimiento, las ideas, las necesidades, etc., propios del proceso espiritual. En ella, en la práctica, se da el proceso de ascenso de lo abstracto a lo concreto (7).

La práctica es, a la par de los procesos espirituales, un proceso material. El análisis y síntesis mental se corresponde con el análisis y síntesis material, etc. La práctica es un metabolismo donde sujeto y objeto se integran en una sola realidad. Aquí lo material y lo ideal coinciden. La actividad material en el proceso práctico coincide con la actividad ideal en el propio proceso práctico. Por eso también, la necesidad espiritual coincide con la necesidad material. Mientras que se analice la producción material al margen de los procesos espirituales, no podemos entender cómo de la producción material nace la necesidad espiritual. El problema del desarrollo social, tanto material como espiritual, es un problema práctico. Si trazáramos dos rectas: una para designar la producción espiritual y otra para designar la producción material, veríamos que en un punto se cortan. Este punto de intersección es la práctica, es decir la actividad del sujeto movida a fines. Aquí coincide lo material y lo espiritual. Por eso en la práctica la necesidad espiritual nace al mismo tiempo en los dos procesos y al mismo tiempo fuera de ellos.

Notemos algo. Plantearse el problema de desarrollar una actividad especial, encaminada a obtener nuevos conocimientos (es decir, la ciencia), puede ser sólo el resultado de un largo proceso de desarrollo de la división social del trabajo. Una actividad así es sólo posible, en lo fundamental, cuando se separa el trabajo físico del intelectual. En su forma histórica, el conocimiento aparece no como ciencia, sino como conocimiento práctico del objeto, que nace de la producción material natural.

En la producción material natural la cosa, que es incorporada a este proceso, actúa como medio o instrumento, como objeto o materia prima y como resultado o finalidad del trabajo. Por tanto, sólo en el accionar práctico con la cosa (instrumento), sobre la cosa (objeto de la producción) y para la cosa (producto del trabajo) es que puede darse el proceso espiritual de la cosa. El fruto de este proceso es la producción de las ideas propiamente dichas y de las necesidades espirituales.

Capítulo VII.- La distribución espiritual y la conciencia social.

Las ideas, una vez producidas, deben ser distribuidas El movimiento de la idea del lugar en que es producida al lugar en que es consumida coincide con el proceso de distribución de la idea. No podemos confundir la distribución espiritual con la circulación espiritual. Para que exista distribución, debe haber circulación. La circulación es un momento de la distribución. Pero la distribución contempla, además de la circulación propiamente dicha, el momento del consumo. La forma en que las ideas llegan a los hombres para ser consumidas es lo que entendemos por distribución espiritual.

Podemos comparar la distribución espiritual con el proceso de distribución material. En cualquier régimen social, el contenido del proceso de distribución material de productos consta de las siguientes cuestiones: ¿quién se apropia de los productos?, ¿a quién van a parar en definitiva?, y ¿cómo y qué parte se destina al consumo productivo y qué parte al consumo improductivo (personal)? Notemos algo, antes de que la producción sea distribución de productos, es distribución de los instrumentos de producción, distribución de la materia prima (objeto de trabajo) y distribución de los miembros de la sociedad entre los distintos tipos de producción. Por tanto, la distribución de productos materiales es sólo el resultado de la distribución en general. La distribución espiritual no gira, como la material, en torno a instrumentos. Toda persona en su sano juicio está en condiciones de poder producir espiritualmente, dispone de los instrumentos necesarios. Estos son dados por "naturaleza". La distribución espiritual tampoco interesa por ahora desde el punto de vista de la distribución de los hombres entre los distintos tipos de producción. Se supone que la producción espiritual es una. No interesa, aquí, su división en ramas. Por tanto, lo que interesa es ¿a dónde van a parar, en última instancia o en definitiva, las ideas?

Sólo puedo distribuir lo que se produce. Pero por el mero hecho de que se produzca una idea no quiere decir que necesariamente se consuma, o que se consuman de forma igual todas las ideas.

Supongamos que todas las ideas producidas circulan libremente, de modo que a una conciencia individual arribe por medio del proceso de dobles metamorfosis todas y cada una de las ideas producidas. Desde este punto de vista, la conciencia individual en cuestión coincidiría con la conciencia social en general. Denotemos a esta conciencia individual por X. Pero las ideas apropiadas por la conciencia X son el resultado del proceso de producción de otras conciencias. Supongamos, además, que la conciencia que produce estas ideas es, como la conciencia X, coincidente con la conciencia social. Para simplificar, supongamos que estas conciencias individuales se reducen a una, sea la conciencia Y.

Desde este punto de vista, la distribución espiritual se circunscribe a la relación entre la conciencia X y la conciencia Y. La conciencia Y produce la idea en cuestión y la conciencia X la recepciona. Si ahora la conciencia X produce una nueva idea, que a su vez circula libremente, y la conciencia Y la recepciona; entonces se produce el consumo espiritual.

¿Cómo es que tiene lugar este consumo? Como proceso que se ejecuta paralelo en las dos conciencias al unísono. Al producir la idea la conciencia Y, devalúa las ideas que tiene la conciencia X. Pero devalúa las ideas que, con anterioridad a la producción de la idea en cuestión, tenía la propia conciencia Y. La devaluación es general, aunque la producción es individual. De suerte que lo que una vez hace la conciencia Y en otra ocasión lo hace la conciencia X. La conciencia X puede, a su vez, producir una nueva idea y devaluar las ideas propias y las ideas de la conciencia Y. Desde este punto de vista, la producción es compartida por ambos sujetos y el consumo es, también, compartido.

Si la relación entre la producción y el consumo en torno a la distribución espiritual se redujese a la relación entre la conciencia X y la conciencia Y, no existiría el problema, entre otros, de la sedimentación de lo ideal y su transformación en una fuerza objetiva.

Toda nueva fuerza productiva trae, por principio, como consecuencia un nuevo desarrollo de la división del trabajo (8). La sociedad no puede desarrollar las fuerzas productivas sin desplegar a una escala superior la división del trabajo. La condición básica de la práctica humana es desarrollar continuamente a escalas superiores las fuerzas productivas. La verdadera finalidad de la producción es servir al consumo y, sobre todo, al consumo improductivo, al consumo personal que crece continuamente a escalas superiores. Por ello, desarrolla continuamente la división del trabajo. ¿Qué consecuencias sociales trae el desarrollo de la división del trabajo?

Al dividir el trabajo, como forma de desarrollo de las fuerzas productivas, los hombres se sitúan unos con respecto a los otros en distintas posiciones, asumen relaciones. La relación social es eso: la posición que asumen los hombres los unos con respecto a los otros en lo tocante al material de trabajo, los instrumentos de trabajo, el producto del trabajo y el trabajo mismo (9). En unos casos las relaciones son puramente técnicas (se trata de las disposiciones con respecto al trabajo mismo), en otros de propiedad (no técnicas). Se trata de las disposiciones respecto a los instrumentos, el material y el producto del trabajo.

Las relaciones las encontramos ya en el mundo animal. En la manada de monos encontramos todo un sistema de relaciones bióticas, por ejemplo tanto en torno al objeto sexual como en torno al producto alimenticio. Las relaciones en el hombre sólo vienen a desarrollar el sistema de relaciones bióticas que encontramos ya en nuestros antepasados. A este subsistema de relaciones bióticas hay que añadir el subsistema de relaciones sociales, que la división del trabajo acarrea. Pero hay que señalar que al humanizarse el animal presocial, este sistema de relaciones bióticas se humaniza. Por muy elemental (biótica) que sea la relación que el hombre establece, ésta siempre toma un carácter ideal. El objeto sexual y el producto alimenticio, por ejemplo, en el hombre sólo se pueden distribuir de forma ideal, bajo la forma de la idea del cómo hacer las cosas, del cómo distribuirlos.

La división del trabajo (de esta o aquella división), tanto en lo tocante al trabajo mismo como a lo tocante al instrumento, el producto y el objeto (material del trabajo), es otra idea más. Los hombres sólo pueden dividir el trabajo, en cualquiera de sus dimensiones, de forma ideal. Del simple proceso productivo material, como vimos, no puede surgir la necesidad material sin tomar la forma de necesidad espiritual e idea. La división del trabajo es siempre un proceso ideal. De aquí que las relaciones sociales, que son consecuencias de esta división, sean también de naturaleza ideal.

Comúnmente se piensa de forma distinta. Se piensa que las relaciones sociales son una forma de lo material. Esta concepción parte del supuesto de que por cuanto estas relaciones son objetivas, entonces son materiales. Pero ya nosotros vimos que lo ideal es, en una de sus dimensiones, tan objetivo como lo material. Lo material no es sólo realidad objetiva, sino también realidad sensible. Lo ideal, en tanto que objetividad, no posee, en cambio, la propiedad de la sensibilidad. Es espiritual. Precisamente, el cuerpo fundamental de la conciencia social es su cuerpo objetivo. Por ello, por el hecho de que las relaciones sociales sean objetivas, no se puede concluir que sean materiales. Son objetivas; sí, pero ideales.

Son ideales porque se desprenden de la división del trabajo la cual es una idea más. Pudiera pensarse que este argumento no es suficiente para reconocer el carácter ideal de las relaciones sociales. Se podría argumentar que de un acto espiritual se puede desprender una consecuencia material. Evidentemente en ocasiones sucede así, pero de lo que se trata en la división del trabajo, en la idea de dividir el trabajo de este o aquel modo, es de establecer precisamente este o aquel sistema de relaciones sociales. Las relaciones sociales, consecuencias de la división del trabajo, son la división misma del trabajo. Dividir el trabajo es tomar conciencia de la necesidad de establecer este o aquel sistema de relaciones sociales en lo tocante a los componentes del trabajo (es decir, en lo tocante al instrumento, al producto, al material y al trabajo mismo). No es que la división del trabajo va por un lado y las relaciones sociales por el otro. La división del trabajo, el dividir el trabajo de este o aquel modo, es la idea de establecer este o aquel subsistema de relaciones sociales. Las relaciones sociales son la división misma del trabajo. División del trabajo y relaciones sociales son dos formas de llamar a los dos aspectos de un mismo proceso.

Ahora bien, la división del trabajo, o dígase en su lugar las relaciones sociales, una vez establecida toma objetividad. Se trata aquí, en la división del trabajo, de la cosificación de una idea. Es un concepto plasmado como actitud, como "postura" (en tanto que acto consciente) entre los hombres. No hay nada de extraño en el carácter objetivo de las relaciones sociales. Toda idea plasmada, "cosificada", etc., es objetivada. La idea de la división del trabajo lo es también, lo que en este caso en forma de relaciones sociales. Y como cada división del trabajo es una fuerza productiva más, y como el hombre no puede renunciar a sus fuerzas productivas, entonces produce y reproduce continuamente estas relaciones sociales o, en su lugar (que es lo mismo), la división del trabajo.

Señalemos lo siguiente. Carlos Marx coquetea con el carácter ideal de las relaciones sociales, en particular con el carácter ideal del valor. Casi lo descubre. El nos dice: "estas formas –y aquí parece que se refiere a la mercancía, el valor, el dinero, etc.- son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado" (10). Es decir, reconoce que son "formas mentales", en otras palabras ideas. Pero antes y después de decir esto, vuelve a la idea de que el valor, la mercancía, el dinero, etc., son "materializaciones" de trabajo humano y que, por tanto, estas categorías (y las relaciones sociales que ellas representan) son materiales. El mismo nos dice: "recordemos, sin embargo, que las mercancías sólo se materializan como valores en cuanto son expresión de la misma magnitud social; trabajo humano, que por tanto, su materialidad como valores es puramente social" (11). Aquí, en la frase anterior, declara que el valor es una relación social material. Marx descubre que el valor es una relación social, pero lo considera material porque en su momento el dinero (la mercancía-dinero) era el oro y aquella, la mercancía-dinero, no se había desprendido de su cuerpo material; el oro. El mismo dice: "para simplificar, en esta obra –se refiere a El Capital- partimos del supuesto de que la mercancía-dinero es el oro" (12). Mientras que la mercancía-dinero se identificaba con el oro, no era posible descubrir el carácter ideal del valor (se trata del valor de las mercancías). Si el dinero es la mercancía que monopoliza la forma equivalencial del cambio (porque todas las mercancías la reconocen como forma equivalencial universal), y la mercancía que monopoliza en la concreta esta forma es el oro; entonces el oro es la mercancía-dinero por excelencia. Aún en 1944 el oro era la mercancía-dinero por excelencia. En Bretton Woods en EE.UU. el 27 de julio de 1944 se acordó que el dólar fuera el dinero mundial, con un respaldo de 35 dólares por onza de oro. Según este acuerdo, 35 dólares y una onza de oro eran la misma cosa. El dólar era otra forma de llamar al oro. Este acuerdo obedecía a la necesidad de estabilizar la economía mundial a raíz de la segunda guerra mundial y las ideas fundamentales venían del economista John Maynard Keynes. Después de Bretton Woods, EE.UU. adquirió el privilegio de emitir la moneda de reserva de la economía mundial. El sistema funcionó más o menos bien hasta los años 60, en que la economía de Estados Unidos cae en crisis por la guerra en Vietnam. Las cosas cambiaron radicalmente en 1971. En esta fecha, el presidente Nixon quitó el respaldo en oro del dólar. Ya el dólar no era algo equivalente al oro. Esta medida fue unilateral por parte de EE.UU. (13). Ahora quedaba claro que el dinero, que ya no era el oro sino el papel moneda, no era material sino ideal. ¿Qué quedaba en pié del dinero si ya no era el oro? Un simple billete de papel verde, que se fundamentaba y se respaldaba en la credibilidad en el estado de Estados Unidos y en su economía. Como puede verse del simple análisis, esta credibilidad es una idea, un concepto más. Es, por tanto, un acto ideal. ¿Qué es el dinero sino una idea objetivada, plasmada, "cosificada" y petrificada como relación social? Pero es una idea (un concepto) que si el hombre renuncia a ella, entonces tiene que recomenzar por el inicio de nuevo y volverla a reproducir necesariamente. Es una idea, un concepto que el hombre reproduce todos los días en el sistema de relaciones sociales. Por otra parte, si el dinero (dígase el dólar) no es material, sino ideal; entonces el valor (del cual el dinero es su expresión más acabada) es ideal también. Pero si el valor no es material (sino ideal), y si el valor es la relación social fundamental de la sociedad moderna (contemporánea); entonces el resto de las relaciones sociales, que sobre el valor se levantan, también serían ideales. Desde este punto de vista, el sistema de las relaciones sociales es ideal. Marx no puede descubrir el carácter ideal del valor, y con él el de las relaciones sociales, por razones históricas. Sólo después de 1971 y sólo después de que se hizo evidente que este orden de cosas instaurado en 1971 era estable se puede llegar a la idea de que el dinero, el valor, etc. (y todas las formas de la economía burguesa) son ideales.

De este modo, el hombre al venir al mundo se encuentra con un mundo de relaciones sociales "cosificadas" con las cuales tiene que interactuar y en las cuales tiene que ensamblar, relaciones sociales que son ideales, pero objetivas y petrificadas por el proceso de producción y reproducción de su práctica social, en particular de producción y reproducción de su vida material. Si ahora, por razones de su origen social, de economía, etc., se ve arrojado a un lugar dado del sistema de las relaciones sociales; entonces quedará atrapado en la división del trabajo. Quedará atrapado y, en muchos casos, de forma desventajosa.

¿Qué quiere decir desventajosa?, quiere decir desfavorable, perjudicial, etc., en particular en relación al proceso de distribución espiritual. Hasta dónde puede un hombre apropiarse las ideas de la conciencia social, de modo que reproduzca y produzca su conciencia individual de forma ventajosa, es una cosa que depende del lugar que ocupe en este proceso de distribución espiritual. Pero este lugar en la distribución espiritual es función del lugar que ocupe en la división social del trabajo, es decir en el sistema de relaciones sociales. El sistema de relaciones sociales es una cosa que encuadra al individuo a vivir una vida acotada por esta propia división del trabajo. Por tanto, la vida espiritual de un hombre cualquiera (sus necesidades, sus posibilidades, su consumo, etc.) es una cosa que depende del lugar que ocupe en la división del trabajo.

Pero hay más. No sólo la división del trabajo acota la vida del hombre, lo encuadra, lo sujeta, etc.; sino que también lo aliena, lo enajena. Si la consecuencia de la división del trabajo se redujese a eso: a acotar la vida del hombre, la situación se pudiera revertir con un acto de voluntad o con un acto revolucionario. Bastaba con escapar de este o aquel lugar de la división del trabajo y ocupar, en la medida de las posibilidades, el lugar que nos convenga, o, por medio de una revolución, romper con esta o aquella división del trabajo, y rehacer la situación. Pero la división del trabajo –además- aliena, enajena, etc., al hombre. ¿En qué sentido lo enajena, lo aliena?, en el sentido de que los productos de su cabeza (y de las cabezas de los demás) se transforman en una fuerza que domina sobre su propia cabeza (y la cabeza de los demás también). Es como aquel sujeto que ante un pantano en su camino opta por quitarse los zapatos y pasar el pantano descalzo. El zapato, concebido para cuidar de sus pies, acaba siendo el objeto que hay que cuidar. Lo mismo pasa con las ideas. Las ideas, una vez producidas y "cosificadas" en la conciencia social, se transforman en una fuerza que mora como un duende sobre las cabezas de los hombres. Cobran realidad objetiva y lo dominan. El hombre acaba postrado ante los productos de su cabeza: las ideas. Pongamos por ejemplo el dinero. ¿Cuántos utópicos no se han roto la crisma luchando contra el dinero?

No hay como escapar a esta fuerza, más allá de las posibilidades que estas propias fuerzas brindan. El desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de una sociedad dada cualquiera es el fruto del desarrollo de la división social del trabajo. Cada división social del trabajo es una fuerza productiva más. No podemos renunciar al desarrollo de las fuerzas productivas. Por ello, no podemos renunciar al desarrollo de la división social del trabajo. Renunciar a la división del trabajo es como comenzar de nuevo. El resultado, de comenzar de nuevo, es el mismo: el grado actual de la división social del trabajo. Pero la división social del trabajo es el fruto de la cabeza de los hombres. Son ideas plasmadas y petrificadas como relaciones sociales. Por tanto, estas relaciones sociales, que son otras tantas ideas, son una potencia ante los hombres. Si el hombre las derriba, ellas reaparecen, se rehacen. El hombre las reproduce al producir y reproducir su vida práctica, en particular su vida material. Por ello, estas ideas, nacidas de la cabeza de los hombres, son potencias ante la espiritualidad y la esencia humana.

La distribución espiritual, por ello, no es la simple relación entre la conciencia X y la conciencia Y. La verdadera distribución espiritual es un conjunto de conceptos (ideas) objetivados, plasmados, cosificados, petrificadas y sedimentados en la conciencia social, de modo que no son consumidos como las otras ideas restantes. ¿A dónde van a parar en definitiva las ideas producidas? Van a parar no a la conciencia X ni a la conciencia Y, sino a la conciencia social. Esta conciencia social es, en su cuerpo fundamental, realidad objetiva y no subjetividad en X o en Y. La distribución espiritual es más bien un sistema objetivado, plasmado, cosificado y petrificado de conceptos, ideas, etc., es decir de relaciones sociales, relaciones sociales que limitan al hombre y lo dominan de forma enajenante. Estas relaciones sociales, que son otros tantos conceptos, determinan de antemano el contenido de la conciencia de los hombres, su esencia. Ya los hombres no son lo que son por su propia voluntad, sino que son lo que son por mandato de la división del trabajo. Su contenido de conciencia depende del lugar que ocupa en esta división del trabajo, es decir por el lugar que ocupan en el sistema de relaciones sociales. Su propia esencia no es más que el conjunto de estas relaciones sociales (14), objetivadas de antemano.

En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de cierto modo para actuar en común y establecer un intercambio de actividades, es decir no pueden dejar de establecer relaciones de producción. Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llama las relaciones sociales, la sociedad en el sentido pleno de la palabra (15). Esta sociedad es, como las relaciones sociales o la división del trabajo, un concepto (idea) objetivado, plasmado, cosificado y sedimentado, o, en el mejor de los casos, un conjunto de estos conceptos. ¿Qué es la sociedad, cualquiera que sea su forma?, el producto de la acción recíproca de los hombres (16). En otras palabras, un sistema de formas de actividad (conceptos) plasmados, cosificados y sedimentados en forma de relaciones sociales, de conciencia social, es decir hechos sociedad.

Ya Hegel, a su manera, en sus estudios lógicos había descubierto esto: el hecho de que la sociedad (el estado, la moral, la propiedad, etc.) es pensamiento objetivado, materializado. Hegel ve la lógica como pensamiento sobre el pensamiento y a este último en forma de todo el organismo de la civilización. El fue el primero de los lógicos profesionales en hacer a un lado el secular prejuicio de que el pensamiento aparece ante los investigadores sólo en forma de lenguaje (exterior o interior, escrito u oral). El lenguaje, el habla, no es, según Hegel, la única forma observable empíricamente en que se manifiesta el pensamiento humano. El pensamiento de que habla él se revela en los hechos humanos no menos evidentemente que las palabras. Es más, en los asuntos reales, según él, el hombre demuestra el modo verdadero de su pensamiento mucho más adecuadamente que en sus relatos sobre los mismos. Pero si esto es así, entonces las cosas que ellos crean es manifestación de su pensamiento, son actos de plasmación de su pensamiento en forma de cultura, en forma de todo el cuerpo materializado de la sociedad. Es el cuerpo inorgánico del hombre, incluyendo aquí los instrumentos de trabajo, las estatuas, las catedrales, las cancillerías estatales, los sistemas legislativos, etc.

En este punto de vista, en la concepción hegeliana del pensamiento visto así y hasta aquí, no hay misticismo ni idealismo alguno. Su idealismo hay que buscarlo en otra parte. Por el contrario, este punto de vista es un paso hacia el verdadero materialismo (eso le permite investigar las categorías de la dialéctica como categorías lógicas y plantear el problema del objeto de estudio de la lógica en otro plano distinto al de sus predecesores).

Señalemos algo. El materialismo ingenuo (el que no está a la altura de la comprensión cabal del pensamiento, que cree que el pensamiento es sólo subjetividad, individualidad, etc., y no ve que el pensamiento es también sociedad, objetividad, etc.) cree ver en los objetos sociales (las constituciones, el estado, la moral, la escuela, etc.) cosas que tienen ser en sí y por sí (ser efectivo), de modo que supuestamente se puede desarrollar una investigación científica al estilo de cómo la ciencia investiga la naturaleza (lo que no quiere decir que no se pueda investigar, sino que ésta ha de ser distinta). Aquí se crea la ilusión de que estos objetos son cosas "primarias", cosas que existen antes que el pensamiento e independientemente de él, sin darse cuenta (este materialismo) que lo que se trata es de realizaciones del pensamiento. Hegel, que no tenía nada de materialista ingenuo, ve en estas realizaciones una forma de pensamiento objetivo. Pero ve en este pensamiento, en el pensamiento codificativo de la civilización, un pensamiento que es primario con relación al personal, individual, subjetivo, etc. Por eso antepone la lógica objetiva a la lógica subjetiva (y aquí si hay idealismo y misticismo). Pero, de lo que se trata –decimos nosotros-, es de que el pensamiento objetivo hace al subjetivo en la misma medida en que el subjetivo hace al objetivo. Por eso, no hay que anteponer uno al otro ni viceversa, sino comprenderlos en unidad.

Hasta dónde la sociedad es, siguiendo a Hegel, un concepto objetivado, plasmado, cosificado, petrificado y sedimentado es una cosa que lo demuestra la historia social, en particular la historia de la sociedad socialista.

La construcción de la sociedad socialista, con sus logros y sus reveces, muestra que esta sociedad es una obra humana, consistente en la objetivación, plasmación, cosificación, petrificación y sedimentación de un conjunto de conceptos. Se trata, como lo dice la palabra, de una construcción. El socialismo, al menos el del siglo XX, es siempre y en todas partes un proyecto social construido a partir de la cabeza muerta de la sociedad capitalista. Se trata, en la construcción del socialismo del siglo XX, de un acto de voluntad, en particular de voluntad política. El socialismo –este socialismo- comienza por la toma del poder político y termina en el acto consciente de la construcción económica de la nueva sociedad.

También la sociedad burguesa es un acto de construcción, es decir la objetivación y plasmación de un concepto. La construcción del capitalismo en la Europa Oriental, a raíz del derrumbe del campo socialista, muestra que se trata de la construcción de un concepto. El capitalismo fue (o es) implantado, ahí, de forma voluntaria. En estas sociedades, las relaciones socialistas de producción son suplantadas por relaciones de economía de mercado, economía de mercado que en muchos casos (en la mayoría) es impuesto en un acto de voluntad política consciente. Se trata de la construcción de la sociedad capitalista por medio de un acto de voluntad política, sobre la cabeza muerta de la sociedad socialista.

Lo que decimos del socialismo o del capitalismo postsocialista (del impuesto en los países exsocialistas), lo decimos también del capitalismo presocialista. El capitalismo vino al mundo (no ya el que se impuso después del derrumbe del campo socialista, sino el que se impuso a partir de la cabeza muerta del feudalismo) como la construcción de un sistema de conceptos, lo que de forma paulatina, de forma cuasi natural. En estas sociedades primero se impusieron las relaciones económicas capitalistas de producción y después se tomó el poder político. Pero tanto las relaciones burguesas de producción como las formas políticas asociadas a ellas se impusieron como conceptos objetivados y cosificados. La forma burguesa de producción (el capital) es un concepto más, concepto que se abre paso en el seno de la sociedad feudal durante toda la edad media. Es el hombre el que asume en un acto de voluntad la forma burguesa de producción. Es el hombre el que asume la capitalización de su economía de forma consciente. Pero acto de voluntad y acto conciente impuesto por la necesidad, en particular por la necesidad económica. El capitalismo se impuso en toda Europa por fuerza económica. Las revoluciones burguesas, en particular las revoluciones inglesa y francesa, impusieron el capitalismo como un concepto en toda Europa después que estas relaciones de producción ya se habían abierto paso. De Europa el capitalismo pasó a América (y al resto del mundo) como un concepto más. Véase como se le impuso el concepto de propiedad privada burguesa al indígena americano. Lo que decimos de estas sociedades, lo decimos del resto. La sociedad, cualquiera que ella sea, es siempre y en todas partes un concepto objetivado, pero concepto impuesto por la necesidad.

Señalemos algo. Una sociedad puede ser construida sobre la cabeza muerta de la sociedad anterior sólo si se dan las premisas necesarias para la obra en cuestión, sólo si hay una conexión histórica que permita la realización del concepto. La historia es un proceso conexo. En ocasiones los hombres, no conformes con el curso de la historia, se proponen deshacer (desobjetivar, descodificar, etc.) determinado concepto, que ya ha sido hecho sociedad y entonces chocan con determinadas dificultades. En primer lugar, tienen que desenhebrar, destejer, etc., el sistema de relaciones sociales hasta el punto en que el concepto en cuestión sea extirpado (desobjetivado, descodificado). En segundo lugar, tienen que cosificar, plasmar un nuevo concepto: el concepto sustituto del concepto desobjetivado, de modo que aquel (el nuevo) sea (en tanto que concepto hecho sociedad) un desarrollo de las fuerzas productivas superior al alcanzado por el concepto anterior. Surge la cuestión a saber: ¿se puede realizar a la postre dicha operación?, sí y no. La respuesta es "no", si es de forma nihilista. La respuesta es "sí", si es de forma dialéctica. Para implantar un nuevo concepto en forma de sociedad a partir de la cabeza muerta de la sociedad anterior hay que proceder de forma dialéctica, es decir en forma de negación dialéctica y no de forma nihilista.

La conciencia individual hace a la social en la medida en que la construcción conceptual (de esta conciencia individual) es función de la lógica objetiva de la conciencia social. Esta conciencia social (o esta sociedad determinada) es determinante en relación a la conciencia individual. La conciencia social determina, por génesis u origen, el contenido de la conciencia individual.

Por tanto, en la distribución espiritual hay una orientación, una dirección privilegiada para el movimiento de las ideas. Es la sedimentación de un conjunto de ideas (conceptos) en forma de conciencia social, es decir de sociedad (en otras palabras, de relaciones sociales), y es la determinación de la conciencia individual por parte de la conciencia social.

Destaquemos algo más. El hombre, en relación al mundo de los animales, es un ser, como ya vimos, universal. Al producir el instrumento, produce cualquier modo de vida animal. Pero en relación a los otros hombres, el hombre no es un ser universal, sino singular. Al desarrollarse en una dirección, la división del trabajo lo limita en otra. Por eso no es universal. Pero tampoco es libre, al menos de forma absoluta. La libertad, que es, según Hegel, siempre la posibilidad de actuar con conocimiento de causa con el fin de realizar la voluntad sobre las cosas (17), es sólo un fenómeno a escala social. Es la sociedad la que es libre, al menos en mayor o menor medida. Es la sociedad la que se eleva sobre la naturaleza y la somete. El hombre individual, en cambio, es víctima de las potencias sociales, y su dominio de la naturaleza es sólo en la medida en que personifica la sociedad. Entre las potencias sociales que someten al hombre, un lugar meritorio lo ocupa la enajenación social. De suerte que la sociedad al liberarse y someter más y más la naturaleza (este es un proceso histórico-natural) libera al hombre individual, lo hace cada vez un poco más libre. La desenajenación del hombre es un proceso que transcurre paralelo al proceso de la liberación del propio hombre. El uno es inversamente proporcional al otro, y es su reverso. El proceso histórico, proceso que por demás es cuasi natural (es decir, "casi" natural), es un proceso que coincide con el proceso de liberación del hombre.

Capítulo VIII: la conciencia individual o la mente.

El hecho de que la sociedad sea un concepto (idea) objetivado no debe extrañarnos mucho. En general, todas las ideas (conceptos) existen preferentemente (con excepción de las ideas somatizadas y las que son contenido de la subjetividad) fuera de la conciencia del hombre (fuera de la cabeza), es decir objetivadas. Es más, la relación que hay entre la idea y el cerebro es como la que hay entre la mano y la silla real.

La mano fabrica la silla, pero la silla existe fuera de la mano. Por más que estudiemos la mano (en un microscopio, con reactivos químicos, etc.), no vamos a encontrar rastros de la silla real en ella. También la idea existe fuera del cerebro. La idea de la silla existe plasmada en la silla real. En mi cerebro (y en el cerebro del carpintero que fabricó la silla) no existe la idea de la silla, como algo que se encuentra dentro de él, como algo que sea fisiología, anatomía o algo material por el estilo. Lo que existe es la representación sensible del signo (la representación sensible de las ondas mecánicas del aire o de la tinta en el papel, etc.). Y como la representación sensible del signo porta un significado (el significado es inherente al signo), de ese modo (como significado) tengo la idea de la silla en mi cerebro. Pero no dentro del cerebro, sino con ayuda de él. Al modo como tengo la silla en la mano.

Esta idea ya la adelantó, dentro de lo posible para su época, Spinoza. Para éste el pensamiento (es decir, la mente) y la extensión (es decir, la materia) son dos atributos de una y la misma sustancia (18). Para Spinoza el pensamiento (léase los procesos mentales) son una función de la materia altamente organizada, que se dan en la unidad que representa el hombre como parte de la misma naturaleza. Según él, es la naturaleza la que piensa por medio del hombre.

E. V. Ilienkov refleja esta dialéctica de la siguiente manera. El nos dice: la investigación de los mecanismos, materialmente determinados espacialmente, con cuya ayuda se realiza el pensamiento en el interior del cuerpo humano, el estudio anátomo-fisiológico del cerebro, es un problema científico interesantísimo, pero ni su éxito más completo tiene relación directa con la respuesta a la pregunta hecha ¿qué es el pensamiento? Pues aquí se pregunta otra cosa. Se pregunta no acerca de cómo están estructuradas las piernas, capaces de andar, sino ¿qué es el andar? ¿Qué es el pensamiento como acción, que si bien es inseparable de los mecanismos materiales, con ayuda de los cuales se realiza, no es idéntico en absoluto a estos mecanismos? En un caso se pregunta sobre la estructura del órgano, y en el otro sobre la función que desempeña. Se comprenderá, naturalmente, que la estructura debe ser tal, que pueda realizar tal función. Sin embargo, la más completa descripción de la estructura del órgano no le da derecho a hacerse pasar por aquella, la función que el cumple, por descripción del acto real que él hace. (19).

Indudablemente, este autor se acerca a la solución del problema macho más que todos sus predecesores. Pero Ilienkov no comprende aún exactamente la dimensión del problema. No comprende el carácter ideal del pensamiento. El pensamiento es ideal, los procesos que transcurren en el cerebro mientras pienso son materiales, pero éstos no son el pensamiento aún. En el cerebro transcurre lo proceso propio de la representación, el proceso representatorial (el psiquismo). Este proceso, el psiquismo, es, verdaderamente, una función del cerebro. Pero el pensamiento, la mente, va mucho más allá: es ideal. El pensamiento no es un acto fisiológico del cerebro. El, el cerebro, tiene las estructuras anátomo-fisiológicas que posibilitan la somatización de determinadas estructuras ideales, que son las estructuras de conciencia, con ayuda de las cuales pienso. Pienso no tanto con ayuda del cerebro, como con ayuda de las estructuras de la mente (la conciencia). Con ayuda del cerebro desarrollo la función psíquica, la actividad representatorial, que es el soporte material de la mente.

El concepto de un objeto existe en mi cerebre como representación del signo que designa al objeto en cuestión. A lo sumo existe como representación sensible de los signos del juicio (de la expresión verbal en la que afirmo o niego algo) o de los signos del discurso. Pero esta representación, la representación sensible en cuestión, que es psiquismo, es material. Ahora bien, la representación del signo arrastra un significado. Este significado es, a su vez, ideal. No existe como configuración de la materialidad en el cerebro. Está fuera del cerebro. Existe como cultura. Preferentemente está fuera del cerebro no porque es ideal, sino que es ideal preferentemente porque está fuera del cerebro. Y si existe como subjetividad es porque la subjetividad es una idea más, lo que somatizada.

La analogía con un disco duro de computadora no funciona aquí. El materialismo vulgar quiere encontrar, de algún modo material, la idea en el cerebro (como campo electromagnético, como diferencias de potenciales, etc.). Pero la idea (que está en el cerebro bajo la forma de significado) es, como su nombre lo indica, ideal. El cerebro lo que hace es evocar este significado. La computadora (al menos por ahora) no evoca significado alguno. El significado evocado por el cerebro no existe, a su vez, como existe la información en el disco duro de la computadora. En el disco duro de la computadora, la información existe como materialidad. Por esa razón, la capacidad de almacenamiento de información en el disco duro es limitada, a diferencia de la capacidad de almacenamiento de lo ideal en el cerebro, que es ilimitada. Se trata aquí, en esta comparación, de dos procesos totalmente distintos por su contenido, aunque coincidentes en lo fundamental (si se mira a la computadora hacia el futuro) por su forma. Por su forma son coincidentes, pues se trata de la modelación del pensamiento.

Este proceso de evocación es, en lo fundamental, a su vez ideal también. Para conocer este proceso hay que indagar en las estructuras de conciencia y su funcionamiento. Las estructuras de conciencia que propician esta evocación son, como dijimos, otras tantas ideas, lo que en este caso somatizadas, es decir hechas (estas sí) fisiología, anatomía, etc. El estudio neurofisiológico, anatómico, etc., puede mostrar estas estructuras (y de hecho lo muestra). Pero el resto de las ideas que son contenido de conciencia (se trata de la conciencia individual) no existen dentro del cerebro. Existen dentro de la conciencia (de la individual o la mente), pero no dentro del cerebro. Dentro del cerebro, como anatomía o fisiología de éste, tengo la representación sensible del signo (que nace y muere en el acto representatorial) o, mejor dicho, la parte sensible del signo (como la tiene el animal superior, por ejemplo el perro) y las ideas somatizadas. El significado de la representación en cuestión (de la representación sensible del signo), en cambio, se encuentra fuera del cerebro (fuera de su anatomía y fisiología). Este, el significado, es el cuerpo inorgánico del hombre, que existe a lo sumo en el hombre como subjetividad (que es una idea somatizada más).

El fisiólogo, el neurólogo, el científico naturalista, etc. (y junto con ellos, el materialista vulgar) lo que puede encontrar en el cerebro son la función representatorial y las ideas somatizadas. El resto de las ideas, es decir el cuerpo fundamental del contenido de conciencia, se encuentran fuera del cerebro, en este caso como cultura. ¿Cómo es que el hombre, con ayuda del cerebro, se "proyecta", "agarra" y "opera" con ellas (con las ideas), es decir como es que evoca, al estilo de cómo la mano se proyecta, agarra y opera con la silla real, es una cosa que no interesa aquí. Este asunto es objeto de la psiquiatría y de sus ciencias afines.

Pero podemos aventurar algunas ideas. Por ejemplo, la ira, desarrollada socialmente, es una idea. La idea de la ira existe en el individuo, en muchos casos, somatizada. La somatización de esta idea es un proceso aprendido (no tanto y sólo gnoseológicamente, sino también y fundamentalmente como proceso descalificativo de las relaciones sociales). Pero la estructura anatómica, el aspecto fisiológico y el aparato psicológico donde tienen lugar esta somatización son (en lo fundamental) congénitos. Las tiene el individuo, si es normal, por biología, dadas desde la concepción y por ontogenia biótica (sin negar que se desarrollaran filogenéticamente). Ahora bien, el grado y la profundidad de esta somatización depende de dos factores: a) del grado y profundidad del proceso de aprendizaje y b) de la facilidad y velocidad, que los componentes psicológico y anátomo–fisiológico posibilitan este proceso. De modo que si el individuo es irascible es porque, en primer lugar, lo aprendió y, en segundo, porque su anatomía, fisiología y psicología lo posibilita. Se comprenderá que un individuo que tenga estas componentes (el anatómico, el fisiológico y el psicológico) más prominentes, hiperdesarrollados, etc., será un hombre potencialmente irascible. Aprenderá más fácil, más rápido, más profundamente que los otros hombres el concepto de la ira. Necesitará menos energía descodificativa para lograr un optimo tal, que lo que necesitará el individuo de estructuras normales o hipodesarrolladas. Los componentes psicológico, anatómico y fisiológico desarrollados son condición necesaria, aunque no suficiente, para ser un individuo irascible. Pero la ira misma, en tanto que concepto, es aprendida. El cuerpo psico- somático donde se somatiza la ira es dado por naturaleza (si ignoramos lo que puede desarrollarlo el entrenamiento social); la ira, en tanto que concepto, es adquirido socialmente.

Señalemos algo. Desde este punto de vista, un trastorno psiquiátrica cualquiera puede tener dos bases distintas (o la combinación de las dos): a) ideal, si se trata de un trastorno con base en el plano de las ideas, b) material, si se trata de un trastorno con base en el cuerpo psico-somático, y c) la combinación de ambas. Se comprenderá que, cualquiera que sea la base del trastorno, éste tiene siempre una expresión en el plano ideal (el trastorno puede tener base material, pero su expresión, manifestación, etc., será -si es de interés para la psiquiatría- en el plano de las ideas). A la psiquiatría le interesa los trastornos de la mente, es decir del campo de lo ideal. A la filosofía le compete sólo mostrar el carácter ideal de la mente, su entronque con la conciencia social y su entronque con su cuerpo material (el cuerpo psico- somático). La psiquiatría, es decir la rama de la ciencia de la salud que trata del estudio, tratamiento y prevención de los trastornos mentales (20) o, lo que es lo mismo, que trata del diagnóstico y tratamiento de los trastornos psiquiátricos (21), debe tener por fundamento la rama del saber que trate sobre el estado saludable de estos procesos. El estudio de la enfermedad presupone el conocimiento del estado de salud. Bien miradas las cosas, la psiquiatría deberá estudiar no sólo la enfermedad, sino también la salud, en este caso de la mente. Ya que la psiquiatría es una rama de la medicina, entonces debe pretender no sólo curar y prevenir las enfermedades, sino también promover salud. Esto último presupone el conocimiento del estado de salud o, lo que es lo mismo, el estudio de la mente en su estado normal. Esto hace que la psiquiatría tenga un objeto de estudio más amplio del que comúnmente se cree: estudia la mente, es decir la conciencia, lo ideal. Para muchos, para la inmensa mayoría de los psiquiatras, la ciencia de la conducta (es decir, del acto consciente), en particular la psiquiatría, se halla todavía en fase paradigmática a causa del desconocimiento, entre otras cosas, de la relación mente-cuerpo, desconocimiento que refleja la dificultad de definir su centro de atención, su metodología, sus límites y sus relaciones recíprocas (22). Pero una vez que se interpretan los procesos mentales (conscientes) como ideales salta a la vista la relación recíproca entre psicología y psiquiatría y entre psiquiatría y filosofía. Las formas del reflejo, de las cuales la mente es una de ellas, asciende por la escalera siguiente: de las formas físicas a lo químico, de lo químico a lo orgánico, de lo orgánico a lo biótico, de lo biótico a lo psíquico, y de lo psíquico a lo consciente (es decir, al reflejo ideal). Si la psiquiatría estudia la mente, como forma del reflejo ideal, entonces tendrá a la psicología como una ciencia básica, al estilo de la fisiología o neurología, y a la filosofía como teoría general, una vez que ésta (la filosofía) es la encargada de estudiar lo ideal como tal ideal.

Notemos algo más. La psiquiatría del siglo XX estuvo estrechamente entrelazada con la psicología. Se puede decir que buscaba en ésta su fundamentación teórica. Y en cierto sentido, la encontró hasta ciertos límites. El yo y la personalidad individual es el punto culminante de las modernas teorías psicológicas (23). Pero el yo y la personalidad no se pueden entender a plenitud desde posiciones netamente psicológicas. Su comprensión cabal implica, de alguna forma, penetrar en el entramado filosófico de la realidad, en particular en la comprensión de lo ideal. El yo, el súper-yo, el inconsciente, el contacto con la realidad, la razón, la fe, la sensibilidad (en tanto que facultad intelectual), la voluntad, la pasión, la subjetividad, etc., son otras tantas ideas, lo que somatizadas. Son las estructuras de conciencia que están hechas fisiología, anatomía, organicidad, etc. Pero no pasan, a la postre, de ser eso: ideas, que como tales se subordinan al proceso de producción y circulación espirituales. Desde este punto de vista, la personalidad es esencialmente ideal. La esencia de la personalidad no es otra cosa que el conjunto de ideas somatizadas en el cuerpo psicológico y biológico (es decir, orgánico) del hombre. El hombre tiene tres dimensiones: el soma, la psiquis y la conciencia. No hay porqué identificar el psiquismo con la conciencia. Los animales superiores (las aves y los mamíferos) tienen psiquis, pero no tienen conciencia. La conciencia (en su sentido más estrecho, es decir entendida como la mente) es de naturaleza ideal. La psiquis, en cambio, es de naturaleza material. El vínculo de la psiquiatría con su fundamento no siempre fue así. Históricamente no fue así. Antes estaba unida a otras ramas del saber, en particular a la filosofía. La psiquiatría ha sido la última especialidad que se ha incorporado al campo general de la medicina, hace aproximadamente menos de dos siglos. Como rama de la medicina, como ciencia sobre el hombre y la sociedad, es humanista (24) y, por tanto, está entrelazada no sólo con la psicología, sino también con la filosofía y las ciencias sociales. De lo que se trata aquí no es de suplantar la base psicológica de la psiquiatría. La psiquiatría tiene que fundamentarse en un número relativamente amplio de ciencias, entre otras en la psicología. Los trastornos psiquiátricos tienen distintas bases: orgánica, psicológica, etc. Pero tienen, también, una base ideal. Es necesario la cooperación en múltiples frentes (clínicos, psicológicos, filosóficos, bioquímicos, etc.) para conocer mejor esta delicada materia: la mente o el complejo mente-cerebro (25), Por tanto, de lo que se trata es de ampliar la base teórica de la psiquiatría, extendiendo esa base a teorías filosóficas.

Hasta los días de hoy es la filosofía la que se encarga del estudio de lo ideal como tal ideal. Las otras ramas del saber tocan lo ideal, es decir la conciencia y la mente, de pasada. Le toca a la filosofía, entonces, analizar la naturaleza de lo ideal, que es lo que intentamos aquí.

Conclusiones.

Es evidente que sobre los procesos mentales se puede escribir mucho más que lo dicho anteriormente. Pero de lo que se trata es de dar una idea de conjunto sobre estos procesos, cosa que pensamos se logra. Por otra parte, lo espiritual, es decir la forma que reviste en el hombre los procesos mentales, no se agota con unas pocas cuartillas. Al mismo tiempo, el lector tiene que estar de acuerdo con nosotros en que, en el trabajo que termina, nosotros mostramos la lógica interna y el movimiento de lo ideal en su forma elemental y sui generis. De lo que se trata es de desencarnar el concepto mismo de lo ideal, y con él el de la mente. Eso sólo se logra, sí y sólo sí, en el discurso, que es lo que tratamos de hacer en las líneas anteriores. Hasta dónde este discurso se logra aquí, el lector podrá juzgar.

Bibliografía.

  1. Marx C, Engels F. La Ideología Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p.19.
  2. Engels F. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1974. p.66.
  3. Marx C, Engels F. La Ideología Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 28.
  4. Marx C, Engels F. La ideología Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 26.
  5. Marx C. El Capital. La Habana : Editorial de Ciencias Sociales; 1980. p.140.
  6. Ilienkov EV. Lógica Dialéctica. Ensayos de historia y teoría. La Habana : Editorial de Ciencias Sociales; 1984. p. 17.
  7. Lenin VI. Cuadernos Filosóficos. La Habana : Editora Política; 1979. p. 165.
  8. Marx C, Engels F. La Ideología Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 20.
  9. Marx C, Engels F. La ideología Alemana. La Habana : Editora Política; 1979. p. 20.
  10. Marx C. El Capital. La Habana : Editora de Ciencias Sociales; 1973. p. 43.
  11. Marx C. El Capital. La Habana : Editora de Ciencias Sociales; 1973. p.15.
  12. Marx C. El Capital. La Habana : Editora de Ciencias Sociales; 1973. p. 60.
  13. Castro Ruz F. Conferencia Ministerial de la OMC. Ginebra; 1998. Disponible en:
  14. Marx C. Tesis sobre Feuerbach. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1973. p. 9.
  15. Marx C. Trabajo asalariado y capital. Obras escogidas en tres tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1973. p. 163.
  16. Marx C. Carta a Pavel V. Annenkov del 28 de diciembre de 1846. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú : Editorial Progreso; 1973. p. 532-533.
  17. Engels F. Anti-dühring. La Habana : Editorial Pueblo y Educación; 1975. p. 139.
  18. Ilienkov E. V. Lógica dialéctica, ensayos de historia y teoría. . La Habana: Editorial de Ciencias Sociales; 1984. p.19-52.
  19. Ilienkov E. V. Lógica dialéctica, ensayos de historia y teoría. La Habana: Editorial de Ciencia Sociales; 1984. p. 31-32.
  20. Miller. K. Diccionario Enciclopédico de Enfermería. Ciudad de La Habana: Editorial Ciencias Médicas; 2006. p. 1058.
  21. Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J. Tratado de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana: Editorial Científico-técnica; 1982. p. XXI.
  22. Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J. S. Tratado de psiquiatría. 2da.ed. Ciudad de La Habana: Editorial Científico-técnica; 1982. p. 1.
  23. Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J, S. Tratado de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana: Editorial Científico-técnica; 1982. p. 18.
  24. Alfred M, Freedman, Harold I, Kaplan, Benjamin J S. Tratado de psiquiatría. 2da ed. Ciudad de La Habana: Editorial Científico-técnica; 1982. p. 7
  25. García-Albea Ristol E, García-Albea Martín J. Brain, mind and symptoms. Rev. Neuro. (Sección de Neurología, Universidad de Alcalá. Madrid. Spain) 2006. Apr. 1-15; 42 (7). 439-43.

 

 

Autor:

Evelio A. Perez Fardalez

Biografía del autor: nací en Sancti Spíritus, Cuba. Mis estudios iniciales fueron de economía industrial, en la universidad de Las Villas (Santa Clara). Después curse estudios de filosofía en la Universidad Estatal de Moscú. Me gradué en 1984. Desde entonces trabajo como profesor de filosofía en el instituto de medicina de Sancti Spíritus.

Dado en Sancti Spíritus, 13 de mayo de 2008.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente