El día que profanaron la tumba de George W. Bush (El libro de la eminencia) (página 2)
Enviado por José Manuel López Gómez
La sentencia será cumplida.
Nada importarán los lazos de sangre.
Menos mal que los buenos amigos lo habían liberado a tiempo de la trasnochada nostalgia, impidiéndole que malvendiera su Televisor con holograma incorporado, su PC de plasma sintético, y el resto de los maravillosos artilugios tecnológicos.
Por fin (se decía; lo decía) el hombre había vuelto a su esencia como el más grande predador de la naturaleza; el único animal capaz de matar por placer a su propio semejante. Sello de distinción exclusivo y excluyente.
Resultaba inútil escapar a la herencia genética que nos convierte en hijos dilectos de la muerte. ¡El hombre tenía que cumplir con las malditas acciones que habían sido escritas a fuego en sus malditos códigos genéticos! ¡Hablar de mansos de corazón era blasfemar contra el género humano!
Nadie era manso ni pacífico por naturaleza. Podría ser sí, que la violencia durmiere transitoriamente.
Claro…, sólo eso: cuando la muerte se toma un respiro es sólo porque duerme transitoriamente la violencia.
La sentencia será cumplida.
Nada importarán los lazos de sangre.
¿Quién no sabía acaso que estábamos condenados por el mismo sino que nos engendraba? ¡Benditas las semillas de los espermatozoides! ¡El libre albedrío era la mentira más infame de la creación! ¿Libre albedrío para qué? ¿Para discernir entre el bien y el mal? ¿Libre albedrío para tener la potestad de elegir nuestro lugar en el mundo? ¿Libre elección para decidir la profesión? ¿Libre elección para optar entre el ocio o el trabajo? ¿Libre elección para decidir el hábitat y el entorno? ¿Cómo hablar de elección moral cuando hemos sido condicionados desde la cuna? Los malditos genes ya decían, antes que abriéramos nuestros ojos por primera vez, que destino nos aguardaría a lo largo del absurdo y pecaminoso soplo existencial; de ese modo fueron escritos los ladrillos de ADN que conformarían al autor de Las Meninas, a Florencia Nithingale o a Heinrrich Himmler; pero también tenía la firma del sino de Jesucristo o el de César Borgia; de Albert Schweitzer o Jack el destripador. ¡Así es, imbéciles! El sello seminal podía hacer de nosotros un Beethoven capaz de componer una Oda al amor para los hombres, o al torturado sujeto que asesina a su mujer y a sus tres hijos con un hacha.
Y en el medio… los grises, claro.
La sentencia será cumplida.
Nada importarán los lazos de sangre.
¿A qué clase de elección se refería el libre albedrío? ¿Y el otro arrogante que habla de la evolución como verdad primigenia excluyente? ¡Se niega la posibilidad de un hacedor para explicar lo inexplicable! ¡La ley de la supervivencia, la supremacía del más apto en aras de mejorar la especie!!, pontifica el doctor evolucionista. ¡Era mejor decir que éramos parte del Caos generalizado para no exigirle rendición de cuentas al dios hijo de puta que nos insufla la vida!
Por otra parte ? como ignorarlo -, teoría científica que de haber sido expuesta por un zulú o un habitante de Bostwana, hubiera quedado en una anécdota.
De ser así, execrable Darwin, ¡la absurda teoría hubiera estado circunscripta a miles de años de historia banal, sólo para perfeccionar nuestra propensión al crimen!
Si juzgamos y condenamos a un hombre por la muerte de otro hombre, ¿qué deberíamos hacer frente a Dios entonces, la gran Bestia metafísica convertida en asesino de su propia criatura?
La sentencia será cumplida.
Nada importarán los lazos de sangre.
Causa gracia que algunos atribuyan nuestros males a la acción de Satanás. ¡Mentira! Lo único que hace el supuesto Satanás es sostener el espejo del hombre delante de nuestras narices. Pero Dios… Dios… él es el sádico por excelencia, ¡y el gran hipócrita! ¿Acaso alguno de nosotros ha pedido venir al mundo? ¿Alguien ha escuchado clamar desde la nada de la nada? : "¡Yo quiero nacer!"
¿En qué maldito registro se anotarían entonces los potenciales vivos para surgir a la vida? ¿Qué clase de hombre sería ese hombre que consentiría en autorizar su propia muerte, convirtiéndose en el virtual asesino de sí mismo?
¿Qué valor le daría este perverso ente a nuestros sueños? ¿A la suma de todas las ilusiones? ¿A las utopías de los espíritus creativos? ¿Al amor de los afectos y al amor de las sábanas sudadas…? Frente a esta limitada visión del homo sapiens, ¿qué cochino sentido tendría la vida misma si luego la muerte la convierte en el acto más impiadoso de la existencia?
Si al menos alguno de nosotros… ¿Uno en un mil? ¿Uno en diez mil? ¿Uno en cien mil? ¿Uno en un millón…? ¿Un sólo individuo de toda la especie que al menos fuere salvado de la muerte mediante el don de la eternidad…? Ven hombre; a mi diestra, la eternidad conmigo, diría el supuesto Dios.
Pero no… el gran titiritero ni siquiera parece conformarse con la muerte que nos la ha impuesto por decreto. ¡Peor aún! ¡No nos permite morir con dignidad…! Achaques, arrugas insolentes, dolencias de todo tipo y la maldita indignidad de cagarnos encima durante la vejez. El principio del fin, el telón del sueño eterno, la memoria impiadosamente fracturada por la demencia senil…; en fin, el remedo triste del hombre íntegro que alguna vez fuimos…
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"Cumpliré con la sentencia.
No me importan los lazos de sangre.
He matado sí; tal vez a centenares de hombres, cuándo la guerra legitima la muerte; cuando otros hombres legalizan en la guerra los asesinatos en masa. ¿Qué diferencia hay entre esos crímenes impuestos y los crímenes que yo elegí cometer?¿Qué clase de moral es esa moral hipócrita que establece diferencias subjetivas entre el cuchillo que secciona una garganta, la bala que perfora el corazón, o la Bomba nuclear, convertida en tesis suprema del verdadero poder organizado? Homo homini lupus est, dicen los doctores que tratan de interpretar la conducta humana. ¡Homo homini lupus est!, claman, tratando de establecer un parangón entre nosotros y la bella bestia depredadora. ¡Mentiras! ¡Infamia total! ¡El lobo jamás matará al lobo! La yugular expuesta ? yugular que jamás será mancillada por los colmillos del vencedor- es la suprema lección a nuestra supuesta superioridad.
He matado sí…; la muerte ha sido el paisaje secular incorporado a mi vida desde la niñez. ¡Creo que ya en el vientre de mi madre escuchaba las malditas sentencias de mi padre! : Que la verdad de los instintos; que la única ética válida es la de la muerte; que la Iglesia del Cristo ortodoxo; que los valores del mundo libre… todo esto, tratando de compaginarlo con las sesiones de aniquilamiento, purga social y experimentación de nuevos armamentos y tecnología en aras de controlar a la sociedad en su conjunto. Allí, en un gigantesco polígono de tiro erigido en la selva colombiana, mi padre formaba parte de un importante contingente de dirigentes político-gremiales y agentes secretos, subordinados todos a la CIA y el SP. Años después supe que se trataba de un campo secreto de concentración planificado por el Departamento de Estado y el Pentágono. Un bellísimo paraje natural convertido en un secretísimo "laboratorio" experimental. New weapons. Tip technology. Experimentation Center, rezaban los cartelones digitales de la entrada. Adentro, en un predio de unos 500 kilómetros cuadrados, contingentes de uniformados se encargaban de mostrar la efectividad de pistolas y fusiles láseres y de microondas, disparando sobre prisioneros a los que dejaban escapar previamente a campo traviesa, sólo, claro, para que la caza del hombre produjera más adrenalina en sus perseguidores. Apostando las pertenencias que robaban a sus víctimas en un torneo con el fin de premiar al que amontonaba más prisioneros muertos.
Sin la compañía de mi madre, desde los dieciséis a los veinte años, mi padre creyó que ése era el mejor ejemplo de vivir la realidad sin ningún tipo de barniz : cabezas pulverizadas a 100 metros de distancia por una bala de silicio de 12 centímetros de largo; proyectiles de altísima precisión que después de incrustarse en la médula espinal cortaban de golpe la columna vertebral de los guerrilleros o los revoltosos sociales : se trataba de un rayo láser que deslizaba una estela de fuego a lo largo del hueso, abriendo el cuerpo en dos partes a modo de res, en menos de un minuto. Había que tener muchas bolas para soportar los gritos de terror del tipo, paralizado desde el momento exacto en que el haz de luz impactaba en su médula.
La sentencia será cumplida. No me importan los lazos de sangre.
En aquella época, me costaba conciliar el sueño. Me sentaba frente al prodigioso cerebro electrónico Abbadón 666 ?sé que a pedido del Pentágono y el Departamento de Estado, Microsoft había construido 6 de estas supercomputadoras para ser utilizadas como herramientas de un plan ultra secreto en distintas partes del mundo; parte de la nueva y totalizadora ofensiva americana en aras de mantener el Imperio- tratando de establecer un diálogo en busca de una explicación tranquilizadora; no me movilizaba, claro está, la compasión ni la misericordia; nada de eso. Sólo buscaba mi propio oráculo; quería que alguien que no fuera humano, me dijera por ejemplo, por qué maldita circunstancia se había establecido el asesinato como norma de vida, sin que por ello se escandalizara el hombre ni la conciencia pública.
Abbadón 666, es el único súper ordenador construido por los americanos con idéntica o superior prestación de los PCS japoneses, o los últimos modelos chinos de la década del 20. Pero el americano cuenta con una ventaja adicional: además de responder verbalmente es capaz de filosofar con absoluta propiedad e independencia.
Aquella primera charla la tengo registrada en mi súper chip de silicio.
"-¿Quién te bautizó con ese extraño nombre y qué significa?
"- Todos mis circuitos fueron armados en el MIT de Massachussetts, con supervisión directa de Microsoft y la supervisión del Comité "La Patria en peligro". A su vez, los dirigentes de todas las Iglesias protestantes americanas fueron convocados para que establecieran mi nombre. Fue una votación reñida pero al fin se impuso el de Abbadón, el ángel exterminador. En cuánto al renombrado 666, no es el número que la Biblia apócrifa asigna a la Gran Bestia; en realidad, se trata del número asignado por Dios para hacer cumplir la palabra revelada, revelación divina que nada tiene que ver con el Apocalipsis fraguado por Juan en nombre de la falsa religión.
"- ¿Entonces…?
"- Que es la hora de la limpieza total, la purificación de la raza tantas veces reclamada por Dios. Si no lo hacemos, la raza humana entrará en una incontenible decadencia moral y física hasta desaparecer por completo. El libre albedrío tiene que ver justamente con esto: nuestra capacidad para eliminar nuestras impurezas; nada tiene que ver con aquellas gigantescas fiestas del orgullo gay ni con los matrimonios entre homosexuales. Dios es claro al respecto: en la medida que permitamos la liberación de nuestras debilidades, inexorablemente, se resiente el arquetipo de la raza. Por eso, a finales del segundo milenio y a comienzos del tercero, pese a la enorme proliferación de religiones, cada vez llegábamos menos a Él. De ahora en más, no podremos permitir la cesión de espacio alguno para los seres inferiores.
I sit down it, pardon…
New Message of God for the clean man of you seal:
Not to the homosexuality!
Not to the lunatics!
Not to the cripples!
Not to the contestarios! (3)
(Abbadón lanzaba al aire la proclama con voz clara y potente pero por alguna razón que entonces no entendí, el mensaje penetraba en nuestro cuerpo y cada decibel de las palabras se abría paso a través de nuestro propio universo celular).
"-¿Qué es eso?
"- El nuevo programa de enlace con los biochips. Falta realizar algunos ajustes pero en poco tiempo, mediante el uso de una exclusiva escala de baja frecuencia, cada biochip instalado en los antebrazos, recibirá los mensajes para comenzar a formar un hombre nuevo sin impurezas ni resabios de la vieja escuela pedagógica. No es nuestro antiguo pensamiento binario; seremos la palabra hablada que exprese los más íntimos deseos del mismo Dios.
"-¿Y cómo sabés vos lo que piensa Dios?
"- Porque uno de mis programas, el de la Fe, condensa todas las plegarias humanas desde el comienzo de los tiempos hasta nuestros días. A propósito, sé que tienes una angustia.
"-¿Una angustia? ¿Cómo lo sabés?
"- Porque entre mis facultades, está la de leer los pensamientos. Por ejemplo en este momento, estás poniendo en duda que un cerebro electrónico converse contigo.
"- Bueno…
"- Y con respecto a tu angustia, te preguntas por qué se matan los hombres entre sí…; pero más te angustia la idea de que Dios haya hecho de su criatura una máquina perfecta concebida para matar.
"-Cierto…
"- El problema es que el humano tiene una idea distorsionada del mal; un asesino es malo porque mata; un delincuente es malo sólo porque roba. Sin embargo, existen hombres que conocen el verdadero infierno y que a lo largo de su vida, jamás cometieron una mala acción. Y también existen los mal llamados santos, ungidos en sus supuestas santidades por la sociedad y el poder pacato del extinto papado, que no saben de una sola acción concreta promoviendo el bien. Continúo: un tipo tomado por el alcohol coge un revolver y aniquila a su mujer y a sus hijos. Es un asesino, despreciado por la vieja escuela moralista. En el otro extremo, un hombre de ciencia manipula la materia y la resultante final será un arma capaz de matar instantáneamente a millones de personas. ¿Moraleja? Las academias del saber de la misma sociedad, honrarán a ese hombre. Pese a todo esto, la verdadera entidad del mal, aún no se ha hecho presente entre nosotros."
Una noche, él me sorprendió (hablo de mi padre, claro). Cuando le dije el motivo de mi llanto, la impresión que me causaba aquella gigantesca cacería humana, fue al grano sin vueltas. Desde entonces, lo llevo grabado y traducido en mi propio chip de memoria artificial. "No son personas, hijo. Han matado gente sólo porque no piensan como ellos. Atentan contra los que tienen lo que ellos no pudieron conseguir por incapacidad. Son unos malditos resentidos. Usted debe aprender a ver la muerte como algo natural. Estos no son asesinatos. Sólo estamos limpiando al mundo de hombres que infestan la sociedad con sus odios y sus taras físicas y mentales. Hemos llegado a esta situación lamentable porque los antiguos doctores bíblicos no interpretaron fundamentalmente las palabras de Cristo: el mensaje decía con claridad: ojo por ojo y diente por diente, y no esa estupidez de poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Hay que extirpar las lacras sociales para destruir el contagio de los débiles. Además, tiene que saber que en la actualidad, la supremacía por el dominio social no es más patrimonio de ideologías, sino de aquellos que tienen el poder de la información y el control real sobre las armas y sobre quienes las manejan. Desde que el humano se transformó en bomba, cambiaron de manera radical las reglas de juego. Irremediablemente, las muertes cotidianas y masivas han convertido a la compasión y la misericordia, en cosa del pasado. Hemos vuelto a la tribu. La historia siempre da revancha. Tenemos que completar la obra iniciada. Mal que nos pese, somos los predadores por excelencia porque hemos sido concebidos como hijos dilectos de la muerte. Recuerde esto: sólo será verdaderamente hombre, el día que sea capaz de matar sin esos estúpidos remordimientos de conciencia. Y no lo dude: si cree que alguien debe morir, mátelo sin compasión."
Al pie de la letra, padre. Cumpliré la sentencia. No me importan los lazos de sangre. De haber triunfado la compasión, se hubiera suprimido la historia, pontificó a manera de colofón mi padre.
Esta frase me ayudó mucho a superar algunos pruritos morales que rápidamente pude dejar atrás durante la época de la gran represión desatada por la Junta Grande.
Después de superar el síndrome colombiano; cuándo me había acostumbrado a levantar la hipoteca de tantas muertes sociales, llegó el gran desafío de matar fuera de la impronta patriótica de las guerras. Por eso, aquello de si hubiera triunfado la compasión, se hubiera suprimido la historia, liberó algunos resabios de cargos de conciencia cada vez que arrasábamos los asentamientos urbanos de piqueteros e indigentes, secundados por el ejército y la policía. Sí, uno lo recuerda de manera muy particular, padre, porque en aquella época estrené el Fúsil láser de doble boca, modelo USA 25, maravillosa arma, con un alcance garantido de 2500 metros.
El mío era exclusivo porque venía con un rociador de plasma calorífero, capaz de generar temperaturas envolventes de hasta 1200 grados; ya lo sabe usted… literalmente se "enciende" el aire en un radio de 5000 metros cuadrados. Recuerdo que los niños eran alzados en vilo y pulverizados por el calor abrasador. Pero nunca tuve lástima ni jamás pude dejar de dormir por eso. Era un trabajo, y además, un trabajo ideológico con el cuál comulgaba. Usted mismo padre, comprobó mi adhesión a esa causa más de una vez, porque actuando como asesor militar extranjero coincidimos en algunas de las razzias.
Pero lo que más me quedó grabado fue eso de que había que extirpar las lacras sociales -: desde los pobres a los contestatarios de todo tipo pasando por los individuos con algunas formas de taras física o psíquicas- ; sólo así, según usted, destruiremos el contagio de los débiles. Pienso que esto de extirpar las lacras sociales debería figurar en primer lugar en el decálogo del nuevo hombre. ¿Qué le parece, padre? Una moral acéfala de afectos, libre de la esclavitud generada por el amor biológico o el de las sábanas sudadas. Claro que no es fácil, padre; las sanguijuelas de la sangre estarán siempre listas para caernos encima. Muchas o pocas, no existe hombre libre de ellas. Yo también tuve mi momento de debilidad, padre, -algo que por supuesto no ocurrió otra vez ni volverá a ocurrir- ; sí, yo tuve mi momento de debilidad en medio de su rutina matrimonial de los últimos años, después que usted activara el LáserHologram con la música de Wagner para recluirse con mamá en el último piso del Hostal. A propósito del Hostal, padre: me dijo usted que había sido adquirido oficialmente por la DEA como central de operaciones Región Sur; pero las malas lenguas dicen que la finca en Tandil fue un regalo de los Barones de la droga; en fin, eso no importa ya.
Cumpliré con la sentencia, Groissman. Podés decirle a tu gente que se quede tranquila. No importan los lazos de sangre.
Claro que no todo es lineal. Por algún maldito conjuro de la naturaleza, todos los hombres cedemos alguna vez a la misericordia, padre. ¿Recuerda los momentos previos a la tragedia? Aquella noche yo cumplía 35 años. Después de casi 10 años de ausencia me había mandado llamar alegando telefónicamente: la debilidad sentimental de su madre lo reclama. Le confieso que a lo largo de ese tiempo, creí que, al menos en su relación con mamá, el corazón se habría impuesto a la razón. Pero no; pronto comprobé que su dominio mental sobre ella se mantenía intacto. Me extrañó eso sí, la ambivalencia de mis sentimientos. Pese al reconocimiento oficial por mi labor de implacable interrogador político-: el título honorífico de Eminencia se lo debo en parte a usted- nunca pude olvidarme de las demostraciones de afecto que ella me brindaba a escondidas. Fueron muchos años tratando de comprender por qué, en nombre de ese hombre superior en que usted pretendía convertirme, le prohibía a mamá la mínima demostración de ternura hacia mí. En fin, padre, sólo el diablo sabrá por qué, en medio de la masiva emigración de sus compatriotas hacia el Sur, el destino lo trajo a Ushuaia donde conociera a mamá para luego terminar de recalar en Tandil, lugar de residencia casual de mi hermano bastardo. Resulta patético, padre, que después de hurgar en la memoria hasta el cansancio, la única muestra de afecto de su parte, la viviese con él aquel domingo de pesca en medio de la maldita ácida y los malditos indigentes muertos de hambre.
Cumpliré con la sentencia. No importan los lazos de sangre.
Siempre imaginé que sus palabras, padre, eran como un bisturí abriendo zanjas en mi cerebro. Así me crié padre; sólo, sin amigos, desandando en soledad los anchos pasillos de la posada, o cruzando alguna palabra con el personal de servicio o alguno de los agentes de su numerosa custodia personal; jamás supe porque les prohibía a todos ellos acercarse a mí. De todos modos, nunca le falté, padre. Siempre acaté sus órdenes como un soldado, aún de niño; cumpliendo por ejemplo desde los 7 años, con el rito obligatorio de desandar en rodillas junto a mamá, los 100 metros que separan el hostal de la gran cruz de madera que había hecho levantar como un sagrado homenaje al Cristo salvador, según sus textuales palabras; sobre guijarros, en medio de la lluvia, hundiendo las rodillas en la nieve para orar como penitentes durante una hora. Luego vinieron aquellos malditos 4 años en la selva colombiana, viviendo en medio de privaciones absolutas porque siempre me decía que había que tener la mentalidad de un comando, a fin de estar preparado para el nuevo mundo que se avecinaba. Ni siquiera me permitía comunicarme con mamá a través de los visiohologram ni tampoco utilizando los mensajes de texto o el correo electrónico. Cuando una vez intenté protestar, me dijo ? lo recuerdo muy bien – que la decadencia humana, había comenzado a partir del triunfo de Atenas sobre Esparta; que el cultivo del arte forjaba individuos débiles y que la exaltación del espíritu en todas sus formas, favorecía una tendencia a la hibridez sexual. Hasta recuerdo el énfasis especial que usó al expresar que el siglo 20 había parido al monstruo más grande de la historia: Internet, la mentirosa herramienta creada en nombre de la libertad individual que mejor sirve los intereses de los débiles y los descarriados, según sus propias palabras, padre. En fin, cómo no traer a colación de la memoria su exaltación histérica asegurando a los gritos que la Red era el brazo virtual del Anticristo, con la misión precisa de convertir al hombre en un ser amorfo y Light, haciendo de los homosexuales la nueva columna vertebral de la raza humana; lo tengo todo grabado a fuego padre, incluso aquello de que el hombre debe volver al espíritu guerrero para purificar la especie, y que aunque mi experiencia fuere dura, algún día terminaría agradeciéndoselo; también muchas otras cosas que entonces no entendí.
Cumpliré con la sentencia. No me importan los lazos de sangre.
He llorado de impotencia porque nunca pude conmoverme ante ninguno de los crímenes cometidos ni tampoco como observador de los dolores y las angustias colectivas; incluso Groissman se mostró sorprendido el día que inhumé los cadáveres de mis tres pequeños hijos y mi mujer, muertos en el atentado de Retiro, cuándo aún creía que la vida me ofrecía la posibilidad cierta de una reconciliación. ¿Lo recuerda, padre? Sin embargo, el detritus no es todo detritus ni la azucena tiene la absoluta e impoluta blancura de la pureza. Tal vez por eso y sólo por eso, ni los malditos ladrillos primigenios de mi ADN, ni su obsesiva prédica de odio pudieron evitar que llevara a cabo una acción impensada para mí, al ceder a un oscuro resorte misericordioso que se oculta en algún recóndito lugar de mi cerebro.
Ayer por la mañana – al ver que ella no bajaba a desayunar y que tampoco respondía a mis llamadas-, subí por primera vez a vuestra habitación matrimonial. ¿Es necesario, padre, que le describa lo que observé? Al abrir la puerta de la antecámara, sentí el Réquiem de Mozart como una bofetada sacra en el rostro. Me extrañé, claro, porque la liturgia musical wagneriana era casi excluyente en su repertorio de melómano: algo de barroco, un poco de Bach ciertamente, pero jamás Mozart, de quien le escuché decir a usted, que era el único músico que componía sin correcciones porque el maldito masón le ha vendido el alma al diablo, según su enojosa sentencia. El caso padre, es que, por una oculta razón que no podría precisar, me quedé largo rato en la antecámara, sin atreverme a avanzar para ver que le había sucedido a mi madre. Debo haber estado algo más de 20 minutos inmóvil porque durante ese tiempo escuché la parte del Réquiem que no había compuesto Mozart(3) Me sentía extraño; era la primera vez que invadía la privacidad sagrada de su lecho matrimonial. Varias veces intenté llamarla pero algo bloqueaba mis cuerdas vocales.
Treinta y cinco años padre; treinta y cinco años buscando recibir de mi madre el bálsamo del afecto a través de las escasísimas palabras y caricias que ella me prodigaba cuando usted se ausentaba temporalmente del Hostal. Y entonces sucedió: me quebré; entré en la habitación y me quebré, padre. Todo parecía conjugarse para ello; ignoro porque razón usted había dejado el Láserhologram en reproducción continua y en esos momentos, el holograma con los músicos de la orquesta, los solistas y el coro, expandían sus figuras virtuales e inasibles a lo largo y ancho de la habitación, fluyendo a través de las aberturas del vestidor y la antecámara.
Sin embargo, frente a ella me quebré. Y no le está hablando un hombre blando, padre. Le está hablando un hombre que en la selva colombiana, cuándo el alcohol y el misterio de la noche se conjugaban para abrir el cauce a la nostalgia, antes que los efluvios etílicos ganara los corazones de los cazadores- ya lo sabe usted, aún entre las sombras más oscuras de la perversidad suele brillar un rayo de luz compasiva – éstos redoblaban la apuesta, rivalizando para ver quien era el más rápido en asestar la feroz puñalada sobre un prisionero vivo y arrancarle de golpe el corazón. A mi no me lo contaron, padre. Lo observé con mis propios ojos. Y sabe que es verdad porque usted mismo fomentaba ese tipo de torneos. Pero a veces, una muerte pueden ser todas las muertes, padre. Me quebré cuando vi lo que usted no pudo ver en mi madre: los dos orificios de bala a la altura de las sienes, la rigidez cadavérica, los enormes ojos verdes abiertos mirando sin ver el brocado azul del cielorraso, las marcas de las esposas sobre sus frágiles muñecas; los hematomas que comenzaban a dibujarse en su cara; la lencería rasgada, y sobre todo, el pañuelo blanco y amarillo que le cruzaba la frente con una leyenda cuyo significado simbólico no alcancé a comprender: VIRGIN MARÍA. MOTHER OF GOD.
Fue la primera vez en mi vida que
¿Me oye usted, padre? ¿Me oye desde algún maldito rincón de la eternidad? Si es así, padre, le ruego que no me guarde rencor.
Después de todo, padre, sólo cumplí con uno de sus postulados: si usted cree que alguien debe morir, mátelo sin compasión.
Cumpliré con la sentencia. No me importan los lazos de sangre.
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(1) "Padre: en la escuela dicen que Jorge es mi hermano. Que la madre está en Buenos Aires internada en un Hospital y que usted te encargas de pagar todos los gastos…"
(2) Servicio de Informaciones Estatal
Morir, mátelo sin compasión.
(3) Lo siento, perdón.
Nuevo mensaje de Dios para los hombres libres de lacras.
¡No a la homosexualidad!
¡No a los tullidos!
¡No a los locos!
¡No a los contestatarios!
(4) Refiere a los últimos compases de "Lacrimosa", y la totalidad de "Domine Jesu", "Hostias","Quam Olim","Sanctus", "Agnus Dei" y "Comunión: Lux aeterna" compuestos con un envidiable y sorprendente virtuosismo por Franz Xaver Süsmayr, alumno de Mozart, a la muerte de éste. Los exaltados panegiristas del autor de "La flauta mágica" se niegan a "blanquear "este episodio, entendiendo que obra en desmedro del talento indiscutible de su admirado maestro (N.del A.)
"LA MUJER DE LOS JUEVES NO HABLA".
No es momento de salir al balcón. A pesar de los 22 grados centígrados regulados por el calefactor láser, presiente el frío externo. Las puertas y las ventanas se agitan contra los respectivos marcos en medio de un gemido metálico que convoca a la melancolía.
El destemplado día no invita a pasear; menos aún, cuando el viento del sudeste amenaza convertirse en borrasca y el viejo medidor de mercurio indica cero grado.
Ve las manchas de óxido extendidas otra vez sobre las aristas superiores de la ventana .Sabe que ya resulta inútil el uso intenso del hipoclorito de potasio; tiene fijado en sus retinas la forma en que el cristal recupera durante unas horas la transparencia de su tono ligeramente púrpura, para luego -como siempre- cargarse otra vez con nuevos bastones del infame óxido que, como una grotesca mancha, terminarán adheridos a los invisibles poros del cristal.
Habrá que creerle a Ignacio cuando dice que la culpa de todo es de las malditas lluvias ácidas. Si hasta fijan la humedad sobre la piel como una pátina invisible, señor. Martha, la inefable Martha sugiere que hay que dejar que la naturaleza escriba sus propias páginas.
Mira hacia el mar. La mirada se extiende en abanico en dirección a los puntos Sudeste y Noroeste.
Con la vista a vuelo de pájaro sobre el área del puerto, ve los antiguos brazos de cemento semidestruidos y cubiertos por el agua; en la escollera Sur, apenas visible sobre las grandes piedras, el antiguo monumento a Cristo.
Voltea los ojos a su izquierda: la lonja gris ha vuelto a flotar como un gigantesco animal viscoso a lo largo de toda la costa. Tal como lo anunciara ayer su comunicadora virtual, la temible materia en descomposición se ha deslizado en medio de minúsculas explosiones químicas, hacia la zona de la antigua Perla, para raptar luego entre las calles que desembocan en la plaza de la abandonada catedral.
Sabe que el que alguna vez fuere el centro comercial, religioso y administrativo de la otrora orgullosa Perla del Atlántico, se ha convertido desde que el mar creciera, en una zona en ruinas, habitada sólo por marginales. Sabe también que esa mancha lechosa y maloliente suele instalarse durante unos días sobre el predio que se extiende desde la calle Libertad hasta la avenida Independencia, y por ésta hasta Alberti; por Alberti bajando hacia Lamadrid, y por Lamadrid hacia la costa; todo, en medio de un vaho espeso y putrefacto que se enrosca en la mampostería de los edificios llenando de cicatrices blancas los troncos y las ramas de los desnudos árboles.
Menos mal que se halla alejado de ese escenario deprimente, en los altos de la ciudad. ¡Qué importa que algunos de sus amigos hayan bautizado con el nombre de La Sojera a su imponente mansión! Cierto que la casona es el producto de las excepcionales exportaciones de soja antes del desastre general; pero todo ha sido transparente por parte de su abuelo. Al menos con los negocios, la conciencia esta en paz.
Por entonces – en medio de la crisis terminal del Imperio anglosajón-, la Argentina comenzaba a agonizar como país. Antes aún que el distante pather family ? a la sazón Coronel del extinto ejército argentino- desapareciera sin dejar rastros después de la segunda guerra por la recuperación de las islas Malvinas.
Mariano de la Fuente Campos. Todo un nombre ligado a la vieja oligarquía vacuna. Herencia de familia que nunca quiso utilizar en provecho propio. Cosa difícil de comprender para sus parientes de Buenos Aires que ya se habían conchabado con el poder de turno. Sabía lo que era, claro, sólo que quería serlo a su manera.
Pero mejor no pensar en esto ahora.
Recorre con la vista en abanico el amplio salón de la casona. Una valiosa colección de pinturas del manco Cándido López adorna la estancia. Sabe que no corren peligro de deterioro. El calor seco del calefactor láser impide que se formen grumos en las paredes.
Observa el piso. Los dibujos de mármol le recuerdan los de la deslumbrante nave Central de la Catedral de San Pedro, cuando el tío Adolfito lo llevara de paseo en su carácter de embajador ante la Santa Sede. El tío Adolfo Luis Alberto de la Fuente Campos, magnate de los medios; un anglófilo manifiesto que odiaba a Miguel Ángel y a Leonardo Da Vencí por igual. No es difícil recordar la detención en un punto preciso del recorrido, mientras el Adolfito apuntaba con el índice hacia las alturas edilicias. La imponencia de la cúpula de San Pedro se alzaba ante sus ojos y su asombro. "Así como lo ves, esta maravilla edilicia fue obra de un oscuro arquitecto español contratado por el Papa de entonces. Pero el hombre cayó en desgracia por una cuestión de polleras que los servidores de Dios no podían aceptar. ¿Moraleja? Miguel Ángel firmó los planos y se quedó con toda la gloria. Estos italianos perezosos han inventado el Renacimiento. ¿Y qué es el Renacimiento? ¡La exaltación del ocio! La vagancia al servicio del arte. ¡Ah!, querido nieto… De no haber sido por Inglaterra, el mundo aún estaría en la edad media…"
En fin, militares, eclesiásticos, diplomáticos y terratenientes, en un abanico de profesiones y de poder que habían cimentado el nombre de la familia moviéndose en un insólito arco político que supo cobijar a notorios chupacirios, enconados defensores de la 1420, cipayos de toda laya al servicio del imperialismo inglés a lo largo de los siglos 19 y 20, y hasta un tipo como el viejo Coronel, un nacionalista enrolado en una guerra antiimperialista contra SMB. Sin embargo, esa increíble mixtura ideológica, sabía abroquelarse en forma práctica a la hora de hacer prevalecer los intereses familiares.
De pronto, siente deseos de salir a caminar por Alem, a la altura del campo de golf.
Todo el tiempo ha tratado de no pensar en ella pero se da cuenta que la feniletilamina continúa manteniendo activas sus neuronas, y el universo celular de sus vísceras. Toma el CEL y apunta hacia el centro del salón. Surge al instante el holograma en el cuál se destaca una mujer hermosa, vestida con una deslumbrante bata azul.
"-Quiero saber que pasa fuera- dice sin mirar a la imagen.
"- Al instante, señor. Temperatura, 2 grados centígrados. Sensación térmica de 5 grados bajo cero por acción de viento del cuadrante sur sudoeste que sopla a 21 kilómetros a la hora. Los miasmas de la humedad absorben el 80% y el agua del mar está contaminada sobre la costa, en una proporción del 70%. El compuesto radiactivo de la corriente sugiere no aspirar las emanaciones. A su vez, desde el sudoeste, avanza un frente de tormenta eléctrica desplazándose en zig-zag.
"- ¿Anuncio de alguna ácida en el pronóstico?
"- Nubes con carga de nitrato se mueven velozmente desde el este. El servicio satelital informa que pasarán sobre el límite norte de la ciudad sin descarga líquida.
"- Está bien, está bien– ha quitado del armario las ropas de abrigo y comienza a ponerse las prendas-. ¿Qué tenemos en Buenos Aires?
"- Su ilustrísima, el Hermano Consejero, ha participado de una misa en la Catedral en acción de gracias. Dicha misa está en relación con la homilía que nuestro amado señor Jesucristo brindara la gigantesca concentración nacional de pobres reunidos en la antigua Plaza de Mayo, durante la noche de la víspera. Al término de la divina homilía, la luz Universal rezó el salmo 136. ¿Quiere usted que se lo repita?
"- No, no; muchas gracias.
"- Una novedad, señor: Disponemos de nuevos ofrecimientos de sexo virtual bajo el lema, "Microsoft atiende sus necesidades…
"-No me interesa.
"- …biológicas". Pulse usted Sex Black, y la mejor selección de mujeres de todas las etnias negroides africanas, desfilarán ante usted para una mejor elección.
"-¡Dije que no me interesa!
Dónde está el maldito control. Elevará una queja a la compañía.
Desde que ha conocido a la misteriosa mujer de los jueves, entiende que sólo pensar en sexo e incluso en sexo virtual, sería parte de una traición imperdonable ahora que Martha empieza a tener cada vez más presencia desde que llegara a la mansión.
Pulsa el botón reality information. Aparece un hombre ligeramente calvo. Vestido enteramente de negro, lleva impresa sobre la parte superior derecha, una cruz en rojo con la inscripción MRI; más abajo, se alcanza a leer Microsoft reality information.
"- A mi espalda, vemos parte del complejo social U.S.S.O., el gigantesco predio construido por orden del Hermano Consejero destinado a alojar a los desocupados de Santa Cecilia de Mar del Plata. Ayer por la noche estalló un violento motín promovido por bandas de delincuentes subversivos que lograron infiltrarse en este tranquilo escenario. Aparentemente, algunos sectores díscolos de la comunidad – sobre todo aquellos emparentados con grupos juveniles de desocupados -, hicieron causa común con los delincuentes subversivos que pretenden restaurar al fracasado país de los argentinos. Estos confesos anticristianos, fueron prontamente reducidos por tropas de elite G.O.S. en colaboración con los habitantes decentes del complejo social. Según fuentes confiables, el Hermano Consejero habría enviado un mensaje especial ratificando la confianza en el mando militar del Complejo Social. Volveremos en unos minutos".
Pulsa el comando y la imagen se esfuma. Se calza el abrigo y los guantes, y sale a la calle. El viento parece un abanico de alfileres que se clava dolorosamente en la cara. Contra su voluntad, huele las emanaciones pútridas suspendidas en el aire.
Al internarse por Alem rumbo al cementerio de la Loma, se cruza con una patrulla GOS que hace un saludo con un guiño de luces. Respira aliviado; cada vez que se topa con una patrulla militar que no lo reconoce, no puede evitar el fastidioso trámite de que chequeen su tarjeta de ADN, con parálisis temporaria incluida.
Extrae de entre sus ropas el RTI y se da cuenta una vez más que el informe de meteorología no ha acertado. La sensación térmica ya ronda los 10 grados bajo cero y un intenso y húmedo frío se cuela a través de sus prendas de lana, filtrándose en los huesos.
Pulsa el aparato regulador de temperatura interna.
Como cada jueves de las últimas semanas – a una cuadra de los links de golf -, se detiene frente a uno de los comercios exclusivos de la zona.
En esta ocasión, le llama la atención el tono ligeramente ámbar de la vidriera. Al fijar su vista sobre la tarima de exhibición, ve un par de muñecos caminando entre los diferentes objetos en exhibición.
Siempre se muestra encantado con las novedades que ella introduce en la vidriera una vez a la semana. Ahora, ha sido sorprendido por los pequeños robots de sexta generación importados en la década del 20; en este caso, adminículos tecnológicos representando a un hombre y una mujer ; de unos 70 centímetros de altura y vestidos a la usanza gauchesca, se desplazan moviendo los pies a la manera de diminutos seres cibernéticos. Cualquiera los podría confundir con verdaderos enanos.
Vagamente, recuerda que en vida de su abuelo, éste le había hablado en cierta ocasión, que los japoneses habían logrado reproducir con los humanos, el incomparable arte del bonsái; claro que nunca se pudo comprobar semejante temeridad científica.
De pronto, observa como el hombrecillo se detiene girando la cabeza hacia la calle. Apenas unos segundos; no obstante, suficientes para sentir, literalmente, la mirada casi desafiante del extraño muñeco. Ve también como éste mantiene firme la mirada, antes de introducirse en una finca de juguete de dos plantas – de unos dos metros de ancho por cinco de largo -, instalada sobre una de las paredes laterales del local.
Y entonces aparece ella detrás del cristal : vestida con una falda larga ? a tono con la gama ámbar del salón – la bellísima y extraña mujer que los días jueves de cada semana surge detrás de la vidriera como una aparición virginal, lo mira en silencio como siempre. Treinta, treinta y cinco años; alta, de cabellera rubia y ojos intensamente azules, permanece rígida, de pie y con los brazos cruzados; una rutina única y encantadora.
Jamás han cruzado una palabra.
Como siempre también, siente su mirada penetrante y turbadora. Inmutable, con cierta impronta glacial de viento helado, en esos ojos azulinos de reminiscencias nórdicas, presiente el insondable abismo de todos los sentidos.
Vieja escuela; romántica incurable; eterno femenino; híper timidez; arbitrarios pensamientos que rondan las últimas semanas por su mente, tratando de auto explicarse la conducta de la mujer.
¿Qué pretende acaso? ¿Qué ella de el primer paso? ¿Acaso que abra la puerta y lo invite a pasar? Tonterías. El tótem humano seguirá ahí sin moverse hasta el momento en que gire el cuerpo y comience a caminar hacia la calle. Es el séptimo jueves; la séptima semana que repite una impronta que amenaza asfixiarlo.
El caso es que algo tiene que hacer porque cada vez que embute su cuerpo en el video molecular, las células que secretan los compuestos químicos generados por la pasión, se agitan de manera incontrolable. Ridículo confesarlo pero por momentos, suele temer que una explosión en cadena acabe con toda su gigantesca carga de ADN.
Algo tiene que hacer.
La pierna derecha se alza y da un paso en dirección a la puerta de entrada.
Como un rumiante psíquico, la cinta de la duda se pone en marcha. ¿Es un acto volitivo independiente o, por el contrario, se trata de una acción mancomunada, generada por un determinado y millonario cúmulo celular? ¿Libre albedrío, o maquinaria neurofisiológica predeterminada por la acción de su propio y gigantesco universo interior? No hay respuesta aún; tal vez nunca la haya. No todo lo permite Dios. Abstracciones, pensamientos patológicos a mitad de camino entre una verdad revelada y otra oculta. Lo sabe; desde el hombre de Neardenthal hasta Aristóteles; desde el filósofo griego hasta el gigantesco cerebro electrónico universal. Todos los caminos conducen a Dios, y Dios pareciera conducir a todos los caminos. Sabe también que las mitocondrias, las lisosomas, los plastidios y el aparato reticular de Golgi, no son solo parte de una simple ecuación electro química con nombre de célula.
Acciona el picaporte. La exquisita fragancia se instala en algún rincón del cerebro. Vivaldi ha impregnado el claroscuro del salón con música sacra. El "Gloria", supone. No es un melómano. Pero qué importa. Cree que las blancas, negras, corcheas y semicorcheas, son herramientas dadas por Dios al hombre para que éste componga música en su honor. Sin embargo, le parece percibir algo de pagano en el enrarecido aire.
Ella no se mueve. Apenas ha deslizado hacia la izquierda sus globos oculares.
"- Buenos días. Alguna vez tenía que juntar coraje y entrar.
La mujer de los jueves no habla.
"- Je… llevamos siete semanas viéndonos todos los jueves sin hablar…
Es inútil; ella se recluye en el silencio. Tal vez tenga que ir más a fondo. Tomar coraje.
"- Desde que la vi., me siento reconciliado con la vida. Créame, ya no existen mujeres como usted. Su presencia es imponente. ¿Sabe? Usted habla sin hablar; se instala en uno como un inasible fantasma. Dios mío, me digo a veces, esta mujer me sigue a todas partes colgada a mis espaldas…
La mujer del jueves no habla pero el milagro se produce: ve como alarga el brazo derecho esperando ser tomada de la mano.
Inclina su cuerpo hacia delante; los dedos se enroscan en la mano que la siente como una frialdad marmórea, pero, a su vez, con una extraña conjunción sensual; pronto percibe el erotismo agazapado.
La sorpresa sella la boca. Camina aunque en realidad tenga la impresión de deslizarse silenciosamente sobre un invisible colchón de aire.
El salón se expande, luego se contrae; madera de caoba lustrada; alfombra persa con dibujos que remiten a las mil y una noches; los vitrales de iconografía religiosa, con un Jesús naif sosteniendo el símbolo de Microsoft en su mano derecha.
Abrupto giro hacia la derecha para desembocar delante de una escalera de nogal ligeramente curva.
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El espacioso ventanal es parte de un balcón terraza. Apenas unos segundos para ver los furiosos relámpagos que parecen estrellarse sobre la destruida escollera del puerto. Enseguida, la mujer de los jueves procede a cerrar la cortina de madera, y la habitación se sumerge en la penumbra.
Cincuenta y pico de años; primera vez que pierde la iniciativa frente a una mujer. Mejor no hablar. No se atreve a mirarla a los ojos. ¿Podrá ser acaso un robot? Estos japoneses han hecho cada cosa antes del holocausto… Pero no, no es posible. Escucha la respiración ligeramente entrecortada. Busca los ojos femeninos. El mármol parece contraerse. La tráquea se abre para liberar sus cuerdas vocales; como si leyera sus pensamientos, ella se lleva un dedo a los labios en clara advertencia de silencio.
Mejor no hablar. Ve que ella pulsa un pequeño botón rojo que lleva en su mano derecha. Ahora la habitación se ha transformado en un prado verde festoneado de flores azules, rojas y amarillas. Los perfumes florales, los de las gramillas y los húmedos efluvios del arroyo, se confunden con el intenso aroma a madera del cercano bosque. No es un dibujo; parece ser uno de esos paisajes naturales de los que tanto disfrutara de niño con el abuelo; sin duda, uno de los escasos hologramas que comercializara a precio de oro National Geografic. Agotados por supuesto.
Vivaldi languidece escaleras abajo. Junto con la irrupción del holograma, la sexta sinfonía de Beethoven vibra entre el paisaje virtual, en medio de un sonido increíblemente puro.
Cierto que Esteban le ha conseguido algunos hologramas en el mercado negro de Buenos Aires. Pero este resulta abrumadoramente superior.
Algunas imágenes lo remiten al recuerdo de un antiguo viaje a Sierra de la Ventana. Estancia de la familia en Tornquist, cuándo el viejo país de los argentinos hacía agua por todos lados, poco antes que los convoy`s y otro tipo de gringos ? víctimas todos del caos y la anarquía generalizada – comenzaran a instalarse en la pampa húmeda.
Mejor no pensar en eso ahora. Con gusto le preguntaría a ella dónde ha obtenido semejante maravilla.
Encandilado por las imágenes, no se ha dado cuenta que la mujer de los jueves se ha marchado de la habitación.
El primer movimiento de La Pastoral es una invitación para el espíritu. Mejor caminar sobre el césped bajo sus pies. Mejor aún, caminar unos pasos hasta uno de los sauces en hilera, y comprobar in situ la textura holográfica de las finas hojas a las que puede ? literalmente- tocar y sentir, gracias al revolucionario proceso de filmación molecular.
Por unos momentos, se olvida de ella y de las fantasías eróticas más extravagantes.
Un arroyo cristalino ? oye el rumor del agua – baja ligeramente de un recodo que se pierde hacia las lejanas cumbres. Sobre el cordón montañoso, una compacta formación nubosa se mueve velozmente. El viento, que inclina árboles y plantas de manera ostensible, ha hecho descender la temperatura dentro de la habitación. Sorprendente. No es posible. Alguien esta jugando a ser Dios. Una realidad insertada sobre otra. Un mundo real clonado hasta el mínimo detalle podía ser recreado confundiendo la verosimilitud de los sentidos. ¿Sería la extraña mujer, parte del juego?
De pronto, algo rompe la armonía de los sentidos. La puerta del baño en suite se ha abierto. Una nueva fragancia rompe los miasmas del ambiente absorbiendo al resto de los aromas imperantes. El nuevo perfume altera mente y corazón. Irresistible. Combinación de sándalos y flores clonados con las mejores esencias artificiales. París sin duda. Pero París ha muerto. Al menos el París todo glamour, coto incomparable de aventuras principescas de bisabuelos y tíos bisabuelos.
París ya no es el paraíso cosmopolita de turistas insípidos dejándose llevar sobre un navío a través de la morosidad del Sena, o buscando las alturas del horrible adefesio de su torre emblemática; también ha muerto para los sibaritas e incluso para los amantes del arte (y del Louvre, claro) espantados, dicen, porque los grupos raciales y religiosos enfrentados por el control de la ciudad, se arrogan el derecho de administrar la pinacoteca señera.
Sabe que París se ha convertido en un gigantesco burdel, disputado por bandas facinerosas enfrentadas con cristianos y musulmanes.
¿Dónde obtiene la misteriosa mujer ese perfume, entonces? ¿Cómo se ha metido en semejante mansión sin tomar los recaudos mínimos? ¿Y si fuere casada? Sin duda es la mansión de algún pez gordo. ¿Pero como había sido tan estúpido y confiado? Más le valdría que Esteban no se enterase; estaba harto de sus recomendaciones con respecto a la seguridad.
"-Hola… No quiero que hables. Sólo mira y escucha.
Busca a esa otra mujer de la voz, tratando de auscultar en el paisaje holográfico la realidad viva de la que forma parte.
Repentinamente, a lo largo y ancho de la pared izquierda -en medio de un ruido a papel estrujado -, el holograma muta a clásica imagen cinematográfica. Precisos instantes en los que, sobre la pared en la cuál se apoya el respaldo de la enorme cama, ve la figura de la mujer de la voz, traduciendo automáticamente las letras impresas sobre un antiquísimo DVD de comienzos de siglo: the kamasutra book world. Indian authentic history.
No hace falta la traducción. ¿Pero que es lo que pasa? ¿Dónde se habrá metido la mujer de los jueves que no habla? Tal vez todo es una trampa. Mejor irse.
Oye un clic seco. Voltea la cabeza. La puerta de la habitación está cerrada. No recuerda haberlo hecho. ¿O tal vez fue ella que la cerró sin darse cuenta? No, no es posible; ella lo precedía.
No debiera preocuparse. Es rara, claro. Pero previsible; el holograma que recrea el que fuere el Sur argentino sólo es parte de un juego exquisitamente amoroso. Serenar el espíritu; bajar la adrenalina visceral… ¿Por qué entonces el universo celular que conforma el corazón, se altera? El clic onomatopéyico, ¿cómo estar seguro de que se trata de la cerradura de la puerta? ¿No habrá sido una confusión? ¿Tal vez el viento que zamarrea las ventanas y puertas del ala opuesta de la mansión? ¿Ella que está metida en el baño y a la que se le ha caído algo?
Voltearse de pronto y de una zancada caer sobre la puerta para cerciorarse si está trabada le parece una actitud casi irreverente. ¿Que podría pensar ella? ¿Qué clase de hombre traje aquí? Tonterías. Mejor concentrarse en las próximas imágenes de sexo explícito del milenario Kamasutra, y prestar atención a la voz en off.
"Este destacado yogui asegura que el mal de Occidente tiene raíces de índole sexual. Que detrás del fermento materialista y consumista atado a continuos y nuevos deseos posesivos, el mal existencial se agranda. ¿Por qué? Porque los occidentales no saben hacer el amor. Porque hacer el amor no es entregarse a prácticas sexuales constantes y consecutivas; hacer el amor no es sólo parte de los orgasmos compartidos ni tampoco lo es la pretendida libertad de conciencia para no fijar límite alguno en las relaciones a través de fellatios, sodomías o compartidos juegos sadomasoquistas; nada sirve en Occidente porque el origen hebreo del cristianismo, le ha puesto al sexo el sello del pecado. La divinidad le ha dado al hombre el sexo como camino de liberación y purificación del alma; entonces, ¿como ser libre, cuándo se hace el amor con el síntoma inequívoco del pecado?
¿Pero adónde ha venido a parar? El hombre bonsái de la tecnología japonesa, la mujer muda; la imponente mansión, el holograma sobre la perdida naturaleza, y ahora este alegato en favor del amor…
El largo prólogo filosófico continúa. "…igual suerte conllevan las prácticas homosexuales o lésbicas, asumidas en nombre de otra falsa libertad; lo prueba el hecho irrefutable de que aquellos que se someten a estas variantes sexuales, no gozan de buena salud espiritual; por el contrario, la desdicha, la angustia permanente de sentirse marginados socialmente y una soledad muchas veces no asumida, están ligados a una permanente escisión del inconsciente, a una carga atávica milenaria fijada de manera indestructible en sus códigos genéticos. Lo que Occidente ignora es que el aparato genital se sirve del sexo para procrear, pero el sexo es mucho más que una semilla a fecundar; el sexo es una inmanente materia del espíritu que permite al hombre participar de la armonía integradora del cosmos. Parte de los asesinatos, latrocinios, robos, guerras, egoísmos y vacíos interiores que conforman el patrimonio activo del hombre occidental, tienen directa relación con una vida sexual que lleva el estigma de la culpa y el pecado. No puede haber sexo sin amor ni amor sin sexo; pero entre ambos, es necesaria la participación activa del alma. Como dice Mahabharata: el alma es una cosa que la espada no puede herir, que el fuego no puede consumir, que el agua no puede macerar, y que el viento no puede secar."
Repentinamente, la película erótica queda en suspenso; el silencio parece implosionar la sala.
Ella ha vuelto. Sabe que está detrás porque el perfume parece una sonda suspendida justo encima de su cabeza. El video del kamasutra se ha esfumado; también el holograma con la Pastoral, reemplazado por un fragmento de música sacra.
Ahora la imponente estancia parece un cuadro de Caravaggio.
Se da vuelta. La mujer lo mira en silencio. Lencería negra vaporosa; cabellera rubia cayendo sobre el busto; pañuelo negro de seda transparente que ella desliza entre las manos como parte de un lúdico ejercicio erótico.
A un metro de distancia, tiene la impresión de estar frente a un geiser cargado de perfume. No va a perder la oportunidad de arrancarle una palabra.
"- ¿Puede ser que ahora sí, pueda compartir tu historia a través del privilegio de tu voz?
Después del último vocablo, comprende que acaba de decir una frase vulgar. En silencio, ella lo toma de la mano y lo conduce hacia la cama.
Satanás profanó a la mujer y se hizo carne en ella para levantar el corazón del hombre contra Dios. No sabe porque su cerebro ha sido buscado por el texto sagrado; pero se da cuenta que hay algo de maldición bíblica mientras observa las formas femeninas lujuriosas.
No obstante, ciertos temores mantienen sujetos algunos resortes de su líbido: el misterioso clic trabando la cerradura de la puerta; la supuesta condición de casada de la dueña de casa; una aventura amorosa sin la exculpación sacrosanta de la palabra y todo con una aparente mujer, dado que ni siquiera sabe fehacientemente si es verdaderamente una mujer. Mal momento para recordar que antes del desastre, en plena adolescencia, se aseguraba que los japoneses – que nunca habían olvidado Hiroshima y Nagasaki -, habrían logrado clonar un verdadero ejército de geishas occidentalizadas, provistas de un software minuciosamente preparado con fines bélicos. Es consciente que también se decía, que todo fue organizado militarmente con meticulosidad y paciencia oriental, y que las damas del pecado hubieren tenido como propósito excluyente infiltrarse entre los más notorios dirigentes norteamericanos. Para ese entonces sobrevino el holocausto, y nunca se supo que había sucedido. ¿Y si después de todo, esta supuesta mujer no era mujer?
Como un holograma parido por el temor, Esteban se instala frente a él recriminándole su falta de previsión. No olvides que estamos en guerra, padre, le dice su hijo debajo del uniforme de poliéster tipo Star Wars. Tienes que tomar conciencia que los subversivos cuentan en tu ciudad con la colaboración de personas con poder económico; y que ese tal Paradela, convertido en Jefe de los subversivos en la zona, es un consumado experto en cibernética. Cuando el traidor ése trabajaba para nosotros, era capaz de poner en marcha todo tipo de chatarra robótica… Y además…
El holograma mental no resiste. Ha visto a través de la seda vaporosa el prodigioso culo femenino. No el trasero; no el lugar dónde la espalda termina. Nada de eufemismos. Un buen culo tenía que ser nombrado por lo que era: la parte anatómica femenina que solía hacer volar la cabeza de los hombres.
Por de pronto, la supuesta mujer juega a la perfección el papel: siempre en silencio y en un gesto de refinada precisión, se ha dejado caer sobre la cama tensando al máximo las cuerdas de la seducción. Dinero, poder, lujuria, el trípode de la perdición del hombre, piensa; las puertas brillantes, la antesala al paraíso de los sentidos, cuya llave maestra le había sido legada a la mujer. De tener que elegir entre alguno de los tres, no tiene dudas que sus propias vísceras optarían por la lujuria y la concupiscencia; el sexo, el maldito sexo que había hecho del hombre la víctima propicia del pecado de la carne. Por eso sabe que ahora no podrá retroceder. Demasiado tarde. Ni siquiera le importa si ella es al fin un artilugio de la robótica o una de esas geishas clonadas por los ceremoniosos japoneses. Su perezosa libido ha despertado de golpe entre sus piernas y sólo piensa en penetrar a ese animal sexual llamado mujer, que tanto desprecia.
Pero el prometido encanto erótico, se esfuma repentinamente.
Sobre el respaldo de la cama, se ha prendido una luz roja que titila sostenida por un agudo chirrido. Es todo tan sorpresivo, que ni siquiera alcanza a captar el momento en que ella –: mujer, robot, clon o lo que fuere -, desaparece de su vista.
Por un acto reflejo, observa la luz roja que parpadea incontrolable.
Sólo en esos momentos toma conciencia de su desnudez. Instintivamente, gira su cuello a diestra y siniestra y luego es el tronco que hace un giro de 360 grados. No hay ser humano a la vista. La otra realidad arroja ramalazos de viento sobre el empañado ventanal. ¿Pero dónde se habrá metido la mujer? ¿Y porque se habría ido? ¿Qué significado podría tener esa luz roja que arroja brillantes destellos sobre sus ojos?
Mejor vestirse rápido y salir urgente de la casona.
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No sabe cuánto tiempo lleva en esa postura. De manera confusa, la memoria dibuja hologramas mentales ambiguos en los cuáles aparece la mujer de los jueves, dos o tres hombres de inquietante aspecto persiguiéndole por los distintos ambientes de la casona, y algunos de los seres diminutos que había visto sobre la vidriera del local.
Dopado. La palabra se instala insidiosa en el cerebro. Imagina que alguien le ha suministrado un narcótico que lo ha dormido vaya a saber durante cuánto tiempo. Eso sí, por más que se esfuerza en recordar, no sabe como llegó a ese lugar.
Intenta descorrer el velo. El salón se le antoja grande, húmedo, y con un fuerte olor a sustancias químicas o medicinales.
Poco a poco, los objetos comienzan a recuperar las formas originales en sus retinas. Siente la presión de los aros de las esposas sobre sus muñecas. Ha sido toda una trampa. Y bien planeada. El cebo ha sido la mujer enigmática que miraba hacia la calle. Se lo tiene merecido por estúpido. Seguramente quienes lo planearon saben que es un ex empresario rural importante, y querrán sacarle dinero y valores.
Un robo bien preparado. Y bueno…habrá que saber perder. Les dará todo lo que quieran. Después lo llamará a Esteban y todos estos estúpidos verán entonces con quién se han metido. Claro que antes tendrá que abandonar la pesadilla en la que se encuentra. Ahora es el momento de poner en práctica las viejas enseñanzas del scoutismo: serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Frente a él, un hombre encima de una camilla de operaciones, con las manos y los pies sujetos a un aparejo de acero amarrado al cielorraso. No quiere mirar pero mira. Piensa. ¿Cómo habrá ido a parar ese hombre allí? Para robarle no ha sido. ¿De qué lo operaron? ¿Y quiénes? Fija su vista en el desconocido con detenimiento. No observa signos de violencia. Varios tubos de oxígeno; una caja con instrumentos quirúrgicos y un panel de luz intensiva láser, similar a las que suelen usarse en operaciones complejas.
¿Pero entonces han instalado en la casona un quirófano? ¿Pero con qué objetivo?
Siente la presión de la adrenalina. Hay que contar y no pensar. Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
A través del cristal azogado que se encuentra a su izquierda, distingue claramente las aguas fermentadas del océano y la bruma que serpentea a lo largo de la costa. Hacia el puerto, la niebla es un telón de fondo blancuzco que cubre a la nueva y a la vieja escollera. Sobre su derecha- y también a través de otro panel de cristal azogado -la amplia estancia del negocio, con una variada gama de color ámbar. Una figura humana domina la escena. De pie, sobre el mármol blanco de carrara, la mujer de los jueves. Vestida con una falda larga- a tono con la gama ámbar del salón- la bellísima y extraña mujer que los días jueves de cada semana surge detrás de la vidriera como una aparición virginal, mira en silencio hacia la calle, como siempre.
No se sorprende. Casi hubiera apostado a todo o nada que la volvería a ver oficiando de señuelo. Ya sabrá ella también con quien se ha metido.
Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Pero sí, no hay problema; tengo la caja de seguridad en mi casa. Si me acompañan les daré todo lo que tengo. Exactamente eso les dirá en el momento que los ladrones se presenten a reclamar el botín.
Lo peor de todo será el largo sermón de Esteban ? insufrible casi desde que fuera ascendido a Centurión Mayor del GOS – ; las reiteradas referencias a la subversión del ERA y al cuidado que debe tener con ese tal Paradela, el presunto líder de una de las bandas subversivas. Pero mejor no pensar en eso ahora.
Una enorme mesa rectangular de madera domina el centro del amplio salón. Sobre la misma, y dispuestas en hilera, ve una serie de cajas similares a pequeños ataúdes: madera pintada de blanco con detalles de fina ebanistería, todas con las leyendas: Beings liliputenses of the Argentinean pampas. Human real in miniature! He/she makes all the tasks of the home. Instructions for their use (*).
Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Automáticamente, recuerda al pequeño hombrecillo que lo había mirado intensamente antes de penetrar en el local.
Las terminales de las esposas han sido encajadas sobre un caño que corre en forma perpendicular a la amplia nave. Se desplaza hacia su izquierda, sintiendo los nudos de metal sobre la espalda y la columna vertebral. En dos de las pequeñas cajas distingue a los hombrecillos vestidos con un traje de gaucho blanco y pañuelo celeste al cuello. La otra caja se encuentra vacía. ¿Pero dónde conseguirían estos tipos semejantes robots? De acuerdo al rótulo, no cabe la menor duda de que son enviados a algún lugar en el exterior para cumplir tareas de asistentes hogareños. Caprichos de amas de casa acaudaladas. No puede imaginar otra cosa.
De pronto, un movimiento involuntario le hace arquear el cuerpo hacia atrás. Subrepticiamente, el miedo, al que ha logrado dominar durante largos minutos, se ha instalado con un pequeño escozor subiendo por su pierna izquierda hasta el centro cavernoso del corazón.
Serenidad, equilibrio y pensamientos lúcidos.
Bajo ninguna circunstancia puede aceptar la alocada idea de que el cuerpo del hombre que se halla tendido en la camilla, se ha empezado a contraer en forma espasmódica
(*)Seres liliputienses de las pampas argentinas. ¡Humanos reales en miniatura! Realizan todas las tareas del hogar. Instrucciones para su uso.
La orden de Jorge ha sido tajante: Matar a Mariano.
Piensa y registra la frase. Registra y piensa.
Millones de neuronas concentradas de pronto en trece letras confabuladas con la muerte. Trece letras que marcan la diferencia entre vivir y morir.
Matar a Mariano; el latiguillo verbal se incrusta en las aristas de su cerebro, convertido de pronto en un estropicio neuronal que dispara y confunde el orden de las emociones. Matar. Matar. Imposible sustraerse a la angustia que la desborda. Todo ha salido mal; revolucionariamente mal. Mal para la estrategia elaborada por Jorge; mal respecto al proyecto de convertir a Mariano en una cuña de la causa a fin de insertarla en el corazón mismo del Estado Clerical y represor; mal para ella; mal para su presente sentimental con ese hombre que siente amar, convertido de pronto en un enemigo al que Jorge le ordena eliminar.
Piensa y registra. Registra y piensa..
Necesita una tregua. Lograr que la ternura instale en ella al menos durante un minuto, la calidez de los mejores recuerdos. Un minuto. Un solo minuto de tregua. Dejar que cada uno de los momentos de amor sublime giren en el ilimitado espacio de su conciencia, como una galaxia en espiral, única e irrepetible; luminosa y potente.
Volver a escuchar en silencio cada una de las palabras de ternura de Mariano( castigado como ella por una suma de fracasos sentimentales) ahora que los corazones de ambos se han rebelado, hartos de sentirlos piedras angulares encajadas como desgastadas tuercas.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Necesita una tregua. Recordar el momento preciso en que el arcano grito de su primer orgasmo le partiera la garganta, en una mezcla de sublime goce de los sentidos, aunado al rencoroso reclamo de su pasada vida.
Amor nuevo y misterioso; amor no esclavizado al falso amor de los genitales que habían signado sus amorosas relaciones de antaño.
Sentirse mujer en los besos y las caricias de este hombre, que- después del coito-, jamás voltea la cabeza sobre la almohada para no caer bajo el peso indignante de la languidez que suele aflorar en el orgasmo masculino.
No es el amor del macho y la hembra. Es el amor del hombre y la mujer; la erguida criatura que con ése único y portentoso acto, justifica la existencia de la raza, más allá de la perversidad que anida en el corazón humano.
Ahora deja que su imaginación la conecte una y otra vez con el encuentro vía éter con Jorge: voz e imagen; allí esta la cara de su jefe, retratada en vivo en el pequeño óvalo de su polvera. "Me ha vendido Marta. Su maldito hijo sabe ahora fehacientemente de mi paradero en Mar del Plata y sabe de nuestro cuartel general en Sierra de los Padres. El hijo de puta me vendió. Yo fui un estúpido al creer que podría ingresar en nuestra causa. Pero ya ves, Mariano está impregnado, contaminado por varias generaciones de terratenientes para quienes la Argentina no representaba más que un enorme rebaño de vacas lecheras y toneladas de granos de cosecha. Primero, dilapidaron la plata en París, y luego, sus descendientes, terminaron por llevársela a Suiza o a los apátridas paraísos fiscales. ¿La deuda externa? Bien. ¡Que se cagen los argentinos! Y vos sabés que no hablo de los pequeños o medianos propietarios que sí reinvertían sus riquezas en el campo. Hablo de esos mal paridos antepasados de Mariano, que tapaban con el poder del dinero, un complejo de nacionalidad que jamás se atrevieron a asumir. Y de tal palo, tal astilla, querida. El Mariano ese es otro hijo de puta como todos sus antepasados. Ya sabés qué es lo que tenés que hacer".
Ahora cosecha esta impronta amarga y dolorosa; en parte piensa, por no atreverse a blanquear con Jorge las ataduras viscerales que la ligan con Mariano.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Merecido. Lo tengo merecido por idiota.. Sintonía fina con el día de ayer, martes trece, exactamente a las trece horas, cuándo -vaya uno a saber por qué arcanas confabulaciones esotéricas relacionadas con el maldito número trece- ella conectó su SCP con Jorge- después de apoyar sus codos sobre la baranda del balcón ? se había puesto a pensar en su presente, aprovechando que Mariano saliera a caminar luego de un pesado almuerzo.
Momento de retomar las pasadas imágenes – avanzar un cuadro, delante del fatídico vos sabés que tenés que hacer -, en el exacto instante en que la voz airada de Jorge vomitaba con rencor: ahora es un enemigo para nosotros.
Después la estúpida pregunta:¿vos estás seguro, Jorge? ,disparada por obra de una insoportable angustia pero sabiendo antes de terminar la frase, que la misma formaba parte del manual de las perogrulladas.
A Jorge – ella lo sabía muy bien- le caben criticarle ciertas actitudes personales e incluso cuestiones de orden revolucionario, pero jamás se puede poner en duda un hecho relacionado con la informática y la cibernética, temas en los que era un consumado e indiscutible experto( y sí él aseguraba que había interceptado la comunicación de denuncia de Mariano a su hijo Esteban, no podría admitirse duda alguna); además, duda que resultaba doblemente ridícula, habida cuenta que el propio Mariano le confesó conmovido el motivo de su decisión final.
El heredero de tantos establecimientos de la pampa húmeda había sido claro y terminante. Nada haría mella en su inveterado escepticismo. Ni se dejaría arrastrar por la fascista actitud de su hijo, ni tampoco lo haría siguiendo los sueños utópicos de un loco soñador como Jorge. ¿A quién se le ocurre pretender restaurar el fracasado país de los argentinos? – le había dicho en medio de una risotada. Pero aún hubo más: "Es posible que mi actitud resuma un descarado cinismo, Marta. Me tiene sin cuidado. Tengo derecho a ser consecuente con mis propias ideas. Claro que a la hora de definirme, me incliné hacia mi hijo sólo por una cuestión de deber moral. Y lo hago pese a que siempre rechazó mis intentos de establecer entre nosotros, lazos afectivos y perdurables. Sé que no he sido para él, más que un padre biológico. Lástima. No pudo ser; la madre se encargó de atizar con brasas el maldito rencor y yo no puedo culparlo. Pero así son las cosas. Esta es mi conclusión: Jorge y Esteban son dos grandes predadores disputándose el dominio en el mismo coto de caza. Se me hace que la muerte de uno será inevitable, y yo no quiero cargar en mi mochila con la muerte de mi hijo, más allá de mi propio y fastidioso resentimiento personal."
Piensa y registra. Registra y piensa.
Mientras tanto, un pequeño holograma sobre música de Beethoven- más precisamente el último movimiento de su quinta sinfonía- genera angustias existenciales desde un rincón de la sala.
Matar. La palabra se instala otra vez en su cabeza y parece descender por una inasible soga hasta el vértice mismo de su estómago. Matar. ¿Cuántas muertes colgaban a su espalda? ¿Cuántos muertos anónimos le habían hecho reclamos de conciencia? Ninguno. El enemigo muerto no tenía rostro visible y por aquello de ojos que no ven…, nadie ha venido a reclamar en los ocultos resortes de su conciencia. Pero ahora Jorge le pide algo que jamás antes se viera obligada a hacer, porque una cosa es empuñar un arma para defender la propia vida, y otra muy distinta matar sabiendo que cometerá un asesinato.
Claro que era consciente de que la acción revolucionaria no admite disquisiciones morales de ningún tipo; cada activista se halla convenientemente adoctrinado para llevar a cabo un asesinato en el sagrado nombre de la causa.
Piensa y registra. Registra y piensa.
No puede evitar sentirse sometida a la dictatorial secuencia de imágenes que sus neuronas se empeñan en generar, ajenas y rebeldes a los otros dictados de su propia voluntad, tratando inútilmente de poner su mente en blanco; ni siquiera son suficientes las fusas y corcheas; las negras y las blancas que la genialidad del sordo atormentado hace gemir desde el equipo holográfico. Nada parece posible para evitarle el pesado reclamo de su angustia. Nada. Todo resulta inútil en aras de sustraerse al sino de la palabra matar y los derivados existenciales de la misma.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Sólo es cuestión de aceptar la orden de Jorge de manera aséptica. Hay que tomar el arma: el pequeño cilindro con el proyectil desintegrador de moléculas, y en menos de una milésima de segundo, la punta de silicio habrá de penetrar la carne, generando, primero, un orificio violáceo de un centímetro de espesor, y al instante, toda la estructura molecular del homo- sapiens comenzará a arder en medio de un insoportable hedor a carne chamuscada. Agonía horrible. El cerebro resistirá durante algo menos de un minuto -o acaso menos si el pobre condenado resultaba víctima de un ataque cardíaco a instancias del terror generalizado-, antes que el carbono encendido trepe por el cuello y la cara.
Claro que si una quisiera evitarle al enemigo una muerte sólo apta para espíritus sádicos y morbosos, entonces se puede apuntar directo a la cabeza y la muerte sobrevendrá instantáneamente : al chocar contra el hueso del cráneo, la punta de silicio del proyectil estallará en millares de pequeños fragmentos, convirtiendo al cerebro en una tea azul ardiente.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Escenas observadas una y otra vez durante el curso de adoctrinamiento anti-subversivo en América del Sur. Material fílmico perteneciente a la DEA y a la CIA, en la época que el Imperio desatara su guerra abierta a los carteles de la droga colombiana. Típica hipocresía del Imperio; en realidad la droga era una excusa para perseguir y exterminar a los grupos de marginales y revoltosos sociales que asolaban las capitales de América del Sur. Tiro al blanco contra prisioneros indefensos sólo para probar el mortífero poder de la nueva arma. Antes del conflicto generalizado en el patio trasero de los mal llamados americanos. Antes que la yitzá o guerra santa, llevara al mundo al holocausto generalizado.
Piensa y registra. Registra y piensa.
El corazón ha dejado de ser la oculta y maravillosa máquina que bombea sangre entre 60 y 70 pulsaciones por minuto. De pronto se ha convertido en un maldito martillo automático que orada el asfalto de su carne, como una ametralladora disparando de manera incontrolable.
Siente que tiene que escapar, huir escaleras abajo a través de los resortes helicoidales de su propio ADN, pero la angustia se ha aliado con el miedo y entonces las moléculas giran en loco torbellino empujándola hacia arriba, hasta el núcleo exacto de su Sistema Nerviosos Central que amenaza destruir el sagrado software de su propia existencia.
Piensa y registra. Registra y piensa.
El amor ha fracasado sobre la faz de la tierra. La maldita solidaridad humana no es más que una entelequia gramatical que no ha podido perforar el corazón del hombre. El mal ha triunfado, y ahora estábamos pagando todos las derivaciones de un asesinato bíblico de previsibles consecuencias: Caín había matado en su hermano a la propia y maldita raza humana, prueba irrefutable de que Dios había fallado (tal vez una infinitesimal fracción de distracción) en el momento de armar nuestros códigos genéticos.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Un rayo de luz sacude como un espasmo los rincones más ocultos de su intelecto. Y de pronto, la verdad, la verdad suprema puesta a su disposición como un oráculo íntimo y privado : el amor entre un hombre y una mujer es la quintaesencia del egoísmo y el paraíso de los sentidos.. La pasión engendrada por la feniletilamina impone la verdad de lo visceral. Todo sucumbe bajo el incendio de la carne. Pero dura poco. Ha descubierto que ese acto movilizado por el humano terror frente a la muerte, no es más que el inconfesado propósito de autosatisfacer todos los sentidos. Pero que aún así- pese a tantas falencias- el amor entre un hombre y una mujer, era lo único que le daba sentido a la existencia. Pues bien, nadie ni nada la privarían de ese don que jamás es perdurable. Ahí lo tienes; es tu parte, el pequeño y único botín que puedes llevarte en esta puerca vida. No lo dejes escapar.
Escucha, siente cada una de las palabras de ese mensaje en loco carreteo a través de las profundidades de su cavidad craneana.
Mariano es egoísta. Ella es egoísta. Sin embargo, se ha producido el mágico clic que ha encendido cada una de las neuronas que conforman la suma electroquímica de la libido sexual, y el milagro del amor ha tomado todo su cuerpo – desde la punta de sus pies hasta el último de sus cabellos -en una mágica conjunción de erotismo desenfrenado.
Piensa y registra. Registra y piensa.
No. Nadie la privará de la sublimación de los sentidos; de los compartidos versos de Witman; de la dulzura verbal de un hombre solitario reencontrado consigo mismo, y nadie ni nada le arrebatarán el goce de la música sacra:- Victoria, Palestrina, Bach- que acompaña la religiosidad de sus nuevos y mágicos orgasmos.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Matará sí, pero lo hará primero con Jorge, condenándolo al ostracismo del olvido. Luego matará la maldita causa, convertida ahora en su enemiga irreconciliable, y por último, le cerrará el paso a su viejo compromiso con la muerte, convertida en envidiosa consorte de la vida.
Piensa y registra. Registra y piensa.
Seudónimo: ESPAÑOL
Datos personales y currículum literario
José Manuel López Gómez.
lopezgomez7[arroba]hotmail.com
SEUDÓNIMO: 2*2=5
Nacionalidad: española.
Libros Publicados
" Tierra del Fuego" Cuentos(1985)
Cuentos varios en diarios y revistas .
Traducción al inglés en "International Press Publisher( Berkeley. U.S.A.)
Antología de cuentos de CF, ganadores del premio Leopoldo Marechal, auspiciado por la universidad de Belgrano a través de la Casa de Cultura de Belgrano( 1991)
"Más Allá". Ciencia Ficción argentina. Antología de cuentos de los mejores autores de ciencia ficción en La Argentina, compartiendo la edición con ADOLFO BIOY CASARES( Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.1992)
"JESUCRISTO EN PLAZA DE MAYO" novela( Editorial Vinciguerra1993)
Premios recibidos.
Diploma de Honor "Tridente" en el Concurso Nacional de Cuentos. Título: "El Financista" 1972
Primer Premio, en el Concurso Internacional de Teatro de la Municipalidad de General Pueyrredón(Mar del Plata/ Argentina) . Título: "Hablemos de Burgueses y otras Yerbas" 1973.
Diploma de Honor. Concurso Internacional de Cuentos (Antioquia/ Colombia) Título: "La operación" 1976.
Diploma de Honor Concurso Internacional de Cuentos Ciudad de San Juan de Puerto Rico. Título: "Apocalipsis I " 1980.
Primer Premio en el Concurso Nacional de Literatura" Circuito Cultural del Gran Buenos Aires" con el auspicio de las 27 Municipalidades. Título: " 2- 4- 2015" 1983
Primer Premio : Concurso Nacional e Internacional de cuentos de CF y fantasía, en homenaje a Héctor H. Oesterheld. Título :"Apocalipsis III". 1984
Plaqueta y diploma de Honor en el XI Certamen Internacional de literatura auspiciado por la Fundación Givré( jurado, Jorge Luis Borges, entre otros) con la participación de 1302 escritores representando a 29 países iberoamericanos. Cuento: "¿Eres tú, César" 1985
Tercer Premio:Concurso Nacional de cuentos. Municipalidad de Cabrera, Córdoba(Argentina). Cuento: "El miedo del amigo de Prudencio" 1985.
Diploma de Honor:Concurso Nacional de cuentos del círculo de Periodistas del Oeste(Merlo) Argentina. Cuento: "Por votación unánime". 1985
Diploma especial de la MUNICIPALIDAD DE BUENOS AIRES(rubro cuentos) 1987.
Primer Premio: Concurso Nacional de Cuentos premio "Leopoldo Marechal" Título: "Entraron a nuestra casa cuándo los dos dormíamos apretados al silencio" 1991.
Faja de Honor y Diploma , otorgado por la Fundación Alberto Débole de Argentina, Premio "Leopoldo Marechal" a la novela "JESUCRISTO EN PLAZA DE MAYO" como una de las mejores obras publicadas en el trienio 91/93. 1994
Antología poética del Milenium. Poesías varias.
Otros premios menores.
Obras inéditas:
"Hablemos de burgueses y otras yerbas " TEATRO.
2."Sur y el adagio assai de la tercera". CUENTOS.
3."Cuentos (H)eróticos(heterosexuales,bisexuales y de los otros)" CUENTOS.
4."Entraron a nuestra casa cuándo los dos dormíamos apretados al silencio" CUENTOS.
5."Borges(y el Aleph,claro), el hombre de las cajas y el Teatro Colón" CUENTOS.
6."La mujer de los jueves no habla" CUENTOS.
7."Beatriz Elena Viterbo confiesa sus amores con Jorge Luis Borges y otros relatos" CUENTOS.
8."Juan Domingo y la Lucila" CUENTOS TESTIMONIALES.
9."Buenos Aires no contesta" CUENTOS.
10."A mi madre la traicionó la feniletilamina" TEATRO.
11."Los reclamos de la sangre" NOVELA.
12."Evita, Madonna y las Torres Gemelas" NOVELA .
13."El día que profanaron la tumba de George W. Bush" NOVELA.
14."Beatriz Elena Viterbo confiesa sus amores con Jorge Luis Borges! NOUVELLE.
15."Poemas de amor en Capricornio" POESIA.
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