Revista Pueblo de Leyenda
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Resúmen
El corto número de Operarios Evangélicos y lo distante y disperso de las rancherías de los Gentiles llamaba la razón a que se juntasen en un paraje para que así fuesen adoctrinados y asistidos. Tuvieron los misioneros grandes dificultades que vencer para reducirlos a que dejasen sus antiguos pueblos y se mudasen a una parte y les costó el reducirlos muchas visitas y viajes.
Después de haber consentido en recibir el Evangelio y que todos querían ser cristianos se dilataba el Bautismo por este embarazo. Cada parcialidad quería atraer al Padre que los doctrinaba y quería que los demás se mudasen al sitio donde ellos habitaban.
Tenían todos mucho amor a sus parajes y a cada uno le parecía que su estación era la mejor del mundo.
No es de extrañar la repugnancia que tuvieron estas gentes a juntarse en un pueblo, pues una de las propiedades de estos indios es el estar separados; siempre les tira la división en todo, viviendo en una casa sin pared alguna que separe aposentos; ellos la fingen imaginaria y apartan entre sí la comunicación y trato.
Van por agua a una misma laguna o río las mujeres, y cada parcialidad tira por distinto camino tomando círculos y rodeos por no concurrir con otras cuando podían vía recta hacerla con más brevedad y menos trabajo. Lo mismo hacen los hombres cuando entran o salen de sus casas al campo, van rodeando largo trecho para no concurrir con la vereda de los parciales; así los pueblos están hechos un laberinto en contorno de caminos.
Para vencer los fundadores esta nacionalidad dispusieron que se tratasen casamientos de unas parcialidades con otras; los varones se habían de casar con mujeres de parcialidades extrañas. Con esto consiguieron dos cosas muy importantes para la unión de todos. La primera: El trato familiar de unos con otros por razón de los parentescos. La segunda que siendo el pueblo una confusión de lenguas se reducía a una común que pudiese servir a todos.
Ellos entre sus parientes siempre hablaban su lengua nativa. Los grandes o adultos, gente ruda, no eran capaces de reducirse a escuela o método para que aprendiesen otra. Sus hijos, los muchachos, no aprendían otra que la que oían hablar continuamente a sus padres y cómo entenderían al Misionero que los catequizaba en lengua moja. (En formato PDF)
Enviado por Wálter Zabala-Escóbar
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