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La memoria de los olvidos: Manuel Scorza

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    (A trece años de la desaparición física de Manuel Scorza, el escritor español Juan González Soto, exhaustivo investigador de la vida y obra del peruano, ha publicado este ensayo-homenaje).

    Que la cultura pretende ser la memoria de la humanidad parece fuera de toda clase de duda. Pero, muy a menudo, la historia de la cultura destila cenicientas pepitas de olvido. Sería no poco interesante tratar de escribir la historia de los olvidos de la historia de la cultura. A mi entender, uno de los capítulos más claros de este siglo XX hubiera de estar encabezado por una de sus más flagrantes desmemoriadas ausencias, la de uno de los grandes poetas y narradores que ha dado Perú: Manuel Scorza Torres.

    El 28 de noviembre se cumplen trece años de su muerte, y se hace poco menos que obligado traer aquí su obra, presentarla de nuevo ante la memoria pública, tenerla bien presente, contradecir, aunque sólo sea por un momento, que es uno de los grandes olvidados de nuestro siglo.

    Manuel Scorza Torres nace el 9 de septiembre de 1928 en Lima. Sus padres, humildes emigrantes de la sierra, de Cajamarca y Huancavelica, después de haber trabajado un corto período de tiempo en el Manicomio Víctor Larco Herrera donde tenían vivienda, se ven obligados a dejar la capital peruana en 1934. Se establecen en Acoria (Huancavelica). Allí permanecerán hasta 1939.

    La familia vuelve a Lima y, en 1943, Manuel ingresa en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde concluirá los estudios de secundaria. En 1945 asiste a la Universidad Mayor de San Marcos. Puede decirse que en este momento se abre el período de su actividad política: Manuel Scorza adolescente, también poeta, y también revolucionario. Pero, ¿revolucionario de qué signo?, se pregunta Hugo Neira, probablemente uno de los más reputados biógrafos de Manuel Scorza. Y se contesta: "El castrismo no había todavía nacido. Los comunistas locales eran stalinianos en las formas y conformistas en los hechos. Scorza se hará aprista: fue la gran pasión del Perú contemporáneo. Un signo que unía indigenismo y antimperialismo".

    En 1948, con veinte años recién cumplidos, inicia su exilio, el primero de ellos, ya que, según dice el propio poeta-narrador en conversación Héctor Tizón en 1980: "yo he estado dos veces exiliado, una vez durante la época de Odría, siete años; y después me exilió la vida".

    Su deportación fue obra, en cierta medida, del azar. El mismo día en que el APRA era puesto fuera de la ley (el 4 de octubre de 1948) por el presidente José Luis Bustamante, en el diario aprista "La Tribuna" aparecía un poema amoroso firmado por Scorza.

    A finales de ese mismo mes tiene lugar el golpe de estado del general Manuel Odría. Se abre el llamado ochenio odriísta. Durante todo ese tiempo, Manuel Scorza estará fuera del país. Al principio, itinerante por toda América Latina; finalmente, en México. El joven poeta inicia su exilio, según va dicho, con tan sólo veinte años: fueron años duros y amargos. Como él mismo dirá en alguna ocasión: "el exilio es una herida extremadamente grave y dolorosa: el exilio es casi una condena a muerte".

    Fueron años de aprendizaje bajo el rigor y la dureza. Dejaron huellas inextinguibles en el joven Manuel Scorza, pero él las pudo transmutar en una poesía de vigorosa expresión, de logrado pulso. Muchos de los versos que integrarían su primer poemario, "Las imprecaciones" (México: 1955), son fruto del desconsuelo en que se halla inmerso el exiliado.

    El poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño le recuerda en aquellos años de exilio: "Conocí a Manuel Scorza cuando, desterrado de su patria, alimentaba en la mía sus poderes y sus debilidades. Compañeros fuimos, en la miseria y en el odio. Hermanos de ese sentimiento de náufragos frente al mal, sentimiento que hace envejecer antes de tiempo, que hiere con polvorientas arrugas la piel del alma triste. Ahora, con sólo recordar, comprendo muchos de los significados de sus palabras y de su vida".

    En 1951 obtiene el primer puesto en los Juegos Florales de Poesía convocados en conmemoración del IV Centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México. El poema, "Canto a los mineros de Bolivia", es desgarrada poesía de compromiso social. Una desatada angustia recorre, inundándolos, todos y cada uno de sus versos:

    "Hay que vivir ausente de uno mismo, hay que envejecer en plena infancia, hay que llorar de rodillas delante de un cadáver para comprender qué noche poblaba el corazón de los mineros".

    Los últimos años del exilio fueron particularmente difíciles. El APRA, que en sus orígenes fue un intento de encontrar un pensamiento con originalidad americana, desembocaba en las tibiezas socialdemócratas, se aliaba con el poder que tan duramente le había atacado, acababa siendo la base ideológica de una clase media y no se ruborizaba en congeniar con el imperialismo estadounidense. Manuel Scorza, que sufría un riguroso exilio al igual que otros deportados, ve cómo el partido que le había llevado lejos de su patria renuncia a sus postulados ideológicos. Manuel Scorza escribe un artículo cuyo mero título es un irónico sinsabor: "Good bye, míster Haya".

    En 1956, la dictadura de Odría ha quedado atrás y Scorza vuelve al Perú. Ese mismo año, su poemario "Las imprecaciones" obtiene el Premio Nacional de Poesía del Perú.

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