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Enfoques alternativos de política económica y su aplicabilidad a cada etapa del ciclo económico (página 2)

Enviado por maricris


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    1. El enfoque keynesiano es un pensamiento económico surgido en la década de 1930, a partir de las ideas de John Maynard Keynes. En contraste con la teoría económica clásica, mantiene que una economía capitalista no tiende automáticamente hacia el pleno empleo. Por tanto, el gobierno debe emprender políticas fiscales activas, aunque apoyándose en políticas monetarias adecuadas, para lograr y mantener el pleno empleo y un crecimiento económico constante.

      Tal y como lo sostiene March Poquet (2004), Keynes acabó con la idea que la economía de mercado conduce automáticamente al pleno empleo (equilibrio y crisis pasajeras), abriendo la puerta a la necesidad de la política económica (gestión macroeconómica, de la demanda agregada), de la intervención del Estado para alcanzar una situación de pleno empleo.

      Para Keynes, los salarios no son flexibles a la baja y, por tanto, los precios no se pueden ajustar a la baja. Pero el Estado puede hacer crecer la "demanda efectiva" para alcanzar pleno empleo. Sin embargo, en opinión del autor citado, la validez directa de sus teorías para los países subdesarrollados era muy limitada, pues se trataba de un enfoque pensado para los desarrollados, en particular, para superar la gran recesión de la década de 1930.

      La visión keynesiana opina, al contrario que la neoclásica, que la intervención del gobierno puede mejorar notablemente el funcionamiento de la economía. Algunos de los keynesianos de la década de 1970, que encabezaron debates con los monetaristas sobre estas cuestiones serían Franco Modigliani y James Tobin.

      La obra más celebrada de Keynes, The General Theory of Employment, Interest and Money (1936), ha sido uno de los libros más influyentes que jamás se hallan escrito sobre economía. En el expresó claramente que se apartaba de la teoría económica tradicional que sostenía que la economía tiene una tendencia natural a alcanzar el equilibrio con pleno empleo.

      Ciertamente, Keynes demostró que el equilibrio puede ser alcanzado y mantenido a un nivel de producción menor que el de pleno empleo. La teoría keynesiana o, según Spencer (1987), "teoría moderna del ingreso y el empleo", argumenta que la demanda agregada puede ser mayor, igual o menor que el ingreso agregado; que el tipo de interés no tiene porqué igualar el ahorro deseado y la inversión deseada, porque estos son realizados por personas diferentes por motivos diferentes, y que los precios y los salarios no son flexibles –especialmente hacia abajo- debido a la resistencia por parte de los monopolios de empresas, sindicatos, legislación sobre salario mínimo y otras fuerzas institucionales. Por ello, la economía puede no ajustarse necesariamente por sí sola al equilibrio de pleno empleo.

      En consecuencia, Keynes abogó por la reducción de la tasa de interés de los bancos, con objeto de estimular la inversión; los impuestos progresivos sobre el ingreso para hacer los ingresos más igualitarios y, en consecuencia, aumentar el porcentaje del ingreso agregado que la gente gasta en consumo y el gobierno invierte a través de obras públicas y otros medios como proceso para estimular la economía.

      Actualmente, estas sugerencias de política y otras relacionadas con ellas, son parte de una gran familia de conceptos que constituyen lo que, algunos teóricos denomina "Nueva Economía".

      Según Osuna Guerrero (2002), durante más de cuarenta años el keynesianismo dominó el mundo académico y la práctica económica de los gobiernos. Las políticas de Roosevelt previas a la Segunda Guerra Mundial ya incorporaban muchas de estas "recetas". Después de la segunda guerra mundial, el keynesianismo desplazó a los economistas liberales de toda influencia en las universidades o los gobiernos.

      Keynes se enfrentó al problema de la Gran Depresión. Según la macroeconomía neoclásica, los mercados funcionan perfectamente (o casi) y se ajustan rápidamente (o casi). Pero la Depresión y sus terribles consecuencias, caracterizadas en años de crisis y desempleo, desmintieron los postulados neoclásicos.

      Keynes construyó una explicación e indicó una solución práctica: activar la economía con un impulso artificial, que provenía del gasto del gobierno, preferiblemente de inversión (obras públicas, programas de empleo). En aquellas circunstancias tenía sentido la idea, pero en la actualidad se sabe que Keynes sólo estudió un caso anómalo que de hecho no ha vuelto a repetirse.

      A pesar de esto, sus seguidores keynesianos norteamericanos de 1950 y 1960, tales como Samuelson, Tobin y Modigliani, entre otros, enfrentados a Friedman (neoclásico), elaboraron una macroeconomía sobre el caso anómalo planteado por Keynes, dándole presunta validez general. Así pues la economía podía situarse en cualquier posición con desempleo y permanecer ahí indefinidamente: la economía necesitaba ayuda transitar a través de las fluctuaciones del ciclo y salir de las depresiones.

      De esta manera, justificaron las medidas contracíclicas, que abrieron la puerta a los déficits persistentes del presupuesto público. En el fondo se asentó la idea de que la economía era manipulable desde un centro de control estatal, con ciertas restricciones. En opinión de Osuna Guerrero (2002), esta es una acepción de "keynesianismo", que proviene de una "generalización" indebida del caso que analizó de Keynes.

      Así pues, el keynesianismo "práctico" aconsejaba intervenir durante las fases recesivas del ciclo para "aplanarlo", y hacer menos traumáticos esos períodos, o incluso hacerlos desaparecer. Para ello proponían que el Estado "interviniera", estimulando la demanda agregada para que esta estimulara a la oferta total hacia niveles de generación de renta y de empleo superiores.

      En sentido estricto, tal y como lo sostiene Osuna Guerrero (2002), el Estado sólo puede impulsar la demanda agregada si no se limita a redistribuir recursos. Si suben los impuestos y el gasto público, con déficit cero, no se está ante una política keynesiana. El aumento del gasto público es expansivo, pero el aumento de los impuestos tiene el efecto contrario. Si el Estado recoge con la política monetaria lo que gasta con la política fiscal, no se estimula la demanda.

      La política keynesiana se caracteriza por un impulso artificial a la economía, el cual debe provenir de una generación también artificial de capacidad de gasto, de demanda. Hay dos vías: el incremento de la oferta monetaria (política monetaria) y el incremento del gasto público con déficit, que puede traducirse al final en aumento de oferta monetaria en sentido amplio (dinero o títulos negociables). La clave está en impulsar artificialmente una economía elevando su capacidad de gastar (demanda), lo que requiere una "generación" artificial de recursos: gastos sin ingresos, o déficits públicos.

      En lo que respecta a las recomendaciones keynesianas, no es relevante en que se concreten esos gastos. Keynes sostenía como positivo incluso el contratar a gente para que abriera y cerrara zanjas. En la actualidad, una política es keynesiana cuando el Estado financia con déficit ayudas a las empresas para que se actualicen tecnológicamente (años 1980). Si esta ayuda se realiza sin déficit, no se puede definir como política keynesiana.

      En resumen, el modelo keynesiano cree que la intervención del gobierno juega un papel útil, es decir, se justifica en una economía dominada por ajustes lentos, con rigideces, falta de información y hábitos sociales que impiden el rápido equilibrio de los mercados.

      Osuna Guerrero (2002) analiza la pérdida de vigencia de los postulados keynesianos. La política keynesiana dejó de tener vigencia con la crisis inflacionaria de la década de 1970, que resultaban bien explicadas a la luz de las teorías neoclásicas de Friedman. La crisis de los 70, con altas tasas de inflación, no era el caso típico que explicaban los postulados keynesianos y sus "recetas" sólo empeoraban el problema. Un nuevo grupo de jóvenes economistas retomó los postulados de Friedman, surgiendo los Nuevos Clásicos, cuyo enfoque será explicado más adelante.

      A pesar de esta pérdida de vigencia de los postulados keynesianos, puesto que no explican las situaciones en las que persisten altas tasas de inflación y desempleo; para Spencer (1987) prácticamente todos los economistas en la actualidad son "keynesianos", puesto que utilizan las herramientas y conceptos teóricos fundamentales desarrollados por Keynes; si bien, pueden no estar de acuerdo sobre las maneras en que estas ideas deberían ser llevadas a la práctica en materia de política económica.

    2. Enfoque o Escuela Keynesiana.

      El enfoque monetarista se asocia a los economistas clásicos y neoclásicos. Los monetaristas piensan que la economía capitalista es intrínsecamente estable y que no está sometida a las fluctuaciones del ciclo económico. Aseguran que las inflaciones y recesiones agudas que se han dado en el pasado, se han debido en esencia a un solo factor: a las grandes oscilaciones de la oferta monetaria. Por tanto, argumentan que la política fiscal no es un dispositivo estabilizador eficaz y que todo concepto de "afinamiento" de la economía es erróneo.

      Esta escuela opina, al igual que sus antecesores clásicos que los mercados funcionan mejor si no se interviene en ellos y, por tanto, se opone al enfoque keynesiano. Sus principales representantes son Milton Friedman y Lucas.

      Los monetaristas no muestran un acuerdo unánime en todos los puntos doctrinales; sin embargo, es unánime su creencia de que el dinero tiene una gran influencia en la economía. Algunos postulados de los monetaristas se refieren a la relación entre el dinero y la inflación y el papel del sector público en la economía. A continuación, las líneas generales de la doctrina monetarista.

      1.- De acuerdo a la teoría monetarista, la cantidad que el público desea mantener está estrechamente relacionada con su nivel de ingreso. Por tanto, si la oferta de dinero aumenta con mayor rapidez que el ingreso; es decir, con mayor rapidez que la cantidad que el público desea mantener; el público gastará la parte que no desea retener, lo cual provocará inflación. Por el contrario, si la oferta de dinero aumenta con más lentitud que el ingreso; es decir, no con rapidez suficiente como para proporcionar al público la cantidad de dinero que desea tener en mano; se producirá el efecto opuesto: el público tratará de aumentar sus activos monetarios recortando su gasto y esto provocará desempleo. La conclusión lógica de los monetaristas es que existe una relación de causa efecto entre la oferta de dinero y las variaciones que se producen en el ingreso, la actividad económica y los precios. Sostienen que los cambios en la oferta monetaria ocasionan oscilaciones en los ciclos económicos.

      Con respecto a la relación entre dinero e inflación, los monetaristas argumentan que la cantidad de dinero es el determinante fundamental del nivel de precios y de la actividad económica, por lo que el crecimiento excesivo del dinero en circulación es responsable de la inflación y que su crecimiento inestable es el causante de las fluctuaciones o ciclos económicos. Puesto que consideran que la variabilidad de la tasa de crecimiento del dinero es la causa de la variabilidad del crecimiento real, tienden naturalmente a defender una política monetaria de crecimiento reducido y constante de la oferta de dinero; en otras palabras, proponen una regla de crecimiento del dinero.

      2.- Dado el papel fundamental del dinero en la economía, los monetaristas creen que la actuación fiscal del gobierno, por sí sola, ejerce poca o nula influencia en el gasto total. Es cuando la autoridad monetaria traduce esta actuación en expansiones y contracciones monetarias, que las variaciones de la oferta de dinero ejercen una influencia fuerte e independiente en el gasto total. Por tanto, como los ciclos económicos son principalmente, consecuencia de fluctuaciones irregulares de la oferta monetaria, el control de la tasa de expansión o de contracción monetaria es el medio adecuado para estabilizar la economía.

      3.- Los monetaristas no afirman que los ciclos económicos se deben únicamente a variaciones en la oferta monetaria.

      Al igual que el enfoque keynesiano, reconocen que la economía está siempre en un proceso de ajuste a las expectativas cambiantes de los empresarios y a las variaciones estructurales subyacentes como población, hábitos del consumidor, competencia dentro de las industrias, etc. Pero consideran que las variaciones en la oferta monetaria son la causa dominante de los ciclos económicos.

      4.- Con respecto al papel adecuado del sector público en la economía, los monetaristas abogan, al igual que los clásicos y neoclásicos, por un sector público reducido y están totalmente en contra de los déficit fiscales y de la deuda pública elevada. Son partidarios de reducir los impuestos durante las recesiones y recortar el gasto público durante las expansiones, con el efecto neto final de reducir la participación del sector público en la economía.

      Según Dornbusch y Fischer (1985), los puntos de vista que se identifican con el monetarismo carecen de una unidad cohesiva, por lo que cualquier economista equilibrado puede que acepte algunos postulados monetaristas y rechace otros; sin embargo, la mayoría está de acuerdo en los postulados básicos señalados anteriormente.

    3. Enfoque o Escuela Monetarista.

      Con la crisis de la década de 1970, en la que persistían altas tasas de interés que las recetas keynesianas no pudieron explicar ni remediar, surgió un grupo de economistas que rescató los postulados de Friedman, denominados los Nuevos Economistas Clásicos.

      Durante estos años, el debate tradicional sobre el mejor funcionamiento del mercado, con intervención estatal o sin ella, convirtió en protagonistas a un nuevo grupo –los nuevos macroeconomistas clásicos- que cuenta entre sus líderes con Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, y con Thomas Sargent, de la Universidad de Minnesota, quienes sostienen que el mercado funciona mejor si el gobierno no interviene.

      La nueva macroeconomía clásica comparte con Friedman, su antecesor monetarista, muchos puntos de vista sobre la política económica. Concibe el mundo como un lugar donde los individuos actúan racionalmente buscando su propio interés en mercados que se ajustan rápidamente a condiciones cambiantes. Y considera probable que la intervención del gobierno sólo consiga empeorar las cosas. Este modelo constituye un reto para la macroeconomía tradicional o keynesiana, que cree que la intervención del gobierno juega un papel útil en una economía dominada por ajustes lentos, con rigideces, falta de información y hábitos sociales que impiden el rápido equilibrio de los mercados.

      Las teorías de Friedman explicaban bien las crisis inflacionarias. Los nuevos clásicos generalizaron los planteamientos de Friedman y desarrollaron una teoría del ciclo teóricamente muy elegante y más "creíble" para la práctica que la teoría keynesiana, desacreditada por la crisis inflacionaria y sus fracasos en explicarla y conjugarla. A partir de entonces, en opinión de Osuna Guerrero (2002), los postulados keynesianos perdieron vigencia; de hecho, ya no se les cuenta entre los asesores de los gobiernos norteamericanos.

      El argumento de Friedman era que el efecto en la economía real de las políticas keynesianas a largo plazo era sólo inflación, pero los Nuevos Clásicos son más radicales: para ellos la impotencia de la política keynesiana se verificaba, incluso, a corto plazo.

      Según Bejarano (1999), la macroeconomía de 1970 es completamente distinta a la actual. Algunos autores apuntan a la necesidad de reconstruir la macroeconomía, debido a la gran cantidad de postulados que han perdido vigencia. En primer lugar, la síntesis neoclásica, según la cual, a través del modelo IS-LM, se obtenía el consenso entre los postulados neoclásicos y los keynesianos. En segundo lugar, la relación micro-macro, según la cual la macroeconomía no era más que una cuestión de agregación de comportamientos de los agentes microeconómicos. En la actualidad, la macroeconomía no es simplemente el análisis agregado de la actividad económica.

      En otras palabras, siguiendo a Bejarano (1999), ya no se habla de micro y macro, sino de sistemas coordinados (microeconómicos) y sistemas descoordinados (macroeconómicos). Cuando los economistas hablan de un mundo walrasiano, están hablando de un sistema coordinado, que sólo se da (para los nuevos enfoques) a nivel macroeconómico; mientras que en macroeconomía, se refieren a un sistema descoordinado, o en otras palabras, a sistemas en equilibrio o a sistemas en desequilibrio.

      Las nuevas teorías apuntan a que el enlace entre microeconomía y macroeconomía no esté en la agregación sino en la teoría de las fallas del mercado. Esa es la dirección esencial en que han venido desarrollando las nuevas tendencias de la macroeconomía, que se pueden resumir en tres vertientes bien conocidas: las versiones de la macroeconomía del desequilibrio, la reconstrucción neoclásica y una nueva versión que tiene en cuenta la reconstrucción keynesiana.

      Así, pues, ya no se habla, en términos simplistas, de microeconomía y macroeconomía, sino del problema de los fundamentos de los sistemas coordinados y de los sistemas descoordinados.

      El enlace tiene que ver con las fallas de mercado fácilmente identificables, por nombrar algunas: externalidades, falta de información, incompletitud de mercados, etc.

    4. Nueva Economía Clásica.
    5. Nueva Economía Keynesiana.

    Según Osuna Guerrero (2002), en la segunda mitad de la década de 1980 surgió un grupo de economistas jóvenes que reivindicaron de nuevo el título de "keynesianos", se denominaron Nuevos Keynesianos o Nuevos Economistas Keynesianos. Sus representantes serían Mankiew, Blinder, Blanchard, o Kaldor, Robinson, Sraffa, Pasinetti, Garegani, como alternativa a la síntesis neoclásica.

    Esta escuela surgió en oposición a los nuevos clásicos, son un cuerpo poco estructurado de teorías que tienen poco en común, salvo la creencia en que los mercados no funcionan de forma perfecta a corto plazo, que presentan rigideces, irregularidades, lo que explica muchas disfuncionalidades que pueden ser persistentes. A este respecto, March Poquet (2004), reseña una lista de aportes de los autores de la corriente post-keynesiana.

    – Robinson: teoría a largo plazo de la teoría keynesiana del corto plazo.

    – Kaldor: importancia de la distribución de la renta en el proceso económico.

    – Harrod y Domar: Precursores de la teoría moderna del crecimiento.

    – Sraffa: recuperación de Ricardo y Marx

    En lo que se refiere al largo plazo, opinan en el mismo sentido que los liberales: clásicos, neoclásicos, monetaristas y nuevos economistas clásicos, donde los mercados se equilibran solos y no es necesaria la intervención del gobierno.

    Como cierre se puede argumentar que, con frecuencia se presenta la macroeconomía como el campo de batalla entre escuelas de pensamiento implacablemente opuestas. Es innegable que existen conflictos teóricos y de opinión entre los distintos campos, pero también es cierto que existe acuerdo en áreas importantes y que los distintos grupos, a través de la discusión y de la investigación, están logrando continuamente nuevas áreas de consenso y adquiriendo una idea más clara de cuáles son exactamente sus diferencias.

    La teoría de la política económica, según Bejarano (1999), se encuentra en el segundo nivel con respecto al núcleo de la disciplina económica, a saber microeconomía y macroeconomía. De aquí que, en esta sección, luego de haber analizado los enfoques de pensamiento de las diferentes escuelas, se analiza la concepción, simulación y diseño de la política económica, desde dos enfoques: el tradicional y el denominado "concepción moderna de la teoría de política económica".

    El autor citado sostiene que el papel de la política económica consiste en corregir los desequilibrios causados en el proceso de asignación o en el comportamiento de la actividad económica, de manera que la intervención del Estado se orientaría a promover el crecimiento, asegurar la equidad distributiva y la estabilidad macroeconómica.

    Analizados hasta este punto los diversos enfoques de pensamiento económico, desde el punto de vista de los enfoques en materia de teoría de política económica, sólo se analizan dos enfoques, como ya se indicó, el tradicional, que incluye todos los enfoques hasta la primera mitad de la década de 1970 y la moderna, de esa época a la actualidad.

    Tal y como lo sostiene Febrero Devesa (1998), la moderna macroeconomía neoclásica, también denominada Nueva Economía Clásica, como se vio anteriormente, ha cambiado profundamente la forma de entender la política económica; gracias a la introducción de nuevos instrumentales en el análisis: el enfoque intertemporal y la hipótesis de las expectativas racionales en los modelos macroeconómicos.

    El resultado de los desarrollos teóricos de la Nueva Economía Clásica, iniciados en la década de 1970, es una revisión de los pilares de la sabiduría convencional en torno al diseño, posibilidades y limitaciones de la política económica. La concepción tradicional (keynesiana o síntesis neoclásica), estuvo vigente hasta mediados de la década de 1970; mientras que la concepción moderna, entró en vigencia a partir de esa época, gracias a la crisis inflacionaria de 1970.

    En cuanto a los representantes de las escuelas, se tiene, por un lado, a Tinbergen, quien fundamentó la teoría de la política económica en las tres décadas posteriores al nacimiento de la macroeconomía de la mano de Keynes y su Teoría General; y, por el otro, a Lucas, introductor de las contribuciones teóricas arriba mencionadas con respecto al estudio de la política económica de finales del siglo XX.

    El análisis comparativo entre los dos enfoques de la teoría política económica se refiere a cuatro aspectos fundamentales: el papel de las expectativas, la concepción, la simulación y la renovación de la política económica.

    La formación de las expectativas en la concepción tradicional, se basaba en el modelo IS-LM-mercado de trabajo y en las expectativas adaptativas, en virtud de la cual la política económica se interpretaba en términos de un juego del gobierno contra la naturaleza; mientras que la concepción moderna, vinculada a la macroeconomía de los modelos de equilibrio de expectativas racionales– entiende la política económica como un juego dinámico entre las autoridades económicas y los agentes privados, considerados ambos como decisores racionales (teoría de las expectativas racionales).

    En cuanto al ámbito de la simulación de la políticas económicas, cabe decir que las diferencias entre las teorías tradicional y moderna de la política económica quedaron sistematizadas en las dos críticas que Lucas formulara en su trabajo de 1976, dirigidas a sendos aspectos del enfoque tradicional: el concepto operativo de la política económica, esto es, a la delimitación del conjunto de actuaciones de política económica cuyos efectos son evaluables, y el método de evaluación econométrica de los efectos de políticas económicas alternativas.

    Por último, en el tercer ámbito de renovación de la teoría de la política económica, el referido al diseño de las políticas económicas óptimas, también es posible apreciar diferencias importantes entre las literaturas tradicional y moderna de la política económica, especialmente en lo que concierne al concepto de optimalidad de la política macroeconómica, esto es, el criterio o enfoque por el que se enjuicia la deseabilidad de las acciones de política económica, y al papel de la credibilidad como condicionante tanto del diseño como de los efectos de la política económica.

    1. El origen de la teoría formal de la política económica se atribuye a Tinbergen, con su obra publicada en 1952, denominada "On the Theory of Economic Policy".

      Por esta obra, Jan Tinbergen compartió con Ragnar Frisch el primer Premio Nobel de Economía en 1969. Según Chow (1987), la historia de la teoría de la política económica puede subdividirse en tres etapas atendiendo a la evolución de las técnicas de control estocástico empleadas en su análisis.

      La primera etapa abarca el período anterior a 1970, concretamente de 1950 a 1970; la segunda cubre la primera mitad de la década de 1970, y la tercera se extiende desde la mitad de la década de 1970 hasta el presente. Las dos primeras etapas, se corresponden con la denominada etapa tradicional de la política económica; mientras que la última, corresponde a la concepción moderna.

      La primera fase de desarrollo de la teoría tradicional de la política económica, que se corresponde con la más amplia, se inicia con Tinbergen (1952, 1956), quien proporcionó el marco conceptual de la política económica cuantitativa y la formulación de lo que hoy se conoce como regla de Tinbergen, sobre la controlabilidad estática de un modelo de política económica. El objetivo común perseguido por las contribuciones de esta etapa fue la superación de las tres principales limitaciones del enfoque de los objetivos fijos de Tinbergen, convertidas en áreas de investigación, a saber: las limitaciones relativas a la ausencia en el análisis de un criterio de elección de las autoridades, la falta de incertidumbre en el problema de optimización del gestor de política y la carencia de un entorno dinámico para formular los problemas de política económica. Sin embargo, el avance efectivo del entorno dinámico, última de las tres áreas de investigación, no se dio sino hasta la década de 1970.

      Entre los aportes más representativos de esta primera etapa, además de los proporcionados por Tinbergen, figuran las contribuciones de Theil (1954, 1956, 1958, 1964) y Frisch (1956, 1957) respecto al desarrollo del enfoque de los objetivos flexibles, como método alternativo al de la especificación a priori de los valores de los objetivos de política económica o enfoque de los objetivos fijos de Tinbergen; las de Simon (1956) y Theil (1957) en cuanto al empleo del método del equivalente cierto, como procedimiento para convertir un modelo de decisión bajo incertidumbre aditiva en otro de tipo determinista, y la de Brainard (1967) relativa a las implicaciones en términos de una política de diversificación de instrumentos de los modelos de política económica con incertidumbre multiplicativa; las de Mundell (1960, 1962) en relación a la aplicación del principio de clasificación efectiva de mercado o método de emparejamiento de instrumentos con objetivos basado en las propiedades de estabilidad del modelo de la economía, y las de Phillips (1954, 1957), como primeros esfuerzos encaminados al desarrollo de un enfoque dinámico de la política económica de estabilización.

      La segunda etapa de desarrollo de la teoría de la política económica, está ubicada entre 1970 y 1975. Los aportes de esta etapa a la preocupación por el análisis de la política económica en un contexto dinámico, la generalización del uso del control óptimo y la programación dinámica estocástica como instrumental analítico en el que apoyar el diseño y la evaluación de las políticas macroeconómicas óptimas.

      Entre las referencias representativas de esta segunda etapa, se encuentran Friedman (1973), Pindyck (1973) y Chow (1975). Esta etapa de la teoría tradicional de la política económica coincidió con las primeras contribuciones de la macroeconomía del equilibrio y sirvió de modelo de referencia para la crítica que Lucas dirigiría a la teoría tradicional de la política económica, sistematizada en su trabajo de 1976.

      La tercera etapa de la teoría de la política económica, se inició a mediados de la década de 1970; referida ya a la moderna macroeconomía neoclásica, se caracteriza por la incorporación del enfoque intertemporal y la hipótesis de las expectativas racionales en los modelos macroeconómicos. Estos avances sentaron las bases de una nueva teoría de la política económica que, gracias a las contribuciones de autores como Lucas, Sargent, Wallace, Barro, Kydland y Prescott, entre otros, cambiaría profundamente la forma de entender la política económica.

      Crítica de Lucas. En este punto conviene analizar detalladamente el impacto de la conocida universalmente crítica de Lucas a la concepción tradicional de la teoría de la política económica, puesto que fue un hito que marcó el inicio de la concepción moderna de esta teoría. En 1976, Lucas publicó el artículo denominado "Econometric Policy Evaluation: A Critique", en el cual formulaba una crítica contra la teoría tradicional de la política económica, que se conoce hoy universalmente como la crítica de Lucas. Esta crítica, en opinión de Febrero Devesa (1998), constituye la contribución más importante de la macroeconomía del equilibrio en el campo de la política económica.

      El artículo señalado en conjunto con su trabajo "Expectations and the Neutrality of Money" de 1972, le valieron a Robert E. Lucas Jr. la concesión del premio Nóbel de Economía en 1995, tal y como lo señala Febrero Devesa (1995) "por haber desarrollado y aplicado la hipótesis de las expectativas racionales y, por ello, haber transformado el análisis macroeconómico y mejorado nuestra comprensión de la política económica" (p. 25).

      La importancia de Lucas en la renovación de la teoría de la política económica es equiparable a la que tuvo Jan Tinbergen en la teoría tradicional de la política económica.

      Lucas introdujo los modelos de equilibrio general de expectativas racionales en la macroeconomía, lo cual representó una revolución en el ámbito de la estrategia modelizadora de los macroeconomistas, además de una revolución en el campo de concepción misma de la teoría de la política económica, cuyos tres pilares básicos –la concepción de la política económica, la simulación de las políticas alternativas y el diseño de las políticas óptimas– serían sometidos a una profunda revisión.

      Si bien, generalmente se destaca de la crítica de Lucas, lo relativo al cuestionamiento del método tradicional de simulación econométrica de la política económica, para Febrero Devesas (1998), lo trascendental de este artículo es la génesis de la nueva teoría de la política económica que encierra su crítica. El alcance de esta crítica es mucho más amplio de lo que el propio título del artículo sugiere. En las propias palabras de Febrero Devesa (1998):

      Se trata de una crítica a toda la teoría tradicional de la política económica, a la forma en que en ella se concibe la política económica, a la forma en que en ella se simulan los efectos de las acciones de política y a la forma en que en ella se aborda la tarea del diseño de las políticas óptimas. (p. 14)

      En síntesis, gracias a la crítica de Lucas, se puede establecer una línea divisoria entre la teoría tradicional y la teoría moderna de la política económica. Fundamentadas en esta crítica, se tienen tres consecuencias distintas pero interrelacionadas, a saber: la nueva concepción como tal de la política económica; la crítica a la simulación econométrica de la política económica y la discusión en torno al diseño de las políticas óptimas.

      La moderna macroeconomía neoclásica es conocida bajo denominaciones tan diversas como macroeconomía de las expectativas racionales, nueva macroeconomía clásica, macroeconomía del equilibrio, análisis del equilibrio dinámico, segunda revolución monetarista, macroeconomía intertemporal o enfoque de vaciado de mercado (Barro, Grilli y Febrero, 1997). En lo adelante, se denominará Macroeconomía del Equilibrio.

    2. Perspectiva Histórica de los Enfoques de Política Económica.

      Según Gómez Penalillo (2001), el economista interpreta el comportamiento humano como actos electivos resultantes de la concreción, para un entorno dado, de las reglas de decisión óptimas de los agentes involucrados. Las funciones de oferta y demanda de los agentes, se denominan en esta terminología "reglas o funciones de reacción" y se derivan de las condiciones de primer orden de los programas de optimización que los agentes supuestamente resuelven.

      De esta manera, los actos humanos son vistos por el economista, por tanto, como actos de racionalidad. El enfoque maximizador, en virtud del cual los agentes económicos se comportan a lo largo de sus vidas como si fueran controladores óptimos, es el aplicado tradicionalmente a consumidores y productores y, en tiempos más recientes, tal y como lo sostienen Febrero y Schwartz (1995), su empleo también se ha extendido al análisis de fenómenos pertenecientes al campo del derecho, la sociología y la ciencia política.

      De modo análogo, el economista analiza la actividad político-económica como actos de racionalidad del gestor de política (autoridad económica o policy maker).

      La especificidad de la literatura político-económica, o de la política económica como disciplina, reside precisamente en la aplicación o extensión del enfoque económico del comportamiento humano a la toma de decisiones de las autoridades económicas. La formulación de la política económica se interpreta, consecuentemente, como el resultado de la previa resolución de ejercicios de optimización por parte de las autoridades económicas.

      Para ello, y desde la contribución de Tinbergen (1952) a la teoría de la política económica, se recurre al concepto de modelo de política económica, según la concepción de Fernández Díaz (1972), para expresar formalmente la lógica de la política económica. Para el economista, la lógica de la política económica queda condensada, o lo que es lo mismo, un modelo de política económica, en la estructura de un problema de optimización condicionada.

      La estructura de los modelos de política se ha ido volviendo cada vez más compleja, gracias a los avances de la teoría de la política económica. Así, desde las primeras aportaciones de 1950, en las que ni siquiera se explicitaba la función objetivo del problema, se ha pasado en la década de 1980 a una estructura propia de un juego dinámico en el que tanto el gobierno como los agentes privados resuelven ejercicios de optimización dinámica estocástica.

    3. La lógica de la política económica. El principio de racionalidad

      La estructura genérica de los modelos político-económicos es suficientemente flexible como para dar cabida a los distintos enfoques de política económica.

      Los elementos fundamentales del modelo se refieren a la estrategia modelizadora, el volumen y uso de la información, los objetivos y preferencias de las autoridades, el concepto operativo de política económica y los tipos de actuación político-económica. Mediante la introducción de variaciones en la especificación de estos elementos fundamentales, se pueden obtener modelos adaptados a cada enfoque:

      1.- La estrategia modelizadora. Atendiendo al modelo tomado como verdadero por el agente de política económica o gestor de política, se pueden diferenciar dos enfoques de modelaje. El enfoque dominante hasta 1970 de la macroeconomía tradicional, con el marco IS-LM-mercado de trabajo, el cual engloba como caso particular a los modelos monetaristas; y las diversas estrategias de fundamentación microeconómica de la macroeconomía moderna (macroeconomía keynesiana del desequilibrio, nueva macroeconomía clásica o macroeconomía del equilibrio y nueva macroeconomía keynesiana).

      Además, la estrategia modelizadora depende que el análisis de bienestar de la política económica sea factible o no. Los modelos IS-LM y monetaristas, tienen como característica fundamental agentes que no son explícitamente optimizadores, o con funciones de comportamiento ad hoc; estos modelos no tienen la posibilidad de asociar las actuaciones de política económica con el bienestar de los agentes y, por lo tanto, de efectuar un análisis de bienestar propiamente dicho de las mismas.

      2.- El volumen y uso de la información Esquemas de Expectativas. Considerando la amplitud del conjunto de información, así como la eficiencia con que los agentes emplean la información disponible, será posible discriminar entre tres esquemas alternativos de formación de expectativas: enfoque de expectativas endógenas; expectativas adaptativas y expectativas racionales, cuyo orden corresponde a su etapa de influencia en la historia de la economía. En primer lugar, el enfoque de las expectativas exógenas, se encuentra en los modelos keynesianos y en las versiones estáticas del modelo IS-LM-mercado de trabajo.

      En segundo lugar, el enfoque de las expectativas endógenas, pero adaptativas, dominante en los últimos años de la década de 1960 y la primera mitad de la década de 1970, en el marco de modelos IS-LM-mercado de trabajo "dinamizados" y en los modelos monetaristas (Turnovsky, 1977). En tercer lugar, el enfoque de las expectativas racionales, aplicado por primera vez en macroeconomía al inicio de la década de 1970 y predominante desde finales de esta década hasta principios de la siguiente, incluso entre los autores de orientación keynesiana.

      3.- Objetivos y preferencias de las autoridades. En función de las variables seleccionadas como argumentos de la función objetivo por las autoridades económicas, se puede distinguir entre la teoría de la política económica positiva, donde la función se especifica de modo que represente las preferencias efectivas de las autoridades y, por consiguiente, puede depender de variables de naturaleza extraeconómica, y la teoría de la política económica normativa, donde se postula como función objetivo una función de bienestar social respecto a la que se define la optimalidad de la política económica y que sirve de guía para lo que debería ser la actuación político-económica de las autoridades.

      La función de bienestar social puede estar fundamentada en las funciones de utilidad de los agentes (sólo posible en modelos con agentes optimizadores) o ser de tipo ad hoc y arbitrariamente establecida por un gobierno benevolente.

      4.- El concepto operativo de política económica. Para poder delimitar el conjunto de posibles políticas económicas evaluables, se establecen las características relativas al tratamiento del tiempo en el modelo de la economía y la hipótesis sobre la formación de expectativas por parte del público. Así, en una economía estática, como la propia del modelo IS-LM en su versión original, el concepto operativo de política económica es el que trivialmente corresponde a la particularización para un momento dado del tiempo del vector de instrumentos, es decir, a un vector de medidas de política aisladamente consideradas a lo largo del eje del tiempo, sea éste el resultado de un comportamiento discrecional o de la aplicación de una regla por las autoridades.

      Para pasar de una economía formalmente atemporal a otra dinámica, se debe diferenciar entre expectativas adaptativas y racionales. En una economía dinámica con agentes que miran hacia el pasado formando expectativas adaptativas, como lo consideraban los modelos IS-LM dinamizados de 1970, el conjunto de acciones evaluables es muy amplio. Será factible tanto la evaluación de medidas aisladas para una historia dada de acciones de política, como la de todo un régimen de política económica; es decir, de sucesiones de valores del vector de instrumentos que, comenzando en el período inicial de actuación político-económica, se extiendan a lo largo del tiempo según el horizonte temporal de los agentes. En este tipo de economías, el régimen evaluable de política podrá consistir tanto en una sucesión de medidas discrecionales como en una regla de política económica. Por el contrario, en las economías dinámicas con agentes que miran hacia el futuro formando expectativas racionales en el sentido de Muth (1961), el caso propio de los modelos de la macroeconomía del equilibrio, el conjunto de políticas evaluables será muy restringido.

      En este tercer tipo de economías, ni las medidas aisladas ni los regímenes de acciones discrecionales serán evaluables. En este caso, sólo será posible cuantificar los efectos de aquellos regímenes que estén basados en la aplicación de una regla simple, estable y creíble.

      5.- Tipos de actuación político-económica. Se refieren a medidas discrecionales o reglas de política económica. Cuando las decisiones de política económica adoptan la forma de medidas discrecionales, se refieren a que no existe un compromiso por parte de las autoridades de comportarse de acuerdo con una preestablecida función de reacción; por el contrario, las reglas de política económica, exigen a las autoridades acatar esa regla (cierta tasa de inflación, presupuesto equilibrado, etc.).

      A su vez, las reglas de política pueden distinguirse por razón de su complejidad. Los casos extremos serían, por un lado, las reglas fijas, reglas sin feedback o reglas open loop, las cuales no son dependientes del estado de la economía, excepto en el momento inicial en que la regla es establecida por las autoridades. Por el otro, las reglas de carácter tiempo-estado dependiente, también denominadas regla flexible, regla con feedback o regla closed loop, las cuales son dependientes del estado de la economía correspondiente a cada momento de aplicación de la regla, que por su puesto son de más complejo diseño.

    4. Modelos de Política Económica según los Enfoques Alternativos.

      La teoría tradicional de la política económica se caracteriza por tres aspectos relacionados con los elementos fundamentales del modelo político-económico: funciones de bienestar social arbitrarias, reglas de decisión ad hoc y conjunto de información infrautilizado.

      1.- Funciones de bienestar social arbitrarias. Se trata de un enfoque predominantemente normativo en el que se recurre al empleo de una función de bienestar social por período, en el caso de un modelo estático, o intertemporal, en el caso dinámico, cuyos argumentos, sin nexo explícito alguno con las funciones de utilidad de los agentes, son arbitrariamente establecidos por las autoridades. La consecuencia más destacable de este enfoque es que habrá tantas políticas óptimas distintas como especificaciones alternativas de la función de bienestar social sea posible concebir. Por lo tanto, el concepto de política macroeconómica óptima pasaba a adquirir un carácter tan puramente arbitrario como el que le era propio a la función de bienestar social.

      2.- Reglas de decisión ad hoc. Se opta por un modelo macroeconómico de ecuaciones simultáneas que consiste generalmente en alguna versión, estática o dinámica, del modelo de IS-LM-mercado de trabajo de Hicks-Modigliani (Febrero, 1997). La característica a destacar del modelo era el carácter ad hoc de sus ecuaciones. El modelo estaba constituido por ecuaciones que representaban supuestamente el resultado de agregar las reglas de decisión, posiblemente de equilibrio, de los agentes. Estas reglas de decisión se postulaban; es decir, no se derivaban a partir de primeros principios y, por consiguiente, podían no ser compatibles, como se demostraría en la década de 1970, con las proposiciones de la teoría económica dinámica, es decir, podían entrar en colisión con el supuesto de racionalidad de los agentes.

      3.- Conjunto de información infrautilizado. Se supone que los agentes no son capaces de utilizar eficientemente el conjunto de información disponible.

      En particular, los agentes no logran comprender aquellas reglas de política económica sistemáticamente aplicadas por las autoridades. Este es el caso de las economías en las que los agentes se comportan de acuerdo con la hipótesis de expectativas adaptativas, popularizada por Cagan (1956) y Friedman (1957), por la que se aproxima el valor futuro de una variable a partir de la exclusiva consideración de sus valores pasados. Sin duda, una hipótesis de comportamiento en el uso de la información difícilmente compatible con el principio de racionalidad que en la teoría económica se contempla para el resto de los ámbitos del comportamiento humano.

      En resumen, los tres rasgos descritos –el carácter ad hoc de la especificación de la función de bienestar social, las reglas de decisión de los agentes y los parámetros de la estructura de retardos de los esquemas de formación de expectativas– ponen de manifiesto la íntima conexión existente entre el enfoque tradicional de la política económica y la estrategia modelizadora empleada en la macroeconomía dominante hasta mediados de 1970.

      Generalmente, en opinión de Febrero Devesas (1998), en macroeconomía y teoría de la política económica tradicionales, no se cuestionaba que los agentes fueran racionales en sus decisiones de gasto o de oferta y demanda de factores; o en otras palabras, que actuaran como si maximizaran sus funciones de utilidad bajo la restricción impuesta por sus conjuntos presupuestarios.

      A pesar de esto, sorprendentemente, la concepción tradicional no admitía que los agentes también fueran racionales en el uso de la información disponible para interpretar las medidas de política económica, ni que se tomara en consideración sus funciones de utilidad para diseñar las políticas óptimas, ni que se partiera explícitamente de sus problemas de optimización para derivar sus reglas de decisión en el modelo de la economía.

    5. Rasgos Característicos de la Teoría Tradicional de Política Económica.

      De la consideración conjunta de los tres rasgos descritos, se desprende qué concepción de política subyacía en la teoría tradicional de la política económica. En este enfoque, se partía del supuesto de que las leyes de movimiento de las variables económicas eran idénticas a las que regían la evolución a lo largo del tiempo de las variables físicas. En otras palabras, se partía del supuesto de que los sistemas económicos, al igual que sucedía con los sistemas físicos, eran sistemas causales, donde la relación entre el presente y el futuro es asimétrica.

      Concretamente, según Febrero Devesas (1998), el presente vendría a ser el pasado del futuro, por lo que el presente puede influir en el futuro; mientras que el futuro esperado no puede influenciar al presente. Esta concepción de los sistemas económicos quedaba subsumida en la hipótesis de las expectativas adaptativas de los agentes.

      La política económica se interpretaba, por tanto, como un juego del gobierno contra la naturaleza. En este juego, el supuesto de racionalidad estaba asignado injustificadamente de una forma desigual, puesto que consideraba solamente al gobierno como agente racional que miraba hacia el futuro y que resolvía un problema de control óptimo consistente en minimizar (maximizar) alguna función intertemporal de pérdidas (bienestar) de carácter ad hoc.

      En cambio, los agentes privados miraban hacia el pasado, siguiendo un esquema de formación de expectativas de tipo adaptativo; se comportaban de acuerdo a reglas de decisión independientes de las actuaciones futuras de las autoridades económicas y que mostraban un carácter invariante ante cambios en las reglas de política económica.

      Estas reglas de decisión eran las funciones de comportamiento que integraban el modelo econométrico, que utilizaban las autoridades para simular los efectos de políticas económicas alternativas y calcular las sendas de valores óptimos de los instrumentos de política, mediante la aplicación de las técnicas de control óptimo.

    6. La concepción tradicional de la política económica

      En esta sección se analiza cómo la concepción moderna macroeconomía neoclásica, cuyos inicios datan de la segunda mitad de la década de 1970, denominada también Macroeconomía del Equilibrio, y cómo contribuyó ésta a renovar la teoría de la política económica. Se analiza los rasgos que identifican esta concepción y los aportes de Lucas a la misma.

      1. Gracias a la crítica de Lucas, se estableció una línea divisoria entre la teoría tradicional y la teoría moderna de la política económica. El fundamento de una nueva concepción de teoría de política económica se encuentra, según Febrero Devesa (1998), en la interrelación existente entre el gobierno y los agentes privados a la hora de concebir, diseñar, simular y aplicar políticas económicas.

        Al considerar de forma diferente la relación existente entre el gobierno y los agentes privados, Lucas proporciona el fundamento para concebir de una nueva manera toda la teoría de la política económica. Para Lucas, existe una relación de interdependencia entre el comportamiento de las autoridades económicas y el de los agentes privados. Al ser interdependiente la relación entre los agentes, la política económica debe considerarse como ahora como un juego dinámico.

        Según la concepción de Lucas, la teoría de la política económica ya no es considerada como un juego de las autoridades contra la naturaleza (enfoque tradicional), en la que las funciones de reacción de los agentes privados eran independientes de las acciones de las autoridades económicas. En la nueva concepción lucasiana, la política económica alcanza la interpretación de un juego dinámico entre las autoridades y los agentes privados, donde sus respectivas reglas de decisión mantienen una relación de interdependencia.

        Salvo en el particular caso de la instrumentación de la política económica por medio de reglas de carácter fijo, las reglas de decisión de las autoridades -sean éstas políticas puramente discrecionales o reglas de carácter flexible-, dependen de las reglas de decisión óptimas de los agentes privados. A su vez, las reglas de decisión de los agentes privados, tanto en su forma como en el valor de los parámetros, dependen de las reglas de decisión de las autoridades y, por lo tanto, de la función objetivo y las restricciones de los programas que las autoridades resuelven.

        En los modelos de equilibrio de expectativas racionales, los agentes son controladores óptimos que miran hacia el futuro racionalmente en el sentido de Muth (1961); y derivan sus reglas de decisión a partir de la resolución de problemas de optimización dinámica, en los que utilizan eficientemente toda la información disponible en el presente.

        Esto implica que las expectativas que los agentes formulan sobre futuras acciones de política económica afectarán a sus comportamientos en el presente a través de los efectos desplegados sobre sus conjuntos presupuestarios. En otras palabras, el futuro afecta al presente, al contrario que en la concepción tradicional.

        Aunque, como lo acota Febrero Devesas (1998), el lapso que media entre el presente y el futuro impone que la influencia del presente sobre el futuro sólo se materialice con el transcurrir del tiempo, cuando el presente se convierta en futuro. Sin embargo, el futuro influye en el presente, no sólo cuando el presente se transforma en futuro (con el transcurrir del tiempo), sino a través de una relación de causalidad circular que existe entre el presente y el futuro, relación que se construye a través de las expectativas de los agentes y de sus restricciones presupuestarias. En efecto, por un lado, el público cuantifica en términos aproximados el futuro a través de sus expectativas; y por otro, el futuro anticipado incide en el presente a través de sus restricciones presupuestarias. Los valores de los parámetros y la forma de las reglas de decisión óptimas de los agentes en el momento presente dependerán, en consecuencia, tanto de las políticas actuales como de las esperadas en el futuro.

        En definitiva, los agentes ajustarán hoy su comportamiento a los cambios anticipables en el comportamiento futuro de las autoridades económicas. Esta dependencia es la que fundamenta las tres áreas de renovación de la teoría de la política económica, como ya se mencionó: la propia concepción de la teoría, el método de simulación de las políticas y el diseño de las políticas óptimas.

      2. La Nueva Concepción de Política Económica de Lucas.
      3. Características de la Macroeconomía del Equilibrio.

      El enfoque propuesto por la macroeconomía del equilibrio para el estudio de los fenómenos macroeconómicos consiste en el empleo de modelos de equilibrio de expectativas racionales (Febrero Devesas, 1998). Destacan cinco características fundamentales que sirven como "señas de identidad de esta estrategia modelizadora" (Barro, Grilli y Febrero, 1997, p. XV):

      1.- Enfoque de equilibrio general, pues el análisis considera las interrelaciones existentes entre los distintos mercados de una economía.

      2.- Mercados perfectamente competitivos, con precios flexibles. Este enfoque supone una estructura de mercados perfectamente competitivos, con precios flexibles que aseguran la igualdad de la oferta y la demanda en todos y cada uno de los mercados.

      3.- Agentes Explícitamente Optimizadores. El enfoque parte de la presencia de agentes explícitamente optimizadores, lo que implica la derivación de las reglas de decisión de los agentes (sus funciones de oferta y demanda) a partir de la explícita consideración de sus preferencias y de sus conjuntos de oportunidades.

      4.- Enfoque Intertemporal. En otras palabras, los agentes no condicionan sus decisiones a los recursos disponibles únicamente en el momento presente, ni tampoco se muestran indiferentes ante el calendario de los acontecimientos económicos.

      5.- Expectativas racionales. El enfoque se basa en la hipótesis de expectativas racionales de los agentes (Muth, 1961). Los agentes utilizan eficientemente toda la información disponible que sea relevante para la toma de sus decisiones. Tras un proceso de aprendizaje, los agentes ajustan sus distribuciones de probabilidades subjetivas, relativas al comportamiento futuro de las variables relevantes, a las distribuciones de probabilidad objetivas derivadas del verdadero mecanismo generador de los datos; es decir, el modelo de la economía, y condicionadas por la información disponible en el presente.

    7. Concepción Moderna de la Teoría de la Política Económica.

      En esta sección, se analiza la interpretación del concepto de bienestar social por parte del gobierno y el asunto de la formulación de políticas dadas la inconsistencia temporal y la credibilidad, con miras a la selección de la política óptima.

      1. Se puede afirmar que la política económica a diseñar por las autoridades económicas ha de ser la más deseable, la óptima, desde el punto de vista de los agentes privados para quienes la autoridad económica o gestor de políticas (policy maker) ejerce sus funciones. La caracterización de las políticas óptimas depende de la elección de los argumentos de la función de bienestar social. En la literatura económica, se han dado dos aproximaciones básicas al problema de la elección de los argumentos de la función de bienestar social: la individualista y la paternalista.

        En la teoría tradicional de la política económica, la aproximación dominante ha sido la paternalista (Graaff, 1957), cuyo origen se debe a Bergson (1938).

        En ella, el gobierno es visto como un dictador benevolente que interpreta discrecionalmente el concepto de bienestar social. Los argumentos de la función de bienestar social son arbitrariamente seleccionados, sin nexo explícito alguno con el bienestar de los individuos que integran el colectivo. Las variables típicamente elegidas como argumentos de esta función han sido la tasa de inflación, la tasa de desempleo y la varianza respecto al nivel de actividad de pleno empleo.

        La orientación paternalista o "bergsoniana" ha sido extensamente empleada en la literatura macroeconómica tanto por autores keynesianos como monetaristas. Esto se debe a que el empleo de funciones de bienestar social con argumentos arbitrarios es la única forma posible de evaluar la deseabilidad de las acciones de política macroeconómica cuando se utilizan modelos del paradigma IS-LM.

        Por el contrario, en la macroeconomía del equilibrio, el enfoque dominante en el análisis de las políticas óptimas ha sido el individualista. La aproximación individualista define el bienestar social a partir del bienestar de los individuos que integran el colectivo, tomando como argumentos las funciones de utilidad de los agentes privados. De las diversas orientaciones que cabe diferenciar en el seno de la aproximación individualista, el enfoque dominante en teoría económica es el paretiano. Este es también el empleado en la macroeconomía del equilibrio.

        Como lo señala Febrero Devesas (1998), el análisis normativo de la macroeconomía del equilibrio supone utilizar una función de bienestar social paretiana y un modelo de equilibrio general dinámico de expectativas racionales que recoge las condiciones de optimalidad individual y vaciado de mercado. En consecuencia, es posible aplicar el análisis de bienestar paretiano a cuestiones de política macroeconómica y abandonar la caracterización tradicional de una política macroeconómica óptima como aquélla que resulta de maximizar el bienestar definido a partir de argumentos arbitrariamente elegidos por las autoridades de política.

        Los modelos de equilibrio de expectativas racionales empleados en la macroeconomía del equilibrio pueden subdividirse en dos categoría básicas: los modelos de un único agente representativo y los modelos de dos agentes representativos. Al primer grupo de modelos pertenecen cualesquiera de las variantes del modelo de crecimiento óptimo de Ramsey (1928), Cass (1965) y Koopmans (1965). El segundo grupo lo forman los modelos de generaciones sucesivas de Samuelson (1958) y Diamond (1965).

      2. Análisis de bienestar y política macroeconómica

        La concepción de la política económica como un juego dinámico entre agentes racionales originó la aparición de un fenómeno desconocido en el ámbito de la teoría tradicional de la política económica: la denominada inconsistencia intertemporal o dinámica de las políticas óptimas.

        En el ámbito de la política económica, el fenómeno de la inconsistencia intertemporal se refiere a la posibilidad de que:

        1.- Los planes de actuación futura anunciados por el gobierno, considerados óptimos en el período de diseño de los mismos como resultado de la maximización de una función de bienestar social dada, dejen de ser óptimos en períodos posteriores, es decir, tras la reacción de los agentes ante los mismos;

        2.- Lo anterior opera aún cuando la función original de bienestar, con la que se definió inicialmente el concepto de optimalidad, siga representando el criterio de valoración de las políticas económicas que sirven de guía de las actuaciones de las autoridades económicas.

        En síntesis, el problema de la inconsistencia intertemporal se presenta cuando una política óptima ex-ante (antes de la reacción de los agentes privados) no lo es ex-post (después de la reacción de los agentes). Es decir, cuando se viola el principio de optimalidad de Bellman (1957).

        Es importante destacar que el mecanismo de influencia de las autoridades sobre el comportamiento privado a través de anuncios y expectativas, sólo será operativo si los agentes confían en las promesas de las autoridades. Detrás del problema de la inconsistencia intertemporal de las políticas óptimas se oculta el factor de la credibilidad de las políticas económicas. A este factor siempre se le ha reconocido su importancia como condicionante de los efectos y el diseño de la política económica, pero sólo muy recientemente ha recibido un tratamiento formal en la teoría de la política económica. En el marco de análisis de la inconsistencia intertemporal, la credibilidad equivaldría a la optimalidad ex-post de la política económica.

        Para comprender adecuadamente lo que representa el fenómeno de la inconsistencia intertemporal desde la perspectiva de la política económica, se consideran las siguientes consideraciones fundamentales:

        1.- El comportamiento del público convierte una política óptima hoy en subóptima mañana. El propio comportamiento del público, al considerar una futura política creíble y ajustar consecuentemente sus decisiones actuales vía expectativas, es decir, al "descontar" la política futura, convierte la política inicialmente óptima en el momento de su anuncio en una política posteriormente subóptima en el momento de su implementación; o, en general, en cualquier momento posterior al descuento por los agentes de la política anunciada. La política óptima ex-ante, es decir, antes de la reacción de los agentes, no lo será ex-post. La política, en definitiva, será inconsistente intertemporalmente.

        Para entender esta inconsistencia intertemporal, debe analizarse qué ha cambiado entre el momento del anuncio y el de la implementación de la política. Lo que ha cambiado es el estado de la economía de la que período a período parten las autoridades para redefinir una política óptima, es decir, la restricción constituida por el modelo de la economía que limita en un modelo de política económica la elección del gestor de política. Así, en opinión de Febrero Devesa (1998), la optimalidad de la política económica viene a ser como un activo que con el paso del tiempo, y en virtud de la reacción del público que confía en las autoridades, se ve sometido a un proceso de "depreciación".

        2.- El gobierno engaña al público por su propio bien. La posibilidad de influir en el comportamiento actual de los agentes a través de las expectativas generadas sobre políticas futuras, actúa como incentivo para que las autoridades engañen al público en el futuro, una vez que en el pasado el público descontó la política entonces anunciada.

        Para esta concepción, la actuación de incumplimiento con los compromisos adquiridos por parte del gobierno puede llevarse a cabo para elevar el bienestar de los agentes. El engaño del gobierno al público no tiene por qué implicar un conflicto de intereses u objetivos entre las autoridades y los agentes privados. Se trata, más bien, de todo lo contrario. El engaño puede ser la expresión de un ejercicio de paternalismo de las autoridades para con el público.

        Este fenómeno tendrá lugar aun cuando el gobierno tome como función de bienestar social la función de utilidad del agente representativo. Dicho todo esto en otros términos, el gobierno engaña a los agentes privados por el propio bien de éstos. A través del engaño, el gobierno podrá subsanar en el futuro, la suboptimalidad de la política anunciada en el pasado y llevar a la sociedad desde un segundo óptimo, que implicaría el cumplimiento por parte de las autoridades de los anuncios efectuados, a un primer óptimo, resultante de la reoptimización de la política económica bajo la restricción impuesta por el nuevo estado de la economía a que el descuento de los agentes en el pasado ha dado lugar.

        Atenerse a la política previamente anunciada representaría para el gobierno aceptar las indeseables consecuencias del comportamiento del público para la optimalidad de la política económica, es decir, aceptar en el futuro una restricción adicional a las existentes en el momento de la optimización inicial de la política económica en el pasado. Por el contrario, proceder a reoptimizar la política económica en el futuro supondría para las autoridades desembarazarse de dicha restricción adicional y, por consiguiente, pasar de un segundo a un primer óptimo.

        3.- La política de desplazamiento desde un segundo a un primer óptimo lleva a la sociedad a un tercer óptimo. Naturalmente, en un mundo habitado por agentes que miran racionalmente hacia el futuro, el engaño sistemático por parte del gobierno no podrá producirse. Si los agentes comprenden que la política futura anunciada hoy dejará de ser óptima mañana, también comprenderán que las autoridades se verán incentivadas a reoptimizar mañana y, por tanto, a engañarles. Por consiguiente, los agentes concluirán que las políticas inicialmente anunciadas no son creíbles por no ser consistentes intertemporalmente.

        El resultado de esta constatación por parte de los agentes, es decir, el resultado de que anticipen el engaño del gobierno en el futuro, les llevará a actuar en consecuencia. Aun cuando todo esto sea por el propio bien de los agentes, éstos reaccionarán de modo que la economía acabará alcanzando, no un primer ambicioso óptimo, como así lo deseaban las autoridades al recurrir al engaño, ni un más discreto segundo óptimo, como habría sido el caso si las autoridades se hubiesen aferrado a la política intertemporalmente consistente, sino un indeseable tercer óptimo, derivado del descuento por parte del público del futuro engaño de las autoridades.

        4.- El engaño como un instrumento de política económica. Como puede apreciarse, el engaño de las autoridades a los agentes privados hace las veces de instrumento de política económica. Podría resultar un poderoso instrumento, si la política económica se concibiera como un juego de una sola vez ente el gobierno y el público. Pero lamentablemente, no parece razonable modelizar la relación entre gobierno y agentes mediante un juego de tales características. Si concebimos la política económica como un juego dinámico con repetición entre el gobierno y los agentes privados, y consideramos que estos últimos se comportan como decisores que miran hacia el futuro racionalmente, entonces el engaño, una vez anticipado por el público, se convierte en un instrumento de política económica no exento de costes para el bienestar de los agentes privados (recuérdese el desplazamiento que sufrirá la economía hacia un tercer óptimo) y cuyos efectos, ante la falta de credibilidad de los anuncios de política económica, no estará en condiciones de cuantificar el gestor de política, aunque puede que sí de predecir cualitativamente.

        Las autoridades económicas se enfrentan así a un verdadero dilema, tal y como recoge el siguiente diagrama:

        Gráfico 2. DILEMA DE LA AUTORIDAD ECONÓMICA.

        Para ver el gráfico seleccione la opción "Descargar" del menú superior

        Fuente: Febrero Devesa, 1998, p. 28

        Las autoridades deben elegir entre una política óptima, pero inconsistente, o una política subóptima, pero consistente. Si optan por alcanzar la política óptima recurriendo en el futuro al engaño, y los agentes lo anticipan, entonces, las autoridades sólo elegirán entre dos entre dos políticas subóptimas y optar por la peor de ellas, la que conduce a la economía a un tercer óptimo.

      3. La inconsistencia intertemporal y la credibilidad como condicionante de la política económica
      4. Las Soluciones Propuestas.
    8. Diseño de Políticas Macroeconómicas Óptimas.

    Las soluciones se han orientado al establecimiento de reglas fijas o tecnología de compromiso (Kidland y Prescott, 1977); la reputación (Barro y Gordon, 1983) y la delegación (Rogoff, 1985)

    Kydland y Prescott (1977), fueron los primeros en proponer una solución a este dilema. Estos autores relacionaban la inconsistencia intertemporal de la política económica a la controversia reglas versus discreción. Dado que las políticas discrecionales no conducen a la maximización de la función de bienestar social cuando las decisiones actuales de los agentes dependen de las políticas esperadas en el futuro, Kydland y Prescott defendieron el abandono de la política discrecional y la adopción de una tecnología de compromiso que dotara de credibilidad a las autoridades económicas. En concreto, estos autores propusieron el establecimiento de reglas fijas cuyos cambios fueran difíciles y lentos de lograr en virtud de algún tipo de acuerdo institucional.

    Otros autores propusieron soluciones alternativas, puesto que no siempre puede disponerse de la tecnología de compromiso. Fundamentalmente, se han planteado dos vías alternativas: la reputación (Barro y Gordon, 1983) y la delegación (Rogoff, 1985).

    Según el enfoque de la reputación de Barro y Gordon (1983), en un juego con repetición entre el gobierno y los agentes privados, la solución al problema de la falta de credibilidad asociado a la inconsistencia de la política óptima puede resolverse por la vía del temor a la pérdida de la reputación alcanzada por las autoridades. El mantenimiento de la reputación podría suplir la necesidad de dotar a las autoridades de una tecnología de compromiso que otorgara credibilidad a sus anuncios de política.

    De acuerdo con el enfoque de la delegación de Rogoff (1985), la solución implicaría delegar la política económica en manos de una institución independiente del gobierno que se caracterizara por un talante "conservador". Como por ejemplo, las políticas conservadoras del Fondo Monetario Internacional en los países subdesarrollados durante la década de 1980; también se ha utilizado este planteamiento para justificar una reforma institucional de la política monetaria encaminada a dotar al banco central de independencia respecto al gobierno y asignarle como objetivo a alcanzar la estabilidad de los precios.

  1. Teoría de la Política Económica

    Tal y como sostiene González i Calvet (1998), desde sus orígenes, el sistema económico capitalista se ha caracterizado por una poderosa capacidad expansiva que ha dado lugar a un crecimiento económico sostenido a largo plazo mucho más rápido que en cualquier época o sistema económico anterior. Sin embargo, esta evolución expansiva no ha sido uniforme; más bien ha seguido una trayectoria de fluctuaciones persistentes e irregulares que se manifiestan tanto en la actividad productiva (producto, inversión, empleo, renta) como en la actividad monetaria y financiera (precios, tipos de interés, endeudamiento, activos financieros).

    De aquí que, en la actividad económica se observen períodos en los que los negocios marchan a satisfacción de todos y se ofrecen empleos nuevos, contrapuestos a otros períodos en los que muchas empresas sufren pérdidas y se ven obligadas a cerrar o a reducir su plantilla.

    Los ciclos económicos son uno de los temas más interesantes en el estudio económico y, particularmente, de la macroeconomía. Esta rama de la economía se preocupa por estudiar las causas de los ciclos económicos, su comportamiento e intensidad, etc.

    Según el Glosario del Banco de la República (2004), los ciclos económicos son los aumentos y descensos (fluctuaciones) recurrentes de la actividad económica global (en la mayoría de los sectores económicos) en un periodo determinado. No se presentan de la misma forma en diferentes periodos, pues su intensidad, duración o comportamiento pueden variar, aunque todos se caracterizan por tener fases ascendentes y descendentes.

    A pesar de su alta irregularidad, su duración cambiante y el hecho de que ningún ciclo es igual al anterior, las fluctuaciones de la actividad productiva se han mantenido acotadas en amplitud dentro de unos límites razonables, incluso en casos excepcionales (± 10% anual para el producto o el empleo) y se han identificado varios rangos de frecuencia típicos para dichas fluctuaciones. (González i Calvet, 1998, p. 1)

    Un gran número de economistas han dedicado considerables esfuerzos a su estudio. Schumpeter recopiló la labor de todos sus predecesores, clasificando los ciclos según su duración en tres tipos: largo, medio y corto, a los que dio los nombres de los economistas que más se habían distinguido en su estudio: Kondratieff para los ciclos largos de 40-50 años, Juglar para los ciclos de 5-10 años y Kitchin para los de duración inferior.

    La identificación de los distintos tipos de ciclos se logró gracias al análisis empírico. Así, desde fechas muy tempranas, se identificaron al menos tres tipos de ciclos en la actividad económica. El primero en ser estudiado fue el llamado ciclo de negocios, que Clément Juglar describió por vez primera en 1860, atribuyéndole una duración de entre 9 y 10 años y tratando de explicarlo por causas monetarias.

    En las primeras décadas del siglo XX, se tipificaron nuevas clases de ciclos, junto con las primeras teorías explicativas y modelos formales. Destacan, en particular, los trabajos de Kitchin y Kondratieff. Kitchin descubrió en 1923 la existencia de ciclos cortos de 40 meses de duración media, denominados ciclos de inventario. Kondratieff (1935), en sus trabajos de 1924 y 1925 (traducidos al inglés en 1935), identificó estadísticamente las ondas largas, de entre 40 y 60 años de duración, denominadas por Schumpeter como ondas largas de Kondratieff; las cuales ya habían sido apuntadas por numerosos autores a fines del siglo XIX, entre ellos, Jevons, Tugan-Baranovsky y Wicksell.

    Por otra parte, desde 1913, sucesivos trabajos de Mitchell reafirmaron la evidencia sobre los ciclos de Juglar, aunque propuso explicaciones diferentes basadas en la estructura de retardos de la economía.

    González i Calvet (1998), señala que en la década de 1930, se dio una verdadera eclosión de trabajos teóricos y empíricos sobre el ciclo. Kuznets y Hansen proporcionaron evidencia empírica adicional sobre el ciclo de negocios y el ciclo largo. Por su parte, Kuznets identificó la existencia de ciclos de inversión de entre 20 y 25 años de duración. Asimismo, autores como Hawtrey, Hayek, Frisch, Kalecki, Kaldor, Schumpeter o Samuelson proporcionaron las primeras teorías y modelos modernos de los ciclos económicos.

    Se suele distinguir en cada ciclo cuatro fases, expansión, cima, recesión y fondo.

    La depresión o crisis: Es el punto más bajo en el ciclo económico. En este punto es común que se presenten bajos niveles de empleo (desempleo), los consumidores no tengan muchos recursos para consumir y, por lo tanto, no haya demanda por bienes y servicios en la economía, los precios de bienes y servicios bajen o permanezcan estables, y la producción presente niveles mínimos. Todo lo anterior no trae buenos resultados para las empresas y la economía en general.

    Recuperación: Es la fase en la cual el panorama económico empieza a mejorar; es decir, el ciclo comienza a subir. Se presenta entonces una fase de crecimiento económico, mejores niveles de empleo y producción y un aumento de precios como respuesta a una mayor demanda de bienes y servicios en la economía.

    Auge o "boom": Es el punto más alto del ciclo económico. Se le llama también el pico. En este punto de la economía hay pleno empleo; es decir, todas las personas tienen empleo y la producción está en su máximo nivel. Dado que no hay mano de obra ni capacidad de producción restante, no es posible un mayor crecimiento económico, a menos que se pague con mayores sueldos y se dispare la inflación.

    Recesión o contracción: Es la fase del ciclo económico en la cual se desciende. En esta fase se reducen la producción, la inversión, el comercio y el empleo, así como el ingreso de las personas, las empresas y el gobierno; por lo tanto, el crecimiento económico es negativo. Esta recesión puede presentarse de forma severa y prolongada, conduciendo a la economía a un estado de crisis.

    Gráfico 3 CICLOS ECONÓMICOS

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    Fuente: Martínez Coll (2001), p 1.

    Los ciclos económicos se pueden calcular partiendo de muchas variables. La más usada es la producción nacional, representada por el producto interno bruto (PIB) o el producto nacional bruto (PNB), pero también se pueden utilizar variables como la inflación y el desempleo, entre otras. Las variables pueden ser pro cíclicas es decir, aumentan cuando los ciclos crecen y disminuyen cuando los ciclos decrecen (PIB, PNB, inflación), contra cíclicas, las cuales crecen cuando el ciclo decrece y disminuyen cuando los ciclos crecen (desempleo), o acíclicas, las cuales no cambian por el ciclo económico.

    Se puede relacionar la fase del ciclo económico con el comportamiento de la inversión. En el siguiente cuadro, se muestra esta relación.

    Cuadro 1.

    NIVEL DE INVERSIÓN Y FASES DEL CICLO ECONÓMICO

    Para ver el cuadro seleccione la opción ¨Descargar trabajo¨ del menú superior

    Fuente: Inversor Latino, 2001.

    1. Hay muchas razones que pueden explicar la existencia de ciclos. Hay razones externas e internas al sistema económico. Entre las razones externas, se describen del ciclo político y las del ciclo tecnológico. Entre las razones internas el más conocido es el modelo del acelerador.

      El análisis del ciclo económico puede remontarse a los estudios de las crisis realizados por los clásicos (Medio, 1987). Sin embargo, el pleno reconocimiento del carácter recurrente de las mismas bajo un sistema capitalista se inició con Marx. Así, aunque los escritos clásicos sobre las crisis son, sin duda, extrapolables al análisis de los ciclos, el estudio del ciclo económico como fenómeno repetitivo de prosperidad y depresión no se inicia hasta el segundo tercio del siglo XIX.

      Cabe agrupar las teorías del ciclo económico bajo tres grandes epígrafes dependiendo de que el origen de las fluctuaciones se considere exógeno, endógeno o mixto.

      Factores Exógenos. Las teorías que presentan el ciclo como resultado de factores exógenos consideran que el sistema económico es fundamentalmente autorregulado y estable y, por consiguiente, las fluctuaciones sólo pueden tener un origen externo. David Ricardo y James Mill destacaron que algunos factores externos, tales como alteraciones políticas o malas cosechas, pueden afectar profundamente la actividad económica. La idea del origen exógeno del ciclo quedó bien establecida con el estudio de los mecanismos económicos de propagación de impulsos que Ragnar Frisch efectuó en los años treinta (Frisch, 1933).

      También pueden adscribirse a esta línea autores como Hayek o Friedman para quienes la política monetaria del Banco Central (exógeno) estaría en el origen de las fluctuaciones, lo que se denominaría teoría monetaria de los ciclos económicos. (Hayek, 1931; Friedman y Schwartz, 1963).

      La teoría de las expectativas racionales le brindó un impulso decisivo al enfoque exógeno del ciclo económico. Según esta hipótesis, los mercados están permanentemente en equilibrio, así los ciclos sólo pueden aparecer como resultado de shocks exógenos aleatorios, de carácter real o monetario, de difícil determinación o previsión por los agentes económicos dado su carácter estocástico. Gran parte de la investigación en ciclos económicos sigue actualmente esta línea, denominada enfoque de los "ciclos reales".

      Factores Endógenos. Alternativamente la explicación del ciclo económico por factores endógenos implica que el sistema económico es esencialmente inestable y que tal inestabilidad está estrictamente acotada por diversos mecanismos. El origen de este enfoque también puede remontarse a los clásicos. Malthus, Lauderdale o Sismondi contemplaron la posibilidad de sobreproducción (o subconsumo) y los problemas que ello acarrearía. En la obra de Marx aparece la primera teoría completamente endógena que explica las crisis económicas, su recurrencia y su carácter diferencial.

      Hasta la década de 1930, aparecen otras teorías que apuntan a distintos elementos endógenos como origen de los ciclos: la sobreinversión como resultado de los procesos de innovación, los problemas de coordinación temporal o retardos de Mitchell, la distribución inadecuada de la renta que genera subconsumo y los mecanismos monetarios junto a problemas de coordinación. Finalmente, en la obra de Keynes se encuentran todos los elementos de una teoría del ciclo que más tarde desarrollarán sus discípulos.

      En 1935, Kalecki presentó una teoría del ciclo basada en las interacciones macroeconómicas de tipo keynesiano y en una estructura de retardos de ajuste, en la que pusieron al descubierto que la interacción entre inversión, demanda y distribución puede originar fluctuaciones.

      Factores Mixtos. Por último, la explicación del ciclo por una mezcla de factores endógenos y exógenos está cobrando creciente importancia. Desde este enfoque, el sistema económico es estable pero su ajuste es lento y fluctuante, razón por la que la sucesión de shocks aleatorios perpetúa las fluctuaciones. En estos modelos, los ciclos aparecen como resultado de imperfecciones en los mercados, en la información o en los procesos de ajuste de precios, salarios o producción, en presencia de algunos shocks. En presencia de información incompleta, los cambios monetarios pueden originar ciclos. La lentitud en el ajuste de los salarios, así como la rigidez de los precios, también dan lugar a la aparición de ciclos. Este enfoque, adoptado básicamente por los "nuevos keynesianos", sigue una microfundamentación estricta, pero introduce en los modelos las imperfecciones de mercados, agentes y mecanismos.

      En la siguiente sección, se analiza la teoría del ciclo político, debido a que se considera pertinente para explicar de alguna manera, el comportamiento de la actividad económica en Venezuela.

      A continuación, se analiza brevemente la teoría del ciclo tecnológico, los factores reales y los factores monetarios en la explicación del ciclo.

      La teoría del ciclo tecnológico explica la existencia de los ciclos largos de Kondratieff por existir momentos en los que la conjunción de algunos descubrimientos científicos clave permite la aparición de un grupo de nuevas tecnologías, lo que estimula fuertemente la inversión, la demanda y el empleo. Mientras los nuevos productos se hacen accesibles a un número cada vez mayor de personas en más países el ciclo continuará en su fase expansiva. Cuando los mercados estén saturados se detendrá la inversión, cerrarán empresas y se producirá la recesión a la espera de una nueva ola tecnológica. Los avances en los transportes suelen ser mostrados como claves en varios ciclos históricos: los ferrocarriles a mediados del siglo pasado, los automóviles a principios de este siglo y los aviones tras la Segunda Guerra Mundial. Muchos analistas consideran que la economía mundial se encuentra en la fase ascendente de un nuevo ciclo largo provocado por la tecnología informática desarrollada al calor de la investigación para los viajes espaciales.

      Factores reales en la aparición del ciclo. No cabe duda de que los shocks exógenos imprevisibles han sido una constante fuente de perturbaciones del sistema económico. Sin embargo, para explicar la persistencia y la acotación de los ciclos en frecuencia y amplitud es necesaria la presencia de mecanismos endógenos que generen atractores cíclicos, esto es, que pese a ser intrínsecamente inestable, el sistema económico debe hallarse dinámicamente acotado.

      Para estudiar esas propiedades dinámicas y esos comportamientos, los modelos de tipo endógeno y determinista son los más adecuados, tanto por su mayor simplicidad analítica como porque permiten la identificación precisa de los mecanismos dinámico-económicos subyacentes. Cabe añadir, además, que los shocks externos seguirán existiendo y siendo inevitables pero la prevención de sus efectos sólo es posible conociendo y modificando, si se puede, los comportamientos endógenos.

      Todo modelo de ciclo económico parte de una representación dinámica del sistema económico. Para que existan ciclos económicos es necesario que haya tres elementos:

      a) un generador de inestabilidad;

      b) un mecanismo de transmisión de la inestabilidad al sistema; y

      c) unos límites a la inestabilidad.

      El generador de inestabilidad puede ser endógeno (equilibrio inestable) o exógeno (shocks aleatorios). El mecanismo de transmisión viene proporcionado por la propia estructura de toma de decisiones de los agentes a partir de las variables de estado del sistema y, finalmente, los límites de la inestabilidad pueden tener un origen institucional (rigideces, no linealidades, sector público), físico o productivo (máximo de capacidad, depreciación del equipo) y monetario o nominal (tipos de interés cero, precios o salarios cero).

      En los modelos basados en factores reales, se considera que las causas de inestabilidad provienen únicamente de variables reales, tales como la producción, de la demanda y del intercambio. El dinero sólo interviene de forma implícita (como depósito de valor) al hacer posible que no se invierta todo el ahorro y que se presente un problema de demanda efectiva.

      Los factores financieros en la aparición del ciclo. En estos modelos, al contrario que los ciclos reales, se considera que el sistema financiero tiene una incidencia decisiva en el comportamiento de la economía. Una gran parte de la estructura de pagos de la economía descansa en la estabilidad y buen funcionamiento del sistema financiero. Dicho sistema tiene un papel crucial en la canalización de fondos hacia las empresas o en la financiación del consumo. Además, el creciente desarrollo del sistema y los mercados financieros facilita la absorción y desvío de cada vez más recursos hacia actividades no productivas, de carácter especulativo.

      Por último, los mercados y sistema financieros determinan una variable estratégica, es el tipo de interés, cuyo nivel no sólo afecta a las decisiones de inversión y de consumo sino que tiene importantes implicaciones distributivas.

      En conclusión, las actividades financieras tienen una incidencia muy importante en el comportamiento de las economías. De ahí que sea muy pertinente preguntarse si la actividad financiera tiene algo que ver con los ciclos económicos, sea como fuente de inestabilidad, como mecanismo transmisor, o como limitador de la inestabilidad global del sistema.

      Los primeros monetaristas ya resaltaron que la política monetaria del Banco Central puede producir shocks exógenos que pueden causar fluctuaciones (Hayek, 1931; Friedman y Schwartz, 1963). Posteriormente se han desarrollado teorías que consideran factores financieros endógenos como origen del ciclo, tales como la expansión del crédito para financiar la producción y la inversión o los excesos especulativos en los mercados financieros.

    2. Teorías que Explican la Existencia de los Ciclos Económicos
    3. Ciclo Económico Político
  2. Ciclos Económicos.

La teoría del ciclo político argumenta que la periodicidad de las elecciones en los sistemas democráticos, unida al poder de los gobiernos para estimular la economía, provoca ciclos económicos de duración ajustada a la de los períodos legislativos. Se define como el comportamiento económico de los gobiernos que están cerca de competir en un evento electoral (elecciones parlamentarias, autoridades regionales, reelección etc.).

Básicamente, el gobierno tiene la tentación de utilizar las instituciones del estado y de los instrumentos de la política pública (donde el gasto público es el eslabón más importante), para tratar de mejorar las variables clave de la actividad económica y con esto ganar las preferencias de los votantes. Al final esto se traduce en una asignación de recursos ineficiente, tanto en el calendario de ejecución como en el destino de las variables a utilizar.

Antes de las elecciones, el gobierno aprobará medidas expansivas, que promuevan la inversión y la creación de empleos para que en el momento de acudir a las urnas, la mayoría de los votantes esté satisfecha y apoye al partido en el poder.

Esa expansión artificial provocará un exceso de demanda y tensiones inflacionistas que deberán ser corregidos mediante medidas impopulares que serán adoptadas poco después de las elecciones, cuando pueda dejarse pasar mucho tiempo antes de someterse de nuevo a la aprobación popular. Esta teoría estudia las relaciones entre las decisiones relacionadas con la política económica y las consideraciones políticas que esta puede contraer. La predicción más conocida de la teoría, es que el ciclo económico es un reflejo del calendario del nivel electoral.

Según esta teoría, los responsables de la política económica tratan de que la situación de la inflación y del desempleo sea optima o equilibrada en época de elecciones (en algunos países); luego de ese periodo pareceré la inflación o la recesión.

Según Larraín y Assael (1997), en un régimen democrático, los gobernantes deben competir para mantenerse en el poder o, al menos, para que los suceda alguno de sus correligionarios. Ganar esa competencia es un incentivo poderoso para recurrir al uso de instrumentos económicos que influencien oportuna y favorablemente al electorado.

La teoría del Ciclo Político Económico (CPE) predice que los gobiernos utilizarán la política monetaria, fiscal y cambiaria para mejorar las condiciones económicas en el período anterior a las elecciones y, de este modo, obtener más votos.

Según Larraín y Assael (1997), evidencias empíricas de estudios realizados para países con economías industrializadas y para Chile, indican una clara existencia del Ciclo Económico Político alrededor de las elecciones presidenciales. La política más utilizada para lograr resultados favorables preelectorales es la política monetaria, a la que se suman, en la mayoría de los gobiernos, políticas fiscales y cambiarias que también son consistentes con la teoría del Ciclo Económico Político.

La presencia del Ciclo Económico Político se observa a su vez en variables de resultado tales como el crecimiento del producto, que muestra una tendencia progresiva hasta el período de las elecciones, aunque estadísticamente esta evidencia es mucho más débil que la de los instrumentos de política.

Debido a que a los votantes les importa el desempeño económico del país, entre estas acciones está el manejo de variables que permitan mejorar los resultados económicos percibidos por el electorado. Así, las autoridades tienen la "tentación" de usar la política monetaria, fiscal y cambiaria en períodos preelectorales, y ello puede producir fluctuaciones en variables como el nivel de actividad económica y la tasa de inflación.

La literatura existente (Larraín y Assael, 1997; Alesina, 1987; Hibbs, 1977) indica el siguiente comportamiento en cada una de las políticas tradicionales:

  • Las políticas fiscales aplicadas se concentran en el rezago en el ajuste de las tarifas de los servicios públicos;
  • se dan incrementos salariales "generosos" a los empleados del sector público
  • Se incrementa la inversión pública.
  • En el campo monetario, se observa un recorte de la liquidez tratando de disminuir la inflación e incrementar las tasa de interés para mejorarle la rentabilidad a los ahorros de la población.
  • En el campo cambiario, se busca la estabilidad para controlar la inflación.

La práctica indica que los gobiernos consiguen recursos en el exterior que les permitan tener reservas monetarias suficientes, para ajustar el tipo de cambio a un ritmo menor y así no afectar el nivel de precios interno.

Por último es importante destacar que otra variable que es empleada con fines político-electorales han sido los salarios mínimos. Esta es una alternativa "barata" para el gobierno porque no le significa egresos y mejora el nivel de bienestar de la población de menores ingresos. Es usual que el año anterior se otorguen incrementos salariales "más allá de lo esperado".

Como lo sostienen Larraín y Assael (1997), en un Ciclo Económico Político típico, la economía vive una expansión antes de cada elección, un aumento de la tasa de inflación alrededor de la fecha de elecciones, y una reducción postelectoral de la inflación a través de políticas contractivas que originan una desaceleración del crecimiento. También es probable que el gobernante reduzca los impuestos o aumente el gasto público, o ambas cosas a la vez, en el período preeleccionario. Y es altamente improbable que se efectúe un ajuste económico durante ese período. Los ajustes y alzas de impuestos, cuando ocurren, tienden a suceder después de las elecciones.

Los elementos fundamentales de esta teoría son las opciones entre las que puede elegir el responsable de la política económica.

La siguiente es cómo los votantes valoran la cuestión; por ejemplo, la elección entre inflación y desempleo; el tercer elemento a considerar es el calendario o momento optimo para influir en los resultados electorales.

La hipótesis del ciclo económico hace hincapié en el sentido del cambio de la economía. Para que los políticos resulten reelegidos, la tasa de desempleo debe estar disminuyendo y la tasa de inflación no debe estar empeorando.

La Valoración de la Cuestión. Anteriormente se ha mencionado que a los votantes les preocupa la inflación y el desempleo cuando éstos son elevados. Al analizar esto profundamente, se encuentra que a los votantes les preocupa tanto el nivel como la tasa de variación de las tasas de inflación y desempleo. El aumento del desempleo aumenta la preocupación de la opinión pública por esta cuestión. La preocupación por la inflación depende de la expectativa de que ésta aumente, así como de su nivel. Las circunstancias mencionadas influyen en los tipos de medidas que eligen los políticos.

El Calendario. Los políticos desean estar seguros de que en la época de las elecciones, el rumbo de la economía será el correcto para conseguir la aprobación del mayor número de votantes. Debido a esto, las tasas de inflación y desempleo deben estar disminuyendo, si es posible, y de preferencia, no deben ser demasiado altas. El problema es cómo utilizar el periodo que va desde la toma de posesión hasta las elecciones para situar a la economía exactamente en la posición correcta.

La hipótesis del ciclo económico sugiere, que los políticos adoptan medidas recesivas al comienzo de su mandato, elevando el desempleo para reducir la inflación. A menudo, puede acusarse a una administración anterior de la necesidad de adoptar este tipo de medidas. Pero conforme se aproximan las elecciones, se adoptan medidas expansivas para asegurarse de que la reducción del desempleo consigue la aprobación de los votantes, al tiempo que su nivel sigue un ciclo sistemático, es decir, aumentar en la primera parte del mandato presidencial y disminuir en la segunda.

En todo caso, hay factores que actúan en contra del ciclo económico político. En general, se sabe que la capacidad del gobierno para sintonizar perfectamente la economía es limitada. La aplicación de manipulaciones cuyo motivo es político, también plantea sus propias dificultades.

  1. Política Fiscal y Ciclo Económico.

En lo que respecta a la política fiscal frente a los ciclos económicos, según Ramírez La Torre (2003), lo más importante es reconocer la visión intertemporal de la política fiscal. Esta visión viene a través del financiamiento de los déficit fiscales: El incremento de gastos por encima de las capacidades de generar ingresos, sólo puede darse si el faltante se cubre con deuda (interna o externa), la cual tendrá que ser honrada en algún momento en el futuro. En otras palabras, las decisiones presentes en materia fiscal, sobre todo aquellas que implican un incremento del gasto público, podrían tener impacto en el futuro a través de aumentos en los impuestos sobre posteriores generaciones y/o un mayor endeudamiento.

El problema de la política fiscal se agrava si ésta presenta vinculación con la duración de los gobiernos de turno, resultando en una visión de corto plazo, en otras palabras, si la política fiscal es utilizada por los gobiernos como parte de su manejo del ciclo económico político, tal y como se acaba de analizar en el aparte anterior.

Específicamente, en concordancia con la teoría del ciclo económico político, un gobierno tendrá siempre el incentivo de incurrir en una conducta de expansión fiscal, si sabe que la posible deuda recaerá sobre un gobierno diferente; mientras que si en el futuro hubiera la posibilidad de una reelección inmediata, se reduciría ese incentivo.

Si al análisis anterior, se le añade la característica de una economía abierta, expuesta a las fluctuaciones del comercio internacional de su principal producto de exportación, esto la haría susceptible de sufrir fluctuaciones drásticas en su actividad económica debido a factores fuera de su control, tales como aumentos en las tasas de interés internacionales que elevan la deuda externa; variaciones en las cotizaciones de los productos primarios de exportación, que pueden favorecer o no la balanza de pagos; salidas de capitales que podrían presionar la devaluación de su moneda. Así, la economía tendría una evolución coyuntural que responde a ciclos.

Ramírez La Torre (2003) recuerda que una política fiscal saludable debe ser sostenible en el tiempo; es decir, debe buscarse que la deuda comprometa cada vez un menor porcentaje del PIB total.

Budnevich y Le Fort (2000) proponen un modelo donde estudian el efecto de la estabilización del gasto fiscal y el uso anticíclico de los impuestos como variables de estabilización en la economía chilena. Algunas de sus propuestas se presentan a continuación, por resultar de interés para el tema objeto de estudio.

Los autores citados opinan que se podría eliminar un 25% de la variabilidad inducida en la economía a través del ciclo, evitando los impulsos cíclicos fiscales a través de un crecimiento constante del gasto público de inversión y de consumo, así como la utilización de los impuestos anticíclicos.

Recomendaciones de Política Fiscal para atenuar el ciclo económico:

  • Reducir el monto de la deuda, o más bien, el porcentaje de deuda sobre PIB; con lo que se aporta mayor flexibilidad al presupuesto público.
  • Propiciar mecanismos que permitan ahorrar los excedentes fiscales generados durante las expansiones para utilizarlos durante las recesiones, sin necesidad de comprometer el presupuesto en ello.
  • Evitar que los ingresos coyunturales sirvan para financiar gastos corrientes, lo cual introduce rigidez en el presupuesto para futuros ajustes fiscales.
  • Para Ramírez La Torre (2003), los ingresos coyunturales deberían ahorrarse y formar un fondo para atender las recesiones. Utilizar los denominados Fondos de Estabilización como verdaderos mecanismos de atenuación del ciclo, mediante la aportación de importantes fondos a los mismos; esto es, que su peso sobre el PIB lo más elevado posible. Los fondos de estabilización de la recaudación tributaria contabilizan y acumulan las respuestas contracíclicas del fisco, para independizar el gasto fiscal de la recaudación en un punto particular del ciclo económico.
  • Establecer un sistema de estabilización del crecimiento del gasto fiscal mediante un sistema de reglas y grados de flexibilidad sujetos a cláusulas específicas;
  • Flexibilizar la fijación del impuesto al valor agregado (IVA). Para solucionar los problemas de inconsistencia temporal que esto provocaría, se propone flexibilizar el impuesto a la renta o dar incentivos tributarios a la inversión, también flexibles.

Se concluye que en manos del fisco hay una serie de instrumentos que se podrían utilizar adelantar una política anticíclica, como sería establecer reglas sobre crecimiento del gasto, fondos de estabilización y flexibilidad de los impuestos.

  1. Según Zúñiga Fallas, coord (1997), antes de aplicar políticas monetarias, es necesario determinar el papel que se le otorgará a la misma y para ello, es indispensable conocer lo que ésta puede y no puede hacer, a efecto de no conferirle un papel mayor y no esperar de ella más de lo que puede cumplir.

    Friedman (1968) destaca que la política monetaria no puede mantener fijo el nivel de la tasa de interés o el de desocupación, excepto por períodos muy cortos; y ofrece evidencia empírica de ello, a través del fracaso de la política de dinero barato seguida en la época de la postguerra. Para Friedman (1968), por tanto, la política monetaria tiene un papel bastante definido que se relaciona fundamentalmente con tres aspectos. En primer lugar, la capacidad que tiene la política monetaria para evitar que el dinero sea una de las principales fuentes de perturbación económica. En segundo lugar, la política monetaria proporciona un marco estable para la economía, y en último lugar, contribuye a compensar los ciclos económicos originados en otras fuentes, el cual se destaca en esta sección.

    Con respecto a este último punto, Rosende y Herrera (1991), mencionan que la función que se le asigne a la política monetaria está estrechamente relacionada con la parte del ciclo económico en que se encuentre. Así, mientras en períodos de alta inflación, las políticas monetarias pueden obedecer más a un enfoque clásico-monetarista, en períodos de recesión se puede seguir un enfoque Keynesiano.

    En la actualidad, existe un debate sobre la influencia que pueda ejercer la política monetaria en la inflación, el empleo y el producto.

    Mientras que algunos autores sostienen que la política monetaria es relevante para lograr objetivos macroeconómicos de largo plazo, otros argumentan la imposibilidad de la misma para afectar las variables reales, incluso en el corto plazo.

    No obstante, tanto los monetaristas como los neokeynesianos aceptan el principio de la neutralidad del dinero en el largo plazo, lo cual significa que la trayectoria de tendencia del producto real no se ve afectada por la política monetaria. En este punto, resulta importante señalar que el concepto de "largo plazo" es diferente para los dos enfoques. Para los keynesianos, el largo plazo no existe; mientras que para los monetaristas, es un período más corto para realizar el ajuste.

    La no neutralidad del dinero en el corto plazo implica que las oscilaciones del dinero provocan fluctuaciones en el gasto, lo cual en un contexto de rigidez nominal de precios inducen a variaciones en el producto real. Aunque, como señala Zúñiga Fallas (coord) (1997), es importante señalar que no todas las fluctuaciones son causadas por el dinero, como se explicó en las teorías del ciclo económico.

    En el caso clásico, se supone que la rigidez tiene un carácter transitorio. Bajo el enfoque de las expectativas racionales, la neutralidad o no neutralidad del dinero en el corto plazo depende de si las fluctuaciones monetarias son anticipadas o no por los agentes económicos: si los agentes anticipan las fluctuaciones monetarias, el efecto será neutral; mientras que si no lo hacen, estas tendrán efecto sobre las variables reales (véase Lucas, 1996).

    El concepto de neutralidad del dinero está íntimamente relacionado con la forma en que las diferentes escuelas de pensamiento realizan la política monetaria. Como se menciona en Mussa y Flood (1995), desde los trabajos de Keynes, los macroeconomistas se han dividido en dos grupos.

    El primero corresponde a los que están a favor de las políticas monetarias activas, especialmente para estabilizar la economía real (partidarios de la no neutralidad en el corto plazo). En el segundo se encuentran aquellos que son menos intervencionistas, donde la principal preocupación está ligada a los costos de una alta inflación. Al partir del debate generado entre los que están más o menos de acuerdo en utilizar políticas monetarias activas, se desprende que las dos principales funciones, asociadas con los objetivos asignados, son: (1) estabilidad de precios y (2) estabilidad de la economía real. En este trabajo se analiza solamente el papel de la política monetaria como estabilizador de ciclos económicos o de la economía real.

    Papel Estabilizador de Ciclos Económicos. La política monetaria puede tener el papel de estabilizador de ciclos económicos. Cuando se le asigna este objetivo, la política monetaria debe proporcionar un marco estable para la economía real, lo cual puede lograrse mediante la compensación de las perturbaciones o "choques" que se generan en la economía. Estas perturbaciones, que producen por lo general fluctuaciones recurrentes en la economía, o ciclos económicos, y dificultan el buen desempeño de la actividad económica.

    Para obtener resultados satisfactorios en la estabilidad económica, es importante identificar el tipo de "choques" que lo generan. Por ejemplo, si el ciclo es producido por choques que afectan a la demanda agregada, como consecuencia de políticas adoptadas por las autoridades o por el resultado de desplazamiento en la inversión o en el consumo privado o expectativas sobre el desempeño futuro de la economía, la política monetaria puede ser utilizada como un instrumento para contrarrestar los efectos no deseados en el producto real.

    Ahora bien, si el ciclo es originado por perturbaciones de oferta; es decir, por avances tecnológicos, cambios climáticos, desastres naturales, descubrimientos de recursos naturales o variaciones en el precio de materia prima, es muy probable que la política monetaria no sea eficaz para suavizar el ciclo, porque requiere de ajustes tanto por el lado de los precios como de las cantidades, lo cual escapa del marco de acción de la política monetaria (Sachs y Larraín, 1994).

    Finalmente, si las perturbaciones ocurren tanto del lado de la demanda, como por el lado de la oferta; a veces no es posible contar con una adecuada información acerca del tipo de perturbación que lo genera. Así, se puede caer en el problema de utilizar inapropiadamente la política monetaria, lo que en lugar de contrarrestar el ciclo, puede empeorarlo, generando mayor inestabilidad y producirá fluctuaciones cíclicas no deseadas. Por esta razón, Friedman llegó a la conclusión de que casi todas las grandes depresiones habían sido ocasionadas por trastornos monetarios, por lo que los partidarios del enfoque del "ciclo real" se oponen a políticas monetarias intervencionistas.

    Zúñiga Fallas coord (1997), concluye que, si bien la política monetaria se puede utilizar para estabilizar los ciclos de la actividad económica; su principal función, sin embargo, está íntimamente ligada a la estabilización del nivel de precios y de la inflación.

  2. Política Monetaria y Ciclo Económico
  3. Inflación, Desempleo y Ciclo Económico.

La inflación y el ciclo económico están íntimamente relacionados. La inflación y la brecha de la producción están relacionadas inversamente; así mismo, las medidas expansivas de demanda agregada tienden a generar inflación, a menos que se tomen en etapas depresivas del ciclo, cuando la economía presenta elevados niveles de desempleo. Los períodos prolongados de baja demanda agregada tienden a reducir la tasa de inflación.

La inflación, al igual que el desempleo, es motivo de gran preocupación macroeconomía. Sin embargo, sus efectos nocivos en lo que se refiere al producto son mucho menos evidentes que los del desempleo.

Cuando se presenta el desempleo, la producción potencial no se coloca, hay cierre de empresas, liquidación de inventarios y toda una serie de consecuencias que hacen urgente la necesidad de reducir el desempleo. En cambio, cuando el problema es la inflación, el problema se presenta en el sistema de precios, el cual se altera y se reduce su eficiencia.

Los responsables de la política económica se enfrentan a la necesidad de reducir la inflación, sabiendo que esto causará un mayor desempleo; o de disminuir el desempleo a costa de mayor inflación, lo que se conoce como Curva de Phillips.

Curva de Phillips. Para poder entender la relación o intercambio entre inflación y desempleo, se debe aproximar una definición de empleo, desempleo y tasa natural de desempleo. Para Beveridge (1944), pleno empleo es una situación donde el número de desempleados equivale al número de vacantes.

Posteriormente, en pleno auge del Estado de Bienestar, analizando el caso de Gran Bretaña para el período 1861-1957, A.W. Phillips (1958) señaló que existía una fuerte correlación estadística inversa entre la variación de los salarios nominales y el nivel y la variación del desempleo. Esta correlación se popularizó con el nombre de "Curva de Phillips" y dio lugar a la difusión de una recomendación política ampliamente aceptada: que existiría un intercambio entre tasa de inflación y desempleo.

Lo anterior significa que sólo se podría lograr una disminución en la tasa de inflación a costa de un aumento del desempleo. Para Phillips, el nivel de pleno empleo sería aquel que, tomando en cuenta el aumento de la productividad, determinaría una inflación de salarios igual a cero.

Hasta que surgió la curva de Phillips, el pensamiento económico admitía la posibilidad de colocar al nivel de empleo como un objetivo de la política pública. Se admitía la posibilidad de ajustar la economía a un nivel de empleo predeterminado mediante el manejo de los instrumentos típicos de la demanda efectiva: política fiscal y monetaria, sin reconocer los efectos colaterales de una política de este tipo.

Así surgió la denominada "síntesis neoclásica", según la cual se presentaba un razonamiento que permitía un acercamiento entre algunos postulados del pensamiento keynesiano y otros neoclásicos, la cual combinaba cierta lógica de ajuste de los mercados con la posibilidad de realizar políticas anticíclicas por vía de la demanda efectiva.

Cuando comenzaron a ser evidentes algunos problemas de manejo del ciclo económico mediante el instrumental que ofrecía esta síntesis, Milton Friedman (1968) cuestionó las relaciones verificadas por Phillips, sosteniendo que, en el largo plazo, no se comprobaba el intercambio entre desempleo e inflación que alegaba la teoría de Phillips.

Por el contrario, Friedman sostiene que existe una "tasa natural de desempleo" implícita en la propia estructura del sistema económico, la cual no se afectada en el largo plazo por los niveles de producción; por lo que las políticas de manejo de la demanda global son inefectivas.

En el largo plazo es inefectivo plantearse el pleno empleo como objetivo de la política pública. El mecanismo que propone Friedman como explicación es, simplificadamente, el siguiente: ante una expansión de la demanda agregada (política fiscal y monetaria activa), en el corto plazo el desempleo caerá y los empleadores aumentarán su demanda de empleo, para lo cual necesitan ofrecer mayores salarios reales, este razonamiento es consistente con la curva de Phillips.

Sin embargo, como en la determinación de esos salarios, lo que interesa son las expectativas que los asalariados tengan conforme a la inflación futura y dichas expectativas se basan en la inflación pasada, para Friedman la reiteración de esta práctica, lleva a la inflación y a su aceleración, sin efectos importantes sobre el nivel de empleo. Por lo tanto, a los efectos de la política económica, lo que importa determinar es la llamada "tasa de desempleo que no acelera la inflación".

En conclusión, el manejo de la demanda puede ser efectivo en el corto plazo, utilizando el margen de maniobras que otorga la diferencia entre precios esperados y efectivamente verificados, pero esto no debe hacer creer a los gobiernos que pueden mover los niveles "naturales" de desempleo; por el contrario, en el largo plazo sólo lograrán acelerar la inflación que agravará los problemas de desempleo.

En este punto, Lo Vuolo (1996) destaca que, desde el razonamiento de Friedman, la relación causal va desde la tasa de inflación a la tasa de desempleo. Por lo tanto, la lucha contra la inflación ocupa el primer lugar entre los objetivos de política económica; es decir, el nivel de empleo se subordina al control de la inflación. Así, se desplaza al pleno empleo como objetivo central de la política económica y se ataca uno de los razonamientos centrales del esquema de políticas anticíclicas que se derivan del pensamiento keynesiano.

Sin embargo, la noción de existencia de una "tasa de desempleo que no acelera la inflación", todavía dejaba margen para la acción en el corto plazo. Los gobiernos podían elegir menor tasa de desempleo en el corto plazo a costa de mayor inflación en el largo plazo e, incluso, especular con la posibilidad que los mecanismos adaptativos nunca sean completos y la tasa de inflación no se acelere.

Por otra parte, al igual que en el pensamiento keynesiano, en el mecanismo de formación de expectativas que postula Friedman también se admite el error sistemático, un cierto grado de incertidumbre por parte de los agentes que también otorgaría margen al gobierno para maniobras de corto plazo.

En todo caso, la disputa se refiere a cómo reducir el grado de incertidumbre futura: los preocupados por la inflación ponen el acento en la oferta monetaria, mientras que los alarmados por el empleo, enfatizan el lado de la demanda efectiva. Al menos en EEUU, estas conclusiones resultaron por un tiempo del agrado tanto de monetaristas como de keynesianos, derivando de este acuerdo la denominada "nueva síntesis neoclásica".

En la siguiente figura se observa una curva de Philips a largo plazo, CPL, lo que indica que a largo plazo no existe disyuntiva entre inflación y desempleo. Pero con una perturbación, por ejemplo, la crisis del petróleo, la economía se encuentra en el punto A con una elevada inflación y un elevado desempleo. Se muestran dos sendas de política, posibles y ajustables. La senda de color rojo, representa la tasa de inflación más alta durante la transición y corresponde a una política de restablecimiento rápido con bajos niveles de desempleo y un largo periodo posterior de desaceleración de la inflación. Mientras que la otra posibilidad, senda de color azul, muestra una disminución inmediata de la inflación; disminuye la inflación, pero a costo de una reducción gradual del desempleo.

Con el gráfico a continuación se puede concluir que los responsables de la política económica no escogen entre inflación y desempleo, sino entre senda de ajuste que se diferencia la combinación de inflación y desempleo. La senda de color rojo corresponde a la política desinflación gradual y la de color azul se parece más a una política de choque.

Gráfico 4. CURVA DE PHILLIPS A LARGO PLAZO, CPL.

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Fuente: Lo Vuolo, 1996.

Para saber como eligen los responsables de la política económica entre el tipo de senda; esta en suponer que estos actúan en interés de la sociedad. Cuando ya estiman los costes sociales de las distintas sendas de la inflación y del desempleo y eligen la que minimiza el coste total de la estabilización para la sociedad.

El segundo enfoque a reconocer es el carácter político de las decisiones. En una democracia, los responsables de la política económica responden al electorado y eligen medidas que maximicen sus posibilidades de ser reelegidos. Este enfoque ha dado origen a una extensa literatura en la economía y la ciencia política, la ya explicada teoría del ciclo económico político.

En la década de 1970, avanzó una corriente de pensamiento que niega toda posibilidad de manejo de la demanda efectiva, incluso en el corto plazo: la teoría de las "expectativas racionales". Esta corriente se popularizó a medida que se hacían evidentes los problemas de la llamada "crisis fiscal" del Estado y la verificación, particularmente después del shock petrolero, de procesos de "inflación con recesión" o estanflación en el corto plazo.

Para los defensores de esta corriente, la explicación de la crisis inflacionaria estaría en la errónea formulación de Friedman con respecto al proceso de formación de las expectativas de los agentes económicos. Para ellos, no es sensato pensar que los agentes sólo tomarán en cuenta la inflación pasada y que sus decisiones se construyen por mecanismos adaptativos en función de lo vivido, ajustando errores sistemáticos. En su lugar, consideran que existen otras fuentes de información que los agentes racionales toman en cuenta. Si, por ejemplo, se sabe que la tasa de inflación está vinculada con el crecimiento de la oferta monetaria, entonces ante un cambio de la misma, los agentes anticiparán el futuro aumento de precios. El principal error que atribuyen a la síntesis neoclásica es el pensar que los agentes son racionales, pero que los mercados donde se expresan las acciones de los agentes, son ineficientes en ajustar precios y salarios a sus niveles de equilibrio.

Vuelve así al centro de la escena el postulado neoclásico de la "información perfecta". Coherentemente, la solución de los sostenedores de las expectativas racionales es formalizar la economía tal como si los mercados fueran competitivos y ajustaran todos los precios instantáneamente. Por lo tanto, los agentes económicos anticipan cualquier movimiento del gobierno y vuelven ineficaces sus intentos de orientar el funcionamiento del sistema en un determinado sentido.

Por ejemplo, si los agentes esperan que el gobierno tome cualquier medida necesaria para garantizar pleno empleo, tanto los empleadores como los sindicatos aumentan la presión inflacionaria porque no tienen miedo de perder ingresos, su participación en el mercado o el propio empleo. Al mismo tiempo, anticipan déficit fiscal, las necesidades de financiamiento público y la suba de tasa de interés.

Conforme a las tesis señaladas previamente, el resultado de una política de este tipo sería, inevitablemente inflación, recesión y desempleo. Como éstos males se "anticipan", todo se produciría en el corto plazo, con lo cual, y conforme a las tesis señaladas previamente, las políticas públicas activas son "perversas", "inútiles" y "peligrosas".

Para el actual consenso, todos los movimientos del gobierno, especialmente los que pretenden modificar la demanda efectiva y el nivel de empleo, serán totalmente anticipados por el sector privado y se volverán inefectivos, perjudicando incluso a quiénes se pretende favorecer.

Teóricamente, sólo podrían tener efecto aquellos movimientos totalmente inesperados, impredecibles; pero, en los hechos, esto llevaría al caos en tanto se romperían permanentemente las "reglas de juego". En conclusión, Lo Vuolo (1996) reseña que los gobiernos deberían "sentarse" y facilitar que se ajusten los mecanismos de mercado porque:

  1. si se hacen los movimientos esperados, estos se anticipan;
  2. si se hace lo inesperado, esto genera caos.

En consecuencia, los principios fundamentales de estos postulados se resumen en un férreo control de la oferta monetaria y nada de acción estatal. El extremo de esta conclusión, es el siguiente: es mejor que al Estado lo maneje el sector privado -entendiendo por ello los grandes grupos con poder económico- mediante la lógica de (su) mercado.

Recomendaciones de Política. De estas conclusiones, se desprenden recomendaciones lineales para el mercado laboral: Ni siquiera en el corto plazo se puede alterar la tasa natural de desempleo: el resultado es inflación con desempleo. Una mejor política es controlar la oferta monetaria y la inflación, dejando que el producto y el empleo se ajusten a su nivel "natural".

Para ello, se pregona, hay que "desregular" el mercado laboral, suprimiendo la influencia sindical, terminando con legislaciones que ponen altos costos de entrada y salida, suprimiendo o bajando a niveles mínimos los beneficios del seguro de desempleo, para que el mercado laboral esté libre de ataduras y pueda ajustar libremente la oferta y demanda mediante movimientos de salarios.

Por lo mismo, la pretensión de sostener la demanda efectiva mediante déficit fiscal es inefectiva. Si el déficit se financia con emisión de deuda, los agentes privados anticipan la inflación, y si se financia con deuda, anticipan la necesidad de fondos futuros del Estado: esto es, la necesidad de mayores impuestos para pagar la deuda con fondos genuinos o mayores tasas de interés para lograr que la deuda sea refinanciada. El impacto será mayor inflación, mayor recesión y desempleo.

Mejor política es bajar los impuestos (incluyendo especialmente las cargas sociales y los impuestos directos) para que los agentes privados puedan ahorrar, invertir y de allí fomentar el crecimiento de la economía.

Esta visión también tiene repercusiones en las recomendaciones con respecto a las políticas sociales. Los servicios universales, indiferenciados, propios del Estado de Bienestar "social-demócrata" o "institucional-redistributivo", llevan a gastos desproporcionados y difíciles de financiar. Además, al no haber relación entre aporte fiscal y beneficio percibido por cada uno, también se estimularía la evasión fiscal y se reduciría el gasto privado en bienes y servicios típicos de las políticas sociales.

Así, se propone segmentar las áreas de política social entre aquellos territorios que son estrictamente "públicos", supuestamente básicos, consumidos por quienes no tienen capacidad de demanda y los que pueden considerarse "privados", supuestamente más sofisticados y utilizados por quienes tienen poder de demanda. De aquí, se recomienda la privatización de estos últimos espacios más rentables para que la oferta se adapte a las características de cada segmento del poder de demanda.

Coherentemente, para aquellos bienes y servicios que queden bajo la órbita del sector público, se propone el cobro de tarifas a quiénes los usen, salvo que por un "test de recursos" se acredite la condición de "pobres". El resultado operativo es una mayor desintegración entre el sistema tributario y el de transferencias fiscales con destino social. El sistema tributario se queda con la sola función de recaudar lo máximo posible, de la forma más neutra que se pueda en materia asignativa; lo que significa la expansión de los impuestos indirectos de base universal. El gasto debe circunscribirse sólo a focalizar, identificar aquellos grupos especialmente necesitados de ayuda económica.

Aquí, parece que todos los males atribuidos al universalismo en el área del "gasto", se vuelven virtud en el campo tributario. Sólo interesa recaudar, no "focalizar" la recaudación en los más pudientes. Como puede verse, las recomendaciones se ubican en la antítesis de una propuesta como la del ingreso ciudadano, que recomienda integrar los sistemas tributarios y de transferencias de prestaciones dinerarias para poder así determinar la posición neta de cada contribuyente/beneficiario.

En síntesis, las recomendaciones de política pública que se estimulan desde el actual consenso basado en los postulados de la economía de la oferta, pueden expresarse como sigue:

  1. existe una tasa natural de empleo que no se puede modificar ni en el corto plazo, por lo tanto es mejor olvidarse del pleno empleo y concentrarse en el ataque a la inflación;
  2. no se puede manejar la demanda sin producir estragos en la economía, por lo cual es preferible concentrarse en un rígido control monetario y fiscal, permitiendo así que los precios "limpien" el funcionamiento de los mercados, de acuerdo al movimiento de los ciclos económicos;
  3. no hay diferencias entre acción pública y privada porque esta última anticipa y revierte la primera (expectativas racionales), por lo cual lo mejor es actuar conforme a la lógica y el interés del sector privado, o mejor de sus representantes con acceso a información y con poder de cambiar el rumbo. Pese a la retórica, por "sector privado" no se entiende pequeñas unidades compitiendo en igualdad de condiciones sino grandes actores con poder económico para imponer sus expectativas;
  4. dicho lo anterior, lo mejor es reducir al máximo posible el ámbito de aplicación del interés público, dejando sólo algunos espacios focalizados en donde se justifica una acción pública que persiga un interés diferente al estímulo de la ganancia privada.

CAPÍTULO III MARCO METODOLÓGICO (1)

Tipo de Investigación –Diseño de InvestigaciónFuentes de DatosTécnicas e Instrumentos de Recolección de Datos. –Técnicas de Procesamiento de Datos

CAPÍTULO IV APLICABILIDAD DE LOS ENFOQUES DE POLÍTICA A CADA

ETAPA DEL CICLO ECONÓMICO. CASO VENEZUELA. (1)

Consideraciones GeneralesRecomendaciones de Política de acuerdo a cada etapa del Ciclo Económico.Situación Actual de los Enfoques de Política, el Ciclo en América Latina. –Ciclo Económico Venezolano.

CAPÍTULO V. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES (1)

BIBLIOGRAFÍA (1)

ANEXOS (1)

 (1) Para ver el texto completo seleccione la opción "Descargar" del menú superior

Econ. Cristina Paytuví Matos

Prof. Finanzas Públicas, Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Barquisimeto, Estado Lara. 14/1/2005.

Partes: 1, 2
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