En este libro he recogido los artículos publicados en Granada Costa, que son los más, algunos en Ideal de Granada y en La Voz de Almería. En ellos he ido describiendo la realidad plástica en Granada desde el otoño de 2003 hasta el verano de 2004.
Siempre cara me fue esta yerma loma y esta maleza, la que tanta parte del último horizonte ver impide. Sentado aquí, contemplo interminables espacios detrás de ella, y sobrehumanos silencios, y una calma profundísima mi pensamiento finge; poco falta para que el corazón se espante. Escucho el viento susurrar entre estas ramas, y comparando voy a aquel silencio infinito, esta voz; y pienso entonces en lo eterno, en las muertas estaciones y en la presente, rumorosa. En esta inmensidad se anega el pensamiento, y el naufragar en este mar me es dulce.
Giacomo Leopardi. El Infinito. De Cantos
Tiresias sigue mudo, la esterilidad reina en todas partes, sólo débiles y azarosos destellos irrumpen en la grisácea atmósfera anunciando signos de esperanza.
¿Donde está el ímpetu creador? ¿Dónde la copa de la abundancia? El manzano está seco. Parsifal ausente. Y el rey Pescador mustio e impasible escruta las aguas en busca de la obra del Creador. No hay vida, todo se repite, el verbo original se disipó.
La llanura yerma extiende su faz perdiéndose en el horizonte infinito. Esperamos a los bárbaros, pero estos no saben de nuestra existencia ¿o acaso nuestra triste visión hace que quieran ser ignorantes?
Bosques secos, sin frutos, ni cantos de pájaros. Ríos ausentes de vida, el destello de la belleza hace tiempo que nos abandonó. Longevos campos, tocados por la maldición de la eternidad que se repite, no hay regeneración, a pesar de gestos alegres que abundan, fuegos centelleantes y vacuas proclamas de nuevas estéticas. Mientras, Odín se queda ciego, Mimir y su lanza le han sido arrebatadas. Todo es desorden en el Elíseo. Los dioses nos ignoran.
Oasis que surgen heroicos en el pedregal atormentado por violentos vendavales, siempre cubiertos de estériles nubes, se convierten en preludios de la Tierra Prometida. Se ora y trabaja por el advenimiento de la revelación dormida.
El peregrino vuelve a Tierra Baldía, antes esplendorosa, rebosante de gracia creadora, embriagada de belleza, de bosques henchidos de vida, pero en este tiempo lóbrega y triste, afanándose en recoger aquellos testimonios que le indiquen dónde se encuentra el tesoro perdido.
Unas veces encontrará a héroes guardianes de los restos del naufragio estético, decadentes y todavía atractivos por la belleza que guardan. En bastantes ocasiones conocerá a poetas, iluminados creadores de mágica intuición, que perciben la proximidad del cambio, si de sibilas fueran. En algún momento de su búsqueda hallará a los adelantados, taumaturgos encargados de proclamar la vuelta del dormido ausente. Tiempos nuevos vendrán para provocar la mutación del panorama presente.
Los genios de la tierra trabajan ocultos, han abandonado a Tiresias por no saber administrar el don creador constructor de composiciones bellas. Los titanes asaltaron su reino, arrebatando su tesoro, pero éste sólo ejerce su fuerza ante espíritus prístinos en el arte. ¿A qué esperan los bárbaros para restaurar la belleza de Babilonia? Pues ellos son el revulsivo intelectual puro necesario para incitar creaciones de nueva originalidad, apartadas de estúpidos vicios narcisistas.
Tiresias sigue mudo, y la Tierra baldía, el peregrino ha vuelto a ella en la búsqueda de signos anunciadores de un nuevo ciclo. Tras el fragor de la batalla se adentra en el vestíbulo de la noche, de días otoñales cada vez más tacaños en luz, que se despojan ante el ocaso final. Hay que invocar la luz, su retorno y triunfo, el despertar del gran genio dormido que restaure la auténtica belleza. El Rey Pescador espera impasible en su trono la venida de los bárbaros, quiere perecer para que el ciclo inicie tiempos de nuevas glorias, y el oro sea su distintivo.
Tú lector, ¿quieres acompañar al peregrino en su retorno a Tierra Baldía? A través de sus descripciones se podrá vislumbrar lo que ocurre en su interior.
Y en medio de la nada existían oasis escondidos, como si perlas que el peregrino encontraba en su búsqueda, premoniciones de fértiles espacios de creaciones plásticas
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