De cómo y por qué las adicciones y las dependencias nos controlan las vidas
En el campo reciente del entendimiento psicológico de las dependencias, sin tan siquiera pensarlo, se "puede ser dependiente" de las cosas más increíbles y triviales: se puede ser dependiente del masajista, del peluquero, en apostar el dinero, a la comida, al terapeuta, al poder, al sexo — sin mencionar las dependencias tradicionales al alcohol, el tabaco, al azúcar y a otras substancias de características disparejas.
A medida que nuevas actividades se introducen en nuestras vidas y en nuestra cultura, las posibilidades de ser "dependiente" a actividades imprevistas se multiplican.
Se dicen que se es dependiente a la estimulación derivada de la literatura erótica, al uso obsesivo del Internet, al visitar los chat rooms de la red mundial, a la publicación de material en forma de protesta social y aún a ciertas prácticas parafílicas — las que como el exhibicionismo y el voyerismo — son fenómenos de incremento reciente que se interpretan, por muchos, como dependencias.
A este respecto, puede formularse la pregunta siguiente:
¿Cómo es posible que un ser inteligente, maduro y bien adaptado, pueda depender en la pornografía? Como tantos hacen. En espiar los vecinos, como mirón indiscreto. O exhibiendo de modo sorpresivo sus órganos genitales a mujeres desprevenidas — algo, que como hábito es difícil de eliminar.
¿Cómo es posible que un hombre pueda ser dependiente a vestir como mujer, o ser promiscuo e indiscriminado en sus inclinaciones sexuales?
Parece inconcebible, pero es posible… muy posible.
Primero veamos unos ejemplos sustraídos de la experiencia clínica y después trataremos de ofrecer una explicación.
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