"Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos." (Patas arriba, la escuela del mundo al revés, 1999)
Todo comienza cuando se abandona el cultivo de uno mismo. Igual que una flor, si no se cultiva se seca. En este caso, se seca el yo. Cuando esto sucede aparece el vacío y, por ende, la necesidad de agarrarse a ello. La consiguiente debilidad e inseguridad interior empujan a buscar algo en que sostenerse. Cuando la autoestima tiende a desaparecer en estas circunstancias, aparece con fuerza un complejo de emitir opiniones propias, complejo de inferioridad. Hay en verdad un nihilismo interior. El sujeto se encuentra a salvo si se entrega a otros y endosa a esos otros la facultad de decidir, sintiéndose liberado de la responsabilidad que lo abruma.
El yo se seca y busca su reemplazo a través de varios canales: uno de ellos es la opinión pública, hace y dice lo que otros hacen y dicen. Sigue incondicionalmente a la mayoría en sus gustos, hábitos, valores y opiniones, Así se siente apoyado. Varía sus actitudes según van variando las actitudes de los demás. Abdica de su sentimiento a favor de los sentimientos de los demás. La masa lo define. Le resulta inconcebible ir en contra de la corriente. Para él no existe el pensamiento independiente.
Otro canal es la entrega al líder. Se considera al líder como lleno de atributos, condiciones extraordinarias y facultades excepcionales. Toda persona que renuncia a su yo a favor del líder del momento no se siente humillado con sus órdenes inapelables e infalibles. Cuanto mayor es el número de personas que se adhieren al líder mayor es el sentimiento de confort y razón que sienten. Como muestra, la multitudinaria asamblea hitleriana, que Allen nos enseña en la película.
Estamos frente al "espíritu del rebaño", frente a un auténtico masoquismo moral. Frente al gurú, ya sea un líder o la tiranía anónima denominada "opinión pública", se abdica de la condición humana. Es posiblemente el espectáculo más triste de una persona al que se puede asistir, de quien se suicida aún existiendo, de quien ocupa un espacio y opta por la vida vegetativa.
El mimetismo de Zelig devora la personalidad que es triturada en este proceso de entrega irracional.
En su película "Zelig", Allen nos presenta a Leonard Zelig como un ejemplo de la actitud postmoderna. Un ser con una identidad camaleónica patológica a la búsqueda eterna de la comprensión y aceptación del resto del mundo. Zelig es un personaje que representa la multiplicidad y mutabilidad del cambio. Es un mutador ideológico humano a la manera de un auténtico camaleón.
Zelig es un hombre que se convierte en cualquier persona o cosa que se espere de él, ya sea judío, nazi, negro, etc… todo a condición de no ser nadie. Es una colección de papeles dictados por otros. Se esfuerza tanto en ser como los demás esperan que sea que no es consciente de su gran vacío. Zelig tenía autoconciencia, pero casi no tenía percepción de su propia identidad a causa de la adopción de los roles de las personas con las que se relacionaba en cada momento.
Unicamente, bajo los efectos de la hipnosis, la doctora Eudora Fletcher encontró un rescoldo de identidad propia y una explicación de sí mismo. Es allí donde habla de sus orígenes: una familia de judíos rabínicos. Nos hace una descripción de lo más significativo de su infancia, cuando dice: "… yo pegaba a mi hermana, mi madre me pegaban a mi y a mi hermana, (…) los vecinos pegaban a mi familia", es un la claro reflejo de una no integración grupal.
Zelig necesitaba ser querido, protegerse, ser igual que los demás para gustar, o al menos para que no le hicieran daño. Esta es una actitud humana que todos compartimos.
En la película también se nos muestran ejemplos de comportamientos grupales: el consumo masificado de todo tipo de productos, el baile del camaleón del que todos disfrutaban, o la adhesión al régimen nazi en la etapa de preguerra de principios del siglo pasado, son algunos ejemplos.
Se retrata una falta de criterio y de sentido individual: la manipulación de las masas se plasma cuando va cambiando la opinión sobre Zelig, ya ejemplo a seguir, ya símbolo del conformismo, o del capitalismo, y finalmente como símbolo del valor.
En el momento en el que relata el episodio de la sinagoga, se intenta plasmar el sentido de la vida: el rabino le responde en hebreo a la pregunta de Zelig niño y, como él no sabe hebreo, no puede entender la respuesta a su importante pregunta.
El rabino le da la solución económica, 600 $ y tendrá acceso a ese saber fundamental. ¿Significa esto que el poder económico es lo que puede abrir las puertas a un ser humano al sentido de la vida?
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