Este artículo pretende contestar la siguiente pregunta, basada en los estudios del Génesis: ¿Hasta qué grado es acertado creer que algún día la Luna se emancipará de su órbita terrestre?
De entre todas las influencias que podemos sentir de la Luna, la que más nos afecta es la que da lugar a las mareas; y no es en absoluto un influjo imaginario, como quizás pudieran serlo otros efectos sutiles atribuidos a nuestro satélite natural. La doctora Laura Danly, del Observatorio Griffith, explica: "Desde nuestra situación en la superficie de la Tierra, las mareas parecen ser únicamente momentos del día en los que el mar sube y baja. Pero se trata de una interacción gravitatoria entre la Luna y la Tierra. Cuando la Luna pasa frente a un trozo de superficie terrestre, atrae al océano que está sobre dicha superficie y hace que éste suba. Es lo que percibimos como una marea alta".
Las mareas oceánicas son causadas por la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol sobre nuestro planeta. La doctora Danly comenta: "Tanto el Sol como la Luna afectan a la Tierra y contribuyen a las mareas, pero la Luna está mucho más cerca de nosotros por lo que su tirón gravitatorio se hace sentir con más fuerza que el del Sol". La oceanógrafa Tetjana Ross, de la Universidad de Dalhousie, afirma que la constante atracción que la Luna ejerce sobre la Tierra es formidable: "La razón por la que la influencia de la Luna resulta tan visible en forma de mareas se debe a que el agua se puede desplazar, o se puede mover; es un fluido".
En una remota bahía en Canadá, la comunidad de habitantes ha aprendido a vivir bajo la influencia de mareas oceánicas misteriosas e intensísimas que no se producen en ninguna otra zona de la Tierra. Así, mientras que las mareas habituales suben el nivel del mar un promedio de 91 centímetros, las aguas de la Bahía de Fundy, situada entre Nueva Escocia y Nuevo Brunswick, suben hasta 15 metros dos veces al día.
La doctora Danly ofrece esta explicación: "Uno de los motivos de las grandes mareas de la Bahía de Fundy es la forma del terreno, que se parece a un embudo. Cuando el nivel del agua aumenta en ella, lo hace muy rápidamente". Tetjana Ross, añade: "La forma de la bahía hace que la primera marea entre como una ola y avance, pero cuando retrocede lo hace en el mismo momento en que llega la siguiente marea. Por lo tanto, se suman y provocan lo que llamamos RESONANCIA". Laura Danly apostilla: "La resonancia influye en la altura de las mareas que afectan al interior continental, pues ciertas longitudes de onda se refuerzan entre sí haciendo que la marea se amplifique":
La particular forma de embudo de la Bahía de Fundy contribuye a esta resonancia y a la altura de sus mareas, pues la bahía se va dividiendo gradualmente en una serie de cuencas y confluencias fluviales que limitan el movimiento del agua y contribuyen a formar sus extraordinarias subidas:
Sabemos que la gravedad de la Luna afecta constantemente a los océanos de la Tierra, pero también sucede que la gravedad terrestre afecta a la Luna:
El señor Rob Roy Britt, de "Livescience.com", aclara: "Todo lo que existe en el espacio atrae a todo lo demás. La Luna tira de la Tierra y viceversa". La influencia de la fuerza gravitatoria de la Luna sobre nuestros océanos es tan poderosa que crea las llamadas "protuberancias de marea" en ambos extremos de la Tierra. La doctora Danly explica: "La Luna afecta gravitatoriamente a la Tierra, y cuando lo hace también afecta a los océanos… hace que éstos tiendan ligeramente hacia ella, principalmente en la cara terrestre más cercana a ella… pero en la cara terrestre opuesta, su atracción no es tan intensa y los océanos no se ven tan afectados. Por eso, se forman dos protuberancias de marea en la Tierra":
Las protuberancias de marea de nuestros inmensos océanos también influyen en la rotación de la Tierra. El señor Roy explica: "Esta protuberancia de marea es causada por la Luna y tal protuberancia se desplaza un poco por delante de ella. En realidad, la Luna tira de esa protuberancia y al hacerlo frena ligeramente a la Tierra":
En el dibujo, tenemos una línea verde que une el centro de la Luna con el centro de la Tierra. La protuberancia de marea P está situada por delante de la línea verde, respecto al sentido del desplazamiento lunar y de la rotación terrestre. Sobre P se ejercen 2 fuerzas gravitatorias, una debido a la Luna (flecha roja) y otra debido al centro de nuestro planeta (flecha blanca). La resultante R sobre P es una fuerza que frena el avance del giro rotacional de nuestro planeta (flecha amarilla).
Sin nuestra Luna, la Tierra rotaría mucho más rápido y nuestros días serían mucho más cortos. Pero Las fuerzas de marea que vinculan Tierra y Luna actúan en doble sentido, pues nuestro planeta también ejerce un efecto innegable en la Luna. Si hubiera océanos en la superficie lunar, la fuerza gravitatoria de la Tierra provocaría sobre ellos mareas similares a las tienen lugar en nuestro planeta. El escritor Neil F. Comins comenta: "Cuando la Luna se formó se componía totalmente de roca líquida o magma. Era como un infierno en llamas en el cielo; y, dado que estaba en estado líquido aunque fuese roca, la fuerza gravitatoria de la Tierra y la órbita lunar provocaban mareas en ese magma, al igual que hoy sucede con el agua de la Tierra".
Con el paso del tiempo, la Luna y sus mareas de lava se enfriaron, creando un entorno sólido y desolado; pero la relación gravitatoria entre la Tierra y la Luna nunca ha cesado. Sin embargo, imaginemos que no existiera una Luna como la que aparece cada noche en los hermosos cielos que se ven desde la superficie terrestre. Cabe, entonces, preguntarse: ¿Cuán diferente sería nuestro mundo, en ese caso?
Neil F. Comins responde: "El hecho de que existamos se debe, en parte, a la Luna…". El señor Roy añade: "Si la Luna no hubiera existido, la Tierra sería hoy un lugar diferente. La Luna crea mareas en la Tierra, que no sólo dan forma a nuestras costas y al paisaje…".
Hace unos 4.500 millones de años, según cálculos teóricos, las fuerzas gravitatorias entre la Tierra y la Luna eran bastante más intensas. La doctora Danly explica: "Cuando la Luna se formó, estaba mucho más cerca de la Tierra de lo que está hoy. Sólo tardaba 5 horas en completar su órbita alrededor de la Tierra, y se vería enorme en el cielo terrestre porque estaba mucho más próxima al planeta".
Cuando los primeros océanos bañaban nuestro planeta bajo una Luna más próxima, las mareas eran mil veces mayores que en la actualidad. "Pensemos que en lugar de tener una marea de 3 metros, como las actuales, presenciamos mareas de 3 kilómetros de altura, como sucedía entonces… Mareas de 3 kilómetros que se adentran hacia el interior de la superficie continental", expone el señor Comins, y añade que no podemos subestimar la influencia de la Luna en nuestro desarrollo como especie: "Nuestro reloj biológico se basa en periodos de 23 ó 24 horas. Si la Luna no hubiera existido, el día tendría una duración de 6 horas y no podríamos existir como las criaturas que hoy somos". A medida que la Luna relentizaba (enlentecía) su órbita terrestre, también estabilizó la rotación de nuestro planeta y afectó su clima y las mareas oceánicas. Comins reflexiona: "La Luna ha tenido un influencia crucial en nuestra existencia".
Alejamiento lunar.
Cada vez que hay luna llena, su imagen vista desde la superficie terrestre es siempre la misma; es decir, siempre presenta la misma cara. Esto encierra un misterioso enigma, pues hace que muchos investigadores se pregunten qué clase de carambola cósmica ha llevado a esta situación. El señor Roy afirma al respecto: "Tras un proceso que ha abarcado 4.500 millones de años, la Tierra y la Luna han llegado a un punto en que la Luna nos muestra siempre la misma cara".
Se cree que, hace miles de millones de años, la fricción creada por las mareas volcánicas provocó que la rotación de la Luna se ralentizase (es decir, se enlenteciera) y hoy veamos siempre la misma cara. Esto no significa que la Luna no rote, sino que dicha rotación se ha frenado considerablemente a lo largo de esos miles de millones de años. Por lo tanto, el secreto de la cara oculta de nuestro satélite está relacionado con esta sincronía. El señor Comins lo explica así: "Si la Luna no rotase, llegaríamos a ver su otra cara. Pero debido a que la Luna gira a la misma velocidad que orbita en torno a la Tierra, en una rotación sincronizada, siempre vemos la misma cara de ella". El señor Roy, añade: "La cara oculta de la Luna no siempre está oscura. Si observáramos a nuestro satélite desde el espacio exterior, podríamos ver que el Sol ilumina ambas caras de la Luna a medida que ésta completa su órbita de un mes de duración alrededor de la Tierra. Pero desde nuestra posición, en la superficie terrestre, sólo podemos ver una cara lunar".
La gravedad no controla férreamente la relación entre la Tierra y la Luna, pues esta fuerza de atracción, que siempre ha mantenido a la Luna en su órbita alrededor de nuestro planeta, se va debilitando poco a poco, según cálculos matemáticos y mediciones efectuadas con rayos láser. Las consecuencias de este alejamiento gradual bastan para contemplar a nuestro satélite bajo una perspectiva totalmente nueva: "La fuerza de la gravedad mantiene a la Tierra y a la Luna unidas, del mismo modo que un lanzador atlético de martillo está ligado a dicho martillo a medida que éste gira alrededor de su cuerpo para ganar impulso"
(Bonnie Buratti):
"Si la gravedad desapareciera de repente, la Luna saldría despedida por el espacio igual que el martillo del lanzador cuando éste lo suelta sobre el campo" (Bonnie Buratti):
Por supuesto, la gravedad nunca deja de funcionar, pero ¿podría la Luna liberarse de ella de algún modo? Al parecer, nuestro satélite siempre se ha ido alejando de nosotros muy lentamente. "La Luna se ha ido alejando y sigue haciéndolo. De hecho, la Luna se aleja de nosotros unos 4 centímetros cada año; y con el paso del tiempo la Luna se habrá alejado tanto que ni siquiera parecerá nuestra Luna" (Bob Roy).
Desde que la Tierra y la Luna comparten su destino, la energía de la gravedad terrestre ha ido alejando a la Luna en un movimiento en espiral. La clave de este efecto inesperado son las protuberancias de marea que la Luna provoca en la Tierra. "Las mareas terrestres propulsan la Luna hacia el exterior, haciendo que se aleje un poco más en cada órbita. Esto sucede porque la Tierra gira más rápido de lo que orbita la Luna. Así, después de que la Luna haya atraído a una de esas protuberancias que crean las mareas altas, la Tierra hace que se aleje un poco con respecto a la Luna; y ese pequeño impulso, que denominamos TORQUE (ligera fuerza extra, muy pequeña, que hace avanzar a la Luna), provoca que con el tiempo aumente la velocidad orbital lunar y que nuestro satélite se aleje cada vez más" (Laura Danly):
Todo parece indicar que, con el transcurso del tiempo, la órbita lunar se seguirá ampliando hasta que un día se situará fuera del alcance de la gravedad terrestre. Pero, según los científicos, no hay motivo para preocuparse; pues pasará mucho tiempo antes de que perdamos de vista a la Luna. Los cálculos actuales indican que falta unos 50.000 millones de años para ocurra tal cosa, de modo que nuestro Sol se apagará mucho antes, esto es, cuando pasen 10.000 millones de años:
De todas formas, no todo resulta fácil de explicar o comprender acerca de la Luna. Aún quedan muchas preguntas por responder, incluso con respecto al vínculo o dependencia que une a la Tierra con la Luna. En realidad, sabemos muy poco de todo ello. La doctora Buratti comenta en cuanto a esto: "Podrían estar sucediendo cosas que desconocemos". El escritor y astrónomo Neil F. Comins añade: "Creo que en las décadas venideras la ciencia nos permitirá seguir avanzando y desvelar algunos de los numerosos misterios lunares. Pero, ¿lograremos comprender a la Luna por completo? Creo que no". La doctora Danly apostilla: "Desde luego no sabemos todo lo que hay que saber sobre la Luna, pero afortunadamente podemos llegar hasta ella, seguir explorándola y seguir aprendiendo".
Conclusión.
¿Hasta qué grado es acertado creer que algún día la Luna se emancipará de su órbita terrestre?
¿Perderá nuestro planeta a su Luna, en un futuro distante?
Si bien es verdad que los actuales cálculos científicos indican que nuestro satélite se aleja de nosotros unos 4 centímetros al año, la Sagrada Escritura contiene declaraciones que parecen contrarrestar la idea de que la Luna se escape alguna vez de su órbita alrededor de la Tierra. Un ejemplo lo tenemos en el Salmo 89: 35-37, ya explicado en la página 9 del artículo G035 (Cuarto día creativo).
Teniendo presente el hecho de que todavía quedan muchos misterios sin resolver tocantes a la Luna, podemos albergar la sospecha razonable de que más tarde o más temprano quizás aparezcan descubrimientos concernientes a nuestro satélite que desacrediten la hipótesis de un alejamiento definitivo. Tal vez se produzcan eventos cósmicos inesperados que tengan el efecto colateral de mantener a nuestro satélite ligado a su órbita terrestre de un modo más pertinaz de lo que hoy día opinan los científicos.
Autor:
Jesús Castro