La Semana Santa Indígena mayo-yoreme en Mochicahui (México)
Enviado por Mtro. Marco Antonio Borboa Trasviña
- Breve resumen
- El sincretismo
- El miércoles de ceniza
- Los viernes de judíos
- El motivo
- La Semana Santa, la fiesta mayor
- Referencias
Breve resumen:
La semana santa indígena yoreme es uno de los acontecimientos más importantes y floridos del grupo indígena mayo-yoreme del norte de Sinaloa y sur de Sonora. Con ésta se recrea la pasión y muerte de Jesucristo, de una manera muy particular en donde se ve con claridad el sincretismo religioso, es decir, se manifiestan elementos totémicos prehispánicos mezclados con aspectos de la Iglesia Católica.
En otras palabras en la fiesta mayor, de semana santa, observamos el ritual católico paralelo a las danzas y cantos relacionados al venado, pascola y desde luego de los judíos o fariseos. Tal parece que esto comenzó a darse desde el inicio de la evangelización de los naturales para convertirlos con mayor facilidad a la religión católica.
El sincretismo
La semana santa indígena yoreme es uno de los acontecimientos más importantes y floridos del grupo mayo-yoreme del norte de Sinaloa y sur de Sonora. Con ésta se recrea la pasión y muerte de Jesucristo, de una manera muy particular en donde se ve con claridad el sincretismo religioso, es decir, se manifiestan elementos totémicos prehispánicos mezclados con aspectos de la Iglesia Católica.
En otras palabras en la fiesta mayor, de semana santa, observamos el ritual católico paralelo a las danzas y cantos relacionados al venado, pascola y desde luego de los judíos o fariseos. Tal parece que esto comenzó a darse desde el inicio de la evangelización de los naturales para convertirlos con mayor facilidad a la religión católica. F. Leandro Quintero recrea esta pasión religiosa sincrética, cuando narra la primera fiesta después de haberse concluido la construcción de la primera Iglesia dirigida por el padre jesuita Andrés Pérez de Ribas y fundador de la misión de San Jerónimo de Mochicahui, de la siguiente forma:
La dedicación de la iglesia y de la ermita fue simultánea. La noche de la víspera se colocaron de cada parte, a fin de que alternando se correspondieran los sones, un terno de chirimía y otro de trompeta, y se encendieron también en una y otra parte vistosos fuegos y luminarias. En lo alto de la iglesia ondeaban estandartes y gallardetes de seda de china, en tanto que, en la anchurosa plaza de enfrente, se encendieran fuegos a la luz de los cuales los indios con extremado regocijo se entregaron al goce de sus danzas vernáculas. Al día siguiente una procesión recorrió las calles del poblado, ex profeso adornadas con follajes de árboles, y concluyó alrededor de la plaza, en cuya cuatro esquinas se levantaron enramadas ornamentados con ramos y en las que improvisaron altares. Hubo misa cantada, con música, y un padre dijo el sermón en la lengua. La fiesta remató con regalo de abundante comida y de la que más gustan los indios…1
Desde entonces el ritual católico ha ido acompañado por las danzas, música y cantos de los indios zuaques, manifestándose desde el primer momento el sincretismo religioso que hasta hoy se observa.
El primer misionero entendió, seguramente, que había que reencauzar las manifestaciones autóctonas, al entender que es imposible cambiar radicalmente la cultura de un pueblo, y mucho menos de uno tan rebelde y guerrero como el de Mochicahui. Ahora sus tambores y danzas tenían otro significado, ya no para convocar a la guerra contra sus vecinos o contra cristianos celebrando triunfos con sus cabezas cortadas, si no para celebrar fiestas a Cristo y a su santísima Madre.
En la actualidad, los indios zuaques de Mochicahui, no tienen la ermita en el cerro, pero cuentan con un centro ceremonial con una enramada, donde realizan sus cantos y danzas relacionados al ritual católico y desde la cual realizan la procesión hasta la Iglesia, situada, muy probablemente donde se edificó la primera por allá en 1605.
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