Como dice Jerónimo, le pasó lo mismo que a los frijoles.
De producto básico, pasó a producto de lujo.
De ser algo deseable y alcanzable, de la noche a la mañana, se convirtió en artículo suntuario.
De ser masivo y popular, se transformo en selectivo.
Con la mano en la cintura, se cambió la concepción original : el Volchito ya no es la "nave" del pueblo, ya no es el primer auto para aprender a manejar, ni el auto de los Chavos y Chavas para ir a la Universidad, es el auto de los choferes de los ricos, o el auto sustituto para cumplir con el desafortunado programa " Hoy no Circula", y en algunos casos, es un incomodísimo Taxi, sujeto a la vejación de ser el más asaltado, el más robado, el más maltratado, de los automóviles en circulación. Triste situación para quién fue un factor de desarrollo.
Pobre Volchito, ¿ Cuando vendrá tu rescate ?. ¿ Tendrás la suerte de ser el centro de atención de algún despistado Representante en la Asamblea del D.F. ?
¿ Podrás recuperar el lugar que por nacimiento te corresponde ?
¿ Podrás ser lo que antes fuiste?
A Jerónimo, la duda, la incertidumbre acerca del presente y del futuro del Volchito, lo está matando.
Cree firmemente que la ruina del Volchito la originó el Gobierno, porque con tanta calcomanía, etiquetas y papeles que hay que traer adheridos en los cristales, entre verificaciones, tenencias, calcomanías permanentes, etiquetas, SUVA, revistas, inspecciones, y demás requisitos legales y reglamentarios, el Volchito se convierte en un automóvil sumamente peligroso, pues no hay por donde el conductor vea lo que está haciendo, y eso acarreó su desplome de las preferencias del público.
Pero independientemente de todo eso, no podemos seguir lamentándo-sela, y ¡ Como se extraña el peculiar sonido del motor del Vocho !
Cómo se extraña la especial sensación de poder llenar el tanque de gasolina y volver hasta quien sabe cuándo a cargar.
Jerónimo se acuerda que al Volcho de su amigo Ramitos, le ponían 5 pesitos y caminaban toda la semana.
Muy claro y obvio, que eso fue en tiempos pre-crisis, antes de que la oposición ocupara puestos de importancia.
Es más, ni siquiera se mencionaba a la oposición, ni se reconocía su existencia.
Para los más antiguos, el señalar su intención de cambiar de dirección con las aletitas que salían en el costado de la carrocería del Volchito era toda una distinción, era no solo una cortesía para el otro conductor, era un prodigio de ingeniería.
La facilidad para dar la vuelta en las esquinas con el más leve movimiento del volante era todo un placer de manejar.
Y la frenada justa, calculada, precisa, hacía sentir a cualquiera, como piloto de Fórmula Uno.
Poder prestarle el Volchito a la señora para que fuera a hacer sus compras y tener que sacar bolsas de la cajuela delantera, del asiento trasero y del hueco "hasta mero atrás", es un placer que se ha perdido.
Llevar a los niños a la escuela, con la imprescindible pelea por ver a quien le "toca" ir "hasta mero" es un recuerdo imborrable que los niños conservarán hasta que mueran.
Pasar por un gran charco sin que se apagara el motor, cambiar de tercera a segunda y sentir la inmediata respuesta de la maquinita, era algo indescriptible.
Poder acelerar y llegar a los 100 Km. por hora en la carretera vieja a Cuernavaca, era similar a competir en las 24 horas de Le Mans.
Sin el Volchito, el placer de manejar ya no es el mismo. Con los autos de hoy, la sensación que se recibe es que el auto te lleva, te maneja, es una entidad diferente., con el Volchito, el conductor somete a la máquina, la domina, la hace obedecer, la identifica con la persona, la ennoblece.
Ningún auto actual da eso. Ningún otro auto lo dará.
El Volchito fue escuela universal de manejo. Miles y miles de automovilistas aprendieron a manejar en un Volcho.
Ningún auto ofrece a los primerizos la sensación de seguridad y confianza que el Volchito proporciona. Ningún padre o madre de familia sentirá lo mismo al enseñar a manejar a sus hijos en otro auto.
Jerónimo aprendió a manejar en un Volchito ( el de su amigo Ramitos ), enseñó a su esposa y a sus hijos a manejar en otro Volchito, su primer auto fue un Volchito, y hasta su primer accidente fue en un Volchito.
Sin embargo, y a pesar de todos sus esfuerzo, hoy no puede acabar de juntar para comprarle a su nieto un Volchito, para que sea su primer coche, aprenda a manejar y continúe con la tradición familiar.
Por supuesto, que aún hay Volchitos, pero ya no son lo que eran.
Ya no son un ecualizador de la situación económica, ya no son un producto al alcance de todos los bolsillos. Son artículos de lujo, objetos de colección. No son para todos, sino sólo para unos cuantos, ya no tienen la magia que tenían.
Jerónimoagradecerá profunda y sinceramente cualquier comentario o sugerencia que tengan a bien hacerle a través "de la red": Windows Live Spaces / Jerónimo, El Ciudadano.
Autor:
Javier Torres Landa
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