El espíritu santo y su doctrina (Ensayo)
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Resúmen
El tema sobre el Espíritu Santo Debiera ser el más importante después que hablamos de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo. Pero si somos francos, es un uno de los que no recibe toda la atención como es debida en nuestro diario andar. No era así cuando se inició la iglesia del Señor.
El denuedo que vemos en los discípulos al hablar la palabra de Dios se debía a que eran hombres llenos del Espíritu. Es posible que los excesos que se han cometido, usando este nombre de una manera indiscriminada, han generado una especie de “temor” para no profundizar en la búsqueda de una experiencia legítima, cuyo resultado sería: vivir la vida cristiana de una forma victoriosa. Una de las palabras más significativas de nuestro Señor antes de ir a la cruz fueron aquellas cuando dijo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).
El Señor sabe cuáles son las vicisitudes por las que pasa un huérfano, de modo que no quiso que sus discípulos vivieran esa experiencia. Para ello envió al Consolador. Él haría lo mismo que Jesús, pero de una manera más amplia.
Cuando Jesús vino tuvo la limitación de su cuerpo. Cuando el Espíritu Santo vino comenzó a obrar en todas partes y al mismo tiempo. ¿Qué ha hecho el Espíritu santo desde que llegó y por qué es tan importante su presencia? Nos incorporó a la familia espiritual. Nos bautizó en un mismo cuerpo, al que llamamos iglesia. Nos ha sellado para el día de la redención. Nos ha hecho parte del gozo anticipado de lo que será nuestra herencia celestial.
Nos ha convertido en morada de su Santa Presencia. Nos ha ungido como sacerdotes con la realidad de su poder. Y por si faltara algo, nos ha capacitado para servir al Señor en su iglesia a través de los dones espirituales. De modo que estamos completos en él. Sin embargo, para que el Espíritu Santo llegue a ser una realidad viva, transformadora y poderosa en nosotros, necesitamos ser llenos de él.
Con esto afirmamos que una cosa es tenerlo en nuestras vidas y otra muy distinta es que él nos llene. Este pudiera ser el imperativo de más exigencia para andar con el Señor. Se ha dicho que al hombre de hoy hay que llenarlo con algo; por lo general llena su alma con todo, menos con el Espíritu Santo. De allí la urgencia de este tema. Abordémoslo hoy.
¿QUÉ SIGNIFICA SED LLENOS DEL ESPÍRITU?
Esta es la pregunta que debemos responder en primer lugar, pues la confusión que el presente tema ha generado no ha sido poca. Una de las razones se debe a la forma de interpretar la experiencia de la salvación. Algunos sostienen que primero hay que recibir a Cristo y luego recibir al Espíritu Santo como dos cosas separadas, cuyas manifestaciones más comunes son hablar en otras lenguas. La primera cosa que debe decirse es que la conversión a Cristo, el bautismo del Espíritu y el sello del Espíritu tiene que ver con una sola cosa. Sucedió una sola vez, no tengo por qué buscar otra experiencia a lo que ya fue hecho. Pero ser llenos del Espíritu es una acción que debe suceder siempre. Es un imperativo al que hay que seguir todos los días de nuestra vida. Ahora bien, cuando hablamos de la llenura del Espíritu estamos tratando con un lenguaje figurado.
Es bueno recordar que el Espíritu no es un líquido o un gas con el que llena al individuo. Tenemos que recordar que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad y que nosotros somos simples criaturas humanas. De modo, pues, que la enseñanza de este lenguaje figurado es mostrarnos que quien está lleno del Espíritu es alguien que vive gobernado por él. Pero, aún más, que quien está lleno del Espíritu es alguien que está lleno de Cristo. Con esto concuerda lo que ya hemos dicho sobre la frase de Jesús “no os dejaré huérfanos”. Es un asunto maravilloso pensar que aun cuando Cristo está en los cielos, haciendo su ministerio de intercesión, y esperando por su eminente regreso, también vive en el creyente y a través de él se manifiesta a este mundo necesitado.
Recordamos en este mismo sentido que la misión por excelencia del Espíritu Santo al tocar tierra fue la de glorificar a Cristo. De modo que cuando hablamos de ser llenos del Espíritu estamos hablando de una vida que en todo lo que hace está trayendo gloria a Cristo. Así tenemos que cuando Cristo nos gobierna estamos viviendo una vida llena del Espíritu. Con esto concuerdan las palabras de Pablo, quien al hablar de su relación con Cristo decía: “Con Cristo estoy juntamente crucificado; y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”. Ser llenos del Espíritu no es solo tener una experiencia sino sentir un gobierno sobre nosotros. Podemos hablar en lenguas, gritar, reír, llorar, danzar, pero si no somos gobernados por Cristo y vivimos para su obediencia, todo lo demás es “metal que resuena que hace ruido y nada más”. Hay dos manifestaciones claras sobre una vida que está llena del Espíritu.
Una es vivir en santidad, y aquí observamos este otro imperativo que nos dice: “Sed santos porque yo soy santo”. La otra es la manifestación de los frutos del Espíritu, que son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y dominio propio. Usted está lleno del Espíritu cuando todos los días encarna este fruto. Y usted está lleno del Espíritu cada vez que se aleja del pecado.
¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DE UNA VIDA LLENA DEL ESPÍRITU?
El Espíritu Santo produce poder en el creyente. Cuando uno lee el libro de los Hechos no puede dejar de ver con cierto asombro la manera cómo el Espíritu Santo se hizo presente en la vida del naciente movimiento cristiano. Él es el Actor principal, los discípulos fueron sus instrumentos. Y una de las características de todos los relatos fue que cada vez que los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo algo pasaba. Comenzando en el mismo día del Pentecostés se puede notar como Pedro, un hombre del “vulgo”, como lo calificaron los intelectuales religiosos, fue usado para traer un poderoso mensaje cuyo resultado fue la conversión, en un solo día, de tres mil personas. La misma experiencia la vivieron los diáconos Esteban y Felipe. Ambos llenos del Espíritu enfrentaron el martirio y fueron usados para evangelizar a los gentiles. Y qué decir después de Pablo, Bernabé, Silas por mencionar algunos. El mundo de su entonces fue cambiado por el poder que en ellos se operaba. Podemos, pues, resumir las señales de una vida llena del Espíritu de la siguiente manera. El Espíritu Santo dota de poder al creyente.
El Espíritu Santo produce control en el creyente El texto que estamos usando nos dice: “No os embriaguéis con vino en el cual hay disolución”. ¿Por qué esta mención cuando se está hablando de la llenura del Espíritu? Bueno, un borracho lo controla el alcohol, no él mismo. Sabido es de las barbaridades que comete una persona ebria. Muchos accidentes, crímenes y divorcios son la consecuencia de hombres y mujeres desenfrenados por la influencia del alcohol. Las personas son más osadas cuando están “con unos tragos demás”. Pero la otra parte del texto nos dice: “Antes bien, sed llenos del Espíritu”. Si ponemos las dos ideas juntas, estamos hablando de dos embriagueces muy distintas. Lo que nos está diciendo Pablo es que mientras el alcohol hace perder la razón, el Espíritu Santo te hace actuar con la razón. Una embriaguez le da al cuerpo una nota alucinante, perniciosa, olvido de Dios.
Mientras la otra le da al alma un gozo santo, coraje humilde, hace olvidar al mundo y sus placeres y se somete a Dios. El Espíritu Santo produce alabanza en el creyente Una forma de expresar esa alabanza es a través del canto. La otra parte del texto que estamos usando nos dice: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” v.19. La iglesia del primer siglo tenía razones que la hacía feliz, por eso cantaba. No se concibe a un creyente que esté lleno del Espíritu y que no cante. Cuando andamos llenos del Espíritu Santo cantamos en la tristeza, en el dolor, en el culto y hasta en los funerales. Hay creyentes que son una mala propaganda para el evangelio, no se evidencia ningún gozo en sus vidas. No cantan al Señor ni cuando se bañan. El texto además nos dice: “Dando siempre gracias por todo a Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
La gratitud, de la que hablaremos la próxima semana, es otra señal de nuestra alabanza al Señor y de una vida llena del Espíritu. ¡Cómo no ser agradecido a Dios que nos ha dado todo y por quien vivimos y nos movemos! ¡Cómo no expresarle a nuestro Dios nuestras gracias por lo que él es y hace!
Enviado por Pastor Guillermo Sebastian Olivera
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