Libro y lectura en la era digital. El gran desafío de la educación actual (página 2)
Enviado por Jorge G. Paredes M.
3. EVOLUCIÓN DE LOS SOPORTES DE LA ESCRITURA
En este capítulo pretendemos dar un vistazo panorámico, muy esquemático por supuesto, sobre la evolución de los diversos materiales que han servido, a lo largo de la historia, de . Ello nos acerca un tanto a la historia del libro, sobre la cual existen excelentes investigaciones. No debería dejar de leerse, a pesar de sus años, la obra clásica del danés Svend Dahl "Historia del libro", que nos brinda una brillante y amena historia del libro hasta mediados del siglo XX.
En la introducción del importantísimo libro colectivo "Historia de la lectura en el mundo occidental",cuyos coordinadores son los especialistas Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, los cuales son, asimismo, los autores de la introducción, se rebate aquella posición que señala que el texto existe en sí, separado de toda materialidad. Al respecto los citados especialistas nos dicen: "…no hay texto alguno fuera del soporte que permite leerle (o escucharle). Los autores no escriben libros; no, escriben textos que se transforman en objetos escritos –manuscritos, grabados, impresos y, hoy, informatizados- manejados de diversa manera por unos lectores de carne y hueso cuyas maneras de leer varían con arreglo a los tiempos, los lugares y los ámbitos". El libro citado está disponible en átomos (Editorial Taurus S.A. 2001) y estuvo en bits (en forma compendiada) en URL: «http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html». Puede acceder a una copia de dicha página haciendo clic en el link respectivo.
Hagamos un esquemático análisis del proceso de evolución de la escritura y sus soportes. La historia de la humanidad tiene una larguísima etapa oral , es decir anterior a la escritura, pero en un determinado momento, hace aproximadamente un poco más de 5000 años, en la zona de la Creciente Fértil Media Luna, aparece la escritura, específicamente en Súmer. Como dice Samuel N. Kramer en su obra "La cuna de la civilización" (Madrid: Novograph S.A. 1980): "La invención de la escritura, más que cualquier otro logro, llevó el lustre de la civilización a las vidas de los hombres. El dar este paso gigantesco hace más de 5000 años posibilitó el conservar pensamientos y experiencias y el transmitir a generaciones futuras sabiduría arduamente conquistada, dos procesos esenciales para el mantenimiento de una sociedad compleja…" (Op. cit.; p. 129)
La escritura no solo implica, desde su aparición, signos (pictografías, ideogramas, etc) sino también un material sobre el cual se materializan dichos signos. Sabemos, por la enorme cantidad de tabletas que nos quedan de la región mesopotámica, que el material utilizado fue básicamente la arcilla, aunque también utilizaron metal y piedra. Con relación a este último material nos viene de inmediato al recuerdo la "Roca de Behistún" (en las montañas de Zagros, en Irán noroccidental) y la muy famosa "Piedra de Roseta". El papiro es otro de los materiales que durante un periodo bastante extenso de la historia humana sirvió como soporte escritural y que constituye conjuntamente con la escritura egipcia antigua una de aquellas creaciones trascendentes de la historia de la humanidad.
¿Y qué sabemos de los «libros de aquella época? La educación sumeria ha sido muy bien estudiada. Hartmut Schmökel nos dice que se han hallados "textos escolares" de las épocas más tempranas en Fara-Shuruppak, Uruk, Nippur y otros lugares. El estudiante era, al parecer, denominado "hijo de la casa de las tablillas" (el profesor era el padre). Claro que esos "textos escolares" eran como los cuadernos de apuntes donde los estudiantes realizaban sus tareas. Pero poco a poco se fue pasando de inscripciones brevísimas (las tabletas pequeñas medían 4 x 2,5–3 cm o 4 x 4 cm y las más grandes 11 x 10,5 cm) a textos más extensos, ya no solo de carácter religioso o político-administrativo, sino históricos.(Schmökl, Hartmut "El país de los súmeros" El redescubrimiento de la primera alta cultura de la humanidad";Buenos Aires: EUDEBA, 1965; pp. 152-153). Las tabletas de arcilla (hojas del libro sumerio) se guardaban, según nos los relata Georges Contenau en su libro "La vida cotidiana en Babilonia y Asiria" (Barcelona: Editorial Mateu, 1962) en estantes, dispuestas una sobre otra, y en el canto se escribían las primera palabras de la obra, que de este modo se intitulaba como las encíclicas pontificales, con las palabras con que principia el texto. No podemos dejar de señalar, que es también en esta región mesopotámica donde encontramos ya una biblioteca, la famosa biblioteca de Asurbanipal, en Nínive. (Esta biblioteca, transportada a Londres, constituye hoy la gloria del Museo Británico). Siempre siguiendo a Contenau diremos que en la época de Asurbanipal, como en nuestros días, había gente con propensión a formar su biblioteca en detrimento de las ajenas; para protegerse contra esta plaga peligrosísima se ponían los libros bajo la protección de los dioses. Ciertas tabletas, anteriores a la época sargónida, llevan una maldición contra quienes maltratasen los libros, no los dejasen en su estante, o se los apropiasen. (Op. cit.; pp. 195-196) La bibliocleptomanía, de la cual nos habla Alberto Manguel en uno de los capítulos de su obra "Una historia de la lectura", tiene pues larga data.
Me he detenido un tanto en los orígenes de la escritura y de los primeros textos que pueden ser considerados como libros, porque a veces no se tiene un adecuado conocimiento y una adecuada valorización del inicio de una de las más grandes hazañas del género humano y lo de revolucionario que implicó que el pensamiento y las fugaces palabras pudieran perennizarse, eternizarse a través de su plasmación gráfico-simbólica.
Los egipcios, con su escritura que tuvo tres tipos (jeroglífica, hierática y demótica), dispusieron del papiro, muy superior a las tabletas de arcilla de los mesopotámicos. Como nos lo recuerda Martin Walker en su obra "Los egipcios" (Madrid: Edimat Libros S.A., 1998) la palabra papiro dio origen a la palabra inglesa paper y a la francesa papier. Walker nos describe la técnica de la fabricación de la hoja que iba a ser utilizada para la escritura, utilizando los tallos del papiro (cyperus papyrus).El tamaño de las hojas era variado. En cuanto su ancho oscilaba entre 50 y 170 cm, siendo esta última la medida más frecuente. La longitud de los papiros también era muy variable. El Papiro Harris (Museo Británico), que es el de mayor tamaño, alcanza una longitud de cuatro metros. La fabricación del papiro era muy costosa, razón por la cual se utilizaron otros materiales para escribir, tales como trozos de cerámica, que son conocidos con el nombre de «ostraka» (Sobre el papiro puede consultarse "La fabricación del papiro",en http://rt000qzn.eresmas.net/vida/papiro/papiro.html)
Si quisiéramos una aproximación a los «libros» mesopotámicos y egipcios, es decir el leer lo que esos pueblos escribieron, podemos consultar:
* Pritchard, James B. (compilador) "La sabiduría del antiguo oriente" (Barcelona: Ediciones Garriga S.A. 1966)
*Gaster, Theodore H. "Los más antiguos cuentos de la humanidad" (Buenos Aires: Librería Hachette S.A.,1956)
*"Cantos y Cuentos del Antiguo Egipto" (Madrid: Revista de Occidente, 1944). Con una nota sobre el alma egipcia escrita por don José Ortega y Gasset.
*"Narraciones y cánticos del antiguo Egipto" (Buenos Aires: Editorial Simientes, 1978
Acerquémonos ahora al mundo greco-romano. Tratemos de captar el momento en el cual hace su reaparición, en el mundo griego, un nuevo tipo de escritura, esta vez por influencia de los fenicios y que hará posible la gran revolución del pensamiento del mundo occidental. Jean-Pierre Vernant en su libro "Los orígenes del pensamiento griego" (Buenos Aires: EUDEBA, 1965) ha señalado que si queremos levantar el acta de nacimiento de la Razón griega, seguir el camino por donde ella ha podido desprenderse de una mentalidad religiosa, debemos fijarnos en el gran viraje que se produjo entre los siglo VIII al VII, momento en el cual triunfa el estilo orientalizante, se sienta las bases de la polis y, asegura, mediante esta laicización del pensamiento, el advenimiento de la filosofía. La monarquía micénica, centrada en el palacio, regimenta la vida económica, social y política y ello en torno al empleo de la escritura y la constitución de archivos. Nos dice Vernant: "Son los escribas cretenses, pasados al servicio de las dinastías micénicas, quienes, transformando la escritura lineal usada en el palacio de Cnosos (lineal A) a fin de adaptarla al dialecto de los nuevos señores (lineal B), les han aportado los medios administrativos propios de la economía palatina" (Vernant, Jean-Pierre; Op. cit., p.26). Esta escritura era hecha en tablillas. Sin embargo todo será trastocado cuando se produce la invasión doria, que rompe los vínculos de Grecia con el oriente, convirtiéndola en una civilización básicamente agrícola.. La escritura misma desaparece. Pero, cuando esta sea redescubierta, a fines del siglo IX, "tomándola esta vez de los fenicios, no será solo una escritura de otro tipo, fonética, sino producto de una civilización radicalmente distinta: no la especialidad de una clase, los escribas, sino el elemento de una cultura común. Su significación social y psicológica se habrá transformado –podríamos decir invertido- la escritura ya no tendrá por objeto la creación de archivos para uso del rey en el secreto de un palacio, sino que responderá en adelante a una función de publicidad; va a permitir divulgar, colocar por igual ante los ojos de todos, los diversos aspectos de la vida social y política" (Vernant, Jean-Pierre; Op. cit; p.28).
Es cierto que actualmente los helenistas tienden a ver las civilizaciones egea o minoica y micénica como "obra común del mismo pueblo, que no es otro que el de los futuros griegos" (Saitta, Armando. "Guía crítica de la historia antigua "(México: FCE , 1996). En 1939 la recién descubierta escritura lineal B, llamada así para diferenciarla de la pictográfica, permitió acceder al primer archivo de documentos escritos de la Grecia micénica continental" (tablillas encontradas en el palacio de Pilos). Al poco tiempo ocurrió su desciframiento. A comienzas del siglo XX el arqueólogo Arthur Evans había descubierto, en el palacio minoico de Cnosos, en tablillas de arcilla y con tres tipos diferentes: una pictográfica o jeroglífica, una escritura cursiva que Evans la llamó lineal A y una tercera, modificación de la anterior y que fue llamada lineal B. Nuevas excavaciones permitieron llegar a las conclusión de que la lineal A era exclusiva de Creta, mientras que la lineal B era usada en Cnosos y en toda la península griega.. Michael Ventris y John Chadwich lograrían el desciframiento de la escritura lineal B.
Eric G. Turner en "Los libros en la Atenas de los siglos V y IV a.C." que forma parte de la obra colectiva "Libros, editores y público en el Mundo Antiguo" (Madrid: Alianza Editorial S.A. 1995), cuyo director es nada menos que Guglielmo Cavallo, nos señala que el libro más antiguo, conocido por nosotros, es una copia del nomos de Timoteo, «Los Persas», escrito en papiro y hallado en Abusir, no lejos de Menfis, al parecer del siglo IV a. C. y perteneciente, muy probablemente, a un músico itinerante jonio. Leer y escribir era lo normal en la sociedad ateniense de los siglos V y IV a.C. Se escribía fundamentalmente sobre papiro. Turner nos señala que la palabra Biblos significa «documentos» y ello porque los griegos preparaban folios de papiro que, una vez escrito, se plegaban horizontalmente varias veces y se sellaba, como se sabe que se hacía con cartas y documentos. Los griegos aprovecharon el papiro egipcio, pero lo prepararon diferente logrando la fabricación de folios y, por otra parte, a diferencia de los escribas egipcios que utilizaban una especie de pincel para escribir, los griegos emplean el kalàmos (caña o pluma). En cuanto a la influencia mesopotámica entre la escritura griega, Turner señala que muy probablemente la pluma, que desplazó al pincel, haya sido importada de Mesopotamia.
Según G. Cavallo, refiriéndose al importante papel de la oralidad dentro de la lecto-escritura señala que la Grecia del siglo V a. C. era auditiva (audición de textos) y no auditiva y visual al mismo tiempo (lectura de textos en voz alta). Señala que, al parecer, fue "entre las dos generaciones de Heródoto y Tucídides [que] tuvo lugar la transición de la oralidad a la cultura del libro". Heródoto representa la primera y Tucídides la segunda. Un aspecto poco enfatizado es el referente a que los libros en general, y los de los sofistas en particular, despertaron el rechazo, nada menos que como una manera de sustraerse a la nueva técnica que utilizaba el papiro, que, al fin y al cabo, solo era un nuevo soporte escritural. Nada menos que Platón es uno de los representantes de esa oposición al libro. Debemos remarcar que "los sofistas habían descubierto qué valor podía tener la difusión del libro para instaurar un nuevo sistema cultural" Pero el impacto del libro fue tal que incluso en la Academia de Platón y en el Liceo de Aristóteles se utilizaban los libros. Platón poseía una buena colección de libros. Algo más, la primera biblioteca privada al parecer fue la de Aristóteles, la cual caería en poder de Sila cuando este saqueó Atenas, en el 86 a.C. Aristóteles, según todos los indicios, parece ser también el primer bibliotecólogo: Enseñó al rey de Egipto el método para organizar una biblioteca. Como vemos larga data tiene la novofobia y en este caso concreto la oposición a nuevos medios para la difusión del pensamiento, para la plasmación de los textos en nuevos soportes.
Un aspecto bien estudiado es el referente a la etapa de la oralidad de los textos. Hubo un largo periodo en el cual se transitó de la lectura oral a la lectura silenciosa, de la lectura en voz alta, a la lectura en voz baja hasta llegar a la lectura en silencio. Sin embargo Jesper Svenbro, en "La Grecia Arcaica y Clásica. La Invención de la lectura silenciosa" (En: "Historia de la lectura en el mundo occidental") nos señala que Bernard Knox ha demostrado que a los griegos debemos la invención de la lectura silenciosa, aunque es necesario reconocer que durante varios siglos más predominaría la lectura en voz alta. Alberto Manguel ha dedicado el capítulo "Los lectores silenciosos" para apreciar el tránsito a la lectura silenciosa, que tiene la ventaja de ser mucho más rápida.
No es totalmente cierto, por lo tanto que la scriptio continua, es decir la escritura que no tenía separación ni siquiera de palabras fuera un obstáculo para la lectura silenciosa. Como lo sugiere Knox, el manejo de grandes cantidades de texto, como la utilizada por los monjes dedicados a copiar manuscritos, habría constituido un factor para transitar a la lectura silenciosa, lo propio que la «word división».
La obra titulada "Entre el volumen y el códex. La lectura en el mundo romano" de Guglielmo Cavallo, es una valiosísima guía para tener un visión rápida pero documentada del libro y la lectura en Roma Antigua. Lo mismo que "Comercio librario y actividad editorial en el mundo antiguo" de Tönnes Kleberg. Los griegos innegablemente, pero también los etruscos, contribuyeron al progreso del conocimiento y del interés por los libros en Roma. Pierre Grimal en su obra "La vida en la Roma Antigua" nos relata en unos pocos párrafos como era la educación romana en la época de Augusto. El niño aún pequeño era confiado al gramático, quien le enseñaba a leer y escribir. Luego pasaba a manos del retórico quien lo iniciaba en las humanidades. Se buscaba que aprendieses a ser un orador ya que la elocuencia impregnaba toda la vida pública romana, aunque, como nos dice Grimal, la "elocuencia no era un fin en si mismo sino que debía permitir ejercer su influencia sobre los espíritus y las almas y, para ello, era necesario que el joven adquiriese el conocimiento de «todo lo que es humano»"(Op. cit.; p. 86-87). Es en esta etapa de la educación que los niños y jóvenes comenzaban a recibir la influencia de los pedagogos (poedagogus), instructores generalmente griegos, de condición esclavos, encargados de llevar a los niños a la escuela y luego ayudarles en sus tareas escolares. Como dice Grimal ; "A los pedagogos se les debe, con toda seguridad, la penetración tan rápida y profunda de algunas costumbres de vida y pensamientos griegos, influencia secreta, poco comprensible para nosotros ya que no se manifiesta en los testimonio literarios, pero que es importante reconocer y no minimizar" (Op. cit.; p. 85)
¿Pero que sabemos de los libros en aquella época? Según G. Cavallo, en una primera etapa la lectura y escritura eran casi una práctica exclusiva de temas religiosos y jurídicos, recogidos en los llamados «libros lintei» (de tela de lino) y en las «tabulae lignatias. Pero va a ser en el siglo II a.C. que aparecen los libros utilizando el papiro. Los libros griegos fueron el modelo de los libros latinos.. Leer un libro significaba leer un rollo. Se leía en forma privada y pública, lo mismo sentado que reclinado o echado. Era habitual la lectura en voz alta. A veces se utilizaba lectores especializados, de tal manera que la lectura devenía en indirecta y oral. En el caso de lectores no profesionales la lectura era lenta, por dos motivos fundamentales: por los diversos tipos de letras manuscritas que se utilizaban, algunos incluso con muchos adornos, y, por otra parte, porque a consecuencia de la influencia de los griegos se dejó a un lado la utilización de la interpuncta, puntos que indicaban la separación entre las palabras, y, en el siglo I a.C., se adoptó la scriptio continua . Ello implicaba que era necesario ser muy experimentado para individualizar la separación de las palabras y a la vez captar el sentido. Los libros fueron, en un primer momento, bastante escaso y muy caros, pero en la época de los emperadores bajaron bastante sus precios. Cuando estaban aprendiendo a escribir los niños utilizaban tablillas cubiertas de cera, pero ya más adelantados escribían sobre papel (charta), elaborado, como hemos dicho, con el papiro. James Stewart, en su obra "La vida íntima de los romanos" nos proporciona datos muy importantes sobre la educación romana. A este autor le debemos la expresión de que la polis de "Atenas era en realidad la Universidad del Imperio romano", para expresar la costumbre de los jóvenes de familias adineradas de concluir su educación en las ciudades orientales de Grecia, muy especialmente en Atenas. (Op. cit ; p.97)
Con relación a los tiempos del importantísimo imperio bizantino, muy escuetamente debemos decir con relación al libro y a la lectura que, como señala Rolando Castillo, en el largo periodo de la historia bizantina se dio la existencia de una educación programada y sistemática con tres niveles : elemental, gramatical y retórica. Es cierto que en el primer nivel no se utiliza el libro porque el aprendizaje era básicamente de memoria, aunque se sabe que se empleaba la lectura de las fábulas de Esopo. En el segundo nivel se enseñaba a leer literatura griega clásica y el profesor, es decir el gramático, "solía explicarla y valorarla de manera crítica". En este nivel se utilizaban libros de texto, como "El Arte de la Gramática" de Dionisio Tracio, los "Cánones" de Teodocio de Alejandría. Se ejercitaba muchísimo la lectura, utilizándose preferentemente las obras de Homero. Esto no significa, sin embargo, que la utilización de libros no fuera algo excepcional en la sociedad bizantina, por lo que la educación era básicamente oral, lo que exigía mucho la memorización por parte de profesores y estudiantes. Los profesores podían tener una copia de algunos pocos libros y de seguro muchos otros en su memoria. R. Castillo, siguiendo al bizantinista Robert Browning, nos dice que el profesor leía en voz alta o transmitía en forma oral lo que tenía guardado en su memoria. En el tercer nivel (al cual se llegaba entre los 13 y 15 años) el libro de texto por excelencia era el denominado progymnásmata, que era una compilación de ejercicios que abarcaban los distintos géneros de la composición y cuyo autor era Aftonio de Antioquia, quien fue un maestro de Retórica en Atenas a fines del siglo IV. Este texto se usó hasta el fin de Bizancio, es decir hasta el siglo XV. Otros textos muy utilizados en la enseñanza de este nivel fueron cuatro obras de Hermógenes de Tarso. Cuando los turcos cayeron sobre Bizancio, muchos intelectuales se marcharon a Europa colaborando con el renacimiento europeo, en una medida aun no bien estudiada por los especialistas.
La Edad Media europea es, en gran parte, la heredera de la cultura grecorromana. Los manuscritos se continúan copiando en scriptio continua. Pero existe una diferencia sustantiva: la iglesia cristiana fomenta que todo cristiano alfabetizado debía leer, que la lectura ayudaba a la salvación del alma, que la lectura permitía conocer a Dios. Otra novedad, según Malcolm Parkes, fue el tránsito de la lectura oral a la silenciosa. La lectura oral supervivió en la liturgia, pero a partir del siglo VI comienza a cobrar importancia la lectura silenciosa y se le considera que es mejor que la oral, porque, como decía san Isidoro, "el lector aprende más cuando no escucha su voz".
Otro cambio importante fue el paso del libro-rollo al códice. En la Enciclopedia Británica al referirse a este hecho, leemos: "The substitution of the codex for the roll was a revolutionary change in the form of the book". Debemos, sin embargo, reconocer que el papiro como soporte de la escritura fue por varios milenios un material ideal: facilidad para escribir con tinta, borrar con agua, buena presentación, durabilidad e incluso facilidad de manejo y transporte. Se le ha señalado un inconveniente, el no poder ubicarse con facilidad un pasaje concreto, amén de otros, pero de menor importancia.
El códice de pergamino era un nuevo formato de libro, el cual ganaba en durabilidad al tener una encuadernación protectora, al mismo tiempo que era mucho más fácil de manipular, transportar y guardar (se calcula que su capacidad de almacenamiento comparado con los rollos era seis veces superior), y, lo tal vez más importante, era bastante económico. Este soporte fue muy apreciado por los cristianos, que como miembros de una civilización basada en el libro (La Biblia), vieron las enormes ventajas que el códice significaba para la difusión de la «palabra de Dios», por la facilidades que brindaba para localizar pasajes bíblicos en los momentos de sus reuniones.
El medioevo conoció tres tipos de instituciones de enseñanza y estudio: las escuelas monásticas, las escuelas urbanas y las universidades. Las dos primeras, según nos los recuerda E. Jeauneau, están mencionadas en una capitular de 789. Carlomagno, en dicha capitular, ordena que se creen escuelas en cada monasterio y en cada obispado. Las escuelas monásticas, nos dice Jeauneau, se adaptaba a las estructuras que rigieron Europa hasta fines del siglo XI. Pero cuando, hacia fines del siglo XI y comienzos del siglo XII, se amplía el comercio y aumenta la importancia de la ciudad, el centro de gravitación escolar se desplaza hacia ellas y es ese el momento que surgen las escuelas urbanas, también denominadas capitulares o catedralicias, sin que ello implique la desaparición de las monásticas. Según Jacques Le Goff es indisoluble la relación entre ciudad y profesional de la educación, "para el hombre para quien escribir o enseñar- en general ambas cosas a la vez- es su oficio; el hombre que tiene una actividad profesional de enseñante y de un sabio, el intelectual, en fin, no aparece sino a una con las ciudades. (Le Goff, Jacques "Los intelectuales de la Edad Media": Buenos Aires: EUDEBA, 1965; p. 12).
Según Jeauneau, si en el siglo XII la escuela sigue al maestro, en cambio en el siglo XIII es el maestro el que sigue a su escuela. Paralelamente al movimiento que lleva a los oficios a unirse en corporaciones, la gente de estudio se agrupa para defender sus derechos y sus privilegios y ello es el origen de las universidades.
Durante la etapa medieval el libro jugó un papel muy importante. Recordemos que los dos grandes métodos de enseñanza eran «la lección» y «la disputa». La "lección" era una lectura comentada de Aristóteles, de la Biblia y de las Sentencias de Pedro Lombardo. La "disputa" se hacía sobre un tema que se elegía de antemano y se adecuaba a un programa dado («cuestiones disputadas») o sobre un tema improvisado («cuestiones quodlibética»). [Jeauneau, E. La Filosofía Medieval" (Buenos Aires: EUDEBA, 1965) y Le Goff, Jacques, Op.cit; pp.122-126).]
Es muy importante destacar que el libro jugó en la Edad Media un papel muy importante en la educación, porque si la palabra del maestro era casi sagrada (el magíster dixit), sin embargo el maestro de los maestros era Aristóteles, es decir sus obras. Esto no debe hacernos olvidar que esa educación era esencialmente elitista y propia de un elite religiosa. Y es por ello, como bien señala Jacques Le Goff, que durante la alta Edad Media, durante el llamado renacimiento carolingio, los libros eran concebidos como una obra de arte, como un lujo, con una demanda muy escasa: "…los libros no se hacen para ser leídos, sino para engrosar los tesoros de las iglesias o de los particulares ricos, es decir constituyen un bien económico antes que un bien espiritual…" (Le Goff, J.;op. cit; p. 16) El copiar los libros, era para los monjes copistas, no tanto una tarea que reflejase un interés intelectual, sino mas bien una tarea difícil que podía ser tomada como una penitencia y es por ello cuanto más se copiase las posibilidades de salvación eran mayores.
Un nuevo aspecto irá tomando fuerza a partir del siglo XII con los llamados traductores, consecuencia lógica del desconocimiento en occidente del griego, por predominancia del latín. Si bien es cierto que Pedro el Venerable utilizará la traducción como un arma para conocer directamente el islam y poder combatirlo, sin embargo la mayor parte de los intelectuales que se dedicarán a la traducción, lo harán sobre obras científicas y filosóficas, fundamentalmente de obras griegas y árabes.
El libro, en la Baja Edad Media, se convierte en uno de los instrumentos básicos del intelectual, de los alumnos y profesores de las universidades que hacen su aparición en el siglo XIII. Como dice Le Goff: "El libro universitario es un objeto completamente distinto de lo que había sido el libro de la Alta Edad Media. Está ligado a un contexto técnico, social y económico totalmente nuevo; es la expresión de otra civilización…Los excelentes trabajos del padre Estrés han mostrado en toda su magnitud la revolución que en el siglo XIII se opera en la técnica del libro y cuyo teatro es el taller universitario… La publicación del texto oficial de los cursos tuvo una importancia capital en las universidades. En 1264 los estatutos dela Universidad de Padua declaran: sin ejemplares no habría Universidad". (Le Goff, Jacques.; Op. cit; pp. 115-116)
Los libros de la etapa medieval, hemos ya señalado, destacarían, muchos de ellos, por su carácter artístico (aquellos que estaban dedicados a las personas con poder económico). Las ilustraciones comienzan a jugar un papel muy importante. La encuadernación se convirtió no sólo en una técnica sino sobre todo en un arte. Técnica de gran valía en la medida que la encuadernación cumplía un rol muy importante, toda vez que, al recibir el libro el tratamiento de un códice había que unir las hojas mediante su cosido, así como el resguardarlas de su deterioro (Al respecto leemos en la Enciclopedia Británica "The medieval book was a codex written on vellum or parchment").
Los monasterios jugaron un papel muy importante en la conservación y difusión libresca, aunque lenta porque se basaba en la labor paciente de los monjes copistas. Como podemos leer en la Enciclopedia Británica, la sustitución del rollo de papiro por el pergamino significó también la sustitución de los libros de los clásicos grecorromanos por los libros cristianos, de personajes tales como Orígenes, Tertuliano, san Agustín y san Jerónimo.
La expansión en la producción de libros, así como el nuevo interés por los clásicos grecorromanos, comenzará a partir del siglo XII, especialmente por el rol que comienzan a jugar las universidades, que serán las instituciones que demandarán libros. Al poco tiempo el humanismo también vendrá a jugar papel muy importante. Comenzaron a formarse importantes bibliotecas como la Biblioteca Medicea-Laurenziana, en Florencia, y la Biblioteca Apostólica Vaticana ( I ) ( S ) .
Relativamente poco tiempo transcurriría (a diferencia de los milenios del rollo de papiro) para que un nuevo soporte escritural hiciera su aparición y desplazara en poquísimo tiempo al pergamino: el papel. Invento chino que comienza con el llamado «papel de seda», en el siglo I de nuestra era, pero que tenía como limitación técnica el ser el producto residual de la fabricación de colchones y ropa de seda. Sin embargo, los chinos también escribían sobre un papel denominado «papel Baquiao» (por el lugar donde fue hallado por vez primera) y que era fabricado utilizándose fibras de cáñamo, mezcladas con una pequeña porción de fibras de ramio. Pero este papel Baquiao era también un producto residual: residuo de la fabricación de colchones y prendas de vestir de cáñamo. El gran salto se dio el año 105, cuando Cai Lun logra un método para fabricar papel utilizando corteza de árbol, cáñamo, trapos y redes de pescar rotas. Poco tiempo después Zuo Bo perfeccionaría esta técnica, logrando un papel más fino. Esta técnica de la fabricación de papel fue llevada a Vietnam y a Corea y de este último país al Japón. A mediados del siglo VIII la técnica de la fabricación de papel fue llevada a Arabia (fábricas en Bagdad, Damasco y Samarcanda). Los árabes se dedicarían a la fabricación y exportación de papel hacia Europa. El uso de papel, por lo económico y práctico, desplazó a todo otro soporte para la escritura. En el año 1150 los árabes establecieron fábricas de papel en España. Como dice Zhuang Wei en su libro "Cuatro grandes inventos en la antigüedad china" (Beijing: Ediciones en lenguas extranjeras, 1980); "El papel y el método de fabricarlo inventados por China se había extendido por todo el mundo y numerosos pueblos no sólo lo usaban sino lo fabricaban. Esto fomentó considerablemente el desarrollo de la economía y cultura de los diversos países" (Op. cit.; p.37).
Y complementando al papel, la aparición de la imprenta significaría un cambio tecnológico de gran trascendencia, porque permitía producir libros en cantidades antes nunca prevista y de esta manera dar un paso muy grande en la tendencia hacia la democratización de la lectura, en la medida que más personas podían tener acceso a los libros. En la Enciclopedia Británica aparece un dato muy importante al respecto. Se dice que antes de la invención de la imprenta, el número de libros manuscritos en Europa podía ser contados por miles. Pero que en 1500, es decir apenas 50 años después de inventada la imprenta, ya había más de 9 millones de libros. Los primeros libros impresos recibieron el nombre de incunables, de una expresión latina utilizada en 1639 para describir los inicios de la tipografía.
Cronológicamente se considera que de 1450 a 1500 es el período de los primeros libros impresos, es decir de los incunables, aunque como señala Steinberg, según lo consigna José Luis Checa Cremales en su obra "El libro antiguo" (Madrid: Acento Editorial, 1999), este criterio cronológico no es muy buen reflejo de la realidad de la aparición del libro impreso porque «Desde el punto de vista tipográfico, la primera mitad del siglo XVI forma parte del período de los incunabula por su riqueza de tipos diferentes» (Op. cit; p. 10). Según nos lo señala J.L. Checa, Europa produjo unos veinte millones de incunables: más del 65% estaban escritos en latín un 7% en toscano, un 6% en alemán, un 5% en francés y un 1% en flamenco. Como dice Checa «…el impreso sobre papel con caracteres móviles llamado incunable es, desde su nacimiento, lo que es el libro hoy en día: reproducible, intelectualmente duradero y estéticamente perfecto». (Op. cit.; p. 11). En la primera etapa de los libros impresos los incunables (del latín cunabulum=cuna) imitaban a los códices. Svend Dahl, refiriéndose a este hecho nos dice: «lograron en grado asombroso trasladar por completo la apariencia del códice de pergamino medieval al libro impreso y producir obras que no desmerecen en belleza junto a los manuscritos iluminados» (Dahl, Svend "Historia del libro". Madrid: Alianza Editorial S.A., 1999; p. 100).
El libro realmente adquiere su aspecto actual en la segunda mitad del siglo XVI, "cuando el texto se aligera, las líneas se alargan y los márgenes se ensanchan" (Checa, J.L. Op.cit.; p.11). Checa considera al siglo XVI la edad de oro del libro y puntualiza al siglo XVII como la etapa de la «legalización del libro». Señala que dicho siglo fue en toda Europa un período de decadencia de la imprenta, debido a la grave crisis editorial por «la falta de papel, la lentitud en la producción, el aumento de los impuestos, la falta de personal cualificado y de recursos en los editores» (Checa, J.L. Op. cit.; p. 14). Es en esta etapa que los editores se convierten de humanistas en comerciantes, lo que permitió remontar la crisis. Surge ya una verdadera organización empresarial impresora, con una normatividad muy moderna para las relaciones entre el escritor, el editor y los poderes civil y eclesiástico. Surge, es cierto, la censura religiosa, sobre todo muy marcada en España.(En 1501 el Papa Alejandro VI había recomendado a todos los países de fe católica establecer una censura de libros e incluso en 1559 por orden del Papa Paulo IV se produjo la quema de libros hebreos y en 1581 los manuscritos de la Divina Comedia fueron quemados en Lisboa. En 1599 el Papa Paulo IV inaugura el Index Librorum Prohibitorum)
El siglo XVIII constituye la etapa del resurgimiento de la cultura del libro. La técnica de la impresión mejora notablemente al lograrse una mayor calidad en la fundición de los tipos, así como por la calidad de la tinta. Es también una etapa de gran florecimiento comercial librero. Veamos el caso de la famosísima Enciclopedia (Diccionario razonado de todas las ciencias, artes y oficios por una sociedad de personas de letras"). Dicha obra fue un gran negocio de librería. Los libreros (editores en la denominación actual) André François Le Breton, Antoine Briasson, Michel David y Laurent Durand firmaron en 1745 un contrato para la traducción de la Cyclopaedia de Chambers. Pero como las traducciones producen menos que las obras originales, decidieron producir una enciclopedia francesa y para ello escogieron como directores a Denis Diderot y a Jean Le Rond D’Alembert.. Que la Enciclopedia fue un verdadero negocio, no hay la menor duda. Leamos lo que Jean-Marie Goulemot y Michel Launay escriben en su obra "El Siglo de las Luces" (Madrid: Ediciones Guadarrama;1969): "…Los libreros sabían por otra parte, que su empresa había puesto en juego demasiados intereses económicos y financieros y demasiadas personas para que el gobierno pudiese prohibirla o frenarla mucho tiempo: incluso hicieron chantaje y propagaron su decisión de imprimir la obra en el extranjero, con lo cual Francia perdería una cantidad apreciable de «divisas». Por lo demás, disponían de sólidos puntales en el andamiaje del Estado…" (Op. cit.; p. 177). Y Jean Pierre Guicciardi en "La aventura de la Enciclopedia" nos dice que es muy probable que Voltaire estuviera en lo cierto cuando afirmó que el negocio dio durante 25 años dinero suficiente para que más de 1000 obreros, grabadores e impresores, vivieran de él. Daniel Roche en "¿Hacen la revolución los libros? nos refiere que Le Breton, el socio mayoritario del gran negocio que fue La Enciclopedia, llegó a tener una enorme fortuna. Al morir deja un patrimonio de aproximadamente un millón quinientas mil libras tornesas (un obrero de París vivía con una libra diaria), cuando al casarse, en 1741, sólo disponía de 50 000 libras. Roche, escribe: "Comerciando con las ideas, este hombre (Le Breton) tan precavido como intrépido, contribuyó a cimentar el poder de los intelectuales parisinos, puso en un aprieto al Estado y a la Iglesia y suscitó el odio de los enciclopedistas -léase a Diderot y a Grimm- y la envidia de su gremio".
Es asimismo la época de los piratas de libros. El lionés Duplain es una figura legendaria de filibustero impresor, especializado en libros impresentables, as de las ediciones piratas que permiten a las imprentas de provincias competir con las de París.
El siglo XIX, centuria del maquinismo, significó el triunfo de la técnica en la producción del libro, lo que significó «la sustitución de los métodos artesanos del pasado por un sistema mecanizado» (Dahl, S. Op. cit.; p.230)
4. EL LIBRO EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN: EL DESAFÍO DE INTERNET.
En un artículo acerca de la realidad actual de la Internet en Francia escrito por Virginie Coustet, Mathilde Lelièvre y José Baghdad nos encontramos con el siguiente sugestivo título: JE CLIQUE, DONC JE PENSE. El artículo puede ser consultado en:
http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm
Todos somos conscientes que la computadora e internet constituyen dos de las revoluciones tecnológicas más maravillosas de todos los tiempos. Las computadoras u ordenadores han dejado de ser el campo exclusivo de los genios de la informática y hoy se encuentra al alcance de cualquier persona de inteligencia promedio normal. Vive y convive con nosotros, ya sea en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en las empresas a las cuales vamos a comprar bienes y/o a pagar servicios, etc. Y, en algunos casos, en nuestra propia casa. Es cierto que por lo general la usamos cada vez más, aprendemos más sobre su uso, aunque constituye uno de esos aparatos misteriosos con los cuales hacemos maravillas, pero sin saber como lo hace, muchas veces sin importarnos cómo lo hace (Eso lo creemos está reservado para los iniciados en esa exclusiva y hierática sociedad de los nuevos brujos informáticos. ¡Acaso no nos hablaron del retorno de los brujos!)
Con internet aparece una nueva generación: la generación web, conformada por "…millones de jóvenes menores de dieciocho años que no solo están familiarizados con las computadoras desde niños, sino que también tienen acceso a Internet desde las escuelas y universidades. Un niño que tenga ahora ocho o diez años aprenderá a utilizar Internet como un recurso más para su educación. El ordenador conectado a la red será, es, un instrumento de trabajo para dar acceso a la biblioteca más grande del mundo" (García «Garanz», Fernando. "Libros en Internet" (Madrid: Editorial Espasa Calpe S.A. 1998; p.18)
Marcela Czarny en su libro "La escuela en Internet, Internet en la escuela. Propuestas didácticas para docentes no informatizados" (Rosario-Argentina: Homo Sapiens Ediciones, 2000) nos recuerda que con o sin Internet el desafío más grande de la educación es el educar para cambiar y no educar para repetir. Actualmente la cantidad de información disponible es abrumadora y como la calidad de la información es muy variada, el desafío más grande es lograr que los estudiantes vayan adquiriendo (es algo que requiere tiempo, madurez y conocimiento) agudos criterios de selección, espíritu analítico y crítico que siempre han sido metas de la educación, pero que hoy se extreman porque al navegar en océanos de información, se requiere ir aprendiendo qué fuente es valiosa y cuál no. Es cierto que esto también es válido para las informaciones que se pueden encontrar en los libros, periódicos y revistas, pero es innegable que hoy a través de Internet se tiene acceso a información en un número desproporcionadamente alto (lo que motiva que se hable de una «infoxicación»), pero que al pasarlo por el tamiz de la selección se va reduciendo, hasta poder quedarse con las necesarias informaciones de alta calidad. Y cuando digo información no solo me estoy refiriendo a textos sino a todo tipo de material de multimedia. La posibilidad de acceder a museos a través de visitas virtuales es una fuente valiosa de conocimiento y de fomento de la sensibilidad artística. Lo propio ocurre con algunos museos de voces de personajes famosos. O el poder admirar y leer el facsímil de obras que han sido digitalizadas porque requieren ser salvaguardadas. Y resulta que en esa digitalización la resolución de detalles es superior a la que la observación directa del manuscrito físico permite. Esto es una maravilla y está al alcance de cualquier verdadero lector, es decir de aquel que va a encontrar placer porque lee no solo para informarse sino porque la lectura, en cualquier soporte, le brinda deleite y, ahora, la espectacular posibilidad de tener acceso a obras que por encontrarse en salas especiales de investigación solo estaban a disposición de un reducidísimo número de especialistas. Podemos gozar, por ejemplo, con la digitalización de la crónica de Felipe Guaman Poma de Ayala realizada por la Biblioteca Real de Copenhague, dentro de su proyecto de digitalización del valiosísimo material de su Departamento de Manuscritos y Libros Raros, considerando además que la mencionada crónica había sido propuesta, en mayo de 1997, para su inclusión, por parte de la UNESCO, en la lista de "Memoria del mundo". Como dice Rolena Adorno, que nos obsequia un valiosísimo estudio introductorio a la obra del cronista indio: "Tanto si el lector quiere leer el texto en prosa del manuscrito o simplemente examinar sus casi cuatrocientas páginas de dibujos, esta extraordinaria versión digital posibilita un fácil acceso para el especialista y para el amateur". Y esto que decimos sobre esta crónica lo podríamos decir sobre la edición príncipe de El Quijote, para sólo citar dos obras de las muchas que ya han sido digitalizadas.
Lo que pretendo es que se comprenda que Internet abre una puerta maravillosa para todo aquel que quiere acercarse a ella con la curiosidad intelectual que ha caracterizado desde siempre al Homo Sapiens. Y si antes los lectores gozábamos con la lectura que empleaba átomos, hoy, sin abandonar esos libros, se nos ha abierto un mundo maravilloso. No hay ninguna justificación para mostrarse reacio a gozar con sus encantos. Y lo que es más grave: la responsabilidad que implica para todo docente el hecho que, como señala Juan Luis Cebrián, director del diario español "El País", en una cita que tomamos del trabajo "Introducción a la era de las nuevas tecnologías" de Enrique González-Manet (Unión de Periodistas de Cuba, http://www.cubaperiodistas.cu/enfoques/seis/era.htm. ), "quien no esté en el sistema de redes será un ciudadano de segunda categoría, un minusválido social desheredado del poder". Para que nuestros estudiantes no sean esos ciudadanos de segunda categoría no nos queda otra alternativa, a los docentes, que la de no ser nosotros ciudadanos de segunda, por algo de simple sentido común: no se puede enseñar lo que no se conoce. Por ello es que la nueva tecnología es todo un reto y no una simple moda o algo que podría ser considerado como adjetivo. En una obra muy importante, aunque con algunos aspectos polémicos y ciertas debilidades al prescindir totalmente del análisis socioeconómico y sus implicancias de la nueva tecnología en el sector educativo, Antonio M. Battro y Percival J. Denham nos hablan de «la educación digital», que es justamente el título de su libro que aparece tanto en átomos como en bits (http://www.byd.com.ar/edwww.htm) e incluso hacen referencia a su experiencia en el colegio San Martín de Tours de Buenos Aires. Ellos nos hablan, por ejemplo, de la imperiosa necesidad de crear el hábito digital en la medida que "todo el proceso de la educación se basa en la creación de «nuevos hábitos»" y a pesar de su, para nosotros, excesivo entusiasmo en las nuevas tecnologías y lo que es más criticable el prescindir totalmente de la realidad socioeconómica concreta que se vive a nivel planetario, reconocen que "a pesar de tantos esfuerzos la computadora no se ha incorporado plenamente a la educación moderna. Aún no ha sido debidamente domesticada…"
No estamos en contra , todo lo contrario, de la necesidad de que la nueva tecnología sea parte de la educación y reconocemos que innegablemente marchamos hacia una educación que tiende a sacar el máximo provecho de las nuevas tecnologías y que, lo que es más importante, los educadores tenemos que compenetrarnos con dichas tecnologías y hacer que la educación maximice su eficiencia. Pero pensar que la educación llegará a ser digital en un futuro relativamente muy cercano es desconocer totalmente la realidad económica que se vive en la mayor parte de los países del mundo, en eso que ahora se denomina la aldea global. Ya hemos dado datos realmente estremecedores sobre esta realidad y me parece que dejarlos a un lado lleva a un análisis inconsistente o que pretende generalizar una experiencia concreta de un determinado grupo socioeconómico seguramente alto como si fuera representativo de toda una sociedad. Recomiendo leer el artículo «Del Eslabón perdido a la brecha digital. Un Balance» de William S. Tallah Ingeniero Jefe de Telecomunicaciones en el Ministerio de Correos y telecomunicaciones de Camerún con datos acerca de la realidad de la tecnología en el campo de telecomunicaciones en África con datos referidos al 2002 (http://www.itu.int/itunews/issue/2002/02/missing-es.html). No olvidar que en nuestra aldea global por cada 100 personas 80 viven en casas inadecuadas, 66 no tienen agua potable, 66 no han hecho nunca una llamada telefónica, 50 están mal nutridos y solo 1 posee educación universitaria. No olvidar que si en 1820 la diferencia entre el país más rico del mundo y el mas pobre era solo de 3 a 1, en el año 2000 era de 72 a 1 y la brecha tiende a crecer cada vez más. Con esto quiero que se comprenda que no se debe elucubrar abstracciones porque a nada bueno conduce y solo enmascara la realidad o por lo menos, consciente o inconscientemente, se intenta ello.
Es muy buena la cita que hacen Antonio M. Battro y Percival J. Denham sobre lo que dijera Bernardo A. Houssay, Premio Nobel de Medicina 1947 sobre el atraso que por lo general se produce con relación a los avances que logran los grandes pioneros de las ciencias y que son asimilados por los países más desarrollados, pero siendo ello válido no se puede desconocer los diversos aspectos e implicancias analizados por prestigiosos estudiosos acerca de las diversas perspectivas que engloban las nuevas tecnologías de la comunicación ya no solo en el campo educacional sino en la sociedad toda. No se trata de novofobia ni de ignorancia. Los educadores que ya hemos entrado de lleno en la cultura digital (este trabajo es una prueba de ello) conocemos de su carácter maravilloso y de su grandiosas potencialidades, pero por lo mismo sabemos, por ejemplo, que "leer en una pantalla no es lo mismo que leer en papel" (Umberto Eco) y que, por lo menos hasta el momento (así lo reconocía el propio Negroponte en su libro El mundo digital) es casi materialmente imposible leer todo un libro como por ejemplo Educación Digital en la pantalla de una computadora, a pesar ser un trabajo poco extenso. He leído ese interesantísimo «libro» después de haberlo «bajado» en formato word con tipo de fuente arial 12 debidamente justificado y con previas correcciones ortográficas e impreso en papel A4 (49 páginas). ¿Se imaginan los autores del libro en mención si se tuviera que leer, por ejemplo, en la pantalla de una computadora la importantísima obra «Historia de la Lectura en el mundo occidental» publicada por Ediciones Taurus y que consta de 585 en su edición de tapa dura de1998 y de 668 páginas en su edición 2001?
Más adelante tendremos oportunidad de analizar, aunque someramente, los desafíos de la nueva lectura hipertextual y de la lectura que denomino global o totalizadora. Como nos dice Edwin S. Gleaves, en su muy importante ponencia del 3 de mayo de 1996 en la Asamblea Anual de la Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Rico, gracias a internet tenemos a mano la biblioteca más extensa del mundo, una biblioteca con jornada continua, una biblioteca que no se cierra nunca. Paradójicamente en una sociedad global que cuenta y va a contar aún más con una diversidad de fuentes de información y en los más variados soportes , lo que se lee es relativamente poco. Y si de calidad se trata lo que se lee es dramáticamente insignificante.
Marcela Czarny nos señala algunos prejuicios, en torno a la internet, que se esgrimen dentro del sector docente:"No… A mí de Internet no me hablen. Yo no sé nada de computación" "¿Internet?. No gracias. Suficientes problemas ya tengo en clase". "No estoy de acuerdo con las nuevas tecnologías. Son la base de una educación tecnocrática que apunta a que los alumnos dependan de aparatos hasta para sumar dos más dos". "Tengo miedo de empezar a navegar y «hundirme» en el mar de información que ofrece Internet". Ni estos ni otros prejuicios tienen una justificación. La explicación que encuentro frente a las actitudes dubitativas o de franco rechazo, es la novofobia, de la cual nos habla el filósofo Mario Bunge. En una entrevista que le hiciera El Comercio de Lima, en su suplemento dominical, el 8 de mayo de 1997, Bunge al referirse a los niveles primario y secundario, nos dice con relación a la escuela y el avance tecnológico: "Pedirles que produzcan algo que no sea entusiasmo por el aprendizaje es absurdo. Tienen sólo dos misiones: Una, enseñar; y otra enseñar a que los alumnos aprendan a aprender por su cuenta, porque una vez que egresan ya no tendrán al maestro, a la maestra a quien preguntar, se las arreglarán solos. Y hoy día, en un mundo que cambia tan rápidamente, el que no sigue aprendiendo toda la vida se estanca, queda atrás. En la Argentina decimos "al camarón que se duerme lo arrastra la corriente", ustedes también lo dicen. (se refiere al Perú) Eso pasa ahora mucho más que hace 100 años, entonces las cosas cambiaban más lentamente; hoy, al impulso de la ciencia y de la técnica, el mundo está cambiando muy rápidamente". Es una obligación del docente el estar con las últimas innovaciones, el sacarle el máximo de provecho en su tarea docente y asimismo para su propia experiencia, porque en la medida que él logre sentir placer con esos avances podrá transmitir ese sentimiento a sus alumnos.
En el artículo "Lápiz, Teclado… todo vale para acercarse a las letras " aparecido en Escuela en Acción, marzo-abril 1999 (citado por Félix Sagredo) podemos apreciar la actitud positiva de los docente frente a las nuevas tecnologías. Como hemos señalado no tiene sentido la novofobia, mucho menos dentro de los docentes que tienen que interactuar con niños y jóvenes que en muy poco tiempo estarán inmersos, quiéralo o no el sistema educativo, con la nueva sociedad de la información. En ese artículo leemos lo siguiente: «La escuela no puede olvidar la influencia de las nuevas tecnologías, ni discurrir manteniendo las distancias, sino que debe confluir con ellas, puesto que los niños y niñas de nuestras aulas habrán de utilizarlas. Estaba decidido. Había llegado el momento. En nuestras aulas iba a aparecer "El rincón del ordenador". Pero surgían los interrogantes: ¿cómo empezar?, ¿dónde ponerlo?, ¿cuál sería la organización adecuada?, ¿será suficiente un ordenador…? Conscientes de que las respuestas las iríamos obteniendo con la práctica, empezó la aventura. Nuestros alumnos y alumnas escriben "a su manera" desde los tres años, de modo que a partir de ahora se trataba de escribir con un instrumento más, en el que hay que pulsar teclas … Una de las primeras preguntas que surgen ante la experiencia ya tiene respuesta… Aunque solamente llevamos un mes con este "rincón" nos parece altamente gratificante por la cantidad de situaciones tanto de aprendizaje como de interacciones que se generan en él. Pensamos seguir con él todo el resto del curso y trataremos de conseguir más ordenadores, bien sea a través de entidades privadas o de la generosidad de las personas relacionadas con el centro, como ha ocurrido en esta ocasión».. (Mª Pilar Martínez, Concepción Barcala. CEIP "Antonio Machado", Colmenar Viejo, Madrid )
En realidad, los cambios que se han operado últimamente son el producto de un largo proceso de innovaciones tecnológicas. Al comienzo de este trabajo, frente a la pregunta acerca de si el libro estaba en peligro de extinción debido al avance de la tecnología digital, de las tecnologías de la información, señalaba que el problema estaba mal planteado, debido a que cuando hacemos un recorrido histórico acerca de la lectura y del libro, nos encontramos que no es un período de inmovilismo. Algunos cambios fueron profundos y siempre en beneficio de lo que en última instancia es lo más importante, lo más trascendente: la lectura, la información, la concretización y transmisión del pensamiento valiéndose de medios que lo hacen perdurable. Es inconcebible plantearse la posibilidad de la desaparición de la lectura. Considero que la etapa de la cultura oral fue la fase primera dentro del gran desarrollo cultural y que resulta imposible concebir a una nueva etapa de oralidad pura.
Reflexionemos en el hecho de que el libro es solo uno de los tantos soportes que ha tenido la escritura. Un soporte que significó un avance tecnológico extraordinario, comparable sólo al que actualmente se está viviendo con la informática. Francisco Aguadero en su libro "la sociedad de la información" (Madrid: Acento Editorial, 1997), nos dice: "En realidad, el desarrollo tecnológico no es nuevo; es un proceso social; y como tal, no termina. Se inició con el hombre en la prehistoria… Ahora bien, no cabe ninguna duda de que la cantidad de cambios tecnológicos acaecidos en las últimas décadas en torno a las tecnologías de la información y la comunicación, principalmente, incitan a la historia a que los juzgue, sobre qué tiene realmente de revolución tecnológica, una vez que con perspectiva histórica se pueda analizar el grado de impacto y asimilación producido en la sociedad" (Op. cit.; p. 11). Lo que tampoco es nuevo es la novofobia. En la época antigua, ya lo hemos señalado, más específicamente en la Grecia de los siglo V y IV a. C., la del gran esplendor cultural, se dio un rechazo, y por personalidades de la talla de Platón, a la cultura basada en el libro, en la escritura, en tanto que los sofistas se convirtieron en los abanderados de la nueva tecnología, la cual reemplazaría a la cultura oral.
Mucho tiempo tardó en imponerse la lectura silenciosa, incluso ya aparecido el libro de papiro y posteriormente el códice. Y por supuesto que la aparición de la imprenta hizo poner el grito en el cielo a aquellos que querían seguir con los manuscritos. Argumentaban sus detractores que la reproducción en grandes cantidades de los libros iba a llevar a la humanidad a la perdición, porque no estaba preparada para leer todo lo que pudiera caer en sus manos, sin el filtro de los custodios del saber. Román Mazzilli, en un artículo dedicado a la tecnofobia, nos dice: «¿Qué se dijo del libro en el momento de su nacimiento? Que era un arma del diablo que enfermaba las mentes de las personas, que les cambiaba hasta el color de la piel y ensombrecía el semblante –piénsese que se leía a la luz de velas, muchas veces a escondidas-. Además era un objeto que venía a destruir la comunión de la gente que hasta ayer nomás formaba rondas para escuchar las narraciones orales y hoy se aislaba para establecer contacto con un objeto: el libro» (Mazzilli, Román. "Algunas imprecisiones sobre nuestra realidad virtual: La tecnofobia de Gutenberg a Internet" (http://www.campogrupal.com/tecnofobia.html).
Debemos saber, como nos lo cuenta Carlos Sáez, en su interesantísimo trabajo "El libro electrónico" (http://scrineum.unipv.it/saez.html) que refiriéndose a la recién inventada imprenta el veneciano Filippo di Stara llegó al extremo de decir que «la pluma es una virgen, la imprenta una puta». Nos dice Sáez que con ello el veneciano se refería "no solo al peligro que veía de que se plasmasen por escrito textos inmorales heterodoxos, sino a que la imprenta divulgaría el saber entre los ‘ignorantes’. Recelaba así el temor de que la imprenta acabara con el tradicional monopolio de unos pocos sobre la cultura escrita". Y no nos olvidemos, como nos lo recuerdan Félix Sagredo Fernández y Ma Blanca Espinosa Temiño en "Del libro al libro electrónico-digital" «que algunos inquisidores del siglo XVI solicitaban al Papa Julio II la publicación de una Bula que permitiera quemar todos los productos de papel, denominados por ellos "artilugios del demonio", que luego conocimos expandido por el orbe con el nombre de imprenta.» (http://www.ucm.es/info/multidoc/multidoc/revista/num9/cine/sagredo.htm#titulo)
Por lo general cuando ahora se nos habla de la imprenta y de lo que significó para su tiempo se suele pasar por alto, salvo entre los estudios especializados, la reacción negativa que ella ocasionó y como se repitió la reacción conservadora que se había dado en los siglos V y IV a.C. en Grecia. Novofobia y conservadurismo caracteriza la reacción frente al invento revolucionario de la imprenta. Hoy deberíamos conocer y comprender mejor esa reacción y reflexionar sobre sus causas profundas para tener una comprensión más exacta sobre lo que sucede actualmente cuando nos enfrentamos a cambios tecnológicos tan grandes que también generan la reacción novofóbica, sobre la cual nos ha hecho reflexionar Mario Bunge y el escondido conservadurismo bajo el disfraz de temores imaginarios frente a potenciales peligros que están acarreando las innovaciones tecnológicas como Internet.
Leemos en un interesante trabajo de Roger Chartier, de la École des Hautes Études en Sciences Sociales-Paris, titulado "El concepto del lector moderno" (http://cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/cultura.shtml) aspectos muy importantes sobre la reacción que originó la imprenta y que consideramos necesario citar porque, como volvemos a enfatizar, es necesario que esto no quede en el campo exclusivo de los especialistas porque al encontrar similitudes de fondo entre reacciones ocurridas en el pasado con las actuales podremos tener una visión más certera que nos ayude a comprender mejor situaciones presentes. Leemos en el citado trabajo con relación al desprecio que generó la imprenta por la supuesta democratización cultural que iba a generar dicho invento. "Semejante divulgación de la cultura escrita otorgada por la imprenta, fundamentó el desprecio de la nueva técnica y de sus productos (Bouza, 1977). Duraderamente en los siglos XVI y XVII se opuso a la alabanza de la invención de Gutenberg, las quejas contra las corrupciones que había introducido. Tanto los autores fieles a un modelo aristocrático de la escritura como los eruditos de la «Respublica litteratorum» despreciaban el negocio de los libreros y la publicación impresa de los textos, porque según ellos, corrompían a la vez la integridad de las obras, deformadas por los yerros y gazapos, los componedores y correctores ignorantes, la ética literaria, destruida por la codicia, la avidez y las piraterías de los editores, y, finalmente, el sentido mismo de los textos, comprados y leídos por lectores incapaces de entenderlos. Los aristócratas y los eruditos preferían la circulación manuscrita de las obras porque destinaba los textos sólo a los que podían apreciarlos o comprenderlos, y porque expresaba la ética de obligaciones recíprocas que caracterizaba tanto la urbanidad nobiliaria como las prácticas intelectuales eruditas".
La resistencia al cambio fue sustantiva. El apego a los manuscritos, ¿ acaso no nos recuerda a actitudes actuales de aquellos que tienen una actitud cerrada de oposición a los cambios electrónicos en materia de soporte de los libros?
Conviene señalar, sin embargo, que ciertos entusiastas de las nuevas técnicas y detractores de los para ellos obsoletos libros son en realidad personas que nunca tuvieron el hábito de la lectura y por lo tanto desconocen el maravilloso placer de la lectura (en cualquiera de sus soportes) y tan solo han adoptado una actitud tipo moda, la cual implica una ignorancia total al creer que las bibliotecas y con ellas lo libros y revistas van a dejar de existir porque basta poseer una computadora e Internet para tener todo lo que uno desea saber. Mario Bunge en un magistral conferencia "Tres mitos de nuestro tiempo: Sociedad virtual, globalización igualamiento socio-económico por obra de la red electrónica y del libre comercio" realizada el 22 de mayo de 2001 y que la Universidad Inca Garcilaso de la Vega la ha publicado en su revista Argumentos y Novedades (Lima: Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Año 3, N° 3, abril 2002; pp.173-189) al referirse al mito de la sociedad virtual señala que según esta utopía, entre otras cosas "… las aulas se convertirán en talleres en que cada estudiante estaría frente a una pantalla sin ver a sus instructores, ni interactuar con sus padres salvo a través de la pantalla. Mejor aún, las aulas desaparecerían, y todos aprenderíamos sin salir de casa, las bibliotecas serían desplazadas por internet,…"
Las personas que sostienen («creen» sería el mejor calificativo) que las nuevas tecnologías han dado un golpe mortal al libro poseen, por lo general, (aparte de los utopistas) un nivel cultural que deja mucho que desear, que los ha caracterizado la pereza intelectual y no han leído o tan solo lo han hecho por obligación, que ya sabemos que no es verdadera lectura. Ellos creen que internet es la no-lectura, el no-libro, con lo cual demuestran su total ignorancia sobre lo que es realmente o lo que potencialmente significa internet. Son personas incapaces de comprender lo que son ahora las bibliotecas y mucho menos pueden apreciar el significado cultural de la nueva Biblioteca de Alejandría que ha vuelto abrir sus puertas el 16 de octubre del 2002.( Tras casi dos milenios de ausencia, la apertura de la nueva Biblioteca de Alejandría es un acto de coraje y esperanza del gobierno egipcio y de la UNESCO, sus principales mecenas. Su monumental edificio tiene capacidad para 8 millones de volúmenes y alberga, además, un centro de conferencias para 3200 personas, un planetario y cinco institutos de investigación entre los que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en Información, el Laboratorio de Restauración de Manuscritos Raros y un centro de Estudios del Internet que ya ha permitido que algunos de los 10.000 manuscritos y libros raros de la rica colección de la biblioteca hayan sido digitalizados).
Pero volvamos al punto de lo que implicó la resistencia a la imprenta y a la divulgación cultural. En el citado trabajo de Roger Chartier leemos "No abandonó el lector moderno los manuscritos. En las casas aristocráticas, la advertencias y consejos que los nobles componían para sus hijos conservaron una forma manuscrita que, a la vez protegía su secreto o privacidad y permitía la incorporación de correcciones o adiciones. Pero más allá del ámbito nobiliario, la lectura de los textos manuscritos se mantuvo durante toda la primera Edad Moderna".
Uno de los aspectos que se le critica a la nueva tecnología de la informática, de la expansión incontenible de internet con relación a los vínculos interpersonales, es que, a semejanza de lo que en su época se le criticó al libro, internet según sostienen algunos, crea una relación adictiva con referencia a un objeto, en este caso la computadora y que por ello se corre el riesgo de generar personas que rompen vínculos con sus semejantes, para volverse casi autistas. ¡Nuevamente la novofobia y el avizorar futuros apocalípticos!
Sin embargo ello no es todo lo trágico con lo que se suele pintar. Un trabajo bien meditado, elaborado a través de la red por Máximo Lameiro y Roberto Sánchez, titulado "Vínculos e Internet. Investigación cualitativa acerca de nuevas formas de vincularse" (cuya metodología de trabajo fue a través de la red por dos personas que no tenían relación física directa), estudio que data de abril de 1998 y que puede leerse en http://www.campogrupal.com/vinculos.html, nos permite una aproximación muy certera sobre esta problemática. Ellos señalan que el primer acercamiento a internet no tiene, por parte de los que se inician en su uso, un propósito definido, sino que obedece a una suerte de curiosidad intelectual, para saber de qué se trata esa cuestión del ciberespacio y que una vez satisfecha esa curiosidad quedan como usuarios de internet fundamentalmente por la dimensión interpersonal de internet (chat y e-mail) y no así por su poder informativo. "En este sentido Internet desborda la función puramente utilitaria de proveer información para convertirse en un instrumento que acerca a las personas, permite su comunicación y el establecimiento de vínculos duraderos entre ellas". (Op. cit) . Lo novedoso es que el ciberespacio resulta un medio liberador en la medida que el vínculo interpersonal no es cara a cara, la persona se torna como invisible y queda expresada sólo en palabras. Como dicen los autores citados: "Así podemos ser sin ser vistos y podemos establecer una relación con el otro sin verlo".Esta invisibilidad en la relación interpersonal permite que se puedan reprimir y a la vez aflorar aspectos de la personalidad, porque no existe el freno que significa una relación directa (cara a cara). Por esto es que los citados autores adelantan, como una de las hipótesis que manejan la referente a que "toda persona que interactúa en el ciberespacio desarrolla una nueva personalidad que puede diferir desde un grado mínimo a un grado máximo con su personalidad del espacio habitual de su experiencia cotidiana". Probablemente, nos dicen Lameiro y Sánchez, la supuesta "deshumanización" o "irrealidad" de los vínculos interpersonales a través de internet se deba al hecho de que los usuarios tienen una experiencia aún corta de esta nueva realidad y muy presumible las nuevas generaciones de usuarios aprenderán este nuevo modo de relación (in absentia del cuerpo) con mayor "naturalidad". Por todo ello es que el correo electrónico y el chat constituyen los aspectos más importante para la casi totalidad de usuarios de internet. El correo electrónico tiene, por el hecho de ser una comunicación off-line, una ventaja sobre el teléfono, que es una comunicación on-line. El teléfono no da tiempo para una adecuada reflexión, cosa que sí se obtiene en las relaciones y comunicaciones vía e-mail, que posee una estructura diferida en la comunicación. El chat, en cambio, se asemeja al teléfono en su carácter "on-line", es decir la comunicación es en tiempo real y la respuesta tienen que ser inmediata, lo cual le quita la reflexividad que da el e-mail, aunque sus usuarios constantes señalan como ventajoso la inmediatez del intercambio, así como el hecho de poder participar en el «chateo» varias personas a la vez, lo cual tiene que ver con el carácter lúdico que se da en el hábito que adquieren algunos usuarios de la red, fundamentalmente jóvenes. Una investigación internacional sobre el impacto de Internet en los jóvenes, a cargo de investigadores de Francia, Canadá, Suiza, Bélgica, Italia, España y Portugal, con chicos de entre 12 y 17 años, llegó a la conclusión de que los jóvenes prefieren el chat al correo electrónico, navegando en forma solitaria, o a veces con un hermano o un amigo, pero raramente en familia, ven más a Internet como un divertimiento que como una herramienta de trabajo y tienen la tendencia a volver sobre un reducido número de sitios conocidos, antes que aventurarse a explorar nuevas posibilidades.
Otro aspecto que atrae a los jóvenes son los juegos cada vez en mayor cantidad y muy sofisticados al cual pueden tener acceso vía internet. De esta manera encontramos que los niños y los jóvenes, y también muchos adultos, acceden a Internet no para aprovechar toda la descomunal fuente de información que ella nos puede brindar, sino para establecer vínculos interpersonales y para distraerse, e incluso para acceder con una facilidad nunca antes dada a la pornografía.
¿Pero ello descalifica a internet? Por supuesto que no, puesto que con los libros, revistas y periódicos (medios que utilizan como soporte el papel) sucedió y sucede algo parecido. Es innegable que mucho de lo que se edita y lee (que es realmente poco) es material literario de escaso valor cultural. Más se publica y lee en función de la simple y trivial distracción. Muchos de los libros y autores que se ponen de moda, o que los ponen de moda, a semejanza de cómo se hace en otras actividades (cantantes, por ejemplo) son de escasísimo valor real. Pero debemos ser comprensivos y entender que el interés principal del mayor porcentaje de seres humanos es eminentemente hedónico, y que ello se satisface a través de lecturas que solo distraen, en el mejor de los casos. Lo malo de esta tendencia es que cada vez se lee menos y cada vez se deteriora o se devalúa el contenido de las publicaciones.
Podemos comprender con claridad que internet no pone en peligro el libro, porque ya hemos señalado que lo medular es la escritura y la lectura. Que el libro sea de papiro, pergamino, papel o electrónico es lo accidental. Lo esencial es la escritura y ella exige, necesariamente, un soporte, salvo que pretendamos volver a la etapa de la oralidad. Como dice Armando Petrucci en "Leer por leer: Un porvenir para la lectura": "¿Cuál será en el futuro próximo la actividad de la lectura de los hombres?, ¿cuánto se extenderá socialmente y sobre qué tratará?. ¿Qué importancia y qué funciones tendrá en la sociedad?, ¿la demanda de la lectura crecerá o disminuirá?. Y cómo se comportarán con respecto a esto las diversas áreas socioculturales del planeta? Y, por último, es verdad lo que se ha afirmado recientemente, es decir que «la actividad de leer se retrae en la misma medida en que la operación de leer se universaliza»?"
Petrucci nos dice que es en los Estados Unido donde se da la más clara diferencia entre una cultura juvenil mediática, volcada en la música rock, el cine, la televisión y los juegos electrónicos y que deja en segundo plano la lectura, limitada esta a obras de narrativa contemporánea y sobre todo de ciencia ficción y tebeos; y una cultura juvenil tradicionalmente cultivada, que se basa en la lectura de libros, en la asistencia al teatro y al cine de calidad, en escuchar música clásica y en el uso complementario de las nuevas tecnologías mediáticas". El lado opuesto de esta medalla, según nos los señala Petrucci, es el Japón. Dicho país posee la más grande concentración de lectores «experimentados», a lo que corresponde una industria editorial que produce casi cuarenta mil títulos al año, con una tirada total de cerca de mil millones y medio de ejemplares y que cuenta con unas cinco mil empresas editoras. Es un país con lectura generalizada debido al prestigio de la escritura y porque el japonés considera un deber el estar informado y formado por la cultura escrita y donde, además, el prestigio de las escuelas y la universidades está fuera de cualquiera duda.
Todo lo anterior hace que juzguemos que es exagerada la posición del lingüista italiano Raffaele Simone para quien Internet es "el principal enemigo del libro y de la lectura, a pesar de su apariencia de estar hecho para leer y escribir", porque lo que realmente ha producido es un retroceso evolutivo que sustituye la lectura por la simple mirada. Un desmentido a esto es esta propia cita, que procede justamente de Internet, de un comentario de Juan J. Gómez publicado en El País (Madrid) el 14 de febrero de 2001 a raíz de una conferencia del profesor Simone que fuera organizada por la Fundación Santillana. Gracias a esta tecnología sabemos que el profesor Simone dedicó su ponencia a repasar los cuatro cambios que han traído "la disolución de un paradigma de cultura, de información y de cultura". A manera de ilustración extraemos del mencionado artículo de Juan J. Gómez esos cuatro cambios:
-Cambio en la jerarquía de los valores: ahora la visión natural prevalece sobre la alfabética.
-Aumento del valor de la imagen y con ello la supremacía de los menos estructurado sobre lo más estructurado.
-Se ha modificado la naturaleza de la escritura y la tipología de los textos (hipertextos)
-Nueva forma de elaborar la información, que él cataloga como "no proposicional" y la cual se caracteriza porque ha perdido los rasgos de ser analítica, estructurada, contextualizada y referencial, para convertirse en "una masa indiferenciada donde todo está en todo" y que desprecia el análisis y la experiencia.
En el mismo artículo dedicado a la conferencia de R. Simone se informa que la introducción estuvo a cargo nada menos que del filósofo español Fernando Savater, quien conociendo el pensamiento de Simone manifestó ser contrario tanto a las "visiones apocalípticas " como a los "entusiasmos desmedidos" con relación a Internet, aunque señaló que "los jóvenes no leen porque solo entienden los textos que son muy simples". Al respecto es muy importante leer a Sven Birkerts sobre su experiencia en 1992 al impartir un curso sobre «El relato corto americano» que lo llevó a la conclusión que sus jóvenes estudiantes "…salvo unas pocas excepciones, no eran lectores, ni nunca lo habían sido; que siempre se habían entretenido con música, televisión y vídeos; que tenían bastantes dificultades como para concentrarse en una prosa de cierta entidad…" Y continúa: "Todo esto confirmó mi antigua sospecha de que, habiendo madurado en una cultura electrónica, mis alumnos de manera natural exhibirían determinadas habilidades y carecerían de otras. Pero las implicaciones, como empecé a darme cuenta, eran asombrosas, en particular si se las consideraba no como una carencia generacional temporal sino como un cambio permanente…" (Birkerts, Sven "Elegía a Gutenberg. El futro de la lectura en la era electrónica"; pp. 31-32).
Por otra parte Savater puso como ejemplo de la peligrosa influencia que tienen las nuevas tecnologías en la educación la desaparición de la ortografía y de la sintaxis que caracteriza a muchos correos electrónicos. Este último aspecto es muy importante desde el punto de vista pedagógico y lo mencionamos más adelante. Sartori precisa bien la relación de la televisión con la educación. Sartori nos dice: "…Yo creo que Internet puede ser un instrumento formidable de uso práctico. Pero en la esfera de lo que a mí me interesa, es decir la Paidéia, la formación del conocimiento, dependen del usuario. Si yo le doy una máquina maravillosa a un auténtico analfabeto, no la sabrá utilizar. Este es el punto. Es la capacidad del usuario que convierte positiva la utilización de Internet. Si el video-niño entra en el mundo de Internet se repite el mismo problema. Es decir que podrá buscar solo juegos o vaya a saber qué cosas. Toda máquina necesita un contexto de valorización por parte de quien la da. ¡Si yo le doy un reloj suizo a un chimpancé, lo rompe! Si metemos a chimpancés dentro de Internet podrán jugar con los niveles de chimpancés, pero no más".
Un aspecto muy importante con relación a las nuevas tecnologías es el concerniente a la nueva forma de lectura. Con el libro o revista de papel la lectura viene determinada por el autor. Leer un libro de principio a fin significa una linealidad, la cual está predeterminada por la estructura dada por el autor del libro. La lectura de los textos digitalizados o electrónicos es una lectura hipertextual y por la naturaleza del hipertexto deviene en un lectura no secuencial, no lineal, una lectura de curso sinuoso, que a la manera de los ríos que se desplazan por zonas de llanura, de escasa pendiente, va discurriendo sinuosamente, con múltiples brazos e incluso con cursos abandonados, que se convierten en pequeñas y efímeras lagunas. El hipertexto, definido como "Forma de organización de textos e información. En lugar de leer un texto en forma continua, ciertos términos estarán unidos a otros mediante relaciones (enlaces o links) que tienen entre ellos" (Galo, Igor "Diccionario de Internet". Madrid Acento Editorial, 2001; p.42).
Lo que hace posible la lectura no lineal, es decir el poder saltar en un documento de hipertexto es el hipervínculo, el cual es un enlace electrónico que permite localizarse en otra dirección, entendida esta como la "serie de caracteres numéricos o alfanuméricos que identifican un determinado recurso de forma única y permiten acceder a el" (Galo I. Op, cit; p.31). La lectura hipertextual es el correlato de la escritura hipertextual. El hipertexto genera una lectura multilineal y multisecuencial. Como señala Ana Calvo Revilla en "Lectura y Escritura en el hipertexto" el hipertexto no posee un eje primario de organización; "es el lector quien, libremente y con una gran autonomía, desplaza o fija el principio organizador marcando su recorrido entre las lexias a través de diversas trayectorias, bien dentro de la obra o fuera de ella. En cualquier caso, el texto principal ya no constituye el centro, pudiendo haber tantos centros de lectura como lectores posibles…" (Calvo Revilla, Ana). Sin embargo, como bien señala la autora que venimos citando, la no linealidad de la lectura en el hipertexto no significa una real y total autonomía del lector con relación a la estructuración de la obra hecha por el autor, puesto que los caminos o atajos que se pueden seguir vienen dados por el autor (persona natural o institución) que colocó los enlaces, que estableció los hipervínculos. En el caso de nuestro trabajo los links propuestos son aquellos que consideramos que un lector interesado en profundizar el tema debe conocer, debe transitar por ellos, aunque esto signifique abandonar por un momento el supuesto curso principal o curso orientador (que lo constituiría el presente trabajo). Asimismo los enlaces permiten conocer el texto completo cuando se hace una cita de un texto que se encuentra en la red. Esto no es factible cuando se escriben libros o revistas «en átomos».. Si se quería leer el texto y contexto completo de donde procedía una cita que uno consideraba importante, bien se adquiría el libro o revista citada o tenía que ser consulta en una biblioteca o hemeroteca. Se puede, a través de la bibliografía citada por el autor, recibir una orientación hacia donde dirigirse para profundizar los temas tratados, pero es imposible interconectar textos (que no solo incluyen textos escritos, sino también material visual, sonoro, etc.). La hipertextualidad permite leer en forma multidimensional y multidireccional. Actualmente existen, por ejemplo, muchos documentos históricos que han sido digitalizados y que se encuentran en la red y que vía los hipervínculos podemos acceder a ellos con sólo hacer un clic con nuestro ratón. Por ejemplo, si estoy escribiendo sobre la conquista española de América y hago referencia al Requerimiento, documento que pretendía justificar la conquista a través del concepto de la guerra justa, puedo tratar que mi lector lea íntegro ese documento y por lo tanto crearé un hipervínculo y podré facilitarle el acceder a la lectura del Requerimiento con solo hacer un clic sobre dicha palabra que se identifica porque cuando llevamos el cursor sobre ella aparece una mano derecha pequeñita cuyo índice apunta a la palabra, apareciendo de inmediato en la parte superior de la palabra y en un recuadro el URL respectivo.
Lo más importante es que el hipertexto permite que el lector pueda acceder, conforme va leyendo un texto determinado, a temas que son mencionados y sobre los cuales el lector desearía en el momento recibir cierta información, de allí el carácter no lineal de la lectura hipertextual. Como señalan Juan Antonio Pastor Sánchez y Tomás Saorín Pérez el hipertexto, como estructura activa, interviene en la búsqueda de información orientando al lector (ellos lo llaman usuario) en la navegación, permitiéndole acceder a información acorde a las necesidades del lector, pero que innegablemente viene sugerida por el autor que preparó el hipertexto con sus hipervínculos. Le corresponde al lector evaluar la calidad de la información a la cual acceda, pero existe la gran ventaja de que esos hipervínculos por lo general conducen a otros hipervínculos y por ello se puede ir saltando textos y discriminar la calidad de los mismos. En última instancia quien tiene que decidir sobre lo que le es útil o no es el propio lector y es por ello que se requiere de un gran espíritu analítico y crítico. En los textos electrónicos como en los libros ante la pregunta de Diderot acerca de quien sería el verdadero amo, el lector o el escritor, la respuesta de A. Manguel acerca de que verdadero amo es el lector es plenamente válida.
Por supuesto que puede darse el caso, que con mucha frecuencia nos suele pasar a los que recurrimos a Internet en búsqueda de información, de encontrarnos saltando de un texto a otro y nos damos cuenta que tenemos que orientar esa «navegación» en función a un objetivo central, para no estar perdidos y a la deriva. Adelaine Bianchine en su trabajo "Concepto y definiciones de hipertexto" nos dice al respecto: "A diferencia de los libros impresos, en los cuales la lectura se realiza en forma secuencial desde el principio hasta el final, en un ambiente hipermedial la «lectura» puede realizarse e forma no lineal, y los usuarios no están obligados a seguir una secuencia establecida, sino que pueden moverse a través de la información y hojear intuitivamente los contenidos por asociación, siguiendo sus intereses en búsqueda de un término o concepto".
La lectura multilineal y multisecuencial también se da cuando tenemos textos digitalizados en CD ROM. Por ejemplo si estamos consultando una determinada enciclopedia (Vg. la Encarta o la Británica) nos encontramos con un hiperespacio muy amplio. El hiperespacio es el término que describe el número total de locaciones y todas sus interconexiones en un ambiente hipermedial" (Ana Calvo Revilla). Algo más, nos podemos mover internamente mediante los enlaces o hipervínculos, es decir sin salir del hipertexto central, en este caso la enciclopedia que se está consultando, pero también podemos expandir el hiperespacio hacia fuera y abandonar el hipertexto central, como es el caso cuando consultando una de las Enciclopedias mencionadas o cualquier otro CD ROM vía los enlaces a Internet salimos del hipertexto central, para lo cual se nos puede brindar el escoger una selección de enlaces (links) propuestos por el equipo editorial, sobre la base del tema que estamos consultando, o si deseamos hacer un búsqueda general. En el caso de la Enciclopedia Encarta, por ejemplo, en cualquiera de los dos casos queda abierta una ventana que nos permite regresar a la portada principal de la enciclopedia y poder volver buscar información en ella en forma inmediata.
El hipertexto realmente ha revolucionado la lectura. Recordemos que el hipertexto es un medio informático que relaciona información tanto verbal como no verbal, al almacenar caracteres, todo tipo de imágenes, cuadros, esquemas, fotos, vídeos, películas, sonidos. Innegablemente las ventajas de un texto de formato electrónico son fantásticas. Sin embargo su uso tiene que ser adecuadamente dosificado y con objetivos claros y precisos. Se ha señalado que el uso del hipertexto suele provocar la desorientación del lector quien se pierde en el sistema cuando se aleja demasiado del punto de partida como consecuencia, según lo señalan Juan A. Pastor S. y Tomás Saorín P., de no seguirse "una rígida y superficial ruta trazada de antemano por el diseñador del sistema. Se deben poner pues a su disposición ciertas herramientas que ayuden en el acceso a la información contenida en las hiperestructuras." [Juan A. Pastor S. y Tomás Saorín P. "El hipertexto documental como solución a la crisis conceptual del hipertexto. El reto de los documentos cooperativos en redes"(http://debiblio.yoll.net/articulos/art13.html)]
La lectura hipertextual exige maximizar criterios de metas y objetivos claros y precisos cuando se está investigando, porque se corre el riesgo de perder tiempo incursionando por caminos que no nos conducen a nuestro objetivo. Aunque, valgan verdades, a veces podemos encontrar placer en una lectura aparentemente caótica, pero que en el fondo no lo es porque siempre estará en función de nuestros intereses. A los verdaderos lectores el mundo del hiperespacio y del hipertexto subyuga y brinda un placer insospechado.
La Licenciada en Ciencias de la Educación Patricia Halaban de la Universidad Blas Pascal de Córdoba, Argentina, en un estudio muy interesante titulado "Texto e Hipertexto: ¿Muerte del libro?" ( http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm ) analiza el supuesto choque irreconciliable entre los nuevos medios de información y comunicación (Computadoras, internet, etc) con los libros, pero partiendo de lo que muchas veces pasa desapercibido y es que ambos son instrumentos tecnológicos en la medida de que ambo tipos son instrumentos que sirven o se utilizan como mediadores en diferentes contextos y en distintos tipos de acciones sean éstas simbólicas o materiales. P. Halaban precisa que los elementos mediadores permiten al individuo actuar y transformar el entorno. Las herramientas lo harán en el medio físico, los signos, como mediadores simbólicos, sobre el mismo sujeto. De allí concluye y como mucha agudeza P. Halaban que tanto la computadoras como el libro son productos tecnológicos donde es preponderante el componte artefactual y simbólico, pero en realidad son y han sido parte de las prácticas y sistemas organizativos con los cuales mantienen una relación dialéctica, tanto porque son producto de aquellas como porque inciden en nuevos y variados desarrollos y tipos de interacción social.
Los docentes de todos los niveles y muy especialmente los del básico tenemos el reto ya no sólo de tratar de crear el hábito de la lectura que llamaremos, aunque inadecuadamente, tradicional o clásica (en átomos según la expresión de Negroponte) que de por sí tiene sus grandes desafíos, limitaciones y misterios, sino que además nos corresponde la tarea de que los niños y jóvenes descubran el mundo de la lectura hipertextual, que no ha de consistir en el simple conocer la existencia del hipertexto o su uso solo por la obligación de tareas propias de los estudios académicos, sino, lo que es verdaderamente fundamental, lograr que se acceda a la lectura por el simple hecho del placer que ella brinda y ello tiene que hacerse a estas alturas del desarrollo tecnológico con un concepto de lectura global o totalizadora, es decir que incluya tanto la lectura lineal, secuencial como la lectura no lineal, no secuencial, es decir hipertextual. Todo un desafío pero que en el fondo es el gran reto de todo docente de fomentar la lectura, de poder crear el hábito de la lectura. Sabemos que ello no es nada fácil porque no es solo, y para muchos ni siquiera fundamental o decisivo el papel de la educación formal, sino que, como se desprende de numerosos estudios y la constatación de casos concretos, la creación del hábito de la lectura y su fomento está básicamente condicionado al rol que sobre estos aspectos juega el entorno familiar del niño y del joven. Está ocurriendo, sin embargo, con consecuencias no previstas, que con la lectura hipertextual el rol de la educación formal es casi exclusivo y por lo tanto decisivo, fundamental, porque en muchos casos, por lo relativamente nuevo del hipertexto, muchísimas familias quedan al margen de poder tener alguna influencia sobre sus hijos, lo cual se agrava aún mucho más en los niños y jóvenes de condición socioeconómica baja (recordemos los info-ricos y los info-pobres) cuyos padres no tiene la posibilidad de adquirirles una computadora y todos los bienes complementarios que ella acarrea y, lo que agudiza más el problema, aún en el caso de que sí puedan adquirirles una computadora y tener con ella acceso a Internet, un porcentaje abrumadoramente alto de padres no podrán orientar a sus hijos, a pesar de ser padres relativamente jóvenes, porque saben muy poco y en algunos casos casi nada acerca de esta nueva herramienta tecnológica, reduciéndose muchas veces tan solo a una utilización del correo electrónico o del chat. Algo más, en casi todos los países pobres del mundo, que constituyen la mayor parte de nuestro planeta, la educción pública no se encuentra en capacidad para poder brindar una educación acorde con el desarrollo tecnológico, lo que ya hemos comentado al referirnos a la brecha digital. El desafío es pues gigantesco y se suele presentar como abrumador en la medida que la brecha (en todos los aspectos) entre los países pobres, atrasados y los países ricos, desarrollados, tienden cada vez a crecer.
5. LOS DISCOS ÓPTICOS: CD ROM Y DVD
Los discos ópticos son aquellos que tienen capacidad de almacenamiento binario. Son «leídos» por un lector óptico. Los CD (Compact Disc) son aquellos utilizados para almacenar audio (fundamentalmente música hasta 74 u 80 minutos). Son los CD de música que compramos y que tienen esa duración como máximo y que pueden ser reproducidos en los equipos de sonidos convencionales. Sin embargo cuando son procesados para ser utilizados en las computadoras los CD se convierten en CD ROM (Compact Disc Read Only Memory) y su capacidad se potencializa de tal manera que en un solo CD se pueden incluir una gran cantidad de audio, además de textos, imágenes, vídeos y animaciones. No hace muchos años atrás aparecieron los que en un primer momento fueron llamados los POWER CD, definidos como un producto mixto que podía ser reproducido tanto en un lector de CD Audio convencional como en un lector de CD Rom, que tenía una pista de datos (no reproducible en equipos de sonidos) que el usuario que no tenía computadora no debía utilizar (el equipo de sonido no reconocía la pista de datos como no ejecutable) y esto convertía al POWER CD en un producto mixto que podía ser utilizado como un simple Compact Disc convencional o como un CD Rom. Pero al poco tiempo aparecieron POWER CD cuya pista de datos es obviada por los equipos de sonidos los cuales solo ejecutan las pistas con música, es decir que el sistema denominado Extra CD no obliga a saltar ninguna pista especial cuando se utiliza un lector de CD Audio Este tipo se emplea en los CD relacionados con música clásica, sus autores e intérpretes. Los CD aplicados solo al sonido aparecieron en 1982
Igor Galo en su "Diccionario de Internet" (Madrid: Acento Editorial, 2001) define el CD-ROM como el "Disco capaz de almacenar texto, sonido, imágenes o cualquier tipo de datos. Es uno de los principales soportes de la revolución multimedia dada su gran capacidad de almacenaje, hasta 700 Megas de memoria…"(Op. cit.; p.24)
Un CD-ROM constituye un libro electrónico, con la ventaja de no sólo tener texto e imágenes, como en los libros en papel, sino que además permite incluir sonidos, vídeos, animaciones y películas, aunque la calidad de reproducción de imágenes no es de óptima calidad, sobre todo cuando se incluyen fragmentos de vídeos y películas. Esta limitación se ha solucionado con el nuevo disco óptico, el DVD (Digital Versatile Disc), que presenta dos tipos: DVD-RAM, que permite la grabación y borrado de datos informáticos de forma repetida y el DVD-ROM con información grabada que no puede ser borrada ni modificada. El DVD cuyo origen se remonta recién a 1995, tiene, entre otras, una característica que lo hace superior al CD-ROM ya no sólo en cuanto a reproducción de imagen de altísima calidad, sino en cuanto a cantidad, porque permite almacenar 25 veces más información que los CD-ROM actuales. Un CD normal admite unos 700Mb, mientras que en cada una de las capas o sustratos del DVD (el CD posee una sola cara y una capa donde grabar, en tanto que el DVD puede llegar a tener dos caras, cada una de ellas con una o dos capas de sustratos) caben casi 4,5 Gb, es decir un total, en sus 4 sustratos, de 17 Gb. Si el CD nació para reproducir música, el DVD lo hizo para reproducir películas, sin embargo muy pronto ambos tipos de discos ópticos mostraron las posibilidades fabulosas de permitir libros de soporte magnético.
En poquísimo tiempo nos hemos ya familiarizado con estos libros electrónicos, que tiene la ventaja, entre otras cosas, de comprimir miles de páginas en uno o unos pocos discos. Quién se iba a imaginar, por ejemplo, que la Enciclopedia Británica, para citar una obra tan valiosa y famosa, iba a necesitar tan solo 3 cm x 14 cm de espacio para su ubicación (y ello considerando el estuche de cada uno de sus 3 CD). Lo propio podríamos decir de la Enciclopedia Encarta que en su versión 2002 emplea 4 CD. Innegablemente esto constituye una gran ventaja, porque, como dice Fernando Savater, muchas personas nos hemos hecho de bibliotecas que no caben en nuestras casas, de tal manera que vivimos en bibliotecas en la que metemos algunos muebles. No sé, por ejemplo, dónde pondría todos los volúmenes de la Enciclopedia Británica y la Enciclopedia Encarta 2002. Como son obras de consulta y no libros para ser leído de un solo aliento, resultan también muy prácticas para su consulta y, por otra parte los hipervínculos constituyen una herramienta utilísima que permite saltar de un texto a otro pero sin perder, por lo general, el tema que motivó la consulta. Qué alivio el poder ahora disponer de toda una enciclopedia de 30 o más volúmenes, fácilmente ubicables en espacios de pocos centímetros. Es por ello que se considera que en el futuro las obras muy voluminosas (enciclopedias, por ejemplo) van a ser presentadas por los editores y preferidas por los lectores en formato magnético, aunque por un tiempo no tan corto van a se presentadas en el formato tradicional y en el magnético, repitiéndose lo que ocurrió en la fase primera del libro impreso, el cual convivió, por algún tiempo, con los manuscritos.
Pero no solo será este tipo de obra de característica voluminosa (por abarcar o pretender abarcar todo el conocimiento humano en sus más variadas expresiones) sino, como ya se ha hecho, se va poder disponer de las obras completas de un solo autor y ello en un solo CD y una colección de autores en unos pocos CD, para no hablar de la gigantesca capacidad de los DVD que van a poder permitir incluir ya verdaderas bibliotecas.
Otra gran ventaja de los discos ópticos es la facilidad y practicidad de su utilización. Imaginemos la utilización del Diccionarios de la RAE (Vigésima primera edición), en su formato de CD, que brinda no sólo la facilidad de digitar la palabra cuyo significado se quiere buscar y con un clic en el «mouse» o un «enter» tener de inmediato el resultado (lo que ya teníamos y seguimos teniéndolo a través de internet (http://www.rae.es) sino que además permite otros aspectos tales como diccionario inverso, búsqueda de formas complejas, árbol de lenguas (con todas sus ramas y subramas), árbol de categoría gramaticales, árbol de usos (tanto por el ámbito geográfico como por el de materia y nivel), así como también el árbol de operaciones avanzadas. Sin embargo para una consulta simple considero que es más práctico los dos tomos tanto de la edición vigésima primera y vigésima segunda (de esta última se hace hecho una cuidadosa edición económica en 10 tomos, que era muy necesaria para hacer posible que más amantes de los libros puedan adquirir obra tan importante).
Asimismo otra gran ventaja de estos libros en soporte magnético (CD-ROM) es el poder interactuar con el libro. Veamos un ejemplo recurriendo al excelente trabajo realizado por Discovery Multimedia, en formato de CD-ROM «El Nilo: Un Viaje por Egipto» donde a bordo de un falucho y con una guía de voz muy agradable, hacemos un viaje a través del Nilo, llevando un diario y una cámara fotográfica para tomar fotos a lo que uno desee y poder guardarlas en el diario. En ese diario uno puede hacer anotaciones en base al grado de conocimiento que se posea y que las imágenes que se van viendo le sugieran, para después poder ser aprovechadas o como un simple pasatiempo lúdico. Pero también queda la posibilidad de limitarse a un simple paseo por el Nilo y las maravillas del Egipto antiguo, porque el CD permite aprovecharlo sin previa instalación en el disco duro de la computadora, pero en este caso ya no se puede utilizar el diario de a bordo. El CD trae, además, para niños y jóvenes (en realidad para todas las edades) juegos muy interesantes. La forma de aprender es realmente extraordinaria. Sin embargo debemos reconocer, por la experiencia en el campo educativo escolar, que a pesar de ser un material realmente maravilloso este y otra gran cantidad de CD-ROM, tal vez atraen en un primer momento al niño y al joven, pero como de lo que se trata (y aquí, valgan verdades, no es tan significativa la forma como se trate) es de cultura, y que ello exige leer o prestar atención al audio, a los cuadros, a los vídeos, etc., el niño y el joven que no tienen el hábito de leer por placer, pronto pierden interés en dedicarle el tiempo necesario. Pero si este tipo de material cae en manos de los que tienen el hábito de la lectura en el libro de papel, de inmediato se opera un gran interés y lo que es más importante, un interés sostenido, es decir un verdadero interés, que lo lleva a "leer" completamente este libro electrónico, tal como lo hace con el libro de papel. Veremos un poco más adelante, entre sus inconvenientes de los libros en discos ópticos el problema de su lectura, en cuanto se refiere a lo que en el hay de texto, cosa que también vale para los textos en internet. Pero antes de esto debemos reseñar otras grandes ventajas de los libros en discos ópticos.
Con relación a los libros en papel que utilizan fotos, como es el caso de libros donde el material fotográfico es muy importante por tratarse de obras de arte u obras de cualquier índole pero profusamente ilustrado, sabemos que dichas obras son relativamente muy costosas y por lo general fuera del alcance de las personas de recursos económicos medio, a pesar de que muchas de ellas son editadas bajo las auspicios de instituciones empresariales, lo cual baja el costo, pero aún siguen siendo alto. En cambio contamos con CD-ROM originales (la piratería de CD-ROM y DVD al igual que la de los libros, cosa que no es solo de estos tiempos como algunos piensan, es muy grande y con implicancias que reseñaremos muy brevemente más adelante) que son de precio muy módico y que realmente fue muy difícil que alguien se imaginara que pudiera hacerse realidad y sobre todo al alcance de un público muy amplio. Me estoy refiriendo por ejemplo a los libros de arte, específicamente a CD-ROM dedicados a los Grandes Museos de Europa editados por E.E.M.E. ACTA., incluso presentados en estuches de 14cm x 19cm x 1cm, que semejan a un libro y que pueden ser guardados en un estante conjuntamente con los demás libros de formato pequeño. Lo propio ocurre con la Pinacoteca Universal Multimedia de FG EDITORES S.A.
No puedo dejar de referirme al mencionar CD-ROM dedicados al arte a una obra excelente no solo por tratarse del Museo del Louvre sino también por la avanzada tecnología utilizada. Me estoy refiriendo a «Le Louvre visite virtuelle» de Dominique Brisson, en 3 CD-ROM (Collections et palais 1997, les Antiquités1998 y visite virtuelle 1999), una copublicación y coproducción de Montparnasse Multimedia-Réunion des Musées Nationaux, de la cual también existe versión española de 1998, en un solo CD (El Louvre colecciones y palacio), por supuesto también con la misma excelente calidad. En el caso de la versión francesa el CD-ROM de las visitas virtuales nos permite un recorrido a través de sus salas utilizando excelentes filmaciones. Para mayor comodidad de los usuarios la colección francesa de los 3 CD viene en un elegante estuche que permite ubicarlo al lado de los libros.
En el caso del Perú se cuenta con tres CD-ROM de una gran calidad: El Señor de Sipán, Los Incas de María Rostworoswski (que también se encuentra en internet) y Chavín de Luis G. Lumbreras, que los mencionamos en estas líneas por la gran cantidad de material fotográfico, vídeos y animaciones y en el caso de El Señor de Sipán por el empleo magistral de los recursos más avanzados de la multimedia para hacernos conocer vívidamente este sensacional hallazgo arqueológico. Los tres CD mencionados cuentan con los auspicios de Telefónica del Perú. También son muy importantes la Gran Historia Interactiva del Perú, que consta de 7 CD Roms así como también Todo Perú, enciclopedia multimedia en 10 CD Roms, ambas preparada por "El Comercio" de Lima. Esta última cuenta en cada CD con juegos educativos muy atractivos. Asimismo es muy importante «Explorando las culturas Preincas» (D&D Advertising, 1998), editado para navegar por el Antiguo Perú como si se estuviese conectado a Internet y sin exigir instalación en el PC. Cuenta, además, con valiosos enlaces a Internet.
Todas estas y otras muchísimas ventajas más de los CD-ROM ha llevado a que algunos lo califiquen como "The New Papyrus ", refiriéndose a aquel soporte milenario del mundo egipcio, que constituyó un soporte dúctil de la escritura ampliamente utilizado en la antigüedad y en buena parte del alto medievo.
Mencionábamos que uno de los inconvenientes de los libros electrónicos es el referente a su lectura en el monitor o pantalla de la computadora, que tiende a producir muy rápidamente fatiga ocular. Además de que la lectura es similar a la lectura de los rollos, porque hay que ir "desenrollando" para que el texto y todos los medios de multimedia utilizados vayan apareciendo a nuestros ojos. Lo común es que se pueda leer textos breves, pero cuando es material relativamente extenso lo que se hace es imprimir el material o «bajarlo», muchas veces copiando en word, para luego configurar la página, establecer el formato y la fuente, transformar tablas en texto y de esta manera imprimirlo y poder leer con comodidad y con la posibilidad de hacer anotaciones, así como también para poder ubicar con facilidad los datos que se requieren y que son fácilmente identificables, porque las hojas de papel resultan mucho más manejables que los textos en el monitor, por lo menos hasta el momento, porque, como veremos un poco más adelante, nuevas innovaciones están brindando una mejor interfaz entre usuario-computadora o usuario-nuevos sistemas de presentación de información en línea. Recordemos que en 1995 Negroponte, en su obra que hemos mencionado, escribía: «…,en el mejor de los casos la interfaz actual es rudimentaria y está muy lejos de ser algo con lo que uno desearía irse a la cama.» (Op. cit.; p.25).
Además, los materiales que se encuentran sobre todo en internet, por lo general, suelen presentar muchos errores gramaticales (ortográficos y de sintaxis) muy chocantes para las personas acostumbradas a la lectura de libros y revistas, donde también se deslizan dichos errores, pero en una escala muy pequeña. Muchas veces uno se ve obligado a grabar lo que nos brinda Internet en el formato que aparece, para luego vía Front Page hacer las modificaciones necesarias y terminar luego imprimiendo para su lectura. Por supuesto que este hecho tiene de positivo (¿siempre?) el que se puede interactuar en el mundo informático, consiguiendo subsanar los errores que se hubieran podido escapar, Aunque, se nos informa, se está generando el problema de la propiedad intelectual, lo que se agrava porque algunos internautas no saben como consignar los datos conseguidos en Internet y, otras veces, en la red no figuran datos que permitan identificar al autor de un texto, salvo en casos como www.monografías.com donde, como debería ser la regla, todos los trabajos tienen consignados sus autores y en algunos casos estos consignan su especialidad o si pertenecen a alguna institución educativa o profesional, lo cual tiende a dar un poco más de confiabilidad a la fuente consultada por el internauta, auque lo único seguro es la lectura y su análisis crítico a partir de lo que uno ya conoce y contrastando fuentes, tal como se hace con las fuentes escritas en soporte tradicional. Además los autores de los trabajos consignan su e-mail, lo que facilita trabar contacto con ellos, lo cual resulta útil si uno desea conocer más acerca del tema desarrollado o el hacerle llegar comentarios o inquietudes. Es muy importante leer el trabajo "Cómo citar recursos electrónicos" de Assumpció Estivill y Cristóbal Urbano, en Information World en español, setiembre de 1997 (http://www.debiblio.vol1.netnet/articulos/rt2.html)
Frente a este inconveniente (lectura en la pantalla del monitor) sin embargo tenemos que reconocer que existen CD-ROM que han sabido sortear esta dificultad. Es el caso de «Grandes Inventos: Ciencia, Tecnología e Historia de las cosas que nos rodean» (Santiago de Chile: UNLIMITED S.A.,1996), que hace uso del audio para las explicaciones, de tal manera que el usuario logra un conocimiento muy bueno (a nivel de niños y jóvenes) observando en forma muy activa y escuchando acerca de los grandes inventos, vía los parlantes de la computadora.
En cambio, si bien es cierto que la excelente Enciclopedia Encarta tiene una opción de lectura de textos, ya del artículo completo que se está consultando o del texto que el usuario selecciona sombreándolo, sin embargo la versión española de esta enciclopedia tiene una voz femenina, que a pesar de las modulaciones que permite la opción de leer, no es agradable al oído. Esto me parece que es fácil de solucionar, porque en diversos CD ROM que conozco, la voz utilizada en el audio resulta agradable al oído, como tiene que ser para poder concitar la atención. Un ejemplo de cómo se ha utilizado el audio lo más adecuadamente posible lo apreciamos en «Civilizaciones Antiguas» de Microsoft Home, donde encontramos diversas voces, masculinas y femeninas, en la opción de exploración de las culturas egipcia, griega y romana mediante guías, los cuales adoptan la personalidad de un determinado personaje de esas culturas, en atención al estatus social que tuvieron. Lo propio en todos los CD-ROM dedicados al arte en los cuales las explicaciones a través del audio son impecables. Estas explicaciones no solo se dan en los CD-Roms dedicados a las artes visuales (escultura, pintura, etc) sino también en las obras musicales, como es el caso, por mencionar solo dos ejemplos, de Beethoven’s 5th , en español, (©1994 InterActive Publishing Corp. Program) y la colección Clásicos Imprescindibles (Planeta DeAgostini S.A. , 2000)
También considero muy importante destacar la gran calidad del CD-ROM "Grandes batallas de la II guerra mundial" (Ediciones Dolmen S.L. 2001; 10 CD) que hace uso de toda la técnica multimedia para presentar en forma interactiva este hecho trascendental de la historia contemporánea, presentando mapas interactivos, fotos, vídeos con animaciones que recrean diversas etapas del desarrollo bélico de la guerra en un forma muy ceñida a la realidad histórica. Presenta la parte de contenido temático a similitud de un libro abierto mostrando las dos páginas con su respectiva numeración correlativa, haciendo posible avanzar y retroceder utilizando el mouse. El texto presenta su respectivo índice interactivo y ya dentro del texto se hace uso de hipervínculos a textos e imágenes. La voz que se utiliza en los relatos presenta una adecuada modulación y un timbre agradable, lo cual es muy importante, como ya lo hemos señalado, cuando se hace uso del audio dentro de la oralidad del contenido de un CD-ROM. A similitud de cualquier libro presenta su bibliografía básica, de la cual sólo extrañamos que no se haya incluido Links de Internet, debidamente seleccionados, referentes a este hecho histórico tal como se hace, por ejemplo, en «Historia de la Literatura Universal» (Alphabetum Multimedia 2000; 4 CD-Roms), que presenta una selección muy importante de links de Internet en el campo literario considerando en forma alfabética los escritores más importantes de la literatura universal de todos los tiempos y no sólo brinda la respectiva dirección sino que además proporciona una breve referencia a la webpage respectiva, con lo cual se orienta en la investigación al internauta permitiéndole navegar por caminos seguros y a partir de allí emprender los atajos que se desee o incursionar por nuevos caminos. Esto es uno de los grandes méritos, entre otros, de esta Historia de la Literatura Universal, que también consideramos muy valiosa. Detengámonos aquí en lo referente al análisis de los CD-Roms porque podríamos extendernos demasiado refiriéndonos a otros excelentes CD que existen.
Lo referente al audio en los CD-ROM nos lleva a los llamados «Libros Hablados Digitales" que tratan de sortear el problema señalado del cansancio visual al leer en una pantalla. Existen realmente dos enfoques diferentes frente a este relativo problema de la lectura en pantalla. Uno usa la voz para facilitar la lectura, es decir, cambia la vista por el oído para evitar el cansancio visual que produce la lectura de la pantalla de la computadora. El otro enfoque busca mejorar la imagen que ve el usuario de forma tal que la actividad de leer el texto sea cómoda y agradable gracias a la calidad de la imagen que se visualiza. Estos dos enfoques no son excluyentes y pueden ser usados de forma complementaria, aunque todavía no hay productos que los combinen. Es posible que las mejores soluciones se consigan al final, con el uso combinado de vista y oído para hacer que la lectura de textos digitales sea un placer, pero en estos momentos ninguno de estos dos enfoques ha conseguido, usándolos por separado, alcanzar la aceptación generalizada que tienen los textos impresos.
«… puedo imaginarme un futuro sin libros de papel, pero no sin libros ».( Juan Cruz,
director de la Editorial Alfaguara).
«Uno, ante estos augurios, se queda perplejo. No puede concebir un mundo en el que todos los libros quepan en un solo tomo, ni sabría renunciar a la individualidad de la obra, ni querría aceptar la inexistencia física de El cuarteto de Alejandría . Pero las ventajas prácticas del e-libro son tan apabullantes, que no habrá metáfora cultural que se resista. Y, el futuro, oiga, no hay quién lo pare ». (Tomado de un chat de la Red, moderado por Ramón Buenaventura)
"El camino que se nos ofrece no es tan sencillo como nos lo presentan los «misioneros digitales»" ni tan simple como lo consideran los «bibliófilos tradicionales»"
"… Estoy seguro de que las nuevas tecnologías volverán obsoletos muchos tipos de libros … " (Umberto Eco)
Carlos Sáez en su trabajo citado «El libro electrónico» nos dice: «En primer lugar, el llamado papel digital, un descubrimiento del Instituto de Tecnología de Massachusetts cuyo director, Nicholas Negroponte, comenzó a darle publicidad hace ya algunos años. Este invento hace posible la fabricación de libros iguales a los de siempre, con su mismo tacto, peso y olor, pero que poseen las cualidades de una pantalla de ordenador. Asimismo, pueden adoptar la forma de periódicos que se materializarán en una pantalla plana recargable que evitará el uso del papel. Cada nuevo día tendremos acceso desde ellas a las noticias que los editores pongan en circulación». Estos libros son los llamados e-book (electronic book) y comenzaron a comercializarse a finales de 1998. Sáez nos informa que diversas empresas americanas y japonesas han lanzado o pretenden lanzar al mercado un objeto, del tamaño y forma de un libro convencional, que no esconde sino un ordenador de pequeño formato dotado de una o dos pantallas, equivalentes a una o a las dos páginas que un lector ve en un libro abierto, en color o blanco y negro, por las que pueden pasar con absoluta fidelidad las páginas de un libro, incunable o manuscrito, de una revista o de un periódico que el usuario pueda descargar a su gusto, eso sí, previo pago de un canon en concepto de enlace o suscripción (Sáez, Carlos. Op. cit.). Parece que estamos cerca de aquella Biblioteca Total con la que Borges soñaba y en la cual los lectores podrán tener a su disposición una biblioteca con todos los libros imaginables, independientemente de donde se encuentren físicamente, porque han sido digitalizados y con ello se han convertido en ubicuos, es decir están en todas partes y a la vez en posesión de muchas individualidades..
En pocas palabras, aunque conceptualmente preciso, se puede definir al libro electrónico como un material digital de lectura. Su visualización más común es la pantalla del monitor de la computadora, ya sea en las de escritorio o las portátiles (laptop). Actualmente se pueden leer también, aunque su difusión es todavía muy reducida, en agendas electrónicas como las Palm y en dispositivos especiales ("eBook Readers"), diseñados específicamente para este fin, con una gran capacidad de almacenamiento (entre 1.500 y 500.000 páginas de texto) y la posibilidad de descargar nuevos títulos directamente desde Internet. En los Estados Unidos, cuna del "eBook", se está trabajando intensamente para ofrecer hardware y software asequible, seguro y fácil de utilizar tanto para los empresarios como para los consumidores. Estos esfuerzos parecen estar dando resultados: en Estados Unidos los "eBooks" están ya siendo utilizados por muchos profesionales, tales como abogados, médicos y farmacéuticos. Asimismo, las librerías americanas más importantes, como Barnes & Noble, ya están vendiendo programas de lectura y libros electrónicos. De hecho, los analistas esperan que el mercado para los eBooks y otros documentos electrónicos alcance los 70 mil millones de dólares (unos 61 mil millones de euros) en los próximos años. (Ver:«Breve historia del libro electrónico» http://virtualibro.com).
En la historia del libro electrónico 1971 marca un hito muy importante porque en ese año Michael Hart digitalizó la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, enviándoles una copia al poco más de un centenar de usuarios que en ese momento tenía acceso a la red ARPANET, precursora de la actual INTERNET. Asimismo ese mismo año marca el inicio del gigantesco, ambicioso y maravilloso Proyecto Gutenberg, que es definido como una gigantesca biblioteca de obras clásicas, totalmente gratis, en las computadoras, vía internet. Actualmente esta biblioteca supera los dos mil títulos. En una entrevista concedida en 1996 Michael Hart señalaba como meta para el 2001 una gran biblioteca digital y gratuita, integrada por diez mil libros totalmente libres de copyright y que por lo tanto era un desafío a las leyes del mercado cultural, razón por la cual había que seleccionar primero para luego pasar a digitar, aquellas obras cuyo copyright había expirado. En 1996, fecha de la entrevista, Hart tenía 49 años, es decir llevaba ya 25 años dedicado a su proyecto (lo comenzó cuando tenía 24 años y era aún estudiante universitario), sin un real apoyo oficial, salvo el que proviene de la Benedictine University de Illinois. Reconoce, en la citada entrevista, haber recibido donaciones individuales de dinero y el apoyo de empresas tales como Apple, Next, IBM, Microsoft, OmmniPage/WordScan, TextPert, Groliers, Hewlett Packard y Bell&Howell, así como de la Universidad de Illinois. Para la realización de este proyecto, Hart señalaba que contaba (en 1996) con unos setecientos voluntarios de diversos países: Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Países Nórdicos, Japón, Italia, etc. Para él fue una sorpresa saber que algunos de sus colaboradores no eran jóvenes de 18 años, como él suponía, sino profesores ya maduros.
Un aspecto muy interesante, desde el punto de vista pedagógico, es el concerniente al pensamiento de Hart con relación a los libros y a la lectura. Al planteársele su opinión y su posición con relación la lectura, considerando que los especialistas en educación señalan que ella no pasa necesariamente por soluciones de alta tecnología (high tech),sino mas bien tiene que ver con hábitos de conducta, relaciones familiares, valores, culturales, etc. Hart señala que el Proyecto Gutenberg, en realidad no implica alta tecnología. Que lo que él hace es poner a disposición de potenciales lectores, completamente gratis, una biblioteca totalmente a la mano. Que ello no asegura la lectura, es cierto, y él pone un ejemplo: «Tú puedes llevar un caballo al agua, pero no puedes obligarle a beber». Sin embargo es optimista con relación a los beneficios de su proyecto: "En cualquier caso, creo que habrá mucha gente que leerá y utilizará nuestros libros. Creo que los libros electrónicos son muy útiles para los estudiantes. A mí me hubiese gustado tenerlos cuando era un estudiante".Al preguntársele que haría al llegar a su meta de diez mil libros, respondió que tal vez la extendería a cien mil o un millón de libros y probablemente extendería el campo de acción a periódicos, revistas, música, cine, etc.
José Antonio Millán en su artículo "Biblioteca Universal. El proyecto Gutenberg y otras muchas iniciativas quieren llenar la red de libros" al referirse al proyecto de Hart, dice: "Es pues, un proyecto altruista, muy en línea de los primeros momentos de la Internet, cuando se creyó que era la herramienta idónea para difundir a todos la cultura (y a propósito: aún no se ha demostrado que no pueda ser así…)"
Hay otros proyectos de textos electrónicos, mencionados por J.A. Millán, como The Etext Archives, más dedicado a obras políticas y religiosas; The English Server, con textos de humanidades; Internet Public Library, The Naked Word, e incluso Project Bartleby, en memoria del escribiente de la obra de Melville.
En el interesantísimo artículo publicado por Sophie Boukhari, en el Correo de la UNESCO, de junio de1999, titulado "La literatura mundial en la red" se nos informa que desde 1995 el estadounidense Eric Eldred, fundador de Eldritch Press, viene publicando en Internet clásicos de la literatura que han caído en el dominio público (libre de derechos), con el objetivo de lograr constituir una biblioteca virtual para los estudiantes de letras. Según Boukhari "En los últimos años, millones de páginas de textos de grandes escritores, historiadores, poetas y filósofos han entrado en Internet, después de haber sido escaneadas o, lo que es menos frecuente, mecanografiadas. Hasta ahora, las obras así numerizadas son las más de las veces clásicos anglosajones o productos de la cultura occidental traducidos al inglés. Es posible, por ejemplo, bajar de la Red a una computadora personal textos de Aristóteles, Oscar Wilde, Tolstoi, Víctor Hugo, algunos autores árabes, persas, chinos o el Kama Sutra. Ya no hay que moverse para ir a buscar una obra que uno puede además guardar, imprimir, anotar, explotar a su antojo o enviar a sus amigos…Individuos tenaces, pero también organizaciones no gubernamentales e internacionales, universidades y Estados están creando esas bibliotecas virtuales con libre acceso. El Proyecto Gutenberg y The Oxford Text Archive (OTA) aparecen como pioneros … Ciertas bibliotecas nacionales están empeñadas en una labor titánica: numerizar cientos de miles de textos e imágenes de sus colecciones. Las primeras en arrojarse al agua fueron la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) y la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, explica Sonia Zillhardt, de la UNESCO. "Las demás se han lanzado sólo en los últimos tres años y suelen encontrarse todavía en una etapa experimental. Lo que falla a menudo es el financiamiento." Escanear una página cuesta entre 1 y 4 dólares, pero para numerizar colecciones enteras se necesitan millones. Lo más difícil, sin embargo, es romper la actitud conservadora de ciertas administraciones culturales, que entran en el ciberespacio a regañadientes".
Pero, como señala Sophie Boukhari, existen algunos problemas todavía insalvables, entre ellos la realidad de los países pobres donde la democratización de la cultura, y por ende el acceso a Internet, está muy lejos de hacerse realidad. Al respecto Boukhari, escribe:
«A primera vista, las bibliotecas virtuales son una bendición para los habitantes de los países pobres: les brindan acceso a la memoria del mundo, ampliamente concentrada en el Norte. Pero para ello necesitan además una computadora, una conexión a Internet y dinero. "En numerosos países en desarrollo, el acceso a la Red sigue siendo algo teórico y el costo de la comunicaciones internacionales es prohibitivo", recuerda Philippe Quéau, director de la División de Información e Informática de la UNESCO. "Recuperar textos en la Red toma tiempo y cuesta caro: varios dólares por hora, en África, por ejemplo." ¿Cabe concluir entonces que el acceso a la cultura en línea está vedado a los habitantes del Sur? No, siempre que se desarrollen dos tipos de servicios. Por una parte, creando en los países pobres sitios espejo [Copia local de un servidor original instalado en otro país] de las ciberbibliotecas. Por otra, estimulando la difusión de las obras en CD-ROM (cuyo costo de reproducción es inferior a un dólar). La UNESCO, que lanzó la colección "Pública", distribuirá pronto un CD-ROM sobre los grandes clásicos árabes. Pero le cuesta mucho hacer otro tanto con la literatura en francés. "Tropiezo desde hace dos años con la inercia de la administración francesa, que no quiere entrar en conflicto con las editoriales, aunque las obras que quiero presentar en CD-ROM pertenecen al dominio público", señala Quéau, que denuncia el debilitamiento solapado del dominio público en provecho de intereses privados, "sea ampliando la duración de los derechos de autor, sea sacando partido de la tecnología."» (http://www.unesco.org/courier/1999_06/sp/comm/intro.htm)
Si hasta no hace mucho había muy pocos libros en la red en idioma castellano, actualmente ha aumentado considerablemente, aunque está muy distante de lo que aparece sobre todo en inglés. Sin embargo no quiero dejar de mencionar la excelente Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra (http://cervantesvirtual.com/), donde podemos encontrar no sólo libros, algunas veces de una misma obra varias importantes ediciones, algunas muy bien ilustradas, sino también importantes artículos, discursos ( como el pronunciado, en 1905, por el Sr. Alejandro Pidal y Mon; Juan Valera, por encargo de la RAE con motivo del tricentenario de la publicación de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha), etc. En cuanto a cuentos por ejemplo es importante la Biblioteca Digital Ciudad Seva con más de mil cuentos de autores clásicos hasta comienzos del siglo XX (1930). Asimismo es bueno destacar la Biblioteca de Avizora que posee un excelente catálogo de libros en español y en otros idiomas para leer o bajar, ordenado por títulos y alfabéticamente (http://www.avizora.com/index.htm).
Asimismo encontramos que algunas editoriales digitalizan obras o algunos capítulos de obras de su fondo editorial. Es el caso de la muy importante Biblioteca Digital del Fondo de Cultura Económica, Fondo 2000. Cultura para todos. (http://omega.ilce.edu.mx3000/index.htm) (http://omega.ilce.edu.mx3000/biblioteca/sites/fondo/2000/htm)
Esta biblioteca digital contiene capítulos muy interesantes de obras de autores muy prestigiosos y que abarca los siguientes campos: Biografías, Computación, Filosofía Política, Física, Gastronomía, Historia, Lengua y Literatura, Psicología y Tauromaquia. El número de obras dedicadas a la historia de México (FCE es una editorial mexicana) es bastante importante y de obras muy significativas.
No quiero dejar de mencionar en esta brevísima relación de bibliotecas virtuales a las cuales tenemos acceso los usuarios, en forma totalmente gratuita, (porque existen otras bibliotecas virtuales que permiten el bajar [«download»] los libros pero previo pago de dinero, que por lo general es económico si lo comparamos con el precio del mismo libro en papel), a una revista tan importante como es El Correo de la UNESCO (http://www.unesco.org/courier/index_en.html)
En el campo educativo se cuentan con importantes digitalizaciones de literatura infantil.
En los años 80 del siglo XX apareció el DYNA BOOK, un prototipo librario bastante distante del formato del libro tradicional, que se independiza de la computadora y que permitía «leer» los CD-ROM de manera cómoda como se suelen leer los libros tradicionales. En su folleto de presentación, leemos: "DynaBook puts the incredible power of CD-ROM into a compact 14’5"x 2’75" electronic book weighing a mere 16 pounds… DynnaBook makes reading from CD-ROM data as sitting down with a good book".
Dyna Book no era sino la expresión tecnológica en una pantalla LCD (Liquid Cristal Display) de simple lectura, liberada de la computadora (en aquella época todavía de tamaño grande) y conectada a ella como periférico necesario, que actuaba a manera de concentrador de información o discoduro. Era el Dyna Book una pantalla táctil transparente como un cristal y exenta de teclado. Utilizaba un "driver" CD-Rom con convertidor analógico digital. Tenía también posibilidades de audio. Uno de sus mayores logros era la interacción por tacto con la pantalla. Sin embargo el DynaBook se extinguió muy rápidamente, porque en el fondo era tan sólo un lector particular de CDs.
En 1981 aparece el Diccionario Electrónico Random House, considerado el primer libro electrónico disponible comercialmente. En 1986 los editores Franklin Electronic agregan un diccionario electrónico en un dispositivo del handheld, produciendo el primer libro electrónico.
Conocemos los intentos de la firma Sony a principio de los 90 (1992), con su Bookman; así como los de Franklin Electronic Publishers, que carecieron de popularidad porque el intento de leer, en pantallas no del todo adecuadas, como las corrientes de aquellos años, distaba mucho de las calidades de las hojas de cualquier texto o libro impreso.
Poco después, las firmas Canon, Fujitsu, IBM, JVC, Matshushita, Microsoft, Minolta, Ricoh, NEC, y la misma Sony, junto con otras varias empresas, emprendieron un proyecto que debería tener todas las condiciones adecuadas para, si no de forma inmediata, sí en un período relativamente breve, intentar una alternativa digital al modelo tradicional.
No son muchas, sin embargo, las patentes y aplicaciones que en los últimos años del siglo XX y comienzos del XXI se han acercado, en menor o mayor medida, al libro electrónico-digital ideal. Las más han mimetizado el modelo computacional en sus primeras experiencias para permitirle prácticamente las mismas virtualidades que posee la computadora. Quizá el persistir en la tendencia absolutamente obsesiva por seguir dependiendo de la computadora, como punto de partida por parte de las empresas que trabajan en este nuevo modelo, frustra las posibilidades de verdadera ergonomía libraria que ha hecho fortuna durante más de medio milenio. No obstante, como tales presentaciones constituirán la protohistoria del nuevo soporte, vamos a verla aunque muy esquemáticamente.
En octubre de 1998, en el foro de la 1ª Feria del Libro Electrónico, bajo el patrocinio del NIST ( National Institute of Standars and Technology ) celebrada en Gaithersburg, Medford, USA, fue presentada la denominada iniciativa Open eBook (OEB) .Tal iniciativa se basaba en un acuerdo de especificaciones sobre la estructura de un modelo universal que utilizara las normas html y xml. Se consideraba este paso como esencial, dadas las características del naciente mercado electrónico, a la hora de uniformar los formatos de edición, lenguajes, contenidos, iconografías, conectividad, etc… "La pronta adopción de un formato estándar constituiría una piedra miliaria en el mundo de la edición ".
"La presente convergencia de las tecnologías hará finalmente viable la publicación digital y se presenta como un atractivo desafío ". Tanto las firmas SoftBook como Novo Media´s RocketBook adoptarán sustancialmente dicha expresión normativa .
Un prototipo que comenzaba a parecerse al libro tradicional fue presentado en 1998 por la empresa americana SoftBook Press, fundada por Jim Sachs y Tom Pomeroy. en Palo Alto, California. SoftBook Press Inc. es un líder en el emergente mundo del libro electrónico . Es una compañía cuyo objetivo es desarrollar la sociedad sin papel por medio de las extensiones SoftBook y SoftBook Network, aprovechando las prestaciones de INTERNET. Parte de la idea de que Book + Technology = SoftBook. Su apariencia, sin embargo, lo asemejaba al mismo libro, a pesar de tratarse de un modelo monopágina, protegido en este caso por una cubierta de piel. La información se incluye en el softbook por medio de flash cards que permiten un almacenamiento de hasta casi las 100.000 páginas (también puede cargarse el modelo vía red). Fue presentado como tal en la feria Seybold de San Francisco el 30 de agosto de 1999. El 18 de octubre de 1999, el Atheneum de Chicago premiaba esta idea con el premio del Museo de Arquitectura y Diseño. Estudiado en profundidad, dicho modelo se parece más a los desarrollados PDA ( Personal Digital Assistent ) que al sistema librario que pretende mimetizar. Su modelo más avanzado es el Palm Pilot de la firma 3Com. En septiembre de 1999 la firma presentaba la posibilidad de ofrecer por este sistema los medios Newsweek y Washintong Post, así como un grupo de revistas: Time, Fortune, Money, New York Times, etc.
En la misma línea se encuentra el Rocket eBook ideado por los consultores californianos Martin Eberhard y Marc Tarpenning, a partir de 1996. Consiste este libro electrónico en una pantalla manejable con una mano, y que puede contener unas 4.000 páginas, o sea alrededor de 10 novelas normales. El Rocket ebook contiene en el sangrado de su pantalla un programador de sistema de visualización; un orientador de página, que permite leer en sentido vertical y horizontal en la pantalla; una barra de navegación, con un indicador de la situación corriente de lectura, con respecto al texto total; un localizador índice de títulos y un menú de opciones como: marcado de página, subrayado, notas, etc.
Otro modelo de esta misma firma lo constituye el denominado Everybook, de Daniel Munyan, en el que se obvian las carencias ergonómicas de la pantalla única, y se inclinan por la más aparente de la doble pantalla -doble página- ligada al libro tradicional. El diseño y concepción del Everybook es radicalmente diferente al de otros libros electrónicos. Cuando se abre el periférico de lectura ( libro ) aparecen dos páginas similares a las de un libro impreso, en las que puede desplegarse cualquier libro, así como periódicos, revistas, etc…. Fue creado por la empresa Everybook Incl. fundada por Daniel E. Munyan en 1995. Este modelo supone un salto entre los modelos computacionales y el mismo libro en sí. Puede ser utilizado por estudiantes, profesionales y por el público en general. "Este libro electrónico recoge toda la sensibilidad del lector acerca del libro tradicional, y permite el almacenamiento masivo, acceso rápido a cualquier información, y servicio en tiempo real ".Resuelve, mejor que otros modelos, los problemas de: transportabilidad, producción, distribución, ecología, etc
Sin embargo todos los modelos enunciados hasta aquí -que constituyeron el consorcio Novo Media- no han tenido en principio el éxito deseado, además de por su precio considerable, porque no dejan de ser una cierta transformación del ordenador más sofisticado, y por ende su peso es desproporcionado como para ser manipulados con relativa facilidad.
Otro de los grandes proyectos de libros electrónicos es el del equipo del Dr. Joseph Jacobson del MIT (Massachusetts Institute of Technology), que tiene la ventaja de pretender brindarnos un libro electrónico que en apariencia es exactamente igual que un libro cualquiera de hojas de papel y tapas duras, excepto por un par de botones que lleva en el lomo. Basta pulsar uno de ellos y en pocos segundos en sus más de 200 páginas aparece impreso el texto. El modelo del año 1999 se basa en un nuevo pigmento, la denominada tinta electrónica: millares de partículas esféricas sensibles a la corriente eléctrica, blancas por un lado y negras por el otro, en la proporción de 250.000 por pulgada. Esa tinta, extendida por un papel especial, en contacto con unos microscópicos hilos, se activa de tal manera, que ofrece un texto similar al producido en el mismo papel por un procedimiento de impresión tradicional, e incluso de un contraste mayor al de la impresión láser. El correlativo movimiento de las esferillas activadas producirá otra página de texto, y así sucesivamente. Por otra parte la capacidad de almacenamiento del sistema es muy grande, ya que se puede cargar desde una computadora, una tarjeta o un disco óptico de alta densidad. Posee también la virtualidad de interactivar el contenido del texto con imágenes en movimiento, u ofrecer cortos independientes. Limitaciones, las tiene y muy considerables: además del alto precio por ejemplar -lo cual tiene su compensación a nivel de sus innúmeras posibilidades secuenciales de uso-, nos encontramos frente a un sistema excesivamente sofisticado y que necesariamente, según el proyecto, precisa de un disco duro, que aunque permita realmente -dada la capacidad actual de los mismos- transportar una biblioteca entera, no podrá eludir el alto BER ( Bit Error Rate ) que produce cualquier periférico de este tipo, amén de su peso y fragilidad. Pero será el tiempo el que discrimine entre los sucesivos modelos.
El sistema Sagredo-Hidalgo.( Patente P9801927 ) pretende también un libro electrónico que tenga las virtudes del libro tradicional y supere los inconvenientes de los libros electrónicos hasta el momento diseñados. El propio Sagredo, especialista que realmente nos iluminó muchos conceptos que no teníamos suficientemente claros acerca de los e-books y a quien venimos citando, señala que la diferencia esencial de este modelo con los anteriores, reside en que se desprende del contexto computacional en gran medida, para confeccionar un prototipo cercano al libro en su apariencia, y muy próximo a su vez, a los soportes más avanzados de información, ya que al fin y al cabo el libro no deja de ser un soporte de información. No se trata en él de expresarse en modos de computadoras más o menos perfeccionadas. Importa sobre todo extraer toda la rentabilidad de una pantalla universal de alta definición, como las que existen hoy en el mercado, y convertirla en hoja iluminada sucesivamente por el contenido de las de un libro tradicional; para mayor ergonomía, adoptamos la hoja doble y enfrentada, como en el mismo tipo librario. Este sistema está dotado de una serie de comandos, no más de 10, que permiten funciones de paso de página, subrayado, aumento del tamaño de la letra, color, etc… sin incidir en otras virtualidades multimedia, que complican, por el momento, el sistema adoptado. El texto no está en ningún disco duro, sino que se contiene en una tarjeta óptica que, editada en cualquier editorial avanzada, podrá ser adquirida en librerías, tiendas de artículos diversos o en un quiosco tradicional. El sistema, por tanto, está dotado esencialmente de un simple lector de tarjeta óptica de avanzada tecnología, basada en las potencialidades de los discos de la última tecnología; o bien de un lector de banda óptica o del denominado papel digital, que en su día fuera patentado por CREO Products. Lo que busca este sistema es desprenderse de cualquier soporte circular, de lectura normal en espiral y con cabeza óptica; para pasar al modelo secuencial de barrido de un soporte rectangular y de lectura similar a la que nuestro ojo produce sobre el papel tradicional. Dado el desarrollo de tarjetas de este tipo, ideadas por CANON y DREXLER, resulta sumamente sencillo, nos dice Sagredo, incorporar dicho elemento, y, además, su precio es irrisorio en comparación con el de cualquier ejemplar, libro o revista. De este modo, asimismo, este sistema pretende desprenderse de la celulosa para siempre; (Según Sagredo lograr que los árboles nos enseñen el bosque). Y, lo que es más importante, se pretende lograr que el nuevo ebook pueda ser llevado con nosotros, si así lo deseamos, hasta los lugares más remotos del universo. Asimismo, y dadas las capacidades y autonomía de las actuales pilas de energía, no es difícil adoptar un modelo que permita una autonomía, como la de cualquier artilugio que hoy manejamos a diario: teléfono portátil, casete, cámara digital, etc… Cualquiera podrá adquirir o recargar las tarjetas que desee, con los libros que se adecuen mejor a su función profesional, científica, cultural, recreativa, personal o colectiva, y transportarlos fácilmente a cualquier lugar. Al conjunto del sistema sus creadores (Sagredo-Hidalgo) lo han denominado, con marca patentada, BIBLIOTRON.
Algunos futurólogos consideran que para el cercano 2006 los libros electrónicos estarán ofertándose en las librerías tradicionales y quioscos, de tal manera que para el 2009 la venta de libros electrónicos superará a la venta de libros de papel, previéndose que para el 2015 las bibliotecas digitalizarán todas sus obras.
¿Se alejará el libro a una velocidad cada más creciente y terminará por abandonar la Galaxia Gutenberg para ingresar a la Galaxia Digital? La mayor parte de los estudiosos de este tema consideran que aún el libro de papel ha de permanecer un tiempo relativamente extenso coexistiendo con los libros electrónicos, que terminarán por imponerse, no cabe duda, como los códices se impusieron a los rollos de papiro y los libros impresos se impusieron a los manuscritos. Sin embargo ello ha de depender de aspectos económicos que muchas veces no son tenidos en cuenta cuando se hace el análisis de esa evolución que ya está en pleno proceso. Me estoy refiriendo a los problemas económicos y financieros que como nuevos retos ya se están presentando y afrontando dentro de la producción y comercialización de los libros y que muchas veces se solucionan inadecuadamente cuando, por ejemplo, el libro de formato tradicional es presentado digitalmente en un cederrón pero en un formato tal que hace que la lectura en la pantalla de la computadora no sea nada práctica ya porque el texto de la página del libro aparece en dos columnas y es necesario ir desplazando hacia abajo el texto para leer la columna de la izquierda y luego volver a subir para leer la columna de la derecha, ambas correspondientes a una misma página. Me parece que el problema técnico se podría solucionar fácilmente, porque incluso en estas presentaciones existen algunas ventajas que se pueden aprovechar muy bien como por ejemplo el poder dar un mayor zum a esquemas, gráficos y sobre todo fotos que a veces aparecen en el libro en átomos en tamaño pequeño. Por ejemplo el cederrón Historia del Perú de Lexus Editores es bastante bueno pero el libro en átomos es aún mucho más práctico y debido a su adecuada organización temática y relativo considerable volumen es una muy recomendable y excelente obra de consulta para toda aquella persona que quiera tener un adecuado conocimiento de la historia peruana a lo largo de sus diversas etapas históricas, escritas por historiadores de gran calidad. Es una obra que los profesores deberíamos aprovechar adecuadamente con nuestros estudiantes sobre todo de nivel secundario y también a nivel superior a manera de introducción para temas determinados que se deseen investigar. Considero que una nueva versión del cederrón debería ser planificada para superar algunas limitaciones de la versión actual e incluir aspectos técnicos que la digitalización permite en dicho soporte. En realidad la excelente calidad de la obra lo amerita y así poder sus lectores gozar de nuevos aspectos que pueden ser considerados en lo que se refiere a aspectos de lo que es propiamente recursos de multimedia.
Actualmente contamos con varias obras que se presentan tanto en formato de átomos como de bites. Seguramente se aprovecha el proceso de digitalización previo que ahora se emplea para la publicación de los libros (varios especialistas y entre ellos Negroponte han señalado este hecho, aparentemente paradójico que los libros aparecen primero, dentro de su proceso de preparación, en formato digital y es por ello que Negroponte lanzó como propuesta que las editoriales deberían brindar un ejemplar digital de cada obra que publicaran).
Considero que podemos estar seguros que no se producirá el fin del libro, mucho menos de la lectura, a pesar de que algunos Francis Fukuyama de este campo así lo crean. La tecnología no se detendrá y por lo tanto nuevos soportes de la escritura han de aparecer, siempre para delicia, así lo esperamos, de los que amamos la lectura. La prueba la tenemos en la propia evolución que viene sufriendo el novedoso soporte de los libros electrónico, es decir la pantalla del monitor de las computadoras, utilizada por todos aquellos que de una u otra manera tenemos que ver con la cultura, sea para informarnos o para aportar algo de lo poco que uno sabe, en cualquiera de los dos casos llevados de nuestro afán por aprender y gozar. Como nos dicen Félix Sagredo Fernández y Ma Blanca Espinosa Temiño en "Del libro al libro electrónico-digital": «La pantalla, con todos sus inconvenientes para las funciones rutinarias de lectura y fijación y captación del conocimiento, no así para la gestión del mismo, también ha experimentado mutaciones trascendentales. Desde los modelos fosforescentes de primera generación, hasta sus actuales de cristal líquido o plasma, y otros que aún se desarrollan en laboratorios especializados, ha recorrido, en menos tiempo que el libro, como realidad connatural con el mismo tiempo que nos toca vivir, un espacio considerable. Tiene además, en general, y como soporte, una serie de ventajas inconmensurables. El texto, la imagen estática o en movimiento, y los modelos multimedia, pueden desfilar por su "brillante página" sin necesidad de funciones de borrado e inutilización del soporte correspondiente, como sucedería con el soporte papel; es decir, puede ser utilizada o reutilizada en las mismas tareas culturales interactiva e indefinidamente, con un consumo elemental de materia prima. En pocas palabras, ha dotado a la ciencia y a la cultura de unas potencialidades y dinámica, incluso a distancia, que el papel jamás pudo soñar ni ofrecer».
La mente tan lúcida de Umberto Eco nos hace notar las posturas, para nosotros las más de las veces risibles, que enfrentan a los «misioneros digitales» con los «bibliófilos tradicionales». No entendemos, por ejemplo, como se puede trastocar conceptos y verdades evidentes y convertirlas en pensamientos vacuos, en los cuales el mínimo sentido analítico y reflexivo se pierde, como queriendo darle la razón a Giovanni Sartori, que en verdad consideramos que no la tiene, al menos no totalmente. Nos estamos refiriendo a conceptos como el que a continuación transcribimos, que es una muestra representativa de lo que repiten muchos «misioneros digitales»: "Mucho del futuro del hipertexto está ligado a su implantación en el modelo de enseñanza-aprendizaje en la educación básica; hay que formar en los niños y adolescentes una nueva forma de leer, más orientada a la interacción que brinda la informática, que a la pasividad soñolienta que ofrece el libro". Y líneas abajo el mismo autor escribe: "La hipermedia es un modelo muy similar al modelo hipertextual en sus fundamentos básicos y prácticos, también se caracteriza por su no linealidad, por no tener un centro definido por el autor, porque no tiene límites definidos, porque no tiene principio ni fin y porque no hay conclusiones diferentes a las de del lector. Pero con un elemento más natural, el texto es reemplazado por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y vídeos, es decir volvemos a la cultura visual y oral tratando de eliminar la cultura del texto" (Cote, Eduardo. UNINET – Colombia.http://www.clasevirtual.net/publicaciones/hipertextos.htm). Realmente resulta deplorable la pobreza de conocimientos y conceptos tan elementales en personas que actúan en niveles educativos superiores. Atreverse a decir que los libros escritos en soporte de papel proporcionan una lectura pasiva y soñolienta significa, o bien que estos «talibanes digitales» no han leído nunca (a un lado la «lectura obligatoria»-que ya sabemos no es verdadera lectura-de la escuela o de la universidad), es decir no han encontrado el placer que brinda la lectura y que, justamente por ello, su bagaje cultural es tan ínfimo que pueden escribir tales trivialidades («la ignorancia es atrevida»), o que en su defecto leyendo también libros en átomos, como lo reconoce el propio Negroponte en cuanto a las virtudes que poseen, sólo pretenden una confrontación con los «bibliófilos tradicionales», que a veces, es también necesario reconocer, adoptan posturas de bibliófilos con mentalidad inquisitorial, que pretenden nuevamente hacer renacer el Index (índice de libros prohibidos, catálogo de libros proscritos por la Iglesia Católica, determinados por el Santo Oficio) y allí incluir todos los libros escritos en los novísimos soportes de la informática, que se les aparecen como creación de Luzbel. Es esta confrontación la que me resulta risible encontrándonos ya en el siglo XXI, que es incuestionable una centuria que ha heredado un largo pasado de evolución tecnológica continua, que en la segunda mitad del siglo precedente se aceleró hasta adquirir velocidades realmente vertiginosas en las dos últimas décadas. Como algunos especialistas señalan, hemos pasado de una sociedad industrial a una sociedad del conocimiento o de la información. Pretender oponerse al avance tecnológico carece totalmente de sentido. Hoy sabemos que lo digital está en todo el mundo y llega a todas partes. Si aún quedan señales informativas que se envían a través del sistema analógico ello sólo es un rezago del pasado y muy pronto será totalmente reemplazado por la digitalización. Y ello es una verdadera maravilla porque como nos dice Francisco Aguadero: "La digitalización permite que información y actividades procedentes de soportes físicos muy diversos (papel, fotografía, cable, espectro radioeléctrico, transistor, circuito impreso, cinta magnética o disco) puedan homogeneizarse en un denominador común: lo digital; ser procesados con una misma materia prima: el bit; y transmitidos por la misma vía: la red, constituyendo así un único documento multimedia" (Aguadero Fernández, Francisco. Op. cit., p.20). A los verdaderos amantes de la lectura nos apasiona más que el soporte, que es lo accidental, la escritura, el texto, es decir la creación científica, literaria o de cualquier otro tipo, concretizada y así perennizada y por lo tanto capaz de ser vivida y compartida no sólo por su autor sino por todas aquellas personas que acceden a ella a través de eso que se llama lectura. Para muchos nos cuesta leer en más de un idioma y no se imaginan el placer que uno obtiene en leer o que le lean obras o artículos escritos en idiomas que no están en su lengua materna (me refiero a la del lector) y cómo apreciamos la labor de los traductores, con todas las limitaciones que sabemos que implica una traducción. Mis conocimientos de historia me permite apreciar el gran significado de los traductores (sin olvidarnos de los intérpretes) y de las famosas escuelas de traductores que a lo largo de la historia han cumplido un papel extraordinario. Cómo no recordar el papel de los traductores árabes en la Península Ibérica.
En una entrevista hecha a Alberto Manguel (que si tiene la solvencia intelectual para hablar y escribir sobre los libros), al recordársele que al inicio de su libro «Una historia de la lectura» en una de las tres citas que le dedica al lector de su obra (de Robert Darnton, Virginia Woolf y Denis Diderot), justamente Diderot se pregunta: «Pero, ¿quién será el amo?. El escritor o el lector?», al inquirírsele sobre su opinión, él dio la siguiente respuesta: «Los escritores vivimos pensando que somos los amos, pero creo que ese rol le corresponde, sin ninguna duda, al lector. Él es el amo". ("El Dominical" de "El Comercio" de Lima, 1 de agosto de 1999; pp. 11-13). No podía ser de otra manera, porque todo buen y solvente escritor es un ávido lector, aunque la mayor parte de ávidos lectores no escriban una sola línea, salvo cartas o e-mail. Esto último lo digo ex profeso, porque frente a una pregunta que le hicieron a Thierry Leterre, catedrático del Instituto de estudios Políticos de París, sobre si las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han convertido en obsoletos los modos de escritura y de comunicación tradicionales, dio la siguiente respuesta: «El mayor secreto de la sociedad de la información es el prodigioso renacer de la escritura, gracias al correo electrónico, a los sitios, a los foros de discusión. En este sentido, la informática es un soporte cultural bastante tradicional. Desmiente la idea tan extendida de una sociedad audiovisual. En realidad, la escritura es un prodigioso vector de información. Mejor aún: se están redescubriendo formas de escrituras olvidadas, como la escritura diaria, lo que se llama el "billete"»
El otro aspecto que quiero comentar, es el referente a la afirmación de ciertos «amantes desorientados de la digitalización» sobre como la escritura puede ser reemplazada por sonidos, dibujos, animaciones, imágenes y vídeos y con ello volver a la cultura visual y oral eliminando la cultura del texto. Considero que no reflexionan adecuadamente los que piensan y escriben esto. No me imagino cómo podrían expresar sus pensamientos, concepciones básicamente abstractas con un lenguaje solo basado en lo audiovisual. Por supuesto que podrían replicar que empleando el audio podríamos conocer sus ideas, sus concepciones nuclearmente abstractas. Lo que no comprenden es que así como el pasar de la llamada "galaxia Gutenberg" a la "galaxia digital" significa un paso gigantesco en la evolución de la humanidad, de la cultura humana, así también el paso de la oralidad, de la cultura oral, a la cultura escrita significó uno de los más grandes avances hechos por el hombre. Lo oral es temporal por excelencia, es efímero. Exige, además, un desarrollo extraordinario de la memoria, de la memorización. ¿Acaso no saben estos «amantes desorientados de la digitalización», que se desarrolló de tal manera la facultad de memorización que se podía aprender textos tan extensos como los poemas homéricos, los cuales eran recitados a un público oyente que solo tenía esa única posibilidad de gozar con esas creaciones? El público oyente dependía del aeda o rapsoda, del juglar o del trovador. No tenía la posibilidad de volver en el momento que él quisiese a eso que escuchó y que le encantó. Por supuesto que se me replicará que esta nueva etapa de oralidad no será igual, que podremos volver cuando lo deseemos a esas y a cualquier otra creación porque digitalizadas han sido también perennizadas, pero lo que me resulta inadmisible es la fobia a la escritura, toda vez que también ella es digitalizada y por lo tanto no debería hacerse cuestión de estado su acceso a ella si así se deseara o creyera conveniente, quedándonos ahora la posibilidad de escoger entre leer o escuchar. Por ejemplo, puedo tratar de informarme sobre las computadoras u ordenadores y para ello recurro a una enciclopedia como Encarta, versión 2002, que da la opción de instalar la enciclopedia íntegra en la computadora y con ello evitar el tener que colocar cada vez un disco y luego tener que cambiar de disco cuando quiero saltar a un hipervínculo determinado. Ya en el artículo puedo escoger entre el leer el texto del artículo o escucharlo –texto íntegro o fragmento seleccionado- (que no lo hago por razones ya expuestas), pero dependerá de mi elección el decidir. ¿Cuál sería la ventaja entre el escuchar un «texto» y el leerlo?. Considero que realmente la lectura trae muchas más ventajas, primero porque la lectura es privada, silenciosa, muy rápida (ese ritmo depende de las capacidades lograda por el lector). Es más fácil detenerse y volver sobre el mismo texto, sin tener necesidad de emplear las manos para detener la reproducción del sonido y volver a iniciar la reproducción. Segundo, porque el escuchar a través de los parlantes, se puede causar malestar o distracción a otras personas (imagínense en una biblioteca no personal), y en el caso del uso de audífonos, que solucionarían el inconveniente señalado, los que a veces los utilizamos, sabemos que no es lo mismo escuchar que leer, porque el audio es volátil (aunque se pueda rebobinar y volver sobre él), que lo escrito en átomos o bits está allí y depende de nosotros, con nuestra simple mirada, o con un simple voltear una página o usando nuestro mouse o el teclear «page up» o «page down», el releer lo que consideramos necesario de una nueva relectura. Sin embargo, los que somos realmente amantes de la cultura y de la lectura aprovechamos al máximo, o así lo pretendemos, todas las innovaciones tecnológicas al servicio de la cultura. Sólo para dar un ejemplo, pude satisfacer mi curiosidad escuchando varias veces la llamada telefónica entre Vicente Fox, presidente de México y Fidel Castro, que por algunos días fue noticia política importante y formarme una idea más exacta de lo conversado y sus implicancias, lo que no había podido apreciar adecuadamente escuchándolo en la televisión. Me es muy gratificante escuchar algunas voces de personajes muy importantes (aunque sea por un minuto o menos) a través de internet en Museo de la Voz, tales como don Miguel de Unamuno, Dámaso Alonso, Óscar Wilde, Ramón Menéndez Pidal, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, etc. (http://www.portaldelibro.com)
Como se puede apreciar el avance tecnológico está poniendo a nuestra disposición posibilidades maravillosas para informarnos, aunque no sólo ello, pero innegablemente uno de los aspectos más valiosos de la red informática es su carácter de «gran biblioteca», la biblioteca más grande creada por el hombre y que crece cada segundo, de tal manera que la llamada «infoxicación» es una realidad y que hoy más que nunca se ha extremado la necesidad de potenciar las capacidades de análisis crítico y discriminación cualitativa (tener presente que mucho de lo que aparece en internet tiene escaso valor), así como también la capacidad de síntesis. Esas capacidades, como nos los recuerda el profesor Thierry Leterre son justamente las que se aprenden o deben aprenderse en las escuelas. La reactivación del mito de la escuela sin profesor, del aprendizaje sin profesor, es eso, un mito. Los casos excepcionales de niños que sin pisar una escuela luego han destacado en algún campo de la cultura, es eso, una excepción, e incluso en estos casos se explica ello porque debido a su solvencia económica estuvieron con profesores particulares o con padres o familiares cercanos que a la vez actuaron como docentes de sus hijos. Los autodidactas por lo general pisaron las escuelas por algún tiempo y por esos misterios que tiene el hábito de la lectura se convirtieron en ávidos lectores, lo cual aunado a cierta genialidad, cuya naturaleza y génesis no es fácil explicar, terminan por destacar en diversos campos de la cultura. Pero aún para los que pisaron escuelas y universidades, la verdad es que lo que se sabe es gracias a un autoaprendizaje. Es por eso que hoy se pone mucho énfasis en el aprender a aprender, que todos sabemos que es el verdadero aprendizaje, pero que valgan verdades mucho se habla de ello y relativamente poco se hace en ese sentido, muchas veces porque hay equivocadas prácticas que pretenden ello. ¿Acaso no vemos que se pretende que los niños y jóvenes aprendan a aprender pero sin darles los basamentos para ello?. Se les manda a «investigar» y no se les proporciona el mínimo de orientación para que puedan iniciar esa búsqueda de información y muchas veces, aunque duela decirlo, porque el docente que pretende que el niño o el joven se informe sobre un tema determinado, no puede proporcionar la orientación adecuada, simple y llanamente porque desconoce las fuentes hacia donde hay que orientarlo.
Antes de enlazar lo que venimos tratando con lo que ocurre en la escuela, debemos referirnos, aunque someramente, a las implicancias benéficas del libro electrónico con relación al medio ambiente, lo que se está analizando como la relación libro – ecología. Para esto seguiremos el importantísimo artículo "Los enemigos de los libros y la batalla por su neutralización" tomado de "El Cuidado de los Libros y Documentos" de John Mc Cleary y Luis Crespo. (http://www.portaldellibro.com/encuadernacion/enemigos.htm)
Ocurre que en los inicios de la fabricación artesanal del papel se utilizaban materiales de desecho, como eran trapos de algodón y lino, con alto contenido de celulosa, que no exigían el empleo de aditivos nocivos. Además estos papeles eran de altísima calidad en cuanto a su durabilidad, porque muchos de ellos ya tiene varios siglos de existencia. Pero el crecimiento brusco de la demanda de este material para la impresión (el papel aparece primero que la imprenta) obligó a buscar nuevas técnicas y nuevos materiales para la fabricación del papel y consecuencia de ello fue la utilización de aditamentos nocivos y del uso de árboles, a un ritmo muy acelerado y que es una de las causas (no la única) del proceso de deforestación de los grandes bosques de árboles madereros, así como también la aparición de papel de mala calidad. La introducción del alumbre (que al descomponerse en presencia de ciertos niveles de humedad termina por formar ácido sulfúrico dentro del propio papel), lo mismo que del cloro como blanqueador (porque se tenía que usar trapos de color conforme crecía la demanda). El cloro (utilizado a partir de 1774) era uno de los peores enemigos del papel si no se eliminaban totalmente los residuos del mismo durante el tratamiento para el blanqueo de los trapos de color. Todo esto se agravó a partir de 1850 cuando al combinarse el azufre con la colofonia –una resina obtenida de los pinos– para precipitar este material en las fibras. La colofonia había reemplazado a la gelatina para encolar porque se podía añadir directamente en la tina con la suspensión de fibras evitando su aplicación después de la formación de las hojas, lo cual quiere decir menos trabajo y más rapidez de elaboración y, por lo tanto, beneficio económico para el fabricante. Pero la combinación del alumbre, una sal ácida, con la colofonia, un oxidante, provocaba una friabilidad –fragilidad física– prematura y un oscurecimiento del papel fabricado a máquina.
Fue René Reaumur quien, en 1719, señaló, nada menos como consecuencia de sus observaciones sobre los nidos de las abejas fabricados con «papel» de madera, la posibilidad de utilizar la madera para la fabricación de papel, la cual comenzó a utilizarse a mediados del siglo XIX y que tuvo una gran ventaja adicional y decisiva: su bajo costo. La pulpa, conocida como pasta mecánica, se obtiene de los troncos de los árboles, sin la corteza, cuando se trituran con una rueda de piedra giratoria. La pulpa obtenida por este método retiene todos los componentes de la madera, incluyendo la dañina lignina, (la cual es factible de ser eliminada) aunque algunos compuestos solubles en agua se eliminan durante el proceso de la trituración. Pero allí no quedan los males. Para agravar la situación existían, y existen aún hoy, otras fuentes de acidez: los residuos de los productos químicos utilizados para blanquear; los gases presentes en la atmósfera que invaden las ciudades por la combustión de los derivados del petróleo que consumen los coches, calefacciones, etc; las fábricas que vomitan gases nocivos al aire tales como el anhídrido sulfúrico, los óxidos de nitrógeno, los peróxidos y el ozono.
Es triste saber que a gran parte del papel fabricado hoy día se le estima una vida media máxima de cincuenta años. ¡Menuda esperanza de vida cuando se compara con la de los papeles de tiempos pasados que ya han cumplido muchos cientos de años en un estado de conservación perfecto. La triste realidad de la mala calidad del papel fue puesta en evidencia por una investigación encargada, en 1959, por el Council on Library Sources (Consejo de Recursos Bibliotecarios) de los Estados Unidos de América a William J. Barrow, donde se concluye, en base a la utilización de libros publicados entre 1900 y 1930, que el 90% se habían hecho con un papel con una esperanza de vida aproximada de 50 años y que solo el 1% del papel investigado podía clasificarse como durable. El reto, y esto es lo valioso de la investigación y sus consecuencias, fue el desarrollar una pasta tratada químicamente que fuera igual o superior al papel de alta calidad. La investigación, hecha conjuntamente con industriales, demostró que ello sí era posible, sin la utilización de aditivos nocivos e incluso con la introducción de cargas de carbonato para neutralizar cualquier residuo ácido. La solución técnica había sido hallada, el escollo sería ahora el problema económico, porque el nuevo papel era más costoso y los productores no estaban seguros de la rentabilidad del mismo. La presión hacia los gobiernos para que estos a su vez presionar a las empresas productoras correría y corre a cargo de los archivos y bibliotecas del mundo.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en la búsqueda de un papel de mejor calidad, tanto por el interés de los profesionales relacionados de un modo u otro con los libros como por el poder económico para llevar a cabo su desarrollo e implantación, fue un camino largo y difícil de atravesar. Sin embargo, en el mes de octubre de 1990, una resolución política sobre la necesidad de utilizar el papel permanente fue convertida en una Ley Pública (núm. 102-423) que regulaba las normas a seguir en la fabricación y en el uso estatal para dos tipos de papel.
En primer lugar, la obligación de usar papeles permanentes libres de ácido, con un pH no inferior a 6.5, para publicaciones federales a las que se les estime un valor documental permanente; en segundo lugar, la obligación de usar papeles de calidad de archivo libres de ácido para aquellos documentos federales a los que se les asigne un valor documental permanente. Los papeles así designados son aquellos con un valor de pH no inferior a 7.5 y con una reserva mínima de carbonato cálcico del 2% (el cual actúa como una barrera protectora frente a los residuos ácidos) más ciertos requerimientos físicos tales como una cierta resistencia al plegado, al desgarro y al mantenimiento de su color.
Finalmente, conviene destacar que el 8 de septiembre de 1996, el National Archives and Records Administration (Administración Nacional de Archivos y Documentos) publicó una guía para la aplicación de la Ley Pública (núm. 101-423) que daba las siguientes definiciones sobre los papeles estables:
Papel alcalino: Papel con una duración de, por lo menos, 100 años bajo condiciones normales de utilización y almacenamiento. El papel alcalino no tiene en su composición pasta de madera mecánica, con un valor pH mínimo de 7 y una reserva alcalina de un 2% o más.
Papel genérico: Papel sin un valor de pH específico y sin reserva alcalina. La duración del papel genérico varía y es incierta pero muchos oscilarán entre 50 y 100 años. Este tipo de papel es el empleado para la elaboración de guías telefónicas, anuncios, boletines, etc.).
Papel permanente: Papel que durará cientos de años sin un deterioro significativo bajo condiciones normales de uso y almacenamiento. El papel permanente no contiene pasta de madera mecánica, tiene un pH de 7.5 o más, con una reserva alcalina del 2% o más, y otras propiedades de comportamiento que permiten la utilización y conservación de los documentos durante un enorme período de tiempo.
En Australia, desde 1991 y después de una larga pugna por parte de los conservadores, archiveros y bibliotecarios para que se fabricara papel permanente, la batalla se ganó. La Asociación Nacional de Fabricantes de Papel y de Pulpa ha redactado una lista de normas que deberán cumplir aquellos productos elaborados por las industrias papeleras que quieran obtener la denominación de permanentes.
En Canadá, en enero 1992, el Ministerio de Comunicaciones anunció su decisión de usar a escala nacional el papel permanente para los documentos de un valor documental permanente, y delegó en sus Archivos Nacionales para que éstos decidieran, en concomitancia con otras agencias gubernamentales, qué tipo de documentos requerirían tal tipo de papel.
En Europa, el European Librarians and Publishers Working Group –ELP- (Grupo de Trabajo de Bibliotecarios y Editores Europeos) anunció que el uso del papel libre de ácido, resistente al envejecimiento, es urgente y publicó al respecto una lista de recomendaciones como base para la salvaguarda a largo plazo de la palabra impresa. El ELP ha recalcado que las normas relativas al papel deben ser compatibles dentro de la Comunidad Europea y que la producción del papel libre de ácido es cada vez mayor y más asequible económicamente, por lo que el precio no puede continuar siendo una objeción para el uso de dicho papel.
Esto nos lleva a la conclusión que la tecnología actual puede compatibilizar las necesidades de la producción de papel con la necesidad perentoria de cuidar el medio ambiente y que ello hará factible un papel que no sea un factor agresivo en la depredación de árboles madereros.
El libro electrónico al ser un producto que no afecta el medio ambiente, significa también un gran avance en este importante campo de la interrelación del hombre con su medio.
Todo lo anteriormente dicho no significa desconocer que la cultura del papel, con un papel de calidad que proteja el medio ambiente todavía tiene para largo, porque muchísimo de lo que uno obtiene vía Internet es almacenado en los discos duros o en los disquetes a veces en su forma original pero en otras copiado en word y para ello dándole una nueva configuración en cuanto a formato, fuente, convirtiendo tablas en texto, etc. y en una gran proporción luego impreso, claro que perdiéndose la hipertextualidad en el formato impreso pero sabiendo que a dicha intertextualidad podemos volver cuando lo deseemos porque lo tenemos almacenado en nuestros disquetes o disco duro.
Retomemos la perspectiva pedagógica, que es nuestra especialidad y nuestra preocupación, y veamos cómo se considera que actualmente, con estas últimas generaciones, se está perfilando lo que ha dado en llamarse la «generación clic» la cual va a terminar por sustituir a la «generación zapping» y ello va a implicar (realmente ya lo está haciendo) la aparición de una escuela clic, que ha convertido en un fetiche la computadora e internet (no se puede negar el carácter de fetiche también del libro).
Ya hemos citado el artículo, muy importante por las ideas y datos que en el se encuentran, titulado «Je clique, donc je pense» (http://www.sciences-po.fr/observatoire/obs4/clique.htm) y en el cual leemos acerca de la grave preocupación que en Francia existe por el relativo atraso de ese país, con relación a otros países desarrollados, en lo que se refiere a internet en el sistema educativo. El «Je clique, donc je pense» presentado a la manera del «cogito ergo sum» de Descartes, refleja a la generación clic. Pero como señal Thierry Leterre si bien es cierto que hay cierta semejanza entre las características de las generaciones zapping y clic, sin embargo también hay importantes diferencias, que favorecen a la segunda. Cuando se hace zapping, quien determina lo que se quiere ver no es el que tiene en su manos el «control remoto» sino el canal de televisión, en tanto que cuando se hace clic se salta, es cierto, de un sitio a otro, pero esto se hace en función de un interés personal y se puede imaginar lo que le espera al hacer el salto y, por otra parte se busca lo que uno desea. Podemos estar, por ejemplo, con un CD-Rom, «leyendo» una enciclopedia y ella abrirnos la posibilidad de conectarnos a internet sobre el tema del cual estamos informándonos. Es verdad que haciendo clic haremos el salto e iniciaremos la «navegación» como cibernautas, pero quien ha decidido salir de la enciclopedia e internarse en el ciberespacio somos nosotros y sabemos a donde nos dirigimos. Ello es, innegablemente, una diferencia cualitativa muy grande entre el zapping y el cliqueo. Nos espera pues una escuela y un sistema educativo que ha de superar los graves problemas y daños acarreados por la escuela zapping. Ha de superarse la escuela zapping y podrá lograrse la gran síntesis entre los valores de la escuela tradicional y los de la llamada escuela nueva, logrando una escuela donde los alumnos salgan "sabiendo muchas cosas" pero además aprendan a pensar, desarrollen su recto juicio y grandes virtudes morales. Una escuela donde se haya hecho carne la idea de que no existe contradicción alguna entre el "saber mucho" y "pensar bien", sino por el contrario que ambos fenómenos son mutuamente causa y efecto en un proceso de retroalimentación (Ignacio Massun). Se podrá hacer realidad el «hombre integrado» es decir el salto cualitativamente superior con relación al «homo videns», uniendo, como dice Yolanda Osterling, "lo antiguo con lo nuevo, el concepto y la visión, la imaginación verbalizada y la imagen conceptualizada…" (Osterling H., Yolanda ‘Homo videns’, "El Comercio" de Lima, 9 de setiembre de 1998, sección A, página 3).
Como dice Patricia Halaban: "Podemos presumir que en el futuro, el libro y el ordenador coexistirán, y que cada uno de ellos se utilizará en beneficio de las funciones y de las necesidades personales y sociales que puedan satisfacer, sin desmedro del resto de las tecnologías, donde se integrarán la autoridad emanada de los autores legitimados, la pluralidad de mundos de documentación y la multiplicidad de creaciones individuales". (Halaban, Patricia, "Texto e Hipertexto:¿Muerte del libro?" Universidad Blas Pascal. Córdoba-Argnetina; http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm)
En fin, una escuela y en general una sociedad que ha de disponer todavía por algún tiempo, y en armónica coexistencia, del libro en dos soportes: sobre papel y digitalizado. Ya hemos dicho que el libro escrito imitó al libro manuscrito y que actualmente el libro electrónico trata de aprovechar al máximo las bondades del formato del libro escrito sobre papel. Pero asimismo el libro tradicional recibirá (ya la está recibiendo) la influencia de la informática y comenzará a utilizar, con las limitaciones enormes que es fácil comprender, los recursos de Internet y los libros electrónicos. En el "Diccionario de Dudas" de Ramón Sol (Barcelona: Editorial Planeta-De Agostini S.A., 2001), leemos: "Además, un sencillo sistema de remisiones al final de algunas entradas permitirá al lector «navegar» por el texto –como se dice ahora en el ámbito del omnipresente Internet-, o sea, conocer otras palabras que presentan problemas parecidos desde el punto de vista léxico, gramatical o conceptual" (Op. cit.’ P. 13). Y en verdad que este sistema logra su objetivo de hacer que saltemos de una a otra u otras palabras para comparar y reforzar conocimientos.
Si el libro impreso comenzó buscando que asemejarse a los libros manuscritos y los libros electrónicos tratan de tener todas las bondades del libro tradicional, no nos debemos extrañar que las cosas buenas (y una de las grandes cosas creadas por el hombre es el libro) no mueran en realidad sino que pervivan adoptando solo nuevas modalidades y que en realidad solo se tratan de nuevos soportes. Como nos dice Edwin S. Gleaves, el libro, como el gato, tiene muchas vidas, porque puede presentarse en diversos formatos e incluso en diversos soportes, aunque esto implique un concepto amplio del libro en sí mismo. El autor citado nos dice que actualmente el libro puede salir en varios formatos: hardback, paperback, en revistas, en screenplays, en libro parlantes (grabados), para no hablar de los libros multimedia (CD-ROM) y de los e-book. El libro y sobretodo la lectura tienen su vida asegurada y, en el caso del libro, está garantizado que sobrevivirá cuando ya se haya extinguido la especie humana, de no mediar la desaparición no solo de la especie humana sino del planeta todo por algún cataclismo cósmico. ¿Para quiénes y para qué sobrevivirán los libros creados por el hombre a través del tiempo y del espacio? . Solo Dios lo ha de saber.
Ligado íntimamente con el futuro del libro y el libro del futuro se encuentra el futuro de la biblioteca y la biblioteca del futuro. En un ensayo muy interesante publicado por José Miguel Oviedo en el Suplemento dominical de "El Comercio" de Lima, de 14 de julio de 2002, titulado «Biblioteca sin libros» se analiza como las bibliotecas actuales, en los Estados Unidos, tienden a ir reemplazando los libros en átomos por los libros en bites y ello como consecuencia de que al ritmo como crecen algunas bibliotecas en cuanto a libros, revistas y periódicos se está generando un problema que se va convirtiendo en inmanejable, cual es el concerniente a la exigencia de cada vez mayor cantidad de espacio para guardar esos materiales y que por ello el almacenamiento electrónico es la solución. Por supuesto que esto se da en las bibliotecas de los países ricos, porque en los países pobres las bibliotecas públicas, las bibliotecas escolares, las bibliotecas universitarias carecen de los fondos necesarios para la adquisición de material bibliográfico y de otros tipos. Pero volviendo a los países ricos, allí ya se va haciendo realidad la biblioteca que almacena su material en forma electrónica. Esta nueva biblioteca, nos señal J.M. Oviedo, permitiría que el tránsito de los lectores por ella así como el número de personal de la misma pueda reducirse significativamente y sin afectar a los usuarios, "pues estos podían consultar las obras desde su computadora doméstica, leer e imprimir cuanto quisieran , sin molestar a nadie y sin tocar un solo libro…" ¿Una biblioteca sin libros, una mera "chipoteca", según expresión de Oviedo?. La incineración de materiales bibliográficos poco o nada leído y que solo ocupan espacio es ya una realidad en los Estados Unidos. Como nos recuerda Oviedo es la ficción de Fahrenheit 451 (la temperatura a la que arde el papel) hecha realidad. Oviedo finaliza su artículo diciéndonos: "La era informática nos ha abierto maravillosos horizontes, pero ha cerrado otros. Nos está haciendo olvidar que no solo leemos para estar informados, sino por puro placer, donde no hay reglas ni datos cuantificables".
Es innegable que la biblioteca al igual que el libro tiene asegurada su existencia. Innegablemente sufrirá los cambios que la tecnología le impone. Ya una biblioteca no sólo es un repositorio de libros, revistas y periódicos. Cuenta con vídeos, películas, CD de audio, CD-ROM y por supuesto las infaltables computadoras u ordenadores e Internet. Considero que la biblioteca del futuro ha de seguir deparando a los verdaderos amantes de la lectura ya no solo textos sino también imágenes, animaciones, películas, vídeos, etc. También los excelentes cederrón despiertan similar sentimiento posesorio y amatorio por parte de los amantes de la lectura. Una videoteca, por ejemplo, es capaz de brindarnos no sólo excelente información sino un placer inimaginable; se puede aprender en forma placentera. (Véase si no los programas grabados de los canales de cable dedicados exclusivamente a temas culturales en las más variadas áreas de la cultura humana). Aquí también debemos dejar a un lado la novofobia. Y, por otra parte, debemos tener presente que los países ricos apenas constituyen 1/6 de la población mundial y que por lo tanto su supuestos o reales problemas no lo son de toda la humanidad. Aparte que consideramos que la tendencia a la biblioteca electrónica no ha de eliminar, por lo menos en un futuro a corto y mediano plazo la presencia del libro, la revista y los periódicos físicos. Cuando esto ocurra solo habremos evolucionado de una soporte a otro de la escritura. Y si la bibliotecas mesopotámicas estaban conformadas por libros hechos en tabletas de arcilla, las egipcias de papiro, para después surgir las de libros en pergamino y luego aparecer las de libros en papel, tal vez en un futuro lo sean en un soporte electrónico que ha de requerir un material (monitor actualmente) para hacerse tangible, aunque esta tangibilidad sea transitoria pero eterna y ubicua. La reapertura de la celebérrima Biblioteca de Alejandría es una muestra de la biblioteca actual. Su monumental edificio tiene capacidad para 8 millones de volúmenes (cuenta ahora sólo con 240.000 volúmenes) y alberga, además, un centro de conferencias para 3200 personas, un planetario y cinco institutos de investigación entre los que se encuentran la Escuela Internacional de Estudios en Información, el Laboratorio de Restauración de Manuscritos Raros y un centro de Estudios del Internet que ya ha permitido que algunos de los 10.000 manuscritos y libros raros de la rica colección de la biblioteca hayan sido digitalizados. En sus 45.000 metros cuadrados funcionarán también tres museos (uno dedicado a manuscritos, otro a la caligrafía y un tercero a la ciencia) y cuatro galerías de arte.
El proyecto costó 220 millones de dólares, de los cuales 120 fueron aportados por el Estado egipcio y el resto por donaciones. El más insólito de los benefactores fue Saddam Hussein, cuyo cheque, por 21 millones de dólares, alcanzó afortunadamente las arcas de la biblioteca una semana antes de su invasión de Kuwait, en 1990.
Al llegar al final de este trabajo deseo terminar con las palabras de Edwin S. Gleaves. Referidas justamente al futuro del libro, de las bibliotecas y en general la cultura basada en el libro. Él nos dice: «Yo creo que podemos vivir en este mundo sin tener que abandonar la cultura libresca, ni la profesión bibliotecaria (el se desempeñaba como State Librarin and Archivist en el Estado de Tennessee). Un futuro sin esta cultura, un futuro sin esta profesión, sería, creo yo, un cuerpo sin corazón, un futuro sin futuro».
A lo largo del trabajo hemos citado la bibliografía utilizada y establecido los links que consideramos de gran importancia Aquí sólo me limitaré a mencionar los estudios que considero imprescindibles de ser consultados para iniciar cualquier investigación sobre el tema, tanto en formato tradicional como estudios valioso que se encuentran en internet
-Abaitua, Joseba e Iván Fernández Peláez "Texto e Hipertexto" Programa de doctorado en Lenguas y Literatura. 1996/97 y 1998/99. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Deusto.
URL: http;//www.serv-inf.deusto.es/abaitua/konzeptu/htxt/hipertxt.htm#crono
Consultado: 31-032003
-Aguadero, Francisco. "La sociedad de la información" (Madrid: Acento Editorial, 1997)
-Aguirre Romero, Joaquín Mª "El futuro del libro" (http://www.ucm.es/info/especulo/numero5/futlibro.htm)
-Battro, Antonio, M. y Percival J. Denham "La Educación digital"
http://www.byd.com.ar/edwww.htm
-Bianchini, Adelaine "Concepto y definiciones de hipertexto"
http://www.ldc.usbvel~abiannc/hipertext.html
-Birkerts, Sven "Elegía a Gutenberg. El futuro de la lectura en la era electrónica" (Madrid: Alianza Editorial S.A., 1999)
-Bueno, Gustavo. "Telebasura fabricada y telebasura desvelada" ABC Madrid, sábado 23/02/2002/. ABC Cultural N° 52. Portada y páginas 5 a 9.
URL: http://www.fbueno.es/hem/2002b23.htm . Consultado el 06/03/2003
-Calvet, Louis-Jean "Historia de la escritura. De Mesopotamia hasta nuestros días" (Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A.; 2001)
-Calvo Revilla, Ana. "Lectura y escritura en el hipertexto" (En: Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2002)
El URL de este artículo es http://www.ucm.es/info/especulo22/numero/hipertex.html
-Cavallo, Guglielmo (Director). "Libros, editores y público en el Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica" (Madrid: Alianza Editorial S.A. Alianza Universidad,1995)
-Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier. (Directores) "Historia de la lectura en el mundo occidental" (Madrid: Santillana S.A. Taurus, 1998)
-Chartier, Roger. "Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna" (Madrid: Alianza Editorial S.A., Alianza Universidad, 1994
-Chartier, Roger. "El concepto del lector moderno" En: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes .- http://cervantesvirtual.com/historia/CarlosV/cultura.shtml
-Checa Cremades, José Luis "El Libro Antiguo" (Madrid: Acento Editorial, 1999)
-Croatto, José Severino S.J. "Origen y evolución del alfabeto" (Buenos Aires: Editorial Columba, 1968)
-Czarny, Marcela "La escuela en Internet, Internet en la escuela. Propuestas didácticas para docentes no informatizados" (Rosario-Argentina: Homo Sapiens Ediciones, 2000)
– Dahl, Svend. "Historia del libro" (Madrid: Alianza Editorial S.A., 1999)
-Eco, Umberto "El futuro del libro" (http://www.utec.edu.sv/campus/intelecto/libro.htm)
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URL del artículo: http://www.debiblio.vol1.netnet/articulos/rt2.html
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-Galo, Igor. "Diccionario de Internet" (Madrid: Acento Editorial, 2001)
-García «Garanz», Fernando. "Libros en Internet" (Madrid: Editorial Espasa Calpe S.A. 1998)
Gleaves, Edwin S. "¿
Cómo será el futuro? La tecnología, la lectura y las biblioteca en el siglo XXI.(Ponencia preparada para la Asamblea Anual de la Sociedad de Bibliotecarios de Puerto Tico el 3 de mayo de 1996)
URL de esta ponencia:
-González-Manet, Enrique. "Introducción a la era de las nuevas tecnologías"
http://www.cubaperiodistas.cu/enfoques/sis/era.htm
-Halaban, Patricia. "texto e hipertexto:¿Muerte del libro?" En: Campus en línea. Revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Tecnológica de El Salvador"
URL: http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm
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-Halaban, Patricia. "Nuevas tecnologías de la información y de la comunicación: Luces y sombras en el proceso educativo" En: Campus en línea. Revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Tecnológica de El Salvador"
URL: http://www.utec.edu.sv/campus/campus.htm
Consultado el: 31/-03/2003
-Lameiro, Máximo y Roberto Sánchez, "Vínculos e Internet. Investigación cualitativa acerca de nuevas formas de vincularse" (http://www.campogrupal.com/vinculos.html)
– López de Prado, Rosario. "Historia del libro y de la biblioteca" Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA) [ http://www.geocities.com/zaguan2000/000.html ]
-Manguel, Alberto. "Una historia de la lectura". (Santa Fe de Bogotá: Editorial Norma, 1999)
-Massun, Ignacio "La escuela zapping" (http://www.metodos.com.ar/docente/zapping.html)
-Mazzilli, Román. "Algunas imprecisiones sobre nuestra realidad virtual: La tecnofobia de Gutenberg a Internet" (http://www.campogrupal.com/tecnofobia.html).
-Moreno de Alba, José G. "Del incunable al disco compacto""http://cvc.cervantes.es/obref/congresos/zacatecas/libro/ponencias/moreno.htm
-Negroponte, Nicholas, "El mundo digital. El futuro que ha llegado a ser" (España: Suma de letras, S.L.,Biblioteca Bolsillo; 2000)
-Pastor Sánchez, Juan Antonio y Tomás Saorín Pérez "El hipertexto documental como solución a la crisis conceptual del hipertexto. El reto de los documentos cooperativos en redes" [<http://debiblio.yoll.net/articulos/art13.html > Consultado el 24/03/2002]
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-Wilson, Tom "La publicación electrónica y el futuro del Libro" (Presentado en el Congreso Internacional sobre Ciencia del Libro en conmemoración del 450 aniversario del primer libro lituano, Universidad de Vilnius, Lituania, 24-28 de septiembre de 1997)
http://www.bibnal.edu.ar/paginas/recursosbiblio/future.htm
HISTORIA DE LA LECTURA EN EL MUNDO OCCIDENTAL
Historia de la lectura en el mundo occidental Guglielmo Cavallo, Roger Chartier – Coordinadores. Editorial Taurus
http://www.lander.es/~lmisa/histlect.html (Actualmente ya no se halla la página)
Consultado: Octubre 2002
Incluyo esta página web que ya ha sido retirada porque varias personas me hicieron notar que el URL que citaba ya no figuraba y como lo señalo en la introducción incluso me solicitaron, de ser factible, alcanzarles un copia. Además de ser muy valiosa considero que su lectura digital, que es tan sólo una pequeña parte de la obra total, servirá como un poderoso atractivo (tal como fue en mi caso) para leer la obra completa que Ediciones Taurus publicara en tapa dura en 1998 y en edición rústica, pero en un hermosa presentación con una práctica cajita protectora en su edición 2001.
El simple acto de la lectura implica, en realidad, miles de significados que este libro -la primera gran síntesis histórica en la materia- nos revela. Leer uno o varios textos, en voz alta o en silencio, rápidamente o descifrándolos con dificultad, en un manuscrito o en un ordenador, equivale, cada vez, a recrear el sentido de lo escrito en función de nuestras propias competencias y expectativas.
Fruto del trabajo de los máximos especialistas en el tema, esta Historia pone en evidencia los cambios fundamentales que han tenido lugar en la lectura -de la lectura silenciosa en la Grecia Antigua a las novedades introducidas por la imprenta y las revoluciones electrónicas que estamos viviendo. También nos presenta historias de objetos, de los libros en sus diversas formas, así como historias de los hombres y de las mujeres, adultos o jóvenes, de sus gestos y costumbres, de los espacios y los tiempos reservados a la lectura…
INTRODUCCIÓN Por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier
La Grecia arcaica y clásica. La invención de la lectura silenciosa. Por Jesper Svembro
Entre el Volumen y el Codex. La lectura en el mundo romano. Por Guglielmo Cavallo
La Alta Edad Media. Por Malcolm Parkes
Leer por leer: Un porvenir par la lectura. Por Armando Petrucci
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INTRODUCCIÓN Por Guglielmo Cavalo y Roger Chartier
Una historia de largo alcance de las lecturas y los lectores ha de ser la de la historicidad de los modos de utilización, de comprensión y de apropiación de los textos. Considera al «mundo del texto» como un mundo de objetos, formas y ritos cuyas convenciones y disposiciones sirven de soporte y obligan a la construcción del sentido. Por otro lado, considera asimismo que el «mundo del lector» está constituido por «comunidades de interpretación» (según la expresión de Stanley y Fish), a las que pertenecen los lectores/as singulares. Cada una de esta comunidades comparte, en se relación con lo escrito, un mismo conjunto de competencias, usos, códigos e intereses. Por ello, en todo este libro se verá una doble atención: a la materialidad de los textos y a la practica de sus lectores.
«Los nuevos lectores contribuyen a elaborar nuevos textos, y su nuevos significados están en función de sus nuevas formas». De ese modo designa D.F. McKenzie con sobrada agudeza el doble conjunto de variaciones -las de las formas de lo escrito y las de la identidad de los públicos- que ha de tenerse en cuenta toda historia deseosa de restituir el significado movedizo y plural de los textos. En la presente obra hemos sacado provecho de la constatación de diferentes maneras: descubriendo los principales contrastes que, a la larga oponen entre sí a las diferentes maneras de leer; caracterizando en sus diferencias las prácticas de las diversas comunidades de lectores dentro de una misma sociedad; prestando atención a las transformaciones de las formas y los códigos que modifican, a la vez, el estatuto y el público de los diferentes géneros de textos.
Semejante perspectiva, si bien está claramente inscrita en la tradición de la historia del libro, tiende, sin embargo, a desplazar sus cuestiones y trayectorias. En efecto, la historia del libro se ha dado como objeto de la medida de la desigual presencia del libro en los diferentes grupos que integran una sociedad. De lo cual se infiere, en consecuencia, la construcción totalmente necesaria de indicadores aptos para revelar las distancias culturales: por ejemplo, para un lugar y un tiempo dados, la desigual posesión del libro, la jerarquía de las bibliotecas en función del número de obras que contiene o la caracterización temática de los conjuntos a tenor de la parte que en ellas ocupan las diferentes categorías bibliográficas. Desde ese enfoque, reconocer las lecturas equivale, ante todo, a constituir series, establecer umbrales y construir estadísticas. El propósito, en definitiva, consiste en localizar las traducciones culturales de las diferencias sociales.
Esa trayectoria ha acumulado un saber sin el que hubieran resultado impensables otras indagaciones, y este libro, imposible. Sin embargo, no es suficiente para escribir una historia de las prácticas de la lectura. Ante todo, postula de modo implícito que las grandes diferencias culturales están necesariamente organizadas con arreglo a un desglose social previo. Debido a ello, relaciona las diferencias en las prácticas de ciertas oposiciones sociales construidas a priori, ya sea a la escala de contrastes macroscópicos (entre las élites y el pueblo), ya sea a la escala de diferenciaciones menores (por ejemplo, entre grupos sociales jerarquizados por distinciones de condición o de oficio y por niveles económicos).
Y lo cierto es que las diferenciaciones sociales no se jerarquizan con arreglo a una rejilla única de desglose de lo social, que supuestamente gobierna tanto la desigual presencia de los objetos como la diversidad de las prácticas. Ha de invertirse la perspectiva y localizar los círculos o comunidades que comparte una misma relación con lo escrito. El partir así de la circulación de los objetos y de la identidad de las prácticas, y no de las clases o los grupos, conduce a reconocer la multiplicidad de los principios de diferenciación que pueden dar razón a las diferencias culturales: por ejemplo, la pertenencia a un género o a una generación, las adhesiones religiosas, las solidaridades comunitarias, las tradiciones educativas o corporativas, etc.
Para cada una de las «comunidades de interpretación» así identificadas, la relación con lo escrito se efectúa a través de las técnicas, los gestos y los modos de ser. La lectura no es solamente una operación intelectual abstracta: es una puesta a prueba del cuerpo, la inscripción en el espacio, la relación consigo mismo o con los demás. Por ello, en el presente libro, se ha prestado una atención muy particular a las maneras de leer que han desaparecido o que, por lo menos, han quedado marginalizadas en el mundo contemporáneo. Por ejemplo, la lectura en voz alta, en su doble función de comunicar lo escrito a quienes no lo saben descifrar, pero asimismo de fomentar ciertas formas de sociabilidad que son otras tantas figuras de lo privado, la intimidad familiar, la convivencia mundana, la connivencia entre cultos. Una historia de la lectura no tiene que limitarse únicamente a la genealogía de nuestra manera contemporánea de leer, en silencio y con los ojos. Implica igualmente, y quizá sobre todo, la tarea de recobrar los gestos olvidados, los hábitos desaparecidos. El reto es considerable, ya que revela no sólo la distante rareza de prácticas antiguamente comunes, sino también el estatuto primero y específico de textos que fueron compuestos para lecturas que ya no son las de sus lectores de hoy. En el mundo clásico, en la Edad Media, y hasta los siglos XVI y XVII, le lectura implícita, pero efectiva, de numerosos textos es una oralización, y sus «lectores» son los oyentes de una voz lectora. Al estar esa lectura dirigida al oído tanto como a la vista, el texto juega con formas y fórmulas aptas para someter lo escrito a las exigencias propias del «lucimiento» oral.
Contra la representación elaborada por la propia literatura y recogida por la más cuantitativa de las historias del libro, según la cual el texto existe en sí, separado de toda materialidad, cabe recordar que no hay texto alguno fuera del soporte que permite leerle (o escucharle). Los autores no escriben libros: no, escriben textos que se transforman en objetos escritos -manuscritos, grabados, impresos y, hoy, informatizados- manejados de diversa manera por unos lectores de carne y hueso cuyas maneras de leer varían con arreglo a los tiempos, los lugares y los ámbitos.
Ha sido ese proceso, olvidado con harta frecuencia, el que hemos puesto en el centro de la presente obra, que pretende localizar, dentro de cada una de las secuencias cronológicas escogidas, las mutaciones fundamentales que ha ido transformando en el mundo occidental las prácticas de lectura y, más allá, sus relaciones con lo escrito. A ello se debe la organización a la vez cronológica y temática de nuestro volumen, articulado en trece capítulos que nos llevan desde la invención de la lectura silenciosa en la Grecia clásica hasta las prácticas nuevas, permitidas y a la vez impuestas por la revolución electrónica de nuestro presente.
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LA INVENCIÓN DE LA LECTURA SILENCIOSA
Por Jesper Svenbro
En su artículo «Silent Reading in Antiquity» (1968), Bernard Knox cita dos textos del siglo V a.C. que parecen demostrar que los griegos -o para ser más precisos, algunos de ellos- practicaban la lectura silenciosa, y que en la época de la guerra del Peloponeso, los poetas dramáticos podían contar con una familiaridad de su público con ella. El primero de esos textos era un pasaje del Hipólito de Eurípides, que data del 428 a.C. Teseo ve la tablilla de escritura que pendía de la mano de Fedra, y se pregunta qué era lo que le podía anunciar. Rompe el sello. El coro interviene para cantar su inquietud, hasta que le interrumpe Teseo, exclamando: «¡Ay! ¿Qué desgracia intolerable, indecible, vendrá a añadirse a la desgracia? ¡Infortunado de mí! A petición del coro, revelará después el contenido de la tablilla, no leyéndola en voz alta, sino resumiendo su contenido. La había leído claramente en silencio, durante el canto del coro.
El segundo texto de Knox es un pasaje de Los caballeros de Aristóteles, fechado en 424 a.C. Se trataba de la lectura de un oráculo escrito, que Nicias logró robarle a Paflagón: «Déjamelo para que lo lea», le dice Demóstenes a Nicias, quien le escanciaba una primera copa de vino y le pregunta: «¿Qué dice el oráculo?» A lo que Demóstenes, absorto en su lectura, le replica: «¡Lléname otra copa!» «¿De veras dice que te llene otra copa?», le pregunta entonces Nicias, creyendo que se trataba de una lectura en voz alta hecha por Demóstenes. Esa broma se repite y se amplía en los versos siguientes, hasta que Demóstenes le revela a Nicias: «Aquí dentro se dice cómo va a parecer el propio Paflagón». Le ofrece luego un resumen del oráculo. No lo lee: lo ha hecho ya, en silencio. Ese pasaje nos presenta a un lector que tenía la costumbre de leer para sus adentros (y que hasta sabía hacerlo y pedir de beber al mismo tiempo…) junto a un oyente que no parecía acostumbrado a esa práctica sino que toma las palabras pronunciadas por el lector por palabras leídas, cuando en realidad no lo eran.
La escena de Los caballeros es especialmente instructiva, por menos de entrada, porque indica que la práctica de la lectura silenciosa no era una cosa conocida por todos en 424 (Platón tenía entonces cinco años), aunque se daba por supuesto que el público de la comedia la conocía. Era una práctica reservada a un número limitado de lectores, y sin duda desconocida por buen número de griegos, sobre todo -cabe pensar- por los analfabetos, que no conocían la escritura más que «desde fuera». Además, conviene recordar que los dos documentos citados eran de procedencia ateniense; en lugares como Esparta, donde se esforzaban por limitar la enseñanza de las letras a «lo estrictamente necesario», la lectura silenciosa debió ser todavía menos susceptible de ser conocida, y menos practicada. Para el lector que leía poco y de manera esporádica era probable que el desciframiento lento y a tientas de lo escrito no engendraría la necesidad de una interiorización de la voz, ya que la voz era precisamente el instrumento mediante el cual la secuencia gráfica era reconocida como lenguaje. Ya hemos visto que la sonorización de lo escrito se programaba, negativamente, mediante la ausencia de intervalos. Y si esa sonorización era un valor en sí, ¿por qué s iba a sentir la necesidad de abandonar la scriptio continua, obstáculo técnico al desarrollo de la lectura silenciosa?
Porque la ausencia de intervalos era un obstáculo, y lo siguió siendo. Pero no fue un obstáculo insalvable, como cabría creerlo partiendo de la experiencia medieval, en la cual, según Paul Saenger, la word division fue una condición necesaria para que pudiera difundirse la lectura silenciosa, practicada por monjes que copiaban textos en silencio. Porque, como acabamos de comprobar, los griegos parecen haber sabido leer en silencio, aun conservando la scriptio continua. Como sugiere Knox, el manejo frecuente de grandes cantidades de texto abrió la posibilidad de una lectura silenciosa en la Antigüedad, silenciosa y, por tanto, rápida. En el siglo V a.C. es verosímil que Heródoto abandonase la lectura en alta voz en el transcurso de su labor de historiador; y, ya en la segunda mitad del siglo VI, quienes en Atenas bajo los pisistrátidas se ocuparon del texto homérico con miras así filológicas -como pudo hacerlos el poeta Simónides- tuvieron sin duda la ocasión de aplicar esa técnica. Técnica reservada a una minoría, claro está, pero una minoría importante en la que se hallaban desde luego los poetas dramáticos.
La introducción del intervalo no bastó para generalizar la lectura silenciosa en la Edad Media. Fue preciso algo más que esa innovación técnica llevada a cabo ya en el siglo VII de nuestra era. Fueron precisas las exigencias de la ciencia escolástica para que las ventajas de la lectura silenciosa -rapidez, inteligibilidad- fueran descubiertas y explotadas en gran escala. Efectivamente, fue en el seno de la ciencia escolástica donde pudo «cuajar» la lectura silenciosa, si bien permaneció prácticamente desconocida en el resto de la sociedad medieval. Y del mismo modo -digo yo- el manejo de grandes cantidades de textos no sería un factor suficiente para que la lectura silenciosa «cuajase» a lo largo del siglo V a.C. en determinados círculos de la Grecia antigua. La lectura extensiva parece más bien ser fruto de una innovación cualitativa en la actitud respecto de lo escrito. Fruto de todo un contexto mental, nuevo y poderoso, capaz de reestructurar las categorías de la lectura tradicional. Porque no cabe que la lectura silenciosa fuese estructurada solamente por el hecho cuantitativo: verdad es que el propio Knox no cita más que a autores postclásicos -por ejemplo, el muy erudito Dídimo de Alejandría, autor de varios millares de libros- cuando quiere evocar las dilatadas lecturas de los clásicos. Puede serlo, en cambio, mediante la experiencia del teatro.
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ENTRE EL VOLUMEN Y EL CODEX. LA LECTURA EN EL MUNDO ROMANO. Por Guglielmo Cavallo
¿En qué momento podemos empezar a hablar de la presencia de verdaderos libros en Roma y de la aparición allí de una práctica real de la lectura? En la Roma de los primeros siglos, el uso de la escritura debe considerarse circunscrito al cuerpo sacerdotal y a los grupos gentilicios, depositarios de los saberes fundamentales de la ciudad, el sacramental y el jurídico, de la medida del tiempo, del orden analítico de los acontecimientos: conocimientos que se encontraban recogidos en libros lintei (de tela de lino, en los cuales se conservaba fundamentalmente el saber sacramental) o en tabulae lignarias. Desde el aspecto más específico de la literatura de Roma, sus formas primitivas estaban relacionadas con el restringido círculo de la clase dirigente y con exigencias concretas de la vida social: prosa oratoria de estilo sobrio, mortuorum laudationes, informes de magistratura, memorias de la ciudad escritas sin ornamento retórico alguno. Catón el Censor (234-149 a.C.) leía sus oraciones en tablillas; y él mismo compuso y escribió: «en gruesos caracteres» -con el objeto de hacerla más clara para la lectura- una «historia de Roma» para que cuando su hijo aprendiera las primeras nociones de la lectura y la escritura pudiera aprovechar la experiencia del pasado. Nos encontramos aún lejos de los verdaderos libros y prácticas de lectura, pero la época de Catón señala un momento de desarrollo.
En el 181 a.C. fueron encontrados los llamados «libros de Numa», rollos de papiro envueltos en hojas de cedro. Estos rollos -por lo que deducimos de fuentes que no dejan de ser contradictorias- en parte eran griegos y de contenido filosófico-doctrinal, fueron quemados porque eran contrarios a la religión institucional; otra parte era latina y de iure pontificum, «de derecho pontificio». Sin embargo eran falsos: «de aspecto demasiado nuevo» los describe Livio; lo cual significa que en aquella época el volumen, el libro en forma de rollo de papiro difundido desde hacía tiempo en el mundo heleno, ya era conocido en Roma, y que aquí se importaba el mismo papiro, de modo que incluso se podían fabricar libros. En ese mismo periodo de tiempo en Ennio y, algunas décadas más tarde, en Lucilo se encuentran los primeros testimonios auténticos de uso de este material escrito -y, por tanto, del rollo como soporte de textos literarios- en el mundo literario.
El fenómeno está relacionado con dos hechos de capital importancia y que connotan la cultura romana entre los últimos años del siglo III y de los inicios del siglo I a.C.: el nacimiento de una literatura latina basada en modelos griegos, y la llegada a Roma de bibliotecas completas griegas, provenientes de botines de guerra, en una época en la que cada vez eran más importantes las influencias helénicas, junto con la aparición de un maniático coleccionismo de objetos de producción griega. De este modo, los libros griegos importados representaron el modelo para el libro latino que estaba a punto de nacer. Obras como la Odisea de Livio Andrónico y el Bellum Punicum de Nevio fueron escritos en volumina de papiro, pero, según parece, originariamente no se repartieron en una serie ordenada de libros siguiendo una programación editorial concreta. Por el contrario, la subdivisión de los Annales de Ennio en dieciocho libros desde su composición, y la partición del proemio de Nevio en siete libros realizada posteriormente por el gramático Ottavio Lampadione, indican que poco a poco se abría paso -gracias a la presencia cada vez más amplia de los modelos de libros griegos- una consciencia de la relación entre texto y libro. Se trataba no sólo de realizar una transposición de las exemplaria Graeca en un contexto cultural diferente, sino también de adquirir una disciplina de conjunto de la organización librera que, inspirandose en esos modelos, pudiera ordenar y disponer el texto para la lectura de un modo cada vez más funcional. LAS MODALIDADES DE LA LECTURA
La lectura del libro literario requería un alto grado de dominio técnico y cognoscitivo. En otros casos era suficiente tener un cierto nivel de alfabetización: en concreto, la lectura de manifiestos, documentos o mensajes se hacía más fácil por la repetición de ciertas fórmulas. Hasta los siglos II y III d.C. «leer un libro» significaba normalmente «leer un rollo». Se tomaba el rollo en la mano derecha y se iba desenrollando con la izquierda, la cual sostenía la parte ya leída; cuando la lectura terminaba, el rollo quedaba envuelto todo él en la izquierda. Estas fases, así como algunos gestos y momentos complementarios, están ampliamente testimoniados en las representaciones figurativas, sobre todo en los monumentos funerarios. En ellos encontramos: el rollo dentro de dos cilindros mantenidos pro ambas manos que delimitan una sección más o menos amplia del texto que se estaba leyendo; el rollo abierto a modo de «lectura interrumpida» sostenido por una sola mano que, asiendo los dos cilindros por los extremos, deja libre la otra mano; el rollo por la última parte, asomando hacia la derecha, pues ya la lectura se estaba concluyendo; y por último, el pergamino completamente enrollado de nuevo, sujeto en la mano izquierda. Algunas fuentes, tanto iconográficas como literarias, demuestran también la utilización de un atril de madera que mantenía el rollo mientras se leía y que está apoyado en el regazo del lector sentado, o bien montado en un pequeño soporte. Según estas modalidades de lectura, se podía variar libremente el segmento de apertura del rollo, de tal modo que se podía leer una sola columna de la escritura, o, normalmente, más columnas, quizá hasta cinco o seis, a juzgar por la medida de la parte desenrollada que muestran algunas representaciones; en este último caso la mirada del lector se iba deteniendo sobre la columna que leía, pasando fácilmente de una a otra durante la lectura del texto. En el caso de los rollos ilustrados, los ojos del lector podían «leer» una secuencia de imágenes casi simultáneamente, completando con la mente las distancias temporales o espaciales entre las escenas representadas.
Pero las descripciones iconográficas muestran asimismo las situaciones de la lectura. Se puede observar al lector solo con su libro o mientras lee ante un auditorio que lo escucha; al maestro en plena lectura en la escuela, al orador que declama su discurso con el escrito ante sus ojos, el viajero leyendo en el carruaje, el comensal tumbado leyendo un rollo que tiene entre la manos y a la adolescente leyendo atentamente de pie o sentada en una galería. De fuentes literarias se sabe que se leía también cuando se iba de caza, mientras se esperaba que la pieza cayera en la red o durante la noche para vencer el tedio del insomnio. La lectura, en definitiva, al igual que en los tiempos actuales, parece haber sido una operación muy libre, no sólo en las situaciones sino también en la fisiología.
Las condiciones para aprender a leer resultan diferentes según las épocas, estado social y las circunstancias. En general, el aprendizaje se producía en el ámbito familiar o con maestros particulares o en la escuela pública. Las fases y los niveles de adiestramiento eran variados y probablemente se procedía con letras de cuerpo diferentes, empezando desde los más grandes. La capacidad de leer podía detenerse en los mínimos indispensables (leer las letras mayúsculas, como Hermerote, el personaje de Petronio), o alcanzar un aprendizaje completo con maestros de gramática y de retórica, llegando a niveles muy avanzados, hasta un perfecto dominio. Pero antes aún de aprender a leer se aprendía a escribir. Los niños en edad escolar (aunque debemos advertir que esta edad se muestra desigual, según las épocas, entre el centro y la periferia, y entre las diversas clases sociales, por lo que no se puede determinar fácilmente) tenían que aprender sobre todo «las figuras y los nombres de las letras» en riguroso orden alfabético, en ocasiones con ayuda de figurillas de marfil u otros objetos similares y entonces aprendían a escribir siguiendo el surco de las letras que el maestro había grabado en una tabla de madera, que después ellos mismos debían grabar con letras; las frases posteriores estaban constituidas por el trazado de sílabas, de palabras enteras y por último, frases.
El aprendizaje de la lectura, separado del de la escritura, se producía en un segundo momento, aunque existían algunos casos -que habían abandonado la escuela en los primeros grados- de personas capaces de escribir, pero no de leer. Del mismo modo, los ejercicios iniciales de lectura tenían base en primer lugar el conocimiento de las letras, después de sus asociaciones silábicas y de palabras completas; el ejercicio continuaba con una lectura realizada lentamente durante largo tiempo, hasta que no se llegaba poco a poco a una emendata velocitas, es decir, un considerable grado de rapidez sin incurrir en errores. El aprendizaje se hacía en voz alta, y mientras la voz pronunciaba las palabras ya leídas, los ojos debían mirar las palabras siguientes, hecho que Quintiliano, que es la fuente de estas noticias, considera una operación dificilísima, pues requería una dividenda intentio animi, es decir, «un desdoblamiento de la atención». Cuando la lectura era ya segura y desenvuelta, la mirada era más rápida que la voz. Se trataba de una lectura visual y vocal a la vez. La expresión elogiosa de Petronio librum ab oculo legit referida a un esclavo-lector alude a esta capacidad del ojo experto en descifrar inmediatamente la escritura, pero queda la duda de si se trataba de una lectura sólo visual (y, por tanto, silenciosa) o también era vocal.
La manera más habitual de leer era en voz alta, fuera cual fuera el nivel o el objetivo, por lo que nos cuenta el mismo Quintiliano y por distintos testimonios. La lectura podía ser directa o también realizada por un lector que se interponía entre el libro y quien lo escuchaba, bien individuo o bien auditorio. En el caso de ciertas composiciones poéticas, se alternaban varias voces lectoras, según la estructura del texto. Estas prácticas explican asimismo la interacción tan estrecha entre scrittura literaria y lectura. La primera estaba dominada por la retórica, que imponía sus categorías a las otras formas literarias: poesía, historiografía, y tratados filosóficos o científicos. Por eso aquélla requería, sobre todo en el caso de lecturas para un auditorio, una lectura expresiva, modulada por tonos y cadencias de voz adecuadas al carácter específico del texto y a sus movimientos formales. No es casual que el término que indica la lectura de la poesía es con frecuencia cantar y canora, pues es la voz la que interpreta. En suma, leer un texto literario era prácticamente ejecutar una partitura musical. Ya desde la lectura escolar en Roma se prevé que el puer, el adolescente, aprenda «dónde… contener la respiración, en qué punto dividir la línea con una pausa, dónde se concluye el sentido y dónde empieza, cuándo hay que alzar o bajar la voz, con qué inflexión se debe articular cada elemento con la voz, cuál es más lento o más rápido, o debe decirse con más ímpetu o más dulzura». Se iniciaba este tipo de ejercicio con la lectura de Homero y Virgilio; luego se pasaba a los líricos, a los trágicos y a los cómicos, pero, por ejemplo se leían de Horacio sólo unos fragmentos y se evitaban las partes más licenciosas; se leían también a los poetas y prosistas arcaicos, En definitiva, en las escuelas de retórica se leían a los oradores y a los historiadores, en silencio, siguiendo por el libro la lectura del maestro, o se turnaban para leer en voz alta, pues de este modo conseguían resaltar los posibles defectos formales del texto. El hecho de leer en profundidad a un autor complejo significaba no detenerse en la «piel», sino llegar hasta la «sangre» y la «medula» de la expresión verbal.
Del esfuerzo que a veces requería la lectura en voz alta da testimonio la terapia del ritmo, que se refiere a la lectura como uno de los ejercicios físicos beneficiosos para la salud, aún más si se piensa que aquélla se acompañaba con movimientos más o menos acentuados de la cabeza, del tórax y de los brazos. De este modo, se puede explicar el motivo iconográfico -frecuente en el caso de la lectura de rollos- de la «lectura interrumpida»: ésta se interrumpía no sólo por motivos ocasionales (explicar un fragmento, comentar algo, hacer una pausa), también para dejar libre una mano y destacar con mayor gestualidad algunos momentos. La voz y el gesto daban a la lectura el carácter de una performance.
La lectura expresiva condicionaba a su vez la escritura literaria, que, por estar destinada a ser leída habitualmente en voz alta, exigía la práctica y el estilo propios de la oralidad. Así, las fronteras entre el libro y la palabra se muestras muy difuminadas. Y, por tanto, la composición del texto acompañada por el susurro de la voz se autógrafa, o se dicta, o bien por la lectura-ensayo del texto, realizada por el autor a los amigos -también de ésta encontramos numerosos testimonios- eran medios funcionales para un escrito que sustancialmente estaba destinado al oído, y que podía resentirse de las excepciones de las rigurosas normas estilístico-retóricas. Así pues, la voz entraba a formar parte del texto escrito en cada fase de su recorrido, desde el remitente al destinatario. «Se deberá componer siempre del mismo modo en el que se deberá dar voz al escrito», teorizaba Quintiliano. De todos modos, existían diferencias de sonoridad en la lectura en voz alta, según las ocasiones y las tipologías textuales.
Dejando aparte el caso de los lectores expertos o profesionales, la lectura era una operación lenta. Una primera dificultad podía ser el tipo de escritura, a veces «librera», caligráfica, y otras veces semicursiva o cursiva y adornada con complicados lazos: no todos lo que tenían práctica en una de ellas eran capaces de leer fácilmente (o incluso solamente leer) la otra. La cadencia sonora, además, frenaba la velocidad de la vista, y cuanto más se frenaba la voz más clara era la lectura, pues se articulaba la pronunciación de los tonos. Pero había además otros factores que dificultaban la lectura rápida. Hasta el siglo I d.C. en Roma se utilizaban interpuncta, los puntos que indicaban la separación la separación entre las palabras; pero a partir de finales de siglo prevaleció incluso en los textos la scriptio continua, muy arraigada en el mundo griego. La escritura era bastante confusa, ya que como era continuada impedía a una vista no suficientemente avezada individualizar enseguida la separación de las palabras y captar el sentido. Para la comprensión del significado del texto era una ayuda segura la articulación vocálica del texto escrito, pues el oído, aún mejor que la vista, podía captar -una vez descifrada la escritura- la sucesión de las palabras, el significado de las frases, el momento de interrumpir la lectura con una pausa. Los signos ortográficos o de puntuación eran funcionales no tanto para la interpretación lógica sino más bien para la estructuración «retórica» del escrito, y tenían como objeto señalar pausas de respiración y de ritmo para la lectura en voz alta; por ello se utilizaban sistemáticamente o tenían un valor invariable.
Había además una ventaja en el uso de la scriptio continua. Ésta proponía un texto neutro al lector, el cual de este modo podía marcar las divisiones y pausas por iniciativa propia en relación con la dificultad del escrito y sobre todo según su nivel de comprensión textual, es decir, su modo de leer. De cualquier modo, a falta de sólidos dispositivos dispuestos por el autor y de la presentación editorial del texto, una buena lectura requería además de un cierto grado de conocimientos y ejercicios, una adecuada preparación material del escrito mediante intervenciones correctas para subdividir las palabras, señalar las pausas e indicar frases afirmativas o interrogativas o estructuras métricas.
«L'un des grands procédes des romains» fue también la práctica de la lectura en público. El «lanzamiento» de las obras literarias se realizaba por medio de una ceremonia colectiva, las recitationes, y en realidad recitar en lengua latina no significa cualquier recitado de memoria, sino la «doble operación de la vista y de la voz», es decir la lectura de un escrito realizada ante un auditorio. Estas recitationes tenían lugar en espacios públicos: auditoria, stationes, theatra. Su duración estaba normalmente medida por el contenido de un rollo; por eso tenían una duración variable, dentro de los límites de las convenciones técnico-libreras al que el rollo mismo estaba sujeto, aparte había casos concretos. Pero lo más importante es destacar el carácter de vínculo social, de complicidad mundana y de hábito intelectual de estas lecturas públicas, las cuales en cuanto «ritos» literarios y sociales contaban con la presencia no sólo de individuos preparados y cultos, menos dados a las cuestiones militares y por ello inclinados a escuchar más que a la lectura, también asistían individuos que no prestaban atención ni tenían interés por ella. Gracias a estos «ritos», la participación en el «lanzamiento» de los libros y en la circulación de ciertas obras comprendía un público más variado y no sólo el de los auténticos lectores.
Además del ejercicio de la lectura individual e íntima, en privado era frecuente la lectura doméstica, ejercitada por un lector, esclavo o liberto; ésta es una figura habitual en las casas de los romanos ricos, de la que poseemos numerosos testimonios. El mismo Augusto tenía lectores a su servicio. Y más en general debemos creer que este hecho normalmente lo ponían en práctica quienes eran capaces de leer por sí mismos. Igualmente, es un dato demostrado la lectura en privado realizada por un lector con ocasión de alguna reunión festiva; y se dan casos también de «ensayos de lectura» que el autor de algún escrito ofrecía a unos pocos amigos íntimos. Estas lecturas contribuían, así, a cimentar amistades, a emprender nuevas relaciones sociales, a perpetuarlas, o, en el caso de las clases emergentes, a imitar hábitos cultos.
Bastante menos frecuente era la lectura silenciosa, pero no era del todo insólita. Tal vez se practicaba fundamentalmente en el caso de cartas, documentos y mensajes, pero existen testimonios -desde Horacio a san Agustín- de que se realizaba incluso con textos literarios. Realmente, sobre todo en el mundo de la Roma imperial, las modalidades de lectura, al igual que las actitudes y las situaciones, se muestran libres. En la época contemporánea, le lectura silenciosa representa la última fase de un aprendizaje que empieza con el método de lectura en voz alta y pasa a través de una lectura en voz baja, de modo que la diferencia entre los dos modos de leer -el vocal y el visual- puede ser considerada índice de un bajo nivel sociocultural en una sociedad determinada. Pero en la Antigüedad, la lectura silenciosa no indicaba una técnica más avanzada respecto a una experta lectura en voz alta; de los testimonios que se poseen de ello parece que se trataba de una elección en la cual influían factores o condiciones especiales, como el estado de ánimo del lector. Debemos creer que aquélla la practicaban individuos que iban siguiendo a la lectura que se hacía en voz alta. Existía además la lectura en voz baja; también ésta correspondía no tanto al nivel de lectura, como a factores de otro orden, relacionados con las situaciones de la lectura o la índole del texto.
Las lecturas especialmente «expresivas» concernían sobre todo a un cierto tipo de literatura, la que estaba dominada por la retórica y sus artificios a los que podían acceder como lectores o como auditorio los individuos más cultos, todo aquellos que conocían los instrumentos de la retórica. Pero había otras lecturas, que respondían a las exigencias de un público estratificado, como era el que se individualizó en los primeros siglos del Imperio. Cuando Apuleyo, en la introducción de su novela, dice que quería acariciar la oreja de sus lectores lepido susurro, destina sus Metamorfosis a ese público para que hagan una lectura individual, en voz baja. En efecto, en voz baja o silenciosa, debía ser la lectura no sólo de la narrativa, sino más en general de la literatura de entretenimiento, que era menos adecuada para realizar en voz alta y en público.
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LA ALTA EDAD MEDIA Por Malcolm Parkes La alta Edad Media heredó de la Antigüedad una tradición de lectura que abarcaba las cuatro funciones de los estudios gramaticales (grammaticae officia): lectio, emendatio, enarratio y iudicium. La lectio era el proceso por el cual el lector tenía que descifrar el texto (discretio) identificando sus elementos -letras, sílabas, palabras y oraciones- para poder leerlo en voz alta (pronuntiatio) de acuerdo con la acentuación que exigía el sentido. La emendatio -un proceso que surge como consecuencia de la transmisión de manuscritos- requería que el lector (o su maestro) corrigiera el texto sobre la copia, por lo que a veces sentía la tentación de «mejorarlo». La enarratio consistía en identificar (o comentar) las características del vocabulario, la forma retórica y literaria, y, sobre todo, en interpretar el contenido del texto (explanatio). El iudicium era el proceso consistente en valorar las cualidades estéticas o las virtudes morales o filosóficas del texto (bene dictorum conprobatio).
El lector había heredado también de la Antigüedad tardía un corpus de conocimientos gramaticales que servían más para facilitar el proceso de leer que para despertar el interés en el propio lenguaje. La rigidez de esta aproximación al lenguaje se prolongó durante mucho tiempo a causa de la creencia de que el hombre debía ocuparse de la lengua en que estaba escrita la palabra de Dios, así como por la tendencia a aceptar la existencia de diferentes sistemas lingüísticos como una consecuencia inevitable de la Torre de Babel.. Las gramáticas tradicionales consideraban la palabra como un fenómeno lingüístico aislado, utilizando criterios morfológicos para establecer un conjunto de clases de palabras llamadas «partes de la oración». Estas gramáticas presentaban y analizaban los paradigmas de formas asociadas («declinaciones y conjugaciones») y las relaciones sintácticas superficiales entre las palabras en la construcción de oraciones («concordancia»). De este modo las gramáticas eran de gran ayuda para el lector, facilitándole el análisis del texto y la identificación de los elementos de la lengua latina, que proporciona una gran cantidad de información morfológica por medio de temas y flexiones. Dicha ayuda resultó valiosísima durante los primeros años de este periodo, cuando los manuscritos se copiaban todavía en scriptio continua, es decir, sin separación de palabras ni indicación de pausas dentro de los párrafos.
Los maestros y escritores cristianos aplicaron esta tradición de la enseñanza gramatical a la interpretación de las Escrituras y, como consecuencia de ello, la educación religiosa y la literaria estuvieron íntimamente ligadas a todos los niveles. Esta situación era distinta de la que se daba en la Antigüedad pagana, donde los círculos culturales más elevados estaban reservados a una élite social. En esta nueva situación se exhortaba a la lectura a todos los cristianos alfabetizados, pero «a aquellos que aspirasen a llamarse monjes no se les podía permitir que permaneciesen en la ignorancia de las letras». Como más tarde señalaría Dhuoda, en un tratado escrito para su hijo, leyendo libros se aprende a conocer a Dios. El estímulo para la lectura pasaba a ser entonces la salvación del alma, y este poderoso aliciente se reflejaba en los textos que se leían. El libro de lectura elemental, y el catón de los niños, pasó a ser el salterio (cuyo conocimiento sirvió durante siglos para comprobar si alguien sabía leer y escribir). Para aquellos que aprendían mejor de los ejemplos que de los preceptos había vidas de santos que caracterizaban los ideales cristianos. Para otros, un nuevo programa de textos conducía a los libros catholicos -el estudio de la divinidad-, que ayudaban al lector a formular la correcta interpretación de la palabra de Dios como alimento para su propia alma. «En los comentarios a las Escrituras aprendemos cómo habría que adquirir y conservar la virtud, y en los relatos de milagros vemos cómo se manifiesta aquello que se ha adquirido y conservado. Los estudios gramaticales y otros textos estaban subordinados a este propósito, y se utilizaban para perfeccionar el conocimiento de la latinidad. San Isidoro observó que «las enseñanzas de los gramáticos pueden incluso resultar provechosas para nuestra vida, siempre que se sepan usar para buenos fines».
DE LA LECTURA ORAL A LA LECTURA SILENCIOSA
Otra novedad fue el cambio de actitud hacia el propio acto de leer. En la Antigüedad se insistía en la expresión oral del texto -lectura en voz alta articulando correctamente el sentido y los ritmos-, lo cual reflejaba el ideal del orador predominante en la cultura antigua. La lectura en silencio tenía por objeto estudiar el texto de antemano a fin de comprenderlo adecuadamente. El antiguo arte de leer en voz alta sobrevivió en la liturgia. En el siglo VII san Isidoro estableció los requisitos que debían cumplir quienes ocupasen el cargo de Lector en la iglesia:
Quien vaya a ser ascendido a este rango deberá estar versado en la doctrina y los libros, y conocerá a fondo los significados y las palabras, a fin de que en el análisis de las sententiae sepa dónde se encuentran los límites gramaticales: dónde prosigue la lectura, dónde concluye la oración. De este modo dominará la técnica de la expresión oral (vim pronuntiationis) sin obstáculos, a fin de que todos comprendan con la mente y con el sentimiento (sensus), distinguiendo entre los tipos de expresión, y expresando los sentimientos (affectus) de la sententia: ora a la manera del que expone, ora a la manera del que sufre, ora a la manera del que increpa, ora a la manera del que exhorta, ora adaptándose a los tipos de expresión adecuada. El principiante también debía leer en voz alta a fin de que el maestro pudiese asesorarlo. Superada la etapa elemental, la fluidez en la lectura y en el uso del latín podía ser estimulada y supervisada leyendo en voz alta en grupo. Durante los siglos IX y X se copiaban con frecuencia las comedias de Terencio, y, puesto que estos textos se habían usado en la Antigüedad para que los estudiantes practicasen la pronunciación y perfeccionasen la elocuencia, era lógico que sirvieran para ese mismo fin en la Edad Media. En el siglo X Roswitha de Gandersheim escribió obras de teatro para las monjas como alternativa cristiana y feminista al pagano Terencio. El interés por esos textos más que entusiasmo por el drama como forma literaria en sí misma, era una manera de adquirir fluidez en el uso de la lengua de la vida espiritual. La lectura en voz alta, o al menos sotto voce, se practicaba asimismo durante la lectio monástica para que el lector ejercitase la memoria auditiva y muscular de las palabras como base para la meditatio. El término empleado en las diversas Reglas para este tipo de lectura era meditari literas o meditari psalmos.
Sin embargo, a partir del siglo VI observamos que se empieza a conceder más importancia a la lectura en silencio. En la Regla de San Benito encontramos referencias a la lectura individual y a la necesidad de leer para uno mismo con el fin de no molestar a los demás. Puesto que ese tipo de lectura debía ser supervisada para garantizar que el lector no se relajase ni se distrajera, de ello se deduce que la lectura en silencio no era infrecuente en esas circunstancias. Si bien san Isidoro había establecido los requisitos para la lectura en voz alta en la iglesia, también consideró la preparación para el oficio de lector como una etapa inicial de la educación eclesiástica. Él mismo prefería la lectura en silencio, que permitía una mejor comprensión del texto, porque (afirmaba) el lector aprende más cuando no escucha su voz. De este modo se podía leer sin esfuerzo físico, y al reflexionar sobre las cosas que se habían leído, éstas se caían de la memoria con menos facilidad.
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UN PORVENIR PARA LA LECTURA. Por Armando Petrucci Un porvenir para la lectura, entendida como una actividad cultural o de deleite para el hombre alfabetizado, está asegurado, en la medida en que es cierto que en el futuro próximo continuará la otra actividad comunicativa fundamental, propia de las sociedades alfabetizadas: la de la escritura. Hasta que dure la actividad de producir textos a través de la escritura (en cualquiera de sus formas), seguirá existiendo la actividad de leerlos, al menos en alguna proporción (sea máxima o mínima) de la población mundial.
Por otra parte, no parece que puedan surgir serias dudas sobre la continuidad en un futuro más o menos cercano de la producción de la escritura por parte de las clases culturales de la sociedad humana. Nuestro mundo produce actualmente, con funciones muy diferentes, una cantidad de escritos mucho mayor de cuanto se producía a principios o mediados de este siglo y de cuanto se haya producido nunca en los siglos pasados; en la mayoría, sino en la totalidad de los casos, se trata de escritura destinado a cualquier actividad de lectura inmediata o distanciada en el tiempo, limitada o difundida socialmente. No vemos de qué modo o por qué esta actividad esencial para el desarrollo de importantes funciones burocráticas, informativas y productivas, podría o debería dejar de existir. En definitiva, los hombres (o algunos de ellos) continuarán leyendo mientras haya hombres (los mismos u otros) que sigan escribiendo para que cuanto escriban sea leído por alguien; y todo ello nos hace pensar que esta situación continuará existiendo al menos durante algún tiempo.
Según Robert Pattison, «La literacy de la época de los faraones en adelante no ha padecido estragos, sino solamente cambios»; y podemos presuponer que seguirá cambiando sin desaparecer.
De modo que no es ésta la cuestión que puede interesar al hitoriador-profeta o al analista de los comportamientos socioculturales de masa. La pregunta que nos interesa es más sutil: ¿cuál será en el futuro próximo la actividad de lectura de los hombres?, ¿cuánto se estenderá socialmente y sobre qué tratará?, ¿Qué importancia y qué funciones tendrá en la sociedad?, ¿la demanda de lectura crecerá o disminuirá? Y cómo se comportarán con respecto a esto las diversas áreas socioculturales del planeta? Y por último, ¿es verdad lo que se ha afirmado recientemente, es decir, que «la actividad de leer se retrae en la misma medida en que la operación de leer se universaliza?».
LO QUE SE LEE, DÓNDE SE LEE
Los historiadores nunca han sido buenos profetas; ellos tienen, como sabemos, numerosas dificultades para investigar e interpretar el pasado y tienen aún más para adivinar el futuro; así pues, nadie puede pedirles que se transformen en videntes.
A pesar de ello, si es lícito aventurar algunas previsiones sobre los comportamiento humano en un sector complejo como el de la culturización, es posible hacerlo sólo partiendo del análisis de los datos relativos a la situación de la alfabetización, de la producción y de la demanda de textos, y de la circulación de publicaciones en el mundo en la última década.
Debemos aclarar en primer lugar que un problema como el que hemos expuesto al principio -y que es el núcleo de este trabajo- no puede afrontarse desde una óptica limitada a los países desarrollados de Europa y de América, sino con una perspectiva a nivel mundial; bien porque el porvenir de la lectura está en juego no donde ésta es una práctica habitual y consolidada, sino allí donde no lo es, bien porque las novedades de la demanda, de la oferta, de los usos y prácticas de la lectura sólo pueden proceder de las situaciones de frontera, allí donde la lectura, de la mayoría y de la élite, ahora se está formando y difundiendo, en situaciones socioculturales absolutamente nuevas respecto al pasado y respecto a los países de antigua alfabetización. Y en el fondo, o sobre todo, también porque, como ha escrito recientemente un historiador de la literatura con resuelta sinceridad:
De ahora en adelante a los intelectuales más rigurosos o sólo más honestos no les será suficiente dar cuenta del privilegio occidental: deberán medirse con el otro, con alguien diferente al que no siempre será posible exorcizar invocando la locura y la barbarie del atraso.
Los datos de los que disponemos, y que provienen de las investigaciones de la UNESCO, presentan un cuadro que está modificándose rápidamente y que está muy diversificado en las diferentes áreas del globo, del cual resulta lo siguiente:
a) El proceso de alfabetización está en lento crecimiento en términos de porcentaje, pero el número de los analfabetos es cada vez mayor en términos numéricos y ya ha superado los mil millones. En 1980 había una tasa de analfabetismo del 28,6 por ciento, correspondiente a 824 millones de individuos; en 1985 el porcentaje había descendido ligeramente al 28 por ciento, pero el número total llegó a 889 millones. Las áreas en las cuales el analfabetismo estaba más difundido están localizadas sobre todo en África (en algunos países árabes y en otros de economía fundamentalmente rural), en América Latina (Guatemala, Ecuador, Perú, Haití y Bolivia), en Asia sobre todo entre los países musulmanes (Pakistán, Afganistán y Arabia Saudí). Aparte de estos casos extremos, un problema de analfabetismo extendido está presente en casi todos los países africanos, en gran parte de los latinoamericanos y en numerosos países asiáticos. Además, también en muchos de los países llamados desarrollados, están presentes altos porcentajes de analfabetismo de regreso y de analfabetismo primario de origen exterior, situado especialmente en las grandes áreas urbanas. Aparte, tenemos el caso de Estados Unidos, donde la difusión social del analfabetismo entre negros, latinoamericanos y empleados urbanos es muy importante y ha dado lugar en la dos últimas décadas a encuestas y a campañas de alfabetización, que prácticamente no han obtenido resultados.
b) Las causas de la permanencia del analfabetismo en grandes áreas del mundo no dependen sólo del bajo nivel económico, sino también de razones políticas e ideológicas. Existen regímenes que no han acogido de buen grado el desarrollo de la educación de masas (por ejemplo, Haití, Perú); otros países, como los musulmanes, en donde la educación de la mujer está bloqueada; efectivamente, una de las consecuencias del analfabetismo femenino, característico de los países que viven con una fuerte ideología religiosa, es un desarrollo demográfico incontrolado, que a su vez contribuye a mantener altas las tasas de analfabetismo general. Las únicas campañas logradas de alfabetización social son las de algunos países (como Cuba, Vietnam y la Nicaragua sandinista) que, con el modelo soviético, han implicado a las mujeres en el proceso educacional y han apoyado campañas de control de natalidad.
c) La producción de libros crece vertiginosamente en todo el mundo, tanto en los dos países gigantes, EE UU y URSS (al menos hasta 1989), como en Europa, como en los países pertenecientes a otras áreas (pero sólo a partir de la última década). En 1975 fueron producidos en el mundo 572.000 títulos; en 1980 715.000; en 1983, 772.000. A principios de los ochenta, Europa, con un 15 por ciento de la población, producía aún el 45,6 por ciento de los libros; la URSS, con el 8,1 por ciento de la población, el 14,2 por ciento y Estados Unidos, con el 7,5 por ciento de la población, el 15,4 por ciento. Este cuadro está destinado a cambiar en el futuro, pero no de un modo radical, ni excesivamente rápido.
d) Por lo que respecta a la prensa, en 1982 se producían en todo el mundo 8.220 periódicos, de los cuales 4.56o en los países desarrollados (en USA, 1815). Era muy abundante la circulación de ejemplares en países con una antigua tradición de lectura y de información: en Gran Bretaña se contaban 690 ejemplares por cada mil habitantes; en Japón, 751; en Suecia y en Alemania del Este, 496; y en Francia, 205.
e) Los préstamos de libros efectuados en las bibliotecas públicas proporcionan datos análogos. Según el cómputo de 1980, Estados Unidos está en cabeza con 986 millones de volúmenes, seguidos de la URSS, con 665 millones, y por Gran Bretaña, con 637; lo que quiere decir que, dado el porcentaje de población, este último es el país en el que la circulación librera por la vía del préstamo es la más alta del mundo. Le siguen Francia con 89 millones, Dinamarca con 79 y Suecia con 77; pero para estos dos últimos países valen las mismas consideraciones que hemos planteado para Gran Bretaña.
Aparte de fenómenos recientes, relacionados sobre todo con positivas evoluciones políticas de áreas o países de América Latina, en África o en Asia, es, pues, evidente que la mayor producción y la más difundida circulación de libros y de periódicos se sitúan en los países más alfabetizados y los más poderosos económicamente; y, en particular, en algunos países europeos con una tradición cultural antigua. Las áreas en las que la circulación de textos escritos es menor o ínfima con aquéllos no sólo débiles económicamente, sino también donde la presión demográfica es más fuerte y se mantiene a la mujer al margen del proceso educacional.
CRISIS DE LA LECTURA, CRISIS DE LA PRODUCCIÓN
El cuadro de la producción y de la circulación de los textos en forma de libro en el ámbito de la cultura escrita de tradición occidental que hasta ahora se ha construido parece dibujar un continente armoniosamente homogéneo, fundado sobre un canon uniformemente aceptado y sobre reglas de ordenación universalmente respetadas. Y sin embargo, las apariencias están desmentidas por recurrentes síntomas de desestabilización y por continuas alarmas de crisis que conciernen tanto a la editorial como a la lectura. Y en efecto, en ambos sectores las contradicciones parecen evidentes, las incertidumbres del programa son grandes y las demandas de intervencionismo estatal resultan deprimentes. ¿Existe, en definitiva, una crisis de la lectura y del libro? ¿Y cómo se configura?
También en este caso para entender es necesario analizar y distinguir. Extrañamente, las alarmas más fuertes vienen de las áreas en que la producción y circulación de los textos impresos son más dinámicas y están más difundidas socialmente, es decir, de los Estados Unidos y de Europa, no de África y América Latina. Japón constituye un caso aparte.
En Estados Unidos, que es el país del mundo que produce más libros y papel impreso y que posee una industria editorial muy sólida y organizada, aunque obsesionada con la idea de una crisis que amenaza con aparecer en cualquier momento, los problemas de los que más se resiente son el del analfabetismo creciente en las áreas urbanas y el del progresivo descenso del nivel de preparación académica de los estudiantes medios y universitarios de las escuelas públicas: en realidad son dos aspectos diferentes del mismo fenómeno.
Según Robert Pattison, el sistema escolástico americano tiende cada vez más a separar una enseñanza de élite, instalada e impartida en los colleges más caros y más preparados, fundado en la cultura oficial y en el absoluto respeto de los usos lingüísticos tradicionales, de una enseñanza de masas, tecnicista y de bajo nivel. «Tenemos -afirma aquél- una literacy del poder y de los negocios y otra literacy, aún en formación, de la energía popular»; y concluye que si esta contraposición se transformase en un enfrentamiento violento de clases y culturas «sería el final del experimento americano». Por otra parte, Estados Unidos es el país en el cual es más clara la diferencia entre una cultura juvenil mediática, volcada en la música rock, el cine, la televisión y los juegos electrónicos y que deja en segundo plano la lectura, limitada ésta a obras de narrativa contemporánea y sobre todo de ciencia-ficción y tebeos; y una cultura juvenil tradicionalmente cultivada, que se basa en la lectura de libros, en la asistencia al teatro y al cine de calidad, en escuchar música clásica y en el uso sólo complementario de las nuevas tecnologías mediáticas.
Una vez más, en Estados Unidos, la lucha contra el analfabetismo urbano de masas ha sido planteada sobre un programa de refuerzo y de difusión social de la lectura de libros. Ya en 1966 Robert McNamara fundó una asociación llamada «Reading is fundamental», que hoy cuenta con cien mil colaboradores repartidos por todos los estados y que se dirige sobre todo a la infancia; y más recientemente Barbara Bush ha creado una Foundation for Family Literacy que ha tenido un fuerte respaldo federal. El año 1989 ha sido proclamado «Year of the Young Reader» y 1991 «Year of the Lifetime Reader»; por último, el 6 de febrero de 1990 el Senado estadounidense ha aprobado el «National Literacy Act», que crea una estructura gubernamental para combatir el analfabetismo sobre todo el territorio nacional, unificando anteriores iniciativas privadas o locales y concediendo conspicuos fondos federales.
Por otra parte, según otras fuentes, en Estados Unidos no sólo está en crisis el alfabetismo de masas, sino también la lectura de calidad, la de los lectores preparados, que leen frecuentemente y por convicción y que crean opinión. Según el juicio, completamente informal, de un experto en la industria editorial estadounidense, en todo el país (habitado por 236 millones de personas) estos lectores experimentados no suman más de 15 ó 16.000, a los cuales habría que añadir unos 500 ó 600 lectores de poesía. Esta opinión es evidentemente paradójica y no puede responder a la realidad, aunque lo comparten otros autorizados testigos con los que he tenido ocasión de hablar sobre esta cuestión. De todos modos, el hecho mismo de que esta opinión sea expresada, divulgada (e incluso compartida) demuestra que en Estados Unidos, más allá de los problemas y de las características de la realidad productiva, la llamada crisis del mercado del libro se siente como un problema inminente.
Europa presenta otra cara del problema, la de una crisis convulsiva de las empresas editoriales grandes y pequeñas, que pasan frenéticamente de una fusión a otra, de un grupo de propietarios a otro, de un aumento de capital a otro, en espera del mítico fin de la unidad continental y siempre atento a cuanto sucede en el mercado, rico y desorientado, de los países del Este europeo y de la URSS.
En Europa el libro no está aún tratado del todo como una mercancía, y sobre todo los operadores culturales y los pequeños editores se oponen a que llegue a serlo completamente. En este sentido fue lógica la polémica que surgió en Francia en torno a la liberalización del precio del libro. La Ley se promulgó en 1979 con el objeto de adaptares a las leyes del mercado y fue anulada por una ley que aprobó Jack Lang el 1 de enero de 1982, que restablecía el precio único en todo el territorio nacional.
Por su parte, si en nuestro continente, los viejos mitos son difíciles de destruir, asimismo es cierto que las editoriales europeas, siguiendo el camino de las estadounidenses, se encuentran alteradas por un fenómeno de desculturización que agrede al proceso de producción del libro a todos los niveles, del que dan cuenta la selección, la manipulación editorial, la traducción y la presentación gráfica de los textos, y que provoca la caza del autor y el libro de éxito, la frenética creación del instant book y el anclaje pasivo en autores del pasado (vid, el «re-descubrimiento» de los clásicos en ediciones modernizadas). Este cambio radical de orientación y de procedimientos, llevado a cabo especialmente por las grandes editoriales en constante transformación y desvastadas por repentinas variaciones de los equipos de trabajo y las programaciones, no consigue conquistar nuevos espacios de mercado y nuevo público, debido también al efecto de una feroz competencia, con dimensiones nacionales y continentales. En esta situación las empresas editoriales más débiles, como es el caso de la italiana, se encuentran en mayores dificultades respecto a las más fuertes y más capacitadas, como la inglesa, la alemana y la española.
A pesar de ello, en estos últimos años las editoriales europeas (incluida la italiana) publican cada vez más, diversifican los productos, traducen abundantemente, y en conjunto se muestran más activas y dinámicas de lo que eran hace algunas décadas; pero no consigue crearse un espacio de mercado seguro y en expansión; y viven (como la estadounidense) en el miedo a una progresiva (o imprevista) reducción del ya de por sí limitado público interesado.
El caso japonés es una cuestión aparte, como ya se ha apuntado, ya que los habitantes del Imperio del Sol constituyen la más grande concentración de lectores «experimentados» que se conoce, a lo que corresponde una industria editorial moderna, altamente organizada y sofisticada, que produce casi 40.000 títulos al año con una tirada total de cerca de mil millones y medio de ejemplares y que cuenta con unas 5.000 empresas.
El lector japonés lee abundantemente porque posee un nivel cultural muy elevado y porque considera un deber estar informado y formado por la cultura escrita, en un país en el que el prestigio de la escuela y la universidad están fuera de toda discusión. Los sectores de mayor éxito son los manuales, la literatura de entretenimiento y de información y los tebeos; los precios además con muy bajos. En conjunto se trata de un fenómeno de lectura generalizada de masas, con características de consumo inducido, probablemente único por la naturaleza autoritaria y jerárquica de la sociedad japonesa y por ello no es fácilmente exportable a ningún otro lugar.
EL DESORDEN DE LA LECTURA De cuanto hemos dicho hasta el momento parece evidente que en el ámbito de las áreas culturalmente más avanzadas (EE UU y Europa) se va abriendo camino un modo de lectura de masas que algunos proponen expeditivamente que se defina como «posmoderno» y que se configura como «anárquico, egoísta y egocéntrico», basado en único imperativo: «leo lo que me parece».
Como ya se ha dicho, esto se ha originado a causa de la crisis de las estructuras institucionales e ideológicas que hasta ahora habían sustentado el anterior «orden de la lectura», es decir, la escuela como pedagogía de la lectura dentro de un determinado repertorio de textos autoritarios; la Iglesia como divulgadora de la lectura orientada hacia fines piadosos y morales; y la cultura progresista y democrática que centraba en la lectura un valor absoluto para la formación del ciudadano ideal. Pero esto es también el fruto directo de una más potente alfabetización de masas, del acceso al libro de un número mucho más elevado de lectores que el de hace treinta o cincuenta años, de la crisis de oferta de la industria editorial respecto a una demanda caóticamente nueva en términos de gusto y en términos numéricos. Todos ellos son elementos que se parecen en gran medida a la crisis que ya atravesara la lectura como hábito social y el libro como instrumento de este hábito durante el siglo XVIII europeo; cuando nuevos lectores de masas plantearon nuevas demandas y la industria editorial no consiguió responder a sus crecientes necesidades más que de un modo incierto y con retraso; cuando las tradiciones divisiones entre los libros llamados «populares» y los libros de cultura se debilitaron para numerosos lectores burgueses y para algunos de los nuevos alfabetizados urbanos.
Contrariamente a lo que sucedía en el pasado, hoy en día la lectura ya no es el principal instrumento de culturización que posee el hombre contemporáneo; ésta ha sido desbancada en la cultura de masas por la televisión, cuya difusión se ha realizado de un modo rápido y generalizado, en los últimos treinta años. En Estados Unidos, en 1955, el 78% de las familias tenían un televisor; en 1978 este porcentaje creció al 95% y en 1985 llegó al 98%. Al mismo tiempo, en la sociedad norteamericana disminuía el número de periódicos: en 1910 había más de 2.500, que descendieron a 1.750 en 1945 y a 1.676 en 1985. La situación europea y la japonesa son, desde este punto de vista, similares a la estadounidense, aunque no se presentan con las mismas características. En general, se puede afirmar con seguridad que hoy día en todo el mundo el papel de información y de formación de las masas, que durante algunos siglos fue propio de la producción editorial, y, por tanto «para leer», ha pasado a los medios audiovisuales, es decir, a los medios para escuchar y ver, como su propio nombre indica.
Por primera vez, pues, el libro y la restante producción editorial encuentran que tienen una función con un público, real y potencial, que se alimenta de otras experiencias informativas y que ha adquirido otros medios de culturización, como los audiovisuales; que está habituado a leer mensajes en movimiento; que en muchos casos escribe y lee mensajes realizados con procedimientos electrónicos (ordenador, máquina de vídeo o fax); que además, está acostumbrado a culturizarse a través de procesos e instrumentos costosos y muy sofisticados; y a dominarlos, o a usarlos, de formas completamente diferentes a los que se utilizan para llevar a cabo un proceso normal de lectura. Las nuevas prácticas de lectura de los nuevos lectores deben convivir con esta auténtica revolución de los comportamientos culturales de las masas y no pueden dejar de estar influenciados.
Como es sabido, el uso del mando a distancia del televisor ha proporcionado al espectador la posibilidad de cambiar instantáneamente de canal, pasando de una película a un debate, de un concurso a las noticias, de un anuncio publicitario de una telenovela, etc., en una vertiginosa sucesión de imágenes y episodios. De un hábito de estas características nacen en el desorden no programado del vídeo nuevos espectáculos individuales realizados con fragmentos no homogéneos que se superponen entre ellos. El telespectador es el único autor de cada uno de estos espectáculos, ninguno de los cuales se incluye en el cuadro de una cultura orgánica y coherente de la televisión, pues, efectivamente, son a la vez actos de dependencia y actos de rechazo y constituyen en ambos casos el resultado de situaciones de total desculturización, por una parte y de original creación cultural, por otra. El zapping (nombre angloamericano de esta costumbre) es un instrumento individual de consumo y de creación audiovisual absolutamente nuevo. A través del mismo, el consumidor de cultura mediática se ha habituado a recibir un mensaje construido con mensajes no homogéneos y, sobre todo, se le juzga desde una perspectiva racional y tradicional, carente de «sentido»; pero se trata de un mensaje que necesita de un mínimo de atención para que se siga y se disfrute y de un máximo de tensión y de participación lúdica para ser creado.
Esta práctica mediática, cada vez más difundida, supone exactamente lo contrario de la lectura entendida en sentido tradicional, lineal y progresiva; mientras que está muy cercana a la lectura en diagonal, interrumpida, a veces rápida y a veces lenta, como es la de los lectores desculturizados. Por otra parte, es verdad que el telespectador creativo es en general también capaz de seguir, sin perder el hilo de la historia, los grandes y largos enredos de las telenovelas, que son las nuevas compilaciones épicas de nuestro tiempo, síntesis enciclopédicas de la vida consumista, cada una de ellas puede corresponder a una novela de mil páginas o a los grandes poemas del pasado de doce o más libros cada uno.
El hábito del zapping y la larga duración de las telenovelas han forjado potenciales lectores que no sólo no tienen un «canon» ni un «orden de lectura», sino que ni siquiera han adquirido el respeto, tradicional en el lector de libros, por el orden del texto, que tiene un principio y un final y que se lee según una secuencia establecida por otros; por otra parte, estos lectores son también capaces de seguir una larguísima serie de acontecimientos, con tal de que contenga las características del hiperrealismo mítico, que son propias de la ficción narrativa de tipo «popular».
LOS MODOS DE LEER
El orden tradicional de la lectura consistía (y consiste) no sólo en un repertorio único y jerarquizado de textos legibles y «leyendas», sino también en determinadas liturgias del comportamiento de los lectores y del uso de los libros, que necesitan ambientes convenientemente preparados e instrumentos y equipos especiales. En la milenaria historia de la lectura siempre se han contrapuesto las prácticas de utilización del libro rígidas, profesionales y organizadas con las prácticas libres, independientes y no reglamentadas. En Europa, durante los siglos XIII y XIV, por ejemplo, la lectura de los profesionales de la cultura escrita, rodeados de libros, atriles y otros instrumentos, se oponían a las libres experiencias de lectura del mundo cortés y a las que carecían de disciplina y de reglas del «pueblo» burgués de lengua vulgar.
Mientras ha durado, el orden de la lectura imperante dictaba incluso a la civilización contemporánea algunas reglas sobre los modos en que debía realizarse la operación de la lectura y los comportamientos de los lectores; esas reglas descienden directamente de las prácticas didácticas de la pedagogía moderna y han encontrado una puntual aplicación en la escuela burguesa, institucionalizada entre los siglos XIX y XX. Según tales reglas, se debe leer sentado manteniendo la espalda recta, con los brazos apoyados en la mesa, con el libro delante, etc.; además, hay que leer con la máxima concentración, sin realizar movimiento ni ruido alguno, sin molestar a los demás y sin ocupar un espacio excesivo; asimismo, se debe leer de un modo ordenado respetando la estructura de las diferentes partes del texto y pasando las páginas cuidadosamente, sin doblar el libro, deteriorarlo ni maltratarlo. Sobre la base de estos principios se proyectaron las salas de lectura de las public libraries anglosajonas, lugares sagrados para la lectura «de todos», y que en consecuencia resultan prácticamente idénticas a las salas de lectura tradicionales de las bibliotecas dedicadas al estudio, al trabajo y a la investigación.
La lectura, teniendo como base estos principios y estos modelos, es una actividad seria y disciplinada, que exige esfuerzo y atención, que se realiza con frecuencia en común, siempre en silencio, según unas rígidas normas del comportamiento: los demás modos de leer, cuando lo hacemos a solas, en algún lugar de nuestra casa, en total libertad, son conocidos y admitidos como modos secundarios, se toleran de mala gana y se consideran potencialmente subversivos, ya que comportan actitudes de escaso respeto hacia los textos que forman parte del «canon» y que, por tanto, son dignos de veneración.
Según una investigación llevada a cabo por Piero Innocenti sobre un grupo de lectores italianos completamente casual, todos ellos de cultura media-alta, los hábitos de lectura de los italianos, al menos en niveles de edad y clase social documentados, son más bien tradicionales. Sobre ochenta entrevistados, sólo algunos desean leer al aire libre; doce de ellos señalan de prefieren leer sentados ante una mesa o un escritorio; y cuatro indican también la biblioteca como lugar de lectura. De todos modos, el espacio favorito es la casa y dentro de ella su habitación (el que la tiene), mientras que la forma de leer varía entre la cama y el sillón; la mayoría considera el tren como un óptimo lugar para la lectura, prácticamente equivalente al sillón casero. Sustancialmente se trata de respuestas que remiten a un código del comportamiento que aún está vigente desde los siglos XIX y XX, vinculado a unas costumbres (con excepción del tren) que se establecieron hace algunos siglos en la Europa moderna y que básicamente carece de novedades relevantes.
El convencionalismo y el tradicionalismo de los hábitos de lectura de los entrevistados de esta investigación provienen tanto del elevado grado de cultura, como de la clase social, la edad y del hecho de que se trata de europeos culturizados. En este sentido, no es casual que la única joven del grupo de menos de veinte años de edad y que sólo tenía estudios primarios ha mostrado preferencias y hábitos claramente opuestas a los de los demás, y entre las maneras de leer ha señalado también la de extenderse en el suelo sobre una alfombra.
Ya se ha apuntado el hecho de que los jóvenes de menos de veinte años de edad representan potencialmente a un público que rechaza cualquier clase de canon y que prefiere elegir anárquicamente. En realidad, rechazan también las reglas de comportamiento que todo canon incluye. Como se ha escrito recientemente, «los jóvenes afirman que leen de todo, siempre y en cualquier lugar. El tebeo tiene esta característica, que se adapta a todos los ambientes…»
La impresión que se tiene cuando se frecuentan los lugares de estudios superiores en Estados Unidos y en especial algunas bibliotecas universitarias (si es que una experiencia personal y casual puede asumir un significado general) es que los jóvenes lectores están cambiando, como en todos los países, las reglas del comportamiento de la lectura que hasta ahora han condicionado rígidamente este hábito. Y esto se advierte en las bibliotecas, lo cual es aún más importante para el observador europeo, porque significa que el modelo tradicional ya no tiene validez ni siquiera en el lugar de su consagración, que en otros tiempos fue triunfal.
¿Cómo se configura el nuevo modus legendi que representan los jóvenes lectores?
Éste comporta, sobre todo, una disposición del cuerpo totalmente libre e individual, se puede leer estando tumbado en el suelo, apoyados en una pared, sentados debajo de las mesas de estudio, poniendo los pies encima de la mesa (éste es el estereotipo más antiguo y conocido), etc. En segundo lugar, los «nuevos lectores» rechazan casi en su totalidad o los utilizan de manera poco común o imprevista los soportes habituales de la operación de la lectura: la mesa, el asiento, y el escritorio. Pues ellos raramente apoyan en el mueble el libro abierto, sino que más bien tienden a usar estos soportes como apoyo para el cuerpo, las piernas y los brazos, con un infinito repertorio de interpretaciones diferentes de las situaciones físicas de la lectura. Así pues, el nuevo modus legendi comprende asimismo una relación física con el libro intensa y directa, mucho más que en los modos tradicionales. El libro está enormemente manipulado, lo doblan, lo retuercen, lo transportan de un lado a otro, lo hacen suyo por medio de un uso frecuente, prolongado y violento, típico de una relación con el libro que no de lectura y aprendizaje, sino de consumo.
El nuevo modo de leer influye en el papel social y en la presentación del libro en la sociedad contemporánea, contribuyendo a modificarlo con respecto al pasado más próximo, como es fácil constatar si examinamos las modalidades de conservación. Según las reglas de comportamiento tradicionales, el libro debía -y debería- ser conservado en el lugar adecuado, como la biblioteca, o dentro de ambientes privados en muebles específicos, como librerías, estanterías, armarios, etc. Sin embargo, actualmente el libro en una casa (incluso ahora también en las bibliotecas en donde los materiales de consulta yo no son sólo los libros) convive con un número de objetos diferentes de información y de formación electrónicos y con abundantes gadgets tecnológicos o puramente simbólicos que decoran los ambientes juveniles y que caracterizan su estilo de vida. Entre estos objetos el libro es el menos caro, el más manipulable (podemos escribir en él, ilustrarlo, etc.) y el que más se puede deteriorar. Las modalidades de su conservación están en estrecha relación con las de su utilización: si éstas son casuales, originales y libres, el libro carecerá de un lugar establecido y de una colocación segura. Hasta que los libros son conservados, se encontrará entre los demás objetos y con los otros elementos de un tipo de mobiliario muy variado y sigue su misma suerte que es, en gran medida, inexorablemente efímera.
Todo ello termina por tener a su vez algún reflejo en los hábitos de lectura, en el sentido de que la breve conservación y la ausencia de una colocación concreta y, por tanto, de una localización segura, hacen difícil, incluso imposible una operación que se repetía en el pasado: la de la relectura de una obra ya leída, y que derivaba estrechamente de una concepción del libro como un texto para reflexionar, aprender, respetar y recordar; muy diferente al concepto actual de libro como puro y simple objeto de uso instantáneo, para consumir, perder o inclusive tirarlo en cuanto se ha leído.
Hace ya algún tiempo Hans Magnus Enzensberger, después de haber afirmado perentoriamente que «la lectura es un acto anárquico», reivindicaba la absoluta libertad del lector, contra el autoritarismo de la tradición crítico-interpretativa:
El lector tiene siempre razón y nadie le puede arrebatar la libertad de hacer de un texto el uso que quiera; y continúa:
"Forma parte de esta libertad hojear el libro por cualquier parte, saltarse pasajes completos, leer las frases al revés, alterarlas, reelaborarlas, continuar entrelazándolas y mejorándolas con todas las posibles asociaciones, recabar del texto conclusiones que el texto ignora, enfadarse y alegrarse con él, olvidarlo, plagiarlo, y, en un momento dado, tirar el libro en cualquier rincón"
Jorge G. Paredes M.
Lima-Perú
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