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De Worms a Yuste – Carlos V y los herejes, la debilidad trocada en tolerancia


Partes: 1, 2

    FFHA – UNSJ

    Abstract:

    […] la necesidad no tiene ley […], la frase escrita por Carlos V a su hermana, María de Hungría, durante el cerco de Metz parece sintetizar toda su actuación política, ya que durante su reinado debió actuar más por las circunstancias que lo apremiaban que por sus ideales. Al centrarnos en la relación del César con los príncipes alemanes y con Lutero mismo, basándonos en los escritos del Emperador al respecto no observamos, como algunos autores plantean, una tolerancia hacia aquellos que siempre llamó herejes, en este punto surge el interrogante ¿Por qué no acabó con Lutero en la Dieta de Worms? o ¿Qué lo hizo demorar tanto una campaña militar contra los príncipes herejes? Estos y otros interrogantes referentes al mismo tema son los que trataremos de responder demostrando que Carlos V no fue un emperador tolerante, sino uno debilitado por poseer demasiados enemigos en el limen de sus dominios como para sumarse la oposición de sus súbditos alemanes, a los cuales necesitaba si deseaba salir airoso de los enfrentamientos que sembraron su vida. Es por ello que no compartimos la dicotomía que se ha tratado de mostrar entre un padre tolerante e influido por una educación borgoñona y humanista, Carlos V, y un hijo dogmatico, cerrado y totalmente hispanizado, Felipe II; aquí creemos ver más una permanencia respecto al tema que nos ocupa y no un cambio profundo y contrastante.

    La postura carolina ante el protestantismo ha sido objeto de variadas interpretaciones a lo largo de casi quinientos años; las que se encuentran en las antípodas, de fervoroso e intransigente católico a permisivo con el protestantismo, con todos los matices intermedios… La indefinición al respecto surge del trato nunca definido con los "herejes" por parte de Carlos V, lo cual se puede entender a la luz de la clara debilidad en la que se hallaba dentro y fuera de sus fronteras. Ante tal multiperspectividad, trataré de brindar un abordaje a partir de los propios dichos del César.

    La primera vez que el joven emperador hará mención del tema será durante la Dieta de Worms de 1521, el escrito en lengua gala nos da una aproximación a la visión de Carlos V sobre las ideas que Lutero estaba dispersando por Europa. En éstas palabras se distingue el peso que la tradición y la dinastía ejercía sobre su accionar, pero también la clara aversión a los planteos del monje agustino. Lo que no es tenido en cuenta en el discurso es la importante presión que Federico el Sabio, elector de Sajonia, ejerció sobre el joven soberano para que la presentación de Lutero en la Dieta fuera posible; durante la cual el César expresará: Os prometo que, una vez publicado el nuevo edicto, colgaré de esta ventana al primero que saque a relucir una carta o un retrato de Lutero. Tales palabras demuestran que en su intención estaba el acabar de raíz con esta herejía, pero al intentar llevarlas a la práctica debió de sacrificarlas ante las limitaciones que su poder tenía en tierras germanas, por lo que debió liberar del cumplimiento del mencionado edicto en las tierras de Federico el Sabio, lugar donde se exiliará Lutero de por vida. En tal acción no debe verse una cierta simpatía para con el protestantismo, debido a que ya anciano el César dirá al prior de Yuste en confesión no sacramental que erró al no matar a Lutero, lo cual no hizo a causa de la palabra que había empeñado. Pero la antipatía a la apostasía luterana no cristalizó en los últimos años de su vida, sino que en la misma Dieta de 1521 el emperador dirá a uno de sus gentiles hombres de su sequito: no será este frailecico quien me hará hereje, y posteriormente asegurará que defenderá el dogma católico de un fraile errado. El emperador nunca pudo comprender como un solo hombre podía contravenir lo que el paso del tiempo había demostrado como cierto, sólo veía en el concilio la posibilidad de reparar los errores que, no tocando al dogma, se mostraban en claro contraste con las enseñanzas del evangelio, pero si el agustino ataca el dogma debe ser castigado. El surgimiento del protestantismo fue para Carlos un doble golpe, ya que afectaba su profundo sentido religioso y además fue gestado en las tierras patrimoniales de sus antepasados.

    La obcecación del César ante la inminente desfragmentación de la unidad cristiana es notoria desde un primer momento, doblegándose sólo cuando la necesidad lo obligaba a someter sus ideales. Pero en la intimidad de su ser, Carlos V se ocupó de que ningún atisbo de herejía enraizara, él mismo dirá que jamás escuchó a los defensores del protestantismo por temor a que lo convencieran de apoyar su causa. La meticulosidad en materia de fe de Carlos V demuestra falaces las acusaciones que Pablo IV vertió sobre el emperador y Felipe II, en las que se los exponía como herejes encubiertos y marranos, como todos los españoles. Pero en tales cargos se escondía un odio visceral que fue generado en el pontífice a causa de la constante dominación española sobre la península itálica; como asegura Joseph Pérez los Papas se vieron tan reacios a apoyar a Carlos V en la reforma de la Iglesia debido a que no eran sólo los pastores de la Iglesia universal, sino también soberanos temporales y príncipes de un Estado italiano; por ello sus ambiciones personales distorsionaban los objetivos universalistas que el emperador les proponía.

     

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