Dedicado a toda la gente di pueblo de Sabana de Uchire.
Uchireña
Uchireña ¿recuerdas cuando te llevaba panelas con anís y jengibre de las moliendas de San José, El Limón, Santa Bárbara y Mariches?
Como quien perdiera el juicio deseaba ser una de ellas para que me mordieras con las bellísimas perlas de tu boca.
Discúlpame mi interrogación ¿todavía están en tu memoria aquellos bailes domingueros que venían danzando desde Guanape sobre las mágicas notas musicales del sonoro violín de chalino?
Te confieso con una ingenuidad casi infantil que cuando bailaba contigo al compas de un melodioso."Silverio Pérez cuando toreaba".mi alma se remontaba a las alturas más elevadas de la gloria.
Uchireña ahora soy yo quien recuerda cuando rondaba los umbrales de tu alcoba en compañía de una célebre botella de aguardiente San Pedro. Me acompañaba también mi guitarra clásica española me pedía para ti las mas bellas canciones de mi repertorio.
Te confieso de nuevo que sentía una terrible crisis emocional, irresistible cuando tu bello rostro se asomaba al balcón y tus labios se abrían para darme las gracias por mi serenata.
Idolatría y fe
Mi fe en el Señor es tan grande
Que traspasa los límites necesarios para la salvación.
Mi corazón se derrama de amor por los demás.
Todas las noches elevo mi oración al Todopoderoso
Y le rezo por mis enemigos.
Me saco el pan de mi boca para compartirlo
Con los hambrientos y necesitados.
Me bato en una lucha sin tregua
Contra la maldad y la injusticia.
Confieso mis pecados cada día
Y mi conciencia es un faro de luz
En mi existencia.
Sin embargo, estoy lejos de la santidad
Porque en vez de adorar al Dios eterno
Adoro a la mujer que amo mi corazón
Porque adoro un ídolo viviente
En mi enfermiza idolatría me conduce
A la locuras del delirio;
Y si Dios, celoso, me niega el paraíso
Haré otro y creare otro cielo
Y lo iluminaré con la luz de los ojos de mi amada
Y le pondré la gloria de su amor
Y en su amor seré glorificado.
Mi Último Viaje
Llego la hora de mi último viaje;
voy rumbo hacia la eternidad,
me marcho para siempre de este mundo;
al punto de partida no volveré jamás.
Me encuentro en el tren de la ausencia.
Me dan la despedida mi familia y mis amigos,
mientras mi cuerpo va por vía terrestre,
mi espíritu vuela por lo desconocido.
Me alejo muy serenamente,
sin ningún remordimiento de conciencia:
ame y serví a mi prójimo como quiere el Señor
y perdoné mis enemigos sus ofensas.
Cuando la noticia de mi muerte
corra de boca en boca, de persona en persona,
se escuchará la clásica oración:
"Que dios lo halla perdonado y lo tenga en su gloria".
No me arrepentiré jamás de haber nacido
para luego de dejar de existir.
Es el divino mandato de la ley de Dios
nacer a la vida para después morir.
Allá en la iglesia esta esperándome el cura
o alguna rezandera de mí pueblo
acariciando un rosario entre las manos
y lista para cobrar algún dinero.
Después me llevan para el camposanto
amigos y compinches de otros tiempos;
no quisiera molestarle por ahora
pero es al ultima vez que los molesto.
Avanza el cortejo fúnebre y sombrío
por La Calle del Dolor. Muy lentamente
mientras los gusanillos que van dentro de mi
cantan loas y alabanzas a la muerte.
Quienes me conocieron recordaran mi manera de ser,
tal vez buena o talvez mala
y con recogimiento espiritual ceremonioso,
me acompañan a mi ultima morada.
Mi cuerpo se escapa a las profundidades de la tierra
y también se volverá.
En mi, como en todos, se cumple la divina sentencia:
"de tierras eres echo y en tierra te convertirás".
Sin nada yo llegue a este mundo,
sin nada tengo yo que regresar;
tan solo un expediente que recogen mis hechos
con el Divino Juez me ha juzgar.
Por fin llego el momento final
acompañado de la indeseable hora,
cuando se escribe con dolorosa lagrimas