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Cipriano Castro: El Cabito no llevado a cabo

Enviado por irapavilo


Partes: 1, 2

    1. El joven revoltoso
    2. Un gobernador bisoño
    3. Un diputado ruidoso
    4. El exiliado epistolar
    5. La Revolución Liberal Restauradora
    6. El Cabito no llevado a cabo
    7. Bibliografía

    La figura violenta, contradictoria, alternativamente libertina

    y heroica de Cipriano Castro contribuye a darle bizarro color

    y casi epiléptico impulso a la Historia venezolana de los

    primeros años del 900. No me atrevo a decir que sea uno de

    esos personajes que Plutarco hubiera querido incorporar

    entre sus arquetipos. Su personalidad marca, más bien, una

    hora de crisis de Venezuela. Es el último gran guerrero

    brotado con toda la fuerza del monte y con una retórica que

    tiene asimismo la viciosa proliferación de nuestros bejucos

    tropicales.

    Mariano Picón Salas

    El joven revoltoso

    Mi hijo es como el símil del gallo,

    hecho para la hembra y la pelea.

    Don Carmelito Castro

    El 12 de octubre de 1858, trescientos sesenta y seis años después que Colón y sus pávidos marineros desembarcaron en la isla coralina denominada Guanahaní por los nativos indios lucayos, a fin de tomar formal posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos y bautizarla con el cristiano nombre de San Salvador, en la Valencia de Venezuela, se discutía, en protocolar Convención, una nueva Constitución Nacional, como Presidente Interino de la República actuaba Julián Castro, mientras que en Capacho Viejo, en el remoto Táchira venezolano, otro Castro, José del Carmen, conocido familiarmente como Carmelito, brindaba con miche por el feliz nacimiento de un niño varón recién parido por su mujer, Pelagia Ruiz, quien iba a ser también cristianamente bautizado con el sonoro nombre de Cipriano.

    Cipriano nació pequeño y creció pequeño aunque de muy encumbradas aspiraciones. El Cabito fue llamado por sus aires de grandeza, por emular y querer ser el propio Napoleón Bonaparte, cuando no Simón Bolívar. Las dimensiones corporales, la limitada estatura física de El Cabito, mote tributario del endilgado en Franciale pétit caporal – al emperador francés, siempre fueron constante motivo de guasa y chacota por parte de sus innúmeros adversarios. Eleazar López Contreras recuerda que Castro "sostenía la cabeza y movía los brazos a los lados; parecía que quería ganar altura." Pío Gil, por su parte, señala que EL Cabito andaba "como si hubiera echado raíces en el suelo, para traer las miasmas, empinábase inexorable, con su tipo lombrosiano."

    El niño Cipriano es bautizado por el presbítero Pedro N. Sánchez, siendo su padrino de sacramento Don Antonio de Pablos. Tempranamente el vástago es enviado por sus padres a la escuela para realizar, en el propio y todavía en pie Capacho Viejo, estudios primarios bajo la dirección del ilustrado y recto señor Vicente Durán. Luego del terremoto que destruyó Capacho Viejo en 1875 y originó la fundación de Capacho Nuevo por al Pbro. José Encarnación Montilla, Ciprianito se muda con su familia, con la dolorosa excepción de su madre Pelagia, ya difunta, al nuevo Capacho llamado Libertad; en su novísima escuela es educado bajo la dirección del valerano Dr. Federico Bazó. De acuerdo con López Contreras, la influencia que tuvieron el trujillano y otros educadores tachirenses sobre el inmaduro Castro fue muy significativa en la formación del futuro Cabito: "ilustrado por las lecturas históricas, escribía en estilo claro y preciso, con capacidad de orador y fortuna para expresar sentimientos y modos de pensar."

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