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Alma y cuerpo. La conversión psicosomática. Revista Esfinge

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    Las emociones del alma se reflejan en nuestro cuerpo a través de alteraciones somáticas. Por otro lado, los conflictos del mundo interior a veces con expresiones corporales. Entre el alma y el cuerpo hay un lenguaje cuyo mecanismo podemos interpretar.

    Nuestro cuerpo puede hablar a través de los órganos y de sus funciones. Puede expresar mediante sus distintas afecciones los distintos procesos de nuestro mundo anímico, y esto lo lleva a cabo mediante el mecanismo de conversión.

    El mecanismo de conversión psicosomática es un recurso defensivo intrapsíquico del ser humano que consiste en "convertir" un elemento correspondiente al mundo psíquico en una respuesta que se expresa mediante el cuerpo o a través de alguna alteración somática. Mediante la conversión, el cuerpo en general, alguna zona del mismo, los órganos y sus funciones son los depositarios simbólicos y significativos de los movimientos del alma.

    Generalmente suele aludirse bajo el término de somatización, a cualquier efecto, sentimiento, emoción o idea que aparece vertida por la vía del cuerpo. Sin embargo, conviene precisar la diferencia existente entre lo "psicosomático" y lo "conversivo", aunque ambos mecanismos utilicen la esfera corporal como vía preferente de expresión de los conflictos del mundo interior.

    Nuestro mundo occidental, tan acostumbrado a parcelar y dividir las cosas, se ha mostrado siempre un tanto remiso a estudiar a los seres humanos desde el punto de vista de la interacción entre sí, dentro de sí y con su entorno. Desde esta última perspectiva, una alteración somática influye en las emociones y pensamientos, y viceversa. El ejemplo más simple que podemos encontrar es el de una persona sometida a una gran tensión o que haya sufrido recientemente una pérdida importante en su vida, probablemente tendrá menos fortaleza inmunológica y será más susceptible a la acción de los procesos víricos o infecciosos en general.

    Por más reticencias que tengamos en relación con el asunto, no debemos olvidar que, a lo largo del desarrollo psicoevolutivo del ser humano, "en el principio está el cuerpo". A través del cuerpo entramos en este mundo. A partir de las primeras interrelaciones del bebé con su medio ambiente, el claustro materno primero, y la madre o sustituta después, comienza a diferenciarse el futuro ser en lo que se ha llamado el proceso de separación-individualización, a lo largo del cual va surgiendo paulatinamente el sujeto humano como ser independiente camino de la individualidad, y a medida que su psiquismo se va integrando y van apareciendo las representaciones mentales y la simbolización.

    Pero en este camino pueden quedar experiencias y emociones no "metabolizadas", que no llegarán y que tal vez afecten directamente al pequeño, que las recibe y expresa por la vía del cuerpo. Es posible que tiempo después, sea el cuerpo sin mediación el que transmita a su manera lo que no puede decirse de otro modo. También es posible que el cuerpo se haga eco, resuene, recoja y comunique simbólicamente algo originado y perteneciente al ámbito psicológico. Y esta es la diferencia básica entre lo psicosomático y lo conversivo: el grado de simbolización alcanzado; aunque en ambos procesos el cuerpo hable como síntoma.

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