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Plaza General Lavalle

Enviado por nicopiazza


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    Plaza General Lavalle

    1. Ubicación Geográfica
    2. Las Calles y sus nombres
    3. Historia del barrio San Nicolás de Bari
    4. El nacimiento de la Plaza del Parque
    5. El Parque Argentino y Palacio Miró
    6. El Primer Camino de Hierro Argentino
    7. La metamorfosis
    8. Tres etapas de Plazas en Buenos Aires
    9. Lo nuevo, lo viejo remodelado
    10. Origen de Plaza
    11. Monumentos, esculturas y elementos relevantes de Plaza General Lavalle
    12. Descripción de los elementos internos y externos de la Plaza General Lavalle
    13. Especies Arbóreas de la Plaza General Lavalle
    14. Un Poco de Actualidad
    15. Bibliografía

    Introducción

    Pocos sitios de Buenos Aires atesoraron en su evolución tantos jalones y sucesos destacables como la Plaza Lavalle. En sus comienzos se mezclaron allí las fragancias más heterogéneas: primero, el vaho de la campiña y el perfume de las flores de sus quintas; después, cuando se convirtió en basural, el hedor de los desperdicios en fermentación, mezclado con el olor a pólvora que emanaba de la primitiva fábrica de fusiles y del Parque de Artillería. Mas tarde, el de la humareda de La Porteña inaugurando una era de progreso al conducir el primer tren argentino desde la Estación del Parque, situada frente a la calle Libertad.

    Desde ese mismo solar partirían, medio siglo mas tarde, los acordes de "Aída", envolviendo a la plaza en un manto de lirismo que no conocía aun, pues solo la habían surcado los sonidos marciales de las bandas militares y quejumbrosas notas de bandoneones y violines provenientes de uno de sus viejos cafés.

    A su vera, sobre la calle Talcahuano, donde a principios de siglo todavía se veían soldados dirigiéndose a su antiguo cuartel, se alza impetuoso el Palacio de Justicia, el emporio del foro argentino.

    Preside la plaza el monumento del jefe unitario y, a su vera, encontramos también tres escuelas que honran a la educación argentina, el templo principal de una congregación religiosa, la casa matriz de la Dirección General Impositiva y el Teatro Nacional Cervantes.

    Ya no están ni el celebre café "El Parque"ni la botica del mismo nombre, y las vías del tren no la atraviesan mas. No queda sino Parte de la fina arboleda que rodeaba al palacio Miró, una de las mansiones más señoriales del Buenos Aires de ayer.

    Todo eso pertenece al pasado de esta plaza, cuya evocación tiene la virtud de acercarnos a la historia de nuestra ciudad, fresca aun, pero rica en motivos trascendentes.

    Ubicación Geográfica:

    La Plaza General Lavalle se encuentra emplazada en la zona oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de Bari.

    El barrio está delimitado por las siguientes avenidas: Eduardo madero, La Rábida Norte, Rivadavia, Callao y Córdoba.

    Los barrios con los que limita son: al norte Retiro, al sur Montserrat, al oeste Balvanera, y al este con el Río de la Plata.

     

     La Plaza General Lavalle se encuentra ubicada entre las siguientes calles:

    • Al oeste, Lavalle
    • Al este, Avenida Córdoba
    • Al norte, Talcahuano
    • Al sur, Libertad
    • Y a su vez esta cruzada de norte a sur por las calles Tucumán y Viamonte.

     Libertad:

    Toma ese nombre a partir de 1822, en conmemoración a la Declaración de la Independencia. Según el Trazado dispuesto por el fundador Juan de Garay, esta calle constituía el limite desde La Trinidad, Fue algo así como el limite que separaba la ciudad de las grandes quintas.

    Talcahuano:

    Anteriormente se llamaba Irigoyen. Ahora lleva el nombre de un departamento de Chile y de su puerto militar, que es el principal de ese país.

    Lavalle:

    Lleva este nombre en homenaje a un general Argentino que participo en la guerra de la Independencia, fue uno de los héroes de la batalla de Ituzaingó. Combatió a Rosas y venció a Borrego a quien hizo fusilar. Falleció en Jujuy. (Profundizaremos mas adelante)

    Córdoba:

    Ciudad del centro de Argentina, capital de la provincia homónima. Se encuentra localizada en el límite entre la llanura pampeana y las sierras de Córdoba. Se extiende por una superficie de 576 Km² y esta bañada por el río Suquia o Primero, el cual se halla embalsado en el dique San Roque. Presenta un clima continental, con temperaturas medias de 26 °C en el mes más calido y de 12 °C en el más frío. La ciudad es un destacado nudo ferroviario y un centro fabril y cultural.

    Cuenta con una notable industria agroalimentaria y de transportes, lo que la convierte en la segunda ciudad en importancia de Argentina. Es sede de la Universidad Nacional de Córdoba (fundada por los jesuitas en 1613), de la Academia Nacional de Córdoba, del Observatorio Astronómico y del Instituto Meteorológico Nacional.

    Las bellas sierras cercanas han convertido a Córdoba en un popular destino turístico, que enriquecen su importante patrimonio cultural.

    La ciudad fue fundada en 1573, por el conquistador español Jerónimo Luis de Cabrera con el nombre de la Nueva Andalucía. Desde hace varios siglos goza de prestigio como centro educativo, hasta el punto de ser denominada "La Docta". En la época del Virreinato del Río de la Plata, Córdoba fue también capital de la provincia colonial de Tucumán.

    Viamonte:

    En honor al militar y político argentino, gobernador de Entre Ríos y de Buenos Aires. Nació en Buenos Aires y siguió la carrera de armas. Fue ayudante de Santiago Liniers y Bremond durante las invasiones inglesas, e intervino en la Revolución de Mayo de 1810. Tomó parte en la campaña del Alto Perú, y en 1814, fue nombrado gobernador de la provincia de Entre Ríos. Al año siguiente, se lo designó jefe de la expedición que luchó contra el General José Gervasio Artigas. En 1818, fue diputado del Congreso Nacional y poco después, se lo designó jefe del ejército para luchar en la provincia de Santa Fe y reducirla. Su acción tuvo resultados poco satisfactorios. En 1829, se desempeño como gobernador interino de la provincia de Buenos Aires, siendo designado de forma efectiva en 1833. Después emigró a Montevideo, donde murió.

    Tucumán:

    En honor a la reunión de los representantes de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyas sesiones se iniciaron el 24 de marzo de 1816, y cuyos objetivos fundamentales fueron nombrar un director, declarar la independencia respecto del poder español y dictar una constitución. Fue elegida como sede la ciudad de San Miguel de Tucumán, por quedar equidistante de todas las provincias. Carmen Bazán y Laguna de Zavalía cedió su casa, que fue arreglada para proporcionar una amplia sala de sesiones. El 24 de marzo de 1816, se inauguraron oficialmente las sesiones.

    Siguiendo las directivas de dos ilustres patriotas, los generales Manuel Belgrano y José de San Martín, en la sesión del 9 de julio de 1816, presidida por Francisco Narciso Laprida, se declaro la Independencia, primero por aclamación y después por el voto individual de cada diputado.

    La moción fue aprobada por unanimidad y recibida jubilosamente por los asistentes. El Congreso eligió como director a Juan Martín de Pueyrredon.

    Las Calles y sus nombres

    Las calles que rodean a la Plaza Lavalle tuvieron distintos nombres:

    Avenida Córdoba: Año 1769: Santa Rosa

    Año 1808: Yañez (Martín Gregorio)

    Año 1915: Córdoba

    Viamonte: Año 1738: San Bernardo

    Año 1808: Ocampo

    Año 1883: Gral. Viamonte

    Año 1912: Viamonte

    Tucumán: Año 1738: San Santiago

    Año 1769: Santiago

    Año 1808: Herrero (Francisco Antonio)

    Año 1822: Tucumán

    Libertad: Año 1769: San Pablo

    Año 1808: Velarde (Pedro)

    Año 1822: Libertad

    Talcahuano: Año 1769: Santiago del Estero

    Año 1808: Irigoyen (Santos)

    Año 1822: Talcahuano

    Lavalle: Año 1738: San Benito

    Año 1808: Merino (Geronimo)

    Año 1822: Del Parque

    Año 1891: Lavalle

    Historia del barrio San Nicolás de Bari

    La Plaza General Lavalle se encuentra situada en la zona oeste de Buenos Aires, en el barrio de San Nicolás de Bari.

    El nombre dado a este barrio se debe a la iglesia homónima, fundada en 1773 por Domingo Acasusso, en la esquina de las calles Carlos Pellegrini y Corrientes, por real cédula del 8 de julio de 1767.

    San Nicolás, juntamente con Montserrat fueron los primeros lugares habitados de la orgullosa Santa María del Buen Ayre, ya que un cuarto del barrio forma parte del trazado de la ciudad por Juan de Garay, en 1580.

    Desde la fundación de Buenos Aires transcurriendo la época de la colonia y hasta el crecimiento desmesurado de ella, que llevó sus límites más allá de los de la gran aldea, por la historia transitó los tranquilos días del Virreinato, se agitó en los expectantes momentos prerrevolucionarios, se convulsionó en la defensa ante las invasiones inglesas, vio caminar por sus calles a las figuras políticas y artísticas de mayor trascendencia y fue siempre protagonista de los episodios que más convulsionaron a la vida política de los argentinos.

    Cortada por la mitad, por la avenida más ancha (del mundo), atravesada por la ´´avenida que nunca duerme´´ y donde por primera vez se izó la enseña nacional; por sus calles también nació y se desarrolló la música ciudadana, pergeñada si en los arrabales, pero dada a luz hasta pisar la Corrientes Noctámbula. Pegada al puerto, la zona de San Nicolás fue el pórtico de entrada de toda novedad a la que tan afecta era y es la coqueta Buenos Aires.

    San Nicolás siempre fue el barrio de vanguardia, a tal punto que podemos afirmar, que todos los restantes barrios crecieron mirando a San Nicolás, adoptando sus modas y su vertiginosa capacidad de ser la vidriera receptora de las novedades del mundo. Además, porque sin duda debe ser el barrio más transitado por los mismos porteños y por los argentinos que viven ahí nomás, cruzando la Gral. Paz. Es por Corrientes, por Florida, por la 9 de Julio, por Tribunales, por donde pasa lo más representativo de la ciudad más hermosa del mundo: ´´la nuestra´´

    Es en una casa del barrio donde se escuchó por primera vez el Himno Nacional, la casa de Mariquita Sánchez de Thompson ubicada en Florida y Perón, donde transcurrían las tertulias de los más ilustres habitantes del Buenos Aires de la Revolución de Mayo. En una de las dependencias de esa casa, funcionó además la Logia Lautaro, donde se reunían San Martín, Alvear, Zapiola, Monteagudo, Anchorena quienes por algún tiempo marcaron los destinos políticos nacionales.

    San Nicolás fue el barrio que tuvo el primer Hospital (San Martín), tuvo las primeras representaciones teatrales, la primera exhibición cinematográfica en el derruido “Odeón´´, la primera calle empedrada de la ciudad – Rivadavia entre Florida y San Martín – la primera línea de tranvías.

    Días en San Nicolás

    San Nicolás, era como el espejo de la noche o la reunión de afiebrados mediodías. Es decir donde todos los porteños encontraban su identidad, su carta de ciudadanía. Noches de San Nicolás, quien no se acuerda, cuando la vieja radio Municipal estaba en el subsuelo del Teatro Colón y trasmitía los grandes conciertos de tango en los mediodías de los domingos que daba el bandoneón de Troilo y donde cantaban “el pibe de Oro“ Rufino y el inacabable Polaco Goyeneche.

    Todos los porteños tenían pasión por el barrio donde soñamos nuestro destino, o donde frente a un cortado a medio tomar miramos el humo del ultimo ‘faso’

    O la ancha con obelisco de por medio y pizzerías famosas de ahora y entre el ruido estrepitoso de alguna cafetería al paso.

    La aduana metafísica de los almanaques va cambiando pero hay algo que perdura: los teatros, hoteles y vidrieras.

    El barrio de San Nicolás tan enraizado con los orígenes mismos de Buenos Aires, pero al mismo tiempo tan representativo de la transformación de la gran urbe; moderno, vertiginoso y cosmopolita.

    El barrio de San Nicolás alberga hoy a la City y a Tribunales. A cientos de servicios conexos a ellas. En él están ubicados los más grandes teatros del país y en algunos casos de Latinoamérica. Y los restaurantes de antología y la mítica calle Corrientes, y la imagen que identifica a Buenos Aires: el Obelisco con su plaza de la República.

    Este barrio no es un lugar geográfico, sino un mito en el corazón.

    Lugares históricos: destacados

    Basílica de la Merced: ubicada en Perón y Paraná. El edificio se levantó en 1721 y la razón de ser monumento histórico se debe a que los Defensores de la Ciudad libraron una encarnizada batalla desde sus terrazas contra los invasores en 1807. También, sus claustros fueron dispuestos como hospital en 1827, para los numerosos heridos de guerra que arribaban a Buenos Aires, como consecuencia de la Guerra contra el imperio del Brasil.

    Casa de Mitre: San Martín 336. Es una casa construida a fines del siglo XVIII. En ella Bartolomé Mitre escribió la ´´Historia de San Martín y la Independencia de América´´, la ´´Historia de Belgrano´´ y tradujo la ´´´Divina Comedias. Además albergó la mayor biblioteca americanista de su momento.

    Las Catalinas: en Viamonte y San Martín. El edificio se remonta a 1783. En 1807, fue invadida y tomada por varios días por los ingleses y prontamente recuperada por la valerosa defensa de sus moradores y vecinos.

    Lugares Característicos

    Uno de los centros nocturnos más importantes del barrio fue la manzana comprendida por las calles Perón, Suipacha, Sarmiento y Pellegrini, sesgada por el mítico pasaje Carabelas. La manzana abrigó innumerables cafés y restaurantes en donde recalaban indefectiblemente los porteños amantes de la noche. Poetas, escritores, músicos, gente del teatro encontraban allí el ambiente propicio para la polémica, la bohemia y el libre fluir de los sueños y delirios.

    En Perón y Carabelas estaba “el Conte´´ el más famoso restaurante con una cocina cuyo prestigio aún hoy rememoran los porteños. Era uno de los restaurantes más caros y frecuentados por Carlitos Gardel.

    Era común, que luego de una tarde afortunada en Palermo, los muchachos se fueran a gastar “la guita´´ en el Conte: “después te espero en El Conte, pa´ poderlo festejar…´´ dice el tango.

    Calle Corrientes: era quien marcaba a la ciudad con sus cafés, sus boliches, restaurantes quien posibilitó a que los porteños desarrollaran esa vocación por hacer de la amistad un culto, por usar los lugares de encuentro luego de la oficina, para desgranar horas de charla sobre “el fulbo´´, la política, la melancolía y la nostalgia. Lugares para dejar transcurrir horas pérdidas o ganadas mirando el crecimiento del país, a través de los vidrios de ese segundo hogar porteño.

    Cortada Carabelas: definida por un periodista herido de porteñidad como ´´el tajo malevo que el progreso le hizo a nuestro barrio“ fue una callejuela frecuentada por elementos del mal vivir y de aquellos escritores y poetas que encontraron en sus restaurantes y cafetines el venero inagotable que da la vida mostrando sus llagas. Allí estaba "La Croce di Malta" donde se reunían los periodistas de "La Patria Argentina" "La Nación". Los cafetines: Los Pajaritos y La Taberna de Mario, donde las noches eran finalizadas casi siempre con cuchillos, la sangre y la taquería.

    El nacimiento de la Plaza del Parque

    Como otros tantos ´´huecos´´, el de Zamudio se convirtió con el tiempo en una de las plazas de la ciudad. La nomenclatura de Plaza del Parque aparece por primera vez en el plano que el Ingeniero Felipe Bertrés dibujó en homenaje a don Bernardino Rivadavia en 1822. La plaza abarcaba entonces, tres manzanas: las dos que tendría después, antes de su ampliación en 1937, y una tercera entre las calles Talcahuano, Uruguay, Tucumán y Viamonte, que sólo años después empezaría a poblarse.

    La mayoría de estas arterias urbanas cambiaron o recibieron su nombre en 1808. Ello ocurrió durante el virreinato de Liniers, que colocó a casi todas las calles el apellido de un criollo o español de destacada actuación en la lucha contra el invasor inglés.

    En 1822, cuando el hueco se convierte en plaza, un solo edificio se destacaba por su imponencia en esa zona. Era el Parque de Artillería, emplazado en la manzana donde se levantó a principios de esta centuria el palacio de los Tribunales. Por su importancia se lo tomó como punto de referencia y se le dio su nombre tanto a la plaza como a una de las calles que lo flanqueaban.

    El Parque de Artillería era un edificio de estilo colonial, lo rodeaba en todo el perímetro de manzana, un muro chato y liso. En su pórtico la estatua de Marte le confería su aspecto marcial. Fue instalado para taller y maestranza del ejército. El edificio tenía entonces siete extensos almacenes con artículos de guerra, una sala de armas, cinco talleres y las oficinas y habitaciones de los empleados.

    El viejo Parque, imponente pero al mismo tiempo de líneas sobrias, con sus altos y blanqueados muros, llegó a ser una Institución en un barrio en el que las casitas blancas salpicaban cada vez más el verdor de las quintas, hasta que la edificación empezó a tomar tal vuelo que el aspecto agreste de la zona desapareció casi por completo.

    La nueva plaza, plagada todavía de biznaga, fue un lugar bastante solitario y abandonado hasta los albores de la segunda mitad del siglo XIX, a pesar de los mendigos que pululaban en sus adyacencias. Tanto es así, que eran pocos los que se animaban a cruzarla a medianoche, seguramente por temor a encontrase con la Viuda del Parque.

    La Viuda, una de las supersticiones más arraigadas en aquella época. Era una aparición, especie de fantasma que se presentaba en noche en los sitios apartados en forma de mujer enlutada, cubierta de pies a cabeza con un gran manto o rebozo negro. Este siniestro personaje salía inesperadamente al paso de los jinetes o peatones y corría detrás o delante de ellos.

    Bien dicen que hasta las supersticiones más grotescas se apoyan sobre un fondo de verdad. Así, según las versiones de la época, un asaltante nocturno tenía a mal traer a la población porteñas que acostumbraban cumplir su cometido a caballo en las zonas apartadas de la ciudad. Este sujeto, que llevaba prendas femeninas y al que se conocía con el nombre de La Viuda, habría dado origen al dicho popular.

    Nota: el término hueco se le daba a aquel espacio vació, en total estado de abandono, el cual pasaba de las manos del dueño a poder del Estado.

    Siguen los recuerdos:

    El Parque Argentino y Palacio Miró

    Durante muchos años el barrio del Parque vivió poblado de acordes marciales que partían de la manzana que bordeaba la plaza por la calle Talcahuano. Eran el toque de los clarines y el redoble de los tambores los que marcaban las horas de monótona existencia. Al amanecer, las dianas coreadas por el canto de los gallos; a media mañana la asamblea; la orden general, cuando culminaba la hora de la siesta; lista mayor y oración, al caer la tarde, dejando oír sus notas tristes como un lamento.

    En ese barrio tranquilo, cuya única nota de color solían darla los abnegados soldados de la tropa de línea con sus ejércitos y despliegues de guerra, hacía falta crear un motivo de atracción que fuera al mismo tiempo un imán para los porteños. Así lo entendió Santiago Wilde, quien se asoció con u grupo de caballeros ingleses para instalar el famoso Vauxhall o Parque Argentino, el primer jardín público que al estilo europeo se abrió al público en 1827.

    El Jardín ocupaba la manzana comprendida entre las calles Temple (actual Viamonte), Córdoba, Uruguay y Paraná, es decir, lindaba prácticamente con la primitiva Plaza del Parque. El Vauxhall constaba de una serie de edificios rodeados por magníficos jardines con plantas exóticas de indudable valor. Su nombre inglés recordaba los jardines de Londres. A pesar de la estricta vigilancia, algunas concurrentes arrancaban a hurtadillas plantas que sus sirvientas procuraban contrabandear en la forma más disimulada posible

    Sarmiento, en ´´Recuerdos de Provincia´´, sostiene que aquel espacio de tierra cultivada con la gracia del arte inglés, que aquellos sotillos en que la mano del hombre remedaba las gracias de la Naturaleza, era hasta entonces el mejor contraste que la cultura europea podía hacer con la desierta pampa; era un fragmento de Europa transportado a la América.

    Había en el Parque un lujoso hotel francés a cargo de los señores Porch y Bernard, grandes salones de baile y un circo con capacidad para 1.500 personas.

    En el Vauxhall, actuó años después un célebre personaje de la época, el italiano Pedro Sotora, que se auto titulaba ´´el hombre incombustible y el rey del fuego´´. Una de sus habilidades más llamativa era la de comer estopa ardiente. Solía lanzarse a la pista dando saltos mortales. Fue el primer divo que se vistió y pintó de payaso en el país.

    En el Vauxhall, se había construido también un pequeño teatro. En el verano se realizaban funciones vespertinas con actores del Teatro Argentino.

    En el Parque tampoco faltó una buena banda de música, que los domingos quebraba con sus acordes la monotonía de esa zona, todavía despoblada.

    El Parque estaba rodeado por una rústica pared de cerco, que sobre la calle Uruguay estaba emplazada 5m más adentro de la línea general, para que los concursantes puedan dejar ahí sus cabalgaduras y carruajes, todavía hoy esa calle es más ancha entre Córdoba y Viamonte.

    En el año 1830, los residentes franceses festejaron, en el Vauxhall, la ascensión al trono del Rey Luis Felipe.

    La residencia privada de don Santiago Wilde se encontraba también en la manzana del Parque. El deán Funes, ya octogenario, achacoso y escaso de recursos, solía visitarlo. Pero el 10 de enero de 1829, mientras los dos amigos conversaban frente al proscenio del teatro, el deán se desplomó para siempre.

    Como es de suponer, el Parque Argentino, era un aliciente para los habitantes de la ciudad, porque les brindaba un espectáculo novedoso y atrayente. Pero había un serio problema que le restaba concurrencia. Después de las lluvias era muy difícil llegar hasta allí, porque el viaje desde el centro se interrumpía cuando se arribaba al famoso arroyo.

    Algunos años más duró el apogeo del Parque Argentino, pero el mal estado de las calles hacía sumamente difícil el acceso al lugar y por eso sus directores abandonaron la empresa.

    El ´´Tercero´´ había vuelto a ganar una batalla más y seguía retardando el avance de la ciudad. Pero su reinado no debía durar muchos más, pues la eliminación de los molestos zanjones fue una de las primeras medidas de don Torcuato de Alvear, el primer Intendente porteño y colosal propulsor de su progreso.

    La eliminación de estos arroyos impulsó y la ciudad cambió su aspecto general.

    Palacio Miró

    En el año 1841, don Mariano Miró, en pública subasta y en la más leal puja, adquirió el valioso solar ubicado entre las calles Viamonte, Córdoba, Libertad y Talcahuano.

    En ese mismo lugar, don Mariano, uno de los pioneros del barrio hizo levantar un suntuoso palacete de tipo suburbano, de dos plantas, galería perimetral en el piso bajo y un vistoso mirador. Su construcción estuvo a cargo de los arquitectos Nicolás y José Canale, padre e hijo (genoveses).

    El palacio fue inaugurado en 1868.

    Miró había contraído enlace con doña Felisa Dorrego, sobrina del ilustre militar federal inmolado en Navarro. El esposo tenía entonces 35 años, mientras que Felisa apenas 16.

    Si bien no tuvieron hijos, se perpetuaron con numerosas obras de bien público.

    Ese palacio y el parque que lo rodeaba fueron motivo de permanente admiración, en especial por su valiosa arboleda rica en finísimos ejemplares, algunos desconocidos en el país.

    Que porteño de ayer no recuerda todavía la belleza del palacio Miró, con su enrejado simple y fuerte, cuyos pilares tenían imponentes jarrones con cactos, el jardín estaba adornado por leones de mampostería y se habían plantado especies exóticas. Una verja sencilla lo rodeaba, con pilares coronados por jarrones en donde se advertían cactáceas; el camino que conducía por el parque hacia la escalinata de mármol, el corredor y los lujosos aposentos, sus salones decorados con valiosas obras de arte, su señorial fachada, la vidriera en forma de cúpula servía de remate al edificio. A ambos lados del portón de acceso, las columnas remataban en bustos romanos.

    A la muerte de sus dueños – don Mariano falleció en 1871 y doña Felisa el 4 de diciembre de 1896 – el palacio pasó a manos de su sobrina Ernestina Ortiz Basualdo casada con don Felipe Llavallol, hijo del primer presidente del directorio del F.C.O.

    La señora Dorrego de Miró siguió viviendo en la casa rodeada del cariño de sus sobrinos.

    El 21 de agosto de 1881, fue sorprendida por un hecho macabro, que terminó siendo policial. Recibió una extensa y amenazadora carta en la cual le comunicaban que, a fin de cobrar un rescate, los restos mortales de su madre, Inés Idarte Dorrego, habían sido retirados de su bóveda familiar y ubicados en otro lugar. Que sólo lo restituirían bajo una condición, si ustedes quieren ser condescendientes con nosotros.

    Con más claridad y en el resumen: usted Doña Felisa Dorrego de Miró y familia nos abonarán en el término de veinticuatro horas la cantidad de dos millones de pesos, que son ochenta mil patacones, si quieren que los restos de su finada madre sean devueltos intactos al santuario mortuorio de la familia, donde han sido sacados, sin que nadie sepa de lo ocurrido, se lo juramos.

    Extensamente y en forma numerada señalaban los paso a seguir. Acompañaban la carta firmada con las iniciales los C. de la N., con un cajón sencillo y de madera ordinaria, pintado de colorado, donde debían colocarse la suma con sello sin dirigirle siquiera la palabra, no hacerle preguntas de ninguna clase, que pudiera darle sospecha de algo, o hacerle maliciar que va a llevar consigo valores.

    Tomaron parte en el asunto los sobrinos de Doña Felisa Dorrego, se trasladaron a la Recoleta, constaron la desaparición del ataúd de la bóveda familiar, pero sin mucho investigar advirtieron que habían sido depositados, sin daño en la bóveda vecina de la familia Requijo, a la que se había violentado el candado.

    Asegurados al respecto, se decidió seguir con la comedia. Felipe Llavallol y su esposa dieron parte a la policía, atendiendo en todo las instrucciones de los secuestradores. Hábilmente siguieron los rastros del que había retirado el cajoncito en el que se habían colocado papeles de diario en el lugar del dinero. Así llegaron hasta la estación de Retiro, donde el cofre pasó a manos de otro hombre que emprendió viaje rumbo al norte; sin más vueltas detuvieron al hombre, lo interrogaron, confesando que él tenía que tirar el cajoncito a la playa del arroyo Maldonado. Persiguieron a los que allí aguardaban y todo culminó con la detención de los miembros de los C. de la N., una banda que se auto llamaba los caballeros de la noche.

    El hecho tuvo amplia difusión periodística y originó un pleito que duró dos años después, el defensor Dr. Rafael Calzada logró la libertad para los imputados pues nuestro código penal no contemplaba tal delito. A partir de entonces se incorporó el artículo N° 171, que impone de dos a seis años de prisión al que sustrajese un cadáver para hacerse paga por su devolución.

    A pocos años de este suceso, la familia volvió a ser protagonista de otro hecho contradictorio:

    El 19 de diciembre de 1887, quedó inaugurada a escasos metros de su residencia, en el centro de la plaza del parque, la estatua del General Juan Galo Lavalle.

    La señora Felisa Dorrego de Miró, a partir de ese momento decidió cerrar la puerta principal y sellaron las ventanas de la casa que miraban hacia el monumento. Ello hizo pensar por mucho tiempo, que la residencia estaba inhabitada.

    Años después, durante la revolución de 1890, que tubo a la Plaza del Parque, como principal escenario, el palacio Miró sufrió un gran deterioro, pues, fue cantón revolucionario al mando primero del mayor Fernando Cabrera y luego del mayor Carlos Soler. Del mirador vidriado solo quedó el armazón de hierro. La enorme balaustrada sobre la calle Libertad, quedó destruida. Las balas de los Rémington habían causado destrozos en las ventanas y en las paredes interiores. Las estatuas de las hornacinas ya no estaban en su lugar y una sección de la verja junto a algunos árboles habían sido destruidos.

    Esta residencia también fue uno de los saraos más importantes que se le ofreció a la Infanta Isabel, embajadora del Rey Alfonso XIII, durante los festejos del Centenario, tuvo como escenario al palacio.

    La Nación del lunes 30 de Mayo de 1910, nos da una visión anticipada de lo que sería la gran fiesta: ´´el palacio Miró, que representa una tradición de abolengo, ha sido espléndidamente engalanado; sus salones, adornados con plantas y flores, y las galerías cubiertas de cristales y bien calentadas, han sido habilitadas para la fiesta. Los esposos Llavallol pensaban y tenían resuelto servir una cena en pequeñas mesitas, pero la inclemencia del tiempo los ha obligado a suspender esta parte de la fiesta.´´

    Dentro del edificio se encontraba en una galería recubierta de hidra, luego, se llegaba al gran hall alfombrado de granate. Grupos de palmas decoraban los ángulos del mismo.

    A las 23:15hs, llegó el Presidente de la República, doctor Figueroa Alcorta. Momentos después llegaba la Infanta, en un lujoso automóvil.

    En el año 1936. La respectiva ley de expropiación le había fijado su última hora.

    El senado y cámara de diputados de la Nación Argentina en el Congreso etc.

    sanciona con fuerza de Ley:

    Art. 1 – Declarase de utilidad pública los terrenos e inmuebles de propiedad particular, conocido generalmente como Palacio de Miró, situados en la manzana comprendida por las calles Viamonte, Córdoba, Libertad y Talcahuano, y el solar de metros cuadrados 24.643, propiedad de la congregación de la Santa Unión de los Sagrados Corazones, situados en la calle Rivadavia entre Campichuelo y Divela Dorma, frente al parque Rivadavia.

    Art. 2 – Autorizase a la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, para efectuar las expropiaciones correspondientes de acuerdo con la Ley 189, de 13 de Septiembre de 1866.

    Art. 3 – Autorizase a la Municipalidad de Buenos Aires, para contratar un empréstito especial con destino al pago de las expropiaciones de referencia.

    Art. 4 – Comuníquese al Poder Ejecutivo.

    Dada la sala de sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires a 21 días del mes de Diciembre del año 1936.

    Así, en 1937, se iba con él un mundo que ya no tenía vigencia, pero quedaría en el recuerdo como testimonio de una época que no ha de volver.

    En el paseo María Guerrero, esquina Viamonte y Libertad hay una placa que nos dice:

    Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

    Obra de ampliación Plaza Lavalle

    Viamonte – Libertad – Córdoba – Talcahuano: 1/11/1937

    Presidente de la Nación: Agustín P. Justo

    Intendente Municipal: Dr. de Vedia y Mitre

    Secretario de Hacienda: Atilio Oro Maiani

    Secretario de Obras Públicas: Dr. Almicar Razori

     

    El Primer Camino de Hierro Argentino

    Ninguna plaza porteña puede enorgullecerse tanto como la del Parque, de haber sido una verdadera avanzada del adelanto de la ciudad. Así, en 1855, un grupo de patriotas visionarios emprendió una obra colosal, con ribetes novelescos: construir un ferrocarril cuya estación central se emplazaría mirando a nuestro solar, que desde entonces y por espacio de 25 años, iba a tener el privilegio de ser surcado por los primeros tramos de vía férrea instalados en el país.

    La idea nació en 1853 en la mente de un grupo de caballeros, entre los que podemos citar a don Manuel José Guerrico, don Norberto de la Riestra, don Mariano Miró don Felipe Llavallol. La mayoría de ellos no había visto un ferrocarril en su vida. Faltaba experiencia, pero había fe y confianza en el futuro de la Nación.

    Así, el 17 de septiembre de 1853, Llavallol, Miró, Guerrico, Larroudé, de la Riestra Van Praet y Gowland, a los que luego se unieron Esteban Rams y Vicente Basavilbaso, constituidos en ´´Sociedad del camino de hierro de Buenos Aires al Oeste´´, se presentaron ante el gobierno de la Prov. solicitando: la concesión y privilegio de construir un camino de primer orden, cuyas conducciones se efectuarían por locomotoras.

    En esa solicitud no se fijaba el punto de partida de la línea que ´´partiendo de la ciudad de Buenos Aires se extendería hacia el Oeste´´. Sin embargo, oficiosamente se había sugerido que podría ser la calle Potosí (Alsina), Federación (Rivadavia), Piedad (Bartolomé Mitre) o Cangallo. El vecindario, al enterarse de este proyecto, puso el grito en el cielo, alarmado por los peligros que podía significar el simple anuncio de una locomotora atravesando nuestras principales vías céntricas.

    Fue entonces cuando se pensó en ubicar la estación en una de las orillas de la ciudad, como lo era en aquellos tiempos la Plaza del Parque.

    La respuesta de la Legislatura de Buenos Aires no se hizo esperar, ya que por ley del 9 de enero de 1854 autorizó al P.E. a otorgar la concesión para la formación de una sociedad anónima y la construcción de un ferrocarril al Oeste, de 24.000 varas de extensión.

    La primera estación se establecería en el predio donde se levanta el Teatro Colón, y para evitar expropiaciones las vías atravesarían la plaza formando una ligera curva por delante del Parque de Artillería y, al enfrentar la esquina de éste, tomaría la calle Lavalle, seguirían por Callao, Corrientes, Centro América (hoy Pueyrredón), Piedad

    (Bartolomé Mitre), hasta empalmar en la actual Plaza del Once con el trazado actual, hasta Flores. Estaciones intermedias serían Almagro, Caballito y Flores.

    El proyecto fue motivo de vivas polémicas y los habitantes de la ciudad, todavía gran aldea, conservadores y desconfiados por naturaleza, lo acogieron con gran escepticismo. Sus principales opositores fueron los que vivían bordeando el trazado de las futuras vías por el siniestro temor de que el paso de la locomotora del tren produjese el derrumbamiento de los edificios vecinos.

    Para tranquilizar a los atemorizados vecinos, frente a los crecientes problemas económicos que afectaban a la empresa, el directorio de ésta pensó en la eventualidad de reemplazar las locomotoras por la tracción animal.

    Los trabajos empezaron en 1855, a pesar de una serie de inconvenientes y evidente oposición del vecindario. Así, los terraplenes fueron perjudicados por las lluvias que cayeron en el otoño de 1857, y otras obras, entre ellas las vías, fueron destrozadas varias veces por manos anónimas, consecuencia de la hostilidad con que algunos miraban el avance de los trabajos.

    Respecto del material rodante, la compañía adquirió finalmente en Inglaterra una locomotora usada que ya había hecho su campaña en la Guerra de Crimea.

    La veterana locomotora fue trasladada a Buenos Aires y sacó carta de ciudadanía con el nombre de ´´La Porteña´´. Si grande fue la expectativa que en la Navidad de 1856 suscitó la llegada al puerto de aquella máquina de vapor, mayor fue el aborto veinte días después, al verla pasar por las calles de la Ciudad sobre un enorme carromato construido ex profeso y tirado por treinta caballos.

    Unos días más tarde del desembarco de La Porteña, llegó el maquinista Allan, especialmente traído para iniciar en el manejo de la locomotora a sus futuros colegas argentinos. La locomoción de vapor estaba asegurada, por lo que los caballos de tiro no entraron siquiera en escena.

    Los vagones que compusieron el primer convoy ferroviario argentino y que acompañaron en su viaje oceánico a La Porteña y a la Argentina, la segunda locomotora que se introdujo en el país, eran vehículos de cuatro ejes, divididos en comportamientos, sin plataformas, con portezuelas y estribos laterales, con asientos dispuestos en forma transversal y cortinas de género en las ventanillas. Eran alumbrados por lámparas de aceite y estaban hechos de madera de pino (La Porteña y el Vagón se encuentran en muestra en el Museo de Transporte y Producción de Luján, Provincia. de Buenos Aires.).

    Corrían los primeros meses de 1857 y los preparativos eran cada vez más febriles. Si muchos habían sido los contratiempos, uno más iba a agregarse a la larga serie, pero éste, afortunadamente, no llegó a oídos del público. De otra manera, la empresa hubiera fracasado antes del día de su inauguración.

    Ocurrió en el viaje de ensayo e inspección. Por fin iban a viajar en tren los promotores de la sociedad. Sólo Gowland y Larroudé lo habían hecho en Europa. En el tramo de ida, todo marchó espléndidamente. Pero a la vuelta, Allan aumentó la velocidad, fue entonces cuando la comitiva se acercaba al puente del ´´Once de Septiembre´´, ocurrió lo imprevisto. El tren descarriló desde el alto terraplén y el viaje terminó en una zanja. Por suerte, las contusiones de los arriesgados empresarios fueron sólo leves y al parecer nadie advirtió la desafortunada maniobra.

    Las vías fueron reparadas, se ajustaron otros detalle y día 27 se hizo otra prueba, ya todo estuvo listo para el esperado instante de la inauguración, cuya fecha exacta ha dado lugar a algunas controversias. Bajo el frontis de la antigua estación del Parque se leía escrito con grandes letras: ´´inaugurado el 30 de Agosto de 1857´´. En cambio, todo lo contrario ocurre al observar la reproducción de la invitación que se cursó a Juan Allan y que consigna el 29 como fecha inaugural del primer convoy.

    La incógnita no se ha dilucidado todavía. Indudablemente la inauguración pudo haberse realizado en dos fases: el 29, ceremonia oficial y el primer viaje simbólico, y el 30, libramiento del servicio al público.

    Las conmemoraciones se efectúan siempre los días 30 de agosto.

    En el centro de la plaza se instaló el altar, entre altos mástiles revestidos con los colores patrios. En el estrado principal se encontraban, presidiendo los festejos, el Gobernador de Buenos Aires: don Valentín Alsina, los ex Ministros, el entonces coronel Bartolomé Mitre y el Dr. Vélez Sarsfield, José Barros Pazos, el Gral. Zapiola y otras distinguidas personalidades, entre ellas el Dr. Obligado.

    El convoy avanzó lentamente en las primeras cuadras, entre dos altos enrejados de hierro que impedían el paso de los peatones. El estupor, y al mismo tiempo el júbilo de los concurrentes, fue algo difícil de narrar. Pero en medio de los vítores, los aplausos y la cohetería, había quienes miraban con desconfianza aquel monstruo rugiente y sudoroso que arrojaba humo y ensordecía a la gente. Eran los pacíficos habitantes de la población cercana a los rieles, que sólo atinaban a mirar sus casas por si se derrumbaban

    Y cuentan las viejas crónicas que algunos vecinos precavidos se mudaron a sitios más distantes del camino de hierro, en tanto otros suspiraban con cierto temor al paso del tren, esperando de un momento a otro que la casa se les viniera encima.

    Afortunadamente no se produjo ningún derrumbamiento y meses más tarde la población porteña aceptó con alegría el moderno medio de locomoción.

    Se había sembrado la semilla que habría de producir, con el correr de los años, el árbol gigantesco que cubrió con su sombra una importante porción del suelo patrio.

    A fines de 1857, la empresa habilitó un horario nocturno entre las 20:30hs y las 23:00hs

    Pero quedó debidamente aclarado que dicho tren no correría las noches sin luna.

    Es importante destacar que el primer servicio oficial para la provisión de aguas corrientes lo estableció el Ferrocarril del Oeste, que llevó agua del río por un caño desde la Recoleta hasta la estación del Parque, para el servicio de sus locomotoras las que con el agua salobre de los pozos sufrían frecuentes deterioros de sus calderas.

    Durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, se registró un movimiento inusitado de pasajeros en la estación del Parque, en buena parte motivado por un acuerdo en el cual se otorgaban pasajes gratuitos a los pobres que deseaban salir del municipio.

    Ese mismo año se instaló un servicio especial de trenes hasta la Chacarita. El propósito de este era depositar los cadáveres que iban a efectuar su último viaje. La Porteña conducida por Juan Allan, cumplió tan triste misión. Fueron contados los viajes que pudo realizar el recordado técnico, pues fue el 5 de Junio que cayó para siempre, alcanzado también por el terrible flagelo.

    Durante esa época la ciudad se iba extendiendo hacia el Oeste, entonces nuestra plaza dejó de ser un lugar apartado, para convertirse en un apéndice de la zona céntrica. Por eso a nadie extrañó la sanción del decreto gubernativo de 1878, por el cual se prohibía al Ferrocarril del Oeste el tránsito de sus trenes de vapor por las calles del municipio hasta el Once de Septiembre, dándosele un año de plazo para hacer efectiva la medida.

    Los años pasaban, en 1882 una representación de vecinos se presentó a la Municipalidad para pedir la rápida efectivización del traslado, oportunamente dispuesto. Ese fue el último reclamo, pues fue el 1° de enero del año siguiente que se clausuraba para siempre nuestra primera estación ferroviaria.

    La metamorfosis

    Poco quedaba ya del viejo barrio del Parque, cuya vida apacible y monótona había sido sacudida solamente por los estremecimientos de horas trascendentales para la vida del país. Así como un día presenció el paso de las tropas inglesas camino a su derrota definitiva, orientándose por la línea oscura de los cercos y tapiales de las posesiones de Merlo y de Zamudio, una mañana de 1852 vio llegar a la caballería triunfante de Urquiza, que avanzaba desde el noroeste, dejando detrás de si todo un ciclo de nuestra historia.

    Ese barrio cuyas casitas blancas salpicaban el verdor de las quintas, quedó en el pasado para siempre.

    Es sabido que el ferrocarril abre nuevos rumbos a la civilización. Y en nuestro caso, la Estación Parque, tuvo la virtud de transformar la plaza que llevaba el mismo nombre desde 1822 y de convertir a sus adyacencias en una zona poblada, con vida propia y que décadas más tarde se incorporaría al centro mismo de la ciudad.

    Así la plaza cambió en parque inglés por obra y gracia del hábil horticultor M. Ferrer. Y con el correr de los años, el antiguo basural que impregnó con su olor pútrido a toda la vecindad se transformó en uno de los paseos públicos más concurridos, gracias a la constante preocupación del organismo municipal y de los vecinos, que no escatimaron esfuerzo alguno para lograr su embellecimiento.

    La edificación empezó a tomar vuelo, y el aspecto agreste de la zona desapareció casi por completo.

    En 1854, la Municipalidad dividió a la ciudad en once parroquias. Nuestra Plaza, como sucedería con las divisiones posteriores, quedó comprendida dentro de la parroquia de San Nicolás.

    En el plano de la ciudad trazado por el Ingeniero Nicolás Grondona en 1856, aparece la plaza con las dos manzanas, que conservó hasta 1937. En este plano aparece por primera vez la vía del ferrocarril surcando el solar que es objeto del presente estudio.

    En pocos años, el antiguo hueco se había convertido en una plaza y posteriormente también en paseo público, o sea en un lugar especialmente ornamentado con plantas y árboles, como para servir de esparcimiento a grandes y chicos.

    La Memoria correspondiente al 1858, señala, que una de las mejoras que fueron ejecutadas fue el empedrado de las calles por donde corrían las aguas del Tercero, hacia la parte norte de la ciudad, que por tantos años habían perjudicado las propiedades. Todas las calles fueron empedradas, con el consiguiente beneficio para las propiedades y la higiene pública.

    Por la Memoria Municipal de 1860, sabemos que el vecindario volvió a reunirse para continuar las obras del Paseo, quien encabezaba era Mariano Miró (presidente de la Comisión). La respuesta municipal no pudo ser más favorable, en siete meses se niveló el terreno, formándose las calles correspondientes. Se colocaron quinientas varas de barandas en tres frentes y se colocó una reja sobre un muro de ladrillo. Siguiendo con la traza del plano, se plantaron paraísos y acacias.

    El año 1861, fue menos propicio para los miembros de la Comisión del Paseo del Parque, ya que por los preparativos para la guerra entre Buenos Aires y la Confederación, algunos de ellos tuvieron que atender las obligaciones del servicio militar.

    En 1862, se coloca la pared circunvalatoria con reja y asientos, pues era preciso proteger al paseo de ser pisoteado por los caballos y preservado de los vagos y malhechores.

    Tres etapas de Plazas en Buenos Aires

    A lo largo de la evolución de las plazas en Buenos Aires, vamos a distinguir tres etapas en su diseño, siendo las dos ultimas con notables particularidades.

    Primera etapa: Durante ésta, a excepción de la Plaza de Mayo, las plazas son simplemente "huecos", tierras sobrantes, en el crecimiento de la ciudad, que era muy despacio. La función que cumplían era servir de paradores de carretas, mercado de frutas, basureros o lugares que la gente asociaba con tradiciones fantasmales o hechizos.

    Segunda etapa: La ubicamos después de mediados del siglo XIX. Se caracteriza por la aparición de árboles en forma alineada, y los jardines con formas geométricas, ambos diseños aplicados tanto a los parques como a las plazas. Se toman los modelos europeos, en un intento por imitar los bulevares parisienses, aunque en forma modesta al principio.

    Tercera etapa: Comienza desde fines del siglo XIX, hasta el presente, en una continua evolución. Los diseños se tornan más complejos, en el afán de lograr mayor efectividad visual. Este periodo, se distingue por los espacios abiertos urbanos que logran equilibrar adecuadamente el elemento verde, la arquitectura y los grupos escultóricos más importantes.

    La evolución en que se encuentra esta etapa, esta condicionada y determinada por cambios en las formas de vida, factores económicos y técnicos. La expansión de la ciudad obligó a que se modificara el diseño regular de las plazas, basado en la utilización de ejes rígidos, debido a que se incorporan elementos que hacen a la vida misma de la ciudad. Entre ellos vamos a encontrar algunos que se integran al diseño, como ser los juegos infantiles, los mástiles, las esculturas; pero hay otros que no a saber: paradas de colectivos, lugares para estacionamiento, cabinas telefónicas, bocas de subterráneos, que toman ubicación en las plazas debido a la oferta de espacio libre.

    Lamentablemente, constituyen elementos que no están en relación con la esencia de la plaza, dado que pertenecen a la red vial, y con el gran problema que causan, que es la perdida de la identidad de los espacios verdes, ya que convierten a estos en lugares de paso.

    Debido a los factores económicos, el mantenimiento se ha vuelto muy caro, y como consecuencia de ello han desaparecido en las plazas de la capital, aquellas plantas que exigen una tarea de conservación delicada, como los rosales, que sí podemos encontrar en las plazas provinciales.

    Los avances del siglo XX y el surgimiento de la ciencia denominada urbanismo, han introducido nuevas normas que determinan la superficie necesaria para los distintos usos, las distancias apropiadas entre los espacios verdes y los edificios, todo ello enmarcado en un plan integral para el diseño de los espacios verdes en la ciudad. Esto resulto de difícil aplicación y a veces imposible, en la ciudad de Buenos Aires, sobre todo en aquellos barrios de alta densidad poblacional. En la construcción de los parques y plazas, encontramos que se ha utilizado tanto los modelos tradicionales, como aquellos barrios de alta densidad poblacional. En la construcción de los parques y plazas, encontramos que se ha utilizado tanto los modelos tradicionales, como aquellos que siguen pautas racionales y usos predeterminados. De esta manera, se llega a las soluciones actuales, que muestran un cambio en el repertorio formal, en el tratamiento de los niveles. Surge así el estilo actual que reemplaza la regularidad tradicional, inspirada en el jardín anglofrancés, esto determina un análisis más profundo que el que surge de evaluar el uso practico del lugar.

    Conviene aclarar que muchas veces, el diseño no cumple con aquellas condiciones que facilitan su identidad y adecuación a la escala urbana. No se ha prestado atención al entorno, que puede sofocar o deprimir, se ha pasado por alto el tratamiento del paisaje como una totalidad, como ejemplo, la presencia de medianeras, baldíos.

    Las plazas del periodo anterior, tuvieron a su favor que pese a ser tratadas de la misma forma, constituían jardines rodeados por entorno apacible, y de baja altura, además de que sus ejes expresaban una clara imposición para enmarcar un edificio o vista importante.

    Lo nuevo, lo viejo remodelado

    La plaza actual, con su distribución racional de espacios, presenta problemas estéticos y visuales difíciles de resolver. Como toda plaza urbana, prevalece el concepto de lo utilitario sobre lo decorativo, es decir el aspecto practico sobre lo visual.

    Un factor sobre el que se construyeron, fue el tener el menor costo de mantenimiento, con lo cual, obviamente, la superficie verde se encuentra en su limite mínimo, prevaleciendo la llamada parte seca o inerte. La consecuencia es la perdida de grandes beneficios, dado que su ubicación adecuada, contribuye a realzar el entorno, elimina los efectos negativos, logra destacar los elementos importantes, manejando aberturas que determinan una orientación visual hacia los mismos, permite formar barreras que respaldan y aíslan el espacio abierto de, por ejemplo, el transito.

    Origen de Plaza

    El término Plaza, tiene en la actualidad una acepción absolutamente diversa a lo que se daba en la Ciudad de la Trinidad, durante los siglos anteriores. Entonces, plazas eran los lugares destinados a las carretas y ventas de artículos de todo género, con preferencia de abasto, traídos de estancias o chacras. En pocas palabras eran mercados públicos donde los minoristas adquirían en las carretas, cantidades que luego las revendían al por menor a la población.

    Dicha operación, se hacía en la propia plaza, extendiendo sobre el suelo un poncho o trapo que delimitaba el espacio del vendedor. Sobre eso mostraba la mercancía y si se trataba de aves, pescados y otros productos semejantes, los ponían directamente en la tierra.

    Es de imaginarse el cuadro del conjunto que ofrecía en horas matinales, concurridas por un público ruidoso en constante movimiento, con predominio de negros esclavos y perros vagos, yendo y viniendo entre las nubes de moscas que nada alcazaba a ahuyentar, en medio de gritos, llamados, protestas, risas típico de un lugar con gran concurrencia de gente.

    Llegado el mediodía, se dispersaba la clientela, con el consiguiente retiro de los comerciantes, dejando el sector con todo tipo de mercadería, pisoteada y mal oliente a merced de los perros, ratas y moscas que se adueñaban del lugar.

    Algunos comerciantes poseían bándolas, especie de quita y pon, constituidos por un mostrador o simplemente cajones y cestos, protegidos por un toldo que se alzaba a gusto del negociante. Una simetría actual de las denominada ferias francas.

    La vida de mudas se desarrollaba en esos centros de transacciones diarias y también de chismes permanentes, dado que acudían habitantes de todas las casas de la ciudad.

    Es posible que de esta costumbre derive el significativo de tal o cual plaza. O también mercadería puesta en plaza o condiciones de plaza, que con el uso y extensión abarca hasta los más fuertes mercaderes de la Plaza de Buenos Aires.

    Monumentos, esculturas y elementos relevantes de Plaza General Lavalle

     

    Referencias del plano

    Para facilitar el reconocimiento de los distintos elementos que se hallan en el plano de la Plaza General Lavalle, se han identificado a los árboles con números y a los elementos escultóricos con letras.

    A

    José J. Podestá

    M

    Carlos López Buchardo

    B

    Paseo María Guerrero

    N

    Don Miguel Hidalgo Costilla

    C

    Hipólito Irigoyen

    Ñ

    Personalidades de la Música Nacional

    D

    Paseo Luciano F. Molinas

    O

    Ballet Nacional

    E

    Florencio Parravicini

    P

    Dr. Roberto Repetto

    F

    Reloj de Sol

    Q

    Dr. Rómulo Naón

    G

    Placa Caja N. de Ahorro Postal

    R

    Abdón Calderón

    H

    Beethoven

    S

    Amia

    I

    Palacio Miró

    T

    Árbol de Norma Plaa

    J

    Fútbol

    U

    Abogados

    K

    Emperador Trajano

    V

    Juan Galo Lavalle

    L

    Constantino Gaito

     

     

    Identificación de las especies arbóreas en Plaza Lavalle

    1

    Erythina crista-galli (Seibo o Ceibo)

    18

    Sterculia coccinea (Roxbg)

    2

    Magnolia grandiflora (Magnolia)

    19

    Ficus Sp. (Gomero)

    3

    Livistona chinensis (Palmera)

    20

    Ficus macrophylla (desf) (Gomero)

    4

    Araucaria excelsa plumosa (Araucaria)

    21

    Callistemon imperiale (Escobillon rojo o limpia botellas)

    5

    Ficus elastica (Gomero)

    22

    Feijoo sallowiana (Falso guayabo)

    6

    Cedros deodara (Cedro)

    23

    Nerium oleander (Laurel rosa de jardín)

    7

    Jacaranda mimosifolia (Jacaranda)

    24

    Populus Sp. (Álamo)

    8

    Agathis robusta (F.v. Mueller)

    25

    Eritrina falcata Benth (Ceibo jujeño)

    9

    Styphnolobium japonicum (Sófora)

    26

    Buxus sempervirens l. (Boj común)

    10

    Schinus molle areira (Aguaribay)

    27

    Acacia visco Lor. Ap. (Acacia)

    11

    Cedros atlántica (Cedro del Atlas)

    28

    Quercus robar (Roble)

    12

    Tijuana tipú (Benth) (Tipa blanca)

    29

    Tilia moltkey Spaeth (Tilo común)

    13

    Phoenix canariensis (Horth) (Palmera)

    30

    Eucaliptus globulus (Eucalipto macho)

    14

    Sequoia sempervirens (Sequoia)

    31

    Washingtonia filifera linden (Palmera)

    15

    Phoenix reclinata (Jacq) (Palmera)

    32

    Hacer negundo L. (Acer)

    16

    Arecastrum romanzophianum (Palmera Pindó)

    33

    Picus retusa L. (Gomero)

    17

    Phoenix paludosa (Roxbg) (Palmera)

    34

    Cedros Libani (Cedro del Líbano)

    Descripción de los elementos internos y externos de la Plaza General Lavalle

    José J. Podestá:

    Toda persona que se detenga en la esquina de la Av. Córdoba y Libertad, al acercarse a una escultura que allí se encuentra, leerá lo que una placa nos presenta

    José J. Podestá

    Artífice del Teatro Nacional

    1858 – Primer centenario de su natalicio

    1958 – Homenaje de las entidades Teatrales Argentinas

    Congreso de la Nación Ley N° 14.497 – año 1958

    La base de mampostería se halla revestida en mármol. En la cara anterior hay un relieve realizado en piedra que representa a José J. Podestá, en su personaje de Juan Moreira. Sobre esta base se halla el busto en bronce del artista. Todo el conjunto escultórico es obra del Argentino Luis Perlotti.

    Biografía:

    José J. Podestá, de nacionalidad Uruguaya, era hijo de genoveses. A los 26 años, en 1884 pasó a formar parte de la compañía circense norteamericana de los hermanos Carlo, en la que actuaba el famoso payaso inglés Frank Brown. En la calle Corrientes y Paraná estaba el circo, ocupando una construcción de madera, en el lugar donde más tarde habría de levantarse el Teatro Politeama.

    Podestá ya era famoso como Clown con el nombre de Pepino el 88, en sus actuaciones en el Circo de Raffeto. Ese nombre obedecía a lo siguiente:

    Una tarde cuenta Podestá en que estaba cosiendo el traje de payaso, al cortar una levita vieja para pegarle parches en los fundillos, me salieron al tuntún trozos que tenían la forma de los anteojos de Mahoma, que en el juego de la lotería viene a ser el N° 88.

    Entonces exclamé: ¡ya tengo el sobrenombre! Me cambié el pepe Castellano por, el Pepino Italiano, agradándole el 88, cifra que se antojaba cabalística y que, efectivamente, me resultó una verdadera mascota, pues alcancé un éxito insospechado.

    Pepino el 88, fue el primer Tony con características criollas, con italianismos en su lenguaje, con gags, caídas y bofetadas particulares.

    Como novedad en el repertorio los Hermanos Carlo incorporaron en 1884 la obra Juan Moreira. Para esto obtuvieron la autorización de su autor Ricardo Gutiérrez para representar en pantomima su novela titulaba Juan Moreira, que había publicado en forma de folletín en La Patria Argentina.

    José Podestá que era gaucho, jinete, cantor y bailarín protagonizó a Juan Moreira. Una música adecuada acompañaba la representación.

    Luego el actor se separó de los Hermanos Carlo e integró la Compañía Podestá-Scotti. Entonces dispuso hacer hablar a los personajes según parlamentos tomados de la obra de Eduardo Gutiérrez. Así se originó el Teatro Gauchesco, incorporando las obras Juan Cuello, Santos Vega, otros folletines de Eduardo Gutiérrez, y también el Martín Fierro de José Hernández.

    Ello explica la colocación de una placa sobre el césped que dice:

    José Podestá Homenaje de Argentistas

    en el Día del Circo 6/10/59

    Sirve de telón de fondo a este monumento, un ejemplar de Erythrina crista-galli, con corteza rugosa, gruesa y sus ramas arqueadas.

    Se trata de un árbol al que comúnmente llamamos Seibo o Ceibo. Con respecto a la ortografía de la palabra, la Academia Argentina de Letras en su Boletín N° 31 de acuerdo con un dictamen, dejó establecido que es igualmente correcto escribir de las dos formas la palabra, aunque el decreto que instituyó la Flor Nacional, aparece escrita con C. Por ser un árbol que pertenece a nuestra flora indígena, se lo conoce, también con los nombres de Zuimandí e Iverá-iputezú.

    La floración se produce entre noviembre y abril. Su cáliz campanulado, aparentemente bilabiado, es de intenso color rojo. Las flores aparecen en manojos axilares o racimos terminales.

    Por ser una especie que en nuestro país se encuentra desde la frontera norte hasta el NE de la provincia de Buenos Aires, fue declarada Flor Nacional Argentina según Ley

    N° 138.974 de 1942.

    Paseo María Guerrero:

    Separado de la calle libertad por un cantero, a un costado de la plaza entre la Av. Córdoba y Viamonte, se halla un sendero que antes fue una callecita al que se le ha dado el nombre de "Paseo María Guerrero" según Ordenanza N° 25.2255 de 1971. Si bien es cierto la calle desapareció, la designación perdura.

    Se ha querido rendir así un homenaje a la actriz por cuya iniciativa se construyó el Teatro Cervantes. Una placa colocada sobre el césped dice:

    Ministerio de Justicia y Educación

    A María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza

    En el cincuentenario del Teatro Nacional Cervantes.

    5 de septiembre de 1971.

    Biografía:

    Actriz española, cuya actuación en la escena y en el teatro ha sido significativa, pues ha contribuido poderosamente a elevar el nivel social del actor y a mejorar las condiciones artísticas. Nació en Madrid en 1867 y su primera actuación coincide con el momento histórico de la Restauración. Desde el punto de vista teatral, la época es de una pobreza lamentable: mínima atención al teatro, dificultad de estreno en los autores, importación masiva de obras extranjeras, a lo que se suma poca preocupación por la escenografía y una forma anárquica en la interpretación de los actores, que casi siempre improvisan. Este clima encuentra en María Guerrero una auténtica renovadora en su labor de modernización del teatro, que intenta equipararlo con el estilo y corrientes europeas, y eleva la escena española. Su mayor virtud consiste en haber impuesto una disciplina y un método de trabajo. No confía nada a la improvisación. En sus teatros (Español y Princesa de Madrid, Cervantes de Buenos Aires) llega a establecer una verdadera escuela en la que se estudian los detalles de cada representación. Ella misma orienta a los actores y supervisa escenografía y figurines. La mejor lección de María Guerrero no es sólo su vida dedicada al teatro, sino el haber dado un sentido de responsabilidad, verdaderamente poco frecuente en la escena española. Hija de un industrial muy conocido en los medios teatrales, estudia con Teodora Lamadrid y en la Escuela de Declamación, e interpreta papeles de vodevil, que es el género más en boga durante la Regencia. Desde que presencia la actuación de E. Duse (v.) en la Feodora de Sardou, en el Teatro de la Comedia de Madrid, se dedica desde entonces a mejorar su estilo. En 1890, hace la Comedia nueva de L. Fernández de Moratín, con tal éxito, que a la temporada siguiente interpreta el papel de primera actriz en El vergonzoso en palacio y la Da Inés de Zorrilla en el Español. Va a París, donde recibe lecciones de Sarah Bernhardt (v.) y C. B. Coquelin, y en 1892 se casa con el actor Fernando Díaz de Mendoza, conde de Lalaing y de Belazot, marqués de Fontana y Grande de España; estrenan ambos Realidad, de Galdós, y Mariana, de Echegaray. La trayectoria de los estrenos interpretados por el matrimonio abarca 40 años de la historia del teatro; se inicia con el posromanticismo, sigue con el teatro realista de Galdós (La loca de la casa, La de San Quintín, El abuelo, Doña Bárbara), incorpora el sentido escénico del 98 con Benavente (La noche del sábado), modernista con Villaespesa y Marquina (María la Brava), costumbrista de los Quintero y llega al teatro poético de Fernández Ardavín, al de Pío Baroja (El cometa), Leopoldo Alas (Teresa) y Valle Inclán (Voces de gesta, La marquesa Rosalinda). Las dificultades con los empresarios deciden a María Guerrero a tener su propio local. En 1898, su padre arrienda al Ayuntamiento de Madrid el Español y más tarde compra el Princesa (hoy María Guerrero), donde, a la par que se estrenan obras españolas y extranjeras de categoría, se dedica la máxima atención a los clásicos españoles. Para dar a conocer este teatro, cruza varias veces el Atlántico y construye en Buenos Aires el teatro Cervantes. En todos estos escenarios, propios o alquilados, María Guerrero procura vivir en el teatro, como auténtico lugar de trabajo, atendiendo y dando clases a los actores. Sostiene una larga y costosa plantilla de actores, que le obligan a desprenderse de su teatro Cervantes de Buenos Aires, que pasa a ser propiedad del Banco Nacional hasta su destrucción en un incendio. Entre estos actores se encuentran Thuiller, Catalina Bárcena, Carmen Ruiz Moragas, Irene López Heredia, María Fernanda Ladrón de Guevara. María Guerrero, dotada de un gran sentido emotivo y unos registros de voz envidiables, es la intérprete ideal de los clásicos. Como actriz alcanza una categoría memorable. No así como directora, aferrada a un realismo exagerado, fruto del naturalismo de fines del XIX y que María Guerrero impone siempre. Pero, sobre estos defectos, destaca el mérito de haber elevado el nivel teatral con su contribución y su entusiasmo. Murió en Madrid el 23 de enero 1928.

    La parquización de ese sector paralelo a la calle Libertad es particular y constituye un sector diferenciado en la "Plaza General Lavalle". Se hallan allí árboles de gran porte como varios ejemplares de Magnolia Grandiflora, otros dos de Livistona Chinensis. Una Araucaria excelsa plumosa, un Ficus elástica, un Phoenix Leonensis y dos Cedrus deodara.

    Transpuesto el Paseo María Guerrero nos vamos a encontrar con dos árboles declarados como notables. Así como por la Ley N° 12.665, algunos árboles son declarados como históricos. La Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, por Ordenanza N° 20.747 también determina cuales son, por su desarrollo, los árboles notables dentro de la jurisdicción municipal.

    Estos ejemplares pueden encontrarse en plazas, parques y paseos y también en jardines que pertenezcan a museos o instituciones municipales.

    El primero de eso árboles que en el plano hemos señalado con el N° 33, es un "Ficus Retusa L.", árbol de gran porte, ornamental por excelencia, copa globosa, compacta, oscura. Algunas de sus ramas tienen raíces adventicias. Una característica son sus pequeños frutos, menores de 1cm de diámetro, purpúreos. En nuestro medio se aprecian al terminar el verano. Es un árbol que procede de la India.

    Muy cerca del Ficus Retusa L., se halla señalado en el plano con el número 8 un Agathis robusta (F. V. Mueller). Si bien es cierto es un árbol de gran porte, su copa es estrecha y erguida. El científico Milán 1. Dismitri lo llama Agathis alba. Su nombre común es Dammara.

    Procede de Australia –Quenslan- por eso lo llama Kauri australiano. Llega a alcanzar 45 metros de alto. El ejemplar que nos ocupa mide 24 cm. de alto. Su tronco ha alcanzado la circunferencia de 3,20 m.

    Sinagoga de la Congregación Israelita-Argentina:

    Sobre la calle Libertad Nº 785, se halla el llamado “Gran Templo de la Congregación Israelita de la República Argentina´´

    El grupo de judíos residentes en Buenos Aires, a mediados del siglo XIX, no pasaba de un centenar. En general eran varones empleados o representantes de casas comerciales inglesas, alemanas o francesas. Ello dio lugar a un episodio que sentó jurisprudencia.

    En 1860, cuando aún no existía el Registro Civil y los matrimonios se registraban en la Curia eclesiástica, dos jóvenes judíos franceses (Salomón Levy Schwab y Elizabeth Luvy Salomón) quisieron formalizar su casamiento, no encontraron iglesia donde formalizar. Al efecto se presentaron ante la Suprema Corte para solicitar la legalización de su enlace matrimonial. La imprevista situación fue resuelta en virtud de los argumentos del jurisconsulto Miguel Navarro Viola, quién logró un pronunciamiento concordante con lo expresado en la Constitución Nacional sobre libertad de cultos en Nuestro País. En 1862, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, ese reducido grupo de judíos pensó en reunirse en una entidad comunitaria. Se acercaba Pascua (Peisaj) y los judíos querían celebrarla juntos. De tal manera, realizaron el primer Miniam, donde

    Diez hombres se reunieron para orar. Así nació la Congregación Israelita de Buenos Aires, que más adelante se llamó Congregación Israelita de la República Argentina. El proceso fue lento.

    Para ingresar como socios debían someterse a determinadas exigencias. Los socios fundadores fueron veinte y su primer presidente se llamó Segismundo Aguerbag. En 1871, aprobaron su propio estatuto. Al comienzo las actividades religiosas se llevaban a cabo en el domicilio de Gabriel Krámer, en un saloncito ubicado en la calle Artes

    Nº 301, actual Carlos Pellegrini Nº 351.

    En 1876, el Gobierno Argentino autorizó por primera vez el ejercicio del Ministerio del Rabinato Judío en el país, reconociendo la autoridad espiritual de Henry Joseph, que había estudiado en el seminario Rabínico de París. Estaba autorizado para registrar casamientos, nacimientos y defunciones de acuerdo a Ley Mosaica.

    El diario “La Nación´´ del 14 de Agosto de 1881, anunciaba: “Ayer se firmó el decreto por el cual se designa a don José María Bustos, agente de inmigración en Petersburgo. Su nombramiento tiene por objeto el que haga propaganda a fin de dirigir hacia nuestro país a los israelitas que salen del imperio ruso´´

    En 1888, arribaron las primeras ocho familias agricultoras, serían las fundadoras de Moisesville, en la Pcia. de Santa Fe.

    Siguió un grupo de cincuenta familias que fundaron la ya desaparecida Colonia de Aronsville.

    En 1889, el vapor Weser, procedente de Bremen, llegó con un grupo de 824 personas. Todos estos judíos provenían en general de la región de Podolia en Ucrania. Eran estrictos observantes de la religión. Vestían como lo hacían tradicionalmente los judíos en Europa Oriental y usaban barba.

    De acuerdo a 105 informes sobre las condiciones favorables para la inmigración agrícola judía en la Argentina, se formó en Londres una empresa colonizadora. Su fundador era el Varón Mauricio Hirsch de Guereuth que había nacido en Munich, en 1831, quien a través de su vida obtuvo las condecoraciones de la Gran Cruz de la Orden de Francisco José de Austria y Comandante de la Legión de Honor.

    La empresa se llamó Jewis Colonization Association, su capital ascendía a 2.000.000 de libras esterlinas. Sus estatutos establecían que el objetivo era facilitar la inmigración de los israelitas de los países de Europa Asia donde ellos son perseguidos por leyes restrictivas especiales y donde están privadas de los derechos políticos, hacia otras regiones del mundo donde puedan gozar de estos y de los demás derechos inherentes al hombre.

    De tal manera, en 1891, el vapor Pampa fletado por el Barón Hirsch trajo 817 inmigrantes judíos de Ucrania, Polonia, Lituania y Besarabia.

    Así comenzaron las colonias de Carlos Casares, en la Pcia. de Buenos Aires, también en Entre Ríos. Los residentes judíos en Buenos Aires, publicaron en 1888 el primer periódico escrito con caracteres hebraicos. Se llamaba “El Fonógrafo Hebraico´´ estaba dirigido por Fabián S. Halevy. En realidad no estaba escrito en hebreo tradicional sino en una especie de argot germánico, muy generalizado entre los hebreos. En 1889 compraron la Finca, de Av. Calle Junín Nº 1775-77, casi esquina Vicente López, con el propósito de construir una Sinagoga, donde pudieran reunirse, que tal es el significado de la palabra.

    Los fondos reunidos no fueron suficientes. Vendieron entonces la propiedad de la calle Junín y compraron el terreno de la calle Libertad, frente al Palacio de Miró. La piedra fundamental se colocó el 27 de Septiembre de 1897, a cuya ceremonia asistió el Intendente Municipal, el señor Francisco Alcobendas. Era Presidente de la República el Dr. José Evaristo Uriburu.

    Transcurridos algunos años, en 1932, ese edificio fue modificado y es el que actualmente se halla frente a la Plaza Lavalle. La elaboración del proyecto corresponde al Arquitecto Norman y a los Ingenieros Enquin y Gantner. Como ingenieros constructores intervino la Firma Riccheri, Jaroslavsky y Thiexay.

    El estilo no es definido, aunque se notan influencias del románico y el bizantino. Podríamos decir que pertenece al modelo europeo occidental alemán de posguerra.

    El frente es un conjunto de lo que en arquitectura se denomina Archivolta Concéntrica, o sea arcos de medio punto rodeados de molduras y escultóricas de diámetro de longitud escalonada conformando una gigantesca media bocina sostenida por una serie de pilas tras laterales

    En el centro de los arcos concéntricos, como si fuera un foco luminoso está el conocido sello de David: la Estrella de seis puntas. El escudo de David, está compuesto por dos triángulos entrelazados. Su origen es desconocido, aunque se presume muy remoto, pues se lo encuentra en reliquias de pueblos antiquísimos, como egipcios, chinos, hindúes, peruanos, etc. Generalmente, se lo interpreta como la conjunción de la materia cuando el triángulo tiene la base hacia abajo y espíritu cuando el vértice está abajo, apoyándose en un punto que es el espíritu, o también el triángulo que tiene el vértice hacia arriba, tiende hacia Dios, el que lo tiene abajo es el se apoya en la tierra.

    Sobre la puerta de entrada se hallan unas manos, representan la forma de bendecir de los sacerdotes antiguos de Jerusalén.

    En lo alto del templo se ven las Tablas de la Ley, que llevan los Diez Mandamientos que figuran en el Libro del Éxodo, Capitulo XX del Antiguo Testamento. El Señor le entregó las Tablas de la Ley a Moisés, después de hablar con él en el Monte Sion, Estas Tablas eran de piedra y estaban escritas por el dedo de Dios, en ambos lados.

    Mandamientos:

    1. Amar a Dios sobre todas las cosas
    2. No tomar el nombre de Dios en vano
    3. Acuérdate de santificar las fiestas
    4. Honrar a tu padre y madre
    5. No matar
    6. No cometer actos impuros
    7. No robar
    8. No levantar falsos testimonios, ni mentir
    9. No desear la mujer de tu prójimo
    10. No codiciar los bienes ajenos

    Tengamos en cuenta que al otro lado de la Plaza General Lavalle, en lo alto del frente del Palacio de los Tribunales, sobre la calle Talcahuano, también están las Tablas de la Ley, símbolo de la Justicia

    una verja separa al edificio de la vereda. En ella se hallan doce medallones de cobre que representan las doce tribus de Israel, a través de sus símbolos. Las Tribus fueron organizadas por Moisés, haciendo un censo de toda la comunidad israelita, por clases y por familias, tomando un hombre de cada tribu y que sea jefe de familia:

    1. Parentela de los hijos de Rubén
    2. Parentela de los hijos de Sirnám
    3. Parentela de los hijos de Gad
    4. Parentela de los hijos de Uda
    5. Parentela de los hijos de Isaac
    6. Parentela de los hijos de Zabuión
    7. Parentela de los hijos de José
    8. Parentela de los hijos de Manases
    9. Parentela de los hijos de Benjamín
    10. Parentela de los hijos de Dan
    11. Parentela de los hijos de Aser
    12. Parentela de los hijos de Neftalé

    (“Números. Antiguo Testamento)

    El templo tiene capacidad para 1.000 feligreses. El interior es de aspecto solemne.

    Tiene tres naves y asientos corridos de madera, muy parecidos a los de la Iglesia Evangélica de la Av. Corrientes al 700. Las paredes están revocadas imitando piedras, el piso es de baldosas graníticas.

    Está construido de forma que el frente de la nave mire a Jerusalén, los fieles miran a Oriente. Es que el día nace en el Oriente con todas las esperanzas y las ilusiones que trae el nuevo día, la luz viene de Oriente, significando las luces del espíritu y el progreso. Nosotros necesitamos orientarnos para reconocer o trasladarnos a un lugar. Los Reyes Magos se orientaron por la estrella de Belén que se movió hacia arriba, guiándolos.

    En ese extremo oriental del templo en forma de ábside se protege el tabernáculo, donde se guarda la Torá. Que significa en hebreo Ley, en especial, Ley Divina; también significa enseñanza y guía. La Torá o Sefer, son imponentes rollos o libro sagrado escritos por lo general en pergamino y a mano, de unos 70cm de ancho. Los cinco libros del Pentateuco son escritos, de acuerdo a la tradición en forma continuada, sobre pergamino en un rollo que componen su totalidad. Con pluma se realiza la letra tradicional. Se envuelve desde los extremos hacia el centreo por medio de dos ejes de madera. Su lectura comprende todo un año y se leyendo señalando la palabra con un señalador, generalmente de plata labrada que termina en un dedo índice extendido. La Torá se halla en el tabernáculo separado, por cortina o parojet, con bordados. Cuando es sacada, o corrida, los fieles deben ponerse de pie. En el frente se halla el almenor o púlpito donde se leen las oraciones que han de repetir los fieles.

    Por arriba del Tabernáculo, detrás de una baranda se ubica el coro de unos 20 integrantes, delante del órgano. Este es muy similar al de la Catedral de Buenos Aires y es de los primeros de Sudamérica.

    El ábside culmina en la parte superior con una media cúpula revestida interiormente por una serie de ornamentos en forma de vulva de ostra de imponente color dorado. En su centro se halla el Sello de David. El ábside tiene un vitreaux que da luz natural.

    En el altar se halla el candelabro de siete luces –Medová o Menorá-

    Cuando Jehová instruyó a Moisés sobre los rituales religiosos, le dijo que los candelabros tenían que tener siete velas.

    El misterio, representa a la sabiduría y a la perfección suprema, es la suma de los cuatro elementos del mundo antiguo: Tierra, Agua, Aire y Fuego; más los tres componentes de la vida: El Padre, La Madre y El Hijo. Por lo demás, siete fueron los que duró la creación del mundo, los días de la semana, los colores arco iris, los pecados capitales y los sellos que menciona el Apocalipsis…

    Museo Judío de Buenos Aires:

    Dr. Salvador Kibrik

    En el Petit Hotel lindero a la Sinagoga Judía, Libertad N° 773, funciona la Secretaría y el Centro Comunitario de la Congregación.

    Son reconocibles en la fachada elementos Art Noveau en la herrería de balcones y de la terraza.

    En el edificio de al lado Libertad N° 769, funciona el Museo Judío de Buenos Aires:

    Dr. Salvador Kibrik.

    Es característico que las sinagogas de las principales ciudades tengan ajenos al templo, sus respectivos museos en los que preferentemente se atesoran elementos, libros sagrados y ornamentos religiosos de valor histórico y artístico.

    En Buenos Aires, si bien es cierto que la Sinagoga de la calle Libertad se inauguró en 1897, el museo recién se concretó en diciembre de 1967. En todos esos años la preocupación por formar un museo estuvo latente. De tal manera se fueron adquiriendo objetos museográficos que ocuparon transitoriamente vitrinas en hogares de los fundadores. La ejecución y dirección del museo fueron encomendados al Dr. Salvador Kibrik.

    Con el debido ánimo de impulsar la obra, los objetos que hasta entonces habían sido conservados por miembros de la colectividad fueron donados y constituyeron la base del Museo que fue inaugurado el 22 de octubre de 1967.

    Sus objetivos son:

    1. ser un exponente vivo de los valores espirituales del judaísmo
    2. ser un exponente por la contribución de los judíos argentinos y afincados, al progreso de la cultura nacional, organización política, evolución económica, convivencia social y toda otra manifestación que significa a esta Gran Nación.
    3. hacer conocer, exaltar y difundir las tradiciones, costumbres, símbolos y valores espirituales y éticos de la judeidad de todas las épocas y todos los países.

    En el museo se conservan los Libros de Actas de la Congregación Israelita de la República Argentina; los Registros Civiles de la Congregación; un álbum de fotos de la inauguración del Hogar Israelita para Huérfanos del 8 de mayo de 1927, por el Presidente Argentino Dr. Marcelo Torcuato de Alvear, una Constitución de las Provincias Unidas de América sancionada en 1819 de características unitarias, una Constitución de la Confederación Argentina editada en Corrientes en 1853; una bandera Argentina que presidió los actos de la Asociación Israelita de Beneficencia desde octubre de 1873. Encontramos también la partitura musical y la letra del Tango Hermano Judío, escrito por Lucio Caron con el seudónimo de Juan Carlos Fuentes. Se halla registrado en SADAIC.

    El Museo Judío de Buenos Aires realiza actos culturales, muestras de artes plásticas, conferencias y publicaciones. Ellas son una prueba de impulso constructivo, a la vez que el museo reúne los materiales que atestiguan la continuidad de una presencia viva en la historia espiritual.

    Teatro Cervantes:

    Ubicado en el predio que toma la intersección de la calle Libertad y la avenida Córdoba, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, el Teatro Cervantes ostenta el carácter de único Teatro Nacional de la República Argentina. Es Monumento Histórico-Artístico Nacional desde octubre de 1995, por la ley 24.570, sancionada por el Senado y la Cámara de diputados de la Nación, y se constituyó en organismo autárquico el 1° de enero de 1997. El Teatro Cervantes, presenta en su fachada características del renacentismo español con tres plantas. En la primera, la ochava, presenta un gran pórtico de madera rematado por dos faroles, el mismo está flanqueado por dos pilastras estriadas y de capitel corintio, a ambos lados otra entrada con rejas de hierro en color negro la cual se encuentra sostenida por dos pilares cuadrados, superior a estas un alquitrabe el cual sostiene un frontis triangular del cual sobresale otro farol.

    En el primer piso se pueden observar una gran ventana, esta presenta características similares al del pórtico lo que la diferencia es que esta posee vidrios. Sobre esta, elementos en forma decorativa y a ambos lados otras dos pilastras con similares características a las de la planta inferior, entre estas sobresale un farol. Tanto a la derecha como a la izquierda las primeras ventanas son iguales a las anteriores, las que le siguen presentan similares características pero estas se encuentran rematadas por un frontis triangular.

    En el segundo piso se encuentra el escudo de España, el cual está rematado por dos pilastras de fuste compuesto y capitel jónico, sobre este un frontis triangular rematando la fachada. El interior del frontis se encuentra trabajado y sobre el mismo se apoyan dos ángeles y dos ménsulas invertidas que sostienen un pararrayos, a ambos lados de este se encuentran cinco ventanas formadas por una reja de hierro, cada una de estas poseen una pilastras a cada lado que sostienen un arco de medio punto. Sobre la Av. Córdoba se puede leer la sigla, en bajorrelieve, TEATRO CERVANTES. A ambos lados se caracterizan dos ventanas cuadradas de similares características para luego terminar con otras cinco ventanas como las que mencionamos anteriormente, sobre cada una de estas se observa un pináculo.

    Partes: 1, 2, 3
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