Palabras de vida del gran maestro
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Resúmen
1 La Enseñanza Más Eficaz
En la enseñanza de Cristo mediante parábolas, se nota el mismo principio que el que lo impulsó en su misión al mundo. A fin de que llegáramos a conocer su divino carácter y su vida, Cristo tomó nuestra naturaleza y vivió entre nosotros. La Divinidad se reveló en la humanidad; la gloria invisible en la visible forma humana. Los hombres podían aprender de lo desconocido mediante lo conocido; las cosas celestiales eran reveladas por medio de las terrenales; Dios se manifestó en la semejanza de los hombres. Tal ocurría en las enseñanzas de Cristo: lo desconocido era ilustrado por lo conocido; las verdades divinas, por las cosas terrenas con las cuales la gente se hallaba más familiarizada.
La Escritura dice: "Todo esto habló Jesús por parábolas; … para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; rebosaré cosas escondidas desde la fundación del mundo."* Las cosas naturales eran el vehículo de las espirituales; las cosas de la naturaleza y la experiencia de la vida de sus oyentes eran relacionadas con las verdades de la Palabra escrita. Guiando así del reino natural al espiritual, las parábolas de Cristo son eslabones en la cadena de la verdad que une al hombre con Dios, la tierra con el cielo.
En su enseñanza basada en la naturaleza, Cristo hablaba de las cosas que sus propias manos habían creado y que tenían cualidades y poderes que él mismo les había impartido. En su perfección original, todas las cosas creadas eran 9 una expresión del pensamiento de Dios. Para Adán y Eva en su hogar edénico, la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios, repleta de instrucción divina. La sabiduría hablaba a los ojos, y era recibida en el corazón; pues ellos se ponían en comunión con Dios por medio de sus obras creadas. Tan pronto como la santa pareja transgredió la ley del Altísimo, el fulgor del rostro divino se apartó de la faz de la naturaleza. La tierra se halla actualmente desfigurada y profanada por el pecado. Sin embargo, aun en su estado de marchitez, permanece mucho de lo que es hermoso. Las lecciones objetivas de Dios no se han borrado; correctamente entendida, la naturaleza habla de su Creador.
En los días de Cristo se habían perdido de vista estas lecciones. Los hombres casi habían dejado de discernir a Dios en sus obras. La pecaminosidad de la humanidad había echado una mortaja sobre la radiante faz de la creación; y en vez de manifestar a Dios, sus obras llegaron a ser un obstáculo que lo ocultaba. Los hombres honraron y sirvieron "a las criaturas antes que al Creador". Así los paganos "se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fue entenebrecido."* De esta suerte, en Israel, las enseñanzas de los hombres habían sido colocadas en lugar de las de Dios. No solamente las cosas de la naturaleza, sino el ritual de los sacrificios y las mismas Escrituras -todos dados para revelar a Dios-, fueron tan pervertidos que llegaron a ser los medios de ocultarlo.
Cristo trató de quitar aquello que oscurecía la verdad. Vino a descorrer el velo que el pecado había echado sobre la faz de la naturaleza, a fin de que reflejase la gloria espiritual, y todas las cosas habían sido creadas para mostrar esa gloria. Sus palabras presentaban a través de un nuevo prisma las enseñanzas de la naturaleza, así como las de la Biblia, y las convertían en una nueva revelación.
Jesús arrancó un hermoso lirio y lo colocó en manos de los niños y los jóvenes; y al observar ellos el propio rostro 10 juvenil del Salvador, radiante con la luz del sol de la faz de su Padre, expresó la lección:
"Reparad los lirios del campo, cómo crecen [con la simplicidad de la belleza natural ]; no trabajan ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos". Entonces siguió la dulce seguridad y la importante lección: "Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?"*
Enviado por Gustavo Acosta
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