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Recuerdos


Partes: 1, 2

    A la mitad del camino de mi vida, me encuentro en un recodo del recuerdo que aún mantiene viva la senda recorrida. Echo mi vista al pasado y veo toda mi vida en miles de fotos,  que me traen recuerdos, sensaciones de vivencias; gratas unas, ingratas las más. Deseos cumplidos e incumplidos. Cuales pesan más?

    Nunca es posible separar unos de otros, mi vida se encadena a la de los demás. Me faltó valor a veces para cambiar el rumbo y decidir por dónde caminar, tomar mis propias decisiones. Decidí casi siempre pensando en que querían de mí y no en que quería yo. Nací en la posguerra. Una ciudad, Madrid, maravillosa, llena de gente joven con ganas de ganarse un futuro, gente vieja frustrada, con miedo, con recelos, sin ideales; estos quedaron enterrados por las bombas, la muerte, la represión, los campos de concentración, el racionamiento, el hambre, las carencias.

    Críos medio famélicos por la mala nutrición, padres medio desesperados por no poder llenar sus tripas.

    El Sol alumbra los Olmos que nos dan sombra en Enero. ¡Cómo te recuerdo!, la plaza de mi barrio a las puertas de mi casa, frente a mi calle. Los hombres tumbados esperando el traslado a los campos de trabajo.

    Cinco grandes árboles de hojas perennes, verdes todo el año, de gruesos troncos, aún perduran cuatro de ellos, dando sobra en los mismos lugares, pero nadie los mira igual. Viejos, llenos de recuerdos, con sus raíces agarradas a la tierra que me vio correr y despertar a la vida. La plazoleta circundada por cuatro casas viejas, un camino frente a mi terraza que conduce a la casa de campo. Quedan casas medio derruidas por la guerra aún presente en sus ruinas, donde viven amigos, gente con ilusiones. Donde se escuchan risas de niños felices.

    El puente a la derecha de la plaza, lleva al centro de la ciudad. Entre sus arcos el río de aguas poco profundas, trasparentes, cristalinas, corre mansamente ajeno a su propia historia… el río , el que fue denominado "general de los ríos" por los poetas, que puso freno durante tres años a la fuerzas comandadas por Franco: El Manzanares La rendición de Madrid, la firmó el General Miaja y con ella se dio fin a la guerra civil. ¡ Madrid resistió hasta el final !.

    Desde mi terraza miro pasar el tiempo.

    Se escucha la voz de mi madre, me llama, es la hora de ir al colegio, la esperanza de una nueva vida. Aquellos hombres tumbados, cansados antes de empezar, con sus caras serias, su piel arrugada, sus silencios, no hablan o hablan poco, no me parece que esperen una nueva vida, que tengan muchas ilusiones, más al contrario, parecen hastiados, como si el futuro no les interesara en demasía. Quizás les pesa más el pasado. Parece que solo tuvieran presente.

    Escucho próximo el sonido del tren. La estación del ferrocarril en la "Quinta de Goya" está cercana.

    Subo la calle de piedras mal alienadas. Siento el frió del invierno en mis delgadas piernas. Cincuenta pasos y entro en el colegio. Cuarto piso, un pasillo oscuro, estrecho, largo, casi infinito, da a una sala luminosa, amplia, toda de blanco, con tres ventanales. Los chicos a la izquierda, las chicas a la derecha.

    España frente a mí: el mapa parece que me aplasta.

    Don Octaviano, cara enjuta, delgado, bajito, serio, ojos redondos y grandes, duros, de figura mediana, frente despejada, siempre con americana gris y corbata gris, camisa blanca , inmaculada. Tendrá otra ?. Me da los buenos días. Serán para él. Hoy es lunes y me toca sufrir. Gramática Española, mi tortura. Sé lo que me espera, como los condenados a muerte, cada lunes es igual, la pizarra, las preguntas, las oraciones, la ortografía, los complementos, como final la regla zumbando, cortando el aire, camino de mi mano trémula, temblorosa: el castigo.

    Los días no tienen final, se encadenan unos a otros como una secuencia de infinitas partes, sin principio ni fin. Mi padre llega del trabajo, cansado, fatigado, con el peso de la vida marcado en su joven rostro. Aun no se interpretar todo lo que sus ojos me dicen.

    Diego Valor me trasporta a otros mundos de ilusión. La radio, eterna compañera en las tardes de invierno, lo llena todo con su fantasía: las peticiones del oyente, alguien felicita a un desconocido que se hace por unos momentos intimo, familiar, amigable, te hace participe de sus ilusiones de prosperidad. ¿Qué querrá decir prosperidad?, compleja palabra en el 52.

     Acabo de llegar de la cola del racionamiento, nuestro pan reposa en el aparador junto a la cartilla marrón, un cupón menos y una ración más, como cada día. Es la hora de comer, la mesa puesta, el plato humea, la legumbre me espera, mi madre me apremia, no tengo mucho tiempo, la hora de volver al colegio se acerca, inmisericorde, sin darme reposo. Nadie se da cuenta que los críos necesitamos descansar ?

    Fueron años duros para todos, que pasaron lentos como pedazos de plomo derretido en el reloj, de fríos inviernos, nevados en los campos de mi calle, abrasadores en el verano, pero siempre repetidos, iguales unos a otros, nada cambiaba de un año a otro. No hacia mucho Ricardo nos había dejado, yo aún recordaba sus llantos, su dulce cara, hoy todo es una nube en el recuerdo, solo alguna vieja foto me trae su rostro tal como era. La lucha de mis padres, sus empeño, las deudas por la Estreptomicina de contrabando no habían resuelto nada de su enfermedad, de su trágica pero corta enfermedad. Comenzaba el sufrimiento por la tragedia, la muerte y las enfermedades que perseguiría a mi madre toda su vida. Empezaba su vida de victima que no le abandonaría ya nunca mas. Matías estaba recién llegado, el olor de su piel, de recién nacido, lo llenaba todo, yo me sentía liberado, ya no era el centro del mundo.

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