1.3. Génesis y desarrollo del análisis estratégico de Michel Crozier
En la mitad de la década de los 60 del siglo pasado, cuando la sociedad industrial moderna, incluida la francesa, miraba a su futuro (en lo económico, en lo científico–tecnológico, en lo político, en lo social y cultural), de una manera muy optimista, Crozier resaltaba el desarrollo en este tipo de sociedad de las grandes organizaciones, siendo las mismas para el sociólogo francés algo inherente a la sociedad industrial; además de llevar en su seno un "nuevo" fenómeno, digno de estudio sociológico, llamado burocrático. Ahora bien, este fenómeno es entendido por Crozier, de la siguiente manera: El tema de nuestro pensamiento, al hablar del fenómeno burocrático, es falta de adaptación, la inadecuación, o, según la expresión de Merton, las "disfunciones"que se producen inevitablemente dentro de las organizaciones humanas. Es así que, Crozier al hablar del fenómeno burocrático se esta refiriendo concretamente, utilizando un concepto de Merton, a las llamadas disfunciones que se generan en el seno de las organizaciones humanas. El sociólogo, Crozier sigue diciendo: El análisis del fenómeno burocrático, en el sentido disfuncional que utilizamos, se coloca con toda naturalidad en esa perspectiva; la pesadez y rutina " burocráticas " pueden interpretarse fácilmente como consecuencia de la resistencia del material humano, y para comprenderlos es inevitable remitirse a una sociología de las organizaciones: el mal funcionamiento no puede existir sino comparativamente con un funcionamiento ideal. Una teoría de la burocracia constituye pues forzosamente un caso particular dentro de una teoría más general de las organizaciones, que a su vez debería ser en sí misma un elemento esencial de una sociología de la acción, válido para el estudio global de la sociedad. Al analizar, el fenómeno burocrático como algo equivalente a disfunción las llamadas deformaciones burocráticas (lentitud, pesadez y rutinas, etc.) pueden entenderse, según Crozier, como resultado de la resistencia del material humano. A su vez, para la comprensión científica de la resistencia del material humano, es necesario, para el sociólogo francés, una sociología de las organizaciones. Una teoría del funcionamiento de la burocracia es apenas, para Crozier, un caso especifico que forma parte de una teoría más general de las organizaciones, que según él tendría que ser en sí misma una pieza esencial de una sociología de la acción, útil para el estudio global de la sociedad. Es decir, que para Crozier la sociología de las organizaciones es un elemento clave para cualquier estudio macrosociológico verdaderamente comprehensivo. El carácter aplicado de la sociología de las organizaciones permite descubrir, según Crozier, nuevos aspectos del fenómeno burocrático. Al respecto, el sociólogo francés dice: El estudio de los dos casos tomados por nosotros, considerados como ejemplos significativos del fenómeno burocrático, no solamente nos aporta informaciones sobre un problema particular, crucial para la sociología de las organizaciones, sino que reviste además grandísimo interés para el análisis de los sistemas culturales. En efecto, la resistencia del material humano que en él se pone de manifiesto, está hondamente ligada a ciertos comportamientos primarios y a ciertos rasgos característicos del sistema cultural francés. El estudio de estos aspectos culturales del fenómeno burocrático permitirá introducir una dimensión nueva en la sociología de las organizaciones. En efecto, si bien parece posible elaborar una teoría general y universal de las organizaciones, poniendo entre paréntesis los diferentes sistemas sociales y culturales, en cuanto se pasa al de la patología de las organizaciones el análisis cultural se convierte en instrumento indispensable que permite marcar los límites de la teoría universal e interpretar su aplicación en contextos culturales diferentes. Al mismo tiempo, y ése es nuestro objetivo final, un análisis tal permite entrever la posibilidad de renovar la teoría de los sistemas culturales. Abordaremos en momento un nuevo terreno, que puede considerarse (en algunos aspectos por lo menos) más apropiado que los terrenos tradicionales para el estudio de las modalidades de inserción de los sistemas culturales en la realidad de nuestro tiempo. Hasta el presente, las culturas y los conjuntos culturales se han analizado, sobre todo, a partir de los sistemas de valores y de los rasgos psicológicos singulares de una "personalidad básica" ideal. Rara vez se los confronta con los problemas de la acción y, en particular, con el problema del material humano necesario para la acción en una sociedad industrial compleja. Para Crozier, el estudio de dos casos (la agencia de contabilidad de París y el monopolio industrial) concretos considerados por él como ejemplos paradigmáticos del fenómeno burocrático es de sumo interés fundamentalmente para el análisis de los sistemas culturales. La resistencia del material humano que en el estudio se pone de manifiesto, para el sociólogo francés, esta estrechamente vinculada a ciertas conductas primarias y a ciertos rasgos característicos del sistema cultural francés. El estudio de los aspectos culturales del fenómeno burocrático permitirá introducir, según Crozier, una dimensión nueva en la sociología de las organizaciones; es decir, a la hora de estudiar la patología de las organizaciones el análisis cultural se transforma en instrumento esencial, en lo que se refiere a marcar las fronteras de la teoría universal e interpretar su aplicación en contextos culturales heterogéneos. Además, de renovar la teoría de los sistemas culturales, en el sentido que las culturas y los conjuntos culturales se los pasará a confrontar específicamente con el problema del material humano indispensable para la acción en una sociedad industrial compleja. Es decir, como la sociedad francesa. A fines ya, de la década de los 60 del siglo XX las sociedades industriales modernas de occidente, particularmente la sociedad francesa estaba pasando por una etapa de agotamiento de su orden dominante y que la crisis de Mayo de 1968 puso de manifiesto. Es así que, esta situación de agotamiento de lo instituido que estaba experimentando la sociedad gala y los sucesos del llamado Mayo francés, no le fueron ajenos, como acontecimientos, a la mirada sociológica de Crozier, quien dice lo siguiente: Hoy todos admiten, aunque solo sea formalmente, que la sociedad francesa es una "sociedad bloqueada". Sin embargo, la cuestión no es denunciar los defectos de nuestras estructuras o de nuestros hábitos -y menos aún soñar con el mundo maravilloso que sería el nuestro con tal de que aceptáramos una u otra de las múltiples recetas que nos ofrecen nuestros expertos en la materia– sino comprender y provocar el cambio. ¿Por qué la sociedad francesa ha quedado bloqueada dentro de su andamiaje burocrático y paternalista? ¿Por qué los franceses emplean su tiempo en reforzar, hasta mediante sus recriminaciones, el sistema bajo el cual padecen? ¿Cómo cambian? ¿Cómo podrían cambiar? ¿De qué modo podría el conocimiento ayudarnos a cambiar mejor o a cambiar de un modo distinto? Tal es el doble tema de esta obra, fruto de una serie de dolorosas confrontaciones entre mi experiencia de investigador y mis frustraciones de ciudadano. En su mayor parte estos ensayos fueron escritos en los dos años previos a la crisis de mayo. Sus temas -el poder, la participación, el cambio y la crisis- son los que fueron más profundamente vividos por muchos de nuestros conciudadanos durante el estallido revolucionario que nos envolvió. Para el sociólogo M. Crozier, la sociedad francesa es una "sociedad bloqueada", por varios círculos de centralización y estratificación administrativas, incapaz de autocorrección. La crisis experimentada por la sociedad gala en Mayo de 1968 pone en el orden del día de la opinión pública francesa temas como el poder, la participación, el cambio y la crisis, temas todos estos que antes de la crisis de Mayo fueron sólo tratados en el plano teórico, en este caso, por Crozier. Con respecto, al llamado Mayo francés, Crozier sigue diciendo: Si se procura tomar distancia respecto del vocabulario ideológico y de las formas habituales del razonamiento marxista o antimarxista, cuyo empleo, como hemos visto, tiende en realidad a confundir el análisis, lo que llama la atención en la crisis de mayo es que no fue revolucionaria en sus objetivos políticos ni en sus intenciones sociales, mientras que sí lo fue, y profundamente, en sus medios de expresión, o sea en el nivel de los mecanismos del juego social, o más sencillamente de las relaciones humanas. Lo que trajo consigo no fue una ruptura social ni política, sino cultural. La interpretación que se impone con esta perspectiva se plantea, por consiguiente, en términos de medios; el origen y los resortes de la crisis no deben ser buscados en la organización del poder político o del poder económico, sino en el funcionamiento de las instituciones de la vida cotidiana. Los franceses no se rebelaron para poner fin a la explotación capitalista ni para edificar la sociedad sin clases; se precipitaron a la crisis para enjuiciar un sistema de relaciones humanas, un estilo de acción y un modo de gestión que los perjudicaban. Así, la crisis de mayo aparece antes que nada como un cuestionamiento del estilo de acción a la francesa y una rebelión instintiva contra lo que hemos denominado sociedad bloqueada. En cierto modo, los rasgos más característicos de la crisis pueden ser considerados como característicos de la sociedad bloqueada. Esta se basaba sobre el temor al enfrentamiento y sobre una concepción jerárquica de la autoridad. La crisis será, entonces, el festival del enfrentamiento y la impugnación de la autoridad. Para Crozier, la crisis de Mayo fue revolucionaria y muy hondamente, en lo que se refiere, en el nivel de los mecanismos del juego social, es decir, en las relaciones humanas. Lo que trajo consigo, según él, una ruptura esencialmente cultural. La explicación que prevalece con esta perspectiva se plantea, por consecuencia, en términos de medios. Es así que, para Crozier los orígenes y los resortes de la crisis de Mayo tienen que ser buscados en el funcionamiento de las instituciones de la vida cotidiana. Los franceses, según él, se precipitaron a la crisis para enjuiciar un sistema de relaciones humanas, un estilo de acción y un modo de gestión que los perjudicaban. Es decir, la explosión de Mayo del 68 fue una rebelión contra el modo burocrático de organización y los aspectos autoritarios del estilo a la "francesa ". A su vez, lo sucedido en Francia en Mayo de 1968 no fue un fenómeno aislado del resto del mundo moderno sino todo lo contrario; así lo entiende el propio Crozier, quien dice lo siguiente: Desde el punto de vista intelectual, moral y político, la crisis de mayo señala para Francia el fin de un período y el advenimiento de una nueva sensibilidad. Pero si entre nosotros la ruptura fue más viva, y por consiguiente más fácil de distinguir, aunque no de analizar, la conmoción ha sido general, y ni siquiera comenzó en Francia. Nuestra crisis tomó un significado muy particular, que remite antes que nada a nuestro sistema de gobierno y nuestro estilo de acción; pero al mismo tiempo es parte de un gran movimiento, una especie de tambaleo general del mundo civilizado que se precipitó al final de la década de 1960. Ha muerto algo que fue esperanza, que ahora parece ilusión y cuya desaparición nos abruma: cierto racionalismo demasiado simple, cierta confianza demasiado fácil en la razón, la convergencia y el progreso. La crisis de Mayo en Francia, como crisis, para Crozier, es expresión de una crisis más general y también mas honda, la que experimenta de una manera acelerada desde fines de la década de 1960, el mundo civilizado. Es decir, lo que esta en crisis es la totalidad de la cadena del mundo civilizado, siendo el Mayo francés un eslabón más de toda la cadena civilizatoria en crisis. En otros términos, lo que esta en crisis a finales de los 60 del siglo pasado es la sociedad industrial como tal, es decir, la llamada sociedad moderna. La muerte de una esperanza basada en el racionalismo, la razón, la convergencia y el progreso que a finales de la señalada década del siglo XX, es sólo una mera quimera. Con respecto, a esta crisis, Crozier dice: Como la ruptura francesa, dicha conmoción desencadenó una gran fiebre ideológica. Sin embargo, lo que en realidad cuestiona, del mismo modo que la crisis de mayo, no son tanto los principios morales cuanto las formas de pensamiento y los sistemas de gobierno. A mi parecer, para comprender este problema crucial no existe ejemplo más revelador, más espectacular y que pruebe mejor ese cambio de sensibilidad que el de la guerra fría y la oposición entre los bloques. Esta crisis, del mundo civilizado al igual modo que la crisis de mayo lo que cuestiona esencialmente, según Crozier, son las formas de pensamiento y los sistemas de gobierno. A su vez, para una mejor comprensión de esta problemática, el sociólogo francés, pone como ejemplo revelador que prueba ese cambio de sensibilidad a la llamada guerra fría y la oposición entre el ya desaparecido bloque socialista y el bloque capitalista. Crozier sigue diciendo: Quince o veinte años atrás, la esperanza de una convergencia posible entre los dos sistemas, el soviético y el norteamericano, era muy aventurada, y solo algunos espíritus avanzados osaban formularla en la noche de la guerra fría. ¿Quién habría imaginado entonces que esa esperanza llegaría a ser, para los rebeldes de fines de la década de 1960 y una gran parte de la nueva generación intelectual influida por ellos, la realidad más detestable de un mundo opresivo y corrompido? ¿Quién habría podido creerlo hace apenas seis o siete años, cuando el mundo entero vibraba todavía con esa esperanza, convocado por esas grandes figuras de la apertura y la liberalización: Kennedy, Jruschov y Juan XXIII? Este vuelco espectacular no es sino uno de los que caracterizan los años de crisis moral e intelectual que acabamos de vivir. El sueño de la convergencia se derrumbó al mismo tiempo que cierto ideal de progreso superficial e indefinido, de confianza en la razón humana y de la fe liberal, cuyo mejor ejemplo está dado por Estados Unidos con su Peace Corps, pero del que también es posible encontrar huellas en la exuberancia jruschoviana y en la sencillez del papa Juan. Para Crozier, que en el año 1949 o en 1954, en plena guerra fría, la esperanza de una convergencia posible entre el sistema soviético y el sistema norteamericano se la considerara muy aventurada formulada solo por algunos espíritus adelantados y que después los rebeldes de fines de la década de 1960 y una parte importante de la nueva generación intelectual influida por ellos consideren la esperanza de esa convergencia posible entre los dos mencionados sistemas como algo odioso de un mundo pautado por la opresión y la corrupción; cuando en 1962 el mundo entero vibraba todavía con esa esperanza convocado por tres grandes lideres reformadores (J. F. Kennedy, N. Jruschov y Juan XXIII) dos de los tres políticos y uno religioso, es un vuelco espectacular siendo uno de los vuelcos, según él, que caracterizan la crisis moral y intelectual, en este caso, de los fines de la década de los 60 del siglo pasado. Al derrumbarse el sueño de la convergencia también se vino abajo, según Crozier, cierto ideal de progreso superficial e indefinido, de confianza en la razón humana y de la fe liberal, encarnado por U.S.A., a través de los cuerpos de paz de la administración Kennedy y en un menor grado en la propuesta comunista de Jruschov y en la figura de Juan XXIII. Es decir, lo que se vino abajo como un castillo de naipes al igual que el sueño de la coexistencia pacífica fue una ideología que se puede calificar de modernista (esta concepción clásica, a la vez filosófica y económica de la modernidad, la define como triunfo de la razón, como liberación y como revolución y define la modernización como modernidad en acto, como un proceso enteramente endógeno; Alain Touraine, Crítica a la modernidad, p. 25) o de matriz iluminista (se trata de su concepción del progreso como una acumulación lineal, unívoca y autocorrectiva; Carlos Pareja, Una alternativa al pensar iluminista, p. 17) siendo la misma, sustento ideológico a inicios de la década de los 60 del siglo XX de gobiernos modernizadores tanto en el campo capitalista (administración Kennedy) como en el ya desaparecido campo socialista (gobierno de Jruschov) y que a fines de los 60, es bueno decirlo, la administración Kennedy como el gobierno de Jruschov por sus contradicciones en lo interno como en lo externo ya habían pasado a la historia junto con sus sueños en versión capitalista o comunista de construir un mundo próspero, feliz y pacífico. El panorama mundial a fines de los sesenta del siglo XX, esta pautado por rupturas, divergencias y disparidades a todos los niveles. Con respecto, a lo que se avecina, Crozier dice: En oposición a las prematuras esperanzas de convergencia, nuestro mundo moderno amenaza ser, a plazo breve y mediano, no un mundo armonioso de progreso racional, liberal o colectivista, sino de rupturas, divergencias y disparidades entre naciones, sistemas, regiones y grupos. Siendo así, se puede pensar que en esta gran prueba de coexistencia activa que no se supo prever no están en juego las ideologías, hace tiempo superadas, sino los métodos intelectuales que sirven de base para concebir y organizar la acción colectiva. En oposición a las apresuradas creencias de convergencia, el panorama del mundo moderno, en este caso, el de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado, para Crozier amenaza ser, a breve y a mediano plazo, no un mundo armonioso de progreso racional, liberal o colectivista, (norteamericano y soviético) sino de rupturas, divergencias y disparidades entre naciones, sistemas, regiones y grupos. Es decir, un mundo moderno plagado de contradicciones (antagónicas y no antagónicas) entre naciones, sistemas, regiones y grupos; en donde la marcha del mismo y de los mismos es zigzagueante. Es así que, en la gran prueba de coexistencia activa (nuevo capítulo de la guerra fría entre las dos superpotencias) lo que esta en juego, según Crozier, son los métodos intelectuales que sirven de base para concebir y organizar la acción colectiva. Es entonces que, para el sociólogo francés: El racionalismo planificador al estilo soviético fue el primero en sufrir los efectos, ya que solo podía ilusionar en una atmósfera de restricción y de secreto. Cuando la competición dejó de tener lugar en el campo militar para pasar al del consumo, su ineficacia se hizo evidente. El racionalismo planificador al estilo soviético, según Crozier, no escapa a que experimente sus propias limitaciones, dado que en un contexto de competición en el campo fundamentalmente del consumo y no en el campo militar se evidencio su total ineficacia. Es decir, que en una atmósfera donde impera la total libertad el racionalismo planificador al estilo soviético desilusiona claramente. Crozier, sigue diciendo: El problema reside en los medios y en el método que permite utilizarlos. Aquellos son de una lentitud y un costo insoportables; hacen muy difícil la comunicación entre la base y la cúspide, falsean las informaciones, impiden efectuar, con rapidez, los múltiples ajustes indispensables, desalientan la innovación y sofocan los recursos humanos potenciales del sistema. El método sintético, deductivo, a priori, que justifica el empleo de esos medios, es rígido y hace muy difícil aprender con la experiencia. Los dirigentes soviéticos prefieren emprender periódicamente grandes revoluciones administrativas y entre tanto imitar los procedimientos, técnicas y hasta soluciones norteamericanos, en lugar de reelaborar los principios y métodos de acción que son la causa de sus fracasos. El problema radica, según Crozier, en los medios y en el método que permite utilizarlos. A nivel de medios, estos son para el sociólogo francés, de una lentitud y un costo insoportables, hacen muy difícil la comunicación entre la base y la cúspide, falsean las informaciones, impiden efectuar, con rapidez los múltiples ajustes indispensables, desalientan la innovación y sofocan los recursos humanos potenciales del sistema. En lo que hace, al método, el método sintético deductivo, a priori, que justifica el empleo de esos medios, para Crozier, es rígido y hace muy difícil aprender con la experiencia. En suma, los medios y el método del racionalismo planificador al estilo soviético resultan ser incapaces de dar respecta a los problemas organizacionales relacionados a la sociedad de consumo, como ya era la sociedad soviética en esa década del siglo XX. Además, del llamado racionalismo planificador al estilo soviético, Crozier también hace referencia a la llamada síntesis liberal estadounidense y dice lo siguiente: Durante varios años, los contratiempos de la planificación soviética parecieron justificar y consagrar las pretensiones de los intelectuales liberales norteamericanos. La síntesis liberal que ellos inspiraban parecía ser la última (y única) encarnación posible de la razón. Es así que, debido a los porrazos que experimentaba la planificación soviética la síntesis liberal de los norteamericanos aparecía en el centro del escenario como la última y además de única encarnación posible de la razón. Dice Crozier: Si tomamos el ejemplo de Estados Unidos, hay que buscar la responsabilidad por el derrumbe de la síntesis liberal en la unión de dos métodos opuestos en que se apoyaba: el incrementalismo y la planificación política global. El incrementalismo es, en el fondo, la racionalización de las prácticas de ajuste recíproco empleadas por la democracia pluralista al estilo norteamericano. Es una extensión de la filosofía de los economistas liberales al conjunto de las actividades colectivas públicas. Permite demostrar que, lo mismo que en un mercado, el conjunto de microajustes de los partidos da mejor resultado que cualquier planificación o coordinación a priori. Conviene, por lo tanto, renunciar a toda "política" y conformarse con calcular los costos y ventajas marginales para cada problema, y en función de las presiones ejercidas por los diversos partidos en juego. Para Crozier, la responsabilidad por el derrumbe de la síntesis liberal se encuentra en la unión de dos métodos (el incrementalismo y la planificación política global) opuestos en que se basaba la misma. El incrementalismo, según Crozier, además de ser en el fondo una racionalización de las prácticas de ajuste recíproco empleadas por la democracia pluralista al estilo norteamericano, es también, una extensión de la filosofía de los economistas liberales al conjunto de las actividades colectivas públicas. Esto permite demostrar que, al igual que en un mercado, el conjunto de microajustes de los partidos da mejor resultado que cualquier planificación o coordinación a priori. Esta lógica conduce a darle la espalda a toda "política" y conformarse con calcular los costos y ventajas marginales para cada problema, y en función de las presiones ejercidas por los diversos partidos en juego. Crozier sigue diciendo: Esta regla de acción supone un universo perfectamente neutral y racional, sin apego, dependencia o viscosidad particulares. Puede ser invocada como ideal, de modo algo semejante al que se refiere a la extinción del Estado: seria un gran progreso que el conjunto de las acciones de todos los participantes en el juego social fuera totalmente neutro y racional, y hay que hacer todos los esfuerzos posibles para avanzar en ese sentido. Pero no corresponde a la realidad de ninguna manera, porque en todos los niveles en que se realiza una acción aparecen relaciones de dependencia y nudos de poder que falsean el juego, y si bien parece posible avanzar mucho en tal sentido, es difícil que aquellos puedan ser suprimidos por entero. En consecuencia, en el contexto occidental actual, el incrementalismo suele conducir a resultados en contradicción total con los objetivos de los liberales, tales como escaladas ciegas de las que Vietnam no es más que un ejemplo, o con mayor frecuencia, la constitución y desarrollo de círculos viciosos de pobreza, estancamiento económico y regresión cultural y social. Para Crozier, el ideal incrementalista (un universo perfectamente neutral y racional, sin apego, dependencia o viscosidades particulares) es solo eso, un ideal, que no se corresponde para nada con la realidad, ni con la vida misma. Porque, entiende que, en todos los niveles que se realiza una acción se manifiestan relaciones de dependencia y nudos de poder que falsean el juego, siendo muy difícil en los hechos la supresión de esos fenómenos de una manera absoluta. Esto da como consecuencia, en el contexto occidental, en este caso, el de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado, que el incrementalismo, según Crozier, lleva a resultados en contradicción total con los objetivos de los liberales, tales como la guerra de Vietnam y la aparición de problemáticas de orden socioeconómico y cultural. Pasando, ahora a la llamada planificación política global, Crozier se refiere a la misma diciendo lo siguiente: Es lógico que la planificación política global, los programas coherentes de acción, satisfagan más el espíritu. Alrededor de ellos se opera la síntesis o las síntesis sucesivas. Pero siempre hay una profunda contradicción entre la voluntad de globalismo que los anima y la práctica de una aplicación "incremental" que debe servirles de apoyo. Por otra parte, y sobre todo, la extraordinaria dificultad de razonamiento a priori que suponen, tiene por consecuencia que se basen generalmente en conocimientos superficiales y extrapolaciones apresuradas, con el único cimiento real de una necesidad muy arbitraria de coherencia. Es en este nivel global donde fue trabada y perdida esa "partida" de convergencia artificial que en definitiva no hizo más que exacerbar los conflictos. Los programas coherentes de acción de una planificación política global, según Crozier, además de que alrededor de ellos se opera la síntesis o las síntesis sucesivas también manifiestan, de por sí, una profunda contradicción entre la voluntad de globalismo que los anima y la práctica de una aplicación "incremental" que debe servirles de apoyo. A esto se le suma, la dificultad que tiene en sí un razonamiento a priori, que como tal, se sustenta en conocimientos superficiales y extrapolaciones apresuradas, con la única base real de una necesidad muy arbitraria de coherencia. Después, de analizar críticamente el racionalismo planificador al estilo soviético y la síntesis liberal norteamericana, el sociólogo francés, pasa a la búsqueda del nuevo método intelectual y con respecto a esta renovación dice lo siguiente: Para superar la oposición incrementalismo – globalismo es preciso rechazar el dilema y buscar la renovación más allá de los principios y los planes globales de acción –cuyo impacto es siempre mucho más débil de lo que parece- en el análisis de las regulaciones reales de los múltiples sistemas sobre los que se debe actuar y donde la acción no puede tener lugar sino en forma incremental. El método intelectual a cuya búsqueda estamos nos permitiría descubrir los puntos clave de estos sistemas, para concentrar allí los recursos libres de la sociedad o de sus diversos segmentos autónomos capaces de acción. Esos recursos, siempre demasiado débiles, no deben ser empleados sino en los puntos de aplicación donde sean más eficaces. No se trata de reemplazar por un fragmento de poder público el sistema ya en funcionamiento, ni de poner a su lado otro sistema nuevo, sino de contribuir, mediante la acción proyectada, a modificar sus reglas de juego de manera que el nuevo juego produzca resultados diferentes. Es también el método que nos permitiría lanzar y animar procesos de aprendizaje, de nivel institucional o –más generalmente- colectivo análogos a los que se pueden poner en marcha en el nivel individual. Para superar la oposición incrementalismo – globalismo es preciso, según Crozier, rechazar el dilema y buscar la renovación en el análisis de las regulaciones reales de los múltiples sistemas sobre los que se debe actuar y donde la acción no puede tener lugar sino en forma incremental. A su vez, el método intelectual buscado permitiría, en la opinión de Crozier, descubrir los puntos clave de estos sistemas, para concentrar allí los recursos libres de la sociedad o de sus diversos segmentos autónomos capaces de acción. Se trata de contribuir mediante la acción proyectada a modificar las reglas de juego del sistema en funcionamiento de manera que el nuevo juego produzca resultados diferentes. Además, el propio método permitiría, según Crozier, lanzar y animar procesos de aprendizaje colectivo similares a los que se pueden poner en marcha a nivel individual. En suma, lo que el método lograría sería fundamentalmente poder determinar los puntos más sensibles del sistema que se quiere hacer evolucionar y tratar de realizar mediante procesos de aprendizaje colectivo la modificación de sus reglas de juego de forma que el nuevo juego elabore resultados distintos. Crozier sigue diciendo: Entre las macrodecisiones arrogantes y las microdecisiones ciegas, solo hallarán el camino de una responsabilidad más limitada, pero más directa, si abandonan su estrecho racionalismo. Claro está que ese método no permitiría escapar a la lógica de los grandes sistemas ni a la interrogación sobre los fines últimos y los principios e ideologías que los sustentan. Pero al menos tendría la ventaja de ofrecer una perspectiva más neutral, menos dependiente, tanto de los objetivos generales como de las restricciones prácticas que impone la lógica de los grandes sistemas. No supone convergencia a priori ni compromete irremediablemente en un camino determinado, y esto puede convertirse en fermento de desarrollo general, al margen de las ideologías y al margen de la ideología de la convergencia. Al final, el método propuesto por Crozier radica en un camino del medio entre las macrodecisiones arrogantes y las microdecisiones ciegas, entendiéndolo como un camino de una responsabilidad más limitada, pero más directa, con la condición que se abandone todo tipo de racionalismo estrecho y excluyente. A su vez, por un lado, ese método no permitiría escapar a la lógica de los grandes sistemas ni a la interrogación sobre los fines últimos y los principios e ideología que lo sustentan. Por el otro lado, al menos tendría la ventaja de ofrecer una perspectiva más neutral, menos subordinada, tanto de los objetivos generales como de las restricciones prácticas que impone la lógica de los grandes sistemas. El que no suponga convergencia a priori ni comprometa irremediablemente en un camino determinado, para Crozier, esto puede convertirse en fermento de desarrollo general, al margen de las ideologías en general y particularmente al margen de la ideología de la convergencia. En suma, en un contexto mundial, como el de a fines de la década de los sesenta en el siglo XX pautado por la presencia de una coexistencia activa entre las dos superpotencias de la época, es decir, la no convergencia entre los dos sistemas el soviético y el norteamericano y ante los porrazos experimentados por la planificación soviética y el derrumbe de la síntesis liberal (dos métodos intelectuales que sirven de base para concebir y organizar la acción colectiva), Crozier entiende que, el nuevo método intelectual que oficie de base para concebir y organizar la acción colectiva tiene que estar en una "tercera vía" entre las macrodecisiones arrogantes y las microdecisiones ciegas que no supone una convergencia a priori (a nivel de sistemas) ni tampoco compromete irremediablemente en un camino determinado. Es así que, para Crozier, el panorama de mundo moderno, en este caso el de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado, además de estar pautado por rupturas, divergencias y disparidades entre naciones, sistemas, regiones y grupos, también ese mismo mundo moderno experimenta una evolución a nivel de las relaciones humanas. El propio Crozier, dice lo siguiente: En general, tenemos tendencia a ver al hombre moderno como un ser abrumado por la servidumbre. En todas partes nos amenazan las burocracias, las superautopistas nos dirigen, las diversiones se hallan masificadas y hasta el pensamiento es manipulado. Esta visión es completamente ilusoria. Si comparamos con cierta seriedad distintas épocas, haciendo un examen de conciencia de la especie humana, comprobaremos que las dos grandes tendencias más visibles en todas las actividades humanas son: la libertad (los hombres la tienen cada vez más para elegir entre un número creciente de posibilidades) y el cálculo (están en cambio obligados a prever constantemente el resultado de su acción y calcular el costo). Tal vez mi afirmación sorprenda en un mundo intelectual dominado por los fantasmas del condicionamiento y la manipulación. Para Crozier, el mundo moderno esta inmerso o se sitúa en una evolución que es ancha y concreta que tiene lugar en las relaciones humanas. Es así que, según el sociólogo francés, si se compara con cierta seriedad distintas épocas, haciendo un examen de conciencia de la especie humana, se comprueba que las dos grandes tendencias más visibles en todas las actividades humanas son: la libertad (los hombres la tienen cada vez más para elegir entre un número creciente de posibilidades) y el cálculo (están obligados a prever constantemente el resultado de su acción y calcular su costo). A su vez, esta afirmación por parte de Crozier se contrapone abiertamente a una visión reinante en el mundo intelectual (dominado por los fantasmas del condicionamiento y la manipulación) que es, según él, completamente ilusoria en la cual el hombre moderno se encuentra abrumado por la servidumbre. Es decir, ese hombre moderno es amenazado por las burocracias, las superautopistas lo dirigen, sus diversiones se encuentran masificadas y su pensamiento es manipulado constantemente por agencias gubernamentales y también privadas. Es entonces que, desde la visión crozeriana de la marcha de las relaciones humanas, la libertad de elección y el cálculo racional son ejercicios en aumento para el hombre moderno. Esto conduce a que en el seno de la sociedad moderna se presenten problemas. Dice Crozier:El problema toma las dimensiones de una crisis de civilización cuando la presión irresistible hacia la libertad individual de opción provoca el hundimiento de formas tradicionales de control social, como los tabúes sexuales, mientras que el desarrollo del cálculo racional hace surgir la necesidad de nuevos controles. Cuanta más conciencia tomamos de las consecuencias de nuestros actos, tanto más fuerte se vuelve la presión que nos exige eliminar sus riesgos, ya sea en lo que respecta a salud pública, educación, polución o incluso en el terreno cultural o racial. Precisamente entonces nos faltan los principios tradicionales en cuyo nombre era antes posible controlar la actividad de los demás. Para esta contradicción imposible hay una sola solución: construir conjuntos humanos capaces de soportar las más grandes tensiones y oposiciones. El problema adquiere, para Crozier, las dimensiones de una crisis de civilización, dado que la libertad individual de opción al igual que un fuerte chorro de agua presiona sobre las formas tradicionales de control social, como los tabúes sexuales, provocando el desmoronamiento de las mismas, mientras que el desarrollo del cálculo racional hace surgir la necesidad de nuevos controles. Es así que, para el sociólogo francés, cuanta más conciencia adquirimos de las consecuencias de nuestros actos, tanto mas fuerte se vuelve la presión que nos exige eliminar sus riesgos, ya sea en lo que se refiere a salud pública, educación, polución y también en el terreno cultural y racial. Es entonces, que es aquí, donde los individuos sienten la ausencia de los principios tradicionales en cuyo nombre era antes posible controlar el accionar de los demás. Para resolver esta contradicción imposible, Crozier, entiende que la única solución se encuentra en construir conjuntos humanos capaces de soportar las más grandes tensiones y oposiciones. En términos más concretos, lo que se necesita es una nueva capacidad organizativa. En relación a esto, Crozier dice: Lo que ahora necesitamos es una nueva capacidad, en el nivel de las organizaciones o sistemas que integramos, para encarar de modo más consciente contradicciones que son mucho más directas y claras. Tal capacidad organizativa no es una circunstancia natural sino una conquista humana, fruto de un prolongado aprendizaje. Solo mediante su desarrollo podrán los hombres hacerse más libres y soportar a la vez las consecuencias de la claridad de su opción y de la magnitud de sus resultados. En términos concretos, lo que necesita el hombre moderno es, según Crozier, una nueva capacidad, en el nivel de las organizaciones o sistemas que el mismo integra, para poder hacer frente de modo más consciente contradicciones que son mucho más directas y claras. Esa capacidad organizativa, para el sociólogo francés, es una conquista humana, producto de un prolongado aprendizaje y solo mediante su desarrollo podrán lo hombres hacerse más libres y soportar a la vez las consecuencias de la claridad de su opción y de la magnitud de sus resultados. A la llamada capacidad de organización se le suma también una capacidad para los sistemas. En relación a esto último, Crozier dice lo siguiente: A esta capacidad de organización se puede agregar una "capacidad para los sistemas ", consistente en la aptitud de elaborar y mantener reglas, costumbres, sistemas de relaciones humanas y métodos de control social, sin los cuales ninguna sociedad podría identificar y abordar sus problemas específicos. Repitámoslo: capacidad organizativa y capacidad para los sistemas no son consecuencia del desarrollo, pero constituyen su primera y principal condición. Ninguna sociedad puede avanzar ni tolerar una mayor libertad y claridad en los compromisos humanos, si no elabora la capacidad organizativa o "sistémica" necesaria para encarar tal situación. A la capacidad de organización se le puede sumar, según Crozier, una "capacidad para los sistemas ", consistente en la aptitud de elaborar y mantener reglas, costumbres, sistemas de relaciones humanas y métodos de control social, sin los cuales ninguna sociedad podría identificar y abordar sus problemas específicos. En suma, capacidad organizativa y capacidad para los sistemas constituyen, según Crozier, la primera y principal condición para el desarrollo. Ninguna sociedad puede avanzar ni tolerar una mayor libertad y claridad en los compromisos humanos, si no elabora la capacidad organizativa o "sistémica" necesaria para encarar tal situación. Es decir, que la elaboración de la capacidad organizativa o "sistémica" por parte de una sociedad es fundamental para que la misma pueda avanzar y tolerar una mayor libertad y claridad en los compromisos humanos. La mayoría de las sociedades modernas, de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado, tuvieron dificultades enormes (particularmente y de forma muy agravada la sociedad francesa) para hacer frente a los problemas planteados por el progresivo avance hacia esa mayor libertad y esa mayor racionalidad de las relaciones humanas. Con relación a Francia, Crozier dice: Pero la sociedad francesa se encuentra, debido a sus bloqueos tradicionales, en una situación especialmente crítica, ya que en ellas se acumulan los problemas tradicionales de estratificación y centralización que le son propios y los nuevos problemas que le impone el advenimiento del mundo de la libertad y el cálculo. Mal adaptada a la sociedad industrial, tiene que ya que hacer frente a los problemas de la sociedad posindustrial. Paradójicamente, parece incapaz de admitir que el origen de sus dificultades reside ante todo en la gran debilidad de su capacidad de acción colectiva, y al mismo tiempo muy pocos deseos de corregirla. Particularmente, la sociedad francesa, según Crozier, se encuentra en una situación más que crítica, debido a sus bloqueos tradicionales. En el seno de la sociedad gala se acumulan los problemas tradicionales de estratificación que le son propios y los nuevos problemas que le impone el advenimiento del mundo de la libertad y el cálculo. Es así que, mal adaptada a la sociedad industrial, tiene ya que hacer frente a los problemas de la sociedad posindustrial. Además, para el sociólogo francés, la sociedad francesa paradójicamente parece incapaz de admitir que la raíz de sus males radica ante todo en la gran debilidad de su capacidad de acción colectiva y al mismo tiempo no tiene ningunas ganas de enmendar la situación. En lo que atañe a la capacidad organizativa de las empresas y administraciones francesas, Crozier dice lo siguiente: Ya nos hemos referido extensamente a la debilidad de las organizaciones francesas. Formales, rígidas, incapaces de establecer redes eficaces de comunicación y participación, malgastan sus recursos y se orientan mucho más hacia la explotación de las ventajas adquiridas y las rentas de situación, que hacia la adaptación a las circunstancias, la utilización de nuevas oportunidades y la innovación. En consecuencia no favorecen el desarrollo de la libertad de sus miembros ni el de la racionalidad del conjunto social. Su capacidad de crecimiento, por último es débil. Todos advierten la insuficiente magnitud de las empresas francesas, pero se tiende a creer que esta ocasiona su debilidad, cuando en realidad ocurre exactamente lo contrario: porque carecen de la capacidad organizativa necesaria, no pueden crecer, y cuando se las obliga a hacerlo con demasiada rapidez –por ejemplo imponiéndoles fusionarse-, su debilidad real aumenta con la pesadez de un aparato burocrático dividido. Lo que es aplicable a las empresas lo es también, a fortiori, a las administraciones, universidades, hospitales y todas las restantes organizaciones francesas, cuya pesadez e ineficacia influyen no solamente en su propio avance, sino en el de la sociedad en su conjunto. Para Crozier, la formalidad, la rigidez, la incapacidad de establecer redes eficaces de comunicación y participación entre otras cosas, conforman las características principales del rostro de las organizaciones francesas en general (empresas, administraciones, universidades, hospitales) que conduce a que las mismas no favorezcan el desarrollo de la libertad de sus miembros ni el de la racionalidad del conjunto social. Además, su capacidad de crecimiento es débil. Las empresas francesas (las organizaciones galas en general) carecen, según Crozier, de la capacidad organizativa necesaria ocasionando así su nulo crecimiento y cuando se las quiere hacer crecer a contrareloj su debilidad real aumenta con la pesadez de un aparato burocrático dividido. En suma, la debilidad de las organizaciones francesas se debe en la opinión de Crozier a la total ausencia de una mínima capacidad organizativa. Pasando, ahora, a la capacidad "sistémica" del conjunto social francés, el sociólogo galo se refiere a esta capacidad diciendo:Quizá sea necesario insistir sobre la capacidad "sistémica" del conjunto social francés, o sea sobre las posibilidades con que cuenta la sociedad francesa (o los subsistemas que la componen) de instaurar entre los múltiples grupos, organizaciones, clases o sectores en que se divide, relaciones de comunicación, negociación, conflicto y cooperación que permitan un conocimiento exacto de los hechos, una adopción real de responsabilidad por parte de sus miembros, conduciendo así a la elaboración de un juego más constructivo. Tal capacidad "sistémica" es particularmente débil en Francia. En todos los dominios, y sobre todo en el sector integrador por excelencia, el sector político, se tiene la impresión de ser dominado por maquinarias muy lentas, frágiles y muy resistentes a la vez. En ellas los contactos son difíciles, los relevos actúan como pantalla, las comunicaciones se llevan a cabo con un lenguaje de iniciados, no se discute sino sobre conflictos falsos, y el conjunto posee una fuerza de inercia extraordinaria. Es imposible modificar la marcha habitual de esas "maquinarias", que desaniman las mejores intenciones y esterilizan todas las iniciativas. En cambio, cuando un hecho casual pone en funcionamiento una de ellas, resulta imposible detenerla, corregir o desviar su curso. Para Crozier, la capacidad "sistémica" del conjunto social francés es débil. Es así que, en el sector político, sector integrador por excelencia, la impresión que tiene el sociólogo francés del mismo es de estar dominado por maquinarias muy lentas, frágiles pero a la vez muy resistentes. Es decir, son maquinarias altamente burocráticas imposible de poder modificar su marcha habitual que conduce a desanimar las mejores intenciones y esterilizan todas las iniciativas. En cambio, cuando un hecho casual pone en funcionamiento una de ellas, resulta imposible detenerla, corregir o desviar su curso. En el caso, de los partidos políticos o los sindicatos, Crozier dice: Tomemos el ejemplo de los partidos políticos o los sindicatos. Son organizaciones confusas, mal integradas y mal dirigidas, pero esto no les impide ser rígidas; al contrario. Para movilizar adherentes en la situación de impotencia en que se encuentran, necesitan apelar a la ideología. Solo el fervor sectario les permite reclutar y conservar un mínimo de militantes responsables. Pero estos militantes benévolos quedan así investidos de una tarea que constituye para sus organizaciones una coacción agotadora. Guardianes de la ideología que es el único sostén de su acción, tienden a paralizar a los dirigentes, a quienes quitan toda posibilidad de actividad autónoma, y a impedir cualquier contacto con la base. Inevitablemente adoptan el papel de barrera, bloquean la comunicación con un lenguaje oscuro e introducen así una rigidez imposible de superar, y que es aumentada por la fragmentación de estas organizaciones, que aunque incapaces de actuar solas, tampoco pueden comunicarse unas con otras. Semejante sistema es al mismo tiempo sumamente frágil y sensible a todos los chantajes. Se ahonda el abismo que separa dirigentes y dirigidos; se hace imposible tomar decisiones y el conjunto queda a merced de un movimiento demagógico que puede desarticular por completo sus mecanismos durante meses e incluso durante años. Tales mecanismos no son exclusivos de los sindicatos ni de los partidos; existen en todos los organismos voluntarios y en segundo grado en el conjunto social como sistema organizado; su influencia permite explicar el irrealismo, confusión e impotencia que sufrimos. Sin poder comprometerse y decidir, los dirigentes manifiestan posiciones públicas rígidas, sin relación con sus sentimientos particulares. Las consecuencias de esta debilidad que padece la capacidad colectiva del sistema social son desastrosas; incapacidad de aceptar la verdad de los hechos, de decidir, de encarar los verdaderos conflictos. Para Crozier, los partidos políticos o los sindicatos son organizaciones confusas, mal integradas, mal dirigidas y muy rígidas. Además, de apelar a la retórica ideológica como forma de movilizar adherentes dada su situación de impotencia y tener una practica sectaria única vía que les permite el reclutamiento y la conservación de un casco militante. Los cascos militantes altamente ideologizados, según Crozier, ofician de guardianes de la ideología tendiendo de por sí a paralizar a los dirigentes, a quienes quitan toda posibilidad de actividad autónoma, y a impedir cualquier contacto con la base. A esto se le suma, el asumir el rol de barrera, bloqueando la comunicación con un lenguaje oscuro (tecnomilitante) introduciendo así una rigidez que se vuelve constante y que se amplia debido a la fragmentación de estas organizaciones (partidos políticos, sindicatos), que aunque incapaces de actuar solas, tampoco pueden comunicarse unas con otras. Es decir, padecen de autismo. Es así que, semejante sistema, para Crozier, es al mismo tiempo sumamente frágil y sensible a todos lo chantajes. Se ahonda el abismo que separa dirigentes y dirigidos; se hace imposible tomar decisiones y el conjunto queda a merced de un movimiento demagógico que puede tirar abajo por completo sus mecanismos durante meses e incluso durante años. Tales mecanismos, existen en todos los organismos voluntarios y en segundo grado en el conjunto social como sistema organizado; su influencia permita explicar, según el sociólogo francés, el irrealismo, confusión e impotencia que experimenta la sociedad francesa. Las consecuencias de debilidad que padece la capacidad colectiva del sistema social son, para Crozier, desastrosas; incapacidad de aceptar la verdad de los hechos, de decidir, de encarar los verdaderos conflictos. En suma, debilidad de las organizaciones francesas en general y debilidad de la capacidad "sistémica" del conjunto social francés, generándose así una incapacidad por parte de la propia sociedad gala, según Crozier de asumir, discutir y resolver sus problemas reales en un mundo ya posindustrial. Dado entonces este complejo y crítico panorama de la sociedad gala, Crozier entiende que: Si el diagnóstico es acertado, el problema esencial de la sociedad francesa no se refiere al crecimiento, al régimen político ni al socialismo, sino simplemente a la constitución y desarrollo de una capacidad colectiva que responda a las necesidades de una sociedad compleja. El crecimiento y los objetivos "de civilización" no dejan de tener importancia primordial, pero el desarrollo de la capacidad "sistémica" constituye en medida cada vez mayor la condición indispensable de un crecimiento económico sostenido como de toda democratización de la sociedad. Ninguna de las grandes ambiciones de los reformadores franceses tendrá sentido mientras no se ose enfrentar de lleno este problema. El problema esencial de la sociedad francesa, según Crozier, se refiere simplemente a la constitución y desarrollo de una capacidad colectiva que responda a las necesidades de una sociedad compleja. El desarrollo de la capacidad "sistémica" constituye en medida cada vez mayor la condición indispensable de un crecimiento económico sostenido, como de toda democratización de la sociedad. Dado este problema, surge inmediatamente la interrogante de como cambiar, en relación con este otro "problema", Crozier dice lo siguiente: Pero, ¿cómo cambiar? ¿Cómo pasar de un sistema de juego caracterizado por la desconfianza, los malentendidos y la confusión, a otro, no digamos ideal, sino más abierto, sencillo y eficaz? ¿Cómo aprender colectivamente? Hasta ahora, las transformaciones de los grupos humanos y de las sociedades parecen producirse a través de las crisis. Pero, en realidad, la mayor parte de las crisis no conducen a un verdadero aprendizaje. Desde este punto de vista, el drama que amenaza en los años próximos a la sociedad francesa es el de una sucesión de rupturas de significado más bien regresivo. Sin embargo, tiene la posibilidad de efectuar una mutación decisiva si convierte esas rupturas en crisis constructivas, a partir de las cuales se iniciaran procesos de aprendizaje. La verdadera función de un gobierno en el conjunto social, como la de todos los grupos dirigentes en las organizaciones e instituciones de las que son responsables, sería en esa circunstancia la de provocar crisis en el momento y el sector adecuado y con la perspectiva correcta, y realizar previa y paralelamente las inversiones institucionales necesarias para que los individuos y los grupos interesados puedan aprovecharlas. En Crozier, surgen las interrogantes de, como cambiar, como pasar de un sistema de juego caracterizado por la desconfianza, los malentendidos y la confusión (juego kafkiano) a otro que tienda hacer más abierto, sencillo y eficaz y por último, como aprender colectivamente. A su vez, desde el punto de vista de que, la mayor parte de las crisis (por más que las transformaciones parecen producirse a través de las mismas) no conducen a un verdadero aprendizaje, Crozier entiende, que el futuro inmediato de la sociedad francesa, de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado, se presenta dramáticamente pautado por una sucesión de rupturas de signo regresivo. Pero, la sociedad gala, según el sociólogo francés, tiene la posibilidad de realizar un cambio fundamental si transforma esas rupturas en crisis constructivas. Es en este sentido, que la verdadera función de un gobierno en el conjunto social, como la de todos los grupos dirigentes en las organizaciones e instituciones de las que son responsables, sería en esa circunstancia, según Crozier, la de provocar crisis en el momento y el sector adecuado y con la perspectiva correcta, y realizar previa y paralelamente las inversiones institucionales necesarias para que los individuos y grupos interesados puedan aprovecharlas. Es así que, Crozier entiende que hay que realizar inversiones institucionales fundamentalmente en la educación y también provocar crisis constructivas en primer lugar alrededor de las estructuras territoriales y en el sistema administrativo realizar tanto una como otra. En relación, a la inversión institucional, Crozier dice lo siguiente:Durante este rápido examen de los problemas que deberá enfrentar la sociedad francesa y de la crisis que convendría provocar para que pueda lograrlo, hemos subrayado repetidas veces una prioridad esencial que resulta ineludible: la prioridad de la inversión institucional. Permítase referirnos a ella una vez más, porque de la elección de esta prioridad depende el éxito de la estrategia de cambio que proponemos. La inversión institucional, para Crozier, es una prioridad esencial para el éxito de la estrategia de cambio que él propone. Crozier dice: Si bien es cierto que la agudeza de los problemas se debe ante todo a la debilidad de la capacidad organizativa y "sistémica" del conjunto francés, el problema completamente fundamental de la sociedad francesa es el de aumentar su capacidad colectiva, es decir, capacitar más a los franceses para una cooperación organizada y eficaz. Lo que denominamos inversión institucional es el esfuerzo doloroso, políticamente difícil y financieramente costoso, por ayudar al desarrollo gradual de sistemas de relación y negociación, de conjuntos de reglas y costumbres y de modelos de regulación más complejos, abiertos, globales y eficaces. El problema esencial o principal de la sociedad francesa, según Crozier, es el de aumentar su capacidad colectiva, es decir, capacitar más a los franceses para una cooperación organizada y eficaz. El sociólogo francés, denomina inversión institucional al esfuerzo doloroso, políticamente difícil y financieramente costoso, por ayudar al desarrollo gradual de sistemas de relación y negociación, de conjuntos de reglas y costumbres y de modelos de regulación más complejos, abiertos, globales y eficaces. A su vez, hay diferentes tipos de inversión institucional, en relación con esto, Crozier dice:La inversión institucional es directa cuando se trata de un sistema en que la función del Estado es central; puede ser muy indirecta cuando se trata de un medio económico cuyas relaciones con el poder público son marginales o cuando se refiere a problemas internos de organizaciones particulares. Pero el papel del Estado es ahora tan grande, tanto en el aspecto financiero como en el de la reglamentación y en el psicológico y social, que su intervención es completamente decisiva. Es así que, hay inversión institucional de tipo directa (cuando se trata de un sistema en que la función del Estado es central) y de tipo indirecta (cuando se trata de un medio económico cuyas relaciones con el poder público son marginales o cuando se refiere a problemas internos de organizaciones particulares); en este caso, la inversión institucional es directa dado el rol preponderante que tiene el Estado (en el aspecto financiero, en la reglamentación y en el psicológico y social) en la formación social de la Francia de a fines de la década de los sesenta del siglo pasado que hace que su intervención sea decisiva. En resumen, la sociedad francesa necesita aumentar, para Crozier, la constitución y desarrollo de una capacidad colectiva que satisfaga los requerimientos de una sociedad compleja (sociedad posindustrial), es decir, capacitar más a los franceses para una cooperación organizada y eficaz. A su vez, la posibilidad de cambio viene por el lado, según Crozier, de que la sociedad francesa pueda transformar las rupturas de signo recesivo que se le avecinan, a inicios de la década de los setenta del siglo pasado, en crisis constructivas, a partir de las cuales se inician procesos de aprendizaje. Esto quiere decir, para el sociólogo francés, que el gobierno de un país en este caso Francia como los grupos dirigentes de las organizaciones e instituciones desde esa posición de poder provoquen crisis en el momento y el sector adecuado y con la perspectiva correcta, y realizar previa y paralelamente las inversiones institucionales necesarias para que los individuos y los grupos interesados puedan aprovecharlas. Es en este sentido, que la inversión institucional (prioridad esencial ineludible y por la sencilla razón de que su elección depende el éxito de la estrategia de cambio), que en el caso de Francia dada su formación social es de tipo directa y se la entiende esencialmente, por parte de Crozier, como un ayuda al desarrollo gradual de sistemas de relación y negociación, de conjuntos de reglas y costumbres y de modelos de regulación más complejos, abiertos, globales y eficaces. A todo esto, se le suma nuevas interrogantes y un problema, Crozier dice lo siguiente:¿Cómo es posible efectuar tales inversiones? ¿Se puede realmente obtener la modificación de las prioridades que es indispensable para que puedan llevarse a cabo? El problema no es, en nuestra opinión, de recursos financieros ni de prioridad política, sino ante todo de conversión intelectual. Nuestros recursos financieros y humanos son muy limitados, y la capacidad política de acción de cualquier gobierno, sumamente reducida. Pero la impotencia consiguiente se debe mucho más a que sus recursos y su capacidad están de antemano comprometidos y bloqueados en el mantenimiento de acciones de sostén, cuyo resultado será inútil mientras siga siendo débil la capacidad de organización o la amplitud "sistémica" de las instituciones del sector respectivo. El único medio para remediar esta impotencia es aprender a concentrar los recursos de la colectividad en los puntos clave de los sistemas, que deben ser ayudados a salir de los círculos viciosos que se deploran, en lugar de hacerse cargo de las consecuencias desfavorables producidas por tales funcionamientos defectuosos, a los que de este modo se contribuye a perpetuar. El sociólogo francés, se plantea las interrogantes de que, como es posible efectuar tales inversiones y si además, se puede realmente obtener la modificación de las prioridades que es indispensable para que puedan llevarse a cabo. El problema, para Crozier, es de conversión intelectual. A su vez, la impotencia (el no poder) se debe esencialmente, según él, a que los recursos financieros y humanos (muy limitados) y la capacidad política de acción del gobierno (sumamente reducida) se encuentran de antemano comprometidos y bloqueados en el mantenimiento de acciones de sostén cuyo resultado será inútil mientras siga siendo débil la capacidad de organización o la amplitud "sistémica" de las instituciones del sector respectivo. El único medio para remediar esta impotencia es, según Crozier, aprender a concentrar los recursos de la colectividad en los puntos clave de los sistemas, que deben ser ayudados a salir de los círculos viciosos que se deploran. Es en este sentido que Crozier entiende que:Para lograrlo se deben favorecer tres grandes líneas de orientación intelectual en todas las actividades de dirección de la sociedad. Ante todo, debe darse prioridad a la formación de una seria capacidad de análisis. Los dirigentes políticos, administrativos y hasta económicos rebosan de síntesis brillantes, pero carecen de la capacidad de análisis indispensable para tomar decisiones prospectivas. Ningún programa, ninguna acción administrativa debería ser emprendida sin que se haya establecido un diagnóstico sobre el complejo sistema dentro del cual deberá ejecutarse el programa o la acción. Cuando no se conocen los nudos de poder y los modos de regulación de los sistemas, las más seductoras iniciativas terminan malogradas. La nueva moda de los estudios es una falsa respuesta para esa necesidad; la sociedad francesa nunca se conoció tan mal como ahora. Los estudios son efectuados para justificar las prácticas existentes, no para conocerlas. La inversión en capacidad de análisis es más urgente que cualquier inversión económica, aunque sea muy modernista. Es así que, para poder lograr que los sistemas salgan de los círculos viciosos que se deploran, Crozier entiende, que se deben favorecer tres grandes líneas de orientación intelectual en todas las actividades de dirección de la sociedad. La primera es, que debe darse prioridad, según él, a la formación de una seria capacidad de análisis. Es decir, que ningún programa, ninguna acción administrativa debería ser emprendida sin que se hubiera establecido un diagnóstico sobre el complejo sistema dentro del cual deberá ejecutarse el programa o la acción. En otras palabras, se tienen que conocer los nudos de poder y los modos de regulación de los sistemas, para que las más seductoras iniciativas no terminen malogradas o en el cementerio de las buenas intenciones. Los estudios tienen que ser efectuados para conocer las prácticas existentes. En lo que se refiere, a la segunda línea, Crozier dice:El segundo esfuerzo debe residir en la comprensión del cambio y de los tipos de conducta aptos para dirigirlo. Ningún cambio serio puede ser llevado a cabo sin una penosa alteración de prácticas profundamente arraigadas, de las que un análisis verdaderamente global demuestre que en su nivel son racionales y hasta beneficiosas. En el sistema francés, dicha alteración nunca fue cumplida sin crisis. Estas crisis nos producen al mismo tiempo pánico y fascinación. Lo que debemos aprender es a provocarlas y dirigirlas. El segundo esfuerzo debe residir, según Crozier, en la comprensión del cambio y de los tipos de conducta aptos para dirigirlo. Ningún cambio serio, para él, puede ser llevado a cabo sin una penosa alteración de prácticas profundamente arraigadas, de las que un análisis verdaderamente global demuestre que en su nivel son racionales y hasta beneficiosas. En el caso concreto del sistema francés, dicha alteración nunca fue cumplida sin crisis. Es decir, que en Francia la experiencia de cambio esta asociado directamente al fenómeno de la crisis. Para el propio Crozier los franceses deben aprender a provocar las crisis y también a dirigirlas. Por último, a lo que hace a la tercera línea, Crozier dice:El tercer esfuerzo se refiere a la actitud hacia las instituciones. Nos negamos a ocuparnos de ellas; solo nos interesan el individuo y la Ley (o el Estado, el Régimen o la Revolución). Pero no se puede cumplir ningún programa, ni alcanzar ningún objetivo, sin que alguna institución, formal o informal, administre los resultados. Legislamos sobre educación o salud pública, pero nadie quiere ocuparse en aprender a crear, dirigir, desarrollar o animar un cuerpo social tan complejo como una universidad un hospital. La capacidad de acción de una sociedad, su posibilidad de plantearse problemas, descubrir soluciones y ponerlas en práctica, así como su aptitud para innovar, dependen fundamentalmente de su riqueza institucional. Formales o informales, las instituciones son los instrumentos de la cooperación humana. Ninguna tarea debería ser más encumbradora que su desarrollo. Para hacerla bien no basta la imaginación descubierta en las jornadas de mayo; es preciso apelar a otras virtudes cuya cualidad intelectual estaba tan olvidada como aquella: la paciencia y el valor. Por último, el tercer esfuerzo se refiere, según Crozier, a la actitud hacia las instituciones. Para el sociólogo francés, los franceses se niegan a ocuparse de ellas; solo les interesan el individuo y la Ley (o el Estado, el Régimen o la Revolución). Pero no se puede cumplir ningún programa, ni alcanzar ningún objetivo, sin que alguna institución, formal o informal, administre los resultados. Formales o informales, las instituciones, según él, son los instrumentos de la cooperación humana. Esto hace que, ninguna tarea debería ser más enaltecedora que su desarrollo. Para realizarla correctamente es preciso además de contar con imaginación apelar, según Crozier, a otras virtudes como ser la paciencia y el valor. En suma, prioridad a la formación de una seria capacidad de análisis, comprensión del cambio y de los tipos de conducta aptos para dirigirlo y una nueva actitud hacia las instituciones, son estas las tres grandes líneas de acción intelectual a todas las actividades de dirección de la sociedad, propuesta por Crozier, para poder lograr que los sistemas salgan de los círculos viciosos que se deploran. En otros términos, estas tres grandes líneas de orientación intelectual, lanzadas por el sociólogo francés, son un llamado a los núcleos o círculos dirigentes de la sociedad gala a que tengan un conocimiento concreto de la sociedad de la cual forman parte. Es decir, que la sociedad francesa tenga un fuerte conocimiento de si misma para poder salir de los laberintos burocráticos y así poder encarar como sociedad los nuevos problemas (hundimiento de formas tradicionales de control social, necesidad de nuevos controles) planteados por la llegada del mundo de la libertad y el cálculo. En la década de los setenta del siglo XX a la idea central en la sociología clásica de correspondencia entre institucionalización de valores y socialización de actores se opuso la separación entre sistemas y actor. Con respecto a este tema, el sociólogo Alain Touraine dice lo siguiente:A la idea central en la sociología clásica de correspondencia entre institucionalización de valores y socialización de actores se opuso la separación entre sistema y actor. Se concibió el sistema como un conjunto de reglas y limitaciones que el actor debe aprender a utilizar o a burlar más bien que a respetar (lo que sabe hacer muy bien el ciudadano francés en relación con la reglas fijadas por el Estado). Por su lado, el actor no apareció más como ciudadano o trabajador sino como individuo, miembro de comunidades primarias ligado a cierta tradición cultural. Finalmente y sobre todo, las normas de funcionamiento de la sociedad y la evolución histórica se manifestaron como disociadas; el cambio histórico no se definió más como progreso o modernización sino como red de estrategias destinadas a sacar el máximo provecho del empleo de recursos limitados y a controlar zonas de incertidumbre. Desapareció la idea de sociedad y hasta lo "social" se remplazó con la política, la cual adquirió dos opuestas formas: por un lado, la del poder totalitario que devora la vida social; por otro, la de grupos de presión y aparatos de decisión que se enfrentan en un mercado político. Mundo frío del cual el actor – con sus creencias, proyectos, relaciones sociales y capacidad de acción propiamente social – resultó eliminado. Esta representación de la vida social, o más bien la oposición de estas mitades disociadas – visión del sistema como orden y concepción del actor como calculador y jugador – dominó ampliamente la década de setenta. Por un lado se encontraban, más allá de sus diferencias, Marcuse, Foucault, Altusser, Bourdieu y Goffman, cuyas obras ejercieron la mayor influencia; por otro, lo que se denominó la teoría de las organizaciones y decisiones con Simon, March, Blau y Crozier. Esta etapa del pensamiento social se asoció con dos grandes transformaciones históricas. Por un lado, la metamorfosis de los movimientos de liberación en estados autoritarios; por otro, en los países ya industrializados la transformación de la cultura y la aparición de nuevas formas de conocimiento, actividades económicas y modelos éticos provisionalmente disociados de las relaciones sociales y políticas. La sociedad estalla; por un lado es absorbida por el poder estatal; por otro se encuentra "atrasada" (atraso social más que cultural) con respecto a las transformaciones de la cultura, es decir de la construcción de las relaciones con el medio. La noción de que el actor se comporta en toda organización de manera estratégica esta representada por la teoría organizacional de Crozier, siendo una de las principales corrientes del pensamiento social de la década del setenta del siglo pasado. A su vez, la misma forma parte de una etapa del pensamiento sociológico que esta relacionada, según Touraine, con dos cambios de orden histórico. Uno es, la transformación de los movimientos de liberación en estados no democráticos y el otro, en los países ya industrializados la modificación de la cultura y el surgimiento de nuevas formas de saberes, actividades económicas y modelos éticos momentáneamente separados de los vínculos sociales y políticos. La sociedad se rompe; por un lado es tragada por el universo estatal; por otro, se encuentra en una posición de clara "retaguardia" principalmente a nivel social en relación a las variaciones de la cultura. En otras palabras, es la entrada escena de la sociedad posindustrial. Dado el desordenado panorama que experimentan las llamadas sociedades adelantadas en el mundo sociológico se plantea la interrogante de si todavía tiene un centro la vida social. Esto lleva a que se manifiesten oposiciones y rompimientos entre diferentes corrientes sociológicas. En relación con todo esto, Alain Touraine dice: En un mundo dominado por la guerra, el nacionalismo estatal, la industrialización acelerada, cuando la transmisión de la herencia sociocultural aparece cada vez más problemática a medida que aumenta la heterogeneidad de las sociedades nacionales, ¿acaso hay todavía lugar para la idea de cierta estabilidad del sistema social alrededor de un principio central, consista éste en creencias, valores y derechos fundamentales o, por el contrario, descanse sobre la hegemonía de una clase dominante o de un Estado omnipresente? ¿Es necesario, inversamente, guiarse otra vez por el aforismo griego panta rhei, "todo es cambio"? ¿O queda la posibilidad de proponer una nueva definición de la unidad del sistema social? La sociología de las organizaciones y decisiones constituye hoy la principal expresión de una sociología del cambio, opuesta a la clásica que presentaba una teoría del orden. Su idea fundamental es que la sociedad es un conjunto sin centro, que sólo admite cambios limitados, por adaptación a modificaciones del medio o resolución de tensiones internas. Al romper con la noción de racionalización impulsada por ingenieros como Taylor o Ford, esta sociología habla de racionalización limitada, es decir de estrategia, o como Michel Crozier de competencia por el control de áreas de incertidumbre, donde el status de los actores queda impreciso. Los actores sociales, según esta teoría, tratan de maximizar sus intereses, pero lo hacen dentro de un medio desconocido y al cual controlan sólo parcialmente. El resultado es una serie de cambios tipo estimulo–respuesta que ya no deja lugar para algún principio unitario de la vida social, trátese de dominación absoluta o de valores centrales. En un mundo sometido, según Touraine, por la guerra, el nacionalismo estatal, la industrialización acelerada, en donde el aumento de la heterogeneidad de las sociedades nacionales determina directamente la existencia de problemas en lo que hace a la trasmisión de la herencia sociocultural conduce, a que él mismo, manifieste una serie de interrogantes en torno tanto a la estabilidad del sistema social alrededor de un principio central o sustentado sobre la hegemonía de una clase dominante o de un Estado omnipresente, como al cambio del sistema social y a una nueva definición de la unidad del sistema social. La sociología de las organizaciones y decisiones es, según el sociólogo francés, a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, la principal expresión de una sociología de cambio, opuesta a la clásica que presentaba una teoría del orden. Su idea fundamental es que la sociedad es un conjunto sin centro, que sólo admite cambios limitados, por adaptación a modificaciones del medio o resolución de tensiones internas. A esto se le suma, el romper como sociología de las organizaciones y decisiones con la noción de racionalización absoluta del fenómeno organizado sustentada por la escuela organizacional tayloriana y el fordismo y sí hablar del concepto de racionalidad limitada como lo hacen March y Simon y en el caso de Crozier de racionalidad relativa. Crozier entiende que en toda acción organizada de los hombres, incluidas las organizaciones, coexisten dos lógicas que es necesario tener en cuenta: el actor persiguiendo sus objetivos "egoístas" y el sistema organizado estructurado en función de una lógica finalística. Es decir, que para Crozier el actor desarrolla comportamientos racionales, pero lo que define esa racionalidad no es una "ciencia" de la organización forjada con anterioridad, como sucede en la "organización científica del trabajo" de Taylor, sino un constante juego conducido por el actor, cuyo desenvolvimiento no se encuentra para nada escrito en ningún lugar, y en el que toman parte tanto los recursos del actor como las presiones del sistema. Esta racionalidad relativa dirige todas las organizaciones humanas. Es entonces que, la lectura crozeriana es necesariamente dualista, en el sentido de que se debe integrar al actor en el sistema organizado, ya que es en el seno del fenómeno organizado donde los sujetos y los grupos elaboran sus estrategias. El propio Michel Crozier junto a Erhard Friedberg dicen lo siguiente: Para terminar, este ensayo es, ante todo, una reflexión tocante a las relaciones del actor y del sistema. El razonamiento que proponemos se estructura en torno a la existencia de estos dos polos opuestos. El actor no existe fuera del sistema que define la libertad, que es la suya, y la racionalidad que puede emplear en su acción. Pero el sistema no existe porque hay un actor; únicamente él puede generarlo y darle vida, y sólo él puede cambiarlo. De la yuxtaposición de estas dos lógicas nacen las restricciones de la acción organizada que exponemos con nuestro razonamiento.Para Crozier, el individuo esta permanentemente construyendo una realidad colectiva -la organización- que es su obra y en cuyo seno nunca deja de ser actor tratando en todo momento de aprovechar su margen de libertad (que significa fuente de incertidumbre tanto para los miembros como para la organización en su conjunto) para negociar su "cooperación", cuidando de manipular a sus miembros y la organización en su conjunto de tal suerte que esta "cooperación" le genere beneficios. Pero también, ese mismo producto suyo que es la organización se transforma para él en una fuente de condicionantes que conforman el marco indispensable para la acción conjunta. A su vez, la cuestión del cambio es entendida por Crozier y Friedberg de la siguiente manera:Es preciso borrar de un plumazo de una vez por todas esta visión del cambio que hemos heredado del siglo XIX. El cambio no es ni el majestuoso correr de la historia, en cuyo caso seria suficiente conocer sus leyes nada más, ni la concepción y la puesta en práctica de un modelo más "racional" de organización social. No puede ser comprendido más que como un proceso de creación colectiva a través del cual los miembros de una determinada colectividad aprenden juntos, es decir, inventan y determinan nuevas formas de jugar el juego social de la cooperación y del conflicto (en pocas palabras, una nueva praxis social), y adquieren las capacidades cognoscitivas, de relación y organizativas correspondientes. Es un proceso de aprendizaje colectivo que permite instituir nuevos constructos de acción colectiva que crean y expresan una nueva estructuración del o de los campos. Crozier, por un lado, le da la espalda y rompe con una visión del cambio que viene del siglo XIX, que lo entendía como una etapa lógica de un desarrollo humano ineluctable o como la imposición de un modelo de organización social mejor por ser más racional. Por el otro lado, el sociólogo francés, concibe al cambio como un proceso de creación colectiva a través del cual los miembros de una determinada colectividad aprenden juntos, es decir, inventan y determinan nuevas formas de jugar el juego social de la cooperación y del conflicto (en pocas palabras, una nueva praxis social), y adquieren las capacidades cognoscitiva, de relación y organizativas correspondientes. Es un proceso de aprendizaje colectivo que permite instituir nuevos constructos de acción colectiva que crean y expresan una nueva estructuración del o de los campos. Crozier y Friedberg siguen diciendo:La alternativa para las fórmulas de cambio, tecnocráticas y autoritarias, no puede ser más que la extensión y la generalización progresiva de la experimentación, es decir, del aprendizaje colectivo e institucional en todos los niveles, o más bien la organización de las condiciones que hacen posible tal extensión.La extensión y la generalización progresiva de la experimentación, es decir, el aprendizaje colectivo e institucional en todos los niveles, es presentado por Crozier, como la alternativa a las fórmulas o modelos de cambio de índole tecnocráticas y autoritarias. Es decir, una y otra son fórmulas o modelos de cambio que tienen de común el castrar todo tipo de aprendizaje colectivo e institucional, dado que la cuestión del cambio lo entienden como la imposición de un modelo a priori concebido desde el inicio por grupos de técnicos y cuya racionalidad deberá defenderse contra las obstrucciones irracionales de los actores que serian en los hechos la manifestación de su relación reducida a las costumbres pasadas o a su condicionamiento por las estructuras de dominación existentes y por la alineación dentro de éstas. Finalmente, el sociólogo Hebert Marcuse dice lo siguiente:El universo totalitario de la racionalidad tecnológica es la última transmutación de la idea de razón. Crozier con su "análisis estratégico" realiza un jaque mate a todas las visiones de una racionalidad totalitaria, devoradora de sus hijos al igual que el dios Saturno. Dado que la aplicación del mismo a situaciones concretas evidencia la existencia de una racionalidad de actor en organización, irreductible a la racionalidad del sistema organizado. Es decir, el carácter esencialmente "oportunista" de las estrategias humanas y la parte no reducible de la libertad que existe en toda relación de poder. En donde, el cambio como tal es entendido por Crozier como proceso de aprendizaje colectivo e institucional a todos los niveles. En un mundo occidental, particularmente Europa y más particularmente Francia que desde 1968 vive y experimenta la salida de la modernidad.
Capítulo IIReferencias Teóricas
La modernidad del siglo XVIII fue un proyecto de sociedad basado en un concepto de razón no ceñido a la razón instrumental, sino dando igual significación a la razón moral y estética, durante todo el siglo XIX europeo se asistió a un proceso en el cual lo racional se transforma en lo racional instrumental. Es decir, la modernidad tiene forma burguesa y de por sí su rostro es la del orden económico capitalista. En donde, para Weber la teoría de la burocracia conforma una pieza importante de su visión sobre la modernización (racionalización) del mundo occidental, que no conduce según él hacer realidad la vinculación entre el crecimiento de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana universal (como soñaban los pensadores de la ilustración), sino a que el hombre moderno quede encerrado en la "jaula de hierro" de la racionalidad burocrática careciendo su vida de significado y libertad. A su vez, el llamado "análisis estratégico" es entendido por Crozier como un nuevo modo de razonamiento (proporciona herramientas teóricas para superar las visiones "monísticas" de la organización) o de razonar ante los problemas de la acción colectiva, y por ende organizada, de los hombres, en un tiempo histórico como lo fue Europa y particularmente Francia de afines de la década de los sesenta e inicios de los setenta del siglo pasado pautada por diversas crisis, una de ellas es la que corresponde a la ideología modernista. Es así que, todo esto lleva a que se pase ahora a detallar las referencias teóricas de la racionalidad burocrática y de la racionalidad relativa de Crozier en lo que se refiere a la organización y al poder.
2.1. La organización – Racionalidad burocrática
Max Weber enfatiza la racionalidad de la organización burocrática; de hecho, la palabra máquina viene directamente de sus escritos. Max Weber dice:La razón decisiva que explica el progreso de la organización burocrática ha sido siempre su superioridad técnica sobre cualquier otra organización. Un mecanismo burocrático perfectamente desarrollado actúa con relación a las demás organizaciones de la misma forma que una maquina con relación a los métodos no mecánicos de fabricación. La precisión, la rapidez, la univocidad, la oficialidad, la continuidad, la discreción, la uniformidad, la rigurosa subordinación, el ahorro de fricciones y de costas objetivas y personales son infinitamente mayores en una administración severamente burocrática, y especialmente monocrática, servida por funcionarios especializados, que en todas las demás organizaciones de tipo colegial, honorífico auxiliar. La racionalidad burocrática descansa en la utopía de la organización como máquina perfecta. Es decir, la búsqueda de una racionalidad organizacional absoluta que sometería al hombre a un modo de funcionamiento "sin fallas" de ningún tipo. Esta búsqueda revela una concepción de la organización en la que solamente están presentes los reclamos procedentes de una dinámica finalística. La única medida de referencia del modelo weberiano es la finalidad de la organización. Para alcanzar esa finalidad se encuentra la administración burocrática que anula todo tipo de contingencias circunscribiendo la organización a una realidad del todo previsible. Weber dice lo siguiente:Allí donde se ha llevado íntegramente a cabo la burocratización del régimen de gobierno se ha creado una forma de relaciones de dominio prácticamente inquebrantable. El simple funcionario no puede desprenderse de la organización a la cual está sujeto. En oposición a los honoratiores, que administran y gobiernan honoríficamente y como al margen, el funcionario profesional está encadenado a su labor con toda su existencia material e ideal. En casi todos los casos el funcionario no es más que un miembro al que se encargan cometidos especializados dentro de un mecanismo en marcha incesante que únicamente puede ser movido o detenido por la autoridad superior, y que es la que le prescribe la ruta determinada. Por todo ello se halla sometido al interés común de todos los funcionarios insertados en tal mecanismo, para que siga funcionando y persista el dominio socializado ejercido por la burocracia. Por su lado, los dominados no pueden prescindir del aparato de dominio burocrático ya existente ni sustituirlo por otro, pues se basa en una metódica síntesis de entrenamiento especializado, división de trabajo y dedicación fija a un conjunto de funciones habituales diestramente ejercidas. La organización es concebida por la racionalidad burocrática, como un conjunto articulado de funciones. Este conjunto debe operar (gracias a la máxima autoridad oficial) de una manera transparente, fluida y homogénea como para que nada ni nadie (a parte de la máxima autoridad oficial) pueda frenar e impedir el logro de las metas fijadas de antemano por la propia máxima autoridad oficial de la organización. A su vez, al individuo en la racionalidad burocrática, sólo se lo tiene en cuenta en su carácter de funcionario especializado. Es decir, como miembro de la organización burocrática al que se le encargan obligaciones especializadas que tienen como fin único la concreción de los objetivos fijados por la propia organización burocrática. Dice M.Weber:Las funciones específicas de la burocracia moderna quedan expresadas del modo siguiente:I. Rige el principio de las atribuciones oficiales fijas, ordenadas por lo general, mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento administrativo, es decir: 1) Existe una firme distribución de las actividades metódicas consideradas como deberes oficiales – necesarias para cumplir los fines de la organización burocrática. 2) Los poderes de mando necesarios para el cumplimiento de estos deberes se hallan igualmente determinado de un modo fijo, estando bien delimitados mediante normas los medios coactivos que le son asignados (medios coactivos de tipo físico, sagrado o de cualquier otra índole). 3) Para el cumplimiento regular y continuo de los deberes así distribuidos y para el ejercicio de los derechos correspondientes se toman las medidas necesarias con vistas al nombramiento de personas con aptitudes bien determinadas. Estos tres factores constituyen, en la esfera oficial, el carácter esencial de una autoridad burocrática o magistratura y en la esfera de la economía privada la sustancia de un despacho. En este sentido, tal institución se ha desarrollado completamente en las comunidades políticas y eclesiásticas sólo con la aparición del Estado moderno, y en la esfera de la economía privada sólo con la aparición de las formas avanzadas del capitalismo. En organizaciones políticas tan extensas como las del Antiguo Oriente, así como en los imperios germánico y mogol formados mediante la conquista, y en muchos organismos feudales, las magistraturas permanentes con atribuciones fijas no constituyen la regla, sino la excepción. El soberano hace cumplir las medidas más importantes por medio de comisionados personales, de comensales o de servidores de palacio, a quienes se dan cargos o autorizaciones establecidos momentáneamente para el caso particular y no siempre bien delimitados. II. Rige el principio de la jerarquía funcional y de la tramitación, es decir, un sistema firmemente organizado de mando y subordinación mutua de las autoridades mediante una inspección de las inferiores por las superiores, sistema que ofrece al dominado la posibilidad sólidamente regulada de apelar de una autoridad inferior a una instancia superior. Para la racionalidad burocrática, el funcionamiento de una organización es el fruto de la adaptación de un conjunto de calificados profesionales a las facultades que dan las funciones oficiales fijas ordenadas mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento administrativo de la propia organización. A su vez, la integración de la conducta de los individuos en la organización burocrática es la derivación inmediata del aprendizaje de un conjunto de conductas interdependientes con sus correspondientes normas y valores. Es decir, esto implica un trabajo de equipo, una clara división del trabajo con la subordinación del propio status-rol, obediencia a la autoridad (el poder legítimo para dar órdenes), la existencia de normas regulativas y de valores comunes. La organización burocrática como tal es una forma de eficiencia funcional. Es así que, la organización para la racionalidad burocrática es el reino invulnerable de la racionalidad del sistema organizado. Racionalidad relativa de M. Crozier El "análisis estratégico" de Michel Crozier maneja el concepto de racionalidad relativa. Esto consiste en que todo conjunto humano organizado coexisten dos lógicas que es necesario tener presente: el actor persiguiendo sus objetivos "personales" y el sistema organizado estructurado en función de una lógica finalística. Al respecto, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente: Si admitimos que en toda su organización el actor individual dispone de un margen de libertad irreductible para perseguir sus actividades, es iluso querer buscar la explicación de sus comportamientos empíricamente observables, en la racionalidad de la organización, en sus objetivos, sus funciones y sus estructuras como si se tratara de un conjunto de circunstancias a las cuales los individuos no pudieran adaptarse y que acabarían por interiorizar y por conformar su conducta. Esto no quiere decir que la organización pueda analizarse únicamente a partir del comportamiento del actor. La lectura crozeriana es forzosamente dualista, es decir que debe integrar al actor en el sistema organizado, ya que es en el seno del fenómeno organizado dónde los individuos y los grupos establecen sus estrategias. Otro concepto que maneja el "análisis estratégico" de Crozier es el de estrategia. Crozier y Friedberg dicen: Para entender este concepto y el uso que hacemos de él, es preciso partir de las siguientes observaciones empíricas:1. El actor rara vez tiene objetivos claros y menos todavía proyectos coherentes: estos son múltiples, más o menos ambiguos, más o menos explícitos y más o menos contradictorios. Cambiará a mitad del camino y rechazará algunos, descubrirá otros sobre la marcha o incluso después, aunque no sea más que porque existen consecuencias imprevistas e imprevisibles de su acción que le obligan a "reconsiderar su posición" y a "reajustar su mira": lo que considera "medio" en un momento dado puede ser "fin" en otro momento y viceversa. De ahí se deduce que sería ilusorio y falso considerar su comportamiento como reflexivo, es decir mediatizado por un sujeto lúcido que calcula sus movimientos en función de los objetivos fijados al principio.2. Sin embargo su comportamiento es activo. Siendo que siempre se encuentra restringido y limitado, no está jamás directamente determinado; incluso, de alguna manera, la pasividad es el resultado de una elección. 3. Es un comportamiento que siempre tiene un sentido; el hecho de que no se le pueda relacionar con objetivos claros, no significa que no pueda ser racional sino todo lo contrario. En lugar de ser racional con relación a ciertos objetivos, lo es, por parte con relación a las oportunidades y a través de estás, al contexto que las defina, y por otra, en relación con el comportamiento de los otros actores, con el partido de los que lo toman y con el juego que se estable- ció entre ellos.4. Es, en resumen, un comportamiento que siempre presenta dos aspectos: uno ofensivo, que es aprovechar las oportunidades con miras a mejorar su situación, y otro defensivo que consiste en mantener y ampliar su margen de libertad y por ende su capacidad actuar. Esta oposición se encuentra sin que necesariamente haya equivalencia en una perspectiva temporal (ganancias a corto plazo contra inversión); lo importante es la dualidad y no el significado de los términos. 5. En el caso límite, no existe, pues, un comportamiento irracional; ésa es la utilidad que tiene el concepto de estrategia, que puede aplicarse indistintamente a los comportamientos en apariencia de lo más racionales y a los que parecen completamente erráticos. Tras el humor y las reacciones afectivas que dirigen este comportamiento día con día, es posible que el análisis descubra regularidades que no tendrían sentido más que si se relacionan con una estrategia. Decir de un actor que tiene un comportamiento estratégico indica que es capaz de utilizar los recursos de una situación y las ocasiones que se le ofrecen para alcanzar unos objetivos personales. Por otra parte, éstos no son siempre claros y coherentes; no surgen necesariamente en la conciencia. Para Crozier, el concepto de estrategia esta en la base de la comprensión de la racionalidad relativa. Con respecto a la principal virtud del concepto de estrategia Crozie y Friedberg dicen:La principal virtud del concepto de estrategia es que fuerza a la superación y la hace posible, mientras que la reflexión en términos de objetivos tiende a aislar al actor de la organización a la cual le enfrenta, la reflexión en términos de estrategia obliga a buscar en el contexto organizativo la racionalidad del actor y a comprender el constructo organizativo en las vivencias de los actores. La principal virtud del concepto de estrategia es superar la concepción de la organización basada en la noción de objetivo. El comportamiento en organización es de naturaleza estratégica. Es decir, que todo comportamiento organizacional se plantea alcanzar determinados objetivos sirviéndose de la construcción organizacional. La estrategia del actor se orienta a aumentar su margen de maniobra en detrimento del margen de maniobra de los demás. Dada esta perspectiva, la organización es en efecto ese lugar de enfrentamiento y de conflicto por la acción motivada de sus miembros quienes, en la búsqueda de sus estrategias personales, siempre divergentes cuando no contradictorias, tratan simplemente de proteger, incluso de ampliar su propio margen de libertad reduciendo su dependencia respecto a los otros. Crozier y Friedberg dicen: Así, pues, no se puede hablar de los objetivos o de la racionalidad de una organización como sí existieran de por sí, fuera o por encima de los individuos o los grupos que sólo ellos pueden llevar consigo y darles vida incluyéndolos en sus estrategias y actualizándolos con sus comportamientos. En el caso extremo, la organización en sí no puede existir más que por los objetivos y las racionalidades parciales de los individuos o de los grupos que alberga.La organización, es en sí, un universo de conflicto, y su funcionamiento el resultado de los enfrentamientos entre las racionalidades contingentes, múltiples y divergentes de actores relativamente libres capaces de llevar adelante sus propios objetivos. A esto se le suma, el concepto de juego como instrumento de la acción organizada. Con respecto a esto, Crozier y Friedberg dicen:El juego es el instrumento que elaboraron los hombres para reglamentar su cooperación; es el instrumento esencial de la acción organizada. El juego concilia la libertad con la restricción. El jugador es libre, pero si quiere ganar, debe adoptar una estrategia racional en función de la naturaleza del juego y respetar las leyes de éste. Esto quiere decir que para el progreso de sus intereses, debe aceptar las restricciones que se le imponen. Si se trata de un juego de cooperación, que siempre es el caso tratándose de una organización, el producto del juego será el resultado común que busca la organización. Este resultado no se obtendrá por la solicitud directa de los participantes, sino por la orientación que se les haya dado, debido a la naturaleza y a las reglas de los juegos que juega cada uno de ellos y en las que buscan su propio interés. Para el "análisis estratégico" de Crozier, el juego es el instrumento que elaboraron los hombres para reglamentar su cooperación; es el instrumento esencial de la acción organizada. El juego concilia la libertad con la restricción. El jugador es libre, pero si quiere ganar debe adoptar una estrategia racional en función de la naturaleza del juego y respetar las leyes de éste. Esto quiere decir que para el progreso de sus intereses debe aceptar las restricciones que se le imponen. Es así que, si se trata de un juego de cooperación, que siempre es el caso tratándose de una organización, el producto del juego será el resultado común que busca la organización. Este resultado no se obtendrá por la voluntad directa de los participantes, sino por la orientación que se les haya dado, debido a la naturaleza y a las reglas de los juegos que juega cada uno de ellos y en las que buscan su propio interés. Con respecto a esto último, Crozier y Friedberg siguen diciendo: En otras palabras, en lugar de considerar el funciona- miento de una organización como el producto de la adaptación, por diversos procesos, de un conjunto de individuos o de grupos con motivaciones propias, a los procedimientos y a las "funciones" previstos por ésta, nosotros proponemos considerarlo como el resultado de una serie de juegos en los cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas reglas formales e informales -definiendo especialmente las posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros- delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su compromiso en la organización sirva para que sus expectativas personales, o por lo menos para que no les contraríe.El "análisis estratégico" de Crozier, entiende que el funcionamiento de una organización es el resultado de una serie de juegos en los cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas reglas formales e informales – definiendo especialmente las posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros – delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su compromiso en la organización sirva para que sus expectativas personales, o por lo menos para que no les contraríe. Dicen Crozier y Friedberg:Una vez conceptuada la organización como un conjunto de juegos articulados entre sí, el fenómeno propiamente sociológico de la integración de las conductas de los actores ya no se interpreta como la consecuencia directa del aprendizaje de un conjunto de comportamientos interterdependientes con sus correspondientes normas y valores. Se analiza como la consecuencia indirecta de la restricción fundamental que obliga a cada participante -si es que quiere seguir jugando y asegurar simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea "redituable" para él o por lo menos que no le "cueste" mucho- a no perder de vista las exigencias y las reglas que prevalecen en los juegos que se juegan en la organización y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos de ésta. Al concebir, el "análisis estratégico" de Crozier, a la organización como un conjunto de juegos articulados entre sí, el fenómeno sociológico de la integración de los comportamientos de los actores se estudia, por parte de ésta escuela de análisis organizacional como la consecuencia indirecta de la restricción fundamental que obliga a cada participante – si es que quiere seguir jugando y asegurarse simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea "redituable" para él o por lo menos que no le "cueste" mucho – a no perder de vista las exigencias y las reglas que prevalecen en los juegos que se juegan en la organización y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos de ésta.
2.2. El poder Racionalidad burocrática
En la perspectiva weberiana la legitimidad corresponde a los valores admitidos por un grupo humano (una organización) y en los que se basa el poder concebido como capacidad de actuar sobre los demás. El poder legítimo se llama autoridad. Max Weber distingue tres tipos de autoridad, que se basan en tres legitimidades. La primera, la autoridad carismática. El carisma es definido por Weber de la siguiente forma:Debe entenderse por "carisma" la cualidad, que pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas -o por lo menos específicamente extracotidinas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviados del dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. La autoridad carismática es legitimada por la confianza de los subordinados en esa virtud singular de la personalidad del jefe. La segunda, la autoridad tradicional. Se basa en una norma: lo que ha existido o lo que existe es legítimo. Así basta que la autoridad tradicional se enraíce en una costumbre o una rutina para ser reconocida. La tercera, la autoridad racional-legal. La legitimidad de esta autoridad se basa en el respeto por parte del jefe y de los subordinados de reglas establecidas según unos procedimientos racionales y formales. Dice M.Weber:Tenemos, por último, una legitimidad basada en la "legalidad", en la creencia en la validez de preceptos legales y en la "competencia" objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas; una dominación como la que ejercen el moderno "servidor del Estado" y todos aquellos titulares del poder que se asemejan a él. En Weber la legitimidad basada en la legalidad define el fundamento característico de la autoridad en las instituciones modernas que esta basada en la aplicación correcta de los procedimientos. Las personas sujetas a autoridad aceptan ésta como legitimada tanto corresponda a leyes como a personas si está constituida conforme a procedimientos correctos. De aquí las dos principales propiedades características de la autoridad moderna. En primer lugar, la autoridad legal es impersonal, la lealtad exigida concierne a las normas y a los procedimientos establecidos. En segundo lugar, en el régimen de autoridad legal existe el principio de la libre posibilidad de nuevas reglamentaciones, con tal que se cumpla la única condición de que sean observados los procedimientos formales. Ambas propiedades son fundamentales para el funcionamiento de la administración burocrática. Weber dice lo siguiente: El tipo más puro de dominación legal es aquél que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. En Weber la burocracia es la forma organizativa especifica que expresa la autoridad legal. Para Weber la burocracia debe abarcar los rasgos siguientes: 1) sus miembros son libres en tanto personas, 2) sometimiento de un subordinado al jefe se limita en la realización de sus funciones, 3) están organizados en una clara jerarquía de funciones, 4) cada empleo tiene una esfera de competencia bien definida, 5) todo empleo esta ocupado en una relación contractual, 6) la forma de relación esta basado en la competencia, status por logro (adquirido), 7) los miembros de una burocracia son designados nunca elegidos, 8) los burócratas son remunerados según un salario fijo en dinero, 9) el funcionario se debe dedicar a pleno en la burocracia, 10) la burocracia constituye una carrera, 11) el burócrata es un ocupante del puesto no es dueño del mismo y 12) disciplina de trabajo. Cuánto más éstas características se encuentran altamente articuladas en la organización, entonces la organización se aproxima a la burocracia del "tipo ideal". La características de la burocracia weberiana es la separación del hombre de la función. Weber subraya la especificidad funcional de los puestos en la administración burocrática. A su vez, el ingreso a la organización por concurso quiere ser una garantía de la ecuanimidad pero fundamentalmente, una forma de asegurar que se funcione sobre la base de expertos que saben muy bien la función que les toca desempeñar. Es así que, Weber dice lo siguiente:Las funciones específicas de la burocracia moderna quedan expresadas del modo siguiente: I. Rige el principio de las atribuciones oficiales fijas, ordenadas, por lo general, mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento administrativo es decir: 1) Existe una firme distribución de las actividades metódicas – consideradas como deberes oficiales – necesarias para cumplir los fines de la organización burocrática 2) Los poderes de mando necesarios para el cumplimiento de estos deberes se hallan igualmente determinados de un modo fijo, estando bien delimitados mediante normas los medios coactivos que le son asignados (medios coactivos de tipo físico, sagrado o de cualquier otra índole). 3) Para el cumplimiento regular y continuo de los deberes así distribuidos y para el ejercicio de los derechos correspondientes se toman las medidas necesarias con vistas al nombramiento de personas con aptitudes bien determina- das. Estos tres factores constituyen, en la esfera oficial, el carácter esencial de una autoridad burocrática…Para Weber, los tres factores que constituyen, en la esfera oficial, el carácter esencial de una autoridad burocrática son los siguientes: 1) La existencia de una firme distribución de las actividades metódicas -consideradas como deberes oficiales- necesarias para cumplir los fines de la organización burocrática. 2) Que los poderes de mando necesarios para el cumplimiento de estos deberes se hallen igualmente determinados de un modo fijo, estando bien delimitados mediante normas los medios coactivos que le son asignados (medios coactivos de tipo físico, sagrado o de cualquier otra índole). 3) Para el cumplimiento regular y continuo de los deberes así distribuidos y para el ejercicio de los derechos correspondientes se tomen las medidas necesarias con vistas al nombramiento de personas con aptitudes bien determinadas. El análisis de Weber sobre la burocracia esta lleno de elogios para este tipo de organización propio de la sociedad moderna. Dice Weber:La administración burocrática pura, o sea, la administración burocrática-monocrática, atenida al expediente, es a tenor de toda la experiencia la forma más racional de ejercerse una dominación; y lo es en los sentidos siguientes: en precisión, continuidad, disciplina, rigor, y confianza; calculabilidad, por tanto, para el soberano y los interesados; intensidad y extensión en el servicio; aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas; y suceptibilidad técnica de perfección para alcanzar el óptimo en sus resultados. El desarrollo de las formas "modernas" de asociaciones en toda clase de terrenos (estado, iglesia, ejército, partido, explotación económica, asociación de interesados, uniones, fundaciones y cualesquiera otras que pudieran citarse) coincide totalmente con el desarrollo e incremento creciente de la administración burocrática: su aparición es, por ejemplo, el germen del estado moderno occidental. Weber entiende que la administración burocrática-monocrática es la forma más racional de ejercer una dominación debido fundamentalmente a sus altas cualidades técnicas. Además, para Weber el desarrollo de las instituciones públicas, privadas y del Estado moderno concuerda del todo con el desarrollo y el aumento de la administración burocrática. Weber atribuye a la burocracia una racionalidad formal y eficiente, basada en el objetivo y principalmente en el carácter impersonal de las normas que rigen el comportamiento de sus miembros. Dice Weber:Se obedece, no a la persona en virtud de su derecho propio sino a la regla estatuida, la cual establece al propio tiempo a quién y en qué medida se deba obedecer. También el que ordena obedece, al emitir una orden, a una regla: a la "ley" o al "reglamento" de una norma formalmente abstracta. El tipo del que ordena es el "superior", cuyo derecho de mando está legitimado por una regla estatuida, en el marco de una "competencia" concreta, cuya delimitación y especialización se fundan en la utilidad objetiva y en las exigencias profesionales puestas a la actividad del funcionario. El tipo del funcionario es del funcionario de formación profesional, cuyas condiciones de servicio se basan en un contrato, con un sueldo fijo, graduado según el rango del cargo y no según la cantidad de trabajo, y derecho de ascenso conforme a reglas fijas. Su administración es trabajo profesional en virtud del deber objetivo del cargo; su ideal es: disponer sine ira et estudio, o sea sin la menor influencia de motivos personales y sin influencias sentimentales de ninguna clase, libre de arbitrariedad y capricho y, en particular, "sin consideración de la personalidad", de modo estrictamente formal según reglas racionales o bien, allí donde éstas fallan, según puntos de vista de conveniencia "objetiva".El deber de obediencia está graduado en una jerarquía de cargos, con subordinación de los inferiores a los superiores, y dispone de un derecho de queja reglamentado. El fundamento del funcionamiento técnico es: la disciplina del servicio. La racionalidad burocrática busca eliminar arbitrariedades y abusos de autoridad al condicionar todo el comportamiento organizacional a un sistema de reglas. Es así que, sólo se rendirá obediencia a un sistema de reglas y procedimientos formalmente definidos; es decir, a las órdenes impersonales de un individuo en una posición de autoridad y sólo dentro de esfera de su zona definida de poder legítimo.
Racionalidad relativa de M.Crozier
El poder es entendido por Crozier y Friedberg de la siguiente manera: Así, el poder puede precisarse, como una relación de intercambio, y por lo tanto recíproca, pero en la que los términos del intercambio favorecen más a una de las partes involucradas. Es una relación de fuerza de la cual uno puede sacar más ventaja que el otro, pero en la que, del mismo modo, el uno no esta totalmente desvalido frente al otro… El poder es una relación de intercambio y de negociación entre dos o más actores interdependientes. Es decir, que tienen necesidad unos de otros para realizar el objetivo de la organización (producir un bien o un servicio) y alcanzar sus objetivos personales. Pero, aunque se trata de una relación recíproca en que cada actor tiene algo para intercambiar, es también una relación desequilibrada. En el "análisis estratégico" de M.Crozier, el poder se basa en la posibilidad que tiene el actor de rechazar o por lo menos de regatear lo que el otro quiere obtener de él. Crozier y Friedberg dicen lo siguiente: El poder reside, pues, en el margen de libertad de que disponga cada uno de los participantes comprometidos en una relación de poder, esto es, en su mayor o menor posibilidad de rehusar lo que el otro le pida. El juego estratégico de dos actores que se han hecho interdependientes por una relación de poder consistirá para cada uno: 1) en salvaguardar su margen de libertad manteniendo su comportamiento imprevisible y 2) procurando encerrar al otro (por medios diversos, uno de ellos los reglamentos) en un marco en que sus comportamientos sean previsibles y su margen de libertad reducido. En el "análisis estratégico" de M. Crozier, poder y organización están entrelazados fuertemente. En lo que se refiere a este tema, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente: En este nivel es cuando intervienen las características estructurales de una organización. Estas delimitan el campo de ejercicio de las relaciones de poder entre los miembros de una organización y definen las condiciones en las que estos pueden negociar entre sí. Son las restricciones que se imponen a todos los participantes. Es así que las características estructurales de una organización establecen el ámbito de ejercicio de las relaciones de poder entre los integrantes de una organización y además fijan las condiciones en las que los mismos pueden negociar entre sí. Al respecto, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:En principio, la organización permite el desarrollo de relaciones de poder y les da un carácter permanente. El poder, como ya hemos dicho, no existe por sí mismo; solo se puede ejercer en una relación en la que están de acuerdo dos actores, o en la que ya están involucrados, por medio del cumplimiento de una tarea de- terminada, mediante la cual, en otros términos, se integran, por lo menos provisionalmente, en un conjunto organizado. Es así que los actores no pueden lograr sus personales objetivos más que por el ejercicio de relaciones de poder, pero a la vez, no pueden ejercer poder entre sí más que cuando se persiguen objetivos comunes cuyas propias limitaciones condicionan en forma directa sus negociaciones. A su vez, las estructuras y las reglas que pautan el funcionamiento oficial de una organización tienen un papel importante en el seno de la propia organización. Dicen Crozier y Friedberg:Posteriormente, las estructuras y las reglas que rigen el funcionamiento oficial de una organización, son las que determinan los lugares donde podrán desarrollarse esas relaciones de poder. Al tiempo que definen los sectores en que la acción es más previsible y que organizan procedimientos más o menos fáciles de controlar, crean y circunscriben zonas organizativas de incertidumbre que los individuos o los grupos tratarán simplemente de controlar para utilizarlas en la consecución de sus propias estrategias y alrededor de las cuales se crearán, por ende, relaciones de poder. El poder, a su vez, junto con las capacidades de acción de los individuos o de los grupos dentro de una organización dependen a fin de cuentas del control que puedan ejercer sobre una fuente de incertidumbre que afecte la capacidad de la organización para alcanzar sus propios objetivos y de la importancia y la pertinencia de esta fuente de incertidumbre con relación a las demás que condicionan igualmente esta capacidad. Así cuanto más crucial sea la zona de incertidumbre controlada por un individuo o un grupo para el éxito de la organización, con más poder contará. Es así que, las estructuras y las reglas que pautan el funcionamiento oficial de una organización son las que establecen la escena en la que tiene lugar las relaciones de poder. Al tiempo que especifican las zonas en que la actividad es más previsible y que organizan métodos más o menos sencillos de examinar, conciben y limitan zonas organizativas de incertidumbre que los sujetos o los grupos intentarán controlar para usarlas en la obtención de sus propias estrategias y alrededor de las cuales se crearán, por tanto, relaciones de poder. El poder, a su vez, junto con las capacidades de acción de los sujetos o de los grupos dentro de una organización dependen esencialmente del control que puedan practicar sobre una fuente de incertidumbre que afecte la capacidad de la organización para alcanzar sus propios objetivos y de la importancia y la pertinencia de esta fuente de incertidumbre con relación a las demás que condicionan igualmente esta capacidad. En este marco, cuanto más clave sea la zona de incertidumbre controlada por un sujeto o un grupo para el triunfo de la organización, con más poder contará. Además, la organización regulariza el desenvolvimiento de las relaciones de poder. Con respecto a esto, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:Por último, la organización regulariza el desenvolvimiento de las relaciones de poder. Dado su organigrama y sus reglamentos internos, restringe la libertad de acción de los individuos y de los grupos que reúne, con lo cual condiciona profundamente la orientación y el contenido de sus estrategias. Por ese resquicio, introduce de dos maneras, un mínimo de previsión en el comportamiento de cada uno. Por un lado, la organización afecta la capacidad de jugar de sus miembros pues determina los triunfos que puede utilizar cada uno de ellos en las relaciones de poder. Por otro, condiciona su voluntad de hacer realmente uso de esos triunfos para conseguir sus estrategias pues fija los envites, es decir, lo que cada uno tiene esperanza de ganar o se arriesga a perder, si compromete sus recursos en una relación de poder .Finalmente, la organización regulariza el desenvolvimiento de las relaciones de poder. Dado su organigrama y sus reglamentos internos, limitan la libertad de acción de los individuos y de los grupos que reúne, con la cual condiciona profundamente la orientación y el contenido de sus estrategias. Por ese resquicio, introduce de dos maneras, un mínimo de previsión en el comportamiento de cada uno. Por un lado, la organización afecta la capacidad de jugar de sus miembros pues determina los triunfos que puede utilizar cada uno de ellos en las relaciones de poder. Por otro, condiciona su voluntad de hacer realmente uso de esos triunfos para conseguir sus estrategias pues fija los envites, es decir, lo que cada uno tiene esperanza de ganar o se arriesga a perder, si compromete sus recursos en una relación de poder. En resumen, Crozier y Friedberg definen el poder de la siguiente manera:Pero el poder del que estamos hablando no podría asimilar- se al que detentaría una autoridad establecida. El poder no es el simple reflejo y producto de una estructura de autoridad, organizativa o social, como tampoco es un atributo una propiedad de cuyos medios uno se pudiera apropiar, como antaño se creía que podían apropiarse los medios de producción por la nacionalización. En el fondo no es otra cosa que el resultado, siempre contingente, de la movilización, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura de determinado juego, por sus relaciones transacciones con los otros participantes en ese juego. Es, pues, una relación que en tanto mediación especifica y autónoma de los objetivos divergentes de los actores, esta siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura, de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos pueden controlar. Para el "análisis estratégico" de Crozier, el poder es entendido como el resultado, siempre contingente, de la movilización, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los otros participantes en ese juego. Es, pues, una relación que en tanto mediación especifica y autónoma de los objetivos divergentes de los actores, está siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos pueden controlar. El "análisis estratégico" de Crozier, después de estudiar el poder desde el punto de vista de los actores y la relación entre poder y organización, pasa analizar los tipos de poder emanados de la organización. Dicen Crozier y Friedberg: A primera vista, parece que se pudiera distinguir cuatro grandes fuentes de poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de incertidumbre especialmente pertinentes para una organización: las que provienen del control de una competencia particular y de la especialización funcional; las que están ligadas a las relaciones entre una organización y su – o, mejor dicho – sus entornos; las que nacen del control de la comunicación y de la información, y las que provienen de la existencia de reglas organizativas generales.Es así que, para el "análisis estratégico" de Crozier, hay cuatro grandes fuentes de poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de incertidumbre especialmente pertinentes para una organización: las que provienen del control de una competencia particular y de la especialización funcional; las que están ligadas a las relaciones entre una organización y sus entornos; las que nacen del control de la comunicación y de la información y las que provienen de la existencia de reglas organizativas generales. El control de una competencia particular y de la especialización funcional es la primera fuente de poder. Dicen Crozier y Friedberg:Para empezar, digamos unas palabras sobre la primera y gran fuente de poder, en la que ya hemos abundado, en la medida en que es la más aparente. Es la que sostiene la posición de una competencia o de una especialización funcional difícilmente reemplazable. El experto es el único que sa- be cómo hacer las cosas, que dispone de los conocimientos y de la experiencia del contexto, lo cual le permite resolver algunos problemas cruciales para la organización Su posición es, pues, mejor en la negociación y en la organización que frente a sus colegas.Es así que, el experto es el único capaz de controlar ciertas incertidumbres cruciales para la organización. A este respecto, el ejemplo de los obreros de mantenimiento (los expertos) y su control sobre las averías de máquinas (incertidumbre crucial de acuerdo a los objetivos de la organización) en el caso del monopolio industrial analizado por Crozier (en su libro "El fenómeno burocrático") es especialmente revelador. Es decir, en un universo organizativo en el que ha habido un esfuerzo por hacer los comportamientos previsibles, por medio de múltiples reglamentos, los obreros de mantenimiento controlan una zona particularmente apropiada de incertidumbre, respecto de los objetivos de la organización: las averías de máquinas. Los obreros de mantenimiento son los únicos que pueden diagnosticar la avería, decidir el tiempo de inmovilización de la máquina y efectuar la reparación. Para hacer su conducta todavía más imprevisible, los propios obreros de mantenimiento llegan incluso a hacer desaparecer de los talleres los planos de las máquinas y todo dato sobre el mantenimiento, y han logrado que se acepte que toda política de mantenimiento se base en pautas individuales. Estas pautas individuales las conocen solamente los obreros de mantenimiento. Los obreros de producción y los jefes de taller, que no tienen una formación técnica, están en una situación de dependencia en relación con los obreros de mantenimiento. Las relaciones entre una organización y sus entornos es la segunda fuente de poder. Con respecto, a la segunda fuente de poder, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:La segunda gran fuente de poder que encontramos en una organización está ligada a todas las incertidumbres que se desarrollan alrededor de las relaciones entre la organización y su medio. Esta fuente es bastante cercana a la primera, puesto que el control de medio se puede considerar simplemente como una forma de "pericia". No puede existir una organización si no establece relaciones con el o los medios que la rodean pues depende de ellos por partida doble: por un lado, para obtener los recursos materiales y humanos necesarios para su funcionamiento (muebles, personal, etc.), y por otro, para colocar o "vender" su producto, ya sea que se trate de un bien material o de una prestación inmaterial. Por ello, "los ambientes pertinentes" de una organización, es decir, los segmentos de la sociedad con los que lleva esta relación, constituyen para ella, siempre y necesariamente, una fuente de perturbación potencial de su funcionamiento interno, y por lo tanto, una zona de incertidumbre mayor e ineluctable. Entonces los individuos y los grupos que, por sus múltiples dependencias o por su capital de relaciones en tal o cual segmento del medio, puedan controlar, por lo menos en parte, esta zona de incertidumbre y amoldarla en beneficio de la organización, dispondrán en forma natural de un considerable poder dentro de ésta. Es un poder llamado del "marginal secante", es decir, el poder de un actor que participa en varios sistemas de acción relacionados entre sí y que puede, por ello representar el papel indispensable de intermediario y de intérprete entre lógicas de acción diferentes e incluso contradictorias.El entorno y la adaptación de la organización al mismo suscitan constantemente fuentes de incerteza. Los actores que disponen de una red de relaciones en el exterior de la organización son susceptibles de controlarlas por lo menos parcialmente; en el caso, por ejemplo, del distribuidor. Situado en el mundo de las relaciones entre dos sistemas, el de la organización y el de los comerciantes, siendo marginal en relación con ambos, el distribuidor puede desarrollar un poder específico, el de "marginal secante".El control de la comunicación y de la información es la tercera fuente de poder. Con respecto a esta fuente de poder Crozier y Friedberg dicen:La organización crea poder simplemente por la forma en que organiza la comunicación y los flujos de información entre sus unidades y entre sus miembros. Así, un individuo, para poder cumplir convenientemente con la tarea o la función asignadas a su puesto, necesitará información proveniente de otros puestos que desempeñan otros individuos, y si por razones diversas no puede saltárselas o no puede pasarse sin ellas, éstos, por el simple puesto que ocupan en una determinada red de comunicación ejercerán poder sobre esta persona, pues la manera en que transmitirán sus informaciones (con mayor o menor retraso, o más o menos filtrada o "maquillada", etc.), afectará profundamente la capacidad de acción del destinatario, y no hay reglamentación que pueda con eso. Este último no podrá reparar en esta situación más que si a su vez posee información o controla otra fuente de incertidumbre, que afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y contrachantaje, de negociación y de regateo entorno al control en la transmisión de las informaciones pertinentes para ambos. En la organización la información no es neutra. Es decir, que la información no se intercambia a todos los niveles y entre todos los miembros de la organización, sin otro costo que el del tiempo. La organización crea poder sencillamente por la forma en que organiza la comunicación y los flujos de información entre sus unidades y entre sus miembros. Es así que, un sujeto para poder realizar favorablemente el trabajo o la función asignada a su cargo, precisará información procedente de otros cargos que ejercen otros sujetos, y si por motivos diferentes no puede saltárselas o no puede pasarse sin ellas, éstos, por el simple puesto que ocupan en una determinada red de comunicación ejercerán poder sobre esta persona, pues la forma en que transmitirán sus informaciones (con mayor o menor retraso, o más o menos filtrada o "maquillada", etc.), afectará profundamente la capacidad de obrar del destinatario, y no hay reglamentación que pueda con eso. Este último no podrá reparar en esta situación más que si a su vez posee información o controla otra fuente de incertidumbre, que afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y contrachantaje, de trato y de discusión entorno al control en la transmisión de las informaciones pertinentes para ambos. La utilización de las reglas organizativas es la cuarta fuente de poder. Dicen Crozier y Friedberg:La utilización de las reglas organizativas es la cuarta fuente de poder que hemos destacado. La tratamos al final, en la medida en que se puede considerar más como un constructo que la otras, y que se puede comprender como una respuesta de la dirección al problema que plantea la existencia de las otras tres fuentes de poder. Ya nos habíamos dado cuenta, cuando discutíamos el poder proveniente del control de la información, que la autoridad directiva podía hacer uso de los circuitos de información necesarios para la cooperación, en su propio provecho. Aquí nos encontramos otra vez con una problemática análoga. En principio, las reglas están destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre, pero la paradoja reside en que no sólo no las eliminan completamente sino que crean otras que pueden ser inmediatamente aprovechadas por aquellos a los que éstas tienden a constreñir y que están consideradas como reguladoras del comportamiento.En principio, las reglas están destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre, pero la contradicción radica en que no sólo no las suprimen plenamente sino que conciben otras que pueden ser luego utilizadas por aquellos a los que éstas tienden a obligar y que están consideradas como ordenadoras del comportamiento. Dicen Crozier y Friedberg:El mejor ejemplo nos lo ofrecen las negociaciones y los regateos que se generan alrededor de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que la regla es un medio que está en manos del superior para obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados. Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del superior. Pero se puede hacer otro análisis, según el cual se ve que el efecto racionalizador de la regla no va en un solo sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero actúa de la misma manera con el margen de arbitrariedad del superior que no podrá ejercer su poder de sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy precisas. Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de protección para los subordinados, que se podrán refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben aplicar bien, el superior estará des valido frente a ellos. Como generalmente sucede, para que un servicio funcione bien, es preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y como por otra parte, el superior es juzgado por los resultados que obtiene en su servicio, éste se encuentra, pues, en una posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus subordinados más de lo que la regla impone.Es así que, la mejor muestra nos la brindan las negociaciones y los regateos que se generan alrededor de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que la regla es un medio que está en manos del superior para obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados. Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del superior. Pero, para el "análisis estratégico" de Crozier, se puede hacer otro estudio, según el cual se ve que el efecto racionalizador de la regla no va en un solo sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero actúa de la misma manera con el margen de arbitrariedad del superior que no podrá ejercer su poder de sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy precisas. Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de protección para los subordinados, que se podrán refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben aplicar bien, el superior estará desvalido frente a ellos. Como generalmente sucede, para que un servicio funcione bien, es preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y como por otra parte, el superior es juzgado por los resultados que obtiene en su servicio, éste se encuentra, pues, en una posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus subordinados más de lo que la regla impone. Dicen Crozier y Friedberg:¿Qué puede hacer el superior para restablecer la situación? Casi siempre tendrá no una, sino varias reglas a su disposición y lo que hará será simplemente tolerar que sus subordinados infrinjan algunas de ellas con la cual tendrá un medio de chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto y con aplicar otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede incitar a sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde él considere necesario; pero sabe que no se puede propasar, pues entonces los subordinados le tomarán la palabra, es decir, tomarán las reglas al pie de la letra y las volcarán contra él protegiéndose en ellas.El superior para restablecer la situación casi siempre tendrá varias reglas a su disposición y lo que hará será sencillamente tolerar que sus subordinados infrinjan algunas de ellas con la cual tendrá un medio de chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto y con aplicar otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede incitar a sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde él considere necesario; pero sabe que no se puede propasar, pues entonces los subordinados le tomarán la palabra, es decir, tomarán las reglas al pie de la letra y las volcarán contra él protegiéndose en ellas. Dicen Crozier y Fridberg:Así como reduce la incertidumbre en cuanto al comporta- miento de los subordinados, la regla también crea otra que cuestiona hasta qué punto estos últimos escogerán utilizarla como protección contra el arbitrio del superior; el poder que ésta confiere reside, pues, más en las posibilidades de chantaje y de negociación creados por ella, que en las prescripciones que emanan de ella. El poder del superior es a fin de cuentas el poder de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de sus subordinados los comportamientos que él juzga convenientes.Así como reduce la incertidumbre en cuanto al comportamiento de los subordinados, la regla también crea otra que cuestiona hasta que punto estos últimos escogerán utilizarla como protección contra el arbitrio del superior; el poder que ésta confiere reside, pues, más en las posibilidades de chantaje y de negociación creados por ella, que en las prescripciones que emanan de ella. El poder del superior es a fin de cuentas el poder de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de sus subordinados los comportamientos que él juzga convenientes. Finalmente, Crozier y Friedberg dicen lo siguiente:De tal suerte, estudiar una organización desde el punto de vista de relaciones de poder a través de las cuales los actores organizativos manipulan las zonas de incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible, sus propias orientaciones a otros actores, nos revela una segunda estructura de poder, paralela a la que el organigrama oficial codifica y legitima. Esta revelación permite delimitar la magnitud y el alcance reales de la autoridad oficial que el organigrama le confiere y apreciar el margen de maniobra real del que disponen los diferentes actores en sus respectivas negociaciones; en resumen, permite situar y comprender las "anomalías" y el "distancia- miento" que continuamente se observan entre la fachada oficial de una organización y los procesos reales que caracterizan su funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el verdadero organigrama de la organización, si se completa, se corrige e incluso se anulan las prescripciones formales. Y de hecho las estrategias de unos y otros se orientan y se forman partiendo de ella.Para el "análisis estratégico" de Crozier, el estudio de una organización desde el ángulo de las relaciones de poder (a través de las cuales los actores organizativos manipulan las zonas de incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible, sus propias orientaciones a otros actores), pone de manifiesto una segunda estructura de poder equidistante a la que el organigrama oficial codifica y legitima. Esta puesta de manifiesto permite delimitar la magnitud y el alcance reales de la autoridad oficial que el organigrama le confiere y apreciar el margen de maniobra real del que disponen los diferentes actores en sus respectivas negociaciones. En suma, permite situar y comprender las "anomalías" y el "distanciamiento" que continuamente se observan entre la fachada oficial de una organización y los procesos reales que caracterizan su funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el auténtico organigrama de la organización, si se completa, se corrige e incluso se anulan las prescripciones formales. Y de hecho las estrategias de unos y otros se orientan y se forman partiendo de ella.
Capítulo IIIAnálisis Comparativo
Luego de haber expuesto las referencias teóricas de la racionalidad burocrática y de la racionalidad relativa de Crozier en lo que refiere a la organización y al poder, se pasa ahora a realizar el análisis comparativo entre una y otra racionalidad en relación a las visiones que sustentan cada una acerca de la organización y del poder.3.1.
Comparación entre las dos racionalidades con respecto a la organización.
La primera diferencia, entre la racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de Crozier se centra, en la visión de la organización que sustentan cada una de las dos escuelas teóricas. Es así que, la racionalidad burocrática sustenta una visión monista de la organización. Es decir, una visión de la organización en la que solamente están presentes los reclamos procedentes de una dinámica finalística. La única medida de referencia del modelo weberiano es la finalidad de la organización. Para alcanzar esa finalidad se encuentra la administración burocrática que anula todo tipo de contingencias circunscribiendo la organización a una realidad del todo previsible. La organización es concebida por la racionalidad burocrática, como un conjunto articulado de funciones. Este conjunto debe operar (gracias a la máxima autoridad oficial) de una manera transparente, fluida y homogénea como para que nada ni nadie (a parte de la máxima autoridad oficial) pueda frenar e impedir el logro de las metas fijadas de antemano por la propia máxima autoridad oficial de la organización. A su vez, al individuo en la racionalidad burocrática sólo se lo tiene en cuenta en su carácter de funcionario especializado. Es decir, como miembro de la organización burocrática al que se le encargan obligaciones especializadas que tienen como fin único la concreción de los objetivos fijados por la propia organización burocrática La organización burocrática como tal es una forma de eficiencia funcional. En suma, la organización para la racionalidad burocrática es el reino invulnerable de la racionalidad del sistema organizado. A su vez, el "análisis estratégico" de Crozier, tiene una visión dual de la organización, el actor y el sistema. Es decir, que para ésta escuela teórica, en todo conjunto humano organizado coexisten dos lógicas que es necesario tener presente: el actor persiguiendo sus objetivos "personales" y el sistema organizado estructurado en función de una lógica finalística La lectura crozeriana es forzosamente dualista, es decir que debe integrar al actor en el sistema organizado, ya que es en el seno del fenómeno organizado donde los individuos y los grupos establecen sus estrategias. Es así que, decir de un actor que tiene un comportamiento estratégico indica que es capaz de utilizar los recursos de una situación y las ocasiones que se le ofrecen para alcanzar unos objetivos personales. Por otra parte, éstos no son siempre claros y coherentes; no surgen necesariamente en la conciencia. El comportamiento en organización para el "análisis estratégico" de Crozier, es de naturaleza estratégica. Es decir, que todo comportamiento organizacional se plantea alcanzar determinados objetivos sirviéndose de la construcción organizacional. La estrategia del actor se orienta a aumentar su margen de maniobra en detrimento del margen de maniobra de los demás. Dada esta perspectiva, la organización es en efecto ese lugar de enfrentamiento y de conflicto por la acción motivada de sus miembros quienes, en la búsqueda de sus estrategias personales, siempre divergentes cuando no contradictorias, tratan simplemente de proteger, incluso de ampliar su propio margen de libertad reduciendo su dependencia respecto a los otros. En suma, para el "análisis estratégico" de Crozier, la organización, es en sí, un universo de conflicto, y su funcionamiento el resultado de los enfrentamientos entre las racionalidades contingentes, múltiples y divergentes de actores relativamente libres capaces de llevar adelante sus propios objetivos. En otras palabras, la organización, para el "análisis estratégico" de Crozier, es un conjunto de juegos articulados entre sí. Ahora, la segunda diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en la forma de considerar el funcionamiento de una organización. Es así que, para la racionalidad burocrática, el funcionamiento de una organización es el fruto de la adaptación de un conjunto de calificados profesionales a las facultades que dan las funciones oficiales fijas ordenadas mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento administrativo de la propia organización. A su vez, el "análisis estratégico" de Crozier entiende, que el funcionamiento de una organización es el resultado de una serie de juegos en los cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas reglas formales e informales definiendo especialmente las posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su compromiso en la organización sirva para que sus expectativas personales, o por lo menos para que no les contraríe. Por último, la la tercera diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en la cuestión de de la integración de la conducta de los individuos en la organización. Es así que, para la racionalidad burocrática, la integración de la conducta de los individuos en la organización es la derivación inmediata del aprendizaje de un conjunto de conductas interdependientes con sus correspondientes normas y valores. Es decir, esto implica un trabajo de equipo, una clara división del trabajo con la subordinación del propio status-rol, obediencia a la autoridad (el poder legítimo para dar órdenes), la existencia de normas regulativas y de valores comunes. A su vez, el "análisis estratégico" de Crozier, analiza el fenómeno sociológico de la integración de los comportamientos de los actores como la consecuencia indirecta de la restricción fundamental que obliga a cada participante si es que quiere seguir jugando y asegurarse simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea "redituable" para él o por lo menos que no le "cueste" mucho a no perder de vista las exigencias y las reglas que prevalecen en los juegos que se juegan en la organización y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos de ésta. Con respecto, a las similitudes entre la racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de Crozier, no encuentro ninguna. Es decir, no hay ninguna similitud entre las dos escuelas teóricas en lo que se refiere, a la visión de la organización, a la forma de considerar el funcionamiento de una organización y a la cuestión de la integración de las conductas de los individuos en la organización.
3.2. Comparación entre las dos racionalidades con respecto al poder
La primera diferencia, entre la racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de Crozier se centra en la visión del poder que sustentan cada una de las dos escuelas teóricas. Es así que, para la racionalidad burocrática, la legitimidad basada en la legalidad define el fundamento característico de la autoridad en las instituciones modernas que esta basada en la aplicación correcta de los procedimientos. Las personas sujetas a autoridad aceptan ésta como legitimada tanto corresponda a leyes como a personas si está constituida conforme a procedimientos correctos. De aquí las dos principales propiedades características de la autoridad moderna. En primer lugar, la autoridad legal es impersonal, la lealtad exigida concierne a las normas y a los procedimientos establecidos. En segundo lugar, en el régimen de autoridad legal existe el principio de la libre posibilidad de nuevas reglamentaciones, con tal que se cumpla la única condición de que sean observados los procedimientos formales. Ambas propiedades son fundamentales para el funcionamiento de la administración burocrática. A su vez, para el "análisis estratégico" de Crozier, el poder es entendido como el resultado, siempre contingente, de la movilización, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los otros participantes en ese juego. Es, pues, una relación que en tanto mediación específica y autónoma de los objetivos divergentes de los actores, está siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos pueden controlar. La segunda diferencia, entre las dos escuelas teóricas se centra, en la cuestión del poder o los poderes emanados de la organización. Es así que, para la racionalidad burocrática la única estructura de poder existente en una organización es la que el reglamento administrativo oficial codifica y legitima. El alcance real de la autoridad oficial en el interior de una organización burocrática es el que el reglamento administrativo vigente le confiere. A su vez, para el "análisis estratégico" de Crozier, hay cuatro grandes fuentes de poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de incertidumbre especialmente pertinentes para una organización: las que provienen del control de una competencia particular y de la especialización funcional; las que están ligadas a las relaciones entre una organización y sus entornos; las que nacen del control de la comunicación y de la información y las que provienen de la existencia de reglas organizativas generales. El control de una competencia particular y de la especialización funcional es la primera fuente de poder. Es así que, el experto es el único capaz de controlar ciertas incertidumbres cruciales para la organización. A este respecto, el ejemplo de los obreros de mantenimiento (los expertos) y su control sobre las averías de máquinas (incertidumbre crucial de acuerdo a los objetivos de la organización) en el caso del monopolio industrial analizado por Crozier (en su libro "El fenómeno burocrático") es especialmente revelador. Es decir, en un universo organizativo en el que ha habido un esfuerzo por hacer los comportamientos previsibles, por medio de múltiples reglamentos, los obreros de mantenimiento controlan una zona particularmente apropiada de incertidumbre, respecto de los objetivos de la organización: las averías de máquinas. Los obreros de mantenimiento son los únicos que pueden diagnosticar la avería, decidir el tiempo de inmovilización de la máquina y efectuar la reparación. Para hacer su conducta todavía más imprevisible, los propios obreros de mantenimiento llegan incluso a hacer desaparecer de los talleres los planos de las máquinas y todo dato sobre el mantenimiento, y han logrado que se acepte que toda política de mantenimiento se base en pautas individuales. Estas pautas individuales las conocen solamente los obreros de mantenimiento Los obreros de producción y los jefes de taller, que no tienen una formación técnica, están en una situación de dependencia en relación con los obreros de mantenimiento. Las relaciones entre una organización y sus entornos es la segunda fuente de poder. El entorno y la adaptación de la organización al mismo suscitan constantemente fuentes de incertidumbre. Los actores que disponen de una red de relaciones en el exterior de la organización son susceptibles de controlarlas por lo menos parcialmente; en el caso, por ejemplo, del distribuidor. Situado en el mundo de las relaciones entre dos sistemas, el de la organización y el de los comerciantes, siendo marginal en relación con ambos, el distribuidor puede desarrollar un poder específico, el de "marginal secante". El control de la comunicación y de la información es la tercera fuente de poder. En la organización la información no es neutra. Es decir, que la información no se intercambia a todos los niveles y entre todos los miembros de la organización, sin otro costo que el del tiempo. La organización crea poder sencillamente por la forma en que organiza la comunicación y los flujos de información entre sus unidades y entre sus miembros. Es así que, un sujeto para poder realizar favorablemente el trabajo o la función asignada a su cargo, precisara información procedente de otros cargos que ejercen otros sujetos, y si por motivos diferentes no puede saltárselas o no puede pasarse sin ellas, éstos, por el simple puesto que ocupan en una determinada red de comunicación ejercerán poder sobre esta persona, pues la forma en que transmitirán sus informaciones (con mayor o menor retraso, o más o menos filtrada o "maquillada", etc.), afectará profundamente la capacidad de obrar del destinatario, y no hay reglamentación que pueda con eso. Este último no podrá reparar en esta situación más que si a su vez posee información o controla otra fuente de incertidumbre, que afecte la capacidad de jugar de sus homólogos, en cuyo caso se desarrollará el mismo proceso de chantaje y contrachantaje, de trato y de discusión entorno al control en la transmisión de las informaciones pertinentes para ambos. La utilización de las reglas organizativas es la cuarta fuente de poder. En principio, las reglas están destinadas a suprimir las fuentes de incertidumbre, pero la contradicción radica en que no sólo no las suprimen plenamente sino que conciben otras que pueden ser luego utilizadas por aquellos a los que éstas tienden a obligar y que están consideradas como ordenadoras del comportamiento. Es así que, la mejor muestra nos la brinda las negociaciones y los regateos que se generan alrededor de la aplicación de la regla. Generalmente se admite que la regla es un medio que está en manos del superior para obtener un comportamiento de conformidad de sus subordinados. Dado que prescribe en forma muy precisa lo que éstos deben hacer, reduce su margen de libertad, y aumenta el poder del superior. Pero, para el "análisis estratégico" de Crozier, se puede hacer otro estudio, según el cual se ve que el efecto racionalizador de la regla no va en un solo sentido: restringe la libertad de los subordinados, pero actúa de la misma manera con el margen de arbitriariedad del superior que no podrá ejercer su poder de sanción, por ejemplo, más que en circunstancias muy precisas Al mismo tiempo, la regla se convierte en un medio de protección para los subordinados, que se podrán refugiar en ella, contra el arbitrio del superior. Si la saben aplicar bien, el superior estará desvalido frente a ellos. Como generalmente sucede, para que un servicio funcione bien, es preciso hacer más de lo que prescribe la regla, y como por otra parte, el superior es juzgado por los resultados que obtiene en su servicio, éste se encuentra, pues, en una posición de debilidad, ya que no puede obtener de sus subordinados más de lo que la regla impone. El superior para restablecer la situación casi siempre tendrá varias reglas a su disposición y lo que hará será sencillamente tolerar que sus subordinados infrinjan algunas de ellas con la cual tendrá un medio de chantajearlos. Si los amenaza con volverse estricto con aplicar otra vez con todo rigor las reglas existentes, puede incitar a sus subordinados a realizar un esfuerzo especial donde él considere necesario; pero sabe que no se puede propasar, pues entonces los subordinados le tomarán la palabra, es decir, tomarán las reglas al pie de la letra y las volcarán contra él protegiéndose en ellas. Así como reduce la incertidumbre en cuanto al comportamiento de los subordinados, la regla también crea otra que cuestiona hasta qué punto estos últimos escogerán utilizarla como protección contra el arbitrio del superior; el poder que ésta confiere reside, pues, más en las posibilidades de chantaje y de negociación creados por ella, que en las prescripciones que emanan de ella. El poder del superior es a fin de cuentas el poder de crear reglas con las cuales pueda jugar para obtener de sus subordinados los comportamientos que él juzga convenientes. Para el "análisis estratégico" de Crozier, el estudio de una organización desde el ángulo de las relaciones de poder (a través de las cuales los actores organizativos manipulan las zonas de incertidumbre con que cuentan para negociar continuamente su propia buena voluntad y para imponer, en la medida de lo posible, sus propias orientaciones a otros actores), pone de manifiesto una segunda estructura de poder equidistante a la que el organigrama oficial codifica y legitima. Esta puesta de manifiesto permite delimitar la magnitud y el alcance reales de la autoridad oficial que el organigrama le confiere y apreciar el margen de maniobra real del que disponen los diferentes actores en sus respectivas negociaciones. En suma, permite situar y comprender las "anomalías" y el "distanciamiento" que continuamente se observan entre la fachada oficial de una organización y los procesos reales que caracterizan su funcionamiento. Esta estructura de poder constituye, de hecho, el auténtico organigrama de la organización, si se completa, se corrige e incluso se anulan las prescripciones formales. Y de hecho las estrategias de unos y otros se orientan y se forman partiendo de ella. Con respecto, a las similitudes entre la racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de Crozier, no encuentro ninguna. Es decir, no hay ninguna similitud entre las dos escuelas teóricas en lo que refiere, a la visión del poder y a la cuestión del poder o los poderes emanados de la organización. En suma, hay diferencias entre la racionalidad burocrática y la racionalidad relativa de M. Crozier, en lo que se refiere a la visión de la organización, a la forma de considerar el funcionamiento de una organización, en la cuestión de la integración de las conductas de los individuos en la organización, en la visión del poder y finalmente en la cuestión de el poder o los poderes emanados de la organización. Conclusión La teoría de la burocracia constituye un componente fundamental de las ideas de Weber sobre la modernización e implica una contrastación explicita con los sistemas tradicionales de administración. El reemplazo de los sistemas de administración patriarcal y patrimonial por el sistema burocrático y el de la autoridad tradicional por la autoridad racional – legal constituían, para Weber una propiedad característica y fundamental de la sociedad y del estado modernos. La racionalidad burocrática sustenta una visión monista de la organización. Es decir, una visión de la organización en la que solamente están presentes los reclamos procedentes de una dinámica finalística. La única medida de referencia del modelo weberiano es la finalidad de la organización. La organización para la racionalidad burocrática es el reino invulnerable de la racionalidad del sistema organizado. Es así que, para esta racionalidad el funcionamiento de una organización es entendida como el fruto de la adaptación de un conjunto de calificados profesionales a las facultades que dan las funciones oficiales fijas ordenadas mediante reglas, leyes o disposiciones del reglamento administrativo de la propia organización. Esto hace, que la integración de la conducta de los individuos en la organización sea concebida por la propia racionalidad burocrática, como la derivación inmediata del aprendizaje de un conjunto de conductas interdependientes con sus correspondientes normas y valores. En la perspectiva weberiana, la legitimidad corresponde a los valores admitidos por un grupo humano (una organización) y en los que se basa el poder concebido como capacidad de actuar sobre los demás. El poder legitimo se llama autoridad. En Weber la legitimidad basada en la legalidad define el fundamento característico de la autoridad en las instituciones modernas que esta basada en la aplicación correcta de los procedimientos. Las personas sujetas a autoridad aceptan ésta como legitimada tanto corresponda a leyes como a personas si está constituida conforme a procedimientos correctos. De aquí las dos principales propiedades características de la autoridad moderna. En primer lugar, la autoridad legal es impersonal, la lealtad exigida concierne a las normas y a los procedimientos establecidos. En segundo lugar, en el régimen de autoridad legal existe el principio de la libre posibilidad de nuevas reglamentaciones con tal que se cumpla la única condición de que sean observados los procedimientos formales. Ambas propiedades son fundamentales para el funcionamiento de la administración burocrática. Es entonces que, para la racionalidad burocrática la única estructura de poder existente en una organización es la que el reglamento administrativo oficial codifica y legitima. El alcance real de la autoridad oficial en el interior de una organización burocrática es el que el reglamento administrativo vigente le confiere. En Weber, la burocracia como forma organizativa que expresa la autoridad racional – legal es la manifestación de la institucionalización de la racionalidad instrumental que pauta el proceso de racionalización (modernización) del mundo occidental hacia la modernidad. Es decir, hacia la creación, para el sociólogo alemán, de la "jaula de hierro" de la racionalidad burocrática de la que no hay manera por parte del hombre moderno de poder escapar de la misma. Esto, me hace citar lo que decía en la última parte de lo escrito en el cartel colocado en la puerta del infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri "¡Oh vosotros los que entrais, abandonad toda esperanza!". Al igual de lo que decía el cartel colocado en la puerta del infierno de la Divina Comedia del Dante, el hombre moderno a la hora de entrar en el infierno de la "jaula de hierro" de la racionalidad burocrática lo primero que tiene que dejar en la puerta de la misma es toda esperanza de vivir una vida con sentido y libertad. En Weber, el hombre occidental en la modernidad pasa a ser una especie de Joseph K., personaje central de la novela el Proceso de Franz Kafka y no tanto un Leonardo Da Vinci. Por su parte, a diferencia de Weber, Crozier con su llamado "análisis estratégico" sustenta tanto una visión dual de la organización el actor y el sistema -, es decir, el planteo de la doble racionalidad del actor y el sistema en la organización, como también entiende el funcionamiento de una organización como el resultado de una serie de juegos en las cuales participan los diferentes actores organizativos y cuyas reglas formales e informales definiendo especialmente las posibilidades de ganancias y de pérdidas de unos y otros delimitan un abanico de estrategias racionales, es decir, "ganadoras", que podrán adoptar si quieren que su compromiso en la organización sirva para que sus expectativas personales, o por lo menos para que no les contraríe. Al quedar conceptuada la organización como un conjunto de juegos articulados entre sí, por parte del "análisis estratégico" de Crozier conlleva a que el sociólogo francés estudie el fenómeno sociológico de la integración de los comportamientos de los actores como la consecuencia indirecta de la restricción fundamental que obliga a cada participante si es que quiere seguir jugando y asegurarse simultáneamente que su compromiso en el conjunto sea "redituable" para él o por lo menos que no le "cueste" mucho no perder de vista las exigencias y las reglas que prevalecen en los juegos que se juegan en la organización y contribuir así, nolens volens, a cumplir los objetivos de ésta. También, a diferencia de la racionalidad burocrática de Weber, el poder es definido por parte del "análisis estratégico" de Crozier como el resultado, siempre contingente, de la movilización, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en una estructura de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los otros participantes es ese juego. Es, pues, una relación que en tanto mediación especifica y autónoma de los objetivos divergentes de los actores, está siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre "naturales" y "artificiales" que éstos pueden controlar. Es entonces que, para Crozier hay cuatro grandes fuentes de poder correspondientes a los diferentes tipos de fuentes de incertidumbre especialmente pertinentes para una organización: las que provienen del control de una competencia particular y de la especialización funcional; las que están ligadas a las relaciones entre una organización y sus entornos; las que nacen del control de la comunicación y de la información y finalmente, las que provienen de la existencia de reglas organizativas generales. En otros términos, la existencia de una segunda estructura de poder en la organización equidistante a la que el organigrama oficial codifica y legitima. Si para Crozier, es el actor el único que puede generar al sistema y darle vida y sólo él puede cambiarlo. Es lógico, que desde su "análisis estratégico" el sociólogo francés, conciba al cambio como un proceso de creación colectiva a través del cual los miembros de una determinada colectividad aprenden juntos, es decir, inventan y determinan nuevas formas de jugar el juego social de la cooperación y del conflicto (en pocas palabras, una nueva praxis social), y adquieren las capacidades cognitivas, de relación y organizativas correspondientes. Es un proceso de aprendizaje colectivo que permite instituir nuevos conductos de acción colectiva que crean y expresan una nueva estructuración del o de los campos. El que Crozier, con su "análisis estratégico" proponga un nuevo modo de razonamiento o de razonar ante los problemas de la acción colectiva y por ende organizacionales, de los hombres, supera las visiones "monistas" de la organización, deja de lado todo análisis organizativo en términos de función o de persona, abandona toda concepción de la integración de la conducta de los individuos en la organización en términos de normas y valores, rompe con toda conceptualización de el poder como un atributo, como una propiedad que opone a los que tienen con los que no tienen, como un mecanismo impersonal y le da la espalda a las formulas de cambio tecnocráticas y autoritarias. A todo esto último, se le añade el que Crozier deje de lado toda visión de índole orwelliana o kafkiana del hombre moderno. Es decir, aquella visión que presenta al hombre moderno como un ser cosificado cuya personalidad a sido destruida y es manejado como un robot por la burocracia estatal, los grandes medios de comunicación (TV, cine, diarios y radios) y el sistema educativo. Esta ruptura es debida al hecho de que Crozier entiende que el hombre a diferencia de épocas pasadas (premodernas) goza cada vez más del ejercicio de la libertad de elección y el cálculo racional en seno de la sociedad moderna. Todo este proceso de rupturas llevadas adelante por el "análisis estratégico" de Crozier se fueron dando al influjo tanto de la crisis de mayo en Francia, es decir, la crisis de la sociedad moderna (sociedad industrial), en occidente, como también del derrumbamiento del sueño de la convergencia entre los dos sistemas, el soviético y el norteamericano y junto a esto el desmoronamiento de la ideología modernista; los fracasos de los métodos intelectuales (racionalismo planificador al estilo soviético y síntesis liberal de los norteamericanos) que sirvieron de base para concebir y organizar la acción colectiva de cada una de las dos superpotencias y por último a la aparición en escena en la sociedad francesa y en el resto de las sociedades adelantadas de occidente de la llamada sociedad posindustrial. Hechos todos ocurridos a fines de la década de los sesenta y a inicios de la década de los setenta en el siglo XX.
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Augusto Batista
Montevideo
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