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Exigir la apropiación de conocimientos y habilidades no es marginar


Partes: 1, 2

    1. La Evaluación
    2. Educación y desarrollo
    3. Marginalidad y educación
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    Introducción

    En los últimos años se ha desarrollado una tendencia a culpar la evaluación de la deserción escolar y por consiguiente de propiciar el desarrollo de marginalidad en aquellos jóvenes que abandonan las aulas por no poder pasar determinadas evaluaciones.

    Por otra parte resulta utópico suprimir el control en el proceso de dirección, cualquiera que sea el proceso dirigido, pues resulta imprescindible buscar información que permita juzgar la marcha del proceso y reorientarlo si fuese necesario hacia el logro de los objetivos.

    También es cierto que los jóvenes que abandonan las aulas sin llegar a concluir una formación técnica o profesional son caldos de cultivo para el desarrollo de la marginalidad.

    En el presente trabajo se propone una alternativa que si no llega a ser una solución, sí resulta un atenuante del problema planteado.

    Desarrollo:

    La Evaluación

    Se puede decir que la evaluación es la oveja negra del proceso docente educativo, ya que en general, para los estudiantes, el momento propicio para hacer una evaluación nunca existe. Muchos autores como es el caso en Pérez et al (1998) donde se plantean interrogantes como la siguiente al analizar la evaluación: "¿Por qué los profesores, personas comprometidas afectivamente con los niños y jóvenes, son actores de una situación que deriva en la marginación de sus estudiantes?". No obstante que sucedería en una ciudad A si en la misma se decide suprimir las multas de tránsito por considerarlas injustas, ya que el policía de tránsito como ser humano a fin de cuentas puede equivocarse y además las multas son clasistas porque penalizan de manera desigual a las personas en dependencia del nivel económico de las mismas; Consideramos que el lector coincide con los autores en que los accidentes de tránsito se incrementarían independientemente de la propaganda que se haga para que los conductores fueran más cuidadosos.

    En el presente trabajo por evaluación entenderemos cualquiera de las formas utilizadas para poder apreciar el grado de cumplimiento de un objetivo, meta o tarea, ya que no es un nombre lo que queremos analizar, sino la acción en sí misma de cómo apreciar el grado de cumplimiento de algo, es claro que ese algo, que se quiere apreciar, no se limita necesariamente a habilidades y conocimientos, incluye también los aspectos axiológicos que completan la formación de competencias, por lo tanto la evaluación en cualquiera de sus formas tendrá que contemplar los aspectos señalados.

    El ejemplo del primer párrafo, aunque evidentemente hipotético, ilustra el hecho de que el control es en el peor de los casos, un mal necesario, y en la institución docente el control se realiza a través de alguna de las diferentes formas de la evaluación y es la vía que existe para juzgar el logro de las metas propuestas, lo cual por supuesto no la exime de las muchas dificultades intrínsecas que se manifiestan en su aplicación.

    Tampoco es posible negar que el mal uso de la evaluación u otro tipo de control puede haber provocado el rechazo a la escuela en algunos jóvenes y por consiguiente la posibilidad de convertirse en personas marginales, pero es una situación equivalente a cuando se usa un medicamento con fuertes efectos secundarios pero que es imprescindible para curar una determinada afección.

    Por supuesto que nadie propone eliminar la evaluación, pero sí se proponen, ya con demasiada frecuencia, formas benévolas de evaluación que aunque no tengan la intención de reducir la exigencia, propician que los que aplican dichas formas así lo hagan. Sobre todo estas formas benévolas agudizan una de las principales dificultades que se manifiestan en la acción de evaluar en el proceso enseñanza aprendizaje, que consiste en la posición de juez y parte en que queda el docente cuando realiza el acto de evaluación, pues aunque se mide de alguna manera el desarrollo de los estudiantes en diferentes aspectos, siempre se considera que el maestro o profesor de una forma u otra tiene determinado grado de responsabilidad en lo que respecta a lo logrado por los estudiantes, por lo cual la calificación de los estudiantes repercute en el profesor e inevitablemente sesga la objetividad del proceso evaluativo, haciendo en alguna forma, puede que no intencionada, que los resultados se acerquen a los esperados; si es una institución donde se supone que el buen profesor debe reprobar muchos estudiantes el sesgo tendrá esa tendencia, pero si es en una institución donde se supone que el buen profesor debe tener muchos aprobados, será en sentido opuesto, esta influencia será mayor o menor en dependencia de cuanto necesite el profesor del reconocimiento de la institución; en ocasiones esta influencia puede ser más o menos intencionada, pero es muy eventual que no se manifieste consciente o inconscientemente, cuando los resultados se salen de los márgenes esperados. Por lo cual González A. (2001) en su trabajo sobre el tema al referirse a funcionarios que supervisan la actividad docente plantea: "el funcionario parece suponer que todos los alumnos que aprueban han aprendido porque tienen un buen maestro. En segundo lugar subyace la idea de que si el alumno reprueba es por culpa del maestro".Por supuesto que no negamos aquí la parte de responsabilidad del maestro en los resultados docentes y educativos de sus alumnos, pero precisamente esa responsabilidad produce o tiende a producir un sesgo en el proceso evaluativo, cuando este es ejecutado por el propio docente.

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