- Antecedentes
- La economía norteamericana en vísperas de los atentados del 11 de septiembre
- ¿Por qué Afganistán y luego Irak?
- Un mapa del mundo
- Temblores premonitorios
- Un reordenamiento mundial al estilo del Imperio
- Las consecuencias
- Situación mundial después de la Guerra
- Realidades y contradicciones del Capitalismo
- La crisis de la Globalización Neoliberal
- Conclusiones
- Bibliografía
El mundo está viviendo los embates más directos del carácter agresivo de la Globalización Neoliberal: La guerra contra Afganistán e Irak, como cruzada contra el terrorismo, luego de los sucesos del 11 de septiembre, entre otras.
Sin poder incluso justificarlas, estas confrontaciones bélicas responden a la lógica que siempre ha movido a las potencias imperiales, cuando sus economías comienzan a entrar en recesión y dado el enorme poder de sus tentáculos, ramifica hacia otros sus efectos. La historia es demostrativa de tal situación y al repasar algunos fragmentos de los últimos ciento siete años, nos viene a la mente la intervención norteamericana en la guerra cubano-española, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea, Viet Nam, más recientemente Yugoslavia, Irak, Afganistán y ahora nuevamente Irak; así como las múltiples intervenciones en pequeños conflictos regionales, para promover sus nuevos arsenales e impulsar la Industria Militar Industrial
El entramado de problemas que se mueven a través de estos y otros conflictos incluye aspectos de diversos ordenes, políticos, sociales y particularmente económicos.
Nos hemos basado en la realización de este trabajo en los fundamentos leninistas que distinguieron los cinco rasgos inherentes al imperialismo, como fase superior y última del capitalismo, tratando de demostrar su plena vigencia a pesar del tiempo.
Pretendemos a través de estas líneas brindar un análisis lo más objetivo posible que nos permita ilustrar los fundamentos que mueven este momento histórico, que se inscribe en un contexto de hegemonía unipolar, declarada explícitamente por el Presidente de los EE.UU. el 20 de septiembre del 2001, sin dejar alternativa posible y menoscabando la soberanía e independencia de los pueblos del mundo a decidir por sí mismos sus destinos; cuando declaró…"Privaremos a los terroristas de financiamiento, los volveremos unos contra otros, los empujaremos de un lugar a otro, hasta que no les quede refugio ni descanso. Y perseguiremos a los países que provean ayuda y refugio al terrorismo. Cada país, en cada región, deberá decidir ahora. O está con nosotros, o está con los terroristas. Desde hoy, todo país que continúe dando refugio o apoyo al terrorismo será considerado por Estados Unidos un régimen hostil.",
"Desde el punto de vista lingüístico, George W. Bush no es el presidente ideal para dirigir a los Estados Unidos en tiempos difíciles. Ya antes de ser elegido como cuadragésimo tercer presidente, era conocido por sus equivocaciones y confusiones al hablar. Tras los atentados en las ciudades de Nueva York y Washington, las palabras de Bush se sopesan cuidadosamente". Resulta sintomático lo que del Presidente de los EE.UU., piensan sus propios aliados; no obstante no puede esto llevarnos a justificar sus palabras, las cuales su equipo de asesores se encargan de estudiar cuidadosamente. Es evidente que las mismas expresan la enorme prepotencia que caracteriza la política del actual gobierno norteamericano y que por demás pretende globalizar.
DESARROLLO.
Antecedentes del conflicto. La reseción económica en EE.UU., como causa del conflicto.
Como acertadamente precisara el co. Fidel Castro en su comparecencia televisiva del 2 de noviembre del 2001,…"Para caracterizar la situación actual, se puede afirmar, en muy apretada síntesis, que a mediados de la década del 90, cuando la globalización neoliberal se extendía por todo el planeta, Estados Unidos, como dueño absoluto de las instituciones financieras internacionales y a partir de su inmensa fuerza política, militar y tecnológica, alcanzó la más espectacular acumulación de riqueza y poderío que se ha conocido en la historia.
Pero el mundo y la sociedad capitalista entraban en una etapa enteramente nueva. Apenas una parte insignificante de las operaciones económicas se relacionaban ya con la producción y el comercio mundiales; tres millones de millones de dólares en operaciones especulativas, vinculadas con las monedas y otros valores, tenían lugar cada día; en las bolsas de Estados Unidos los precios de las acciones crecían como espuma, muchas veces sin relación alguna con las utilidades y ganancias de las empresas. Se crearon verdaderos mitos: no habría ya más crisis; el sistema podía regularse, había creado los mecanismos pertinentes para avanzar y crecer ininterrumpidamente. A tal extremo se llegó en la creación de riquezas puramente imaginarias, que hubo casos de acciones en las que, habiéndose invertido mil dólares, su valor se incrementó 800 veces en solo ocho años. Era como un inmenso globo que se inflaba hasta lo infinito.
Conforme se creaban tales riquezas virtuales se invertían, se gastaban y se despilfarraban. La experiencia histórica fue ignorada totalmente. La población mundial se había multiplicado por cuatro en solo cien años. Miles de millones de seres humanos no participaban ni disfrutaban en absoluto de aquellas riquezas. Eran suministradores de materias primas y fuente de mano de obra barata, pero no consumían ni podían ser consumidores. No constituían mercado, ni el mar casi infinito adonde fuese a parar el inmenso río de productos que, en feroz competencia, salían de los equipos cada vez más productivos y menos creadores de empleo de un grupo privilegiado y exiguo de países industrializados.
Un elemental análisis bastaba para comprender que aquella situación era insostenible.
Nadie al parecer se daba cuenta de que cualquier cosa aparentemente intrascendente que ocurriera en la economía de una región del mundo, podía estremecer el resto del andamiaje económico mundial.
Los arquitectos, especialistas y administradores del nuevo orden económico internacional, economistas y políticos, a medida que su fantasía se deshace, apenas pueden comprender que han perdido el control de los acontecimientos. Otras fuerzas son las que deciden: las de las grandes y crecientemente poderosas e independientes empresas transnacionales y las porfiadas realidades, en espera de que el mundo verdaderamente cambie".
La cronología de los hechos habla por sí sola:
- Julio de 1997, estalla la primera gran crisis del mundo neoliberal globalizado. Los tigres se deshicieron. Japón no ha podido todavía recuperarse y el mundo sufre aún las consecuencias.
- Agosto de 1998, se presenta la llamada crisis rusa que, a pesar de su insignificante aporte al Producto Interno Bruto mundial de apenas el 2 por ciento, estremeció e hizo bajar en cuestión de horas cientos de puntos a las bolsas de valores de Estados Unidos.
- Enero de 1999, solo 5 meses después, se produce la crisis de Brasil.
- Los esfuerzos mancomunados del Grupo de los Siete, el FMI y el Banco Mundial tuvieron que empeñarse a fondo para impedir que la crisis se extendiera por toda Sudamérica, asestando un golpe demoledor a las bolsas de valores de Estados Unidos.
- Desde mediados del año 2000 comenzaron a observarse los primeros síntomas de la crisis en los EE.UU., con una disminución sostenida del ritmo de la producción industrial.
- En marzo de ese mismo año el índice Nasdaq de la llamada tecnología de punta ya había comenzado a descender.
- Se produce igualmente un enorme crecimiento del déficit comercial: en 1999 había sido de 264 mil 900 millones y en el 2000 se elevó a 368 mil 400 millones.
- En el segundo trimestre del año 2000 el Producto Interno Bruto había alcanzado un crecimiento de 5,7 por ciento; en el tercer trimestre creció solamente 1,3 por ciento.
- Desde octubre del 2000 comenzó a caer la producción del sector industrial.
A fines del año 2000, las perspectivas y los pronósticos de la economía mundial eran aún bastante optimistas. La realidad se impuso con su carga de adversidades para el sistema, pues los pronósticos del FMI sobre el crecimiento del PIB global de un 3,2% para el 2001 y de 1,5 para Estados Unidos, así como del 2,4% para la UE, comenzaron a sufrir descensos no previstos. América Latina, el Sudeste Asiático y Japón, vieron decaer también sus producciones.
El Director Gerente del FMI, Horst Kohler, en discurso pronunciado en Ginebra ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC), el 16 de julio del 2001, señaló: "El crecimiento económico está perdiendo el ritmo en todo el mundo. Esto puede resultar incómodo para las economías avanzadas (los países desarrollados y ricos), pero será una verdadera fuente de dificultades para muchos países con mercados emergentes y en desarrollo (los países pobres y subdesarrollados) y un retroceso en la lucha contra la pobreza."
Para el 2001, la revista The Economist estimaba que el crecimiento mundial sería de tan solo el 2,7 por ciento, frente al 4,6 %, logrado el año anterior; por otro lado el intercambio comercial al nivel mundial decrecería, respecto a igual periodo, en casi un 10 %.
La economía norteamericana en vísperas de los atentados del 11 de septiembre.
La economía de los Estados Unidos: 10 de septiembre 01.
Otoño del 2000 3,2
Marzo 2001 1,7
Primavera 2001 1,5
Septiembre del 2001 1,5
Lo mismo, de 3,2 a 1,5 en igual período.
El empleo en los Estados Unidos. 10 de septiembre 01.
Situación del empleo:
A finales del 2000, la tasa de desempleo en Estados Unidos era solo de 3,9 por ciento. ¿Cómo evolucionó en el 2001?
Tasa de desempleo (por ciento):
Febrero 4,2
Marzo 4,3
Abril 4,5
Mayo 4,4
Junio 4,5
Julio 4,5
Agosto 4,9
"Hoy, 2 de noviembre, ya redactado este materia,- decía Fidel-, se acaba de publicar la cifra oficial, que es de 5,4. En solo un mes se perdieron 415 mil empleos. Es la mayor reducción neta de empleos desde mayo de 1980, hace 21 años.
La evolución en la tasa de desempleo es una muestra fehaciente del deterioro que venía sufriendo esa economía justamente en los momentos previos al ataque terrorista.
Como precedente importante hay que tener en cuenta que, en los últimos cincuenta años, cuando la tasa de paro ha alcanzado los 5,1 ha coincidido el inicio de un período recesivo".
El por ciento de la capacidad industrial utilizada en Estados Unidos en el año 2001:
Febrero 79,2
Marzo 78,7
Abril 78,4
Mayo 78,0
Junio 77,1
Julio 77,0
Agosto 76,4
"En agosto la producción industrial decayó 0,6 puntos porcentuales con relación a lo alcanzado en julio. En los últimos doce meses la producción industrial había sufrido una contracción de alrededor del 5 por ciento. Con el dato de agosto, ya sumaban once meses consecutivos de contracción.
La cifra registrada en agosto está muy cercana al nivel más bajo alcanzado desde 1983.
En el mes de agosto del 2001 se produjo un déficit de 80 mil millones de dólares en el presupuesto.
En ese mismo mes, los congresistas demócratas ya señalaban que las previsiones apuntaban a que el gobierno tendría que utilizar parte del dinero de la seguridad social para financiar los gastos corrientes.
Durante el segundo trimestre del 2001 las importaciones norteamericanas se contrajeron en 13 900 millones de dólares, mientras el bajo nivel de actividad en el resto del mundo propició una reducción de las exportaciones de 9 100 millones de dólares.
El valor de las acciones de los principales índices de la bolsa durante el año 2001 ha decrecido de la siguiente forma:
Las del Dow Jones 18,06%
Nasdaq 66,42%
Standard & Poor’s (S&P) 28,48%
Esto equivale a la pérdida de millones de millones en menos de un año.
Durante el año 2001, la Reserva Federal ha rebajado nueve veces las tasas de interés. El objetivo es abaratar el costo del dinero, apuntalar la confianza del consumidor y con esto impulsar la actividad económica. Esa frecuencia frenética expresa desesperación".
De todo lo anterior se puede inferir, que la reseción de la economía mundial y muy particularmente de la norteamericana había aparecido mucho antes de los atentados a las Torres Gemelas.
¿Por qué Afganistán y luego Irak?.
El interés imperial por los recursos y el dominio de la geopolítica globales.
En octubre de 1999, en una rara alteración de la geografía militar de Estados Unidos, el Departamento de Defensa cambió el mando general de las fuerzas estadounidenses en Asia Central al trasladarlas de la Comandancia del Pacífico a la Comandancia Central. Esta decisión no produjo titulares en la prensa ni otras muestras de interés en Estados Unidos, y sin embargo representó un cambio significativo en el pensamiento estratégico estadounidense.
Asia Central se había considerado antaño un asunto periférico, un rincón alejado de las principales áreas de responsabilidad de la Comandancia del Pacífico (China, Japón y la península de Corea). Pero esa región, que se extiende desde los Montes Urales a la frontera occidental de China, se ha convertido hoy en importante objetivo estratégico debido a las grandes reservas de petróleo y gas natural que se cree yacen bajo el Mar Caspio y sus alrededores. Como la Comandancia Central ya tiene a su cargo las fuerzas de Estados Unidos en la región del Golfo Pérsico, su toma del control sobre Asia Central significa que esta área recibirá ahora una atención más cercana de parte de aquellos cuya tarea primaria es proteger el flujo de petróleo hacia Estados Unidos y sus aliados.
La nueva preeminencia de Asia Central y el Medio Oriente y de su potencial riqueza petrolera no es sino un signo de una transformación mayor en el pensamiento estratégico estadounidense. Durante la Guerra Fría, las áreas de mayor interés para los planificadores militares eran las de confrontación entre Estados Unidos y el bloque aliado soviético: Europa Central y del sureste y el Lejano Oriente. Sin embargo, desde el fin de la Guerra Fría, estas áreas han perdido importancia estratégica para Estados Unidos (salvo, quizás, por la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur), en tanto que otras regiones – el Golfo Pérsico, la cuenca del Mar Caspio y el Mar de la China Meridional – están recibiendo cada vez mayor atención del Pentágono.
Tras ese cambio de la geografía estratégica hay un nuevo énfasis en la protección al suministro de recursos vitales, sobre todo, el petróleo y el gas natural. Mientras en la era de la Guerra Fría se creaban divisiones y se formaban alianzas siguiendo lineamientos ideológicos, en la actualidad la competencia económica rige las relaciones internacionales y, por lo mismo, se ha intensificado la competencia por el acceso a esas vitales riquezas económicas. Como cualquier interrupción en el abastecimiento de recursos naturales tendría graves consecuencias económicas, los principales países importadores consideran hoy que la protección de ese flujo es una importante preocupación nacional. Además, con un consumo global de energía cuyo aumento se estima en 2% anual, la competencia por el acceso a las grandes reservas de energéticos sólo puede ser más intensa en los años venideros.
Por consiguiente, los funcionarios de seguridad han empezado a prestar una atención mucho mayor a los problemas que origina la creciente competencia por el acceso a materias primas cruciales, en especial aquellas que, como el petróleo, con frecuencia yacen en áreas en disputa o políticamente inestables. Como observó el Consejo de Seguridad Nacional en el informe anual sobre política de seguridad redactado en 1999 por la Casa Blanca: "Estados Unidos seguirá teniendo un interés vital en asegurar el acceso a los suministros de petróleo del exterior". Por tanto, concluía el informe, "debemos mantenernos conscientes de la necesidad de estabilidad y seguridad regionales en áreas claves de producción, a fin de garantizar nuestro acceso a esos recursos tanto como su libre circulación."
Desde luego, la preocupación por el acceso a los recursos globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en la política de seguridad estadounidense. Por ejemplo, en la década de 1890, el capitán Alfred Thayer Mahan, destacado estratega naval de la nación, obtuvo un apoyo generalizado al sostener que Estados Unidos necesitaba una flota numerosa y capaz a fin de reforzar su posición como potencia comercial en el mundo. Esta perspectiva también moldeó el pensamiento geopolítico de los presidentes Theodore Roosevelt y Franklin Delano Roosevelt.
No obstante, durante la Guerra Fría las preocupaciones por los recursos se subordinaron con frecuencia a las dimensiones políticas e ideológicas de la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Apenas ahora, cuando la Guerra Fría ha terminado definitivamente, la garantía de acceso a materias primas vitales vuelve a adquirir una posición central en la planeación de la seguridad estadounidense.
La prueba de esta reanimación del interés por los recursos fue especialmente clara en el año 2000, durante la escasez global de petróleo y gas natural. En agosto de ese año el presidente Bill Clinton voló a África con la esperanza de obtener petróleo adicional de Nigeria – en la actualidad uno de los principales abastecedores de Estados Unidos – y alentó a los estados del Mar Caspio a acelerar la construcción de nuevos oleoductos con destino a Europa y el Mediterráneo. Entre tanto, el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, se valió de los debates de la campaña presidencial para exigir la exploración de petróleo y gas en los territorios vírgenes de Estados Unidos, a fin de reducir la dependencia nacional de los suministros del extranjero. Una vez electo, una de sus primeras iniciativas de política exterior fue su reunión con el presidente de México, Vicente Fox, para discutir propuestas destinadas a aumentar el flujo de energéticos de ese país a Estados Unidos.
Un enfoque similar sobre la adquisición o la protección de suministros de energía es evidente en el pensamiento estratégico de otras potencias. Grandes importadores de energía, como China, Japón y las principales potencias europeas, han hecho del aseguramiento de la estabilidad en sus suministros una de sus prioridades máximas.
Rusia muestra hoy mayor interés en su política exterior hacia las áreas productoras de energía de Asia Central. Aunque siga preocupándose por los acontecimientos que ocurren en sus fronteras occidentales, en áreas colindantes con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Moscú ha dedicado considerables recursos a fortalecer su presencia militar en el sur, en el Cáucaso (incluyendo Chechenia y Daguestán) y en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central.
Garantizar el acceso a suficientes suministros de petróleo y gas es también una gran preocupación de las naciones en el reciente proceso de industrialización del mundo en desarrollo, como Brasil, Israel, Malasia, Tailandia y Turquía, muchas de las cuales, se espera, duplicarán o triplicarán su consumo de energía en los próximos veinte años.
Aunque la obtención de suficientes suministros de energía se esté convirtiendo en la máxima prioridad en recursos para algunos estados, para otros el foco principal estará en la búsqueda de agua adecuada. Los suministros de agua ya son insuficientes en muchas partes del Medio Oriente y del suroeste asiático; es probable que el continuo crecimiento de la población y la mayor posibilidad de sequía debida al calentamiento global provoquen una escasez similar en otras latitudes. Para complicar más el problema, los suministros del líquido no obedecen a fronteras políticas, por lo que muchos países de esas regiones deben compartir un número limitado de importantes fuentes de agua. Como todos los estados colindantes con esas aguas tratan de elevar los suministros que tienen asignados, es inevitable que aumente el peligro de conflicto por la competencia por esos fuentes de agua compartidas.
En otras partes del mundo han estallado conflictos localizados por el control de maderas y minerales valiosos. Por lo regular, implican una lucha entre élites o tribus que compiten por el ingreso derivado de los bienes de exportación. Por ejemplo, en Angola y Sierra Leona grupos rivales luchan por el control de lucrativos yacimientos de diamantes; en la República Democrática del Congo, el conflicto atañe tanto al cobre como a los diamantes; y en algunas partes del sureste asiático numerosos grupos luchan por ricas zonas madereras.
Todos esos fenómenos -mayor competencia por el acceso a importantes fuentes de petróleo y gas, creciente fricción por la asignación de suministros de agua compartidos y guerra interna por valiosos bienes de exportación- han producido una nueva geografía de conflictos, una cartografía reconfigurada en la que los flujos de recursos, y no las divisiones políticas e ideológicas, constituyen las principales líneas de falla. Así como un mapa en que se muestran las fallas tectónicas del mundo es una útil guía sobre posibles zonas de terremotos, considerar el sistema internacional en términos de depósitos de recursos en disputa -yacimientos de petróleo y gas en problemas de adjudicación, sistemas hidrológicos compartidos, minas de diamantes asediadas-, ofrece una guía a posibles zonas de conflicto en el siglo XXI.
Común denominador en todos estos casos, es la presencia de los intereses del gran capital aprovechando los conflictos regionales para beneficio propio, transformándolos en elementos globalizadores.
Afganistán, situado en esa zona estratégica, resultó ser el lugar ideal, dadas sus contradicciones políticas internas, para servir de "conejillo de india", a esta "cruzada" del imperialismo global, con una fachada antiterrorista.
A principios de la década de 1990, la violencia en la antigua Yugoslavia, en Cachemira y en África Central hizo que la comunidad mundial se concentrara en la prevención de los conflictos étnicos e intercomunitarios, pero ese enfoque en la etnicidad no fue capaz de prever ni enfrentar la violencia en África por el control de yacimientos de diamantes, de minas de cobre y de tierras de labranza. La globalización económica viene convirtiendo algunas áreas pobres en centros de prosperidad y crecimiento, pero dejando a otras en la más abyecta pobreza, provocando conflictos que tienen más que ver con los recursos que con el nacionalismo. En suma, los asuntos del mundo contemporáneo desafían las definiciones exclusivamente políticas, económicas y de seguridad.
Un mejor análisis de las tensiones en el nuevo sistema internacional y un mejor pronóstico de los conflictos verían las relaciones internacionales a través del cristal de los recursos en disputa en el mundo y se enfocarían en aquellas áreas donde es probable que surjan conflictos por el acceso a materias primas vitales o por su posesión.
El análisis empezaría con un mapa que mostrara todos los principales yacimientos de petróleo y gas natural localizados en áreas en disputa o inestables. Entre esas zonas de conflicto potencial están el Golfo Pérsico, la cuenca del Mar Caspio y el mar de la China Meridional, además de Argelia, Angola, Chad, Colombia, Indonesia, Nigeria, Sudán y Venezuela, áreas y estados que en conjunto albergan alrededor de las cuatro quintas partes de las reservas de petróleo conocidas del mundo.
El mapa también trazaría oleoductos y rutas de buques cisterna para transportar gas natural y petróleo de sus puntos de abastecimiento a los mercados de Occidente; muchas de esas rutas pasarían por áreas que a su vez experimentan una violencia periódica. Por ejemplo, antes de llegar a una salida segura al mar, los suministros de energía de la región del Mar Caspio deben atravesar el conflictivo Cáucaso (que abarca Armenia, Azerbaiyán, Georgia y partes del sur de Rusia).
Un mapa de zonas de recursos en disputa también mostraría todos los principales sistemas hidrológicos compartidos por dos o más países en áreas áridas o semiáridas. Entre éstas se incluirían grandes sistemas fluviales como el Nilo (compartido por Egipto, Etiopía y Sudán, entre otros), el Jordán (compartido por Israel, Jordania, Líbano y Siria), el Tigris y el Éufrates (compartidos por Irán, Irak, Siria y Turquía), el Indo (compartido por Afganistán, India y Pakistán) y el Amú Daria (compartido por Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán). También incluiría acuíferos subterráneos que de manera similar cruzan fronteras, como el Acuífero de la Montaña, que se extiende debajo de la Margen Occidental del Río Jordán e Israel.
Finalmente, ese mapa indicaría las principales concentraciones de gemas, minerales y árboles maderables viejos del mundo en desarrollo. Entre esas preciosas riquezas se incluirían los yacimientos de diamantes de Angola, la República Democrática del Congo y Sierra Leona; las minas de esmeraldas de Colombia; las minas de cobre y oro de la República Democrática del Congo, Indonesia y Papua Nueva Guinea; y las selvas de Brasil, Camboya, la República Democrática del Congo, Fidji, Liberia, México, Filipinas y Brunei, Indonesia y Malasia en la isla de Borneo.
De trazarse adecuadamente, ese mapa realmente delinearía los lugares donde hay mayor probabilidad de que estallen luchas armadas en los años venideros. Desde luego, la sola presencia de recursos valiosos en un área determinada no significa que en ella sea probable el estallido de un conflicto.
Identificar áreas de conflicto potencial por recursos naturales también cobra creciente importancia a medida que aumenta la presión sobre esas líneas de falla. La presión deriva de diversas fuentes, empezando por la mecánica básica de la oferta y la demanda. Conforme crecen las poblaciones y se dilata la actividad económica en muchas partes del mundo, el apetito por las materias primas vitales aumentará con mayor rapidez de la que la naturaleza y las empresas de recursos del mundo pueden satisfacer.
A medida que la escasez de materias primas cruciales aumente en frecuencia e intensidad, será más fuerte la competencia por el acceso a los suministros restantes de esos bienes.
Es probable que la presión sobre los suministros de petróleo globales sea especialmente intensa. De acuerdo con el Departamento de Energía estadounidense, se espera que el consumo de petróleo global aumente de alrededor de 77 millones de barriles diarios en 2000 a 110 millones en 2020, o sea, un incremento de 43%. Si estas estimaciones son exactas, el mundo consumirá aproximadamente 670.000 millones de barriles entre ahora y 2020, o sea, alrededor de dos tercios de las reservas de petróleo conocidas del mundo. Desde luego, durante este periodo se descubrirán nuevas reservas y las tecnologías emergentes nos permitirán extraer suministros considerados previamente inaccesibles, como los del extremo septentrional de Siberia y de las profundidades del Atlántico. Pero no es probable que la producción de derivados del petróleo mantenga el ritmo de la creciente demanda.
De la misma manera es inquietante la situación del agua en el mundo. El agua se considera un recurso renovable porque regularmente recibimos nuevos suministros de la lluvia y las nevadas. Pero la cantidad de agua sustituible de que disponemos actualmente para el consumo humano en cualquier año determinado es bastante limitada. Por ahora usamos alrededor de la mitad de ese total (para bebida, baño, fabricación de alimentos, manufacturas, navegación y tratamiento de desperdicios), pero continuamente aumenta la demanda de suministros adicionales.
Muchas áreas del Medio Oriente y de Asia padecen ya de persistente escasez de agua, y se espera que el número de países que experimenten estas condiciones se duplique en los próximos 25 años, conforme aumente la población y más gente se establezca en áreas urbanas. Para 2050 la demanda de agua podría acercarse a 100% del suministro disponible, produciendo una intensa competencia por esta sustancia esencial en todas las áreas del planeta, salvo las mejor irrigadas.
Las tendencias ambientales, como el calentamiento global, también afectarán la disponibilidad de muchos recursos a escala mundial, entre ellos, el agua y la tierra de labranza. Aunque temperaturas más altas producirán mayor precipitación pluvial en áreas localizadas cerca de los océanos y otros grandes cuerpos de agua, las regiones del interior generalmente experimentarán condiciones de mayor sequedad, con prolongadas sequías como fenómeno recurrente. Las temperaturas más altas también aumentarán la velocidad de evaporación de ríos, lagos y depósitos. Por tanto, es probable que se pierdan muchas áreas cultivables importantes, sea por sequía o ampliación de las extensiones desérticas del interior, sea por inundación de las costas y elevación del nivel de los mares globales en las regiones marítimas.
Los mecanismos de mercado pueden aliviar la mayor parte de las crecientes presiones en el suministro existente de materias primas vitales en el mundo. Junto con la elevación de precios, la demanda en aumento estimulará el desarrollo de nuevos materiales y procesos que permitan a las empresas de recursos buscar nuevos yacimientos y hacer disponibles los que antaño se consideraron inaccesibles. Pero la tecnología no puede revertir por completo las presiones demográficas y ambientales, y algunos países y regiones no podrán sufragar los elevados costos de las tecnologías alternativas. En tales circunstancias, la oferta y la demanda globales se volverán cada vez más desequilibradas.
Idear maneras de resolver pacíficamente la creciente competencia por recursos naturales es tanto más urgente por cuanto muchos estados todavía consideran el control de ciertos recursos naturales como una exigencia de seguridad nacional y algo por lo que vale la pena luchar. Por ejemplo, en Estados Unidos el presidente Jimmy Carter declaró en 1980 que cualquier intento de potencias hostiles por interrumpir la circulación de petróleo del Golfo Pérsico se "consideraría como un ataque contra los intereses vitales de Estados Unidos", ataque que este país repelería "por cualquier medio necesario, incluso la fuerza militar". Los mandatarios posteriores han hecho declaraciones similares, y en la actualidad están desplegadas permanentemente en el Golfo Pérsico nutridas fuerzas estadounidenses a fin de sostener esa política.
Las insuficiencias y los conflictos por los recursos no representan más que una pequeña parte de la atiborrada agenda de los responsables políticos internacionales. Pero esas perturbaciones con frecuencia se vinculan con otros problemas, como la degradación del ambiente, el desorden económico, el crecimiento de la población y el crimen transnacional. Los problemas de recursos también figuran en muchos conflictos que se caracterizan de otro modo, como por ejemplo, las guerras étnicas o las rivalidades políticas. Por tanto, un análisis de las tendencias en cuanto a los recursos globales y sus fenómenos políticos y geográficos asociados ofrecería a los responsables de las políticas una poderosa lente a través de la cual examinar el conjunto más general de los problemas de seguridad.
Un análisis de este tipo también ayudaría a los líderes a elaborar prescripciones de política general. Los gobiernos deben dedicar un esfuerzo mayor al desarrollo de combustibles y sistemas de transporte alternativos, ya sea mediante un mayor apoyo financiero a la investigación y el desarrollo, o mediante incentivos al sector privado para que invierta en esas áreas.
Pero estas tareas deben ir acompañadas de iniciativas multilaterales encaminadas específicamente a reducir el riesgo de conflictos violentos por el uso de fuentes de materias primas vitales compartidas o en disputa.
Sólo de ese modo podemos confiar en que el planeta permita llegar a acuerdos que den viabilidad a los 9.000 o 10.000 millones de seres humanos que se espera lo habiten para 2050.
Un reordenamiento mundial al estilo del imperio.
"Déjennos reordenar el mundo en torno nuestro",expresa Tony Blair, quien se ha convertido en portavoz oficial de las fuerzas que están atacando a Afganistán, la aventura que no tiene una justificación convincente y que empuja hacia resultados inciertos.
El despliegue de fuerzas en una zona largamente señalada como del interés estratégico por parte de potencias que manejan desde hace varios años la geografía del conflicto pos-guerra fría, hace repensar esa frase de Tony Blair: "déjennos reordenar el mundo en torno nuestro". Si no se está perdiendo el tiempo en rodeos inútiles, se trata, como se ve, de ocupar la antigua posición clave, en el camino de todas las conquistas hacia el corazón de Asia. Y esa posición –esa entidad geográfica, como también lo pensaron los generales de Hitler; es Afganistán.
Afganistán junto al continente Indio y China, es un centro de importancia geopolítica y estratégica con Irán al sur, y al Norte las regiones del Caspio y el Centro de Asia. Territorios que vienen desgajándose de la experiencia soviética, ricos en petróleo y minerales. La tentación petrolera le proporciona una aura muy diferente a la pretendida acción de "castigo al terrorismo". Suficiente la tentación.
Pero hay más: en esta ocasión, la ocupación o conquista de Afganistán, según los rasgos masivos que está tomando la operación militar, le resuelve a los dirigentes norteamericanos otros problemas bien alejados de sus declarados deseos de justicia y de venganza:
- Los que se sitúan en las diferencias, que se han ido acentuando, entre los intereses de los movimientos islámicos y los proyectos expansivos del imperialismo en la última fase de la globalización, ya que a través del integrismo islámico han tomado forma nuevos reclamos que podían echar por tierra con los proyectos de recuperación por parte de las potencias centrales de la fragmentada herencia de la URSS en las zonas del Caspio. La operación militar seria entonces, una de las tantas reacciones del "centro globalizado" contra aquellas zonas "grises" no funcionales y hasta rebeldes.
En ese campo, bin Laden constituye -ahora-, un proyecto político, que antagoniza con el modelo colonial propuesto por las compañías petroleras y la Casa Blanca. La disociación entre EEUU y el talibán, conducía de suyo a un conflicto mayor por el control de Afganistán, y EEUU tenía una resolución tomada al respecto, mucho antes de los acontecimientos de septiembre.
- El "problema chino". La descomposición del socialismo no había alcanzado a destruir y a someter a China, y el debilitamiento de la economía capitalista había hecho fracasar los intentos de descomponerla y asimilarla en las economías de mercado. Todavía, al contrario, se ve asomar un período de fuerte crecimiento de la economía y el comercio chinos, que tiene la ventaja de la estabilidad frente a la crisis irreparable de las economías capitalistas de occidente. Numerosos incidentes confirmaban el crecimiento de la desconfianza y de la agresividad, por parte de los EEUU, que comenzó a elaborar nuevos proyectos para establecer futuros escenarios económicos y militares adversos a China. Uno de esos proyectos es la recolonización del Asia Central por parte de las potencias de Occidente, que vendría a establecer un cerco sobre el patio trasero de la gran potencia Oriental. La posesión de Afganistán, con su estrecha frontera sobre las alturas de China, venía a ser entonces esencial.
Sin excepciones el poder quedó en manos de mafiosos, narcotraficantes y dictadorzuelos, los mismos que hoy sirven al juego de la sedicente "lucha antiterrorista".
- La resbalosa relación con la decadente Federación Rusa, a pesar de ser potencia nuclear global, que en su propia crisis puede perfectamente reinscribir situaciones riesgosas, hacía todavía más imperativa la redefinición de la pertenencia de los recursos energéticos del Caspio, de Asia Central y de Siberia, y la creación en esas regiones de una soberanía dependiente de Occidente. Una operación aliada, con relación a Afganistán podía también atraer a Rusia hacia la NATO y alejar del escenario un cuestionable pacto ruso-chino- islamita, que ha estado rondando como fantasma en los últimos tiempos.
- Pero ha surgido otro problema que toca más directamente a la intimidad del sistema imperial: la recesión. Un nudo de situaciones sin clara salida, que se manifiesta en la contracción de la economía mundial a tales niveles que ya no es una exageración hablar del regreso de la Gran Depresión. Sobre todo cuando la contracción experimentada por la economía norteamericana, saludada con una baja brutal en la Bolsa neoyorquina, viene a arrinconar a las economías del mundo y las proyecta a un espacio nuevo, en donde ya no reconocen la efectividad de modelos que creían impuestos para la larga duración.
En efecto, hay una crisis recesiva, y hasta podría decirse, la caída en una Gran Depresión, similar sino peor a la del año 1929. Y es cierto también, que el empujón belicista se ha dado persiguiendo dos objetivos: permitir a las corporaciones un mayor acceso a los recursos sociale y frenar la caída mediante la economía de guerra.
Algunos analistas colocan esta situación económica en el primer lugar. Posiblemente todo lo que está pasando en el mundo, sobre todo esta aceleración y agudización de los conflictos, es consecuencia de la caída económica, Torres Gemelas incluidas. Y hay que repetirlo, la crisis, una crisis muy grande, venía de antes, y no fue consecuencia de la caída de las torres, como se ha querido hacer creer en la operación ideológica corriente.
Que el problema económico pesa, se nota en las propias afirmaciones del Presidente norteamericano, que no pierde oportunidad para anunciar que "la guerra va a ser larga", esto es, que los mercados deben adecuarse a ella, orientando las inversiones hacia la producción armamentista. Y como cuenta ahora con una ciudadanía aterrorizada hasta la paranoia, ya no le es difícil divertir importantes partidas del Tesoro público hacia la esfera empresarial y el sostenimiento de los stocks.
En este ambiente nació en algún momento una propuesta ignorante y peligrosa: que sólo la guerra era capaz de levantar los mercados. Para eso, se crearon símiles generalizadores sobre crisis anteriores. No repararon que, en el caso de la Gran Depresión anterior, que comienza en 1929, las guerras y las economías de guerra que la siguen sólo profundizaron la descomposición y la destrucción: sólo después de la Segunda Guerra vino a darse una recuperación del ciclo. Y eso fue después de casi dos decenios de tragedia.
El hecho es que se urdió un modelo muy particular de la crisis en curso, que permitía razonar con una salida para la depresión mediante la guerra. Una guerra sin objetivos claros, quizás pequeña, quizás grande, una guerra "acordeón" a la que se le colgaban ofertas económicas irracionales. Con ella, en algunos países de América Latina, se levantaron dos esperanzas: una, que como se decía "arriba", se precipitaría la recuperación de la economía de EEUU, y con ella la de todos los que se le colgaran. Y la otra, que con las nuevas condiciones, el capital fluiría hacia las ansiosas periferias y sus ofertas de trabajo barato.
Afganistán ya sirve para todo. Y una vez montado el escenario de los bombardeos, es posible que se nos ofrezcan nuevos escenarios de destrucción, como para asegurar el lema de que "el capital es destrucción creadora" (Marx),.
Si se juntan sólo estos cuatro aspectos, puede entenderse un poco mejor la nueva aventura de Afganistán, a que tan aguerridamente nos llaman Bush, Blair y el coro necio provisto por otros gobernantes interesados o temerosos.
Podemos enumerar varias consecuencias que se desprenden de las primeras operaciones del grupo imperialista en esta guerra:
a) En relación con Afganistán.
Pronto se diluirá la prédica de la lucha contra el terrorismo y la persecución de bin Laden, en las necesidades de la ocupación de un territorio rebelde. Bush, empujado por presiones corporativas y delirios dejó de lado otras opciones en la lucha contra el talibán, como habrían sido las menos heroicas presiones políticas y económicas, y optó ("yo ordené") por la grande y aplastante operación militar, que tras el bombardeo, deberá lanzar el trabajo de tierra destinado a ocupar terreno y destruir los bolsones de resistencia. El modelo lo proporciona la blietzkrieg alemana. Y puesto en este plan, el aparato imperialista tiene confianza en hacer valer, el peso inconmensurable de la tecnología que tiene a su disposición.
Se da como un hecho, que tras algunas escaramuzas el ejército imperial ocupará las principales ciudades, pero que luego el enfrentamiento será menudo, en una extensa guerra de montaña. En un conflicto semejante, la URSS empleó 100 mil soldados y perdió una parte importante de ellos. Antes, en una operación parecida, en el siglo anterior, los ingleses salieron con poco más que la historia. Con el retorno de las primeras bolsas plásticas, es posible que los norteamericanos empiecen a pensar un poco en la lógica y la necesidad de esta guerra.
Pero una vez instalados en algo que pueda ser sede de gobierno, EEUU tendrá que dar participación en ese gobierno, aunque sea de manera decorativa—y el gobierno que salga de esta junta deberá por fuerza seguir siendo decorativo– , a los socios de "La Alianza del Norte" esto es, al rey valetudinario, Zahed Sha, un viejo y odiado sátrapa, y a quienes ejercerán el poder por él, una suma de facciones y facciosos vinculados al narcotráfico. Una compañía que preocupa al New York Times. Pero, en fin—dice Bush—"así es la vida".
El establecimiento de la Satrapía de Afganistán demandará necesariamente, por razones de seguridad, del acantonamiento permanente de algunas bases militares norteamericanas, y las razones estratégicas, por supuesto, más bases. Cosa que no es problemática, porque así ha sido siempre.
Mientras, Bush cambia todos los días de discurso, algunos días amanece con ánimos de cruzado, otras con desánimos panameños –"sólo es una pequeña operación quirúrgica", otras veces está de guerra larga y hasta delira con atacar a 60 países. Por fin, "todo es mentira". Es de imaginar que en las reuniones de la Sala de Estrategia, lejos del escrutinio público, debe haber algún Norte y alguna coherencia.
b)Consecuencias en las regiones vecinas:
La entrada de EEUU en Afganistán y su permanencia, dependerá fuertemente de suministros y circulación libre de tropas, para lo cual entra a depender de los estados aledaños. Ya desde el montaje de la operación, fue necesario cabildear con Pakistán y los uzbecos. Debe notarse que en ambos casos, los gobernantes debieron recurrir al doble juego, dijeron que no al total de las exigencias norteamericanas, pero por debajo, concedieron. Pakistán deja pasar los mísiles y los aviones, y Uzbekistán deja pasar las tropas.
En poco tiempo se verá hasta donde esta situación continuará siendo favorable a la armada imperial. O si mejorará todavía más. La información que llega es más bien contraria. Se incrementa la resistencia en Pakistán, ya hay problemas en las repúblicas exsoviéticas.
Al parecer, los bombardeos, lejos de debilitar la convocatoria del discurso integrista islámico, éste se ha visto favorecido y ha tenido una enorme difusión.
El efecto a mediano plazo más probable será el incremento de acciones anti-norteamericanas en todo el mundo árabe y un crecimiento de la influencia política de los sectores integristas y nacionalistas.
En el mundo árabe también el Comando imperial ha encontrado asistencia… para conducir al fracaso y quizás a la tumba a quienes se le han acercado. Ahí tenemos a la dirigencia Palestina, reprimiendo y matando a los estudiantes palestinos que protestan, y ahí tenemos al dictador de Pakistán, Pervez Musharrraf, ya enfrentado a la mayoría del pueblo y con fuertes resistencias en su propio ejército.
El concurso de Turquía responde a una larga asociación con el proyecto petrolero del Cáucaso y promesas renovadas de restitución territorial a costa de regiones turcomanas y musulmanas. Turquía puede estar dando su apoyo inerte a este juego, pero hasta ahora parece ser que tiene más urgencias con su economía reventada.
En adelante, los poderes excepcionales de Bush, pueden guardarnos muchas sorpresas relacionadas con la situación en el Medio Oriente, y eso lo intuyen en Irán, en Irak, en Israel y en Palestina. Sólo allí puede escrutarse la enormidad potencial del desastre a que empuja esta repentina y enloquecida vocación por crear "el nuevo orden" en el nuevo orden. Todo al calor de esperanzas acumulativas frustradas y desorbitadas. Hasta el mismo A. Sharon llegó a exclamar que "no aceptarían los israelitas ser tratados como Checoslovaquia"… en una clara referencia a los célebres acuerdos de Lord Chamberlain con Hitler, que abrieron paso a la Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a Rusia, el desarrollo de esta invasión y su establecimiento, a la larga va a separarla por un tiempo indeterminado de sus preocupaciones caucásicas. En lo inmediato, pareciera inclinarse a una colaboración suicida con el Pentágono, buscando los pequeños despojos para reenderezar su situación en Chechenia.
c) Consecuencias de la guerra en zonas del centro y periferia.
Pasada la ola de sensibilización a las ofertas simples pero débiles de la propaganda de guerra norteamericana, vendrá a darse inevitablemente el crecimiento de la crítica a la guerra. La presencia devastadora de la brutalidad. Las ambiciones imperiales no tardarán en aparecer con la consecuente caída de su legitimidad y las crecientes acusaciones de genocidio contra la humanidad.
La guerra no se da tampoco aparte del otro megaescenario provisto por la depresión económica, que está generando sus propias resistencias. La ilusión del imperio es recuperar músculo económico mediante fuertes inversiones en el área armamentista y resolver el desempleo mediante la conscripción. Pero es que la guerra de Afganistán es una guerra pequeña…¿o es que efectivamente hay algo más amplio entre manos? Una perspectiva macabra que generará un amplio rechazo. Para asegurar este traspaso, la reacción tiene confianza en la implantación de viejas y nuevas trampas ideológicas. Pero las ideologías no siempre pueden sostener indefinidamente lo insostenible. En algún momento son siempre el mundo patas arriba.
El imperio, desde los inicios de este conflicto trató de hacer creíble una nueva polaridad entre civilización y barbarie, cristianismo e Islam. Nada excluye que persista en esta línea, fomentada por simplistas que creen el cuentito del enfrentamiento de civilizaciones. Entretanto, ese argumento se deja en reserva, y se adelanta solamente la lucha contra un "terrorismo" fantasmal, granular y contra las regiones o naciones que lo apoyen. Y la primera que estuvo a mano fue la región que convenía a un largo proyecto estratégico que amarraba los intereses centrales del sistema. Y como se siente descubierto, el imperio se exhibe como poder desnudo y proclama otra diferencia armada de amenazas: "conmigo o contra mi
En los centros, EEUU, Europa y Japón, hay una visión dispersa sobre los motivos y los beneficios de esta guerra. Es en EEUU en donde más claramente asomó la visión dogmática, propalada desde los círculos del complejo industrial militar de que la guerra es el antídoto de la depresión. Pero también ha sido allí donde se han levantado las posturas más enérgicas en contra de esta falacia, dando a entender sobre todo la circunstancia en que asomaba la guerra, que posiblemente sólo podía venir a acentuar precisamente las características depresivas del ciclo, y que sobre todo, no traía una solución al corto plazo. El plazo en donde se han ido acumulando las olas recesivas.
Por otra parte la guerra tan especial que se estaba lanzando, al principio sin siquiera tener un enemigo reconocible, y que después vino a ser Afganistán, con sus masas hambreadas, con 25 aviones viejos y 4 helicópteros, además internacionalmente aislado, que no podría soportar la presión de todas las potencias coligadas por más de dos semanas. No podía ser simplemente la base razonable de un nuevo despegue económico, la justificación para una economía de guerra poderosa y de largo aliento.
Y esa reflexión muy extendida avanza como muestra, el bajón de las bolsas a la semana de haberse iniciado la retórica de la guerra, y la baja consecutiva y mundial después de los bombardeos. Es cierto que, mientras tanto, se sumaban algunos porcentajes a favor de las industrias de armamento.
En Europa, las ofertas de la guerra podían entusiasmar más a algunas franjas del sistema de largo interesadas en el proyecto Centro Asiático, pero ha venido a ser deprimente en el frente social interno. No resolvía el agudo problema del desempleo, y traía consigo más serias discriminaciones. Por otra parte, una excesiva "unidad" de acción, de propósitos y de mando, quitaba espacios de maniobra a su propio establecimiento económico, un tanto distante y fuertemente competitivo con el establecimiento estadounidense. En estos días, muchas grandes empresas europeas, más que plegarse a la conversión armamentista, prefieren trasladar sus operaciones a Oriente.
En Japón, como en todos los países del Asia, se entendió más claramente el mensaje de la operación norteamericana, y eso también violentó los mercados. La prensa, en general dijo cosas duras de un conflicto que inicia desestabilizaciones adicionales a un sistema de suyo inestable, en donde se podía notar ya la gravedad de lo que podría venir a ocurrir en el continente índico y en Indonesia.
En América Latina, se ha hecho cantar al coro de los presidentes, que con voces desafinadas le han entonado el hosanna a la Cruzada, con los acentos y envolturas ideológicas del baratillo de CNN, en lo que parece ser un libreto aprobado y uniforme.
Total, del éxito de esta guerra, se tratan de convencer, "dependerá el nuevo crecimiento económico". Pareciera ser que se toman al pie de la letra lo anunciado por su Presidente Bush, que "en esta guerra habrá de todo, sobre todo mentiras". Y nada les resulta más fácil que calcar lo que dice CNN.
d) Las consecuencias políticas y culturales
La consecuencia que tiene más importancia en nuestra vida inmediata, es el rebajamiento moral que ha experimentado el mundo con el lanzamiento de esta guerra y sus justificaciones. De la noche a la mañana se ha convertido en valores positivos Auschwitz e Hiroshima, y la media se ha lanzado en una intensa campaña para hacer aceptable y entretenido el genocidio.
Lo grave es que estamos ante una estrategia global que utiliza todos los medios para establecer lo que a no dudar llegará a ser una profunda modificación en la cultura política. Al respecto, opinaba hace unos días Vargas Llosa –que no puede considerarse sospechoso de extremismos anti-capitalistas: "Se están creando fantasmas de desconfianza, de satanización entre culturas, de paranoias y miedos que pueden ser explotados por demagogos de todos los pelajes… para hacer que las sociedades acepten medidas que irán en desmedro de las libertades públicas…"
En el terreno político es donde más duramente se está pegando las consecuencias inmediatas de este belicismo. Y de un modo extremadamente negativo y a partir de los propios EEUU.
Es en la forma de acciones legislativas que vienen a coartar las libertades públicas y los derechos civiles, los espacios de privacidad, etc. Y es en la extensión que vienen a tener las prerrogativas de la inteligencia y del espionaje. Los proyectos más antidemocráticos y reaccionarios ya tienen traducción. Hubo un momento en donde hasta se propuso en los EEUU que los extranjeros llevaran marcas visibles en sus trajes. La rápida traducción de estas iniciativas a conductas aceptadas y legisladas por decretos en la periferia colonial, dan al traste con las perspectivas democratizantes que pudieran haber con anterioridad. De hecho, el sistema está usando la guerra como pretexto, y va estableciendo las bases para dictaduras que lo defiendan de los reclamos sociales que se puedan derivar del deterioro generalizado de la situación económica.
Un paso, que va también en el sentido de la explotación del clima bélico y depresivo, se ha dado a través de la construcción de "regímenes de unidad nacional" que producen de hecho la abolición de la crítica y de la pluralidad en el interior de ensambles o pactos, donde de pronto el capitalismo se pone bueno a cambio de promesas del sector plebeyo de apoyar "la reducción del conflicto". En esos pactos casi siempre los sectores empresariales comienzan a señalar su interés en la abolición de la pobreza, tarea bien fácil de prometer ahora que llega la crisis.
En América Latina se induce astutamente el clima belicista, a través de las ofertas irresponsables que pueden ser trágicamente verdaderas, de envío de tropas a los frentes de degüello que defina la potencia imperial. Hay mucho "trabajo" por delante: debemos recordar que ya Bush anuncia intervenciones en 60 países ¡!
¿Qué ha pasado, mientras con el derecho internacional, que quiso ser un derecho de la Paz? ¿Qué pasó con el entramado proceso de formación de organismos internacionales que excluían la guerra en la solución de los conflictos? . Otra consecuencia de este movimiento lanzado por la potencia más poderosa del planeta, es haber puesto entre las cenizas de Kabul y Kandahar todo aquello. Hasta la OTAN ya hoy no es más que un instrumento. ¿La ONU? Una parroquia de pueblo chico. La conducción del proceso se lleva al estilo de los viejos imperios militares. Acompañado esta vez por los bombardeos de 24 horas sobre poblaciones que se acostumbra al televidente a ver desaparecer aburridamente como figuras en un juego de Nintendo. Los partes del Comando "Aliado" nos dicen todos, que para este capitalismo reventado, llevado a su extremo, el ser humano ya no cuenta.
Y casi sin resistencia, la aventura de Bush va viento en popa. Ya tiene casi asegurada una abundante extensión del conflicto. Pero habrá que ver cuán estable le podrá ser su instalación sobre las huellas de las falanges de Alejandro el Grande. En esa región de tráficos y rencores, en la magnífica compañía de aliados tan "seguros" como los mafiosos del opio y la heroína, bandoleros, y algunos laboristas británicos y renovados de diferentes pelajes y latitudes.¡ Y, vaya como ha destacado el "Tony" Blair, el proponente de "la tercera vía", en esta historia!
Pero no será la guerra la que en lo inmediato devastará al hinterland occidental y a su sedicente vocación imperial: será la Depresión. Esa enfermedad que se quiere ocultar, incluso, con los alardes y despliegues bélicos. Esa Depresión que se trata de esquivar mediante los mecanismos de la destrucción y de la barbarie, y que encuentra en ellos, en vez, su profundización.
Al caer la noche del 7 de octubre, EEUU y sus aliados atacaron Afganistán Como en otras guerras que perseguían la consolidación de los mismos intereses imperialistas, se pinta como lucha humanitaria, ha vacilado en proclamarse una lucha por la justicia, aduce como objetivo "destruir al terrorismo" , mientras se propone una extensa instalación en lugares de valor estratégico para el control del globo. Una guerra, que aunque se anunciaba como una ocurrencia siniestra enteramente nueva, era bien simplemente "la continuación de la política…"
En resumida cuenta, podemos inferir que Afganistán ha sido simplemente el pretexto globalizador de un conflicto, para descargar las tensiones de la crisis real que atraviesa la economía capitalista neoliberal globalizada
Situación mundial después de la Guerra.
Los datos económicos que vienen registrándose luego de la intervención a Afganistán y a Irak, indican cada vez más a las claras que la economía mundial está al borde de una nueva recesión económica.
La coincidencia de esta circunstancia con los atentados de Nueva York lleva a provocar una confusión muy interesada y de escasa justificación, según la cual han sido los atentados la causa del nuevo y deteriorado escenario económico. Y eso permite, a su vez, que las respuestas económicas y militares que vienen dándose para salvaguardar los intereses de la gran industria se presenten como las técnicamente más convenientes para mejorar el clima económico y para combatir el terrorismo.
Sin embargo, las causas reales del cambio en el ciclo económico son otras y vienen de más lejos, por mucho que los atentados hayan contribuido a agudizar sus efectos. "Algunas personas suelen hablar hoy tranquilamente de "la crisis económica mundial ocasionada por los actos terroristas que tuvieron lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre y por la guerra contra Afganistán desatada el día 7 de octubre". Esa afirmación carece de fundamento alguno. Lo que acabo de referir lo demuestra irrefutablemente. La crisis venía desatándose ya inconteniblemente".
La expansión que durante el último decenio ha vivido la economía estadounidense, y de la que se ha alimentado el resto de las economías, se ha basado, fundamentalmente, en una regulación ultraliberal de los mercados laborales, que ha permitido una rápida y continuada adaptación de la fuerza de trabajo a las demandas empresariales, a costa naturalmente de una gran pérdida de bienestar y de calidad en los puestos de trabajo y, por otro lado, en la inflación de expectativas favorecedoras con que ha querido revestirse la llamada, y hoy casi olvidada, "nueva economía".
Pero en esas dos grandes bases de la expansión se encerraban también las limitaciones de ese modelo de crecimiento.
La regulación liberal del trabajo garantiza un ajuste rápido y adecuado a las necesidades empresariales que acelera los ritmos de acumulación de capitales, pues permite que las empresas dejen de soportar los costes laborales casi como una inevitable carga de costos fijos. Pero, al mismo tiempo, hace a la economía en su conjunto mucho más dependiente de los ciclos de la demanda y, en general, de aquellas variables que se soportan más en la confianza o en la certidumbre.
Por su parte, la sobre capitalización de todo el sector de la nueva economía trajo consigo una verdadera flatulencia financiera, toda vez que se basaba en una hipertrofia artificial de los valores empresariales y en un endeudamiento masivo que no se correspondía con las posibilidades de expansión reales de la economía en su conjunto.
Lo que se estaba provocando en la economía estadounidense era una especie de sobrecalentamiento del centro de la misma, en los sectores tecnológicamente más avanzados, sin que en su alrededor, o lo que es igual, en la mayoría del sistema económico, se pudiera ir absorbiendo la energía que se creaba.
Se trata del gran problema que hace insostenible el régimen económico de nuestros días: una inmensa capacidad de crear valor, pero una imposibilidad real de hacerlo efectivo, porque sólo una parte muy reducida de la economía puede acercarse al plato donde se reparte.
El cambio de registro que venían anunciando los datos económicos del segundo trimestre del año advertían del decaimiento de la economía estadounidense justamente por esas causas. Y si los atentados han sido tan influyentes no es sólo por su magnitud, sino porque han afectado a las circunstancias que más directamente venían debilitando a la economía: la pérdida de confianza y la incertidumbre.
El deterioro tan inmenso que están registrando las estadísticas posteriores a los atentados, no puede explicarse solamente por el solitario efecto de estos últimos, máxime si se tiene en cuenta que va a afectar a una gama demasiado variada de actividades y sectores y que el gobierno norteamericano intervino muy activa y decisivamente a corto plazo amortiguando así sus efectos de choque inmediatos. Se calcula, por ejemplo, que la tasa de crecimiento estimada del comercio internacional bajará del cinco o seis por ciento al dos por ciento en 2002, o que en los próximos meses se registrarán veintiséis millones de nuevos desempleados en la OCDE.
Puede decirse, que los atentados despertaron unos vientos que soplaron en la misma dirección de la tempestad que ya había empezado a levantarse, fortaleciendo la tendencia a la recesión que traía consigo un modelo de crecimiento intrínsecamente inestable e insostenible.
De hecho, la propia Administración Bush había empezado a hacer frente a esta deriva desde hacía meses (e incluso podría decirse que su propia y controvertida elección fue ya el primer paso en ese sentido), poniendo en marcha el sistema de regulación macroeconómica más reaccionaria que se conoce pero, al mismo tiempo, más efectivo y rentable para la gran industria norteamericana. Efectivamente, la declaración de guerra no hizo sino formalizar la solución que los grandes capitales habían escrito en el cuaderno de bitácora con el que Bush entró en la Casa Blanca: el recurso al gasto militar como forma de regular la economía en periodos de desequilibrio macroeconómico. Otra vez, o como siempre, el keynesianismo reaccionario. No es casualidad que la fase de expansión que ahora se cierra se iniciara justamente con la guerra del Golfo.
La declaración de guerra, le ha permitido al Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para financiar sectores en franco proceso de deterioro: subvenciones y contratos a las grandes compañías de la industria militar y una generosa pedrea para todas aquellas que financiaron su campaña electoral, así como sensibles rebajas fiscales que afectan sobre todo a los niveles de rentas más elevados. Y todo ello, al mismo tiempo que se niegan aumentos del gasto que estén vinculados a subsidios de desempleo y, en general, a otros objetivos sociales.
Los bomberos neoyorkinos, antes proclamados como héroes y ahora detenidos por la policía cuando protestan por la reducción de personal, son una muestra realmente palmaria de lo que es en realidad el neoliberalismo.
Es muy posible, en fin, que todo esto no sea solamente una solución coyuntural, que la Administración Bush haya aprendido la lección de periodos anteriores y que, en consecuencia, no se limite a adoptar estas medidas como solución a corto plazo. Más bien parece que se trata de una auténtica opción estratégica para consolidar a la estructura militar como una base de crecimiento económico mucho más estable y segura que la volátil nueva economía que sólo avanza a golpe de sobresalto y financierización.
Es preciso hacer finalmente una mención singular sobre el contexto internacional. Esta estrategia estadounidense va a poder llevarse a cabo no sólo por su capacidad demostrada de liderazgo mundial, sino por la crisis ya patológica de Japón y gracias a un fenómeno que debería merecer una reflexión singularizada: la desgraciada esclerosis con la que la Unión Europea está haciendo frente a la situación mundial. Silenciada en lo político y restringida por un Plan de Estabilidad, concebido en épocas expansionistas no puede sino limitarse a dar el visto bueno a las directrices imperiales mientras se encomienda pasivamente a los hados para evitar que el zarpazo de la crisis no le coja de lleno en pleno paso al euro, que podría llegar a ser verdaderamente caótico.
La Industria Militar Industrial ha experimentado notables ganancias y todo su potencial productivo se ha puesto en marcha. Promesas de disminución de impuestos han favorecido a los grandes capitales, manteniendo perjudicados a la enorme masa de trabajadores, que por poseer bajos salarios, cualquier nivel de gravamen les afecta sensiblemente.
La guerra ha sido la vía de escape para justificar males intrínsecos del sistema.
Realidades y contradicciones del Capitalismo.
En 1996 el reconocido economista del MIT Lester Thurow, alertó en su libro "El futuro del capitalismo" que la gran amenaza que se cernía sobre el capitalismo globalizado, después del derrumbe del socialismo en Europa del Este, era una espiral descendente de estancamiento económico generalizado. "Sin un competidor viable hacia el cual la gente se pueda volcar si no está satisfecha con el trato que recibe del capitalismo, este último no se puede autodestruir. Las economías faraónica, romana, medieval y de los mandarines, tampoco tenían competidores y se estancaron durante siglos hasta que finalmente desaparecieron. El estancamiento y no la implosión es el peligro."
La opción del estancamiento progresivo constituiría el escenario más optimista, frente a la posibilidad indeseable de un estallido capaz de conmover desde sus cimientos al sistema económico que actualmente campea en el planeta. De hecho, Thurow se reserva para la penúltima página de su libro esta afirmación lapidaria: "la única pregunta que cabrá formularse es cuándo será el gran sismo, el terremoto que hará tambalear el sistema".
En la actualidad, sus previsiones se están convirtiendo en realidades tan candentes como la lava del Etna, capaces de quemarles las manos a los líderes arrogantes pero desesperados del G7 y a los expertos directores de la orquesta financiera internacional, como el gerente del FMI Stanley Fischer, quien declaró hace poco que estaba por retirarse del Fondo y no le gustaría culminar su larga carrera con la medalla de oro de una moratoria en la deuda de Argentina. Y es lógico. Los paquetes de auxilio crediticio y los planes de ajuste que Fischer y su equipo recetaron como medicinas para contrarrestar la debilidad de las economías emergentes, se han revelado ante los ojos de la humanidad como venenos mortales que agudizan en lugar de sanar los males de sus pacientes. Pero Fischer quiere intentarlo de nuevo, por última vez antes de irse, empecinado en su postura de no darles la razón a sus adversarios: los encapuchados, los ecologistas, los sindicalistas, los indígenas, los desempleados, los anarquistas, los homosexuales, las feministas y los integrantes del movimiento antiglobalización.
La portada de la revista Newsweek del 23 de julio del 2001, pinta muy bien la imagen del fantasma que atormenta en sus pesadillas a los apostadores del casino global: un dominó en caída indetenible cuya primera piedra lleva el nombre de Argentina. Pero que no nos engañe la ilusión de que esta primera pieza es la responsable del colapso en cadena de la economía mundial. Las claves hay que buscarlas más al fondo, en las tensiones estructurales que presagian el desplome de la llamada sociedad de la información. Veamos las principales:
- concentración creciente del capital en manos de las corporaciones multinacionales
- extinción de la pequeña y mediana industria
- desempleo galopante provocado por la informatización y la robotización de los procesos productivos
- competencia hacia la baja de los salarios para atraer a los inversionistas extranjeros
- desmantelamiento de los sistemas de seguridad social creados en el pasado por el estado de bienestar
- sobre oferta de mercancías como resultado de la depauperación o el paro de los trabajadores y el incremento, por vía tecnológica, de la productividad
- tendencias deflacionarias generadas por la caída del consumo a nivel mundial
- abandono progresivo del gasto en infraestructura, educación y salud por parte de los estados nacionales
- competencia desigual en el comercio internacional a causa de los subsidios y barreras arancelarias utilizados por las naciones industrializadas
- asimetrías perjudiciales para los países pobres dentro de las zonas de libre comercio como el TLCAN o la propuesta del ALCA
- insostenibilidad de la deuda pública de las naciones emergentes
- incremento del endeudamiento y disminución del ahorro dentro de las economías industrializadas como los EE. UU.
- parasitación o expoliación de la economía productiva por parte del capital financiero
- inestabilidad en el valor de las monedas a causa de la volatilidad del capital especulativo
- creación y estallido de burbujas bursátiles por la movilidad incontrolada de estos mismos capitales
- manejo antidemocrático y sesgado, ejercido por las naciones industrializadas, de los organismos financieros internacionales y las instituciones reguladoras del comercio mundial (FMI, BM, OMC)
- insostenibilidad de un modelo de desarrollo destructor de los equilibrios eco sistémicos, que está dejando como saldo para las nuevas generaciones el calentamiento global y la alteración del clima; el incremento de desastres naturales como inundaciones, sequías, incendios, sismos y huracanes; la contaminación de mares y ríos; la deforestación y la desertización de los suelos; el envenenamiento de los alimentos; la extinción de especies animales y vegetales; el agotamiento de los recursos naturales; etc.
Los neoliberales argumentarán que estos no son más que síntomas coyunturales de una transición traumática pero inevitable hacia una economía verdaderamente abierta o de libre mercado, que para triunfar debe vencer por completo la resistencia al cambio de políticos nostálgicos del estatismo marxista o empresarios y trabajadores sin el talento suficiente para hacerse competitivos. Pero ni los planes de ajuste del FMI ni la propuesta de convertibilidad del peso con el dólar de Domingo Cavallo, hoy aparentemente enfrentados y en contradicción de cara al colapso argentino, son soluciones perdurables para una crisis generada precisamente por el paradigma económico, cimentado en el individualismo competitivo, en el que ambas partes siguen presas. Ni logrará resolver la coyuntura recesiva la política anti cíclica de reducción de tasas de interés para incentivar el consumo y la inversión, puesta en práctica por los gobiernos de Japón y los Estados Unidos, como lo demuestra el hecho de que el Banco Central Japonés haya llegado ya al piso de la tasa cero, sin conseguir el despegue de una economía sumida en el letargo desde hace una década.
El clamor latinoamericano de recurrir a procesos integracionista, que les permitan defender a las economías emergentes latinoamericanas de los tentáculos del imperialismo yanqui; siguen siendo.
Sin embargo, no puede desconocerse la aceleración que la espiral descendente de la economía mundial está provocando en la concentración sin precedentes del capital transnacional, pues no nos permitiría ver cómo están desmoronándose y siendo absorbidas las regiones de menor desarrollo comparativo por los bloques hegemónicos regidos por el Dólar (con EE UU a la cabeza), el Euro (motorizado por Alemania) y el Yen (cada vez más dominado por China). De hecho, estos tres ejes geoeconómicos están librando entre sí una encarnizada batalla comercial que se irá exacerbando a medida que se agrave la crisis, provocando la agudización de conflictos bélicos de trasfondo económico como el Plan Colombia, la Guerra del Golfo o las tensiones entre China y un Taiwán manejado por los EE UU.
Por otro lado, el sistema capitalista (bien sea de estado, mixto o de mercado), tal y como lo hemos conocido hasta ahora, se halla funcionalmente atrapado en el círculo vicioso de una lógica cuyo propósito exclusivo es un crecimiento económico insostenible. De modo que los grandes polos económicos, se encuentran compitiendo en una carrera absurda hacia el progreso cuya meta final es un abismo: el triple abismo de la crisis ecológica producida por una industria depredadora y contaminante, el caos social generado por el desempleo y la pobreza a escala planetaria y la decadencia económica derivada del encumbramiento de la economía ficticia del dinero por sobre la economía real del trabajo productivo.
Frente a este panorama desalentador, sólo nos queda como alternativa para sobrevivir, afrontar el reto de la construcción colectiva de un nuevo proyecto civilizador, basado en estrategias cooperativas y autogestionarias de producción y consumo; en el uso de energías limpias y la filosofía del reciclaje como fundamentos de la ecoindustria del futuro; y en la instauración de la democracia directa en la gestión de todos los asuntos vitales, sobre los que no puede decidirse sin el concurso de la diversidad de voces que conforman el coro polifónico de la humanidad.
En fin, se trata de elegir entre la autodestrucción o el ascenso a otro peldaño en nuestra escala evolutiva, por medio del despertar a estados de conciencia y formas de convivencia con el prójimo y con la naturaleza, firmemente asentados en valores universales del espíritu como la verdad, el respeto, la justicia y la solidaridad.
La crisis de la Globalización Neoliberal.
La crisis de la Globalización Neoliberal toma la forma, primero de una serie de limitaciones a la expansión intensiva y extensiva del capital. El trabajo, por ejemplo, en vez de crecer, comenzó a ser disminuido y destruido. En los últimos cinco años es el despido el rasgo más sobre saliente de las relaciones laborales. Y una manera de medir de modo más realista la situación económica de los países no es ya "el crecimiento" (esto es, el crecimiento de las ganancias corporativas), sino "el crecimiento del paro y de la pobreza". Una medida que si se puede aplicar muy bien en los países centrales, se aplica todavía mejor en las periferias.
¿Qué tiene más sentido en Argentina, en Perú, en México, en Brasil, en Chile… el crecimiento del sedicente PIB o el crecimiento de la cantidad de desempleados? Digamos, ya que en Alemania parece que preocupa que en los últimos diez años no se haya podido crear ni un solo puesto nuevo… o en los EEUU, en donde el desempleo sólo crece en los últimos dos años y se encuentra en una estampida desde la entrada en la recesión. En segundo lugar, la Globalización, esto es, la economía mundial en todas sus vertientes, ha estado experimentando con la búsqueda de una ruptura mayor en su tejido. Primero estuvo la quiebra de Japón en 1990, luego México en 1994, seguidamente el Sud Este Asiático en 1997, Rusia y otros en 1998 y 1999. Argentina y Turquía en el 2000-2001, y finalmente, de un modo casi pornográfica, la crisis que toca y hace estallar al centro mayor del capitalismo, al santuario de los santuarios, los EEUU.
En 1929, sin salvaguardas, Wall Street cayó en un 13 % y eso bastó para desencadenar en los años siguientes el completo abatimiento del sistema mundial. Esta vez, y avisada con antelación, y con una espera de una semana, con 300 billones de dólares inyectados en sus partes más sensibles, más una oportuna rebaja de un punto en los intereses, la bolsa de Nueva York se lanzó al vació, bajando 14 puntos. Un porcentaje que esta vez se refiere a cantidades y oportunidades financieras mucho mayores que las arriesgadas en 1929.
En las crisis inmediatamente anteriores -las de Japón tuvieron el apoyo de EEUU y del SudEste asiático; las de Europa, a EEUU, la de Brasil y México, a la existencia de un potencial en el FMI y en EEUU. Esta vez EEUU se precipita con todos los de entorno también en caída libre. Japón muestra hoy una banca con una debilidad más allá de todos los extremos y deudas gigantescas, que se miden en trillones, imposibles de redimir más una baja industrial este año del 12 % (3% solamente en el último mes).
Es asombroso con qué rapidez, el Gobierno de los EEUU está echando todo por la borda en su desesperada oferta de ganancias frescas para el sector armamentista, en su búsqueda también desesperada de seguridades energéticas, partiendo a la conquista del Asia Central y el Medio Oriente, y asegurando, de este modo, para el largo plazo –así creen- el nacimiento de un imperio concentrador y militar, y con esto, el fin de la democracia y de las libertades públicas para ellos y para todos los demás.
¿Qué significa esto? Muy simple:
Que a una Globalización tan vinculada con la operación expansiva de la economía capitalista, sólo puede seguirle su desplome. Una economía en tan gigantesca contracción ya no es una economía globalizante.
Indudablemente muchos de los escenarios generados en una etapa globalizada, seguirán por un tiempo vigente, pero con calidades muy diferentes: las polarizaciones, la pobreza y la riqueza por ejemplo, serán realidades muy agresivas, en cambio muchas instituciones y promesas, sólo serán fantasmas.
Las políticas económicas que traten de seguirse sosteniendo sobre los esquemas previos, fundados en "La Globalización Neoliberal" ya sólo pueden pensarse como etapas finales y desesperadas de políticas de liquidación y apoderamiento. Por ejemplo, seguir sosteniendo la "apertura económica" o "la apertura ecológica". A ver si viene algún nuevo y tardío reparto, en este espacio capitalista desfallecido y sin crecimiento. Es inimaginable qué puede pasar con quiénes todavía quieren seguir sosteniendo "honestamente" las nociones neoliberales, que sea para pagar siquiera puntualmente "la deuda", o al menos, "renegociarla".
¿Podrá llegar pronto una fase de recuperación?
Para fiar en los organismos internacionales, recordemos que sólo hace unos años, los funcionarios del Banco Mundial nos pronosticaban crecimientos mundiales del 6% y que hoy reajustan al 1%.
Pretenden que pueden seguir abusando de la inmovilización del trabajo, para imponer al trabajo más sacrificios. Pero los salarios ya llegaron a sus extremos de miseria, y el desempleo desborda la capacidad de los sistemas económicos. La masiva tristeza en materia de compras no es estimulo para ninguna realce de la inversión, ni favorece la existencia del poder inversor ni el crecimiento de las capacidades fiscales.
El manejo que hacen de la riqueza de los países, sobre todo en los tradicionales rincones coloniales, siempre vieron como más conveniente "el crecimiento hacia fuera". Y ese crecimiento ya se terminó. Ya ni siquiera les permite a los gobiernos vasallos continuar sirviendo el pago de las deudas. ¿Qué puede hacer México, por ejemplo, con su Presidente y sus Secretarios tozudamente dirigidos a seguir sosteniendo la dependencia con el mercado norteamericano, si este mercado que recibía el 90% de las exportaciones, ya se hundió?
Mientras, el capital se atrinchera y defiende con "reingenierías" y despidos, bajas en la producción, devaluaciones y cierres; la Era de la Globalización ha generado la era del conflicto. No un vago "conflicto de civilizaciones", a que nos invita Bush, en el inicio de su guerra petrolera, sino un conflicto entre las sustancias sociales que conforman a la sociedad capitalista, el clásico conflicto de clases. Que sí "llegó para quedarse" por largo tiempo, podría decirse, en un espacio mundial.
- El análisis realizado nos permite corroborar la certeza de las tesis leninistas sobre los rasgos del imperialismo, los cuales a pesar del desarrollo actual, se acentúan con el proceso de globalización neoliberal.
- El mundo está viviendo los embates más directos del carácter agresivo de la Globalización Neoliberal: La guerra contra países que representan intereses estratégicos ante los ojos del imperio.
- El entramado de problemas que se mueven a través de estos y otros conflictos incluye aspectos de órdenes diversos, políticos, sociales y particularmente económicos.
- Los fundamentos que mueven esta nueva era globadizadora, se inscriben en un contexto de hegemonía unipolar, declarada por el Presidente de los EE.UU.
- Las pretensiones de querer demostrar que la recesión económica que atraviesa el capitalismo actualmente y muy específicamente la economía norteamericana, son consecuencias de los ataques terroristas del 11 de septiembre, carecen de fundamentos objetivos y las cifras de la economía de EE.UU. y mundial demuestran que la crisis es un proceso que viene dando respuesta a las contradicciones inherentes al sistema y que venía gestándose desde antes.
- Puede decirse, que los atentados despertaron unos vientos que soplaron en la misma dirección de la tempestad que ya había empezado a levantarse, fortaleciendo la tendencia a la recesión que traía consigo un modelo de crecimiento intrínsecamente inestable e insostenible.
- Que la guerra contra el Asia Central y el Medio Oriente, responde a fines imperialistas, más que a una respuesta contra el terrorismo internacional.
- Que los conflictos regionales son utilizados por las potencias imperialistas, para lograr su intervención en ellos con pretextos humanitarios y así lograr la repartición económica y territorial del mundo.
- La preocupación por el acceso a los recursos globales ha sido durante mucho tiempo tema importante en la política de seguridad nacional estadounidense.
- La globalización económica viene convirtiendo algunas áreas en centros de prosperidad y crecimiento, pero dejando a otras en la más cruda pobreza, provocando conflictos que tienen más que ver con los recursos que con el nacionalismo.
- Que la tendencia belicista se ha dado persiguiendo dos objetivos: permitir a las corporaciones un mayor acceso a los recursos y frenar la crisis mediante la economía de guerra.
- La globalización neoliberal ha difundido la falacia de que sólo la guerra es capaz de levantar los mercados.
- La declaración de guerra, le ha permitido al Presidente norteamericano, sacar fondos del Congreso, para financiar sectores en franco proceso de deterioro.
- La guerra ha sido la vía de escape para justificar males intrínsecos del sistema.
- El mundo se encuentra sumido en el triple abismo de la crisis ecológica producida por una industria depredadora y contaminante, el caos social generado por el desempleo y la pobreza a escala planetaria y la decadencia económica derivada del encumbramiento de la economía ficticia del dinero por sobre la economía real del trabajo productivo.
- Que a una Globalización tan vinculada con la operación expansiva de la economía capitalista, sólo puede seguirle su desplome. Una economía en tan gigantesca contracción ya no es una economía globalizante.
- La Era de la Globalización ha generado, la era del conflicto.
- Blair, Tony. http://www.rcci.net/globalizacion/fg077.htm
- Castro Ruz, Fidel. Comparecencia televisiva del 2 de noviembre del 2001. http://www.granma.cubaweb.cu
- Cavallo, Domingo. Ministro de Economía del actual gobierno argentino; promotor de la convertibilidad del peso argentino en USD.
- Informe del Consejo de Seguridad a la Casa Blanca.1999. http://www.whitehouse.com
- Kievi , Rod. Guerra es una palabra difícil. Radio Nederland. http://www.rnw.nl/informarn/ guerra.html
- Lenin, V.I. Imperialismo fase superior del Capitalismo. Obras Completas, t. 22.
- Lenin, V.I. La guerra y la social democracia de Rusia. Obras Completas, t.21
- Marx, Carlos. El Capital. T I. Edit. Venceremos. La Habana. 1961. pg 325.
- Oficina del Secretario de Prensa. 12 de junio de 1980. http://usinfo.state.gov/espanol/terror/01234532.htm
- Oficina del Secretario de Prensa.20 de septiembre de 2001. MENSAJE A UNA SESION CONJUNTA DEL CONGRESO Y EL PUEBLO DE ESTADOS UNIDOS. http://usinfo.state.gov/espanol/terror/01092101.htm
- The Economist. http://www.theeconomicst.com
- Thurow, Lester. El futuro del capitalismo. Edit. Trillas. Barcelona. 1996. pg.126.
- Vargas Llosa. http://www.yahoo.noticias.com
Autor:
Dr. Miguel Torres Pérez
Profesor Titular en la Universidad de Holguín. Cuba.
Lic. Nivia Sánchez Rojas
Profesora Escuela Formadora de Trabajadores Sociales. Holguín.