- y cuyo empleo no se corresponde con el nivel de formación alcanzado
- 3.1. La "naturalización" de la precariedad laboral
- 3.2. Propuestas de Acción Sindical: la oportunidad del 8º Congreso
La lucha contra la precariedad laboral constituye sin duda uno de los principales retos en las sociedades actuales. En términos generales, la precariedad laboral ha sido tradicionalmente conceptualizada en términos de temporalidad. De esta manera, aquellos empleos que no aseguraban una estabilidad en el empleo se identificaban automáticamente a la categoría de empleos precarios. Ahora bien, si como venimos observando, se han producido importantes cambios en diversos aspectos del sistema productivo y sus relaciones de producción (tecnificación, globalización, deslocalización, etc.), es plausible pensar que también la noción de precariedad se ha visto sujeta a modificaciones. Y precisamente ese es el objetivo de la presente investigación, indagar en torno a la definición de la precariedad laboral entre los jóvenes españoles, más de 8 millones de jóvenes menores de 35 años que ya están insertos en el mercado de trabajo.
Así pues, el interés mayoritario del estudio es el de profundizar a través de la percepción que tienen los propios afectados, en la conceptualización del fenómeno de la precariedad laboral, más allá de su caracterización en función de variables con las que tradicionalmente se ha venido midiendo, como la temporalidad de los contratos o de la rotación laboral, atendiendo además a otras características de la precariedad que están apareciendo como novedosas. Igualmente el estudio atiende a una doble dimensión referida a los colectivos específicos afectados, entendidos estos en términos de su cualificación, el puesto de trabajo que ocupan, sus condiciones de trabajo o sus perspectivas laborales futuras. Todo ello con el objetivo de poder identificar con claridad qué características o categorías influyen en la definición de precariedad, qué importancia se les da, cómo actúan, qué consecuencias sociales y laborales tienen y cómo pueden medirse para articular una respuesta sindical.
Con objetivos como los señalados, la estrategia metodológica adoptada implicó la realización de entrevistas a profundidad a jóvenes (hasta 30 años) cuyas características sociolaborales se ajustaban a los siguientes patrones:
1. El primer colectivo definido como objeto de estudio está compuesto por jóvenes con un nivel formativo bajo y que se encuentran trabajando en la actualidad. El criterio para la clasificación en términos de cualificación se ajustó al grado máximo alcanzado en el sistema educativo. De esta manera, el primer colectivo estaba compuesto por jóvenes que no habían superado la enseñanza obligatoria. Así, por ejemplo, en la muestra se incluyen ocupaciones como auxiliar de limpieza, peluquería (con un bajo nivel educativo alcanzado) o mensajería.
2. En segundo lugar, se entrevistó a individuos con nivel de formación medio y alto, y cuyo nivel educativo finalizado equivale a algún itinerario de Formación Profesional (medio o superior) o algún grado universitario. Se trata de jóvenes insertos en el mercado de trabajo y cuyas ocupaciones no implican el desarrollo de actividades propias del área formativa en el que se alcanzó el grado académico. Es decir, ocupaciones que no están relacionadas con los estudios realizados, por ejemplo licenciados en derecho desarrollando tareas de auxiliar administrativo.
3. El tercer colectivo también estaba constituido por jóvenes con un nivel de formación formal medio o alto. Ahora bien, en este caso las ocupaciones desempeñadas estaban conectadas con el área de estudios elegida durante la etapa educativa. Así, licenciados en derecho trabajando como pasantes o licenciados en sociología integrantes de los equipos técnicos de los juzgados de menores.
En total, se realizaron 15 entrevistas en profundidad. Cuatro para el primer colectivo, cinco para el segundo y seis para el tercero. Ocho eran mujeres y siete hombres.
La descripción y valoración de la información recogida durante la investigación se estructurará en dos capítulos. En el primero de ellos, se ofrecerán los resultados más relevantes colectivo por colectivo, qué variables o características influyen y cómo y en qué medida lo hacen. En un segundo momento, que se corresponde con el capítulo de conclusiones, se procederá a explicitar aquellos procesos que diferencian o, por el contrario, vinculan a los tres colectivos en cuanto a sus discursos en torno a la precariedad laboral. En dicho capítulo podremos determinar las características diferenciadoras de las condiciones laborales entre los jóvenes participantes en el estudio, y estableceremos posibles líneas de trabajo sindical.
2.1. Primer colectivo: jóvenes con un bajo nivel de cualificación.
Los discursos de los jóvenes pertenecientes a este colectivo presentan algunos ejes temático–semántico especialmente relevantes, y que dibujan una situación laboral definida en términos de precariedad biográfica. Este es el contexto general en el cual ha de situarse nuestro análisis de la construcción de la experiencia de la precariedad en el colectivo que nos ocupa. Los discursos de las personas entrevistadas ponen de manifiesto que la evaluación que de su experiencia laboral realizan los jóvenes con un bajo nivel de cualificación contribuyen a la "naturalización" de la precariedad. Por naturalización de la precariedad entendemos los procesos actitudinales y experienciales que llevan a incorporar la precariedad como un rasgo distintivo, esencial, natural, de la experiencia laboral en el seno de este colectivo. La precariedad es una compañera persistente, y podríamos decir que "natural" e "inevitable", en el viaje de las personas en el mapa laboral.
Por tanto, nuestro análisis de los resultados para este colectivo tendrá lugar en dos fases. En la primera describiremos los orígenes de este proceso de incorporación de la precariedad como rasgo definitorio de la biografía laboral de los entrevistados. En este punto será de especial importancia la consideración de los orígenes educativos de esta percepción. En la segunda fase, dotaremos de contenidos concretos y específicos la propia noción de la precariedad para los jóvenes no cualificados. En resumen, de lo que se trata es de dibujar una trayectoria laboral/vital en términos de precariedad para, en un momento posterior, sistematizar, de forma jerarquizada, los elementos a partir de los cuales este grupo define y entiende la precariedad. Dicha precariedad (que definiremos posteriormente para este colectivo) es construida en los discursos como una característica estable en la vida de los individuos, pero a la vez se convierte en un rasgo distintivo de la vida social en general. Dicho de otra manera, los individuos no analizan su situación en términos particulares, sino que encuentran en la definición de sus condiciones de vida un ejemplo paradigmático que les permite entender las condiciones vitales dentro de su entorno social cercano, y de su grupo de edad en sentido amplio. Los entrevistados lo expresan con toda claridad:
[es necesario soportar trabajo precario] en mi situación y en la de, vamos, la mayoría de los jóvenes que quieren, pues emanciparse, o adquirir una vivienda, o alquiler.(…).
La mayoría [de mis trabajos] han sido precarios, sí. Por condiciones, por salarios, por trato. No sé si atreverme a decir explotación, porque quizá… pero en ocasiones me he sentido explotado. En ocasiones sí. Trato vejatorio no, por supuesto, porque no lo soportaría. Pero a veces me he sentido esclavo del trabajo (…). Muchas veces yo he trabajado al límite de mis posibilidades. Por supuesto, eso me parece una explotación (…).
2.1.1. La precariedad como biografía.
La biografía laboral, entendida como biografía de precariedad tiene su origen, tal y como se detecta en los discursos analizados, con la etapa educativa. En primer lugar, conviene destacar cómo en los propios discursos de los entrevistados se concreta, de forma patente, una cierta percepción de derrota en términos educativos que desemboca en una temprana incorporación en el ámbito laboral. La pronta iniciación en el mercado de trabajo define, siempre desde el punto de vista de los entrevistados, un itinerario laboral que sumerge a los sujetos en empleos con alto nivel de precariedad.
Creo que el trabajo se ha degradado (…). Quizá haya más trabajo en el plan de que haya más ocupaciones (empleos), pero desde luego han empeorado las condiciones económicas y laborales.
Realmente bueno, por trabajar, una persona con actitud puede trabajar, aquí en este país, otra cosa es en qué condiciones. Que, en algunos sitios son bastante penosas.
La naturalización de la precariedad (es decir, la percepción de la precariedad como elemento constitutivo de la naturaleza de la vida sociolaboral) tiene un claro correlato en la forma en la que se produce el abandono del sistema educativo. Porque dicho abandono se produce, también, de manera "natural". Natural porque dicho abandono se inscribe en el mundo de la vida cotidiana, en la interacción grupal, en la experiencia socializadora, en la influencia de los grupos sociales en sentido amplio. La experiencia inmediata de los sujetos entrevistados consiste en la constatación de que el mundo laboral constituye su salida privilegiada en términos de proyecto vital:
pobres resultados escolares en el grupo de pares que a su vez desemboca en el abandono frecuente del sistema educativo de forma acelerada para incorporarse a ocupaciones manuales (albañilería, construcción y reforma, mensajería, hostelería, etc.), percepción de que el sistema educativo no implica una posibilidad de mejora en la escala social, presiones económicas familiares que llevan a los jóvenes a la búsqueda de ingresos con los que costear los gastos en el tiempo de ocio, etc. En este contexto, el abandono del sistema educativo no implica una ruptura con los patrones de conducta típicos en el entorno social cercano. Más bien al contrario, el abandono prematuro del sistema educativo se estructura cultural y socialmente como la opción más clara ya en edades tempranas (a partir de los 16 años). El acceso al mercado de trabajo no constituye un momento "traumático" en la vida de las personas. La realidad es bien diferente: el acceso al mundo del trabajo constituye el cumplimiento de un rito a un supuesto mundo adulto.
De esta manera los discursos de los entrevistados muestran claramente cómo el abandono del sistema educativo no sería sino un elemento más del proceso socialización. Su contraparte, es decir, la incorporación al mundo del trabajo, también cobra este carácter objetivante. Se trata de una etapa más en el proceso evolutivo.
Etapa que, por otro lado, se encuentra claramente estructurada en el entorno social de los individuos pertenecientes a este colectivo:
lo normal es comenzar a trabajar. En la rememoración de su acceso al mundo laboral, los sujetos verbalizan claramente este proceso de transición temprana al mundo del trabajo. Y es necesario enfatizar aquí que los discursos elaborados por los entrevistados acerca de su experiencia laboral (que, como veremos, se define en términos de precariedad) se refieren, en múltiples ocasiones, a la influencia de la insuficiente formación previa a su incorporación al mercado de trabajo.
2.1.2. La experiencia de la precariedad.
En la presente sección nos ocupamos de una pregunta fundamental: ¿qué es la precariedad para los jóvenes con bajo nivel de cualificación? ¿Cuáles son sus elementos definitorios? ¿Qué es un trabajo precario en la experiencia de estos jóvenes? Para dar respuesta a este conjunto de cuestiones se procederá a detallar los elementos que, siempre desde el punto de vista de los entrevistados, transformarían un trabajo en trabajo precario. Se trata de reconstruir la forma en la cual las personas experimentan y construyen el concepto de precariedad laboral. De su precariedad laboral.
En la figura 1 se formaliza este proceso en un esquema – síntesis general que el lector puede utilizar como guía para las siguientes páginas. En dicho esquema los elementos aparecen jerarquizados tal y como se detectan en las entrevistas realizadas. De esta manera, no se trata de una mera lista de elementos definitorios de la precariedad. Más bien se trata de una ordenación jerárquica de los elementos que los propios entrevistados incorporan a su discurso, de una forma más o menos explícita, para la descripción de su biografía laboral como biografía de precariedad.
El primer elemento, desde un punto de vista jerárquico, está constituido por el salario.
Los entrevistados perciben que la cuantía del salario es un elemento básico para describir un trabajo como precario. En términos generales, el salario se percibe como una retribución no equitativa. Existe una falta de correspondencia entre la actividad desarrollada y la retribución obtenida a cambio. Además, hay que recordar que esta conclusión se ubica en un contexto biográfico. De esta manera, los individuos están en condiciones de comparar las diferentes retribuciones obtenidas en distintos empleos. A partir de dicha comparación, los sujetos concluyen que uno de los aspectos fundamentales a tener en cuenta a la hora de valorar la bondad de un empleo es, precisamente, el salario.
Ahora bien, quizá el aspecto más interesante en este punto tiene que ver con la funcionalidad percibida del salario para la vida social del sujeto en general. Porque los sujetos, para proceder a la evaluación del salario recibido, no utilizan sólo la carga de trabajo demandada por el empleador, sino que la valoración de su salario se realiza a partir de otros patrones de referencia. Así, la referencia de comparación se amplía, para incluir aspectos que no están directamente relacionados con la esfera laboral, y que afectan a otros ámbitos de la vida del sujeto, fundamentalmente al proyecto de emancipación.1 El salario, por tanto, no es sólo dinero. Muy al contrario, los sujetos consideran que aquellos trabajos que no permiten el acceso a ciertas condiciones de bienestar social (vivienda, fundamentalmente) pueden definirse como trabajos precarios.
Por tanto, la retribución obtenida por el trabajo realizado no sólo continúa siendo un elemento que permite o no describir a un trabajo como precario. En la actualidad, la importancia de este indicador no sólo no ha descendido, sino que en términos de ordenación jerárquica, y para este colectivo, su relevancia se ha incrementado notablemente. En las entrevistas realizadas son dos las explicaciones presentes para este repunte de la importancia del salario como indicador de precariedad en la experiencia cotidiana de los sujetos. En primer lugar, la clara percepción de que los salarios actuales suponen una reducción sistemática de la capacidad adquisitiva y el nivel de vida. En segundo lugar, los salarios se convierten cada vez más en ingresos insuficientes como consecuencia del deterioro de las condiciones de acceso a ciertos derechos sociales, fundamentalmente la vivienda. La capacidad de consumo de los salarios se ha visto mermada, desde el punto de vista de los entrevistados: los salarios bajan pero la carga de trabajo se mantiene.
En resumen, nos situamos en un escenario en el cual el salario no garantiza un modo de vida considerado como legítimo, por parte de los entrevistados, en el contexto de sociedades económicamente desarrolladas. Se trata de una percepción de injusticia:
los jóvenes en este colectivo experimentan una desconexión entre el salario recibido, por un lado, y las posibilidades de participación en la riqueza generada por nuestra sociedad, por otro.
Como consecuencia de todos estos procesos, el salario se convierte, para este grupo, en un elemento básico en su experiencia de la precariedad.
Junto con el salario, existen otros criterios manejados por los entrevistados para definir un trabajo como precario. Los dos criterios que abordaremos inciden en las expectativas de futuro (en el ámbito laboral) presentes en los discursos analizados. Se trata de la forma de contratación y las expectativas de movilidad ocupacional. Como veremos, ambos elementos redefinen la significación de la temporalidad, criterio tradicionalmente utilizado para la definición de la precariedad laboral.
En segundo lugar, la figura contractual. Tradicionalmente, la forma de contratación constituía una referencia a partir de la cual valorar la estabilidad o inestabilidad de un empleo concreto. Dicho de otra manera, el contrato configuraba un sustrato a partir del cual estructurar las expectativas laborales. Del análisis de las entrevistas se desprende que el escenario ha cambiado radicalmente. La forma de contratación ha dejado de constituir un referente a partir del cual evaluar la estabilidad de un empleo. La estabilidad del empleo ya no es una cuestión formal (ligada a los plazos fijados en un contrato firmado entre ambas partes, trabajador y empleador), sino que los jóvenes entrevistados elaboran una idea en la cual los empleos (la gran mayoría de los empleos) característicos de este colectivo se definen a partir de una inestabilidad estructural. En palabras de una entrevistada:
El primer contrato que tuve yo fue un contrato en prácticas, que luego a la hora de antigüedad en la empresa, no tenía (…). Era como un contrato de esos de academia, como que tú pagas a la academia (…).
Luego me hizo un contrato de un año, y luego ya tuvo que hacerme un contrato indefinido (…).
Ventajas (de los contratos indefinidos) a la hora de pedir un préstamo, porque bueno, ahora para todo te piden contratos así, indefinidos, pero ventajas tampoco te creas que tiene muchas, porque si a la hora de despedirte te van a despedir igual (…). Ya no hay contratos fijos, que cuando te despedían de un contrato fijo, pues sí, te daban la liquidación bien y tal. Ahora con los indefinidos te dicen, no, hasta que haya trabajo.
Con lo que nos encontramos es con un escenario laboral en el que el contrato de trabajo define cada vez en menor medida la dimensión temporal del empleo.
Tradicionalmente, la temporalidad constituía un elemento diferenciador de los empleos precarios. De hecho, precariedad y temporalidad eran términos prácticamente sustituibles. Según se desprende de los discursos de las entrevistas realizadas la temporalidad ha perdido este carácter diferenciador porque se ha convertido en un elemento transversal dentro del mercado laboral:
la mayoría de los trabajos son trabajos temporales, con fecha de caducidad. La temporalidad no es un distintivo particular de los trabajos precarios, sino que es un distintivo general del mercado de trabajo español. Así, nos encontramos con dos procesos paralelos. Por un lado, la temporalidad constituye una ausencia (quizá la principal ausencia) en el conjunto de rasgos que los entrevistados manejan como definitorios de la precariedad laboral. Ausencia claramente complementaria a otro elemento no verbalizado en las entrevistas, a saber, la relevancia de los convenios colectivos como marcos reguladores de la actividad laboral. Por otra parte, y de forma compatible, la temporalidad constituye una presencia transversal en todo el discurso. Porque la temporalidad está comenzando a definir la naturaleza no de los trabajos precarios, sino del trabajo en general para este colectivo.
Así, por ejemplo, los entrevistados señalan, de forma sistemática, que un contrato a tiempo indefinido no supone una garantía de protección para el trabajador. Los contratos indefinidos se pueden romper, y lo que es más importante, los jóvenes perciben que la estabilidad en su empleo no sólo es precaria, sino que además depende de factores que no están directamente relacionados con los compromisos formalizados en contratos de trabajo. En palabras de un joven comercial:
Soy indefinido desde hace tres años y medio (…).Quizá esa seguridad (del contrato indefinido) o, pero vamos, no. Es muy relativo, no? Quizá ese descanso de que no tienes que estar firmando más. Pero nada más. Yo no lo veo así. Cualquier día tú te puedes ir de la empresa o se le puede cruzar el cable a algún jefe y decir:
"no me gustas ya como trabajador, al paro" (…). Mi trabajo no es estable, para nada. O sea, yo… dependes de unos número que… es comercial. Yo, como comercial, sé que esos números los voy a sacar. Con lo cual, para mí si es estable. A lo mejor otra persona, en mismo puesto, lo ve más inestable…
En este sentido, cabe señalar que el análisis de la entrevistas pertenecientes a este colectivo muestra claramente cómo el tipo de contrato no se incorpora de forma explícita en la definición de precariedad. De alguna manera, la inestabilidad en el empleo constituye una realidad transversal, una posibilidad estructurada en el discurso juvenil (al menos en este colectivo), una nueva definición de algunas de las características de los empleos. La inestabilidad define el nuevo escenario de posibilidades laborales de los jóvenes incluidos en este colectivo. Los empleos no se pueden dividir en precarios / no precarios a partir de los contratos firmados y el marco temporal que estos definen. Más bien al contrario: dado que la inestabilidad es una realidad estructural, una realidad que atraviesa el segmento laboral de este colectivo, ha perdido su capacidad para definir o no un trabajo como precario. Según los entrevistados, la flexibilidad que los contratos toleran ha conseguido que la estabilidad laboral ya no forme parte del campo semántico que diferencia los trabajos precarios de los que no lo son. No hay diferencia entre contratos temporales o indefinidos: los plazos formalizados en un contrato de trabajo ya no definen la realidad laboral de los trabajadores, sino que es la realidad del mercado de trabajo (una de cuyas características más recientes tiene que ver con la flexibilización de las rupturas de las relaciones contractuales, siempre según los entrevistados) la que marca la función del contrato.
Estas ausencias en el discurso, la ausencia de la variable ‘temporalidad’ como definitoria de un trabajo precario, junto con la ausencia en los discursos de referencias a los convenios colectivos como marcos reguladores de las relaciones laborales y la ausencia de una referencia a algunos aspectos centrales en la disolución de la relación contractual (por ejemplo, destaca la ausencia de referencias en las entrevistas a las indemnizaciones por despido y en general a cualquier normativa laboral) encajan con lo que algunos autores han denominado informalización del trabajo. Un proceso, que todavía se percibe más como una tendencia que como una realidad asentada, en el cual los anclajes reguladores de las relaciones laborales pierden consistencia, y ya no funcionan como referencias para la evaluación de la estabilidad y la calidad del empleo.
En esta línea, conviene introducir el tercer elemento de nuestro análisis: la valoración que los entrevistados hacen de sus expectativas laborales. Como se recordará, este factor está íntimamente ligado al anterior (la funcionalidad de los contratos). Pues bien, uno de los rasgos que diferencian los empleos característicos de un mercado de trabajo secundario consiste en el relativo bloqueo de las expectativas de ascenso en la escala ocupacional. Nos referimos, por supuesto, a la posibilidad de disfrutar de ascensos en el empleo. Pues bien, en el colectivo objeto de estas líneas (jóvenes con bajos niveles de formación) los discursos muestran la convicción de que la promoción en el trabajo está seriamente limitada. Ahora bien, es preciso señalar que esta percepción se inscribe, de nuevo, en un clima de normalidad. Los entrevistados, tal y como se señalaba anteriormente, se caracterizan por una biografía laboral que ellos mismos describen como inestable, insatisfactoria, subordinada, etc.
Es decir, una trayectoria laboral marcada por la precariedad. Y dicha precariedad incluye la posibilidad de movilidad laboral. Pero no de movilidad laboral ascendente, sino más bien de movilidad horizontal.
Las opciones están claramente definidas. Por un lado, cabe la posibilidad de permanecer en un empleo cuyas condiciones (salario, horario, turnos, etc.) tienden a perpetuarse, ya que la promoción ocupacional (a) bien no forma parte de la experiencia, directa o vicaria, de los entrevistados y/o (b) tiene límites claramente definidos, cuya consecución no implica un cambio sustancial en las condiciones de trabajo:
así, por ejemplo, la subida salarial es escasa, la carga de trabajo (en las condiciones características de los empleos que estamos analizando) no se reduce sensiblemente, los horarios y turnos son similares, etc. De esta manera, un ascenso en el nivel ocupacional, desde el punto de vista de los entrevistados, no implica sino una mera subida salarial, que por otro lado no modifica la relación (injusta) entre trabajo realizado y retribución.
En este marco general, definido a partir de los tres elementos mencionados (salario, relación contractual y expectativas laborales) hay que añadir que según los entrevistados definirían un trabajo como precario. En concreto, los entrevistados mencionan los siguientes aspectos:
1. Flexibilidad horaria. Aquellos trabajos en los cuales el horario no es fijo, sino que está sujeto a un sistema de turnos rotatorios (por ejemplo, trabajo de mañana durante una semana, trabajo de tarde durante la semana siguiente y trabajo de noche la semana posterior) están sujetos a una definición en términos de precariedad. La carencia de un horario estable, fijo, de trabajo, por tanto, aparece como uno de los condicionantes del trabajo a partir del cual definir la categoría de precariedad.
2. Relaciones jerárquicas. Los discursos de los entrevistados ponen de manifiesto que el estilo de relación con los superiores dentro del organigrama de la empresa constituyen un rasgo definitorio de los trabajos precarios. Aquí se pone en juego la relación entre "jefes" y subordinados. En este punto, los entrevistados establecen una clara diferenciación entre, al menos, dos tipos de relaciones jerárquicas. Por un lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los empleados "como personas" (trato cordial, amable, etc.). Por otro lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los empleados de una forma despersonalizada, arbitraria, impositiva y coercitiva. Pues bien, este segundo estilo contribuiría a definir la precariedad de empleo, siempre desde el punto de vista de los entrevistados.
Una cita de una joven entrevistada ilustra ambos aspectos:
El horario influye mucho, el sueldo también, en esta profesión [peluquería], lo peor el horario y el sueldo. Y que son muchas horas, es como un comercio, y cada vez va a peor. Sobre todo por las grandes cadenas que hay. Ahora ya… desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. A la hora de tú montarte tu negocio ya te sientes como cohibida, a seguir esas reglas que están poniendo. Cosa que antes no era así. La peluquería estaba mejor mirada, mejor pagada, mejores horarios, te respetaban más. Se ha degradado muchísimo (…). En este sector no tienes problemas en encontrar trabajo, pero cada vez está peor pagado, y más sacrificado.
Por tanto, y en resumen, los trabajos precarios serían aquellos caracterizados por los bajos salarios, por la temporalidad (redefinida en los términos propuestos anteriormente) y por ciertas condiciones concretas de trabajo (turnicidad, flexibilidad horaria y relaciones jerárquicas disfuncionales). Este esquema es, precisamente, el que se incluye en la figura 1. En dicha figura se identifican tres grandes ámbitos semánticos que, para los entrevistados, constituirían los ejes definitorios de la precariedad. En la representación gráfica existen dos elementos que definirían lo que sería el contexto general de la precariedad. Así, las zonas delimitadas por ambos círculos son zonas de precariedad. Con un matiz específico de este colectivo:
se trata de procesos "universales", característicos de la gran mayoría de los empleos disponibles para este colectivo. Por otro lado, existe un segundo conjunto de elementos a partir de los cuales los entrevistados definen su experiencia de precariedad. Se trata de las condiciones de trabajo, entre las cuales se incluyen el salario, la flexibilidad horaria y el tipo de relación establecida por parte de los superiores. En nuestra figura 1 es la zona de intersección, aquella en la que confluyen ambos conjuntos (representados por dos círculos y un rectángulo), la que constituiría la precariedad laboral tal y como es experimentada por nuestros entrevistados.
Como puede apreciarse, la figura 1 consta de dos grandes áreas (representadas a través de dos círculos). Ambas áreas definirían no tanto los trabajos precarios sino más bien lo característico de los empleos propios de este colectivo en general. Así, el mercado de trabajo característico de este grupo de jóvenes se diferencia, en el discurso de los propios entrevistados, a partir de una informalización del trabajo, que a su vez se concreta en la existencia generalizada de relaciones laborales escasamente estructuradas (primer círculo de nuestra figura) y el desarrollo de expectativas laborales y personales notablemente limitadas (segundo círculo). Cuando, en este contexto, confluyen otra serie de características específicas de un empleo (las representadas en la forma rectangular de nuestra figura) nos instalaremos en la experiencia de la precariedad propia de este colectivo.
De hecho, a partir de los discursos recogidos en las entrevistas es posible proceder a una gradación de los elementos constitutivos de la precariedad. En este sentido, sería el salario el factor que, para este colectivo, contribuiría de forma decidida a la definición de la precariedad. Ello es así por un motivo fundamental:
el salario, junto con el resto de condiciones de trabajo (horarios, turnos, etc.), marca la diferencia entre unos empleos y otros. En efecto, el colectivo que se describe en esta sección define la gran mayoría de los empleos como afectados por una redefinición de la temporalidad. En esta redefinición, anteriormente analizada, se trasciende la mera la noción "tradicional", para vincular la inestabilidad laboral con la desregulación de las relaciones laborales que afectan al empleo en general, (pérdida de funciones del contrato, expectativas laborales limitadas). En este contexto general, por tanto, las diferencias entre los distintos empleos se concretan, en la construcción de la experiencia de precariedad por parte de los entrevistados, en las diferencias en la retribución (fundamentalmente) y en otros condicionantes del trabajo (horarios, turnos, etc.).
Pero nuestro análisis debe ir un paso más allá. Porque esta definición de la precariedad, analizada durante las páginas precedentes, tiene efectos que van más allá de la esfera de lo concreto, generando interesantes interacciones con la esfera de lo cultural. Porque el resultado de todos estos procesos se concreta en una pérdida de centralidad del valor trabajo en el colectivo que nos ocupa. Tal y como se mencionó en la introducción, uno de los rasgos característicos de las sociedades occidentales contemporáneas consiste en la centralidad que el trabajo adquiere en la vida social. El trabajo no consiste únicamente en una fuente de ingresos, sino que sus funciones trascienden este plano meramente instrumental. El trabajo expresa valores, en la medida en que actúa como un aspecto definitorio básico de la identidad de los individuos, de su estatus. Colectivamente, las sociedades occidentales pueden definirse como sociedades del trabajo, sociedades salariales. De hecho, no es exagerado señalar que las sociedades occidentales son (han sido) sociedades integradas a través del trabajo, y en dicha institución han encontrado un elemento central para su autodefinición. A su vez, esta articulación colectiva a través del trabajo tiene un impacto claro en la vida de los individuos, toda vez que éstos articulan su propia vida social a partir del trabajo. Esta concepción, la idea del trabajo como valor, característica de las sociedades salariales ha sido puesta en cuestión por diversos procesos de cambio y transformación social (tal y como se ha señalado en la introducción). Pues bien, el análisis de las entrevistas pertenecientes al colectivo de jóvenes con bajos niveles de cualificación pone de manifiesto cómo todas las funciones no instrumentales del trabajo (es decir, aquellas funciones que no tienen que ver con la mera obtención de ingresos) se encuentran en suspenso. Hasta el punto de que la pérdida del trabajo constituye, exclusivamente, una "crisis" económica.
En palabras de un entrevistado:
El trabajo está en un segundo plano totalmente (…). El trabajo es vital porque necesito ingresos (…). El trabajo me produce satisfacciones al final de mes, cuando cobro, realmente (…). Perder el trabajo sería un palo tremendo porque es una fuente de ingresos y bueno, sí sería importante. Pero bueno, lo que tendría que hacer es buscarme otro rápidamente…
No son actividades que puedan realmente llenar a una persona, por lo menos en mi caso, y creo que para la inmensa mayoría. Por compañeros que tengo, ¿no? y comentamos.
Y una entrevistada:
Yo, lo que te he dicho antes, no me veo dentro de diez años trabajando en peluquería (…). Entonces a mí, si me faltase el trabajo alguna vez, yo no me, vamos, que no se me caería el mundo encima, porque miraría otros caminos y como yo la familia la tengo ahí y sé que me va a ayudar, ¿sabes? Pues tampoco te creas que entraría en una depresión, ni nada. Dejaría de cobrar un sueldo, claro, ya está.
Entrevistador:
Entonces para ti el trabajo tiene un valor económico y…
Y ya está. Hoy en día pienso así. Hace, pues cuando era más pequeña, que peinabas a tus muñecas y tal, y decía quiero trabajar, quiero trabajar. Y decías… no lo mirabas por el tema del dinero, pero, pero ahora, sinceramente, yo me levanto por la mañana y algunas veces sí, me apetece trabajar, pero otros días digo:
me encantaría estar en casa (…). Porque, cuando empecé, yo estaba deseando trabajar, vamor, que fuese el día siguiente para estar trabajando, y se me acabasen las vacaciones para estar trabajando. Para mí trabajar era… disfrutaba mucho (…). Hoy por hoy no te creas que me levanto tampoco con ánimo de agradar a la gente(…). Yo, en mis días libres, en mis vacaciones, siempre estoy haciendo de lo mío. Siempre tengo un familiar que:
"Oye, córtame el pelo", "Oye, tíñeme" y yo lo hago encantada (…). Realmente es lo que me gusta, peinarlo, y hacerlo de una forma, y de la otra, y tal. Pero si hay una persona que te está machacando y no te deja realizar tus…. lo que a ti te gusta, te está poniendo pegas constantemente…
La identidad de los entrevistados no se fundamenta en el empleo, sino que se desarrolla en los contextos sociales definidos por la familia y el grupo de pares. El trabajo, en su dimensión institucional, es incapaz de constituirse, tal y como se plasma en las entrevistas, en un elemento articulador de la identidad de los individuos.
Por lo tanto, si el trabajo queda desprovisto de sus dimensiones expresivas, no es de extrañar que, en este colectivo, la definición de la precariedad se fundamente en el salario. Los discursos en torno a lo laboral se estrechan (incluyen menos dimensiones), los elementos que permiten definir un trabajo como precario se ciñen a los instrumentales, porque el resto de dimensiones del trabajo (su carácter expresivo de competencias, actitudes, valores, etc.) quedan en suspenso para (siempre según se detecta en el discurso de los entrevistados).
Ahora bien, incluso en su dimensión instrumental (como fuente de ingresos) el trabajo está comenzando a constituirse, paradójicamente, en un elemento problemático. En primer lugar, porque los salarios no retribuyen el trabajo (véase más arriba). En segundo lugar, porque los ingresos derivados de un empleo precario impiden la construcción de proyectos no ligados directamente a las expectativas laborales. Nos estamos refiriendo al bloqueo del plan de emancipación. Este bloque constituye el quinto elemento a resaltar como resultado del análisis de las entrevistas, en las cuales aparece de forma constante. Y además, se trata de un punto de especial importancia.
Porque en la medida en que los empleos se resumen y limitan a su esfera retributiva (y al tiempo dicha dimensión económica es insuficiente para la elaboración de proyectos de emancipación), el empleo se precariza en términos simbólicos, y los discursos y actitudes pierden de vista la dimensión psicosociológica del trabajo, pasando a centrarse en la dimensión salarial. Esta circunstancia reduce la intensidad de los discursos, que se centran en la contraprestación económica, obviando aspectos tradicionalmente fundamentales en la valoración del trabajo. En otros términos, la precariedad laboral se circunscribe no sólo a la esfera del trabajo, sino que, desde el mismo, traspasa el resto de ámbitos de interacción social. En este sentido, el derecho al trabajo está dejando de ser plataforma de acceso a otros derechos. El disfrute de un empleo ya no se constituye en plataforma de acceso al resto de derechos de ciudadanía.
En cualquier caso, se trata de una ámbito semántico recurrente de forma transversal a lo largo de las entrevistas, y no sólo en las entrevistas pertenecientes a este colectivo, sino más bien para todos los sujetos que participaron en nuestro estudio. Por tal motivo, su análisis se reserva para la interpretación conjunta de los resultados de la investigación.
El análisis de la información obtenida para nuestro segundo colectivo puede resumirse, tal y como se hizo en el apartado anterior, en una serie de puntos o ejes fundamentales sobre los cuales se cimenta el discurso de los jóvenes en términos de precariedad. Obviamente, el esquema resultante va a diferir en aspectos fundamentales con respecto a los ejes semánticos identificados en el colectivo anteriormente analizado. En otras palabras, la experiencia y la definición de la precariedad laboral corren a lo largo de discursos similares en ambos colectivos, pero con importantes matices diferenciadores que se harán explícitos en las siguientes páginas.
En primer lugar, el salario aparece, tal y como sucedía en los discursos de los jóvenes con bajo nivel de cualificación, como uno de los aspectos más relevantes para la definición de la precariedad. Y nuevamente la retribución, la contraprestación económica, se representa de forma no equitativa. Así, los participantes muestran una percepción de disparidad entre el trabajo realizado y el salario recibido a cambio.
Con dos características diferenciadoras con respecto al colectivo anterior. Por un lado, la percepción de inequidad se refuerza como consecuencia de la biografía educativoformativa del colectivo. Así, a la insatisfacción con el salario subyace una insatisfacción general con las funciones asignadas al empleo. En este sentido, la valoración del salario no tiene que ver exclusivamente con la carga de trabajo, sino también con el contenido del trabajo.
Por lo tanto, y en resumen, la valoración del salario recibido se realiza en este caso a partir de dos referencias. El primer referente quedaría constituido por el propio trabajo, trabajo que es entendido como "excesivo" con respecto al salario. El segundo referente quedaría constituido por la propia biografía formativa. De esta manera, la evaluación de los salarios se realiza en función de la percepción de una clara desconexión entre las destrezas laborales adquiridas durante una dilatada etapa educativa y el trabajo en el que dicha formación ha desembocado:
En ninguna de las empresas donde he estado (…) ha habido una relación calidad precio. No te pagaban, el salario que te daban para nada compensaba el tiempo ni el trabajo que estabas allí Según otra entrevistada:
Merezco más sueldo. Merezco mucho más. O sea, yo es que no sé (…). Estuve mirando unas tablas de cuánto debería ganar un licenciado y vamos, no se acerca ni de lejos. O sea, yo no soy una persona que quiera ganar, yo qué sea, 500.000 pelas, pero… (…). Pero creo que debería ganar más, no sea. Aparte de que llevo tres años y medio trabajando, yo es que a mí no me tienen que dar las cosas machacadas.
(…) Me genera mala leche que acabé la carrera hace la leche de tiempo, que tengo experiencia, que sé inglés, que tengo un huevo de cosas (…). Es que es verdad, y que me considero una persona supertrabajadora (…). Y que sigo ahí parada (…) y veo que voy avanzando pero muy despacio, es que es injusto. No ya sólo por mí. Yo veo a mis compañeros y es igual, y está todo el mundo igual.
Como puede apreciarse, lo que surge en los discursos es una cierta elaboración de la sobrecualificación como criterio definitorio de un trabajo precario. Este rasgo es, patentemente, un matiz diferenciador de este colectivo de jóvenes con respecto a los otros dos incluidos en la presente investigación.
En esta línea argumentativa, la desconexión entre formación y empleo incrementa la importancia percibida de las expectativas laborales. Veámoslo con cierto detalle. La definición del empleo propio como precario se deriva directamente de la desconexión entre nivel de cualificación y nivel ocupacional. Ahora bien, la resolución de este conflicto se plantea, en el discurso de los participantes en nuestro estudio, como una cuestión a encarar (potencialmente) en un futuro a medio plazo. Persiste en este grupo la impresión de que su nivel de cualificación será funcional para escalar en la esfera laboral. La formación recibida, por tanto, previene, de forma tentativa, la anticipación del futuro en términos de precariedad. En otras palabras, para el colectivo que nos ocupa su situación se define en términos de precariedad a partir de la escasa conexión entre formación y empleo, pero el matiz que se introduce es fundamental, ya que la precariedad se concibe como una etapa transitoria potencialmente hacia empleos en los cuales el desarrollo de las destrezas adquiridas sea posible.
Lo primero es la expectativa laboral, no tanto el trabajo que tengo ahora sino el que puedo tener, no sé si en tres años, en cinco, en siete, pero todos mis objetivos, mis fuerzas, mis energías, todo mi tiempo están en conseguir una oposición superior (…). Porque creo que llevo, aparte de estudiar licenciatura, Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 15 que son cinco años, me fue muy difícil a la vez que estaba estudiando la carrera preparar la oposición.
Me parecería que sería haber perdido el tiempo en aquella época, y sé que me costó mucho esfuerzo (…).
Creo que aún puedo estudiar. No quiero dar por perdidos los años anteriores.
En este sentido, y a diferencia del colectivo anterior, la diferenciación de los trabajos precarios está directamente relacionada con las expectativas laborales "objetivas" que los individuos perciben. Habrá empleos en los cuales la expectativa de medro profesional será clara y patente. En otros, los individuos percibirán un bloqueo, una imposibilidad de mejora en el nivel ocupacional. Y serán estos últimos los que tengan mayor probabilidad de ser definidos como precarios. En otras palabras, las expectativas laborales no son homogéneas entre todos los empleos (tal y como ocurría con el colectivo anterior). El bloqueo de las posibilidades de ascenso y mejora laboral no es percibida como una realidad universal dentro del mercado laboral. No se trata de una característica compartida por todos los trabajos, que por lo tanto podrán ser jerarquizados a partir de esta variable.
Y quizá la conclusión más importante. Estos procesos reducen la importancia del salario en la definición de la precariedad. La esperanza de evitar la precariedad en un futuro a corto o medio plazo se impone, en términos jerárquicos, a la importancia del salario como eje definitorio de la precariedad. Porque el nivel salarial es susceptible de cambio, precisamente, a través de la mejora en el nivel ocupacional. Si este mejora, también el salario. De esta forma, la retribución recibida por el trabajo es percibida por los entrevistados como un criterio de precariedad, pero claramente subordinado a las expectativas laborales que implica uno u otro empleo. No se esta afirmando aquí que el salario no sea un aspecto que los entrevistados utilicen para la definición de un trabajo como precario. Lo que se está señalando es su posición subordinada con respecto a otro eje:
el eje definido por las expectativas laborales. Para este colectivo, la diferencia entre empleos se da en términos de salario. Pero, sobre todo, se da en términos de potencial carrera profesional.
En este contexto, la forma de contratación marca diferencias relevantes. Así, entre los jóvenes que participaron en nuestro estudio, y que forman parte de este colectivo, encontramos un discurso en el cual la relación contractual marca una diferencia relevante en términos de carrera profesional. No tanto porque la dimensión de estabilidad en el empleo dependa de la forma de contratación, sino más bien porque los contratos encarnan, representan y simbolizan la funcionalidad de la etapa formativa. De esta manera, el contrato fijaría la categoría profesional y, sobre todo, ubicaría a los individuos en el mercado de trabajo.
La forma de contratación tiene para este colectivo una cierta importancia en términos de estabilidad (así, por ejemplo, a diferencia entre una beca y un contrato), pero sobre todo implica una realidad simbólica en la cual se concreta la conexión/desconexión entre formación y trabajo. La presencia o ausencia de dicha conexión, por tanto, constituye uno de los ejes a partir de los cuales definir la precariedad en el colectivo que nos ocupa.
Quizá por este motivo la relevancia que la formación cobra dentro de este colectivo.
Es preciso señalar que los entrevistados no proceden a la diferenciación de los tres subsistemas integrados, a saber, formación profesional, formación ocupacional y formación continua. En cualquier caso, el concepto de formación que manejan los entrevistados está directamente ligado a la actividad laboral. Se trata de la formación directamente relacionada con los contenidos específicos de su puesto de trabajo, articulada en iniciativas formativas breves y concretas, generalmente en el seno de las organizaciones a las que pertenece el empleado. El concepto que manejan, por tanto, Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 16 se corresponde con el sistema de formación continua. Formación que, en cualquier caso, es entendida por parte de los entrevistados como una estrategia que potencialmente puede contribuir al cumplimiento de las expectativas laborales. Y no debe olvidarse que, en este colectivo, las expectativas laborales, el escenario futuro representado, supone la oportunidad de escapar de empleos precarios. Es ilustrativo el siguiente fragmento de entrevista:
Entrevistador:
¿Crees que tienes múltiples formas de ascender, entonces? Sí, incluso haciendo cursos de, de sindicatos… incluso hacer un master, no lo descarto hacerlo.
Entrevistador:
Es decir, que tienes acceso a la formación Sí, sí.
Entrevistador:
Eso, ¿cómo lo experimentas? Muy positivo. Porque además es totalmente compatible con el horario laboral. No es que trabajes por la mañana y por la tarde, si quieres, vas a un curso. No, te exime de ir a trabajar (…) y dedicas tu tiempo a seguir formándote (…).
Entrevistador:
¿Te pueden ayudar a ascender? A lo mejor sí, si son superiores a 20 horas de duración pues ya cuenta, no para todas las plazas, pero para las de libre designación algunas sí.
Todos estos procesos se concretan, por último, en una consideración contradictoria del trabajo entendido como valor. En sus condiciones laborales actuales, el trabajo (como institución social) es incapaz de constituirse, para los participantes, en una fuente de identidad, en un asidero para la articulación de la experiencia individual. De esta manera, la dimensión temporal (en términos de expectativas laborales) se constituye en uno de los ejes temáticos más importantes. Porque en dicha dimensión temporal se sitúa la posibilidad de insertarse en un ámbito laboral (y en un nivel ocupacional) susceptible de estructurar la vida del sujeto. Así, la consecución de un empleo conectado directamente con la formación recibida permitirá el desarrollo de las potencialidades adquiridas, así como la articulación de la vida social del individuo. De todo lo dicho, por tanto, es posible colegir una conclusión tentativa:
la dimensión institucional del trabajo, su dimensión cultural (el trabajo como valor) supone un eje semántico básico para definir lo que los jóvenes definen como trabajo precario. En la medida en que el empleo sea capaz de cumplir funciones manifiestas (salario) y expresivas a un tiempo, la precariedad reducirá su intensidad.
El trabajo es fundamental, hasta el punto de… Vamos a ver, no es lo primero en la vida. Yo trabajo para vivir, no vivo para trabajar. Yo voy mis ocho horas y procuro, vamos, estoy al cien por cien las ocho horas, si alguna vez me tengo que quedar un poco más y tal… me puedo ir exactamente igual, pero bueno (…). Y yo no me voy a gusto porque no podría dormir a gusto sin que el tema acabe (…).
(…) El trabajo en segundo término, totalmente. Os sea, yo salgo y desconecto y ya me puedo dejar aquello…
que no me lo dejo, porque procuro no dejármelo, pero bueno, algún día te puedes ir con algún… porque yo qué sé, porque has tenido un enfrentamiento con alguien, que también pasa, pero no, procuro salir y desconectar y decir bueno, hasta aquí (…).
Entrevistador:
¿Qué implicaciones tendría para ti perder el trabajo? Que me da algo. Porque mira, tengo una hipoteca de 900 euros, más todos los gastos que conlleva…
entonces, eso es que el último día del mes te pasan todos los gastos. Y no tener dinero pues imagínate (…). Yo soy la típica persona que siempre ha tenido unos ahorrillos. Y ahora acabar el mes con treinta euros, pues me agobia un poco. Tú imagínate si no tuviera trabajo. Por eso te digo que es fundamental en el sentido que es necesario para vivir, pero no al revés. No es fundamental que sea lo primero en mi vida, pero es muy importante el trabajo.
En este contexto discursivo, reaparece la conexión entre trabajo y otros derechos sociales, en concreto el derecho al bienestar social, encarnado en la posibilidad de emancipación y el acceso a una vivienda. En este aspecto, las condiciones salariales cobran un protagonismo especial, al igual que en el colectivo anterior, como consecuencia de las notables dificultades económicas que implica la adquisición o alquiler de una vivienda. Dado que este será un punto que reaparezca en el análisis del tercer colectivo, reservamos su exposición para el análisis conjunto de la información.
En resumen, vemos nuevamente cómo la temporalidad no constituye ya el único eje (quizá tampoco el principal) de la precariedad en los discursos de los entrevistados. O, al menos, que la noción de temporalidad e inestabilidad en el empleo se ha ampliado de forma notable, incorporando procesos complejos (los anteriormente analizados para ciertos ejes discursivos: expectativas laborales, sobrecualificación, etc.) que desembocan en una determinada experiencia de la precariedad:
A nivel personal [un ascenso] una satisfacción una satisfacción pues… de hecho yo cada vez que entraba en un sitio, o que te hacían la entrevista decía: bueno, yo he entrado en este trabajo, o me gustaría conseguirlo y ahora no pido nada (…) Cuando yo entré en la empresa en que estoy ahora mi jefe decía bueno, esto tiene vista, de hacerse fijo (…). Entonces yo le dije a mi jefe:
"Mira, no me prometas nada, yo si entro sé con las condiciones que entro, y sé que cuando entro no puedo exigir más". Ahora, cuando lleve un tiempo y tenga experiencia yo quiero promocionar, y entro con la idea esa. Porque creo que si entras en un trabajo y te estancas…. No sé, además, a nivel personal y todo. Un ascenso ya no por las mejores condiciones económicas, sino porque joder, voy escalando y voy consiguiendo cada vez más cosas, y siempre que he cambiado de trabajo pues he ido un poquito a mejor, y eso te satisface.
(En torno al nuevo empleo que espera conseguir) Establ…, te arriesgas un poco, ahora, porque si me sale mal pierdo lo que tengo. Pero también te tienes que arriesgar. Si yo ahora mismo por contratos de ETT no estoy satisfecha laboralmente tengo que arriesgarme, intentar esta vía (…) para obtener cierta seguridad. Y digo cierta seguridad, porque creo que seguro no está nada. Te repito:
si hay una fusión (…) y hacen recorte de personal van a tirar a los últimos que han entrado, me imagino. O a los que menos lleguen al nivel de ventas que ellos exigen, ¿vale? Pero sí, yo lo veo estable, lo veo seguro… pero, pero, por mucho que trabajes y des al máximo….
Las siguientes palabras de una de nuestras entrevistadas también son ilustrativas:
[la sobrecualificación] Es frustrante. Sí, de hecho pedí traslado por eso (…). Mi puesto era secretaria de un médico. Bueno, está muy bien. Coger bien los recados por teléfono, mandarle bien sus faxes, redactar las cartas con la estructura que determine la ley…. Pero no tiene nada que ver con procedimientos, con funciones, con inspecciones. Pedí un traslado a otro departamento donde iba a cobrar los mismo pese a que donde estaba las posibilidades de ascenso eran inmediatas… pese a eso me cambié (…). Porque donde me ofrecían cambiarme era tema de procedimiento, tema relacionado con el derecho. Pues gente que viene a hacer adopciones, gente que paga multas, gente que le están requiriendo que si en tales días no aporta determinada documentación le van a sancionar. Es un trato con el propio sancionado, porque llama por teléfono, viene y te dice que le enseñes el expediente (…). Y me parece mucho más real (…). Yo quiero ser, en lugar de la secretaria del Jefe de Servicio, la Jefe de Servicio, y en un tema relacionado con Derecho.
Un último ejemplo ilustrativo:
[en un empresa de telecomunicaciones, contratada como becaria] además hablaba inglés, que ya, era como que le estaba dando un poco de sentido a todo lo que yo había estudiado. Y aparte ahí curraba, o sea, había mucho curro. Pues sí, estaba explotada porque salía a las 8 o las 9 de la noche, pero bueno, sarna con gusto no pica. Es de lo tuyo y encima te pagan, aunque sea una porquería…(…)
La figura 2 trata de sintetizar los principales elementos estructuradores de la precariedad para el colectivo de jóvenes con un alto nivel de cualificación, pero cuyas ocupaciones no se corresponden con los contenidos de su etapa formativa. Los elementos definitorios de la precariedad laboral aparecen en la mencionada figura de forma jerarquizada, en orden de importancia. Este orden coincide con la posición que cada elemento ocupa la figura, siendo los más claros, patentes y relevantes los que se incluyen en la parte superior.
En ciertos aspectos, este análisis coincide con el contenido en la figura 1, síntesis de la experiencia de la precariedad en el colectivo de jóvenes con un bajo nivel de formación. Es el caso del salario, que como veremos se incluye en los discursos de la precariedad para todos los colectivos estudiados. Pero las diferencias entre las figuras 1 y 2 son notables. Destacan tres. En primer lugar, la importancia que las expectativas laborales y personales cobran en el segundo colectivo. Como puede apreciarse en la figura 2, este factor llega a constituirse en el principal eje de definición de la precariedad en los discursos analizados. Su impacto, además, se extiende a través de dos factores añadidos (la disponibilidad de formación y la relación laboral con el empleador). En segundo lugar, en el discurso de los jóvenes pertenecientes al segundo colectivo la sobrecualificación surge como un elemento fundamental para entender su valoración del mercado laboral. En tercer lugar, y de forma más amplia, los espacios definidos por la informalización no alcanzan a la totalidad de los empleos. De hecho, los trabajos serán precarios en la medida en que se ajusten a la definición recogida en nuestra figura número 2. Como se recordará, en el caso de la experiencia de la precariedad para el primer colectivo, esta se inscribía de forma notable en condiciones específicas (salario, flexibilidad horaria, gestión de los recursos humanos en la empresa) en el marco general de un mercado laboral. En esa intersección, en ese solapamiento, se definía la precariedad laboral. En cierto sentido, pareciera que para los jóvenes con bajo nivel de cualificación la precariedad es una realidad sistemática, omnipresente (al menos tal y como se concreta en sus discurso), de manera que su experiencia se limitaría a definir como precario lo (permítase la expresión) "peor de lo malo".
2.4 Tercer colectivo: jóvenes con un nivel de cualificación medio/alto y cuyo empleo se corresponde con el nivel y área de formación alcanzado.
El análisis del tercer colectivo objeto de nuestro estudio dibuja un panorama notablemente diferente con respecto al resto de colectivos. Mientras que los dos colectivos hasta ahora analizados se caracterizan por un discurso que "problematiza" su situación laboral, los resultados correspondientes a las entrevistas realizadas a jóvenes cuya ocupación está directamente relacionada con la formación recibida se concretan en un discurso que muestra una relativa satisfacción con su mundo laboral. En este sentido, el análisis de este colectivo nos llevará a re – visitar los procesos enunciados para los colectivos anteriores, con el objetivo de señalar semejanzas y diferencias (diferencias que, como veremos, también ayudarán a obtener una definición de la precariedad) en los distintos discursos acerca de los mismos puntos de análisis (sobrecualificación, salario, temporalidad, relación contractual, etc.).
En primer lugar, es indicativo que los entrevistados encuadrados en este colectivo consideren sus empleos como situaciones relativamente privilegiadas. De alguna manera, los entrevistados perciben que el hecho de que su formación y sus ocupaciones se correspondan de manera más o menos directa marca una diferencia cualitativa con otros empleos y otras situaciones laborales. Esta constatación, el hecho de que la conexión entre formación y ocupación sea considerada como un aspecto fundamental para la descripción de un trabajo en términos positivos, ya supone un indicador de la importancia de la cualificación alcanzada como rasgo distintivo de los trabajos precarios. Los entrevistados se muestran "afortunados", "privilegiados", como consecuencia de haber conseguido ligar su biografía formativa con su empleo actual.
Entrevistador:
De manera que el trabajo tiene mucho valor para usted…
Muchísimo (…). Es muy importante porque me permite estar cerca de lo que yo considero estar cerca en términos profesionales, es decir, yo estudié una carrera (…) y el trabajo que yo realizo tiene mucho que ver, y está bastante cerca [de esa carrera: Sociología], y en ese sentido me considero una persona privilegiada (…). El trabajo actual me permite continuar desarrollando mi labor de investigación, realizar mi tesis doctoral, porque me deja tiempo libre para poder hacerlo. Por lo tanto, para mí tiene muchos valores, no sólo ya el económico, que es muy importante, sino que tiene una serie de valores
Esta situación supone una corrección de uno de los rasgos que, en el segundo colectivo, aparecían como descriptivos de un trabajo precario: la sobrecualificación.
En efecto, uno de los aspectos con respecto a los cuales los jóvenes pertenecientes a este tercer colectivo muestran mayor satisfacción es, precisamente, la sensación de que su formación ha tenido un efecto en su tránsito por el mercado de trabajo:
sus esfuerzos formativos están mostrando funcionalidad en términos laborales. La alta valoración de este aspecto se puede realizar con respecto a dos referencias.
1. En primer lugar, la propia biografía laboral. Aquellos entrevistados que de forma previa a su empleo actual han ocupado puestos característicos del segundo colectivo utilizan su propia biografía laboral como referente a partir de cual asignar valor a sus empleos actuales. La experiencia pasada en empleos desconectados de su nivel formativo actúan como refuerzos al valor otorgado a los empleos actuales:
Creo que mi trabajo no es precario porque conozco la realidad de los trabajos precarios. Trabajo precario es por ejemplo mi primer trabajo: trabajar sin contrato, recibir salarios absolutamente miserables, que están por debajo incluso del salario mínimo profesional, trabajar en condiciones en las que no tienes ningún derecho, en condiciones de discrecionalidad por parte de quien ejerce la autoridad o el poder sobre ti (…). Y luego ya un trabajo formal, por decirlo de alguna manera, como el que realicé [posteriormente] no sé si lo calificaría como precario. Desde luego en cuanto a la correspondencia salario tipo de trabajo sí.
2. En segundo lugar, con respecto a su grupo de edad. En efecto, los entrevistados manifiestan la convicción de que su situación es atípica, o al menos no todo lo frecuente que cabría esperar, en el mercado de trabajo juvenil. En este sentido, se puede hablar de una cierta sensación de "privilegio", el desarrollo de una conciencia de que la formación recibida no siempre incrementa la probabilidad de éxito en el acceso al mercado de trabajo.
Mira, yo te digo, de la gente que estaba conmigo, que éramos de los 20 becarios que estábamos, así bien colocados está una por enchufe, otra por suerte, pero que cobra poco, o sea poco, en relación con lo que ya debería ganar. Y el resto están todos trabajando de, pues…
¡No, miento! Otra que se colocó muy bien, pero porque tuvo mucha suerte y un currículo muy bueno (…). El resto… no. Está todo el mundo muy mal. Pues diecisiete personas, que están haciendo cosas que no les gusta, que están sustituyendo una baja por maternidad o que están ganando menos que yo (…). A mí es que me han ofrecido cada cosa…
Por lo tanto, vemos cómo la conexión entre biografía formativa y biografía laboral se constituye en un elemento central para evitar la definición del trabajo propio como trabajo precario. Y en este contexto conviene introducir un elemento de análisis añadido, elemento que, en el discurso de los entrevistados, también va a contribuir a que los trabajos no sean definidos como precarios. Se trata de que esa conexión entre cualificación y ocupación tiene un efecto no sólo en la consideración de la biografía laboral, sino que su efecto tiene se extiende también al futuro laboral, es decir, a las expectativas laborales que el individuo puede mantener. Y es que para los entrevistados, el hecho de desarrollar su actividad en un empleo para el cual "fueron preparados" implica una potencial carrera profesional en ese mismo ámbito. De alguna manera los entrevistados plantean la siguiente cuestión:
Si ha sido posible encontrar un trabajo relacionado con mis estudios, ¿por qué no ha de ser posible afianzar mi carrera profesional en el mismo sentido? En la medida en que el empleo implica la existencia de posibilidades reales de crecer laboralmente, dicho empleo se aleja de la precariedad. Este proceso es el que trata de reflejar la figura número 3. Como puede apreciarse, en la parte inferior de la figura se sitúa una línea que define un espacio de precariedad. Esto no implica que definamos la precariedad como un continuo. La figura debe entenderse como una mera representación gráfica de los procesos que, en el seno del colectivo objeto de análisis, definirían o no un trabajo como precario.
Sobre la citada "línea de precariedad" se sitúan algunos procesos interrelacionados.
En concreto, los tres criterios hasta ahora analizados:
Biografía formativa, biografía laboral y expectativas laborales y personales. En la medida en que un trabajo vincula los tres criterios, nos alejamos de la definición de precariedad. En la medida en que existe una desconexión entre los distintos criterios, emergen procesos disfuncionales que llevarían a la definición de un trabajo como precario. Así, la desconexión entre formación y ocupación llevaría a la aparición de la sobrecualificación (o, si se prefiere, cualificación no adaptada al empleo desempeñado). La sobrecualificación, por tanto, se constituiría en un elemento definitorio de la precariedad laboral. Por otro lado, en la medida en la que el empleo actual ofrece oportunidades reales de comenzar una carrera profesional, dicho empleo se alejaría de la precariedad. En la medida en la que el empleo no muestre esta potencialidad, se acercaría a ella. Pues bien, en este punto, la principal diferencia, en el seno de este colectivo, viene marcada por la relación laboral establecida entre empleado y empleador. En términos genéricos, recuperamos un aspecto que ya hemos analizado a lo largo de las páginas previas: la relación contractual. Ahora bien, el análisis de tal aspecto en el presente colectivo muestra ciertas diferencias con respecto a los colectivos anteriores. Porque la relación laboral va a incidir tanto en las posibles expectativas laborales como en los contenidos generales del trabajo, de manera que su efecto no va a ser inocuo, o despreciable.
De esta manera, nos encontramos con un amplio rango de situaciones, que irían desde la precariedad característica de los y las becarias (ya sea en empresa privada o en el ámbito público) hasta la seguridad que, para los entrevistados, implica la obtención de una plaza en el cuerpo de funcionarios de la Administración Pública. En el espacio definido por ambas figuras nos encontraríamos con un amplio abanico de relaciones laborales características de los diferentes empleos. Pues bien, en la medida en que dichos empleos refuercen la posibilidad de una carrera profesional, nos alejaremos de la precariedad.
No obstante, no debemos olvidarnos de la importancia de otros factores de notable relevancia. En la figura tres se recogen en el recuadro sombreado. Dichos factores incluyen la mayoría de los ya citados para el resto de colectivos. Destaca la importancia de la disponibilidad de formación, en su calidad de aspecto potenciador del desarrollo de las destrezas en el ámbito de actividad propia del trabajo desarrollado, con su posible papel en el refuerzo de las expectativas laborales.
Entrevistador:
¿Qué utilidad tienen los cursos para su trabajo? Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 22 Teóricamente mucha. Luego en la práctica del curso, encuentras mayor o menor utilidad. Te dan cosas que ya conoces, otras que son novedosas, depende mucho de la formación personal, pero sí, sí que tienen utilidad. Tal y como están planteados deberían tenerla (…).[hago los cursos] porque por una parte estoy empezando en este trabajo, considero que tengo que aprender mucho y busco una fuente de aprendizaje precisamente en estos cursos. Y por otra, porque supongo que para el currículo siempre es importante para un concurso de traslado, una promoción interna… Valoran bastante la formación que has recibido.
También conviene citar el papel de otros condicionantes del trabajo (horarios, flexibilidad, inserción en las relaciones jerárquicas, etc.), y hacer especial mención al salario. En este punto, las actitudes de los tres colectivos confluyen al señalar la desconexión entre salario y trabajo realizado. De nuevo el problema del salario aparece claramente ligado a la instrumentación de un plan realista de emancipación (fundamentalmente ligado a la adquisición de una vivienda). Ahora bien, es preciso señalar que en los discursos característicos de este colectivo el salario no cobra un papel tan radical en su valoración del trabajo. El trabajo es algo más que salario: implica también la expresión de la identidad del individuo, una actividad a través de la cual los individuos se definen a sí mismos y ante los demás. El trabajo, en este colectivo, es entendido no sólo como una actividad productiva, sino también como un valor que, en cierta medida, estructura las biografías y experiencias individuales más allá de su valor instrumental. En otros términos, el trabajo persiste como un aspecto central (en su dimensión institucional, como valor) en la vida de los sujetos:
[mi trabajo] es muy importante. Para mí mi trabajo, pues, hombre, desde luego es más importante para mí mi familia, pero yo creo que está entre… en un nivel de prioridad dos o tres. La familia, quizá en primer lugar, y luego los amigos, el ocio y el trabajo. NO sabría decir, pero para mí es muy importante el trabajo Entrevistador:
¿Qué implicaciones tendría perder el trabajo? Tendría muchas a nivel personal. Es mi única fuente de sustento. No tengo ningún otro tipo de "colchón", dado que mi familia no se encuentra aquí y no tengo ningún otro tipo de apoyo. Por lo tanto, yo dependo de mí económicamente hablando (…). Y por otra parte, pues mi trabajo me gusta y me produce una satisfacción y perderlo significaría que probablemente tendría que buscar otro tipo de trabajo que no estuviese relacionado con mi formación y por lo tanto, que no me aportara lo que me aporta este trabajo. Que personalmente es gratificante no ya porque es una fuente de ingresos, sino porque me permite estar cerca de lo que amo, que es mi formación.
El estudio realizado trata de responder a la siguientes preguntas:
¿Qué es un trabajo precario para los jóvenes?, ¿cuáles son sus elementos definitorios?. Las entrevistas en profundidad realizadas a jóvenes menores de 30 años, identificando tres grupos de trabajadores y trabajadoras –con nivel formativo bajo y ocupados en actividades poco cualificadas; con nivel formativo medio y alto en ocupaciones que no se corresponden con la formación adquirida previamente; y con nivel formativo medio y alto en empleos donde existe correspondencia entre los estudios realizados y las actividades que desarrollan–, nos han permitido conocer cómo perciben la precariedad laboral y que elementos y categorías incluyen para definirla. El objetivo del estudio para CC.OO. es contribuir al trabajo sindical con los jóvenes a partir del mejor conocimiento de cómo viven la precariedad laboral.
La primera conclusión es que la precariedad laboral para estos jóvenes no es sólo tener un contrato temporal y ni siquiera es éste el elemento más importante para definirla. El hecho de tener un contrato indefinido no se percibe como una garantía en sí misma de estabilidad y de calidad del empleo. Podemos decir que la noción de precariedad laboral se ha "enriquecido" y ha incorporado nuevas dimensiones que incluso pasan a tener más relevancia que la propia relación contractual en sentido estricto. Entre ellas están la insuficiencia del salario, la inadecuación entre la formación adquirida previamente y la actividad realizada, otras condiciones de trabajo como la irregularidad de la jornada o las relaciones jerárquicas, a las que se suman la ausencia de expectativas laborales de carrera profesional, la incapacidad del empleo para responder a un plan emancipatorio, o la pérdida del valor del trabajo como institución social.
Pero tan importante como los elementos que los jóvenes explicitan en su definición y percepción de la precariedad laboral, son aquellos otros aspectos que, aún siendo relevantes en las relaciones laborales, están ausentes de sus discursos. Las normas legales, el tipo de contrato, los convenios colectivos, no son mencionados. Es precisamente la ausencia a cualquier referencia del marco regulador del trabajo lo que les imposibilita a su vez actuar para modificar la situación injusta de precariedad y lo que refuerza la idea "informalización" de los empleos a los que acceden y, en definitiva, la vivencia del carácter precario de las relaciones laborales.
Esta concepción más amplia del concepto de precariedad laboral no es diferente para los hombres y para las mujeres jóvenes, aunque sus biografías laborales no sean iguales, como ponen de manifiesto las menores tasas de actividad y ocupación y la muy superior tasa de paro de las mujeres. De hecho no se han identificado rasgos relevantes que diferencien los discursos de hombres y mujeres jóvenes.
Pero veamos más en detalle todos esos elementos que aparecen en los discursos de los tres grupos de jóvenes analizados y que incluyen en su percepción del empleo precario, aunque el peso que atribuyen a unos y otros sea diferente y estén determinados también por su biografía formativa.
3.1. La "naturalización" de la precariedad laboral.
Los jóvenes perciben un mercado laboral informalizado y desestructurado. La precariedad es una compañera persistente, "natural" e "inevitable". No es la falta de empleos, sino las condiciones de los empleos. Lo es especialmente así para el primer grupo –los trabajadores y trabajadoras jóvenes con déficits formativos y de cualificación– para los que la inestabilidad laboral es la norma, incluso aunque la relación contractual sea fija. La inestabilidad no define tanto la naturaleza del empleo precario sino del trabajo en general para este colectivo. Acceden a "empleos sin futuro" en tanto que éstos carecen de expectativas laborales.
Pero esa "naturalización" de la precariedad lo es también para el tercer grupo de jóvenes –los que tienen un empleo cualificado y acorde a la formación adquirida–, en la medida en que consideran que sus empleos –en este caso "con futuro"–, son la excepción, una situación privilegiada, son los afortunados del mercado laboral.
Precariedad "natural" también para el segundo grupo de jóvenes, que pasan por una situación "de tránsito" en empleos donde no hay correspondencia entre la formación adquirida previamente y la actividad desarrollada. La sobrecualificación en el puesto de trabajo también empieza a ser "natural".
El salario cobra una relevancia notable en la percepción de la precariedad laboral, aunque la intensidad varía según los grupos de trabajadoras y trabajadores jóvenes analizados. Su protagonismo es patente en la medida en que pierden consistencia las otras dimensiones del empleo. Si el valor social del trabajo se borra, si se difuminan las expectativas de acceder a "empleos con futuro", el valor instrumental del salario pasa a ser determinante.
Además, el salario como factor de precariedad no se percibe sólo en términos de correspondencia entre carga de trabajo y retribución monetaria obtenida, sino que se valora en términos de posibilidad para encarar un proyecto de emancipación y de acceso a ciertas condiciones de bienestar social. Si el salario se considera injusto en relación al trabajo realizado y además no permite el acceso a los bienes sociales – la vivienda se señala en primer lugar–, el empleo así retribuido es caracterizado como precario porque no abre la puerta a otros derechos de ciudadanía social.
Las expectativas de desarrollo laboral implícitas en un empleo, estrechamente ligadas a la conexión entre formación adquirida y actividad laboral desarrollada, son también dos elementos determinantes para calificar un empleo como precario o no. Estos elementos aparecen de forma clara, tanto en el segundo grupo analizado – sus empleos son precarios precisamente porque el desajuste entre formación y actividad laboral rompe esas expectativas futuras–, como en el tercer grupo, para el que sus empleos tienen futuro, precisamente porque hay correspondencia entre ambas. La sobrecualificación en el puesto de trabajo es un elemento fuerte de precariedad laboral para los jóvenes.
Otras condiciones de trabajo, especialmente la flexibilidad horaria, entendida como la carencia de un horario estable, de un tiempo que es potestad exclusiva y arbitraria del empleador y en cuya distribución en trabajador o trabajadora no participa y además debe estar disponible incluso en su tiempo de no trabajo, también forma parte del concepto de precariedad. Como también forman parte del trabajo definido como precario las relaciones jerárquicas abusivas.
La temporalidad del empleo entendida como el vínculo contractual no indefinido, sólo cobra fuerza como elemento de precariedad cuando todos los otros elementos señalados anteriormente están menos presentes en el tipo de empleo. Si los empleos son "sin futuro" o "de tránsito", el permanecer indefinidamente en ellos pasa a ser secundario en la valoración de los jóvenes. Sólo cuando perciben su empleo "con futuro" tiene mayor importancia el tipo de contrato.
A partir de estos elementos que conforman el nuevo concepto de precariedad laboral para los jóvenes, caben los matices y diferencias en función de los distintos grupos analizados, de sus biografías formativas y laborales.
Para el primer grupo el trabajo ha perdido el valor social que lo ha caracterizado en etapas anteriores. Si están ausentes las expectativas de promoción laboral y las relaciones de trabajo se perciben como abusivas, el énfasis se pone en el valor instrumental del salario. Como éste a su vez no retribuye equitativamente la tarea realizada y además bloquea el proyecto de emancipación personal, la precariedad laboral se identifica básicamente con el salario injusto.
Para el segundo grupo la precariedad de sus empleos se define básicamente por la sobrecualificación que tienen en el puesto de trabajo que desarrollan, entendida aquella como el desajuste entre la formación adquirida y el trabajo desarrollado. Es este desajuste el que hace patentes a su vez una categoría profesional y un salario inadecuados y, por tanto, el empleo se califica de precario.
El tercer grupo recupera el valor social del trabajo, el "empleo con futuro", a partir de la correspondencia entre la formación adquirida y la tarea laboral realizada, ante las expectativas de "crecer" laboralmente. En este caso la valoración positiva del empleo se realiza con los elementos que definen la no precariedad. El empleo no precario lo es por haber conseguido ligar su biografía formativa con la actividad laboral, sobre todo porque en muchos casos ha habido una experiencia previa de desajuste entre ambas, como sucede en el segundo grupo. Lo más relevante en este caso es precisamente que esa correspondencia entre cualificación y ocupación, que debería ser la norma, es percibida como lo excepcional, como una "situación "privilegiada".
En definitiva, en la medida en que un empleo vincula biografía formativa, trayectoria laboral y expectativas futuras, los jóvenes se alejan de la percepción de precariedad.
Por el contrario, cuando se pierden las funciones que dan valor social al trabajo y queda sólo la insuficiencia del valor instrumental del salario, los jóvenes hablan de precariedad laboral. La temporalidad de los contratos se subordina a esas otras dimensiones a la hora pesar en la definición de los empleos precarios.
3.2. Propuestas de Acción Sindical: la oportunidad del 8º Congreso.
En estos días estamos inaugurando el que es el momento de mayor importancia a la hora de discutir y concretar el que será el programa de acción del sindicato. Este 8º Congreso debe ser consciente de los retos que plantea la Nueva Precariedad que aquí hemos descrito y debe saber plantear respuestas sindicales que la corrijan.
Con este ánimo las Ponencias del Programa de Acción para este 8º mandato incluyen toda una batería de propuestas que el sindicato en su conjunto debe poner en práctica. En el presente estudio, y sin menoscabo de que el debate congresual pueda mejorarlas, se reproducen algunas de ellas con el ánimo de ilustrar en qué medida el movimiento sindical es consciente de la nueva realidad laboral con que se encuentran los diferentes colectivos (no solo los jóvenes, somos conscientes) que sufren la precariedad laboral, y cómo puede darse una respuesta eficaz.
De este modo, Comisiones Obreras es consciente de que no puede construirse un futuro de empleo de calidad sobre la base de las nuevas formas de precariedad vividas fundamentalmente por los jóvenes. En su caso, hacer efectivo el derecho a la igualdad de trato es romper con la precariedad laboral, que no es sólo tener un contrato temporal. Es poder acceder a un empleo acorde a la formación y titulaciones obtenidas previamente. Tener un contrato laboral frente al estatus de falsos autónomos o becarios permanentes. Que el tiempo de trabajo tenga frontera, frente a la disponibilidad total y a la meritocracia que ésta supone. Requiere de la igualdad salarial, frente a las «dobles escalas para jóvenes». Implica que las mujeres jóvenes accedan a todo tipo de profesiones, frente a la nueva feminización de las actividades (comercio, telemárketing, recursos humanos, calidad). Las jóvenes han incrementado su presencia en todo tipo de carreras, incluidas las masculinas, pero sus tasas de paro son más elevadas (casi 13 puntos) y sus salarios y categorías profesionales más bajos. La igualdad tiene que ver también con las posibilidades reales de emancipación. Los jóvenes españoles son, entre los europeos, los que más tardan en independizarse; sólo un 33% de quienes tienen entre 20 y 34 años se han emancipado del hogar familiar, lo que sin duda está relacionado con la precariedad laboral y con las dificultades para acceder a una vivienda. Actualmente la red de seguridad de los jóvenes no es social sino familiar.
Precisamente para impedir que se termine asentando en la percepción colectiva del trabajo como algo "natural" e "inevitable" las situaciones precarias, para anticiparnos a lo que parece ser una incipiente tendencia a la informalización de ciertas actividades y usos, el movimiento sindical debe reforzar la intervención del sindicato en la empresa para ser protagonistas de los cambios que se producen en la organización del trabajo; actuar de forma eficaz en la defensa de los derechos laborales y promover la participación activa de trabajadores y trabajadoras. El sindicato, directamente o a través de la Sección Sindical cuando existe, debe reivindicar un protagonismo propio en la empresa, su participación en la organización del trabajo y en el desarrollo de acuerdos, pactos o convenios firmados por él.
En este sentido, la igualdad de trato ha pasado a ser un principio fuerte de la normativa laboral europea y de obligado traslado a las leyes en España, a través de las distintas Directivas aprobadas. El reconocimiento legal y efectivo de este derecho es imprescindible en un contexto laboral en el que la diversidad está cada vez más presente entre la población trabajadora, una diversidad positiva en sí misma, que sin embargo se ve acompañada de discriminación y de desigualdad. De hecho, los problemas generales del empleo en España están concentrados en colectivos concretos de trabajadores y trabajadoras, las mujeres, los jóvenes, las personas inmigrantes, personas con discapacidad que se incorporan a nuestro mercado laboral.
Sin duda, dar solución a los problemas planteados pasa necesariamente por un adecuado conocimiento de la realidad concreta de cada sector de actividad o territorio al que dirijamos nuestra acción sindical. Para ello debemos realizar estudios específicos en el ámbito confederal, sectorial estatal y de Comunidad Autónoma sobre la situación sociolaboral de los jóvenes, identificando y evaluando también los elementos que conforman la «nueva precariedad» (tipo de jornada, salarios, clasificación profesional y formación, etc.). Contribuyendo con ello a facilitar el necesario debate en torno a una adecuada conceptualización de la precariedad, sus características y condicionantes.
Para todo ello, Comisiones Obreras debe promover la igualdad de trato en el empleo y en las condiciones laborales de todos los trabajadores y trabajadoras, de quienes tienen contratos temporales, de los jóvenes, las mujeres, quienes sufren una discapacidad, los inmigrantes, eliminando las barreras sociales, culturales y contractuales. Fijar este objetivo con mayor relevancia y concreción en la negociación colectiva –ningún convenio, pacto o acuerdo con cláusulas discriminatorias directas o indirectas–, y trasladar con fuerza los temas de igualdad a la acción sindical en los centros de trabajo.
Combatir la precariedad laboral de los jóvenes, atendiendo a todos los elementos que la conforman: incumplimiento de la normativa, temporalidad y rotación, empleos sin futuro, menores salarios, segregación ocupacional, condiciones de salud y seguridad en el trabajo, desajuste entre el puesto de trabajo ocupado y la formación y titulación adquiridas (sobrecualificación).
- Impulsar campañas generales combinadas con otras específicas en los distintos sectores productivos, en las contratas, empresas de servicios, ETT .
- Utilizar la negociación colectiva y la acción sindical en la empresa.
- Promover la igualdad de trato de los jóvenes mediante la regulación colectiva de aspectos como: las condiciones de acceso al empleo y las modalidades de contratación; la transformación de contratos temporales en fijos; el encuadramiento profesional; la jornada de trabajo y su distribución; la prevención de accidentes de trabajo. Prestar especial atención a la igualdad salarial, oponiéndonos a las dobles escalas salariales e incorporando a la negociación colectiva las retribuciones variables y los sistemas individualizados (por objetivos, de productividad). Incluir en los convenios colectivos beneficios sociales específicos que favorecen a los jóvenes, como ayudas a la vivienda.
- Trabajar para una mejor adecuación de los tiempos de trabajo, con especial atención a la flexibilidad horaria, a la distribución irregular de la jornada, a su prolongación y disponibilidad injustificada, de forma que las necesidades empresariales no impidan el ejercicio de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, ni sus obligaciones de índole personal o familiar.
- Prestar especial atención para evitar segmentaciones y desigualdades en el tipo de jornada y en el horario entre distintos colectivos de trabajadores, basadas en criterios arbitrarios (género, edad, contrato, subcontrata, etc.).
- Atender a las distintas situaciones de trabajo donde no existe relación laboral (becarios, investigadores, prácticas, «freelance», voluntariado), definiendo en el próximo periodo un trabajo específico para actuar sindicalmente, con la implicación de las Secretarías de Juventud, Acción Sindical y Empleo.
- En el mismo sentido, se han de mantener campañas contra el fraude en la contratación, identificando los sectores, subsectores de actividad y empresas con mayores niveles de temporalidad y de jóvenes. Combinar la acción sindical en las empresas con la intervención de la Inspección de Trabajo.
De la solución que se dé a estos problemas específicos con estas y otras medidas, de la garantía real de la igualdad de trato, dependerá objetivo general del pleno empleo de calidad, el futuro de los sistemas de protección social, y la evolución de la masa salarial agregada, medida como un factor de distribución de la riqueza.
Para organizar el trabajo de todo esto en el interno del sindicato, se han establecido igualmente toda una batería de instrumentos e iniciativas que debemos poner en marcha en todas las estructuras sindicales:
Se promoverá que en todas las organizaciones del sindicato las Secretarías de Juventud actúen coordinadamente con el resto de las Secretarías, bajo los principios de transversalidad y cooperación.
Y en esta misma línea se reforzarán la presencia de jóvenes, de modo que todas las organizaciones contarán con un responsable de juventud en los órganos de dirección.
Se impulsará la presencia de jóvenes en las mesas de negociación y en los diferentes órganos de representación sindical.
Habrá un Plan Experimental confederal de formación de cuadros sindicales jóvenes, con el objetivo de favorecer su participación en todas las estructuras sindicales y en los órganos de dirección, así como el relevo generacional en el sindicato Se promoverá un Plan de Afiliación para jóvenes trabajadores con el objetivo de acercar el proyecto de CC.OO. ha la realidad social y laboral de los jóvenes.
Notas
1. Posteriormente se abordará este aspecto con mayor detalle.
Esteban Sánchez Moreno (*)
(*) Departamento de Sociología V, Universidad Complutense de Madrid.