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Ricardo Flores Magón. Antología libertaria

Enviado por hcetinamx


    1911-1912

    1. Manifiesto a todos los trabajadores del mundo
    2. Cada quien su clase
    3. Muera el orden
    4. La paz
    5. Trabajadores abrid los ojos
    6. A los trabajadores mexicanos
    7. Hacia el comunismo
    8. Los plebeyos debemos arreglar las cosas
    9. A los huelguistas y a los trabajadores en general
    10. El pueblo mexicano es apto para el comunismo
    11. El gobierno y la revolución económica
    12. ¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!
    13. Sin gobierno
    14. ¡Muera la autoridad!
    15. La revolución social

    3 de Abril de 1911

    MANIFIESTO A TODOS LOS TRABAJADORES

    DEL MUNDO

    Compañeros: Hace un poco más de cuatro meses que la bandera roja del proletariado flamea en los campos de batalla de México, sostenida por trabajadores emancipados, cuyas aspiraciones se comprendían en este sublime grito de guerra: ¡TIERRA Y LIBERTAD!.

    El pueblo de México se encuentra en estos momentos en abierta rebelión contra sus opresores y, tomando parte en la general insurrección, se encuentran los sostenedores de las ideas modernas, los convencidos de la falacia de las panaceas políticas para redimir al proletariado de la esclavitud económica, los que no creen en la bondad de los gobiernos paternales ni en la imparcialidad de las leyes elaboradas pro la burguesía, (· ) los que saben que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, los convencidos de la acción directa, los que desconocen el "sagrado derecho de propiedad", los que han empuñado las armas para el encumbramiento de ningún amo, son para destruir la cadena del salario. Estos revolucionarios están representados por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (519 ½ E. 4th St. Los Ángeles Cal. USA) cuyo órgano oficial, Regeneración, explica con claridad sus tendencias.

    El Partido Liberal Mexicano, no lucha por derribar al dictador Porfirio Díaz para poner en su lugar a un nuevo tirano. El Partido Liberal Mexicano toma parte en la actual resurrección con el liberado y firme propósito de expropiar las tierra y los útiles de trabajo para entregarlos al pueblo, esto es, a todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo. Este paso lo consideramos esencial para abrir las puertas a la emancipación efectiva del pueblo mexicano.

    Ahora bien: se encuentra igualmente con las armas en la mano otro partido: el Antirreeleccionista, cuyo jefe, Francisco I. Madero, es un millonario que ha visto aumentar su fabulosa fortuna con el sudor y con las lagrimas de los peones de sus haciendas. Este partido lucha por hacer "efectivo" el derecho de votar, y fundar, en suma, una república burguesa como la de Estados Unidos. Este partido netamente político, es, naturalmente, enemigo del Partido Liberal Mexicano, porque ve en las actividades de los liberales un peligro para la supervivencia de la república burguesa que garantiza a los políticos, a los buscadores de empleo, a los ricos, a todos los ambiciosos, a los que quieren vivir a costa del sufrimiento y de la esclavitud del proletariado; la continuación de la desigualdad social, la subsistencia del capitalista, la división de la familia humana en dos clases: la de los explotadores y la de los explotados.

    La dictadura de Porfirio Díaz está por caer; pero la revolución no terminará por ese solo hecho; sobre la tumba de esa infame dictadura quedarán en pie y frente a frente, con las armas en la mano, las dos clases sociales; la de los hartos y la de los hambrientos, pretendiendo la primera, la preponderancia de los intereses de la casta, y la segunda, la abolición de esos privilegios por medio de la instauración de un sistema que garantice a todo ser humano el pan, la tierra y la libertad.

    Esta lucha formidable de las dos clases sociales en México es el primer acto de la gran tragedia universal que bien pronto tendrá como escenario la superficie de todo el planeta, y cuyo acto final será el triunfo de la fórmula generosa, libertad, igualdad, fraternidad, que las revoluciones políticas de la burguesía no han podido cristalizarla en hechos, porque no se han atrevido a hacer pedazos la espina dorsal de la tiranía: capitalismo y autoritarismo.

    Compañeros de todo el mundo: la solución del problema social está en las manos de los desheredados de toda la tierra, pues solamente exige la práctica de una gran virtud: la solidaridad. Vuestro hermanos de México han tenido el valor de enarbolar la bandera roja: pero no para hacer un pueril alarde de ella en inofensivas manifestaciones en calles y plazas que casi siempre terminan en arresto y la descalabraduras de los manifestantes por los cosacos de los tiranos, sino para sostenerla firmemente en los campos de batalla como un reto gallardo a la vieja sociedad que se trata de aplastar para fundar en terreno sólido la sociedad nueva de justicia y amor.

    Nuestros esfuerzos, por poderosos y abnegados que sean, serían aniquilados por la acción solidaria de la burguesía de todos los países del mundo. Por el solo hecho de haber efectuado su aparición la bandera roja en nuestros campos de batalla mexicanos, la burguesía de Estados Unidos ha obligado a la presidente Taft a enviar veinte mil hombre a la frontera de México y barcos de guerra a los puertos mexicanos . ¿Qué hacen entretanto, los trabajadores de todo el mundo? Cruzarse de brazos y contemplar, como en las sillas de un teatro, las personas y las cosas de este tremendo drama, que debería conmover todos los corazones, que debería sublevar todas las conciencias, que debería hacer vibrar intensamente los nervios de todos los desheredados de la tierra, y ponerse en pie como un solo hombre para detener las escuadras de guerra y marcar el alto a los esclavos de uniforme de todos los países.

    ¡Agitación! Es el supremo recurso del momento. Agitación individual de todos los trabajadores concientes; agitación colectiva de todas las sociedades obreras y de la del libre pensamiento; agitación, en el seno de los hogares de todas partes donde pueda haber oídos dispuestos a escuchar, conciencias capaces de indignarse, corazones que no se hayan encallecido con la injusticia y la brutalidad del medio; agitación por medio de cartas, de manifiestos, de hojas sueltas, de conferencias, de mítines, por cuantos medios sea posible, haciendo comprender la necesidad de obrar pronto y con energía a favor de los revolucionarios radicales de México que necesitan tres cosas; protesta mundial contra la intervención de las potencias en los asuntos mexicanos, trabajadores concientes y decididos a propagar la doctrina de emancipación social entre los inconscientes y dinero, dinero y más dinero para el fomento de la revolución social de México.

    Compañeros: reimprimid este manifiesto, traducidlo a todos los idiomas y hacedlo circular por todos los ámbitos del mundo. Pedid a la prensa obrera que lo inserte en sus columnas, leed Regeneración, y enviad vuestro óbolo a la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano; 519 ½ E. 4th St.. Los Ángeles, California, USA.

    Nuestra causa es vuestra; es la causa del taciturno esclavo de la gleba, del paria del taller y de la fábrica, del galeoto de la marina, del presidiario dela mina, de todos los que sufrimos la inquietud del sistema capitalista, Nuestra causa es la vuestra; si permanecéis inactivos cuando vuestros hermanos reciben la muerte abrazados a la bandera roja, daréis con vuestra inacción un rudo golpe a la causa del proletariado.

    No nos ocuparemos en demostraros que ha sido a vuestra indiferencia, a vuestra falta de solidaridad, al desconocimiento del deber que tenéis de uniros para precipitar el advenimiento de la revolución a lo que se ha debido el retardo lamentable de la era nueva, en la que existirán la patria universal de los libres y de los hermanos. Ahora tenéis a la vista la revolución social de México, ¿qué esperáis para obrar? ¿Aguardáis a que este generoso movimiento sea aplastado para llenar el espacio con vuestras protestas, que serán impotentes para volver a la vida a vuestros mejores hermanos y para extirpar de los pechos el desaliento que provocaría el fracaso, fracaso que vosotros mismo habéis preparado con vuestra indiferencia?

    Meditad, compañeros, y obrad en seguida, sin pérdida de tiempo, antes de que vuestra ayuda llegue demasiado tarde.

    Comprended el peligro en que nos encontramos enfrente de todos los gobiernos del mundo, que ven en el movimiento mexicano la aparición de la revolución social, la única que temen los poderosos de la tierra.

    Compañeros: cumplid con vuestro deber.

    Dado por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en la Ciudad de los Ángeles California, USA, a 3 de Abril de 1911.

    Ricardo Flores Magón

    Librado L. Figueroa

    Alselmo L. Figueroa

    Enrique Flores Magón

    (de Regeneración)

    22 de Abril de 1911

    CADA QUIEN SU CLASE

    Proletario: duélete de tu propia condición. Tus hijos anémicos, canijos, mugrientos, reclaman tu atención. Tu compañera sufre, casi siempre en silencio; las consecuencias de tu docilidad para tus verdugos.

    Tú eres el culpable de que tus hijos tengan hambre; sobre tu conciencia debe pesar el dolor y la desventura de los tuyos.

    Sí, tú eres el culpable porque desprecias a los de tu clase y admiras, sigues, aplaudes y vitoreas a los ricos, a los que brillan por el oro que han amontonado con tu sudor. De esa manera como tu mismo forjas las cadenas que te hacen esclavo.

    Rebélate proletariado; pero rebélate con los tuyos; con que, como tú, tienen las manos encallecidas por el trabajo y las espaldas encorvadas por las duras tareas. Mas no te rebeles así como quiera; no sea fuerza ciega, sino esfuerzo consciente, esto es, ataca, incendia, derriba, destruye, reparte la muerte; pero llevando en tu cerebro la idea por tu clase, de que vas a emancipar tu clase, de que vas a destruir el derecho de propiedad individual para que la riqueza no siga por más tiempo siendo el patrimonio exclusivo de los ricos y de los intelectuales, esto es, de los hombres de estudios.

    Únete a las filas del Partido Liberal Mexicano. Rechaza indignado a todos aquellos que traten de decirte a que sigas a Madero, porque óyelo bien: Madero es un verdugo, es el verdugo de clase. Madero es rico y no piensa sino en aumentar su riqueza. Ayer hizo millones explotando a tus hermanos en sus haciendas. Ahora quiere hacer millones con la sangre de los humildes.

    Despierta, proletario: llama a la vergüenza en tu auxilio. ¿No te sientes humillado ante la altanería del rico? Te roba el producto de tu trabajo y se mofa de tu mugre y de tus andrajos. Para el rico tu no eres el creador de la riqueza y del lujo que él goza, sino un "pelado". Tu haces sus palacios, y se te atreves a llegar a ellos, llamará a la policía para que te lleve a la cárcel; tu levantas sus cosechas, más debes cuidarte de rondar por sus almacenes porque puedes morir de un balazo o ir a para a la cárcel; tu fabricas las ricas telas y los confortables muebles y tapices que no son para tu compañera ni para tus hijos; tú haces todo lo que contribuye a que la vida se más agradable, arreglas los paquetes, construyes y pules las carreteras, compones las calles, tiendes los rieles, haces las casa para tener que pagar tú mismo por habitarlas; en fin, lo hace todo, todo sale de tus manos creadoras y, sin embargo, no ganas más que lo estrictamente necesario para que medio repongas las fuerzas perdidas para seguir creando riquezas, riquezas, riquezas y obteniendo, para ello el desprecio de los que te explotan; pues para ellos no eres otra cosa que un "plebeyo", un ser de condición inferior, perteneciente al populacho y a la canalla.

    Rebélate, indignado, hermano. Ve a tomar las armas; pero no con tus verdugos, no con tus verdugos, no con Madero, sino con tus hermanos los miembros del Partido Liberal Mexicano. Madero quiere que sigas trabajando como hasta aquí pues la revolución de él solamente beneficia a los hombres de clases encumbradas.

    Rebélate con la resolución inquebrante de tomar posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo, para el beneficio de todos. Recuerda que la tierra vino a quedar en poder de unos cuantos pro medio de la conquista, esto es, de la violencia, y por otros medios más o menos malos como el robo, el fraude, la astucia, el agio. Los que no la obtuvieron por alguno de estos medios la compraron o la recibieron por herencia, si la compraron lo hicieron con el dinero que representaba el sudor de la clase trabajadora.

    NO es un robo lo que vamos a cometer los liberales mexicanos, sino in acto de justicia, el más hermoso que ha contemplado los siglos, el más sublime de que han sido testigos las edades.

    Compañeros: empujad a vuestros compañeros a que trabajen por la felicidad de la familia. Es una vergüenza que en este siglo haya pobres y ricos, La ciencia h venido a descubrir que todos somos iguales; que todos, por lo mismo, tenemos derecho de vivir. Para conquistar este derecho debemos tomar posesión de la tierra y de la maquinaria y no trabajar más para los amos.

    (de Regeneración)

    13 de mayo de 1911

    MUERA EL ORDEN

    ¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos, todos los partidos de lo que se llama orden. El orden es para esas pobres gentes, sólo puede subsistir estando la humanidad sometida a la férula del polizonte, del soldado, del juez, del carcelero, del verdugo y del gobernante.

    Pero eso no es el orden. Yo entiendo por orden; armonía, y la armonía no puede existir mientras haya sobre la superficie del planeta seres humanos que tienen qué comer en abundancia, y seres humanos que no tienen un pedazo de pan que llevarse a la boca.

    Si todas las cosa estuvieran bien arregladas, si toda criatura humana tuviera qué comer, tuviera dónde resguardarse de la intemperie sin tener que pagar alquiler de casa, en una palabra, si todos tuvieran lo necesario para vivir con decencia y sin incertidumbre por el porvenir, entonces no habría nadie que se atreviera a decir: yo soy más que tú, ¡obedéceme!

    Entonces habría orden porque habría armonía. Nadie tendría que disputar a otro, nadie tendría envidia a nadie. Todos seríamos hermanos y saldrían sobrando el polizonte, el soldado, el juez, el carcelero, el verdugo y el gobernante. Saldrían sobrando porque conquistada la armonía entre los seres humanos por la conquista de la libertad económica el parasitismo de los funcionarios públicos no tendrían ya razón de ser.

    Los funcionarios públicos no son, como se cree, los guardianes del orden. El orden, que es la armonía, no necesita guardianes, precisamente porque es orden. Lo que si necesita guardianes es el desorden, y desorden escandaloso, vergonzoso y humillante para los que no nacimos para esclavos, es el que reina en la vida política y social de la humanidad.

    Desorden es que una clase social pese sobre otra clase social, pues no debe existir más que una sola clase; la de los productores, esto es, la de los trabajadores. La humanidad se convertirá en clase trabajadora, cuando la tierra y la maquinaria pertenezcan a todos, pues entonces todos tendrán que trabajar para comer.

    Para mantener el desorden, esto es, para mantener la desigualdad política y social, para mantener los privilegios de la clase alta y tener sometida a la clase baja, es para lo que se necesitan los gobiernos, los carceleros, los jueces, los verdugos y toda una caterva de altos y pequeños funcionarios que chupan las energía de los pueblos de la tierra. No es para proteger a la humanidad para los que existen esos funcionarios, sino para tenerla sometida, para tenerla esclavizada en beneficio de los que se han dado maña para retener hasta hoy la tierra y la maquinaria.

    ¡Ah, el orden! Así gimen en estos momentos los partidos del desorden, esto es, los partidarios del a desigualdad social y política de la especie humana.

    No; el desorden no es la esclavitud de una parte de la humanidad por otra parte de ella, sino la libertad de toda la especie humana, Al orden burgués, los mexicanos contestamos con vuestra rebeldía. Contra ese orden gritamos: ¡muera el orden! Porque es un orden que maniata la libre iniciativa del ser humano, porque es un orden del cuartel o de presidio.

    MUERA EL ORDEN

    (de Regeneración)

    3 de junio de 1911

    LA PAZ

    Muy lejos está todavía el día de la paz. El arreglo Madero- Díaz sólo ha venido a demostrar dos cosas: que Madero no es el jefe de la revolución y que el pueblo no se conforma con el cambio de tirano.

    El pueblo quiere una cosa bien definida: la abolición del hambre, y como la boleta electoral no es harina sino papel, quiere algo más substancioso: Pan.

    Eso es en cuando a las aspiraciones de los trabajadores.

    Por lo que respecta a la burguesía, se ha dividido en diferentes banderías: reyistas, maderistas, obregonistas, "científicos", figueroistas, orozquistas y así por el estilo.

    El clericalismo, por su parte, levanta la cabeza y se presenta osadamente cono Partido Católico Nacional.

    Los que esperaban que esta revolución sería una revuelta de ópera bufa que terminaría con el encubrimiento de un nuevo tirano, están ahora espantados. La anarquía reina en México, dicen esos pobres de espíritu, sin saber que la anarquía es orden basado en el apoyo mutuo.

    Lo que hay en México es estos momentos es el desbordamiento de todas las ansias, buenas y malas; las malas ansias de los caudillos de llegar al poder y oprimir a su vez; las buenas ansias de los libertarios de acabar con los privilegios para establecer la igualdad bajo las firmes bases de la emancipación económica del proletariado.

    Madero, es un simple madero flotando sin rumbo en ese mar encrespado.

    Días es un náufrago que se agarró del "madero" para no perecer ahogado en ese océano de aplastantes pasiones.

    ¡La Paz! Pobre paja en medio del torbellino revolucionario.

    El Partido Liberal Mexicano lucha sin tregua enarbolando su Bandera Roja por todas partes y sosteniendo con vigor su generoso principio: Tierra y Libertad.

    El triunfo será para los desheredados si resueltamente se adhieren al Partido Liberal Mexicano.

    (de Regeneración)

    24 de junio de 1911

    TRABAJADORES ABRID LOS OJOS

    La prensa maderita y, en general, la prensa burguesa, continúa su tarea de desprestigio del movimiento del Partido Liberal Mexicano.

    Protestamos una vez más, y no nos cansaremos de hacerlo, contra la absurda imputación de que los liberales pretendemos segregar la Baja California para entregarla a los Estados Unidos. No, mexicanos; no pretendemos hacer tal cosa. Nuestro movimiento es bastante amplio, y no se reduce a al actividad revolucionaria de Baja California. No se trata de un movimiento mezquino confiado en un rincón del país, sino de un amplio movimiento en casi todos los Estados de la República Mexicana. La prensa diaria de México, fijaos bien, habla de persecuciones a cuadrillas de bandidos de todo el país. No hay tales bandidos: son libertarios, son hombres generosos que no han depuesto sus armas ni las depondrán hasta que los trabajadores sean libres por medio de la toma de posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, para el libre uso de todo ello por todos y cada uno de los habitantes. ¿Quién se ha preocupado por los pobres? ¿Bajo la férula de que presidente ha sido feliz la clase trabajadora?

    Los gobiernos se han preocupado únicamente por el bienestar de las clases ilustradas y ricas. Para esas clases se ha habido libertad; para esas clases si ha habido bienestar. Para el pobre, lo de siempre: el cuartel, el presidio, la ley fuga, el trabajo agobiador, la miseria, el hambre y el desprecio de los que están arriba.

    Tantos siglos de servidumbre y tiranía han hecho que los liberales de hoy no confiemos en promesas de aspirantes a la presidencia… Todos los gobernantes que hemos tenido han ofrecido al pueblo la misma cosa: la libertad y la felicidad del pueblo. Torrentes de sangre ha costado al pueblo el encumbramiento de sus gobernantes, y el resultado ha sido siempre el mismo; la tiranía y la miseria.

    El remedio no es el voto, mexicanos. El remedio está en nuestras manos; conquistad la emancipación económica. Libres de patrones y de capataces, seréis libres políticamente es la libertad política es la libertad económica. Nuestros padres y todos los generosos luchadores por la libertad y la felicidad del pueblo mexicano, creyeron que la libertad política era bastante para conseguir la Libertad, la igualdad y la fraternidad; pero la experiencia nos ha demostrado que la libertad política es una mentira más o menos bella cuando se trata de los pobres. Libertad política la hubo y muy amplia bajo la administración del Grande Indio Benito Juárez, y si interrogáis a vuestros padres sobre si fueron felices entonces, os contarán que no. El problema del hambre estuvo en pie bajo la administración de Juárez como sigue estando hoy.

    Eso se explica , porque los gobernantes, por bien intencionados que sean, no pueden acabar con la miseria, es preciso que el gobernante ponga en poder del pueblo trabajador la tierra y la maquinaria de producción, y ningún gobernante puede hacer tal cosa desde el momento en que los gobiernos están instituidos precisamente para velar por los intereses de la clase capitalista.

    Es una ilusión figurarse que el gobierno es la representación del pueblo. El gobierno es la representación de la clase capitalista. El pueblo trabajador no hace otra cosa que nombrar como gobernante a quien las clases ilustradas y ricas quieren imponer. Es en los bufetes de los abogados, en las oficinas de los comerciantes y de los dueños de negociaciones de todas clases donde se encogen los hombres que han de tener por misión el gobierno del País, y de esos bufetes, de esas oficinas no pueden salir hombres pertenecientes a la clase trabajadora, sino simples burgueses cuyo interés no es otro que prolongar la agonía de los humildes, que refrenan la ansia de libertad y de justicia de los proletarios, que tener la ignorancia y en la miseria a los trabajadores, convencidos de que el hombre se envilece por la miseria y el sufrimiento, y un hombre envilecido no piensa en su redención.

    Mexicanos: se os engaña cuando se os dice que con el derecho de votar vais a ser libres Comprended de una vez que hay dos clases sociales que nada tienen en común: la de los ricos y la de los pobres. Los ricos quieren que siembre haya pobres porque gracias a la desigualdad social pueden vivir en la holganza. Los pobres, por el contrario, no quieren que haya ricos, porque sin ellos no habrá quien los explote.

    Entre estas dos clases debe existir necesariamente un estado de guerra hasta que los pobres tomen posesión de la tierra y de la maquinaria de producción, cosa que logrará por medios pacíficos, sino por medio de la violencia. Los que tienen en su poder la riqueza, no van a conseguir de que se les despoje de ella, y si esperásemos que por medio de la ley se declarase la expropiación de los bienes que detentan los ricos, sería tanto como pretender un imposible. Contra una ley semejante, se levantarían en armas todos los explotadores.

    En vista, pues, de que una reacción de la burguesía para defender sus bienes el Partido Liberal Mexicano considera que es indispensable que los desheredados hagan uso de la fuerza para obtener los bines materiales que necesitan para ser verdaderamente libres.

    Ni Madero ni ningún otro hombre podrá hacer libre a la clase trabajadora; es la clase trabajadora misma la que tiene que luchar por su libertad misma la que tiene que luchar por su libertad uniéndose resueltamente al Partido Liberal Mexicano que esta propuesto a no rendir las armas, pues por medio de ellas tendrá que arrebatar de las manos de los poderosos estos dos grandes bienes que tiene inscritos en la gloriosa Bandera Roja: Tierra y Libertad.

    (de Regeneración)

    1º. De julio de 1911

    A LOS TRABAJADORES MEXICANOS

    Compañeros:

    La prensa diaria informa de nuestras huelgas que están teniendo lugar en muchas partes de nuestro infortunado país. La misma prensa da cuenta de como sois tratados los huelguistas por parte de la nueva Dictadura Madero-De la Barra. Por esa prensa se sabe que se os está asesinando en diferentes partes del país por los llamados soldados del Ejército libertador.

    Esto os enseñará que no debéis esperar protección del gobierno. El gobierno está instituido para proteger a los ricos y para aplastar a los pobres. El gobierno no tiene corazón. No esperéis enternecer al gobierno con el cuadro de la miseria de vuestros pobres hogares. En vano mostraréis al gobierno el dolor conjunto de vuestros hijos enflaquecidos por el hambre y de vuestra leales y sufridas compañeras extenuadas por las privaciones y la desnudez. A vuestras demandas de pan, responderán las ametralladoras del gobierno y con el hierro y con el fuego se acallarán los gritos angustiados de vuestros estómagos vacíos.

    Para el proletario no hay justicia precisamente porque es pobre y la ley solo sirve para ultrajar y befar al pobre.

    Esto os enseñará, compañeros, a no pedir. Es necesario tomar. Armaos, compañeros, Armaos, hermanos de miseria y de cadena. No os declaréis más en huelga: tomad posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo. Desconoced resueltamente el derecho de propiedad que es un derecho inicuo que condena a una mayor parte de la humanidad, a la gran mayoría de la humanidad, a estar sujeta a la voluntad de los ricos.

    Declarad guerra a muerte a los ricos, tomad todo lo que ellos poseen para que, de hoy en adelante: tierra, minas, fábricas y talleres sirvan para el uso y disfrute de todos, hombres y mujeres. De este modo conquistaréis vuestra emancipación económica que es la base de todas las libertades. Los ricos son libres precisamente porque no dependen económicamente de nadie.

    Lo que se gana por medio de las huelgas es ilusorio. Suponed por un momento que por falta de solidaridad entre los mismos ricos ganaseis una huelga. Trabajéis ocho horas y vuestros salarios serán un tanto mejores; pero entonces vuestros amos tendrán más caro lo que producís y os encontraréis, sino en una condición peor, al menos igual a la que os hacia sufrir ante la huelga, y la agonía de vosotros y de la de los vuestros continuará como siempre.

    No abandonaréis el lugar de trabajo ni os crucéis de brazos tomad posesión de la mina, del taller, de la fábrica, del campo; trabajad bajo un pie de igualdad y estableced un sistema de intercambio de productos. Fúndense almacenes en que se depositen los productos de toda clase y a los cuales tengan acceso todos aquellos que hayan contribuido con su trabajo a la producción, para que tomen de ellos lo que necesiten.

    Todo esto es posible, compañeros, No se necesita más que una cosa: no reconocer a los patrones el derecho de apropiarse una parte de la producción. Si el patrón quiere comer, debe empuñar él mismo la herramienta y trabajar codo con codo con sus esclavos emancipados ya.

    Armaos, compañeros. Haced buen acopio de la dinamita y de nitroglicerina. Contra la fuerza brutal de nuestros verdugos, debemos emplear los oprimidos la fuerza bruta también. Con ruego no se obtiene otra cosa que el desprecio de los de arriba.

    Escupid el rostro de los que dicen "todavía no es tiempo"; abofetead al que se atreva a deciros: "es preciso que los trabadores se eduquen primero para que puedan gozar e tales beneficios". Esos, compañeros, son los que quieren vivir a costa de vuestro sacrificio y de vuestro infortunio. Ellos saben bien que en las condiciones en que vivís, nunca podréis educaros. Ellos saben bien que desde niño, tiene el proletario que abandonar la escuela para alquilar sus bracitos a los maldecidos capitalistas. Ellos saben bien que después del trabajo agobiador de cada día, no tenéis otro deseo que el de descansar para volver a reanudar al día siguiente la tarea de presidiario que os veis obligado a ejecutar por unos cuantos centavos. ¿Cómo podríais educarlos así?

    Y aun cuando pudierais educaros, en las escuelas oficiales se enseña al niño precisamente lo contrario de lo que debe enseñársele para que cuando hombre ya, pueda emanciparse. En las escuelas se enseña a los niños a respetar todo aquello que debe ser cordialmente odiado. En el cerebro tierno de la infancia se prenden ideas erróneas que más tarde es muy difícil hacer que desaparezcan. Se enseña al niño a considerar a su patrón como su segundo padre; se enseña al niño a odiar a los hombres de otra raza distinta a la suya; se enseña al niño a considerar al capitalista como a un hombre que se ha deslomado para amasar una fortuna; se enseña al niño a venerar un trapo de determinado color al que hay que defender, aunque no tenga un palmo de tierra de la patria; se enseña al niño a considerar al gobernante como un individuo que resume en sí el poder de todo el pueblo, cosa que es una solemne mentira, porque el gobernante no pertenece más que a la clase privilegiada, cuyos intereses defiende, intereses que, por lo demás, son diametralmente opuestos a los de la clase proletaria.

    Con una educación así, se forman esclavos, pero no hombres libres.

    Así, pues compañeros de miseria y de esclavitud, abrid los ojos. Enarbolad la Bandera Roja de los humildes de la tierra y gritad: ¡Mueran los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad!.

    Si así lo hacéis, el movimiento reivindicador del Partido Liberal Mexicano que ésta en pie, recibirá un vigoroso impulso y arrancará hasta las más profundas piedras el cimiento del odioso edificio de la sociedad vieja y prostituida, para elevar el edificio de la Sociedad Nueva de justicia y amor.

    Compañeros: Unios resueltamente al Partido Liberal Mexicano que es el de vuestra clase. Recordad que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Romped las boletas electorales y con vuestra saliva arrojadlas a la cara de Madero.

    (de Regeneración)

    29 de julio de 1911

    HACIA EL COMUNISMO

    "Nuestra conducta, siempre digna, nos permite dirigir la palabra a todos aquellos que han asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu de ánimo de la revolución triunfante".

    Estas palabras son de Juan Sarabia y las tomo de un artículo escrito por él en "El Diario del Hogar", de la ciudad de México, bajo ese título: Democracia, no Anarquía".

    Es largo el artículo, pero poco dice. Se reduce a manifestar que el pueblo mexicano es ignorante y que, por lo mismo, no entiende nuestros principios, y se tira por todo lo alto con estas palabras: ¿Qué conciencia puede tener la inmensa mayoría de un pueblo que ha vivido treinta y cinco años en la opresión y el la ignorancia, de esas altas filosofías, de esas revolucionarias doctrinas sociológicas que ni cerebros preparados y cultos pueden digerir fácilmente?.

    La mayor parte del artículo de concreta a invitarnos a que digamos a nuestros hermanos libertarios que depongan las armas y se retiren a sus hogares.

    Los liberales no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que animó la revolución que Juan llama "triunfante". Nosotros no creemos que Madero es la revolución. Tampoco creemos que los proletarios que militaros bajo las ordenes de Madero hayan empuñado el fusil con el único deseo de ganar "Sufragio efectivo y no reelección". En tal cerebro de esos proletarios alentaba la idea de cambiar de condición. Las gentes sencillas creyeron que se trataba de acabar con la miseria, que se trataba de hacer algo a favor de los humildes. Madero mismo comprendió cual era el espíritu de la revolución y, para atraerse a nuestro hermanos proletarios, les decía, por medio de sus agentes, que nosotros estábamos de acuerdo con él, y hacia promesas de dar tierra y de dignificar al trabajador.

    Nosotros no nos unimos a Madero; pero desde que se inició la insurrección, mejor dicho desde el primer número de "Regeneración", en Septiembre del año pasado, advertimos a los trabajadores que lucharan por el exclusivo beneficio de su clase y que desconfiasen de los movimientos encabezados por la clase ilustrada y rica que promete mucho a los pobres para ser ayudados por éstos, olvidándose de sus promesas cuando ven cumplidas sus ambiciones.

    Ahora se están convenciendo los trabajadores de que fueron víctimas del engaño, pues el Gobierno no puede ponerlos en posesión de la tierra y de la maquinaría de producción, y es por eso por lo que el movimiento esencialmente económico del Partido Liberal Mexicano está siendo día con día reforzado por cientos de soldados maderistas que, con armas y bagaje, se lanzan a luchar bajo la bandera roja del proletariado, sostenida por los liberales que luchan por Tierra y Libertad.

    La prensa capitalista anuncia con pavor que los maderistas, que están resistiendo a ser desarmados, se resisten porque los agentes de Madero les dijeron que luchaban por lo mismo que continúa luchando el Partido Liberal Mexicano. La misma prensa capitalista anuncia, casi a diario, que los soldados maderistas están pasando a las filas liberales. La misma prensa capitalista espantada, está acusando a Madero por haber hecho promesas, entre ellas las de la tierra, que no puede cumplir. La misma prensa capitalista da noticias diarias que la huelga general casi toda de carácter revolucionario. La toma de posesión de la tierra por los habitantes del Estado de Morelos, por los peones del campo del Estado de Yucatán, por los compañeros Yaquis del Estado de Sonora, por los indios de las márgenes de Playa Vicente, en Veracruz, etc., etc… La misma Prensa capitalista da cuenta del movimiento del Partido Liberal Mexicano en casi todo los Estado de la República, movimiento puramente económico.

    Ve, pues, Juan Sarabia, que nosotros no hemos asumido una actitud diametralmente opuesta al espíritu que ánimo y ANIMA actualmente la Revolución. Naturalmente los políticos de las clases directoras quisieron detener el movimiento revolucionario con la caída de Díaz para sentar a Madero en el Sillón Presidencial; pero los liberales que nos conformamos con eso y queremos que la lucha llegue a su fin, el fin que espanta a los convenencieros, a los cobardes, a los que se sienten con fuerza para acometer una empresa titánica, pero salvadora; la toma de posesión de la tierra, de la maquinaria de producción y de los medios de transportación para el uso y disfrute de todos y cado uno de los habitantes de México, hombres y mujeres. Este fue el espíritu de la Revolución y sigue siéndolo, por supuesto, radicalizándose cada vez más, como que cada día despiertan nuevas conciencias y el movimiento toma mejor orientación.

    Ya ve Juan Sarabia que no se necesita un pueblo de sabios ni de filósofos para que haya revolución económica. Se necesita solamente un pueblo de valientes, y valientes que están mostrando los mexicanos en su tarea de aplastar el privilegio que tienen los ricos de aprovecharse del trabajo humano, y el privilegio que se arrogan los gobernantes de declararse amos de los pueblos.

    El pueblo mexicano es ignorante en su mayoría; pero es inteligente y comprende que su salvación no está en elegir un nuevo gobernante, sino en tomar posesión de la fábrica, del taller, de la mina, del campo, del barco, del ferrocarril, de todo, en fin, par que ya no haya hambre, para que todos seamos guíales y hermanos,

    Compañeros trabajadores; continuad ingresando al Partido Liberal Mexicano. No esperéis nada bueno de los gobiernos. Haceos justicia desconociendo el derecho de propiedad individual. Que todo sea para todos. No esperéis a que este hecha la paz para que un gobierno misericordioso ponga en vuestras manos todo lo que existe. Tomad inmediata posesión de todo.

    (de Regeneración)

    29 de julio de 1991

    LOS PLEBEYOS DEBEMOS ARREGLAR LAS COSAS

    ¡Romperé la Constitución y el Plan de San Luis…!

    Estas fueros las airadas palabras que salieron de los labios del "apóstol" de la Democracia, Don Francisco I. Madero, cuando una comisión de potosinos se acercó a él pidiéndole que no apoyara la candidatura del Doctor Cepeda para la Gobernatura de San Luis Potosí.

    Asegura la comisión potosina que conforme a la Constitución no puede se Gobernador el Doctor Cepeda, porque no nació en el Estado, ni ha vivido en él por un espacio de cinco años. Por otra parte. Alega la comisión Potosina que el Plan de san Luis ofrecía el "sufragio efectivo" y que, por lo tanto, madero no debe imponer candidaturas. Cuando oyó esto el tiranuelo dijo rojo da rabia: "Cepeda debe ser Gobernador, y para seguirlo, romperé la Constitución y el Plan de San Luis".

    Maderistas de buena fe; mucho os he hablado sobre la inocencia de los pueblos que creen en las promesas de los que ambicionan encaramarse sobre sus hermanos. Madero fue ayer el defensor de la Democracia. ¿Qué es ahora que ya consiguió encaramarse sobre los hombros del pueblo? ¡un tirano!.

    La ley, lo repito un vez más, es el trapo de suelo de los gobernantes. No luchemos para encaramar a nadie sobre nuestros hombros. Luchemos por conquistar algo efectivo: la tierra y la maquinaría de producción.

    Maderistas: imitad el noble ejemplo de mucho de vuestro hermanos que han desertado de las filas del maderismo, para unirse a los liberales que luchan con entusiasmo para obtener la libertad económica al grito sublime de ¡Tierra y Libertad!

    No esperéis que un gobierno ponga en vuestras manos la tierra. El taller, la fábrica, la mina, el barco, el ferrocarril, todo lo que es necesario para la producción y distribución de la riqueza. Esto debemos tomarlo con las armas en la mano desconociendo el "derecho" que los capitalistas se otorgan a sí mismos, de retener en sus manos lo que las manos de los trabajadores han hecho. Neguemos resueltamente ese "derecho" que es inicuo; que no se derrame más sangre para encumbrar ambiciosos. Que se derrame, sí, toda la que sea necesaria, para que no haya miseria, para que todos tengan que comer, para que no haya hombres que tengan a su servicio otros hombres, para que todos seamos iguales, hermanos, libres y tan felices como humanamente se pueda serlo.

    Todo esto se seguirá si nos apartamos todos de la política y luchamos resueltamente para arrancar de las manos de los ricos todo lo que detentan para que sea d todos.

    Arriba, pues, soldados maderistas. Enarbolad la Bandera Roja poniendo en ella esta inscripción en letras blancas: Tierra y Libertad. Volved la boca de vuestro fusiles contra Madero, contra De la Barra, contra cualquiera que pretenda gobernar, y por donde quiera que vayáis, aconsejad a los peones que trabajen las haciendas por su cuenta; a los mineros decid que traigan los metales y el carbón también por su cuenta; a los obreros de las fábricas invitadlos a que hagan lo mismo y así sucesivamente. Aconsejad que formen grandes almacenes con lo que produzcan los trabajadores, para que todos los que hayan contribuido a la producción, tengan derecho a tomar lo que necesiten.

    Hombres de buena voluntad pueden levantar estadísticas de todo lo que existe en los almacenes de la burguesía para que las comunidades sepan con qué elementos se cuenta para la subsistencia de la misma mientras se ara la tierra, se siembra el grano y se recoge la primera cosecha; mientras en las fábricas, en las fundiciones, en los talleres, en las minas, se activa la producción de todo lo que sea NECESARIO. Hágase libre uso de los ferrocarriles, barcos y otros medios de transportación y distribución de los efectos elaborados, de los granos cosechados, de todo lo que necesiten otras comunidades productoras, las que harán otro tanto con lo que necesiten las primeras, estableciéndose así un intercambio de productos de las comunidades.

    Todo eso es sencillísimo, para llegar a ello no se necesita la intervención del polizonte ni del gobierno. Se necesita: buena voluntad. Dejémonos los pobres de confiar de que los "inteligentes" piensen de nosotros: pensemos con vuestra cabeza. Dejemos de romper las crismas unos con otros por elevar a la Presidencia a este o aquel individuo. Lo primero es comer, trabajar menos, habitar casas sanas que, después, habrá tiempo bastante para educarnos.

    Pero todo eso hay que obtenerlo por la fuerza. No hay que esperar nada de ningún gobierno porque estos no son otra cosa que los guardianes de la clase capitalista.

    Ya es tiempo de que la plebe arregle las cosas. Ya es tiempo de que los pobres, los eternos humillados, los eternos esclavos, nos resolvamos a hacer algo digno de la cultura del siglo. ¡Abajo los ricos! ¡Viva Tierra y Libertad! ¡Muera el hambre!.

    (de Regeneración)

    5 de agosto de 1911

    A LOS HUELGUISTAS Y

    A LOS TRABAJADORES EN GENERAL

    Las circunstancias especiales en que se encuentra el país son excepcionalmente propicias para que los trabajadores se aprovechen de ello y conquisten, de una vez para siempre, su libertad económica.

    El capital y la autoridad se desquician en la casta extensión del territorio nacional a los golpes reivindicadores del Partido Liberal Mexicano. Los negocios se suspenden; las fábricas, los talleres, las minas cierran las puertas; en las haciendas yacen inactivos los instrumentos de agricultura; el tráfico ferrocarrilero denuncia una baja considerable en las transportaciones; el pánico producido por la actividad de los liberales que luchan por la Tierra y Libertad, determina la explotación de millones de cabezas de ganado de todas las clases, de las haciendas de madero, Treviño, terrazas y otros bandoleros; la desobediencia plausible de los soldados maderistas que no rinden las armas; la división de la clase capitalista en un sin número de banderías; la ruptura de las relaciones amigables entre madero y De la Barra; el reyismo preparándose para el cuartelazo; la clerigalla asomando la cabeza y enarbolando audazmente la bandera negra del retroceso; el caciquismo flaqueando a los pueblos con la rabia del que se siente perdido y orillado a tomar resoluciones extremas; los "científicos" afilando el puñal que ha de atravesar el corazón de reyes y dado el carácter de Madero un puntapié para hacerlo llegar más pronto al fondo del sepulcro que con sus ambiciones bastardas ahondó él mismo; los rescoldos del odio entre maderistas y federales avivados por el soplo oportunismo de las ambiciones de los jefes de ambos bandos ; el ansia del poderío y de grandeza de los politicastros de todos los matices, soliviantando las pasiones de las masas con los beneficios ilusorios de la boleta electoral; las legislaturas u asambleas municipales disueltas por las fuerza, cuando no se presentan a servir a un cacique se les ofrece menos que el cacique que regatea esos rebaños de "representantes del pueblo"; los combates frecuentes entre maderistas por cuestiones de supremacías; la huelga general desconcertando por igual a amos y tiranos; el ejército de los "sin trabajo" desfilando por las calles y las plazas de las ciudades; las multitudes hambrientas y enflaquecidas comenzando a lanzar miradas hacia los palacios de la espantada burguesía; la toma por medio del saqueo de las existencias de las tiendas y de las fábricas por mujeres, niños y ancianos; los peones vengando seculares agravios con el incendio de sembrados y la muerte de los amos; todo esto es el caos, la ebullición formidable de todas las tendencias buenas y malas, de toas las ambiciones, de todos los apetitos. El crimen y la virtud, el bien y el mal, lo grande y lo pequeño. Todo contribuyendo a avivar el fuego que tendrá como consecuencia o la total desaparición de una raza si ésta es incapaz de regenerarse por medio de la lucha y se somete cobarde a sus verdugos, o su luminosa regeneración si sin cobardía continúan la lucha hasta su fin: la emancipación económica, política y social del pueblo mexicano.

    Compañeros mexicanos: en estos momentos solemnes de la historia de las luchas de la humanidad por su progreso y su perfección millones de ojos os contemplan a través de los océanos desde otros continentes; desde otras tierras, con la emoción del que opera una resolución definitiva de vida o de muerte, porque sabedlo, trabajadores mexicanos, vuestro triunfo será la aurora de un nuevo día para todos los oprimidos de la tierra, así como vuestra derrota determinará el remache de las cadenas de todos los trabajadores del mundo.

    Cientos de huelgas se registran en estos momento en todo el país de carácter más o menos revolucionario. Hasta hoy, las menores huelgas han sido las de los peones del campo del estado de Yucatán, porque los compañeros trabajadores no han asumido esa actitud inofensiva de dejar caer la herramienta y cruzarse de brazos en espera de mejores salarios y reducción de horas de trabajo. Los peones de las haciendas yucateca han tomado posesión de muchas de ellas y las están trabajando por su cuenta, desconociendo resueltamente el derecho de los ricos de tener a salario a los trabajadores. Otros actos notables de reivindicación de los derechos del os productores, han sido la toma de posesión de las tierras de los habitantes del estado de Morelos, para trabajar sin amos, pues se ha desconocido a éstos el derecho de propiedad; la toma de posesión de las tierras de los camarada yaquis y la heroica lucha de éstos contra las fuerzas de Madero que pretenden desalojarlas de sus tierras; la toma de posesión de las tierras de algunos pueblos de las costas de sotavento de Veracruz; la toma de posesión de las tierras de algunas comunidades indígenas del estado de Jalisco. En otros estados de está haciendo lo mismo por poblaciones dignas que han perdido la fe en los gobiernos y que hacen justicia por su propia mano.

    Las huelgas de carácter revolucionario se han concretado a colar fábricas con dinamita, a arrancar plantíos, a desplomar minas, peor hay que reflexionar sobre esto. Si se destruye la maquinaria, poco se ganará. Hay que tomar resueltamente posesión de las fábricas, de los talleres, de las minas, de las fundiciones, etcétera. En lugar de dejar caer las herramientas y cruzarse de brazos, en lugar de destruir el patrimonio común. Compañeros, hermanos trabajadores, seguid trabajando; pero con una condición: de no trabajar para los patrones, sino para vosotros y vuestras familiar.

    Dejad en pie la fabrica, no desploméis la mina, no arraséis, los sembrados y aprovechaos de todo. Mientras vuestros hermanos liberales se baten con los sicarios del capital y la autoridad, continuad vuestro trabajo y armaos también, para defender lo que ya es vuestro. No penséis de que los ricos tienen derecho a explotaros. Ese derecho es criminal, porque todo lo que tienen los ricos ha sido de vuestras manos o es bien natural, común a todos, como la tierra, los bosques, los ríos. Trabajad para que nada os falte durante esta tremenda lucha contra todas las opresiones. Los trabajadores del campo surtirán de víveres y de materia prima a los trabajadores de las fábricas y de los talleres y, recíprocamente, los trabajadores de las fábricas y los talleres surtirán a sus hermanos del campo de herramientas, vestidos, etcétera. Lo mismo harán los trabajadores de las minas, de las fundiciones, de las construcciones de casas, quedando establecido un intercambio de productos, para cuya distribución hay que usar libremente los ferrocarriles y todos los medios de transportación de materia prima o elaborada.

    Compañeros: La ocasión es propicia para que los trabajadores conquisten su libertad económica. La autoridad es en estos momentos una pluma a merced de todos los vientos. El capital es un trono minado hasta sus cimientos. No se necesita otra cosa para triunfar, que desconocer el derecho de la propiedad individual y dar el golpe de gracia a la autoridad.

    ¡Manos a la obra, camaradas! A tomar posesión inmediata de todo cuanto la naturaleza nos brinda y la mano y el cerebro del hombre ha creado.

    La huelga no es redentora, La huelga es una vieja arma que perdió su filo dando golpes contra la solidaridad burguesa y la ley de hierro de la oferta y la demanda. La huelga no es redentora porque reconoce el derecho de propiedad, considera que el patrón tiene derecho a quedarse con parte del producto del trabajo humano. Se gana una huelga; pero el precio de los productos aumenta y la ganancia para el trabajador es perfectamente ilusoria. Lo que antes de la huelga valía, por ejemplo, un centavo, después que ha sido ganada la huelga valdrá dos, con lo que el capital nada pierde y si pierde el trabajador.

    La abolición de la miseria se obtendrá cuando el trabajador se haga el propósito de desconocer el derecho de propiedad.

    Mexicanos: este es el momento oportuno. Tomad posesión de todo cuanto existe. No paguéis contribuciones al gobierno; no paguéis renta de las casa que ocupáis; tomad las haciendas para trabajar la tierra en común, haciendo uso de la excelente maquinaria que tienen los burgueses; quedaos con fábricas, talleres, minas, etcétera. Así acabaréis con la miseria, así os dignificaréis ante los ojos inteligentes que en estos momentos solemnes dirigen sus miradas hacia México.

    No tengáis miedo a la muerte; tened miedo a la humillación de ser esclavos, de ser apaleados, de ser vistos con desprecio por los señores barrigones que os explotan. Escupid el rostro de los que dicen que todo se puede conseguir por medios pacíficos. Escupid al rostro de los que os prometen redimiros para cuando estén en el poder. A ésos, ¡Ahorcadlos!.

    Con que, camaradas,

    ¡a la expropiación!

    (de Regeneración)

    2 de septiembre de 1911

    EL PUEBLO MEXICANO

    ES APTO PARA EL COMUNISMO

    Los habitantes del estado de Morelos, así como los del Sur de Puebla, de Michoacán, Durango, Jalisco, Yucatán y otros estados, en que vastas extensiones territoriales han sido invadidas por multitudes proletarias que se han dedicado desde luego a cultivarlas demuestran al mundo entero, con hechos, que no se necesita una sociedad de sabios para resolver el problema del hambre.

    Para llegar al resultado práctico de la toma de posesión de la tierra y de los instrumentos de trabajo en México, no se ha necesitado de "líderes ", de "amigos" de la clase trabajadora, ni ha hecho falta "decretos paternales", "leyes sabias" ni nada de eso. La acción lo ha hecho y la esta haciendo todo. México marcha hacia el comunismo más aprisa de lo que esperábamos los más exaltados revolucionarios y el gobierno y la burguesía se encuentran ahora sin saber que hacer en presencia de hechos que creían muy lejanos todavía de que se realizasen.

    No hace aún tres meses de que Juan Sarabia, en una extensa y fastidiosa carta abierta dirigida a mí y que fue publicada por casi toda la prensa burguesa de México, me decía que la clase trabajadora no entendía lo que predicábamos y que el pueblo estaba satisfecho con la conquista de la revuelta de Madero; la boleta electoral. Los hechos lo van demostrando que no somos unos ilusos los liberales y que luchamos convencidos de que nuestra acción y nuestra propaganda responden a las necesidades y al modo de pensar de la clase pobre de México.

    El pueblo mexicano odia, por instinto, a la autoridad y a la burguesía. Todo aquel que haya vivido en México se habrá cerciorado, de que no hay individuo más cordialmente odiado que el gendarme; que la palabra "gobierno" llena de inquietud a las personas sencilla; que el soldado, en todas partes admirado y aplaudido, es visto con apatía y desprecio; que toda persona que no se gana el sustento con el trabajo de sus manos es odiada.

    Esto es ya más que suficiente para una revolución social de carácter económico y antiautoritario; pero hay más. En México viven unos cuanto millones de Indios, que hasta hace veinte o veinticinco años vivían en comunidades, poseyendo en común la tierra, las aguas y los bosques. El apoyo mutuo era la regla en esas comunidades, en las que la autoridad sólo era sentida cuando el agente de la recaudación de rentas hacía su aparición periódica o cuando los rurales llegaban en busca de varones para hacer los ingresar a la fuerza al ejército.

    En estas comunidades no había jueces, ni alcaldes, ni carceleros, ni ninguna polilla de esa clase. Todos tenían derecho a la tierra, al agua para los regadíos, al bosque para la leña y a la madera para construir sus jacales. Los arados andaban de mano en mano, así como las yuntas de los bueyes. Cada familia labraba la extensión del terreno que calculaba ser suficiente para producir lo necesario, y el trabajo se escarda y de levantar las cosechas se hacía en común, reuniéndose toda la comunidad hoy, para levantar la cosecha de Pedro, mañana para levantar la de Juan y así sucesivamente. Para fabricar un jacal, ponían manos a la obra todos los miembros de la comunidad.

    Estas sencillas costumbres duraron hasta que, fuerte la autoridad por la pacificación completa del país, puedo garantizar a la burguesía la prosperidad de sus negocios. Los generales de las revueltas políticas recibieron grandes extensiones de terrenos; los hacendados ensancharon los limites de sus feudos; los más viles politicastros obtenían como baldíos terrenos inmensos, y los aventureros extranjeros obtuvieron concesiones de tierras, bosques, aguas, de todo (en fin, quedando nuestros hermanos indios sin un palmo de tierra, sin derecho a tomar del bosque ni la más pequeña rama de un árbol, en la miseria más abyecta, despojados de todo lo que era de ellos.

    En cuanto a la población mestiza, que es la que forma la mayoría de los habitantes de la república mexicana, con excepción de la que habitaban las grandes ciudades y los pueblos de alguna importancia, contaba igualmente con tierras comunales, bosques y agua libre, lo mismo que la población indígena. El mutuo apoyo era igualmente la regla; las cosas se fabricaban en común; la moneda casi no era necesaria, porque había intercambio de productos; pero se hizo la paz, la autoridad se robusteció, y los bandidos de la política y del dinero robaron descaradamente las tierras, los bosques, todo. No hace aún cuatro años, todavía podía verse en los periódicos de oposición que el norteamericano X, o el alemán Y o el español Z habían encerrado a su población entera en los límites de "su" propiedad con la ayuda de la autoridad.

    Se ve, pues, que el pueblo mexicano es apto para llegar al comunismo, porque lo ha practicado, al menos en parte, desde hace siglos, y eso explica por qué, aun cuando la mayoría es analfabeto, comprende mejor que tomar parte en farsas electorales para elevar verdugos, es preferible tomar posesión de la tierra, y la está tomando con grande escándalo de la ladrona burguesía.

    Ahora sólo resta que el obrero tome posesión de la fábrica, del taller, de la mina, de la fundición, del ferrocarril, del barco, de todo en una palabra; que no se reconozcan amos de ninguna clase y ese será el final del presente movimiento.

    ¡Adelante, camaradas!

    (de Regeneración)

    9 de septiembre de 1911

    EL GOBIERNO

    Y LA REVOLUCIÓN ECONOMICA

    Al trote andan los señores del gobierno mexicano tratando de resolver, a su manera, el problema del hambre.

    Cuando los que gobiernan consideran serias las aspiraciones de los pueblos, se apresuran a obrar de una manera que, sin comprometer los intereses de la clase rica –de los que son celosos guardianes-, calme aunque sea por un momento, el ímpetu revolucionario de las masas.

    Ya nadie niega en México que la revolución marcha a pasos agigantados hacia el comunismo. El espanto de la burguesía se refleja en su prensa. El Imparcial del 30 de agosto, en un editorial titulado "El Plan de Texcoco y la revolución es la revolución", asegura que el sentimiento que ha predominado en la revolución es el de la explotación de la tierra de las manos de los ricos, y juzga, por lo tanto, natural, que los habitantes de varios estados de la República estén tomando posesión de la tierra –palabras textuales—2sin permiso de sus dueños".

    La intensa agitación que están provocando en todo el país los grupos liberales armados; los diarios combates que éstos sostiene contra las fuerzas maderistas y federales, el clamor inquietante de todo un pueblo que no quiere otra cosa sino ¡tierra! ¡tierra! ¡tierra!, han hecho que el gobierno simule preocuparse por los pobres, y, según la prensa burguesa, está ya por resolverse el problema agrario.

    Dicen los periódico capitalistas que el gobierno va a comprar castas extensiones territoriales, las que serán fraccionadas y repartidas entre agricultores, QUE TENDRAN QUE PAGARLAS en plazos más o menos largos.

    Esto, mexicanos, es una engañifa miserable de vuestros verdugos. Tengamos bien entendido que no tratamos de comprar tierra, sino de tomarla desconociendo el derecho de propiedad.

    Lo que el gobierno llama solución del problema agrarios no es tal solución, porque de lo que se trata es de crear pequeña burguesía rural, quedando de ese modo la tierra en más manos, sin duda, de lo que está actualmente; pero no en todos y cada uno del os habitantes de México, hombre y mujeres. De lo que se trata es de que todos sean dueños de la tierra y no unos cuantos que tengan con qué pagarla.

    Por otra parte, el gobierno se daría mañas para que los agricultores pobres no pudieran hacer pagos, y entonces serían recogidas las tierras por falta de pago y los pobres quedarían tan pobres como siempre, o peor. Pero aun suponiendo que no se tuviese que pagar nado por un pedazo de tierra ¿de dónde podrían sacar elementos los pobres, tanto para cultivarlas como para sostenerse ellos y sus familias durante el tiempo que transcurre desde que se comienzan los trabajos hasta la recolección de las cosechas? ¿No tendría que pedir fiado al tendero, al agiotista, a todo el mundo, de manera que al levantar sus cosechas nada aprovecharía de ellas? Y, por el sólo hecho de no quedar abolido el derecho de la propiedad individual, ¿no quedarían los agricultores pobres a merced, como siempre, del poder absorbente del gran capital? . Los grandes propietarios rurales harán una terrible competencia que éstos no podrían resistir y se verían obligados a abandonar el pedazo de tierra que la hipocresía gubernamental hubiera puesto en sus manos en los momentos del peligro para el principio de autoridad, como es el actual.

    No os dejéis engañar, mexicanos, por lo que, temerosos de vuestras acciones revolucionarias, tratan de adormeceros con reformitas que no salvan. El gobierno ha comprendido que os rebeláis porque tenéis hambre, y trata de calmar vuestra hambre con una miga de pan.

    Entended que hay que abolir el derecho de propiedad privada de las tierras y de las industrias, para que todo: tierra, minas, fabricas, talleres, fundiciones, aguas, ferrocarriles, barcos, ganados, sean propiedad colectiva, dando muerte de este modo a la miseria, muerte al crimen, muerte a la prostitución, Todo eso hay que hacerlo por la fuerza a sangre y fuego.

    Los trabajadores por sí solos, sin amos, sin capataces, deben continuar moviendo las industrias de toda clase, y se concertarán entre sí los trabajadores de todas las industrias para organizar la producción y la distribución de las riquezas. De esa manera nadie carecerá de nada durante la presente revolución.

    (de Regeneración)

    23 de septiembre de 1911

    MANIFIESTO

    Mexicanos:

    La junta organizadora del Partido Liberal Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos ideales de emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la tierra podrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio del a propiedad privada.

    Abolid ese principio significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que componen le ambiente dentro den cual se asfixia la libre iniciativa y la libre asociación de los seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo moral o lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.

    Sin el principio de la propiedad privada no tiene razón de ser el gobierno necesario tan sólo para tener a raya a los desheredado de sus querellas o de sus rebeldías contra los detentadores del la riqueza social; ni tendrá razón de la iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas, y , para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que se alcanzan a ver…

    Capital, autoridad, clero: he ahí. La trinidad sombría que de esta bellas tierra un paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor, de la mugre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los productos, quedando de esa manera dividida la humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente opuestos: la clase capitalista y la clase trabajadora; la clase que posee la tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación de las riquezas y la clase que no cuente más que con sus brazos y su inteligencia para propiciarse el sustento.

    Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraternidad, porque la clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de uso común.

    Mexicanos: el Partido Liberal Mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de las clases trabajadoras de todos los tiempos.

    El Partido Liberal Mexicano reconoce como necesario, el trabajo para la subsistencia y, por lo tanto, todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y los niños, tienes que dedicarse a producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.

    El Partido Liberal Mexicano. Reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es un derecho incluso, porque sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño número de capitalistas.

    El Partido Liberal Mexicano reconoce que la autoridad y el clero son el sostén de la iniquidad capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la autoridad, guerra al capital, guerra al clero.

    Contra el capital, la autoridad y el clero, el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos de acción en México, donde nuestros hermano se baten como leones, disputando la victoria a los huestes de la burguesía o sea: maderista, reyistas, vazquistas, científicos y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la primera magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin consideración alguna a la masa entera de la población de México, y reconociendo, todas ellas, como sagrado, el derecho de propiedad individual.

    En estos momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la explotación; en estos momentos en que la autoridad, quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos los flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo en estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los privilegiados, masa compactas de desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que ayer era respetable; autoridad, capital y clero; abren el surcó, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de su trabajo libre.

    Estos son, mexicanos, los primeros resultados prácticos de la propaganda y de la acción de los soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito de muerte para los de arriba y de vida y de esperanza para todos los de abajo: ¡VIVA TIERRA Y LIBERTAD!.

    La tormenta se reduce día a día: maderistas, vazquistas, reyistas, científicos, delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que volvéis a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios de la clase capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja a los intereses de los ricos. ¡Arriba todos; pero para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos!

    La expropiación tiene que ser llevada acabo a sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de otros estados, según ha tenido que confesar la propia prensa burguesa de México, en que los proletarios han tomado posesión de las tierras sin esperar a que un gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes en que no hay que espera nada bueno de los gobiernos y de que "la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos".

    Estos primeros actos de expropiación han sido coronados por el más risueño de los éxito; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión de la tierra y de los implementos de agricultura; hay que tomar resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de las mismas, consiguiéndose se esta manera que las tierras, las minas, las fabricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los almacenes de todo género y las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo.

    Los habitantes de cada región en que tal acto de suprema justicia se lleva a cabo no tienen otra cosa qué hacer que ponerse de acuerdo para todos los efectos que se hallen el las tiendas, almacenes, graneros, etcétera., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde hombres y mujeres de buena voluntad pr4acticarán un minucioso inventario de todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de esa existencias, teniendo en cuenta las necesidades y en número de los habitantes que tienen que hacer uso de ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo se levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan los primeros efectos.

    Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes se entenderán entre sí fraternalmente para regular la producción; de manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.

    Todo lo que se produzca será enviado al almacén general de la comunidad del que todos tendrán derecho a tomar todo lo que necesiten según sus necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña que demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.

    Como la aspiración del ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las demás industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del grave peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren tener más que otros y que puedan a la larga poder explotar a sus semejantes; además de este grave peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el sistema de propiedad individual para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente; mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los campesinos, trabajarán menos y producirán más. Por supuesto que no ha de faltar tierra para que cada persona pueda tener una casa y un buen solar para dedicarlo a los usos que sean de su agrado. Lo mismo que se dice del trabajo en común de la tierra, puede decirse del trabajo en común de la fábrica, del taller, etcétera; pero cada quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una carga para la comunidad.

    Obrándose de la manera más apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación de organización de la producción, libre ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada región, nadie carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que terminado este movimiento con la desaparición del último burgués y de la última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser humano el pan y la libertad.

    Mexicanos: por eso es por lo que lucha el Partido Liberal Mexicano. Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!

    Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor Madero con el tirano de Díaz y pesar, también, de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos de que la libertas política no aprovecha a los pobres, sino a los cazadores de empleos, y nuestro objetivo no es alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatar todo de las manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los trabajadores.

    La actividad de las diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan la supremacía, para hacerla que triunfe, exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre por bien intencionado que sea, puede hacer algo a favor de la clase pobre cuando de encuentra en el poder; esa actividad ha producido el caos que debemos aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las circunstancias especiales en que se encuentra el país, para poner el práctica, sin pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal Mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se habrán agotado las existencia de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y otros depósitos, y como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado el país, la producción se había suspendido, el hambre sería la consecuencia de la lucha, mientras que efectuando la expropiación y la organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni después.

    Mexicanos; si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal Mexicano. Todos os ofrecen libertas política para después del triunfo; los liberales os invitamos a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin esperar a que una ley decrete tal cosa, porque las leyes no son hechas por los pobres, sino por los señores de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su casta.

    Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre las garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos el terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestros compañeros y nuestros hijos; los que llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca a nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil, para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad, que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.

    Todos los males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos sus caprichos, viviendo en la ociosidad y el vicio. Y menos mal si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo: como la producción no está arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos de dan mañas para no producir más que lo que pueden expender, y se ahí los paros periódicos de las industrias o de la restricción del número de trabajadores, que provienen también, del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventajas los brazos del proletariado.

    Para acabar con esto es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de producción y sean ellos los que regulen la producción de la riqueza atendiendo a las necesidades de ellos mismos.

    El robo, la prostitución, el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al hombre y a la mujer en condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a prostituirse, pues la mayoría de los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario no para cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de la familia, aparte de que la duración del trabajo en el presente sistema capitalista y las condiciones en que la duración del trabajo, en el presente sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes industriales, que no tiene otro origen que el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican por ella.

    Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto; colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada hacen; apelado en la calle por el polizonte por el delito de ser pobre; obligado a alquilar sus brazos en trabajos que no son de su agrado; mal retribuidos, despreciados por todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen superiores a los que nada tienen; ante la expectativa de una vejez tristísima y de una muerte animal despedido de la cuadra por inservible, inquieto ante la posibilidad de quedar sin trabajo de un así para otro; obligado a ver como enemigo aun a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos será en que se vaya a alquilarse por menos de lo que él gana, es natural que en estas circunstancias se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces para crear un nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de libertad.

    ¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de todos los apetitos sanos; pero no nos dejemos guiar por directores; que cada quién sea el amo de si mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo de la individualidad libre. ¡Muera la esclavitud! ¡Muera el hambre! ¡Viva la Tierra y Libertad!

    Mexicanos: con la mano puesta en le corazón y con nuestra conciencia tranquila os hacemos un formal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal Mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de desearse la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad política, económica y social, de millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza de toda suerte de placeres y libertades por no hacer nada.

    ¡A la lucha! A expropiar con la idea de beneficio para todos y no para unos cuantos, que esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen, como tales, de los bienes que nos brinda la naturaleza y el brazo y la inteligencia que el hombre ha creado, con la única condición de dedicarse cada quien a un trabajo verdaderamente útil.

    La libertad y el bienestar están al alcance de nuestras manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de los bines que detentan los ricos. A escoger, pues; a un nuevo gobernante, esto es un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la abolición de toda imposición religiosa, política o de cualquier otro crimen.

    ¡Tierra y Libertad!

    Dado en la ciudad de los Ángeles, Estado de California, Estados Unidos de América a los 23 días del mes de septiembre de 1911.

    -Ricardo Flores Magón

    -Librado Ribera

    -Anselmo L. Figueroa

    -Enrique Flores Magón

    (de Regeneración)

    30 de septiembre de 1911

    ¡MUERA LA AUTORIDAD!

    ¡MUERAN LOS RICOS!

    ¿Quién hizo la tierra? Los creyentes dicen Dios. Los que creemos en la vida eterna de la materia decimos: nadie la hizo.

    Pero nadie dice que la tierra fue creada por la burguesía que la retiene en su poder. En ninguna parte consta que la tierra fue creada por esos señores barrigones que dicen que es suya. ¿Con qué derecho, pues se atreve la burguesía a retener para su casta lo que, según las religiones fue hecho por Dios o, según los materialistas, no fue hecho por nadie?

    La tierra debe ser para todos, como para todos es el aire, el calor solar, el agua. Todo lo que la naturaleza nos brinda. ¿Qué haríais si de la noche a la mañana se decretase un impuesto, esto es, una renta por el aire que respiráis y el calor y la luz del sol de que os aprovecháis? Indudablemente de que tu indignación tomaría proporciones de rebelión y que os lanzarías enfurecidos contra los bandidos que tal impuesto decretasen. Y, harías eso, precisamente porque comprendéis que el aire y los demás bienes naturales, forman parte del patrimonio común a todos los seres vivientes.

    Sin embargo, cuando se trata de ese bien natural: la tierra veis casi con naturalidad de los que la poseen os cobren renta para aprovecharos de ella, cuando la tomáis en alquiler, o que se os pague a ración de hambre cuando la trabajáis para el amo.

    Tan injusto es el adueñarse de la tierra para tener en constante dependencia a los pobres, como justo sería el adueñarse del aire y de la luz, si eso pudiera hacerse.

    Por eso los liberales enarbolamos la bandera Roja y gritamos ¡Viva la Tierra y Libertad!

    ¿Quién hizo la espléndida maquinaria que admiramos, los túneles que atraviesan las montañas, los muelles donde atracan los barcos, en pocas palabras, quién hizo todo lo que contribuye a hacer agradable y bella la vida de las clases privilegiadas? Todo lo que vemos, todo lo que constituye la riqueza social, es el producto de muchas generaciones de trabajadores que han dejado sus huesos en las minas, que han dejado su sangre en los campos, que han acortado su vida en le taller, en la fábrica, en todos los lugares de explotación, en el laboratorio, en el taller de artistas, etc., dejando a cada generación laboriosa a la siguiente el desarrollo y perfección de lo que ya creado.

    Si todo lo que constituye la riqueza ha sido creado por generaciones de trabajadores, de inventores de todo género, ¿Con qué derecho se declara dueño de todo ello un reducido número de capitalistas?. Pusieron ellos si inteligencia y sus brazos para crear esa riqueza? ¡NO!

    Por eso los liberales decimos que puesto que la riqueza es el producto del esfuerzo y de la inteligencia de nuestros antepasados trabajadores presentes, todo debe ser para todos en común.

    Y como la clase privilegiada no quiere devolver a los trabajadores lo que le ha robado, y la Autoridad apoya el latrocinio de la burguesía, gritamos indignados: ¡Muera la autoridad! ¡Mueran los ricos!

    (de Regeneración)

    24 de febrero de 1912

    SIN GOBIERNO

    Hay personas que de buena fe hacen estas preguntas: ¿Cómo ha de ser posible vivir sin gobierno?, y concluye diciendo que es necesario un jefe supremo, un enjambre de funcionarios, grandes y chicos, como ministros, jueces, magistrados, legisladores, soldados, carceleros, polizontes y verdugos.

    Esas buenas personas creen que, faltando la autoridad, todos nos entregaríamos a cometer excesos, resultado de eso que el débil sería la víctima del fuerte.

    Eso podría suceder solamente es este caso: que los revolucionarios, por una debilidad digna de la guillotina, dejaran en pie la desigualdad social. LA desigualdad social es la fuente de todos los actos antisociales que la ley y la moral burguesa consideran como crímenes, siendo el robo el más común de esos crímenes. Pues bien, cuando ser humano tenga la oportunidad de trabajar la tierra o de dedicarse, sin necesidad de andar alquilando sus brazos, a cualquier trabajo útil para poder subsistir ¿Quién será aquel que haga del robo una profesión como se ve ahora? En la sociedad que anhelamos los liberales, la tierra y todos los medios de producción no serán más objeto de especulación para un determinado número de propietarios, sin que serán propiedad común del os trabajadores, con derechos todos de producir y consumir en común ¿qué necesidad habrá de robar?

    Se dirá que hay personas dadas a la holgazanería, y que éstas, en vez de trabajar, se aprovecharían del trabajo ajeno para vivir. Yo he vivido en diferentes presidios; he hablado con muchos ladrones, con cientos de ellos; casi todos ellos habían robado por necesidad. No hay trabajo constante; los salarios son mezquinos; la jornada de labor es verdaderamente agotante; el desprecio de la clase proletaria a la clase proletaria es irritante; el ejemplo que la clase capitalista da a la clase trabajadora de vivir holganza, en lujo, en la abundancia, en el vicio sin hacer nada útil, todo esto hace que algunos trabajadores, por hambre por indignación o como una protesta a su manera contra las capacidades de burguesía, la roben y se conviertan en criminales, llegando hasta el extremo de matar para tomar lo que necesitan para vivir.

    La profesión del robo no es ciertamente un a de las más fáciles. Ella requiere de una gran actividad y mayor energía que la que en muchos casos se requiere para desempeñar alguna tarea; pues, para llevar acabo el robo, el ladrón tiene que espiar a su víctima, estudiar sus costumbres, cuidarse del polizonte, trazar planos, arriesgar la vida o la libertad. En continua zozobra, sin límite en esa clase de trabajo, y es de suponerse que un hombre no se entrega a él por placer, sino empujado por la necesidad o por la cólera de verse en la miseria, cuando la clase rica para por su lado ebria de vino, de lujuria, la boca retorcida por el hipo del hartazgo, arropada en sedad y el trapos finos, envolviendo en una mirada de desprecio a la gente pobre que se sacrifica en el taller, en la fábrica, en la mina, en el surco…

    La inmensa mayoría de la población de las cárceles está compuesta de individuos que han cometido delitos contra la propiedad; robo estafa, fraude, falsificación, etc., mientras un pequeña minoría de delincuentes se encuentran prisioneros por delitos contra las personas. Abolida la propiedad privada, teniéndose todas las facultades de escoger un trabajo de su agrado, pero útil a la comunidad; humanizado el trabajo en virtud de que no se efectúa para que el patrón acumule riquezas, sino para satisfacer necesidades, devueltos a la industria los miles y miles de brazos que hoy acapara el gobierno en sus oficinas, en los cuarteles, en las prisiones mismas; puestos todos a trabajar para ganar el sustento, con la ayuda poderosa de la maquinaria de toda especie, se necesitara trabajar solamente unas dos o tres horas diarias para tener de todo en abundancia. ¿Habrá entonces quien prefiriese el robo para poder vivir? El hombre, aun el más perverso, gusta siempre de atraerse la estima de los demás, de estar bien con los demás. Eso puede observarse hoy mismo, a pesar de que el medio en que vive la humanidad embota los mejores instintos de la especie, y si esto es cierto, ¿por qué no admitir que el hombre sería mejor en el seno de una sociedad libre?

    En cuanto a los delitos contra las personas, en su mayor parte son el producto del medio malsano en que vivimos. El hombre vive en constante sobreexcitación nerviosa; la miseria, la inseguridad de ganar el pan de mañana; los atentados de la autoridad; la certidumbre de que es víctima la tiranía política y de la explotación política y de la explotación capitalista; la desesperación de ver crecer a la prole sin vestido, sin instrucción, sin porvenir; el espectáculo más edificante de la lucha de todos contra todos, que nace precisamente del derecho de propiedad privada, que faculta a los astutos y a los malvados a amansar capitales explotando a los trabajadores, toso eso, y mucho más, llena de hiel el corazón del hombre, lo hace violento, colérico y lo precipita a sacar el revólver o el puñal para agredir, a veces por cuestiones labadíes. Una sociedad en la que no exista esa brutal competencia entre los seres humanos para poder satisfacer todas las necesidades, calmaría las pasiones, suavizaría el carácter de las personas y fortalecería en ellas el instinto de sociabilidad y solidaridad, que son tan poderosos que, a pesa de la secular contienda de todos contra todos, no han muerto en el ser humano.

    No, no hay que temer una vida sin gobierno; anhelémosla con todas nuestras fuerzas de nuestro corazón, habrá naturalmente algunos individuos dotados de instintos antisociales; pero la ciencia se encargará de atenderlos, como enfermos que son, pero esas pobres personas son víctimas de atavismos, de enfermedades heredadas, de inclinaciones nacidas al calor de la injusticia y la brutalidad del medio.}

    Mexicanos: recordad cómo han vivido las poblaciones rurales de México, en las rancherías de ha practicado el comunismo; la autoridad no ha hecho falta; antes, pro el contrario, cuando se sabía que algún agente de la autoridad se acercaba huían los hombres al bosque, porque la autoridad solamente se hacía presente cuando necesitaba hombres para el cuartel o contribuciones para mantener a los parásitos del gobierno, y, sin embargo, se hacia vida tranquila en esos lugares donde no se conocían las leyes ni amenazaba el gendarme con su garrote.

    La autoridad no hace falta más que para sostener la desigualdad social.

    Mexicanos: ¡Muera la Autoridad!

    ¡VIVA Tierra y Libertad!

    (de Regeneración)

    23 de marzo de 1912

    ¡MUERA LA AUTORIDAD!

    Me explico que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha este grito salvado ¡muera la autoridad!. El burgués tiene razón, porque si desapareciera la autoridad, en el mismo sepulcro caerían los privilegios del Capital para no levantarse más. La autoridad es necesaria para perpetuar la desigualdad social, que garantiza al rico vivir en el ocio y condena al pobre al rudo trabajo y a la abyecta miseria. El burgués, pues, necesita que haya autoridad, pues de lo contrario, tendría que tomar el arado, la garlopa o el martillo para ganarse la subsistencia y la de su familia.

    Pero el pobre ¿Para qué necesita la Autoridad? La Autoridad nunca ha sido para el desheredado la madrastra huraña, castigadora y malvada, castradora de voluntades. Todavía no se que en algún país del mundo haya sido la Autoridad el escudo o el ángel guardián de los pobres, y eso es así, porque no se puede servir a dos amos al mismo tiempo: al rico y al pobre. La Autoridad fue instituida para cuidar los bienes materiales de la clase rica que se veían amenazados por los hambrientos.

    Los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza, no necesitamos más Autoridad, por el contrario, la detestamos porque ella arrebata de nuestra filas a los más vigorosos de nuestros hermanos, para amontonarlos en un cuartel y hacerlos empuñar las armas a favor de la burguesía, y en seguida nos cobra contribuciones para mantener esos soldados y todo ese enjambre de funcionarios grandes y chicos que forman lo que se llama gobierno.

    Somos nosotros, los desheredados los que no tenemos nada que nos roben, los que estamos obligados a pagar los gastos que origina el mantenimiento de la Autoridad, cuando lo justo sería que esos gastos fueran pagados por los beneficiados, que son los burgueses.

    El soldado con el arma en el brazo, el gendarme con el garrote en la mano, el rural con el sable desvainado, ¿han servido alguna vez para proteger al débil? ¿Se ha dado el caso de que el soldado, el gendarme o el rural se hayan interpuesto entre el amo y el trabajador para evitara que el primero chupase el sudor del segundo? Cuando el pobre no puede pagar la renta del sueldo o de la casa, han volado alguna vez en su auxilio el soldado, el gendarme o el rural para evitar que sea puesto de patitas en la calle o el ser expulsado de la ingrata tierra que regó con su sudor?. Y si indignados por la injusticia social que nos obliga a poner al servicio de los ricos la fuerza de nuestros músculos y la luz de nuestro cerebro, conspiramos y nos rebelamos, ¿pone la Autoridad de nuestra parte, esto es, de parte de los débiles, de las víctimas de la voracidad capitalista? No la vemos siempre con sus soldados, sus gendarmes y sus rurales repartir la muerte entre los pobres que se rebelan por un reparto más equitativo del pan?

    Me explico por que el burgués ponga el grito en el cielo cuando escucha ese grito salvador ¡Muera la Autoridad!. Pero no me explico que el pobre, el desarrapado, el trabajador se encabrite y eche espumarajos de rabia cuando se de da este amistoso consejo: no elijas autoridades; gobiérnate por ti mismo.

    Mirabeau dijo una gran verdad cuando exclamó: "de todos los animales, el más estúpido es el hombre, porque al menos los animales no eligen al carnicero que ha de degollarlos".

    Y los hombres hasta nos matamos a favor de quien ha de pasarnos a cuchillo cuando este en le poder. ¡Así somos de estúpidos!

    Damos nuestra libertad, demos nuestra tranquilidad, demos nuestra sangre, pero no para elegir verdugos, sino para acabar con ellos, para acabar con los burgueses, para fundar la sociedad libre de todos para uno y uno para todos.

    No elevemos al poder ni a Vázquez Gómez ni a nadie. Seamos tan dignos como los animales que no eligen al carnicero que ha de degollarlos. Tomemos la tierra, la maquinaria de producción, las casas y las provisiones; concertémonos fraternalmente para la producción y el consumo en común y levantemos la frente, mexicanos, orgullosos de haber sabido resolver el problema social.

    (de Regeneración)

    20 de junio de 1912

    LA REVOLUCIÓN SOCIAL

    Digan lo que quieran los enemigos de la Revolución Mexicana, ésta es de carácter marcadamente económico. Desde un principio afirmamos que el proletariado mexicano no se había levantado en armas por el simple gusto de tener un nuevo verdugo. Desde un principio dijimos que el pueblo mexicano de había levantado en armas porque tenía hambre de pan y de justicia.

    Los hechos, no las palabras, han venido demostrando que estábamos en lo justo y, todavía más, que hemos obrado como verdaderos revolucionarios procurando que el gran movimiento tome una orientación decidida hacia el comunismo. Ese es nuestro deber de revolucionarios sinceros.

    Algunos sociólogos de estrato han criticado el movimiento mexicano porque no comenzó siendo netamente comunista desde el principio. Pretendían esos señores, entre los que descuellan Luigi Gallean y Juan Grave, que la Revolución Social fuera obra de un día, de una semana o de unos cuantos meses, sin recordar que el maestro Pedro Kropotkin, dijo en una carta fechada en Londres el 16 de noviembre de 1909, las siguientes sabias palabras: "Toda revolución se inicia tímidamente con hechos de importancia infinitamente pequeña; pero toda la revolución asciende a medida que se prolonga, si ella dura dos, tres , cuatro años; si los revolucionarios son bastante inteligentes para no permitir la consolidación de un gobierno fuerte, esa revolución ascenderá hasta el comunismo. Y si no se comienza la revolución con alguna cosa, aunque sea bastante alejada del comunismo, no se logrará nunca nada, como en Rusia".

    Nuestra obra de agitación por medio de la idea, y la agitación por nuestros bravos compañeros que sostienen la Bandera Roja en los campos mexicanos, están dando sus frutos; la prolongación del movimiento, para que no vuelva haber un gobierno estable en México, pues desde el principio hemos creído como nuestro viejo camarada Kropotkin, que mientras mayor duración tenga un movimiento revolucionario, más se radicalizan las tendencias; más amplias son las aspiraciones populares y más fácil es llegar al comunismo.

    Otro de los frutos de nuestra incesante propaganda, es la expropiación de la tierra y de la maquinaria de producción. Desde hace muchos números REGENERACIÓN ha venido dando cuenta de los actos de expropiación de la tierra llevados a cabo por multitudes de proletarios que se han puesto a trabajar con el fusil terciado. Los lectores de REGENERACIÓN habrán visto que, cuando los proletarios no pueden sostener la expropiación de la tierra, por falta de armas, arrasan las haciendas y los poblados para que, si ellos tienen que sufrir, que sufran también los verdugos. Habrán visto también los múltiples casos de sabotaje, de huelga revolucionaria, de conciencia de clase de los proletarios mexicanos.

    La prensa de todos los colores admite que no se trata de una revolución política, sino de un movimiento político, sino de un movimiento económico, de una guerra de clases que si los libertarios la fomentamos, terminará con el comunismo. Y hemos visto, igualmente que, por instinto, por herencia, el pueblo mexicano, pueblo no corrompido con los hábitos de ahorro, pueblo sencillo, es apto para el comunismo, comunismo que, en parte, ha practicado por miles de años. Además, sabido es que el pueblo mexicano, odia cordialmente a la Autoridad y al Capital, a pesar de las prédicas del clero embaucador.

    "EL imparcial" del 22 de marzo, al hablar del movimiento revolucionario del Estado de Oaxaca dice: "Las principales plantas despepitadoras de algodón de Jamiltepec, han sido destruidas por los revolucionarios, para salvarse de los rebeldes del rumbo, algunas personas permanecieron en los bosques de playa, escondidas varios días, alimentándose sólo de cocos y de tortugas, los pueblos que rodean la finca de San José Ejutla desean repartirse sus terrenos y al efecto se disponen a atacarla".

    El mismo periódico, dice el 29 de marzo al hablar del movimiento revolucionario del el distrito de Tlapa, Estado de Guerrero: "LA finca de Jicayán, propiedad del señor Daniel Pérez Ruiz, fue vaciada por completo, los indígenas se repartieron los terrenos y los revolucionarios se llevaron veinte mular y diez caballos e incendiaron los campos de caña".

    El mismo periódico del cinco de este mes, en un telegrama que le remite su corresponsal en Oaxaca, revela la gravedad de la situación en aquel importante y riquísimo Estado. Dice así: "A consecuencia de las pérdidas socialistas de ciertos agitadores, los indígenas de algunos punto del estado, están cometiendo atentados, varios con motivos de la cuestión agraria, han cortado las cosechas de varias fincas ajenas, han suprimido el agua de regadío y han efectuado otros excesos".

    El mismo periódico dice el 7 de abril: "Siguiendo los consejos del os zapatistas que estuvieron en Tepeaca, Estado de Puebla, algunos indígenas se han posesionado del terreno de la hacienda de San Miguel, la Pila propiedad del señor Luis Pacheco, y situada por aquel rumbo".

    Estos datos unidos a todos los que han sido presentados en las columnas de REGENERACIÓN desde hace muchos meses, demuestran que el movimiento es económico y que no necesita más que buena voluntada, firmeza y lealtad a la causa del proletariado, para que al fin veamos ondear triunfadora la bandera del os pobres, la gloriosa Bandera Roja de los libertarios mexicanos.

    (de Regeneración)

     

    HUMBERTO ESCOBEDO CETINA

    (recopilador)