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El arte de ser gobernados y recetas contra los malos gobiernos

Enviado por ruanowilly


    1. El arte de ser gobernados
    2. La culpa ¿De quién es?
    3. ¿Qué dicen los reglamentos que nos rigen?
    4. ¿Recetas contra los malos gobiernos y contra los aprovechadotes presidentes?
    5. Reconsiderar nuestro destino y el de las nuevas generaciones
    6. Transformar y revolucionar las bases sociales proyectémonos para mañana, para el año entrante y para el próximo siglo
    7. ¿Qué tipo de organizaciones, instituciones y asociaciones necesitamos para ese promisorio futuro?
    8. ¡Muy bien!, ¿Y ahora, en estos precisos momentos, qué debemos hacer?

    EL ARTE DE SER GOBERNADOS

    Claro que para que exista un Presidente, y su Gobierno, debe existir una población a la que se conduzca y se gobierne; y, por supuesto, que vote por los candidatos.

    Gobernar es ofrecer las mejores cualidades y acciones, tanto políticas y sociales, como en administración, de y en las instituciones del Estado, así como representar los intereses, sueños, anhelos y las grandes ilusiones de superación, desarrollo y progreso de las personas, en lo individual, como de los grupos familiares y comunitarios; y sin olvidarnos que gobernar tiene mucho que ver con la tarea de dirigir, guiar y conducir a todo el país, de manera integral, hacia la superación, desbaratando todo aquello que se oponga a la justicia, a la paz, a la seguridad y al desarrollo integral de la nación completa.

    ¿Tenemos eso o algo que se le parezca en nuestra Latinoamérica? ¿Habremos tenido, aunque sea de refilón, parte de eso?.

    Como es fácil de ver, podemos gritar a los cuatro vientos que no.

    Las exclusiones y las discriminaciones no son tareas propias de un gobernante y, por supuesto, son rechazadas por la población que ve minados sus derechos y su relación fraternal entre sí.

    Todos los habitantes esperamos que un nuevo Presidente, cada vez que elegimos a uno, tenga la sabiduría de nombrar y designar en los puestos importantes del Gobierno a los mejores hombres y mujeres para que, junto a él, en una unidad de equipo, puedan llevarnos los grandes beneficios sociales, políticos y culturales que hemos demandado por siglos y que otros, los anteriores presidentes y sus equipos de gobierno no pudieron, no quisieron o se les olvidó que nuestra patria está compuesta por seres humanos en abandono, olvido y en el desprecio por nuestra calidad de vida.

    ¿Será posible detener este círculo vicioso que nos ha venido acompañando por los siglos de los siglos?.

    Ya es justo que alguien detenga la vaina esa tan desagradable del decir popular, cada vez que asume un nuevo Presidente, ojalá que este no sea tan malo como él o los anteriores.

    Y resulta que sale peor el condenado.

    Qué desgracia por Dios Santo que cada vez contamos con más pícaros, corruptos y cínicos políticos que asumen el Gobierno.

    O que ya no digamos, en las elecciones presidenciales, que tenemos que votar por el menos peor de los candidatos.

    ¿Tan difícil les resulta ser honrados, dignos y comprensivos a los que ganan una elección presidencial?.

    Bueno, no hay mal que dure cien años ni enfermo que los aguante, pero desgraciadamente para muchísimos latinoamericanos, que lamentablemente son los más sufridos, la población indígena de nuestro sufrido sub continente, llevan más de 500 años y, efectivamente, no hay uno sólo de ellos que haya aguantado vivo más de 60 años, que es el promedio de vida que tenemos, pero sí, como concepto de nación y de población ya llevamos muchísimos años con este mal a cuestas y no hay modo.

    Ya es justo que las cosas cambien.

    ………¡AUXILIO!…….

    LA CULPA ¿DE QUIÉN ES?

    Es como una paradoja, o mejor dicho como un mal chiste, el título de este capítulo, pues llamar pomposamente "el arte de ser Gobernados" a la cruda y amarga realidad de estar reducidos, nosotros la población civil, a ser objeto y no sujetos de gobierno, ya es mucha gana de joder.

    ¿No lo creen ustedes así?.

    Si tan solo se hiciera caso, palabra por palabra y letra por letra, del mandato constitucional que obliga al Presidente y a su Equipo de Gobierno a hacer por nosotros, otra cosa fuera nuestro país y en otra situación estaríamos cada uno de los habitantes de este rico y potencial territorio latinoamericano.

    Pero la desgracia para nuestros pueblos ha sido haber tenido cada presidente en el Gobierno que, simple y llanamente, no han servido para ni… ya usted sabe a lo que me refiero.

    Y no por simpleza literaria o por encajar una serie de bonitas frases en este manual lo digo.

    No.

    Si compramos un litro de leche en la tienda para llevar a la casa y a nuestra familia, un poco de nutrición, y si al abrirlo, luego de haberlo pagado –por supuesto que si no lo hacemos no nos lo dan- resulta que está pasada la leche o ya está agria y es inconveniente darla a nuestros hijos, lo que hacemos es ir rápido a la tienda a devolverla y que nos den otro litro o nuestro dinero.

    O bien si no queremos problemas optamos por tirarla a la basura.

    ¿A quién podemos acudir para reclamar por estos malos, maletas, sobre todo pícaros, corruptos y hasta perversos presidentes que hemos tenido en cada uno de nuestros países en Latinoamérica?.

    ¿Quién diablos nos va a devolver esos miles de millones de dólares que se dilapidaron por gusto en cosas que nada tuvieron que ver con nuestro desarrollo, con la justicia, con la seguridad o con la protección a nuestras vidas, bienes, derechos y sueños de superación?.

    ¿Y los millones de dólaritos que se levantaron como vulgares ladrones los funcionarios públicos de esos Gobiernos?.

    ¡A quién!…..

    Por supuesto que a nadie.

    Nos queda sólo rezar para que el próximo no sea igual o peor que los anteriores.

    ¡Qué lindo!.

    Porque si tal y como vimos con el ejemplo de la leche quisiéramos tirar a la basura lo que no sirve, e intentáramos botar al Presidente que no sirve, nos llevaría la tiznada pues nos acusan de subversivos, de propiciar la anarquía y el desorden, y nos meten a la cárcel por querer romper el orden constitucional que, para el mal gusto, protege durante cuatro, cinco o seis años (depende el período Presidencial) a los ineptos, a los ladrones y a los alagartados en el poder público.

    ¿Quién podrá defendernos?.

    No se preocupe que hay miles de iluminados dispuestos a hacerlo.

    Y surgen entonces los nuevos Mesías, los salvadores y los que están dispuestos a sacrificarse por su pueblo ante los desmanes de los gobernantes, pero que simple y llanamente, con los ejemplos de lo sucedido en Perú con Alan García y Fujimori, Ecuador con Bucarám y Lucio, en Guatemala Serrano Elías y Portillo; los Sandinistas y Daniel Ortega en Nicaragua, López Portillo o Salinas de Gortari en México, Chávez en Venezuela y etc., etc., etc., nos arrastran de lo peor a lo más infame y execrable.

    ¡Bonita solución la que nos dan los iluminados y los que se sienten tocados por el dedo mismo de Dios Padre!.

    En cada una de las elecciones, de las que recientemente hemos tenido en nuestros países, han aparecido, como brotados por magia, cuatro, siete y hasta diez candidatos que están convencidos de ser ellos la salvación nacional.

    ¿Nombres?… ¡por favor!.

    Para qué.

    Simple y llanamente recuerde que tuvimos y hemos tenido de todo, militares, guerrilleros, golpistas, licenciados, pastores, curas, campesinos, indígenas, cooperativistas, profesores, ladinos, chaparros, gordos, flacos, rubios, morenos, y en fin una gran variedad de entes zoopolíticos de nuestra fauna latinoamericana.

    Y eso es verdad.

    Ni las hienas o chacales se comportan como nuestros folclóricos iluminados y tocados por Dios nuestro Señor –o que se creen tocados, que no es lo mismo pero si lo peor-, como lo hacen los nuevos salvadores y mesiánicos paisanos dispuestos a sacrificarse por sacarnos de las fauces feroces de los políticos tradicionales, pero incapaces de contar con los mínimos perfiles en formación, educación o experiencia en asuntos cívicos, políticos y con la sensibilidad social que impide llegar a robar, a abusar y a saquear las arcas nacionales.

    Los políticos somos simples servidores de las comunidades y los intérpretes de la realidad que padecen y sufren los habitantes.

    Y existimos con la única finalidad de buscar resolver los problemas, inconvenientes y sufrimientos comunitarios, no los personales ni los de los cuates, compadres, amigos, amiguetes o novias y queridas.

    Pero debido a que de todo hay en la viña del Señor, algunos de los pícaros que pululan y se hacen pasar como políticos, con sus actos y comportamientos, hoy la sociedad, casi por completo, los tenemos clasificados de ladrones, sinvergüenzas, pícaros, largos, abusadores, pervertidos, alimañas y cualquier otra cosa que a usted se le pueda ocurrir.

    En una palabra estamos entre las llamas y las brazas.

    O entre la espada y la pared.

    Pero la verdadera culpa es de todos nosotros que no hemos podido hacer que surja del seno de nuestras poblaciones una serie de personas, de ambos géneros, que nos representen digna y moralmente; que se hayan preparado ellos mismos, sus acompañantes y correligionarios y que se formen, de manera institucional, grupos cívicos y políticos, verdaderas estructuras partidarias y canales democráticos para permitir la organización, participación y delegación de la representatividad.

    Es decir que no hemos cumplido con la tarea de fiscalizar a nuestros líderes o posibles líderes.

    No sé de donde me vino la siguiente frase, pero la voy a hacer mía y compartirla con ustedes para reflexionar al respecto y ver que diantres hacemos de ahora en adelante: pueblo que no se organiza, participa y delega su representación, sin descuidar, ni por un instante, la fiscalización y el control de sus autoridades, ni se desarrolla ni avanza cívica y políticamente, y condena a su gente al atraso y al subdesarrollo.

    Y esa es nuestra amarga, cruda y viva realidad.

    Ninguno de nosotros hemos hecho lo correcto y por eso es que dicen que cada pueblo tiene el Gobierno y los gobernantes que se merece.

    ¿Es acaso nuestra respectiva patria, nuestro amado país, la excepción?.

    No.

    ¡Qué va!.

    …Que triste…

    Ya es hora de hacer algo.

    ¿No creen?.

    Para empezar a salir de estas condiciones de vileza en la que nos tienen los políticos que se sacrifican por su pueblo o de los improvisados salvadores e iluminados que surgen como consecuencia de ello, o aún aquellos ex militares que ofrecen mano dura y férrea contra las cosas que están de cabeza, o contra la anarquía, la inseguridad, el desempleo o la criminalidad, es indispensable que fortalezcamos nuestros partidos políticos y hacer de ellos verdaderas instituciones de derecho público, como lo dice la Ley Electoral y de Partidos Políticos de nuestros países.

    O bien, ser verdaderamente revolucionarios y permitir que, aunque no estemos en un partido político, cualquier paisano pueda inscribirse o inscribir a cualquiera, incluyéndose a él mismo o a ella misma, así como que, cualquier grupo, gremio, club, asociación, ong, entidad o cooperativa lo pueda hacer.

    ¿Acaso no tenemos garantizado el derecho a la igualdad?

    ¡Acaso no somos todos, parejos, iguales ante la ley!.

    Si los partidos políticos tienen el derecho de inscribir candidatos, cualquier ciudadano, persona humana o persona jurídica, también lo debe poder hacer; si no la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Convención Americana Sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, no sirven para un carajo.

    ¿No lo cree así usted?…

    Claro que antes es indispensable hacer alguno que otro cambio.

    Y para empezar hay que meterle mano, inmediatamente a:

    1. La Constitución.
    2. La Ley Electoral y de Partidos Políticos.
    3. La Ley que regula al Poder Ejecutivo.
    4. Y algunas otras más.

    Lo que sí es indispensable realizar antes de meterle mano a la Constitución, por medio de una Asamblea Nacional Constituyente, es que el Congreso de la República apruebe, de urgencia nacional, un artículo transitorio en la Ley Electoral respectiva, estableciendo que, para la elección de los diputados constituyentes próximos a ser electos, no es necesario que los inscriban exclusivamente los partidos políticos; puesto que así, con el mismo derecho de poder cualquier persona humana y/o jurídica inscribir candidatos, se conseguiría la garantía de contar con la verdadera expresión de nuestros pueblos en la libre escogencia de candidatos de arraigo popular y de extracto comunitario que interpretarán muchísimo mejor el sentir, los deseos y sueños de sus paisanos, sin estar supeditados a los intereses sectarios propios de los partidos políticos, de sus dirigentes, y de los financistas que, con su dinerito, compran simplemente la conciencia de quienes reciben el dinero para sus campañas.

    Por supuesto, y doy por sentado esto, que es indispensable, a la par de meterle mano a los anteriores puntos, que nosotros mismos nos propongamos participar en la vida nacional, preparándonos para ello y ser entes para fiscalizar, vigilar y cuidar nuestra Constitución y su cumplimiento completo desde nuestras comunidades, municipios, departamentos o provincias y regiones nacionales y estados; además de brincar, patalear y hacer bulla ante los abusos, falta de acción, exceso de acciones o larguezas de funcionarios y gobernantes.

    Sólo así, entonces, nosotros, la sociedad, podremos garantizarnos, a nosotros mismos, la democracia, la superación y el despegue productivo, social, económico, político y humano, que nos merecemos.

    El dilema es que para nuestra desgracia son los mismos, los políticos tradicionales o los iluminados, los que llegan al Congreso como diputados o, en el caso de una Asamblea Constituyente, como constituyentes, los únicos que pueden cambiar las estructuras de nuestro país.

    Lo que hay que hacer, entonces, es escoger un partido político, inscribirnos en él, fortalecerlo, luchar por hacerlo democrático y participar en igualdad de condiciones para alcanzar un puesto de elección popular y salir electos para que conscientemente vayamos propiciando los cambios indispensables en nuestro Sistema y en el nuevo Pacto Social que nos tienen que sacar de este atraso, de la miseria, pobreza y, como ya lo dijimos, del subdesarrollo como único problema nacional que tenemos los pueblos de nuestra América Latina, de África y del Asia.

    O bien exigir que se cumplan la igualdad ante la ley y que si los partidos políticos tienen el derecho de inscribir candidatos a puestos de elección popular, también, así mismo, cualquier persona humana o jurídica, por la garantía de ser iguales ante la ley y a que la ley nos protege de igual manera, podamos inscribir libremente a cualquier persona que consideremos apto para representar nuestros intereses comunitarios y nacionales.

    Solamente con el cambio de las estructuras actuales ya obsoletas, con las que contamos en nuestro Sistema, será posible pensar en caminar para adelante en asuntos sociales y políticos.

    Hacer otra cosa y soñar con una persona, un nuevo líder o cacique que nos saque del aprieto y pensar en otras opciones, no es más que perder o continuar perdiendo nuestro tiempo, esfuerzos, dinero y sentimientos.

    ¿Cómo nos han tenido los nuevos líderes, los Mesías políticos y los iluminados (convencidos por su propia tontera de serlo)?… ¡en la pura miseria y desamparados!.

    Ya estuvo bueno de tanta farsa.

    Nos corresponde a esta generación, que es la nuestra, hacer los cambios necesarios, pero de manera científica, lógica y, sobre todo, basada en la ley y en los derechos humanos que nos dan potestad las declaraciones y convenciones sobre derechos universales y humanos, donde no hay nada de sobrenatural o esperando por un enviado o iluminado, y dejar sentadas las bases para que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, las nuevas generaciones que ni siquiera han nacido, puedan vivir en la patria que tuvimos que haber heredado de nuestros padres y ancestros, los que, por negligencia, cobardía o simple indiferencia, que es lo mismo, nada hicieron por nosotros.

    Si nuestros padres, abuelos y de ellos para atrás, hubiesen hecho lo correcto y tomado las riendas de nuestro respectivo país, hoy estaríamos a la altura de otros países desarrollados y respetuosos de los derechos individuales de sus habitantes.

    Pero o se hicieron los locos o simplemente se acomodaron con los poderosos de turno e impidieron la evolución natural de cada uno de nuestros países en Latinoamérica.

    Y ambas cosas nos hacen sufrir lo que padecemos.

    Si hubiesen hecho lo correcto no estaríamos como estamos: miserables, pobres, atrasados, muertos en vida y sin muchas esperanzas por salir de la crisis que ya dura cientos de años.

    Claro que ya nada ganamos con lamentarnos o con buscar culpables, pero es necesario que entendamos, o que nuestros hijos entiendan, si nada hacemos o logramos hacer nosotros en este momento preciso de la historia nacional de nuestros países respectivos, que es correcto poner en perspectiva los hechos y sucesos que impiden o detuvieron el progreso social de nuestra patria para evitar seguir en el mismo juego inhumano.

    Magnífico que saquemos a relucir nuestro pasado reciente, la guerra, el enfrentamiento armada y la intolerancia hacia nuestros hermanos, principalmente hacia los indígenas y los grupos tradicionalmente excluidos, para que entendamos, de una buena vez, que es necesario ponerle un alto a todo esto y que salgamos rápido de las iniquidades y abusos para situarnos en la senda democrática de buscar el bien común.

    ¿QUÉ DICEN LOS REGLAMENTOS QUE NOS RIGEN?

    Nuestra respectiva Constitución representa la Ley de Leyes, es decir que está por encima de cualquier ley, reglamento o disposición que se emita o establezca.

    Y nada puede estar en contra o limitando la Constitución Política que nos rige actualmente en nuestro respectivo país.

    En este sentido es bueno que veamos unos artículos constitucionales y reflexionemos al respecto para empezar a comprender en qué clase de cuerda floja estamos viviendo o sobreviviendo.

    Si tenemos un ordenamiento que se supone nos permite vivir o convivir en paz, en orden y con respeto hacia los demás habitantes, también que nos obliga a cumplir, por parte de los gobernantes, con instrucciones precisas y claras hacia los gobernados, o sea hacia la población civil, es imperativo que se le den cumplimiento a los mandatos de nuestra Ley de Leyes y que dejemos de seguir haciéndonos los locos o como que no es con nosotros las cosas, para apegarnos a la letra, al sentimiento y al espíritu constitucional en el que vivimos.

    La parte que trata de la persona humana, fines y deberes del Estado, de entrada nos pone una realidad tan bella y sublime para los habitantes que, de verdad, es digna de haberse cumplido desde el primer instante en que fue promulgada nuestra Carta Magna.

    Han pasado varios años, los suficientes como para haber hecho un movimiento en pro de su cumplimiento y de haber castigado severamente a los infractores, a los que no cumplieron con las normas y con los que nos estafaron las conciencias y la vida, pues nos tienen reducidos a la miseria, cuando la Constitución ordena el bienestar y el desarrollo integral; nos tienen llorando a nuestros hijos y familiares asesinados, secuestrados, violados o criminalmente tratados, cuando ellos, los presidentes y funcionarios estaban y están obligados a proteger, resguardar y a garantizar nuestras vidas, bienes y derechos.

    ¿Es justo que continuemos como si nada, como si la cosa no fuera con nosotros?.

    Yo, en lo personal, no lo voy a seguir permitiendo.

    ¿Y usted papá… y usted mamá? ¿Están dispuestos a hacer algo?.

    Pero bueno, es momento de leer y entender algunos artículos constitucionales, para que nos llenemos de ira, de tristeza o de cualquier sentimiento que ustedes quieran, la cosa es que nos mueva las fibras de nuestro ser para darnos cuenta que está en cada uno de nosotros el cambio y la exigencia de los cambios.

    El Estado se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común.

    Para nada dice ahí que el Estado va a tratar de protegernos o que hará todo lo posible para hacer realidad el bien común.

    No.

    El mandato es claro.

    Sin ninguna duda.

    E imperativo además.

    ¡Proteger a las personas y familias!.

    Pero a todas las personas y familias.

    No sólo a los ricos, a los rubios y niños blancos, ni a las novias o queridas de turno, y mucho menos a las familias poderosas, influyentes y con recursos.

    O, en la peor de las interpretaciones que nuestros listos políticos han tenido de la Constitución, y protegen a sus respectivas familias.

    El ingenio y lo listo les sobra a los presidentes y altos funcionarios que ha tenido cada país de nuestra Latinoamérica.

    Pero para su uso y abuso en lo personal.

    Y, si el fin supremo, único y específico es hacer realidad todos los días, semanas, meses y años, el bienestar, bien común y prosperidad en cada uno de los hogares de nosotros, el pueblo, ¿qué ha pasado?.

    Pero sigamos. Es deber del Estado garantizarle a los habitantes la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona.

    ¿No cree usted que es momento para llorar, patalear y hacer un berrinche de padre y señor nuestro?.

    ¿No es una burla a nuestra dignidad ver y comparar este bello mandato con la realidad nacional que nos acompaña todos los días, desde que amanecemos hasta, si tenemos suerte y no nos matan, el anochecer?.

    ¡Caramba que hay que tener horchata o refresco de naranja en las venas para no habernos dado cuenta de la irrealidad del mandato constitucional y la manera en que hemos sido sometidos a sobrevivir en nuestras comunidades!.

    De verdad la vida no vale nada en nuestro respectivo país.

    Nuestra Constitución no nos dice que uno de esos ofrecimientos o dos de ellos son los que veremos cumplidos en nosotros.

    No.

    Clara y específicamente le ordena al Presidente, y a los funcionarios que ocupan las instituciones del Estado, que nos deben garantizar, a todos por igual, nuestras vidas, libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral.

    No deja lugar a otras interpretaciones o a que en porcentajes se vaya como haciendo la lucha o cumpliendo tales órdenes claras y concisas, como nos tienen acostumbrados nuestros gobernantes de darlo todo en porcentajes para irnos, ahí sí que, baboseándonos o tratar de tontearnos de lo lindo, como ha sido tradicionalmente lo usual en nuestra democracia a la latinoamericana tropicalizada y todo.

    Garantizar algo es, no sólo obligarse a cumplir con ese algo y asegurar fehacientemente su realización, cumplimiento y afianzarlo hasta su plena obtención, sino que tiene que ir acompañado de la certificación correspondiente y, lo más importante, como complemento de la garantía, responder y estar dispuesto para deducir las responsabilidades civiles y penales por el incumplimiento.

    ¿Quién o quiénes van a responder y asumir la responsabilidad por el incumplimiento de los derechos, libertades y garantías que nos da potestad nuestra respectiva Constitución?.

    ¿Verdad que dan ganas de llorar o de salir corriendo?.

    La vida, como primera manifestación que tenemos los seres humanos al nacer, marca su importancia en nuestra Carta Magna pues, efectivamente, si el Estado está concebido para proteger a la persona y a la familia, la existencia y duración de las personas es parte integral de las garantías.

    Es ridículo que el lapso de vida en un ser humano esté supeditado a la mala decisión de un Estado incapaz de hacer cumplir, por medio de los gobernantes, la mayor duración en la expectativa de vida de cualquier persona en Latinoamérica.

    ¿Y entonces?.

    La libertad, que tiene que ver con la soltura en nuestros actos, el atrevimiento y la osadía, al igual que con la independencia, no es más que una ridícula caricatura cuando vemos la triste y decepcionante realidad que nos envuelve.

    Y la libertad constitucional, garantizada y todo lo que queramos, no ha sido más que la interpretación de los funcionarios de turno que han oprimido, limitado y esclavizado por torpeza a nuestros pueblos que, incapaz de pensar por sí mismo, salir de la opresión económica y de la sumisión, servidumbre, dependencia y sometimiento y hasta vasallaje con esa política económica a mansalva que tenemos en nuestros países, que hasta como que nos llegó a gustar estar total y fatalmente dependientes de los poderosos.

    Y hoy, para mayor desgracia y dolor, muchos están satisfechos con las migajas de "libertad" que reciben.

    La impunidad, corrupción, negligencia y la ineptitud y el desprecio son algunas de las verdaderas manifestaciones de la justicia que recibimos los latinoamericanos en cada uno de nuestros países.

    ¿Cuándo entonces podremos hablar de tener garantizada la justicia si como ejemplo simple podemos ver que las denuncias en el Ministerio Público o en las oficinas de la Policía en nuestros países respectivos, en un año, son de un promedio de un millón de hechos delictivos y criminales, y que en ese mismo período apenas unos mil o mil quinientos juicios son llevados a cabo, y para acabar de amolarnos, o de estar bien jodidos, de esos juicios, la mayoría salen con sentencias absolutorias?.

    Los robos, asaltos, violaciones, secuestros, asesinatos y la violencia en general, son el pan nuestro de cada día como para que esa palabrita que menciona la Constitución de seguridad, unida a la condición de garantizárnosla, no nos lleve a pegarnos una sonora y burlesca carcajada.

    De la paz, garantizada también en nuestra Carta Magna, mejor ni hablemos, o sólo que queramos referirnos a la paz de los sepulcros que es la única que sí tenemos garantizada obtener en el más corto plazo.

    Y del desarrollo integral de la persona, más nos vale ni referirnos al asunto pues con volver la cabeza a izquierda o derecha, de cualquier rincón nacional, solamente veremos y experimentaremos nausea, tristeza y decepción.

    ¡Qué garantía al desarrollo es esa que indica que, como Índice de Desarrollo Humano, nuestros países ocupan lugares atrasados y de los últimos en el mundo!.

    Bonito mandato constitucional, garantizado y todo, tenemos.

    Ve que bien.

    El problema es que no funciona.

    Nuestra Constitución, y la parte que corresponde a Los Derechos individuales de los habitantes de nuestro respectivo país, nos otorga prerrogativas y facultades capaces de hacer que vivamos tranquilos, seguros y confiados en que hay estructuras, instituciones y funcionarios que velan por nuestras vidas, por la libertad e igualdad y por una serie de actos propios de seres humanos con capacidad de sacar toda nuestra potencialidad, tanto la productiva, la creativa y la de fraternidad, como la social y política.

    El Derecho a la vida, establece que el Estado garantiza y protege la vida humana desde su concepción, así como la integridad y la seguridad de la persona.

    Y ya vimos que nadie respeta ni protege nuestras vidas, como para que no nos hierva la sangre nuevamente y hagamos algo lo más pronto posible.

    Por supuesto adentro de lo permisible, legal y de sentido común.

    El artículo de la Libertad e Igualdad, nos dice que: Todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y derechos. El hombre y la mujer, cualquiera que sea su estado civil, tienen iguales oportunidades y responsabilidades. Ninguna persona puede ser sometida a servidumbre ni a otra condición que menoscabe su dignidad.

    ¡Qué bonito!.

    Pero a la vez ¡qué lirismo por Dios Santo!.

    Dignidad menoscabada no es otra cosa que la disminución, el daño y el mancillamiento hacia la integridad, nobleza, honradez, decoro y honestidad, en este caso, como lo dice la Constitución, de las personas que, unido al sometimiento y a la servidumbre de miles de familias latinoamericanas, que por efectos y consecuencias del subdesarrollo vivimos, sobrevivimos y coexistimos en condiciones infrahumanas, tal y como nos califica el PNUD en lugares alejados de los del resto del mundo con respecto al Índice de Desarrollo Humano (IDH), hace que este otro artículo constitucional no sea más que una sombra y una mancha más en nuestro intento por vivir en democracia.

    Si el 85% de los latinoamericanos vivimos en la pobreza, en la extrema pobreza y en la acelerada pauperización de las clases medias, sin que ninguna política de Estado o de Gobierno detenga y reduzca esta escandalosa y terrible realidad nacional en nuestros países, no hay más que concluir que los habitantes de nuestro país estamos sometidos a servidumbre, porque estamos sujetos a las migajas, a las donaciones y a las dádivas de la comunidad internacional que es la única que hace algo por nosotros; y además, y por ello mismo, supeditados a condiciones infrahumanas que sí menoscaban nuestra dignidad.

    No tener ni para alimentar decentemente a nuestros hijos ¿no es disminución y mancillamiento a nuestra integridad humana?.

    Ver pasar los días, meses y años sin tener acceso a oportunidades de superación ni para nosotros ni para nuestros hijos o familia ¿no es perjudicial para el decoro personal de los padres de familia que tenemos la obligación de proveer a nuestros hijos y esposas de lo mínimo para vivir y desarrollarnos?.

    Salir a las calles de nuestros países a buscar los 2, 3, 6 y ojalá 8 dólares y mejor si son 10 los dólares diarios para pasar el día sin que, si los conseguimos producto del trabajo honrado y digno, nos los roben a costa de nuestras vidas, ¿no es dañino y perjudicial para nuestra decencia, honradez y dignidad?.

    Total que por donde le queramos entrar o ver las cosas de nuestra amarga realidad diaria en nuestra tan querida Latinoamérica, no experimentamos más que menoscabo a nuestra dignidad, mancillamiento, servidumbre y desigualdad a mansalva.

    ¿O no?.

    De los artículos constitucionales que consta esta parte quizá, sujeto a mejor propuesta, el artículo 44 es el que nos permite ratificar todos los derechos individuales.

    Lo triste es que muy bonita la letra y el espíritu de ellos, pero la realidad y con lo que nos enfrentamos es con lo opuesto; claro que está en nuestras manos que fortalezcamos nuestra Constitución, la democracia, la convivencia pacífica, el respeto y la fraternidad entre los guatemaltecos.

    ¿Fácil verdad?.

    Es legítima la resistencia del pueblo para la protección y defensa de los derechos y garantías consignadas en la Constitución.

    Por lo tanto, y por lo mismo, no comprendo el por qué no hayamos tenido esa resistencia legítima de los latinoamericanos a los que nos han matado hijos, hermanos, padres y cónyuges; o bien repulsa genuina por la impunidad reinante, por la incapacidad para administrar justicia y por la inseguridad constante en la que sobrevivimos los habitantes honrados e indefensos, a los que los asaltos, robos, secuestros, crímenes, violaciones y asesinatos nos tienen de rodillas.

    Y con el subdesarrollo en el que sobrevivimos no entiendo cómo no hemos salido con y en una magna protesta y resistencia pacífica de grandes dimensiones para haber exigido desde hace muchos años el cumplimiento al desarrollo integral de nuestras personas y familias.

    Y es hasta ridículo que teniendo libertad de emisión del pensamiento, tal y como nos lo otorga nuestra respectiva Constitución, y no haciendo uso de ese derecho, nosotros, la población, hayamos tenido a presidentes, gobiernos y miles de millones de dólares gastados en sus presupuestos y ninguno de ellos haya hecho caso de nuestra débil o fuerte resistencia, manifestación y clamor por que ellos, esos presidentes que nos han mal gobernado en nuestros países, hicieran realidad nuestra Constitución.

    Y estos somos nosotros, el pueblo indefenso, los que pasivamente hemos aguantado desde la posición endeble de ser simples gobernados que, los gobernantes pasados, experimentaron malamente con nuestros hijos, cónyuges y familias y nos llevaran hasta el momento actual en que nos debatimos entre la vida y la muerte.

    El arte de ser gobernados no es otro, por supuesto que en nuestro caso de y en nuestra querida América Latina, que servir de conejillo de indias de infelices seres humanos que se aprovechan particularmente de la política, del poder y del gobierno para medrar, robar, enriquecerse y abusar de los gobernados.

    ¡Qué tristeza en lo que han convertido a la política que no es otra cosa que el arte de buscar soluciones generales a los graves, medianos y pequeños problemas de una nación!.

    Hay muchos que se han quedado satisfechos con el repudio, la condenación y el rechazo público hacia los partidos políticos, los políticos y funcionarios electos o nombrados, pero que hacen poco por rescatar el espíritu democrático, la fraternidad, el servicio público, la organización, la participación y la delegación de la representatividad.

    Y eso, y no otra cosa, es lo que nos corresponde si queremos vivir y mantenernos en un sistema democrático y representativo.

    Y por supuesto que esa es la idea básica de este manual.

    Así que manos a la obra, pues nosotros, los que tenemos en nuestras manos el arte de ser gobernados somos los que constitucionalmente mandamos y tenemos el poder.

    Si no lo creemos, démosle una ojeada a otra parte de nuestra Constitución para complementar nuestra lucha a favor de la convivencia pacífica y de la alternabilidad en el poder público.

    La soberanía radica en el pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La subordinación entre los mismos es prohibida.

    ¿Y entonces?.

    No les había dicho que el poder público es nuestro, pues.

    ¡La soberanía es nuestra!.

    Es decir que el mando, dominio, autoridad, influencia y supremacía del Estado de cualquiera de nuestros países, es de los habitantes de nuestro país que, en un acto democrático, durante los procesos eleccionarios, elegimos a nuestros representantes pero condicionados a la Constitución y al basamento legal.

    O sea que siempre, aunque estén o hayan sido electos por la mayoría los gobernantes, alcaldes y diputados, siempre, repito, están en nuestras manos por medio del ordenamiento legal.

    Y aquí es donde se puso buena la cosa, pues para que los artículos constitucionales se cumplan, principalmente aquellos que ya leímos y copiamos anteriormente, y que los que temporalmente ocupan el poder público debido a una elección o a un nombramiento se sujeten a la ley, los habitantes y la sociedad civil, los que tenemos en nuestras manos la supremacía y el mando, porque somos el soberano pueblo, debemos exigir que el Estado de Derecho funcione.

    El Estado de Derecho no es otro que lo que nos dicen, ratificando una vez más de quién es la autoridad y el mando, los artículos supeditados bajo el título de Ejercicio del Poder Público.

    El poder proviene del pueblo. Su ejercicio está sujeto a las limitaciones señaladas por la Constitución y la ley.

    Bueno queridos amigos y paisanos latinoamericanos, aquí está la base fundamental de todas nuestras quejas y lamentos.

    ¿Qué esperamos para hacer que se cumpla nuestra Constitución y el ordenamiento legal?.

    Ah, por supuesto que los chicos malos han aprendido mucho más rápido que la población y ellos, los funcionarios en el poder temporal, saben cómo cubrirse y taparse con la misma cobija para mantener impunidad en sus violaciones constitucionales y de la ley la que, sin más que tener una buena palanca en el Ministerio Público, en la Corte Suprema de Justicia o sea en Tribunales, y en el Congreso de la República, se pasan por el arco del triunfo la ley, los reglamentos y la Constitución.

    Entonces ¿cómo fortalecer el Estado de Derecho si nuestros hermanos mayores –eso son de nosotros prácticamente los gobernantes- les vale madre la ley y la Carta Magna?.

    Pregunta que nos lleva al fondo de las cosas.

    Si no hacemos lo imposible por cambiar las estructuras del Estado, es decir llegar al fondo de las cosas para revertirlas, lo que estaremos fortaleciendo no es más que la impunidad, los vicios, la ineficiencia, los abusos, las violaciones, el crimen y la indiferencia por los latinoamericanos.

    Los que ejercemos el arte de ser gobernados, la población civil de nuestro respectivo país, tenemos que fiscalizar, denunciar, protestar, resistir pacíficamente y cualquier cosa creativa, ingeniosa y audaz; pero por sobre todo propiciar que las estructuras del Estado cambien y esto sólo lo lograremos organizándonos, participando y delegando la representación.

    Claro que por supuesto si no salimos del subdesarrollo poco se podrá hacer con pataleos, gritos, protestas, quema de llantas, obstrucción del tráfico, pintas, campos pagados, chistes, chismes o inmolándonos en la plaza pública.

    El subdesarrollo no es más que lo que vemos a nuestro derredor y no representa otra cosa que el yugo y consecuencias que padecemos casi toda la población.

    El atraso, la pobreza y la miseria son parte de lo mismo.

    El abuso del poder, la impunidad y el desprecio, de los funcionarios electos y nombrados, hacia nosotros el pueblo, el sufrido y violentado pueblo de Latinoamérica, tiene su raíz en el subdesarrollo.

    ¿RECETAS CONTRA LOS MALOS GOBIERNOS Y CONTRA LOS APROVECHADOTES PRESIDENTES?

    Varitas mágicas, pócimas, trucos y triquiñuelas, y hasta oraciones, misas, novenas, rezos o sacrificios, ayunos o el extremo que sería flagelarnos buscando e implorando a los Poderes Superiores para que nos socorran inmediatamente, poco podrán hacer.

    Recordemos que el Ser Supremo nos dejó dicho ayúdate que yo te ayudaré, pensando, quizá que como el ser humano –y los latinoamericanos no somos la excepción- es comodón y le gusta que todo se lo den en la boca y pelado, nos corresponde a nosotros, los seres humanos que poblamos nuestro respectivo país, dar los primeros pasos en este sentido y poner de nuestra parte para buscar los mecanismos democráticos, constitucionales y humanos para convivir pacíficamente y conseguir la realidad del bien común, llegar a tener garantizadas nuestras vidas, bienes y derechos, la seguridad, libertad, paz, justicia y el desarrollo integral.

    Por lo tanto todas las recetas para evitar los malos gobiernos están en nuestra creatividad e ingenio para no caer en la tentación de votar, nuevamente, por los estafadores de conciencias que, con su demagogia y hablar bonito, nos continúan envolviendo en sueños vanos para llegar al poder a robar, abusar y aprovecharse de todo cuanto puedan hacer en cuatro, cinco o seis años de gobierno (depende de cada país), ellos y sus compinches, compadres y amigotes.

    Propiciar el entendimiento de nuestros paisanos, y hacer que se involucren en la vida cívica y política de sus comunidades, es el primer paso; para luego hacer que fiscalicen y les cuenten las costillas a las autoridades locales, municipales, departamentales o provinciales, regionales o estatales y nacionales o federales, será nuestro segundo gran reto; y que participen como candidatos o delegando conscientemente la representación en los mejores hombres y mujeres, será la culminación de la tarea.

    Y esas sí son recetas, aunque no mágicas, que conseguirán frutos democráticos y de superación social, política y humana, y la consecuencia de ello será la disminución, aunque sea poco a poco, de ese ingrato índice de subdesarrollo que nos manejamos.

    La mayor vergüenza que debemos sentir los latinoamericanos, cada uno de nosotros, es ver a nuestros hermanos sufriendo, y muchos de ellos hasta conformes con su presente y el futuro de sus hijos de continuar en el vasallaje y esclavitud, sin hacer algo por la comunidad; y hacer algo no es otra cosa que promover, como ya lo dijimos anteriormente, la organización, participación e involucramiento en la vida cívica y política.

    Pueblo que no se organiza, participa y delega su representación, ni progresa ni se desarrolla ni alcanza a vivir en un Estado de Derecho democrático.

    Es indispensable que contemos con nuevos líderes.

    Pero el calificativo de nuevo lider también implica no contaminado de la misma porquería.

    Recordemos que el ser humano no se puede reciclar y, un político tradicional, de los largos y picaros, de los demagogos y truculentos especimenes que tenemos por manojos en nuestra zoopolítica, ya no puede, ni debe, ser electo ni seleccionado para gobernarnos o representarnos en algún cargo público.

    Por supuesto que tienen el derecho de participar, para eso vivimos en una democracia, pero nosotros el pueblo, el soberano pueblo de Latinoamérica, tenemos en nuestras manos y con nuestros votos la fórmula mágica para mandarlos a la…, ya sabe usted a donde, y que no vuelvan más nunca a proponerse como candidatos.

    Necesitamos nuevos, creativos e ingeniosos líderes cívico políticos, con visión de largo plazo, con amor a nuestro país respectivo y con sincero afán de servicio comunitario.

    ¿Tan difícil es tener y contar con estas personas para hacerlos nuestros gobernantes?.

    El prototipo del nuevo líder debe ser simplemente el de un facilitador y tener y disponer de un gran Equipo de Trabajo donde los funcionarios nombrados sean llanamente, cada uno de ellos, gestores y servidores de las comunidades.

    Que no se nos olvide.

    Gestores y servidores de las comunidades.

    Es decir que esté dispuesto él, y su equipo de funcionarios altos y medios, como mística de servicio público, a saber discernir entre lo que es particular y exclusivo y lo universal, o sea entre los verdaderos intereses nacionales generales y los intereses individuales o personales; y actuar conforme lo dicta la moral, lo humano y el espíritu constitucional consignado en artículos de nuestra Constitución Política en lo referente a los derechos humanos.

    El nuevo líder debe sacudir al Estado para botar a esa maraña y recua de funcionarios de escritorio que burocratizaron los servicios públicos y que los hicieron imposibles de ejecutarse en beneficio de la población necesitada de ellos.

    ¿Para que diantres sirven esos haraganes, vividores y amargados burócratas de pacotilla?.

    Por supuesto que no hablo de todos.

    No.

    Pero sí de una gran mayoría de ellos y ellas, simples acomodados que han llegado a adquirir un desprecio mayúsculo por la población y público usuario que paga con sus impuestos los salarios de esa tropa de ineptos e incapaces que tanto daño le han hecho al Estado y que junto a los otros funcionarios tradicionales se han defecado (por poner un término educado, pero la verdad es que se han cagado en grandes cantidades de excremento) en nuestros países.

    Usted entiende lo que han hecho con nuestro querido y sufrido país ¿verdad?.

    La transición que debemos propiciar, por medio de los nuevos líderes cívico políticos, no es otra que un gran cambio, profundo y de repercusiones nobles para nuestra población, que va encaminado hacia salir de la democracia en que vivimos dizque representativa, que ha sido mal representada, hacia una democracia más directa, pues ya es imposible que si contamos con toda una serie de elementos modernos de comunicación, teléfonos celulares, faxes, computación y la conexión que nos presta Internet y los correos electrónicos, pretendamos fundar el desarrollo en una representatividad caduca y rebasada por la representación directa de la sociedad civil en la democracia.

    Es por eso que por medio de los programas en vivo transmitidos por las emisoras de radio o por las cartas que se publican por los medios escritos los habitantes se preguntan ¿dónde están los líderes capaces de sacarnos de las crisis?.

    Lo que pasa que como no hay propuestas ni voluntad política y los beneficios no nos llegan -al contrario padecemos miles de manifestaciones producto del subdesarrollo en nuestras pauperizadas vidas-, algunos ven en el autoritarismo, en el abuso y en las masacres la única salida posible.

    Por eso decíamos anteriormente que la nueva camada de nuevos líderes debe ser de facilitadores y gestores de los servicios básicos para las comunidades, y no como los cientos de altos y medianos funcionarios que a su paso por el Gobierno, enredados en la maraña burocrática de los trámites, pleitos, utilidades personales y negocios a granel socavaron al Estado de Derecho.

    RECONSIDERAR NUESTRO DESTINO Y EL DE LAS NUEVAS GENERACIONES

    Con una nueva línea de corrientes que debemos hacer que surjan en nuestros países y que tienen que traer pensamientos creativos y novedosos, éste es el mejor momento histórico para nuestro país, pues podemos iniciar los grandes cambios que demanda nuestra normal evolución social, política y humana que repercutirá en nuestro presente mediato y mucho mejor en nuestro destino y por supuesto en el de nuestros hijos, nietos y nuevas generaciones.

    Es, sin ninguna duda al respecto, un compromiso que tenemos hoy los de nuestra generación y que no debemos dejar pasar más tiempo sin asumir esta gran responsabilidad de reconsiderarnos y reconsiderar el futuro.

    Estamos obligados a pensar de otra manera ya que continuar haciéndolo en la misma forma tradicional, tal y como ha sido el esquema de los últimos años, no representa otra cosa que seguir perdiendo tiempo, esfuerzo y dinero.

    ¿Acaso hemos obtenido beneficios nacionales con la misma línea que nos impusieron otras condiciones que no tomaron en cuenta la evolución humana y social y mucho menos su desarrollo?.

    Si seguimos en el esquema tradicional de pensamiento será imposible salir de la crisis de valores que padecemos y que no ha permitido sentar las bases para atacar las causas de nuestros males y del subdesarrollo que nos tiene sumidos en la ignorancia, pobreza, miseria y sin un futuro para nuestros hijos.

    Es más, no hacer otra cosa novedosa y creativa, y hasta drástica si se quiere, para anteponerla a lo tradicional, nos condena a ser otra generación que impidió el desarrollo integral social y humano de nuestro pueblo.

    ¿Vale la pena intentarlo por lo menos?.

    ¡Por supuesto que sí!.

    Lo que nuestros nuevos líderes políticos necesitan es un nuevo modelo que abarque la totalidad de nuestra nación tal y como es Latinoamérica, pluricultural, multilingüe y pluriétnico, para entonces hacer valer la reputación de lo que un político debe hacer por las comunidades.

    Cualquier intento para disponer de recetas contra los malos gobiernos, y evitar así tener presidentes que sólo llegan a sacarle provecho a las arcas nacionales, en contubernio con sus allegados y amigotes, es indispensable que las cultivemos y que así se lo dejemos enseñado a nuestros hijos y familia pues es la fiscalización, y mantenernos alerta, como conseguiremos frenar, de alguna manera, ese libertinaje que disponen los políticos una vez llegan al poder público.

    Y esta opción, de reconsiderar nuestro destino, así como el de las nuevas generaciones, representa un serio compromiso con nosotros mismos, con nuestros contemporáneos y con aquellos latinoamericanos que aún no nacen pero que deberíamos empezar a respetar sus derechos, puesto que cada momento que vivimos en el presente no es más que la consecuencia de lo que hicimos o dejamos de hacer en el pasado.

    Y hoy, en este preciso momento del presente, no es más que la representación del pasado si nos trasladamos cinco, diez o veinte y hasta cincuenta años en el futuro.

    ¿Realmente qué estamos haciendo o dejando de hacer hoy que provoque beneficios o limitaciones en la vida diaria de nuestros nietos o bisnietos?.

    Ante esta pregunta lapidaria es muy poco lo que podemos decir y demostrar estar haciendo que vaya a impactar favorablemente a las nuevas generaciones; y sí es mucho lo que estamos dejando de hacer o inclusive que estamos haciendo mal que tendrá consecuencias negativas y desfavorables en los próximos años.

    Si nuestros padres, abuelos y tatarabuelos se hubiesen hecho estas preguntas es posible que el subdesarrollo hace muchos años que hubiese desaparecido de nuestras comunidades.

    Y la riqueza, prosperidad, bienestar y desarrollo integral de nuestras familias fueran cosas comunes y corrientes.

    Es increíble que con pensar un momento, antes de lazar basura a la calle, en todas las consecuencias de un irreflexivo acto, como lo puede ser tirar basura indiscriminadamente, logramos detenernos y sintonizarnos con las serias consecuencias de la contaminación y el daño al medio ambiente que causamos, para que árboles y naturaleza puedan preservarse; o simplemente hayamos impedido una enfermedad infecto contagiosa que bien podrá provocar trastornos en otro ser humano o inclusive causarle la muerte a cualquier persona en un futuro mediato o inmediato.

    Si pudiéramos sintonizar bien nuestra atención, reflexionamos, analizamos y estamos totalmente conscientes del gran impacto social que provocaremos con no estar organizados, no participar directamente en nuestras comunidades, no delegar la representación en otras personas y no ejercer nuestro poder de fiscalización y de exigir el rendimiento de cuentas de funcionarios y empleados públicos, esa desidia lo que conllevará y provocará es que nuestros folclóricos zoopolíticos sigan haciendo de las suyas.

    ¡Viva la flor!.

    Ya es justo que paremos de estar haciéndonos los locos con nuestro futuro y con el de los demás que ni han nacido y ya los condenamos a padecer peores cosas que nuestros padres y ancestros provocaron en y con el nuestro.

    Los ciudadanos debemos de asumir esto como un gran reto nacional y hacer una gran cruzada para reconsiderar el destino común al que, sin más remedio, llegaremos o llegarán nuestros descendientes totalmente indefensos y poniendo el pecho ante el embate de las consecuencias que se derivarán de lo que estamos haciendo o dejemos de hacer.

    Y aquí es donde entramos los políticos, claro los políticos conscientes y consecuentes con nuestra patria y con nuestros conciudadanos de hoy y del mañana, que no vamos a permitir más atrasos, miseria y pobreza, tanto como las desigualdades y discriminaciones.

    De todas maneras hay que recordar que la evolución arrastra al ser humano que la detiene, no importa si consciente o inconscientemente hacemos las cosas para frenar o parar el perfeccionamiento social, humano, político o de cualquier otra índole, la evolución no se detiene y, como el agua, busca rendijas por donde pasar.

    El gran problema es que se deja atrás, como nos han dejado a nuestros países del tercer mundo subdesarrollados, a miles de millones de seres humanos.

    Si no, veamos y comparémonos con Suecia, Estados Unidos, Alemania o cualquier otra de esas naciones del primer mundo súper desarrolladas, con nosotros en Guatemala, Haití, Perú, Ecuador, Nicaragua, México, Bolivia, Cuba, República Dominicana, Honduras, o cualquier otro país de Latinoamérica en donde nos dejó rezagado el progreso.

    Por poner un simple ejemplo, y en nuestro Continente Americano, en Estados Unidos, que consiguió su independencia en 1,776, tienen todavía la misma Constitución que promulgaron hace más de doscientos años. Claro que tienen algunas enmiendas en la misma, pero no representa gran cosa. Y tales cambios y enmiendas han sido para ir de la mano con la evolución social, política y humana que fue demandando la sociedad.

    En cambio, y con otro muy ilustrativo ejemplo, en casi todos nuestros países nuestro país, el promedio de vida útil de nuestras Constituciones (¡sí, en plural, Constituciones!) ha sido de 15 años.

    ¡Qué barbaridad!.

    Con razón, compadre y comadre, no hemos avanzado ni un paso.

    Al contrario vamos como el cangrejo ¡para atrás!.

    Y como ya lo vimos hemos retrocedido en lo que al Índice de Desarrollo Humano se refiere.

    Así, entonces, que Dios nos agarre confesados.

    Pero como este Manual pretende abrir nuevas ideas y otras fronteras, es necesario que empecemos a reconsiderar nuestro presente, repensar en el mañana y definir exactamente cómo nos vemos dentro de cuatro, diez, veinte y cincuenta años, para entonces empezar a hacer las cosas adecuadas hoy y, provocar, en el más corto tiempo, que la evolución vaya de acuerdo con nuestras acciones en su favor.

    ¿Tan difícil será comprender estas sencillas palabras de reconsideraciones?.

    Reconsiderar, que no se nos olvide, por favor, también quiere decir recapacitar, repensar y reflexionar.

    O sea que para darle vida y fuerza a estas acciones que recomendamos realizar, deberemos de estar dispuestos, también, a tomar en cuenta muchas cosas, fijarnos en otras, cavilar en nuestras acciones, meditar profundamente en la familia, amigos, vecinos y ciudadanos en general, examinar detenidamente las actitudes, posturas y conductas, así como en aprender a calcular consecuencias y, lo más importante, sin lugar a ninguna duda al respecto, a saber valorar nuestros derechos individuales, así como la clase de vida que queremos tener, compartir y heredar.

    Y entonces estaremos listos para abrirle la puerta, de par en par, al desarrollo y al brillante porvenir de prosperidad al que todos los seres humanos tenemos derecho y estamos destinados a tener en nuestras vidas personales, familiares y comunitarias.

    ¿Para que esperar más tiempo?.

    ¡Démosle esta oportunidad a nuestros hijos y nietos!.

    No sigamos siendo ingratos e insensibles con las nuevas generaciones.

    TRANSFORMAR Y REVOLUCIONAR LAS BASES SOCIALES

    Como ya lo vimos, nuestro destino es el futuro, como humanidad; sin olvidarnos que es el futuro y el destino de nuestros hijos, de los hijos de nuestros hijos y de las nuevas generaciones, muchas de ellas no han nacido todavía y es un crimen de lesa humanidad continuar como si sólo con nosotros basta y que más allá de nosotros y de nuestra generación no hay nada más ni habrá, lo que nos debe preocupar.

    Y nadie puede llevarnos o guiarnos hasta allí con vendas en la mente, sentimientos, energía y en el psiquismo, tal y como las han tenido puestas todos, sin excepción, de aquellos en quienes nuestros padres, abuelos y tatarabuelos confiaron, o en los que en el pasado reciente, unos quince años, diez, cuatro o un año, en que ya es nuestra responsabilidad, que también dejamos en ciegos la conducción de nuestro destino.

    Este es el momento de tres cosas:

    1. Reconocer que estamos mal, tremendamente mal dirigidos.
    2. Empezar a ponerle un alto drástico y sistemático a la mala conducción nacional. Y,
    3. Enmendar las cosas transformando el sistema tradicional caduco, abusivo, demagógico y opresor, por uno incluyente, democrático, respetuoso y cumplidor.

    Sólo así esperaríamos que nos nazca la confianza y la esperanza, ambas la base popular de la superación, capaces de despertar nuestros más grandes anhelos de fraternidad y desarrollo.

    Es decir que sólo transformando, profundamente, las bases sociales de nuestra nación y sacudiendo las estructuras de los Poderes del Estado, lograríamos pensar en la posibilidad de salir poco a poco de la gravedad de crisis y problemas que nos acompañan desde tiempos inmemoriales.

    Llegar a tener el equilibrio social, humano, legal y político que nos corresponde, como nación y país independiente, debe ser nuestro único objetivo, pues eso garantizaría no sólo la superación de nuestra auto imagen, sino que nuestra auto estima, de seres humanos iguales en derechos y obligaciones, se fortalecería para desarrollar todo nuestro potencial productivo, democrático y civilizado.

    Hace rato que caducó el período en el cual el poderoso sistema que, por medio del centralismo, dominó durante casi quinientos años nuestras vidas y familias, pues con el sonoro y rotundo fracaso que vemos a nuestro derredor ya es imposible de continuar en ese peligroso y mal intencionado rumbo.

    Si ocupamos uno de los últimos lugares en el mundo, en lo que a desarrollo humano y social se refiere, eso nos indica, claramente, que nada, absolutamente nada de lo que se hizo o trató de hacer por los seres humanos en nuestro respectivo país sirvió.

    Claro y a pesar de esos miles de millones de dólares que fueron gastados por los anteriores gobiernos y presidentes que hemos tenido y por sus respectivos equipos de trabajo y gobierno, buscando, quizá, con algún grado de buena intención, la superación nacional que de todos modos no consiguieron.

    Y si vemos por la rendija que nos queda para atisbar el futuro y la clase de vida que llevaremos dentro de diez, quince, veinticinco o cincuenta años nosotros, nuestros hijos y nietos, primero nos asustamos pues sólo un terrible despeñadero hay inmediatamente bajo nuestros pies, seguido de que al dar el primer paso, por cualquier dirección que queramos darlo, continuamos hundiéndonos en el mismo abismo de la ignorancia, el olvido y el atraso, es decir de un mayor subdesarrollo; cuando deberíamos de tener un claro panorama del futuro en el que sólo el progreso, el bienestar y las garantías a nuestras vidas, bienes y derechos fueran posibles.

    ¿Es tanto pedir por un futuro adecuado y decente para vivirlo y gozarlos?.

    ¿Por qué sí en otras naciones sus habitantes tienen programado su futuro promisorio?.

    No tenemos otra respuesta más que la que de verdad contesta fehacientemente lo que nos ha ocurrido.

    Y hay que reconocer, sin miramientos ni pena por decir la verdad, que este caos social, producto del subdesarrollo, no es otra cosa que producto de latinoamericanos que tuvieron en sus manos nuestros destinos futuros, seres humanos que, en el pasado remoto ni les pasó por su mente que hoy, entrando en un nuevo milenio, nada menos que el tercero, pudiéramos sufrir las graves consecuencias de sus desatinos, falta de interés y desvergüenza cívica y política que, acompañada por la no menos vergonzosa actitud de los hijos y nietos de esos que propiciaron las cosas, que tuvieron la oportunidad de corregir el rumbo equivocado de sus ancestros, sólo se acomodaron a sacar provecho de su particular momento.

    Es decir que las bases sociales que equivocadamente dejaron sólidas nuestros antepasados son las que nos han conducido a esta miseria en la que mal vivimos los latinoamericanos en general.

    Los llamados países súper desarrollados y denominados del primer mundo tienen adentro de sus fronteras a unos habitantes de primera.

    ¿Por qué ellos sí y nosotros no?.

    Con un simple ejemplo podemos sacar a relucir lo que hace más de doscientos años hicieron los promotores de la independencia de los Estados Unidos, quienes sí visualizaron y reflexionaron sobre el futuro y las nuevas generaciones y plasmaron una Constitución lo suficientemente visionaria que les ha permitido alcanzar metas de desarrollo y prosperidad que muy bien deberíamos nosotros, acá en nuestros países tercermundistas y suprasubdesarrollados, también tener y disfrutar.

    No es posible que continuemos en este marasmo y supeditados a las migajas que nos arrojan.

    ¿Será posible que algún día, ojalá cercano, podamos privilegiar la inteligencia y al ser humano como tal?.

    Si logramos hacerlo, tenga usted por seguro que ese mismo día iniciamos la verdadera trasformación de las bases sociales caducas que nos tienen aprisionados, pues el sistema tradicional lo que ha privilegiado no es otra cosa que la impunidad, la corrupción y la demagogia, tarjetas de presentación de nuestros políticos que sin necesidad de disfrazarse de payasos, que lo son y han sido, se presentan cada cuatro, cinco o seis años como candidatos dispuestos a salvarnos de todo.

    Y nosotros, o muchos de nosotros, tonteados y estafados, una vez más, creemos en esa posibilidad y nos entregamos pasionalmente no sólo a sus campañas, sino al teatro montado al derredor de esa farsa para babosear más incautos y llevarlos como alcaldes, diputados, presidentes y luego a ocupar altos cargos, si ganan elecciones, en los equipos de gobierno.

    ¿Qué grado de culpabilidad tenemos los votantes encandilados con la demagogia y la estafa de conciencias masiva que hacen con nosotros una y mil veces los "líderes políticos" nacionales?.

    Ninguna.

    En todo caso hay que preguntarnos, también, si el jovencito de 13 o 15 años tiene algún grado de culpa si agarra la pistola de su padre y le pega uno o varios tiros a sus compañeritos o se los mete él mismo y mata o se muere.

    La culpa no la tenemos los que vivimos en las tinieblas o en la oscuridad, como bien lo sentencia Víctor Hugo en Los Miserables, sino los que no hemos disipado esas tinieblas y esa terrible oscuridad con la luz; luz de la educación, democracia, sabiduría, fraternidad, desarrollo y en fin de todo aquello que implique superación.

    La culpa la tiene ese padre de familia que de forma estúpida deja un arma al alcance de alguien que no tiene capacidad de atinar sobre las consecuencias de la manipulación de una pistola.

    La culpa la tienen aquellos que se excusan, luego de las grandes tragedias, en que estaban advertidos los votantes que ese grupo político y el candidato presidencial eran más de lo mismo, o que el portador del arma de fuego ya había advertido a sus hijos del peligro y consecuencias de disparar sobre otros.

    ¡Ya para qué excusar lo que permitieron que pasara!.

    Por eso nosotros, nuestra generación, tenemos la responsabilidad de hacer lo que aún muchos de nuestros contemporáneos, ya no digamos de nuestros ancestros, dejaron de hacer o propiciaron este caos social en el que nos tienen condenados momentáneamente.

    Si no hacemos nosotros las cosas bien, y si no transformamos y revolucionamos las bases sociales, dejamos condenados a las nuevas generaciones a seguir hundiéndose más en el fango de la miseria y del subdesarrollo.

    PROYECTÉMONOS PARA MAÑANA, PARA EL AÑO ENTRANTE Y PARA EL PRÓXIMO SIGLO.

    ¿Tan difícil será esto?.

    Si no le entramos con ganas no lo sabremos nunca.

    Los malos gobiernos, y los desgraciados y pésimos presidentes que hemos tenido, circularon en un vehículo tradicional, corrupto e incapaz de privilegiar al ser humano y, si montamos a cualquiera de nosotros en ese mismo vehículo, por muy buenos, correctos y preocupados por la población que estemos, este vehículo nos conducirá, irremediablemente, por la misma senda.

    Esto nos indica, tal y como lo planteamos anteriormente, que necesitamos, como urgencia nacional en cada uno de nuestros países en Latinoamérica completa, no se salva ninguno de nuestros países, transformar todo lo tradicional; y, ese vehículo, esas estructuras y costumbres que traemos, son las primeras cosas que debemos desechar.

    El estilo y la línea a seguir son otras.

    No es posible que amanezcamos otro día más sabiendo que mañana millones de familias no tienen ni siquiera para desayunarse, mucho menos para vestirse, estudiar, divertirse o abrirse camino para el bienestar, la superación y la felicidad.

    Esto nos indica que debemos replantearnos el mañana de otra manera diferente a como lo hemos venido haciendo.

    ¿Qué tal si empezamos con escuchar directamente de las personas, familias y comunidades, afectadas por el subdesarrollo, sus demandas, problemas y sus sueños y anhelos?.

    No olvidemos que nuestra Constitución nos asegura, a todos los habitantes, que el Estado nos garantiza la vida, la seguridad, la paz, la justicia, la libertad y el desarrollo integral.

    Claro y por supuesto que cualquier proyección que queramos hacer para los muchos mañanas que integran un año o cincuenta años, y no digamos los de un siglo, están y forman parte de un proceso; y como proceso hay una serie de elementos que tienen que irse incorporando a la evolución social.

    Lo que sí debe de quedar claro es que hasta aquí llegamos.

    Y que ya no es posible continuar de la misma manera a como lo hemos venido haciendo hasta el día de hoy.

    Se acabó la vaina tradicional que nos tiene sumidos en un profundo hoyo oscuro y sin posibilidades de salir de él por medios normales.

    Si oímos a los necios pregonar, en sus peroratas politiqueras, que todo puede arreglarse sólo con su concurso, sin intentar cambiar y transformar las bases sociales, démonos vuelta, señalémoslos de incapaces y estafadores, y busquemos el apoyo de los nuevos líderes capaces de visualizar el mañana por métodos humanos y revolucionando las estructuras caducas y viciosas que nos tienen prisioneros.

    Los habitantes de nuestro país debemos de aprender a ver las cosas de manera real, fuera del contexto acostumbrado, para dar ese salto cuantitativo y cualitativo que merecemos y merecen nuestros hijos.

    ¿Está usted dispuesto a darlo y a propiciar que muchos otros lo den?.

    ¿O prefiere no hacer olas y esperar, talvez, en que la suerte cambie y que el próximo presidente sea un pariente cercano o un compadre o amigo que nos permita meterle mano a las arcas y presupuesto nacional para salir de pobres nosotros y nuestros allegados y por supuesto nuestros descendientes?.

    Cuidado y no se convierta en un desalmado cómplice de la miseria y del atraso.

    Es lo suficientemente claro que los muchos mañanas, años y siglos que nos esperan a los seres humanos en nuestros países, y ninguno de los nuestros son la excepción, para llegar a superar las expectativas y salir adelante con nuestro desarrollo humano y social, necesitan de nuevas instituciones, organizaciones y bases sociales diferentes a lo que tenemos.

    La base de esto, sujeto a un mejor criterio, no olvidemos que este es un manual, es que necesitamos proyectarnos al mañana todos los días con una visión clara de la clase de futuro en el que nos vemos viviendo y compartiendo todos juntos.

    Y que mejor que nuestros nuevos líderes lo propongan luego de escuchar a las comunidades y de explorar sus diferentes necesidades, problemas y sueños.

    Debemos colocar una bomba, de las más potentes, inmediatamente atrás de nosotros para hacer que estallen y desaparezcan todas las políticas tradicionales y los perversos liderazgos basados en la mentira, la falta de pudor y los intereses personales.

    Ahora bien, obtener los beneficios y superación que nos merecemos como seres humanos y nación, y el tiempo en empezar a disfrutarlo, está en razón directa que pongamos entre lo que debemos desechar y lo que visualicemos.

    O sea que la línea nueva debe ser, precisa y absolutamente, nueva.

    Y no una continuación del pasado, pues que chiste tiene que compungidos y afligidos por haber permitido haber llegado a las profundidades en que nos encontramos y al grado de atraso y miseria que tenemos, arrepentidos de eso, sólo hagamos una parada técnica en el mismo camino.

    No, lo correcto es salirnos definitivamente de ese camino y brincar rápido de allí para construir otro diferente sin ninguna conexión con el que nos traía por la senda del subdesarrollo.

    ¿Acaso el camino de los vicios nos conduce al éxito?.

    Sólo cuando ordenamos nuestra vida y nos brincamos los vicios, ya sea de drogas, alcohol, juego y abusos, y empezamos una nueva senda, sin conexión con la de los vicios, prosperamos y salimos adelante.

    Nuestros nuevos días en nuestro nuevo futuro no deben ser una continuación ni repetición de ese pasado execrable, funesto, azaroso, trágico y fatídico en el que todavía nos tienen viviendo las estructuras y los siniestros y descarados líderes.

    Tenemos que hacer discontinuo el nuevo camino y que nada lo una al pasado.

    Todas las oportunidades están después de ese profundo abismo que nos tiene que separar.

    Pasado desastroso y futuro favorable es la disyuntiva.

    ¿Cuál queremos?.

    Y veamos algo sumamente interesante en toda esta propuesta, pues el futuro, el mañana y los miles de mañanas que tenemos por delante, no pertenecen todavía a nadie ni están ocupados por nadie, serán sólo nuestros si dejamos atrás, en el olvido, todo lo que hemos vivido hasta el día de hoy.

    El futuro lo debemos empezar a construir sólo luego de analizar hasta donde hemos llegado y cómo lo hemos hecho al día de hoy.

    ¿Le satisface como se ve usted, su familia y sus vecinos y como luce su comunidad, municipio, departamento o provincia y su país en general?.

    Bueno, entonces, eso significa que llegó la hora de saltar hacia el futuro de otra manera.

    ¿No es así?…..

    ¿QUÉ TIPO DE ORGANIZACIONES, INSTITUCIONES Y ASOCIACIONES NECESITAMOS PARA ESE PROMISORIO FUTURO?

    Por supuesto que para tener la esperanza de y en un promisorio futuro se hace indispensable empezar a forjar hoy mismo una nueva base con que despegar.

    Estos momentos que vivimos son momentos de cambios, pues lo que nos han heredado nuestros mayores, ancestros y los paisanos nuestros que se metieron a la vida política antes que nosotros, poco o nada hicieron bien.

    Si así hubiesen procedido, hoy, no estuviésemos en estas miserables condiciones de vida en la que nos dejaron condenados a sobrevivir en los miasmas del subdesarrollo.

    Será una tarea muy difícil de llevar a cabo si no construimos una nueva serie de organizaciones e instituciones desde las cuales, como si fueran los cimientos de un edificio, podamos desarrollar, planificar y ejecutar ese futuro promisorio con el que todos hemos soñado llegar a disfrutar.

    En este preciso instante es indispensable que lo hagamos.

    Que sea necesario convocar a la integración de una Asamblea Nacional Constituyente para que desde ahí podamos construir un Nuevo Pacto Social que funcione en igualdad de condiciones para todos y cada uno de los habitantes de nuestro país, quizá sea lo más aconsejable en esta tan especial coyuntura socio política en la que estamos.

    Tenemos que asumir que es indispensable reconocer que hay que iniciar un período de transición.

    La adaptación de una nueva manera de entendernos entre ciudadanos gobernados y los gobernantes electos es de vital importancia para tener asegurado una clase de futuro digna y de primer orden para nuestros hijos y futuras generaciones.

    El molino podrá haber sido derrumbado, pero el viento que lo movía todavía sopla, y con mucha fuerza; como bien lo sentencia el gran Víctor Hugo.

    Nada, absolutamente nada, se ha hecho para contrarrestar el subdesarrollo.

    Está muy bien eso de la reconciliación, pero paz con hambre, con impunidad, con desempleo, sin oportunidades y sin esperanzas, está muy lejos de garantizar nuestra supervivencia como hombres y mujeres de bien, capaces de sacar adelante a nuestros hijos, a la patria y a la región Latinoamericana en la que vivimos.

    El Estado de cada uno de nuestros respectivos países debe de ser zarandeado, arrancado de un solo tajo, desde sus raíces, y darle vuelta, como si fuera calcetín, pues si esa inmensa mayoría que vivimos en la extrema pobreza no tenemos ninguna posibilidad de superarnos, eso significa que es el Estado, como concepto y como expresión social, el que no sirve.

    Que sea porque fue concebido mal, es una cosa; o porque está acabado, agotado y colapsado, es otra cosa.

    La vaina es que no sirve para nada, ni ha servido para gran cosa.

    Y ahí está el dedo acusador de las naciones poderosas de nuestro planeta que nos señalan como países atrasados en el mundo en Desarrollo Humano, lo que significa que ninguna de las instituciones, organismos y oficinas que conforman el Estado de nuestros países funcionan para lo que fueron diseñadas y estructuradas.

    ¿Qué hay que hacer entonces?.

    Sólo lo correcto.

    Aceptar las cosas como son.

    Hacer una propuesta pública de cambios estructurales.

    Convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.

    Elegir a los mejores hombres y mujeres.

    Elaborar todos juntos un Nuevo Pacto Social que de verdad funcione.

    Ya no podemos continuar pensando que con sólo ir mejorando poco a poco las cosas eso nos irá permitiendo avanzar en el desarrollo.

    ¡No!.

    Tenemos la obligación moral y humana de propiciar una serie de cambios profundos, estructurales y de manera inmediata hacerlos por el bien de todos los que vivimos en cada uno de nuestros bellos y potenciales ricos y desarrollados países.

    Es una absurda mentira eso que nos ofrecen, los comerciantes por vender sus ideas, de dejar de fumar fumando, o de bajar de peso comiendo, o nuestros folclóricos políticos, de cambiar a nuestro respectivo país votando por tal o cual iluminado, demagogo y farsante, que nos ofrece el cielo, las estrellas y a Dios Padre como Socio en esta tarea.

    Es primordial que salgamos de este Sistema caduco, abusivo y explotador en el que nos tienen viviendo desde la Conquista.

    Y es fundamental que dejemos de ser sujetos pasivos de la política para convertirnos en objetos y sujetos activos de y adentro de la política.

    No olvidemos que política no es otra cosa que el arte de escudriñar por las mejores soluciones de fondo para los problemas generales de una nación.

    Todo sistema evoluciona, cambia, se degrada, se transforma y arrastra a sus componentes en la vorágine si no se avanza de acuerdo a la normal y esperada evolución.

    Es decir que si no ordenamos nuestras instituciones, como si no ordenamos nuestra vida personal, los trancazos y el remolino nos alcanzan, destruyen y acaban, y de todos modos, tarde o temprano, resurge lo nuevo sobre lo que se destruyó.

    El que no aprende con amor termina aprendiendo por y con el dolor.

    Si sabemos que robar es un acto antisocial, penado con cárcel y la vergüenza pública de la captura, pero continuamos haciéndolo porque creemos tener suerte y amparo en la impunidad reinante, y no rectificamos nuestro proceder, en cualquier momento nos atraparán y de nada valieron las hazañas criminales que hasta disfrutamos haciéndolas.

    Es necesario ordenarnos para avanzar de la mano con la evolución.

    La Revolución Francesa eso fue, al igual que la Bolchevique y la Cubana.

    La Monarquía que tuvo su apogeo con Luis XIV, la deslumbrante y despampanante riqueza de los zares, y la corrupción y miseria en la bella isla caribeña, no le hicieron caso los protagonistas de esos momentos y la evolución que se demandaba, junto a la presión social de la humanidad, explotaron y arrastraron a millones de seres humanos que, de haber sido atendidas sus demandas humanas, no hubiera habido sangre, sufrimientos y muertos por miles.

    Y de todos modos la ola de los cambios entró y el remolino se tragó a los inconsecuentes con el pueblo.

    Y veamos que curiosa es la evolución misma.

    La propia Revolución Francesa se auto depuró.

    La Revolución de los soviéticos y comunistas rusos, recientemente tuvo que ser abolida pues nunca fue ni iba de acuerdo con la evolución del pueblo.

    Y la Cubana, con Fidel Castro a la cabeza, a pesar de más de cuarenta años de duración, ya muestra signos de agotamiento y de colapso. Por lo que muy pronto las demandas de libertad acabarán con las estructuras ya caducas que se forjaron en los años sesenta, y como no les dieron amplitud y facilidad de irse acomodando a la evolución, ésta se los terminará tragando.

    Si somos incapaces de reconocer la necesidad de los cambios y de ir de acuerdo con la evolución normal y esperada, terminaremos en la vorágine que provocan las exigencias sociales de cambios profundos para que el bienestar, la justicia y el desarrollo integral nos alcancen a todos los seres humanos en la misma proporción.

    ¿Tan difícil es de hacerlo entender o de comprenderlo por nuestros coloridos políticos que se precian de conocer a sus pueblos y de interpretar las necesidades sociales del Estado?.

    Por lo que tenemos y por el panorama tan desolador a nuestro derredor, tal parece que será una revolución de verdad profunda, y a lo mejor sangrienta, como no hemos tenido, la única manera de recapacitar sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos, nietos y próximas generaciones.

    La mutación y transformación, que debemos tener, debe de ser planificada y con el concurso de los verdaderos y fieles representantes de nuestros pueblos, para que todos seamos oídos y tomados en cuenta en el Nuevo Pacto Social que ya es indispensable empezar a proponer antes que nos agarre la evolución inexorable con los calzones en la mano y no nos quede otra que vernos arrastrados en el remolino social de un pueblo con hambre, sin vivienda y sin poder sobrevivir en las condiciones en que los hemos mantenido aquellos que hasta nos hemos dado el lujo de estudiarlos por medio de las ciencias sociales, más como objetos que como sujetos.

    Estos son apenas momentos, pequeños que tenemos, para hacer un inventario apresurado de las carencias, necesidades, sueños y anhelos, y presentar rápido una propuesta para fundar un nuevo Estado con instituciones y organismos que de verdad cumplan con llevarnos por la senda del desarrollo, del bienestar y del respeto humano.

    Ya tuvimos muchos años y posiblemente hasta nos falten muchísimos años más, los que llevamos en esta nueva etapa por venir, en que contemos con una nueva Constitución, para salir del alto rezago que ya teníamos y que se ha agrandado esa brecha hasta estar hoy separados de la realidad por un barranco que es imposible de no ver bajo nuestros pies.

    Las nuevas organizaciones, instituciones y asociaciones que necesitamos forjar, para que como vehículos modernos y muy capaces nos transporten hacia ese promisorio futuro que todos queremos para nosotros mismos, nuestros hijos y futuros habitantes, deben estar fincados en nuestros propios modelos mentales para estructurarlos de una manera tal que ya no sean chapuceros ni mucho menos coyunturales.

    Debemos vivir con un Estado capaz de ver las cosas de manera global y total y no como ahora que sólo ve la parte que por la demanda social es la única que hay que arreglar.

    Es decir una serie de instituciones que se preocupen de manera general de los habitantes en general y no las tradicionales que se ocupan conforme la presión vaya llamando la atención de gobernantes y funcionarios públicos.

    Si tenemos un problema con la escasez de viviendas, el Estado tiene que ser capaz de tener la solución general y adecuada para los millones de familias que carecemos de vivienda digna.

    ¿No les parece?.

    El nuevo Estado, y las novedosas y creativas instituciones que lo deben conformar, debe de ser uno total y absolutamente descentralizado, desconcentrado y moderno.

    Y por medio y con el apoyo de los instrumentos tan sofisticados en informática y comunicación, debemos transformarnos en un Estado con representación directa, pues es ridículo que si con los teléfonos móviles celulares, con los faxes y con la Internet, todavía no sepamos de las necesidades de nuestro pueblo.

    Y tengamos que esperar, como ha sido el caso actual, que diputados y representantes por fin hagan suyo los problemas comunitarios –normalmente sólo pasa eso en épocas electorales- y vociferen por su amado pueblo.

    No.

    Hoy, los líderes comunitarios, los comités de desarrollo y las asociaciones de vecinos, ya estamos listos para que se nos escuche sin ninguna intermediación y a hacer valer nuestros derechos sin ninguna persona que tenga que aparecer para hacer gestiones a nuestro favor.

    Y como triste ejemplo están todas las aldeas, caseríos y comunidades perdidas en nuestro mapa nacional respectivo que ni siquiera con su municipio tienen contacto, mucho menos con la departamental o provincial y no digamos con la Capital de la República.

    Menos con los diputados que los representan o con el Presidente de la República que es, nada menos, el líder nacional por excelencia.

    ¿Es esto correcto?.

    ¿Verdad que no?.

    El Nuevo Estado de cada uno de nuestros países y todo su significado tiene que estar funcionando por y para los seres humanos.

    Las organizaciones, instituciones y asociaciones nuevas deben estar caracterizadas por buscar el desarrollo humano, social, político y cultural de los habitantes.

    ¡Sin ninguna cortapisa política!

    No olvidemos que cultura no es más que la respuesta de los habitantes a su entorno y a las presiones sociales que reciben.

    Así que culturalmente tampoco tenemos que seguir esperando por los favores de los políticos tradicionales.

    ¿No le parece que ya es suficiente de lo mismo?.

    ¡MUY BIEN!, ¿Y AHORA, EN ESTOS PRECISOS MOMENTOS, QUÉ DEBEMOS HACER?

    Si por el entusiasmo que nos produce llegar a tener un buen futuro nos perdemos y salimos disparados a buscarlo sin norte y sin fijarnos una serie de objetivos, planes y principalmente propósitos justos y socialmente adecuados para todos, lo único que conseguiremos será más de lo mismo.

    Y, de la misma vaina que hemos tenido durante cientos de años, que no nos ha dejado progresar, ya estamos suficientemente hartos como para permitir seguir en este estercolero social.

    Sin ninguna duda al respecto ya estamos convencidos que nuestra situación nacional está de la…, como para no tomarlo en cuenta y darnos unos minutos de reflexión para orientar el rumbo a seguir.

    No se quien lo dijo, pero me gustó, que para llegar al lugar que nos proponemos alcanzar, sólo debemos encaminar todos nuestros pasos en esa dirección.

    Pero si sabemos, además por el sentido común, que la distancia más corta entre dos puntos, el de salida y el de llegada, es una línea recta entre ambos, eso es lo que también debemos hacer; es decir trazar esa línea recta y encaminar todos nuestros pasos por ella para alcanzar el éxito propuesto.

    Porque eso, el éxito en salir del subdesarrollo, es el punto de referencia al que tenemos que llegar lo antes posible.

    Claro que también hace falta, junto a la reflexión, a trazar el rumbo y a encaminarnos por esa travesía, nada menos que mucho de imaginación al respecto.

    O sea cómo nos vemos.

    En qué clase de mundo miramos a nuestros hijos y a las generaciones por venir.

    Qué beneficios son los que deberemos de estar disfrutando todos los latinoamericanos en cinco, quince, veinticinco, cincuenta y dentro de cien años.

    Debemos de visualizar todo ello con la suficiente fuerza para hacer un mapa del rumbo y que nada impida el arribo a ese punto ya escogido, imaginado y merecido para nuestro país y todos sus habitantes.

    ¿No le parece lo más justo?.

    Además de cuerdo.

    ¿Estamos dispuestos a hacerlo?.

    Bueno, sin falsas modestias, yo, este su servidor, ya lo está haciendo y contribuyendo a ello.

    Este sensacional manual eso es.

    Un destapador de conciencias.

    Y un catalizador de esperanzas.

    Es indispensable que tengamos una serie de líderes que se pongan al frente de los grupos y organizaciones cívicas y políticas y que nos guíen por esa senda hacia el fabuloso mundo desarrollado.

    Para contribuir todos los latinoamericanos en este viaje, hacia nuestro promisorio futuro, solamente tenemos que hacer las cosas fáciles y empezar por involucrarnos en la participación en la vida cívica y política de nuestra patria, es decir organizarnos, proponer soluciones a la problemática de nuestro entorno local, municipal, departamental o provincial, regional o estatal y nacional o federal, además de cumplir con el deber ciudadano de delegar nuestra representación en las personas que dignifiquen a nuestras comunidades.

    Lógico y por supuesto que luego de seleccionar a nuestros representantes debemos no sólo darles nuestro apoyo y sustento político, sino que fiscalizar la función que tienen que ejercer para evitar los abusos, corrupción, impunidad y la absurda ineficiencia que impide y detiene el progreso y el desarrollo humano y social de nuestro pueblo.

    Pero la nueva serie de líderes y dirigentes, y por supuesto el Líder y Guía de los nuevos líderes y de la nación, no deben ser ni comportarse como tradicionalmente lo han hecho los supuestos guías, líderes y dirigentes nacionales, de estar en una oficina y sentados a la espera de la iluminación divina que les llegará para proponer las "soluciones" a la grave problemática nacional.

    ¡No!.

    Los nuevos y nuevas dirigentes deberán estar visualizando, examinando, reflexionando sobre el medio nacional y en contacto directo con las comunidades para estar al tanto de las necesidades, problemas y sueños de los seres humanos.

    Más que dirigentes necesitamos hombres y mujeres con espíritu aventurero y explorador, para que se metan en las profundidades de nuestros países y en lo más hondo de los pobladores, para encontrar el nuevo rumbo que habrá que imprimirle a nuestra historia.

    La imaginación, intuición y sobre todo la creatividad serán esas herramientas, desechando a la mentira, demagogia y a la estafa de conciencias, para formar el nuevo cuerpo y la estructura del Estado de nuestro país capaz de proyectar a todos sus hijos hacia el más promisorio de los futuros.

    Y, como hemos venido insistiendo, la descentralización, la gobernabilidad y una consciente planificación en el desarrollo humano y social, deben de ser las líneas a implementar para tener asegurado el rumbo, la dirección y el éxito propuesto.

    Esta serie de nuevos personajes, en la vida cívica y política nacional, los nuevos dirigentes y líderes, deberán, así mismo, romper con todo lo tradicional y dejar una brecha, lo más honda y profunda posible, entre el ayer oprobioso y explotador, y el nuevo rumbo visualizado.

    Es decir reventar todo lo viejo, descontinuar ese camino, salirnos para siempre de allí, y saltar hacia el futuro por otra senda que nada, absolutamente nada, tenga que ver con la que y por la que hasta ahora nos han tenido caminando nuestros tradicionales políticos; heredados y lo que se quiera del pasado reciente y hasta lejano, pero malo, ruin y perverso para nuestro futuro.

    El círculo vicioso en el que nos dejaron metidos los chicos que se creyeron líderes y dirigentes es, si lo vemos a nuestro derredor, uno en el cual todos los latinoamericanos, y en general los habitantes del tercer mundo, es decir los países supra-subdesarrollados, vivimos angustiados y estamos preocupados únicamente por el presente, por el hoy, por el momento e instante de no tener lo suficiente para proteger, cuidar, alimentar y proveer de lo indispensable a nuestra familia.

    ¿Acaso con estas malditas limitaciones y sumidos como nos tienen en esta espantosa lipidia y pauperización acelerada, podremos tener tiempo para reflexionar, pensar, imaginar y visualizar un mejor mañana, un promisorio futuro?.

    No.

    Así es absolutamente imposible que le dediquemos tiempo para la estrategia, planificación y creación de un nuevo y mejor mañana.

    Si como ya sabemos la cultura nos es otra cosa que la respuesta de una comunidad al medio ambiente en el que vive y se desenvuelve, es lógico que nuestra cultura de pobreza, miseria y hasta de aceptación, sea del grado tan alto como el que manifiesta cualquier comunidad de nuestro desamparado país.

    ¿Qué podemos hacer para revertir esta aceptación y sumisión que, junto al alto grado de conformismo de nuestra población, pareciera que no hay salida posible?.

    Lo único es una gran revolución.

    La Revolución institucional, es decir darle vuelta al sistema que tenemos por la vía legal, o la que la propia demanda social nos imponga en un estallido por hambre y por la falta de oportunidades de millones de familias que sufren en silencio el oprobio de la miseria y el olvido.

    Tengamos presente que ya las manifestaciones de la gran presión social están ante nuestros ojos.

    ¿De qué se trata entonces esa masiva migración del área rural hacia los centros urbanos y capital del país?.

    ¿Cuál es el significado del enorme tráfico de ilegales hacia México, Estados Unidos y Canadá, si no todo esto que estamos afirmando?.

    Es tremendo que nuestros países, tan ricos y potencialmente llenos de oportunidades como lo ven muchos extranjeros, sean incapaces de responder por sus propios hijos y no pueda sostener a los millones de seres humanos que nos debatimos en la pobreza y la extrema pobreza.

    ¿Tan desgraciados han sido esos desalmados que se han dicho líderes políticos que no han querido ver más allá de su nariz?.

    Nuestra sociedad, en la que hemos nacido y sido educados, así como la que nos ha tenido atados y absurdamente limitados, necesita que le demos una buena zarandeada, comenzando con los mismos preceptos que nos rigen, es decir la serie de reglas, leyes y hasta la propia Constitución que nos recetaron los padres de la patria en el pasado reciente.

    No podemos dudar que los cambios estructurales que nuestro país necesita empiezan con la Ley de Leyes y terminan con la actitud cívica y política de la nueva dirigencia nacional que tiene que preocuparse del ser humano, de su desarrollo y de la integración territorial, por medio de la descentralización de nuestras comunidades a sus municipios, departamentos o provincias y regiones.

    El abuso hay que terminarlo.

    Cualquiera que sea su manifestación, pues si nos fijamos en las limitaciones a las libertades individuales, contra la superación, como el enorme abuso en contra de la vida misma, veremos que los excesos y atropellos contra cada uno de nosotros provienen de una estructura fuertemente cimentada en las desigualdades, la exclusión, el compadrazgo y la demagogia.

    Lo que nos queda es agarrar nuestras herramientas, provenientes de la inteligencia, la creatividad y el ingenio, y ponerlas a trabajar en beneficio de esta nueva Revolución que debemos propiciar.

    ¿De acuerdo?.

    ¡Echemos punta pues!

    GUILLERMO RUANO GONZÁLEZ

    Investigador, Asesor y Consultor en Ingeniería Política y Comunicación.