- Introducción
- El terror sacro
- La caricatura divina
- Violenta intolerancia divina
- Quitándole la máscara
- Dolorosa realidad ¡Y no hay otra!
- Espejismo y vanidad sagradas
Si en la Santa Biblia, la mal llamada Palabra de Dios, la guía de los cristianos desde hace cientos de años y el Libro que más muertes ha ocasionado al tratar de imponerlo, encontramos allí muchísimas equivocaciones, dobles sentidos, contradicciones, fraudes, tergiversaciones, personajes falsos, promesas incumplidas, verdaderas a medias, mentiras completas y una larga lista de cosas criminales, entonces la Biblia es una estafa.
La mal llamada Palabra de Dios no es toda lo buena como nos la habían impuesto.
Mucho menos toda lo perfecta que han clamado los guías espirituales, menos aún que sea la Guía Maestra para cualquier cosa que nos suceda en la vida de los seres humanos; será, eso sí, ¡una estafa más que la humanidad ha recibido!.
¿Es realmente la Biblia la Palabra de Dios?.
Resulta por demás curioso que sea hecha esta pregunta que puede sonar a blasfemia, o ser una blasfemia y gran pecado para otros, merecedora, por eso, para el que la haga, del más terrible castigo divino.
¿Podemos dudar de Dios? ¿Nos asiste el mínimo derecho a la duda? ¿Es una blasfemia que nos preguntemos tales cosas?.
O, es natural y digno, en los seres humanos, tener disponible la capacidad de la duda. ¿Usted qué cree o qué se imagina?.
Les aseguro, y lo afirmo contundentemente, que no puede ser blasfemia, menos aún pecado que, usando nuestra inteligencia, y poniéndola a tono con el sentido común, nos preguntemos cualquier cosa referente a Dios, a sus actos y a los que se dicen sus representantes en la Tierra.
Aunque, insistimos, le pueda parecer todo un sacrilegio a unos, y a otros, les cause tal terror que puedan sentir ser llevados, de forma inmediata, a los fuegos eternos del infierno por el solo hecho de haber leído estas interrogantes.
Es increíble que, entrando en un nuevo milenio, como estamos, todavía tengamos el terror sacro que nos han impuesto los jerarcas religiosos del tipo de la tristemente Santa Inquisición. Y con eso se nos ha anulado lo más preciado que el ser humano tiene, como lo es el sentido común.
Tenemos mucho que agradecerle a nuestro sentido común, pues sin él no nos atravesamos las calles si no estamos seguros y conscientes de la vía libre de vehículos. Tampoco ponemos los dedos en el fuego porque sabemos que nos quemaría la piel. Este sentido nos protege del medio ambiente en que vivimos o nos movemos; y es quien permite que cataloguemos a otra persona de inteligente, aunque sólo estemos comparando su capacidad de aprendizaje con otros seres humanos.
Al sentido común le debemos nuestra propia comodidad. Y nos impide, en muchas ocasiones, que hagamos ciertas cosas, porque la alarma se enciende de inmediato para que rectifiquemos nuestra posible acción, ya que hay cierto pago que debemos asumir en el futuro por la realización de algunas cosas y situaciones con las que nos enfrentamos. Y no olvidemos que muchas veces ese pago es doloroso, amargo y normalmente en público y nuestros seres queridos se enteran.
Pues bien, esta natural capacidad, innata que tenemos, del sentido común, como que la perdemos o se anulan los mecanismos de defensa natural e instintivos cuando nos enfrentamos con un desconocido, distante y nebuloso Dios; y con la enorme pléyade de aquellos que se dicen representantes de esa divinidad.
No conocemos los motivos que hacen que nuestros mecanismos naturales y propios del sentido común se esfumen, se pierdan y que nos quedemos a merced de cualquier presión.
Hemos permitido, con toda confianza, que otros piensen por nosotros en materia de Dios y de Religión. Nos da cierta seguridad aceptar todo lo que dicen, o han dejado dicho, líderes, pequeños o grandes, que asumieron, o asumen, el papel de guías espirituales del pueblo a través de la historia.
Pensar contrario a ellos, o dudar de lo que pretenden imponernos, sencillamente nos da miedo y mucho terror. Preferimos ser mansos, como los corderitos, y dejarnos llevar por sus prédicas, libros y la serie de rituales que manejan en los servicios devocionales.
Y veamos que curioso es esto, hasta hemos permitido, sin inmutarnos un ápice, que se auto nombren como nuestros pastores que, guiando al rebano de ovejas, que es en lo que terminamos convertidos completa y fatalmente, dócilmente estamos en sus manos y bajo sus intereses sectarios y monetarios.
Pero comparemos todo esto con un claro ejemplo de la vida diaria. Para comprar un vehículo, cualquier ser humano normal y sano, trata, por todos los medios a su alcance, de hacer el mejor trato posible. Y no permite, de ninguna manera, que el vendedor se pase de listo y lo tontee con argumentos falaces. Es más, ni siquiera con el primer vehículo que nos muestran nos quedamos. Somos, si no minuciosos, al menos cuidadosos de escoger entre varias opciones; y todas ellas de acuerdo con nuestro presupuesto, color favorito, marca, tamaño de la familia, el uso que pensamos darle, modelo y en fin todo aquello que nuestro maravilloso sentido común nos dicta internamente.
¿Por qué no podemos, entonces, actuar con este mismo sentido común en materia religiosa? ¿Será simplemente que no nos han dejado ni siquiera eso? ¿A quiénes le ha convenido, a través de tantos siglos, tenernos como un fácil rebaño de mansas e inútiles ovejas?.
Pero bueno, aparte de esto que es tan fácil de comprender, es conveniente que traigamos otro tema importante en esta misma línea.
Y sin duda que las tres preguntas a las que los seres humanos más le hemos buscado respuesta son: De dónde venimos. Qué hacemos aquí. Y hacia dónde vamos.
Sin exagerar, podríamos llenar un asombroso espacio con las tantas soluciones que nos han planteado y propuesto a través de la historia, y aún actualmente. Es, desde que el ser humano apareció en la Tierra, que tuvo que sentir la necesidad, imperiosa y terrible, de saber de donde procedía. Y aquí, sin asomo de duda, fue su sentido común el que le marcó esa interrogante e inquietud.
Siempre ha resultado más fácil, para la inmensa mayoría de pobladores de este hermoso planeta, aceptar como soluciones aquellas opiniones en las cuales, sin perder su hegemonía, principalmente el macho de la creación, el hombre, depender de un ser superior para todo; llenando únicamente el pequeño requisito que se le pedía, o que se le pide aún, de adorar, venerar y acatar ciegamente los mandatos de su particular ser superior. El cual, por supuesto, confiaba en un hombre igual a los demás, para que le sirviera de enlace, de puente, inclusive de mediador, entre la población asustada y él.
La historia de todas las civilizaciones está llena de casos similares a éste.
Y no ha habido pueblo, o grupo de seres humanos, que no hayan tenido, o tengan actualmente, por lo menos a su particular ser superior; porque han habido otros que han hecho gala, simultáneamente, de una gran cantidad de dioses y también de su particular representante.
Y volvemos a insistir, que la historia sigue llena de todo este bagaje de personalidades.
No es posible conocer una raza, un pueblo o una civilización cualquiera, sin que conozcamos a su dios, o dioses, a su iluminado, a su encarnación divina y a una gama impresionante de sacerdotes que impusieron, o imponen aún, bajo su particular gusto y antojo, las normas bajo las cuales su dios quiere que se viva entre el pueblo que personalmente la divinidad de turno ha escogido.
El ser humano que ha tratado de usar su inteligencia, y que ha cuestionado varias, sino todas las normas impuestas por el ser superior adentro de su propia comunidad, ha sido tratado como blasfemo, las menos de las veces, porque en la mayoría de casos ha sido extirpado, como un cáncer maligno, al que hay que detener a tiempo. Pero esa detención, o extirpación, que se hacía, o se hace, con el inconforme, hoy simplemente es tipificado, por cualquier tribunal de sentencia, como asesinato.
Y veamos que triste la situación, pues muchas de las veces era el ser supremo el que ordenaba directamente el trabajito; y también, en muchas ocasiones, personalmente ese digno ser superior o dios era el que se tomaba la molestia de hacerlo con sus propias manos.
Y, a manera de traer un buen ejemplo de lo que hemos afirmado anteriormente, para que empecemos a conocer la verdadera personalidad y carisma de Dios Nuestro Señor, es bueno que leamos la psicótica descripción que de él hace Jeremías desde 15:1 ss. Así dice Dios Padre (Yahvé): El que a muerte, a muerte, el que a espada, a espada, el que a hambre, a hambre y el que a cautiverio, a cautiverio. Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigos, dice Dios Nuestro Señor (Yahvé): Espada ¡para matar!. Perros ¡para despedazar!. Aves del cielo ¡para devorar!. Y bestias de la tierra ¡para destruir!.
Pero lo mejor de esto es que ese precioso capítulo bíblico se llama La implacable ira de Dios.
Así es mis queridos lectores. Y de esta manera nace el terror sacro.
Es más fácil y seguro seguir a la corriente que ser ahogado en ella. De ésta forma fue que se aprovechó, por parte de la jerarquía eclesiástica, para imponer toda la burocratizada ensarta de rituales y dogmas que nos acompañan en cualquiera de las costumbres religiosas. Era muy fácil, solamente se requería mostrar a un ser superior enojado, vengativo, cruel y enfermizamente egoísta con su propio pueblo escogido; y lo demás lo ponían los incautos borregos del rebaño con su miedo a la terrible venganza de ese dios al que le rendían culto e idolatría.
¿De qué forma podemos hacer que los demás entiendan que algo está equivocado, erróneo y que no es cierto lo que nos han hecho creer?.
¡Pues muy fácil!.
Únicamente necesitamos hacer ver en dónde está la equivocación, el engaño, el error y cuáles son los motivos por los cuales es y ha sido casi imposible ver el error, la equivocación, el engaño y la falsa doctrina. Aunque por el simple factor de nombrar al conjunto de hechos y acciones doctrina, ya hablamos de falsedad.
Todas las doctrinas son falsas. Si fueran lo contrario, es decir verdades incuestionables, no estaríamos como estamos. Repasemos la infinidad de doctrinas que conocemos y es fácil concluir que todas ellas pretendían, en su oportunidad, resolver los graves y profundos problemas de la humanidad. Pero ni lo hicieron y hoy nos encontramos mucho peor pues de todos modos seguimos teniendo los mismos problemas, pero además de ellos tenemos a las doctrinas y a sus defensores que, a pesar de todo, nos vienen oprimiendo y esclavizando desde siempre.
No podemos ver los errores porque se nos ha programado para no verlos. El motivo por el cual nos ha sido casi imposible, lo repetimos, ver errores, equivocaciones y las falsas doctrinas es uno sólo, se resume en lo mismo. Los grandes jerarcas y personajes eclesiásticos se tomaron la molestia de lavarnos el cerebro y nos grabaron sutilmente un programa que se llama Terror Sacro.
Y este instrumento denominado Terror Sacro hace que sudemos y temblemos con sólo pensar en el terrible castigo que nos espera por discrepar del mandato divino; y en unos más y en otros menos eso nos ha detenido, y prácticamente congelado, el sentido común.
Con el Terror Sacro perdemos la perspectiva de la realidad en la que estamos viviendo y nos volvemos corderitos del rebaño, sumisos y temerosos del cruel y vengativo ser superior que nos han obligado a aceptar como real, como Dios y hasta como nuestro Padre, según nos lo receta la perorata bíblica.
Y esto no es más que una desfachatada ridiculez.
¿Usted cree que estamos inventando que el Padre Nuestro, todo amor y comprensión, es un ser vengativo y sentimentalmente lleno de maledicencia?.
Para quitarnos todos esa duda leamos el Salmo 94 y brillará la verdad de esa bestia arrogante y llena de sentimientos malsanos al que nos han acostumbrado, desde niños, a llamar Padre Nuestro, a rezarle, orarle y pedirle desde cualquier iglesia o templo, o bien desde nuestra intimidad, suplicándole por un lugar en la Gloria Eterna.
Tal capítulo, llamado arrogantemente Oración clamando venganza, refleja la verdad del Cristianismo pues, siendo y actuando los miembros de tal creencia como lo hace Dios Padre, todos ellos, Dios Nuestro Señor y cada uno de los afiebrados seguidores, no son más que bagatela.
¡Padre Eterno (Yahvé), Dios de las Venganzas, ¡¡Dios de las Venganzas!!, muéstrate!. Levántate, oh juez de la tierra.
¿Quedó alguna duda de ver ahí descrito al vengativo Creador del Cielo y de la Tierra (según los obnubilados cristianos), como para no aceptar lo que recién afirmamos?.
Y, ¿desde cuando la Justicia es sinónimo de venganza?, como para haberlo aceptado.
Desde pequeños se nos ha educado, para bien o para mal, no lo sabemos, pero en fin, se nos educa para enfrentarnos con la vida diaria y todo lo que ello implica. Cuando tenemos que hacer la más mínima decisión, del diario vivir, usamos toda nuestra inteligencia y sentido común. Y, como ya lo afirmamos, en una operación comercial cualquiera usamos todo nuestro potencial de inteligencia y sentido común. Pero en asuntos religiosos no somos más que borregos que, sin voluntad, fácilmente nos han llevado al matadero, pues creyendo, y confiando, que después de la matanza seremos y estaremos salvos y libres de toda condenación, y para culminar esta locura, en la Gloria Eterna, nos han tonteado de lo lindo.
¡Qué barbaridad y qué abuso psíquico el que han estado cometiendo en contra nuestra!.
Aclarado muy bien el asunto, y conociendo el motivo que nos impedía ver la realidad de la equivocación religiosa, hay que aceptar que este Terror Sacro es el que nos anula el sentido común; por lo que podemos pasar, ahora y a continuación, a tratar de buscarle respuesta a las preguntas que nos laceran el ser interno.
¿Es realmente la Biblia la Palabra de Dios?.
¿Podemos dudar de Dios?.
Y, cuando algo no está claro, tenemos el deber, y todo el derecho, de pedir una mejor explicación, detallada y amplia, para salir de las dudas y hasta de la incomodidad emocional que esto nos causa.
Lo que no podemos permitirnos hacer, o caer, es en el clásico error personal de ir a preguntarle nuestras dudas a aquel, o aquellos, que forman parte de la estructura en donde están nuestras incertidumbres. No, pues nadie habla mal de su rancho. Y no podemos permitir que el juez y la parte sean o estén del mismo lado.
Y eso es otra cosa que ha estado sucediendo, ya que de ninguna manera el lechero hablará mal de su producto; y no digamos mal, deberíamos decir mejor que el lechero no va a ser quien pregone, entre su propia clientela, que sus productos apenas llenan, peor aun, que no tienen los requisitos mínimos de calidad y salubridad. Si alguna persona dudara de la leche, del amigo expendedor, y se lo pregunta al lechero mismo, a no dudarlo el maestro en cuestión respondería: mi producto es lo mejor de lo mejor, llena todos los requisitos y controles, por lo tanto y por eso mismo, mis márgenes de utilidad son mínimos, pues sacrifico la ganancia con tal de mantener la calidad; estoy seguro que hasta estoy perdiendo dinero al vender este gran producto, pero no me importan las ganancias o perder dinero, ya que por amor a mis semejantes, y a sus hijitos, seguiré operando con pérdidas.
¿Qué tal?.
¿No es muy parecido este argumento a otros muchos que hemos oído adentro de cualquier iglesia o templo cristiano?.
Se nos ha dicho que Dios es el Ser Supremo, el Creador de todo lo que existe, que es eterno, que no tuvo principio ni tendrá fin. Además que es omnipotente o todopoderoso, omnipresente o que está en todos lados simultáneamente, omnisapiente o que todo lo sabe, y que también es un ser todo amor.
¿Cómo entonces dudar de un ser como el descrito?.
El asunto, realmente, está en que algún vivillo, o más listo que los demás, encajonó AL TODO bajo ciertos parámetros humanos y sentimentales e hizo así una grotesca caricatura en la Biblia de DIOS.
Y la cosa no es así. No, que va.
El Salmo 21:8-10 retrata mucho mejor cualquier especulación o habladuría que se diga del gran protagonista bíblico. Y, lo mejor, que siendo la Biblia la Palabra de Dios, no se nos puede achacar que estamos inventando cosas o haciendo chismes con Dios Padre. Leamos, pues, un pequeño autorretrato del ser al que millones de personas le hemos orado desde muchos siglos, y luego de eso, de leer y analizar la Palabra de Dios, meditemos si vale la pena continuar en la misma vaina religiosa.
¡Oh Padre Eterno (Yahvé), tu mano alcanzará a todos tus enemigos!. Tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. Y los pondrás como horno de fuego en el día de tu ira. Dios Nuestro Señor (Yahvé) los deshará en su ira y el fuego los consumirá. Y su fruto harás desaparecer de la tierra. Y su descendencia de entre los hijos de los hombres.
Para empezar a ver la caricatura divina, en la Santa Biblia, solamente preguntémonos ¿cómo y de qué manera EL TODO QUE ES DIOS puede tener, exhibir o deleitarse con poseer enemigos?.
La sola posibilidad, de tal tontería, descalifica que Yahvé, Elohím o Dios Nuestro Señor puedan ser tomados o ser DIOS.
¿Cómo, y de qué manera, podremos procesar que haya alguien tan presuntuoso, y tremendamente vanidoso, que se sienta con la autoridad suficiente como para presumir que aborrece a LO INABORRECIBLE que es LO ABSOLUTO?.
¿Cómo, y de qué manera, sea cuerdo llegar a plantear la aberración mayúscula y vanagloria de gritar que DIOS, EL INFINITO TODO, es susceptible al apasionamiento de la ira, venganza y a la revancha criminal y abusiva, de la que tiene abundantemente el dios fantoche que nos presenta en sus páginas la Biblia?.
Jeremías 7:20 nos transcribe mucho mejor al Padre Eterno, y nos dice:
Por tanto, así ha dicho el Señor de todo el Universo (Yahvé): ¡He aquí que mi furor y mi ira se derramarán sobre los hombres, sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra!. ¡Se encenderá mi ira y no se apagará jamás!.
¿Podremos darle gloria a este macabro y chiflado destructor?.
Nahúm 1:2, 6 y 9 nos prestan toda la colaboración posible, y de ahí sacamos unas muy buenas conclusiones al respecto.
El Padre Eterno (Yahvé), es Dios celoso y vengador. ¡Dios Nuestro Señor (Yahvé) es vengador y está lleno de indignación!, se venga de sus adversarios y guarda enojo para sus enemigos. ¡Su ira se derrama como el fuego!. Dios Padre (Yahvé) hará exterminio y no tomará venganza dos veces de sus enemigos!.
Y Jesucristo, a saber en qué clase de locura personal, proclama desde Mateo 5:44 lo más ridículo, al pretender cambiar las normas de conducta del diabólico Padre Eterno, pues nos deja dicho:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, para que así lleguéis a ser hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace llover y salir el Sol sobre los malos y sobre los buenos y sobre los justos y sobre los injustos. ¡Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto!.
¿Perfecto este desalmado y sanguinario asesino bíblico?.
¿Amoroso el Padre que está en los Cielos que derrama lluvia, pero de venganzas y de indignaciones, sobre la humanidad que le ha seguido?.
¿Fraterno este diabólico y paranoico Dios Padre que se venga inmisericordemente de sus adversarios y enemigos, que guarda rencor y enojo para todos sus enemigos?, a los cuales, en vez de amar y tolerar (tal y como de manera hipócrita y demagógica nos dice Jesús que hay que proceder), ¡los funde en el fuego abrasador de su propia ira!.
¡Qué torpe, y qué grado de cinismo el que exhibe Nuestro Señor Jesucristo con esta inútil defensa del Dios bíblico celoso, castigador y vengativo que, de bueno, santo y perfecto, ni las uñas!.
Con lo dicho anteriormente ahora ya podemos arrancar mejor y resumir las preguntas que nos hicimos y convertirlas en una sola.
¿Es DIOS el ser que aparece en la Biblia?.
Y la respuesta es una sola, sin pensarlo mucho, y sin ánimo de la duda. ¡NO!.
Y no, ya que es imposible que el Ser Omnipresente, Omnipotente, Omnisciente y Todo Amor, sea ese remedo de reyezuelo vengativo, cobarde y genocida, frenético además, por los sacrificios sanguinolentos y apestosos; intolerante y demente que aparece a lo largo y ancho de la Biblia. Un poco más adelante veremos las citas bíblicas que lo presentan tal cual es.
Y no puede ser DIOS, este remedo bíblico, por diferentes e ilimitadas razones. Una de ellas, y quizá la más importante, es que a DIOS, AL SER SUPREMO, AL TODO, a LA VERDAD ABSOLUTA, no podemos definirlo, ni aún con términos tan sublimes como los que se le dan de omnisapiente, omnipresente, omnipotente y etc. Y no puede ser DIOS, este personaje fatídico, por una muy simple deducción. Yahvé-Elohím es un ser lleno de sentimientos y con profundas pasiones, inclinaciones, preferencias y poder decisional.
AL SER SUPREMO no lo podemos ni enmarcar ni describir, ¡menos aún definirlo!. Deja de ser EL TODO cuando lo definimos. Deja de ser DIOS cuando lo hacemos sentimental y tomando decisiones. Deja de ser EL ABSOLUTO cuando nombra personalmente a un representante divino para una determinada sociedad. Deja de ser LA VERDAD ABSOLUTA cuando se parte en un enfermiza, calenturienta y ridícula trinidad. Y deja de ser EL INNOMBRABLE cuando se le abrogan hijos únicos o unigénitos, cuya triste, decepcionante e inútil misión son encarnarse para venir a redimir al pueblo escogido de turno.
Y decimos inútil porque hasta ahora ninguno de los pueblos, supuestamente redimidos por el Hijo Único de Dios, lo ha sido. Si no, miremos el caso nuestro, de la sociedad cristianizada, o peor aún, el de los judíos, los cuales todavía están a la espera del Mesías que los grandes profetas aseguraron vendría.
¿No era Jesús, entonces, el Mesías prometido al pueblo hebreo?.
¿Qué papel le corresponde entre el pueblo judío a este proclamado Mesías si ni siquiera ellos, su propio pueblo, lo aceptaron?.
¡Y porqué nosotros, ajenos a los judíos, acá en el futuro, hemos y seguimos aceptando a Jesús como el Hijo de Dios!.
Además es increíble ver en perspectiva al pasado y observar que, a lo largo de los siglos, han aparecido innumerables Hijos de la divinidad de turno, y todos y cada uno de ellos, para amargura general, ha sido tomado como el Único Hijo de Dios.
La patraña más grande ha estado encerrada en este vaivén religioso y político.
Cuidado y se piense que sólo a Jesús nos estamos refiriendo. Jesús, en todo caso, es quizá uno, entre muchos otros, de los más recientes de esos supuestos hijos únicos de la divinidad de turno.
¿O acaso no hemos oído acerca de Osiris, Pitágoras, Ra, Quetzalcoatl, Mitra, Hermes, Horus, Adonis, Zoroastro, Apolo, Confucio, Buda, Lao-Tse, Krishna y un larguísimo etc. O más recientemente y de nuestra época el actual Dalai Lama o inclusive Sait Baba.
Todos ellos, que se dicen o se dijeron, en su momento histórico y geográfico, hijos únicos de la divinidad, han llenado la historia de nuestro planeta y han fundado la que dijeron era la verdadera religión que, al practicarla como la impusieron, se recibiría la Gloria Eterna en el más allá; llenando así, según ellos, la tremenda incógnita de explicar hacia donde vamos.
Como dato curioso podemos ver que la gran mayoría de estos Hijos de Dios han nacido un 25 de diciembre, en lugares humildes; su madre se llamó María, Miriam, Mariana, Maya, Maia, Myrra o Mirra. Ellas, las madres, también fueron avisadas por mensajeros divinos. Y estos Unigénitos han muerto de forma violenta, también han resucitado, y para el colmo, están con su particular divinidad en el cielo. Tuvieron a su respectivo padre terrenal, el cual es muy poco o nada tomado en cuenta, ya que la paternidad se debía directamente a Dios.
¿Aún hay dudas?, pues que mejor que tomar cualquier libro sobre Religiones Comparadas, y luego de leerlo, le aseguramos que se le pararán los pelos de todo lo que adicionalmente se encontrarán.
Qué triste historia repetitiva hemos tenido. Nuestro Jesús es sólo una copia, y mala copia, de otros muchos Hijos Únicos de Dios. Todos ellos anteriores al hijo del carpintero que hemos adorado por más de dos mil años.
Tampoco podemos dejar pasar esta oportunidad, en que nos estamos comunicando con ustedes, amables lectores, para dejar señalado algo que ha estado relegado por los piadosos y que es sumamente llamativo.
Con la visión angelical que la virgen María tuvo, cuando le fue anunciada su preñez, por obra y gracia del Espíritu Santo, se le dice que tendrá un hijo, al cual ella deberá llamar Emmanuel. Siempre y cuando le hagamos caso a la comparación y a la cita que usa Mateo 1:23 al dejarnos dicho:
Todo esto para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el Profeta.
O sea lo que supuestamente dejó dicho Isaías desde 7:14.
Y, para nuestra sorpresa, y todavía y después de más de dos mil años, en la Biblia, en nuestras iglesias y nuestros curas y pastores, se le sigue nombrando en todos los pasajes en los que se refieren al hijo de José y María, con el nombre de Jesús y no con el de Emmanuel.
¿Qué le parece?.
¿Cómico?.
O de verdad se anima usted a nombrar tal sandez como lo que verdaderamente ha sido y como realmente luce, una mala caricatura divina.
Para finalizar, tenemos que ver la parte formal de Fray Girolamo Savonarola, un sacerdote que fue quemado vivo en el Renacimiento, durante el papado Borgia de Alejandro VI, fraile que compuso un gran poema intitulado DIOS. Leamos a continuación su parte importante y luego meditemos sobre su contenido.
Dicen que no comprendo tu existencia, que el fuego de los réprobos me quema, y que mi lengua sin cesar blasfema, y que no entiendo la palabra DIOS.
En su mezquina estupidez el hombre, se forja un dios indigno de alabanza, ebrio de odio, cólera y venganza, terrible y sanguinario como él.
Otras veces se finge en su locura, un dios afeminado que se esconde, que a la voz del creyente no responde, si en su altar no hay encaje y oropel.
¡Eso no es DIOS!, el Dios en quien yo creo, tener no puede el interés del oro. El Dios Verdad, el Dios a quien yo adoro, no cambia sus bondades por metal.
¿Es, entonces, realmente la Biblia la Palabra de Dios?.
Como ya lo afirmamos, para demostrar que algo no es cierto, debemos primero que exponer claramente la equivocación, los errores, y en este particular caso, la serie de contradicciones que hay en toda la mal llamada Palabra de Dios. Aclarando, por supuesto, que el ser bíblico Yahvé de los ejércitos, o Jehová como equivocadamente le siguen llamando los más ignorantes del asunto bíblico, no es el SER SUPREMO; y que las historias que nos deja relatadas la Biblia no son más que las aventuras y fechorías, junto a los crímenes, hechicerías y demás ensarta de barbaridades, que comete este fatídico personaje que conocemos como Yahvé que, las ejecuta en un período determinado de tiempo, en contra de su propio pueblo por él mismo escogido.
Este dios de la Biblia mantiene dominados, bajo las más terribles coacciones, a todo un buen grupo de seres humanos bajo la consigna si no me obedecen en todos mis gustos y deseos, les espera el fuego eterno.
Habiendo convertido en verdaderos borregos a aquellos que le obedecen, aún hoy en día, siguen bajo su dominio por medio de los representantes divinos, fácilmente identificados pues se dicen curas, pastores y gritones de púlpito. Con el cerebro lavado, y sin sentido común, todos ellos están a la espera inútil del pronto retorno del dios bíblico, sin saber, o sin querer comprender, que han pasado más de 6 mil años desde cuando se le está esperando.
¿Valdrá la pena continuar en la sala de espera?.
Ahora vamos a ir demostrando, paso a paso, lo que hemos afirmado. Si usted duda no tiene más que tomar una Biblia, cualquier versión de las muchas que hay servirá, y juntos, ustedes, amables lectores y yo, que los guío, vamos a ir recorriendo los sangrientos y crueles caminos divinos que Dios Nuestro Señor ha sembrado con su megalomanía y genocidios.
¡Sí!, efectivamente mató pueblos enteros, exterminó hombres, mujeres y niños. ¡Inocentes criaturas!, y arrasó con lo que pudo este Yahvé, o Jehová, como los necios continúan llamándolo.
Deuteronomio 20:10 ss es lo suficientemente cruel, y violentamente claro, además, para que nos sirva de muy buen ejemplo; y que no se nos tache de mentirosos ante lo obvio, que Dios Padre no es más que un genocida y psicópata personaje. Y leeremos, desde estos pasajes, la consagración divina que de la destrucción desalmada y cobarde el Padre Nuestro ha hecho.
Luego que Dios Padre (Yahvé) te entregue aquellas ciudades que no quieran ser tus vasallas, ¡matarás a todo varón suyo a filo de espada!. Pero de las ciudades que el Padre Nuestro te dará por heredad, ¡ninguna persona, hombres, mujeres y niños dejarás con vida!, sino que las destruirás por completo.
Ahora veamos La ira de Dios Padre contra las naciones, tal y como se llama el capítulo 34 de Isaías y, desde sus versículos leemos, asombrados nuevamente, de la ignominia divina.
¡Acercaos, naciones, juntaos para oír!; y vosotros, pueblo, escuchad. Oiga la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce. Porque Dios vuestro Señor está airado contra todas las naciones, e indignado contra todo el ejército de ellas; ¡las destruirá y las entregará al matadero!. Y los muertos de ellas serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará hedor. ¡Y los montes se disolverán por la sangre de ellos. En los cielos se embriagará mi espada!. ¡Llena está de sangre la espada de Dios vuestro Señor!. Porque vuestro Padre Eterno tiene día de venganza y sus arroyos se convertirán en brea y su polvo en azufre.
1 de Samuel 15:1 ss verdaderamente es la muestra más clara del criminal y vengativo dios-diablo de la Biblia que, de manera por demás insolente y prepotente, arremete contra todo aquel que pase por su lado.
Así ha dicho Dios Padre: He decidido castigar lo que hizo Amalec a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, Saúl, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene. ¡Y no te apiades de él, mata a hombres, mujeres, niños y aún los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos!. Y Saúl derrotó a los amalecitas y tomó vivo a Agag, el rey de Amalec, pero mató a todo el pueblo a filo de espada. Y Saúl y el pueblo, perdonaron a Agag. Más Samuel pidió le trajesen a Agag y lo cortó con espada en pedazos delante de Dios Padre, para que la orden del Padre Nuestro fuese obedecida.
¡Verdaderamente que hay que tener la cara dura para mantenerse entre la Religión Cristiana y su diosesito perverso!.
Con estas citas bíblicas, muy representativas del verdadero espíritu bandolero del Padre Eterno, nos tendremos que quitar esa absurda imposición que ese dios-diablo, sanguinario y gozoso de sus acciones, pueda ser o sea EL SER SUPREMO.
¿Verdad?.
No podemos dejar de asombrarnos con Jesús, a quien el Cristianismo nos lo ha presentado como Hijo de Dios, aún y cuando Jesús mismo se auto proclamó Hijo del Hombre. Jesús se refería a Yahvé como mi Padre que está en los cielos, cuando declaraba, en nombre del dios de la Biblia, que practicaran el amor, la tolerancia y la buena voluntad.
Y Jesús mismo representa la más terrible de las intolerancias, y la intolerancia en general, además del desamor y la mala voluntad en sus máximas expresiones. Démosle una pequeña ojeada al Evangelio de Mateo 12:30 y nos quedaremos mudos del asombro.
El que no está conmigo está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
O aquella otra cita que desde siempre hemos oído de; Sólo a través mío, dice Jesús, se llega al Padre.
O bien, leamos en Marcos 16:16, lo que sigue: El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado.
¡Cómo es posible que el propio Hijo de Dios, ya sin un ápice de amor y comprensión, condene, irremediablemente, al que no está con él y al que no recoge con él!.
Aunque la mejor muestra del colmo de la intolerancia, del Maestro, es cuando declara: El que crea y sea bautizado será salvo y el que no, será condenado.
Analicemos bien esto.
No basta con creer para salvarse y alcanzar la tan buscada Gloria Eterna. Hay que cumplir con las dos condiciones sin ninguna otra alternativa; hay que creer y también estar bautizado.
¿Qué tipo de bautismo?.
¿Bajo qué rito y de qué iglesia hay que acatar la orden divina de Jesús?.
¿Basta el rito católico, bautista, de los testigos de Jehová, luterano, pentecostal, de los nuevos pensadores, de los que se dicen de la nueva era, de los satánicos o diabólicos, etc, etc, etc,?.
¡Quién puede abrogarse el derecho de ser el que puede impartir el verdadero bautizo al que Jesús hace la referencia!.
¿Cómo lo puede probar y acreditar?.
Veamos también cómo Jesús nos demuestra, al máximo, su mala voluntad. Y lo hace cuando nos dice: Sólo a través mío se llega al Padre.
¡Qué atrocidad, pena y vergüenza!.
¿Quiere decir que aquellos que nunca en su vida han oído de Jesús, del dios bíblico o de algo relacionado con ellos, no digamos ya creer o estar bautizados, fueron totalmente condenados, sin ningún tipo de oportunidades, al fuego eterno?.
Y es curioso que el adalid de la Justicia nos deje esta mala broma legal, pues en cualquiera de nuestras legislaciones, por cierto hechas por hombres comunes y corrientes, se establece que nadie puede ser condenado sin antes haber sido vencido en juicio justo y permitiéndosele la oportunidad que, siendo inocente se le tiene que probar lo contrario, con pruebas y un abogado auxiliar pueda enfrentarse al tribunal respectivo para que se le administre justicia.
Pero hay otra cosa sumamente importante, y que hace que rechacemos estas palabras divinas de Jesucristo, no hay que olvidar que para que el Sistema de Justicia funcione, y sea creíble y justo, una sola acción es imprescindible, la igualdad de todos ante la ley.
Con lo que aquí sí merece que salga a relucir nuestro sentido común y que la protesta sea mayúscula para con Jesús quién, creyéndonos estúpidos, quiere imponer su equivocado, e ilegal, y hasta depravado punto de vista.
Allá aquel que permita ser catalogado por Jesús como falto de inteligencia.
Y veamos el alcance de lo que nos dejó declarado como verdad ese ególatra del Maestro Justo. El nos dice que sólo aquellos que le siguen podrán llegar al Padre (sólo a través mío se llega a Dios).
Pero usted, estimado lector y lectora, debe saber que nuestro planeta Tierra tiene más de seis mil millones de seres humanos que lo habitamos, de manera simultánea, en la actualidad. De los cuales únicamente habrá cerca de mil millones de personas que saben de Jesús, de la Biblia y que conocen del sanguinario Yahvé, el fatídico dios que el Maestro pretendió imponernos.
¿Significará que sólo la pequeña minoría de cristianos tiene la oportunidad de alcanzar la salvación y que la inmensa mayoría de los seres humanos que habitamos la Tierra ya estamos, sin remedio, condenados para siempre al fuego eterno del Infierno?.
¿Habrá aquí, en las ordenanzas divinas de Jesús, algo de amor, tolerancia, buena voluntad e igualdad para todos los seres humanos?.
Pero fijemos nuestra atención en esto, en lo que nos dice el Maestro, y veámoslo en perspectiva general. Solamente el 16% de los habitantes que vivimos hoy en día, en este hermoso planeta, podemos tener nuestros pasos encaminados hacia el Paraíso; ya que, según aquel que pretendió habernos salvado del pecado, el otro 84% de los seres humanos que actualmente vivimos en cualquiera de los países del mundo, están en camino, sin una mejor oportunidad, de irse al infierno y a la condenación eterna.
¿Cree usted posible tamaña estupidez?.
¿Y los que ya murieron en tantos miles de siglos que hay desde que el ser humano existe como tal en el planeta?.
NO. Es totalmente ilógico, incomprensible y definitivamente una descarada mentira lo que Jesús nos dejó como último mensaje para la humanidad.
¡Es imposible que sea a través de Jesucristo como se pueda llegar a DIOS!. Pero a lo mejor es posible que sí se pueda llegar al dios bíblico, ebrio de odio, cólera y venganzas, terrible y sanguinario (tal y como lo describe Savonarola), por medio de su hijo Jesús.
Hay que recordar que el dios de la Biblia, el Yahvé sanguinario y depredador, el Padre Nuestro, como lo llamaba Jesús, ¡no es EL TODO, no es DIOS, no es EL ABSOLUTO!.
En todo caso Jesús quiere, con su mensaje dirigido al que lo quiera tomar, reunir adeptos; pero pretender que por medio de Jesucristo pudiéramos llegar a DIOS es ser o ingenios o faltas de inteligencia.
Pero no debe extrañarnos esta demagogia barata del Maestro ni su comportamiento hacia el dios bíblico, puesto que hay que entenderla ya que si Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y conociendo nosotros ya a su Padre, el Yahvé de los ejércitos, como genocida, megalómano con aires de grandeza y un fraude total, debemos, desde estas circunstancias, respetar aquel viejo adagio que dice sabiamente: de tal palo tal astilla y de tal padre tal hijo.
Total que por donde le queramos encontrar la divinidad, lo sabio y lo apabullante que dicen es el dios bíblico, no nos encontramos más que con sus cochinos crímenes y desalmados asesinatos cometidos contra una indefensa población civil que, sin atinarle a comprender a este chiflado ser, el que se dice su propio dios y protector que los escoge él mismo, los hunde en la iniquidad.
Isaías 66:24 nos describe lo siguiente:
Y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí.
¿Es cuerdo pensar que AL TODO que es DIOS, pueda alguien rebelársele, sin que eso suene más que a payasada?.
Lo universalmente infinito que es DIOS no permite y hace imposible que alguien se pueda rebelar, pues eso significaría que es cosa fácil salirnos de SU UNIVERSO, en el cual, queramos o no, estamos inmersos y tenemos nuestro ser.
También Isaías desde 5:24 ss nos cuenta de los rasgos divinos del fantoche Padre Eterno, y nos dice:
Se encendió el furor de Dios Vuestro Señor contra su pueblo, y extendió contra ellos su mano, y los hirió, y se estremecieron los montes, y sus cadáveres yacían como basura en medio de las calles. Con todo esto no ha cesado su furor, todavía tiene su mano alzada.
¿Cree usted que a tal payaso sea cuerdo seguirlo tomando como DIOS?.
¡NO!. Ya no. ¿Verdad?.
No es bueno que dejemos volando por ahí los conceptos que hemos venido vertiendo sobre El creador de todo el Universo, como nos han acostumbrado a nombrar al dios de la Santa Biblia, sin que veamos en el Libro de los Libros la forma en que el dios-diablo bíblico se comporta.
Ahí lo encontramos convertido en asesino, genocida, megalómano, hechicero, carnívoro insaciable y en un ser espantoso y hasta sexualmente depravado.
En Éxodo 32:26-28, el Padre ordena a Moisés que cada uno debe matar a su propio hermano, a su amigo y a su pariente. Siendo muy bien cumplida la ordenanza, y ejecutada por los hijos de Leví, los sacerdotes de la época, en un mismo día fueron vilmente asesinados, por el capricho del dios bíblico, más de tres mil seres humanos.
¡Gloria a Dios hermano!.
Pero nos falta lo peor. En el mismo versículo 29, del capitulo en mención, el Padre Nuestro consagra y bendice a sus esbirros.
Esto se llama, aquí y en la China, un vulgar y cobarde genocidio, aunque no existe el decente y valiente genocidio, pero viniendo de Nuestro Padre que está en los Cielos, usted amable lector ¿cómo llamaría a la orden de este dios sanguinario, acaso ofrenda sagrada, misterio divino o voluntad de Dios?.
¿De verdad son inescrutables los caminos del Señor?.
O tenemos el valor, el coraje y la suficiente entereza para quitarnos el terror sacro que nos han impuesto, y libres de ataduras, poder gritar a los cuatro vientos que lo que el Señor Todopoderoso y Eterno le ordena ejecutar a Moisés, por medio de los sacerdotes, es un genocidio de la divinidad y una bajeza del Padre Nuestro.
En el libro 2 de Crónicas 28:6 simplemente porque se había dejado de adorar al Padre Eterno hubo una matanza espantosa y terrible que, sólo en el lapso de un día, fueron cobardemente asesinados 120 mil hombres valientes.
En Levítico 1:2-9 y 3:6-17 encontramos al clásico hechicero. A Nuestro Señor del cielo y de la tierra le fascinan los olores fuertes, tal como los que se desprenden del excremento quemado; diciendo, él mismo: Ofrenda encendida de olor grato a Yahvé. Vianda es de ofrenda que se quema en olor grato, pues toda la gordura de los animales es de Yahvé.
Al dios bíblico, al Padre de Jesús y de un montón de tontuelos, al ser que le hemos orado y pedido durante nuestras miserables vidas, le encantan las vísceras, las gorduras y los excrementos de los animales sacrificados para él; con cada ritual que hoy reconocemos, y han sido muchos de ellos castigados por ser hechicería y brujería que, así de simple y llanamente, son puras mentiras la tan cantada pureza y la santidad del dios bíblico.
Yahvé amenaza con la muerte al que coma de la gordura de animal, lo mismo al que coma sangre de aves o bestias. Pero no por pretender imponer algún código de salud al respecto. No. Por el contrario, todo esto, es para reservárselo exclusivamente para él solito.
Y podemos leerlo, complacidos de hacerlo, desde Levítico 7:22-27, desde donde usted podrá disfrutar de conocer el fino gusto gastronómico del dios que nos han impuesto; además de gozar porque conocerá del buen comer y de declararse enemigo del vegetarianismo.
En el colmo de las actitudes de la divinidad nos encontramos con una descripción muy singular que se hace del Padre Eterno desde 1 de Reyes 8:5-11 y 63. Se nos narra que para la inauguración del Templo dedicado a Yahvé se lograron batir todos los excesos anteriores, en lo que a masacres y sacrificios se refiere, puesto que fueron 22 mil bueyes y 120 mil ovejas los animales ofrecidos al carnívoro dios.
Catorce días, con sus respectivas noches, duró esa sanguinolenta ofrenda y sacrificio en honor de Yahvé. Más de 10 mil animales por día fueron sacrificados para la gloria de Dios Nuestro Señor.
¿Cree usted que a partir de ahora pudiera gritar, como lo hacen los miles de incautos hermanitos en las iglesias actuales, eso de ¡aleluya, aleluya, gloria a Dios hermanos!, después de esto?.
¡Qué asco de dios el que nos ha llegado por medio de la Biblia y Jesucristo!.
Pero no se crea que ya hemos terminado con esto. No. ¡Qué va!.
Dice el relato que estamos comentando, tomado directamente de la Palabra de Dios, que: Agradó tanto a Yahvé el sacrificio de paz que se le ofrecía, que se posesionó del Templo, él y sus ángeles.
Y, ha no dudarlo, así se despacharon sólo entre ellos el suculento banquete de sangre, vísceras, y por supuesto lo mejor, el bocado de los dioses, los excrementos. Y por supuesto ¡sin ningún testigo del hartazgo!.
No vale aquí ya ningún comentario de nuestra parte. Saquemos nuestras propias conclusiones del tremendo Padre que el ingenuo de Jesús quiso endilgarnos y al que, inclusive, nos exige le pidamos por el perdón de nuestros pecados.
¡Cómo, por Dios Santo, una entidad tan bestial, antes que divina, pueda otorgarnos algún tipo de perdón!.
El peor de los animales salvajes, y comedores de carroña, queda automáticamente absuelto cuando lo comparamos con el Padre Nuestro que está en los cielos. Ahora quizá ya usted podrá entender el porqué oímos a muchas personas de buena fe, y muy sinceras, que luego de leer la Biblia declaran a viva voz que no pueden creer en la existencia divina de un ser como el dios de la Biblia.
Aunque otros, no con menos razón, gritan, entre en broma y en serio ¡Gracias a Dios soy ateo!.
Aquí, en este punto preciso, nos viene muy bien traer un viejo refrán, impresionante y todo lo que queramos, pero que encierra una sabiduría tal que, prácticamente, lo dice todo: Cuando te encuentres con un ciego, sin más, patéalo y patéalo. ¿Por qué tendrías tu que ser más bondadoso que Dios?.
Muy bien. Y para cerrar con broche de oro la representación teatral del dios bíblico veamos lo medular en referencia a categorías adentro del grupo de dioses en la Sagrada Palabra de Dios.
En Levítico 16:7-10 leemos, y nos enteramos, de quien es quien. Nos dice el autor sagrado:
Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Yahvé, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Yahvé y otra suerte por Azazel. Y hará traer Aarón el macho cabrío sobre el cual caiga la suerte para Azazel, lo presentará vivo delante de Yahvé para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto.
¡Qué gran ironía!.
Es el propio Yahvé, el supuesto Señor Todopoderoso y Eterno, quien reconoce en Azazel a un ser de mucha mayor categoría que él mismo.
Azazel era un dios demoníaco.
Y es desde la propia Biblia de Jerusalén en donde, con una nota del editor, nos logramos enterar de quien se habla cuando nombran con tanta cortesía y deferencia bajo el nombre de Azazel.
Dice la nota: Azazel, es el Espíritu Maligno que domina las regiones desérticas.
Lo que nos llama poderosamente la atención es que Yahvé guarda distancias prudentes y respetuosas para con El Maligno. Y releamos nuevamente lo que dejan dicho: lo presentará vivo delante de Yahvé para hacer la reconciliación sobre él.
¡Qué tal!.
El diosesito de la Biblia pide públicamente a su pueblo escogido que le sea traído el macho cabrío que le tocó en suerte ganar a Azazel, para que le sea presentado y, en su presencia divina y poderosa, bendecirlo, como una muestra de reconciliación para que Azazel no mal interprete el motivo de agarrar y llevar delante de Yahvé al macho cabrío del Príncipe del Mal.
Y Yahvé no sólo respeta y teme a Azazel, sino que obliga a que se le tengan y deban ciertas consideraciones, muy propias del rango superior que representa este maligno ser, para dejar marcada una distancia prudencial entre sendos personajes bíblicos.
¿A cuenta de qué dispone el dios de la Biblia que se respete la obligación de ofrendas y sacrificios para el Espíritu Maligno?.
¿No ha demostrado Yahvé, bajo las más terribles amenazas, que sólo para él quiere todos los sacrificios?.
¿Por qué se muestra tan sumiso el Todopoderoso cuando del representante del mal se trata?.
¿Tendríamos nosotros, acá en el futuro, que guardarle alguna consideración muy especial a Azazel, siendo que el Padre Nuestro mismo lo deja ordenado en los versículos leídos en la misma Biblia que es el libro sagrado de los Cristianos?.
¿Cuándo y por qué se perdió el respeto y la obligación que Dios Padre dejó ordenado que se tuviese con ese personaje superior al propio Dios Padre?.
Es sumamente rara esta sumisión que Yahvé demuestra tener por Azazel. Y más raro aún es todo su significado ya que, por lo mismo, eso significaría, o claramente significa, que Azazel es mucho más poderoso que Dios Padre. Y si Dios Nuestro Señor le teme al Espíritu Maligno, eso viene a confirmarnos que de divino, grandioso y todopoderoso, tal y como nos han impuesto es el diosesito bíblico, no hay absolutamente nada de esas cualidades en Yahvé.
¿En qué cabeza puede caber que la propia narración de los hechos, que hemos tomado como sagrados, aparezca la prueba irrefutable de la bajeza, inferioridad y de la verdadera personalidad del ser que lo ha sido todo para una parte de la humanidad?.
¿Por qué el burdo engaño?.
Lo que sí queda muy claro es que al fin y por fin le hemos quitado la máscara al dios bíblico, mejor conocido como Nuestro Padre, que está en los Cielos esperando por nosotros, los incautos que hemos caído en sus tenebrosas redes.
DOLOROSA REALIDAD ¡Y NO HAY OTRA!
Hay tanta confusión con respecto a DIOS. La primera es que hemos tomado a todos aquellos seres que protagonizan los mal llamados libros sagrados como la representación DEL TODO, o peor aún, como que son EL SER SUPREMO.
Y no importa de qué grupo o religión hablemos, todos son iguales de necios cuando pretenden imponernos a su particular interpretación de lo que para ellos debe ser Dios y así hacerlo pasar por LA VERDAD ABSOLUTA.
Continúan las confusiones cuando nos fabricamos, ya individualmente, un Dios personal, un Dios casi hombre, pues nos ha encantado la idea de antropomorfizar a la divinidad; y esto nos ha proporcionado un alto grado de placer, y sobre todo tranquilidad, pero una tranquilidad psíquica.
Al calmar nuestro psiquismo, con esta opción personal, nos creemos ya dioses y hemos cometido la tontería hasta de decir que somos creados a imagen y semejanza de DIOS; tan ridículos quedamos como si supusiéramos que una célula de nuestro cuerpo diga que es una imagen de nosotros.
Pero, para colmo de la situación ya de por sí aberrante, como todavía a DIOS no lo hemos podido capturar en su totalidad, lo hemos dividido en tres.
¡Qué locura!.
DIOS tres en uno. Toda una oferta de supermercado. Y así, desgraciadamente, lo hemos aceptado y sin ninguna pena le hemos rezado y orado a una trinidad divina. Le pedimos tanto al Padre como al Hijo y al Espíritu Santo sin saber mayor cosa sobre la Santísima Trinidad.
¿Sabía usted quién o quiénes inventaron a la Santísima Trinidad?.
Sí, por supuesto que es un burdo invento.
¿Acaso no sabían ustedes, amable grupo de lectores, que era un simple invento de los seres humanos?.
Pues sí, efectivamente lo es. Y representa la última de las grandes ocurrencias de un grupo de piadosos e inspirados defensores del Cristianismo. Fue la gran especulación del año 325 d C. en el Concilio de Nicea, pues desde allí se reunieron los obispos de la Cristiandad, en grandes grupos, para reflexionar sobre la naturaleza, tanto de Jesucristo, como de su Padre, el Dios Omnipotente, a quienes tenían, y tienen aún, confundidos con EL TODO que es DIOS.
Entonces imaginémonos por un momento tal cosa. Reflexionar sobre LO INFINITO ¡qué barbaridad!.
Y, de tamaña barbaridad, después de encontrar, por fin, un concepto de DIOS para hacerlo aceptable y digerible a las muchas corrientes en que ya se dividía el incipiente movimiento Cristiano, y luego de una seria y agria pelea (se agarraron a las trompadas los Santos Padres de la Iglesia de Cristo tratando cada uno de ellos de imponer su aberrado y personal criterio sobre EL INFINITO TODO), por fin, y con una escasa mayoría, se llegó al concepto absurdo de la Santísima Trinidad.
No tenemos que olvidar que fue un grupo de santos varones, hombres todos ellos, con defectos, pasiones y serios problemas de conducta, los que durante un debate, buscando el mejor concepto de DIOS, tomaron la decisión, en nombre de la humanidad, que la naturaleza de DIOS era trina.
Se procedió a partir a la divinidad en tres, como bien pudo haberse partido o dividido en dos, diez o en mil partes, pero por una decisión humana del grupo enfermizo y vanidoso de los Obispos de la Cristiandad de aquellos primeros años.
Eso es lo que no debemos olvidar, que fue un invento de hombres.
Y vanidoso y prepotente el grupo de santos varones porque ¿a cuenta de qué se abrogaron la representación de toda la raza humana para decidir sobre el concepto universal de DIOS?.
Ni siquiera el manipulado y abandonado de Jesús se atrevió a tamaña desfachatez, por supuesto en lo que respecta a haberse sacado de la manga el inventito ese de una Santísima Trinidad, porque en otras cosas sí se le fue la mano a Nuestro Señor.
Que cosa más triste y penosa esta situación. Cuánta gente honrada, digna y caritativa que, creyendo y defendiendo a la Trinidad Divina Cristiana, le ora con toda la fe posible, y poniendo en ello todo el sentimiento pasional de la religión, le piden a los integrantes de la terna en que suponen encerrado a DIOS.
¿Por qué no le oran o le piden a un carro, a un ventilador o a una refrigeradora?, esos objetos también son inventos de personas y hechos por seres humanos; con una ventaja adicional sobre la Trinidad Cristiana, ya que todos estos inventos del hombre han resultado de mejor utilidad que el de Dios definido como tres seres en uno.
Muy a pesar de las mejores intenciones, el acto en sí de la oración se convierte en todo un espectáculo.
DIOS no puede partirse, a pesar de las locuras y pataleos de teólogos, curas, pastores y afiebrados seguidores del culto Cristiano.
¿Cuál será la peor locura, de las locuras de estos grupos religiosos, o la mayor aberración, de las grandes aberraciones Cristianas, de todas las sandeces que nos han dicho y metido sobre DIOS?.
¿Será la que nos habla sobre el Dios Trino o la de los Hijos Únicos de Dios o la de la Madre de Dios?, aunque, con esta última opción, no tienen ni madre los susodichos religiosos.
Pero no vayamos a creer, aduciendo que no lo sabíamos, que el concepto trino de la divinidad es exclusivo del Cristianismo. No. Muy lejos de la verdad estaríamos si eso pensamos, pues ha habido de todo en esta malograda serie de acciones.
El ser humano, a través de los años, se ha inventado las varias trinidades divinas que encontramos en diferentes culturas y civilizaciones. Otros han partido al concepto de Dios en dos, cuatro, cinco o en muchos seres que lo componen. Lo podemos ver en los egipcios, asirios, mayas, incas, en los indios de Norteamérica, y con casi todos los pueblos y civilizaciones que han poblado nuestro planeta.
Lo que llama poderosamente la atención, y de manera muy curiosa además, es que estos conceptos de partir o dividir a la divinidad siempre han existido y mucho antes que el de nuestra particular Santísima Trinidad.
¿Originalidad en el Cristianismo?.
¡Qué va!.
Si nos tomamos la molestia de preguntarle a cualquiera de nuestros amigos si cree en Dios, su respuesta no se hace esperar. Una buena mayoría dice inmediatamente que sí; pero si les pedimos que nos digan cuál es su idea íntima de Dios, ahí es donde empieza el asunto a ponerse de otro color.
Unos dicen es el que está allá arriba. Otros lo describen de acuerdo y conforme a los atributos que durante el catecismo o la clase de Biblia o religión han recibido, que Dios es amor, poderoso, que todo lo sabe, que está en todos lados, etc.
Ahora bien, me quisiera usted, amable lectora y lector, hacerme el favor de preguntarse ¿cuál es el concepto personal que tiene de Dios? y de contestarse, pero de la manera más sincera y sencilla, sin repetir, como loro, lo que otros le enseñaron pues, eso, representa un programa que a todos nos han grabado y metido en nuestra psiquis y no es LA VERDAD.
Contéstese a la interrogante pero diciendo la respuesta con y en sus propias palabras…
¿No puede verdad? ¿Es tan difícil explorar libremente nuestra conciencia y subconciencia en este tema tan importante?.
Creo que ya es fácil entender cómo nos han tenido. Hemos sido simples robots que ejecutamos un programa que nos han metido con la fuerza del Terror Sacro.
No nos han dejado ni con nosotros mismos y nos han eliminado hasta nuestro interno punto de vista de la vida.
Claro que podemos decir, y por qué no, que DIOS no es un objeto ni sujeto de adoración, de peticiones y mucho menos de servir de vehículo para nuestros deseos, si no que ES, sencillamente que EXISTE y nos movemos y tenemos nuestro ser en SU UNIVERSO. Y que SU PRESENCIA UNIVERSAL permea todo cuanto hay, pues está inmersa en todos y en TODO.
Pero no, nos han obligado a repetir, a fuerza de imposiciones y de terrorismo, una cantaleta programada por los jerarcas que se han nutrido, financieramente hablando, de la religiosidad de la humanidad.
Las mentes dominadas y disciplinadas jamás podrán ser libres.
¿Acaso se creía usted libre con la religión Cristiana y el dios de la Biblia?.
Pero no se nos tergiverse por favor. No ignoramos el hecho, a todas luces visible, que la creencia en un ser superior ha sido necesaria y que ha existido desde que el ser humano surgió a la vida terrena; pero no porque ese sea el plan o la intención de DIOS o mucho menos, sino que es comprensible que seres humanos, con deseos de dominación y poder, se hayan inventado tal necesidad y que procedieran, así mismo, a implantarla en la mente, sentimientos y psiquismo de sus conciudadanos para ejercer dominación sobre la masa voluble.
Mujeres y hombres han creído en un dios, no importa si impulsados por el miedo a lo sobrenatural o con la combinación de esto y del poder de convencimiento de los líderes comunitarios. En este mismo contexto debe llamarnos la atención el hecho sobresaliente, y digno de mencionarlo, que a pesar de la creencia en un ser superior el ser humano ha llenado su medio ambiente de perversidad, de los más terribles horrores y de grandes maldades.
Muchísimos siglos antes el ser humano se mataba entre sí con piedras y con sus propias manos; siendo su ritual religioso, dedicado a su respectiva divinidad o serie de seres que interactuaban como concepto de su Dios, una serie de bailes y danzas voluptuosas y sonidos monótonos provenientes, casi siempre, de la percusión.
Hoy en día la civilización contemporánea, moderna y evolucionada que tenemos, en la mayoría de nuestros países, poco o nada ha cambiado. Primero oramos y rezamos, luego hacemos que pastores, curas, obispos, cardenales y papas bendigan nuestras mortíferas armas químicas, atómicas o convencionales, con las que doblegaremos y mataremos al enemigo que, como mal chiste o pésima broma, no es más que otro grupo de seres humanos, con sus armas también bendecidas, haciendo lo mismo y tratando de matarnos antes.
A pesar de estas actuaciones el hombre, por naturaleza, siempre ha creído en Dios. Y no importa qué tipo de creencia tengamos, cuál es el rito practicado ni qué religión profesamos, defendiéndola, aún que tratemos y luchemos por imponérsela a los demás.
¡Nada de eso importa!.
Puesto que los crímenes, corrupción, violencia, hambre, miseria, opresión, esclavitud, explotación y todo el veneno del narcotráfico ahí están todavía. Seguimos invocando el nombre de Dios, sin importar de qué Dios se trate, y aún y así continúan las guerras, el hambre, los niños abandonados, la miseria que campea por doquier y la degradación social que nos envuelve a todos.
¿Y Dios, o el concepto que nos hicieron creer es Dios?.
¿Dónde está?.
Este concepto que nos han implantado sobre el dios de la Biblia al que nos han enseñado a orarle, rezarle, pedirle y a rendirle culto e idolatría, sigue indolente, indiferente, pero eso sí exigiendo oraciones y sacrificios de cada uno de sus borregos; con sacerdotes, pastores y guías espirituales que continúan engatusando a la sociedad y al populacho que, ignorantes de LA REALIDAD, siguen el camino trazado por la estrategia religiosa cristianizada.
La creencia, veneración y el respeto hacia Dios, tanto como la incredulidad o el ateísmo, no importan. Es más, nunca han importando un pepino, pues ninguna de esas opciones han hecho algo por cambiar o sacarnos de los problemas que padecemos. Por el contrario, hemos sumado los problemas que esas opciones representan y hoy nos debatimos, no sólo entre las diferentes creencias y sus innumerables divisiones, sino que también con los no creyentes y sus diversas opiniones.
Y, a pesar de todo esto, el mundo sigue igual, lleno de podredumbre, importándole un pito los gritos de aquellos que se dicen representantes de Dios y que no son más que un grupo de pícaros engaña bobos.
Si dejáramos de rebuscar conceptos que, según algunos aletargados, nos ayudan a tener más fe para reforzar así lo que creemos, o en lo que no creemos, y dejáramos de defender nuestro particular interés religioso o no religioso y nos diéramos cuenta estrictamente de lo que pensamos, sentimos y hacemos, sólo entonces encontraríamos el origen y la causa de los problemas que nos aquejan.
Solamente un idiota o un loco no se da cuenta del mundo cruel, violento y miserable en el que vivimos; pero es que somos nosotros los crueles, los violentos, sensuales y miserables. Somos los causante del mundo que nos rodea, por lo tanto no nos quejemos, no pidamos y ni siquiera anhelemos el cambio, porque la solución no vendrá de afuera ni de Dios, menos de otra entidad o ser superior.
¿Queremos un mundo de paz, comprensión, sabiduría y armonía?.
Lo podemos tener, solamente debemos darnos cuenta de nuestro pensar, actuar y sentir, lo demás, con un poco de educación y respeto a los demás, se obtendrá por añadidura.
Los grandes obstáculos, que nos impiden contemplar la realidad del mundo en el que vivimos, no son otros que la creencia y la no-creencia. Ambas en pugna y a cuál más violenta. Creer en algo o en alguien es la causa automática del temor y del terror que limita severamente nuestras mentes y, para escabullirnos de los problemas del diario vivir, hemos aceptado, con los ojos cerrados, cualquier forma o expresión que nos proporcione una esperanza, por muy limitada y pequeña que sea, tal y como las religiones que nos presentan sus líderes, para atraer a mayor número de incautos.
Hemos sido, y aún lo somos, tremendamente irresponsables cuando tratamos de definir a DIOS o cuando limitamos, bajo un determinado concepto al Ser Supremo. Nos fascina, de una manera enfermiza, averiguar qué es DIOS.
¿Por qué nunca hemos podido entender que a DIOS, al SER SUPREMO, no hay forma que lleguemos a definirlo y mucho menos a limitarlo en un concepto humano, finito y lleno de sentimiento, pasión y hasta de violencia?.
Cuando definidos algo, ese algo deja de ser real, para representar algo limitado por el propio concepto vertido sobre eso y la serie de argumentos que se derivan de tal definición, tanto a favor, como las en contra.
¿Por qué pretender, y continuar, con la búsqueda precisa de una definición y concepto sobre DIOS?.
Ambos conceptos, el de creer en Dios y de no creer en la divinidad, nos impiden, de manera total, la comprensión absoluta de DIOS.
Nuestra mente contiene una cantidad inmensa de pensamientos; pero es limitada y tiene una cierta duración pues no es eterna y menos ilimitada. Si con esta mente limitada y transitoria nos hacemos una opinión de DIOS, este concepto no es otra cosa que una fracción no representativa del TODO; será, eso sí, una ficción más, una irrealidad cuyo resultado salta a la vista, y una tremenda irresponsabilidad de los que promueven y proponen tal concepto humano y falaz de LA VERDAD ABSOLUTA.
Démosle una ojeada al Dios que nuestra mente ha definido y aceptado, y no vemos más que un remedo del ser humano que castiga, premia, que necesita la oración y la plegaria para perdonar y que, en el colmo de todo esto, permite que sucedan cosas malas en los seres humanos de su rebaño para luego él mismo, de manera por demás vanidosa y prepotente, concedernos graciosamente el perdón y la gracia, y asunto arreglado ¡a seguir igual o peor!.
Hemos hecho un Dios a la medida exacta del ser humano, y recordemos lo de terrible y sanguinario como él. En otras palabras hemos hecho un Dios a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza, y no al revés.
Ezequiel 5:11 ss nos regala una suculenta descripción de Dios Padre como para que no la aprovechemos como un buen ejemplo de estas afirmaciones.
Por tanto, dice Dios vuestro Señor: ¡Yo te quebrantaré, mi ojo no perdonará (¿y no que a eso vino Jesús?) y tampoco tendré compasión!. Así se desfogará mi furor y saciaré mi enojo y tomaré satisfacción y sabrán que yo, Dios Vuestro Señor, he hablado.
Por esto no podemos, bajo ninguna excusa, tener una comprensión de DIOS, ni siquiera por sus partes o por sus atributos, pues cualquier teoría que trate de definirlo no es más que un fiasco, un fraude, un cuento y una caricatura que, lo único que logra, es deformar la realidad y confundir al que participa de tal teoría, práctica o doctrina.
¿Cree usted ahora que sea correcto aceptar ese aberrante concepto de una Trinidad Divina?.
Para tener una comprensión de DIOS deben cesar las búsquedas, dogmas, rituales y eliminar las teorías que buscan definirlo, botar las limitaciones, tanto las a favor como las en contra, y sólo así, suavemente, sin presiones externas, nos llega la comprensión del TODO que es EL SER SUPREMO.
¿Es tan importante hallar a Dios?.
¿Si creemos en Dios nuestra particular creencia nos ayudará a hallarlo?.
¡No hay sentido alguna en buscar a Dios si ni siquiera entre nosotros mismos nos hemos llegado a comprender!.
La búsqueda de Dios no debemos de practicarla pues es una ilusión pasajera, un simple espejismo. La VERDAD ES, EXISTE y tiene que llegarnos sola y no tenemos porque andarla buscando o especulando sobre ella.
Cuando buscamos a Dios lo que encontramos es toda la limitación que existe en nuestra propia mente. Lo que encontramos es la basura que forma nuestro pensamiento y, aquel Dios buscado y encontrado por nuestras limitadas mentes, no es más que un reflejo de nosotros mismos, de la sociedad o del mundo que nos rodea; y eso ¡no es DIOS!.
Cuando buscamos, encontramos nuestra más pura ignorancia y nos perdemos en el laberinto de las ilusiones y falsedades que, junto al reflejo de nosotros mismos, nos consume de pies a cabeza.
¡Que cese la búsqueda inútil de DIOS y sólo entonces DIOS SE HARÁ en nosotros!.
Es indudable que el ser humano y la religión han venido unidos por un lazo muy fuerte desde el inicio.
¿Qué es lo que los ha mantenido tan indisolublemente juntos?.
Lamentablemente las personas no hemos podido ver alrededor de nosotros más que por medio y por la intervención de ritos, costumbres e imposiciones religiosas, pues como nos ha acompañado el Cristianismo o cualquier otra manifestación religiosa desde nuestra infancia, no tenemos opciones. Esta situación social tiene grandes implicaciones en nuestra mente y psiquismo, puesto que el vínculo que nos une a la religión no es otro que el miedo.
El miedo ha hecho fundirse y perderse, por eso mismo, los mejores sentimientos, los máximos pensamientos y la privilegiada actuación del hombre en la naturaleza. El miedo y la religión han corroído lo que somos y nos han transformado en simples títeres de esas creencias.
La fe religiosa está tan enraizada en el ser humano que, con sólo pensar por un momento que se pueda cambiar o perder la fe, automáticamente sentimos la muerte y un vacío enorme; que nos quedamos sin nada, aunque la fe ¡es nada!.
Sin su fe religiosa el ser humano cree que queda desamparado, abandonado y en la más cruel y brutal orfandad y, como no nos han enseñado a vivir sin fe, con el miedo y el Terror Sacro, ya impuestos en nosotros como políticas de la religión, no hay escape posible de este círculo vicioso.
Esta amalgama entre el miedo, el terror y los sentimientos de culpa en las personas ha hecho que la religión y los borregos sigan aferrados fanáticamente una a los otros y que, por eso también, no se nos permita dedicarnos a escudriñar y a esculcar nuestra particular forma religiosa. El ser humano no puede imaginar, tan siquiera, ese amplio horizonte que tendría, y que además podría muy bien hacerlo suyo, si no tuviera fundida en su mente, ojos y sentimientos esa venda de la fe religiosa y de las creencias derivadas de ella.
Si miramos hacia atrás podremos ver la infinidad de creencias, religiones y dogmas que el hombre se ha fabricado buscando su propia tranquilidad personal. Ha hecho así, de la fe, un fetiche infaltable en su vida y en su familia y la ha convertido en la más peligrosa de las necesidades que el ser humano ha demandado.
¿Qué es lo que ha sucedido con este buscar-encontrar religioso?, pues una terrible división que nos rodea y que fatalmente defendemos en nombre de Dios. Por eso es peligrosa la necesidad en la fe religiosa, puesto que nos ha partido en un sinnúmero de grupos y hoy ya no somos simple y llanamente seres humanos, hoy somos cristianos, con sus múltiples sectas, ritos y divisiones. Somos musulmanes, taoístas, budistas o simplemente paganos, pero en fin estamos peligrosamente divididos por causa de la particular definición que de la divinidad individualista hemos hecho.
Divide y vencerás.
¿A quién le ha convenido mantenernos en esta constante división?.
Y seguiremos separados, por tanto tiempo, como el que se permita a los líderes religiosos seguir sometiendo nuestra integridad y que, en el nombre de Dios, sigan manteniendo un círculo cerrado en nosotros por medio de la fe religiosa. Ese cerco no permite la libertad de pensar, investigar y escudriñar, tanto en nuestra religión particular, como en la de los demás.
Continuaremos desintegrados hasta que no se nos sacuda, de adentro de nosotros, el Terror Sacro y el miedo a pensar libremente, pues nos han infundido, de manera irresponsable, un Dios celoso, castigador, envidioso, egoísta y lascivo. Aunque aquel Dios de amor, de mucho regalo y dadivoso, o el Dios perdonador y comprensivo, también nos causa el mismo terror, puesto que ser amoroso, dadivoso y perdonador, significa que en cualquier momento puede ser todo lo contrario, tal y como la Biblia nos muestra a ese dios veleidoso y de múltiples personalidades que masacra a su pueblo escogido luego de manifestarle comprensión y muchos obsequios materiales.
El dios de la Biblia, como abundan los ejemplos en su contenido, así como es amoroso, de repente surge absolutamente desamorado. Si es perdonador, también es tremendamente vengativo y cobarde. Si es dadivoso, de repente es muchísimo más mezquino, tacaño y criminal.
Esto significa que nuestro Padre Eterno, el Dios Todopoderoso y Eterno que nos han metido, que le hemos orado y venerado, es un diosesito voluble, ya que cambia constantemente sin qué ni para qué. Y esto nos tiene desorientados, provocándonos miedo y haciendo que surja el Terror Sacro.
Ninguna de la miles de religiones, tanto las de antes, como cualquiera de las actuales, pueden representar a la verdadera y única religión, como pretenden todos sus locos miembros. A pesar de lo que digan los líderes, y todos sus fieles seguidores, cada uno de ellos continuarán defendiendo la que practica asegurándonos, además, que la de ellos es la verdadera y atacando a las otras por falsas.
Y cada uno asegura que su particular religión es la que Dios ha hecho oficialmente reconocida y que, para terminar de presionar, fue constituida personalmente por El Altísimo.
Qué pena, puesto que ni juntando todas las religiones y amalgamándolas en una sola tendríamos la verdadera religión; a lo más que llegaríamos es a tener un gran volcán de basura y porquerías que, para lo único que nos serviría, sería para prenderle fuego y consumir, de una buena vez, toda esa gran ensarta de mentiras, ritos, dogmas y el sentimiento malsano en que fueron inspiradas.
Si ya dijimos que a DIOS no se llega, porque no hay que andarlo buscando, menos pudiéramos intentar hallarlo por el camino de las religiones. La religión nos devuelve lo que somos y es el reflejo de lo que tenemos, además de ser la trampa psicológica que nos atrae, puesto que somos igual que ella, ruina, mala y depravada.
En cualquier religión, y la Cristiana no es la excepción, encontramos todo lo malsano que llevamos adentro, todo lo ruin y todo lo depravado que nuestra propia conducta ha absorbido del medio ambiente que nos rodea. Medio ambiente, por supuesto, que hemos creado nosotros, los seres humanos.
Por eso es que la religión nos hace sentir bien, pues ahí, en ese cobijo, encontramos el perdón y la redención a la miseria que llevamos adentro; esto, según los gritones que desde el púlpito engaña bobos nos lo han hecho creer.
Y no importa cuantas veces seamos reincidentes en nuestra tan depravada conducta, la religión es la que permite, sirviendo de enlace o de medio, que Dios nos perdone.
¡Qué descaro!.
No podemos caer en esa mortal trampa. No.
Es imposible que DIOS perdone al pecador infinidad de veces, no puede perdonarlo ni siquiera una vez, pues DIOS no está para eso, EL TODO está más allá de sentimentalismos, decisiones y chantajes.
¿Podrá conseguir perdón divino un asesino?.
¡No!, mil veces ¡no!.
Ni aún viendo el más patético arrepentimiento de parte del confeso criminal DIOS podrá perdonarlo. Si EL TODO estuviera para andar perdonando a diestra y siniestra, cabría preguntarnos entonces ¿de qué forma confortaría DIOS a la víctima y a toda su familia que sufren por el crimen en ellos cometido?; porque si de todos modos EL SUPREMO perdona los pecados, aún el asesinato, ¿por qué en vez de perdonar un hecho consumado no se impidió el asesinato en la víctima?.
Entonces la cosa sí fuera buena con las religiones.
No importa lo que las personas hagan, Dios Nuestro Señor perdona todos los pecados.
Este argumento es lo que se nos dice y es lo que nos gusta escuchar y creer firmemente, pues nos da el pase y la solución a los problemas y pecados cometidos, pero si lo vemos de la manera correcta ¿por qué este Dios perdonador del Cristianismo, en vez de andar perdiendo el tiempo perdonando criminales, no impide y detiene los sucesos criminales y los pecados del ser humano?.
Si de todos modos los va a perdonar, luego de ser cometidos, ¡para qué dejar que sucedan!.
Al sentirse perdonado el pecador, así sea el más horrendo de los crímenes cometido, quedan los criminales muy contentos y listos, en potencia, para cometer algo igual o peor.
¿Y las víctimas?.
Y a los seres humanos a los que se les hizo el daño, muchas veces irreparables ¿qué reciben de este Dios que perdona al criminal y al pecador?.
¿Qué oportunidad tienen las víctimas de recuperarse por medio de este mismo Dios perdonador de criminales y asesinos?.
Nunca, pero nunca, nadie ha visto, durante toda la historia, una reparación al mal que Dios, en su infinita bondad y misericordia, permite que se cometa en contra de personas indefensas y honradas.
Y ¿acaso no nos dicen que Dios todo lo sabe?.
Con esta actitud de Dios Padre sólo podemos comprender una cosa, que Dios permite que se cometan los más grandes crímenes, sólo para demostrarnos su bondad cuando se permite perdonar al victimario, aún y a costa de la propia vida, bienes, familia y del gran perjuicio que recibe la víctima o las víctimas.
¡Qué delirios de grandeza y qué clase de vanidad la de este Dios de la Santa Biblia!.
No señoras y señores, DIOS no está para perdonar, porque hacerlo implica una parcialización y significa tomar partido por una de las partes. Y estaría como bien que se inclinara y que tomara partido pero por las víctimas y no por el alevoso pecador.
Con el sólo hecho en sí de creer en ese perdón proveniente de la divinidad, lo que hacemos es que obligamos a que Dios tome partido por el ruin, el malo y por el pecador. Y hemos aceptado así, llenos de orgullo y fatuidad, que es normal que Dios no le proporcione ninguna reparación a las víctimas.
Y nos repiten constantemente hágase la voluntad de Dios; sólo Dios sabe porque hace las cosas. Los caminos del Señor son inescrutables, únicamente para mantenernos entretenidos en no hacer preguntas comprometedoras. Es inconcebible que con frases tan descaradas, como las anteriores, hemos defendido a Dios de su notoria parcialidad para con los asesinos, violadores, secuestradores, narcotraficantes, ladrones, ruines y demás parias sociales.
Con frases como las que nos dicen, curas y pastores para disfrazar la espiritualidad criminal y morbosa del dios bíblico, nos han hecho aceptar todo lo malo y todo lo perverso que nos sucede. Y en los peores momentos nos repetimos, como para martillar en nuestra psiquis sea por Dios.
No.
No es correcto, y no lo ha sido, haber asumido esa actitud sumisa; pero borregos como nos han tenido los líderes religiosos ¿qué podemos hacer al respecto?.
¿Qué podemos entender de nuestra propia indefensión?.
DIOS, el TODO, está más allá de estas nimiedades. Si hay una persona que cometió un acto ruin y criminal, es la sociedad la encargada de hallar la forma de detener, en primer lugar, las acciones de ese antisocial, después de castigarlo conforme la legislación vigente, y luego buscar la merecida reparación para con la víctima y sus familiares.
Por eso DIOS está más allá del perdón y de la misericordia.
Ahora ya es más comprensible nuestra anterior afirmación ¿verdad?.
En todo caso es exclusivamente al ruin, al pecador y al criminal a quien corresponde decidir sobre arrepentirse y buscar la forma de reparar el mal cometido, pero sin necesidad de meter a DIOS en donde, sencilla y tajantemente, ¡DIOS no cabe!.
Cuántas personas conocidas como grandes criminales llegan a cualquier iglesia, y luego de arrepentirse, pagar los correspondientes diezmos y pedir, haciendo todo un show de tal acto, ruegan a Dios el perdón inmerecido por el crimen cometido; luego dan su testimonio desgarrador, conmovedor, vanidoso e hipócrita que, a los ojos de los demás miembros de la iglesia respectiva, no sólo conmueve sino los excita en sus más bajas pasiones al conocer, detalladamente, los más espantosos crímenes cometidos por el solicitante, y por la comprensión de los honorables miembros de la congregación religiosa.
La peor de las actuaciones del ser humano es cuando los criminales solicitan, en un ardoroso y despampanante espectáculo religioso, ese perdón y la gracia de Dios Nuestro Señor para limpiarse de crímenes y maldades y continuar, inmediatamente, con su carrera de pecados como si nada hubiesen hecho.
¡Qué lujo de facilidades!.
Los miembros de la iglesia que escuchan el testimonio criminal y ruin del pecador de turno, son cómplices con el ahora arrepentido. Además son cómplices del delito de lesa humanidad al afirmar que Dios perdona, aún al más grande de los pícaros o criminales, cuantas veces sea necesario hacerlo.
Cuántos, pero cuántos de estos malhechores fácilmente logran hacerse de un lugar, muchas veces preferencial entre la sociedad, con sólo llegar a cualquier templo religioso cristiano, pedir perdón, creerse perdonados por la divinidad, dar su testimonio y asunto arreglado.
No, la cosa no es así.
Todos estos renacidos, que mejor fuera decirles mal nacidos, han sido violadores, ladrones, asesinos, narcotraficantes, estafadores, secuestradores y un largo etc., a cual mejor y más grande calificativo. Y, a pesar de todo ello, la Iglesia Cristiana, en su conjunto, los acoge, cual madre abnegada; la comunidad hipócritamente también los acepta y se hace de la vista gorda, los perdona y los hace suyos nuevamente.
Son tal para cual.
El diosesito perverso de la Biblia los perdona. Y no importa cuantas veces caigan en tentaciones, pecados o maldades, pues pueden hacerlo miles de veces, eso no es lo importante; verdaderamente lo que importa es que mientras más veces cometan sus fechorías, mejor chance tiene el dios bíblico de lucir su vanidosa arrogancia del perdón.
¿Y las víctimas?.
¿Se harán cargo de ellas y de sus familias la iglesia y/o la religión Cristiana?.
¿Les proporcionarán a los que recibieron esos males alguna reparación adecuada?.
¡Qué tipo de esfuerzo hace la religión Cristiana para con todas esas miles de víctimas por los hechos criminales que sus nuevos miembros, arrepentidos y perdonados, les cometieron!.
Y ¿los líderes religiosos harán algo por los que han sido mancillados, maltratados y victimados por los ahora respetables miembros y soportes del cristianismo?.
¡Qué va!.
Curas, pastores y demás miembros laicos del sistema religioso Cristiano continúan haciéndose los locos, tanto con las víctimas, como con sus familias y con la sociedad en general.
Si hubiese alguna reparación, por parte de ellos y de manera oficial, hacia todas las víctimas y familiares de los pecadores que acogen ¡se acaba el negocio!.
Veamos este ejemplo. Soy ladrón, estafador o un criminal perverso. Me arrepiento y pido perdón a Dios Padre. Dios me perdona a través de sus representantes, llámense curas o pastores, hago acto de presencia y de contrición, doy los respectivos diezmos a la iglesia escogida de antemano y automáticamente soy otro.
Dios Nuestro Señor me ha perdonado, la religión y sus líderes me aceptan, y la iglesia me hace respetable de nuevo ante la sociedad en general.
La gran ventaja de este agradable camino hacia la respetabilidad y la impunidad es que ninguno de ellos, ni Dios Padre, la religión, la iglesia o la sociedad me obligan, ¡de ninguna manera!, a devolver lo robado o lo estafado; mucho menos aún a reparar a las víctimas de mis acciones criminales, ni así el crimen cometido contra ellos haya sido de lo peor.
Nadie me obliga a reparar lo que hice o a devolver lo sustraído y menos a darle alguna satisfacción a las que fueron víctimas de mi actuar o hacia sus familiares.
Asunto arreglado.
Hoy ya soy otro.
Y todo por la gracia de Dios Nuestro misericordioso Señor.
Si aceptamos lo que la iglesia nos dice, acerca que Dios Padre perdona y eso no nos obliga a devolver nada ni mucho menos a satisfacer a nadie, tenemos que aceptar que estamos viviendo en el paraíso de la impunidad, del descaro y del crimen organizado.
Claro y por supuesto que DIOS no puede actuar así como lo hace el diosesito fantoche de la Biblia, ya que ni devolviendo lo robado o lo estafado, ni satisfaciendo a las víctimas y sus familiares podrá DIOS perdonar.
EL TODO no está para perdonar.
DIOS no toma partido.
DIOS no tiene sentimientos ni poder decisional.
Dejaría de SER ABSOLUTO si actuara como el dios bíblico, con preferencias, parcialidades y como juez, justo y lo que se quiera decir, pero decidiendo entre unos y otros.
Pensar, creer o afirmar que LA VERDAD, DIOS, perdona, castiga o cualquier otra sandez, de la que se dice que hace, es como echarle la culpa al inventor del semáforo cuando nos pasamos la luz en rojo y matamos al que tan imprudentemente se nos atravesó.
Ya podemos verlo mejor y en su justa dimensión, la religión solamente nos da tranquilidad psíquica. Por eso fue inventada por hombres. La religión, y cualquier iglesia, acogen cual madre amorosa al ruin, porque ellas son ruines; al depravado, porque son depravadas; al malo, porque son malas; acogen al cínico, porque la religión y las iglesias Cristianas son lo más cínico de las actividades que el ser humano ha creado y practicado; pretendiendo, por pura vanidad, que la religión y la iglesia son lo más preciado que Dios nos ha regalado.
Estas dos cosas, iglesia y religión, por todo lo que han significado, a lo largo de estos siglos, para la humanidad que ha caído en sus redes, más parece que fueran obsequios de la Maldad y del Diablo y no de Dios.
La religión, cualquiera de ellas, no importa pues todas son iguales, lo primero que detentan, o tratan de usurpar, hasta lograrlo, es el poder; porque el dinero y bienes les han sido fácilmente donados por los amenazantes sermones que obligan al rebaño a contribuir para la grandeza del Señor; luego convierten a sus ovejas en crueles fanáticos capaces de las peores perversidades por defender la verdad impuesta.
Son los feligreses, totalmente exaltados y fanatizados, los que han defendido, hasta con los dientes, a la religión; cometiendo, para ello, los más terribles y horrorosos actos contra sus propios congéneres que no comparten el dios que dicen poseer.
La religión no ha permitido el normal y natural desarrollo de la civilización. Cuando alguien avispado, que hubiera agilizado la evolución de la raza humana con algún grandioso descubrimiento, invento o aportación, que no cumpliese con el dogma y las imposiciones enfermizas del momento religioso, sencilla y tajantemente se le borraba y se le borra del mapa.
Las más crueles torturas se le han impuesto a los seres humanos que se atrevieron a nadar en contra de la corriente. Además se les declaraba herejes, brujos, seres diabólicos y enemigos de Dios. Este tan usado procedimiento fue el causante del tremendo atraso en la normal evolución de los seres humanos.
Llora sangre cuando, como hecho comprobado, nos es contado que el fetichismo a la Biblia ha detenido el reloj del desarrollo humano durante más de dieciocho siglos.
¡Imagínese usted!.
Mil ochocientos años de paralización, espera, retraso, de ataduras físicas y mentales.
Lo que se hizo tan solo en ciento cincuenta años no se imaginaba el ser humano posible de concebirse en casi dos mil años de oscuridad, con un dios bíblico enfermizo y prohibiéndolo todo; y con sus inspirados representantes y con su iglesia que sólo ella podía interpretar fielmente el pensamiento divino, oponiéndose a todo intento de cambio, evolución y progreso.
¿Cuántas vidas se segaron por cumplir la interpretación religiosa del momento?.
Todo por defender a la divinidad y a la única y verdadera religión, como propalaron los gritones desde el púlpito engaña bobos.
La Santa Inquisición se despachó a todo aquel que no encajara en los parámetros de fiel defensor del cristianismo.
En el santo nombre del dios de la Biblia, y defendiendo la fe Cristiana, se mutiló a la raza humana por más de dieciocho siglos. Nuestros habitantes originarios, y que vivían en América hasta antes de la Conquista, son los mejores testigos de lo que estamos diciendo; pues fueron masacrados en nombre de Dios Padre todopoderoso y de Jesucristo su Único Hijo.
La religión Cristiana, y en general cualquier grupo religioso del mundo de hoy, de ayer o los que vendrán, han capado mental y físicamente al ser humano pues le han quitado el más elemental de los derechos, como lo es el de pensar libre y soberanamente.
Y esto, mis queridos lectores, ¡no tiene perdón!, pero no perdón de DIOS, sino del propio ser humano.
La religión habla de destrucción y que los problemas del hombre son una consecuencia de la propia ira de Dios Nuestro Señor, esto, por la maldad de los seres humanos y sus múltiples pecados.
¿Es tan difícil entender que los problemas que nos aquejan se deben a la falta de visión mental en nosotros mismos y que son provocados por el miedo y el terror sacro que esa obscura enseñanza religiosa nos ha implantado profundamente en el psiquismo?.
Recordemos que la vida no es otra cosa más que crecer y evolucionar.
Y la vida es una consecuencia clara, libre y desligada de ataduras mentales.
Retorcemos a la vida con convencionalismos y limitaciones de toda clase. Y la religión es precisamente eso, limitaciones, convencionalismos y terror; muchísimo terror. Y para nuestra mayor desgracia la fe religiosa está profundamente enraizada en el ser humano en el inconsciente; lo que hace sentir, al que la practica, que es un ser de gran responsabilidad y convencional.
Practicar una religión es el espectáculo en el cual el ser humano protagoniza, estelarmente y con un brillante traje de luces de hipocresía y vanidad, la mayor parodia de la que se tenga memoria; asistiendo y perteneciendo a la iglesia correcta, provocando en él mucho egoísmo, desunión y falta de fraternidad para con aquellos que no comparten su gozo y la que considera como única y verdadera religión, o con los que no tienen ninguna afección en el ámbito religioso, haciéndolo incapaz de entender a los demás seres humanos.
La obra que la religión ha hecho representar y practicar a las personas que son feligreses es la obra de la iniquidad.
Cualquier vecino llega a la iglesia como a un mercado, o a un almacén de descuentos y ofertas, buscando el mejor precio pues, con los diezmos y limosnas puede satisfacerse psíquicamente tomando las ofertas del día, consistentes en paquetes de perdón divino, libras de fe, docenas de oraciones y bolsas de cánticos narcóticos. El problema es que el gozo de todo eso se termina al salir de la iglesia.
La droga religiosa es como cualquier otra de las drogas, ya que satisface momentáneamente, se la busca de manera frenética y causa una terrible depresión cuando no vemos los resultados que nos habían prometido. Ahora bien que nosotros, cegados por el terror sacro, no veamos las cosas así, es otra cosa. Pero por eso es que el ser humano tiene miedo de suspender a la religión que practica, pues sin ella cree encontrarse en el peor de los abismos y además solitario.
Sin su orgullo ni su vanidad fanática, y que lo miren los demás vecinos luciendo como un fiel y devoto practicante o como un borrego más de su iglesia, la persona religiosa que acude a la iglesia está fuera de foco; siempre y por supuesto según ella no es así.
Es tanta la influencia en esto que sin su religión se siente vacío.
El ser humano sufre sin su religión, porque no nos han enseñado a vivir sin los dogmas.
A la Jerarquía Eclesiástica no le conviene que se viva alejado del terror sacro.
La religión, viéndola sin apasionamientos, no es más que el narcótico que los seres humanos han demandado para escabullirse de sus propios problemas; dejando que alguien allá afuera de ellos y por medios milagrosos lo protejan, lo saquen de la miseria, le perdonen su horrendo actuar y lo salven. Y, por supuesto, que se lo lleven, con todo y zapatos, al codiciado Paraíso después de la muerte.
La religión no es sólo el opio de los pueblos, es mucho más que eso.
Si pudiéramos decirlo, la religión es el único pecado que el ser humano ha cometido; entendiendo como pecado al mayor yerro, error y metida de pata que se ha hecho.
Es ilustrativo que veamos lo que el ser humano que asiste a una iglesia obtiene y emite a su derredor; pareciera, y se supone, que sólo cosas buenas saldrían de los practicantes, y que la fraternidad y la buena voluntad son cosas y sentimientos esperados en ellos, pero qué lejos estamos de ver eso.
Willy Ruano
Investigador y escritor