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Liderazgo y Realidad Nacional (Esencia del Líder) (página 2)


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En nuestro país han existido esfuerzos para revertir esta situación. Quizás el más importante radica en la elección interna de las autoridades partidarias y de los candidatos a cargos públicos electivos.

Uno de estos esfuerzos es la ley de partidos políticos, que requiere ser mejorada. En realidad, desde que fue promulgada, no se cumplió porque los candidatos a la Presidencia no compitieron al interior de sus respectivos partidos, sino que fueron "proclamados por unanimidad". En consecuencia se violó la ley y, salvo casos aislados, este hecho pasó desapercibido en los medios de comunicación, sin reparar en que el caudillo nuevamente se imponía a la democracia interna. Existe todavía arraigada en nuestra sociedad una cultura del caudillismo, que debe cambiar para que funcione la democracia interna.[1]

Liderazgos en transición. Trayectorias de liderazgo político en el Perú

La calidad de la democracia en América Latina depende de diversos factores estructurales e históricos, pero principalmente del comportamiento de sus líderes frente a estos factores. En el Perú, la crisis de los partidos políticos y el desarrollo de un régimen autoritario en la última década puede ser explicado también por el papel desempeñado por los líderes coyunturales.

El debate sobre el quién y el cómo del liderazgo político siempre ha estado en el centro de la discusión en los medios académicos y políticos. Sin embargo, en los últimos años ha adquirido relevancia frente a los grandes desafíos que enfrentan nuestros países en el escenario político. Estos desafíos tienen que ver con la crisis de representación que subyace a la debacle de los sistemas de partidos y de la relación Estado-Sociedad, y frente al fenómeno de la globalización y la disolución del Estado-Nación.

El presente documento tiene como objetivo presentar los tipos de liderazgo político desarrollados en el Perú en los últimos años, más precisamente durante el periodo de 1998 y 2002, de quiebre del régimen autoritario de Alberto Fujimori, el proceso de transición democrática y el inicio del gobierno de Alejandro Toledo.

Esta coyuntura es particular porque persiste el descrédito de la elite política partidaria, conformada por algunos líderes debilitados por la mala imagen de la gestión gubernamental de los partidos en la década de 1980, y por el reciente descrédito que sufren los líderes anti-partido con presencia en el Congreso y cercanos al gobierno de Fujimori, los cuales aparecen al final del régimen en videos comprometedores negociando favores con la mafia gubernamental.

En esta coyuntura adquieren fuerza algunos líderes sociales no partidarizados que buscan la renovación en la relación entre sociedad civil y política. En el periodo de quiebra del régimen autoritario adquieren un importante protagonismo los líderes regionales y las autoridades municipales, los cuales impulsan el proceso de liberalización y democratización del régimen. En la etapa de apertura democrática, los intelectuales defensores de los principios democráticos asumen cargos públicos y un liderazgo político al cual no estaban acostumbrados, puesto que provienen de diferentes lógicas de comportamiento y aprendizaje. El protagonismo de estos dos tipos de liderazgo es producto de la coyuntura política. Sin el proceso de transición es posible que estos líderes no hayan tenido el mismo nivel de impacto en el escenario público.

¿De qué tipo de líderes y liderazgo estamos hablando?

Un acercamiento sociológico al tema

El liderazgo es una de las nociones más difíciles de manejar en la Sociología y la Ciencia Política, debido a que es, por encima de todo, descriptiva y por ello mismo muy atractiva para referirse a la dirección política como a la de una empresa u organismo público. Mientras se trate solamente de subrayar una forma de dirección o de destacar la figura, casi siempre individual, de un liderazgo, el término es útil. Los problemas comienzan cuando se le intenta emplear como recurso metodológico que permita además de describir, explicar comportamientos colectivos en periodos históricos más o menos largos.

En ese sentido, es importante empezar distinguiendo los conceptos de líder (actor) y liderazgo (actividad). El liderazgo remite a una relación que se desarrolla para resolver determinado problema o bien para promover un resultado decisional deseado. La distinción entre uno y otro nos permite tener presente que el líder no sólo no coincide con el liderazgo sino que ésta última es una actividad que se desarrolla en un contexto y en un tiempo determinado.2 Para la sociología, el liderazgo no es un simple atributo personal sino un rol vinculado a situaciones sociales determinadas. El líder existe como resultado de la interacción entre individuos que comparten valores, ideas, intereses y propósitos y que, por ende, tratan de conseguir objetivos específicos. En consecuencia, el líder resulta ser aquel individuo o grupo de individuos capaces de hacer y proponer lo mejor para conseguir ese objetivo.[2]

Debido a que el líder comparte características semejantes a los demás, puede emplearlas para conseguir reconocimiento e influir en la conducta del grupo. Rogelio Hernández señala que es en este aspecto donde la noción de liderazgo se vincula a los conceptos de autoridad y dominación legítima de Max Weber pues el líder obtiene aceptación a sus mandatos o indicaciones porque revisten ordenamientos morales y éticos. Un individuo que mantiene el control de un grupo y de sus miembros sin reconocimiento legítimo, lo hace por medio de la fuerza, la imposición o los ordenamientos normativos. En ese sentido no es un líder sino un jefe, un dirigente formal, una autoridad.

Aquí señalamos una segunda distinción, entre líder y autoridad política. El primero asume un rol de dirección en grupos informales e instituciones en proceso de reorganización, mientras que el segundo lo hace en organizaciones plenamente institucionalizadas e instituciones consolidadas. En ese sentido, el liderazgo no podría existir en organizaciones e instituciones estables, porque el dirigente no hace más que desarrollar tareas programadas o al menos preestablecidas por los intereses de la organización misma. En ese caso, la autoridad no se deriva de las habilidades personales ni de su vinculación con los deseos de los seguidores, sino de una estructura jerárquica que establece principios de obediencia según reglas de responsabilidad.3

En ese sentido, es preferible distinguir a los líderes como aquellos que imponen patrones de conducta y a la autoridad como personas que desempeñan una función específica. Ambos grupos de actores no son contrapuestos, sino más bien dan cuenta de etapas en el proceso de creación y fortalecimiento de instituciones. En ese sentido, podríamos decir que los líderes son más frecuentes en etapas donde las instituciones están por formarse o bien cuando son sometidas a cambios estructurales como en un proceso de transición democrática.

Los cambios en el liderazgo político en América Latina

En los últimos años observamos en diferentes países de América Latina el surgimiento de líderes políticos que se sirven de los procedimientos y los métodos de la democracia para ser elegidos gobernantes de un país o de una parte de ella, pero que una vez que se han adueñado de esos mecanismos de poder político desconocen sus procedimientos y métodos. Su actitud no implica una violación abierta o una trasgresión permanente de los métodos y las instituciones democráticas, pero sí un manejo discrecional de los mismos. Las reglas democráticas como el referéndum o las institucionales como los partidos políticos, son usadas cuando resulta oportuno y útil a los fines del líder, en cambio se las ignora o ridiculiza cuando se interponen en el camino hacia el poder.

Estas actitudes no son propias de presidentes con tendencias e inclinaciones autoritarias como en el caso de Hugo Chávez o el ex presidente Alberto Fujimori. También representantes que están por encima de toda sospecha antidemocrática, como el presidente mexicano Vicente Fox, exhibieron en el transcurso de su carrera política actitudes y conductas que al menos no parecían favorecer un fortalecimiento de las instituciones y procedimientos de las jóvenes democracias5.

Un factor importante en este contexto es la debilidad de los partidos políticos. En América Latina, la democracia enfrenta serias dificultades allí donde no existen partidos políticos consolidados que asuman la tarea de agregación y representación de los intereses de la sociedad y que no cuentan con programas que permitan superar los problemas y enfrentar los desafíos sociales. La debilidad de los partidos es un factor esencial para favorecer la irrupción de líderes oportunistas, que asumen actitudes populistas en su relación con la población y antidemocráticos respecto a los demás actores políticos.

El desprestigio de las instituciones políticas en América Latina –como dan fe los latinobarómetros- es origen y producto del divorcio de la sociedad con los líderes partidarios y las autoridades e instituciones estatales. Este distanciamiento generó en las dos últimas décadas un proceso de despolitización y de eclosión de líderes oportunistas. En efecto, el desencanto con la política coincidió con la emergencia de los outsiders, líderes ajenos y contrarios a la "clase política" o, que en su defecto, perseguían desembarazarse de los compromisos políticos contraídos por sendas democráticas o autoritarias. Collor, Fujimori, Paz Estensoro, Paz Zamora, Menem y Carlos Andrés Pérez fueron sus casos ejemplares.[3]

Julio Cotler señala que estos outsiders nos recuerdan a los tradicionales liderazgos populistas porque denunciaban los vicios e injusticias del sistema institucional y prometían resolver, personalmente, los agravios y las aspiraciones de las frustradas y desamparadas masas, concitando su respaldo. En las condiciones de relativa desarticulación institucional, las encuestas de opinión y los medios de comunicación recogían y difundían estos sentimientos, constituyendo la base de legitimación para "el retorno del líder" de las "democracias delegativas", mediante fórmulas y relaciones plebiscitarias.

Estos líderes sin embargo distaban mucho de ser populistas puesto que aplicaron al pie de la letra el recetario neoliberal. La drástica reducción de las funciones más no así de la estructura estatal, paralelamente al fomento del mercado, el fortalecimiento asistencial de la sociedad civil y el decisionismo tecnocrático se constituyeron en los elementos correctivos de los vicios producidos por los partidos y el Estado. La aplicación de medidas económicas impopulares derivo en protestas y demandas distributivas, que fueron controladas por estos líderes usando procedimientos y dispositivos legales. El endurecimiento de estos liderazgos se dio por el abuso que hicieron de los mecanismos de control social con la complicidad de sus organizaciones y de sus mayorías parlamentarias.8

Desde el inicio de la tercera ola democratizadora en América Latina, más de una docena de presidentes se alejaron anticipadamente del cargo, es decir antes de cumplir su mandato electoral. Entre ellos figuran muchos políticos que no respetaron la institucionalidad democrática como Alberto Fujimori.9 Aún quedan rezagos de estos outsiders en la política nacional de diferentes países. Aún no se vislumbra una recomposición del liderazgo partidario, el cual es reemplazado por líderes coyunturales que se vuelven a veces necesarios para "oxigenar" la democracia en un escenario de crisis.

El fujimorismo y el declive de los líderes partidarios

En el Perú de las últimas dos décadas, la crisis de representación de los partidos, la debilidad de la institucionalidad política, los abruptos cambios en la conducción económica del Estado, y la irrupción de actores y comportamientos autoritarios, se explicarían entre otros factores, por el comportamiento de los líderes políticos.

El Perú es un caso de quiebre dentro de la tercera ola democratizadora desarrollada en América Latina. La institucionalidad democrática y el sistema de partidos colapsó por medio del autogolpe de Estado de 1992, momento a partir del cual se interrumpe por ocho años la débil experiencia democrática. Durante ese periodo se institucionalizó un régimen autoritario que no logró consolidarse, que se quebró, entre otros factores, por los errores en la cúpula de poder. En los últimos tres años se ha venido desarrollando un proceso pacífico de transición y reconstrucción de una frágil institucionalidad democrática.

El quiebre de la democracia en el Perú se produce por el desgaste de la relación entre la sociedad civil y la política y la consiguiente crisis del sistema de partidos. A finales de la década de 1980, la crisis económica y la violencia política crearon la percepción de agotamiento e inviabilidad del orden vigente, lo que estimuló a los líderes partidarios a abandonar conductas adversas al riesgo y a elevar sus apuestas políticas. Esto generó una polarización en el escenario electoral de 1990 y una suerte de vacío del centro político. A diferencia de Chile, esta polarización no condujo a un golpe militar, sino a crear una brecha entre los actores políticos y los electores, por la deslegitimación de los primeros en el enfrentamiento político, y la aparición inesperada de un outsider que fue elegido Presidente: Alberto Fujimori.

La ausencia de un partido fuerte que pudiera crear las bases para negociar sus políticas públicas con la sociedad fue el principal factor que explicaría la alianza de Fujimori con los poderes fácticos (sectores mayoritarios de las Fuerzas Armadas, empresarios y organismos internacionales) y el uso asistencialista del Estado como mecanismo de control social. En base a esta nueva correlación de fuerzas, el presidente Fujimori aplicó medidas extremas (antidemocráticas) para estabilizar una economía hiperinflacionaria y enfrentar el terrorismo en el país.

El éxito en el desarrollo de estas políticas legitimaron su liderazgo de naturaleza personalista y autoritaria. Pero este liderazgo tenía un límite temporal: las elecciones presidenciales de 1995. La reelección estaba prohibida por la Constitución de 1979. Frente a este escenario, Fujimori decide aprovechar su alto nivel de popularidad y el bajo nivel de aprobación de los partidos para realizar un autogolpe de Estado en 1992 y promulgar la Constitución en 1993 en la cual se contemplaba la figura de la reelección.

Esta coyuntura política es importante para resaltar la impotencia de los partidos y los movimientos de protesta para hacer frente al gobierno, puesto que no tuvieron el respaldo de la opinión pública. En este desencuentro entre la sociedad política y la sociedad civil, los líderes políticos surgidos de los partidos y los movimientos de protesta fueron reemplazados por los líderes anti-partido, más cercanos a los medios de comunicación, nuevo espacio de legitimidad política.[4]

Fujimori pertenece a la categoría de líderes estabilizadores, como los denomina Cavarozzi, a la que pertenecen Paz Estensoro, Menem o Cardoso. Sin embargo, a diferencia de ellos, Fujimori consolidó un estilo, liderazgo y discurso antipartido, antisistema y antiinstitucional. Esas son las características en su liderazgo que los diferencia de sus similares en la región.

Para mantenerse en el gobierno, Fujimori se vio forzado a mantener algunos márgenes democráticos e institucionales de participación política, como son las elecciones. La dispersión de la oposición, su ausencia de propuestas, su encerramiento en un discurso institucionalista, su desconexión del sentimiento popular de renovación, conspiró contra sus posibilidades de recomponer un sistema de partidos democrático en las diversas coyunturas electorales.

El deterioro del régimen autoritario no se dio por la presencia de una oposición fuerte que presionara la apertura democrática sino por la propia ambición del gobierno que buscaba una segunda reelección, aunque ello significara la destrucción del orden institucional creado bajo su hegemonía. Desde 1996, con la ley de interpretación auténtica de la Constitución que le autorizaba a postular a un tercer mandato, Fujimori inició un proceso de intervención y control de todas las instituciones autónomas del Estado.

Este recrudecimiento en el régimen autoritario fue posible por la debilidad de la oposición política. En cada coyuntura electoral la oposición se presentaba dividida y sin líderes que expresaran una renovación partidaria. Fujimori tampoco lograba victorias importantes por su imposibilidad de institucionalizar un movimiento altamente personalizado y dependiente del Estado. En cada escenario electoral vemos aparecer otro tipo de liderazgo político, el de los independientes, líderes regionales y oportunistas que nos recuerdan a nivel subnacional a los presidentes outsiders.

La herencia de la década perdida: los independientes

Los independientes ocupan el espacio dejado por los partidos a nivel local. Son líderes que no crean organización, optan por una relación directa e individualizada con la población. La relación tiende a obviar los mecanismos representativos, erosionando los existentes y evitando crear nuevas formas más efectivas. Esta relación de identificación directa entre los individuos y el líder tiene la virtud para el independiente de producir en la población una ilusión de participación de la que carecía en la época de predominio partidario.11

Nicolás Lynch señala que los independientes, al evitar la interacción y no desarrollar nuevas formas de representación, le restaron drásticamente posibilidades a la institucionalización del régimen democrático. Si no hay interacción como competencia, ni representación como sistema institucionalizado de control, difícilmente puede haber institucionalización democrática.12

Los independientes exitosos en la década de 1990 lo fueron por su pasado político partidario. En las elecciones municipales de 1998 las principales alcaldías provinciales fueron ganadas por quienes habiendo sido políticos de partido desistieron de pertenecer a alguna organización y se proclamaron independientes13. Romeo Grompone señala que muchos de estos líderes, habiendo sido anteriormente alcaldes, regidores o dirigentes locales, estuvieron acostumbrados a tomar decisiones con considerable margen de discrecionalidad debido a que las estructuras y normas partidarias sólo funcionaban a nivel de las direcciones centrales, los representantes parlamentarios y su entorno cercano. Con la crisis de los partidos, las instancias de coordinación partidaria se hicieron más laxas o simplemente dejaron de funcionar cuando intentaban extenderse al conjunto de miembros activos. Cuando los líderes locales dejaron de pertenecer a los partidos utilizaron las influencias adquiridas por su prestigio en la zona, sustentado a partir de acuerdos informales con otras organizaciones políticas o con asociaciones de la comunidad, para promover sus candidaturas independientes.

Cuando el sistema de partidos articulaba y representaba los intereses de la población en la década de 1980, existía un acuerdo implícito entre las direcciones partidarias y sus representantes a nivel local. El partido le daba al candidato a alcalde o regidor la cobertura que éste necesitaba al integrarlo a una propuesta de alcance nacional que le otorgaba más márgenes de credibilidad. Los candidatos sabían que tenían libertad para definir prioridades y alianzas en el ambiente en que se movían sin necesidad de atenerse a las instrucciones estrictas de una dirección central. Los miembros más destacados de los partidos sentían que estaban sumando votos que les permitían acceder o mantenerse en el parlamento o en los concejos provinciales. Aparentemente ganaban todos y además se proyectaba la imagen de un partido descentralizado y democrático que confiaba en la capacidad de todos sus integrantes. Esta división de tareas podía mantenerse mientras las organizaciones políticas tuvieran niveles de influencia en el gobierno o en los poderes locales. Cuando en la década de 1990 se advierte la crisis de los partidos, quienes optan por ser independientes disponen de una opción de salida: el apoyo que encontraron en las provincias y distritos del país pueden atribuirlo a su propia capacidad de convocatoria.15

En ese sentido tenemos dos tipos de liderazgo que se convierten en adversarios del liderazgo partidario, el presidente outsider y los independientes a nivel local, los cuales manejan un discurso antipartido y antisistémico. [5]Sin embargo, el outsider exitoso en su elección resultó ser una persona ajena a toda actividad política previa, mientras que el independiente exitoso lo fue por capitalizar su experiencia política previa.

En cuanto a la relación entre ambos tipos de liderazgo podemos señalar que si bien el fujimorismo buscó articular bajo un movimiento oficialista a los independientes, estos mantuvieron una ambivalente independencia aún cuando no conseguían agregar intereses como para constituirse en una alternativa política nacional.

Así tenemos al final de la década de 1990 dos tipos de liderazgos incapaces de hacer frente al régimen autoritario de Fujimori, el constituido por los líderes de los desprestigiados partidos y los independientes que se constituían en un débil frente político de oposición. El régimen finalmente cae por sus contradicciones internas, por la ambición reeleccionista de sus líderes que desestabiliza aún más la erosionada institucionalidad democrática y que polariza el escenario político a favor y en contra de la reelección. En este contexto se repite la experiencia de 1990 con la aparición de un outsider que ocupa el centro político y que, a diferencia de Fujimori, defiende en sus discursos los principios de la institucionalidad democrática y la necesidad de un sistema de partidos representativo: Alejandro Toledo.

El gobierno de transición política liderado por el Presidente del Congreso, Valentín Paniagua, y el nuevo gobierno elegido en urnas de Alejandro Toledo consiguieron llegar al poder con debilidades en sus proyectos, programas y organizaciones políticas. Siguiendo a Tanaka podría decirse que los líderes y las nuevas elites políticas tuvieron un proceso de aprendizaje incompleto durante el proceso de transición puesto que sobreestiman sus capacidades y su protagonismo en la debacle del régimen anterior, y tienden a la dispersión y al enfrentamiento.

En la actualidad, el principal desafío político que enfrenta nuestro país es remontar las herencias que deja una década de autoritarismo, de destrucción de las instituciones estatales, utilizadas para mantener en el poder al fujimorismo. El sistema de partidos de los ochenta fue destruido, su espacio fue ocupado en los noventa por el fujimorismo y por los movimientos independientes, pero ninguno de ellos logró consolidarse como alternativa de representación política. El fujimorismo también afectó las capacidades de acción colectiva de la sociedad, minando la representatividad de los actores sociales, aislándolos de los supuestos representados y del interés general. En la actualidad el reto es la reconstrucción de las instituciones y de los actores sociales y políticos, en un contexto en el cual quienes deben solucionar los problemas son parte de éstos, lo que se expresa en las dificultades y límites que muestra el actual gobierno de Alejandro Toledo.

Trayectorias de liderazgo de la sociedad civil a la política en el restablecimiento de la institucionalidad democrática

Dos tipos de lideres adquirieron relevancia en el restablecimiento de la institucionalidad democrática, al renovar el vínculo representativo entre la sociedad civil y la política: los alcaldes y los intelectuales.

Los alcaldes asumieron no sólo una función pública sino también el liderazgo de los movimientos descentralistas que a finales de la década de 1990 promovieron la caída del régimen fujimorista. Los intelectuales se constituyeron en una propuesta de renovación de la elite y de las prácticas políticas con su incorporación al primer gabinete ministerial de Alejandro Toledo.

No todos los alcaldes e intelectuales sobresalientes durante la década de 1990 tuvieron un papel principal en el proceso de democratización. La influencia del gobierno fujimorista se dejó sentir en los últimos espacios de gobierno local del país, y en las diversas esferas de expresión cultural y política. Varios alcaldes partidarios e independientes asumieron posiciones neutrales y de alianza con el gobierno de Fujimori, puesto que les convenía políticamente recibir la ayuda del Ejecutivo en la construcción de obras públicas y la implementación de programas asistenciales.

Los intelectuales no siempre fueron críticos frente al régimen fujimorista. La situación de inestabilidad laboral y la presencia de las Fuerzas Armadas en las universidades públicas acallaron las voces de protesta de los intelectuales ligados a masivos centros de formación profesional. Los que manifestaron abiertas críticas al régimen provenían de universidades privadas y de ONGs. No solo científicos sociales y politólogos levantaban sus voces de protesta, así también artistas y estudiantes promovían manifestaciones en las cuales se exigía el restablecimiento del Estado de Derecho.

Los alcaldes y la apertura del régimen autoritario

Durante el periodo de transición democrática, los niveles de representación subnacionales con influencia en el escenario político nacional eran los municipios provinciales17. Sus autoridades, los alcaldes provinciales, han liderado grandes movilizaciones con demandas descentralistas en los últimos años18.

El gobierno de Fujimori aplicó durante su gobierno una política económica neoliberal fuertemente centralista. Además, por una inclinación autoritaria, debilitó aún más las instituciones municipales al recortar el presupuesto y la autonomía de estas instancias de gobierno. En la década de 1990, el gobierno incrementó significativamente el gasto público en términos generales y el gasto social en términos particulares, pero de manera centralizada y concentrada en dos ministerios: Presidencia, y Economía y Finanzas, y en sus diversas agencias controladas por el Ejecutivo.[6]

Es en este escenario de centralismo y autoritarismo que aparecen algunos líderes locales, principalmente alcaldes provinciales, que hacen frente al gobierno fujimorista. Estos alcaldes representaban no solo a la capital provincial sino también a las pequeñas ciudades o centros poblados rurales, a las que el centralismo bloqueaba en su desarrollo y sólo atendía como clientela electoral marginal. Teniendo en cuenta a estos aliados, algunos alcaldes provinciales buscaron conformar bloques regionales de poder, desde el municipio a través de la Macro Región, o desde la sociedad civil con los Frentes y las Asambleas Regionales.

La fragilidad institucional de los liderazgos locales

Los líderes locales proceden principalmente de: las municipalidades, convertidas en ámbitos de legitimación del liderazgo y de plataforma para el ascenso a otras cargos representativos; de las mesas de concertación, espacios públicos no estatales de gestión del desarrollo local; los Frentes Regionales, que reivindican la descentralización y la ejecución de proyectos estratégicos; de las organizaciones sociales de sobrevivencia; y, en menor medida, de los colegios profesionales y gremios empresariales, espacios que han sufrido la recesión económica y en los cuales ha sido difícil el surgimiento de nuevos dirigentes20.

En la última década, algunos líderes sociales llegaron a ser alcaldes, como Juan Manuel Guillén, con una trayectoria de liderazgo innovador y eficiente como rector de la Universidad de San Agustín de Arequipa; Luis Guerrero como promotor de iniciativas de desarrollo local en Cajamarca; y Cristala Constantínides, forjada como dirigente gremial y popular en Moquegua. Algunos otros comenzaron a destacar desde las municipalidades, como Tito Chocano en Tacna, Ernesto Herrera en Ilo, José Murgia en Trujillo, entre otros.

De los líderes sociales que llegan a ser autoridades municipales, interesa estudiar aquellos surgidos como reacción frente al centralismo, la corrupción y la reelección de Fujimori.

Los liderazgos locales de la última década han sido fruto más de la necesidad de reaccionar ante las políticas de Estado que consecuencia de propuestas proactivas que reflejen autonomía y madurez ideológica y política de estos líderes. Por ejemplo, los ex alcaldes de Iquitos, Jorge Chávez Sibina e Iván Vásquez, surgen oponiéndose a las negociaciones y concesiones otorgadas por Perú al Ecuador en el reciente conflicto fronterizo. Los alcaldes del sur que se involucran seriamente en una apuesta regional responden también a los problemas ocasionados por las políticas del gobierno nacional: recesión económica, centralización de las actividades productivas, falta de asignación de recursos para ejecutar obras de infraestructura, parálisis de las zonas comerciales en las ciudades de frontera, entre otros.

Es necesario precisar que, más que líderes representativos de sectores sociales específicos, los líderes municipales son representativos de reivindicaciones muy amplias, que involucran intereses de todos los sectores de la provincia, particularmente de los segmentos populares. La ausencia de partidos condiciona esta dispersión en la representación de los intereses sociales.

En efecto, la principal debilidad de estos líderes municipales ha sido su incapacidad de articular una propuesta política de alcance nacional. Un ejemplo de ello fue el frustrado intento de los ex alcaldes Luis Guerrero, Jorge Chávez y Federico Salas por constituir desde las provincias, un partido político nacional cuyo eje fuera un proyecto de país descentralizado.

Varios líderes provinciales fueron caudillos, posiblemente sin tener plena conciencia de ello, que a la hora de tomar decisiones importantes excluían radicalmente a los actores sociales que actuaban como soporte de sus gestiones, pues no estaban articulados orgánicamente. Podemos mencionar como ejemplos los casos de los pioneros tránsfugas21: Federico Salas en Huancavelica, Gregorio Ticona en Puno y Waldo Ríos en Huaraz. Si bien en todos estos casos se levantaron voces de extrañeza y de protesta por sus "traiciones" políticas en sus respectivas localidades, al final prevaleció la voluntad individual de los ex alcaldes y no la lealtad hacia el voto captado o el respeto a su base electoral.

Los liderazgos de la mayoría de alcaldes se difuminaron en el ejercicio de las funciones de gobierno, parametrados en los requerimientos del desarrollo distrital o provincial. Pocos han incursionado en escenarios regionales, dando pasos necesarios para afirmar otra identidad a escala regional. Ello sucedió, por ejemplo, con los ex alcaldes de la Macro Región Sur, particularmente de Arequipa, Ilo y Tacna, quienes impulsaron acuerdos en torno a objetivos comunes para toda la región, como proyectos de infraestructura y de promoción de las relaciones de cooperación y complementariedad con los países vecinos.[7]

Estos fueron liderazgos regionales frágiles, sin una propuesta clara de proyecto de país. Al no producirse una transformación en sus concepciones y propuestas fundamentales, no fue posible que se constituyan en líderes nacionales, pues el protagonismo personal de estos líderes primaba sobre la presencia de movimientos, fuerzas sociales o partidos políticos. Esto se refleja en el hecho de que varios intentos por crear partidos descentralistas han quedado ahogados en las limitaciones de las propuestas y en la ausencia de organizaciones sólidas.

Es importante señalar que la coyuntura política de resquebrajamiento del régimen autoritario les daba a estos líderes locales un espacio de expresión de sus demandas que podía ser capitalizado electoralmente. Tenemos así para las elecciones generales del 2000 a varios líderes locales que se autoperciben como presidenciables, aún cuando las bases en las que se asientan son muy precarias pues carecen de partidos políticos y no muestran aún una sólida apuesta programática de jerarquía nacional.

Un caso de articulación política de perspectiva nacional fue el movimiento Perú Ahora, liderado en sus inicios por tres alcaldes -Salas, Guerrero y Chávez-, los cuales se promocionaban como candidatos presidenciales, consiguiendo finalmente dos de ellos llegar al Congreso desde donde promueven su relanzamiento.

Es bastante cierto que la sobrestimación de las propias posibilidades de convocatoria impulsa a estos líderes a organizar su propia agrupación en lugar de sumarse a otras iniciativas en curso22. El más alentador de estas propuestas organizativas fue Somos Perú, que en su mejor momento se constituyó como un movimiento fundamentalmente municipalista capaz de articular a cientos de líderes locales, entre alcaldes y regidores, pero que padecía el mismo mal que los líderes locales condenaban: el centralismo en la organización. Sin embargo, ha sido la dispersión y no la integración la constante en la historia de estos movimientos municipalistas y de sus líderes.

El liderazgo de Guillén y su lucha por la descentralización en Arequipa

Juan Manuel Guillén es un líder social forjado en las aulas universitarias23. Su importancia radica en su labor desempeñada como alcalde de Arequipa, su proyección como líder opositor frente al autoritarismo de Fujimori y la política económica de Alejandro Toledo.

En 1998, Guillén consigue ganar la alcaldía provincial de la segunda ciudad del Perú en importancia política y económica después de Lima: Arequipa. A esas contiendas se presentó como candidato independiente y obtuvo el 67.28% de los votos válidos. Los factores que le ayudaron a tener buena aceptación electoral fueron su origen arequipeño (los anteriores alcaldes fueron migrantes) y su gestión como rector en la Universidad de San Agustín desde dónde promovió su candidatura.

En 1973, cuando ejercía la docencia en la Universidad de San Agustín, fundó junto a algunos compañeros el movimiento "Nueva Universidad". Este movimiento de inclinación izquierdista progresivamente fue afirmando su presencia en la administración de la Universidad, cuyos representantes por facultad impulsaron la candidatura de Guillén al rectorado universitario. En 1989, Guillén fue elegido rector por la Asamblea Universitaria, siendo reelegido cinco años más tarde. Durante su rectorado logró importantes reformas universitarias y construir un estadio con pocos recursos, lo cual le valió el reconocimiento de la población.

En 1998 entra a la alcaldía con un gran apoyo electoral y mantiene en su equipo de gobierno a sus compañeros universitarios integrantes del movimiento Nueva Universidad.

Los problemas heredados de la anterior gestión, la falta de experiencia en el manejo del gobierno local y la ausencia de un plan de gobierno crearon al inicio

Liderazgos en transición. Trayectorias de liderazgo político en el Perú

de su gestión una situación de pérdida de credibilidad en la nueva administración municipal. Su debilidad radicaba en el repliegue del alcalde a su equipo de gobierno, constituido por profesores universitario sin experiencia en gestión municipal, y su negativa a dialogar con otros actores.

A nivel local, el liderazgo de Guillén se sustentó en su propia imagen. Al inicio de su gestión tuvo la voluntad de fortalecer sus redes de gobierno, pero hacerlo implicaba discutir, debatir, ceder espacios de poder, a lo cual Guillén rehuía24. En ese sentido, adoptó la estrategia de reforzar su liderazgo a nivel local asumiendo uno a nivel regional y nacional. Este liderazgo fue fuerte mientras su presencia en la coyuntura de quiebre del régimen autoritario y la transición se mantenía.

La proyección de su liderazgo local a uno nacional se dio con la conformación de la Macro Región Sur. Al inicio de su gestión, Guillén sostuvo reuniones con otros alcaldes provinciales y empresarios del sur del país, con el fin de promover propuestas de desarrollo regional para gestionarlas o negociarlas frente al gobierno central de manera unitaria y no de manera aislada y personal como venía ocurriendo hasta la fecha.

Arequipa ha sido uno de los departamentos más golpeados por la recesión económica que afectó al país a fines de la década de 1990. El 60% de las empresas que constituían el parque industrial de Arequipa se cerraron o migraron hacia Lima. Ello creó un grave problema de desempleo en el departamento que se tradujo en grandes movilizaciones sociales en contra de la política económica y del régimen autoritario.

Guillén lideró estas demandas descentralizadoras y el descontento popular en contra de la reelección de Fujimori en el sur del país. Ello le dio protagonismo en el escenario público nacional y fue de la simpatía del entrante presidente Alejandro Toledo.[8]

El ex alcalde participó en las movilizaciones que promovieron la caída del régimen fujimorista y el ascenso de Alejandro Toledo al gobierno. En recompensa a ese esfuerzo y a un año de finalizar su mandato como alcalde, Guillén fue designado presidente del Consejo Nacional de la Descentralización (CND), órgano consultivo creado por Toledo en agosto de 2001 y en el cual Guillén permaneció poco tiempo.

Así, casi finalizando su gobierno, Guillén había dejado atrás su etapa de líder nacional en contra de la reelección de Fujimori a ser un funcionario sin mucha proyección del entrante gobierno de Toledo. Esta situación finalmente se revierte en un nuevo contexto de lucha descentralista: el arequipazo.

A mediados de abril del 2002, el Frente Amplio y Cívico de Arequipa convocó a un paro regional en contra de la intención presidencia de privatizar las empresas eléctricas EGASA, EGESUR, y SEAL. Fue una promesa electoral de Toledo no privatizar esas empresas. Más aún, existía un acta de compromiso firmada por el entonces candidato Toledo de defender el patrimonio regional y, específicamente, no privatizar esas empresas.

Más allá de las razones a favor o en contra de la privatización de las empresas eléctricas en el sur, su defensa se convirtió en el nuevo argumento de la nueva oposición política regional para canalizar las demandas y las frustraciones de una población desesperanzada por el desempleo y la falta de reactivación económica. La oposición resaltó el mal uso que había hecho de este recurso el anterior gobierno y señaló que el nuevo gobierno estaba cayendo en el mismo error.

A un mes del inicio de las protestas, el alcalde de Arequipa, Juan Manuel Guillén, junto a otros 7 alcaldes distritales, iniciaron una huelga de hambre en medida de protesta contra la persistencia del gobierno de querer privatizar las empresas eléctricas. Para el alcalde, este hecho iba más allá de cualquier interés político, pues señalaba respondiendo a sus críticos, que no iba a postular a la reelección en los comicios municipales del 2002.

Las movilizaciones desarrolladas del 14 al 19 de junio de 2002, desencadenaron en enfrentamientos con la policía y la muerte de un estudiante. Las movilizaciones disminuyeron cuando se decretó el Estado de Emergencia y la suspensión de los derechos constitucionales en el departamento de Arequipa.

Detrás de las protestas existían intereses políticos que iban más allá de defender a las empresas eléctricas. Dirigentes sociales y políticos buscaban capitalizar el descontento de la población respecto a la gestión del gobierno de Toledo. Teniendo en cuenta los resultados electorales de noviembre de 2002, quienes resultaron ganadores con estas movilizaciones fueron Yamel Romero y Daniel Vera Ballón, lideres apristas de Arequipa, quienes encabezaron marchas diferenciadas de sus correligionarios, obteniendo una magnifica cobertura tanto en medios de prensa locales, como en la televisión nacional. Romero fue elegido alcalde provincial y Vera Ballón presidente de la Región Arequipa.

Guillén había logrado que el gobierno central desistiera de privatizar las empresas eléctricas; sin embargo, al mantener su decisión de no postular a la reelección en el 2002, atentó contra el frágil protagonismo de su liderazgo. Más aún, el proceso de descentralización y regionalización por el que había luchado le quitó su nuevo espacio de figuración política. Su iniciativa de conformar un bloque regional de poder fue asumido por los recién electos presidentes regionales.

En la actualidad, Guillén se encuentra retirado de la vida política local por decisión propia, enfrentando graves acusaciones de aprovechamiento indebido del cargo y abuso de autoridad en su gestión como alcalde. Sin embargo, la buena imagen de su gestión en la población y las organizaciones sociales nos lleva a señalar que Guillén es un líder local a la espera de una coyuntura crítica para poder figurar en el ámbito nacional.[9]

El papel de los intelectuales en la afirmación de la democracia

Los teóricos de la transición, como O´Donnell y Schmitter25 han señalado que en un proceso de cambio de régimen, los artistas e intelectuales son los primeros en manifestar su oposición pública al régimen autoritario. Estas manifestaciones culturales están estrechamente ligadas a ciertas colectividades, tales como las universidades, las asociaciones profesionales y los grupos de investigación social, en todos los cuales ejercen una fuerte repercusión.

Cuando se inicia el quiebre del régimen autoritario, las organizaciones defensoras de los principios institucionales de la democracia y los derechos humanos salen a la arena pública dotados de una enorme autoridad moral, que les brinda un amplio auditorio para sus elocuentes críticas al régimen, críticas que inevitablemente se hacen extensivas a otras cuestiones y llegan a incluir la defensa de derechos sociales y políticos que sólo la democracia puede garantizar con seguridad. Más aún, son escuchados al criticar el deterioro moral del régimen autoritario por la corrupción de líderes políticos oportunistas, produciéndose el rechazo ético del régimen autoritario y de la clase política.

En efecto, en el proceso de quiebre del gobierno fujimorista algunos intelectuales -aquellos que tienen una imagen pública y cuyo quehacer opera como referente en el debate y en la formación de opinión ciudadana- crearon corrientes de opinión internas y externas acerca del régimen mostrando sus debilidades y los potenciales peligros que conllevaba su continuidad. Fueron pocos los que asumieron una oposición individual frente al régimen, los hacían principalmente a través de colectivos como el Foro Democrático, Transparencia, Comisión Andina de Juristas, Instituto de Defensa Legal, Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, entre otros. A nivel individual estos líderes asumen nuevos retos con la instauración del nuevo régimen democrático, durante los gobiernos de Valentín Paniagua y Alejandro Toledo. Estos intelectuales interpretan la restauración del régimen democrático como un momento fundacional, que les brinda la oportunidad de acceder al poder y realizar profundas transformaciones desde el Estado.

En esta investigación interesa resaltar el papel desempeñado por dos intelectuales que asumieron funciones ministeriales en el gobierno de Alejandro Toledo. Por un lado Nicolás Lynch, educador y ex dirigente político partidario, quien asume el Ministerio de Educación por el lapso de un año. Por otro lado, Cecilia Blondet, intelectual más ligada a las Organizaciones No Gubernamentales, quien dirige el Ministerio de la Mujer por un corto periodo de tiempo. El inicio de la gestión y el desempeño en el cargo de ambos ministros remiten a evaluar su papel como líderes sociales que acceden a la esfera política.

Los intelectuales y su apuesta por la democracia

Ambos intelectuales pertenecen a grupos generacionales que han intervenido en los últimos años en política y que tienen características similares: tienen entre 45 y 55 años de edad; provienen de familias de clase alta o media alta; recibieron una formación religiosa inicial, en colegios progresistas, que les brinda una sólida formación intelectual y predisposición para interesarse en problemas sociales; y sufrieron una rápida politización, continua y acentuada más en el caso de Lynch que en el de Blondet, durante su formación universitaria, en la que van perfilando de manera más clara su preocupación por la política y su vínculo con lo social. Sus proyectos personales están influidos por diferentes momentos de la política peruana: el fin del orden oligárquico y la democratización del espacio público, el docenio militar, el retorno a la democracia en 1980 y la experiencia de gobierno de Izquierda Unida.

La historia política del ministro Nicolás Lynch27 se inicia en la Universidad de San Marcos donde estudia Sociología y milita en diversas agrupaciones políticas de izquierda: Vanguardia Revolucionaria, Clase Obrera, el PUM y la Izquierda Socialista. Su radicalismo inicial fue cediendo paso a una apuesta institucional por la democracia que lo llevó a postular al Congreso a fines de 1980. Sin embargo, la crisis de los partidos en la última década y la práctica desaparición de las agrupaciones de izquierda del escenario electoral, obligaron a Lynch a ampliar sus horizontes políticos sin sacrificar sus convicciones socialistas.[10]

Lynch cuando no hacía política se formaba para ello. Estudió así a inicios de la década de 1980 en los principales centros académicos de inclinación marxista: la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) en México y la New School for Social Research en New York.

Nicolás Lynch es un líder cuya trayectoria estuvo muy influenciada por su formación académica y su participación en diversas organizaciones de izquierda, en donde defendió con vehemencia ideales de justicia social y democracia, tan desprestigiados en los últimos años. Estos ideales estuvieron presentes en las demandas enarboladas por la población durante la quiebra del régimen autoritario fujimorista, la transición y las promesas electorales del entrante presidente Toledo.

Su acercamiento con el gobierno de Toledo no es particular, sino que forma parte de una estrategia de algunos militantes de izquierda (el grupo Justicia y Libertad) de retomar el espacio político perdido en la década de 1990. Llega así a formar parte de la lista de candidatos al Congreso de Perú Posible.

Cecilia Blondet28 se constituyó en lidereza en el ámbito académico por su especialización en el tema de la participación política de la mujer. Su formación estudiantil en Historia en la Pontifica Universidad Católica no estuvo ligado a la política partidaria, aunque su inclinación académica es muy cercana a la sociología política.

Es especialista en temas de género, pobreza y desarrollo. Se desempeñó con éxito como directora del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), una de las instituciones académicas más prestigiosas del país. Ello le valió constituirse en miembro del directorio de la Asociación Civil Transparencia (desde 1997) y miembro del Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana (1998-1999). Durante el gobierno de transición democrática, y a pedido del propio ex presidente Valentín Paniagua, formó parte de la Iniciativa Nacional Anticorrupción (2001). Su trayectoria incluye también la fundación del Consorcio Pro Ética.

Ello le trajo reconocimientos que complementó con su participación en organizaciones prestigiosas de la sociedad civil que lucharon contra el régimen fujimorista y por la defensa de las instituciones del Estado de Derecho.

Estos liderazgos pertenecen a grupos generacionales distintos, que comparten las mismas preocupaciones sociales desde diferentes escenarios y recursos. En el caso de Lynch más cercano a la sociedad política (las agrupaciones de izquierda) y en el caso de Blondet desde la sociedad civil (principalmente las ONGs).

El liderazgo de Lynch y los desafíos de un nuevo gobierno

Lynch integró el primer gabinete ministerial del presidente Toledo en el cargo de Ministro de Educación. El saliente ministro de educación durante el gobierno de transición, otro intelectual reconocido como Marcial Rubio Correa, había realizado avances importantes respecto al diagnóstico de la institución y el compromiso de los diversos actores políticos de apoyar una reforma estructural en materia educativa. Lynch aprovecharía ambos avances para aplicar reformas importantes de largo plazo, aún cuando podían traerle al gobierno problemas de estabilidad en el corto plazo.

El gobierno de Toledo afrontó desde el primer día grandes demandas sociales que afectaron su frágil estabilidad política. Más aún, fue criticado por sus propios partidarios al haber formado un gabinete pluralista al inicio de su mandato.

En el primer gabinete ministerial del Presidente Toledo, la mayoría de los ministros no pertenecían a las filas de Perú Posible. De ellos, sólo cuatro de quince ministros eran líderes importantes del partido oficialista: Luis Solari, Doris Sánchez, David Waisman y Carlos Bruce. Otros ministros tenían un acercamiento con ese partido, particularmente con Toledo, como Fernando Rospigliosi y Raúl Diez Canseco. Los otros integrantes eran profesionales y técnicos, que coincidían en los aspectos básicos que postulaba el presidente y su partido. Entre estos últimos se encontraban Roberto Dañino, Pedro Pablo Kuczynski y Nicolás Lynch.

Nicolás Lynch recibe la invitación para integrar el primer gabinete del propio Presidente Toledo, quien le propuso asumir el cargo tres días antes de que se conociera públicamente la noticia.

Esto suponía un cambio en el comportamiento del liderazgo de Lynch, a pasar de ser un líder de la oposición a ser un funcionario del gobierno. El objetivo de Lynch al asumir el Ministerio de Educación fue integrar en su plana ministerial a especialistas en el tema educativo que tuvieran un perfil político similar al suyo, para tener homogeneidad de criterios al impulsar reformas y con facultades de negociación para defenderlas. Además conforma el Consejo Nacional de Educación, integrado por 25 especialistas en la temática educativa, quienes tuvieron como misión plantear propuestas de gestión orientadas a la mejora de la calidad de la enseñanza. Solo tuvo dificultades para nombrar personal de su confianza a nivel regional, puesto que solo le permitieron dirigir los cambios en un tercio de las Direcciones Regionales de Educación.

Teniendo en cuenta el Acuerdo Nacional para la Educación firmado por los diversos actores políticos durante el Gobierno de Transición de Valentín Paniagua, se plantea objetivos de largo plazo como el reforzamiento de la escuela pública, la inclusión de los actores del proceso educativo (maestros, padres de familia y alumnos) en las mejoras de la calidad de la enseñanza, y la reivindicación de la carrera magisterial.[11]

Para realizar estas medidas era necesario el apoyo del gobierno y de las demás fuerzas políticas que suscribieron el Acuerdo Nacional, incluyendo a los representantes de la sociedad civil como el Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP). En ese sentido, Lynch desarrolló una política de puertas abiertas durante su gestión, buscando el diálogo con la dirigencia del SUTEP. Esta relación con los representantes de los maestros fue tensa durante el periodo de evaluación de los mismos previo a su nombramiento.

La aplicación de reformas de largo plazo significaba evaluar a los principales actores de ese proceso: los maestros. En ese sentido, desde el inicio de su gestión Lynch desarrolló nuevos criterios de evaluación del trabajo magisterial teniendo en cuenta no sólo a la cantidad de maestros que hay en el país, a la antigüedad en sus puestos y a sus necesidades materiales inmediatas, sino a los méritos, al afán de superación y de capacitación para que se beneficie el conjunto del proceso educativo. Detrás de estas reformas estaba la idea de que el problema magisterial no es solamente un problema de sueldos, sino de dignificación del maestro.

La posición del Sindicato al respecto fue demandar al gobierno que nombrara a los maestros de acuerdo a la antigüedad de los mismos y sin ser sometidos a evaluaciones arbitrarias, de acuerdo a la Ley del Profesorado de 1984. En ese sentido, reafirmaban su posición de no dar tregua al Ministro de Educación. Lynch señalaba en ese entonces que los dirigentes estaban cumpliendo su rol, pero que no evaluaban las acciones que tomaban de acuerdo a la coyuntura en la cual se encontraban. Así señalaba que "estamos en una etapa distinta en la que el diálogo es importante".

En esta etapa de apertura al diálogo por parte del Ministerio y de hostilidad por parte del Sindicato aflora diversas características del liderazgo de Lynch. Asume una posición más conciliadora en estas pugnas, apoyándose en la popularidad que encontraba sus propuestas de reforma en la opinión pública y en el sector más progresista del magisterio. Más aún, evita la confrontación con conocimiento de hecho por sus antecedentes sindicalistas y por su acercamiento como militante de izquierda con el sector sindical.

En esta negociación fue importante la participación de su plana ministerial, en la cual se encontraban antiguos líderes de partidos de izquierda y líderes sindicales del sector educación, con lo cual mejoraba su posición en el diálogo y evitaba la confrontación.

Además, en la confrontación no aparece menospreciando al adversario, más aún le reconoce méritos. Lynch reconoce un resurgimiento del movimientismo al final del régimen fujimorista. "El SUTEP ha demostrado el año pasado en las calles que es una fuerza política viva en el país, siendo un escalón de primer orden en la lucha contra la dictadura. Creo que expresiones (de los líderes sindicales) como hablar de tregua, guerra, cheques en blanco, pertenecen a otra época. Ahora tenemos por delante la responsabilidad de echar a andar las instituciones democráticas", declara en una entrevista cedida a La República en agosto de 2001.

En ese sentido, el primer acuerdo logrado con el SUTEP fue aumentar el sueldo de los profesores en un 9%, frente a las exigencias del Sindicato de homologarlos con los ingresos de los funcionarios del Poder Judicial29.

Los gobiernos anteriores no pudieron aplicar reformas estructurales en materia educativa por la ausencia de un acuerdo nacional al respecto, por el costo político de aplicar medidas de largo plazo frente a demandas urgentes en el corto plazo (aumento de sueldos y nombramiento a los maestros), y por la inestabilidad del cargo ministerial30.

Lynch, teniendo en cuenta el acuerdo nacional por la reforma educativa y el apoyo que le brindaba a su gestión el presidente Toledo, sentó las bases para el desarrollo de una carrera pública magisterial por méritos. En ese sentido desarrolló el proceso de evaluación para el nombramiento de plazas docentes, en el que se examinó a más de 116,000 maestros para ocupar aproximadamente 23,000 plazas como profesores nombrados. Esta reforma contó finalmente con el apoyo de las principales dirigencias regionales del SUTEP.

El 12 de julio de 2002, antes de cumplir un año de gestión, el presidente Alejandro Toledo relanzó su gobierno modificando su gabinete ministerial. Los analistas y los medios de comunicación señalaron que la motivación de Toledo fue darle al gabinete ministerial un perfil más político, de cara a las próximas elecciones municipales y regionales de noviembre de 2002. Los ministros que abandonaron sus cargos fueron aquellos intelectuales que habían apoyado el liderazgo de Toledo durante la transición democrática: Nicolás Lynch en Educación, Diego García Sayán en Relaciones Exteriores, Fernando Rospigliosi en Interior y Cecilia Blondet en el Ministerio de la Mujer.[12]

Después de dejar el gabinete ministerial, Lynch se desempeñó como consejero presidencial de Alejandro Toledo, tarea nada grata mientras duró en ese cargo. Así, a finales de octubre del 2002, procuraba evitar el escándalo público en el juicio de paternidad que seguía el presidente. Frente a la presión del gabinete y sus asesores, el presidente Toledo se comprometió a negociar la reconciliación en ese caso, pero ello le costó el puesto al consejero Lynch.

Se podría señalar que Lynch es un líder social con proyección política luego de desempeñar una importante función como ministro, siendo actualmente uno de los principales promotores del recién formado Partido Democrático Descentralista.

El liderazgo de Blondet y la silenciosa transformación de la institucionalidad estatal

A mediados de enero de 2002, Cecilia Blondet es nombrada ministra del PROMUDEH (Ministerio de Promoción de la Mujer y del Desarrollo Humano)31 en un contexto de crisis ministerial por la destitución de tres ministros que eran líderes dentro del partido de gobierno: Luis Solari de la Fuente, David Waisman Rjavinsthi y Doris Sánchez Pinedo.

La intención de Toledo al retirar a los líderes de su partido del Ejecutivo era reforzar su presencia partidaria en el Legislativo, puesto que estos ex ministros habían sido elegidos como congresistas. La primera reestructuración del gabinete ocurría cuando el gobierno se aprestaba a cumplir sus primeros seis meses en el poder. Pero también coincide con una crisis originada por el enfrentamiento público entre los ministros salientes de Perú Posible y el presidente del Consejo de Ministros, Roberto Dagnino. Este último sale fortalecido de la pugna ministerial y es quien defiende la designación de Blondet al Ministerio de la Mujer.

No se equivocó Toledo al señalar que estos cambios fortalecerían la bancada de su partido. Lo inquietante fue que este fortalecimiento terminó tornándose en contra del nuevo gabinete, puesto que los congresistas oficialistas se mostraron "inflexibles" al exigir el cumplimiento del "Plan de Gobierno" a los nuevos ministros. Estos cambios también afectaron la relación entre el Ejecutivo y el Congreso al perderse el enlace partidario que había entre ambos poderes del Estado.

La decisión presidencial de nombrar como reemplazantes de los ministros salientes a personalidades ajenas a Perú Posible provocó malestar en las bases del partido de gobierno en Lima y el interior del país. Este malestar intentó ser apaciguado por los líderes del partido, quienes exigían a los nuevos ministros aplicar el Plan de Gobierno de Perú Posible y mantener en sus cargos al personal contratado por los ministros salientes.

Blondet era conciente de las presiones que recibía del interior del gobierno. Así, al inicio de su gestión se comprometió públicamente a proseguir con la labor de su antecesora, la congresista oficialista Doris Sánchez, y a trabajar de la manera más plural, incluyendo a los militantes del partido de gobierno. Sin embargo, ello suponía fijar límites a su actuación ministerial que le impediría realizar grandes reformas con mayor nivel de discrecionalidad. Así, por ejemplo, tuvo obstáculos para colocar a personas de su confianza en cargos importantes al interior del Ministerio, sin que ello signifique una actitud de enfrentamiento contra el partido de gobierno. La designación de la viceministra y de los gerentes de los programas sociales se hizo después de tensas negociaciones con el propio presidente Toledo.

La viceministra Violeta Bermúdez Valdivia es una muestra de la red que Blondet incorpora al PROMUDEH. Bermúdez ha sido coordinadora del Movimiento Manuela Ramos y consultora tanto del Instituto Interamericano de Derechos humanos como del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer, UNIFEM. Hasta su juramentación, se desempeñaba como Coordinadora de Proyectos de Derechos Humanos e Instituciones Democráticas en la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, USAID.

Blondet encuentra el ministerio en una situación calamitosa, en la cual no funcionaban eficientemente los programas sociales porque eran dirigidos y operativizados por personas sin preparación y experiencia en gestión pública, y que habían ingresado al ministerio con el único mérito de pertenecer al partido de gobierno y al entorno de la ex ministra Doris Sánchez. Más aún, no había voluntad en el nuevo gobierno de que el ministerio siga existiendo como tal,

En estas condiciones, la ministra impulsó políticas sectoriales desde fuera de la institución, con apoyo de investigadores de ONG. Así, por ejemplo, se le dio prioridad a la niñez y la adolescencia, y de manera conjunta con redes de ONGs especializadas en el tema se elaboró un Plan Nacional de Acción por la Infancia 2002–2010 y se recuperó la confianza del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el desarrollo del Programa Nacional Wawa Wasi, que brinda cuidados diurnos a los hijos menores de 3 anos de madres trabajadoras en los sectores de extrema pobreza.[13]

Al inicio de su gestión, Blondet tenía que resolver problemas pendientes y críticos en el sector, como eran los lobbies creados en la anterior administración y el mal manejo del PRONAA (Programa Nacional de Asistencia Alimentaria), y hacerlo con solvencia tal que la militancia toledista se inhiba de criticarla gratuitamente. El PROMUDEH se había convertido en la principal fuente de empleo para los militantes del partido de gobierno. La salida que encuentra Blondet al problema fue evaluar al personal según sus resultados e incorporar a especialistas en puestos críticos del Ministerio.

Según Blondet, los seis meses que duró su gestión, fueron intensos, desafiantes y gratificantes. Al inicio empezó un proceso de saneamiento de la institución, con una silenciosa pero efectiva reforma administrativa, siguiendo los lineamientos de modernización del Estado, simplificación de los procedimientos y aprobación de normas de neutralidad y transparencia en la gestión pública. "Dimos una Directiva de Neutralidad y Transparencia a fin de evitar el uso político partidario de los fondos y recursos públicos de los programas sociales del sector. Firmamos un Compromiso con la Defensoría del Pueblo para garantizar la neutralidad y transparencia de todos los programas sociales del Ministerio en las elecciones regionales y municipales de 2002. Además se convocó a concurso público las plazas vacantes, el cual contó con la supervisión de la Pontificia Universidad Católica del Perú y Proética, para garantizar la imparcialidad del proceso", señala Blondet en su discurso de entrega de cargo.

Estas reformas permitidas por ley, sentaron las bases para evitar el futuro manejo político partidario de la institución ministerial, como se dio en dos agencias desconcentradas: el PRONAA y el PAR.

De todos los organismos públicos descentralizados que tiene el Ministerio de la Mujer, el PRONAA siempre ha sido el más problemático. Blondet señala que recibió el Programa en condiciones muy críticas. Por esa razón, instaló una Comisión de Reestructuración al más alto nivel encargada de hacer un diagnóstico del programa y proponer un rediseño del mismo sin afectar la atención a los beneficiarios. Esta Comisión trabajó por espacio de 90 días con un Consejo Consultivo, en el que tuvieron participación las organizaciones sociales de base, y entregó un detallado Informe que fue remitido a Auditoria Interna y a la Contraloría General de la República. El PRONAA fue reestructurado, reduciéndose su personal de manera responsable. Además, se implementó el PRONAA Rural que se propuso convertir en beneficiarios a los pequeños agricultores comprándoles sus productos. De esta forma un programa asistencialista se transformó en un programa impulsor del desarrollo, capaz de dinamizar los mercados locales. Finalmente, se reglamentó la Ley 25307 que permite la participación de las mujeres de las Organizaciones Sociales de Base (OSB) en la gestión de los programas alimentarios.

Otro organismo descentralizado que recibió tratamiento especial por la Ministra fue el Programa de Apoyo al Repoblamiento (PAR), que empezó a trabajar, conjuntamente con la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, las políticas y propuestas de reparación para la población afectada por la violencia política. Además, fue el organismo encargado del trabajo intersectorial en la atención de la violencia contra la mujer.

Podríamos señalar que Blondet hizo importantes reformas estructurales en el Ministerio de la Mujer con el fin de evitar su uso político en el futuro32. Estas reformas las hizo con poco margen de discrecionalidad, lo que derivó en cuestionamientos por el partido de gobierno, quienes finalmente pidieron su remoción en el cargo junto con el de aquellos independientes que participaron en el gabinete.

Actualmente Blondet ha retornado al espacio público no gubernamental desde donde realiza trabajos de fiscalización y propuestas de gestión pública, como miembro de las diferentes asociaciones civiles a las cuales pertenece.

Observaciones finales: líderes, redes y cambio institucional

La experiencia latinoamericana nos enseña que los tipos de liderazgo que predominan en la arena política dependen de la fortaleza o debilidad de los partidos políticos. Un liderazgo sin maquinaria política (redes institucionalizadas a nivel partidario) es débil y efímero. La debilidad de los partidos en su tarea de agregación y representación de intereses de la sociedad es un factor esencial para favorecer la irrupción de líderes oportunistas, que asumen actitudes populistas en su relación con la población y antidemocráticos respecto a los demás actores políticos.

En los últimos años, dos tipos de liderazgo adquirieron relevancia en el restablecimiento de la institucionalidad democrática en el Perú, al renovar el vínculo representativo entre la sociedad civil y la política: los alcaldes y los intelectuales. Los alcaldes asumieron no sólo una función pública representativa sino también el liderazgo de los movimientos regionales que a finales de la década de 1990 promovieron la caída del régimen fujimorista. Los intelectuales se constituyeron en una alternativa de renovación de la elite política con su incorporación al gobierno al inicio de la gestión de Toledo.[14]

Entre los alcaldes hemos destacado el liderazgo asumido por Juan Manuel Guillén, quien desempeñó un papel protagónico en el proceso de transición democrática. Accede al gobierno municipal a través de una red constituida desde el rectorado de la Universidad de San Agustín, pero esa red le resultó insuficiente para sustentar un gobierno de largo plazo y un liderazgo de proyección nacional. En ese punto se diferencia de otros líderes locales que constituyen redes de gobierno utilizando previos vínculos partidarios o grupos de ONGs de promoción del desarrollo local.

Con esas limitaciones, Guillén constituye un liderazgo que trasciende el ámbito local y se proyecta a nivel regional, con la constitución de la Macro Región Sur, y nacional como principal promotor de las movilizaciones en contra del gobierno autoritario de Fujimori y la privatización de las empresas públicas durante el gobierno de Toledo.

En la actualidad, Guillén ha perdido su principal espacio de actuación, el gobierno municipal, al no presentarse a la reelección en el 2002. Sin embargo, es considerado un importante líder regional cuyas iniciativas de desarrollo y de protesta aún tienen aceptación popular.

El problema recurrente de los líderes locales que asumen funciones de gobierno municipal es que no constituyen redes estables de poder, las cuales duran mientras el líder se mantiene en el gobierno. En ese sentido, varios alcaldes utilizan sus cargos para promover candidaturas nacionales, sea a la presidencia como al Congreso.

Entre los intelectuales que adquirieron relevancia en el proceso de transición democrática hemos rescatado el liderazgo desempeñado por Nicolás Lynch y Cecilia Blondet. Lynch llega a integrar el primer gabinete ministerial de Toledo gracias a su papel desempeñado en la quiebra del régimen autoritario. Al igual que él, varios militantes de izquierda decidieron apoyar las movilizaciones en contra del régimen anterior y que fueron liderados por el actual Presidente.

Blondet por su parte llega a integrar un gabinete ministerial reestructurado, con graves cuestionamientos por los militantes del partido de gobierno respecto a la composición del mismo. Este gabinete estuvo presidido por Roberto Dagnino, personaje ajeno al partido y ligado a los organismos internacionales y las ONGs. De alguna manera, la presencia de Blondet en el gabinete se explicaba por la presencia de Dagnino en la presidencia del mismo, y su continuidad dependía también de la continuidad del primero en el cargo.

Lynch llega al Ministerio de Educación con un equipo de trabajo con similar pasado político partidario y con los cuales desarrolla reformas de largo plazo. Este equipo de trabajo, por su experiencia previa en la dirección partidaria y sindical, negocia las reformas educativas con el sindicato de docentes evitando en varias oportunidades movilizaciones sociales de gran envergadura.

Blondet llega al Ministerio de la Mujer con grandes limitaciones para ubicar personal de confianza en cargos estratégicos y para evaluar la gestión anterior. Sin embargo, sienta las bases para impedir que el gobierno en el futuro utilice políticamente la institución ministerial, al establecer políticas claras de transparencia gubernamental. Aún con limitaciones, llega a desarrollar planes de largo plazo en programas asistenciales, con ayuda de técnicos provenientes de ONGs y los organismos internacionales.

A casi un año de gestión, Lynch fue removido finalmente del cargo por presiones del partido de gobierno, y se mantuvo cerca un tiempo más asesorando al presidente Toledo. Blondet duró en el cargo menos de seis meses, tiempo insuficiente para desarrollar políticas sectoriales de mediano plazo, pero si políticas de transparencia en la gestión gubernamental.

Los liderazgos presentados nos dan elementos para analizar el tránsito de la sociedad civil a la política. Así tenemos dos rutas, por un lado la seguida por los alcaldes, quienes durante el periodo de lucha contra el gobierno fujimorista asumieron un liderazgo nacional, que trascendió los ámbitos donde fueron elegidos y que les sirvió para mantener una presencia política importante. En el caso de Guillén su liderazgo se vio ensombrecido cuando asumió un cargo nacional, el Consejo Nacional de la Descentralización, pero se reafirmó cuando retomó las demandas descentralistas de la región. El problema es que detrás de ese liderazgo no hubo organización política que le diera soporte y que solo se mantuvo mientras desempeñó un cargo político.[15]

Los intelectuales desarrollaron otra ruta en el tránsito de la sociedad civil a la política. Ellos conformaron grupos de presión ante el gobierno fujimorista y se liberaron de los mismos al asumir funciones de gobierno durante la gestión de Toledo. Cuando los intelectuales asumieron cargos gubernamentales afectaron su comportamiento y presencia. De alguna manera son reducidos al entorno inmediato del poder central como en el caso de Lynch o acallados como en el caso de Blondet.

Estos líderes asumen en la actualidad una posición expectante respecto a los logros del gobierno. Están buscando una oportunidad para retomar el liderazgo perdido en la escena política.

Conclusiones

Hablando de liderazgo y enfocado a nuestra realidad considero por ello he creído pertinente en esta oportunidad reflexionar en voz alta sobre los ingredientes que generan este indiscutible orgullo arequipeño que sentimos quienes tenemos el privilegio de ser o sentirnos arequipeños, aún cuando no haya sido Arequipa nuestro lugar de nacimiento.

Comparto con  el sociólogo José Luis Vargas que la geografía de su territorio, la producción intelectual de sus creadores y la rebeldía de su pueblo son factores indiscutibles del orgullo arequipeño.

En efecto, esa conjunción urbano-rural de su geografía que tanto destacaron Víctor Andrés Belaúnde y José Luis Bustamante y Rivero es la que ha generado un especial comportamiento social y cultural expresado en su habla, comida, costumbres  y arquitectura.

Por otra parte,  la  inspiración motivada por el paisaje, las vivencias y la gloriosa historia  de las gestas mistianas,  ha dado como resultado que en todos los campos de la intelectualidad y del arte hayan surgido arequipeños universales y trascendentes por sus obras de indiscutible calidad. A ellos se agregan las glorias del deporte que han hecho  vibrar a las multitudes a lo largo y ancho del país.

Pero es quizá la rebeldía  del pueblo de Arequipa lo que más enorgullece a los arequipeños y creo que con lógica razón. Flora Tristán describió el espíritu guerrero de Arequipa cuando dice que "Mientras en Lima cuando sonaba un tiro se cerraban todas las puertas, en Arequipa la gente salía a las calles a preguntar por qué es la revolución". Por su parte, Jorge Basadre señaló que Arequipa es la gran protagonista del período republicano por su espíritu rebelde y revolucionario.

Yo creo que aparte de esos indiscutibles factores  hay otros no menos importantes que nos hacen sentir privilegiados por ser o sentirnos arequipeños.

Entre ellos debemos señalar la capacidad de liderazgo de destacados políticos arequipeños que han dejado una huella indeleble de honestidad fuese cual fuese su ideología o partido. Esa conducta del arequipeño líder ha enorgullecido siempre a su pueblo, porque su ejemplo ha trascendido las generaciones.Pero la capacidad de liderazgo no sólo ha sido individual. La historia muestra evidencias del liderazgo de Arequipa como pueblo levantado en proclamas y  protestas  y en armas,  cuando fue necesario, para enderezar los entuertos de malos gobiernos, para canalizar las aspiraciones regionales de desarrollo y progreso y para impedir  que la corrupción y las promesas incumplidas se conviertan en costumbre y veneno de la sociedad.

Ejemplos tenemos en abundancia. Después de la Independencia el área del sur andino encabezado por Arequipa desarrolló lazos productivos y comerciales. La poderosa influencia del sur con Arequipa a la cabeza se deja sentir en la política nacional, logrando que en 1865 se construya el ferrocarril del sur, el más extenso del Perú en el siglo XIX. En esa época el sur liderado por  Arequipa resultó se mas eficaz que la región central con Lima a la cabeza.

A comienzos del siglo XX surge en Arequipa el Partido Liberal Independiente con Francisco Mostajo y Lino Urquieta quienes propusieron transformaciones radicales que el gobierno de José Pardo las consideró  en su gobierno de 1915 a 1919.

Arequipa siempre fue líder de la descentralización. La insurgencia militar de Sánchez Cerro en 1930 reivindicó el descentralismo por presión de los arequipeños.No debemos olvidar que el manifiesto de la reivindicación de 1930 lo escribió José Luis Bustamante y Rivero, que en Julio de 1931 se formó una Liga Autonomista inspirada por el arequipeño Manuel J. Bustamante de la Fuente y que en la Constitución de 1933 el capítulo referente a los Consejos Departamentales se incluyó por la decidida participación del Sur, participación que también fue decisiva en la promulgación de la Ley Descentralista de 1935.

Y a si a más ejemplos vamos, no olvidemos las gestas heroicas de 1950 y 1955 en la que Arequipa hizo remecer la dictadura del General Odria y logró que las manifestaciones y la democrática competencia de los partidos volviera a las calles, luego de obligarlo a derogar la draconiana Ley de Seguridad  Interior, que fue el marco Legal de aquel ochenio.

A esta altura de mi intervención deseo detenerme en una reflexión.Arequipa no es patrimonio de ninguna etnia, de ninguna raza, de ninguna clase ni de ninguna creencia o ideología política. Arequipa es mestiza, pluricultural y patrimonio del Perú, porque los valores que caracterizan a su pueblo son universales y no tienen color, porque sus creaciones artísticas las asumen  y las viven todos aquellos que penetran en la esencia  de su mensaje que no identifica ni representa clases sociales ni razas, pues están cimentadas en los más nobles sentimientos que crecen en límpidos campos regados por cristalinos manantiales y que proyectan imagen de justicia y paz. Arequipa está constituida por todos aquellos que identificados con  su tradición, hacen de la dignidad y la honestidad su patrón de conducta.

¡Ay! De aquellos que aún habiendo nacido en Arequipa han hecho escarnio de la dignidad, de la honradez, de la honestidad, de la ética. Esos sujetos no tienen el derecho de llamarse arequipeños aunque transmitan un apellido tradicional y serán siempre condenados por la historia y por Arequipa.

Referirnos a tantos valores propios de Arequipa siempre trae a nuestra memoria personajes inolvidables cuya vida son ejemplo permanente. Dentro de ellos voy a referirme a dos. En primer lugar y con el permiso de todos los presentes, porque es posible que muchos de ustedes conozcan de el más que yo, voy a referirme a nuestro Mariano Melgar. Poeta, músico, pintor, guerrero, astrónomo, místico y sobre todo, patriota. Mariano Melgar reúne todas las virtudes de su pueblo arequipeño: romanticismo, valor moral, gran voluntad, mente lúcida, gran amor por el terruño, profundo patriotismo, rebeldía y culto por la Libertad.

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  • "Los 7 Hábitos de la Gente Eficaz", Editorial Paidós, Buenos Aires, Argentina, 1990.

  • Cornejo, Miguel Ángel; "Valores de Excelencia para Triunfar", Tomo I, Editorial Grad, México, México, 1996.

  • O´Donell, Ken: Endocalidad. Paidos Ibérica. Barcelona. 1999

  • Deep, Sam y Sussman, Lyle: Claves para Ejecutivos en Acción", Editorial Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1997.

  • de la Bedoyere, Quentin; "Influencia, Poder y Persuasión en los Negocios", Ediciones Granica, Barcelona, España, 1992.

  • Garfield, Charles A. y Bennett, Hal Zina; "Rendimiento Máximo – Técnicas de entrenamiento mental de los grandes campeones", Ediciones Martínez Roca, Barcelona, España, 1987.

  • Hammer, Michael y Champy, James: "Reingeniería". Carvajal S.A. Colombia, 1995

  • Messing, Bob; "El TAO de la Administración. Filosofía Práctica del Nuevo Liderazgo", Editorial Selector, México, México, 1990.

  • Fisher, R. Y Sharp, A.: El liderazgo lateral. Ed. Norma. Bogotá. 1999

  • Gil´Adi, Daniel: Liderazgo: un dominio Masculino: Dolmen Ediciones. Caracas, Santiago de Chile. 1998

  • Kotter, John P.: La verdadera labor de un líder. Harvard Bussines School Press / Ed. Norma. Bogotá. 1999

  • Maccobby, Michael: "Management and leadership". en The Mitre Lecture Series, Mc Lean, Va. The Mitre Corporation, 1980.

  • Mac Gregor Burns, James: "Leadership", Harper and Row, Nueva York, 1979.

  • Bass, B.: Leadership and performance beyond expectations. The Free Press. NY 1985.

  • Rosener, Lynn y Schwartz, Peter:"Women Leadership and the 80´s.What Kind of leaders do we need?, en "The report: Round Table on New Leadership in the Public Interest", Nueva York. NOW Legal Defense and Education Fund. Octubre, 1980

  • Dove, Suzanne: "Leadership for Governance". Barcelona Governance Project. ESADE. United Nations. 1996

  • Hersey, Paul y Blanchard, Kenneth: "Managment of Organizational Behaviour". Prentice-Hall of India. New Delhy. 1984

  • Naisbitt, John: Megatrends: New Directions Transforming Our Lives. Nueva York. Warner Books. 1982

  • Drucker, Peter: "Las nuevas realidades". EDHASA, Barcelona, 1989.

  • El líder del futuro. The Drucker Foundation. Ed. Deusto. Bogota. 1997

  • Peters, J.T y Waterman, H.R.: "En busca de la Excelencia". Ed. Norma. Bogotá. 1992.

  • Bristol, Claude M.; "El Poder de la Voluntad", Editorial Central, Buenos Aires, Argentina, 1991.

  • Cavides, Miguel; "Dinámicas de Grupos", Editorial Indo—American Press Service, Bogotá, Colombia, 1986.

  • Para este tema del Liderazgo, todas las obras de Wayne Dyer y Anthony Robbins son recomendables, especialmente: de Dyier "La fuerza de creer" y de Robbins "Despertando el gigante que llevamos dentro" conocida también en español con el nombre de "Controle su destino", ambas con muy numerosas ediciones.

 

 

 

 

Autor:

Patricia A Rodríguez Vargas

edu.red

Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez

ESCUELA DE POSTGRADO MAESTRÍA EN ADMINISTRACIÓNMención: GERENCIA DE SERVICIOS DE SALUD

Profesor: Mg. Deymor B. Centty Villafuerte

2009

[1] Senge, Peter: "La quinta disciplina". Granica / Vergara. Buenos Aires. 1990 Dilts, Robert: Visionary Leadership Skills. Meta Publications, Capitola, Cal. 1997

[2] Coper R. K. y Sawaf, A.: La inteligencia emocional aplicada al liderazgo y a las organizaciones. Ed. Norma Bogotá. 1998

[3] Heifetz, Ronald A.: Liderazgo sin Respuestas fáciles. Paidos, Estado y Sociedad. Barcelona. 1997 Bennis, Warren: "On becoming leader". Adisson-Wessley Publishing Company. Inc., Massachusetts, 1989. Hay traducción al español.

[4] Deep, Sam y Sussman, Lyle: Claves para Ejecutivos en Acción", Editorial Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1997. de la Bedoyere, Quentin; "Influencia, Poder y Persuasión en los Negocios", Ediciones Granica, Barcelona, España, 1992.

[5] Messing, Bob; "El TAO de la Administración. Filosofía Práctica del Nuevo Liderazgo", Editorial Selector, México, México, 1990.

[6] Rosener, Lynn y Schwartz, Peter:"Women Leadership and the 80´s.What Kind of leaders do we need?, en "The report: Round Table on New Leadership in the Public Interest", Nueva York. NOW Legal Defense and Education Fund. Octubre, 1980

[7] Para este tema del Liderazgo, todas las obras de Wayne Dyer y Anthony Robbins son recomendables, especialmente: de Dyier "La fuerza de creer" y de Robbins "Despertando el gigante que llevamos dentro" conocida también en español con el nombre de "Controle su destino", ambas con muy numerosas ediciones.

[8] Bristol, Claude M.; "El Poder de la Voluntad", Editorial Central, Buenos Aires, Argentina, 1991. Cavides, Miguel; "Dinámicas de Grupos", Editorial Indo-American Press Service, Bogotá, Colombia, 1986.

[9] Rosener, Lynn y Schwartz, Peter:"Women Leadership and the 80´s.What Kind of leaders do we need?, en "The report: Round Table on New Leadership in the Public Interest", Nueva York. NOW Legal Defense and Education Fund. Octubre, 1980

[10] Peters, J.T y Waterman, H.R.: "En busca de la Excelencia". Ed. Norma. Bogotá. 1992. Bristol, Claude M.; "El Poder de la Voluntad", Editorial Central, Buenos Aires, Argentina, 1991.

[11] Garfield, Charles A. y Bennett, Hal Zina; "Rendimiento Máximo – Técnicas de entrenamiento mental de los grandes campeones", Ediciones Martínez Roca, Barcelona, España, 1987.

[12] Cornejo, Miguel Ángel; "Valores de Excelencia para Triunfar", Tomo I, Editorial Grad, México, México, 1996. O´Donell, Ken: Endocalidad. Paidos Ibérica. Barcelona. 1999

[13] Handscombe, Richard y Norman, Philip: Liderazgo Estratégico. Mc Graw Hill Interamericana de España. Madrid, 1993 Blanchard, K, Zigarmi P. y Zigarmi, D: El Líder Ejecutivo al minuto. Grijalbo, México.1986 Barnes, Tony: Cómo lograr un liderazgo exitoso. Mc Graw Hill. Bogota.1999;

[14] Garfield, Charles A. y Bennett, Hal Zina; "Rendimiento Máximo – Técnicas de entrenamiento mental de los grandes campeones", Ediciones Martínez Roca, Barcelona, España, 1987.

[15] Deep, Sam y Sussman, Lyle: Claves para Ejecutivos en Acción", Editorial Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1997. de la Bedoyere, Quentin; "Influencia, Poder y Persuasión en los Negocios", Ediciones Granica, Barcelona, España, 1992.

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