En esta monografía me refiero a la colectividad portuguesa y a algunas de las ciudades en las que se nucleó. Menciono a Christiano Junior, a Regina Pacini de Alvear y a Luis Gowland Moreno, inmigrantes portugueses destacados. Presento el testimonio de una inmigrante afincada en Villa Elisa y transcribo parcialmente la biografía de un portugués afincado en Olavarría; aludo a la colectividad portuguesa de Bahía Blanca, evocada en una biografía. Me ocupo, asimismo, de las novelas Quilito, de Carlos María Ocantos y De aquí hasta el alba, de Eugenio Juan Zappietro, y de cuentos de Fray Mocho, Manuel Mujica Láinez, Carlos Molina Massey y Elias Carpena, en los que aparecen personajes inmigrantes de ese origen.
"La inmigración portuguesa ha sido comparativamente pequeña en la Argentina porque las razones idiomáticas han influido en la preferencia por el vecino Brasil –señalan Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti. Sin embargo, esta colectividad ocupó el primer lugar entre los grupos extranjeros en los últimos años del Virreinato. Hacia 1850 sus integrantes eran marineros y pequeños comerciantes procedentes de Lisboa y Oporto; luego se incorporaron artesanos, jornaleros y trabajadores agrícolas. El Club Portugués, en el barrio de Isidro Casanova, reconoce como orígenes fundantes la migración de un grupo de familias durante la dictadura militar de Antonio Oliveira Salazar (entre 1933 y 1968), que se instalaron como quinteros, horneros y comerciantes en el área metropolitana, especialmente en el partido de La Matanza" (1).
En La gran inmigración, afirma Ema Wolf:, a partir de la investigación de Cristina Patriarca: "Los portugueses que -exceptuando a los españoles- eran mayoría antes de 1816, siguieron llegando en flujo ininterrumpido a lo largo de todo el siglo XIX. Una proporción importante se estableció en el interior del país; pero Buenos Aires -ciudad y provincia- fue el principal lugar de asentamiento. Al promediar el siglo ya eran muchos los hombres llegados de Lisboa, Oporto y regiones costeras de Portugal, que se concentraban particularmente en las parroquias del sur desplegando múltiples ocupaciones, pero principalmente las navales: marineros, estibadores, changadores. En el ’70 comenzaron a nuclearse y organizarse étnicamente, y su vida comunitaria (mutual, club, periódico), se hará más activa en las décadas siguientes. En Salliqueló llegó a formarse un grupo importante a partir de un asentamiento de 1905" (2).
En "Crónica de barcos", Rafael Ielpi se refiere a Rosario –localidad en la que se afincaron muchos inmigrantes portugueses- como "la Ciudad del Encuentro".
"Aquellos hombres y mujeres llegados de muy lejos, atravesando el mar, imaginando cómo sería esa tierra a la que iban en búsqueda de trabajo, de felicidad, de progreso; aquellos italianos, españoles, árabes, judíos, alemanes, franceses, ingleses, austríacos, suizos, portugueses, que eligieron esta ciudad para construir su casa, para formar su familia, para perpetuar su genealogía; aquellos provincianos que arribaron en lentos trenes cargueros que cruzaban campos y pueblos perdidos en medio de la llanura para encontrar trabajo, techo, comida, esperanzas: todos ellos llegaron y se encontraron en Rosario".
"La ciudad los albergaba e integraba a su vida. Así también vinieron a quedarse bolivianos, paraguayos, chilenos, peruanos, todos ellos con su cultura, con sus usos y costumbres que iban a formar parte después de nuestra propia cultura. Con todos ellos, la ciudad se hizo más grande, extendió sus barrios, multiplicó sus servicios y también es cierto, enfrentó problemáticas inéditas, nacidas de esa misma acumulación demográfica que iba a demandar soluciones cada vez más imperiosas".
"Pero en la amplitud de la ciudad de 1910, amplia y descampada, en espera de nuevos pobladores, como en la abigarrada geografía de hoy, dónde se acumulan barrios marginales para albergar a una cada vez más numerosa inmigración interior, Rosario sigue siendo la abierta posibilidad del encuentro con un horizonte de esperanza, con una sociedad solidaria ante la necesidad".
"Aquellos abuelos inmigrantes también lo sintieron así y aunque mantuvieron su sentido de colectividad, para preservar válidamente la cultura y la tradición de sus pueblos, también arraigaron aquí, se quedaron aquí, cerca de ese río que les recordaba seguramente a otros ríos de la infancia, los de la patria lejana. Cada año, el Encuentro de Colectividades vuelve a patentizar de modo ejemplar, ese sentimiento de pertenencia que une a los rosarinos cualquiera sea su ascendencia".
"La enorme perspectiva de una ciudad a la que se reconoce como capital del Mercosur, vuelve a actualizar el tema del encuentro: no es ilusorio suponer (así como los abuelos imaginaron la Rosario de hoy) una ciudad otra vez protagonista, movilizando sus industrias, activando su comercio, conectada con el país y el mundo a través de sus negocios pero también de su cultura".
"A esa posibilidad, a esa certeza, la ciudad debe apostar otra vez: está acostumbrada a hacerlo" (3).
En "Christiano Junior, fotógrafo y escritor" (4), Abel Alexander y Luis Príamo se refieren al portugués y su importante legado. "Parte de la obra del notable fotógrafo portugués que trabajó en Argentina entre 1867 y 1883, acaba de ser rescatada en un libro que publica la Fundación Antorchas como resultado de una profunda investigación llevada a cabo por los autores de este artículo. Junto a ella, surgieron artículos periodísticos escritos por el fotógrafo, uno de los cuales, publicado en el diario La Provincia, Corrientes, en 1902, es reproducido ahora por primera vez".
Escriben los investigadores:
"José Christiano de Freitas Henriques Junior, más conocido por su nombre artístico de Christiano Junior, fue uno de los fotógrafos más importantes del siglo XIX en nuestro país. Nació en 1832 en la isla de Flores, una de las siete que forman el archipiélago de las Azores, perteneciente al por entonces reino de Portugal. En 1855 emigró al Brasil con su familia, integrada por su esposa y dos hijos. Se ignora cuándo y con quien aprendió el oficio fotográfico, pero en 1862 ya estaba instalado con estudio propio en la ciudad de Maceió, capital del estado de Alagoas, al norte del país. Dos años después se encontraba muy activo en Río de Janeiro, donde trabajó hasta su traslado a Buenos Aires".
"El primer estudio que tuvo en esta ciudad, inaugurado en diciembre de 1867, estaba en Florida 159. Tiempo después se mudó a un local más amplio en Florida 160, que en 1875, cuando cambió la numeración de las calles porteñas, pasó a ser Florida 208. Allí permaneció hasta 1878, cuando vendió el negocio a la sociedad de Alejandro Witcomb y Guillermo Mackern, predecesores de la famosa casa Witcomb. A principios de los años setenta abrió una sucursal en Artes 118 (hoy Carlos Pellegrini), la Fotografía de la Infancia, que más tarde trasladó a Victoria 260 (hoy Hipólito Irigoyen), a cuyo frente puso a su hijo José V. Freitas Henriques".
"Rápidamente Christiano Junior fue reconocido por la sociedad porteña como uno de los más importantes fotógrafos de la ciudad. Entre sus clientes se contaron hombres públicos notables, como Domingo Faustino Sarmiento -a quien retrató con la banda presidencial-, Adolfo Alsina, Lucio V. Mansilla o Luis Sáenz Peña. Según los álbumes de trabajo de su estudio, que se encuentran en el Archivo General de la Nación, entre abril de 1873 y septiembre de 1875 Christiano realizó más de cuatro mil fotografías, promediando la atención de unos cinco clientes diarios. En 1871 participó en la Exposición Nacional de Córdoba, donde fue premiado con medalla de oro, lo que aumentó el prestigio de la casa. Asimismo fue fotógrafo oficial y socio de la Sociedad Rural Argentina desde 1875, cuando ésta organizó la primera exposición agraria, hasta que vendió su estudio".
"Más allá de su éxito como retratista, fue un monumental proyecto que llamó Album de vistas y costumbres de la República Argentina desde el Atlántico a los Andes lo que daría a Christiano Junior un sitial de primer orden en la historia de nuestra fotografía. La obra sería integrada por un conjunto de álbumes dedicados a diversas provincias del centro y norte del país, cuyas fotografías llevarían comentarios escritos por intelectuales notorios de cada lugar. En 1876 y 1877 Christiano publicó los dos primeros, ambos dedicados a la provincia de Buenos Aires y con doce fotos cada uno. Los textos fueron escritos por Mariano Pelliza y Angel J. Carranza y estaban impresos en cuatro idiomas: castellano, francés, inglés y alemán en el álbum de 1876, mientras que en el otro el alemán fue sustituido por el italiano".
"Estas veinticuatro fotos de Buenos Aires fueron las únicas que Christiano publicó, aunque no las únicas que tomó en la ciudad y la provincia. En efecto, una investigación que realizamos en la colección de negativos de la casa Witcomb que se encuentra en el Archivo General de la Nación, descubrió que hay allí alrededor de ciento setenta placas de vistas y tipos populares porteños tomadas por el portugués con certeza prácticamente absoluta (cuando Christiano entregó su negocio a Witcomb y Mackern en 1878 lo hizo con sus clichés, registros de clientes y álbumes de trabajo, de allí la presencia de sus negativos en la colección Witcomb del AGN)".
"Es posible diferenciar los negativos de Christiano de los que hizo Alejandro Witcomb sobre Buenos Aires años después porque aquel trabajó con placas emulsionadas manualmente con un proceso llamado colodión húmedo (una disolución de algodón-pólvora en éter y alcohol que se esparcía sobre la placa de vidrio, la que luego era sensibilizada con un baño de ioduro de plata y se exponía inmediatamente, todavía húmeda), que revolucionó la fotografía a finales de la década del cincuenta del siglo XIX. El color ámbar de la emulsión al colodión, como así también el corte y las medidas irregulares de los vidrios, distinguen a las placas de Christiano de las de gelatino-bromuro importadas de Francia que utilizó Witcomb".
"La determinación de autoría surgida de la investigación permitió incluir en el libro de la Fundación Antorchas recién editado, Un país en transición. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noreste, Christiano Junior. 1867/1883, numerosas fotos que hasta hoy se adjudicaban a Witcomb. También permitió actualizar los catálogos de esta colección que se utilizan en el Archivo General de la Nación. Es interesante agregar que los únicos negativos al colodión húmedo conocidos que se conservan en el país son los de Christiano Junior: las ciento setenta vistas y más de trescientos retratos de estudio".
"Un año después de vender su estudio Christiano Junior inició una gira por las provincias de Santa Fe, Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan, Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy con el objetivo de completar su Album de vistas de la República Argentina. La llamó Gira artística y le llevó cuatro años. Comenzó en abril de 1879 en Rosario y terminó en Jujuy en mayo de 1883. El último tramo lo hizo acompañado por su hijo José V. Freitas Henriques. En cada capital de provincia donde trabajó instalaba un estudio de retratos, casi siempre en sociedad con un colega activo del lugar, mientras hacía las fotos para el Album. No conocemos vistas suyas de las provincias de Santa Fe y Córdoba, aunque en esta última ciudad hizo retratos de tipos populares". "En las otras provincias reunió una colección de vistas extraordinarias cuyo número se ignora porque los negativos han desaparecido, pero que podría haber llegado a la suma de quinientas piezas (al menos, esa es la cantidad de fotos que vendió a la Municipalidad de Tucumán a fines de 1883, después de completar su periplo). Con estas fotos editó varios álbumes, algunos dedicados a una de las provincias visitadas (San Juan o Mendoza, por ejemplo), otros a las tres provincias de Cuyo, y otros compuestos por una antología del conjunto. En todos los casos las fotos llevan leyendas de referenciación más o menos amplias, pero nunca los extensos comentarios en cuatro idiomas que imprimió en los dos primeros dedicados a Buenos Aires. Hay constancias de que también pensaba recorrer las provincias del Litoral, cosa que no hizo, ya que después de 1883 Christiano abandonó la práctica fotográfica. Sin embargo, aún inconcluso, su Album es una obra extraordinaria y única en el contexto la fotografía argentina -y probablemente también de la latinoamericana- del siglo XIX".
"Ni bien dejó la fotografía Christiano se dedicó a otras actividades comerciales con el mismo entusiasmo que puso en aquella, aunque con menor éxito. En efecto, durante más de quince años invirtió su dinero y esfuerzos en la fabricación y comercialización de licores en el Brasil, la Argentina y el Paraguay. Al cabo de esa experiencia publicó un libro, Tratado práctico de vinicultura, destilería y licorería, impreso en Buenos Aires en 1899, con prólogo del escritor y científico Eduardo L. Holmberg, quien afirma: ‘Su libro es un libro serio, escrito con el conocimiento de la materia y el amor al prójimo. Sin embargo, desde el punto de vista económico el negocio fue un fracaso y dejó a Christiano en la pobreza’ ".
"Así es como lo encontramos a mediados de 1901 en la ciudad de Corrientes, ganándose la vida como gestor del estudio de fotografía y pintura que su hijo José tenía en Buenos Aires y dando lecciones de iluminación, es decir coloreado, de fotografías. Un ensayo del historiador correntino Marcelo Daniel Fernández, Christiano Junior, uno de los grandes precursores de la fotografía argentina, residió sus últimos años en Corrientes -por el cual conocemos esta etapa de la vida de nuestro fotógrafo- describe dicha actividad y cita ampliamente una serie de artículos que Christiano escribió para el diario La Provincia entre diciembre de 1901 y mayo de 1902. En general son recuerdos de otros tiempos y lugares donde había transcurrido su vida: la isla de Flores natal, el Brasil tal como lo conoció ni bien emigrado, y nuestro país. El profesor Fernández tuvo la generosa amabilidad de enviarnos reproducción de todos ellos".
"El único de estos escritos donde Christiano se ocupa del tema fotográfico se titula ‘En los Andes’, y relata la expedición que realizó desde la ciudad de Mendoza hasta la Cordillera para registrar vistas destinadas a su Album. Fue publicado en La Provincia el 1º de marzo de 1902, es decir hace exactamente un siglo. Ahora Fotomundo lo reproduce íntegramente, por primera vez desde aquel entonces, acompañado por fotografías que integran el citado libro de la Fundación Antorchas. Hasta donde sabemos, Christiano Junior fue el único de nuestros grandes fotógrafos del pasado que dejó recuerdos escritos sobre su vida y su trabajo. Murió en Asunción del Paraguay a fines de 1902 y sus restos se encuentran en el cementerio de Olivos, donde su familia lo trasladó años después".
"Agradecemos la colaboración del profesor Marcelo Daniel Fernández, como así también a las autoridades del Archivo General de la Nación por facilitar la investigación sobre álbumes y negativos de Christiano Junior que se encuentran en la institución".
A continuación, el artículo:
"En los Andes", por Christiano Junior
"Al distinguido caballero Dr. Félix M. Gómez
Un viaje a la Cordillera por el camino de Uspallata, el Puente del Inca y su posada; aguas termales; una galería fantástica".
"Se han pasado más de veinte años, después de mi viaje a la Cordillera, pero aún conservo muy presente en la memoria los pocos goces y las muchas contrariedades que me acompañaron en ese viaje".
"En las noches de insomnio en que mis nervios se encuentran agitados por alguna contrariedad de la vida, se me figura que esos altos y escarpados cerros, moviéndose en el espacio cual fantasmas aéreos, en su danza vertiginosa se caen sobre mí y me aplastan entre sus rocas; otras veces siento que me despeño en uno de esos precipicios de cientos de metros de altura que en algunas partes bordean el impetuoso río de Mendoza; y otras me creo arrastrado por el tempestuoso viento y envuelto en un sudario de nieve, y más tarde siento en las carnes el intenso dolor, causado por el pico y garras de un cóndor que se ceba en mi helado cadáver".
"¡Qué horrible cosa es una noche de insomnio, poblada de fantasmas, precipicios y tempestades de nieve, sin esperanza de salvación, sintiendo el aletear del cóndor que olfatea la presa!".
"La estación se encontraba ya muy adelantada, pues recién el 25 de marzo (de 1881) emprendí mi viaje, partiendo de Mendoza en dirección a la Cordillera por el camino de Uspallata. A las 8 de la noche llegamos a Villa Vicencio, posada donde no había ni camas ni comida, pero felizmente todo lo había prevenido. Las únicas cosas que allí pude comprar fueron un zapallo y un manojo de perejil para el puchero de la mañana siguiente".
"Después que comimos un buen asado nos acostamos sobre nuestras camas que aunque preparadas al raso, proporcionaron agradable descanso a nuestros fatigados cuerpos".
"Por la mañana, sentados a la mesa para almorzar, nos vimos cercados por seis u ocho perros de regular tamaño, a cuyos esqueletos, apenas cubiertos por una piel arrugada y falta de pelo en algunas partes, se podía perfectamente contar los huesos. Sentados nos miraban con atención esperando les tiráramos alguna comida, o que en un descuido nos la robaran como efectivamente sucedió, pues aunque no todo, nos robaron una cabeza de cordero. ¡Pobres animales!, ¿qué clase de comida les darían sus dueños? A juzgar por las apariencias, todo hacía presumir que su ayuno era permanente. Es probable que fueran perros de caza, que sólo comían cuando tomaban alguna presa."
"Después del almuerzo seguimos nuestro viaje, entrando al poco rato en un camino limitado por altos barrancos de uno y otro lado, al que por su estrechez le llaman Corredor de Villa Vicencio. Como a tres leguas de distancia del punto de partida se levantó una neblina que nos obligó a interrumpir nuestro viaje en un lugar llamado ‘Hornillos’, donde vivía una familia chilena ocupada en extraer oro de una mina cuyo producto me dijeron no excedía de dos onzas por mes. No sé si por el temor de que le robásemos el producto de su mina, o si por escondernos la miseria de su rancho, no nos permitieron dormir en él, concediéndonos apenas que lo hiciéramos en el patio, donde había una pequeña gruta en la que después de limpiarla bien, mandé preparar las camas, evitando así la molestia de armar la carpa".
"En la mañana siguiente nos pusimos en marcha y después de subir y cruzar el ‘Paramillo de Villa Vicencio’ y el ‘Cajón de las Niñas’, llegamos al valle de ‘Uspallata’ a las 5 de la tarde. Este valle, de propiedad de la familia González, de la ciudad de Mendoza, rodeado de cerros de diferentes colores y alturas, ofrece al viajero un panorama muy pintoresco".
"Allí cenamos y dormimos, y siguiendo nuestro viaje por la mañana del día 28 llegamos a los ‘tombillos’, a nueve leguas de distancia, donde pernoctamos por ser ya tarde para seguir adelante. Este lugar, según dicen, es un antiguo campamento de indios mineros, y a pesar de los años transcurridos después de su abandono, todavía existen muchas paredes o ‘pircas’, como en la provincia las llaman, restos de pequeñas habitaciones, la mayor de las cuales no tiene dos metros en cuadro: en una de ellas pasamos la noche. Al amanecer del día 29, después del desayuno, seguimos nuestro viaje, pasando por la ‘jaula’, donde el camino tiene apenas algunos pies sobre el nivel del río, subiendo gradualmente hasta el ‘Caletón’, donde se eleva a cientos de metros sobre el mismo río. Este camino, que más bien parece hecho para cabras y guanacos que para gente, además de su estrechez, es limitado por un lado con un precipicio que causa vértigo y por el otro con un alto barranco que lo domina por largo trecho. Debido a esa estrechez y a las vueltas y recodos que privan al viajero de explorarlo con la vista, allí se han encontrado tropas de mulas, unas que iban y otras que volvían, que sin poder cruzarse en el camino se han precipitado en el abismo, con graves pérdidas para los arrieros y comerciantes. Sin demorarnos en la ‘Punta de las Vacas’, llegamos a las 6 de la tarde al ‘Puente del Inca’ ".
"A 49 leguas de Mendoza y a 4 de la cumbre de la Cordillera, y 3026 metros sobre la mar se encuentra el ‘Puente del Inca’, cuyo nombre le fue dado, según dicen, por la frecuencia con que allí acudían los Incas del Perú para bañarse en sus aguas termales".
"El sabio que se dedica al estudio de los fenómenos de la naturaleza, mucho encontrará allí que pueda despertar su atención: las vertientes de aguas minerales que surgen espumantes de la barranca derecha del río, y cerca del puente, el agua que de ella cae en forma de lluvia y aunque fría, siempre mineral; las cristalizaciones unas veces revistiendo las grutas con un cielorraso de preciosos dibujos, otras formando estalactitas y estalacmitas de diferentes colores; el majestuoso arco del puente, el río impetuoso en su fuga, queriendo romper los obstáculos que se oponen a su curso y, finalmente, como marco de tan precioso e imponente cuadro, los altos y escarpados cerros que cierran el horizonte. ¡Qué soledad, qué majestad!".
"Pidiendo venia a los hombres de ciencia que se han ocupado de la formación del ‘Puente del Inca’, me permito hacer una pregunta que seguro les causará risa: ¿Debajo de esa apariencia de rusticidad natural, no habrá en el centro de ese puente algo artificial, hecho en los primeros tiempos del Imperio de los Incas? Algo he leído que me autoriza a tal suposición: los Incas fabricaban puentes con un tejido de maderas y bejucos (*), que después cubrían con tierra y gramilla y según parece eran de mucha duración. ¿El ‘Puente del Inca’ en su origen, hace ahora muchos siglos, no sería un puente de esa clase, que con la acción del agua mineral y del tiempo se ha revestido, engrosado y consolidado con las concreciones calcáreas y ferruginosas que ahora ostenta?".
"Tres malos ranchos edificados sobre los tres lados de un patio, que del otro quedaba abierto al naciente, formaban la posada en aquella época, cuyos muebles y comida mal preparada servida sobre un mantel de color dudoso, se armonizaban en su conjunto".
"No pudiendo conformarme con tal comida servida en mesa y vajilla tan asquerosas, me limité a alquilar un gran cuarto que nos servía de dormitorio y de comedor, y uno más chico donde instalé la cocina en la que ayudado por uno de los arrieros, insigne artista en el arte de asar carne, dí principio a mis tareas culinarias, para cuyo objeto había llevado la vasija necesaria como así muchos y variados comestibles y vino del mejor que encontré en Mendoza. Además de lo referido también llevé mesa y bancos de catre, camas, ropas, dos carpas y un aparato fotográfico para vistas, todo conducido por 6 mulas".
"A juzgar por los comensales que frecuentaban mi mesa servida con un mantel y servilletas limpias, la comida debía ser agradable, mucho más cuando nada les costaba: la única persona que no estaba conforme era el fondero".
"Diez días me demoré en el ‘Puente del Inca’ tomando vistas, bañándome y cocinando. El 8 de abril a la tarde salimos en dirección al pié de la Cordillera donde pernoctamos. Al día siguiente, después de un ligero almuerzo, dí orden para arrear los animales y subir hasta la cumbre, con el objeto de sacar una vista panorámica, pero los arrieros se opusieron diciendo ser ya tarde para subir y volver a una de las casuchas del correo para pasar la noche, en la que, decían, caería nieve. Volvimos pues hasta la casucha que se levanta aquende el ‘Paramillo de las Cuevas’, donde resolví pernoctar mandando en seguida armar una carpa para los arrieros".
"Después de la cena nos acostamos, durmiendo tranquilamente, pero por la mañana al rayar el día, me levanto y llegando a la puerta veo con sorpresa y disgusto, que los cerros y valles estaban cubiertos de nieve: había nevado toda la noche y continuaba nevando bastante. Enseguida me aparecen los arrieros muy alarmados con lo sucedido, trayendo por la mano al muchacho conductor de la madrina, quien por haberse enfermado de la vista, traía los ojos vendados".
"No había cómo hacer fuego, pues la poca y mala leña que se encuentra por esas alturas estaba enterrada en la nieve, el poco pasto que producen esos áridos terrenos estaba en las mismas condiciones, de manera que las mulas nada tenían que comer, a no ser la reducida ración de maíz; nuestros comestibles, calculados para dos días, ya estaban muy reducidos; mi compañero, joven muy miedoso y poco acostumbrado a viajar, se desesperaba de nuestra situación, como así un señor que regresando de Chile, se refugió en la casucha el primer día de nuestro encierro y que como persona muy acostumbrada a viajar por esos lugares, con razón se alarmaba, temiendo que la nieve continuara por muchos días y que muriéramos por falta de víveres. Creo que quienes estábamos más conformes con la situación éramos yo y mi perro Pacha, que siempre que se encontraba a mi lado, no le faltaba buen humor".
"Cuatro días y cuatro noche pasamos allí sin poder movernos, rodeados por ese fantasma de la nieve que amenazaba cobijar nuestros extenuados cuerpos entre los pliegues de su blanco sudario".
"En la mañana del día 13, cuando abrí la puerta de nuestra prisión, el sol con sus rayos de fuego por ella entraba anunciándonos la salvación. Un cielo de intenso azul sin nubes prometía un día hermoso, y allá abajo se divisaba una tropa de novillos conducida por varios peones que se dirigían a Chile, abriendo en su paso por la nieve la estrecha senda por donde volvimos al ‘Puente del Inca’. Ya era tiempo, pues nuestros víveres se habían concluido, y la nieve en algunas partes llegaba a la altura de las mulas".
"¡Qué escapada providencial!"
"Con la alegría de los náufragos que han vagado durante varios días en el océano sobre una frágil jangada, y que llevados por un viento y corriente favorables llegan a una playa hospitalaria, así llegamos al ‘Puente del Inca’ ".
"Un caso que mucho admiré durante mis excursiones entre el ‘Puente del Inca’ y el ‘Paramillo de las Cuevas’, fue la cantidad de yeseras que en forma de pequeños cerros se ostentan a los costados del camino. Si estas yeseras estuvieran en las inmediaciones de un puerto y fueran explotadas debidamente, darían por muchos años yeso suficiente para todo el mundo. Dos pozos que se encuentran a media cuesta del ‘Paramillo de las Cuevas’, no despertaron menos mi atención: uno de ellos estaba casi borrado y el otro tendría como 8 o 10 metros de profundidad, pero personas que hace muchos años viajaban para Chile, me han dicho que conocieron esos pozos o cuevas como generalmente les llaman, con una profundidad tal, que uniendo varios lazos y atando una piedra en la punta nunca han tocado el fondo, y que tirando piedras adentro, éstas iban chocando contra las paredes, produciendo un ruido que poco a poco iba disminuyendo de intensidad hasta desaparecer por completo, debido a su gran profundidad".
"A pesar de mis indagaciones, no he podido saber con certeza el origen de estas cuevas. Dicen algunas personas que ellas existen desde tiempo inmemorial, pero no falta quien diga que se han formado con el temblor que destruyó a Mendoza. A mi entender esos pozos se han abierto durante algún cataclismo, para dar salida a los gases comprimidos en el centro de la tierra".
"El día 21 dejé el ‘Puente del Inca’ y bajando por el lado derecho del río pasé frente al ‘Cerro de los Penitentes’, el cual cuando se encuentra cubierto de nieve presenta un espectáculo muy curioso e ilusorio, pues unas puntas o aristas que se destacan en su plano inclinado, vistas de lejos parecen monjes o penitentes, unos en actitud de orar, otros de contemplación; y es debido a esa ilusión óptica que le dieron tal nombre".
"Uno de los fenómenos que más llamó mi atención fue una galería de muchos metros de extensión, quizás de cuadras, y de una altura y anchura de 4 o 5 metros, formada por una o más avalanchas de nieve que en el año de 1879 o 1880 se desprendieron de los cerros, cayendo en el lecho de un zanjón por donde en el verano corre un pequeño arroyo. Tal fue la masa de nieve desprendida que alcanzó hasta la barranca izquierda del río de Mendoza, el que por varias horas quedó aprisionado, hasta que pudo horadar y pasar, formando un puente, que durante todo el invierno y primavera siguientes dio pasaje a muchos peones y jinetes. Finalmente con los calores del estío y el trabajo de las aguas del río, el puente de nieve se derritió, pero no así la parte que llenaba el zanjón, en la que la temperatura de las aguas represadas del arrojo formaron una inmensa y fantástica galería, iluminada en varias partes por pequeños tragaluces, donde la nieve ya muy delgada dejaba pasar los rayos luminosos. ¡Era una verdadera maravilla fantasmagórica y digna de figurar en los cuentos de Las mil y una noches!"
"Me han contado que un empleado del telégrafo trasandino que andaba recorriendo la línea y que por felicidad llevaba el caballo por la rienda, pasaba por ese lugar en momentos en que caía una avalancha, la que le sepultó el caballo, quedando él ileso".
"Después de varios días de demora en la margen derecha del río, lo crucé en el punto de su unión con el Tupungato y me dirigí a Mendoza, donde llegué el 28, habiendo pernoctado en los mismos puntos donde lo hiciera a la ida, sin faltar la ‘Gruta de los Hornillos’, y la famosa posada de Villa Vicencio, sin camas, sin comida, y con sus perros hambrientos".
(*) Planta enredadera que produce sarmientos que sirven como cuerdas
Regina Pacini de Alvear nació "en Lisboa, Portugal, el 5 de enero de 1871. Dedicada al arte lírico, a los diecisiete años se consagró al presentarse en el teatro San Carlos de su ciudad natal, cantando La sonámbula, de Bellini. A partir de ese día, 5 de enero de 1888, conoció el éxito en escenarios de toda Europa. Con un repertorio variado, la alumna de Vilani y Matilde Marchessi, con quienes había estudiado en París, tuvo por compañeros, entre otros, a Caruso y Tita Ruffo. En 1899 vino al Río de la Plata, para cantar en el Solís de Montevideo y en el Politeama de Buenos Aires. Aquí Alvear la vio y oyó por primera vez, y la seguiría luego por diversas salas, hasta que ella lo aceptó como marido. Se casaron en Lisboa el 29 de abril de 1907, y esta decisión de la Pacini determinó su retiro de la escena. Desde entonces se convirtió en la esposa del político y del hombre de Estado, junto al cual supo desempeñarse con el señorío propio de quien descendía de personalidades notables. Después de la muerte de Alvear, en 1942, se consagró al ordenamiento del archivo de aquél, para que pasase a poder de la Nación. Obras piadosas ocuparon su tiempo pero en especial una que desde 1927, fecha de la fundación, tenía su preferencia por el significado sentimental: la Casa del Teatro. Los continuadores de su obra no han cesado de rendirle el homenaje de su gratitud –la sala teatral de la misma se llama Regina-, por esa iniciativa que favorece a los menos afortunados del mundo teatral. La localidad Villa Regina, en Río Negro, fundada en 1924, fue bautizada así en su homenaje. Murió en su residencia de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, a los noventa y cuatro años de edad, el 18 de septiembre de 1965" (5).
En Regina y Marcelo, Ana María Cabrera recrea la historia de amor entre la soprano y el presidente; la suya es "una novela de pasiones, renunciamientos, éxitos y fracasos, y por sobre todo, la historia de un amor indestructible" (6). "La boda de Marcelo T. de Alvear y la famosa soprano portuguesa Regina Pacini despertó los más insidiosos comentarios de la sociedad porteña, que no podía admitir que el soltero más codiciado del ambiente se casara con una artista. Cuando Alvear asume la presidencia de la Nación en 1922, Regina se convierte en la Primera Dama del siglo XX. Y, a pesar de la injusta indiferencia de los argentinos, demuestra la generosidad de su alma al crear la Casa del Teatro, un emprendimiento por entonces único en el mundo, destinado a la protección de sus colegas artistas" (7).
En "Escritoras de hoy miran a las mujeres de ayer", Norma Pérez Martín se refiere a esta obra y al contexto en el que surge:
"La novela histórica instala en nuestros días un espacio frecuentado por autores y lectores. El siglo XlX desde la óptica romántica primero, y realista-naturalista después, aportó obras que constituyeron modelos en su género. Actualmente, otros postulados y otras estéticas invaden y multiplican los textos. La modernidad (o, para ser más precisos, la posmodernidad) refleja crisis de valores, descreimientos, la devorante globalización frente a las utopías de ayer constituyen algunos tópicos que vertebran obras que hoy circulan en la narrativa-, el cine, el teatro, etc".
"La novela histórica en argentina cuenta con hombres y mujeres atraídos por personajes tentadores para su ficcionalización".
"Me centraré pues dada la abundancia de material en algunas obras escritas por tres novelistas, cuyos ejes temáticos apuntan a figuras femeninas poco conocidas, mal conocidas o desconocidas hasta ahora. en todas estas creaciones ficcionales el pasado se observa con sentido crítico, desprejuiciadamente y en ciertos momentos apelando a la parodización frente a los vicios y tabúes que la sociedad imponía. Aquellas épocas se desnudan como reflejo y origen de muchos males que continúan aquejándonos".
Se ocupa de "Amadísimo patrón", de Susana Bilbao; La princesa federal y "Una Mujer de Fin de Siglo", de María Rosa Lojo; "Felicitas Guerrero (La mujer más hermosa de la república)"y "Regina y Marcelo: un duetto de amor", de Ana María Cabrera.
Acerca de esta última obra, manifiesta: "Si bien los personajes que enuncia este título no son desconocidos, merece destacarse el subtítulo de la novela. ¿Por qué un ‘duetto de amor’? no sólo porque alude a la relación de Regina Pacini con Marcelo T. de Alvear, sino porque la música justifica en esencia a la protagonista y ofrece recursos discursivos metafóricos y sonoros a la novelista. La famosa soprano portuguesa Regina Pacini, al casarse con el privilegiado y donjuanesco Marcelo (que llegaría a la presidencia de la nación) traía una rica y exitosa carrera artística desarrollada en los más importantes teatros líricos de Europa. Reconocida y aplaudida por gobernantes, reyes y afamados maestros de la ópera, abandonará la fama y los escenarios por amor y sumisión a su marido. Marcelo, amante de la música, fascinado por la voz de aquella mujer al casarse le exigirá que abandone el canto. Ana María Cabrera con minucioso tratamiento psicológico focaliza a estos dos personajes movidos entre la pasión, la sumisión, la entrega y el autoritarismo machista".
"La trayectoria de Regina no culmina como primera dama (junto al triunfante candidato del radicalismo). Ella llevará a cabo la fundación y dirección de la Casa del Teatro. A partir de esta perspectiva la novelista acentúa la sensibilidad social y la calidad humana de quién fuera menospreciada por la oligarquía porteña (por su pasado como actriz). Regina Pacini decidió levantar la Casa del Teatro (que hoy perpetúa su nombre en nuestra ciudad) pues le preocupaba dar albergue a los hombres y mujeres de la escena nacional que carecieran de familiares y recursos para sobrevivir".
"Luces y sombras: estas y otras obras de nuestro tiempo revelan realidades opacadas o calladas totalmente por la historia oficial" (8).
Luis Gowland Moreno nació en Madeira, Portugal, en 1902; falleció en Buenos Aires en 1971. "Adhirió al movimiento del informalismo argentino. Su obra se caracteriza por sus temas urbanos: casas, plazas y escenas callejeras. Desde 1939 concurrió al Salón Nacional. Obtuvo numerosos premios y sus obras fueron incorporadas a los principales museos, como el Nacional de Bellas Artes, el Provincial de Santa Fe, el Municipal de Córdoba y el de Mar del Plata. En 1963 fue invitado por Jorge Romero Brest a exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, junto a Antonio Berni y Juan Del Prete" (9).
Del 28 de Noviembre al 20 de Diciembre de 2002, tuvo lugar en la galería Principium la muestra "Papeles de los ‘60", en la que participaron Carlos Alonso, Ernesto Deira, Luis Gowland Moreno, Alberto Heredia, Kenneth Kemble, Rómulo Macció, Freddy Martínez Howard, Fernando Maza, Marta Minujin, Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello, Mario Pucciarelli, Dalila Puzzovio, Emilio Renart, Josefina Robirosa, Jorge Roiger, Kasuya Sakai, Antonio Seguí, Grete Stern, Pablo Suárez, Clorindo Testa y Luis Wells.
En "Una mirada a los años sesenta" se afirmó acerca de la misma:
"Los contradictorios y seductores años 60 han quedado caracterizados como un período de gran libertad y enormes esperanzas, como la etapa que marcó el primer gran capítulo del protagonismo mundial de los jóvenes".
"Sus partícipes fueron portadores de las ilusiones de una sociedad confiada en que el cambio era de verdad posible, deseable, y en cierto modo inevitable".
"Muchos testigos de aquellos años los interpretan como un período dorado de la civilización, con logros tecnológicos y artísticos que modificaron para siempre muchos aspectos de la vida humana".
"Ya finalizada la Segunda Guerra Mundial y atenuados los efectos de la posguerra, el mundo se sumerge en una ola de optimismo generalizado. Se experimentaron una serie de profundos cambios relacionados con la modernización de la sociedad".
"Eran años en que todo parecía posible, y a su vez años conflictivos, tanto en el panorama mundial como en el local. El ‘swinging London’' y Woodstock convivían con la guerra fría y Vietnam".
"El mundo estaba gobernado por algunas de las grandes figuras nacidas a fines del siglo anterior: De Gaulle, Churchill, Adenauer, Nehru, Nasser. Casi todos morirían en los sesenta o a comienzos de la siguiente década. También en esos años mueren violentamente los jóvenes John y Robert Kennedy, Martin Luther King, Patricio Lumumba y Ernesto Guevara Lynch. Los grandes hombres y las grandes causas son de este tiempo, el tiempo de las grandes esperanzas en la transformación de la realidad. Tal vez sean los valores utópicos de entonces los que hoy generan una gran nostalgia".
"El carácter rebelde no se limitó a ser el rasgo de una minoría ilustrada, sino un elemento de gran expansión social, presente en infinidad de personas, lugares y situaciones".
"El mayo francés quedó canonizado porque partía de ese gran centro de irradiación de prestigio intelectual que era París, aunque la realidad indica que la rebelión juvenil no se encendió y apagó en sus barricadas".
"En la Argentina de los sesenta se vivieron muchos momentos de alto valor artístico y cultural. En aquellos años se registra el punto más alto en la curva de crecimiento de la industria editorial local. Las revistas de actualidad dedicaban grandes espacios a los ‘happenings’ y la cultura estaba de moda. Había un notable florecimiento de variados grupos y movimientos con inquietudes artísticas e intelectuales de toda índole".
"El Instituto Di Tella fue un complejo generador de muchas manifestaciones artísticas, era un faro de la experimentación y la vanguardia y uno de los ejes principales de la actividad cultural de aquella década".
"La televisión también estaba en el momento de plenitud total de su rol, mostrando al mundo en directo la llegada del hombre a la luna. Por primera vez la audiencia argentina recibió una transmisión vía satélite y más de cuatro millones de espectadores se emocionaron con los primeros pasos de Neil Amstrong sobre la desolada superficie lunar y con su ya histórica frase "Este es solo un pequeño paso dado por un hombre pero representa un gran salto para la humanidad’ ".
"Sería injusto para con los muchos artistas que ya venían trabajando, presentar esta década como un brote sin raíces en el pasado reciente que si bien significó una gran apertura en el arte y la cultura, es innegable que ya desde mediados de los cincuenta comienza a gestarse lo que adquiriría un perfil definitivo en los sesenta".
"En el catálogo de la exposición ‘Siglo XX argentino, arte y cultura’, Raúl Santana nos dice muy lúcidamente que ‘la década del sesenta, más allá de cualquier otra consideración, sigue siendo paradigmática, y en un dialéctico juego, está en la base de las más encumbradas visiones y procedimientos artísticos de nuestra actualidad’ ".
"Hemos decidido presentar en nuestra sala una selección de obras sobre papel de varios artistas elegidos entre los más representativos de los años sesenta en nuestro país. Estamos seguros que este conjunto de obras refleja la gran calidad que éstos siempre tuvieron".
"Evocar a los sesenta en todos sus aspectos, es una forma de valorar todo lo positivo que nos han dejado, y también un camino para comprender que ningún tiempo pasado fue tanto mejor que el que nos toca vivir".
El catálogo incluye la biografía de los artistas. Transcribimos la que nos interesa especialmente:
"LUIS GOWLAND MORENO (Funchal, isla de Madeira, 1902 – Buenos Aires 1971). Pintor. 1951, Bienal de Arte Hispanoamericano de Madrid y 1956, exposición ‘150 años de Pintura Argentina’ realizada en la National Gallery of Art de Washington. A partir de 1957 inicia la búsqueda de experiencias informalistas. 1963, integró la exposición de Arte Informalista Argentino que recorrió varias capitales españolas. Ese mismo año expone en el MNBA invitado por Romero Brest junto a Antonio Berni y Juan Del Prete. 1984, se realizó en el Palais de Glace una retrospectiva de su obra" (10).
En "Sabores de una historia", varios jóvenes autores de esa ascendencia recogen el testimonio de una abuela portuguesa, matizado por recetas culinarias.
Ellos escriben: "Vamos a contar una historia de una abuela que podría ser la de cualquiera de nosotros y a través de ella tratar de conocer parte de la cultura de la colectividad portuguesa en la Argentina pero todavía no hablamos del ingrediente que servirá para hacer de una historia individual algo que abarque a muchas más personas. Y hablando de ingredientes ¿Qué mejor que la gastronomía?".
"La cocina nos transporta al pasado automáticamente. Los olores, sabores, ruidos de ollas o del aceite hirviendo nos recuerdan pedazos de nuestra infancia más vivamente que una foto. Casi podemos vernos a nosotros mismos desde la cuna observando a nuestra madre haciendo una papilla o ya más grandecitos recibiendo reproches por hurgar entre las sartenes calientes en busca de nuestra comida favorita. Es imposible no asociar ciertas comidas a una persona o a un lugar que ha quedado en el pasado y es por eso que la gastronomía es uno de los elementos más sencillos y efectivos para hacer fuertes los lazos que nos unen a nuestros ancestros y a esas historias comunes de las que hicimos referencia anteriormente".
"No hay que esperar un arduo trabajo de recopilación de información o datos concretos, es solamente un relato de vida de una inmigrante contada a través de recetas que por supuesto dejará muchos puntos en el tintero pero al mismo tiempo muy probablemente sirva para conocer parte del Patrimonio Gastronómico de la colectividad Portuguesa y lo que es aún más importante para conocer un poco más acerca de nosotros mismos y de nuestro pasado".
"Llegamos a la casa de Zulmira una tarde de Mayo comentándole el trabajo que se nos había planteado realizar. Vive en una casa pintoresca y sencilla en Villa Elisa, una localidad cercana a La Plata, donde existe una comunidad muy importante de portugueses que llegaron hasta aquí por diversas razones. Para nuestra suerte esa misma tarde estaba preparando unos ‘Felhoses’ (buñuelos de zapallo) que desaparecieron antes de terminar la primera pava de mate".
"Le comentamos que íbamos a realizar un trabajo sobre la colectividad portuguesa en Argentina y más específicamente sobre el patrimonio culinario de dicha colectividad y cómo era reproducido en esta tierra adoptiva. Luego de este comentario ya no pudimos hablar, fue como encender una máquina del tiempo impulsada por el motor de los recuerdos y la melancolía. Eran tantos datos, recetas, relatos, historias, personas, lugares que no nos daban las manos para volcarlos al papel. Así fue que esa tarde decidimos olvidarnos del trabajo y dedicarnos a escuchar, escuchar como un nieto escucha un cuento en los brazos de su abuelo esperando que esa historia nunca termine".
"Luego de esa reconfortante experiencia decidimos que lo mejor era dividir al trabajo en varias partes para hacer más fácil la recolección de información y además para tener la excusa de poder frenar a ‘la abuela’ cuando se embalara en el relato".
"Zulmira Rosa Alves nació hace 68 años en Extremadura, región de Portugal donde se encuentra la capital: Lisboa. Es una tierra de grandes atractivos naturales, costas y obras arquitectónicas monumentales y centenarias".
"Joaquín Alves, padre de Zulmira (recordemos que Rosa es el apellido materno que en Portugal es el que figura primero) nació en aquella región y formó una familia numerosa como era común en aquel entonces y él fue el primero de la familia que en un contexto general de hambre en Europa se decidió a venir a probar suerte a una tierra lejana y desconocida. Así que llegó a la Argentina alrededor de 1935 y trabajó en la fábrica Loma Negra en Olavarría".
"Luego de unos años, después de terminada la segunda guerra, Joaquín volvió a su tierra con intenciones de quedarse pero la situación no era como él pensaba. Luego de estar alejado de su familia por casi diez años en Europa casi nada había cambiado y en Portugal incluso las cosas eran más difíciles aún porque un dictador tomaba ahora las decisiones en el gobierno. Ante tal panorama, Zulmira, ya adolescente presionaba a su padre para que regrese a la Argentina pero esta vez con toda la familia. Y así fue".
"En 1950 ‘nuestra abuela’ con 17 años llegaba a esta tierra que según sus palabras imaginaba como ‘un lugar lleno de oportunidades y donde todos podían trabajar y vivir bien’. Al llegar aquí se dio cuenta de que no todo era tan fácil y entendió lo difícil que es dejar la patria. ‘Ser inmigrante es cargar una mochila muy pesada llena de desarraigo que sólo se hace más leve cuando nacen los hijos. Es muy difícil llegar a un lugar donde nadie te conoce y ni siquiera habla tu idioma pero con los años uno hecha raíces y regresar deja de ser una opción’ ".
"Se nota en su rostro al decir estas palabras una gran melancolía y añoranza pero no arrepentimiento. Según ella cada vez que se va a dormir y cierra los ojos vienen a su mente los paisajes, personas, olores de diferentes comida y otras cosas que hacen que nunca pueda olvidarse de su lugar de nacimiento".
"Villa Elisa es una localidad de cerca de 50000 habitantes cercana a la ciudad de La Plata. Este es su hogar ahora, aquí tuvo su familia y vivió toda su vida desde vino a este país. Llegó cuando al regreso de su padre a la Argentina no pudo volver a trabajar en Loma Negra. Las tierras de Pereyra Iraola habían sido expropiadas en gran parte y esos terrenos eran alquilados a familias de inmigrantes que trabajaban la tierra. En una de esas tierras se instalaría su familia para comenzar a pelear en esta Argentina".
"Los primeros tiempos fueron difíciles, se encontraron en medio de una comunidad húngara con la que se hacía muy complicado comunicarse. Existía un importante asentamiento de portugueses que se dedicaban a la floricultura pero se encontraban del lado oeste de las vías del Ferrocarril Roca y no tenían contacto con los quinteros (húngaros). Estos portugueses en su mayoría provenían de Comodoro Rivadavia donde habían trabajado en el petróleo y luego la vida los traería más de mil kilómetros al norte otra vez a una tierra totalmente distinta".
"Uno de los primeros cambios fue justamente en la dieta ya que pasó de ser a base de pescados y frutos de mar a ser ahora compuesta en su mayoría por frutas y hortalizas. La carne era de muy mala calidad por lo que la mayoría de las familias criaba animales de granja para sacrificarlos y comer".
"Zulmira no recuerda mucho los postres que comía en los primeros tiempos. Quizás el olvido se deba a que en los tiempos difíciles elaborar un postre era algo que no se hacía habitualmente en una familia de inmigrantes de clase media baja. ‘lo que si recuerdo es estar ayudando a mi madre a hacer las areias que son unos bocaditos dulces para la merienda’ ".
La evocación prosigue: " ‘con los hijos de las otras familias portuguesas que vivían mas cerca de nuestro hogar nos juntábamos a recorrer y a charlar con otras chicas de las historias de amor que habíamos tenido y como fue cuando despidieron a su amor al tener que dejarlos en su tierra. Estas historias y charlas eran muy comunes entre las jovencitas de esa época. Me acuerdo de una amiga de mi pueblo y que todas las tardes íbamos a charlar mientras alimentábamos a las gallinas hablando acerca de todo lo que habíamos dejado atrás’ ".
"A falta de un postre típico para presentar esta etapa de la vida de ‘nuestra abuela’ vamos a incluir la receta de las ‘Areias’ que si bien no es un postre tradicional es una masita dulce que se come por las tardes con el mate o con el te. Hablando del mate Zulmira nos contó que al principio le parecía una costumbre muy extraña y no le gustaba, pero sin embargo nos dijo que el mate cocido sí le gustó".
"Los años pasaron y la Argentina ya no parecía una tierra tan extraña. El tiempo cura o alivia todas las heridas y por eso la tristeza por estar lejos del pueblo natal se fue transformando en nostalgia. Cuando tenía veinte años conoció al amor de su vida y se casó formando una familia de la que hoy está más que orgullosa. Joaquín Da Conceicao era también un inmigrante venido de Portugal que por casualidad era de la región de Extremadura como Zulmira. Su historia era poco diferente ya que vino al país con tan sólo dos años por lo que la adaptación fue mucho más fácil y no llevaba sobre sus espaldas el peso del desarraigo. Era un argentino nacido en Portugal, se podría decir".
"Joaquín vivía también en Villa Elisa pero del otro lado de las vías, su familia trabajaba en la floricultura y él había realizado con éxito el curso de técnico tornero y hasta tuvo su propia tornería que se fundió obligándolo a conseguir trabajo como tornero en la fábrica Alpargatas".
"Luego de casados se mudaron a una precaria vivienda que alquilaban pero con la llegada del primer hijo (José Luis) tuvieron que mudarse nuevamente y así llegaron a la casa donde hoy todavía viven. Para la obtención de mayores ingresos Zulmira hizo un curso de corte y confección y este trabajo le redituó durante muchos años".
"Con el nacimiento de sus otros dos hijos (Alberto y María Teresa) la casa tuvo que ir ampliándose. Después de algunos años Zulmira puso su propio negocio (una ferretería) el que conservó hasta hace unos pocos años".
" ‘El trabajo me quitaba mucho tiempo para atender a mis hijos pero siempre encontraba tiempo para cocinar cosas ricas para ellos. A través de las comidas les relataba historias de mi pueblo para que conozcan mi pasado. Muchas veces no me escuchaban pero si lo hacían cuando les hacía sus comidas preferidas’ ".
"En ese entonces ya eran comunes las heladeras y la calidad de la carne había mejorado notablemente. Al ya no tener quinta los productos frescos como las frutas, verduras y huevos se compraban en el mercado y la leche y quesos eran traídos por el lechero todas las mañanas".
" ‘Como no recordar la noche de Navidad con mucho frío cerca del hogar, hace 60 años se cocinaba con leña mientras los abuelos le contaban cuentos a los nietos al lado del calorcito, mientras los más grandes ayudaban a armar la mesa. Con ocho años esas cosas se viven intensamente’ ".
"Es posible que sean las fiestas la época en que más se extraña el pueblo natal, y quizás esta sea la causa por la que se mantienen vivas las costumbres. Tal vez sea la gastronomía la costumbre que mejor represente esto, si no cómo explicar que en medio del calor del verano se consuman platos típicos del invierno. ‘Las primeras Navidades en Argentina fueron muy difíciles, pero siempre respetábamos la comida y platos tradicionales que nos traía nostalgia y nos reconfortaba al mismo tiempo‘ ".
"Zulmira nos contaba sus recuerdos de los preparativos para la cena de Navidad: ‘se cocinaba bacalao con papas cebolla y cabezas de nabo con ese gustito tan rico tirando a picante. Aparte se hervían el brócoli y las coles a fuego fuerte se condimentaba con aceite de oliva, aceitunas y huevos duros. Se tomaba mucho vino blanco, dorado y verde, y luego antes de las doce se comían los felloses que son unos buñuelos de zapallo dulces y amarillos tirando a naranjas que se acompañan con café, agua ardiente y vino de Oporto. Para el día de Navidad era infaltable el cabrito hecho a leña en el horno de barro acompañado de arroz blanco, y de entrada generalmente, unas almejas y una copita de Cinzano Rosso. Los postres de Navidad son hechos con variedades de dulzuras, nueces, almendras, higos secos blancos del sur de Portugal, etc. Con los postres es infaltable el vino de Oporto, o también es infaltable el vino roses. Otra cosa que no puede faltar es el arroz doce (arroz con leche) que se distribuye en platos de postre y con canela se pone las iniciales de cada familiar en el plato y se dibujan las flores de la zona, ¡¡¡qué hermoso recordar estas cosas!!!’ ".
"Para Zulmira la Navidad representa siempre una manera de reunir a la familia y de recordar a través de las charlas y de las comidas como fue su pasado, su tierra querida y sus tradiciones que tratan de seguir haciendo en este país a tantos kilómetros de sus raíces".
" ‘Ya con poca memoria por los años y los avatares de la vida no puedo sin embargo olvidarme de la Pascua, junto con las tradicionales ceremonias de Semana Santa, Pues en esos días la mayoría come mucho pescado que se elabora de diferentes formas, sólo el bacalao tiene 365 recetas, una para cada día, y además se comen también muchas sardinas asadas que solamente se consiguen en Portugal y algunas partes de España. También en el Día de Todos los Santos recuerdo lo lindo que era ver a todos los niños que iban a visitar a todos sus padrinos y madrinas, esperando toda clase de cosas ricas sin que falten hasta el día de hoy las merenduinhas dulces que son como un pancito francés hecho con canela, anís hierba dulce, etc. Además de los piñones torrados y los higos secos picados, almendras y nueces’ ".
"’ Bueno, basta porque lloro mucho al recordar estos sabores. Se me viene a la mente las siete colinas sobre las cuales se edifica Lisboa con los palacios y jardines que en parte funcionan como posadas o restoranes, ver el mar verde, la desembocadura del río Tajo, la torre de Belén y muchas cosas más’ "
" ‘Para mi siempre fue importante mantener un contacto con la colectividad portuguesa ya que es una forma de traer mi pueblo a la Argentina y de mantener y usar mi idioma. Me gusta juntarme a escuchar fados (folclore portugués) y las famosas melodías de las guitarras de doce cuerdas’ ".
"Para suerte de Zulmira muy cerca de su casa se encuentra la Casa de Portugal ‘Virgen de Fátima’ que organiza reuniones periódicamente donde la gastronomía y música portuguesas siempre dicen presente. La fecha más importante que festeja la colectividad es el 10 de Junio: Día de Portugal y la Lengua Portuguesa. Se realizan grandes festejos donde conviven los inmigrantes más antiguos con niños que recién comienzan a entender un poco de sus antepasados".
"En interminables parrillas se hacen gigantescas parrilladas, se toma mucho vinho verde y se comen deliciosas tortas y otros postres a los que se suma el helado".
"Otra forma que Zulmira se encontró para reforzar sus raíces es la de organizar viajes de peregrinación hasta Tandil donde se encuentra el santuario de la Virgen de Fátima. Ella misma se encarga de conseguir los micros, organizar las visitas, buscar la gente para viajar, juntar el dinero, etc. Y todo lo hace sin obligación y con mucho gusto como si de esta forma encontrara una felicidad que sería muy difícil de explicar y entender con palabras".
"Toda estás diferentes formas de reunirse con la colectividad la han llevado a conocer muchos portugueses o descendientes de portugueses con los que usualmente se reúne los domingos a comer algún que otro bacalao con papas o ¿por qué no? un regio asadito hecho por ella misma".
"’No sé qué haría si no conociera aquí a alguien de mi tierra con quien pueda hablar mi lengua y contar historias de un hogar que hoy se encuentra lejano en distancia pero muy cerca en recuerdos. Por eso me gusta invitar ‘paisanos’ a comer a casa así de esta forma mantengo viva mi condición de portuguesa. Además siempre fui muy predispuesta a charlar con la gente y tengo amigos en todos los lugares que visito. Siempre alguno pasa por mi casa y se queda algunos días y yo no pierdo la oportunidad para cocinarles algo rico y bien portugués’ " (11).
Rubèn Benìtez, periodista y escritor, està radicado en Bahìa Blanca, donde dirige el suplemento semanal de cultura del diario La Nueva Provincia. Completò estudios de arte y letras, como becario, en la Universidad Complutense de Madrid, època que refleja en Dìas y caminos de España. Escribiò las novelas La pradera de los asfòdelos y Los dones del tiempo, numerosos cuentos y poemas, y la obra de teatro Ezequiel, estrenada en ocasiòn del Congreso Internacional sobre la vida y la obra de Ezequiel Martìnez Estrada, realizado en la ciudad bonaerense.
La inmigraciòn que llegò a la Argentina aparece en varias de sus obras. En Los dones del tiempo (12) –biografía de la asturiana Cecilia Caramallo- se refiere a los inmigrantes en Bahìa Blanca, sus expectativas cumplidas y fallidas, sus recuerdos, sus abnegaciones. Entre esos inmigrantes, hay portugueses.
Amèrica aparece –al igual que en todas las novelas de inmigraciòn- como el destino soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y las distancias. Para un portuguès, para una asturiana, las tierras son enormes, la cantidad de ganado es tal que debe dormir a la intemperie. Son realidades difìciles de aceptar para quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo mìnimo.
En Bahìa Blanca, en Pelicurà, se desarrolla la acciòn y esta circunstancia la vuelve de especial interès para quienes habitan la ciudad y para quienes, desde cualquier parte del mundo, quieran saber sobre la forma de vida de los inmigrantes en ese punto de la Argentina. Aporta datos sobre la vida de portugueses, asturianos, escoceses e ingleses en la provincia de Buenos Aires, a partir de fines del siglo pasado y hasta nuestros dìas, en que la anciana transita con su coche causando espanto a los transeùntes y a los otros automovilistas.
En "José Balbino, el portugués" (13), Maria Elena Massa de Larregle relata la historia de este inmigrante. Su ensayo fue distinguido con el Segundo Premio en el Certamen "Recuerdos de Olavarría", en el que actuaron como Jurados los profesores María Teresa Sanseau de Marino, Marta Spaltro de Pantín y Roberto Forte.
Transcribimos algunos pasajes:
"El había nacido en Portugal el 9 de marzo de 1900. Casado con Ana Brígida Ferreyra y padre de una niña (María, hoy señora de Elbey), pasó con ellas a Francia por un breve tiempo, y desde allí vinieron todos a la Argentina en 1930. Su lugar de radicación fue una cantera próxima a Villa Mónica, llamada según referencias Cerro del Aguila, donde trabajó como picapedrero. Era ése un oficio duro pero muy requerido en tiempos en que continuaba avanzando el empedrado en ciudades del interior (recién después del año 1938 fue desplazado por el asfalto, llegando esa tarea de recambio a Olavarría, hasta tiempos de la intendencia de Alfieri, en los años setenta".
Por participar en una huelga de obreros, se quedó sin empleo. "Una circunstancia fortuita lo constituyó en dueño de un colectivo marca Chevrolet: fue la forma de poder cobrar una suma que le adeudaban por salarios. Y con ese vehículo, tuvo la posibilidad de iniciar lo que sería su ocupación de allí en más: conducir el UNICO medio para viajar entre Bolívar y Olavarría en forma directa y en colectivo".
Años más tarde, la muerte se le anunció estando al volante: "Continuó en Olavarría un tiempo más en viajes particulares para CORPI, para escuelas de educación especial. En una de estas tareas de transporte, llevando en su viejo colectivo chicos de una Escuela Diferenciada (como se llamaban entonces) lo alcanzó el invisible rayo de su destino. Sintiéndose mal, tuvo lucidez y un último gesto de responsabilidad, por las vidas que transportaba, para quitar el pie del acelerador y llevar con suavidad la marcha hacia el borde de la vereda. Y dejó que el infarto hiciera su obra. Falleció a los cuatro días, el 30 de enero de 1968. Preguntó por ‘los chicos’ –los escolares- y cerró los ojos. Se había cumplido un ciclo en una vida".
Carlos Marìa Ocantos es el autor de Quilito (14), una de las tres obras màs representativas del "Ciclo de la Bolsa" (las otras dos son La Bolsa, de Juliàn Martel, y Horas de fiebre, de Segundo Villafañe).
Andrès Avellaneda señala que "dos grandes grupos de novelas filiadas en mayor o menor grado al naturalismo, se refieren a los temas decisivos en el momento ochentista: el inmigrante y la fiebre financiera" (15). En Quilito, estos temas aparecen entrelazados, al tiempo que se transmite una visiòn selectiva sobre la inmigraciòn europea, destacando las virtudes de los ingleses y tolerando a los latinos.
En 1888 apareciò Leòn Zaldìvar, de Ocantos. Adolfo Prieto afirma que el escritor "iniciò con esta novela una larga serie de obras dedicadas, en lo fundamental, a reflejar diversos aspectos de la realidad argentina. Con Quilito (1891), El candidato (1893), Tobi (1896), el ciclo alcanzò sus logros màs felices, pero por su ubicaciòn cronològica y sus temas especìficos, estas obras seràn consideradas como representativas de la novelìstica de la dècada del 90" (16).
"En la figura de Ocantos –dice el editor- se corporiza uno de los olvidos màs notables de la historia de las letras argentinas". Este olvido es relacionado con la vida que llevò el escritor, quien "ingresò a la carrera diplomàtica en 1884, y viviò casi siempre fuera del paìs". El presentador de la ediciòn sostiene que "En franca oposiciòn a las influencias literarias francesas tan en boga en la dècada del noventa, Ocantos era un estilista de formaciòn hispànica, un verdadero discìpulo de los realistas peninsulares, especialmente de Pèrez Galdòs –ambos tienen estilos muy parecidos-, que le sirviò de modelo para una serie que llamò Novelas argentinas, inspiradas en los famosos Episodios Nacionales del ilustre escritor canario" (17). Cabe acotar que en 1887 fue designado miembro de la Real Academia Española; uno de los literatos que lo propuso fue precisamente Galdós (los otros fueron Juan Valera y Josè Marìa de Pereda).
A criterio de quien escribe este texto preliminar, "Quilito no se centra exclusivamente en la quiebra de la Bolsa y en sus derivaciones. (…) La difìcil y conflictuada sociedad del noventa encuentra en Quilito un reflejo fiel y acabado. En sus pàginas quedò impreso para siempre el retrato de las costumbres, las formas de ser, de relacionarse y de sentir en las que se gestò la esencia del argentino de hoy".
En la obra aparecen inmigrantes de distintas nacionalidades, a los que Ocantos retrata en forma diferente. Siente predilecciòn por el personaje inglès, en el que hace encarnar todas las virtudes, al tiempo que demuestra desdèn por los italianos. El portuguès, en cambio, le parece corrupto y oportunista, a juzgar por los apelativos con que lo evoca.
Ocantos no se cierra a la postura generalizada en su època, que consistìa en combatir la inmigraciòn. El advierte los rasgos buenos en los criollos y en los inmigrantes, y tambièn sabe ver en ambos grupos los procederes que evidencian la decadencia moral y que llevan a una existencia desgraciada o, incluso, a la muerte.
El portugués era el usurero Raimundo de Melo Portas e Azevedo. De los italianos de Ocantos puede decirse que no tenían muchas luces, ni una educación refinada, en cambio el lusitano era para el autor una persona ruin. Lo define como "el ángel protector de empleados impagos y pensionistas atrasados, el agente de funeraria de toda quiebra, el cuervo voraz de toda desgracia, el pastor de los hijos de familia descarriados". Vemos que utiliza también en esta oportunidad la comparación con animales, como lo hiciera con los italianos, pero el sentido es bien distinto.
A pesar de sus condiciones para vivir indignamente, el portuguès no es el peor en esta historia; alguien lo supera, y es, paradòjicamente, un criollo, para demostrar que Ocantos no es prejuicioso: "entre don Raimundo y èl, igualmente criminales y condenados a la misma pena por la opiniòn pùblica, habìa una capitalìsima diferencia: la que existe entre el ladròn y el ratero, no porque el portuguès se contentara con pequeños robos al por menor, que era un pez de primera magnitud, sino porque ante las hazañas de don Bernardino, quedàbase en mantillas".
Eugenio Juan Zappietro es un conocido autor de cuentos policiales, que colaborò durante mucho tiempo en La Prensa y participò en antologìas sobre el gènero. Firmó varias obras con el seudónimo "Ray Collins". "Comienza su carrera de guionista en 1960, en Misterix, con el western dibujado por Vogt, ‘Joe Gatillo’, continúa muchas series ya creadas hasta crear la propia, ‘Garret’, con dibujos de Arturo del Castillo. En 1962 crea ‘Precinto 56’, con dibujos de José Muñoz. Esta serie sería retomada en el ‘74, para Récord, con dibujos de Fernández. En esta editorial también publicó ‘Henga’, con Zanotto, bajo el seudónimo de Diego Navarro. Ha escrito decenas de series para Editorial Columba. Su actividad se reparte, además, entre investigador policíaco, guionista de radio y televisión, periodista y literato" (18). El escribió De aquì hasta el alba (19), novela en la que narra lo acontecido a colonos, soldados e indios durante la Conquista del Desierto, en el año 1879.
El lìder de esta gesta fue Julio Argentino Roca, "el joven y brillante militar prestigiado por el èxito de la campaña que concluyò con el dominio del indio en el desierto", asì lo define Adolfo Prieto (20). La Conquista del Desierto fue –a criterio de Exequiel Cèsar Ortega- uno de los "hechos y factores que dieron nueva tònica a nuestra Argentina moderna. (…) La empresa decisiva del General Julio Argentino Roca (1878-1879) y las complementarias hasta 1884, terminaron con el pleito secular. Se tuvo el control territorial en momentos de casi inminente guerra con Chile por la posesiòn de la Patagonia. Los caciques resultaron vencidos, se entregaron como Namuncurà; fueron apresados como Pincèn y otros como Baigorrita combatieron hasta el fin. Sus escasas gentes (pocos guerreros sobrevivientes y ‘chusma’ o no combatientes, mujeres, ancianos y niños) esperaron a merced de los vencedores, o huyeron, transmitièndose su alarma y su miedo mediante las señales de humo que describe Zeballos. Estos ya no eran los centauros que domesticaban sus caballos de guerra sin castigarlos, ni los àgiles y huidizos maloneros. Eran los integrantes del ocaso, descriptos por Estanislao S. Zeballos en ‘Viaje al paìs de los araucanos’ " (21).
Por el tema que aborda, la obra de Zappietro se inscribe en la vertiente de la "literatura de fronteras", que ha tenido grandes cultores. Prieto considera que "la Argentina moderna parece no guardar rastros del problema que la agitara rudamente durante medio siglo, luego de convertirse en una no resuelta herencia de la Colonia. El importante ciclo de la literatura de fronteras, con Callvucurà, los ya mencionados libros de Mansilla y de Barros, los artìculos periodìsticos de Hernàndez, la prèdica de Nicasio Oroño, el simple material de informaciòn cotidiana recogida durante años en diarios como La Prensa de Buenos Aires y La Capital de Rosario, y los registros de testigos calificados, como Ignacio Josè Garmendia en Cuentos de tropa (Entre indios y milicos) (1891), el Comandante Prado en La guerra al malòn (1907) e Ignacio Fotheringham en La vida de un soldado (reminiscencias de la frontera) (1908), vienen a recordarnos la inconsistencia de esa opiniòn o prejuicio".
En la novela de Zappietro, varios inmigrantes comparten con los criollos y los indios un destino aciago. Se trata de hombres que se alejaron de la civilizaciòn, por su voluntad o por causas ajenas a ella, y se ven envueltos en una historia que les permitirà mostrar su grandeza o su cobardìa.
Un portuguès se ofrece como voluntario para defender el fuerte 36 del Ejèrcito Nacional Argentino. Lucharìan doscientos bomberos de lanza contra veintidòs idiotas", en una contienda que tendrìa como hèroes al capitàn Càrdenas, a Paula Bary y a un indio converso. Era Martins, el portuguès, "a quien las bajamares habìan hecho recalar allì, como ùltimo puerto", un hombre "delgado, macilento, comido por la malaria", que tenìa un poderoso motivo para luchar: "-Me mataron una china en Italò –dijo-. Me dije que iba a arrancarle las tripas a cien puercos de èsos. Todavìa no cumplì". Seguramente, le llegò el fin antes de poder concretar su propòsito.
Fray Mocho nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1858; falleció en Buenos Aires en 1903. "Contemporáneo de la generación del 80, su obra mantuvo un perfil independiente. Fray Mocho fue considerado uno de los máximos representantes del relato costumbrista. En 1882 publicó su primer libro, Esmeraldas. Fruto de su trabajo como policía, comisario y cronista policial, en 1887 ganó popularidad con Vida de los ladrones célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar y con Galería de ladrones de la capital (1880-1887), colección de fotografías y datos sobre delincuentes famosos. En 1897 escribió Memorias de un vigilante, con el seudónimo de Fabio Carrizo. Ese mismo año, como Fray Mocho, publicó Un viaje al país de los matreros, libro que recrea el lenguaje regionalista en la descripción del paisaje y los habitantes rurales. En 1898 dirigió Caras y Caretas, revista de gran influencia en el periodismo argentino. Entre sus obras sobresale En el mar austral. Con motivo del tercer aniversario de su muerte, Caras y Caretas publicó una selección de sus colaboraciones periodísticas con el título de Cuentos de Fray Mocho. En 1920, apareció Salero criollo, recopilación de su obra periodística" (22).
Dice Eduardo Romano en un estudio sobre el escritor: ‘Heterogénea, polifacética, conflictiva, la realidad político-social que abarca de 1880 a 1910 contenía los gérmenes propicios para la aparición de una nueva literatura costumbrista’. Sostiene que la anterior ‘había coincidido con nuestra primera generación romántica y se había expresado en publicaciones como La Moda (1837-1838), cuyo principal animador fue Juan B. Alberdi; El Iniciador, de Montevideo (con la base del mismo elenco de la anterior); El Zonda sanjuanino, con que Domingo F. Sarmiento buscara emular a la revista porteña’. Considera que aquella era una ola de costumbrismo reformista, inspirada fundamentalmente en la prédica del español Mariano José de Larra y se manifestó, por lo menos, en "una página clásica de las letras argentinas: El Matadero, de Esteban Echeverría".
En el resurgimiento de este género, señala la importancia de "una prensa periódica que aspiraba a presentar, por encima de las polémicas partidarias que hasta entonces la habían absorbido, otra clase de colaboraciones". Menciona al respecto dos autores: "Ciertas notas de Bartolito Mitre en La Nación o los sueltos de actualidad insertados por Manuel Láinez en El Diario, al que dirigía, señalaron un rumbo", pero fue –a su criterio- más significativo Juan Piaggio, una "figura, bastante desdibujada hoy día, cuyos artículos prefiguran –por el título, por la temática- lo que será el costumbrismo hacia 1900".
Fue importante, asimismo, una publicación que comenzó a editarse casi al final del siglo: "fue con la aparición de Caras y Caretas (1898-1939) que el género costumbrista halló canal de transmisión indicado, pues sus páginas estuvieron casi enteramente dedicadas a la captación y procesamiento de la actualidad porteña mediante fotografías, acompañadas o no de comentarios; reportajes; cuadros de costumbres; escenas callejeras; viñetas; aguafuertes, etc., sin negar un espacio a las tradiciones y a los Tipos y paisajes –así tituló sus colaboraciones al semanario Godofredo Daireaux- camperos" (23). En esta revista se publicaron los cuentos de Fray Mocho.
En sus cuentos (24), Fray Mocho presenta escenas cotidianas, que podían ser protagonizadas por cualquier habitante de la ciudad. En ellas encontramos personajes verosímiles, con los que sin duda habría trabado relación, dada la fidelidad con que los describe y la coherencia con que los vemos actuar. Si bien es importante la habilidad para escribir, no lo es menos la capacidad de observación, y Fray Mocho posee ambas. Sus cuentos lo demuestran.
Muchos de estos personajes que retrata son inmigrantes. Entre las diversas nacionalidades que evoca, se destacan los portugueses. En "En familia" cuenta la historia de una supuesta inmigrante. "Que Pepa es portuguesa, decís? ¿Pero estás loco? –exclama una mujer. Si hemos ando juntas en l’ escuela ’e Misia Pamela y nos conocemos desde chicas… El padre’ra un chino gordo…". El hijo aclara el malentendido: "no es portuguesa de nacionalidad sino de oficio… En los tiatros les llaman así ¿sabés? A las familias que sirven p’al relleno de la sala no más". La madre le sugiere que vea si puede ser portugués en una sastrería, para que le arreglen la ropa y no deba hacerlo ella. La señora demuestra así haber incorporado el término a su habla cotidiana.
Carlos Molina Massey fue abogado y escritor. Nació "en Las Flores (Provincia de Buenos Aires), en 1884. Luego de iniciarse con un volumen de poemas (La musa galante) y otro de ‘relatos porteños’ (Los reposos del viajero), ambos de 1919, propició la fundación de la Escuela de Filosofía Indoamericana, la Federación Indoamericana y el Instituto Americano de Cultura Gaucha. De esa preocupación filosófica americanista resultaron los ensayos Cosmogenia (1921), La escuela de filosofía indoamericana (1926) y Doctrinario panteísta (1934). Otras obras suyas son el poema dramático gauchesco A punta de lanza (1924); las novelas La fundación Estanera (1925) y La montonera de Ahuancruz y las colecciones de relatos Campu ajuera (1942) y De los tiempos de antes (1946) (25).
En uno de sus cuentos, evoca a un comerciante portugués establecido en la provincia de Buenos Aires. Es el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a conmemorar la fecha patria. "En la plaza, embanderada, había música y cueterío. Desfile de escolares. Aglomeración de curiosos. Por las calles jinetes gauchos paseaban el lujo de sus fogosos caballos. Don Contreras realizaba su programa anual desde el almacén de don Quintino, el portugués, situado en la esquina crucera de la plaza. Allí tenía concentrada su gente" (26).
Manuel Mujica Láinez nació en Buenos Aires en 1910; falleció en Cruz Chica, Córdoba, en 1984. "Estudió en colegios de Francia y Gran Bretaña. Desde joven, alternó la creación literaria con la crítica de arte, que desarrolló en el diario La Nación. En 1936 contrajo matrimonio con Ana de Alvear Ortiz Basualdo. Fue Secretario del Museo Nacional de Arte Decorativo y, entre 1955 y 1958, ocupó la Dirección de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores. También integró la Academia Argentina de Letras y obtuvo, entre otras distinciones, los premios Kennedy, Nacional de Literatura (1963) y la Legión de Honor del Gobierno de Francia (1982). Además, en 1984, fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. En 1969 el escritor y su familia se habían trasladado a Cruz Chica (Córdoba), instalándose en una antigua casona con un extenso parque, llamada ‘El Paraíso’, donde Mujica Láinez residió hasta su muerte".
"De su vasta producción sobresale su obra narrativa, en la que cobra especial importancia la indagación de lo argentino, presente en Canto a Buenos Aires (1943); Aquí vivieron (1949), sobre la historia de una quinta de San Isidro (Bs. As.) y, especialmente, en el volumen de cuentos Misteriosa Buenos Aires (1950). Mujica Láinez retrató con escepticismo e ironía a los sectores tradicionales en Los viajeros (1955) y en Invitados en El Paraíso (1957. Su inclinación a lo fantástico y el carácter cosmopolita se pone de manifiesto en las novelas que transcurren en el Renacimiento italiano, como Bomarzo (1962), o en la Edad Media, como en el caso de El Unicornio (1965). Varias novelas y cuentos suyos fueron llevados al cine y a la televisión, y el compositor Alberto Ginastera realizó una ópera basada en Bomarzo, estrenada en Washington (E.E.U.U.) en 1967 y que obtuvo un amplio reconocimiento internacional" (27).
En "El espejo desordenado (1643)", relata: "Simón del Rey es judío. Y portugués. Disimula lo segundo como puede, hablando un castellano de eficaces tartamudeos y oportunas pausas. Lo primero lo disfraza con el rosario que lleva siempre enroscado a la muñeca, como una pulsera sonora de medallas y cruces, y con un santiguarse sin motivo. Pero no engaña a nadie. Asimismo es prestamista y esto no lo oculta. Tan holgadamente caminan sus negocios, que sus manejos mueven una correspondencia activa, desde Buenos Aires, con Chile y el Perú. Se ha casado hace dos años con una mujer bonita, a quien le lleva veinte, y que pertenece a una familia de arraigo, parapetada en su hidalguía discutible. La fortuna y la alianza han alentado las ínfulas de Simón, hinchándole, y alguno le ha oído decir que si se llama del Rey por algo será, y que si se diera el trabajo de encargar la búsqueda a un recorredor de sacristías, no es difícil que encontraran un rey en su linaje" (28).
El poeta y narrador Elías Carpena nació en Buenos Aires en 1897; falleció en esta ciudad en 1988. "Su obra evoca al Buenos Aires de comienzos de siglo, con sus payadores llegados del campo. Obras: El cuatrero Montenegro, El romance de Federico, El Doradillo, Romances del pago de la Matanza" (29).
En "La caza del yacaré", escribe Carpena: "de pronto se oyeron unos gritos que surgían de la maraña del monte. Era el portugués Jaime. Entró en la senda con los mismos gritos y se nos allegó. Lo descubrimos transfigurado: en él se dibujaba el espanto. Se puso en los más descontorsionados aspavientos; con el habla trabada e hipando" (30).
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En distintos ámbitos, los portugueses contribuyeron con su aporte al engrandecimiento del país que los recibió, al tiempo que trasmitieron a su descendencia las tradiciones de la tierra que dejaron. Se los recuerda en estudios, testimonios, biografías y obras literarias.
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Autor:
Marìa Gonzàlez Rouco
Licenciada en Letras, Periodista Profesional Matriculada