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El castillo de Egaña (página 2)


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Los lugares abandonados despiertan curiosidad. Nos atraen, ya lo dijimos antes. Generan dudas y, por supuesto, hipótesis que intentan resolver esas preguntas iniciales. La mayor parte de las veces serán cuestiones irresueltas, incomprobables; generadoras de mitos que terminarán idealizando el pasado hasta convertirlo en una "edad dorada".

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Inmunda fragilidad, receptáculo de sollozos. Escenarios palpables de la derrota.

Los lugares abandonados denuncian a gritos el infinito precio de cada instante. Y eso nunca deja de ser tonificante, porque como dice E. M. Cioran: «rejuvenecemos por el contacto con la muerte».

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Profesor en Historia

[1] Según indica la presidenta de la Comisión Permanente de Homenaje al general don Eustoquio Díaz Vélez, señora Inés Álvarez de Toledo (a quien agradezco la información brindada): “Hay una verdad a medias: según se consigna por Internet, el terreno del castillo se cedió a la Escuela agro-veterinaria “Eustoquio Díaz Vélez de la Fundación San Francisco, pero lo que ésta utiliza es su terreno adyacente, no haciéndose cargo del edificio”.

[2] Granada, Daniel, Reseña histórico-descriptiva de antiguas y modernas supersticiones en el Río de la Plata, Editorial Guillermo Kraft Ltda. Buenos Aires, 1896.

[3] Archivo del autor.

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