- Contexto de la literatura contemporánea o de la post-guerra
- Representantes en los géneros literarios de la posguerra
- Características generales
- Vida y obra de Camilo José de Cela
- Vida y obra de Alejandro Casona
- Conclusiones
- Consecuencias de la guerra civil española en los cuentistas de la generación de la guerra y postguerra
- Un exiliado particular
- Fragmento de la familia de Pascual Duarte
- La novela en la literatura contemporánea
- Escenario de la postguerra
- Portada de algunas obras de Camilo José Cela
- Bibliografía
- Resumen
En el presente trabajo fruto del esfuerzo en grupo queremos resaltar en la literatura española, la literatura de la posguerra, una literatura cuyo máximo esplendor fue el género narrativo, que en la actualidad es el género de mayor auge: la publicación de novelas, cuentos, relatos y biografías se generalizó, según lo confirman la proliferación de reseñas y entrevistas a escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran cantidad de premios literarios que se otorgan, la difusión masiva de novedades.
España vivía una época de crisis, la literatura de la posguerra reflejaba ese caos, y lo que hicieron los literatos fueron corregir a través de su literatura a su España, para que vuelva a ser la España gloriosa, de siempre.
Esta monografía fue realizada con abundante material bibliográfico, con la ayuda de enciclopedias multimedia y con la gran fuente de información que gobierna el mundo: la Internet.
Con esta monografía espero contribuir al nivel cognoscitivo de los jóvenes ya que pensamos publicarla en Internet, y por último esperamos recibir críticas ya que la perfección solo es divina.
CONTEXTO DE LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA O DE LA POST-GUERRA
1.1.-LA LITERATURA ESPAÑOLA TRAS LA GUERRA CIVIL:
LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA
Representada por la comedia de Alejandro Casona por la novela "tremendista" de Camilo José de Cela.
El fin de la guerra civil, 1939, supone una ruptura cultural, una gran corte intelectual. A partir de entonces en España se crean dos literaturas: al del exilio y la del interior, que prácticamente vivirán incomunicadas casi hasta los años sesenta. La poesía es quien mas sufre esta ruptura ya que existía, como hemos visto, un grupo de poetas los del veintisiete que ya habían publicado importantes libros y casi todos ellos eligen el exilio.
Es curioso constatar cómo algunos de los fenómenos que aparecen en la post guerra ya se daban en los años anteriores a la contienda: adopción de formas métricas tradicionales, como el soneto (Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Luis Rosales), o la aparición de la poesía religiosa (recordemos la revista alicantina El Gallo Crisis, donde empezó a escribir Miguel Hernandez). A partir de 1939 se produce un empobrecimiento de esta rica tradición poética y la poesía de esos años podemos caracterizarla por la aparición de temas sacros o heroicos y por el alejamiento de las corrientes extranjeras, tan presente hasta entonces.
Los hitos más importantes son la aparición de la revista Garcilaso (1943), que defiende una poesía neoclásica, intimista y nacionalista aunque encontramos en ella dos tendencias, una que aboga por la poesía pura, el arte por el arte y otra que apoya una poesía lírica. La revista se caracterizó por su retórica trasnochada y por su insistencia en formas clásicas, como el soneto. El miembro más representativo de este grupo fue José Agustín Goytisolo vio así a estos "garcilasistas":
Es la hora, dijeron, de cantar los asuntos
maravillosamente insustanciales, es decir,
el momento de olvidarnos de todo lo ocurrido
y componer hermosos versos, vacíos, sí, pero, sonoros,
melodiosos como el laúd,
que adormezcan, que transfiguren,
que apacigüen los ánimos, ¡qué barbaridad!
Ésta es la historia, caballeros, de los poetas celestiales, historia clara y verdadera, y cuyo ejemplo no han seguido los poetas locos que, perdidos en el tumulto callejero, cantan al hombre, satirizan o aman al reino de los hombres, tan pasajero, tan falaz, y en su locura lanzan gritos, pidiendo paz, pidiendo patria, pidiendo aire verdadero.
En 1944, un año importante porque Vicente Aleizandre publica "Sombra del paraíso", Luis Cernuda "Como quien espera el alba" y Dámaso Alonso "Hijos de la ira". Libro de poesía existencial y de crítica social, antecedentes de la posterior poesía comprometida. Con poemas tan importantes como el inicial "Insomnio".
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las ultimas estadísticas) …
Mujer con alcuza :
¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?…
En la novela, los vencedores rompen con la tradición anterior. Podemos considerar que la historia de la Novela Española de la post guerra se inicia en 1942 con la publicación de "La familia de Pascual Duarte", de José Cela. Al igual que "Hijos de la ira", dicha novela pone de manifiesto lo más sórdido de la sociedad española del momento. Es una narración con reminiscencia clásicas en su estructura y procedimientos narrativos y tiene una clara relación con la picaresca. La obra cuenta facilita su existencia. Esta novela fue calificada de "tremendista", término que inventó
Antonio de Zubiaurre y que designaba al nuevo estilo realista "que acentuaba las tintas negras, la violencia y el crimen truculento, episodios crudos y a veces repulsivos, zonas sombrías de la existencia … respecto al lenguaje desgarro, crudeza y, en alguna ocasión, una cierta complacencia en lo soez".
En 1945, Carmen Laforet obtiene con "Nada" el primer Premio Nadal. La crítica de la época lo elogió mucho (Ignacio Agustí: "un gran libro", "un libro oportuno, de una oportunidad asombrosa"). La novela cuenta las andanzas de una joven, estudiante en la Universidad de Barcelona, en los primeros años de la post guerra, que convive con unos familiares desquiciados por la contienda. Así como sus intentos de evasión, al relacionarse con sus compañeros de estudios, lo que nos muestra un contraste de vidas y la final insatisfacción de la protagonista, Andrea. Esta obra habría que vincularse tanto al Existencialismo como al Neorrealismo, tan en boga en aquellos años en Europa.
Otra novela interesante es "El camino", de Miguel Delibes, publicada en 1950. En ella aparece un lenguaje nuevo y narra los recuerdos de infancia de un niño, Daniel, en un pequeño pueblo castellano. Novela costumbrista y con un final con mensaje conservador, pues, en la disyuntiva que se le ofrece al protagonista de ir a estudiar a la ciudad o seguir el oficio de su padre, quesero, el cura del pueblo responde con esta frase: "La felicidad no está, en realidad, en lo más alto, en lo más grande, en lo más apetitoso, en lo más excelso; está en acomodar nuestros pasos al camino que el Señor nos ha señalado en la Tierra. Aunque sea humilde". Novela, de todas las formas, de muy agradable lectura y con episodios realmente, graciosos.
Al comienzo de los años cincuenta aparecen cuatro preciosas novelas. En 1951, Rafael Sánchez Mazas publica "La vida nueva de Pedrito de Andía", que narra los años escolares y los amores infantiles de un hijo de la burguesía vasca de comienzos de siglo. Ese mismo año su hijo Rafael Sánchez Ferlosio publica "Alfanhuí", una extraña novela llena de imaginación y fantasía. Y un año de estante tradición nacional. Tres aspectos de esta novela pasaron luego a incorporarse a la novela social: la concentración del tiempo (dos días y una mañana), la reducción del espacio (Madrid, el café) y el protagonista colectivo.
En los años cincuenta y sesenta empiezan a publicar un grupo de poetas que nos proporcionarán los mejores versos de estos últimos años: Ángel Gonzáles, José M. Caballero Bonald, Alfonso Costafreda, José María Valverde, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Francisco Brines y Carlos Rodríguez. Casi todo ellos empezaran escribiendo poesía social y pasaran, pronto, a escribir unos versos mas irónicos, más esteticistas. Son poetas con una gran formación cultural.
de Jaime Gil de Biedman
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer un casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
José Ángel Valente
llenar mi vida,
como puede tu risa
volar el muro opaco de la tristeza.
Una sola palabra tuya quiebra
la ciega soledad en mil pedazos.
Si tú acercas tu boca inagotable
hasta la mía bebo
sin cesar la raíz de mi propia existencia.
Pero tú ignoras cuánto
La cercanía de tu cuerpo
Me hace vivir o cuánto
Su distancia me aleja de mí mismo,
Me reduce a la sombra.
En la novela, 1961 es un año importante, pues aparece "Tiempo de silencio", de Luis Martín – Santos. Esta cierra el camino de la tendencia socialrealista y abre nuevos rumbos. Partiendo de una concepción novelesca barojiana, Pedro, el protagonista, intelectual e investigador, renuncia a una actividad con cierto futuro y se refugia en la autodestrucción.
En esta obra encontramos una desmitificación sistemática de la realidad y una subversión de los valores utilizados por la novela social para producir una versión esperpéntica y descoyuntada. Todo esto narrado en un lenguaje innovador lleno de neologismos, cultismos, perífrasis, interpolaciones ensayísticas. El mayor valor de esta novela radica en haber logrado armonizar diversos hallazgos anteriores, con el fin de encontrar unas nuevas formas de expresión más acorde con la realidad del momento.
Otras novelas interesantes son "La saga – fuga" de J.B. (1972), de Gonzalo Torrente Ballester, que transcurre en un ambiente fantástico y está escrita en un tono paródico. "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), de Eduardo Mendoza, que es una mezcla de subgéneros (novelas de aventuras, eróticas, policíaca) escrita con una técnica clásica, la de la picaresca, novela de muy agradable lectura.
Tras la muerte de Franco se pone de moda la literatura de género: de aventuras, policíaca, erótica, femenina, etc., quizá porque el lector estaba cansado de la narrativa estructuralista y empachado de obras de tipo político. El gusto por los relatos con argumento, donde se narra aventuras y sucesos, predominará durante estos años de la transición; así, se traduce profusamente a autores como Stevenson, Melville, Konrad y London. La literatura policíaca vuelve a reverdecer, y a las versiones de Hammett y Chandler, entre otros, se unirán autores nacionales como Vázquez Montalbán ("La soledad del manager", 1977; "Los Mares del Sur", 1979; "Asesinato en el Comité Central", 1981; "Los pájaros de Bangkok", 1983; "La rosa de alejandría", 1984, y "El pianista").
1.4.1.-DE LA POSGUERRA A LA MODERNIDAD
La guerra civil sumió a España en una grave depresión económica, política y cultural de la que se fue recuperando con lentitud. Y tras la guerra, hubo que iniciar un camino sembrado de dificultades.
Los años comprendidos entre el final de la guerra civil (1939) y la muerte de Franco (1975) constituyeron una etapa de búsqueda, en la que sucesivas generaciones de novelistas, poetas y dramaturgos configuraron un particular paisaje literario, caracterizado por la vacilación entre el esteticismo y la denuncia social.
En todo el resto de Europa se producía una nueva fractura: la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). Esta guerra no sólo destruyó el continente, sino que tuvo como consecuencia la división del mundo en dos bloques antagónicos: el capitalista, encabezado por Estados Unidos, y el comunista, por la Unión Soviética.
La década de los cuarenta estuvo marcada por las consecuencias de la guerra civil y por la segunda Guerra Mundial. La derrota de las potencias ideológicamente afines al gobierno de Franco trajo aparejado el aislamiento internacional de España y la existencia de graves problemas económicos. A causa de la represión franquista, muchos españoles, entre ellos intelectuales destacados, se vieron obligados a exiliarse en otros países.
En los años cincuenta, Estados Unidos firmó un tratado de ayuda militar con España; al poco tiempo se aceptó el ingreso de España a la ONU. Esto se explica porque tanto Franco como Estados Unidos combatían las ideologías de izquierda; el primero desde la dictadura y el segundo desde la democracia capitalista. En este contexto, Cuba se independizó del sometimiento norteamericano en 1958. El reconocimiento internacional al régimen de Franco implicó mejoras en lo económico, sobre todo en la década siguiente. Además, se flexibilizó un poco la censura y se logró entrar en contacto con las novedades culturales que se produjeron en el extranjero.
1.4.2.-El fin del mileno
A partir de 1975, tras la muerte de Franco, accedió a la jefatura del Estado, con el título de rey, Juan Carlos I. Bajo el gobierno del primer ministro Adolfo Suárez, en 1977 se celebraron las primeras elecciones, tras casi cuarenta años de dictadura. En 1982, en las elecciones generales, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) alcanzó la mayoría absoluta y asumió el gobierno Felipe González, que fue reelecto tres veces.
Con la democracia, se inició una nueva etapa de la historia española en la que se logró la normalización democrática, que trajo aparejadas la legalización de los partidos políticos y la desaparición de la censura, así como la incorporación de España en la política europea e internacional.
1.4.3.-El género literario de estos tiempos
En la actualidad, la narrativa es el género de mayor auge: la publicación de novelas, cuentos, relatos y biografías se generalizó, según lo confirman la proliferación de reseñas y entrevistas a escritores en medio gráficos y audiovisuales, la gran cantidad de premios literarios que se otorgan, la difusión masiva de novedades.
En España, una vez superada la censura impuesta por la dictadura, las producciones aumentaron. Si la narrativa posmoderna había comenzado por ser una narrativa sin historia, se produce en estos años una vuelta a la narratividad, al gusto por contar historias.
REPRESENTANTES EN LOS GENEROS LITERARIOS DE LA POSGUERRA
2.1.- LA POESIA DE POSTGUERRA.
Los poetas de post-guerra fueron aquellos que, en pleno desarrollo de la Guerra de abril de 1965 y durante la primera década que siguió a ésta, pusieron la protesta en primer plano y asumieron el compromiso histórico de repudiar incondicional-mente la segunda intervención norteamericana a la República Dominicana al tiempo que intentaron, a través de su canto, de sepultar para siempre el espíritu diabólico de la tiranía trujillista, rechazando toda posibilidad de supresión de las libertades individuales. Los Poetas de post-guerra hay que dividirlos en dos categorías: poetas escogidos y poetas excluidos 42.
Los escogidos fueron aquellos que encontraron protección y apoyo en las páginas del suplemento literario Aquí, del periódico La Noticia, bajo la dirección de Mateo Morrison, uno de los principales representantes de dicha promoción. Entre los que disfrutaron el privilegio de figurar entre los escogidos estaban: Norberto James Rawlings, Enriquillo Sánchez, Andrés L. Mateo, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Federico Jóvine Bermúdez, Tony Raful, José Molinaza, Soledad Alvarez, Miguel Aníbal Perdomo y Luis Manuel Ledesma. Los excluidos nunca o muy escasas veces tuvieron acceso a las páginas de Aquí, el medio que difundió más ampliamente la producción literaria de entonces. Entre los principales excluidos se destacan: José Enrique García, Josefina de la Cruz, René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández Tomás Modesto Galán, Radhamés Reyes Vásquez, Wilfredo Lozano, Domingo de los Santos y Chiqui Vicioso.
A partir de 1965 aparecieron varias agrupaciones literarias que funcionaban como pequeños talleres literarios. En ellas se reunían los Independientes del 48, los poetas de la Generación del 60 y los Poetas post-guerra. El orden de aparición de estas agrupaciones es como sigue: El Puño (1966), en la que militaban Iván García, Miguel Alfonseca, Enriquillo Sánchez, René del Risco Bermúdez, Ramón Francisco y Marcio Veloz Maggiolo; La isla (1967), integrada por Antonio Lockward Artiles, Wilfredo Lozano, Norberto James Rawlings, Andrés L. Mateo y Fernando Sánchez Martínez; La antorcha (1967), que agrupaba a Mateo Morrison, Soledad Al-varez, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio y Rafael Abreu Mejía; La máscara (1968), compuesto por Aquiles Azar, Héctor Díaz Polanco y Lourdes Billini43. Al mismo tiempo funcionaba el Movimiento Cultural Universitario (MCU), que reunía en sus secciones sabatinas de literatura a casi todos los grupos antes mencionados, más los poetas y escritores que provenían de los clubes culturales localizados en los barrios marginados de Santo Domingo y que no pertenecían a ninguna parcela literaria.
El impulso logrado por las letras nacionales inmediatamente después de la Guerra de abril de 1965 no se limitó sólo a la ciudad de Santo Domingo. En varias provincias del país se formaron círculos literarios, casi siempre ignorados por los intelectuales de la capital, que sirvieron para estimular a jóvenes provincianos cuyos escritos no tenían cabida en los escasos me-dios de difusión existentes. De esa forma se sumaron a la bibliografía literaria dominicana los nombres de Manuel Mora Serrano y Francisco Nolasco Cordero, fundadores del Grupo Amidado, en sus diferentes etapas: "Manuel Mora Serrano, Francisco Nolasco Cordero, Alberto Peña Lebrón, Héctor Amarante, Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Elpidio Guillén Peña, Orlando Morel, Pedro Pompeyo Rosario, Pedro José Gris, Emelda Ramos, Rafael Castillo y Sally Rodríguez".
La publicación de poemarios fue escasa entre 1965 y 1970, los medios más utilizados por los poetas para divulgar sus obras fueron los recitales y lecturas en clubes culturales, parques, estadios deportivos y otros lugares públicos. En la década de los 70, especialmente los cuatro primeros años, la publicación de poemarios se redujo considerablemente. Entre 1971 y 1973 se publicaron los siguientes poemarios: Imperio del grito (Radhamés Reyes Vásquez, 1971), La luz abre un paréntesis (Rafael Abreu Mejía, 1971), Raíces de la hora (Domingo de los Santos, 1971), Los poemas del ferrocarril central (Lockward Artiles, 1971), Juegos reunidos (Pedro Vergés, 1971), La provincia sublevada (Norberto James Rawlings, 1972), Fórmulas para combatir el miedo (Jeannette Miller, 1972), El diario acontecer (Pedro Caro, 1972), La poesía y el tiempo (Tony Raful, 1972), Poemas decididamente fuñones (Apolinar Núñez, 1972), Oficio de post-muerte, (Alexis Gómez Rosa, 1973), Desde la presencia del mar hasta el centro de la vida (Enrique Eusebio, 1973), Ultimo universo (José Molinaza, 1973), La esperanza y el yunque (Wilfredo Lozano, 1973), La muerte en el combate (Radhamés Reyes Vásquez, 1973), Canto a mi pueblo sufrido (Franklin Gutiérrez, 1973), Gestión de alborada (Tony Raful, 1973), Aniversario del dolor (Mateo Morrison, 1973) y Poemas sorpresivos (Apolinar Núñez, 1973). Los títulos de dichos poemarios sugieren el tipo de discurso poético practicado por los Poetas de post-guerra para testimoniar el estado de descomposición del pueblo dominicano. Fue una poesía en la que coexistieron la sangre y el dolor; en la que la situación política reinante predominó por encima de todo y en la que, además, no importaba mucho la expresión artística, sino la comunicación directa con la colectividad.
En 1975 se inició, repentinamente, una etapa de aletargamiento que afectó la producción de muchos de esos poetas. Algunos redujeron de forma notable su trabajo creativo y otros desaparecieron del ambiente literario sometiéndose a un proceso de autorreflexión que se extendió hasta 1980, año a partir del cual varios de ellos (Pedro Vergés, Tony Raful, Andrés L. Mateo, Franklin Gutiérrez, Radhamés Reyes Vásquez, Jeannette Miller y otros), dieron a la publicidad nuevos poemarios y comenzaron a cultivar otros géneros, especialmente la novela, el cuento y el ensayo crítico. Al referirse a la poesía escrita en el país entre 1961 y 1978, el poeta Víctor Villegas dice: "Independientemente de que cada promoción careció, ostensiblemente, de un liderazgo firme y continuado, lo que no su- cedió con sus antecesores inmediatos, no hubo, en sentido general, en aquellos jóvenes poetas, plena conciencia de la esencia y naturaleza verdadera de la poesía, lo que explica, por demás, su desvinculación con el pasado, sobre todo con la obra poética realizada en el país a partir del Postumismo. Pasado político y pasado literario no fueron separados por ellos, y en un afán de borrar esos vestigios se emprendió la tarea de crear una poesía desde cero, con la sola aceptación de obras y autores dominicanos que recién llegaban del exilio"46.
Interesado en defender lo que él llama Generación del 65, Alberto Baeza Flores, insinúa que la producción de los poetas de la Generación del 60, especialmente los de Post-guerra, motivada e influenciada por la poesía de Pablo Neruda, Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Roberto Juarroz y Roque Dalton, mantuvo la misma calidad y altura de la poesía que se escribía en el resto de Latinoamérica en aquel momento.
Es indudable que algunos textos de Miguel Alfonseca ("La guerra y los cantos"), Jacques Viaux ("Nada permanece tanto como el llanto"), René del Risco (El viento frío) y otros de Andrés L. Mateo ("Portal de un mundo") y Norberto James Rawlings ("Los inmigrantes"), son buenos ejemplos de poesía social porque su valor estético y su planteamiento de la problemática política los distancia del resto de la producción de esos años. Sin embargo, una hojeada a la poesía mexicana (José Carlos Becerra, 1936-1970 y José Emilio Pacheco, 1939); peruana (Antonio Cisneros, 1942); cubana (Luis Rogelio Nogueras, 1944); colombiana (Gustavo Cobo Borda, 1948); chilena (Raúl Barrientos, 1948) de las décadas de los 60 y 70, sirve para desautorizar las afirmaciones de Alberto Baeza Flores.
Los poetas de la Generación del 60 y de Post-guerra perseguían ideales comunes, luchaban por las mismas causas y se alimentaron de las mismas vivencias y de los mismos re-cuerdos. Pero el tono excesivamente político y combativo de su poesía, encauzó su producción por una ruta que se acercaba más a un proyecto bélico que a un proyecto literario. Los poetas de la Generación del 60, en sus dos períodos, no supieron, en la mayoría de los casos, distinguir entre lo artístico y lo político y llevaron la poesía a tal grado de compromiso con la realidad que su obra, en muchos casos, adquirió categoría de panfleto. Ello explica el que la producción poética dominicana del período 1961-1978 se acerque más al documento histórico que a la obra literaria. Los poetas de dicho período dejaron un testimonio valioso de la situación política y del descontento social que vivió el país durante esos años; pero les negaron a la literatura nacional una poesía capaz de representar artísticamente las razones históricas que la motivaron.
2.2.-Declaración de los artistas
El arte vive dentro de un compromiso contraído ineludiblemente con la sociedad y el tiempo que lo crean. Los artistas dominicanos, conscientes en todo momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha desarrollada heroicamente por el pueblo de la República Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión de mantener en la mesa de conferencias los principios fundamentales de esta lucha. El arte, integrado como actividad colateral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso al espíritu indomable que mantuvo en la trinchera vivo el heroísmo e inagotable la fuerza.
Nuestra sociedad es ésta y éste es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado en acatar este designio histórico y, yendo más allá, realizamos aportes de inestimables valor al martirologio de la revolución. Hoy, cuando se busca por los caminos de la paz la solución real al conflicto que llevó al pueblo a las armas, consideramos como un deber ineludible alzar nuestras voces para que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como siempre estaremos dispuestos a combatir con el arte como arma y escudo. Los artistas dominicanos hemos padecido con indignación en la sangre el atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia extranjera, por la razón de su fuerza, ha perpetrado con la República. Y en defensa de esa soberanía nos lanzamos al combate. Los artistas dominicanos hemos visto con amargas lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa extranjera para con-sumar la violación flagrante no sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre Determinación que como pueblo tiene la patria muy bien ganada. Y en defensa de esa soberanía y de ese inalienable derecho de auto determinación estamos dispuestos a continuar combatiendo en los campos honrosos de la negociación.
Hemos cumplido con nuestro deber y seguiremos cumpliendo. Por- que el arte, cuando no es fiel expresión de las agonías y de las esperanzas del pueblo que a través de su propia existencia lo sugiere, abandona por completo su raíz esencialmente humana y humanitaria. Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con nuestro deber y conscientes también de la autoridad y responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional un amplio voto de apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas dramáticas de la guerra como por su posición en los momentos difíciles de las negociaciones pacíficas. Presente, pues, hemos dicho los artistas dominicanos en esta lucha por la libertad, por la justicia social, por la democracia.
En los años cuarenta hubo dos corrientes poéticas: la poesía arraigada y la poesía desarraigada.
- La poesía arraigada propuso volver al modelo tradicional y clásico y, por lo tanto, a sus géneros: romances, sonetos, décimas. No tenia por tema la circunstancia histórica. Por eso, algunos poetas posteriores acusaron a los "arraigados" de haber sostenido una poética conformista, que defendía los valores de la vida familiar, la tranquilidad de la conciencia y un discurso religioso convencional. Algunos poetas de esta corriente fueron Luis Rosales, Leopoldo Panero y José García Nieto.
- La poesía desarraigada concebía la existencia como algo doloroso e incierto. Bases de esta mirada, fueron dos libros publicados en 1944: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre. Ambos coincidieron en el rechazo al mundo.
En los años cincuenta se consolida la tendencia a la rehumanización que estaba ya presente en los "poetas desarraigados". La poesía social triunfa en 1955, año en que se publican dos obras muy importantes de esta corriente : Caminos iberos, de Gabriel Celaya y Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero.
Mas adelante, por los años sesenta se produce una reacción contra la instrumentalización de la poesía como vehículo para la propagación de mensajes sociales y contra la consiguiente pérdida de calidad artística. Muy influyentes son las obras de Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos.
Ya por los años setenta aparece una promoción de poetas cuyo denominador común es su alejamiento definitivo del realismo. Son figuras importantes Pere Gimferrer, Félix de Azúa y Luis Antonio de Villena, que promueven una estética influida por los medios de comunicación de masas.
En los años de la posguerra se impuso un teatro cuyo objetivo era entretener, hacer olvidar el trauma social que significó la guerra civil. Mas adelante, fueron surgiendo otras tendencias en el teatro. Estas son las principales :
- Teatro social. Es el centrado en el compromiso político, en la denuncia de las injusticias y de la hipocresía de la sociedad. El mejor dramaturgo de esta vertiente fue Antonio Buero Vallejo.
- Teatro poético. Intentó superar la realidad por medio de la poesía, de la ilusión y de la fantasía. El mejor dramaturgo de esta vertiente fue Alejandro Casona.
- Teatro humorístico. Fue el teatro de mayor calidad. Tiene el propósito de renovar la risa. Los dramaturgos, cansados ya del humor fácil, ofrecen una nueva forma de interpretar la realidad. No en vano los críticos han visto en sus obras un humor intelectual, próximo al de las comedias del absurdo. Sus principales representantes fueron Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
En la década de los cuarenta, la narrativa española se dedicó a hacer propaganda y a exaltar al bando vencedor en la guerra civil. En general, era una narrativa convencional, que no tenia encuentra las innovaciones que ya existían en la literatura europea y americana.
Sin embargo, la primera novela de Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte, marca la inauguración de una corriente narrativa llamada tremendismo, caracterizada por tomar los aspectos más brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana.
En los años cincuenta, la novela se aleja de los conflictos existenciales de personajes aislados para afrontar planteamientos más comprometidos con la sociedad en su conjunto. Se inicia el realismo social en el que la novela se centra en la denuncia de la injusticia como resultado del compromiso político y moral del autor. Entre los autores que destacan están Camilo José Cela, Juan Goytisolo y Carmen Martín Gaite.
Ya por los setenta, las innovaciones de la novela europea y la brillantez de la narrativa latinoamericana hacen que los novelistas españoles se interesen más por los aspectos formales. La novela más influyente de este periodo es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Es necesario mencionar a los escritores Luis Goytisolo, Miguel Delibes, Juan Benet y Gonzalo Torrente Ballester.
La narrativa de las últimas décadas retorna a la subjetividad, al ámbito de lo intimo por encima del análisis del mundo externo, de la sociedad.
Respecto a las técnicas narrativas, no hay una tendencia homogénea entre los escritores, ni tampoco es frecuente el uso exclusivo de una de ellas en cada escritor, sino que abunda el eclecticismo, la mezcla de técnicas tradicionales y vanguardistas.
La experimentación formal es mucho más moderna que en las novelas de los años sesenta. Las obras son más asequibles, y los argumentos vuelven a tener relevancia. Todo ello ha redundado en una amplia difusión entre el publico.
Son autores de esta última generación Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina y Arturo Pérez Reverte.
LA LITERATURA DE POSGUERRA
3.1.-Temática y fondo ideológico
- La crítica literaria
- Las guerra civil española: los que quedan en España y los que se exilian
- La dictadura de Francisco Franco
- Literatura "comprometida" que sirve fines sociales y políticos
- La fantasía
- El teatro del absurdo
- El psicoanálisis; los sueños
- Los -ismos: idealismo, surrealismo, neoclasicismo, neorromanticismo, gongorismo
- Realismo y naturalismo
- Filosofía existencialista
- Religión: a) la duda; b) la religión mezclada con la sensualidad
- Desdén de lo tradicional; el futuro
Naturalidad de expresión; lenguaje preciso
- Sencillez
- Experimentación; libertad métrica
- Indirección
- La imagen
- El mundo ideal
- Imágenes vagas
- Falta de sentimiento personal
- La retórica
- El sonido
- La tragedia
- Conciencia social y activismo político
- Una mejor sociedad
- La comunicación intersubjetiva
- La democracia
- La libertad
1939-75 Dictadura de Francisco Franco 1975 Juan Carlos I (La restauración borbónica)
VIDA Y OBRA DE CAMILO JOSE DE CELA
Escritor español, premio Nóbel, autor de obras narrativas, poesía, memorias y libros de viajes. Nació en Iria Flavia – La Coruña (Galicia – España) el 11 de mayo de 1926, estudió en la universidad de Madrid y luchó en el bando franquista durante la Guerra Civil española. Posteriormente rechazó la dictadura de Franco y mantuvo una actitud independiente y provocativa.
Su estilo inicial, conocido con el término taurino de tremendismo, queda patente en su primera novela, La familia de Pascual Duarte (1942). Debido a problemas con la censura, La colmena (1951), una de sus novelas más celebradas, en la que presenta la vida miserable de unos seres en el Madrid de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil española, tuvo que publicarse en Buenos Aires. La crítica ha señalado que supuso la incorporación española a la novelística moderna.
Su obra, en general, se caracteriza por la experimentación de forma y contenido, como en su novela San Camilo, 1936 (1969), que está escrita en un monólogo interior continuo. Otras novelas de Cela son Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953), Oficio de tinieblas-5 (1973), su obra más arriesgada y vanguardista, y Cristo versus Arizona (1988), donde abandona una vez más los moldes narrativos convencionales con un discurso de raíz muy española en una ambientación norteamericana.
En 1956, Cela fundó la influyente revista literaria Papeles de Son Armadans de la que fue director y donde publicó a muchos escritores españoles en el exilio durante la dictadura franquista. Sus libros de viajes incluyen Viaje a la Alcarria (1948), el más celebrado suyo de los de este género, y Del Miño al Bidasoa (1952). Ha publicado también poesía, Pisando la dudosa luz del día (1945), y estrenado teatro, María Sabina (1970). Es autor asimismo de varios volúmenes de memorias y numerosos relatos, artículos periodísticos y trabajos de erudición, entre los que destaca su Diccionario secreto (1968 y 1971).
Entre otros premios ha recibido el Premio Nóbel de Literatura en 1989, y el Premio Cervantes en 1995. En 1996 fue nombrado marqués de Iria-Flavia. José Cela es un conversador agudo, desenfadado, divertidísimo. Dirigió En Mallorca la Revista literaria Papeles de San Armadans. Considerado el creador del Tremendismo, que se caracteriza por la presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos más sórdidos y desagradables de la vida, en la Novela española. De humor espontaneo, sus temas giran en torno a la angustia, dolor, y otras veces al horror. Murió el año 2000
Poesía
- La lámpara encendida (inédito, 1937).
- Cancioncilla y divertimentos (inédito, 1937).
- Pisando la dudosa luz del día (1936; 1ª ed. 1945).
- El monasterio y las palabras (1945).
- Cancionero de la Alcarria (1948).
- Tres poemas gallegos (1957).
- Danza de las gigantas amorosas (1975).
- Reloj de arena, reloj de sol, reloj de sangre (1989).
- Poesía completa (1996).
Romances de ciego
- La verdadera historia de Gumersinda Cosculluela, moza que prefirió la muerte a la deshonra (1966).
- Encarnación Toledano o la perdición de los hombres (1966).
Novela
- La familia de Pascual Duarte (1942).
- Pabellón de reposo (1943).
- Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (1944).
- La colmena (1951).
- Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953).
- La catira (1955).
- Tobogán de hambrientos (1962).
- San Camilo, 36 (1969)
- Oficio de tinieblas 5 (1973).
- Mazurca para dos muertos (1983).
- Cristo versus Arizona (1988).
- El asesinato del perdedor (1994).
- La cruz de San Andrés (1994).
- Madera de boj (1999).
Novela corta
- Timoteo el incomprendido (1952).
- Santa Balbina, 37, gas en cada piso (1952).
- Café de artistas (1953).
- El molino de viento (1956).
- Los ciegos, los tontos (Historia de España) (1958).
- La familia del héroe (1965).
- El ciudadano Iscariote Reclús (1965).
- La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona (1977).
Cuentos, fábulas, apuntes y divertimientos
- Esas nubes que pasan (1945).
- El bonito crimen del carabinero (1947).
- El coleccionista de apodos (1947).
- El gallego y su cuadrilla (1949).
- La naranja es una fruta de invierno (1951).
- Nuevo retablo de Don Cristobita (1957).
- Los viejos amigos (1960).
- Gavilla de fábulas sin amor (1962).
- El solitario y los sueños de Quesada (1963).
- Toreo de salón (1963).
- Once cuentos de fútbol (1963).
- Izas, rabizas y colipoterras (1964).
- Nuevas escenas matritenses (siete series, 1965-1966).
- Balada del vagabundo sin suerte (1973).
- Cuentos para leer después del baño (1974).
- Rol de cornudos (1976).
- Las orejas del niño Raúl (1985).
- Vocación de repartidor (1985).
- La bandada de palomas (1987).
- Los Caprichos de Francisco de Goya y Lucientes (1989).
- El hombre y el mar (1990).
- Cachondeos, escarceos y otros meneos (1991).
- La sima de las penúltimas inocencias (1993).
- La dama pájara (1994).
- Historias familiares (1998).
Memorias
- La rosa (1959).
- Memorias, entendimientos y voluntades (1993).
Viajes
- Viaje a la Alcarria (1948).
- Ávila (1952).
- Del Miño al Bidasoa (1952).
- Vagabundo por Castilla (1955).
- Judíos, moros y cristianos (1956).
- Primer viaje andaluz (1959).
- Cuaderno del Guadarrrama (1960).
- Páginas de geografía errabunda (1965).
- Viaje al Pirineo de Lérida (1965).
- Madrid (1966).
- Viaje a USA (1967).
- Barcelona (1970).
- La Mancha en el corazón y en los ojos (1971).
- Nuevo viaje a la Alcarria (1986).
- Galicia (1990).
Artículos
- Mesa revuelta (1945).
- Mis páginas preferidas (1956).
- Cajón de sastre (1957).
- La rueda de los ocios (1957).
- Cuatro figuras del 98 (1961).
- Garito de hospicianos (1963).
- Las compañías convenientes (1963).
- Marañón, el hombre (1963).
- Diez artistas de la escuela de Mallorca (1963).
- Al servicio de algo (1969).
- La bola del mundo (1972).
- A vueltas con España (1973).
- El tacatá oxidado (1973).
- Los sueños vanos, los ángeles curiosos (1979).
- Los vasos comunicantes (1981).
- Vuelta de hoja (1981).
- El juego de los tres madroños (1983).
- El asno de Buridán (1986).
- Desde el palomar de Hita (1991).
- camaleón solteiro (1991).
- El camaleón soltero (1992).
- El huevo del juicio (1993).
- A bote pronto (1994).
- El color de la mañana (1996).
Teatro
- María Sabina (1967).
- Homenaje a El Bosco, I. El carro de heno o el inventor de la guillotina (1969).
- Homenaje a El Bosco II. La extracción de la piedra de la locura o la invención del garrote (1999).
Diccionarios y Lexicografía
- Diccionario secreto (t.I, 1968; t.II, 1971).
- Enciclopedia del erotismo (1976).
- Diccionario Geográfico Popular de España.
- Introducción a la dictadología tópica de España (t.I, 1998).
Adaptaciones, traducciones, versiones
- Poema del Cid, Cantar I (1957-1959).
- Libro de guisados, manjares y potajes, de Maese Ruperto de Nola (1969).
- La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht (1975).
- La Celestina (1979).
- El Quijote (1981).
"LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE"
El protagonista Pascual Duarte vive una vida tranquila, trabajo seguro, con el aprecio de los vecinos, luego se casa. Pero no toda va bien, ya que la madre es una arpía que no lo deja vivir. Cela nos da la gestación del odio de Pascual hacia su madre lo cual tendrá consecuencias fatales para ambos. Pascual debido a los problemas huye de su casa. Se dedica a vagar, en tanto su mujer lo traiciona con el estirao su peor enemigo, regresa a su casa después de dos años. Su esposa muere confesando su traición. "El estirao" llega a su casa de Pascual a pedir la mano de su hermana, pero encuentra la muerte. Este hecho lo lleva a Pascual a la cárcel tres años. Cumplida su condena y debido al odio a su madre, asesina a ésta, trata de escapar, pero es apresado y encontrado residente, es condenado a morir con la pena del garrote.
- Publicada en 1942, se ubica dentro de la Narrativa Española como un reflejo de una etapa de la post guerra. Entre los valores que encontramos en esta obra es la presentación de rasgos psicológicos representativos de cada personaje lo que nos demuestra su directa relación con la realidad.
VIDA Y OBRA DE ALEJANDRO CASONA
Su verdadero nombre era Alejandro Rodríguez Alvarez, pero el apellido artístico con el que alcanzó la fama fue Casona. Asturiano de nacimiento, este autor lo fue todo en el ‘mundillo’ teatral de la posguerra español
Nació el 23 de marzo de 1903 en Besullo, un pequeño pueblecito del Concejo de Cangas de Tineo (Asturias). Miembro de una familia en la que había un poco de todo -desde labradores y profesores, hasta pastores y herreros-, Alejandro fue el tercer hijo de los Rodríguez Alvarez.
Y el chico creció entre ríos, montes y árboles frutales. Vamos, un auténtico remanso de paz que luego trasladó a las páginas de alguna de sus obras: "Mi aldea era tan pobre que teníamos, para mostrar a los forasteros, más que un viejo de 100 años, un solo caballo blanco y una bruja".
Sin embargo, cuando aún era un adolescente, el muchacho tuvo que abandonar su aldea, cuando trasladaron a sus padres -que eran maestros- a Murcia. Y, como de casta le viene al galgo, Alejandro Casona acabó los estudios y, al igual que sus progenitores y el resto de sus hermanos, se dedicó a la enseñanza. Por aquella época, en 1920, publicó su primera obra: La empresa Ave María.
Luego se mudó a Madrid, donde siguió con su, por aquel entonces, incipiente carrera literaria, hasta que saltó a la fama al quedar finalista en el premio para jóvenes escritores convocado por ABC, con su obra Otra vez el Diablo. Ese mismo año -era 1928-, Casona obtuvo una plaza de profesor en el Valle de Arán y, poco después, contrajo matrimonio con Rosalía Martín.
A principios de la década de los 30, coincidiendo con la proclamación de la República, este autor asturiano es nombrado director del Teatro del Pueblo. Pero, al igual que le ocurrió al resto de españoles de a pie, la Guerra Civil cambió el curso de su vida. Tras pasarse varios años viajando por México y Argentina, Casona regresó a España en 1962, donde estrenó su última obra, El caballero de las espuelas de oro. Dos años después, el 17 de septiembre, murió en Madrid.
Un autor que arrasó en la escena española de los 60
Por su simbolismo y poesía, su teatro se ha emparentado con el de autores como Giraudoux y Priestley Cerca de cuatro décadas separan la primera obra de Casona, La Empresa de Ave María (1920), de la última, El caballero de las espuelas de oro (1964). Durante esos más de 40 años, el asturiano escribió mucho y muy variado.
Tras saltar a la fama gracias al certamen organizado por un diario madrileño, siguió con su actividad literaria durante su estancia en el Valle de Arán. Allí escribió La sirena varada y El crimen de Lord Arturo. Esta última se estrenó en Zaragoza en 1929 y fue la primera de sus obras que se presentó públicamente. Tres años después, el autor de Besullo recibió el Premio Nacional de Literatura con Flor de Leyendas.
Había comenzado una racha que siguió hasta 1934, cuando ganó el Premio Lope de Vega con La sirena varada. Ya en los 40, obras como Las tres perfectas casadas (1941), La dama del alba (1944) o Los árboles mueren de pie (1949) se representaron con gran éxito en todo el mundo. Tras regresar del exilio, estrenó La dama del alba y El caballero de las espuelas de oro.
Entre 1941 y 1964, prácticamente de manera ininterrumpida, escribió las siguientes obras, , La barca sin pescador (1945), La llave en el desván (1951), Siete gritos en el mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de amor y muerte (Doña Inés de Portugal, 1955), Carta de una desconocida, La casa de los siete balcones, Tres diamantes y una mujer, en sus obras combina los juegos entre realidad y sueño de base poética.
"LOS ARBOLES MUEREN DE PIE"
El doctor Ariel apoya sentimentalmente al señor alboa El nieto se ha convertido en un famoso delincuente y decide regresar de Canadá con su esposa. Ante esta noticia la abuela Eugenia se alegra, pero luego llegan noticias que el barco donde regresaba el nieto naufragan muriendo todos los tripulantes. Mientras tanto el Dr. Ariel contrata a Mauricio y Marta Isabel para que reemplacen a la pareja que había anunciado la visita, esto hace feliz a la abuela Eugenia, quien no los reconoce, todo se complica al aparecer el verdadero nieto, éste pierde el barco por su tardanza. El nieto se entera de lo que ocurre y pide una fuerte suma de dinero para no armar un escándalo. El abuelo se niega y lo expulsa de la casa con la ayuda de Mauricio. Al final la abuela descubre la verdad y ante el cinismo y la brutalidad del nieto, lo saca de su casa, reprime su dolor. Durante este juego por hacer feliz a la abuela, se han enamorado Mauricio y Marta Isabel, se alejan ellos, en tanto la abuela queda con el sueño que ellos le regalaron.
- La literatura en la postguerra, fue una literatura vanguardista, rechazaron el arte pasado y buscaron nuevo modos de expresión, Ejm: Las novelas La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet, figuran entre las más destacadas de un nuevo tipo de realismo conocido como tremendismo, que se caracteriza por la presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos más sórdidos y desagradables de la vida.
- El mismo proceso que llevó la poesía posbélica se dio en la narrativa que fue el género más floreciente de la literatura española contemporánea
- El teatro moderno español no ha estado a la altura de los otros géneros.
- Cabe citar entre los dramaturgos a Alejandro Casona, cuya característica primordial es combina los juegos entre realidad y sueño de base poética
Consecuencias de la Guerra Civil Española en los cuentistas de la generación de la guerra y postguerra
Sobre autores:
Estos tres autores, Medardo Fraile, Manuel Lueiro Rey y Auturo del Hoyo son sólo tres de los tantos autores que figuran entre los principales precursores del cuento contemporáneo español, que surge en 1936, fecha de iniciación de la Guerra Civil. Aunque todos, de nacionalidad española se encuentran clasificados en dos generaciones literarias distintas: la Generación de la Guerra y la Generación de la Posguerra.
Medardo Fraile, nacido en Madrid en 1925, dramaturgo y preciso crítico literario de quién hemos leído "Libre 206", se encuentra entre las principales figuras de la Generación de la Posguerra.
El poeta y narrador Manuel Lueiro Rey, quien nació en Pontevedra (1916) y vivió desde joven las penurias de la Guerra Civil y sus secuelas, se ubica en el grupo de la Generación de la Guerra, junto a autores tales como Mercé Rodoreda, Francisco Ayala y José María Sánchez Silva entre otros. De este autor hemos analizado el cuento "El niño que tenía un oso de trapo".
El autor de "Las señas", Arturo del Hoyo, narrador, crítico y ensayista nacido en Madrid en 1917, aparece entre los más sobresalientes de la Generación de la Posguerra.
2. Guerra civil española y posguerra
La Guerra Civil Española enfrentó a dos sectores radicalizados: los defensores de la República, ligados a la izquierda y al anarquismo, y los grupos de derecha liderados por el general Francisco Franco. En las elecciones de abril de 1931, una alianza entre socialistas, republicanos y nacionalistas triunfó en las principales ciudades españolas. El 14 de abril se proclamó la Segunda República y el rey huyó al exilio. En las elecciones generales de junio triunfaron socialistas y republicanos de izquierda. En diciembre se aprobó una nueva constitución que desmontaba la estructura monárquica, propiciaba reformas sociales y ponía fin a la España católica.
Estas reformas fueron paralizadas por los conservadores luego de su victoria en noviembre. Un sector de la izquierda convocó a una huelga general el 4 de octubre de 1934. El 6 se proclamó la República Catalana, pero en Asturias los movimientos fueron sofocados brutalmente por el ejército, coordinado por Francisco Franco. En las elecciones de febrero de 1936 el Frente Popular (republicanos y partidos de izquierda) consiguió mayoría. Se aceleró la reforma agraria, se restableció el gobierno autónomo de Cataluña y se decretó una amnistía. Las fuerzas conservadoras en contacto con el fascismo italiano y el nazismo alemán prepararon un golpe militar.
El 17 de julio comenzaron las sublevaciones en Marruecos y en Sevilla. Comenzaba la Guerra Civil. El 29 de septiembre Franco fue designado "generalísimo de los ejércitos rebeldes". En noviembre comenzó la batalla por Madrid y el gobierno republicano en peligro se trasladó a Valencia. Nacieron las Brigadas Internacionales formadas por voluntarios de todos los países que acudían a España a defender la república. Mussolini envió cuerpos de ejército y la aviación nazi ensayó en Guernica, el 26 de abril de 1937, por primera vez en la historia, un bombardeo aéreo de saturación sobre una ciudad. La U.R.S.S. también prestó su apoyo. En agosto de 1936, mientras Madrid era bombardeada, 2.500 anarquistas liderados por Buenaventura Durriti intentaron proclamar en Zaragoza una comuna libre que no se subordinara ni a Madrid ni a Barcelona. Madrid resistió hasta el 28 de marzo y el 1º de abril de 1939 terminó oficialmente la guerra. Franco asumió el gobierno e instauró un régimen semejante al de Mussolini y Hitler. Creó un partido único, proscribió los sindicatos y manejó España con mano dura hasta su muerte, el 20 de noviembre de 1975. El gobierno de Franco quedó en manos del clero ortodoxo, los militares y miembros de la antigua monarquía.
En los años 40 y 50 se hizo evidente una vuelta a la España pre-republicana. Una minoría privilegiada ocupaba el poder; el sector obrero, conformaba sindicatos verticales con bastante indiferencia frente al esquema de poder. Al final de la Segunda Guerra Mundial, se fueron consolidando las líneas del nuevo estado. En 1947, un plebiscito aprobó la ley que declaró a España monarquía, y nombró al General Franco como regente vitalicio con derecho a nombrar sucesor.
En 1960, Francisco Franco y Don Juan de Borbón acordaron que Don Juan Carlos, su hijo, fuera designado el heredero del trono. Los últimos años de política franquista, se caracterizan por los reclamos sociales y políticos que progresivamente fueron desgastando las bases del gobierno.
El 20 de noviembre de 1975, tras la muerte de Franco, Don Juan Carlos es proclamado Rey de España. Bajo su reinado se iniciarán y alentarán las reformas para convertir el sistema político en una monarquía parlamentaria. Es destacable la figura de Adolfo Suárez, quien desde 1976 tuvo a su cargo la jefatura de gobierno, entre sus logros están la legislación de los partidos políticos y centrales sindicales, el establecimiento de las relaciones diplomáticas con países socialistas y la abolición de la censura ("destape social"). Sin embargo, surgieron períodos de agitación, con paros y protestas laborales, que se continúan hasta nuestros días.
En el cuento, "El niño que tenía un oso de trapo", el protagonista era un niño que tenía como compañero de aventuras y de juegos a un oso de trapo. En él reflejaba su inocencia y su esperanza en ese futuro que compartiría junto su amigo, encontraba la libertad, los sueños, los deseos y el porvenir, que luego se derrumbaría, aquel día de abril, cuando se convirtió en otra de las víctimas de la guerra. Por esto el oso es uno de los símbolos existentes en el cuento. El episodio de guerra, muerte, sufrimiento y de dolor se ve reflejado en el "Guernica", un lienzo inmortal de Pablo Picasso, que contrasta con los pensamientos y la forma de ser del niño. En este cuento, el tema principal es el de la libertad y en segundo plano la guerra, que solamente se presenta en el final. El narrador es quién relata mediante una especie de monólogo con ciertas inserciones de frases dichas por el niño. Utiliza metáforas como, "[…] de pronto un vuelo de cuervos dejó caer la muerte desde el cielo […]"; "[…] en el suelo oscuro, lleno de sangre inocente, una flor, solo una flor […]". También el cuento está muy nutrido en imágenes que nos introducen más en la situación, por ejemplo: "… y una casa en llamas…"; "… esparcidos la cabeza y los brazos de un hombre muerto…"; "…y otra mujer, rodeada de llamas, levantando los brazos al cielo…". Además del símbolo por excelencia que tiene el cuento, podemos encontrar otros como los cuervos, que simbolizan la muerte, o los pájaros libres, que reflejan la inocencia. Es fácil distinguir una característica de esta generación, la introducción del mundo infantil como método utilizado por el autor para juzgar llanamente las contradicciones de los adultos o bien para poner en duda sus esquemas, que parecen prefabricados o arbitrarios en especial si se los compara con la realidad simple e ingenua de los chicos.
En "Libre 206", el tema principal es también el de la Libertad, pero desde otro punto de vista. Está relatado en su gran mayoría por el narrador. El protagonista es un preso político, quien padeció la violencia, el abandono, los insultos, los castigos, el frío. Allí, durante su estadía, se hizo varios cuestionamientos sobre esa libertad tan lejana, soñada, temida y finalmente conseguida, llegando a la conclusión de que la sociedad es rígida, opresora y asfixiante, en la que cada uno está "preso" en su propio mundo, siendo socialmente libre. Encontramos algunas metáforas como: "[…] saldría corriendo por veinte, treinta calles hasta que los poros le segregaran libertad angustiosa, hasta que el corazón temiera al insaciable potro de la libertad […]. En cuanto a las imágenes, las que encontramos nos son útiles para conocer mejor el lugar donde se desarrolla la acción, por ejemplo: "[…] ruidos dolorosos que no le dejaba oír la costumbre[…]" "[…] corrales de hombres, los gritos, la tierra en los ojos, el hambre, los patios húmedos[…]". Las hormigas son símbolos que aparecen en el momento de la introspección del protagonista y se utilizan para comparar la situación de los presos con la de las hormigas: "[…] ¿No son ejemplares, libres , las hormigas, pisadas con total indiferencia, derruidas con un ligero soplo, ahogadas en implacables diluvios? ¿Quién podría evitar el sentimiento de la libertad de un preso, que en un hormiguero oscuro alguien fuera libre?
"Las Señas", relatado por el narrador, aunque con presencia de diálogo entre los personajes, nos muestra una situación cotidiana en momentos en que la Guerra Civil invadía territorios y dejaba millares de víctimas a su paso. Es decir, aquí el tema central es la guerra. La situación se desarrolla en un ámbito rural, donde un joven soldado hace una breve visita a sus parientes en un pueblo de Burgos. La sociedad rural era marginada, razón por la cuál la gente aldeana no está al tanto e ignora la situación devastadora y dolorosa de los frentes. Por este motivo, aquellas vagas esperanzas que aún brillaban en el alma de algunas personas, desaparecieron esperando vanamente, noticias de las zonas devastadas. Encontramos metáforas como: "[…] todos los cristales de los balcones y ventanas daban a Poniente, resplandecían entonces con rápidos y rojos latidos […]". Algunas imágenes son: "[…] de su olor a soldado, a caqui y a cuero […] el olor de la casa. El olor a salvado y a harina […]"; "[…] como si volviera a ver ese Madrid terco, erguido, blanco y rojo, bajo el fuego de la artillería[…]". Los símbolos que encontramos en el relato son gallinas, ovejas, puchero, que se asocian con la situación de esa clase rural marginada. Puede advertirse claramente la inclinación hacia lo fragmentario que hace el autor, es decir que se desplaza el valor que la anécdota recibía en generaciones anteriores. Ahora, ésta es solo un punto de partida para la reconstrucción que hará el lector, mientras los personajes van definiéndose a través del diálogo. Los autores de la Generación de la Posguerra utilizaban esos recursos para distinguir figuras marginales entre los personajes. Es fácil de observar que en la mayoría de los cuentos de esta generación, se confrontan un sector social bajo, de pobres y fracasados contra otro sector social alto. Esta comparación tiene un evidente propósito crítico.
Como conclusión final de este trabajo podemos describir las consecuencias que produjo la Guerra Civil Española en los artistas de la época, sus obras, y sobre la cultura de ese país en general.
Durante la Guerra Civil, dicha cultura se vio afectada por la lucha, la desaparición y el exilio forzado de muchísimos intelectuales. Esto interrumpió el normal desarrollo de la cultura del país. "El destierro fue secando a algunos artistas su vocación y su capacidad […] por tener que escribir bajo un régimen de censura política y religiosa. La falta de libertad afectó el repertorio de temas, la elección de situaciones, los temas, etc., por lo cual, los artistas españoles en general quedaron desorientados, a oscuras, mientras en otros países avanzaban en la materia. Este ambiente hizo que cada autor buscara su propio camino
Además pudimos interpretar que algunos temas tratados en los cuentos son la: inseguridad y desencanto respecto al futuro y la incomunicación, la introspección y análisis psicológico ("Libre 206").
Otra consecuencia directa que la guerra produce en los autores es que la limitación y presión que reina en esos momentos además de las vivencias amargas y cruentas en las que han vivido ellos los lleva generar una defensa de la literatura obrando en contra de la represión y el conformismo. Es el caso de, por ejemplo, Manuel Lueiro Rey.
ALEJANDRO CASONA
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UN EXILIADO PARTICULAR
POR
©JUAN DIOS GARCÍA GÓMEZ .Universidad de Murcia
1903 – 1936 Nací y me crié en una vieja casa solariega que, por ser la más grande de la aldea, es llamada por todos "la casona". Es frecuente en las aldeas (donde por ser casi todos parientes, los apellidos se repiten mucho) distinguir a las familias por el lugar que habitan: así se dice "los de la Fuente", "los del Valle", y en mi caso, "los de la Casona".
Con esa «distinción» paseó el autor su obra por todo el mundo, haciendo de ese apellido simpático un sello de calidad literaria y teatral. Besullo fue la aldea asturiana que lo viera nacer en 1903. Cinco años después vivió en Villaviciosa; más tarde, comenzó sus estudios de Bachillerato en Gijón, aunque fuesen terminados casi en el punto más distanciado de Gijón en la geografía española: la ciudad de Murcia, debido al traslado profesional al que sus padres -ambos maestros- fueron obligados.
En el sureste es donde empieza a relacionarse con gente de teatro y a escribir sus primeras fantasías literarias, al tiempo que ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero ya, para entonces, no habrá nada que le haya influido más que su infancia en Asturias. Esta huella va a ser indeleble desde la publicación de su primer libro en 1926 -una serie de poemas titulada El peregrino de la barba florida- hasta su relato dramático en dos tiempos El caballero de las espuelas de oro, estrenado en 1964 en Madrid, un año antes de fallecer, por lo que ha sido considerado como su testamento artístico.
Tres alegres años dura la estancia en Murcia, hasta que en 1922 entra en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid. En la capital española cursa sus estudios durante cuatro años y se hace inspector al término de éstos, dedicando todo el año de 1927 a realizar prácticas. Pero al año siguiente, en 1928, es destinado por el Ministerio de Instrucción Pública a Lés, un pueblecito del Valle de Arán (Lérida), como inspector de Enseñanza Primaria. Casona encontrará allí la piedra angular de la pedagogía aplicada al teatro, sobre todo al infantil:
Allí fundé, con los chicos de la escuela, el teatro infantil "El Pájaro Pinto", realizado a base de repertorio primitivo, comedia de arte y escenificaciones de tradiciones en dialecto aranés. Tuvimos éxito. Se entretuvieron los más chicos y quedó prendida en la mente de los mayores una lección, una enseñanza, un aletazo a la imaginación.
Con esta declaración, y como iremos viendo a lo largo de la obra y la vida personal de Casona, comprobamos que algo constante en su carácter va a ser su inagotable altruismo, fuente de energía para dedicar su atención y su poder moral, oficial y económico a trabajar por acciones de solidaridad humana y social.
En 1928 también tiene lugar, en San Sebastián, su boda con Rosalía Martín Bravo, compañera de estudios de Madrid, y su nombramiento como finalista en un concurso de ABC por la pieza Otra vez el diablo.
La situación profesional en el valle pirenaico le proporciona una excelente oportunidad para ir escribiendo otras obras como El crimen de Lord Arturo -adaptación del relato original de Oscar Wilde, estrenada en Zaragoza en 1929- , traducir piezas breves de August Strindberg y publicar su segundo libro de poemas, La flauta del sapo (1930).
Corre el año 1931 y, tras una fugaz estancia como inspector en Asturias y en León, oposita con éxito por una plaza en la Inspección Provincial de Madrid, donde fija su residencia hasta el comienzo de la contienda civil.
No obstante, decir que residirá en Madrid durante esos seis años es decir una media verdad, puesto que, el mismo año en que Casona consigue esa plaza madrileña, se proclama la II República Española, y el recién creado Patronato de Misiones Pedagógicas le asigna el cargo de director del «Teatro del Pueblo».
Esta temporada de nomadismo teatral comprende una hiperactividad artística y pedagógica que se ve premiada, por fin, en los años siguientes. Se le concede en 1932 el Premio Nacional de Literatura por Flor de Leyendas, un ejemplo de amor hacia los niños que han de crecer con una base literaria fundamentada, con ahínco, en el aprendizaje de lo universal, a través de la lectura de historias legendarias pertenecientes a distintas culturas.
En 1933, Casona envía el manuscrito de su obra La sirena varada al concurso más prestigioso de literatura dramática en lengua española: el Lope de Vega. Era un autor poco afamado en los medios literarios, sin embargo, de la noche a la mañana va a convertirse en la última de las tres promesas -junto a García Lorca y Jardiel Poncela- que encabezarán el espíritu de renovación del teatro anquilosado anterior a la guerra civil.
Estos tiempos serán, pues, los primeros días gloriosos para el autor, y fundamentales para darse a conocer entre algunas personalidades literarias consagradas de la época. Recogeré sólo una pequeña muestra de los testimonios escritos a raíz del estreno de la obra ganadora del Lope de Vega en 1934:
«Alejandro Casona es un gran poeta ante todo; cualidad sin la que no es posible ser un gran autor dramático, ni un gran novelista, ni si me apuran, nada que valga la pena en este mundo. Muy moderno, pero muy seguro de su modernidad, que no es la pirueta alocada de tantos volatines literarios. Alejandro Casona es, entre los jóvenes, uno de nuestros más positivos valores. Es, además, excelente persona; lo que, si bien pudiera significar poco para el valor de su obra -yo no lo creo así-, significa mucho para los que tenemos la satisfacción de llamarnos amigos suyos» (Jacinto Benavente).
«La sirena varada […] puede ser el comienzo de una literatura teatral, aliteraria y nueva. La producción de nuestros escritores jóvenes y recién ex jóvenes no es más que literatura. Por eso pasará. Este esqueleto de acción, con sólo una piel de palabras, pegadas a los huesos, tiene todo el aire de lo que va a perdurar» (Gregorio Marañón).
«La sirena varada y sus consanguíneas venideras harán perdurar el nombre de su autor gloriosamente. En cambio, su magnífica labor educadora, no menos gloriosa en esencia, dejará sin duda huella en el espíritu individual y en el público» (Manuel B. Cossío).
«Su vocación y su aptitud magníficas están servidas por un trabajo metódico y por una cultura que se nutre, a diario y con igual fervor, de la vida y de los libros» (A. Hernández-Catá).
«En abril de 1929, en trance de embarcar para Buenos Aires como asesor literario de la compañía López Heredia, recibí y leí en Vigo La sirena varada de Alejandro Casona. Apenas conocía personalmente a su autor. El mismo día de mi marcha, se la devolví diciéndole sobre poco más o menos: "Quien debe hacer esa comedia es Margarita Xirgu". […] No me cabe decir sino que he tenido en el éxito felicísimo de La sirena varada una de las mayores satisfacciones de mi profresión teatral» (C. Rivas Cherif).
«El aire del mar que sopla de modo misterioso en el poema de Casona, es un aire de mar nuevo y verdadero que refresca las eternas bambalinas del teatro. Yo brindo con alegría por el futuro de este autor y le deseo que más adelante mueva, bajo los telares y las diablas, una sirena de verdad donde se agudice la norma y la forma de su poesía. Deseo para bien del teatro y de Alejandro que La sirena varada sea pronto sirena alada» (Federico García Lorca).
Con la sólida base de este triunfo es casi imposible que la actitud emprendedora del joven dramaturgo decaiga. Más bien va a resultar todo lo contrario. Hasta el estallido de la guerra, Casona conoce una etapa de éxito y reconocimiento de todo el esfuerzo anterior: en 1935 estrena en Valencia El misterio de María Celeste -escrita en colaboración con A. Hernández Catá-, en Madrid Otra vez el diablo, y en Barcelona Nuestra Natacha, una obra cuyos protagonistas son estudiantes universitarios, guiados por la fuerza utópica de su compañera más carismática, Natacha, hacia la realización de un proyecto de altos valores de solidaridad y altruismo: reeducar a un buen número de jóvenes, a quien la vida les ha maltratado, hasta que consigan un nivel moral y ético aceptable que les devuelva la esperanza de sentirse útiles en el sistema de sociedad al que tendrán que regresar. Para ello, con el compromiso de ayudarla durante todo un año, Mario, Fina, Somolinos, Rivera, Encarna, Aguilar, Flora, Francisco y Lalo construirán el sueño planteado por Natacha, aislados en una finca abandonada, que Lalo, enamorado de ésta, presta al grupo.
Su difusión, en tan sólo dos años, superó las quinientas representaciones. Fue su triunfo más popular, el que hizo más ruido.
A lo largo de la obra, hay alusiones a revueltas estudiantiles ante la Facultad de Medicina de San Carlos; manifestaciones de rechazo a los uniformes y a la jerarquía de clases; una chica desamparada que es violada por un borracho señorito, irresponsable y decadente; desdichados reclusos en un reformatorio extremadamente sórdido; un adolescente que utiliza la violencia física como arma desesperada ante las injusticias y penas que le ha deparado su triste infancia; un sinfín de sentencias en contra de cualquier clase de represión y a favor de una idea apologista de la libertad ontológica y social, a veces a modo de discurso político: «Los hombres libres no toman nada ni por la fuerza ni por limosna. Que aprendan a conseguirlo todo por el trabajo»
Exilio
Se convierte, pues, en uno de los autores más alabados de la España republicana. Triunfa también gracias al apoyo de la actriz Margarita Xirgu, en esos momentos la de más renombre en el país, quien logrará su consagración con el estreno de sus primeras obras en Madrid. Aunque, como ya sabemos, España entra en guerra, y con este acontecimiento llega el exilio de muchos autores, incluyendo a Casona; fue algo evidente, pues él, como tantos otros, era un artista abanderado de la República.
Ya en 1936, el improvisado itinerario de huida, ayudado por amigos y compañeros, lo lleva desde León a Gijón y desde allí a Santander, San Sebastián e Irún, ciudad a través de la cual entra a Francia, donde contacta con la compañía de comedias de Josefina Díaz de Artigas y Manuel Collado, una de las más célebres de la España de preguerra.
Con esta compañía, en la que trabaja como director artístico, inicia una gira por América que durará desde 1937 hasta 1939. Recorren Méjico, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú, Chile y Argentina. Simultáneamente, se dedica a dar numerosas conferencias en multitud de congresos e instituciones celebradas alrededor de todo el continente americano; es galardonado incesantemente por distintas entidades; pronuncia lecturas y realiza toda clase de actividades dramáticas, hasta que se instala definitivamente en Buenos Aires, donde continúa divulgando su extremada pasión por la literatura y el teatro en diversos artículos y estudios, donde colabora a menudo con revistas y periódicos europeos y americanos, donde se atreve a producir películas, donde adapta muchos guiones -propios y ajenos- para la industria cinematográfica y teatral hispanoamericana, donde mantiene una vehemente actividad de radio-teatro, donde es director de obras de Tirso, Lope, Cervantes, Shakespeare, Galdós, Ibsen, Bocaccio, Calderón, Wilde, etc… Además de llevar a cabo todas estas tareas, Casona tiene tiempo para viajar, con cierta frecuencia, por los países americanos vecinos, incluyendo grandes escapadas a la vieja Europa, donde es recibido con expectación por el estreno de sus comedias.
Pero lo más importante para su carrera como dramaturgo es que va a ser aquí, en América, tras años de incansable trabajo, donde comience a publicar el grueso de sus mejores obras y, por supuesto, a estrenarse con un éxito arrollador: Las tres perfectas casadas se estrena en Buenos Aires (1941), al igual que La barca sin pescador (1945), La molinera de Arcos (1947), Los árboles mueren de pie (1949), La llave en el desván (1951), Siete gritos en el mar (1952), La tercera palabra (1953), Corona de amor y muerte (1955) -versión personal de la antigua leyenda de doña Inés de Castro-, La casa de los siete balcones (1957) -otra que cuenta entre mis favoritas- y Tres diamantes y una mujer (1961); en Méjico se estrena Prohibido suicidarse en primavera (1937); Romance en tres noches (1938) en Caracas; Sinfonía inacabada (1940) en Montevideo y Carta de una desconocida (1957) -adaptación teatral de una novela del austríaco Stefan Zweig- en Porto Alegre.
Como vemos, Casona debe agradecer al continente americano tanto la oportunidad de entregarse como el gozo de recoger una cosecha de éxitos continua que, poco a poco, se irá extendiendo por toda Europa y el mundo, siendo representado en Milán, París, Río de Janeiro, Lisboa, Burdeos, Munich, Florencia, Dublín, Amsterdam, Bruselas, Johannesburgo, Zurich, Berlín, Tel-Aviv, Jerusalén, Amberes, Gante, Lovaina, Los Angeles, Atenas, Norrköping, Lucerna, Montecarlo, Viena, La Haya, Breda, Gales, Moscú, Berna, Helsinki, Roma, Nápoles, Venecia, Rotterdam, Ginebra, Belgrado, Leningrado, Riga, Köenigsberg, Praga, Varsovia, Lieja, Brujas, Aquisgrán…
Pero la historia, paradójicamente, está construida a base de contradicciones que se repiten. Así, Casona logra ser reconocido internacionalmente como dramaturgo fuera de su país. Esta paradoja se da en muchos artistas marcados por el exilio. En nuestra literatura es ya mítica la amistad que estrechó durante la larga estancia americana a los que me permito nombrar «los tres exiliados de oro», mito fraguado en las sucesivas reuniones nocturnas acaecidas en el retiro uruguayo de la Xirgu, en su casa de Punta Ballena, cerca de Punta del Este:
Allí solían reunirse Alejandro Casona, que llegaba con su esposa en una moto con sidecar, Alberti y Teresa León, Curotto y su esposa, y los temas eran siempre el teatro y España, sus grandes obsesiones. Era una mujer humilde, poco afecta a los reconocimientos públicos […] De esta época es también su primera aparición por la televisión, que causó terrores a la actriz, con La casa de Bernarda Alba y La dama del alba.
Habría bastantes páginas que escribir sobre la relación entre esta importantísima actriz y sus dramaturgos contemporáneos, pero eso merecería un estudio aparte, amplio y profundo. El caso que nos ocupa se centra en la obra de Casona, y a él nos hemos de ceñir.
Volvamos por un momento a España. ¿Qué ocurría en el panorama cultural del país, gobernado bajo la dictadura del general Franco?
Antonio Machado, que había sido la más alta figura de la lírica española, cantando como muy pocos el paisaje y el alma del corazón de nuestro país, muere en Colliure, expatriado, el mismo año en que acaba la guerra civil, y en 1940 Jardiel Poncela estrena Eloísa está debajo de un almendro, obra que hoy en día todavía sigue siendo un clásico del teatro español contemporáneo.
Miguel Hernández, víctima de la tuberculosis producida en sus tres años de cautiverio, muere en Alicante, en 1942, año en que Cela publica La familia de Pascual Duarte, todo un ejercicio de imaginación que, debido a su trama, con todo el tiempo pasado, ha venido a reconocerse como la inauguración de un vigoroso realismo existencial en la narrativa española.
Mientras Casona repasa en la lejana Argentina los guiones cinematográficos de Casa de muñecas, de Ibsen, y de El abuelo, de Galdós, y Max Aub, exiliado en Méjico, escribe el San Juan y Morir por cerrar los ojos, Dámaso Alonso prepara la publicación de su revolucionario Hijos de la ira (1944), metralla poética que representa el grito estremecedor del hombre que anhela un espacio de paz desaparecido, y tal vez irrecuperable. La dama del alba se estrena el mismo año de esta publicación, en 1944.
En 1947 muere Gregorio Martínez Sierra, autor de, probablemente, la más pacífica comedia de la historia de la literatura española, Canción de cuna, con la que alcanzó unas proporciones extraordinarias de popularidad, sobre todo en países de habla inglesa; dos años después, un joven Buero Vallejo estrena la impactante y aplaudida Historia de una escalera, ganadora del premio Lope de Vega. Al año, se estrena otra muestra de renovación del teatro español con la no menos aplaudida En la ardiente oscuridad, un reto realmente complicado para el espectador, pues plantea una situación de actitudes opuestas entre los protagonistas del drama -todos ellos ciegos- que genera una fuerte tensión, a veces difícil de soportar, ya que su tema trasciende no sólo al plano social, sino también al moral, al sentimental y al existencial, todo escrito bajo las claves de un estilo neosimbolista.
En 1951 fallece uno de los grandes del 27, Pedro Salinas, el clasicismo castellano y la emoción levantina, el arquitecto de La voz a ti debida y el poeta de trazo ágil y fino de Fábula y signo y Razón de amor. Un año más tarde también se nos va Jardiel Poncela, el intelectual madrileño que no cesó de cantar al ingenio en cada una de sus obras; muere toda una personalidad literaria, con esa visión propia del mundo, con un humor desorbitado, loco, disparatado, caricatural, pero trascendente. En 1952 Miguel Mihura estrena al fin Tres sombreros de copa -escrita ya en 1932-, la obra que lo va a hacer más famoso, pionera del absurdo español. Pero las influencias del teatro radicalmente comprometido ya comienzan a palparse con el estreno, en 1953, de la obra de Alfonso Sastre Escuadra hacia la muerte, mostrando la relevante personalidad de un nuevo autor que abrirá heridas en demasiadas conciencias adormecidas, algo por lo que tendrá que pagar caro muchas veces, aunque la lucha forme parte esencial de su concepto particular del teatro….
Un año después muere el maestro Jacinto Benavente, y con él una manera de entender el teatro y la vida, marcada por unas circunstancias bien distintas a las que ahora suceden; pienso que Benavente es, ante todo, el tremendo dominio y respeto por la arquitectura teatral.
Juan Ramón Jiménez recibe el Premio Nobel en 1956, y su fama alcanza por fin la internacionalidad; aunque, a estas alturas, es la sangre nueva la que se está imponiendo en la literatura española. En el campo dramático destacamos que Buero estrene en 1956 Hoy es fiesta, en 1958 Un soñador para un pueblo, y en 1962 El concierto de San Ovidio, tres piezas clave que demuestran la evolución que va desarrollándose en su carrera de batalla y mensaje social y existencial en los escenarios, ya que el género teatral proporciona la oportunidad de arrancar los contenidos literarios del libro a las tablas y, por lo tanto, se consigue una comunicación artística más inmediata y, al parecer, más provocativa. Simultáneamente, Sastre estrena La cornada. Ambos autores encabezarán la lista de los mejores dramaturgos españoles de la segunda mitad de este siglo.
Aunque gran parte de la innovación teatral del siglo XX ocurre a principios de éste, en Europa ha de señalarse el estreno de piezas fundamentales para nuestra historia reciente durante los años del exilio casoniano. Sobresalen el de Madre Coraje y sus hijos en 1939 y El alma buena de Sechuan en 1943, de Bertold Brecht, poeta dramático de talento expresionista y verdadero innovador del teatro moderno, al que da fuerza épica. Junto a estas dos obras del dramaturgo alemán, hemos de contar también con el estreno en 1947 de Las criadas, del francés Jean Genet, autor cuya obra dramática utiliza un magnífico ropaje poético con el fin de revelar la compleja manera de sentir de sus personajes. El mismo año, en Gran Bretaña, la censura prohíbe la pieza teatral de Erskine Caldwell, La ruta del tabaco. Quedan atrás la muerte de Meyerhold, el discípulo más aventajado de Stanislavski, como también está asimilado el teatro de Ibsen, el de Pirandello, los estudios sobre el teatro político de Piscator, el rechazo de los expresionistas por los obstáculos que impiden llegar a la pureza en el escenario, etc…
En el año 41, el francés Louis Jouvet y su compañía teatral se embarcan en una gira por América del Sur. Al tiempo que triunfa ese segundo gran estreno de Brecht, se sabe de la muerte de Max Reinhardt en Nueva York; el actor y director austríaco había adquirido reputación internacional gracias a sus realizaciones en el Deutsches Theather de Berlín, y como fundador del Festival de Salzburgo. En Estados Unidos se había dedicado al cine. Mientras tanto, en la Comédie-Française, Jean-Louis Barrault dirige El zapato de raso, de Paul Claudel, obra de teatro calificada de irrepresentable, pero cuyo éxito es evidente. En el Théâtre de la Cité, Charles Dullin estrena Las moscas de Jean-Paul Sartre.
En 1944 se representa por primera vez la Antígona de Jean Anouilh; al año siguiente se realizará un merecido homenaje a la figura de Jean Giradoux con la representación de La loca de Chaillot, y la compañía Renaud-Barrault presentará Hamlet, traducido por André Gide y con decorados de André Masson.
En 1946, Jean-Paul Sartre goza de un éxito tumultuoso con la representación de sus obras Muertos sin sepultura y La mujerzuela respetuosa. Dos años después, se interpretarán dos piezas en París: El estado de sitio de Albert Camus y Las manos sucias de Jean-Paul Sartre. El existencialismo tiene ya unos nombres y unos títulos.
El público europeo recibirá con excelente crítica el estreno de La muerte de un viajante, de Arthur Miller, en 1949, abriendo el camino a la década de los cincuenta, en la que los más prestigiosos directores de escena hacen un esfuerzo por interpretar adecuadamente las teorías teatrales de Antonin Artaud, insigne destructor de los límites de la representación.
En Francia, un gran acontecimiento teatral es el estreno, en 1951, de la obra de Sartre El diablo y el Buen Dios, con decorados de Félix Labisse y dirección de Louis Jouvet. En Avignon, Gérard Philipe triunfa con El príncipe de Homburg, de Heinrich von Kleist.
Sobresaldrán los estrenos de La cantante calva y Las sillas, de Ionesco, en 1950 y 1951 respectivamente, y el estreno en 1953 de la sin par Esperando a Godot de Samuel Beckett. Son obras cumbre del teatro del absurdo, cuya repercusión ha llegado hasta nuestros días. Como muy bien apuntan los profesores César Oliva y Torres Monreal, Beckett es el autor más profundo de esta tendencia porque «es cuando el absurdo descubre el humor trágico».
Tenesse Williams publica La gata sobre el tejado de cinc en 1955, y a finales de la década, en 1959, la compañía del Berliner Ensemble interpreta La increíble ascensión de Arturo Ui, de Bertold Brecht. Tres años después, en 1962, Harold Pinter recibirá críticas muy diversas, violentamente enfrentadas, por el estreno londinense de su obra La colección.
Esto es una síntesis bastante superficial de lo ocurrido en estos años en España y Europa, pero es totalmente necesaria para acercar al lector a los hitos literarios más importantes que irán dirigiendo la historia de la dramaturgia de Occidente. Siento no poder extenderme todo lo que yo quisiera en el comentario de los distintos movimientos teatrales acaecidos en todo el mundo entre los años en que Casona se encuentra bajo la circunstancia del exilio, aunque supongo que se comprenderá mi disculpa, por razones de espacio.
El siglo XX, en nuestro país, ha sufrido la agitación tremenda que cada ciclo de la humanidad nos depara; el desarrollo del teatro español está, obviamente, marcado por un antes y un después de la guerra. Así, habremos de distinguir entre un «teatro de los vencedores» y un «teatro de los vencidos»
Pero ocurre que, en un principio, suceden los hechos, fruto de la destrucción, el hambre, el desamparo, la podredumbre y la miseria que lleva consigo la guerra, y luego, pasado el tiempo, conforme las heridas van cicatrizando, los cronistas literarios, con mayor o menor implicación personal, intervienen en la narración y el juicio de esos hechos primeros. Casona está en medio de esta delicada división histórica de «vencedores» y «vencidos».
Regreso
De nuevo vida y teatro se fundieron para confusión de la crítica. Existe un hecho en apariencia intrascendente, pero generador de partidismos y posturas, atacantes y defensivas, respecto a la calidad y la función social del talento dramático de nuestro autor, el cual vivió siempre sin voluntad alguna de crear controversias, aunque las circunstancias, por desgracia, lo perjudicaron sobremanera: el regreso a España de Casona.
Nuestro deber es reflexionar e investigar el por qué de la extraordinaria reacción que supuso su retorno. ¿Mereció tanto la pena tal expectación? ¿Qué razones hubo para que fuese Casona, y no otros, al que se le diese la oportunidad de volver a esa España de entonces «por la puerta grande»? ¿Cómo vivió el mismo dramaturgo la exaltación del público español ante las representaciones de sus obras escritas en América?
En un artículo que relata las aventuras y desventuras de la Xirgu en los últimos meses de la España republicana, podemos leer:
El exilio alejó definitivamente a Margarita Xirgu de su patria: en los primeros tiempos de la dictadura franquista su nombre y su labor artística, como en los casos de Casona o García Lorca, fueron silenciados o reprendidos públicamente por un sector de la crítica.
Casona era un perfecto candidato al exilio. Había sido director de la sección teatral en las Misiones Pedagógicas de la República, entre otras tantas cosas, que lo ligaban directamente con esta forma de gobierno. Sin embargo, este autor va a ser motivo de un proceso de mitificación por parte de un sector del público joven, de ideas republicanas, que crece durante la dictadura franquista, y que necesita identificar, por encima de todo, a un escritor con el tesoro de la moral izquierdista. Los deseos de esta juventud rebelde señalan a Casona como el ejemplo de escritor comprometido socialmente, y así, éstos, lo imaginan como el autor que alimenta su nostalgia republicana.
¿Cuál es la causa de este mito? Sin duda, se debe al estreno y al éxito obtenido por Nuestra Natacha en el periodo de la anteguerra. Adela Palacio, recién fallecido el dramaturgo, escribirá esta reflexión:
El teatro casoniano es en la actualidad aplaudido por las personas mayores y escuchado respetuosamente, pero sin entusiasmo o con indiferencia, por la gente joven. La crítica que representa a un público que se escandalizó en 1936 con Nuestra Natacha ha acogido ahora con agrado la producción casoniana; tolerante y comprensiva ha sido la actitud del hombre que por su edad y formación aplaudió en su momento a "N. N."; y la crítica joven -no demasiado joven-, la formada por unas promociones universitarias que, en muchos casos, leían medio clandestinamente el teatro de Casona y lo estimaban de gran novedad, mantienen una posición adversa y, en ocasiones, atacante.
¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Cómo un autor que era aplaudido por la juventud inquieta del treinta y seis es rechazado por la juventud, madura y consciente, de los años sesenta, aquella que por muchas razones -que no vienen al caso-, parecía la más llamada a defenderlo? La razón es obvia: no en balde han transcurrido 30 años; treinta años densos de acontecimientos transformadores. Sin embargo la respuesta no es tan simple como parece. El "quid" de la cuestión se halla en que esos años no han pasado de igual manera para todos. La experiencia vital es distinta para el que ha vivido dentro de España que para el que ha estado lejos de ella.
Nuestro autor, por estar alejado sólo geográficamente de su patria, no va a cerrar los ojos a la realidad de unos acontecimientos. El sinnúmero de amigos que viven la dictadura y recibe en su casa de Buenos Aires le traen noticias directas del ambiente que se respira para los artistas en España; pero sí es cierto que el punto de vista acerca de unas vivencias concretas es diferente según se presencien con proximidad física o en la distancia.
Tal vez el error vital del autor fue regresar antes de tiempo a su país, y el teatral parece ser que fue el querer elaborar de manera continuada una obra literaria total en la que, pieza a pieza, iba descubriendo las constantes que cimentan la base de su visión poética de la vida y el arte.
Casona no escribe obras sintomáticas sobre la represión dictatorial que se vive en su amada España, ni tampoco lo hace recreando escenas de la recién pasada guerra civil. Casona es un dramaturgo que, en un momento dado de su vida, ha descubierto la verdad de su pensamiento de creación, y ha querido mantener esa verdad propia hasta el final. Casona conserva el mismo talento desde que se educa y pasa la juventud en España, mientras vive casi treinta años en el exilio, hasta que regresa al país que lo alejó.
En una época en que la autenticidad del arte reside en el compromiso retratar la imagen del reprimido social, moral e ideológico, la obra de Casona no tiene espacio, no puede cuajar bien con las condiciones dictadas por los confundidos y, en ocasiones, ingenuos críticos.
El profesor y escritor gallego Gonzalo Torrente Ballester opina sobre esta absurda -con el paso de los años- polémica, respecto a la acusación hecha a nuestro dramaturgo de realizar un teatro de evasión:
De modo parecido, el que después se llamó, un poco estúpidamente, «teatro de evasión», tampoco traía a la escena una nueva estética, sino una concepción nueva de la felicidad. Quizá, más que una concepción, una receta, que Alejandro Casona, con técnica pedagógica, alcanzó a fornular de modo accesible: puesto que la realidad, por definición, se opone a la felicidad individual, brindemos al hombre el recurso de la fantasía, y por si su capacidad imaginativa es débil, orientemos la filantropía práctica […].
Las relaciones del teatro de Casona con la evasión son más complejas. La mejor de sus obras -La dama del alba- pertenece a un orden poético dentro del cual la evasión carece de sentido. Mentarla donde la materia dramática es la muerte parece, incluso, una falta de respeto, y la afirmación puede aplicarse a otras comedias del autor, cuya preocupación última es la misma. Sin embargo, una parte importante de la obra de Casona tiene que ver con la evasión, puesto que hace de ella no el lugar teórico hacia donde expide el alma alelada del espectador, sino la sustancia del drama o el instrumento de la operación dramática en sí […]. Esto acontece a causa de la vocación pedagógica de Casona, no abandonada ni aun en el ejercicio del teatro, y a la que debe el más importante de sus fracasos estéticos, la más honda de sus caídas, Nuestra Natacha.
Al ser en esta pieza donde se hace la tesis pedagógica más idealista de toda la obra del autor, Torrente Ballester no deja de tener razón. La estética literaria nunca ha casado bien con un tipo de afán pedagógico explícito, que es el que nos encontramos aquí; belleza dramática y pedagogía se enfrentarán a veces en su obra, ocasiones en que el valor de lo lírico se ensombrece. Pero este tema se abordará en profundidad en las páginas siguientes.
Casona regresa oficialmente a España en 1962. Presenciará el estreno en Madrid de La dama del alba, y a partir de este éxito comenzará lo que se conoce como el Festival Casona, un arma de doble filo para el asturiano. Todas las obras escritas en América van a estrenarse en España, extendiéndose, triunfales, a todas las provincias, gozando del aplauso mayoritario.
El aperturismo de los sesenta sí se fijó con astucia en el importante papel que podía jugar Casona en las carteleras madrileñas, con sus devaneos poéticos, personajes de otro mundo, pero perfectas construcciones escénicas. Y Casona triunfó. Y no con su teatro hecho en España […] sino con todo el que había redactado y estrenado en Argentina, sin excepción. La fórmula estaba creada. Faltaba el intencionado toque lírico de un hábil dramaturgo. Y los escenarios españoles se llenaron de Casonas.
Resaltaremos la palabra aperturismo, teniendo en cuenta que a favor de Casona se establece el argumento que declara los primeros años de la década de los sesenta en España como el inicio de una etapa de liberación política y cultural del régimen franquista.
Aquí se inicia el pequeño calvario que hubo de sufrir el autor con los jóvenes críticos procedentes de la revista de tema teatral Primer Acto; en la crítica al estreno español de Prohibido suicidarse en primavera, Ricardo Domenech escribe con respecto al mito casoniano:
Comparto esta desilusión con vastos sectores de la juventud, de hombres de mi generación que, como yo, conocieron el teatro de Casona poco menos que a escondidas -en un día ya lejano- y hoy descubren con asombro el fraude de que han sido objeto. Es verdad que hay entre nosotros una parte de culpa por todo ello. Pero la creación de un mito no responde nunca a causas arbitrarias o gratuitas, sino que, por el contrario, expresa una necesidad colectiva. Nosotros teníamos necesidad del mito de Casona…
Se trata, al fin y al cabo, de una circunstancia histórica, ajena a la intención del dramaturgo. Este testimonio lo deja bien claro. ¿Es convincente, entonces, creer que Casona, ansiando un posible regreso a España, pretendiera hacer de su creación una especie de teatro público y, de ese modo, acceder lo mejor que pudiese en el panorama nacional de los años sesenta?
Otro colaborador de Primer Acto, el crítico Fernández-Santos, lanza al aire cuestiones que meses después responderá con actitud muy negativa contra la obra conjunta de Casona, tachándola de mala calidad por medirla, como hemos dicho anteriormente, con el rasero del teatro social. Sus comentarios posteriores tendrán un afán destructivo, aunque ahora quiera recoger lo escrito antes de su personal batalla contra el autor:
Lorca y Casona fueron en su tiempo el máximo exponente de una juventud que, por entonces, se incorporó al profesionalismo teatral de nuestro país, llegando a constituir dentro de éste algo así como un revulsivo […]. En especial nos importa (la cuestión) relativa al teatro de Lorca y Casona… ¿Qué repercusión ha obtenido en el público español? ¿Qué grupos sociales lo reciben abierta y entusiásticamente? ¿Quiénes se sienten hostiles hacia él y por qué? ¿Qué vigencia estética tiene? Siendo un teatro de intención populista ¿se encuentra a la altura de las necesidades de nuestro pueblo? Estas cuestiones son, en general, difíciles y algunas de ellas muy delicadas y espinosas.
El éxito en las salas importantes hizo que sus representaciones fuesen identificadas con ese otro teatro aburguesado que imperaba en estos escenarios oficiales. Casona fue incluido, injustamente, en el mismo grupo de dramaturgos que habían consolidado su carrera bajo las pautas del período más duro del régimen franquista: Joaquín Calvo Sotelo, Víctor Ruiz Iriarte, López Rubio, Álvaro de La Iglesia, más tarde Alfonso Paso, etc…
Respecto al teatro renovador encabezado por Buero y Sastre, es Buero el único que puede comparar su victoria teatral al compás de los autores citados, e incluso también tuvo que soportar alguna que otra sacudida crítica por ello. Esto demuestra la delicadeza con la que había que tratar a esta parcela del mundo del teatro si se alcanzaba el éxito en las masas.
Pero nuestro autor, a pesar de esto, se muestra plenamente satisfecho con esta acogida. Cuando reside por fin en España no contempla, a simple vista, lo que figuraba. Hay que tener en cuenta que han pasado veintitrés años de régimen. Casona escribe por carta unas sinceras palabras a la Xirgu, nada más volver, de tan largo exilio, a la tierra donde la Ignorancia lo había obligado a huir:
En cuanto a la gente, me he tropezado, como es natural, con el enemigo resuelto -unas veces de frente, y otras embozado- dispuesto a la última calumnia y a la última vileza; pero de verdad mucho menos de los que esperaba. En general hay un ánimo dispuesto al diálogo, una actitud respetuosa y unas ganas evidentes de no hablar de aquello. «Finalmente el público, aquí como en todas partes, cuando va al teatro va sólo a ver teatro, sin importarle la filiación del autor».
Desde esta apreciación particular se entiende la actitud de Casona como hombre cuyo oficio es el teatro y quiere aprovechar la oportunidad que se le brinda.
El más carismático de los tres críticos que encabezaban el ataque al dramaturgo desde Primer Acto fue José Monleón; éste no resuelve nunca una situación sin antes razonarla y medirla serenamente; por eso, cuando vaya a hablar de este caso irá urdiendo una serie de conceptos encaminados a persuadir y a mover a los lectores con su tesis.
Monleón sintetiza todas las reacciones contrarias que hubieron en la década en que se produjo ese Festival Casona en tres puntos importantes. Acusa a Casona de escapismo, falta de vigencia cultural y desasimiento de la circunstancia histórica.
Monleón, una vez superados los años de más tensión, escribe:
El esquema polémico de Casona era, evidentemente, primario. Hablaba del teatro político-social como si a él le estuviesen pidiendo sus detractores un teatro directamente revolucionario; no era eso, precisamente. Lo que se había puesto en cuestión eran sus ideas, su filosofía, su visión fatalista de la realidad, siempre desagradable, vencida o vencedora…
A mi parecer, esta conclusión a la que llega el crítico es el documento más objetivo de toda la factoría de Primer Acto; resuelve de un plumazo esta polémica, que alguna que otra vez ha caído en una especie de escondite intelectual e ideológico. Monleón defiende, lógicamente, un tipo de teatro cargado de vigencia cultural y sostenido bajo una circunstancia histórica española -el período de la postguerra-. Cree en un teatro determinista en su carácter y, por definición, toda esta teoría artística se opone frontalmente a las fuentes idealistas de las que tanto bebe nuestro dramaturgo pedagogo: el Romanticismo, el Modernismo, etc…
Casona, aprehendida ya la realidad fatal y agónica, tiene claro, desde el comienzo de su trayectoria literaria, que su misión persevera en la idea de poetizar el mundo.
No por otro hecho es que Monleón sintiera que:
El problema, en el fondo, era más patético y terrible para Casona que para nadie. Quizá por eso no se atrevió a plantearlo correctamente y sostuvo hasta el final que los ataques procedían de la ignorancia y de la envidia […]
Casona era, en definitiva, la culminación de un teatro bien escrito y artesanalmente sabio, destinado a magnificar el pesimismo histórico y la capacidad del hombre para inventar, no importa dónde ni cómo, un paraíso. La verdadera vida estaba fuera de la realidad social.
Casona es un escritor al que, antes que otra cosa, interesa releer y revalorizar, pero no cuestionar desde otros niveles que no estén sujetos a lo estrictamente literario y filosófico.
Uno de los testimonios más recientes que razonan sobre su controvertido regreso a España puede verse en el Diccionario de literatura española e hispanoamericana dirigido por Ricardo Gullón. En este texto se percibe lejano el final de la dictadura que sufrimos, transcurrida la larga y frágil transición, y se tiene en cuenta que vivimos en plena consolidación de una democracia que, cuando se escribió, estaba casi a la entrada del tercer milenio, comentó, con calma y justicia, este asunto:
Casona fue víctima clara del exilio: por un lado, se desvinculó de su ambiente natal. Por otro, su vuelta produjo efectos contradictorios, a los que él era totalmente ajeno: el gran público lo recibió con entusiasmo y lo convirtió, durante tres años, en su autor favorito. A la vez, la crítica joven y comprometida, lo juzgaba con mucha dureza, por anacrónico. En realidad, él no había cambiado: seguía haciendo el mismo tipo de teatro. El problema consistía en que no había llegado, en su momento, a su destinatario lógico.
La única pieza que escribe el autor establecido ya en España es El caballero de las espuelas de oro, un drama histórico estrenado en el teatro Bellas Artes, de Madrid, la noche del 1 de octubre de 1964, por la compañía de José Tamayo y con ilustraciones musicales de Cristóbal Halffter. Casona insiste, por última vez, en dar a conocer al público lo que ha sido, es y será su condición humana y artística: un pedagogo con reverencia hacia lo maravilloso, un rebasador de los límites de la ciencia experimental que se enamora de la tierra, un melancólico del monte y del mar, y un poeta que se pregunta, honestamente, sobre el ir y venir del hombre.
El caballero de las espuelas de oro es algo más que una simple biografía teatral de su protagonista, Francisco de Quevedo y Villegas; el dramaturgo presenta una serie cuidadísima de fragmentos escenificados de su vida, cuyo texto se basa en la misma obra y hazañas del poeta áureo, recreadas con la imaginación, la magia y el humor casoniano. Es sorprendente la belleza alcanzada en el lenguaje de este relato dramático.
Casona sigue mostrando sus constantes teatrales al espectador, y, sin embargo, él se encuentra en contacto directo y físico con el problema de la realidad inmediata: la dictadura franquista. Esto refuerza aún más nuestro argumento sobre la idea casoniana de ir enhebrando, paso a paso, el camino hacia una dramaturgia global, representativa de los pricipios de su singular mundo.
Un año más tarde, el 17 de septiembre de 1965, muere en Madrid, cumplido su sueño de volver a España y habiendo alcanzado el reconocimiento universal que le coloca entre los primeros autores de teatro de nuestras letras contemporáneas
FRAGMENTO DE LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE
Nací hace ya muchos años lo menos cincuenta y cinco en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días de una lisura y una largura como usted, para su bien, no puede ni figurarse de un condenado a muerte …
Era un pueblo caliente y soleado, bastante rico en olivos y guarros (con perdón), con las casas pintadas tan blancas, que aún me duele la vista al recordarlas, con una plaza toda de losas, con una hermosa fuente de tres caños en medio de la plaza. Hacia ya varios años, cuando del pueblo salí, que no manaba el agua de las bocas y sin embargo ¡qué airosa!, ¡qué elegante! Nos parecía a todos la fuente con su remate figurando un niño desnudo, con su bañera toda rizada al borde como las conchas de los romeros.
En la plaza estaba el Ayuntamiento, que era grande y cuadrado como un cajón de tabaco, con una torre en medio, y en la torre un reló, blanco como una hostia, parado siempre en las nueve como si el pueblo no necesitase de su servicio, sino sólo de su adorno. En el pueblo, como es natural, había casas buenas y casas malas, que son, como pasa con todo, las que más abundan; había una, de dos pisos, la de don Jesús, que daba gozo de verla con su recibidor todo lleno de azulejos y macetas. Don Jesús había sido siempre muy partidario de las plantas, y para mí que tenia ordenado al ama vigilase los geranios, y los heliotropos, y las palmas, y la hierbabuena, con el mismo cariño que si fuesen hijos, porque la vieja andaba siempre correteando con un cazo en la mano, regando los tiestos con un mimo que a no dudar agradecían los tallos, tales eran su lozanía y su verdor.
La casa de don Jesús estaba también en la plaza y, cosa rara para el capital del dueño que no reparaba en gastar, se diferenciaba de las demás, además de en todo lo bueno que llevo dicho, en una cosa en la que todas le ganaban: en la fachada, que aparecía del color natural de la piedra, que tan ordinario hace, y no enjalbegada como hasta la del más pobre estaba; sus motivos tendría. Sobre el portal había unas piedras de escudo, de mucho valer según dicen, terminadas en unas cabezas de guerreros de la antigüedad, con su cabezal y sus plumas, que miraban, una para el Levante y otra para el Poniente, como si quisieran representar que estaban vigilando lo que de un lado o de otro podríales venir: Detrás de la plaza, y por la parte de la casa de don Jesús, estaba la parroquial con su campanario de piedra y su esquilón que sonaba de una manera que no podría contar, pero que se me viene a la memoria como si estuviese sonando por estas esquinas … La torre del campanario era del mismo alto que la del reló y en verano, cuando venían las cigüeñas, ya sabían en qué torre habían estado el verano anterior; la cigüeña cojita, que aun aguantó dos inviernos, era del nido de la parroquial, de donde hubo de caerse, aun muy tierna, asustada por el gavilán.
Mi casa estaba fuera del pueblo, a unos doscientos pasos largos de las últimas de la piña. Era estrecha y de un solo piso, como correspondía a mi posición, pero como llegué a tomarle cariño, temporadas hubo en que hasta me sentía orgulloso de ella. En realidad lo único de la casa que se podía ver era la cocina, lo primero que se encontraba al entrar, siempre limpia y blanqueada con primor; cierto es que el suelo era de tierra, pero tan bien pisada la tenía, con sus guijarillos, haciendo dibujos, que en nada desmerecía de otras muchas en las que el dueño había echado pórlam por sentirse más moderno. El hogar era amplio y despejado y alrededor de la campana teníamos un vasar con lozas de adorno, con jarras con recuerdos pintados en azul, con platos con dibujos azules o naranja; algunos platos tenían una cara pintada, otro una flor, otros un nombre, otros un pescado.
En las paredes teníamos varias cosas: un calendario muy bonito que representaba una joven abanicándose sobre una barca y debajo de la cual se leía en letras que parecían de polvillo de plata "Modesto Rodríguez. Ultramarinos finos. Mérida (Badajoz)", un retrato del "Espartero" con el traje de luces dado de color y tres o cuatro fotografías unas pequeñas y otras regular de no sé quien, porque siempre las vi en el mismo sitio y no se me ocurrió nunca preguntar. Teníamos también un reló despertador colgado de la pared, que no es por nada, pero siempre funcionó como Dios manda, y un acerico de peluche colorado del que estaban clavados unos bonitos alfileres con sus cabecitas de vidrio de color. El mobiliario de la cocina era tan escaso como sencillo: tres sillas una de ellas muy fina; con su respaldo y sus patas de madera curvada, y su culera de rejillas y una mesa de pino, con su cajón correspondiente, que resultaba algo baja para las sillas, pero que hacia su avío. En la cocina se estaba bien; era cómodo y en el verano, como no la encendíamos, se estaba fresco sentado sobre la piedra del hogar cuando, a la caída de la tarde, abríamos la puerta de par en par; en el invierno se estaba caliente con las brasas que, a veces, cuidándolas un poco, guardaban el rescoldo toda la noche. ¡Era gracioso mirar las sombras de nosotros por la pared! Iban y venían, unas veces lentamente, otras a saltitos como jugando.
Me acuerdo que de pequeño me daban miedo, y aun ahora, de mayor, me corre un estremecimiento cuando traigo memoria de aquellos miedos.
El resto de la casa no merece la pena ni describirlo, tal era su vulgaridad. Teníamos otras dos habitaciones, hemos de llamarlas por eso de que estaban habitadas, ya que no por otra cosa alguna, y la cuadra, que en muchas ocasiones pienso ahora que no sé por qué la llamábamos así, de vacía y desamparada como la teníamos. En una de las habitaciones dormíamos yo y mi mujer, y en la otra mis padres hasta que Dios, o quién sabe si el diablo, quiso llevárselos; después quedó vacía casi siempre, al principio porque no había quien la ocupase, y más tarde, cuando no podía haber habido alguien, porque este alguien prefirió siempre la cocina, que además de ser más clara no tenía soplos. Mi hermana, cuando venía, dormía siempre en ella, y los chiquillos, cuando los tuve, también tiraban para allí en cuanto se despegaban de la madre. La verdad es que las habitaciones no estaban muy limpias ni muy construidas, pero en realidad tampoco había para quejarse; se podía vivir, que es lo principal, a resguardo de las nubes de Navidad, y a buen recaudo para lo que uno se merecía de las asfixias de la Virgen de agosto. La cuadra era lo peor, era lóbrega y oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia muerta que desprendía el despeñadero cuando allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar la carroña que los cuervos habíanse de comer…
Es extraño, pero de mozo, si me privaban de aquel olor me entraban unas angustias como de muerte; me acuerdo de aquel viaje que hice a la capital. Anduve todo el día de Dios desazonado, venteando los aires como un perro de caza. Cuando me fui a acostar, en la posada, olí mi pantalón de pana. La sangre me calentaba todo el cuerpo … Quité a un lado la almohada y apoyé la cabeza para dormir sobre mi pantalón doblado. Dormí como una piedra aquella noche.
En la cuadra teníamos un burrillo matalón y escurrido de carnes que nos ayudaba en la faena y, cuando las cosas venían bien dadas, que dicho sea pensando en la verdad no siempre ocurría, teníamos también un par de guarros (con perdón) o tres. En la parte de atrás de la casa teníamos un corral o saledizo, no muy grande, pero que nos hacia su servicio, y en él un pozo que andando el tiempo hube de cegar porque dejaba manar un agua muy enfermiza.
Por detrás del corral pasaba un regato, a veces medio seco y nuca demasiado lleno, cochino y maloliente como tropa de gitanos, y en el que podían cogerse unas anguilas hermosas, como algunas tardes y por matar el tiempo me entretenía en hacer … Cuando me daba por pescar se me pasaban las horas tan sin sentirlas, que cuando tocaba a recoger los bártulos casi siempre era de noche; allá, a lo lejos, como una tortura baja y gorda, como una culebra enroscada que temiese despegarse del suelo, Almendralejo comenzaba a encender sus luces eléctricas … Sus habitantes a buen seguro que ignoraban que yo había estado pescando, que estaba en aquel momento mismo mirando cómo se encendían las luces de sus casas, imaginando incluso cómo muchos de ellos decían cosas que amí me figuraban o hablaban de cosas que amí se me ocurrían. ¡Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de mimbre con seis o siete anguilas dentro!…
Sin embargo, la pesca siempre pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.
Tenia una perrilla perdiguera la Chispa medio ruin, medio bravía, pero que se entendía muy bien conmigo; con ella me iba mucha mañanas hasta la Charca, a legua y media del pueblo hacia la raya de Portugal, y nunca nos volvíamos de vacío para casa. Al volver, la perra me adelantaba y me esperaba siempre junto al cruce; había allí una piedra redonda y achatada como una silla baja, de la que guardo tan grato recuerdo como de cualquier persona; mejor, seguramente, que el que guardo de muchas de ellas … era ancha y algo hundida y cuando me sentaba se me escurría un poco el trasero (con perdón) y que quedaba tan acomodado que sentía tener que dejarla; me pasaba largos ratos sentado sobre la piedra del cruce, silvando, con la escopeta entre las piernas, mirando lo que había de verse, fumando pitillos.
La perrilla se sentaba enfrente de mí sobre sus dos patas de tras, y me miraba, con la cabeza ladeada, con sus dos ojillos castaños muy despiertos; yo le hablaba y ella, como si quisiese entenderme mejor, levantaba un poco las orejas; cuando me callaba aprovechaba para dar una carreras detrás de los saltamontes, o simplemente para cambiar de postura. Cuando me marchaba, siempre, sin saber por qué, había de volver la cabeza hacia la piedra, como para despedirme, y hubo un día que debió parecerme tan triste por mi marcha, que no tuve más suerte que volver mis pasos a sentarme de nuevo … La perra volvió a echarse frente a mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía la mirada de los confesores, escrutadora y fría, como dicen que es la de los linces ….
Un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba por salirme por lo brazos. El pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguía mirándome, fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacia calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal ….
LA NOVELA EN LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA
La novela es el género más floreciente de la literatura española contemporánea. Max Aub es autor, entre otras obras, de El laberinto mágico —amplio panorama sobre la guerra civil— y La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco (1960). Una de las mejores novelas de Francisco Ayala, crítico y sociólogo además de novelista, es Muertes de perro (1958), que describe el mundo esperpéntico de una dictadura americana. Las novelas La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, y Nada (1944), de Carmen Laforet, figuran entre las más destacadas de un nuevo tipo de realismo conocido como tremendismo, que se caracteriza por la presencia del antihéroe y la insistencia en los aspectos más sórdidos y desagradables de la vida. Cela, galardonado con el Premio Nobel en 1989, ha escrito novelas de estilos muy diferentes y es también conocido por sus libros de viajes. La colmena (1951) es para algunos su mejor novela.
Antonio Gala El escritor español Antonio Gala se dió a conocer como autor dramático, alcanzó gran notoriedad con sus novelas en la década de 1980 y en la década de 1990 ha conseguido un éxito de público inaudito en la historia de las letras españolas como poeta.Colita/Corbis
Una variante más tradicional de realismo es la que representan las obras de escritores como Ignacio Agustí, a quien se debe el ciclo La ceniza fue árbol, centrado en la burguesía de Cataluña, y José María Gironella, autor de Los cipreses creen en Dios (1953), que inauguró una saga de conflictos familiares que simbolizan las disputas políticas que condujeron a la Guerra Civil española. Miguel Delibes destaca por sus libros de viajes y novelas realistas, entre las que sobresalen La sombra del ciprés es alargada (1948) y Cinco horas con Mario (1966). Ana María Matute, que ingresó en la Real Academia Española en 1996, y que suele emplear un realismo exagerado pese a sus arranques líricos, encuentra en la infancia uno de sus temas habituales y es autora de libros como Los niños tontos (1956) y Primera memoria (1959). El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, es una novela objetiva en extremo, de estilo innovador en su época que su autor no tardaría en abandonar. Las novelas de Juan Goytisolo abordan problemas existenciales y son un alegato contra el vacío histórico de la sociedad española; entre sus obras más famosas se encuentran Reivindicación del conde don Julián (1970) y Paisajes después de la batalla (1982). Entre las novelas de Ramón J. Sender, considerado por algunos como el novelista más importante de esta generación, se incluyen Mr. Witt en el cantón (1935), Crónica del alba (1942) y Réquiem por un campesino español (1960).
Camilo José Cela El premio Nobel español, Camilo José Cela (1916- ), se inició en el estilo conocido como tremendismo, de claras connotaciones taurinas, con la novela La familia de Pascual Duarte, obra de crudo realismo que supuso la incorporación de las letras españolas a la narrativa europea moderna.Archivo Fotográfico Oronoz
El mismo proceso que llevó la poesía posbélica se dio en la narrativa. Pero en este caso las influencias foráneas desde James Joyce a William Faulkner, John Dos Passos, Franz Kafka o André Gide supusieron innovaciones temáticas y estilistas cuyo resultado fue una rica diversidad de obras y autores, de tal manera que se puede afirmar que de "los cinco millones de procedimientos que hay para contar una historia" —según Henry James— se están empleando todos. Entre los autores importantes de la narrativa actual, sin que ello suponga detrimento para los no nombrados, cabe citar a Alfonso Grosso, Juan Marsé, Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza, Aquilino Duque, Lourdes Ortiz, Luis Mateo Díez, Julián Ríos, Adelaida García Morales, Arturo Pérez-Reverte, Almudena Grandes, Mariano Antolín Rato, Quim Monzó o Rafael Chirbes, entre otros.
ALEJANDRO CASONA
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CAMILO JOSE CELA
PORTADA DE ALGUNAS OBRAS DE CAMILO JOSE CELA
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La monografía tiene como tema principal el desarrollo histórico y literario de España, en la época contemporánea; así como los máximos representante literarios, como lo son Cela y Casona.
FATACCIOLI RUBIO, Nora. Literatura española. Editorial Montoya LLima 1999
CONTRERAS IDROGO, Guely. Texto guía de lengua y literatura. Ediciones Castillo. Chiclayo 2000
Enciclopedia:
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Fuentes de Internet
www.edu.red
Autor:
Biaggio Arbulú Baquedano