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El sapo y Manuel

Enviado por melbaflenbers


    Cuento escrito para niños y niñas en edad preescolar y de los primeros grados. Es un recurso literario- pedagógico, útil como herramienta para el aprendizaje de la educación ambiental, especialmente en la protección de animales silvestres, de acuerdo a la fundamentación filosófica del nivel preescolar (Inicial) "formar una conciencia profunda acerca del respeto, valor y cuidado de la vida y el medio ambiente"(Guía Práctica Preescolar). Melba Flen-bers B. Año 1999.

     En el húmedo jardín de la casa de la abuela, vivía un gracioso sapo. Era enorme, de color verdoso, con ojos como voluminosas metras que parecían querer salirse de sus cuencas. De su bocota salía una larga y delgada lengua pegajosa, con la que atrapaba los muchos insectos que al jardín llegaban a devorar las plantas y flores que la abuela cuidaba con esmero y cariño.

    Por el día, de vez en cuando, se le ve saltando entre los charcos y hongos con sus patas de abanico, en las noches se escucha su enamorado canto, llevando una serenata a su amada en la época del celo.

    — Croac, croac, croaac, glo, glo, glo. —

    Un día llegó Manuelito, el nieto menor de la abuela, tenía cinco años y gustaba de jugar en el jardín de la casa. Al lanzar su roja pelota, ésta fue a parar sobre los helechos, al recogerla, el niño descubrió al huésped del pequeño bosque y dijo admirado:

    –¡Ahh! Un sapo. –

    Con manifiesta curiosidad, el niño extendió sus manitas tratando de atrapar al asustado animalito. Éste saltó entre los arbustos logrando esconderse entre algunas piedras. Manuelito quería verlo de cerca, tocarlo, acariciarlo, pero al no poder atraparlo, recogió una de las piedras del suelo y la lanzó sobre el lugar donde se encontraba el sapo, para hacerlo salir. Al no lograrlo recogió una segunda piedra e iba a lanzarla, cuando detrás de él, una arrugada y cálida mano le detuvo, y con voz suave pero firme le dijo:

    –No lo hagas, Manuelito. ¿No ves que está asustado? – dijo la abuela.

    –Es que yo quiero jugar con él—gimoteó el niño.

    –Hay animales, como el sapo—abrazando al niño—con los que no podemos jugar, pero que nos son útiles—

    –¿Cómo es útil el sapo?— preguntó Manuelito.

    –Él se come los insectos que dañan mis matas – afirmó la abuela – y no nos hacen daño, a menos que los molestemos. –

    –¿Hacen daño los sapos? ¿Cómo? – preguntó incrédulo el niño. –

    — Sí. Para defenderse, en la piel tiene unas glándulas que segregan una sustancia lechosa que irrita la piel de quien lo ataca. —

    — ¡Ohh! – susurró el pequeño.

    — Vamos a la cocina y te daré un trozo de pastel de chocolate— dijo la abuela abrazándolo mientras se dirigían a la casa.

    — ¡Abueloooo!—gritó Manuelito, corriendo hacia la casa.

    Al llegar a la cocina, con voz agitada contó al abuelo.

    –¿Sabes, abuelo? En el jardín hay un sapo que se come los insectos que dañan las matas de la abuela. –

    — ¿Sí? – inquirió el abuelo.

    — Sí — prosiguió el niño – y no debemos molestarlo porque se "pone bravo" y, y … ¿qué tiene en la piel abuela?–

    — ¡Ja, ja! — rió la abuela – glándulas, Manuelito, ahora andá laváte las manos. —

    — Y te echa leche que quema – saliendo hacia el baño.

    Al regresar, la abuela le ofreció un trozo de pastel que Manuel degustó rápidamente.

     

    Cuento escrito y enviado por

    Melba Flen-bers B.

    Diseño y dibujos:

    Gabriela Flen-bers

    Imágenes (sapos, Manuel, abuela) CD Masterclips. Marca registrada de IMSI.