Descargar

Todo esta en los genes

Enviado por cristianfrers


    1. El mundo del comportamiento
    2. Influencia de la cultura
    3. Válvula de escape
    4. Orígenes de la personalidad
    5. El filamento de la vida
    6. Evolución biológica y del comportamiento

    Cuando los hombres resuelvan el problema de su propia existencia, la vida inteligente sobre el planeta alcanzará su mayoría de edad. Si alguna vez visitan la Tierra criaturas superiores procedentes del espacio, la primera pregunta que formularán, con el fin de valorar el nivel de nuestra civilización, será: Han descubierto, ya , la evolución?

    No se necesita ser un experimentado naturalista para constatar el magnífico espectáculo del mundo viviente. En éste se encuentran bacterias inferiores, hongos, plantas y animales. Se han descripto cerca de dos millones de especies de organismos, pero muchos más, probablemente varios millones, quedan por descubrir y estudiar. La ciencia ha constatado que todos los organismos están compuestos por células; algunos, por una sola célula, y otros -como el hombre- por billones de células. Han analizado esas células en el hombre, en los animales y en las plantas y han comprobado que su estructura y composición química es siempre similar: todas las células contienen determinadas moléculas gigantes que sólo se producen en los organismos vivos: los ácidos nucléicos y las proteínas. Estos fueron la clave de la vida, ya que se convirtieron en los soportes de la información, por la cual un conjunto de moléculas se reproducía en forma igual a sí misma.

    Más sorprendente que el número absoluto de especies es su diversidad de tamaño, estructura y forma, modo de vida y habitat. Donde quiera que se mire se encuentra algun tipo de vida aplicada con diligencia a la función de sobrevivir, ya sea en algo de tierra o en una gota de agua, en las alturas o en las profundidades, en el cálido clima o en la tundra helada, en el árido desierto o en los vapores de la selva. La evolución parece haber encontrado un lugar para cualquier forma imaginable de vida. Utiliza cualquier forma de sentir, moverse, comunicarse, amar, luchar, protegerse y reproducirse. Puesto que en este planeta encontramos miles de seres que se desplazan torpemente, otros que se arrastran, flotan, ascienden en el aire, nadan, caminan, galopan o simplemente permanecen quietos y crecen verticalmente durante siglos. Algunos pesan cien toneladas, pero la mayor parte son inferiores a una milmillonésima de gramo. Existen organismos que pueden ver en el infrarrojo o en el ultravioleta y seres ciegos que detectan, envueltos en sí mismos, su entorno en un campo eléctrico. Algunos recogen luz solar y aire, otros son plácidos animales hervíboros, otros cazan a sus presas con garras, colmillos o venenos neurológicos. Algunos viven apenas una hora y ciertos especímenes más de mil años. Su armonía con el medio ambiente es sorprendente. Incluso los microbios están lejos de parecer inútiles: son capaces de aprender de la experiencia. Y los humanos -la vida dominante en la actualidad- han penetrado hasta las regiones más remotas de su mundo, alterando su superficie y, vacilantemente, paseando por el espacio.

    Los documentos que nos relatan la sucesión de la vida sobre la Tierra dejan bastantes lagunas. Pero existen suficientes datos para comprender que, pasando de los más antiguos a los más modernos, la sucesión de la vida animal ha aumentado progresivamente el grado de organización. En grandes líneas, la evolución del mundo animal, parte del tipo unicelular en dirección al tipo multicelular sencillo, formado por un simple saco con una abertura única y una pared de dos estratos celulares; continúa con el tipo vemiforme, con el cuerpo segmentado y desarrollado a partir de tres capas de tejido; más adelante alcanza una forma de organización semejante a un pez, para finalizar en los animales superiores. En todas las etapas se dieron ramas laterales que se especializaron siguiendo caminos individuales. Además, no se ha extinguido la forma más general en ninguna etapa, de modo que en la actualidad siguen viviendo representantes de todos los tipos. Paralelamente a esta visión global de la evolución, vemos como el desarrollo de cada animal tiende a recapitular las etapas que han conducido a su forma actual. Asi, el celenterado pasa del huevo unicelular a una larva multicelular con dos capas celulares y acaba su desarrollo en forma de un organismo que consiste, esencialmente, en un saco de doble pares con una sola abertura. En el extremo más alto de la serie se hallan los vertebrados superiores; también ellos parten del huevo unicelular, atraviesan el estado de gastrula de forma parecida a un celenterado y siguen presentando tipos de organización que recuerdan a los gusanos segmentados y a los peces, para llegar al tipo definitivo.

    Por lo tanto, para los biólogos el hombre es un animal, un animal como cualquier otro. Su especie no es más que una de las tantas especies animales que pueblan el planeta. Formado por una multitud de células, es decir, de pequeñas masas vesiculares de sustancia viva o protoplasma, nacido de una simple célula, se alimenta, asimila y se reproduce como los otros animales; sometido a las mismas necesidades y dependiendo de las mismas leyes.

    Si hablamos de la conducta, su evolución sigue la escala de los animales vivientes, desde el más simple al más elevado. Considerando asimismo los cambios del comportamiento en el curso de la vida de un individuo, observamos que la evolución de la conducta marcha paralela a la evolución de los caracteres físicos. En otras palabras, la conducta sólo puede intepretarse de manera razonable a la luz de una síntesis de las dos caras de la moneda: física y aprendizaje. Así es como muchas acciones y modelos de conducta en los animales superiores pueden reconocerse retrocediendo a lo largo de la escala animal.

    La conducta de muchos animales es muy compleja y a menudo difícil de interpretar. La respuesta de un animal a una situación está limitada por su estructura física y el grado de desarrollo de su sistema nervioso. Su conducta está regida por los procesos evolutivos que han formado la especie a la cual pertenece.

    -El mundo del comportamiento

    Todos estos seres vivos poseen, en menor o mayor medida, comportamientos. Ahora bien A que denominamos comportamiento? Fundamentalmente, la conducta puede considerarse como el conjunto de acciones que los organismos ejercen sobre el medio exterior para modificar algunos de sus estados o para alterar su propia situación con relación a la búsqueda de alimentos, la construcción de un nido, la utilización de un instrumento. El comportamiento que en un principio sólo consiste en conductas sensorio-motrices llega luego a tomar interiorizaciones representativas. Los movimientos interiores del organismo como una contracción muscular o la circulación de la sangre no son comportamientos, aunque los condicionen. Tampoco lo son las alteraciones de la atmósfera por la respiración, puesto que resultan de procesos que no están destinados a ejercer una acción sobre el medio. Sin embargo, los reflejos de un animal o las reacciones de una flor a la luz se denominan "comportamientos", porque tienden a modificar, si bien sólo fuera en forma local u ocasional las relaciones entre el organismo y el medio. Lo mismo sucede con las percepciones, siempre subordinadas a conductas de conjunto efectivas o virtuales. En pocas palabras, el comportamiento está contituido por las acciones dirigidas a utilizar o a transformar el medio, así como a conservar o aumentar las facultades que los organismos ejercen sobre él.

    Podemos comparar el comportamiento con una complicada máquina dotada de innumerables engranajes, desde los más grandes hasta los infinitamente pequeños. Podemos estudiar por separado la acción de cada engranaje pero no podemos perder de vista que cada uno de ellos depende de la actividad de todos los otros, y -al trabajar- cada pieza ha de coordinarse con el resto. Debemos tomar conciencia que el ser vivo constituye una totalidad, que no podemos disociarlo sin destruirlo. Si algunos gusanos seccionados manifiestan la capacidad de regenerarse a partir de cada uno de sus fragmentos, ya no es un ser vivo lo que tenemos ante nuestros ojos sino un grupo de seres vivos mutilados que inician inmediatamente su reorganización íntima y su reconstrucción. El ser vivo es un todo formado por elementos dispares, a los que nada predestinaba para el lugar que ocupan; es imposible concebir un ser vivo constituido por un bloque homogéneo de mármol, de hierro o de glucosa. Necesita de una íntima diversidad; el secreto de la vida consiste en dar unidad a este conglomerado heterogéneo. Sin embargo, la mente humana es capaz de convencerse a sí misma que el blanco es negro y viceversa; dadas las características de la sociedad moderna, las pequeñas diferencias se convierten en incompatibilidades insalvables.

    La estructura adaptada calificada por un ser humano desempeña la función de conservar la especie. La adaptación es aplicable tanto a una estructura corporal como a un comportamiento. Para que un organismo se adapte tiene que poder informarse de aquellos datos del entorno que luego la adaptación reproducirá como modelo. Si nos referimos a las conductas veremos que desempeñan un papel importante en capacitar al animal para sobrevivir a los cambios ambientales.

    En el campo el gorrión vive y nidifica entre setos y árboles. Pero al aumentar la población humana puede que los bosques y setos sean talados y reemplazados por ciudades que van extendiéndose. El gorrión entonces cambia su conducta, nidificando en los aleros y canalones y volviéndose en parte párasito del ser humano en cuanto al alimento. Puesto que su conducta es adaptable, puede hacer frente a los cambios ocurridos en el medio que le rodea.

    Estas consideraciones nos llevan a la conclusión que el comportamiento es ecólogico. Parece ser que la conducta, ese fantástico proceso de la vida que permite a los animales responder a los imperativos del medio, tiene una base adaptativa. Los animales, para sobrevivir, se han visto obligados a poner a punto un sistema nervioso, unos órganos de los sentidos y unas riquísimas pautas de comportamiento.

    Cual es la forma más sencilla de conducta entre los animales? Para eso deberemos observar una ameba. A través del microscopio vemos cómo se mueve en una forma que aparentemente implica un designio preciso. Avanza hacia la derecha, se detiene en forma gradual o cambia de dirección. Antes o después encuentra alguna partícula: si es comestible, la ingiere; si no lo es, la rechaza o, simplemente, se aleja de ella. Vemos cómo aumenta de tamaño y como, paulatinamente, retrae sus seudópodos y permanece en reposo. También será capaz de contraerse, si se la presiona en algún punto y se apartará de un lugar demasiado frío o caliente. Reacciona asimismo a la corriente eléctrica o a las vibraciones. Escapará de una luz demasiado intensa o de sustancias químicas que tal vez podrían perjudicarla; incluso podremos asistir a su reproducción, es decir, a su división.

    Las amebas carecen de órganos de los sentidos: no tienen ojos, orejas, nariz ni lengua, puesto que tampoco poseen nervios ni cerebro; sin embargo, describiendo la conducta de la ameba acuden expresiones usadas corrientemente en la descripción del comportamiento de animales más evolucionados. Todos los movimientos del protozoo sugieren la existencia de una incipiente voluntad e incluso de un vago aprendizaje.

    Cómo puede tener este comportamiento un organismo vivo, si carece de órganos especiales, como el cerebro y los nervios? No parece más que una gota de aceite impregnada con partículas de arena. La conducta de la ameba se rige por conductas innatas de responder con cambios físicos y químicos al frío, al calor, a la luz intensa, a la oscuridad y siendo tal respuesta positiva o negativa. Por lo tanto, en este sencillo organismo, las manifestaciones de vida consisten en la expresión casi mecánica de las reacciones del organismo a los cambios de su ambiente.

    Casi todo lo que hoy se conoce acerca de la herencia del comportamiento proviene de estudios en modelos animales. Los científicos saben que el comportamiento animal, desde el instinto de supervivencia y los rituales de apareamiento hasta las conductas inducidas artificialmente en el laboratorio, están en gran medida bajo control genético.

    De este modo, moscas del vinagre, gusanos, ratas, ratones y otras criaturas son observadas y manipuladas en los laboratorios para que se tornen agresivos, violadores, malos padres, adictos a la cocaína y alcohólicos con la esperanza de encontrar las claves de la conducta humana.

    Si queremos lograr comprender bien las conductas de un individuo se deberá efectuar un análisis de sus actitudes y motivos. Las actitudes influyen en lo que hacemos y en cómo sentimos. También determinan cómo observamos, puesto que la actitud de un observador indica claramente lo que éste percibe y lo que no percibe.

    Qué es una actitud y qué es un motivo? Una actitud es una predisposición que tiene el individuo a responder de un modo dado a cualquier objeto o situación. Las actitudes dirigen el sentido de la conducta. Pueden, por lo tanto, ser consideradas motivadoras de la misma, no porque inicien una acción sino porque guían la actividad hacia cierta acción. Las actitudes difieren en clase o tipo. Varias actitudes crearán en el individuo una predisposición hacia diferentes formas de conducta. En cambio, un motivo es el factor que inicia un movimiento del cuerpo o que sostiene o cambia el curso de un comportamiento.

    Toda forma de conducta, sea simple o compleja, es una reacción a los motivos. Estos pueden ser simples, como el sonido producido por la aguja del fonógrafo, cuando tropieza con un surco rayado del disco que gira, o complejos como el sonido de una sinfonía grabada en un compact disk,

    Los motivos proceden tanto de las partes vivientes como de las inanimadas del ambiente y son de naturaleza física o química: la luz, el calor, el sonido y la presión son algunas de las fuentes físicas de motivos comunes a la mayoría de los medios ambientes. La luz del sol, por ejemplo, puede ser reflejada por un ser viviente, produciendo una imagen en el ojo de otro que la observa o producir un efecto más sencillo haciendo únicamente que el animal se aparte de ella o se acerque, como cuando un insecto va hacia la sombra que le ofrece una piedra.

    Para los seres humanos la luz es una importante fuente de motivo, ya que el sentido de la vista es el mejor dotado. Somos esencialmente animales "videntes". Si analizamos las reacciones de un gentío ante los anuncios luminosos, comprobaremos cómo ciertas personas los consideran horriblemente antiestéticos, opinando que constituyen una nota discordante en la ciudad; para otros significan una plácida diversión. Habrá personas que pasarán sin mirarlos; otros les echarán un vistazo tolerante, pero sin interés, mientras que, por último, ciertos individuos se detendrán embobados, embargados por una emoción, a su vez, de grado variable.

    No sucede lo mismo con todos los otros animales, donde es más decisivo la extraordinaria sensibilidad de uno o varios de los demás sentidos.

    El ser vivo posee dos vías para adquirir información. Las adaptaciones filogenéticas derivan del libre juego de mutación y de la selección, determinando esta última la dirección de la evolución. Las experiencias acumuladas se almacenan en el genoma de la especie y se decodifican en el curso de un proceso de autodiferenciación. Dentro de estas adaptaciones encontramos dos tipos de conductas: la conducta innata que comprende la reacción constante al ambiente, el continuo juego recíproco de reacciones químicas dentro del cuerpo y la apreciación del mundo a través de los sentidos y la conducta instintiva integrada por la búsqueda de alimento, el impulso reproductor y el instinto de conservación. La búsqueda de alimento actúa desde que nace el animal hasta que muere; el impulso reproductor se inicia con la madurez sexual, alcanza un grado máximo y disminuye hasta la decadencia, en la edad madura. El instinto de conservación se halla estrechamente vinculado , tanto en tiempo como en intensidad, a la época en que el animal es apto para reproducirse. Además, los organismos pueden acumular y atesorar experiencias a lo largo de su vida individual. Esto puede observarse al cruzarse razas y especies diferentes; si tomamos como ejemplo el caso del cerdo y del jabalí o del perro y el lobo, observaremos que una parte de los hijos hereradán conductas salvajes mientras que los otros hereradán conductas domésticas, al mismo tiempo que algunos hijos pueden poseer ambas características.

    Si se trata de adaptaciones de la conducta, las experiencias se adquieren a través del aprendizaje y se almacenan en el sistema nervioso central. En estas adaptaciones también encontramos dos tipos de conductas: la conducta resultante de la experiencia individual que puede dividirse en infancia; un período dedicado especialmente a aprender cómo se debe vivir; juventud, madurez y senectud. Ninguno de estos períodos está rígidamente definido; cada uno se desvanece imperceptiblemente en los inmediatos. Pueden reconocerse distintos tipos de conducta, según las edades de la vida y la conducta aprendida de otros individuos, que se basan en los factores psíquicos. Lo que varía es la forma de aprender. El ser vivo puede acumular experiencias mediante una conducta de exploración activa, pero tambien heredar experiencias, es decir, ser enseñado. Un aspecto capital del comportamiento de los animales es su gran capacidad de aprendizaje, puesta de relieve por numerosos científicos, mediante experimentos como el laberinto y la Skinner box (caja de Skinner). En este sentido se ha estudiado en profundidad el aprendizaje a través de la observación, es decir, la capacidad de un individuo para aprender la resolución de un problema observando a otro individuo en condiciones de superarlo. Esto ha podido demostrarse en diferentes especies, hasta el punto de que ha llegado a hablarse de herencia cultural tanto entre los primates como entre especies menos evolucionadas como el ratón o la rata. Son famosos al respecto los primates de Koshima. Se cuentan entre ellos, por ejemplo, una hembra joven que descubrió que si lavaba las patatas con agua salada (agua de mar), tomaban un sabor más agradable. Transcurrido cierto tiempo, pudo observarse que aquel hábito se difundía como una epidemia en la colonia. Sucede algo análogo con las ratas en lo concerniente a la técnica de apertura de los caparazones de los bivalvos: en efecto, se ha podido demostrar la presencia en esta especie de auténticas tradiciones locales en las técnicas de fractura de las valvas. También podemos tomar el caso de los lobos jóvenes que se entrenan de manera real para la lucha, pero entre ellos jamás hay vencedores ni vencidos. Sus reglas son diferentes: quien ha ganado en la primera vuelta, adopta en la segunda el papel de perdedor, incluso si es mucho más fuerte que el "vencedor". En caso de una infracción, el lobo adulto que controla el juego interviene inmediatamente para mostrar al furioso egoísta la "tarjeta roja". Así educan a los jóvenes en el comportomiento social de la manada.

    Generalmente, se cree que el comportamiento humano debe todo su contenido a la conducta aprendida de otros individuos, el cual originó la cultura, mientras que la conducta animal se basa principalmente en la conducta innata, en la conducta instintiva y en la conducta resultante de la experiencia individual.

    -Influencia de la cultura

    Que es la cultura? Todas las conductas adquiridas y modos de vida del ser humano, las artes y técnicas de hacer y usar objetos materiales, el lenguaje, las instituciones sociales, políticas y económicas, las tradiciones éticas y religiosas, los conocimientos científicos y humanísticos. Es decir, la cultura significa todo lo que la humanidad conoce o hace como resultado de haberlo aprendido de otros seres humanos. La cultura se adquiere no sólo de los padres, sino de todos los seres humanos con los que se entra en contacto directa o indirectamente. El mecanismo de transmisión no son las células sexuales, sino la comunicación directa, oral o gesticular, los libros, la prensa, radio y televisión, el cine y el teatro, y, por lo general, cualquier medio de comunicación.

    Si todas las radios del mundo y hasta toda la literatura que se relaciona con ellas fueran destruidos por algun cataclismo selectivo, supongamos un milagro ejecutado por un hombre harto de oír el aparato del vecino, las radios aún seguirían persistiendo como un elemento dentro de nuestra cultura. La expresión pública de este elemento se interrupiría temporalmente, pero habría miles de individuos que sabrían como construir radios, incluyendo los hábitos motores y la habilidad necesaria para efectuar ese trabajo. Millones de personas recordarían la radio como un objeto útil o de diversión y sentirían la necesidad de poseerla. En corto tiempo, se pondrían nuevos aparatos a la venta, construidos sobre la base de aquel conocimiento y con el objeto de llenar esa necesidad. De esta manera el saber y el poder se fueron acumulando, creciendo como una bola de nieve. La cultura le permite al ser humano acumular y trasmitir sus experiencias a través de las generaciones, algo que no se ha comprobado que no realicen los demás animales.

    Cuál es el problema que originó la cultura? Para ella no rigen las normas de la evolución biológica. Los métodos y los objetivos de la evolución cultural son muy distintos a los biológicos; en este proceso evolutivo se debe contar con los grupos sociales, el ejercicio del poder, el desarrollo tecnológico, el progreso económico, que actúan como mecanismos que se superponen a los clásicos de la evolución biológica con tal fuerza que en ocasiones modifican los factores que rigen a ésta.

    Un buen ejemplo es el caso de la superpoblación de especies, tanto la de animales como la de los seres humanos. A los seres vivos les gusta reproducirse, no sólo en un sentido figurado sino también en el sentido literal. El amor es un medio de reproducción y los seres humanos, al igual que los animales y las plantas, tienen un fuerte instinto de reproducción. Una especie sólo tiene que dejar dos descendientes vivos por pareja para que su población se mantenga constante de una generación a otra. Y, generalmente, esto es lo que suele ocurrir, no porque a los individuos en cuestión les preocupe el destino de la especie, sino porque la competencia entre individuos y entre especies no suele conceder grandes ventajas a ninguno. Es sabido que una pareja de ratones es capaz de engendrar una camada de seis crías, cinco o seis veces por año. A las seis semanas del alumbramiento, las crías están en condiciones de procrear. Si cada una de ellas encuentra compañero fuera de la familia y se reproduce con éxito, una simple pareja lograría tener decenas de miles de descendientes anuales. Pero, Por qué el mundo no está invadido de ratones? Porque no todos sobreviven. En el mundo natural el crecimiento incontrolado no es fórmula del éxito definitivo. Llevado hasta cierto extremo, crecimiento, crecimiento y más crecimiento no puede conducir más que a la muerte.

    En la actualidad, la población humana consta de 5.500 millones de habitantes y continúa aumentando a un ritmo extraordinario. Un informe de las Naciones Unidas destaca que la población mundial crece a razón de 80 millones de personas por año (3 por segundo). En 1999 habrá 6.000 millones y 9.000 millones dentro de 25 años. Esta expansión comenzó con la revolución científica en los siglos XVI y XVII y ha continuado hasta nuestros días, promovida por la Revolución Industrial y, más recientemente, por los grandes avances realizados en medicina en los últimos cien años. De este modo, la población humana experimenta un desarrollo suicida, considerando nuestra incapacidad de mantener la armonía en un mundo superpoblado con los recursos físicos y biológicos básicos de nuestro planeta. Nos estamos enfrentando a un problema que no existiría si no fuéramos seres culturales además de biológicos. Mientras que nuestra cultura nos ha proporcionado el control de la mortalidad, nuestra biología sigue conservando la tendencia a tener un gran número de descendientes en previsión de una alta mortalidad que hoy se logra evitar en la mayoría de los casos. Para tener la seguridad de que sobrevivirían al menos dos descendientes, habría que tener seis o siete hijos.

    Cuando no existía un control de la natalidad, cada pareja podía tener, teóricamente, unos veinte hijos, aunque en la práctica se tenían de seis a diez hijos. Esta elevada natalidad era adaptativa para nuestros antepasados, puesto que la mortalidad también era altísima. Muchos niños morían a causa de los partos, mala lactancia, pésimas condiciones sanitarías o enfermedades.

    Si nuestra cultura no reacciona a la amenaza de la superpoblación o si su reacción es inadecuada, es posible que nuestra biología realice el trabajo por nosotros, tal vez ya lo está haciendo.

    Las poblaciones de animales se adaptan al nivel de sus recursos alimentario (u otros factores limitantes) mediante varios mecanismos biológicos innatos, no simplemente respecto a la muerte por hambre o sed; estos mecanismos se ponen en juego en respuesta a señales de hacinamiento incipiente antes de darse la grave escasez de recursos. Las señales toman la forma de la percepción de algún factor por parte del animal en su medio ambiente y disparan los mecanismos fisiológicos que reducen la fertilidad o bien disminuyen la tasa de supervivencia de los fetos o de los recién nacidos.

    Tales mecanismos existen probablemente en las poblaciones humanas. Se ha comprobado en varios casos que los abortos y la mortalidad infantil están asociados a presiones que actúan sobre la madre durante el embarazo, o quizá con anterioridad a éste. Las condiciones más desfavorables conllevan esterilidad o partos de hijos muertos. Si los hijos sobreviven se producen distintos tipos de daños a los jóvenes que reducen sus probabilidades de vida. En una época más primitiva, habrían desembocado probablemente en su muerte. La desnutrición, el hacinamiento o la tensión de la guerra parecen afectar el aprendizaje, el vigor y la motivación de los jóvenes. Uno de los resultados más sorprendentes de la presión demográfica es un aumento de la irritabilidad y la intolerancia, de modo que los hijos de corta edad (al igual que las esposas) pueden ser maltratados, a veces hasta la muerte. Algunos de los problemas que advertimos entre los adolecentes posiblemente sean también una respuesta a la tensión a la cual somos impotentes para poner freno.

    Los costos de la cultura han sido altos, nos han llevado a un suicidio ecológico generalizado, a las armas nucleares, a la globalización de las economías de crecimiento ilimitado, a la pérdida del sentido más allá del mero consumismo, a la pérdida de la comunidad y la conexión con otras personas y a la pérdida de un sano sentido de inserción en el resto del mundo natural.

    Así es como el aumento de la expectativa de vida disminuyó la necesidad de proteger al grupo familiar y aumentó el individualismo. Estás características favorecieron la priorización de la satisfacción de los deseos personales en lugar de los deberes y las obligaciones comunitarias. Es importante entender que el contexto político y socioeconómico modernos fomentan el individualismo y el egoísmo.

    Si analizamos a la familia, observaríamos que desde los primeros humanos, los individuos se mantenían unidos mediante una red de deudas, responsabilidades y deberes mutuos. Cazar y recolectar en grupos eran actividades que habían comenzado a fomentar obligaciones, entre machos, entre hembras y entre grupos de familias.

    El macho adolescente comenzaba a darse cuenta que tenía ciertos deberes. Tenía que explorar con otros machos e informar de lo que observaba, tenía que llevarle carne a su madre y mostrarse respetuoso y leal con el compañero de su madre. Una joven tenía que cuidar de sus hermanos menores y de los hijos de otras hembras cuando estás salían con su madre a recolectar, tenían el deber de llevar carne a sus hermanos y a los machos más viejos y de hacer cestos y bolsas para llevar al hombro a los niños, en su tiempo libre. La hembra que estaba en pareja, debía compartir la carne, los vegetales, el cuidado de los niños y la actividad sexual con su compañero y él debía compartir con ella. Las hembras adultas se sentían obligadas a proteger los hijos de otras, a compartir sus conocimientos y a ayudarse mutuamente en el campamento. Los machos adultos debían proteger al grupo, proporcionar carne, dirigir la cacería y orientar al grupo cuando se movilizaban.

    Así, dentro de cada grupo social, los individuos comenzaban a comportarse según formas prescritas, conforme a relaciones catégoricas como padre, madre, hijo, hija, tío, tía, esposa, marido. De esta forma, la familia se convierte en un gupo económico basado en la división sexual del trabajo.

    En los tiempos que corren muchas mujeres representan los dos papeles, causando una anomia, que es la incongruencia de las normas sociales. Por un lado, existe un empuje económico e ideológico que impulsa a las mujeres a salir de su hogar y, por el otro, un ambiente proclive a que sigan cuidando de sus hijos y de su casa. Estos impulsos encontrados descolocan al hombre en su rol ancestral y perturban su percepción de la nueva realidad por la rapidez de los cambios. A la mujer le es más fácil entrar en el mundo de los hombres que a la inversa.

    Del choque que se produce por esta yuxtaposición surge la crisis de valores que, inevitablemente, conduce a desestructuraciones sociales y comportamientos sin normas, como la envidia, la ansiedad, la depresión, la adicción y la violencia.

    Si tomamos como ejemplo a la depresión, veremos que uno de los padres puede mirar a su hijo sin esperenzas o tocarlo sin calidez. Cada vez que se deprime, una madre puede no salir de la cama durante varios días; un padre puede sumergirse en la televisión noche tras noche. A través de conductas repetidas que sugieren sentimientos de vacío, desamparo o desesperanza, un padre -sin darse cuenta- trasmite subrepticiamente su depresión a su hijo. De esta manera, el dolor de la depresión se perpetúa a través de generaciones.

    Los científicos señalan que ninguna especie cuida tanto tiempo a sus crías como nosotros, pero, de paso, remarca que casi todos los animales lo hacen y, a menudo con mayor practicidad. Lo más importante es que esten limpitos, decían al parecer nuestras abuelas. Pues bien, una de las primeras atenciones que reciben los mamíferos es la de la limpieza que, en algunas especies puede llegar a increíble minucia. Las monas escudriñan y palpan cada centímetro de piel de sus hijos para eliminar toda partícula indeseable: tanto en un pequeño parasito como una mota de suciedad o una escama, lo cual les sirve también para identificar mejor a sus bebes.

    Las madres animales no pueden glorificar verbalmente la papita o la comidita pero su preocupación por fortalecer a las crías es simplemente ejemplar. Lo mismo que los padres dan frecuentes muestras de altruismo. En muchos mamíferos es corriente el amamantar hijos ajenos o el aceptar "padrastros" para resolver problemas de alimentación de cachorros huerfanos. Pero tanto entre los camaleones como entre los koalas un grupo familiar significa garantía de tener bocado y no ser bocado para otros.

    Entre las aves esto puede insumir mas de cien largos viajes por día desde el lugar de abastecimiento hasta el nido. En los intervalos el conyuge que ha permanecido en espera puede tener que afrontar terribles batallas. Y a veces no solo se trata de tener alimento sino de prepararlo: el training para el vuelo y la natación puede comenzar desde la dieta. Las grandes aves acuáticas, antes de dar comida a sus polluelos la predigieren. Si es un pez lo convertirán antes en su propio organismo en una virtual sopa de pescado. Algo bastante distinto que poner una hamburguesa en el "microondas". Las gaviotas argenteas tienen en el pico una senal roja que "se enciende" solamente cuando llegan al nido con comida. Sirve para que los pichones no picoteen al divino boton a padres de momento indigentes.

    Los elefantes usan sus misteriosos "radares" para hallar agua para sus crías. Marchan con ellas por los desiertos hasta localizar -nadie entiende como- fuentes bajo tierra que su instinto o memoría detectan. Tampoco para las osas rige aquello de que los hijos son una carga pesada. Ellas tienen un sistema de transporte peculiar: los cachorros viajan con la cabeza metida en la boca de la madre y el cuerpo colgando de las temibles fauces a medio abrir. Nunca hay un error de calculo ni un tropezón de la mamá que descabece a un osezno. Curiosamente, ciertos peces bocones también asumen el mismo riesgo con sus alevinos. Son metodos de traslado no tan distintos de los que usan otros animales. Una leona y una rata aferran con igual suavidad en sus mandíbulas el cuello del hijo. De allí, esa tierna y confiada regresión que hace que los gatos se inmovilicen docilmente al ser izados por la cerviz.

    No pocos son los animales que acarrean a sus crías sobre el lomo: lo hacen tanto los temibles escorpiones como ciertas variedades de ranas. Otros, los llevan colgando de la cola o en una bolsa como los marsupiales, pero nunca hay accidentes. Ni siquiera entre los monos: van simplemente aferrados al pelaje de madres que no les ahorran las piruetas más locas. Cuando ya sueltos ellos intenten las suyas, les curvaran las ramas a favor y hasta les ofrecerán su propio cuerpo como puente de una a otra.

    No se trata de abandonarlos ni de sobreprotegerlos, sino de educarlos, es otro lugar común que expresa un proposito más accesible para un padre manatí o hamster, que para los seres humanos. Hay que predicar con el ejemplo, es una joya más del codigo inefable que nos ha sido legado y que transgredimos cotidianamente. No viene mal recordar que los animales en realidad no educan. Simplemente, hacen que los pequeños imiten. Que los acompañen y busquen comida o agua, se escondan o huyan, segun vean actuar al padre o madre "modelo". Esta enseñanza directa no excluye el castigo cuando la actividad del pequeño lo pone en peligro a él o al grupo. En esos casos, hay dureza pero no descontrol y jamás ensañamiento.

    Pasan cosas lindas en una familia, es una expresión de no muy antiguo lanzamiento que ya suele connotar irónicamente. Sin embargo, esa ambivalencia no funcionaría en el caso de nuestros vecinos de distintas especies. Entre ellos también hay buenos y malos momentos, pero no dudas sobre la familia. Es muy probable que entre los animales no existan estos deberes y obligaciones, pero si existen de padres a hijos. Las crías son los que unen a los padres, al menos entre los animales.

    Cuánta ambición descontrolada, cuánta apetencia de poseer bienes materiales, qué pasión obcecada por alcanzar riquezas, poder! Nos hemos apartado tanto de la Naturaleza que lo natural nos parece extraño. Tenemos que llegar al convencimiento de que somos lo que realmente somos: parte de la estructura intrincada y equilibrada del mundo natural y no un simple conquistador que somete la naturaleza a su antojo, explotando meramente su riqueza.

    No hay escapatoria para nuestra interdependencia con la naturaleza; estamos entretejidos con la urdimbre más estrecha con la Tierra, el mar, el aire, las estaciones, los animales y todos los frutos de ella. Lo que afecta a uno afecta a todos; somos parte de un todo mayor: el cuerpo del planeta. Debemos amar y respetar su expresión múltiple, si queremos sobrevivir.

    Podemos tomar como ejemplo el caso de las grandes metrópolis. Las ciudades se han transformado en lugares completamente artificiales en donde las personas se amontonan de un modo increíble y en donde uno puede pasarse la vida sin pisar la tierra o sin sentarse bajo un árbol. No hace falta expresar que la ciudad es extraña para una criatura que ha evolucionado biológicamente, que vive, respira y transpira.

    Esto se debe a que el Homo sapiens vive cada vez más ajeno a las realidades primitivas: las rocas, el agua, el viento, los animales y las plantas. El problema es el hecho de que nos hemos rodeado de productos cada vez más extraños a nuestra propia creatividad. Debido a una tecnología cada vez más sofisticada, los seres humanos se están rodeando de un número creciente de elementos extraños. Nos despertamos por la mañana, accionamos un interruptor y de algún modo se enciende una luz, tiramos de la cadena y cae el agua, hacemos girar una llave y el coche arranca. Tanto en las cuestiones importantes como en nuestra vida cotidiana hemos ido haciéndonos cada vez más dependientes de cosas que sólo comprendemos vagamente. Al estar desvinculados de las cosas que hemos producido, nuestro comportamiento de unión con el mundo ha quedado gravemente dañado.

    Lo cierto es que nuestras ciudades padecen graves problemas entre la disparidad existente entre nuestras creaciones culturales y nuestras necesidades biológicas. Estos problemas se pueden resumir en: la explosión demográfica, falta de saneamiento urbano, falta de espacios verdes, medios de transportes inadecuados, contaminación del suelo, aire y aguas, pobreza, basura domiciliaria y residuos tóxicos, entre muchos otros.

    Si tomamos en cuenta la contaminación de aguas veremos que la mayor parte del agua que consumimos proviene de los mismos ríos o lagos en los que son vertidos los desechos industriales y domiciliarios. El agua potable que sale de la canilla requiere de un proceso muy caro y cada vez más complicado. Pareciera ser que en las ciudades siempre se pensó al agua como algo negativo, como algo inexistente, como el patio de atrás de la metrópolis.

    Hace 3 mil años las personas que habitaban el valle del Indo construían sus ciudades de acuerdo con un modelo regular en el que se preveian las alcantarillas y los desagues.

    Los romanos construyeron muchas ciudades de acuerdo con un modelo semejante, con un foro central, que era el lugar de reunión, cerca del que se encontraban los baños públicos y demás edificios.

    Después de la caída del Imperio Romano, los pueblos se fueron desarrollando cerca de las formaciones naturales. El planeamiento se relacionaba principalmente con la defensa de la ciudad. A medida que crecía la población, éstas se superpoblaban. Prácticamente no se preveían los sistemas de suministros de aguas ni los desagues. Por lo mismo, comenzaron a tener problemas con diferentes plagas.

    En el siglo XIX, con el nacimiento de la Revolución Industrial, sólo había cincuenta ciudades en todo el mundo con más de 100 mil habitantes. En 1985 ya había más de 1500 que tenían más de un millón de habitantes. Esto se debía a que la mayor innovación que trajo la Revolución Industrial fue las fábricas. Las casas se aglomeraban alrededor de ellas y se encontraban expuestas al hollín y al humo de las chimeneas. Las comodidades eran mínimas para la supervivencia humana.

    En la actualidad, las ciudades tienen que cumplir con funciones religiosas, intelectuales, militares, administrativas, turísticas, comerciales, industriales, sanitarias y deportivas.

    En las ciudades abundan las situaciones en las que se da un exceso de motivos -imágenes, olores, ruidos- insistentes, cambiantes y perturbadores que bombardean nuestros sentidos. Es probable que muchos de nosotros no nos hayamos dado cuenta del verdadero daño que ocasiona en nuestro sistema nervioso la diversidad de formas, colores y combinaciones de todo lo que diariamente incorporamos mediante nuestra retina. Observar un edificio de departamentos es impactante, peor aun si le agregamos los carteles publicitarios, los semáforos, los cables, los caños, los toldos, los pasacalles, los adornos, las vidrieras y los distintos tipos de luces con diferente intensidad. Como mariposas atraídas por la luz de la vela, nos sentimos atraídos por esos motivos. Estos factores producen cambios en las conductas como insomio, ansiedad e irritabilidad.

    Las características de las ciudades, su tamaño, su ruido, su constante ajetreo y su impersonalidad hacen complicadas las relaciones personales. Una persona se encuentra cada día con cientos de miles de semejantes casi todos desconocidos. Incluso cuando se hacen las presentaciones en una reunión social de amigos, la inmensa mayoría de los invitados tiene dificultades para recordar los nombres, a causa de que normalmente están tensos y preocupados.

    Uno de los modos de aliviar estos conflictos es mantener a los demás fuera de nuestra envoltura protectora. De hecho, es imposible conocer a todas las personas que se nos cruzan en las calles de la gran ciudad. No podemos saludar personalmente a todos los pasajeros de un colectivo lleno. No podemos abrirnos a la humanidad que florece en torno a nosotros, que rompe sobre nosotros como el mar sobre la roca. No podemos reaccionar de la manera profundamente humana para la cual nos había preparado la evolución biológica. Tenemos que mantener la distancia entre nosotros y los demás como un mecanismo de defensa, producto de la necesidad que nos ayuda a conservar el equilibrio de la conducta en un mundo inestable y caótico. Es por esta razón que nos rodeamos de una coraza de indiferencia, eludiendo silenciosamente a nuestros semejantes y evitando cuidadosamente reconocerlos como seres humanos. En cierto sentido, el ciudadano no es responsable de su conducta. Se ve obligado a actuar de ese modo por el carácter insano y agobiante de su entorno artificial.

    Es posible que ésta sea una observación trivial, pero de algún modo muy significativa. Todos los días nos encontramos con extraños y no sólo en la calle sino también en los abarrotados medios de transporte y en nuestras relaciones laborales y comerciales. Si visitáramos un pueblo que conservara su cultura primitiva en uno de los rincones del globo adonde aún no ha llegado la cultura moderna, la gente se mostraría asustada, agresiva o tremendamente interesada, pero nunca indiferente hacia nosotros.

    La Naturaleza ofrece a los seres vivos toda una gama de oportunidades para satisfacer sus necesidades: alimentarse, cobijarse, echar raíces, invernar. Sin embargo, una especie -animal o vegetal- nunca agota todas las posibilidades; sucede que a lo largo de la evolución cada especie se ha amoldado a determinadas condiciones de su medio ambiente. La especialización resultante está dirigida con tal exactitud a las particularidades del entorno, que cada una de las especies encaja perfectamente en un papel determinado por la Naturaleza. Podemos poner como ejemplo que en el ambiente natural los seres vivos, en algún momento de su vida, -si no siempre- necesitan un hogar, debido a que existen pocos lugares en nuestro planeta que tengan un clima tan benévolo y uniforme sin la necesidad de buscar un refugio.

    Los castores, antes de hacerlo, estudian bien la configuración del terreno, seleccionan un punto en el arroyo y empiezan a construir su dique. Para empezar, clavan estacas verticales en el lecho del río, luego ponen palos delgados atravesados y grandes cantos rodados para que se hundan; recogen barro de las orillas y lo amontonan en la construcción para unir las estacas, las hojas y los cantos rodados para darle consistencia al conjunto. Si se acaban los árboles adecuados en las cercanías, hacen canales hasta el arroyo y hacen bajar los troncos flotando desde más lejos. En las orillas del embalse o en una de las pequeñas islas que pueden formarse en su interior construyen su alojamiento: una gran cúpula de estacas, palos, ramas, juncos y barro, en cuyo interior se halla la cámara donde viven.

    El mantenimiento del dique requiere la atención constante de sus propietarios. Si llueve intensamente, deben agrandar los desagues para que el agua escape antes de reventar la presa. Y cuando deja de llover, pueden tener que reconstruirlos para evitar que el nivel del embalse baje demasiado y deje al descubierto la entrada de la vivienda. Muchas de estas construcciones duran décadas, si no siglos y las usan varias generaciones de castores.

    Entre los seres vivos el encuentro de dos animales produce un conflicto inmediato, sobre todo si se trata de un encuentro inesperado. La mayoría de los seres vivos han desarrollado diferentes medios para reducir este conflicto y para impedir alteraciones indebidas de su comportamiento normal. Cuando existe una asociación entre los individuos es conveniente indicarlo; por eso mismo se saludan los amigos.

    Muchos animales se saludan e intercambian señales de contacto destinadas a tranquilizar a los subordinados y apaciguar a los dominantes. Una bandada de gorriones al igual que una muchedumbre hace bastante ruido. Cada gorrión emite periódicamente un breve chillido que informa a los demás de su presencia y contribuye a mantener la distancia ideal entre los individuos. Es probable que sirva también para reducir la agresividad entre ellos informándoles de que todos son integrantes del grupo. Entre las ardillas y los perritos de las praderas, los extraños se olfatean la cara en una curiosa ceremonia de bienvenida. Los delfines parlotean entre ellos casi constantemente y los chimpancés extienden las manos.

    Dadas las desventajas que tiene la vida en la ciudad: por qué existe tanta gente que quiere vivir en ella? En la mayoría de los casos la razón no es una elección consciente, sino la búsqueda de un empleo, las comodidades y los factores económicos. También puede ser que uno haya nacido en la ciudad porque sus padres se instalaron allí, atraídos por algunas de estas ventajas.

    Vemos que todo organismo se halla en un equilibrio inestable, en el sentido de que, si bien tiende a mantener un equilibrio, éste no puede ser estático, total ni definitivo. El organismo tiende a mantener dicho equilibrio o a recuperarlo -si lo ha perdido- y las modificaciones que en él se producen para lograr dicha finalidad constituyen el comportamiento.

    De aquí se deduce que la conducta es funcional, es decir que todo comportamiento tiene una finalidad: la de revolver tensiones. Significa que el comportamiento implica siempre conflicto o ambivalencia. Estas conductas son tanto más trasmisibles, cuanto más sencillas son y más ligadas están al cuerpo y, tanto menos trasmisibles, cuanto más complejas y ligadas al aprendizaje.

    -Válvula de escape

    Si analizamos los conflictos, veremos que los animales de muchísimas especies combaten a sus semejantes y el hombre no es ninguna excepción, por el contrario, su historia es una mezcla de acciones violentas y apaciguadoras. Se debe señalar que el nivel de los conflictos depende de las condiciones ambientales: del biotopo, de la presión depredadora, del tipo de alimentación, de la propia dinámica de la población. Los animales y los seres humanos resuelven los conflictos a través de las siguientes conductas.

    1. Ritualización de la disputa: Animal: la instigación precede a la lucha y ésta se desarrolla como una especie de torneo. En casos extremos no se llegan a medir las fuerzas. Estudios comparados muestran que de ordinario los torneos derivan de las luchas agresivas.

    Hombre: similar a la existente entre los animales, pero filogenética y cultural al mismo tiempo. Las ritualizaciones filogenéticas determinan el comportamiento expresivo (amenaza) y desempeñan un gran papel en el conflicto intragrupal. Las normas culturales controlan el uso de las armas. Aplicable tanto al conflicto intragrupal como al intergrupal, aunque la ritualización del primero (la guerra) ha progresado menos. Las agresiones verbalizadas sustituyen la lucha corporal.

    2. Actitudes de sumisión: Animal: permite al perdedor finalizar el combate desconectando las señales que lo han provocado. Según el principio de la antítesis se pone en práctica la conducta contraria a la instigación, por ejemplo, el empequeñecimiento; los vertebrados superiores suelen emitir al mismo tiempo apelaciones al contacto que revisten básicamente la forma de señales infantiles.

    Hombre: desarrollados en parte de manera innata (enfadarse, llorar) y en parte producto de la cultura (rendirse). Las apelaciones pueden ser verbalizadas. La interrupción del contacto apartándose, abandonando temporalmente el grupo y rechazando el diálogo implican, por un lado, presagios claramente agresivos, y por el otro, contribuyen a evitar conflictos merced al simultáneo distanciamiento.

    3. Conclusión de la pelea por intervención de terceros: Animal: se observa en mamíferos superiores: individuos de rango elevado intimidan con amenazas a los contendientes. En algunas especies también los apaciguan recurriendo a rituales "amistosos" (saludo), que transforman el estado de ánimo activando sistemas de estímulos antagónicos a la agresión.

    Hombre: se observa en conflictos intragrupales y tambien en los intergrupales.

    4. Mediante la creación de una jerarquía social: Animal: la conducta de un miembro del grupo se torna predecible para todos los demás dentro del contexto social. Esto impide sin duda muchas fricciones.

    Hombre: la jerarquía desempeña en el mundo humano un papel similar al que ejerce entre los mamíferos sociales. Con frecuencia la agresividad se proyecta sobre chivos expiatorios o sobre minorías reforzando así la cohesión del grupo.

    5. Los comportamientos pacificadores y generadores de vínculos: Animal: los mamíferos sociales disponen de un repertorio de pautas de conducta que favorecen el contacto amistoso, derivadas en su mayoría del conjunto de señales madre-hijo; algunas proceden también de señales sexuales femeninas. Apaciguan y crean o fortalecen la vinculación amistosa entre los miembros del grupo.

    Hombre: similar a las existentes entre los animales, la ritualización cultural adopta la forma de apelaciones verbalizadas que en el fondo siguen siendo infantilismos verbalizados o acciones de socorro.

    6. Evitación de provocaciones: Animal: se pueden evitar los conflictos eludiendo las provocaciones o disimulando dentro del grupo las señales que desencadenan el combate.

    Hombre: similar a la de los animales es el ajuste de las condiciones de propiedad mediante el reparto.

    7. Restricción de la agresión: Animal: mediante el desarrollo de normas que impiden que un tercero perturbe la unión entre dos miembros del grupo; mediante el rapto o atracción del cónyuge de o la cría. También es posible evitar el conflicto.

    Hombre: similar al de los animales, las costumbres-válvula permiten desahogar la agresividad, sin que esto traiga consecuencias nocivas para el grupo. El nombramiento de una autoridad que administre justicia presupone el desarrollo de un estado de derecho que esconde las agresiones.

    Hasta aquí compartimos con los animales las adaptaciones filogenéticas referidas a los conflictos. Sin embargo, algunas de estas conductas han desaparecido o se encuentran bajo el manto de la cultura. Las próximas conductas son exclusivamente culturales y por lo tanto se pueden observar únicamente en el Homo sapiens como las formas de evitar o suprimir los conflictos basadas sobre el fenómeno de la ritualización cultural, mediante la verbalización. Esto es aplicable tanto a las luchas ritualizadas como a esa infinidad de costumbres que fortalecen un vínculo como es la educación conciente, la creación de un derecho civil o el esfuerzo por integrarse en grupos más amplios trascendiendo, el grupo familiar. He aquí algunos ejemplos.

    1. Se intenta frenar los conflictos intergrupales estableciendo vínculos matrimoniales: El parentesco por vía matrimonial salva las fronteras que separan los grupos. Es también uno de los métodos para mantener abiertos los canales de comunicación e integrar los grupos en unidades más amplias.
    2. Mantener abiertas las posibilidades de contacto, incluso entre las facciones enemistadas, mediante fiestas o permitiendo a determinadas personas moverse sin peligro como mediadores entre los bandos enemistados. Instituciones como la Cruz Roja o la ONU desempeñan la misma función en un estadio superior de civilización.
    3. Despertar la conciencia humanitaria y la integración política y económica son otras vías para prevenir los conflictos intergrupales. Aquí se utilizan los valores previamente desarrollados dentro de la familia, es decir se amplia el "ethos familiar". Se debe que incluir también la educación que implica el rechazo consciente de modelos agresivos.

    Las actidudes de valentía y coraje son directamente opuestas al impulso básico de huir del peligro. Los siguientes pares de palabras representan antagonismos semejantes a: odio-amor, malestar-gusto, egoísmo-altruismo, tristeza-alegría, dolor-placer, agresión- sumisión.

    Si tomamos como ejemplo la agresión veremos que el peor competidor de un animal es su semejante. Come lo mismo y precisa los mismos lugares para dormir y para criar, todo ello disponible sólo en cantidad limitada. Por lo tanto, la prosperidad de las poblaciones animales implica una distribución de sus miembros para evitar la superpoblación del territorio.

    Tanto en los animales como en el hombre la agresión conduce a la delimitación territorial de los grupos y a la formación de un orden jerárquico. Este tipo de agresión ha favorecido la difusión de los seres humanos por la Tierra. Cuando un pueblo más agresivo en la técnica del armamento arrinconaba a otro, el más debil se batía en retirada.

    La agresión del territorio no es el único tipo de agresión que existe. Podemos nombrar también la agresión de captura , contra otros enemigos depredadores y a la agresión psíquica.

    Analizando la agresión en el ser humano -desde una perspectiva psíquica–, podemos tomar como ejemplo la familiar, desde el punto de vista individual que es el primer paso y consiste en descubrir qué efecto posee sobre las emociones de un niño; es probable que las pautas establecidas durante la infancia se repitan durante toda la vida adulta en condiciones de súbita tensión.

    Se ha comprobado que la agresión es una de las conductas más destructivas en el niño, debido al estado de dependencia del niño ya que la agresión puede volcarse libremente contra las figuras familiares que la inspiran; este tipo de agresión es necesariamente oculta y aún el propio sujeto que agrede carece de conciencia con respecto al sentimiento que alienta.

    Si la intensidad sobrepasa cierto punto el efecto inmediato será una intensificación gradual de la aprehensión del niño y un sentimiento de suspicacia cada vez más intenso con respecto al mundo exterior, explicación fundamental de la disposición del niño a ver fantasmas en todos los rincones oscuros, ya que espera un ataque misterioso porque sus propios impulsos agresivos están frustrados y disimulados. Al inhibirse se desmoraliza y padece un sentimiento de culpa. En ocasiones se comporta como si él mismo fuera un animal peligroso, un monstruo.

    Mientras los seres humanos no logren entender las causas biológicas de los conflictos jamás encontrarán una solución a su violencia innata. Unicamente podrán esconder los conflictos bajo el manto de la cultura que lamentablemente cobre todas las actividades del Homo sapiens.

    -Orígenes de la personalidad

    En una posición intemedia se encuentra ese grupo de conductas que dependen de nuestra constitución física y mental, los cuales forman la personalidad, que pueden nombrarse como: la envidia, la melancolía, la inseguridad, la ansiedad, la depresión, la adicción, la violencia, la anomía, la frustración, la obseción, el aburrimiento, la mentira, el antagonismo, el retraimiento, la insensibilidad, la fidelidad, el optimismo, el igualitarismo, la tolerancia, la deslealtad, el pesimismo y la neurosis.

    Se expresa con frecuencia que estas conductas en el Homo sapiens no son innatas, sino aprendidas, imbuidas con la cultura. Los biológos evolucionistas, que estudian el comportamiento de los animales, y los genetistas no opinan lo mismo. Para ellos, en estás conductas existen una tendencia filogenética trasmitida hereditariamente. La cultura no hace más que repetir la evolución biológica, como un paso más en la espiral evolutiva.

    Si tomamos en cuenta a la mentira, veremos que está forma parte inexplicable de la personalidad del Homo sapiens, sirve de catalizador social y ayuda a la formación intelectual del niño desde los primeros estadios de su desarrollo, claro que es una estrategia evolutiva no exclusiva de los hombres.

    En un momento determinado del desarrollo infantil, el niño se da cuenta de que la sinceridad puede ser perjudicial. Por ejemplo, es mejor quedarse callado cuando la madre pregunta quién ha roto el jarrón de porcelana. Según algunas teorías psicoanalistas, la primera mentira del chico, si tiene éxito, marca la experiencia inicial de que sus padres no lo saben todo y de que él es una persona con voluntad individual capaz de resolver las cosas. Así es como las habilidades humanas fundamentales como la independencia, el talento intelectual o la capacidad de planear un futuro, pueden ser empleadas por el niño, entre otras cosas para mentir, por lo que el engaño es un resultado natural del desarrollo intelectual del menor. Si un chico no recibiera esas habilidades, no maduraría.

    Imagínense un mundo en el que nunca pudiéramos mentir. Un mundo en el que fuera imposible disimular un error delante de nuestros jefes, magnificar nuestras virtudes ante la persona amada, buscar excusas para justificar un olvido, recurrir al eufemismo, obviar calificativos que sabemos son dañinos para el prójimo, mantener un secreto, eludir las comprometedoras preguntas de los hijos… Un mundo, en fin, en el que todos dijéramos realmente lo que pensamos de los demás.

    La mentira tiene mil caras. Sólo piense en la cantidad de formas distintas que podemos llegar a utilzar durante el día: exageración, confabulación, invento, verdad a medias, fabulación, desinformación, distorsión, falsificación, cuento, fraude, mala interpretación, manipulación, evasión, simulación, subterfugio, tergiversación, perfidia, coartada, confusión, camuflaje… La lista podría ser interminable.

    Parece ser que la mentira está mucho más presente en nuestra conducta de lo que pensamos. Para los biológos evolucionistas presentar información falsa es una estrategia natural más de la comunicación. Los científicos consideran que la mentira en el mundo animal es instintiva y puede dividirse en cuatro categorías.

    1. Apariencia: Cambios evolutivos involuntarios que modifican el aspecto externos de los organismos. Por ejemplo, las mariposas que cambian de color para confundirse con el entorno.
    2. Simulación: Algunas aves, por ejemplo, simulan tener rota un ala para librarse del depredador. Se trata de engaños involuntarios, peros sus efectos no son permanentes y requeiren de un estímulo exterior.
    3. Engaño voluntario: En este caso, el animal sabe que puede optar por el engaño o no y elige mentir. Es el ejemplo de algunos perror que fingen estar heridos o tristes para llamar la atención.
    4. Engaño premeditado: Es el nivel superior de mentira animal. Se trata de embustes que tienen un fin no egoísta. Por ejemplo, advertir a un individuo de la misma especie o de otra de un peligro.

    La presencia de un cerebro y un sistema nervioso le da a los animales la posibilidad para reaccionar a estímulos externos para desarrollar hábitos y asociaciones. Estas cualidades parecen variar un poco según los individuos y las especies. De esta forma algunas personas son por su constitución más inteligentes que otras, tienen percepciones más precisas, desarrollan hábitos más faciles y rápidamente o son más nerviosas y excitables. Estas diferencias son probablemente genéticas.

    La personalidad del individuo se edifica en base a las interrelaciones que se establecen entre los factores genéticos y los ambientales. Los unos se edifican sobre los otros. Sin embargo, en los seres humanos todos estos comportamientos toman sus rasgos de la cultura: las películas, los libros, los medios de comunicación, la familia y el entorno cultural.

    Nuestra cultura de la violencia se ve reflejada cotidianamente. Se trabaja violentamente y se busca la diversión agresiva. El tecnificado hombre de hoy busca diversiones presididas por la agitación y el ruido.

    A los niños actuales nunca se les dice que no y en ese consentimiento creen que siempre pueden ir más allá, hasta satisfacer todos sus deseos. El odio infantil se genera en el ambiente que los rodea, la familia en la que se crían o en el barrio insalubre en el que tienen que desarrollar su convivencia.

    Así, la agresividad del hombre aumenta porque vive excitado, a veces enajenado, bajo los efectos de una constante irritación. La sociedad lo obliga, como en ningún otro momento de la historia, a competir con saña para no convertirse en un marginado.

    Estas conductas coincide con el de toda la sociedad, en la que rige un alto coeficiente de deteriodo social y en donde el ser humano es un objeto descartable.

    La conducta sólo puede ser comprendida en función de un contexto. Para poder comprender y controlar el comportamiento de un animal debemos considerar todos los motivos externos e internos, todas las actitudes latentes y otras formas de organización en el individuo. La reacción orgánica puede considarse como una disposición a una acción. Le sirve también de guía hacia su objetivo puesto que le ayuda a mantenerse en el curso de su conducta hasta que se produce una respuesta final. Esta disposición a actuar no sólo sirve de agente cooperador de los músculos del esqueleto para ejecutar la conducta intencional, sino también sirve para controlar el funcionamiento de los músculos lisos y de las glándulas. El organismo responde como un solo ente.

    -El filamento de la vida

    Cuando una industria crea otra similar a ella, por ejemplo una fábrica de chocolate funda otra fábrica de chocolate se precisa una enorme cantidad de órdenes determinadas, dadas a los arquitectos, a los albañiles, a todo tipo de proveedores. En definitiva, órdenes, puesto que deben obtenerse permisos y lograrse créditos bancarios, algo que en realidad no son órdenes sino instrucciones. Estas instrucciones son llevadas a cabo por un código que, en la naturaleza, debe cumplir con dos funciones: Por un lado tiene que estar constituido de tal modo que el grupo de moléculas por el dirigido pudiese lograr energía y materia del entorno e incorporarlas al organimos. Por el otro, que produzca la división, ya que cada uno de los nuevos individuos aparecidos debe disponer de estas instrucciones para ser completo y poder reproducirse a su vez. Este aspecto es llevado a cabo por los genes, fragmentos de ADN que conforman cada organismo. También le debemos buena parte de nuestras conductas. Cuando nos arrebata el amor o el odio, el altruísmo o el egoísmo, éste filamento tiene su importancia. Es importante entender que los genes sólo fabrican proteínas y nos dictan comportamientos. De éstos se encarga el cerebro. Ahora bien, una mutación genética puede alterar la conducta.

    Que es el ADN? Es un filamento que se organiza formando cromosomas. Esta extensa molécula tiene forma helicoidal que elaboran moléculas en cada espiral y parejas de moléculas eslabonadas entre sí, desde una hélice a la otra, produciendo una estructura muy semejante a la de una escalera de caracol. Cada bloque de construcción del ADN recibe el nombre de nucleotido. Existen cuatro tipos distintos de ellos, de acuerdo a sus diferentes bases nitrogenadas: la adenina (A), la guanina (G), la citosina (C) y la timina (T). Esta última se sustituye por el uracilo (U) en los virus de ARN. Del orden en que estén colacadas en los peldaños de la escalera enrollada del ADN depende todo, desde que los humanos tengamos uñas hasta que los árboles queden desnudos. Como la vida no solo nace, sino que tiene que mantenerse y desarrollarse, para lo cual necesita energía. Todos la obtienen mediante el mismo mecanismo. Es cierto que los combustibles son diferentes: en los animales proviene de la alimentación, mientras que los en vegetales la toman del sol. Cualquiera sea la fuente, en todos los organismos acaba por convertirse en la misma molécula: el adenosín trifosfato (ATP), molécula formada por una base (adenina), un azúcar (ribosa) y tres grupos de fosfatos. La rotura del enlace entre dos unidades de fosfato libera energía, utilizada para fines muy diferentes. Una planta como la Symplocarpus que nace bajo la nieve la transforma en calor para derretir el hielo. Un animal como el pez linterna la transforma en luz mediante unas bacterias bioluminiscentes que tiene bajo sus ojos. Un mamífero como el ser humano la utiliza para contraer sus músculos. El ADN dará origen a un proceso de metabolismo rudimentario que va a provocar las funciones de autoconservación, autorreproducción y autorregulación que originan la vida.

    Los antepasados de los animales, hace 500 millones de años, eran criaturas con forma de gusanos que vivían en el fondo marino; entre sus descendientes podemos incluir los erizos de mar, tiburones, cocodrilos, aves, perros y al mismísimo ser humano.

    La evolución es el proceso de cambio de los seres vivos en el curso de las generaciones. El proceso evolutivo implica un cambio gradual, tanto en el genotipo como en el fenotipo de los organismos.

    El genotipo son los cambios que se producen en su dotación genética; por ejemplo las familias guardan a menudo características distintivas que han sido transmitidas de abuelos a padres y de padres a hijos. Algunos de estos cambios, como el grupo sanguíneo, se deben a la asociación de un solo gen, pero la mayoría son resultado de los efectos combinados de varios genes. El color de la piel o de los ojos, la longitud de las extremidades son producto de formas alternadas de un gen. Pero si genes "modificadores" también se hallan presentes, el gen original se altera para producir una de sus muchas modificaciones. Cuando intentamos apreciar las diferencias en la conducta nos enfrentamos con un problema mucho más difícil de tratar. Esto se debe a que la mayor parte de la conducta heredada es propablemente el resultado de la acción conjunta de varios genes y no uno solo. Si tomamos como ejemplo la espontaneidad, veremos que está es la caraterística más importante de la vida: el ser vivo actúa por sí mismo y para sí mismo, con vistas a perfeccionar o salvaguardar su unidad. Cuando el ser humano realiza un acto voluntario, después de haber reflexionado y sin que opere una causa exterior a nosotros, ese acto es espontáneo. La espontaneidad no se destruye por una excitación exterior de la que no depende el acto realizado. El estrépito del despertador es la causa de que nos despertemos, pero el hecho de que nos levantemos inmediatamente no depende para nada de él.

    Este comportamiento podrá observarse si ejercemos sobre un ser vivo (animal) una acción que tienda a destruirlo o a disminuirlo, la reacción se hace más clara y se puede distinguir fácilmente en ella el efecto motivo. Una quemadura de algo no viviente afectará únicamente de manera indirecta a las partes que no entran en contacto con el hierro candente. Gracias a la espontaneidad, el ser vivo conciente o inconscientemente, intentará alejarse de la quemazón.

    El mejor medio de discernir la espontaneidad del ser vivo será dañándolo; en lugar de espontaneidad, la biología habla de irritabilidad. El ser vivo es irritable porque es espontáneo y es en la irritabilidad donde aparece con nitidez la espontaneidad. La irritabilidad es propia del ser vivo, ya que supone unidad y dinamismo, al mismo tiempo que una cierta conciencia de sí y de la utilidad de la fuga.

    El fenotipo son los cambios en sus caracteres aparentes, tanto morfológicos como fisiológicos y de comportamiento. Utilizaremos el siguiente ejemplo: si una persona obesa y una persona delgada, de la misma edad e igual estado general de salud naufragan en el Atlántico Sur, la obesa tendría mejores probabilidades de volver a tierra firme. Existen dos razones para ello: por un lado, que la grasa es un magnífico aislante del frío, como lo atestiguan el cuerpo de las ballenas, focas y el de los propios obesos, y, por ser la grasa más ligera que el agua, la ayudaría a mantenerse a flote.

    Dentro de las conductas podemos tomar como ejemplo el caso de las conductas entre hermanos, la tendencia a la pobreza, las enfermedades maníaco depresivas, el alcoholismo, la religión, el rubor, el dolor, el placer, etc. Las claves biológicas y psicológicas de la sorprendente diversidad de comportamientos humanos constituyen uno de los asuntos más espinosos que le queda por resolver a la ciencia moderna.

    Psicológos, psiquiatras y biológos evolucionistas han comprobado que el orden en el que nacemos dentro de la familia tiene muchima importancia. Entre sus conclusiones se destaca que los primogénitos tienden a ser conservadores y autoritarios; los que continuan muestran una mayor apertura de mente, rebeldía y propensión a enrolarse en causas historícas radicales.

    Pedro García es un ingeniero aeronáutico de 35 años de edad. Está casado y tiene dos niñas preciosas. Quienes lo conocen aseguran que es una persona tranquila, sensata, hogareña y fiel a su esposa y amigos. Su pasión, aparte de la lectura y los trenes eléctricos, es disfrutar con sus hijas del poco tiempo libre que le deja su trabajo.

    Pablo es el hermano menor de Pedro, arquitecto de profesión. Se define como una persona extrovertida, despistada y noctámbula. Jamás ha podido mantener una relación estable con una mujer, aunque el sexo femenino siempre ha estado presente en su vida. Los viajes a países exóticos y los coches deportivos son sus pasatiempos preferidos.

    Esto sucede porque la personalidad de los primogénitos refleja su posición familiar. Acostumbrados a capturar desde el principio de sus vidas toda la atención parental, los primogénitos desean conservar a toda costa sus privilegios. Ante el advenimiento de los usurpadores tienden a identificarse con los padres. Los hijos que llegan después del primero son más cooperativos y populares además de mostrar una inclinación marcada por las nuevas experiencias y por las actividades altruistas.

    Si Pedro fuera un campañol de la pradera -roedor parecido a un ratón, que vive en galerías subterráneas- y Pablo fuese un campañol de montaña, los científicos podrían explicar, en parte, por qué estos hermanos muestran caracteres tan dispares.

    Los campañoles de la pradera, que habitan las tierras bajas del medio oeste de Estados Unidos, son monógamos y colman de atenciones a la prole. Generalmente, las parejas de roedores reúnen varias camadas en guarderías comunitarias para una mejor atención.

    Por el contrario, los campañoles de la montaña son promiscuos, ariscos y poco sociables. Viven en madrigueras individuales y los pequeños abandonan el hogar paterno con una premura inusual.

    Recientemente se ha descubierto que las notables diferencias en el comportamiento familiar de estas dos especies de campañol podrían deberse a un gen.

    Si nos referimos exclusivamente a la personalidad, se han encontrado cinco elementos determinantes que se heredan genéticamente.

    1. Extraversión-Introversión: Orientación de la persona hacia el mundo externo o interno . El extravertido es sociable, optimista y amigo de las bromas, mientras que el introvertido se muestra tranquilo, aislado y pesimista.
    2. Neurosis-Estabilidad emocional: Los individuos neuróticos en alto grado son emocionalmente inestables e irritables. La estabilidad emocional equivale a sosiego y tranquilidad de ánimo, aunque puede transformarse en indiferencia y frialdad afectiva.
    3. Autoritarismo-Escrupulosidad: Los autoritarios suelen ser impulsivos, irresponsables, descuidados e informales. Los escrupulosos son organizados, responsables, prácticos y serios.
    4. Agresión-Amabilidad: Las personas con un alto grado de agresividad tienen un carácter frío, peleador y son rencorosas y poco amistosas. Por su parte, los individuos agradables son simpáticos, cálidos, nobles y nada rencorosas.
    5. Independencia-Dependencia: La gente independiente tiene un pensamiento predominantemente analítico, crítico y abstracto. En cambio, los dependientes poseen un tipo de pensamiento global, concreto y sintético.

    Se puede notar que los hijos heredan de la personalidad de uno de los padres bastante más que de su aprendizaje; esta transmisión de la información va mucho más lejos de lo evidente: una simple perturbación en el contacto padres-cría tiene efectos que se pueden observar; varias generaciones después!

    Aparentemente la evolución es el cambio que experimenta el fenotipo con el paso de las generaciones. Pero el cambio fenotípico no tiene consecuencias evolutivas a no ser que esté sustentando en un cambio genotipico, dado que sólo el genotipo es transmitido a las generaciones siguientes. Los caractéres adquiridos no se heredan. En sentido estricto, la evolución es el cambio genotípico y la historia de la evolución se determina por la secuencia de éstos que han existido a través del tiempo.

    La diferencia entre genotipo y fenotipo puede formularse como una dicotomía entre información y conformación. El genotipo de la información es la serie de instrucciones que se transmiten de una generación a la otra. El fenotipo de la conformación o configuración es el que hace realidad el proyecto general genético en un conjunto dado por circunstancias ambientales. Al formular tal diferencia en términos de información frente a la conformación, se pone de manifiesto una propiedad muy importante del genotipo: no sólo transmite información ontogenética, sino que almacena información evolutiva; contiene las instrucciones que dirigen el desarrollo del individuo, pero también contiene un registro de su historia evolutiva. La conformación del organismo refleja asimismo su historia pasada, si bien este reflejo queda enmascarado por las interacciones con el medio ambiente y no admite una cuantificación precisa. Por el contrario, la información contenida en él no se ve afectada por las interacciones del desarrollo porque es fácilmente cuantificable y permite comparar incluso organismo muy diversos.

    El genotipo impone los límites, pero concede cierto margen. Esto es un hecho muy importante. El individuo no queda determinado hereditariamente hasta en sus más íntimos detalles, sino que se le permite un margen de variabilidad. De esta forma puede adaptarse ciñéndose individualmente a las condiciones de su entorno particular.

    Surge aquí la pregunta: son las modificaciones hereritarias? Por ser modificaciones individuales de los organismos a su entorno no son hereritarias. Este es el caso de los chinos que durante cientos de años han vendado los pies de sus hijas para impedir su crecimiento, causando deformación; sin embargo, las niñas chinas han seguido naciendo con los pies normales. Lo mismo sucede con las conductas. Si uno de los padres no se sintió seguro cuando niño y se volvió receloso y desconfiado de los demás, temeroso de conductas simples como volar o manejar un auto o incapaz de relajarse o dormir adecuadamente, su hijo probablemente sea susceptible a este mismo tipo de ansiedad. Una mujer de mucho éxito en su trabajo como guionista de películas tenía tan internalizado el miedo a la vida que padecía su madre que constantemente pensaba en los inminentes desastres que se producirían por cualquier decisión que pudiera tomar. Carecía de toda espontaneidad y sentía terror ante los riesgos más pequeños. Llegó a desarrollar intrincadas conductas perfeccionistas para mantener a raya a la conducta aprendida. Y su propia autoestima continuó siendo algo inaccesible hasta que pudo reconocer su enojo por las imperfecciones de su madre. Estas conductas son sólo adquirida por medio del aprendizaje entre los seres humanos.

    Así como los caracteres morfológicos, fisiológicos y de comportamiento de los organismos vivos son heredables, merced a la estabilidad del medio ambiente durante su desarrollo, los de la cultura también son heredables por aprendizaje. Se pueden imitar, plagiar o enseñar.

    En cambio las mutaciones en combinación con el fenómeno de la selección natural permite la adaptación de toda la especie y se transmiten hereditariamente.

    La diversidad es un hecho característico del mundo viviente. La fuente de esa diversidad es el proceso evolutivo; no avanza hacia un determinado lugar sino que trabaja de una manera oportunista, buscando siempre un equilibrio perfecto entre los seres vivos y su ambiente. Esta tendencia se ha desarrollado mediante las continuas apariciones de mutuaciones que son escogidas por la seleción natural.

    Los principales factores evolutivos se basan en las mutaciones y las correspondientes recombinaciones, las elección natural, la interrupción o el aislamiento del flujo genético y la deriva genética. Las mutaciones cromosómicas y genéticas son la base de un continuo cambio del patrimonio genético. Este intercambio permite una adaptación activa de los seres vivos al medio en los cuales se desarrollan, lo que constituye -a lo largo del tiempo- el proceso evolutivo.

    Si bien la evolución cultural, no es en absoluto evolución en el sentido biológico, es, sin duda, análoga en su mecanismo. Podemos heredar las conductas adquiridas de nuestros antepasados. En otros tiempos, la trigonometría era el remate de la educación universitaria en matemática; hoy día, la trigonometría ya se enseña en la escuela y es un requisito previo para el acceso a la universidad. Culturalmente, hemos heredado el saber adquirido de otros.

    A que llamamos mutación? Es un cambio de uno o más de los cuatro nucleotidos que constituyen los eslabones del ADN. Un cambio en un eslabón significa un cambio en una letra del mensaje del ADN. El ARN mensajero copiado de este ADN, también presentará dicho cambio y lo leerá de manera diferente a la maquinaria de formar proteínas. El resultado será una proteína alterada, un eslabón de la cadena -un aminoácido- que será distinto y consecuentemente cambiará la función de la proteína.

    Las mutaciones presentan una característica muy importante: son copiadas como se copia el ADN. Antes de la división celular, una enzima copia el ADN, nucleotido por nucleotido, hasta que se origina una copia completamente nueva de los genes, de modo que la mutación en el ADN se copiará a menudo, se perpetuará el error y se propagará a todas las siguientes generaciones de células que contengan aquel ADN. Las mutaciones de un gen determinado afectan generalmente a un conjunto de caracteres -el color de los ojos- pero es imposible predecir como será el nuevo gen que surja a partir de la mutación. A partir de un gen original pueden darse varias mutaciones con cierta frecuencia, que se mantiene constante para cada una.

    El caso más significativo de una mutación es el de la Biston Betularia. Este pequeño insecto que vive en extensas zonas de Gran Bretaña, donde es conocida por la mariposa del abedul. Normalmente y durante siglos tuvo un color blanquecino salpicado de pequeñas manchas oscuras que le servía como camuflaje cuando se posaba en la clara corteza del abedul. Esporádicamente y debido a ciertas mutaciones aparecían algunas de estas mariposas de color negro; extrañamente pronto desaparecían ya que su color las hacía destacar sobre los árboles, convitiéndolas en fáciles presas para algunos pájaros que se alimentaban de ellas.

    La llegada de la Era Industrial cambió la situación. El humo del carbón recubrió la corteza de los abedules; en estas circunstancias, eran las mariposas blancas las que se destacaban sobre ellos, mientras que las oscuras pasaban prácticamente inadvertidas. En pocos años, casi todas las poblaciones de mariposas del abedul eran de color negro, ya que por selección natural era este tipo el que mejor podía sobrevivir, mientras que el número de mariposas blancas descendió de modo espectacular.

    Las medidas anticontaminación y la progresiva sustitución del carbón han devuelto al medio rural británico su antiguo carácter; de nuevo los investigadores pueden comprobar como la situación ha cambiado y en las poblaciones de Biston betularia vuelve a predominar su característico color blanco, quedando reducida la población de mariposas negras a una proporción similar a la que existía, cuando comenzó la Era Industrial y se produjo el anterior proceso de adaptación.

    Una mutación en la conducta es el caso de los leopardos en época de reproducción. En las zonas tropicales de Africa y la India el acoplamiento y el parto pueden producirse en cualquier época del año. En cambio, en aquellos países donde las estaciones están más diferenciadas la reproducción es claramente estacional; en Manchuria y en el Extremo Oriente ruso, el período de cortejo se inicia en enero o febrero.

    En las conductas aprendidas de otros observamos que al igual que los materiales génicos, la cultura también es mutable, a veces provocada por errores, aunque también debido a descubrimientos, inventos o planificaciones deliberadas. Por ejemplo: El amor ha cambiado a lo largo de toda la evolución humana, generación tras generación. En la actualidad las mujeres busca sobre todo un reconocimiento aunque más no sea mediante la autoestima, ya que a través de ella suelen tomar conciencia de la estima que se tienen de sí mismas. Exigen derechos a ser reconocidas, a ser queridas, a tener seguridad, a gozar de compañía. De este modo buscan desarrollarse como personas.

    Si se tuviera la oportunidad de viajar a través del tiempo y nos pudiéramos trasladar a la época de nuestros abuelos veríamos que sus historias amorosas sonarían más a leyenda que a realidad. La frase de cabecera de nuestras abuelas sería "me dio un beso recién a los quince días de casarnos". En esa época reinaba la idea del amor eterno y sin condiciones. El romanticismo de aquella época reflejó ideas tales como "sin ti no soy nada" o "tú eres mis ojos y mi razón de vivir". El individuo se subordinaba a la familia. Por aquel entonces el sexo era patrimonio de los hombres, que (como aún se los escucha comentar) sabían distinguir entre el sexo y el amor. Con el paso del tiempo, los jóvenes de ambos sexos se rebelaron contra aquellas costumbres hipócritas.

    Se debe buscar las causas de este comportamiento en la cultura. Cuando no estamos haciendo el amor solemos estar preparándonos para hacerlo. Hombres y mujeres compran ropa para atraer al otro sexo, coches para impresionarles, alimentos para provocarlos y un sinfin de servicios ofrecen sexo cotidianamente.

    Podemos estar seguros que las mutaciones por sí solas producirían un tremendo caos de formas vivientes. Las mutaciones, los entrecruzamientos, las recombinaciones y la deriva genética se limitan a suministrar materiales produciendo una serie de variaciones genéticas sin orden ni propósito, movidos por el azar. Pero ni una sola de las innumerables formas que los seres vivos construyen a partir de este material puede pasar a formar parte del proceso de evolución sin ser previamente controlada: la selección natural examina, prueba, filtra y favorece o rechaza. Incansablemente somete a todas las formas antiguas y nuevas a un continuo "examen de aptitud", "calificándolas" según la ley impuesta por el medio ambiente. A largo plazo, la selección natural no deja absolutamente nada librado al azar. La selección natural se encarga de establecer las prioridades y de ordenar y organizar todo ese proceso que se denomina "evolución".

    Los cambios y la función éstan subordinados a cambios genéticos; la evolución biológica tiene lugar porque el material hereritario, el ADN, puede cambiar de generación en generación. Los genes son segmentos de ADN, unidades de información que interactuando con las condiciones ambientales determinan cómo serán los organismos haciendo que un ser humano se parezca a sus progenitores y que tenga aun menos similitudes con una rana o una ballena. Los genes son como pequeños paquetes de información heredada y cada uno de ellos gobierna un rasgo particular de un organismo.

    Como dice la consigna contra el racismo: "somos iguales, somos diferente". Esta frase aplicada a la vida en la tierra significa que la naturaleza ha encontrado la cuadratura del círculo; es capaz de combinar muy pocos elementos consiguiendo una gigantesta diversidad.

    -Evolución biológica y del comportamiento

    El código de instrucciones de todos los seres vivientes es por consiguiente un filamento más o menos largo del que parten determinados efectos e instrucciones. Tiene dos funciones: construir la estructura corporal y provocar su duplicación para poder multiplicarse. Le debemos también buena parte de nuestra parte psíquica. Cuando nos arrebata el amor o el odio, la alegría o la tristeza, el egoísmo o el altruísmo, así como las bases del aprendizaje, este filamento es, en última instancia, el responsable no sólo del "ajuste grueso" de lo genético sino también del "ajuste fino" de la conducta.

    Al principio de la evolución, que tuvo sus orígenes en el mar, se fueron acumulando compuestos orgánicos denominados aminoácidos, base de la formación de las moléculas de proteína. Se considera que estas moléculas combinadas fueron reuniéndose hasta formar otras de gran tamaño y más complejas: polisacaridos, lípidos, ácidos nucléicos. Estos últimos fueron la clave de la vida. En este mar primigenio existía suficiente material de construcción. Los símbolos activos de la estructura simplemente lo atraparon y construyeron con el cuerpos vivientes. Más tarde, cuando este material de construcción comenzó a escasear, los organismos debían estar construidos de tal modo que pudiesen obtener ese material de construcción, compuesto de energía y materia. Aquellos que lo consiguieron se reprodujeron; los demás desaparecieron. Sólo lo apto podía reproducirse. Los filamentos se hicieron más largos y las estructuras que formaban aumentaron de tamaño, complegidad, eficacia y variación.

    Poco a poco fue apareciendo la célula que sería el producto de la asociación simbiótica de entidades autónomas que compartirían un ambiente en común y contribuirían a mantener en el tiempo ese medio protector y nutritivo, una unidad de vida mucho más organizada y cuyo mecanismo de division sería más familiar. Estas células se autoduplicaban libremente, igual que las formas vivientes más simples. En esta época, todo lo vivo era sexualmente neutro y se multiplicaba por segmentación. También en los seres pluricelulares funcionaba este sistema de reproducción. Si a una hidra o polipo hidrozoo le cortamos un tentáculo, de la herida surgirán varios. Y también del miembro seccionado nacerá un animal completo. Las células se organizan para formar organismos. Una bacteria o una levadura es un organismo, pues la única célula que posee es capaz de realizar todas las funciones de la vida. Pero muchos otros organismos, los pluricelulares, están formados por gran cantidad de células: el cuerpo humano, por ejemplo, consta de 60 billones. Las células de los organismos multicelulares están organizadas en grupos que trabajan coordinadamente y desempeñan funciones especializadas, recibiendo el nombre de órganos. Todo cuerpo es una comunidad de órganos -cerebro, corazón, pulmones, hígado, riñones, músculos, huesos, piel y glándulas endocrinas- que actúan conjuntamente en una armonía finamente regulada.

    Cada uno de los órganos está formado por numerosos grupos de células, con sus rasgos peculiares. Las células cerebrales, largas y filamentosas, se dedican a la conducción de estímulos eléctricos; las células epiteliales, flexibles y elásticas, actuan como una cubierta protectora; las células óseas acumulan a su alrededor fosfato de calcio para adquirir rigidez. Como las abejas obreras o las hormigas soldado a las células especializadas se les confía la realización de un número limitado de funciones en servicio de un todo mayor.

    Cuando la célula se divide, también lo hace el código genético de instrucciones, por lo cual éste se mantiene inalterado. El material genético no sólo construye estructuras celulares sino que forma asimismo materiales que bloquean partes de su propio sistema de instrucciones. En las células del hígado están activas solo aquellas partes del código genético que son necesarias para la producción de células hepáticas. En la célula muscular están activas sólo aquellas que son necesaria para la formación y el mantenimiento de los músculos.

    Todo ser vivo, desde el más simple al más complicado, ha estado o está constituido por una sola célula capaz de dividirse para producir más copias de sí misma. En esta afirmación se incluye a los seres vivos superiores formados por muchas células, que deben fabricar células simples (óvulos y espermatozoides) cuando han de realizar copias de sí mismas. La mayor diferencia entre las células de los distintos organismos se encuentra en el código de intrucciones que contienen y que instruye a su maquinaria interna para realizar una bacteria, un mosquito, una rana o un hombre.

    Dentro del propio código genético encontramos unas sustancias inhibidoras, llamadas "represoras", que sirven para imponerse a sí mismo límites. Este avance posibilitó su adaptación estructural a diferentes funciones. Solo de este modo pudieron surgir las colonias celulares con división del trabajo: peces, crustáceos, marmotas, chimpancés y seres humanos.

    El mecanismo de reproducción del organismo unicelular no cambió en absoluto. En el cuerpo pluricelular sólo algunas de las células se encargan de la función reproductora, formando nuevas colonias en las que los "represores" se ocupan de que unas determinadas células formen el pulmón, los músculos o el cerebro.

    De todos modos la cosa no es tan sencilla. Primero, las células germinales deben estar bien provistas de energía y materia para poder generar de esta manera nuevas colonias. Segundo, este proceso no debe ser pertubado por el entorno. Con un desarrollo carente de meta alguna, como es la evolución, se llevaron a la práctica todas las posibilidades imaginables: células germinales que, dotadas de su correspondiente material de construcción, son lanzadas al agua y dejadas a su propia suerte. Células germinales que crean en el cuerpo de la madre un individuo nuevo que un día se separa de ella. Células germinales que llevan a cabo su labor en el interior del cuerpo materno, del que el descendiente desarrollado sale a través de un orificio al mundo exterior y alcanzando su vida independiente. Células germinales que forman primero una larva, capaz ya de alimentarse por sí misma y que luego, poco a poco, generalmente recorriendo innumerables estadios intermedios, adopta una forma completamente distinta. Cuando ha atesorado suficiente materia y energía se transforma en pupa y, protegida dentro del capullo, hace una completa revisión de las sustancias inhibidoras del código genético, apareciendo una forma completamente nueva. Los códigos de instrucciones contenidos en las células de la oruga y en las de la mariposa que surge de ella son exactamente los mismos, pero las sustancias inhibidoras han cambiado, por lo que cada célula ha recibido instrucciones nuevas.

    La evolución del huevo que conducirá irremediablemente al ser humano, es una célula germinal dotada de una cantidad importante de material constructivo y de combustible en forma de vitelo y provista para su protección de una cubierta dura. La multiplicación de huevos está extendida de modo universal en todos los descendientes actuales de formas primitivas de animales, como los gusanos. Cabe suponer que nuestros antepasados primitivos llegaron rápidamente a esta forma de reproducción.

    La célula germinal, dotada de todo lo necesario, es lanzada bien empaquetada o simplemente dejada a su suerte. Dichos huevos son un alimento concentrado de alto valor nutritivo, muy bien recibido por otros animales. Por consiguiente, el proceso sólo será eficaz si se producen y se diseminan grandes cantidades de esos huevos. Si su número es del orden de los 100 mil siempre queda la posibilidad de que 100 o 200 no resulten devorados y a partir de cada uno de ellos pueda desarrollarse un individuo apto para la vida. Claro que sería mejor si la tasa de pérdidas fuera más reducida, ya que los individuos jóvenes recién nacidos son presa fácil y su número experimenta un nuevo descenso antes de llegar a ser lo suficientemente grandes como para poder generar ellos mismos descendencia; qué variaciones tuvieron que producirse en el material genético para que el proceso de la reproducción diese lugar a una gran cantidad de células germinales empaquetadas en huevos, que pudiesen llevar a cabo sin ser perturbadas su difícil y paciente labor de construcción? La respuesta la hayaremos en los códigos correspondientes a su conducta. Si un animal vive es gracias a su comportamiento, que es el medio por el cual se adapta a los acontecimientos acaecidos en su ambiente. Esta adaptación le permite realizar sus actividades vitales, tales como la búsqueda de alimento, el apareamiento y la reproducción. Así mismo lo especializa para evitar los extremos climatológicos en su medio ambiente y para seleccionar las condiciones más favorables dentro de la gama que se halla a su disposición.

    Si los huevos se esconden durante la puesta en un lugar seguro de tal modo que los ladrones no puedan olerlos o encontrarlos, supone una ventaja indiscutible. Esto significa en la práctica que el código genético tuvo que desarrollarse de tal manera que las células del cerebro dieron instrucciones que conduzcan a un comportamiento muy determinado. El código de instrucciones contenido en el núcleo de la célula construye una nueva serie de instrucciones, útil no sólo para la puesta de huevos sino prácticamente para cualquier actividad con un determinado objetivo, en especial para la búsqueda de presas y la defensa contra los enemigos. Las instrucciones del sistema nervioso central son de gran importancia. El código genético da lugar a la estructura del cuerpo como también es responsable de las formas de comportamiento. Mediante diferenciación celular se construye el hígado, el pulmón, las escamas y los ojos, así mismo los mecanismos de órdenes al cerebro, que conducen más tarde a formas de conducta muy determinadas en los organismos pluricelulares una vez completados: conducen a formas de comportamiento innatas. El animal no las aprende sino que es dirigido por las instrucciones procedentes del cerebro que al igual que cualquier otro órgano son construidas por las laboriosas células.

    Muchos animales cuidan sus huevos. Un ejemplo es el de los insectos, el caso del icneumon, que a través de la corteza del tronco deposita sus huevos en el interior de una larva que vive dentro de la madera, de tal modo que los huevos quedan bien protegidos y las larvas recién nacidas tienen acceso inmediato a una fuente suficiente de alimento, o en el cuidado que tienen las abejas con sus crías. Estos modelos de comportamiento innato se incluyen en la activad de reproducción y constituyen un elemento importante en los movimientos relacionados con la busqueda del alimento, en los movimientos de locomoción como nadar, caminar o volar y en los comportamientos sociales de todos los seres vivos.

    Estos comportamientos orientan a los seres vivos en la heterogeneidad de su medio ambiente y determinan la dirección según el movimiento puesto que lo conducen a un ambiente al cual se halla adaptado y en el que puede sobrevivir.

    Los animales llegan al mundo con facultades de movimiento innatos. Un pinzón recién salido del cascarón sabe abrir el pico estirando el cuello para pedir comida; un polluelo puede picotear granos y un patito logra zambullirse y buscar alimento en el fondo cenagoso. Y ese patito lo seguirá haciendo aunque lo críe una gallina: jamás picoteará los granos, pues ha heredado de sus padres la "pauta fija" de filtrar el cieno. Naturalmente lo que se hereda no es la pauta de movimiento sino la receta sobre cuya base se desarrollan las estructuras y conexiones nerviosas que son el fundamento del comportamiento.

    El lenguaje es muy parecido frecuentemente en las especies animales de cercano parentesco, debido a que se origina por conductas innatas. En los vertebrados tienen lugar mediante modelos fijos en el movimiento de los músculos respiratorios y laríngeos y de la musculatura de sus apararatos auxiliares: en los insectos, por movimientos de las alas, extremidades y otros órganos.

    Estos comportamientos -repito- no son aprendidos. Están regidos por instrucciones de las células del cerebro que el código genético construye de igual modo que las restantes células del cuerpo de un icneumon, una abeja, un anade real, un vertebrado y hasta en el mismísimo hombre.

    En el hombre los modelos de conducta innata son extremadamente importantes. Ejemplo: la sonrisa y otros movimientos mímicos de la cara y en las "voces" tales como la risa y el llanto. Los niños ciegos de nacimiento saben sonreír, lo que demuestra que el elemento más importante de la sonrisa no lo aprende por imitación. El individuo ríe y llora con forma característica. Muchas de las pautas de comportamiento humano se van desarrollando poco a poco, a través del crecimiento y es difícil precisar qué se perfeccionó o qué ya estaba programado de antemano.

    Entre las conductas innatas podemos nombrar a: la deglución, la eyaculación, la realización de movimientos de amenaza estereotipados ante un enemigo, la tristeza, la agresión. Un buen ejemplo de un comportamiento innato es la prevención de peligros y enemigos: los actos de protección más sencillos pertenecen el sentido de dolor y las reacciones de prevención provocadas por el frío, el calor o por elementos que caracterizan situaciones de peligro. Puede mencionarse reacciones de distintas formas ante diferentes tipos de aves de rapiña. Las palomas lo hacen ante la presencia de un gavilán, volando en forma desorientada, en apretadas bandadas, a gran altura, en una huida rápida, a menudo con giros. Si por el contrario, las palomas descubren a un halcón en actitud de caza, se comportan de manera completamente opuesta. No vuelan elevándose, sino que permanecen inmóviles y casi rígidas. El halcón que se especializa en cazar aves en vuelo, captura con facilidad una paloma en el aire, mientras que el gavilán, difícilmente pueda alcanzar una paloma que ha logrado suficiente ventaja; su técnica de caza es aproximarse al amparo de los árboles u otros objetos y luego, mediante un rápido asalto, sorprender a la presa en vuelo o en el mismo momento de la partida.

    Si trasladamos esta conducta a los seres humanos veremos que no se acusa de miedoso al transeúnte que pega un salto para esquivar al colectivo que se le viene encima. Aunque damos por sobrentendido que un marino debe ser valeroso, no calificamos de cobarde al comandante de un destructor que hace virar en redondo a su nave para evitar una andanada de proyectiles.

    Los científicos han comprobado que frente al miedo, los seres vivos y el hombre reaccionan de una forma casi igual desde el punto de biológico. Los vasos sanguíneos se dilatan para que llegue a los músculos mayor cantidad de sangre, las pupilas se agrandan para aumentar la visión periférica, el sudor aumenta para mojar el cuerpo y hacer que éste sea más difícil de sujetar, se acelera el ritmo cardíaco. Si un animal actúa de la misma manera que un ser humano cuando está asustado, no es razonable llamar miedo a su estado mental? Si al enfrentarse con una situación insólita escoje entre varias alternativas complejas, igual que un Homo sapiens en las mismas circunstancias. Por qué no denominarlo conducta innata en vez de decir que es un mecanismo que se llama de otro modo aunque produce el mismo efecto?

    Por influencia de la cultura y del aprendizaje se sostiene que el hombre -si bien es un animal- no es un animal cualquiera. Por eso, frente al peligro, su reacción nunca es innata como la de los seres vivos.

    Si la cultura le indica que es mejor ocultarse que salir corriendo, el hombre se esconderá. También puede ser que la valentía se imponga a la biología y el ser humano decida que la única posibilidad de salir con vida es responder al ataque. Llegado el caso, es probable que su cultura, su historia personal, sus ideas, sus convicciones le digan que es preferible morir que salir corriendo.

    La conquista de la tierra firme trajo consigo una problemática específica. Los anfibios podían vivir en tierra, pero para el proceso de la reproducción casi todos ellos regresan al agua para poner sus huevos, donde se desarrollan igual que los peces. Nuestros antepasados, de los cuales derivan los reptiles actuales, fueron los primeros organismos totalmente terrestres. Ponían y ponen sus huevos en la tierra, creando nuevas condiciones. En primer lugar está el peligro de la disecasión, porque el medio terrestre es menos adecuado para la vida. En el agua, una minúscula larva puede encontrar sin dificultades su alimento; en tierra, el nuevo individuo debe estar muy bien dotado para poder conseguir alimento y defenderse de sus enemigos inmediatos, a poco de abandonar el huevo. La célula germinal debe estar dotada de mucho más material de construcción y combustible, es decir, vitelo, por la que debe ser de mayor tamaño. Debe estar envuelta en una cáscara que la proteja contra la disecación, donde pueda penetrar el suficiente aire a fin de que las células del organismo en desarrollo posean el oxígeno necesario y sean capaces de desprenderse de los gases residuales venenosos. A través de este obstáculo creado por la colonización de tierra firme, se produjo el desarrollo de nuestro antepasados con la ayuda de un dispositivo que la ciencia llama amnios. En la práctica, es un acuario construido en el interior del huevo donde el individuo en desarrollo -el embrión del organismo pluricelular naciente- crece. La colonización de la tierra pudo producirse únicamente llevándose el agua, que hasta entonces envolvía al huevo, al interior de éste. A quien todo esto le parezca muy curioso baste con decirle que él mismo, hasta el momento de su nacimiento, estuvo nadando en un acuario como éste. Los mamíferos ya no producen huevos sino que llevan al hijo en su cuerpo. Sin embargo, el dispositivo del amnios se conservó. El pez sólo a través de este camino pudo transformarse primero, en animal terrestre y finalmente, en ser humano, desarrollándose al menos durante el período embrionario como un ser vivo acuático. La célula germinal se divide de la manera indicada, pero cuando la colonia ha alcanzado de 3 mil a 10 mil células se forma una membrana a su alrededor y se llena de líquido amniótico. El germen crece de este modo sin estar sometido a la gravedad de la tierra, en el ambiente primitivo del mundo acuático. La formación de este acuario artificial, el amnios, fue uno de los momentos estelares de la evolución de nuestros órganos reproductores. Todos los reptiles actuales, así como las aves y los mamíferos, muestran hoy día este órgano auxiliar de la reproducción.

    El órgano central de la reproducción continua siendo el material genético, escondido en el núcleo de la célula huevo, que origina el cuerpo pluricelular y que en cada una de las divisiones celulares se reproduce en el núcleo de la nueva célula formada. Los filamentos moleculares se hacen cada vez más largos, su division sencilla es cada vez más complicada y las construcciones más complejas. Cuanto más complejos son los seres vivos, más larga es su cadena de ADN, ya que el numero de genes aumenta. El hombre posee entre 100 mil y 150 mil, pero una bacteria simplísima, la Mycoplasma genitalium, sólo tiene 468. La diferencia proviene de la cantidad.

    La cantidad de vitelo necesario crece para crear cuerpos superiores y para suministrarles la cantidad de energía y material que necesitan. En la tierra se hace necesaria una mejor protección en forma de una cáscara de huevo dura. La unidad auxiliar más importante en este caso es una piscina artificial que se forma en el interior del huevo. El descendiente de los peces pueden crecer allí durante su desarrollo embrionario, sin ser perturbado por la gravedad de la tierra, lo mismo que les sucedía a sus antepasados en el mar.

    De todos modos, este acuario del interior del huevo no debe convertirse en un cubo de basura. Los conductos de eliminacion de la orina del embrion desembocan, a traves de un tubo, en una vejiga cerrada situada por fuera del acuario. Su hombre cientifico es alantoides. Ademas, fuera del acuario se uncuentra un saco vitelino a traves del cual el embrion, al igual que sus antepasados peces, se alimenta y al que se mantiene unido. Saco vitelino, alantoides y amnios estan envueltos por una membrana comun, la serosa, que esta sujeta al interior de la cascara del huevo. Cuanto mas grande se hace el embrion, tanto menor es el saco vitelino y tanto mas crecen al amnios y el alantoides. Esto es valido para los huevos de cualquier reptil o ave. Sin embargo, el alantoides es algo mas que un cubo de basura, pues tiene otra funcion importante. Durante la evolucion de la vida todo es posible. Su membrana es alimentada por vasos sanguineos y esta fija en parte a la serosa y a la cascara del huevo. Sin embargo, esto significa que a traves de la via sanguinea que atraviesa la serosa y la cascara porosa del huevo pueden producirse un intercambio gaseoso. El gas incluido en el huevo constituye tan solo un intermediario. El alantoides se convierte de este modo, en el curso del desarrollo embrionario, en una especie de pulmon en el que el dioxido de carbono es eliminado y penetra oxigeno desde el exterior. Ademas, dentro del huevo hay que distinguir tres unidades fundamentales aparte del propio embrion. El amnios, en el que el embrion descansa ingravido y que aumenta en la misma medida que el lo hace, el saco vitelino, que disminuye el tamano, y el alantoides, que se hace cargo ademas de la funcion del pulmon y que tambien aumenta de tamano. Finalmente ha acabado el desarrollo. Debido a instrucciones de comportamiento innatas, el individuo surgido rompe la cubierta del huevo, abandona la cascara y el alantoides y se lanza a la lucha por la vida.

    A lo largo de este camino comienzan a tener importancia las instrucciones instintivas. El instinto es un mecanismo nervioso organizado jerárquicamente, sensible a deteminados impulsos activantes y dirigidos, de origen tanto interno como externo y que reacciona a esos impulsos mediante movimientos coordinados que contribuye a la perpetuación de la especie.

    Es importante entender que los instintos están siempre al servicio de la especie, ya sea la propia, ya una especie extraña u otra con la cual la especie propia se encuentra en importante relación vital como las hormigas y sus huéspedes, las agallas de los vegetales, los insectos y las aves que fecundan las plantas. Un árbol, por ejemplo, puede desempeñar dentro de la Naturaleza numerosas funciones. Sus raíces alojan y nutren a varias clases de hongos; sus ramas proporcionan sombra a los seres vivos que no toleran la luz, y sirve de soporte a líquenes y musgos, que a su vez proporcionan cobijo a otros organismos. Bajo su corteza, entre las grietas, se desarrolla la vida de legiones de insectos. De sus frutos se alimentan pájaros y pequeños mamíferos. Las hojas constituyen el alimento de las larvas minadoras de ciertas mariposas y moscas, y, una vez caídas, son descompuestas por la acción de los gusanos, las setas y las bacterias.

    Los impulsos internos dan orígen al instinto innato que es perfecto de primera intención, anterior a toda experiencia individual. Posee una seguridad mecánica, funciona como una máquina. No se perfecciona. Si no permanece absolutamente invariable, no varía más que dentro de límites reducidos. Así es como la ardilla antes de saber lo que es el invierno hace provisión de avellanas. Los pollitos picotean en busca de alimento al salir del huevo. Los movimientos del picoteo como el de acumular alimento son acciones innatas. Todo apoya el funcionamiento del código de instrucciones. Si es del tipo que incita a los descendientes de las células a la formación de un cocodrilo, entonces aparece un cocodrilo. Si les ordena la formación de un cigueña, surgirá está.

    Durante muchos siglos el ser humano creyó que los instintos eran exclusivamente genéticos. Que los animales actuaban por ordenes predeterminadas. Que el único ser que tenía la capacidad de aprender era el hombre.

    El punto consiste en que no es en absoluto posible dejar de conceder a los instintos ciertos caracteres que los aproximan a las conductas adquiridas o aprendizaje. La perfecta aprobación de los medios que el animal emplea para conseguir un fin determinado nos parece como el resultado de una conducta aprendida. El mejor ejemplo lo podemos encontrar en los animales cazadores, en quienes es innato el instinto de perseguir una pieza determinada, más no el arte de practicar esta caza con éxito. Los gatos tienen una tendencia hereditaria a matar animales de pequeño tamaño, pero también es evidente que esta tendencia puede ser desarrollada, orientada o inhibida casi por completo mediante conductas aprendidas a temprana edad. En este condicionamiento juega un papel preponderante el comportamiento de los padres en presencia de sus hijos.

    El verdadero problema será descubrir si el aprendizaje obtenido a través de los instintos se hereda mediante los genes. Se cree que sí, lo que se hereda no es la pauta de movimiento sino la receta sobre cuya base se desarrollan las estructuras y conexiones nerviosas que son el fundamento del comportamiento.

    Con razón o sin ella, encontramos alguna analogía entre su conducta y la que nosotros tendríamos en semejantes circunstancias, entre sus actos y entre ciertos otros que nosotros no podemos ejecutar sino conscientemente.

    Los instintos son mucho más útiles al individuo al comienzo de su existencia, a pesar de tener una disposición para aprender y antes de que haya tenido una oportunidad para ello, Lo guía durante el difícil período inicial de ajuste a su medio ambiente. Después se convierte en pasivo más que en activo, porque limita la amplitud posible de la adaptación en lo que se refiere a conducta. Cuanto más aprenden los individuos durante su infancia, menor necesidad tienen de los instintos puesto que la conducta va dependiendo en grado sucesivamente creciente del aprendizaje, vemos que la conducta instintiva se ha reducido al mínimo.

    Podemos considerar como una conducta instintiva al acto de apareamiento, la emisión de una señal de reconocimiento, la violencia, la mentira, el igualitarismo. La defensa es un buen ejemplo: Si tuviéramos la oportunidad de observar a las hienas manchadas veríamos que éstas viven en clanes, llegando a contar hasta 80 individuos, en los cuales impera una rígida jerarquía matriarcal. Cada clan es dueño de un territorio; los límites del territorio -pese a no estar señalados por elementos naturales como serían colinas o ríos- se custodian y marcan regularmente con heces y la secreción de las glándulas anales. Estos límites que no son tan fáciles de identicifar, parecen estar perfectamente impresos en la memoría de las hienas hasta el punto de que toda transgresión de tales límites parece deliberadamente conciente.

    Puede ocurrir que en el ardor de la caza los miembros de un clan abatan una presa en el territorio de un clan contiguo. Si los legítimos propietarios están de caza fuera de su territorio, no ocurre nada, pero si la transgresión de límites es observada comienzan las complicaciones y son generalmente las hembras viejas, jefes de manada, las que inician las hostilidades, que en la mayor parte de los casos se resuelven con la victoria absoluta de los propietarios del territorio. Pero cuando vencen los invasores, muchas veces la nueva situación modifica los límites territoriales y la correría pasa a convertirse en un auténtico "acto de anexión".

    A pesar de todo, acostumbran a respetarse las reglas de buena vecindad, incluso cuando uno o varios miembros del clan se han hecho con la presa. El comportamiento territorial sirve para dividir con equidad las posibilidades que en materia alimentaria pueda tener una zona.

    En el Homo sapiens los instintos parecen quedar reducidos a actos tales como la respiración, la alimentación y el agarrar con las manos, cuya necesidad es evidente a partir del mismo momento en que nace.

    Desde una perspectiva psíquica se considera que toda conducta defensiva conduce a una limitación de la personalidad, porque siempre reacciona contra una parte ligada a una situación u objeto perturbador; esta restricción puede ser muy amplia o de tal magnitud que la capacidad de aprender se reduce a un mínimo.

    Al fracasar las conductas defensivas aparece la ansiedad o angustia que es un estado de desorganización del organismo. Esta desorganización aparece frente a situaciones de frustración o de conflicto. La angustia no es la causa de la conducta ni de los síntomas, sino uno de los fenómenos que se producen en distintos momentos de la dinámica de la relación con el objeto o la situación. Así es como la pérdida de las defensas habituales, en forma total, conduce a una desintegración mental, dando orígen a una situación depresiva, de tristeza o miedo. Estos comportamientos no son excluyentes, sino que coexisten. Culturalmente, se tiene en cuenta el predominio de uno sobre los otros, así como su relación dinámica. Lo que no tiene en cuenta son los procesos fisiológicos que dan origen a esta conducta.

    El hombre desarrolla con rapidez conductas defensivas. Este fenómeno se constata muy bien, en la distribución de los asientos en torno a la mesa familiar. Cada miembro de la familia ocupa uno, lo retiene con un afán bastante conservador y al mismo tiempo respeta los sitios ajenos merced a un convenio tácito. Estos comportamientos aparecen fijados ya en niños de dos años, de manera que si éstos tienen que variar de lugar se sienten claramente perturbados.

    En determinadas circunstancias, al buscar asiento en un tren, generan con rapidez estas distribuciones de emplazamiento, que se reconocen como una reivindicación territorial del primer ocupante. Esto llega hasta el punto de que cada recién llegado, al sentarse en un asiento, pregunta con cortesía si hay un sitio libre, aunque esto sea evidente.

    La división entre conducta innata y la conducta instintiva implica solo el orden en que normalmente se ejecutan los diferentes actos parciales del comportamiento, pero no significa que exista una diferencia de principio entre ambas conductas. Tanto el comportamiento innato como el comportamiento instintivo están formados por modelos fijos de movimiento y las actitudes a todas las reacciones pueden realizarse, en ambos casos, por medio de motivos como mediante las reacciones adquiridas durante el proceso de aprendizaje.

    Tanto el miedo (conducta innata) como la defensa (conducta instintiva) actuan como factores limitantes en la Naturaleza. Si no fuese así, al encontrarse dos animales se matarían sin miramientos o buscarían a sus presas en cualquier lugar del planeta. Los seres humanos, por obra y gracia de la cultura, hemos quebrado esos límites, sabemos que imponen límites pero no sabemos por qué al no tener en cuenta la influencia biológica y esa actitud ha originado comportamientos de valentía, angustiantes o depresivos, por no obtener lo que queremos.

    Cuando nuestros antepasados dejaron de poner huevos y pasaron a llevar en su propio cuerpo a los descendientes fue un acto trascendente. En un principio, se ponían huevos, pero no abandonándolos a su suerte sino incubándolos en una bolsa ventral. El ornitorrinco aún lo hace así en la actualidad. O bien, los huevos quedaban dentro del cuerpo materno, donde eran incubados, aprovechando la homeotemia en desarrollo. Sucede así para todos los mamíferos. La cáscara del huevo se hizo superflua a lo largo de la evolución y por lo tanto involucionó. En lugar de la alimentación al embrión con ayuda del saco vitelino, pudo aparecer una alimentación directa a través del sistema circulatorio de la madre. De todas maneras, el embrión y el cuerpo materno están en un principio separados por varias membranas. Entre los vasos sanguíneos del embrión y los de la madre no existe, inicialmente, ninguna comunicación. Precisamente el cubo de basura, el alantoides, se convirtió aquí en determinante. El huevo actuó de pulmón, convirtiéndose en punto de partida para una relación íntima con la madre. En la actualidad los mamíferos muestran todavía cómo la pared del útero de la madre segrega primero, a través de la serosa adyacente, materias nutritivas que llegan al embrión a través de los vasos sanguíneos del alantoides. La serosa forma entonces papilas que penetran en la pared del útero y los vasos sanguíneos del alantoides crecen en ellas, uniéndose a los del sistema circulatorio de la madre. De esta forma tan curiosa apareció el tejido que une el germen con la madre: la placenta. El sistema circulatorio sanguíneo de la madre se encarga entonces del contenido del alantoides y suministra a través de sus vasos materias nutritivas directamente al embrión.

    Así hemos llegado al final de una larga cadena evolutiva. Al principio, se producía una enorme cantidad de huevos, en el caso del bacalao son millones, de los cuales la mayoría son devorados por otros animales. Más tarde, se producen menos huevos que se cuidan con más esmero. Después, se entierran huevos dotados de un acuario interno más desarrollado. Más adelante, aumentan el cuidado a los huevos, que crecen de tamaño y por último aparece un número menor de descendientes con un riesgo de pérdida mucho menor. Se les transporta en el interior del vientre, son alimentados por la sangre de la madre e incubados con el calor de esa sangre. Los mamíferos reducen la cáscara del huevo y el saco vitelino, traen al mundo a las crías ya desarrolladas, las protegen y las alimentan con leche.

    Con esto hemos llegado a nosotros mismos, a los seres humanos. Incubamos a nuestros descendientes en nuestro propio cuerpo. El amnios en el que se encuentra el embrión ya no está envuelto por una cáscara. Esta se ha vuelto innecesaria, ya que la madre cuida de él personalmente. El saco vitelino sigue existiendo, aunque bastante reducido y no contiene ya vitelo. Parece superfluo mencionar que todo esto no indica en modo alguno una construcción que tuviese por objetivo preciso al ser humano.

    Así fue como pequeños animales arborícolas descendieron de los árboles para buscarse un modo de vida en las llanuras. Se irguieron y usaron herramientas. Se comunicaron produciendo en el aire ondas de comprensión con sus órganos de respiración y nutrición. Descubrieron que el material orgánico a temperatura suficientemente alta se combinaba con el oxígeno atmosférico para producir el plasma ardiente y estable llamado fuego. Mediante una interacción social, se aceleró el aprendizaje post partum. Se desarrolló la caza comunal, se inventó la escritura, las estructuras políticas, la superstición y la ciencia, la religión y la tecnología.

    Cómo se observa tanto desde una perspectiva biológica como de psíquica existen límites. El Homo sapiens es el único ser que ha logrado quebrar los límites psíquicos y lo realiza cotidiamente a través de la cultura; lo que ha provocado una dicotomía entre la mente y la biología. He ahí, la verdadera causa de nuestro alejamiento del mundo natural.

    Sería bueno entender que los seres humanos no estamos compuestos de dos rebanadas superpuestas, una natural y otra psíquica. Ninguna muralla china separa nuestra parte mental de nuestra parte animal. Cuando los caminos de las conductas adquiridas se complican reviven en el hombre comportamientos innatos. Frente a la inseguridad, nuestas conductas genéticas toman la iniciativa. En momentos de desocupación, de empleo precario, cuando se tiene la impresión de vivir en una jungla está bien que el animal dormido que llevamos adentro nos proteja. Es lógico, cuando fracasan el gobierno, la policía y la escuela que regresemos a nuestros orígenes donde el tejido de una red de protección es más fácil. Es hora de que el ser humano regrese a "revuelver la sopa de avena". Este acto es humilde; ni excitante ni estremecedor. Representa la disposición de compartir la vida humana corriente y a encontrar significados en tareas simples: ganarse la vida, vivir de acuerdo con un presupuesto, sacar la basura, alimentar al bebe en medio de la noche. Significa encontrar el vínculo, el valor y hasta la belleza en cosas sencillas y ordinarias.

    Está bien que dejemos actuar a nuestra conducta innata para sobrevivir en una sociedad, puesto que ellos son una guía segura. Conviene aprender a tenerles confianza, cuando toda nuestra educación consiste precisamente en ponerles freno.

    Cristian Frers.

    Ciudad Autonoma de Buenos Aires.

    República Argentina.