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Inmigración a la Argentina: Españoles (página 2)


Partes: 1, 2

Madrileños

María Luisa Robledo nació en 1912. La española expresó en una entrevista: "He tenido una carrera muy hermosa, no me puedo quejar. Con todos los altos y bajos que tiene esta profesión, pero estoy muy satisfecha de ser actriz", dice María Luisa Robledo. "La vocación me nació de siempre –continúa-; ya desde chica cantaba. Fue la maestra del colegio quien advirtió a mi madre que yo estaba predestinada para todo lo que fuera arte. Entonces, mi mamá me apoyó para que yo estudiara, sin importarle los prejuicios de la época para con los artistas. Y así llevo 68 años de teatro y 81 de vida." Esta madrileña que llegó a Buenos Aires en 1935, siente devoción por la poetisa Alfonsina Storni y por el gran Federico García Lorca, y se lamenta de no haber podido conocerlos personalmente (…) "Le debo mucho a este país. Tengo más años de argentina que de española y en todo este tiempo no he hecho más que recibir elogios, premios, diplomas… Me siento plena", concluye" (1).

Norma Aleandro, una de sus hijas, relata: "Estaban en la compañía de De Rosas en España, se conocieron, se enamoraron. Tuvieron a mi hermana y con la guerra se vinieron para acá. Con mi abuela, la madre de mi madre, de manera que yo nací en Buenos Aires. Comparada con su marido, Robledo "era más realista, pero también amaba su profesión como un sacerdocio. Si había que hacer algo para ganar plata en un escenario con algo que no fuera digno, no lo hacían. (…) Vivíamos muy humildemente. Nací en la Avenida de Mayo, en el Palacio Vero. Luego el departamento, chico, donde no faltaba la comida, pero un guardapolvo para todo el año, y al siguiente el mismo, alargado. Sin vacaciones. Mis padres hacían muchas giras para mantener la casa. Nosotras, con mi abuela. Estar un año afuera haciendo teatro era bastante común" (2).

El guitarrista Manolo Yglesias "nació en Madrid, comenzó siendo bailarín de Danzas Españolas. Empieza a tocar la guitarra. A los quince años es contratado por la Compañía de Angel Pericet como tercer guitarrista. En 1967 pasa a ser el primer guitarrista de esa Compañía. Compone, escribe, dicta clases de guitarra. Recorrió gran parte de América y Europa dando conciertos y seminarios. En 1995 graba su primer CD, en Estocolmo (Suecia) y en Buenos Aires recibe el Premio Manuel de Falla ’95 a la trayectoria musical".

En una entrevista, contó: "Primero vino mi padre solo a buscar trabajo en 1948, como inmigrante, escapado de la guerra civil en España. Al año siguiente vinimos mi madre y yo. Yo contaba sólo con dos años de edad cuando llegamos. (…) yo me crié aquí, llegué desde muy chico, tengo mi casa, mi familia, mi padre murió aquí, vivo con mi madre" (3).

Notas

  1. S/F: "María Luisa Robledo a 68 años de su debut: ‘Me siento plena’" , en La Maga, 1° de abril de 1994.
  2. Mactas, Mario: "Norma Aleandro. Estados del corazón", en La Nación Revista, Buenos Aires, 8 de diciembre de 2002.
  3. S/F: "Manolo Yglesias", en Contratiempo 1° Magazine del Flamenco y la Danza Española. Año 1 N° 6. Buenos Aires, Mayo de 1998.

Mallorquines

Alvaro Abós escribió sobre Juan Torrendell, acerca de quien afirma: "Uno de los más singulares libreros y editores de Buenos Aires fue el mallorquín Juan Torrendell, cuyo sello Tor publicaba libros que no siempre respetaban su integridad (Torrendell solía tijeretear los originales para adaptarlos a los pliegos disponibles) pero que, a veinte o treinta centavos el tomo, llevaron autores clásicos y modernos a millones de lectores. Acosado por una de las tantas ‘crisis’, Torrendell tuvo una idea extrema: en su local de Florida, bajo una gran balanza, colocó carteles que ofrecían: ‘Un kilo de libros a 1 peso, dos kilos por 1,50’. El escándalo fue memorable y a él contribuyó la airada protesta de la Academia Argentina de Letras para la cual la idea del mallorquín resultaba herética. En su erudita investigación Libreros, editores e impresores de Buenos Aires (1974), Domingo Buonocuore transcribe la solicitada aparecida en varios diarios el 6 de junio de 1934: la Academia pedía ‘al público lector’ que no aceptara el sistema de libros por peso ya que ‘equipara la producción intelectual con una vil mercancía’. Pero la librería estaba colmada a toda hora" (1).

En "El equipo de traductores de don Juan", Fernando Sorrentino escribe: "Lecturas seleccionadas y completas a precios que por su calidad son insignificantes. Estos volúmenes lujosamente presentados, con 250 y 300 páginas, impresos en papel de calidad superior y llamativas portadas en colores. Pedirlos en todas las buenas librerías de América. El primer párrafo se encuentra en la contratapa de El fantasma de la Ópera (Buenos Aires, Tor, 1944), de Gaston Leroux; el segundo, en la de El hombre invisible (Buenos Aires, Tor, 1948), de Herbert George Wells. De que los precios eran insignificantes, no cabe duda alguna; pero nadie se atreverá ni siquiera a insinuar que los volúmenes estaban lujosamente presentados e impresos en papel de calidad superior. La Editorial Tor, que perduró —según creo— hasta más o menos 1950, tuvo un catálogo extenso y heterogéneo. De los muchos libros que —por su bajo precio— compré en mi adolescencia, sólo conservo algunas reliquias: conocí a Pedro Antonio de Alarcón por El capitán Veneno, y a Benito Pérez Galdós por Misericordia. Manuel Gálvez publicó en Tor sus polémicas biografías Vida de don Juan Manuel de Rosas, Vida de Sarmiento y Vida de Hipólito Yrigoyen. También apareció con ese sello la primera edición (1935) de la borgeana Historia universal de la infamia. Las novelas rosas de M. Delly eran vecinas de los libros críticos y filosóficos de Giovanni Papini. Y hasta un juvenil Bioy Casares editó, en 1933, con el seudónimo de Martín Sacastrú, su segundo libro: Diecisiete disparos contra lo porvenir" (2).

Notas

  1. Abós, Alvaro: "Pasión por los libros", en La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de 2004.
  2. Sorrentino, Fernando: "El trujamán: El equipo de traductores de don Juan" Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes (España), 14 de enero de 2004.

Murcianos

Joaquin Vicente nació en Murcia. "Creador de ‘Los Iberia’ hoy Joaquín Vicente sigue viviendo de su guitarra y de su arte. Aunque se dedica más a tocar Rumbas por cuestiones económicas de vez en cuando se hace un espacio y se lo escucha interpretar buen flamenco. Fue uno de los primeros fundadores de ‘FAMA’ el tradicional tablao porteño. Los Iberia grabaron dos CD y de próxima aparición el 3°. Esta familia de artistas compuesta por su esposa Norma (baile), su hija Noelia (baile), su hijo Gonzalo (percusión), un bajista y dos bailarinas invitadas conforman este grupo dispuesto a deleitar y divertir a los amantes del género" (1).

Miguel Sánchez Romera, "nacido en la Córdoba argentina de padres inmigrantes españoles, y residente en Barcelona" (2), evocó en un reportaje a su madre murciana (3).

Notas

  1. S/F: "Joaquín Vicente ‘Un poquito de compás", en Contratiempo 1° Magazine del Flamenco y la Danza Española. Año 1 N° 9. Buenos Aires, Agosto de 1998.
  2. EFE: "Sánchez Romera da lecciones de Gastronomía en Japón", en www.noticiasdenavarra.com, 11 de febrero de 2003, Núm. 2407.
  3. S/F: "Encefalograma de la gastronomía", en La Prensa, 14 de mayo de 2000.

Valencianos

Los valencianos y sus descendientes honraban con su "falla" a San José, en Buenos Aires. Escribe Jorge Bucay que en Valencia, "A la medianoche del 19 de marzo, festejando el último día del invierno y según me cuentan en honor a San José, patrono de todos los artesanos carpinteros, las obras de arte callejeras se encienden al unísono en cada rincón de la aldea. La gente, por miles, valencianos y visitantes, festejan y aplauden lo que en minutos pasa a pertenecer al pasado. La tradición popular nos invita a arrojar a la falla papelitos que contienen palabras o dibujos que representan a aquello que quisiéramos dejar atrás, purificado por la pira de la quema. (…) Yo, en medio de unas 100 mil personas, ensordecido por el estruendo de los fuegos artificiales, lloré emocionado. Seguramente lloraba muchas cosas de mi pasado, pero también recordando con nostalgia que en pleno centro de Buenos Aires, cuando yo era pequeño, también había fallas valencianas. Los inmigrantes recordaban sus tradiciones y las compartían con nosotros, que disfrutábamos sin comprender del todo (1).

En Mar del Plata, este festejo se sigue realizando. Una noticia publicada en el diario La Capital en marzo de 2004 informa: "Desde ayer y hasta el sábado próximo se desarrolla en la ciudad de Mar del Plata la 50º edición de la Semana Fallera. La celebración es organizada por la Unión Regional Valenciana y se realiza en la céntrica plaza Colón. Todas las noches se ofrecen delicias gastronómicas y suben al escenario agrupaciones de música y baile de distintos puntos del país. (…) La celebración, con epicentro en la ciudad española de Valencia, alcanzará el máximo esplendor el sábado próximo cuando a partir de las 21 se realice un espectáculo de fuegos artificiales y luego, desde las 22, se proceda a la crema del monumento principal de la Falla 2004. La asistencia se estima entre 80 y 100 mil personas. (…) Este año la estructura del monumento principal instalado en la plaza Colón consiste en enormes castillos que simbolizan al Fondo Monetario Internacional y un galeón, que representa a nuestro país, que intenta alejarse del lugar. Entre los muñecos que forman parte de la escena se destaca la réplica del presidente Néstor Kirchner. La instalación tiene una altura de 31 metros y está confeccionada con madera y cartón. Precisamente el ritual de la "crema" consiste en prender fuego la obra de arte, que por lo general está inspirada en algún hecho saliente de la escena nacional o internacional. Los valencianos atribuyen el origen de esta fiesta a los carpinteros. Ellos trabajaban durante todo el invierno e iluminaban sus talleres con grandes candiles de aceite, utilizando un artefacto de madera llamado parot. En la víspera de San José, su patrono, los aprendices se encargaban de hacer limpieza general y en la puerta de sus talleres formaban montañas con virutas, restos de madera y el tradicional parot, que convertían en monigote, con caretas sobrantes del carnaval, sombreros y guantes. Luego quemaban los desperdicios y así nacieron las fallas" (2).

Notas

  1. Bucay, Jorge: "El encanto de empezar de nuevo", en Clarín Viva, Buenos Aires, 4 de abril de 2004.
  2. S/F: "Mar del Plata: Fallas criollas", en La Capital, Mar del Plata, 21 de marzo de 2004, www.lacapital.com.ar.

Vascos

Baldomero Fernández Moreno incluyó en Guía caprichosa de Buenos Aires la página "El vasco lechero en el café", en la que dice: "he aquí que al hilo del mostrador aparece un vasco lechero, la cara rosada, con dos parches más rojos pegados en las mejillas, la boina encasquetada, la blusa rizada, que no todo ha de ser fortaleza y agresividad; las piernas combadas, las alpargatas silenciosas, y el tarro en la mano como si blandiera un arma o un guijarro listo para ser proyectado en la cara lisa y cosmopolita del ‘barman’. Y con el vasco lechero entra también el campo, un aire duro y frío y un trébol. Un trébol precisamente que se labra un espacio verde en el ambiente gris y que yo veo con toda nitidez" (1).

Relata María José Pérez Arango: "En el año 57 mis padres y yo llegamos desde España para reunirnos con mi hermano que se había venido a la Argentina. Los años pasaron y me convertí en una mujer que cada día deseaba y soñaba más con volver a su tierra. La idea era llegar y por lo menos llorar dos días seguidos, para luego poder recorrer los lugares que en mi memoria se mantenían nítidos. (…) Una vez en Madrid, después de una hora y media de viaje en el primer asiento de un micro atravesando los montes Cantábricos por extensos túneles y la campiña vasca a través de una fantástica autopista, llegamos a Bilbao. Traté de reconocer algo, pero todo era nuevo para mí" (2).

El madrileño José Luis Alvarez Fermosel cuenta: "un día la mujer de Bonasso padre, una vasca de Bilbao, me dijo: ‘Mira, no te quedes aquí mucho tiempo porque vas a estar en dos sillas mal sentado. Yo estoy allá y a los 20 días me da la impresión de que nunca me he ido; cae la tarde y miro el reloj y digo: Ahora estaría yo en Buenos Aires tomando el té con mis amigas. Y vuelvo a Buenos Aires y pienso que podría estar allí conmis hermanas". Cuenta, además, que Rolando Hanglin le dijo: "Mira, te voy a poner el apelativo de Caballero español, porque conocí a un vasco que estaba loco por mi tía y que cuando iba a casa decía, juntando los talones a la prusiana: ‘¡Mujica, caballero español!’ " (3).

Ángeles de Dios de Martina "nació en Comodoro Rivadavia y desde hace más de cuatro décadas vive en Resistencia, Chaco. Es hija y nieta de inmigrantes españoles- andaluces y vascos. Escribe sobre temas inmigratorios mediante los testimonios orales de sus protagonistas, el uso de la historia oral, la descripción de fotografías y la investigación histórica" (4). Es la autora de Vascos en el Chaco: historias de vida (5).

A Eibar llegaron los hermanos Sarasqueta, a conocer a sus parientes vascos, de los que no tenían noticias desde 1902. El encuentro fue posible gracias a la Asociación para la Cooperación Mundial entre Vascos, que ayudó a localizarlos. "Regresaron la semana última, con las valijas llenas de fotografías, comidas típicas y libros sobre el lugar. ‘El primer encuentro con Pedro, primo segundo, de 65 años, fue impactante por el parecido con mi padre. Nos recibieron como una verdadera familia. Valió la pena el esfuerzo’, contó Marcelo" (6).

Sebastián Batista escribe, en "Periodistas de Mar del Plata" acerca de Félix de Ayesa, quien "nació el 18 de mayo en Olite (España). Llegó a nuestra ciudad en 1910 y con su familia se radicó en Mar del Plata. Vecino del barrio "La Estación" de trenes desde temprano tuvo apego por la lectura y la historia. Egresado del Instituto Peralta Ramos, Don Félix fue durante su vida hombre de campo, obrero, periodista,, librero, funcionario público, docente y en sus últimos años de vida, historiador. Félix de Ayesa Arismendi y Rubio, como era su nombre completo, defendió con énfasis los momentos históricos de la ciudad, principalmente el Oratorio del Instituto Unzué. Fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad por el Honorable Consejo Deliberante en 1989 y falleció el 7 de abril de 1996"(7).

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: Poesía y Prosa. Prólogo de Jorge Lafforgue, selección de Nora Dottori y Jorge Lafforgue. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Pérez Arango, María José: en "Tendencias. La vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
  3. Flores, Daniel: "A boca de jarro. José Luis Alvarez Fermosel ‘La caballerosidad no tiene que ver con la geografía’ ", en La Nación, Buenos Aires, 21 de septiembre de 2003.
  4. S/F: en www.dunken.com.ar
  5. Martina, Angeles de Dios de: Vascos en el Chaco: historias de vida. Buenos Aires, Dunken, 1999.
  6. Linares Calvo, Ximena: "Los hermanos que encontraron sus raíces", en La Nación, Buenos Aires, 29 de septiembre de 2002.
  7. Batista, Sebastián: "Periodistas de Mar del Plata", 20 de septiembre de 2001, www.deporteaedu.com.ar.

Varios

Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el por qué del acento español. No sé, me viene de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un tiempo, todos creyeron que yo era española y eso provocó el estallido en la comunidad hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el menor prejuicio y me siguieron apoyando" (1).

Notas

  1. Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le cantó a los corazones", en La Nación, Buenos Aires, 15 de septiembre de 2002.

Sin mención de origen

Entrevistada por Cristina Pizarro, María Esther de Miguel contó: "por parte de madre era más bien de las colonias que rodeaban a Basabilbaso, las moscas (…) mi papá tenía la usina de Larroque, la usina eléctrica. Yo me acuerdo de que en mi casa había un gran diploma que decía ‘A Victoriano De Miguel, (así se llamaba) benefactor del progreso argentino’ porque él había dado esa fuente. A mí y a mi hermana nos decían en Larroque "las chicas de la luz", cosa que nos divertía mucho. Éramos las chicas de la luz. A mi casa le decían ‘El palacio de colores y de luces’ porque teníamos mucha luz y porque ‘Como no pagan la luz, tiene encendido todo’ (…) mi casa era un barco porque al caer la tarde se oía chuc chuc chuc que era el ruido de los motores, como tenía muchos vidrios de colores, desde el jardín miraba. Yo en mi casa de la infancia era muy muy feliz. Porque era un espacio muy alegre" (1).

Entrevistada por Alejandra Correa, recordó: "En mi casa se hablaba mucho de historia porque mi padre que era un inmigrante español, era muy curioso e inteligente. Siempre quería saber la historia del lugar y se preguntaba sobre Urquiza y yo escuchaba" (2).

En Un dandy en la corte del rey Alfonso, María Esther de Miguel refiere a propósito de unas monedas, el motivo que llevó a su padre a emigrar y la situación económica en la que debió hacerlo: "todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de España por no hacer la conscripción en Marruecos. Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más. ¡Ah, sí: las monedas!" (3).

Sobre Imperio Argentina escribe Xavier Quiñones: "Magdalena Nile del Río nace el 26 de diciembre de 1906 en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo. Hija de padres españoles y de ascendencia inglesa debuta en el teatro de la Comedia de aquella ciudad con el nombre artístico de Petit Imperio, apadrinada por la bailarina y cupletista española Pastora Imperio. Estudia danza en España donde adoptará el nombre artístico de Imperio Argentina y debutará en el teatro Romea de Madrid en 1924" (4). En una entrevista, recordó su formación: "En Argentina hay unos profesores estupendos, y en España, no le digo más. Joaquina Ortiz al piano, Juanita Castelao, que era una verdadera maravilla, y Anna Pavlova, con la que estuve bailando clásico un par de años, cuando enseñaba en el Teatro Colón de Buenos Aires" (5).

Eladia Blázquez agradece que sus padres españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su formación terminó siendo autodidacta: "En mi casa aprendí a ser libre. Mis padres eran españoles, él obrero y ella ama de casa. Podían haber sido muy cerrados pero no. Vieron pronto que tenían una hija artista, desde que me dieron el primer juguete musical: tuve mis xilofones, mis pianitos, que venían con la escala completa y afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería encerrarme a hacer música. (…) Mis padres, dentro de sus humildes medios, me pusieron profesores de música que al poco tiempo aconsejaban: ‘Déjenla, déjenla cantar y tocar sola, tiene algo innato’ " (6).

Carlos Szwarcer cuenta que una familia española había aprendido de los turcos una receta: "Pepe cuenta que su ‘hermano trabajaba en la pollería de la calle Gurruchaga, pelaba pollos y mi mamá me mandaba a comprar allá. Los huevos rotos los vendían más baratos y yo iba con una ‘lechera’ y le decía a Gallizy – el dueño del local – ‘Hola, don Juan, dice mi mamá si me puede dar una docena de huevos rotos’. Y él me contestaba ‘Sí, claro, andá, decile al Cholo’. Y yo le decía a mi hermano, que se iba al fondo, agarraba los huevos sanos, los golpeaba y los tiraba a la lechera, pero en vez de 12 tiraba como 50 huevos y cuando salía yo le decía ‘Dice mi hermano que ya está don Juan’. ‘A ver, qué te voy a cobrar si están todos rotos’ y no me cobraba nada’. Con el rostro encendido y nostálgico por el recuerdo de esa artimaña Don Pepe continúa: ‘Y mi mamá pisaba todo, con cáscara y los colaba y hacía una masita que le enseñaron los turcos (sefaradíes), que le llamaban ‘pan esponyado’, pan de España, después con lo que le quedaba le agregaba un poco de harina y estiraba la masa con una cuchara y se hacía como un huevo frito y hacía unas masitas: ‘Mulupitas’ y llevaba la fuente a la panadería para que se la hornearan. Aprendimos de los turcos… comíamos a cuturadas’.(3). Ríe a carcajadas" (7).

Trincado, un inmigrante que llega de España en 1910, construye su casa en Villa Pueyrredón: "Aquella casa era una pieza de madera y forrada por afuera de zinc, sobre una plataforma a 40 cm del piso, ya que estaba cerca del arroyo Medrano y se inundaba con frecuencia. La cocina estaba separada y el baño al fondo. Sin necesidad de televisión o radio para acostarse a dormir, bastaba con que las gallinas comenzaran a discutir dormidas desde el fondo o que, cuando empezaba a llover, las ranas se convirtieran en una orquesta sensacional para entretener a todos los ‘oyentes’. (…) Era una zona de quintas y los chicos jugaban en la calle. Aquel Pueyrredón era un gran campo con lagunas donde se cazaban ranas. Había casas bajas, con calles de tierra, cuna de tantas travesuras" (8).

Dora Schwarsztein escribe que el 5 de noviembre de 1939, a bordo del Massilia, llegaron exiliados con destino a Chile, Paraguay y Bolivia: " ‘No permiten ni asomarse a los ojos de buey a los intelectuales españoles en trànsito’, titulaba el diario local Noticias Gráficas la noticia del arribo del Massilia al puerto de Buenos Aires, ‘Las medidas adoptadas contra el grupo de intelectuales y artistas españoles son de un rigorismo que sólo tratándose de peligrosos confinados se hubieran aceptado…. Un marinero nos informó que los españoles refugiados tenían orden de que nadie se aproximara a ellos y menos que se asomaran por los ojos de buey. Es lamentable lo que ha ocurrido. No sabemos ni nos interesa saber quién ha dado la orden terminante de que ese grupo de gente que representa de modos distintos a la cultura y el cerebro de España permanezca en la sombría situación de los delincuentes incomunicados’ " (9).

Una exiliada española brinda su testimonio a Schwarsztein: "En el Massilia iban muchos artistas, escritores y periodistas españoles. Con ellos viajaban numerosos refugiados judíos polacos e italianos. Juntos compartían la tercera clase en condiciones deplorables de hacinamiento y promiscuidad. El viaje fue largo. Ver por última vez las costas españolas fue muy triste, pero era la libertad. El grupo se integró maravillosamente, no se conocían de antes ni tenían en definitiva nada en común, salvo la guerra. Todos sintieron un profundo odio hacia la tripulación francesa que los trataba mal, y que tanto odiaban a los rojos como a los judíos. Fueron horribles las peripecias vividas a bordo ante la amenaza constante de los submarinos nazis. Finalmente, el Massilia atracó en Buenos Aires, desde donde seguirían viaje a sus destinos finales en otros países. MC recuerda que, mientras los pasajeros esperaban a bordo el inicio de la nueva etapa de su viaje, se presentó en el puerto Natalio Botana, director del periódico Crìtica, que, sorpresivamente, ofreció a los españoles una suma importante de dinero para facilitar su asentamiento en la Argentina". Consiguió, además, "del presidente Ortiz el permiso para que ese puñado de hombres, mujeres y niños pudieran afincarse legalmente en el país" (10).

Dora Schwarsztein presenta el testimonio de una española que llegó al Hotel. Dice la mujer: "Nos metieron en el Hotel de Inmigrantes. Salas muy limpias, pero, claro, una tristeza enorme. Nos agolpamos todas las mujeres españolas por un lado. Yo recuerdo las señoras más mayores que había, todas estaban tristes. Allí por primera vez vi un mate" (11).

José Arias expresó sus vivencias en el hotel de Puerto Madero, al que llegó en el 30: "Quiero dejar aquí constancia del trato y de la atención que las autoridades tenían con los inmigrantes. Nos daban comidas sanas y abundantes; para dormir, camas limpias y cómodas; en mi caso han pasado sesenta y ocho años, yo entonces tenía trece, pero nunca podré olvidar mi paso por el Hotel de Inmigrantes. Y como si esto fuera poco las autoridades de inmigración le sacaban el pasaje a destino y se lo pagaban, y hasta lo acompañaban hasta las estaciones, por lo menos en mi caso" (12).

En septiembre de 2000, se inauguró Casa FOA en el Hotel de Inmigrantes. El estudio de Laura Ocampo y Fabián Tanferna, que tuvo a su cargo la ambientación de uno de los dormitorios, "antes que una reconstrucción histórica, prefirió hacer un homenaje a todos aquellos que vinieron con el coraje de iniciar una nueva vida" (13). Para ello, contaron con la colaboración de algunos de los inmigrantes que se hospedaron en el Hotel, quienes narran sus historias en sendas grabaciones. Son estos hombres y mujeres los húngaros Antonieta Rubido Zichy de Eicket, Américo de Gosztonyi, Esteban Bergner y Eugenio Weisz; Ana Wasinger de Schaab, nieta de ruso alemanes, y el español José Pereira Barros.

Notas

  1. Pizarro, Cristina: "Con María Esther de Miguel", en El Tiempo, Azul, 14 y 21 de septiembre de 2003.
  1. Correa, Alejandra: "María Esther de Miguel: la novela histórica", en Magazine Actual, Año 2 N° 8, Diciembre de 1997.
  2. Miguel, María Esther de: Un dandy en la corte del rey Alfonso. Buenos Aires, Planeta, 1999.
  3. Quiñones, Xavier: "Imperio Argentina", Extraído del CD BMCD 7601, sello Blue Moon, serie "Cancionero de Oro", editado en España, en www.todotango.com.
  4. Texto: Manu Mediavilla / Fotos: Marina del Mar: "Imperio Argentina – Cantante y actriz", 5 de noviembre de 2001, www.canales.laverdad.es
  5. Madrazo, Cecilia: "Eladia Blázquez: 10 cosas que sé", en La Nación Revista, 15 de septiembre de 2002.
  6. Szwarcer, Carlos: "Hechizo Sefaradí", en SEFARaires, Nº18, 2003.
  7. Quirney Aguirre, Carla: "Don Elías Trincado", en El Barrio Villa Pueyrredón, Buenos Aires, Septiembre de 2003.
  8. Schwarsztein, Dora: "La llegada de los republicanos españoles a la Argentina", en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Nº 37, CEMLA, Buenos Aires, 1997.
  9. ibídem
  10. Schwarsztein, Dora: Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en la Argentina. Crítica, 2001.
  11. Arias, José: Disqueprensa en La Prensa, Buenos Aires, 1998.
  12. Folleto escrito por Ocampo-Tanferna, para Casa FOA 2000.

Españoles y otros

Los inmigrantes trabajaron asimismo en el adoquinado de las calles. Lo recuerda José Luis Corsetti, quien afirma: "De las canteras de Tandil salió gran parte del empedrado de las calles de nuestro país. Los picapedreros españoles, italianos, montenegrinos y yugoslavos fueron, desde 1870, personajes entrañables que dejaron cuerpo y alma, cuando no la vida, en cada cincelada" (1).

Hugo Nario describió la dura vida de los picapedreros: "Despeñarse, quedar aplastado por el desprendimiento de piedras o cascajo, perder un ojo reventado por una escalla o por un pinchote mal templado, morir destrozado por una voladura imprevista, caer bajo las ruedas de las zorras que bajaban cargadas de material desde lo alto de la pendiente, o carros cuyo control de descenso se perdía, y volcando arrastraban por el precipicio a caballos y conductor. Y en todo tiempo, el arresto, el allanamiento, las redadas, días y meses de encierro, la amenaza de la deportación, a veces sin proceso" (2).

Escribe Nélida Boulgourdjian-Toufeksian: "En la localidad de Berisso estaba el frigorífico Armour La Plata S.A. que inició sus operaciones en 1915. Entre dicho año y 1930, el 60% de su población obrera estaba constituida por hombres y mujeres provenientes de Europa y Asia. Los armenios compartieron con los italianos, españoles, rusos y árabes, las pesadas tareas en desfavorables condiciones de trabajo" (3).

En "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo espíritu vive en una banda", Jorge Iglesias se refiere al belga Julio Steverlynck; presenta, además, el testimonio de personas que estuvieron vinculadas a la Algodonera Flandria. Iglesias escribe: "Por cierto, en la Argentina de finales de los veinte, encontrar un obrero textil calificado era tarea de cíclopes. Así, Steverlynck le abrió las puertas de la fábrica a gran cantidad de inmigrantes españoles e italianos. Toda gente que había dejado sus raíces. Gente que venía a ‘hacer la América’. Mejor, ¿por qué no?: a hacer la Flandria… Pero, como la gente trabajando se hace, de los telares no sólo salieron telas, como se verá, también salieron ‘hombres de Flandria’ " (4).

Aurora Alonso de Rocha se refiere a los editores de periódicos de Olavarría, localidad bonaerense: "Los españoles, dueños de un buen idioma hablado y, seguramente, monopolizadores del español escrito en un país babélico, eran los editores obligados" (5).

Víctor Dorsch se refiere a las diferentes actitudes que se manifestaban hacia los inmigrantes: "Surge en mi memoria la evocación maternal de la señora Beatriz, como la llamábamos todos los que fuimos sus alumnos (…) en aquellos años de su permanencia en Hernández, que por cierto no fueron pocos. (…) a nosotros (…) se nos conocía por el mote despectivo de rusos (pero) aquella buena maestra no hacía ningún distingo entre los así llamados y los que, por su ascendencia española, italiana o nativa, no pertenecían a esa casta un tanto despreciable (sic)" (6).

Notas

  1. Corsetti, José L.: "Lejos del corralito, cerca de la naturaleza", en La Nación, 27 de enero de 2002.
  2. Nario, Hugo: "Cortando piedra", en Todo es historia, N°178, Marzo de 1982.
  3. Boulgourdjian-Toufeksian, Nélida: Los armenios en Buenos Aires. La búsqueda de la identidad (1900-1950). Buenos Aires, Centro Armenio, 1997.
  4. Iglesias, Jorge: "Flandria, la ciudad-fábrica cuyo espíritu vive en una banda", en La Nación, Buenos Aires, 28 de enero de 2001.
  5. Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de 1994.
  6. Weyne, Olga: El último puerto. Del Rhin al Volga y del Volga al Plata. Buenos Aires, Editorial Tesis/Instituto Torcuato Di Tella, 1986.

En memorias

Asturianos

Niní Marshall, hija de asturianos, escribió sus memorias. Afirma Fernando Noy: "Previsora, para disipar dudas sobre sus procesiones por los laberintos de la memoria, ella nos legó, acicateada por su amigo y representante Lino Patalano, la invalorable Autobiografía donde emerge, con astucia de autora consumada y en una sesión de magia interminable, tan verosímil y viva como siempre, quizás de un modo inconciente desdiciendo aquella frase-consigna en uno de sus libretos radiales: ‘Déjenos contarle algo, déale. Si no va a parecer una mujer demasiado misteriosa, de esas que salen al cine y después les agarra la mamesia al cerebro’. Y si era necesaria mucha ‘propicacia’ para hacerlo, sospecho que sólo quiso recompensarnos con estas páginas a modo de despedida" (1).

Notas

  1. Noy, Fernando: "A los ‘pieses’ de la Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de 2003.

Gallegos

En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia América: "El italiano no había comenzado aún su éxodo de inmigrante. De España, en general del Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores, aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como cargamento de esclavos" (1).

Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (2), convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia" (3).

Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno de una familia integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos- que viven en el pueblo.

Los días de la infancia son descriptos con nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas, el aprendizaje de las primeras letras, los internados católicos para varones y mujeres, la tolerancia ante la conducta infantil y los castigos que imponía cada uno de los progenitores, son recordados en el marco que proporcionan a esta familia los avatares de la vida en la Argentina y en Europa; la Guerra Civil en España y el fraude político en Santa Fe son episodios evocados detenidamente por esta narradora.

En "Mínima autobiografía de la exiliada hija", trabajo que integrará un volumen sobre el exilio español republicano de 1939, a publicar por la Universidad de Lérida, María Rosa Lojo se refiere a su vida como hija de un gallego y una madrileña exiliados en la Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "Dejaba negocios equivocados y proyectos irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me enteré después de su muerte: era un hombre pudoroso) una cierta reputación juvenil de ‘mala cabeza’, y de playboy coruñés, que fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba una España que para sus ojos había retrocedido siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi, otra persona" (4).

Notas

  1. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias
  2. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1999.
  3. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 1999.
  4. Lojo, María Rosa: "Mínima autobiografía de una ‘exiliada hija’ ", en Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de 2002.

Vascos

Miguel Canè relata que los estudiantes encontraban diversas distracciones en la quinta de Colegiales; una de ellas, vinculada a unos inmigrantes. "En la Chacarita estudiábamos poco, como era natural; podíamos leer novelas libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y sobre todo, organizar con una estrategia científica, las expediciones contra los ‘vascos’ ".

Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos quinteros: "Los ‘vascos’ eran nuestros vecinos hacia el norte, precisamente en la dirección en que los dominios colegiales eran más limitados. Separaba las jurisdicciones respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de bordes cubiertos de una espesa planta baja y bravía. Pasada la zanja, se extendía un alfalfar de una media cuadra de ancho, pintorescamente manchado por dos o tres pequeñas parvas de pasto seco. Más allá (…) en pasmosa abundancia, crecían las sandías, robustas, enormes, (…) allí doraba el sol esos melones de origen exótico (…) No tenían rivales en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea reconocida en esa materia. Las excursiones a otras chacras nos habían siempre producido desengaños, la nostalgia de la fruta de los ’vascos nos perseguía a todo momento, y jamás vibró en oído humano en sentido menos figurado, el famoso verso de Garcilaso de la Vega" (1).

Carlos Ibarguren describe, en La historia que he vivido, el Buenos Aires de su infancia, en la década de 1880. En ese entonces, "en los barrios residenciales veíanse de mañana a los lecheros, casi todos vascos, que llevaban en los costados de su cabalgadura sus clásicos tarros de latón, o a los que arriando algunas vacas con sus mamones, al son tintineante de un cencerro, ofrecían leche recién ordeñada" (2).

Notas

  1. Cané, Miguel: Juvenilia. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Ibarguren, Carlos: La historia que he vivido. Buenos Aires, Dictio, 1977.

Cántabros

Baldomero Fernàndez Moreno nació en Buenos Aires en 1886; falleció en esta misma ciudad en 1950. Evocó sus años de infancia, una edad escindida entre dos tierras, Argentina y España. Recuerdos de estos años se encuentran en su poesía, y también en su libro en prosa titulado La patria desconocida (1), publicado por primera vez en 1943, como anticipo. Quince años más tarde, esta obra se publica en la Biblioteca Menèndez y Pelayo, de Santander, con estudio preliminar de Gerardo Diego. En Argentina, La patria desconocida se edita en un solo tomo con otro volumen, Vida y desapariciòn de un mèdico, que habìa visto la luz en 1935. Ambos volùmenes se unifican bajo el tìtulo de Vida. Memorias de Fernàndez Moreno.

En el prólogo a sus memorias, Fernández Moreno se refiere a la relación de las mismas con sus dos patrias, y deslinda la incidencia que España y la Argentina tienen en ellas: "Son páginas, pues, españolas por el recuerdo que las informa, argentinas por la mano que las trazó. Por eso este libro cobra un sentido vernáculo, americano. Y todo aquello en medio del suspirar por mi patria, por curiosidad, por exotismo, por poesía naciente, y, por lo que es lo cierto, por indefinible amor hacia ella".

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: La patria desconocida.

Sin mención de origen

Raúl G. Fernández Otero escribió Ausencias, presencias y sueños (1), autobiografía en la que evoca su infancia en un barrio porteño, allá por el 30. El rememorar sucesos de su vida personal lo obliga a describir la época en que transcurren y el modo de vida de esos tiempos que -en la pluma de Fernández Otero- parece mucho más humano que el agitado vivir del presente. Los padres y el hermano españoles, los vecinos, los carnavales, las anécdotas que pueblan toda historia a lo largo de una dilatada existencia, son la materia de la primera parte del libro.

Notas

  1. Fernández Otero, Raúl: Ausencias, presencias y sueños. Buenos Aires, Tu Llave.

En biografías

Asturianos

En "Florencio Constantino: Breve Biografía", leemos: "Como en el caso de tantos otros inmigrantes que llegaron a nuestro país, Florencio Constantino emigró a América siendo muy joven para labrarse un porvenir. (…) Hijo de Antonio Constantino Sánchez, natural de Valleval, Asturias, y Antonia Carral Ruiz, santanderina de Arredondo, Mariano Florencio Constantino Carral nace en Ortuella el 9 de abril de 1868. (…) Florencio aprende con entusiasmo a tocar la "vigüela" y rápidamente agrega a su repertorio de canciones vaskas y españolas el canto de ‘aires criollos’, que lo harán conocido y apreciado en cuanta reunión festiva se dé en Bragado y aún en las manifestaciones políticas. (…) El año 1895 ha de ver a Constantino trasladado a Buenos Aires, dispuesto a ser cantante. (…) trajinó los máximos escenarios líricos del mundo. En Buenos Aires se presentó en el Teatro de la Opera, en el Teatro Odeón, en el Teatro Avenida, en el Hotel París, en el Orfeón Español, en el Centro Vasco Laurak Bat, en el Teatro Coliseo y en el Teatro Colón en varias oportunidades. Hizo actuaciones en otras ciudades como Rosario, La Plata, Bahía Blanca, Córdoba y por supuesto en Bragado. (…) murió el 16 de noviembre de 1919, solo, triste y casi olvidado. Pero con la certeza, más allá de su delirio, de que había cumplido aquel sueño de desenterrar el tesoro que llevaba en su garganta. Sus restos descansaron en el Panteón Vasco del cementerio de la ciudad de México D.F y fueron repatriados a la Argentina en 1986, donde esperan su último destino en Bragado, el pueblo de sus amores" (1).

En Los dones del tiempo (2), Rubén Benítez relata la historia de la asturiana Cecilia Caramallo. En esa obra, el escritor vuelve al tema abordado diez años antes en La pradera de los asfódelos (3): la inmigración y, más específicamente, la vida de los inmigrantes en Bahía Blanca, sus expectativas cumplidas y fallidas, sus recuerdos, sus abnegaciones.

América aparece –al igual que en todas las obras de emigración- como el destino soñado, que desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y las distancias. Para una asturiana, las tierras son enormes, la cantidad de ganado es tal que debe dormir a la intemperie. Son realidades difíciles de aceptar para quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo mínimo. Recuérdese al respecto la sensación de la protagonista cuando ve que tiran comida. Piensa qué hubieran hecho en su aldea con aquello que derrochaban los argentinos.

La vida de su madre es el tema que Jorge Fernández Díaz eligió para su libro. Mamá (4). La asturiana Carmen Díaz, nacida en 1932, a los quince años viaja hacia América. La pasó mal en el viaje. Aquí la esperaban sus tíos, con los que vivió haciendo las veces de hija adoptiva y criada. Sus tíos "importaron a una hija de España porque el médico que operó a Consuelo de un fibroma tuvo al final que extirparle los ovarios. (…) Pedía una niña, y prometía cuidarla y educarla hasta que mi abuela pudiera viajar".

La narración, estructurada en capítulos con nombres de los personajes, surge del reportaje que Jorge Fernández Díaz, director de la revista Noticias, efectuó a su madre durante más de cincuenta horas; "Comencé a garabatear frases e ideas sobre su azarosa biografía en un cuaderno Rivadavia de tapa dura cuando me contó que hacía lagrimear a su psiquiatra", escribe el hijo.

Ese dolor de la inmigrante, y su fe en el futuro, que la hizo salir adelante en un mundo en el que poco apoyo tenía, son homenajeados por Fernández Díaz en una obra que nos hace sentir admiración por esta mujer que logró tanto contando sólo con su tenacidad.

Susana Degoy es la autora de Niní Marshall, La máscara prodigiosa (5), biografía de la actriz hija de asturianos. Degoy afirmó: "De la mano de Niní, los argentinos nos reímos de nosotros mismos, de la prepotencia y la cursilería, de la mezquindad y la picardía. También de su mano aprendimos a respetar la melancolía y los caprichos de los abuelos inmigrantes" (6).

Niní Marshall es también la protagonista de dos biografías aparecidas recientemente: "Los festejos por los 100 años que cumpliría Niní Marshall este 1° de junio incluyen dos libros biográficos (…) Las biografías que aparecen en estos días son ¡Niní está viva!, de la periodista Patricia Narváez (…) Cuenta con materiales inéditos del archivo familiar de Angelita Abregó, hija de la actriz (…) Por otra parte se publica Niní Marshall. El humor como refugio, de Marily Contreras" (7).

Notas

1. S/F: "Florencio Constantino: Breve Biografía", en Municipalidad de Bragado.

  1. Benítez, Rubén: Los dones del tiempo. Buenos Aires, GEL, 1998.
  2. Benítez, Rubén: La pradera de los asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1989.
  3. Fernández Díaz, Jorge: Mamá. Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
  4. Degoy, Susana: Niní Marshall, La máscara prodigiosa. Manrique Zago, 1997.
  5. Ulanovsky, Carlos: "Niní Marshall Genia y figura", en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de mayo de 2003.
  6. Noy, Fernando: "A los ‘pieses’ de la Marshall", en Clarín, Buenos Aires, 24 de mayo de 2003.

Gallegos

Manuel Castro es el autor de la biografía de Manuel Dopazo. En ese trabajo, escribe: "La llegada de una compañía de zarzuela a Buenos aires que ofreciera Maruxa, requería la presencia de un gaitero. Manuel Dopazo era el elegido. Su actividad artística lo hizo llevar la gaita al Teatro Colón que es a lo máximo a lo que se puede aspirar. Fue la noche del 12 de octubre de 1930 estando presente en esa ocasión el Presidente de la República Argentina, don Hipólito Yrigoyen. Dopazo y sus músicos también recorrieron Brasil y Uruguay. Participó en la película ‘Cándida’ con la famosísima Niní Marshall y en ‘La calle junto a la luna’ con Marisa Ibáñez Menta y Juan Carlos Thorry. Además de ser un eximio ejecutante, Dopazo fabricaba gaitas, generalmente para vender y fue aquí en Buenos Aires donde aprendió a tornear. Manuel Dopazo vivió de la gaita y mantuvo una familia de once hijos. Fue el único que pudo hacer eso, otros gaiteros tenían otros trabajos. Soldaba las gaitas con plata, soplando y eso lo llevó a la tumba" (1).

También de España era un trabajador evocado por Félix Luna en Soy Roca. Nos referimos a Gumersindo García, mayordomo del presidente, hombre que, de a poco, fue ascendiendo desde su primitiva ocupación de mucamo, gracias a su bonhomía y fidelidad. En esa biografía novelada, relata el protagonista: "me dispuse a veranear con mis hijas en un lugar del que se estaba hablando mucho: Mar del Plata. Pellegrini era un entusiasta de este balneario y aseguraba que un mes entero allí era una verdadera fuente de juvencia. Me fui con mi prole, la gobernanta, Gumersindo y alguna muchacha de servicio, instalándome en el Bristol Hotel, que era el centro social del pueblito" (2).

Notas

  1. Castro, Manuel: "Manuel Dopazo", en Viajero Celta, 1996.
  2. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

En periodismo

Gallegos

Roberto Arlt viajó a Europa en 1935, enviado por el diario El Mundo, y remitió desde allí sus "Aguafuertes gallegas" (1), serie de notas sobre los gallegos y su relación con América, en las que tiene gran importancia el tema de la inmigración a la Argentina.

En estos artículos de Arlt son frecuentes las comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta última, no salimos bien parados, ya que el periodista advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste español y le resulta lógico que para el gallego inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo. Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que no es llanura sino una sucesión de suaves colinas, después de seiscientos kilómetros de travesía, conservamos la ropa limpia. (…) ¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura –se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o en la montaña empinadísima?".

En "Temas de la patria anterior" (2), escribe González Carbalho: "Quienes fueron antes que yo en mi sangre, partieron por donde yo entré en España. Recuerdo que en algún coloquio de lembranzas, hablóme mi padre de cuando se echaba a nadar en la radiante bahía de Vigo. Eran intentos para irse. Estaba haciendo la práctica para la gran travesía. El alma navegante se estaba familiarizando con la onda, el yodo, la brisa que blanquea de sal la cara. Así partió siendo niño. Y yo volví por donde él partió, siendo ya varias veces hombre. Es decir: hombre y experiencia, hombre y afán de indagar en la raíz, de sentirme en la fuente de la savia. Hombre que necesita respirar los aires de su patria anterior".

Notas

  1. Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa Fe, Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas por Rodolfo Alonso.
  2. González Carbalho, José: "Temas de la patria anterior", en La Prensa, Buenos Aires, 21 de abril de 1957 Citado en Requeni, Antonio: "Un poeta arxentino en Galicia: González Carbalho". Separata del Boletín Galego de Literatura.

Vascos

Manuel Mujica Làinez visita Villafranca de Oria, pueblo cercano a San Sebastián, en una "peregrinación a las fuentes": "Con Armendàriz torné a entrar en la iglesia. Me enseñó, en los registros parroquiales, las anotaciones que consignan los bautismos, matrimonios y muertes, de gente remota vinculada a mí. Y, saliendo del templo neblinoso, me mostró junto a él la que fue casa de mis mayores y que, desde 1890, más o menos, está destinada a escuela, correo, dependencias municipales y qué sé yo qué. Sobre la puerta sigue intacto el blasón, como en tantas y tantas casas de Guipùzcoa" (1).

Abel Posse "cuenta la historia de Casimiro Aín, que bailó ante Pío XI el Ave María, de Canaro". "A las 9 de la mañana del 1° de febrero de 1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito), pálido y seguramente un poco aterido (invierno), sale del hotelito de la vía Torino que le reservó la embajada y sube a un taxi. Lleva una modesta valija con los elementos esenciales: botines abotonados, pantalón de fantasía con trencilla, chaqueta negra con vivos, pañuelo al cuello, o lengue de seda japonesa y un puñal de madera que le parecerá conveniente no agregar al atuendo. Lleva puesto el invariable chambergo borsalino, el gacho gris arrabalero, de cinta ancha y ribete negro en el ala. Símbolo del malevaje ríoplatense" (2).

Notas

  1. Mujica Làinez, Manuel: Placeres y fatigas de los viajes. Crónicas andariegas. Vol. I. Buenos Aires, Sudamericana, 1984.
  2. Posse, Abel: "Lejanas batallas del tango (I) 1924. El vasco Aín en la Santa Sede", en La Nación Revista, Buenos Aires, 5 de octubre de 2003.

Varios

En "El siglo disfrazado", Mauricio Kartun analiza la relación del Carnaval con la inmigración: "Fue con el vendaval inmigratorio de principio de siglo que la farra desbordó todo orden institucional, la mascarita se independizó, y el disfraz pasó a ser un atributo de fenomenal creatividad individual, un orgullo familiar en el que las mujeres de la casa lucían su solvencia con el molde y la aguja".

Una vez disfrazado el niño, debía fotografiárselo, para enviar esa imagen al país de origen: "Colas de una cuadra en Foto Bixio, o en Pascale, bajo el sol calcinante de febrero, ese que aseguraba con el resplandor de la primera tarde los mejores contrastes en la vidriada galería de pose del estudio. ¿Cómo testimoniar sino allá en el terruño el prodigio de costura, las costumbres, el crecimiento y la belleza de los chicos, engalanados y maquillados?"

El afianzamiento de la inmigración hizo que cambiaran los disfraces elegidos por las madres para sus hijos: "Viejas fotos. Sólo eso queda de aquella magnífica pasión por el disfraz. De pierrot, sobre todo, hasta los años 20 en que las colectividades tomaron peso propio. De allí en más predominaron los baturros, toreros y gaiteros asturianos, las majas, las gitanas, y los vascos pelotaris con sus paletas en miniatura, o su versión lechera con los tarros también a escala" (1).

Notas

  1. Kartun, Mauricio: "El siglo disfrazado", en Clarín Viva, 20 de febrero de 2000.

En costumbrismo

Andaluces

En la revista Caras y Caretas se lee que por la Avenida de Mayo transitaba el vendedor de cigarrillos, un andaluz que pregonaba: "¡Qué distraídos, andéis! ¡Qué distraiídos!/ ¡Miraise bien los bolsillos!/ ¡Habéis orvidao los cigarriyos!" (1).

Notas

  1. En Caras y Caretas, 1901.

Gallegos

En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se aprovecha de que sos d’España para sacarte el jugo por unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca de la doméstica este concepto: "Yo lo conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de ganar muy fácil…" (1).

Notas

  1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires, Huemul.

Vascos

La conversación que Fray Mocho reproduce en "Nobleza del pago" evidencia en qué medida se confundían los orígenes de los habitantes de nuestro país. Una mujer cree que su abuela es vasca. A esa convicción, le responde una parienta: "Más bien tirab’a pampa o a correntina por l’habla… ¡Si era bosalísima! El viejo parece que se juntó con ella cuando andaba de picador de carros, p’allá, pa la cost’el Salao, que fue de an’de comenzó a internarse pa l’Azul…" (1).

Godofredo Daireaux es el autor de "Matufia", en el que escribe: "Después del confortable almuerzo, se fue don Narciso a siestear, y se sentaron a la sombra de los preciosos aromas que rodeaban la estancia de don Carlos Gutiérrez, hacendado de la vecindad, don Julio Aubert, francés acriollado y mayordomo de una gran estancia vecina y un vasco, ovejero rico de por allá, que llegado a comprar carneros, a la hora de almorzar, había sido convidado por el dueño de casa" (2).

Notas

  1. Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires, Huemul.
  2. Daireaux, Godofredo: "Matufia", en Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del 900. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Sin mención de origen

"Diego Corrientes" es uno de los textos que Francisco Grandmontagne escribió para su "Galería de inmigrantes", publicada en Caras y Caretas. No manifiesta que su personaje sea un inmigrante español; lo suponemos, por el nombre y la descripción de su tierra de origen. En esa estampa, publicada en 1899, leemos: "La falta de pan y la sobra de hijos arrojaba a Dieguillo del hogar nativo. Tenía 12 años, saludables como las vetas de joven encina; cual aguilucho, ágil y fuerte, y bello además, como engendro de dos cuerpos torneados por duro trabajo" (1).

En "¡Ficate-in-poco; ficate!", texto de 1908, Santiago Dallegri presenta a una española que quiere comprar ligas de seda. Uno de los personajes dice a la mujer: "-No s’enoje misia España, que dispués de todo, no lo hago porque me deba un par de nales sino por hacerle un bien. Pues dígame, ¿pa qué v’á gastar dinero en ligas de seda, si naides se las v’á ver?" (2).

Notas

  1. Grandmontagne, Francisco: "Diego Corrientes", en en Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del 900. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  1. Dallegri, Santiago: "¡Ficate-in-poco; ficate!", en Fray Mocho, Félix Lima y otros. Los costumbristas del 900. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

En historietas

Gallegos

En Locuras de Isidoro, historieta de Dante Quinterno, aparece un mayordomo gallego. "Quién no disfrutó alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los enredos protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida disipada que rehuía a cualquier esfuerzo físico, incluido el trabajo, y pasaba sus horas en casinos, hipódromos y boites? Imposible olvidarlo: casi siempre vestía saco cruzado, polera, mocasines y tomaba whisky importado. Vivía disgustando a su pobre tío, el coronel Urbano Cañones, quien sólo confiaba en él cuando estaba acompañado por Cachorra Bazuka, una hermosa rubia de aparente compostura que en realidad era su compañera de juergas. Su otro aliado era Manuel, el mayordomo gallego, que lo apañaba ante el severo militar cuando Isidoro metía la pata. Autos deportivos, ruletas, cartas de póker, cigarrillos y noche componían la iconografía de Locuras de Isidoro, la popular revista que el inolvidable Dante Quinterno (1919-2003) publicó entre 1968 y 1976, año en que empezó a reeditarse" (1).

Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo Manolito, personajes de Mafalda.

Notas

  1. Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de Villa Pueyrredón", en El barrio. Periódico de noticias, Agosto de 2003.

Sin mención de origen

Un hombre dice a su mujer, en una historieta de Emilio Ferrero: "Pensar que voy a ser papá y le voy a contar las historias que me contaba mi abuelo… Como esa de cuando vino de España siendo muy joven y se encontró con un país rico y lleno de oportunidades…". La reflexión es amarga: "¡¡Claro que ahora, visto a la distancia, parecería que el pobre nono desde chico ya tenía arterosclerosis!!" (1).

Notas

  1. Ferrero, Emilio: "S.O:S: Somos primerizos", en La Capital, Mar del Plata, 14 de mayo de 2000.

En novelas

Andaluces

Eugenio Juan Zappietro es el autor de la novela De aquì hasta el alba (1), en la que narra lo acontecido a colonos, soldados e indios durante la Conquista del Desierto, en el año 1879. Bonhomìa y vileza aparecen confrontadas en una dupla de inmigrantes. Son ellos un irlandés, que llegó al desierto en 1866, y el socio granadino que lo traicionó. La posta en la que vivían los Bary había sido construida por O’Flaherty, quien "juraba que Argentina era el país del futuro. No se equivocó por mucho en cuanto a la tierra; se equivocó de hombres, pero una lanza araucana había terminado con él para evitarle la amargura de comprobarlo".

Notas

  1. Zappietro, Eugenio Juan: De aquì hasta el alba. Barcelona, Hyspamèrica, 1971

Aragoneses

Manuel Gálvez presenta, en Nacha Regules, a un aragonés encargado de un conventillo: "El encargado era un aragonés testarudo, insolente y entrometido. Su pequeña cabeza desgonzábase sobre un cogote interminable. El tronco, angosto en los hombros, ensanchábase hasta las caderas, cuya anchura contrastaba ridículamente con la longitud de las flacas piernas, movedizas y simiescas. La expresión adusta del semblante y la nariz de perro, caricaturizábanle aún más. Reía explosivamente, empalmando la agonía de una carcajada con el brusco estallido de otra, lleno de gesticulaciones, agitándose íntegro, dando al cuerpo la línea oblícua y caídos los brazos que temblequeaban chocando contra los flancos y subían y bajaban sin ritmo, como émbolos descompuestos. Gustaba hacerse el gracioso, hablando a lo andaluz" (1).

Notas

  1. Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.

Castellanos

Rubén Benítez, autor de La pradera de los asfódelos, me dijo en un reportaje: "El pueblo real es el de mi madre. Allí tomé el escenario, personajes, anécdotas y muchos elementos que me permitieron completar la historia de la cual yo tenía la faz americana. Me conmovió ver el puente sobre el Agueda del que tanto hablaba mi abuela. Me impactó la visión mítica de la Patagonia –que intenté traducir- que tienen muchos de los que quedaron aguardando a os que viajaron a América y no regresaron. O la imagen de la cigüeña, con sus inmensos nidos en los campanarios, ave migratoria que regresa siempre, por un misterioso vínculo, y está identificada con el renacer primaveral" (1).

En ese libro, un hombre que se marchó cuando llamaron a su quinta, escribe a una madre española: "Cuando el muchacho crezca, mándamelo. Hay campos inmensos sin labrar que pueden dar dos o más cosechas al año. Los animales, que no se cuentan sino de tanto en tanto, andan sueltos. Aquí hará fortuna. Cuando convoquen a su quinta mándalo. Y si quieres venir tú con él, vente. No te arrepentirás. Sobra lugar y faltan manos". La madre exclama: "No, hermano. Prefiero que lo manden a Marruecos antes de que escape a la Patagonia. De Marruecos regresan todos, de la Patagonia no vuelve ninguno" (2).

El viajero de Agartha (3), de Abel Posse, fue distinguida con el Premio Internacional de Novela Novedades y Diana 1988-1989 en México. El protagonista de la novela es Walther Werner, graduado en lenguas orientales y arqueología, teniente coronel de las fuerzas especiales nazis, quien se define como "el mensaje de salvación arrojado al mar enfurecido". "Soy un SS –afirma-: mi primer mandato es matar o morir matando esa sucia rémora hija de una cultura pestilente y sentimental: la nostalgia, la roñosa humanidad y su engendro bastardo, el mentado ‘humanismo’ ". Es justamente esa postura ante la vida la que hace que se desvincule del hijo que tuvo con una española, que apareció muerta en Burgos "cuando entraron las fuerzas vencedoras de Franco". Recuerda el momento en el que, en Madrid, cortó el débil lazo que lo unía al niño; entonces aparecen las referencias a la Argentina, país en el que se cría el pequeño, lejos de su padre.

Notas

  1. González Rouco, María: "Rubén Benítez: el regreso a la entrañable tierra", en El Tiempo, Azul, 10 de septiembre de 1989.
  2. Benítez, Rubén: La pradera de los asfódelos. Bahía Blanca, Siringa, 1988.
  3. Posse, Abel: El viajero de Agartha. Buenos Aires, Emecé.

Catalanes

En la adolescencia, el protagonista de La gran aldea (1), de Lucio V. López, acude a la escuela de dos maestros. Uno de estos maestros era inmigrante: "Don Josef era oriundo de Cataluña y se vanagloriaba de haber nacido en el castillo Monjuich, de haber salvado la vida a varias personas, de haber presenciado un naufragio y de haber sido casi víctima del hambre de una tigra mansa; preciábase de haber conocido a la reina de España, doña Cristina, de haberla visto comer una olla podrida en un día de toros. Hacía sacrificio de confesarse descendiente de don Gonzalo de Córdoba, pero no se prestaba a pregonar mucho el parentesco, y lo repudiaba con majestad, porque no quería que nadie sospechase que él aprobaba las rendiciones de cuentas de su poco escrupuloso antepasado. Vivía crónicamente colérico, sin que esto importe decir que no supiera interrumpir sus accesos para hablar con fruición, de los tesoros de Potosí y de fortunas colosales como las de los cuentos de hadas, porque el buen viejo tenía altamente desarrollada la nota de la codicia".

María Angélica Scotti evoca, en Diario de ilusiones y naufragios (2), la vida de una inmigrante española, desde que, en la infancia, deja España con su madre; a ellas se unirá un italiano que la mujer conoce a bordo. "El primer recuerdo que me aparece es el viaje", dice la protagonista de la novela que mereció el premio Emecé 1995/6. "En verdad, es más lo que me contaron que lo que vi con mis propios ojos –continúa. No sólo porque era muy pequeña sino también porque hice la travesía encerrada en un camarote muy especial: viajé oculta bajo las faldas de mamita", porque "apenas zarpamos de Barcelona, mamita notó que yo tenía el cuerpo y las mejillas repletos de manchuelas coloradas. Ella ya había oído decir que a los enfermos los obligaban a bajar en el primer puerto, y por eso resolvió esconderme" .

Notas

  1. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres bonaerenses. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Scotti , María Angélica: Diario de ilusiones y naufragios. Buenos Aires, Emecé, 1996.

Gallegos

En la novela En la sangre (1), de Eugenio Cambaceres, el protagonista y su madre "se detuvieron frente a la Universidad en cuya puerta, mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la cintura, estaba de pie el portero, un gallego ñato de nariz y cuadrado de cabeza".

En La gran aldea, Lucio V. López presenta gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho" (2).

Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules: "Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de querer echarles de la casa para después subir los alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos? ¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que decía el patrón: la higiene y el aire, era bueno para los ricos. ¡Los pobres estaban tan conformes sin aire! Y respecto de la higiene, maldita la falta que les hacía. Además, si la vida de los pobres era dura, no correspondía a los ricos pretender mejorarla. Y que no les dijeran que sus ofrecimientos eran desinteresados, porque no lo creerían. Ya conocían demasiado a los ricos. Todos iguales. Si a veces cedían por un lado, era para reventarlos por otro. Podía, pues, el patrón marcharse con sus rebajas de alquiler y la reforma del conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos no se moverían de allí!" (3).

En un conventillo reúne a sus discípulos José Luna, personaje de Megafón, novela de Leopoldo Marechal: "En la sala única del púgil se juntaban sin armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de leña, cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo que, sin embargo, nunca molestó en adelante ni a José Luna ni a sus tres discípulos, en las discusiones que mantuvieron sobre las metáforas del Apocalipsis. Los tres discípulos eran Juan Souto, llamado ‘el gaita’, Vicente Leone, o ‘el tano’, y Antenor Funes, conocido por ‘el salteño’ " (4).

María Rosa Lojo define a su novela, Canción perdida en Buenos Aires al oeste, como "la historia de una familia narrada a través de siete personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma sus propios orígenes, como quien canta una canción. Una canción perdida porque es la de la infancia y la adolescencia, la de la vida tramada por el amor, la dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo irrestañable e incorruptible, como el agua fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión de retener" (5).

Después de muchos años de exiliados, los padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los acompañaría hasta el final de sus días. En su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar, empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando comíamos callados y mi padre, sólo mi padre recitaba, tácitamente, como para sí: ‘Donde yo me he criado…’ Y ya no escuchábamos; lo demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre repetido, desesperado y patético como una plegaria inútil. La única plegaria que papá se permitía decir" (6).

Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera Sur. "Prostitutas, fantasmas, jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos, héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes gallegos, van tejiendo la trama de Frontera Sur y la historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. Roque Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un compadrito degollado, es protagonista de este relato épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de un bandoneón y de los principios de la organización obrera. Pero también aparecen en él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio Gardel, que definieron el espíritu de una época y de una ciudad apasionantes" (7)

Graciela Cabal, en Secretos de familia (8), recuerda su aprendizaje de muñeira: "A mi amiga Rodríguez tampoco la dejan estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la muñeira, porque la muñeira se la enseñó la madre. (La madre de Rodríguez es de un lugar donde todos saben bailar la muñeira desde que nacen, sin que nadie se la enseñe). Me da mucha vergüenza, pero igual voy y le digo a la mamá de Rodríguez si por favor, por favor, me enseña a mí a bailar la muñeira. La mamá de Rodríguez dice que ella con mucho gusto me enseñaría, pero hace tanto tiempo que no baila… ’Sea buena, mamita’, le dice Rodríguez a la madre, y la arrastra al patio. Y entonces la madre empieza a cantar bajito mmmmm mmmmm mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que se anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido y hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue, sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan los bigotes".

Stéfano, el protagonista de una de las novelas de María Teresa Andruetto, está alojado en el Hotel de Inmigrantes: "Cuando el sol baja, Pino y Stéfano salen a caminar por la ribera, hasta el muelle de los pescadores. Es la hora en que el organito pasa: lo arrastra un viejo de barba y gorra marinera que lleva un loro montado sobre el hombro. A veces, junto a las barcazas, se detienen a oír el mandolín que suena en una rueda y las canciones que cantan los hombres de mar. Pero no sólo hay italianos en el puerto. Ya el segundo día se habían hecho amigos, ni saben cómo, de unos gallegos que limpian pescado junto a la costa y van por la mañana a verlos, ayudan un poco, y regresan, los tres días siguientes, con algunas monedas" (9).

Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor (1999, Premio Nacional de Literatura en 2002), obra en la que escribe sobre su abuela gallega, la que le contaba cuentos de su tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y de acostarse temprano, sufría de insomnio. Por la noche ella y vos, acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban Radio Porteña, que transmitía desde los teatros. La obra predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada por Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la Membrives en la oscuridad de la pieza. Ay, repetía la abuela. Apenas terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como no podía dormir, te contaba un cuento" (10).

Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me quieras, presenta un vasco y un gallego. Este último es evocado como un trabajador, en su clásica ocupación de dueño de bar, desconfiado ante los pedidos de sus clientes sin dinero: "era como si todos nosotros fuéramos miembros de una barra y los mayores solamente aquellos a los que teníamos que engañar. Como el gallego que nos dará un whisky o un café a cuenta, mirándonos de reojo por debajo de las cejas pobladas mientras se ocupa de asuntos serios" (11).

La casa de Myra (12), de Aurora Alonso de Rocha, fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores Inéditos, en el "Concurso organizado por la Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al Lector’ ". En esa obra, protagonizada por una gallega tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En unos meses se le puso la piel del color del cuero sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo de los ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven como gemas transparentes. En lo que se ve del descote es pura mancha y peca y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta agua e intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de india: le cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada y las botas son las de media caña, de pata de potro pero finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la encontré en el puerto, según recuerdo, así que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como una princesa".

En Los gallegos, una novela inédita, Gloria Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El abuelo de Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido el mismo nombre para todos sus negocios: "Celta, como el nombre que mi abuelo le ponía a cada uno de los bienes que acá se iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un toro negro, morrudo, que ahora le dibujo en su escudo de comerciante, como tantos otros dibujaron una espiga en el almacén o en la panadería: La flor de Galicia". Gloria Pampillo recuerda la voluntad de unión de los emigrantes gallegos: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra, ‘da mía terra’, como dijo una mujer en el seminario con un dolor que me volvió de barro el corazón, van a buscarse entre ellos".

Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio Clarín de novela, con Las ingratas (13), novela en la que evoca la inmigración de cinco hermanas españolas y la hija de una de ellas. Seis gallegas, recién bajadas del barco, llegan a una pensión en la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes desconocidas, con quién sabe qué costumbres. ¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas las cosas tenían otro olor?".

En Los jardines del Carmelo, escribe Ana María Guerra: "El campo se subdividió; la casa y unas parcelas quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos venidos de Galicia, que aconsejados por Marga, establecieron un burdel. Las dificultades de los primeros tiempos fueron incontables; los carros se empantanaban, los jinetes entraban con barro hasta en las fajas, y apenas caían unas gotas la gente se acobardaba, quedando el prostíbulo vacío. Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él" (14).

En 2004 apareció Las libres del Sur, Una novela sobre Victoria Ocampo (15), de María Rosa Lojo. En esa obra, "por medio de un personaje de ficción, una inmigrante gallega inteligente y feminista, la autora narra, entre otros episodios, el encuentro espiritual de Victoria Ocampo y Rabindranath Tagore en Buenos Aires y el tormentoso vínculo de admiración y furia que la directora de Sur entabló con el temible y gigantesco conde Hermann Keyserling" (16).

Notas

1 Cambaceres, Eugenio: En la sangre. Buenos Aires, Plus Ultra, 1968.

  1. López, Lucio V.: La gran aldea. Costumbres bonaerenses. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Gálvez, Manuel: Nacha Regules. Citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
  3. Marechal, Leopoldo: Megafón. Citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
  4. González Rouco, María: "María Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo, Azul 17 de marzo de 1991.
  5. Lojo, María Rosa: Canción perdida en Buenos Aires al oeste. Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1987.
  6. S/F: en Vázquez-Rial, Horacio: Frontera sur. Barcelona, Ediciones B, 1998.
  7. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
  8. Andruetto, María Teresa: Stéfano. Buenos Aires, Sudamericana, 2001.
  9. Saccomano, Guillermo: El buen dolor. Buenos Aires, Planeta, 1999.
  10. Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me quieras. Buenos Aires, Emecé, 2000.
  11. Alonso de Rocha, Aurora: La casa de Myra. Buenos Aires, Fundación El Libro, 2001.
  12. Henestrosa, María Guadalupe: Las ingratas. Novela Sentimental. Buenos Aires, Clarín-Alfaguara, 2002.
  13. Guerra, Ana María: Los jardines del Carmelo. Buenos Aires, Corregidor, 2003.
  14. Lojo, María Rosa: Las libres del Sur, Una novela sobre Victoria Ocampo. Buenos Aires, Sudamericana, 2004.
  15. Guerriero, Leila: "La reina de las pampas entre el místico y el ogro", en La Nación, Buenos Aires, 21 de marzo de 2004.

Valencianos

Fernando de Querejazu publica El pequeño obispo (1), una novela "absolutamente autobiográfica, aunque parezca un disparate lo que ocurre allí", surgida de "la necesidad de homenajear a mis padres, que eran admirables" (2).

El 10 de febrero de 1926 llegó a América el hidroavión Plus Ultra, piloteado por Ramón Franco, concretando así una proeza histórica. Ese mismo día, en un pueblo de inmigrantes de la provincia de Córdoba, veía la luz el protagonista de esta novela. Sus padres, de origen español, lo llamaron Fernando en homenaje a la isla Fernando de Noronha, en la que se produjo el aterrizaje. La evocación del escritor, que se inicia en la fecha de arribo del hidroavión, tiene como escenario el querido paisaje de Canals, provincia de Córdoba, donde "se vivía bien, atrayendo a las poblaciones cercanas, en un gran radio a la redonda, que buscaban los atractivos de este centro vitalizador". En esta localidad, fundada por un naviero valenciano, no se conocían las desdichas; la naturaleza, pródiga, brindaba a los hombres todo lo necesario para ser felices. Su tesón y fe en el futuro de la nueva patria eran una fuerza vital y fecunda.

En La canción de las ciudades (3), Matilde Sánchez evoca la inmigración alicantina. En esa obra –afirma Juan José Becerra-, "Alicante es un relato familiar de una familia anterior a la narradora, quien, excluida de los pormenores del relato paterno (que siempre es un arcano), intenta ajustarlos a su manera" (4).

Notas

  1. Querejazu, Fernando de: El pequeño obispo. Buenos Aires, Lumen, 1986.
  2. Prebble, Carlos: Entrevista en El Tiempo, Azul.
  3. Sánchez, Matilde: La canción de las ciudades. Buenos Aires, Seix Barral, 1999.
  4. Becerra, Juan José: "Mapa familiar", en Clarín, Buenos Aires, 16 de mayo de 1999.

Vascos

Lucio V. López relata cómo trataba a sus clientas vascas uno de los tenderos criollos: "Si él distinguía que era vasca, francesa, italiana, extranjera, en fin, iniciaba la rebaja, el último precio, el ‘se lo doy por lo que me cuesta’, por el tratamiento de madamita. ¡Oh!, ese madamita lanzado entre 7 y 8 de la mañana, con algunas cuantas palabras de imitación de francés que él sabía balbucir, era irresistible. Durante el día, los tratamientos variaban entre hija e hijita, entre tú y usted, entre madamita y madama, según la edad de la gringa, como él la llamaba cuando la compradora no caía en sus redes" (1).

Pedro Antón, protagonista de una novela de Julián de Charras, añora cuanto dejó: "Veía, allá lejos, como en una neblina, las escarpadas pendientes de los Pirineos, las casetas ruinosas de los montañeses, las miserables veladas, con pan negro y escaso y luz humeante de candil de aceite; el padre, con su rostro anguloso y cetrino, en un rincón, con la barba en la mano, mirando fijamente la pared, como pensando en algo indefinido; la madre hilando, hilando en la penumbra, diestros los dedos, aunque fatigada la vista… Y él, rapaz, sin raciocinio, raídas las ropas, que remendaba la mano materna, al lado del fuego, hurgándose la nariz, recordando las consejas del oso negro, de las brujas sabáticas, del ahorcado…" (2).

En Secretos de familia (3), Graciela Cabal evoca al vasco que les vendía la leche: "El que sí viene con carro y caballo es el lechero. Cada vez que el carro se para delante de la ventana, el caballo, que tiene sombrero con claveles y dos agujeros para las orejas, hace pis. Un chorro que suena más fuerte que cuando mi papá va al baño. El lechero tiene pelo colorado, usa boina y nunca hace chistes porque es extranjero".

Jorge Torres Zavaleta evoca, en La noche que me quieras, a los inmigrantes vascos (4).

Notas

  1. López, Lucio V.: La gran aldea, Costumbres bonaerenses. Buenos Aires, CEAL.
  2. Charras, Julián de: La historia de Pedro Antón, en La novela semanal, Año VII, N° 294, Buenos Aires, 2 de julio de 1923.
  3. Cabal, Graciela Beatriz: Secretos de familia. Buenos Aires, Debolsillo, 2003.
  4. Torres Zavaleta, Jorge: op. cit.

Sin mención de origen

Narra el protagonista de Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, de Roberto J. Payró: "Acabé por acostumbrarme un tanto a la escuela. Iba a ella por divertirme, y mi diversión mayor consistía en hacer rabiar al pobre maestro, don Lucas Arba, un infeliz español, cojo y ridículo, que, gracias a mí, se sentó centenares de veces sobre una punta de pluma o en medio de un lago de pega-pega, y otras tantas recibió en el ojo o la nariz bolitas de pan o de papel cuidadosamente masticadas. ¡Era de verle dar el salto o lanzar el chillido provocados por la pluma, o levantarse con la silla pegada a los fondillos, o llevar la mano al órgano acariciado por el húmedo proyectil, mientras la cara se le ponía como un tomate! ¡Qué alboroto, y cómo se desternillaba de risa la escuela entera! Mis tímidos condiscípulos, sin imaginación, ni iniciativa, ni arrojo, como buenos campesinos, hijos de campesinos, veían en mí un ente extraordinario, casi sobrenatural, comprendiendo intuitivamente que para atreverse a tanto era preciso haber nacido con privilegios excepcionales de carácter y de posición" (1).

En La fuga (2), distinguida con el Premio Emecé 1998/99, Eduardo Mignogna presenta a Adela y Angel Villalba, una pareja de carboneros españoles que tiene un sobrino en Mendoza, y a Camilo Vallejo, un anarquista español.

Notas

  1. Payró, Roberto J.: Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira. Prólogo y notas por Graciela Montes. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Mignogna, Eduardo: La fuga. Buenos Aires, Emecé.

Varios

Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la memoria, obra galardonada con el VIII Premio Internacional "Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y xenofobia"-, habla de un oficio que desempeñaban algunos españoles. En 1886, "Había muchos policías, allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se movían como luciérnagas nerviosas" (1).

En "Noticias secretas de América", Eduardo Belgrano Rawson evoca a los inmigrantes gallegos: "Cantabas un himno más light, como regía desde principios de siglo. Lo habían lijado un poco. ¿Qué otra cosa podían hacer? Necesitaban cortarla con los insultos, como explicó en su momento un operador del Ministro. ‘Tigres sedientos de sangre’ y todo eso. Culpa del himno el embajador no pisaba la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A decir verdad, tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los vascos y los gallegos que desembarcaban todos los días frente al Hotel de Inmigrantes, pero ésta era otra cuestión" (2).

Notas

  1. Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la Memoria. Buenos Aires, Seix Barral, 1991.
  2. Belgrano Rawson, Eduardo: Noticias secretas de América. Buenos Aires, Planeta, 1998.

Españoles y otros

A criterio de Delfín Garasa, "Una de las más cumplidas descripciones de un heterogéneo desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato documental, El conventillo. Llega el Christoforo Colombo y primero bajan los hombres de negocio con su apoplética cerviz, con el paso resuelto de los acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas ingleses con sus máquinas fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese entonces, el viaje a Europa empezaba a otorgar prestigio social, y los argentinos que regresan cambian opiniones en alta voz sobre los modelos de París, el mobiliario inglés o la sinfonía escuchada en la Opera de Viena. Y, finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados en los azares de las proclamas políticas, un ‘enorme hormiguero’ que había viajado en el mayor hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En todos se presiente la pregunta: ¿Qué les deparará esta nueva tierra? De pronto, una mirada se ilumina o un brazo se agita en alto porque se ha reconocido a alguien en la muchedumbre que espera. Van bajando los hebreos de desgreñadas barbas y gastados levitones, los ‘turcos’ con sus espaldas combadas, los nórdicos enjutos, los napolitanos pequeños y retorcidos como raíces, los andaluces gárrulos, los gallegos pacientes, los holandeses esponjosos, los genoveses de músculo recio e insaciable voracidad. Una mujer besa la tierra que los acoge y tras su actitud ritual se adivina un pasado de penurias y recelos. Y agrega Pascarella: ‘La gran ciudad de calles dirigidas hacia el Oeste recibe en su seno aquella semilla que purificada en un ambiente de libertad (…) se reproducirá en su inmensidad desierta" (1).

En La gran aldea aparecen inmigrantes, vistos desde la perspectiva de un escritor que añora un pasado que no volverá. López compara a los tenderos de antaño con los del presente: "¡Y qué mozos! ¡Qué vendedores los de las tiendas de entonces! Cuán lejos están los tenderos franceses y españoles de hoy de tener la alcurnia y los méritos sociales de aquella juventud dorada, hija de la tierra, último vástago del aristocrático comercio al menudeo de la colonia" (2).

En la Bolsa de Comercio, Julián Martel encuentra "Promiscuidad de tipos y promiscuidad de idiomas. Aquí los sonidos ásperos como escupitajos del alemán, mezclándose impíamente a las dulces notas de la lengua italiana; allí los acentos viriles del inglés haciendo dúo con los chisporroteos maliciosos de la terminología criolla; del otro lado las monerías y suavidades del francés, respondiendo al ceceo susurrante de la rancia pronunciación española" (3).

Pedro Orgambide escribió la trilogía integrada por El arrabal del mundo, Hacer la América y Pura memoria (1984-1985). En Hacer la América (4), evoca a los inmigrantes que llegaban a nuestro puerto, alentados por la consigna que da título a la obra. Españoles, italianos, judíos, griegos, son los protagonistas de este relato que muestra la faceta más cruda del fenómeno social que conmovió al país al iniciarse el siglo XX. La novela narra sucesos acaecidos en las postrimerías del siglo XIX y en los primeros años de la centuria siguiente; sin embargo, mediante un recurso de ficción, el autor avanza en el tiempo hasta la década del 50. Los vaticinios de uno de los personajes permiten al novelista señalar una perspectiva, un desarrollo ulterior de los hechos que está describiendo como presente.

No obstante conformar un grupo social, los inmigrantes poseen características propias que los diferencian. Orgambide no presenta tipos –sociales o nacionales- sino individualidades con su personal manera de encarar la existencia. Algunos inmigrantes sólo cuentan con sus hombros y su fuerza como instrumento de trabajo; otros, en cambio, poseen una habilidad innata para moverse en el mundo de los negocios, habilidad que puede transformarse, en ciertos casos, en oportunismo e insensibilidad. La obra describe incidentes cotidianos, vistos desde la perspectiva del hombre que llega sin otro capital que sus ambiciones. El lenguaje, adaptándose perfectamente a la singular visión propuesta por el autor, nos permite adentrarnos más en esta novela que presenta una realidad harto diferente de la evocada por los aristocráticos hombres del 80.

En Una ciudad junto al río (5), Jorge E. Isaac evoca la inmigración que llegó a la Argentina. El Gobierno de Entre Ríos la declaró, por iniciativa del Consejo General de Educación, de lectura complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a partir del séptimo grado, recomendando su utilización en la enseñanza.

La acción transcurre durante el año 1925. El protagonista describe el desembarco de italianos, alemanes, españoles, judíos y árabes, señalando las peculiares características de cada grupo. Acerca de los españoles, escribe: "llegan solos o en parejas. De ellos, más bien habría que decir: siguen llegando. Se muestran desenvueltos, casi altaneros como si –por razones históricas- aún se sintieran un tanto dueños del país, del que en verdad lo han sido. No son pocos los que traen dinero suficiente como para establecerse en ésta u otras ciudades, villas o poblaciones con algún negocio de comestibles –las más de las veces ‘por mayor’- que es una de sus actividades preferidas. Si hay algo que en mí más llame la atención es su manejo preciso del idioma. Se me antoja que, en ellos, lo recibo en estado de real pureza, sin la contaminación que aquí ya está sufriendo por la influencia de los italianos que parecieran confabularse todos para deformarlo".

En La última carta de Pellegrini, de Gastón Pérez Izquierdo, escribe el protagonista: "La afluencia de inmigrantes seguía transformando la fisonomía física y social de la metrópoli con sus gritos, sus palabras mal pronunciadas, sus risas y sus nostalgias por la tierra dejada. En ese fragor positivista algunas pequeñas señales cada tanto advertían que éramos de carne y hueso y no estábamos en el Paraíso Terrenal. Las condiciones deficientes de alojamiento de los inmensos contingentes de extranjeros que desembarcaban pronto causaron una alarma general: un brote de cólera amenazaba con expandirse como epidemia y salirse de control. Para una ciudad que todavía guardaba en su memoria colectiva los horrores de la fiebre amarilla la noticia cayó como el anuncio de la llegada de los cuatro jinetes. El Presidente convocó de urgencia al gabinete y concurrí a la reunión para proponer medidas intrépidas, como las que se recordaban de los tiempos de la epidemia maldita" (6).

Notas

  1. Garasa, Delfín Leocadio: La otra Buenos Aires. Paseos literarios por barrios y calles de la ciudad. Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1987.
  2. López, Lucio V.: op. cit.
  3. Martel, Julián: La Bolsa. Buenos Aires, Huemul, 1979.
  4. Orgambide, Pedro: Hacer la América. Buenos Aires, Bruguera, 1984.
  5. Isaac, Jorge E.: Una ciudad junto al río. Buenos Aires, Marymar, 1986.
  6. Pérez Izquierdo, Gastón: La última carta de Pellegrini. Buenos Aires, Sudamericana, 1999.

En cuentos

Andaluces

Carmela, personaje de un cuento de María del Carmen García, era "una gitana como toda gitana, morena y habladora, activa y vigorosa, que criaba a sus siete hijos como si no le costara esfuerzo. La ropa siempre limpia y ordenada, la pieza pulcra donde no faltaba un altarcito para la Virgen del Rocío y una guitarra que a veces su Rafael sonaba con melancólicos rasguidos andaluces" (1).

Pierre Cottereau es el autor de "La abuela Augusta", cuento en el que evoca un episodio de la ancianidad de un inmigrante andaluz. En los recuerdos del hombre, "Las mesetas se extienden hacia un horizonte claro, lejano; desde muy lejos llega el perfume de las manzanas en flor y los almendros son ramos blancos por doquier. Más allá, las praderas que bordean la ría están salpicadas de florecillas, desborda la primavera sobre toda Andalucía" (2).

Notas

  1. García, María del Carmen: "Ojos gitanos", en Cuentos de criollos y de gringos. Buenos Aires, Vinciguerra, 1996. En colaboración con Fanny Fasola Castaño.
  2. Cottereau, Pierre: "La abuela Augusta", en El Tiempo, Azul, 12 de octubre de 1997..

Asturianos

María del Carmen García presenta, en el cuento al que nos referimos anteriormente (1), a unos asturianos: "Algún tiempo atrás habían llegado a Buenos Aires como otros tantos inmigrantes, esperanzados en un futuro sin miseria ni guerras. Primero llegó él; un año después ella. Ella era joven y bonita, pequeña y ágil en sus movimientos, alegre de carácter. El era alto y hosco, de hablar poco y trabajar mucho. Se habían conocido de niños en la aldea de Asturias en la que nacieron y se encontraron en Buenos Aires gracias a los oficios del padrino Manuel y como era de suponer se casaron en un septiembre lluvioso de 1910".

Notas

  1. García, María del Carmen: "Ojos gitanos", en Cuentos de criollos y de gringos. Buenos Aires, Vinciguerra, 1996. En colaboración con Fanny Fasola Castaño.

Catalanes

H. Bustos Domecq es el seudónimo con el que firmaban Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares algunas obras escritas en conjunto. En uno de estos textos, que se titula "Las noches de Goliadkin", un personaje expresa: "-Comparto su aversión a la radio. Como siempre me decía Margarita -Margarita Xirgu, usted sabe- los artistas, los que llevamos las tablas en la sangre, necesitamos el calor del público. El micrófono es frío, contra natura. Yo mismo, ante ese artefacto indeseable, he sentido que perdía la comunión con mi público" (1).

Patricio Pron, escritor santafesino, es el autor de "La espera". El protagonista "era porteño. Había nacido allá por 1908 en La Boca, en el Hotel de Inmigrantes, un día de lluvias frías. Sus padres, llegados hacia días de Cataluña, le habían transmitido casi sin saberlo esa sensación de ya no pertenecer a ninguna parte, ni a Cataluña ni a Buenos Aires". El padre muere a poco de llegar a la Argentina. El hijo pregunta por qué murió. " ‘Porque sus ojos estaban acostumbrados a mirar el cielo azul de Cataluña’ le dijo su madre, y a Juan Vera le bastó esa mentira para confirmarse, sereno, que Dios lo había olvidado" (2).

Notas

  1. Bustos Domecq, H. (Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares): "Las noches de Goliadkin", en El cuento policial H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros. Selecc. de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  2. Pron. Patricio: "La espera", en De manos abiertas… Cuentos por adolescentes. Buenos Aires, Tu Llave, 1992.

Gallegos

Relata el narrador, en "El convite de Barrientos", texto de Santiago Estrada de 1889: "Pero todo lo que llevo referido habría sido tortas y pan pintado, si el portero de mi alojamiento, desconociéndome la voz y tomándola entre sueños por la de un pariente que acababa de morir en El Ferrol, no se hubiera negado a abrirme la puerta, conjurándome a que, ánima en pena, volviera al sitio de donde había salido, en la seguridad de que en cuanto amaneciera daría de limosna a un pobre los cuartos que me adeudaba al embarcarse para América" (1).

En "Departamento para familias", cuento incluido en el volumen Pasos del gran bailarín, el sevillano Guillermo Guerrero Estrella presenta a Inés, una criada gallega (2).

Enrique Méndez Calzada incluye, entre los personajes de su "Cuento de Navidad", a un ordenanza, "el leal Lavandeira", quien "extrajo de su vieja maleta de inmigrante un haz de folletines amarillecidos ya por el tiempo y corcusidos con hilo negro en su margen izquierdo, a guisa de doméstica encuadernación. Se trataba, según pude observar, de El judío errante, pacientemente coleccionado, y recortado de las hojas de El Heraldo de Madrid, periódico que publicó en folletín esa lata inmortal hace cosa de doce o catorce años" (3).

"Juan José Saer, en "Verde y negro", cuento incluido en Unidad de lugar, Saer escribe: "Eran como la una y media de la mañana, en pleno enero, y como el Gallego cierra el café a la una en punto, sea invierno o verano, yo me iba para mi casa, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, caminando despacio y silbando bajito bajo los árboles. Era sábado y al otro día no laburaba" (4).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", Héctor Tizón presenta un cura gallego: "El cura comienza a pasearse despaciosamente por el salón. Está pensativo, cabizbajo y dice por ahí (sólo el Capataz y el Turco pueden escucharlo, los otros no están en este momento) aludiendo quizás a su pobreza: -Me ha tocado una parroquia estéril como una mula. Y poblada de locos" (5).

En "El Antonio", cuento incluido en La manifestación, Jorge Asís escribe: "Cómo no recordarlo, cómo olvidar los picados en las calles, y de la gallega neurótica que no daba la pelota cuando caía en su casa, o la devolvía cortada, y los piedrazos que caían de noche en su techo de chapa" (6).

Cuando "Doña Conce", la gallega del cuento de Jorge Dietsch, ve que se acerca su fin, pide sus zapatos, "e incorporándose en la cama, comenzó a bailar. Bailaba para adentro, se veía en la mirada y la sonrisa, con una gracia joven y movimientos que debían ser de tal agilidad que en la habitación entró un viento fresco de montañas, con olores de campo y de menta. Tarareaba al mismo tiempo una música tan extraña y bella que quienes escuchaban, a pesar de la gravedad de las circunstancias, no pudieron evitar acompañarla con movimientos de pies. Luego, agotada de tanta danza, apoyó la cabeza en la almohada, respiró profundo varias veces, y cerró los ojos sin dejar la sonrisa, como soñando un buen sueño" (7).

Elsa Gervasi de Pérez es la autora de "Carta a Galicia" (8), texto que mereció una Mención en el Certamen que el Rotary Club de Ramos Mejía organizó en el año 1994. Así empieza la carta: "Meus quiridos pai y miña nai Lorenzos. Y les dijo Lorenzos quirido pai prablar poco ya que usté y miña nai se llaman ijual y no es cosa dandar ripitiendo dos veces los nombres dustedes. Les escribo para dicirles que hemos llejado bien a la Arjintina. Nos acompañó la soerte a la Paca y a mí y a nuestra rapaza la Paquita".

Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (9), uno de los seis relatos del Premio La Nación 1999 de Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un pichón. Acerca del texto premiado, afirma la autora: "Este cuento nació en un momento muy especial de mi vida, donde los recuerdos de la niñez se hacen vívidos, provocados por un hecho sutil: encontrarme de frente con los grandes ojos amarillos de un pichón de lechucita, parado en un alambre de un camino de tierra rumbo a un campo".

Escribì mi cuento "Volver a Galicia", basàndome en una anécdota familiar. Acerca de esta mujer, digo: "Hasta que no lograra pisar esa tierra, nada tendría valor para ella, porque le faltaba su punto de partida, el origen que la había llevado a ser quien era" (10).

En "El residente", de Teresa C. Freda, aparece una gallega, "pobre y santa enfermera, medio bruta pero buenaza" (11).

"El Orensano" protagoniza "Se abrió el cielo", de Jorge Alberto Reale. El inmigrante "es de Orense el pueblo de la chispa y los dulces arpegios. Enjuto, desdentado, recóndito. El pobre está un poco arqueado, su cara afilada, parece disecarse. Nadie sabe si tiene familia. Cuando se lo indaga, dice con orgullo: -Soy descendiente de Rosalía de Castro-, más aún, afirma, ser de cuna noble, dijéramos de escudos y blasones, no solamente porque se lo crea buena persona. Dice de paso y por lo bajo: -Ser bueno no quiere decir ser inofensivo, la bondad sin talento no vale nada. Y así va, así viene y así pasa con su anticuada armadura, entre esmeriles y calderones. Es todo uno con algo de músico y filósofo trashumante" (12).

Notas

  1. Estrada, Santiago: "El convite de Barrientos", en 20 relatos argentinos. 1838-1887. Selección y prólogo de Antonio Pagés Larraya. Ilustraciones en colores de Horacio Butler. Buenos Aires, Eudeba, 1969.
  2. Guerrero Estrella, Guillermo: "Departamento para familias", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y otros El cuento argentino 1900-1930 antología. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto Ascione. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Méndez Calzada, Enrique: "Cuento de Navidad", en R. J. Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y otros El cuento argentino 1900-1930 antología. Sel. y pról. de Eduardo Romano, notas de Alberto Ascione. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Saer, Juan José: "Verde y negro", en El cuento argentino 1959-1970** antología J. J. Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros. Selección, prólogo y notas del Seminario Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  5. Tizón, Héctor: ""El mundo, una vieja caja de música que tiene que cantar", en El cuento argentino 1959-1970** antología J. J. Hernández, H. Tizón, Isidoro Blaisten y otros. Selección, prólogo y notas del Seminario Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  6. Asís, Jorge: "El Antonio", en El cuento argentino 1959-1970* antología A. Castillo, D. Sáenz, H. Conti y otros. Seminario Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz (sel., pról. y notas). Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  7. Dietsch, Jorge: "Doña Conce o la despedida", en El Tiempo, Azul, 14 de marzo de 1999.
  8. Gervasi de Pérez, Elsa: "Carta a Galicia", en Rotary Club de Ramos Mejía. Comité de Cultura. Buenos Aires, 1994.
  9. Guimil, Elena: "Mi búho", en El desafío. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.
  10. González Rouco, María: "Volver a Galicia", en El Tiempo, Azul, 1998.
  11. Freda, Teresa C.: "El residente", en El Tiempo, Azul, 26 de junio de 2002.
  12. Reale, Jorge Alberto: "Se abrió el cielo", en el grillo, N° 36, Noviembre-Diciembre 2003.

Vascos

En "La pesquisa" (1), de Paul Groussac, aparece una sirvienta vasca. La mujer es descripta por el empleado de correo: "joven aún, vestida como sirvienta y de aspecto extranjero, había retirado una carta, exhibiendo un pasaporte español a su mismo nombre".

En "Una conversación interesante", de Conrado Nalé Roxlo, uno de los personajes se refiere a un turco que se va a casar, y afirma que un vasco piensa frustrar ese matrimonio: "creo que se le va a aguar la fiesta porque el vasco Indurrimendi se ha enterado de que Flores es casado en Turquía y, como usted sabe que tienen rivalidad por los negocios, ha dado parte al comisario y al registro civil y hasta creo que les ha mandado el pasaje a las esposas turcas del turco para que se presenten el día del casamiento y armen un escándalo. Si vienen todas va a ser divertido" (2).

En "Hotel Comercio", Bernardo Kordon presenta un comerciante vasco: "Efraín Gutiérrez, el dueño de ‘El Vasquito’ " (3).

En "Los trotadores", de Elías Carpena, dice uno de los personajes: "-¡Mire, patrón: de los troteadores que ahí, en la Coronel Roca, corrieron el domingo, ni los que corrieron antes, le hacen ninguna mella… : ni siquiera el del vasco Estévez, que ganó sobrándose por el tiro largo, ni el de la cochería Tarulla, que ganó con el oscuro a la paleta! ¡Usted tiene el oro y lo confunde con el cobre!" (4).

Es vasco un personaje de "Mundo, mundo" (5), de Cristina Siscar.

En "La fotografía", Celia Matilde Caballero relata que un vasco logra ingresar a la foto en la que estaban su esposa y sus hijos (6).

En la provincia de Buenos Aires se afinca el protagonista de un cuento de Arturo M. García: "Don Javier Echegaray y Tarragona, oriundo de San Sebastián en el país vasco y como su nación, fuerte de temperamento, férrea voluntad, constante en el trabajo y perseverante en sus ideas había llegado a la Argentina a los doce años con unas ansias inconmensurables de hacerse la América. Recaló en Buenos Aires, pero la ciudad que crecía no le brindaba muchas ilusiones y esperanzas, eran los resabios de la generación del 80 con su crisis económica, financiera y social y Javier evocando las praderas vascuences y las montañas pirenaicas, solo, se exilió de nuevo. Viajaba como linyera en trenes de carga hacia el Sur, comenzó a admirar las extensas pampas, se asombraba contemplando la cantidad de ganado pastando a la vera de los rieles del ferrocarril, asentándose por fin como peón en las regiones de Pigüé, Coronel Suárez y Saavedra. Trabajó mucho y fuerte, ahorró dinero y junto con las pocas pesetas que le mandaban los tíos desde la patria, fue haciendo un capital que le permitió comprar primero unas pocas hectáreas, luego más terrenos, una granja después y por fin una estancia en la zona de Tornquist" (7).

Arturo M. García relata, en "Ella eligió así", lo sucedido a Raquel Amanda Olascoaga, hija de vascos tomada cautiva por Biguá, con quien pidió contraer matrimonio cristiano, rehusando volver a la sociedad. Cuando la llevaron los indios, ella era una "mujer de treinta años de edad, dama de recio temple y extraordinaria hermosura, hija única de un matrimonio de origen vasco, que después de haber habitado muchos años en el Río de la Plata, donde cosecharon una ingente fortuna a través de negocios de importación de bebidas espirituosas, traídas de Europa, se volvieron a su país natal, dejando a su hija ya madura, al frente de sus casas en Buenos Aires y Montevideo" (8).

Notas

  1. Groussac, Paul: "La pesquisa", en El cuento policial H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros. Selecc. de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  2. Chamico (Conrado Nalé Roxlo): El muerto profesional. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Kordon, Bernardo: "Hotel Comercio", en El cuento argentino 1930-1959*** R. Arlt, J. L. Borges y otros antología. Selección y prólogo de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos (notas):Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  4. Carpena, Elías: Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.
  5. Siscar, Cristina: "Mundo, mundo", en Reescrito en la bruma. Buenos Aires, Per Abbat, 1987.
  6. Caballero, Celia Matilde: "La fotografía", en Fantasía y amor. Buenos Aires, Ediciones Arlequín de San Telmo, 1998.
  7. García, Arturo: "El cóctel", en el grillo N° 22. Buenos Aires, 1999.
  8. García, Arturo M.: "Ella eligió así", en el grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y Arte El tema es la libertad, N° 18, 2004.

Sin mención de origen

En "La pesquisa" (1), de Paul Groussac, aparece un español que había logrado un buen pasar: "La señora de C., viuda de un comerciante español, después de liquidar la sucesión había colocado en diferentes bancos el importe de su modesta fortuna, para retirarse a aquella casita-quinta de su propiedad".

En "El hombre de la radio a transistores", cuento incluido en El yugo y la marcha, Andrés Rivera relata que al restorán Aguila llegó El Español: "A las ocho menos cuarto de la noche de ese martes se levantaron las persianas del restorán; se prendieron las luces; llameó, pálida, la pantalla del televisor. A la ocho y media llegó El Español. Era fuerte y alto, la nuca rapada en una cabeza pequeña; los ojos verdes, estrechos, jóvenes. La piel del rostro, quemada por el sol, tenía un color rojizo, vestía overall y saco, camisa de algodón, oscura, boina y borceguíes. Saludó a Pichón y a otros amigos desparramados por el local, y se sentó cerca del mostrador" (2).

En "Historia de José Montilla", Fernando Sorrentino da vida a un tendero inmigrante: "don José Montilla era, pues, un próspero comerciante español. No era panadero, no era almacenero, no atendía una casa de comidas: queden esos menesteres para los compatriotas de Galicia. En donde mostró escasa originalidad fue en el nombre que eligió para su tienda: Al Caballero Elegante. Aunque en realidad no sé si lo eligió don José o el comercio ya se llamaba así antes de que él lo comprara. Era un local profundo y ancho: brillaban las largas maderas de los pisos y brillaban las olorosas maderas de los cajones y de las estanterías, y brillaban los metales de manijas y llaves y esquineros, y brillaban los cristales y los espejos. «Todo para el caballero elegante»: medias, ropa interior, camisas, corbatas, trajes, sobretodos, sombreros, cinturones, tiradores, billeteras" (3).

Para conjurar la nostalgia, algunos inmigrantes traen de su tierra algo que les resulta especialmente querido: un retrato, un mantón, fotos… O el olivo que la española plantó en el fondo de su casa, en el cuento "Don Paulino", de Marita Minellono (4).

En "El encuentro", de Jonatan Gastón Nakache, encontramos un mozo español. (5).

El protagonista de "La foto", de Alicia Pombar de Tourón, es un descendiente de hispanos: "Se llamaba Juan Carlos, era argentino, porteño, y había nacido en Versalles (…) Era nieto de inmigrantes españoles, agricultores por parte paterna, que buscaron alejar a sus hijos mayores de la guerra, y dejaron sus campos soñando volver. Su padre, uno de los menores, no compartía ese sueño. Había hecho de Argentina su patria y, pese a que desde los catorce años tuvo que empezar a trabajar para ayudar a sus padres, se convirtió en un autodidacta, esforzado por inculcar en sus hijos el apego por el estudio" (6).

Notas

  1. Groussac, Paul: "La pesquisa", en El cuento policial H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros. Selección, Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  2. Rivera, Andrés: "El hombre de la radio a transistores", en El cuento argentino 1959-1970* antología A. Castillo, D. Sáenz, H. Conti y otros. Selección, prólogo y notas del Seminario Crítica Literaria Raúl Scalabrini Ortiz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.
  3. Sorrentino, Fernando: "Historia de José Montilla", en www.badosa.com.
  4. Minellono, Marita: "Don Paulino", en Reunión. Buenos Aires, Corregidor.
  5. Nakache, Jonatan Gastón: "El encuentro", en Escritura Joven III Concurso Literario para Jóvenes "Clara Kliksberg". Buenos Aires, Milá.
  6. Pombar de Tourón, Alicia: "La foto", en el grillo, Suplemento: Gabinete de Letras y Arte El tema es la libertad, N° 18, 2004.

Españoles y otros

En "Torito", cuento de Julio Cortázar incluido en Final del juego, relata el narrador, refiriéndose al boxeo: "En ese entonces no era macana, pibe. Te venía cada tano de Italia, cada gallego que te daba miedo, y no te digo nada de los rubios" (1).

Notas

  1. Cortázar, Julio: "Torito", en El cuento argentino 1930-1959*** R. Arlt, J. L. Borges y otros antología. Selección y prólogo de Eduardo Romano, notas de Marta Bustos (notas):Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1981.

En poesía

Cántabros

A su abuela española canta Baldomero Fernández Moreno, en "Inicial de oro": "Nací, hermanos, en esta dulce tierra argentina,/ pero el primer recuerdo nítido de mi infancia/ es éste: una mañana de oro y de neblina,/ un camino muy blanco y una calesa rancia.// Luego un portal oscuro de caduca arrogancia/ y una abuelita toda temblona y pueblerina,/ que me deja en la cara una agreste fragancia/ y me dice: -¡El mi nieto, que caruca más fina!-// Y me llenó las manos de castañas y nueces,/ el alma de leyendas, el corazón de preces,/ y los labios recientes de un divino parlar.// Un parlar montañés de viejecita bruja/ que narra una conseja mientras mueve la aguja./ El mismo que ennoblece, hermanos, mi cantar" (1).

El poeta y ensayista César Fernández Moreno es el autor del poema "Argentino hasta la muerte", en el que se refiere a su condición de descendiente de españoles: "a buenos aires la fundaron dos veces/ a mí me fundaron dieciséis/ ustedes han visto cuántos tatarabuelos tiene uno/ yo acuso siete españoles seis criollos y tres franceses/ el partido termina así/ combinado hispanoargentino 13 franceses 3/ suerte que los franceses en principe son franceses/ si no que haría yo tan español" (2).

Notas

  1. Fernández Moreno, Baldomero: "Inicial de oro", en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Fernández Moreno, César: "Argentino hasta la muerte", en La poesía argentina. L. Lugones, B. Fernández Moreno, R. Molinari y otros. Antología, prólogo y notas por Alberto M. Perrone. Capítulo Buenos Aires, CEAL, 1979.

Castellanos

En "Regreso", Rubén Benítez canta a su madre española: "Nuestra madre,/ la pobre exclamaría/ Has vuelto muy cambiado/ como si fueras otro./ Jamás serás el mismo/ que se ha ido./ Naciste con silencio/ de abismo/ en tu costado/ y cuando te mecía/ velaba ya en tu piel la indiferencia./ Tu cuna ya era un barco/ de mares demorados/ y de ausencias.// Pobre madre,/ portaba en su mirada/ distante y abatida/ la luz del desencanto/ triste flor de su tierra prometida" (1).

Notas

  1. Benítez, Rubén: "Regreso", en La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de 1998.

Gallegos

Dice Vacarezza en un conocido soneto: "La escena representa un conventillo./ Personajes: un grébano amarrete,/ un gallego que en todo se entromete,/ dos guapos, una paica y un vivillo."(1).

En "El espiante", escribe Bartolomé R. Aprile: "Se junaban con bronca las viejabas/ -gaitas tolas, cabreras por un cuento-/ y se fajaban a lo potro biabas/ al lado ‘e la pileta del convento// ‘Una decía: -¡Se le van las tabas/ a ese reo por m’hija de contento!-/ Otra decía: -¡Se le caen las babas/ a esa lora por m’ hijo y le da vento!-// Se fajaban de nuevo: el amasijo/ para los ‘cosos’ era espiant’en fija/ hacia el nido de amor que cabuliaron.// Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su hijo/ y la otra: -¡Qué más quisiera su hija!/ los chingolos el vuelo levantaron" (2).

Navarrine en su tango "Galleguita", de 1924, dice: "Juntar mucha platita para tu pobre viejita que allá en la aldea quedó" (3).

En el poema "Cuando mi padre habló de su infancia", José González Carbalho enumera las posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia: un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones. En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta: "Ay, el dueño de valles/ y misteriosos bosques/ por el que andaba yo/ mi perro y mis canciones./ Mis canciones que vuelven sólo para que llore/. Mi perro ya olvidado/ de obedecer al nombre./ Yo, que perdí mis cielos, / ¡y soy tan pobre!" (4).

Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega: "Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella carretera de España./ Detrás quedaba Carballino, con sus casas envueltas por la madrugada./ Dejando mi corazón mucho más a obscuras, el amanecer despuntaba./ ¿Era posible que pudiera venir, como todos los días, la mañana?/ El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad de sus almas./ Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al peso de una montaña./ El paisaje abría los ojos como si no se hubiera enterado de nada./ Nunca olvidaré que en el monte de Corzos había un ruiseñor que cantaba./ Al llegar a Dacón oímos el nombre querido en la voz de la campana./ Mamá y el mundo habían muerto para siempre y sólo aquella voz los lloraba" (5).

En "Tríptico a Galicia", Enrique Urbina García canta la nostalgia del inmigrante de esa región: "Y aquel que por Vigo, apabulló su sombra;/ en su misterio –pompas de luna- ocultará olvido/ y por las vides de Galicia como raíz sangrante/ tendrá su mente endulzando retornos válidos. (…) Todo el que con un gallego trata, alcanza/ sólo un poco lo que el corazón de ese hombre/ desparrama, porque el amor, vive en su España" (6).

El protagonista de una canción de Alberto Cortez conoció Galicia cumpliendo la promesa que hiciera a su abuelo: "Y el abuelo un día cuando era muy viejo/ allende Galicia/ me tomó la mano y yo me di cuenta/ que ya se moría/ Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas/ y con menos prisa: ‘Prométeme hijo que a la vieja aldea/ irás algún día/ Y al viento del Norte dirás que su amigo/ a una nueva tierra, le entregó la vida’ " (7).

Carlos Penelas es el autor del poema "Los trasterrados", que dedica a sus abuelos Pedro Penelas y Tomás Abad. En él dice: "Se ocupaban de las cosas comunes:/ del trabajo, del pan, de los hijos./ No expresaron fatiga ni dolor. Morían en silencio./ Llevaban en la sangre/ el honor, la palabra, la brisca./ Bebían vino tinto. No reclamaron nada./ Caminaban el tiempo de otro tiempo" (8).

Manuel Castro Cambeiro y Eliseo Mauas Pinto son los autores de Legado Celta. En el poema "Soy el llamado ancestral", incluido en ese libro, expresan: "Son a voz que pradica, incansabele/ antre os do meu pobo/ lonxe da terra,/ a qu’os exhorta/ a non anuzar de si mesmos" (9).

Notas

  1. Vacarezza, : "Un sainete en un soneto", en Cantos de la vida y de la tierra. 1944.
  2. Aprile, Bartolomé R.: "El espiante", citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
  3. Navarrine, A. y Petorossi, H.: "Galleguita", citado por Gustavo Cirigliano, en El Tiempo,
  4. González Carbalho, José: "Cuando mi padre habló de su infancia", en Requeni, Antonio: Un poeta arxentino en Galicia: González Carbalho. Separata del Boletín Galego de Literatura.
  5. Bernárdez, Francisco Luis: "Poema de las cuatro fechas", en Cielo de tierra. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1948. Ilustraciones de Horacio Butler.
  6. Urbina García, Eugenio: "Tríptico a Galicia", en La Capital, Mar del Plata, 28 de febrero de 1999.
  7. Cortez, Alberto: "El abuelo", citado por Colegio Schönthal en Bajaron de los barcos, www.edu.red.
  8. Penelas, Carlos: "Los trasterrados", en El mirador de Espenuca. Buenos Aires, Torres Agüero Editor, 1995.
  9. Castro, Manuel, y Mauas Pinto, Eliseo: Legado Celta. 1993.

Vascos

Leopoldo Lugones, en "la ‘Oda a los ganados y las mieses’, canta al vasco: "¡Oh alegre vasco matinal, que hacía/ Con su jamelgo hirsuto y con su boina/ La entrada del suburbio adormecido/ Bajo la aguda escarcha de la aurora!:/ Repicaba en los tarros abollados/ Su eclógico pregón de leche gorda,/ Y con su rizo de humo iba la pipa/ Temprana, bailándole en la boca,/ Mezclada a la quejumbre del zorzico/ que gemía una ausencia de zampoñas./ Su cuarta liberal tenía llapa,/ Y su mano leal y generosa,/ Prorrogaba la cuenta de los pobres/ Marcando tarjas en sus puertas toscas" (1).

Notas

  1. Lugones, Leopoldo: "Oda a los ganados y las mieses", en Antología poética. Buenos Aires, Espasa, 1965.

Varios

Enrique Larreta canta, en "Las criadas y el niño", a las domésticas españolas: "Que otros digan de escuelas y de universidades./ Yo canto el cuarto aquel de plancha y de costura/ y sus buenas mujeres. ¡Galicia! ¡Extremadura!/ y las que me enseñaban a palmear soledades.// España de las tierras y no de las ciudades./ También las castellanas de grave catadura./ La blanca, la trigueña; la moza, la madura./ De todas las pellejas, de todas las edades.// ¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de romería./ Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda manera/ de nombrar cada cosa! ¡Cuánta sabiduría!// entre aquellos refajos! Erase que se era/ un juglar que les debe toda su nombradía./ Gaita sentimental y sonaja parlera" (1).

En su poema "En el día de la recolección de los frutos", Alfredo Bufano homenajea a la inmigración española: "¡Salud, nietos sin mengua de Francisco Pizarro/ y de Ruy Díaz de Vivar;/ hijosdalgo de Avila de los Caballeros,/ sudorosos hacheros de Ontoria del Pinar,/ labriegos de las rudas mesetas castellanas,/ pescadores galaicos de las rías y el mar,/ hortelanos de Murcia, vascos roblizos, fuertes/ extremeños: ¡larga gloria tengáis/ todos vosotros, hijos de las viejas Españas,/ hombres de eterna y recia y heroica mocedad,/ en cuyas venas corre la misma sangre nuestra/ y cuyas bocas se abren con nuestro mismo hablar!" (2).

A sus abuelas, inhumadas en tierra americana, canta Ricardo Adúriz: "Dulces abuelas trashumadas/ desde estos cielos/ a aquellos cementerios./ Que vuestros nombres, en medio del océano/ de sombra, sajados vivos de la noche larga,/ os devuelvan la luz de un tiempo suave/ en Freas de Eiras –tierra de Galicia-y en el Madrid de fin de siglo.// Vuestras son estas últimas luciérnagas,/ fragmentos puros de un espejo roto,/ donde brillan los rostros del olvido" (3).

Notas

  1. Larreta, Enrique: "Las criadas y el niño", en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Bufano, Alfredo: "En el día de la recolección de los frutos", en Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Buenos Aires, Clarín.
  3. Adúriz, Ricardo: Torre del homenaje. Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979.

Españoles y otros

De Leopoldo Díaz es el poema "Tierra prometida", en el que expresa: "¡América! te anuncia el nuevo día/ en que el arte y la ciencia te den gloria./ Serás del pensamiento la victoria,/ no la victoria de la guerra impía.// La voz del porvenir es la voz mía;/ mi palabra augural no es ilusoria;/ hecha de luz y lágrimas tu historia/ habla en mí con fervor de profecía.// El viejo mundo se desploma y cruje… El odio, entre la sombra acecha y ruge…/ Una angustia mortal tiene la vida…// Y como leve arena que alza el viento,/ a ti vendrán el paria y el hambriento/ soñando con la Tierra Prometida" (1).

"Barco de peltre, acero o cucurucho,/ mole de mundo,/ cargado de niñez, hombres y tumbos,/ arribaste./ Estrenaste el chocolate,/ la delicia de mazorcas tiernas…/ Alimentaste sed de tierra,/ abiertas/ para manos rocosas,/ temples tristes.", canta Carolina de Grinbaum en "Llegaste". (2)

En su poema "Inmigrante", Cristina Pizarro evoca la desolación de quien ve frustradas sus expectativas: "Yo era el que no tenía título,/ ni un doble apellido,/ el que deseaba vivir en un chalet de dos pisos/ con jardín/ y revestimientos de piedra Mar del Plata./ Era uno de esos/ originarios de tierras/ devastadas./ Ahora/ soy/ este aire ambiguo/ este daño/ que regresa/ y este adiós/ menoscabado" (3).

Los agricultores inmigrantes también fueron tema de poesías. En "Ese inmigrante", Virginia Rossi canta: "Se llenaba de espigas/ los puños y los brazos/ y su paso medía/ la soledad del campo" (4)

La nostalgia los embargaba; canta Cristina Assenato en "País de inmigrante": "-porque comimos el pan triste/ y la sal quemó ciertas noches/ porque tu hijo y el mío/ caben en el proyecto del pájaro/ y están allí reunidos/ en la curva del trigo,/ en el signo abierto de la gran ciudad" (5).

Notas

  1. Díaz, Leopoldo: "Tierra prometida", en Cantan los pueblos americanos. Selección de Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1957.
  2. Grinbaum, Carolina de: "Llegaste", en Inmolación. Buenos Aires, el grillo, 2002.
  3. Pizarro, Cristina: en La voz viene de lejos. Buenos Aires, Ayala Palacio, 1996.
  4. Rossi, Virginia: "Ese inmigrante", en Capítulos, Editorial Nueva Generación.
  5. Assenato, Cristina: "Paìs de inmigrante", en El Tiempo, Azul, 21 de febrero de 1999.

En teatro

Andaluces

En Los políticos, "sainete cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio Reynoso, aparece un barbero andaluz que canta: "Con el vito vito vito/ con el vito vito va/ no me haga usted cosquillas/ que me pongo colorá". El se identifica como "Benito Pérez y Ciudad Real, barbero, soltero, extranjero, con tres años de residencia en el país" (1).

En Bohemia criolla (2) aparecen un Andaluz que canta "San José fue carpintero,/ según la historia lo anuncia…/ y por eso es que los Pepes…/ (no hay regla sin excepción)/ y por eso es que los Pepes/ ¡suelen ser unos virutas!…".

Notas

  1. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Catalanes

En Canillita, de Florencio Sánchez, aparece un mercero catalán, que pregona su mercadería: "¡Toallas, peinetas, jabones, cinta de hilera, agujas, camisetas, botones de hueso, carreteles de hilo, madapolán, pañueletas! (…) Pañueletas, calzoncillos, alfileres, festones, sombreros de paja, servilletas, libros de misa. (…) Libros de misa, esponjas, corbatas, cortes de vestido, tarjetas postales, jabón…" (1).

Notas

  1. Sánchez, Florencio: Canillita, en Canillita y otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Gallegos

En Los políticos, "sainete cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y verso", escrito por Nemesio Trejo, con música de Antonio Reynoso, aparece un almacenero gallego que pregunta a un vasco por qué le está cobrando cinco centavos más por litro (1).

En Bohemia criolla (2), de Enrique de María, aparecen gallegos. Uno de ellos es José, que dice: "Métase uno a hacer servicius…/ Pur defender a esos pobres/ amigus de Pata Blanca,/ que para mí son unos jóvenes/ buenos… vamos… como el pan/ mi mujer me mata a golpe…".

"¡Al campo!, de Nicolás Granada (1840-1915), se estrena en el Teatro Apolo el 26 de setiembre de 1902, tras del éxito obtenido por La piedra del escándalo, de Martín Coronado. La animación de ¡Al campo! está a cargo de Lea Conti (Gilberta), Herminia Mancini (Dolores), María C. De Muez (doña Fortunata), Pablo Podestá (quien con 27 años interpreta a don Indalecio, de 58), José J. Podestá (Gabriel), Ubaldo Torterolo (don Timoteo), Antonio Podestá (Fernández), Pepito Petray (Palemón), etc" (3).

En esa pieza aparece Santiago, un criado gallego. El autor lo hace hablar en esta forma: "Este señor prejunta por las señoras. (…) –Usted dispense; un lu sabía. Que no estaban en casa, esu sí; pero que estuvieran en el monte… Si usted quiere que se lu dija…" (4).

Escrita por Florencio Sánchez, "En familia sube por primera vez al escenario del Teatro Apolo, el 6 de octubre de 1905, animada por la Compañía Podestá Hermanos" (5).

Uno de los personajes de esa pieza confiesa: "Todavía no me doy cuenta de cómo he podido amoldarme a semejante vida. Con decirte que yo, tu madre, que fue siempre una mujer de orden y delicada, ha llegado hasta robarle a una pobre gallega sirvienta… (…) Hasta robarle, sí señor; hasta robarle a una pobre mujer los ahorros que me había confiado" (6).

En La comparsa se despide, escribe Vacarezza: "Un patio de conventillo,/ un italiano encargao/, un yoyega retobao,/ una percanta, un vivillo,/ un chamuyo, una pasión,/ choque, celos, discusión,/ desafío, puñalada,/ aspamento, disparada,/ auxilio, cana… telón" (7).

En Los primeros fríos, de Alberto Novión, uno de los actores expresa: "-Ahora me voy a conversar con una mucamita que trabaja en la Legación de España, es galleguita y sin primo, ¿se da cuenta?" (8).

En 2002, se estrena Temperley. "Con una crítica excelente por parte de varios medios, la obra de Luciano Suardi y Alejandro Tantanian, denominada Temperley, está por estos días en cartel en el Teatro Sarmiento. La pieza se basa en las experiencias de Amparo, una gallega que encuentra en nuestra ciudad un sitio ideal para sus sueños, aunque las penurias lleguen de todas maneras. Destacan el clima general de la obra, con un logro especial en materia de escenografía y sonido" (9).

"Anónima y en apariencia tan impersonal como una estación en la que los trenes descargan pasajeros, cambian de vías y vuelven a salir siempre rumbo al sur. Así es T. C., una mujer de casi 90 años que llegó de España a los 17, pasó por el Hotel de los Inmigrantes, se casó con un muchacho bueno y trabajador y armó su casita con un jardín que serviría de cobijo a su descendencia. Allí, en Temperley, por supuesto. Ahora, su vida es una obra de teatro. Un espectáculo en el que T.C. –ahora rebautizada como Amparo– resulta un paradigma de su generación, la de los inmigrantes que llegaron en busca de sus sueños de progreso. Aquellos que dos generaciones más tarde ven a sus nietos escapar de estas tierras que fueron cobijo y que ahora resultan demasiado ásperas." (10).

Notas

  1. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  3. Ordaz, Luis: en Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en El teatro argentino 3.Afirmación de la escena nativa. Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Granada, Nicolás: ¡Al campo!, en El teatro argentino 3.Afirmación de la escena nativa. Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  5. Ordaz, Luis: en Sánchez, Florencio: En familia, en El teatro argentino 4.Florencio Sánchez. Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  6. Sánchez, Florencio: En familia, en El teatro argentino 4.Florencio Sánchez. Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  7. Vacarezza: La comparsa se despide. Citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.
  8. Novión, Alberto: Los primeros fríos, en El teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  9. S/F: "Artes y espectáculos", en www.temperleyweb.com.ar, agosto de 2002.
  10. S/F: "Para entendidos", en www.gcba.gov.ar.

Madrileños

En Babilonia, de Armando Discépolo, aparecen varios criados españoles. La mucama madrileña "es limpia, espumosa en su tualé de mucama, bella. Se sienta ante su puerta en silla baja y mirándose a un espejo de mano canturrea algo de su tierra, su cintura y sus muslos inquietos" (1).

Notas

  1. Discépolo, Armando: Babilonia. Una hora entre criados. En Canillita y otras obras. Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Vascos

Solané (1), de Francisco F. Fernández, fue escrita en 1872, y se refiere a la Masacre de Tandil, de la que pudo salvarse Ramón Santmarina. Escribe Angela Blanco Amores de Pagella: "El protagonista de esta obra es Jerónimo Solané, un chileno hijo de una araucana y un francés, que existió en la realidad y que llegó a los pagos de Tandil con fama de curandero. El asunto se refiere a un hecho real: el asesinato de un comerciante de Tandil fue atribuido injustamente a Solané (…) Solané fue preso, pero no se le pudo probar nada. Entonces fue muerto a través de los hierros de la ventana de la prisión" (2).

Un vasco creado por Carlos Mauricio Pacheco para su "sainete lírico-dramático en un acto" titulado Los disfrazados dice, por ejemplo: "¿Y no manya ni medio?", "No vaya a ser cosa que se retobe el grévano…" y "Me han hecho ráir…qué infeliz el gringo este…" (3).

De Nemesio Trejo, con música de Antonio Reynoso, es el "sainete cómico-lírico en un acto y tres cuadros, en prosa y verso" que se titula Los políticos. En él, aparece un vasco que habla dificultosamente castellano, quien dice que tuvo que aumentar el precio de la leche "Porque el Municipalidad hacerme comprar tapos de lata. Si yo casas intendente verá que tapos poner; ¡gran siete!". Y canta "Agurneré biotreco/ amacho maitiá/ laiste recorri conaiz/ consola saítea" (4).

En Bohemia criolla, de Enrique de María aparece un personaje con esta indumentaria: "Román, sentado sobre un cajón, tiene una libreta en la que figura escribir, viste gorra de vasco, un saco viejo y un diario (La Prensa) colocado como chiripá de mantilla, en vez de pantalones". En otra escena, aparecen "Un gallego, un Vasco, un Andaluz, un Criollo y Coro de hombres. Traen guitarra, acordeón, bandurria, etc., etc."; el vasco canta: "¡Ay, ay, ay! Mutilá…/ ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!/ ¡Qué lindo es lo que sigue/ en lengua es h’aldurriá!/ ¡Ay!… ¡Ay… ay… mutilá/ chapela gurriá!…" y finaliza gritando "¡Aurrerá nescacha polita!" (5).

Alberto Novión es el autor de El vasco de Olavarría (6), comedia en tres actos presentada en el Politeama. El inmigrante siente nostalgia; dice la hija: "papá, a pesar de que ya está viejo y que ha formado en esta tierra su hogar, su fortuna, su tranquilidad; viera Ud. cuántas veces lo he sorprendido cantando bajito los aires de su tierra natal, y cuántos suspiros, mensajeros de muchos besos, han ido desde sus labios hasta sus montañas, para morir en los muros de su casa, allá en la aldea de la falda".

Notas

  1. Fernández, Francisco F.: Solané, en Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del teatro argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1972.
  2. Blanco Amores de Pagella, Angela: Iniciadores del teatro argentino. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1972.
  3. Pacheco, Carlos Mauricio: Los disfrazados, en Canillita y otras obras. Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  4. Trejo, Nemesio: Los políticos en Canillita y otras obras Sánchez, Trejo, Pacheco, Discépolo, Dragún. Selección, prólogo y notas por Jorge Lafforgue. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  5. María, Enrique de: Bohemia criolla, en El teatro argentino. 6.El sainete. Prólogo de Abel Posadas; selección y notas por Marta Speroni y Griselda Vignolo. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  6. Novión, Alberto: El vasco de Olavarría. En La Escena Revista Teatral N° 99. Buenos Aires, 1920.

Sin mención de origen

Doña Pilar es una inmigrante española casada con un italiano, ambos personajes de Pájaro de barro, de Samuel Eichelbaum. La inmigrante opina acerca de las mujeres argentinas: "En este país, las mujeres jóvenes no trabajáis. Eso está mal. En mi tierra… En mi tierra, cuando las mujeres tienen tu edad, las ponen a trabajar en los olivares…" (1).

Notas

  1. Eichelbaum, Samuel: Pájaro de barro. En El teatro argentino 10.Samuel Eichelbaum Selección, prólogo y notas por Luis Ordaz. Capítulo. Buenos Aires, CEAL, 1980.

Varios

"En Mustafá, sainete que Armando Discépolo y Rafael José De Rosa escriben en colaboración, y estrenan en 1921, don Gaetano (tano típico del género) se entusiasma ante la fusión, la ‘mescolanza’, que se logra en las bulliciosas casas de vecindad porteñas" (1), en las que también viven españoles: "E lo lindo ese que en medio de esto batifondo nel conventillo todo ese armonía, todo se entiéndano: ruso co japonese; francese con tedesco; italiano co africano; gallego co marrueco. ¿A qué parte del mondo se entiéndono como acá: catalane co españole, andaluce co madrileño, napoletano co genovese, romañolo co calabrese? A nenguna parte. Este e no paraíso. Ese ne jauja. ¡Ne queremo todo! (2).

Notas

  1. Ordaz, Luis: "Armando Discépolo o el ‘grotesco criollo’ ", en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
  2. Discépolo, Armando y De Rosa, Rafael: Mustafá. Citado en Páez, Jorge: El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.

En cine

Algunos cineastas evocaron la inmigración española que llegó a tierra americana. en filmes en los que se evoca esa etapa de nuestro pasado y se pone al alcance del público testimonios de quienes protagonizaron un fenómeno social que dejó indelebles huellas.

Gallegos

Niní Marshall creó, entre otros inolvidables personajes, a Cándida Loureiro Ramallada, "la gallega bruta y charlatana", que fue su primera caracterización en Radio Municipal, en 1934. "En el film Cándida (1939, Bayón Herrera), sobre un barco y con sus ropas de campesina recién llegada, la gallega hace su jocosa presentación: ‘Vengo a este país a ganar cuarenta pesos, casa y comida. Salida, los domingos’. (…) "La voz de Niní es testigo del movimiento de los estratos sociales medios argentinos y de los desplazamientos culturales y de la flexibilidad de los grupos y colectividades, en el paso de los años treinta a cuarenta" (1).

Notas

  1. España, Claudio: "Llega Niní Marshall", en Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación Revista, Tomo I.

Sin mención de origen

De 1933 es el film El tango, el cine y el fútbol son los tres berretines, realizada por el Equipo Lumiton, a partir de una obra teatral de Arnaldo Malfatti. "Cada uno de los berretines –obsesiones- representa un hijo (Luis Sandrini, entre ellos), pero también están los padres, los abuelos y un cuarto hijo. Los mayores son inmigrantes españoles y casi seguro el padre también, aunque el actor Luis Arata disimula su acento tras una verba gangosa. El cuarto hijo (Florindo Ferrario), en realidad el mayor, se recibió de arquitecto, no halla trabajo y está enamorado de una chica (Luisa Vehil) de clase social más alta. Los inmigrantes conservan los modos –son anticuados, delatan su procedencia- del sainete más popular; los jóvenes desarrollan el decir y las costumbres del medio que frecuentan: el café, las películas, la cancha. Como en el sainete, la acción casi no sale del patio. La oposición paterna a los berretines no trata en volverse comprensión humana" (1).

En La Fuga (Argentina-España, 2000), aparecen inmigrantes españoles. La película fue dirigida por Eduardo Mignogna, con Ricardo Darín, Miguel Angel Solá, Gerardo Romano, Patricio Contreras, Inés Estévez, Facundo Arana, Arturo Maly, Norma Aleandro.

"En el verano de 1928 escribe Juan Sasiaín- siete presos acosados por la angustia del encierro, ansiosos por los aleteos de libertad, se fugan de una penitenciaria de Buenos Aires. Los prófugos toman rumbos diversos, intentando retornar a lo que eran sus vidas. Laureano Irala (interpretado por Miguel Angel Solá) narra las historias de sus compañeros, con una voz cálida y reflexiva: "ninguno de nosotros podría librarse de las ataduras que tenía antes de caer preso…". Eduardo Mignogna, basándose en su novela homónima, dirige el film siguiendo su estilo en clave de melodrama. La excusa de la fuga sirve para contar el cuento de cada uno de los presos, el re-encuentro con sus pasiones individuales; presos de sus propios deseos no logran fugarse de sus destinos de encierro. Lo único que une a estos personajes es el deseo del afuera que cantan a coro de presos: "Pide a la estrella la libertad". (…)Es un lujo para el cine argentino contar con un narrador de historias cargadas de emoción, poesía y delicadeza de la talla de Mignogna. Su novela ganó el premio Emecé y su película ganará sonrisas y lágrimas de los deseosos espectadores" (2).

Notas

  1. España, Claudio: "Así es la vida", en Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación Revista, Tomo I.
  2. Sasiaín, Juan: "La fuga", en www.cineismo.com.

Españoles y otros

Así es la vida, realizada por Francisco Mugica en 1939, proviene de una obra teatral de Nicolás de las Llanderas. Claudio España señala que en ese film, "con Enrique Muiño y Elías Alippi, el sainete pervive sólo en dos amigos de la familia, un gallego y el italiano –los de afuera; los de casa son porteños. Por su peso, gana forma la comedia familiar, apoyada en el sentido aglutinador de la mesa del comedor, blanca en extremo por la luz simbólica que le arrojan los directores de fotografía. Temporalmente, esta comedia se inicia en el patio y prosigue en la sala con piano y con una mesa amplia donde caben todos. Los inmigrantes mantienen el decir cocoliche; los otros son porteños y los novios, en sus encuentros, se hablan de tú" (1).

El 31 de mayo de 1943 se estrenó Juvenilia, un film sonoro, en blanco y negro, de 104 minutos de duración. Lo dirigió Augusto César Vatteone. Escribieron el guión Pedro E. Pico, Alfredo de la Guardia y Manuel Agromayor, según la novela homónima de Miguel Cané. La interpretaron Elisa Christian Galvé, José Olarra, Ernesto Vilches, Eloy Alvarez, Ricardo Passano (h), Marcos Zucker y Gogó Andreu, entre otros (2).

"En La Patagonia rebelde (1974), Héctor Olivera dramatiza las huelgas de los trabajadores anarquistas, en el sur de la Argentina, durante 1920 y 1921, según la investigación realizada por Osvaldo Bayer en Los vengadores de la Patagonia trágica". Rodada en momentos de gran tensión política, intenta una lectura aleccionadora de la historia. Para eso, el film se constituye en un vasto flash back, que protagonizan los cabecillas Soto, Facón Grande y el alemán Schultze, seguido de la secuencia que marca el presente de la narración, con la muerte del teniente coronel Zabala (Varela, en la realidad). Completando este juego de tiempos, sobre el final, un plano detalle de la mirada desconcertada del militar, mientras le hacen oír una canción en inglés, envía al espectador a una reflexión sobre el futuro. La crítica especializada destacó la esmerada dirección del elenco, encabezado por Héctor Alterio (Zavala), Federico Luppi, Luis Brandoni, Pepe Soriano, Osvaldo Terranova, Pedro Aleandro, José María Gutiérrez, entre otros. Obtuvo el Oso de Plata en el Festival de Berlín, mientras la exhibición local fue demorada dos meses en espera de la calificación del Instituto Nacional de Cinematografía. Cuatro meses después del estreno fue levantada de las pantallas por amenazas de grupos violentos, en el país. Las crudas imágenes de este film emblemático, lamentablemente premonitorias, son el ejemplo de un cine histórico en el que no se niega el compromiso del realizador, expuesto en el punto de vista desde donde se cuentan los sucesos" (3).

Aller simple: Tres Historias del Río de la Plata se estrenó en video en Buenos Aires en 1998, en el cine Cosmos. Es una coproducción francoargentina de 1994, de 82 minutos de duración, codirigida por los franceses Noel Burch y Nadine Fischer y el uruguayo Nelson Scartaccini –a quien pertenece la idea original-, presentada por la productora Cine-ojo, de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini.

El film "indaga en las peripecias de la inmigración en la Argentina y el Uruguay. (…) Aller simple (Pasaje de ida) elige un peculiar sesgo narrativo para adentrarse en esta larga historia. La cámara se planta fija en una calle cualquiera de Buenos Aires y vemos pasar gente mientras una voz describe la dura situación económica que atraviesa el país, haciendo pie en el peso de la deuda externa sobre cada uno de los argentinos. En un momento, la cámara se detiene y quedan tres rostros, elegidos al azar, que nos enfrentan. Dos hombres y una mujer. A partir de esas caras, la película se adentra en las ficticias historias familiares de cada una. Presuponen, los realizadores, que uno es francés, el otro italiano y la tercera española. Y arman mediante fotografías de época, películas históricas del cine argentino (como Pampa bárbara y Su mejor alumno) y material documental antiquísimo, una suerte de rompecabezas de la inmigración en la Argentina en el siglo que va de 1830 a 1930. Aller simple presenta, una por una, las historias familiares. La del francés, que se convirtió en un rico integrante de la Sociedad Rural; el italiano, que se fue al Uruguay y le costó levantar cabeza pese a la solidez económica comparativa de ese país respecto del nuestro; y, por último, la española, que se integró a la clase media cuentapropista poniendo una carnicería" (4).

En abril de 1998, anuncia una noticia de la agencia Télam: "La novela de Horacio Vázquez Rial, ‘Frontera sur’, finalmente fue elegida –después de cantidad de lecturas- por el cineasta español Gerardo Herrero para dar vida a una historia de inmigrantes. ‘La filmación se hará enteramente en la Argentina; hay muchas locaciones en Luján, donde el 27 de este mes empieza el rodaje, que durará ocho semanas’, confirmó el autor de ‘El soldado de porcelana’ a Télam. Entre los actores contratados figuran Federico Luppi, el alemán Peter Lomaier (conocido por su trabajo en ‘El enigma de Kaspar Hauser’, de Werner Herzog) y Maribel Verdú en los papeles principales. ‘Pero habrá varias sorpresas más’, dice el escritor, que prefiere no hacer adelantos. También dice que el guión de ‘Frontera…’ le pertenece: ‘Es una experiencia muy enriquecedora e intensa. Y es curioso, porque el director tiene un respeto por la novela mucho mayor que el autor’. ‘Me traiciona cada tres líneas, pero el resultado me gusta. Y, aunque no participo en el proceso (de producción, filmación, montaje, etc.), no iría nunca en plan Javier Marías quejándome porque me cambiaron la novela’, agrega. ‘Es un trabajo de ida y vuelta. Yo despojé la novela. Gerardo la devolvió. Después hicimos un trabajo de poda. En fin, agregamos cosas por indicación de los actores. El cine, en ese sentido, no tiene nada que ver con la literatura: es un trabajo en común’, dijo el escritor" (5).

Notas

  1. España, Claudio: "Así es la vida", en Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación Revista, Tomo I.
  2. Verbeke, Natalia: "Juvenilia", en www.cinenacional.com.
  3. Kriger, Clara: "La Patagonia rebelde", en Cien años de cine. Buenos Aires, La Nación Revista, Tomo II.
  4. Lerer, Diego: "Tres caras de la historia", en Clarín, Buenos Aires, 4 de julio de 1988.
  5. S/F: " ‘Frontera sur’ llega a la pantalla grande", en El Tiempo, Azul, 12 de abril de 1998.

Videos

Gallegos

En la muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y grabados", que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el invierno de 2000, se exhibió un video que brindó al espectador la oportunidad de entrar en contacto con este espíritu y su singular obra. Con música de Milladoiro y Xeito Novo, y la interpretación de Walter Santana, quien lee fragmentos de ensayos y obras de teatro de Seoane, se muestra al artista como un peregrino que vive un doble extrañamiento: el del tiempo y el del espacio. Con estas palabras lo dice: "Soy un peregrino de la Edad Media, pero estoy varado en el siglo XX" y también "ir rumbo a Santiago de Compostela, mas estar varado en Buenos Aires". La resignación que lo invade es resumida en la frase que afirma: "Soy y seré para siempre un desarraigado permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país. Es el destino del exiliado".

Televisión

Gallegos

En 1973, "Abel Santa Cruz tiene siete obras en tevé. Una de ellas es Carmiña, con María de los Angeles Medrano y Arturo Puig, y Raúl Rossi en el rol de Hipólito Yrigoyen. En radio se conoció como Tu nombre es María Sombra; en tevé en1969 como Nuestra galleguita. En el exterior se emitió como Natasha" (1).

Notas

  1. Itkin, Silvia: "El Estado llega a la televisión", en Ulanovsky, Carlos, Itkin, Silvia y Sirvèn, Pablo: Estamos en el aire. Buenos Aires, Planeta, 1999.

Españoles y otros

A partir de abril de 2000, Canal "á" puso "en el aire ‘La otra tierra’ (historias de inmigrantes en un país que busca su identidad), una nueva versión del recordado ciclo televisivo". Se llevó "a cabo en emisiones semanales de media hora de duración, poniendo en relieve el aporte cultural de cada una de las corrientes migratorias". El ciclo contó "con la producción y dirección de la recordada Clara Zapettini y la conducción de Canela". El equipo que respaldó el proyecto "estuvo compuesto por Adriana Ocón en la producción; Moira Soto en investigación, e Ivonne Fournery como guionista" (1).

Un año después, Ivonne Fournery se refirió en un reportaje a ambas versiones del ciclo: "En el año ’86 yo empecé a escribir… haciendo guiones en documentales periodísticos, en un programa muy lindo que se llamaba ‘La otra tierra’, que trataba de inmigrantes en un país que busca su identidad. El proyecto estaba dirigido por Clara Zapettini, una mujer muy talentosa… (…) Una mujer que siempre se destacó, y en esa oportunidad la convocaron para ‘La otra tierra’, y fue tal el impacto que, por ejemplo, el año pasado se firmó un contrato con canal A y se grabaron programas de media hora, con un único testimonio cada uno. La ideología, tanto en la primera oportunidad, en los ’80, como ahora, fue la misma, o sea, no poner el acento para nada en la colectividad o comunidad, sino en la síntesis de las culturas. Es decir, hacer hincapié en el aporte que significó a nuestra identidad esa cultura. Lo cual enriquece al programa, lo hace mucho más vivo y mucho más real. De lo contrario, se transforma en una cosa… te diría que pintoresca o turística… y no es ésa la intención. Además, te cuento… yo no hacía la investigación periodística, pero lo que yo aprendí de las culturas haciendo esto no te puedo explicar. Por otra parte, fueron muchos programas: en el ’86 se hicieron 55 y en este último año, 39. O sea que realmente fue un privilegio. Y ahí yo hacía los textos y la voz en off" (2).

Notas

  1. Hall, Annie: "Bambalinas", en La Nación, Buenos Aires, 9 de enero de 2000.
  2. Ceratto, Virginia: "La indiferencia, en un 94%, es falta de conocimiento", en La Capital, Mar del Plata, 18 de marzo de 2001.

En fotos

Castellanos

Fernando de la Orden homenajea a su abuela en un ensayo que "fue expuesto en el Centro Cultural Recoleta y publicado en forma de libro en la Colección Orbital bajo el título ‘Pan y manteca’, con el texto de Raquel Garzón" (1).

La abuela Lola "nació en Logroño, Rioja, en 1916. Su padre era militar y pasó toda su infancia residiendo en diferentes lugares de España, a donde él era enviado. A poco de cumplir 18 años de edad se casó con el abuelo Gerardo, suboficial del arma de artillería y, dos años más tarde, estando ella embarazada la guerra los separa. Durante los tres años de la guerra, de 1936 a 1939, no se pudieron ver. Finalmente, en 1950, deciden emigrar a la Argentina. Tienen tres niñas y aquí nace la cuarta. En 1977 muere el abuelo Gerardo. Hoy, la abuela Lola tiene 85 años de edad, cuenta con orgullo nueve nietos, diecisiete bisnietos y dos tataranietos" (2).

En "Fernando de la Orden La abuela Lola", escribe Raquel Garzón: "No hay neutralidad en las imágenes de Fernando ni objetividad fotográfica ni pretendida distancia. Más bien, un homenaje de orgullo y afecto, la nostalgia de cierto reino (¿el del pan con manteca, los abrazos, el rin-raje?) y la certeza íntima, secreta, corajuda de que existe todavía en algún punto del mapa un lugar que podemos llamar hogar, mientras soñamos con volver a casa (3).

El fotógrafo dijo a Leila Guerriero que cuando la anciana mira la fotografía de su familia: "para ella debe ser impresionante ver la foto, y saber que ella y el abuelo crearon toda esa gente, esta vida. En ese sentido, creo que no piensa en la familia que dejó en España, sino en la que está acá. Y somos todos tan unidos también por la abuela" (4).

Notas

  1. S/F: en www.fotomundo.com
  2. ibídem
  3. Garzón, Raquel: "Fernando de la Orden La abuela Lola" (Del prólogo del libro Pan y Manteca, Colección Orbital), en www.fotomundo.com
  4. Guerriero, Leila: "Pan & Manteca", en La Nación Revista, Buenos Aires, 5 de mayo de 2002

Gallegos

Silvia Marzochini es la autora de la foto mural de dos gallegas, que se exhibe en el Nuevo Banco Industrial de Azul.

En conjunto

En 1999, en el Patio del Zorzal del shopping Abasto de Buenos Aires, se presentó Buenos Aires 1910. Memoria del porvenir, una muestra multimedia que reunió "400 objetos y 400 imágenes provenientes de 40 archivos públicos y privados". La misma fue organizada por el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, el Fondo Nacional de las Artes, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, The Getty Research Institute for the History of Art and the Humanities y el Banco Mundial. Contó con un benefactor fundador y benefactores nacionales y asociados y con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación, la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y la UNESCO.

Había fotos, objetos –muchos de ellos hallados en excavaciones-, mapas, maquetas, imágenes de un pasado del que quedan innumerables vestigios. Uno de los temas importantes dentro de esta muestra fue la inmigración. La información que acompañaba las fotografías señalaba que entraba al puerto un inmigrante cada dos minutos, y salía uno, cada seis. Pude ver un Baedeker de la Argentina (una guía para viajeros), fotos del Hotel de Inmigrantes y una fotografía de pasajeros españoles comiendo en la cubierta con platos de latón, antes de desembarcar. La tomó León Lacroix, en 1910. Esa foto se puede ver actualmente en una de las paredes del Hipermercado Coto del Abasto, de Buenos Aires.

…..

Así vivieron los españoles en la Argentina, trabajando, reuniéndose, cultivando las tradiciones de su tierra y transmitiéndolas de generación en generación. En los testimonios que transcribimos parcialmente, en los artículos periodísticos, las obras literarias y los filmes y las fotos, se evoca su laboriosidad, su nostalgia y su esperanza, la lucha por sus ideales, y el afán de superación que se traduce en la relevancia alcanzada por muchos de sus descendientes.

 

 

Autor:

María González Rouco

Licenciada en Letras UNBA, Periodista Profesional Matriculada

Partes: 1, 2
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